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BACHELET
Y EL FUTURO.
EL FUTURO DE
BACHELET
MARCELO MANCILLA BETTI
SANTIAGO, CHILE
2013
1
MARCELO MANCILLA BETTI
Administrador Público. Universidad de Chile. Cientista Político. Maestría
en Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Diplomado en Administración para el Desarrollo en Escuela
Interamericana de Administración Pública de la Fundación Getúlio Vargas.
Diplomado en Gestión y Liderazgo en la Universidad de Los Lagos.
Diplomado en Didáctica por Competencias de la Universidad de Los
Lagos. Consultor de la Subsecretaría de Cooperación Técnica y
Especialista del Departamento de Asuntos Económicos de la Organización
de los Estados Americanos (OEA). Miembro del Comité de Investigación
sobre Fuerzas Armadas y Sociedad, Vicepresidente del Grupo de Estudios
sobre Gobierno Militar en el Tercer Mundo y Director del Comité de
Investigación de Políticas Públicas y Administración de la Asociación
Internacional de Ciencia Política (IPSA). Miembro de la Policy Studies
Organization. Experto del Departamento de Cooperación Técnica para el
Desarrollo (ONU) y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD). Asesor del Ministerio de Planificación y Política Económica y de
la Presidencia de la República de Panamá y de la Dirección General del
Personal Público de Paraguay. Profesor Visitante Honoris Causa de la
Universidad Nacional de Asunción. Director de la Escuela de Ciencias
Políticas y Administrativas de la Universidad de Chile. Profesor de la
Universidad de Chile, de la Universidad Central, de la Universidad
Bolivariana y académico y ex Rector de la Universidad de Los Lagos.
2
PRESENTACIÓN
2013 es el año final del actual período de gobierno. Habrá elecciones presidenciales y
parlamentarias. Respecto de las primeras ya se han fijado algunos cronogramas para el
proceso de elección de candidatos. Por el momento todos están en la categoría de
“nombres que se barajan”, “nombres posibles”, “tapados” o “precandidatos”. En la más
reciente elección municipal de 2012 se estrenó por primera vez la inscripción electoral
automática y el voto voluntario. Con la primera resultaron potenciales votantes los
anarquistas, muchos muertos cuya defunción no estaba registrada y gente que nunca
tuvo el menor interés en votar y con el segundo concurrieron sólo los que por vocación
cívica superaron el tedio, o sea, una histórica minoría del 40% de los votantes
potenciales.
Está claro, entonces, que este torpe suicidio de la democracia sólo podrá ser frenado si
en las futuras elecciones ocurre algo que las “anime”, es decir, que motive a los
electores a portarse como tales. Un hecho que podría “animar” no sólo los comicios de
primarias y de primera vuelta sino todo el año electoral sería la presencia en él de la ex
presidenta Michelle Bachelet Jeria como candidata o precandidata presidencial.
Si lo será o no lo será es un ejercicio mental al que prácticamente todos los chilenos
adultos se han sometido, algunos con entusiasmo y esperanza y son la mayoría, otros
con fatalismo y pesadumbre porque son sus opositores y constituyen la minoría, al
menos es lo que dicen las encuestas.
Este documento no es una investigación científica y por eso se han omitido citas,
fuentes y referencias, es sólo un ensayo político breve que procura repasar todas las
razones históricas, políticas, psicológicas, conductuales, emocionales, culturales,
estratégicas y hasta parapsicológicas por las que la ex presidenta debería preferir no
intentar postularse de nuevo a la presidencia de la república, pensando tanto en los
intereses de ella como en los intereses del país, no está claro en qué orden de
prioridades pero sí está claro que pensando en ambos.
No obstante, el autor de este texto deja en claro desde un comienzo que a pesar de todos
los argumentos que ha levantado aquí para fundamentar la inconveniencia de la
repostulación, en el caso de que la ex presidenta decidiera hacerlo y con la sola
excepción de que el partido político en que milita el autor decidiera llevar su propio
candidato, trabajará y votará por ella con entusiasmo y disciplina porque en política las
cosas son según el mandato de la historia más bien que según las preferencias
personales.
