Citar el siguiente artículo como:
Manuel Pulido Mendoza,
“El romanticismo escéptico: Zumalacárregui (1930), de Benjamín
Jarnés”, Letras de Deusto, vol. 39, no 122, eneromarzo 2009: 77112
ISSN 02103516 D.L. V. 1.142 – 1989
Bilbao, Universidad de Deusto
N.B. Los números de las páginas vienen marcados en el siguiente texto intercalados entre corchetes y negrita. Remiten a las páginas originales de la publicación en Letras de Deusto.
RESUMEN:
Algunos de los aspectos históricos y literarios más interesantes de esta biografía ya han sido adelantados, pero aún cabe profundizar más en ellos y señalar otros nuevos. Tras la revisión de estas aportaciones críticas hay, al menos, tres cuestiones que invitan a ser abordadas con un mayor detenimiento. La primera de ellas es la adscripción genérica del libro, de esta biografía entreverada de literatura e historia. La segunda, es en qué medida se puede calificar de románticos al personaje y al autor. La tercera es la controvertida cuestión de la lectura ideológica de la biografía de Jarnés. Es
decir, ¿cuál era el posicionamiento ideológico de Jarnés en el momento en que en España acaba un régimen estatal y otro nuevo está a punto de comenzar?
PALABRAS CLAVE: Zumalacárregui, Jarnés, Ortega y Gasset, carlismo, liberalismo, biografía
literaria moderna, nuevo romanticismo,
DE LAS OLIMPIADAS GRIEGAS A LAS DEL MUNDO MODERNO.ppt
El romanticismo escéptico: Zumalacarregui (1930) de Benjamín Jarnés
1.
2. Citar el siguiente artículo como:
Manuel Pulido Mendoza,
“El romanticismo escéptico: Zumalacárregui (1930), de Benjamín
Jarnés”, Letras de Deusto, vol. 39, nº 122, eneromarzo 2009: 77112
ISSN 02103516 D.L. V. 1.142 – 1989
Bilbao, Universidad de Deusto
N.B. Los números de las páginas vienen marcados en el siguiente texto intercalados entre corchetes
y negrita. Remiten a las páginas originales de la publicación en Letras de Deusto.
RESUMEN:
Algunos de los aspectos históricos y literarios más interesantes de esta biografía ya han sido
adelantados, pero aún cabe profundizar más en ellos y señalar otros nuevos. Tras la revisión de estas
aportaciones críticas hay, al menos, tres cuestiones que invitan a ser abordadas con un mayor
detenimiento. La primera de ellas es la adscripción genérica del libro, de esta biografía entreverada
de literatura e historia. La segunda, es en qué medida se puede calificar de románticos al personaje y
al autor. La tercera es la controvertida cuestión de la lectura ideológica de la biografía de Jarnés. Es
decir, ¿cuál era el posicionamiento ideológico de Jarnés en el momento en que en España acaba un
régimen estatal y otro nuevo está a punto de comenzar?
PALABRAS CLAVE: Zumalacárregui, Jarnés, Ortega y Gasset, carlismo, liberalismo, biografía
literaria moderna, nuevo romanticismo,
3. El romanticismo escéptico: Zumalacárregui (1930), de Benjamín Jarnés*
Manuel Pulido Mendoza
Universidad de Extremadura
pulido@unex.es
Marañón ha descrito en La Nación de Buenos Aires – y
ahora se entera de ello mucha gente– un nuevo
romanticismo escéptico para la ciencia aséptica y
materialista como el de hace 100 años fue para la
Enciclopedia. Y esto está tan en el ánimo de todos, que
sólo estos días he leído que se han dado en España varias
conferencias sobre el tema, que suscita nuestro clima
histórico1
.
Justo antes de estas efemérides centenarias del romanticismo, Benjamín Jarnés había
expuesto sus ideas sobre la biografía literaria en su exitoso libro dedicado a la vida de la religiosa
decimonónica Sor Patrocinio. Tal fue la demanda de este libro, que llegó a reeditarse en tres
ocasiones antes de la Guerra Civil2
. Por esta razón, Jarnés debió de recibir el rápido encargo de otra
biografía para la colección de vidas españolas que Espasa–Calpe había empezado en 1929. Según el
noticiario estival aparecido en La Gaceta Literaria tras el verano de ese año, el aragonés realizó un
viaje por el País Vasco y Navarra en busca de la documentación necesaria sobre los hechos y
escenarios que habrían de componer su biografía sobre el militar carlista Tomás Zumalacárregui e
Imaz3
. Un año más tarde, daba a conocer al público las primicias de lo que ya se anunciaba como un
nuevo libro biográfico de Benjamín Jarnés. En el extenso fragmento publicado en Revista [77] de
Occidente se abordaba el relato del comienzo de la primera guerra carlista y la incorporación del
biografiado a la causa del pretendiente don Carlos4
. El relato de estos sucesos históricos
representaba la aparición del héroe en escena, en medio de su genial labor en la constitución del
primer ejército carlista de Navarra. El fragmento elegido correspondía a lo que más tarde serían, con
muchas correcciones y algunas ampliaciones, la última secuencia de la primera parte y las tres
primeras de la segunda parte, del total de tres que compondrían el volumen final de la biografía5
. El
fragmento iba encabezado, además, por una cita de Quevedo que se trasladaría más tarde al final de
*
El presente artículo es una adaptación de una parte de mi tesis doctoral inédita La biografía moderna en España
(19261936), Universidad de Extremadura, 2007.
1
Justo Gárate, “En el centenario del carlismo y del romanticismo”, Ensayos Euskarianos, Bilbao, Imprenta Mayli,
1935, p. 40.
2
Benjamín Jarnés, Sor Patrocinio, la monja de las llagas, Madrid, EspasaCalpe, “Vidas Españolas e
Hispanoamericanas del Siglo XIX”, 2, 1929 (3ª ed., 1936).
3
“Benjamín Jarnés ha recorrido la ruta vital de Zumalacárregui para una próxima biografía”, “Noticiario estival”, La
Gaceta Literaria. Ibérica americana internacional. Letras∙arte∙ciencia, 65 (1 de septiembre), 1929, p. 4.
4
Benjamín Jarnés, “Zumalacárregui”, Revista de Occidente, Madrid, XXX, 89 (noviembre), 1930, pp. 145176.
5
“Es libro literario y apologético, hasta el punto de comparar al biografiado con Napoleón. Jarnés lo divide en tres
partes: El Soldado, El Caudillo y el El Héroe. La primera se refiere a hechos acaecidos hasta 1833, o sea hasta el
levantamiento carlista. La segunda, hasta 1834, cuando don Carlos entró en Navarra. La tercera, desde esta época
hasta su muerte”, José María Azcona, “Jarnés (Benjamín). Zumalacárregui, el caudillo romántico”, en
Zumalacárregui. Estudio crítico de las fuentes históricas de su tiempo, Prólogo del Exmo. Sr. Conde de Rodezno,
Madrid, Instituto de Estudios Políticos, “Bibliografía Española”, 1946, p. 233.
4. la primera secuencia, en la edición definitiva del volumen anunciado6
.
