1. LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana de Adviento
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
Domingo XXX del Tiempo Ordinario. Evangelio (Lucas 18, 9-14). 27 de Octubre 2013.
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y
despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: “Dos hambre subieron al templo a orar.
Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te
doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones injustos, adúlteros; ni como ese
publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo los que tengo”. El publicano,
en cambio, se quedó atrás y o se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el
pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa
justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será
enaltecido”.
Si no tienes sed ¿a dónde vas?
Dios es como una fuente. De su interior brota inagotable, el agua limpia y fresca de la vida. Está
ahí, cerca siempre. Quien quiera, puede tomar de esa fuente toda el agua que necesite, sin tasa:
dependerá de la sed que sienta, o del tamaño de la vasija que lleve.
Es poco un vaso de agua; pero, en determinadas circunstancias, puede significar la vida. Y es que
agua es, a un tiempo, algo vulgar e imprescindible. Cuando se tiene, su misma abundancia nos lleva
a menospreciarla: ¡la vemos tan anodina!; pero, a medida que escasea, vamos apreciando su valor,
su sabor, hasta su belleza.
Orar es como ir a por agua a la fuente de Dios. Si alguien va allí con su vasija llena, ¿qué va a
recibir?; quien llega a la fuente satisfecho, no sentirá ni el deseo de humedecer en ella sus labios.
Para apreciar el agua, es necesario haber sentido primero el mordisco de la sed.
¡Qué falta nos hace a los cristianos redescubrir la experiencia de la sed! Vivimos demasiado
atiborrados de cosas que cada día se nos van metiendo por los ojos y nos van haciendo creer que
tenemos lleno el corazón. Entretenidos con ellas, no nos damos cuenta de que el tiempo se nos
escapa de las manos; y, al final de cada jornada, nos da miedo mirarnos el alma porque la sabemos
vacía. Ya casi no oímos el grito de Jesús en medio del Templo: “¡Si alguno tiene sed, venga a
mí!”. Quizá porque hemos olvidado aquellas otras palabras suyas a la samaritana: “Si conocieras el
don de Dios… tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva”. Es eso: que hemos llegado a
olvidar lo que “es don de Dios”; que hemos acabado perdiendo la sed.
Hoy los cristianos necesitamos, urgentemente, tomar el camino del templo. Llegados allí, buscar el
último rincón y, en silencio, sentirnos pecadores, necesitados. No pedir nada a Dios; abrirle,
sencillamente, el corazón y decirle: ¡Señor, dame sed! Sin esa sed, nuestra oración seguirá estando
vacía y sin sentido, por más remiendos que le pongamos.
Así, vaciándonos primero de todo lo que estorba, sintiendo nuestra pobreza, notaremos que
empieza a nacer en nosotros algo como una nostalgia primero, después un deseo de esa agua de la
que estamos tan faltos. Y acabaremos acercando nuestros labios a su fuente. Y Él -¡lo está
deseando!- nos llenará. Y volveremos a casa “justificados”.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Nos hace la fe más comprensivos con los demás?
¿Hacemos el bien sin reparos o juzgamos antes a los demás?
¿Dejamos tiempo a la reflexión y oración para ablandar nuestro corazón?
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.