3
INDICE
1. EL GRITO DE LA HISTORIA.
2. LA ANALOGÍA DE LAS AUTOPISTAS URBANAS.
3. LAS GRANDES FIGURAS DEL PASADO Y LAS PEQUEÑAS FIGURAS DEL
FUTURO.
4. EL CARÁCTER DEL CHILENO COMO ELECTOR Y LA IMPOSIBILIDAD DE
RESPONDER A TANTAS EXPECTATIVAS.
5. MITO Y PERSONA.
6. LA REPOSTULACIÓN A LA PRESIDENCIA COMO UNA OPERACIÓN
MILITAR.
7. ¿CON QUIEN GOBERNAR?
8. EL SELLO O IMPRONTA DE SU EVENTUAL PROGRAMA DE GOBIERNO.
9. CUANDO LA PRESIDENCIA ES PASADO.
4
1. EL GRITO DE LA HISTORIA.
En todo el siglo XX y en lo que va transcurrido del XXI sólo dos presidentes lograron
gobernar por un segundo período presidencial ganando una elección. Ellos fueron
Arturo Alessandri Palma y el Gral. Carlos Ibáñez del Campo. Otros lo intentaron pero
no lo lograron, curiosamente dos de ellos fueron presidentes hijos de presidentes, lo que
da cuenta de que en Chile el cargo tiene algo de tradición familiar que se remonta a los
orígenes del Estado si se tiene en cuenta que antes y después de la más importante
transición que fue la independencia también el país fue gobernado primero por el padre
y luego por el hijo. Pero volviendo a los dos que ganaron dos elecciones presidenciales
puede decirse que triunfaron electoralmente pero cabe preguntarse si tuvieron éxito.
Claramente la respuesta es negativa.
Es curioso que siendo Alessandri e Ibáñez dos personajes tan disímiles y contrapuestos
hay dos rasgos comunes en el hecho de haber vuelto a ser elegidos. En primer lugar,
ninguno de los dos terminó su primer período. Fueron sacados violentamente del poder
en 1924 y en 1931 y se exiliaron y aunque el primero fue repuesto en el poder por otra
junta militar que reemplazó a la que lo depuso, tampoco logró terminar su período
constitucional porque estimó que el país era ingobernable. En segundo lugar, en ambos
casos entre el primer y el segundo gobierno el país experimentó una crisis de esas que
remecen las instituciones, crean inestabilidad y promueven la desconfianza y el temor.
En síntesis, en ambos casos se produce la sensación de que el país está mal.
También en ambos casos el segundo gobierno de Alessandri e Ibáñez trajo decepción y
pasan a la historia con un dejo de mediocridad y desilusión.
En la psiquis profunda del electorado chileno se formó colectivamente la imagen de que
aquellos dos prohombres habían sido injustamente maltratados en la coyuntura política,
que … “no se los dejó gobernar” …y que, por lo tanto, había que darles una segunda
oportunidad para que materializaran su frustrada promesa y realizaran todo el bien que
las esperanzas de la ciudadanía les suponía capaces de lograr.
Pero el León de Tarapacá no volvió a rugir excepto para ligar su nombre a la
ignominiosa e inútil matanza de complotadores rendidos el 5 septiembre y el General de
la esperanza no barrió con la escoba que fue su símbolo electoral los males de Chile.
En ambos casos, sus segundos gobiernos fueron mediocres y frustrantes. Gobernaron
con unas cohortes de partidos y grupos de apoyo de precaria existencia dentro de los
cuales estaban los que habían sido sus opositores en su primer gobierno. Se afianzaban
creando redes de apoyo familistas que les garantizaran lealtad como si su preocupación
principal fuera la de no ser sacados del poder por segunda vez y también en ambos
casos la combinación de partidos y movimientos que los apoyó se debilitó, entró en
5
mezquinas pugnas de poder y se desarticuló hasta el punto de que los dos gobernantes
fueron sucedidos por opositores.
Así fueron los segundos períodos de gobierno de los únicos dos presidentes que en
Chile han vivido la experiencia. No se les puede culpar por ello. Ambos deben haber
creído que el destino les estaba dando una gran oportunidad y deben haber estado
poseídos por un espíritu misional y patriótico. Pero la realidad y la historia gritaron otra
cosa y la culpa más bien reside en un pueblo que confundió la gratitud con la esperanza
y con sus propias frustraciones, depositándolas como un falso premio en dos ex
presidentes que llegaban cansados a terminar lo que les parecía que les había quedado
pendiente.