Tras este adelanto, Jarnés publicó en el mes de marzo de 1931 la primera edición de su
biografía en la afamada colección de la editorial EspasaCalpe, “Vidas Españolas e
Hispanoamericanas del siglo XIX”, de la que conformaba el volumen decimosegundo7
. La acogida
de público fue tan buena, que el libro conoció una rápida segunda edición al año siguiente8
. Sin
embargo, la acogida de la crítica no estuvo exenta de controversias. Tan sólo dos días después de su
salida al mercado aparecieron las primeras re[78]señas en los periódicos de toda España, que
fueron muy positivas, como las de José Díaz Fernández9
y Julio Angulo10
. Pero la polémica no tardó
en llegar con la lectura realizada por Roberto Castrovido, quien consideró a Jarnés, por su pasado
seminarista, un carlista subconsciente11
. No hay que perder de vista la fecha en la que se publica el
artículo –15 de marzo de 1931–, a tan sólo un mes de la caída de la monarquía en España, tras la
inviabilidad de la dictadura en que se había apoyado12
.
Algo más comprensivo se mostró Juan Antonio Cabezas desde Oviedo. Este periodista
cuenta cómo, con motivo de una visita de Jarnés al norte de España durante el verano de 1930, a su
paso por Asturias, declaró estar trabajando en su biografía de Zumalacárregui, de la que ofreció
unas primicias. El crítico señala la heterogeneidad de materiales utilizados por Jarnés en su
biografía, que incluía, junto con la historia y la leyenda, la ironía. Para este crítico, el aragonés había
conseguido “aplicar a su labor las rigurosidades científicas sin olvidar la amenidad”13
. Ildefonso
Manuel Gil, amigo y paisano de Jarnés, hizo una breve pero elogiosa reseña del libro y lo defendió
de los prejuicios ideológicos de unos y otros:
Alguien, al reseñar este libro, ha motejado a su autor de simpatizante del carlismo. Harto ligera nos parece esta
afirmación. En toda la obra se advierte el desprecio que el autor siente por el carlismo. Pero aparte de toda
significación política era preciso reconocer la grandeza del biografiado. Y esto es lo que este admirable libro
hace el pulcro escritor aragonés14
.
6
“Su risa era muda y sin voz; juzgábanla los ojos, no los oídos. Era alegre sólo cuanto bastaba a defenderle de
parecer afectadamente triste. Su persona era robusta y sufrida… QUEVEDO”. Esta cita encabeza el fragmento dado
en primicia a Revista de Occidente, y se encuentra en la página 16 de la segunda edición del libro.
7
La publicidad aparecida en la prensa la anunciaba de este modo: “Acaba de publicarse la más bella y emocionante
evocación del gran caudillo carlista, que tenía algo de Napoleón y de Aníbal. En fondo de Vasconia vemos surgir el
'ejército fantasma', los golpes de audacia y de ingenio, los terribles lanceros, fusilamientos y miseria, crueldades y
heroísmo, Ezpoz y Mina [sic], Espartero, Don Carlos, etc. Un libro lleno de interés y vida”, “Zumalacárregui”, El
Sol. Diario independiente, Madrid (13 de marzo), 1931, p. 2.
8
Benjamín Jarnés, Zumalacárregui, el Caudillo Romántico, Madrid, EspasaCalpe, “Vidas Españolas e
Hispanoamericanas del Siglo XIX”, 12, 1931. (2ª ed., 1932). EspasaCalpe volverá a reeditar en formato de libro de
bolsillo esta biografía durante los años setenta (Benjamín Jarnés, Zumalacárregui. El Caudillo Romántico, Madrid,
EspasaCalpe, “Colección Austral”, 1511, 1972). En adelante citaremos por la segunda edición, la última revisada
por Jarnés y que contextualiza la obra en un formato concreto de colección y con las ilustraciones que omite la
última edición de los años setenta.
9
José Díaz Fernández, “Los libros nuevos. (Ojeada semanal)”, El Sol. Diario independiente (15 de marzo), 1931, p. 2.
10
Julio Angulo, “Un libro o un tema. El caudillo romántico”, El Imparcial. Diario Liberal, Madrid (15 de marzo),
1931, p. [última].
11
Roberto Castrovido, “Charla de la Semana. Los carlistas y las avanzadas de la posteridad. A propósito de un libro”,
Heraldo de Aragón, Zaragoza (15 de marzo), 1931, p. [5]. También aparecerá el mismo artículo en El Liberal, de
Bilbao, el 19 de marzo del mismo año.
12
“Pero a propios y extraños aventajó el exdictador Primo de Rivera, quien olvidado del origen del marquesado de
Estella, impidió en Bilbao las fiestas de los Sitios, y en Cuenca la conmemoración del vandálico saqueo y en
Burjasot el recuerdo de la paella adobada por Cabrera, y así en todas partes, menos en Teruel que supo resistirse, y
no contento con aplicar la historia del carlismo la previa censura, dio a los soldados liberales una boina por
sombrero y erigió en lema patriótico una mixtificación del Dios, Patria y Rey (Religión, Patria y Monarquía), que
agrave lo que la trinidad carlista expresaba y representaba”, ibidem.
13
Juan Antonio Cabezas, “El Libro del día. Zumalacárregui, caudillo romántico, por Benjamín Jarnés”, El Carbayón.
Decano de la Prensa de Oviedo, Oviedo (22 de marzo), 1931, p. 1.
14
Ildefonso Manuel Gil López, “Un libro sensacional. Zumalacárregui, por Benjamín Jarnés”, El Mañana, Teruel (24
de marzo), 1931, p. 4.
5. [79] Aunque en un tono algo más contenido que el de Castrovido, días más tarde, también
Darío Pérez le reprocha a Jarnés haberse alejado de la escrupulosa imparcialidad en su tratamiento
enfervorizado del personaje. Al igual que Castrovido, este crítico no estaba de acuerdo con la
excesiva indulgencia concedida a la crueldad del personaje y al empequeñecimiento de sus
adversarios, los militares liberales. Con todo, esta opinión no sustrajo la apreciación de la calidad
literaria del libro15
.
Una de las críticas más interesantes que recibió la biografía de Jarnés fue la del propio
director de la citada colección de EspasaCalpe. Quizás por esto sea Melchor Fernández Almagro
quien, en su momento, mejor interpretó al personaje retratado por Jarnés. Lo considera un personaje
con las mismas cualidades y defectos que el resto de militares españoles de comienzos del siglo
XIX, que destacó sobre el resto por su “singular talento de estratega y una probada lealtad a sus
principios”. Sin embargo, por su entrega a una causa históricamente inerte en el siglo XIX, –el
fanatismo absolutista–, y a la superstición en el momento de ser herido de muerte –prefirió un
curandero a un médico que tal vez le salvara la vida–, Zumalacárregui simbolizó la “imposible
moral de la victoria” del carlismo. En referencia al grabado que aparece en la portada del libro,
Fernádez Almagro resume:
A la vista del mecanismo psicológico que Benjamín Jarnés nos descubre en su libro, pensamos que,
efectivamente, el brazo armado sobre un torreón derruido –blasón de Ormáiztegui– es el emblema de la vieja
guerra carlista: un esfuerzo bárbaro e inútil16
.