Como no existe precedente histórico de un ex presidente que haya terminado
normalmente su primer período y no haya existido una gran crisis institucional entre
este y la segunda vez que se postuló y haya triunfado en ella, la analogía no es aplicable
a la ex presidenta Bachelet pero para quienes están empeñados en que ella se postule
nuevamente y rechacen el determinismo histórico con el argumento banal, voluntarista y
oportunista de que lo que le pasó a Alessandri y a Ibáñez no tiene por qué pasarle a
Bachelet, hay que advertirles otra cosa: ¿Qué pasa si Bachelet no gana la elección?
De ex presidentes que no ganaron la elección presidencial en una segunda oportunidad
sí que hay precedentes históricos y no fueron malos gobernantes, todo lo contrario,
fueron buenos en la percepción de la opinión pública, que es subjetiva, y en las cifras,
que son objetivas. ¿Por qué no ganaron la segunda vez? La explicación hay que
buscarla en el carácter del chileno y en su psicología profunda como elector.
6
2. LA ANALOGÍA DE LAS AUTOPISTAS URBANAS.
Quien haya tenido la experiencia de atravesar a pié una autopista urbana sabe de la
extraña sensación de que lo que normalmente sería la vereda de enfrente está distante,
poco visible y su cruce es más riesgoso. Ello porque lo que define a una autopista
urbana es “acercar lo lejano y alejar lo cercano”. Ese mismo concepto es aplicable a la
ex presidenta Bachelet. Con su silenciosa distancia desde Nueva York ella está cerca,
muy cerca, del corazón o del alma de los chilenos y su imagen es una presencia
constante entre ellos. Pero eso tiene como contrapartida que esos mismos corazones no
palpitan de emoción frente a potenciales nuevos liderazgos que deambulan cercanos a
ellos casi mendigando su reconocimiento, lo que es una actitud impropia de líderes.
Esa situación, tan gratificante para ella, no lo es tanto para la política del país pues
mientras ella ocupe ese espacio no surgirán liderazgos nuevos ni siquiera entre sus
opositores pues ya se ve que los potenciales presidenciables improvisadamente surgidos
bajo el alero del actual gobierno de derecha condicionan sus movimientos estratégicos a
lo que ella hará y aunque algunos declaren que desean competir con ella en el fondo de
su conciencia deben estar deseando que no se presente pues su presencia o ausencia en
la contienda presidencial puede representar para esos competidores la diferencia entre el
éxito o el ridículo.
El hecho de que una decisión electoral de la ex presidenta determine el accionar de otros
potenciales candidatos es un indicador de que ella tiene bloqueada la emergencia de
nuevos liderazgos. El auténtico líder se anticipa a los hechos, prevé por una especie de
instinto lo que viene y crea escenarios en los cuales condiciona la acción y acorrala a
sus adversarios. Nada de eso ocurre ahora porque hasta el momento es el “factor
Bachelet” el que marca la pauta y determina los tiempos de los demás.
Guardando las proporciones y sin ignorar las notables diferencias de personalidades y
de circunstancias históricas, algo parecido le ocurrió a la izquierda chilena con el ex
presidente Salvador Allende. ¿Por qué desde 1952 hasta 1970 nunca dejó de ser la
figura máxima del socialismo? Impermeable a las críticas, con altibajos de popularidad
pero con una elevada opinión de sí mismo, fue cuatro veces candidato presidencial
mientras en su sector los precandidatos alternativos subían, bajaban o los bajaban y
hasta se aburrían. Aún en condiciones adversas se las arregló para bloquear a todo
potencial líder que le hiciera sombra y está claro que lo consiguió. Independientemente
de la opinión positiva o desfavorable que se tenga de él, hay algo respecto de lo cual no
hay duda: era un líder. Y ese es un espacio que no se comparte.
En el cuadro político actual de Chile y mientras la ex presidenta Bachelet no resigne
formal y explícitamente su rol y la ciudadanía se convenza y asuma de que ya no puede
contar con ella como potencial presidenciable tampoco hay duda: es una líder y ese
espacio no se comparte. Lo prueba la presencia inefable de Bachelet en la política
chilena que no ha permitido el surgimiento de nuevos liderazgos.