Resulta curioso, por el contraste con la prensa liberal, el enfoque que aplicó la prensa
monárquica al libro de Jarnés. El extremeño José López Prudencio, desde las páginas de ABC,
demuestra conocer muy bien las fuentes que había manejado Benjamín Jarnés para su biografía17
.
Jarnés habría escrito un retrato generosamente tolerante con su personaje, pero implacable con su
ideario. En un país donde la verdadera tolerancia liberal no había podido asentarse, un libro como el
de Jarnés, que literariamente gustó a todos, no satisfizo ideológicamente a nadie, ni a izquierdas, ni
a derechas. En tan sólo dos semanas, por su biografía de Zumalacárregui, Jarnés había pasado de
ser considerado “subconscientemente carlista” a casi un exaltado antimonárquico según López
Prudencio. Curioso vaivén éste, ex[80]plicable por las ansiedades de un momento en el que un
régimen se desmorona y otro está naciendo18
.
Otras reseñas añadieron nuevos matices a estas primeras lecturas. El crítico del Heraldo de
Madrid Miguel Pérez Ferrero, compañero generacional y de andaduras estéticas, también se muestra
magnánimo con el trato implacable dado por Jarnés tanto a los monárquicos legitimistas como a los
monárquicos isabelinos. Del mismo modo, participa de la comprensión de la genialidad del
personaje, al margen de las banderías políticas19
. Igualmente, Fernando Castán Palomar defiende el
libro, incluído, para él, entre los periodísticos, de acusaciones de liviandad, de superficialidad, de
falta de estilo, pensamiento y análisis. Afirma que “el reportaje puede ser tan literario, tan elevado
15
Darío Pérez, “Remembranza. Zumalacárregui, genio de la guerra”, La Libertad, Madrid (26 de marzo), 1931, pp. 1 y
2.
16
Ibidem.
17
José López Prudencio, “Crítica y Noticias de Libros. Notas de Lector. Zumalacárregui, por Benjamín Jarnés. Otros
Libros”, ABC, Madrid (27 de marzo), 1931, p. 15.
18
El crítico de ABC, ante la decepción mostrada ante la dictadura de Primo de Rivera, intenta diluirla en un oportuno
pesimismo antropológico que le permite dudar también de una posible regeneración democrática del país: “La
soberanía, mejor dicho, la Humanidad, es la misma siempre. Las intrigas, la envidia, filtran los tentáculos de sus
eficiencias a través de las sedas de los baldaquines que ornamentan todas las soberanías entronizadas, ya sean
Monarcas o demos los que ocupen el solio. Este es el grillete que la Humanidad lleva en su tobillo. Son inútiles las
tentativas de soltarlo cambiando de postura. Tan inútiles como el que huía de su propia sombra”, ibidem.
19
Miguel Pérez Ferrero, “Vidas de otro tiempo. El caudillo romántico”, Heraldo de Madrid, Madrid (27 de marzo),
1931, p. 9.
7. ¿No basta un siglo para poder alzarte al nivel de esos mismos que tú hiciste volver a Madrid avergonzados?
Porque de las estatuas están llenas las ciudades de España. ¡De las estatuas de esos hombres, cuya gloria fue
ganada más con genuflexiones ante un trono decadente, que con bizarras altanerías ante el puñado de hombres
de que fuiste caudillo!27
Todavía durante ese año encontraremos alguna otra reseña periodística de más difícil
localización28
. Trabajos algo menos conocidos que estas reseñas29
son los que el doctor Justo Gárate
Arriola dedicó a la relación entre carlismo y romanticismo, así como al Zumalacárregui de Jarnés
en 1935 y los que referimos a continuación30
. En dicho volumen reprodujo el texto de una
conferencia dictada en el Ateneo Guipuzcoano de Bilbao con el título “En el centenario del carlismo
y del romanticismo”. Este autor señala que el apelativo de “romántico”, aplicado a Zumalacárregui
por Jarnés, es erróneo, dado que la asociación entre romanticismo y carlismo era, cuanto me
[83]nos, discutible. A diferencia del nacionalismo vasco, que sí entroncaba con los nacionalismos
revolucionarios románticos, el carlismo era para Gárate un tipo de casticismo nada revolucionario, y
sí muy conservador. Este movimiento político se habría aprovechado del sentimiento de defensa
foral del pueblo vasco para conseguir su apoyo y llevar a cabo la primera guerra carlista31
. Su reseña
de la biografía de Jarnés fue publicada originalmente el 24 de marzo de 1931 en el primer número
del diario bilbaíno Acción Vasca, y fue recogida en la misma colecticia de ensayos de temas vascos
de 1935. Gárate declara que esperaba con interés la aparición de este libro, de uno de los “más
ágiles” escritores de la nueva generación madrileña, y que “aunque los resabios de vanguardismo
han de producirle numerosos enemigos, nos complace –señala Gárate– el destacar la favorable
impresión que produce en un lector de obras referentes a guerras carlistas”32
. El médico
guipuzcoano considera a Jarnés un “enamorado de su héroe” que exagera al compararlo con
Napoleón, aunque sí suscribe “sin rebozo su aserto de que es el caudillo más considerable de la
edad moderna española”33
, “el primer general ibérico”. Este miembro del vasquismo moderado
realiza una apreciación curiosa del tratamiento ideológico dado al carlismo y al héroe. Resulta
insólito comprobar hasta cierto punto las coincidencias de la visión de Jarnés con la de Gárate,
federalista y estudioso de la cultura vasca34
, en la crítica del absolutismo carlista y del militarismo
27
Beti Izan, “Estampas de Basconia. Zumalacárregui, el caudillo romántico”, El Sol. Diario independiente (22 de
abril), 1931, p. 2. Cfr. “¿No basta un siglo para poder alzarte al nivel de esos mismos que tú hiciste volver a Madrid
avergonzados? Porque las de las estatuas de esos hombres están llenas las ciudades de España. De las estatuas de
esos hombres cuya gloria fue ganada más con genuflexiones ante un trono decadente que con bizarras altanerías ante
el puñado de hombres de que fuiste caudillo”, Benjamín Jarnés, op. cit., 1932, p. 14.
28
R. Solano, “Zumalacárregui”, La Voz de España, Madrid (29 de diciembre), 1931; Ricardo Gullón, “Benjamín
Jarnés. Zumalacárregui”, La Mañana, León (27 de marzo), 1931.
29
Las referencias bibliográficas de los artículos sobre Jarnés expuestos hasta este punto han sido tomadas del excelente
trabajo de documentación de Juan Domínguez Lasierra, Ensayo de una bibliografía jarnesiana, Zaragoza,
Institución “Fernando el Católico”, 1988. No obstante, dado el volumen alcanzado hoy día por los estudios
jarnesianos, esta útil guía bibliográfica va necesitando una revisión y ampliación, que incorpore los nuevos
documentos descubiertos o escritos relacionados con Benjamín Jarnés.
30
Nacido con el siglo XX en Bergara, este doctor vasco se educó en Alemania. De firme formación científica y
humanista, de ideas vasquistas moderadas y firmes convicciones liberaldemócratas, fue invitado a formar parte de
la Agrupación al Servicio de la República de la mano de Gregorio Marañón y del partido, por entonces republicano
federalistaautonomista, Acción Nacionalista Vasca. Con el comienzo de la Guerra Civil emigró con su familia a
Argentina, donde desarrolló el resto de su vida profesional y familiar; vid. Justo Gárate, Un crítico en las
quimbambas. Autobiografía y escritos, Epílogo y edición de José Ángel Ascunce, Bibliografía a cargo de Elías
Amezaga, Bergara, Bergarako Udala / Ayuntamiento de Bergara, “La cultura del exilio vasco”, 1993.
31
Justo Gárate, “En el centenario del carlismo y del romanticismo”, Ensayos Euskarianos, Bilbao, Imprenta Mayli,
1935, p. 39 y 67.
32
Justo Gárate, “El Zumalacárregui de Jarnés”, ibidem, p. 191.
33
Esta es la conclusión de Jarnés, aparecida en la última página de su libro (op. cit. p. 277) y que Gárate parafrasea en
su reseña.
34
“El separatismo me parece el aspecto más estridente y accidental [del nacionalismo vasco]. Yo no tengo tiempo de
pensar en él: tanta es la labor positiva que quiero hacer por la cultura vasca, aparte de una copiosa argumentación en
su contra de que hoy voy a hacerles gracia, que me hace ser federalista. […] Por otra parte, aquí se da la curiosa
10. también ecos de la obra de José Ortega y Gasset en la biografía de Jarnés.
Durante los años ochenta, numerosos artículos se aproximaron a la obra literaria de Jarnés y,
coincidiendo con el centenario de su nacimiento, salieron a la luz algunos textos inéditos, se
reeditaron otras obras suyas, y se le dedicaron unas jornadas monográficas. El tema de las
biografías jarnesia[87]nas fue tratado por algún otro investigador46
y ponente47
de aquel centenario,
pero ningún trabajo se detuvo a analizar la vida de Zumalacárregui que escribiera el aragonés. En
1989, con motivo de otro centenario, el segundo del nacimiento de Tomás Zumalacárregui, la revista
de temas históricos contemporáneos Aportes le dedicó un número monográfico. En el mismo
aparecen algunas referencias a la biografía de Jarnés, de la se que toman varias ilustraciones para el
número de la revista y Francisco Asín Remírez de Esparza señala la influencia del tratamiento de lo
heroico de la novela de Benito Pérez Galdós homónima48
. En efecto, esta parece ser una referencia
constante en la biografía de Jarnés. Esta coincidencia ya había sido indicada por algunas de las
críticas contemporáneas de la obra que se han señalado, y por algunas posteriores, como ésta de
Asín. Este análisis comparado desborda las previsiones de espacio de este trabajo, pero aguarda un
estudio en donde se pueda documentar de modo más nítido la comunión de enfoque del personaje
entre ambos autores. Baste, por el momento, tal y como parece sugerir Peter A. Bly para el caso de
Galdós, constatar el co[88]mún tratamiento comprensivamente humano del héroe49
. Ambos autores
quisieron utilizar la figura de Zumalacárregui para “establecer una categoría muy suya de
superhéroe espiritual”50
y, de hecho, el antecedente de los Episodios Nacionales de Galdós parece
ser un referente e inspiración para toda la colección en la que se incardina la biografía de Jarnés.
Más recientementemente, algunas enciclopedias de Historia de la literatura han recogido
varias notas relacionadas con la biografía de Jarnés, y señalan un similar tratamiento de lo heroico.
Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez, al abordar las biografías dentro de la obra literaria de
46
“Al filo de los años treinta y, cuando ‘un nuevo romanticismo’, con su vuelta al interés por lo humano, vuelve a
imponerse en el panorama artísticoliterario, la editorial EspasaCalpe lanzó su colección de ‘Vidas españolas e
hispanoamericanas del siglo XIX’, de exitosa acogida entre el público lector. La impronta orteguiana, con su
valoración de la vida sobre la historia, de la personalidades egregias sobre la grey, es muy visible en el lanzamiento
de la colección, donde se destacan las personalidades sobre un borroso y caótico fondo histórico. Jarnés es el
máximo colaborador de dicha colección, con sus cuatro ‘Vidas’: las de Sor Patrocinio, Zumalacárregui, Castelar y
Bécquer. [...] Jarnés se recrea, en sus biografías del siglo XIX, en estos aspectos escenográficos y de sainete. [...] Lo
que redime a sus biografías es que, bajo esto que ve como apariencias escenográficas del ‘medio ambiente’, busca
los acontecimientos internos de sus biografiados: el develar y el llegar al fondo de su médula humana. En su rechazo
del pasado histórico, también hay un deseo de libertar a sus biografiados de las que fueron las limitaciones de su
época, y de que vivan un presente de plenitud, aunque sea sólo sea una plenitud de la escritura”, Víctor Fuentes,
Benjamín Jarnés: BioGrafía y metaficción, Zaragoza, Insititución Fernando el Católico, 1988, pp. 135 y 139.
47
Francisco Yndurain, en su intervención en las Jornadas jarnesianas celebradas en Zaragoza en el año 1988, dijo,
según se recoge en las actas, que “la biografía en Jarnés es un ensayo de interpretación del hombre en situaciones
conflictivas y aun extremas, y también es una autobiografía, que queda señalada en la selección de los protagonistas,
de sus valores. Jarnés, en este género, da muestra de una pluma finísima de muy varia modulación, lírica, enfática,
doctrinal. Es un autor cimero del género, pues mientras otros se limitan a informar, las biografías de Jarnés son un
trampolín, mental, sensitivo, cultural y, por supuesto, histórico”, Francisco Yndurain, “Benjamín Jarnés, biógrafo”,
en Jornadas jarnesianas. Ponencias y comunicaciones, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1990, p. 151.
48
Francisco Asín Remírez de Esparza, “La huella histórica de don Tomás de Zumalacárregui”, Aportes. Revista de
Historia Contemporánea, Madrid, 11, 1989, p. 49. La frase entrecomillada, sin las mayúsculas, se pueden leer en la
última página de la biografía escrita por Jarnés (p. 277 de la segunda edición).
49
“Regalado García fue muy duro en su crítica de la Tercera Serie […]. Yo diría todo lo contrario: estas diez novelas
históricas escritas en poco más de dos años nos dan muchísimo en qué pensar y cavilar, sin que jamás se agoten
todas las vías de interpretación, sobre todo en lo referente a los grandes héroes de la época, intérpretes, según
Carlyle, del zeitgeist de una nación, aunque en el caso español, sería más acertado hablar de unas naciones o bandos
que la componían. Lo que Galdós nos demuestra es hasta qué punto esto grandes héroes supuestamente carlylianos
son hombres de carne y hueso como cualquier persona, y por ende, capaces de sublimidades lo mismo que de
atrocidades y locuras”, Peter A. Bly, “De Héroes y lo heroico en la Tercera Serie de Episodios Nacionales de Benito
Pérez Galdós: ¿Zumalacárregui como modelo a imitar?”, Salina, 14, 2000, p. 142.
50
Ibidem, p. 141.