7
3. LAS GRANDES FIGURAS DEL PASADO Y LAS
PEQUEÑAS FIGURAS DEL FUTURO.
Hubo momentos de la historia política de este país en los que en una misma elección,
¡¡atención!!: en una misma elección, postularon personas como Alessandri, Frei o
Allende, que antes de ser nombres de avenidas fueron personas de carne y hueso con las
que los ciudadanos se podían cruzar en las calles pero que “antes de ser presidentes”
tenían un aura de reconocimiento, respeto y admiración. Los apelativos del “paleta”, el
“tata” o el “chicho” eran formas de aproximación afectuosa con que el pueblo imbuido
de su superioridad democrática se permitía ser confianzudo pero no irrespetuoso con
ellos. Si hasta ese largo paréntesis innombrable de la política chilena tuvo el apelativo
cariñoso de “pinocho” aunque tardíamente quedara en evidencia la increíble cazurrería
del pueblo chileno pues nadie se dio cuenta que el apelativo se refería a la razón por la
cual a Pinocho le crecía la nariz.
Posteriormente, los presidentes concertacionistas que le sucedieron también poseían
desde antes de llegar al cargo ese aura de reconocimiento, respeto y admiración aunque
ya no ese apelativo popularmente afectuoso.
Mirando hacia el futuro próximo y tratando de identificar a figuras que se perfilan como
potenciales presidenciables se tiene la misma sensación de estar procurando reconocer
personas en medio de una densa neblina nocturna. Son todos desdibujados.
En analogía con esas personas a las que se les conoció un pasado mejor y más
promisorio pero que tienen un modesto presente dan ganas de preguntar: ¡¡¿Qué te pasó
Chile?!!
Haber integrado algún directorio, administrado empresas, algún municipio o ministerio
o no haber administrado nada, haber participado en algún rescate exitoso o trágico ¿es
motivo suficiente para aspirar a la presidencia de la república? Está claro que algunos
aspirantes no tienen pudor.
Por el lado de los preseleccionados desde la derecha y antes de que fueran proclamados,
aún cuando tenían lugares preferentes muy secundarios en las encuestas de opinión
pública, se pudo detectar una significativa correlación con la frecuencia de sus
apariciones en la televisión y en los demás medios de comunicación. Cabe, entonces,
reiterar la pregunta: ¿es motivo suficiente para aspirar a la presidencia? Evidentemente
no. Esa popularidad mediática sirve para la farándula y puede ser la vía para llegar a
participar con muy buena paga en un reality pero no para gobernar un país. A menos
que el país sea tan decadente como un reality y ahí está el núcleo explicativo del asunto:
8
lo que ocurre en la política chilena es un reflejo de la decadencia cultural y
psicosociológica del país y es bueno, por lo menos, darse cuenta de ello.
Qué lástima que, ante tanta mediocridad, al igual que algunos premios fallidos, la
presidencia de la república no pueda declararse vacante por un período completo. Lo
penoso es que si ello fuera hipotéticamente posible no sería una oportunidad para
autogobernarse anónima y prudentemente sino que el espacio gubernamental lo
llenarían quienes puedan convocar más gente marchando por Alameda en alianza con
quienes logren tomarse algún puente y paralizar el funcionamiento de una región,
provocar incendios en la Araucanía y parar la construcción de alguna central eléctrica,
es decir, por los más vociferantes.
Es en ese contexto lastimoso y desesperanzado que la ex presidenta surge luminosa con
la imagen de una mamá poderosa, cálida y protectora. Pero, cuidado. Es cierto que ella
es auténtica en lo que representa. No obstante, son mucho menos auténticos algunos de
los que quieren cobijarse bajo la imagen de la presidenta-símbolo, la que, por cierto,
algún día lejano será nombre de avenida.
9
4. EL CARÁCTER DEL CHILENO COMO ELECTOR Y
LA IMPOSIBILIDAD DE RESPONDER A TANTAS
EXPECTATIVAS.
El chileno medio, ese que es un agregado estadístico y multiplicado de todos los
defectos individuales y de algunas virtudes pero pocas de los chilenos reales, que
posiblemente no exista como persona pero que es una construcción sociológica de “lo
chileno”, es electoralmente lábil, inconstante e inmaduro. Dicho en una palabra: no es
confiable.