11. Benjamín Jarnés, destacan, siguiendo las aportaciones anteriores de Emilia de Zuleta, el
romanticismo del personaje, de actitud generosa y auténtica51
. Armando Pego Puigbò, en su tesis
doctoral, dedicó un documentado trabajo destinado a destacar las conexiones existentes entre las
ideas de Ortega y Gasset sobre el arte, la novela y la filosofía –crisis de la representación mimética,
la razón vital y el perspectivismo histórico–, y las biografías escritas por los autores del círculo de
Revista de Occidente52
. Siguiendo la crítica hasta entonces publicada, y las opiniones vertidas por
Jarnés sobre el género biográfico, este estudioso considera las biografías jarnesianas un subgénero
literario, mezcla de novela e historia, supeditado a sus concepciones estéticas de la narrativa de
vanguardia. En su detenido estudio, analiza la biografía de Zumalacárregui desarrollando las ideas
apuntadas por Emilia de Zuleta, haciendo especial hincapié en la concepción orteguiana de la
circunstancia vital. Además del trabajo de Pego, encontramos un par de monografías que
recientemente han vuelto a detenerse en la producción biográfica de Benja[89]mín Jarnés. Aunque
son también excelentes introducciones a la nueva biografía literaria de entreguerras y a la obra del
aragonés, las referencias que se encuentran al libro que nos ocupa son pasajeras. Enrique Serrano
Asenjo se limita a mencionar el libro en su capítulo dedicado a la biografía jarnesiana53
, mientras
que JoséCarlos Mainer la trata en conjunto con el resto de biografías escritas por Jarnés para la
colección de “Vidas…” de EspasaCalpe54
.
Algunos de los aspectos históricos y literarios más interesantes de esta biografía ya han sido
adelantados, pero aún cabe profundizar más en ellos y señalar otros nuevos. Tras la revisión de estas
aportaciones críticas hay, al menos, tres cuestiones que invitan a ser abordadas con un mayor
detenimiento. La primera de ellas es la adscripción genérica del libro, de esta biografía entreverada
de literatura e historia. La segunda, es en qué medida se puede calificar de románticos al personaje y
al autor. La tercera es la controvertida cuestión de la lectura ideológica de la biografía de Jarnés. Es
decir, ¿cuál era el posicionamiento ideológico de Jarnés en el momento en que en España acaba un
régimen estatal y otro nuevo está a punto de comenzar?
Comencemos por la primera cuestión, la adscripción genérica del libro. Como volumen
aparecido en una colección literaria de “Vidas”, con una estructura narrativa predominantemente
cronológica y lineal, –comienza describiendo la “cuna” y termina describiendo la “tumba”–,
referida a un único personaje histórico, se trata indudablemente de una biografía. Sin embargo, no
estamos ante una biografía académica, erudita o historiográfica. Aunque existe un abundante trabajo
de documentación, como demuestra la presencia de numerosas citas entrecomilladas procedentes de
diversos textos anteriores a la biografía, las referencias bibliográficas aparecen sin aparato crítico de
notas, y sin referencias bibliográficas completas. Se alude a las fuentes, pero de modo indirecto e
incompleto. Se trata, por tanto, de un texto en el que cuenta más la interpretación de las fuentes
históricas que el estudio analítico, pormenorizado y exhaustivo de las mismas. Los documentos
citados mantienen al texto dentro del campo referencial, aunque es tratado sin los protocolos de la
rigurosidad académica. En contraste, [90] la cuidada expresión manejada por el hábil prosista
aragonés nos lleva al campo de la expresión literaria. Dada la intención literaria del libro, el carácter
51
Felipe B. Pedraza Jiménez & Milagros Rodríguez Cáceres, Manual de literatura española. X. Novecentismo y
vanguardia: Introducción, prosistas y dramaturgos, Pamplona, Cenlit Ediciones, 1991, p. 405.
52
Armando Pego Puigbó, “2.2.3. Jarnés, biógrafo”, La propuesta estética de Benjamín Jarnés: un proyecto narrativo,
Departamento de Filología Española I, Sección de Teoría de la Literatura, Tesis Doctoral, Dos tomos,[CDROM],
Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, 1997, pp. 363394.
53
“Entre el plan de trabajo expuesto en 1929 y los centrales ensayos de 1935 que se verán, Fauna contemporánea
(1933) se asoma esporádicamente a lo biográfico, cuando Jarnés ha sumado a las mezquindades de la corte de Isabel
II y su religiosa predilecta un personaje respetable, Zumalacárregui, el caudillo romántico (1931)”, Enrique Serrano
Asenjo, Vidas oblicuas: Aspectos teóricos de la nueva biografía en España (19281936), Zaragoza, Prensas
Universitarias de Zaragoza, 2002, p. 191.
54
JoséCarlos Mainer, “La obra del escritor: ensayos, moralidades, biografías”, Benjamín Jarnés, Zaragoza, Caja de
Ahorros de la Inmaculada, 2000, p. 67.
13. elementos del paisaje, salta a la primera persona al entrar en los edificios –iglesia y caserío–:
En Ormaíztegui no faltaron nunca maravillas. Porque sé que una de ellas fue humana, busco por todo el pueblo
las huellas. […] Al salir, detrás de la puerta de la salita –y archivo parroquial– leo otro nombre, una firma. […]
En la casa que fue del caudillo nos recibe un labriego […] Receloso, me muestra la alcoba histórica60
.
Un narrador en primera persona, que cabe ser identificado con el autor del libro –investigador y
autor de biografías–, se describe a sí mismo como un forastero que acude al encuentro de
testimonios históricos a una aldea guipuzcoana. Esta voz diegética se dirige al objeto de su
búsqueda en segunda persona, mientras que describe el paisaje y paisanaje vascos en tercera
persona. Siempre en un presente histórico actualizador, la referencia a la carretera del pueblo y al
tren enmarca la narración en el siglo XX: [92]
Sí, detrás de un arcón, el labriego busca un papel mugriento. ¡Por fin, general! ¡Detrás de un arcón! ¡Ya di
contigo! Estás aquí y en la sacristía. Has venido a presidir modestamente el acto ritual de revestir una casulla.
Y en tu propia casa te tienen reservado un rincón defendido de los hocicos paquidérmicos.
Horas más tarde, en un tenducho […] compro una fotografía. Y a la noche, cuando desde esta hondura negra se
ve pasar muy alto un trenecito de juguete […] coloco ante mí tu retrato y, un poco triste comienzo mi prólogo a
una sombra61
.
Dicho prólogo –¿la secuencia inicial?, ¿la totalidad del libro?– está conformado por una etopeya del
militar vasco, en donde se van desnudando las claves del libro que sigue: una reflexión sobre la
necesidad de un monumento al héroe, su caracterización como héroe romántico y la descripción de
su carácter recto y sufrido.
La secuencia final del libro es, en cierto modo, espejo de la primera y refuerza en el libro la
señalada estructura circular. El narrador, después de hacer balance de la vida del personaje con una
imprecación vocativa62
, cuenta en primera persona cómo llega un domingo soleado de agosto a la
iglesia de Zegama, en donde se encuentra el sarcófago de Zumalacárregui. Al encontrarse con el
monumento esculpido, de nuevo aparece el recurso retórico del vocativo al personaje, representado
de nuevo por el retrato escultórico de su sarcófago:
Es domingo. El templo está abierto, y, desde el coche, penetro directamente en él. Bruscamente, apenas
traspasado el umbral, me sale al paso Zumalacárregui. Aquí está, sobre sus propios restos, subido a un
sarcófago, hecho piedra inexpresiva, helado fantasma de sí mismo. […] Después me punza de nuevo esta
interrogación:
–Zumalacárregui, capitán general de un milagroso ejército, ¿verdad que ante ti mismo no pasaste de
coronel?63
El recurso es literario, retórico si se quiere, pero en ningún momento se produce la
metalepsis típica de las novelas de vanguardia de la época. El orden espaciotemporal de la
narración se mantiene en todo momento separado del espacio y el tiempo de lo narrado. Tan sólo
coinciden en la secuencia prólogo de “Su cuna” y en la secuencia epílogo de “Su tumba”, únicos
momentos en los que el uso de la primera y segunda personas permiten hacer coincidir el tiempo del
acto de narrar con el tiempo de lo narrado. Pero de ningún modo se mezclan de forma violenta o
inverosímil los dos mun[93]dos. Es referencialmente verosímil que un narrador le hable a un retrato
de una persona muerta casi cien años antes. Que el retrato le conteste al narrador es un hecho que sí
pertenece al mundo de la ficción, de la fabulación literaria fantástica. Pero esto nunca sucede en esta
biografía de Zumalacárregui. El tiempo histórico narrado nunca se mezcla con el tiempo de la
narración referencial y autobiográfica. En el segundo tiempo o espacio del libro, el personaje
60
Jarnés, op. cit., pp. 12 y 13.
61
Ibidem, pp. 13 y 14.
62
“Tomás Zumalacárregui: […] ¿No ha sido todo un sueño, del que te despertó el balazo de Begoña?”, Ibidem, p. 274.
63
Jarnés, op. cit., p. 275. La cursiva es nuestra.
14. histórico aparece, más que como un donjuanesco convidado de piedra, como un convidado de
papel64
. Es decir, aparece como representación dentro de una representación, “hecho piedra
inexpresiva, helado fantasma de sí mismo”, como acabamos de leer. Por tanto, no hay metalepsis
narrativa en esta biografía. Pero, ¿estaríamos ante una estructura de relato referencial enmarcado en
una ficción? En estas dos secuencias no hay trama argumental, tan sólo un narrador en primera
persona que se describe a sí mismo en la búsqueda de su objeto. Los personajes secundarios tienen
menor presencia que el objeto de la búsqueda. Nunca sabremos si todo lo que cuenta el narrador
coincide con sucesos acaecidos al escritor Benjamín Jarnés en su labor de investigación, pero “el
pacto autobiográfico”65
implícito en el uso de esa primera persona diegética, nos invita a continuar
la lectura en clave referencial, y a tomar la primera persona como la representación del propio
Jarnés. Parece ser que Jarnés estaba respondiendo a las cuestiones que sobre la posibilidad de usar
la biografía como forma de expresión del biógrafo se había planteado66
. Si hay algo de ficción en
esta biografía de Zumalacárregui, no será mayor que la que hallamos en las memorias, los relatos de
vida y las autobiografías en las que no se encuentra un pacto autobiográfico explícito o que incurren
en la mentira.
Lo que sí parece claro es que ambas secuencias pertenecen a la estética propia de la época, al
gusto jarnesiano y de sus contemporáneos por los incisos metarreferenciales en la narrativa67
. La
biografía contará con varios incisos de este tipo a lo largo de su desarrollo. Así, cuando relata la
vida [94] del capitán Zumalacárregui durante la guerra de la Independencia, el narrador abrevia con
un paréntesis:
(Detenerse aquí sería repetir la historia más repetida de España; y esto es, sencillamente, cierto bosquejo
biográfico de uno de tantos capitanes.) […] (¿Será preciso ir anotando los menudos sucesos de la vida de
guarnición en que intervino el capitán Zumalacárregui?)68
Más adelante, ante los aspectos técnicos de una batalla, de nuevo abrevia, y vuelve a esconderse en
la falsa modestia del literato metido a labores de erudito y llama de nuevo “esbozo biográfico”69
,
“bosquejo”70
, “breve ensayo” o “pequeño” al libro71
. En otra ocasión considera “imposible
reproducir la abundante correspondencia de Zumalacárregui”72
, o comenta que no puede detenerse
en una enésima batalla bajo el riesgo de hacer “esta reseña […] interminable”73
. Antes de acabar el
primer tercio del libro, Jarnés hace recuento de las mermadas tropas iniciales de Zumalacárregui
64
Título de una novela de Benjamín Jarnés, El convidado de papel, Madrid, Historia Nueva, 1928.
65
Cfr. Philippe Lejeune, El pacto autobiográfico y otros estudios, trad. A. Torrent & Á. G. Loureiro, Madrid,
MegazulEndymion, 1994 (1975, 1980, 1986).
66
“Aquí está, precisamente, la raíz del problema. En la dificultad de que el artista, cuya obra será siempre –de cerca o
de lejos– una autobiografía, puede escribir la biografía de los otros. El artista desdeña todo lo que no le sirva como
medio de expresarse. La biografía, pues, la utilizará en este sentido; pero ¿es posible que puedan ir juntos el
instrumento y el fin?”, Benjamín Jarnés, “Vidas oblicuas”, Revista de Occidente, T. XXVI, 77, 1929, p. 252.
67
Cfr. Víctor Fuentes, Benjamín Jarnés: Biografía y metaficción, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1989; y
Domingo Ródenas de Moya, Los espejos del novelista. Modernismo y autorreferencia en la novela vanguardista
española, Barcelona, Península, 1998.
68
Jarnés, Zumalacárregui, 1932, p. 30 y 31.
69
“(Para la vida doméstica de Tomás apenas queda lugar en este esbozo biográfico. Ni ayudaría mucho a la
interpretación del hombre saber en qué sedosos brazos se convertía en niño […])”, ibidem, p. 36.
70
“Los pormenores de este encuentro –como los de muchos otros posteriores– harían interminable este bosquejo”,
ibidem, p. 93.
71
“Noblezas heredadas sobran en Guipúzcoa y en España, y en este pequeño ensayo biográfico no hay por qué tener en
cuenta heráldicos pedruscos. […] Las hazañas del joven colaborador de Mina [Luis Fernández de Córdova] está
minuciosamente detalladas por su hermano Fernando en las célebres Memorias. Ellas –como otros muchos libros
podrán ser el complemento de este breve ensayo. […]“Ya otras veces –¡tantas incidencias se vinieron omitiendo en
este breve ensayo!– le habían saludado las balas: su carne y el plomo eran viejos amigos; pero esta bala de hoy
estaba resuelta a ser histórica…”, ibidem, pp.17, 199 y 267.
72
Ibidem, p. 104.
73
Ibidem, p. 254.
17. tu obrar. Por eso en ti el romanticismo es armónico, vital argamasa por quien toda tu estructura se explica. En
nada semejante al superpuesto, al imitado de tantos rumbosos modelos de Occidente.85
La concepción del romanticismo utilizada por el biógrafo es la de la pasión matizada por la
inteligencia irónica, y, como muy bien ha señalado [98] Jordi Gracia, procede del primer
romanticismo alemán, todavía próximo a la Ilustración86
. Esta concepción que del arte y del ser
humano que tenía Jarnés, fue desarrollada algo más tarde en su conferencia “Sobre la gracia
artística”:
El entusiasmo, en efecto, no es buen amigo de la técnica, como el homo románticus’ es poco amigo del homo̒ ̒
faber’; pero en el pleito, yo me decido siempre a votar por un tercero, por el románticus faber’, por la̒
vehemencia vigilante. No es esto eclecticismo, es integralismo, por llamarlo de algún modo87
.
En el prólogo a su novela Teoría del Zumbel (1930) ya había dejado escritas algunas ideas de
las que más tarde se hace eco en su conferencia y en su concepción de Zumalacárregui:
No vale planear, como el romántico, en una sola región del penacho heroico, de la luenga cabellera esparcida al
huracán –región del ensueño–; ni vale maniobrar ligeramente, como el realismo, en la clara región de las horas
despiertas –etapa de la vigilia–; ni navegar como el tenaz freudiano por los turbios caudales del sueño,
enfangado por corrientes subterráneas de dudosa y a veces maloliente procedencia. ¿Por qué no llegar en arte a
una concepción del tema que abarque las tres latitudes: el subsuelo, la tierra firme, el vago azul?88
Ésta es la propuesta estética de Jarnés: la integración de los estilos de la era contemporánea
–romanticismo, naturalismo y vanguardia surrealista–, para dar una visión integral del ser humano.
De este modo, pretendía prescindir de todos los ismos, trenzar en una misma obra el ensueño, la
vigilia y la pulsiones de la libido. Esta concepción parece estar detrás de la teoría [99] de la
personalidad desarrollada por el psicoanálisis –superego, el ego y el ello–, aplicada a la propuesta
de una estética y un humanismo integral:
Nunca un tercio de hombre, sino los tres fundidos, ensamblados, armónicos. El hombre –artista, filósofo,
científico– para quien la verdad y la belleza no se presentan nunca de cara, o se presentan con muchas. A quien
las prolongaciones subterráneas y los penachos románticos interesan igualmente. El hombre triple, integral,
gavilla de ímpetus.
Algo más que todo un hombre: todo el hombre89
.
Esta concepción tiene una declarada inspiración en el filósofo alemán Friedrich Nietzsche,
pero sobre todo en la razón vital del maestro de Jarnés, el filósofo José Ortega y Gasset. Los ecos de
sus Meditaciones del Quijote (1914) –la reapropiación de la circunstancia en la amorosa acción
creadora–, están presentes en la caracterización utilizada por Jarnés:
Un sutil, un mágico extracto de masas, he aquí el genio. ¿Qué puede el hombre? ¿Qué puede un hombre? –se
preguntaba Nietzsche–. Crear una síntesis de muchos. Ser su quintaesencia. Crear de lo que le rodea, no de la
85
Benjamín Jarnés, Zumalacárregui, op. cit., p. 15.
86
“La postura de Jarnés es clara: su admiración por Heine, como en seguida subrayaré, traduce y refleja su propia
fidelidad a una estética que, como Ortega advirtió [en La deshumanización del arte], emparenta, salvadas las
distancias, con el romanticismo alemán y singularmente, con el concepto de ironía de Friedrich Schlegel. [...]
Arnold Hauser, por su parte, sitúa con precisión los supuestos de una estética irónica que Jarnés, a mi modo de ver
comprendió y asumió como propia en gran parte: ‘El concepto de la ‘ironía romántica’ se basa fundamentalmente en
su idea de que el arte no es otra cosa que autosugestión e ilusión, y de que nosotros somos siempre conscientes de
los ficticio y de sus reproducciones [...]. La ‘conciencia’ y el ‘caracter deliberado’ de esta actitud, eran todavía, sin
embargo, un rasgo del racionalismo clasicista que el romanticismo abandona con el tiempo’”, Arnold Hauser,
Historia social de la literatura y el arte, Madrid, Guadarrama, Punto Omega, 20, 1968, T. II, p. 362. (Apud Jordi
Gracia, La pasión fría. Lirismo e ironía en la novela de Benjamín Jarnés, Zaragoza, Institución Fernando el
Católico, 1988, p. 31).
87
Benjamín Jarnés, Sobre la gracia artística, Conferencia pronunciada el 7 de mayo de 1932 en el Centro de
Intercambio Intelectual GermanoEspañol, en Madrid. Madrid, Imp. Blas, 1932, pp. 1516.
88
Benjamín Jarnés, Teoría del Zumbel, Madrid, EspasaCalpe, 1930 (apud Sobre la gracia artística, p. 16)
89
Ibidem, p. 17.
18. nada, como los entes celestiales.
Gide contestó a estas dos preguntas: Para los artistas y para los hombres de acción, la cuestión del̒
superhombre no se plantea, o se encuentra enseguida resuelta. Su vida misma, su obra es una respuesta
inmediata. La angustia comienza cuando la pregunta queda sin responder, o también en cuanto la pregunta
precede de lejos a la respuesta. El que reflexiona e imagina sin obrar se envenena’. Zumalacárregui fue uno de
estos superhombres90
.
Ésta es su concepción integral del héroe, la de un superhombre en el que la voluntad de poder91
está
puesta al servicio de un pensamiento estructurado:
Coherencia, flexibilidad: dotes generales de aquel ejército. Las aprendían todos del mejor maestro, de
Zumalacárregui. No, no era un diablo. Era un hombre prodigiosamente estructurado: Todo el hombre92
.
El equilibrio entre la vehemencia, el sueño y la razón producen la gracia, la obra artística agraciada,
la condición superhumana del héroe. Su estética, pues, queda lejos del tan recurrente marbete de
“deshumanizada”, y se convierte así en una estética triplemente humana.
De un rechazo visceral de lo decimonónico93
, se pasó, con el cambio de [100] vectores
estéticos provocado por la crisis de 1930, hacia una “rehumanización” de las vanguardias mediante
contenidos de valor humanos. En los años treinta se fueron celebrando los distintos centenarios
asociados con el romanticismo94
, y la crítica de la época asoció el auge de la literatura biográfica,
del “novelismo” histórico, con este “neorromanticismo”, también de origen francés:
La palabra romancisme [sic, según Maurice Bedel], sin entrar en la esencia de nuestra época, indica claramente
una moda. Si la novela propiamente dicha se encuentra en decadencia, la forma novelesca invade los demás
géneros literarios, con excepción de la poesía, que, por el contrario, quiere volver a su estado puro, a la
musicalidad de las palabras. […] Jacques Bainville, que, desde luego, habla pro domo, afirma que la novela
está destinada a perecer (como han perecido otros géneros literarios; léase Brunetière), y que sólo sobrevivirá
en la forma de novela lírica, autobiográfica o de novela filosófica, como las de Voltaire. Podemos añadir la
novela histórica, o, mejor dicho, la historia novelada. Sería curioso estudiar si ha sido la gran guerra la que ha
despertado nuestro interés por la Historia o si eso se debe a algún otro fenómeno. El hecho es que jamás se
publicaron tantas vulgarizaciones de episodios históricos, y sobre todo tantas biografías como ahora, obras que
en el favor del público compiten eficazmente con las novelas de mayor éxito. No creo que en otra época un
Strachey, un Ludwig o un Maurois hubiera alcanzado la reputación de que están gozando95
.
En la reacción contra el mundo deshumanizado de la industrialización, la sociedad de masas
y la guerra de destrucción masiva estaría en este renacimiento de los valores del individualismo
liberal de estirpe romántica96
y del culto al héroe97
, que se encontraría en las propuestas de
90
Jarnés, Zumalacárregui, ed. cit., 1932, p. 228.
91
“En lo más secreto de tu voluntad de poderío –sin la cual no existe el hombre– sólo encontramos un propósito de
restablecer equilibrios perturbados, de contribuir a afirmar sobre la tierra lo que creíste el mejor derecho”, ibidem, p.
15.
92
Jarnés, ibidem, p. 256.
93
V. gr. Antonio Espina, “Especulares. Cadáveres decimonónicos”, El Sol. Diario independiente (22 de junio), 1926, p.
1.
94
“Desde hace unos años viene celebrándose en orden disperso, y sin programa ni sistema, un vago y contínuo
centenario del romanticismo. Del sector literario puro, desde la crítica universitaria, brotan con bastante frecuencia
estudios y revisiones de grandes personalidades literarias de aquella época”, en “Larra y su tiempo hoy”, Índice
Literario. Archivos de Literatura contemporánea, V, 38, [3] (marzo), 1936, pp. 4953.
95
Andrés Revesz, “Del carácter de nuestro tiempo. Romantisme y romancisme”, ABC (28 de mayo), 1929, pp. 67.
96
“Gundolf ha sido el último gran representante de aquella concepción de la vida y de aquella filosofía de la historia
que el hombre liberal creó en la época del romanticismo. Una concepción aristocráticoindividualista de la vida y del
hombre. Es decir, fue el epígono del romanticismo. O un seguidor del neorromanticismo del círculo de Stefan
George. Por ello en la época de la postguerra su figura se alzaba en Alemania solitaria e incomprendida”, José
Francisco Pastor, “Friedric Gundolf”, La Gaceta Literaria. Ibérica americana internacional. Letras∙arte∙ciencia,
111 (1 de agosto), 1931, p. 2.
97
Cfr. Paulino Masip, “Lecturas. Renacimiento del culto al héroe”, El Sol. Diario independiente (12 de agosto), 1933,
p. 1.
19. superación del Arte puro o “deshumanizado”. Siguiendo el generalmente malinterpretado
diagnóstico de Ortega, algunos autores se proponían una “rehumanización” de la que habría
participado la biografía: [101]
El pueblo, frente al Arte ‘puro’, sigue prefiriendo la biografía y el tema social, es decir, lo humano genérico.
Pero también frente al arte de masas sigue prefiriendo el conflicto individual, es decir, lo humano específico.
Si gusta el reportaje es porque no tiene literatura; como busca lo sexual precisamente huyendo de la
pornografía. Busquemos nosotros el atraer el pueblo al Arte y no hacer descender el Arte al pueblo, como
quieren los literatos de ‘masas’, porque en Arte, como en todo, el pueblo sólo quiere que le repitan lo que ya
conoce, quizá, como los niños los cuentos, para dormirse mejor98
.
No obstante, esta mirada hacia la rehumanización de los contenidos artísticos y literarios, hacia una
estética neorromántica, no fue uniforme, y participó de los conflictos ideológicos de los años
treinta99
. Pronto, este neorromanticismo y apuesta estética por los contenidos humanos adoptó un
cariz político revolucionario marxista del que nunca participó Jarnés. Así lo expuso José Díaz
Fernández en su conocido ensayo de 1930:
Esta vuelta a lo humano es la distinción fundamental de la literatura de avanzada, que agrega a su pensamiento
y a su estilo las cualidades específicas del tiempo presente. Aquellos valores representados por el futurismo de
Maiakovski, no han sido desempeñados por los nuevos escritores: síntesis, dinamismo, renovación metafórica
[…] Para eso se necesita, sencillamente, un nuevo romanticismo. Yo lo auguro para el arte y para la vida. […]
Los mejores espíritus de nuestra época preconizan para hacerse cargo de esta responsabilidad histórica, una
austeridad y un misticismo ejemplares. Pienso que los nuevos románticos han de parecerse muy poco a los
románticos del siglo XIX. Carecerán, afortunadamente, de aquel gesto excesivo, de aquella petulancia
espectacular, de aquel empirismo rehogado en un mar de retórica. Pero volverán al hombre y escucharán el
rumor de su conciencia100
.
El grupo de redacción de la revista Nueva cultura, ante el inminente enfrentamiento civil en ciernes,
adoptó este mismo sentido revolucionario del romanticismo:
Sí, es necesario, urgente, hablar de nuevo del romanticismo. El volver a valorizar una época, al vivirse su
centenario, nos obliga a confrontarnos, a mirarla de frente, a ponernos delante de su espejo y a negarla o
afirmarla si nos reconocemos o no en ella. Sirven estas revisiones de propia lección, de estímulo y de auxilio.
La lección romántica no podemos pasarla en silen[102]cio precisamente cuando estamos en pie de guerra y el
mal del siglo –acción y pasión hasta el desfallecimiento, la agonía y la muerte– vuelve a penetrarnos con más
ardor y decisión que nunca101
.
Tal y como estos autores de la avanzada social señalaron, una distancia política les separaba de otros
escritores que, al igual que ellos, habían reparado en la actualidad de la dimensión estética del
romanticismo, aunque no en la revolucionaria102
. Sin embargo, su repulsa por las ideologías
98
Pedro Caba & Carlos Caba, “La rehumanización del arte”, Eco. Revista de España, II, IX, 1934, [s.p.].
99
“Podremos acercarnos, al prestar especial atención a la práctica biográfica jarnesiana, a las conflictivas relaciones
que los autores de este grupo mantuvieron con el romanticismo, casi exclusivamente el español, el cual atraía su
interés en función de analizar la crisis política y social de la España contemporánea”, Armando Pego Puigbó, op.
cit., p. 99.
100
José Díaz Fernández, El nuevo romanticismo. Polémica de arte, política y literatura, Edición, estudio y notas de
José Manuel López de Abiada, Madrid, José Esteban Editor, 1985, pp. 56 y 57.
101
César M. Arconada, María Teresa León, Arturo Serrano Plaja & Rafael Alberti, “Romanticismo y Juventud”, Nueva
Cultura, Número extraordinario (abril), 1936, p. 2.
102
“Los escritores de Madrid que han compuesto este número, creyeron indispensable la colaboración de ciertos valores
de la letras españolas que por diferencias políticas anteriores y opiniones distintas sobre la literatura actual y su
necesidad de nuevo contenido y orientación no habían colaborado antes con nosotros. Estando este número en
manos de los obreros y jóvenes lectores de NUEVA CULTURA este número extraodinario, pretendemos ayudarles a
comprender el siglo XIX en su valoración artística y revolucionaria. Para ello, junto a los poemas amorosos de
Bécquer, van las proclamas de la Commune de París, y junto a las simples ilustraciones, la representación gráfica de
los movimientos insurreccionales. Una pequeña historia del movimiento obrero sigue el camino del
desenvolvimiento literario. Todo ello se produjo simultáneamente, y no hemos querido quitar al Romanticismo
ninguno de sus diversos matices e inquietudes”, César M. Arconada, María Teresa León, Arturo Serrano Plaja &