Ese calificativo popular de “chaquetero” se convirtió en paradigma psicológico que
refleja la envidia y el complejo de inferioridad disimulado al “tirar de la chaqueta”
simbólicamente para bajar al que se eleva o destaca sobre los demás por algún mérito.
Pues bien, el chileno medio es electoralmente “chaquetero”. Al poco tiempo de elegir a
un candidato para un cargo se vuelve crítico y descontento, se siente desilusionado y
suele afirmar que “nunca más” votará por él o por lo que él representa. ¿Acaso en los
comienzos del gobierno de Bachelet no se oyó a más de alguien afirmar que nunca más
volvería a votar por una mujer o más recientemente afirmar que nunca más volvería a
votar por la derecha?
Desde que dejó de ser presidenta el chileno medio ha elevado a Michelle Bachelet a los
altares cívicos adorándola con los inciensos de las encuestas. El análisis seriado de las
más confiables encuestas realizadas por organismos especializados a los que la opinión
pública confiere generalizada credibilidad demuestra una aprobación creciente, un
rechazo mínimo y la percepción inmensamente mayoritaria de que volverá a ser
presidenta. En el lenguaje típico de las encuestas, si la elección presidencial fuera el
próximo domingo el alma o la mente del chileno medio desearía que asuma el próximo
lunes.
Pero el alma o la mente cuando se tiene que expresar en intenciones y comportamientos
se refleja en lo que psicológica y sociológicamente se denomina el “imaginario
colectivo”. En este caso el imaginario colectivo se funda en la nostalgia convertida en
esperanza. No obstante, esa nostalgia no está basada en la realidad. No es que el
chileno medio antes, en tiempos de Bachelet, estuviera bien y ahora esté mal.
Objetivamente, el chileno medio está ahora mejor que antes pero su nostalgia es de una
representación, es decir, de una construcción de la mente sobre su pasado reciente
cuando gobernaba Bachelet. Eso es lo que la inmensa mayoría de los chilenos quiere
reinstalar en su futuro próximo como esperanza, no la realidad de aquel tiempo sino su
sensación actual y subjetiva de lo que fue aquel tiempo. En términos coloquiales se
puede decir que el chileno medio está bien pero le falta su mamá.
10
En eso reside el riesgo de decidir postular nuevamente al cargo a la ex presidenta sobre
la base tan precaria de una posición dominante en un continuo de encuestas en las que
un conjunto proporcionalmente pequeño aunque representativo denominado “muestra”,
con su correspondiente margen de error, ha tenido la oportunidad de expresar sus
esperanzas y también de encarnar sus frustraciones.
¿Qué pasaría si la ex presidenta cediera a esa tentadora oferta y el “chileno medio” la
instalara nuevamente en el cargo? Quedaría expuesta a la labilidad e inestabilidad de
esa masa ciudadana y al riesgo de pasar de la pública devoción al ninguneo irrespetuoso
ante la imposibilidad de satisfacer las expectativas de la inmensa mayoría de esa plebe
informe que ahora clama por ella. Porque está claro que el entusiasmo bacheletista es
de tal magnitud que lo único que tiene en común es precisamente eso: el entusiasmo
bacheletista pero dentro del cual se ocultan o disimulan intereses, intenciones y
propósitos contradictorios.
Está claro que la ex presidenta es muy consistente y coherente en su pensamiento y con
su pasado pero también está claro que el bacheletismo no es consistente ni coherente.
Ella trasciende a su partido y a los de la concertación. A eso a lo que actualmente se
denomina la oposición la única persona que podría cobijarla entera bajo su nombre es
ella. ¿Para qué?, ¿para gobernar? Absolutamente no. Sólo para dar paso a una pugna
violenta tan poco elegante y sofisticada como puede serlo un matadero. Si hasta dentro
de quienes apoyan o apoyaron al actual gobierno de la alianza habría quienes estarían
dispuestos a votar por ella. Recuérdese cuando un ex candidato presidencial de la
alianza demostrando un refinado sentido de la oportunidad se declaró “aliancista-
bacheletista”, cuando comprendió que ante la creciente popularidad de la entonces
presidenta resultaba perjudicial apuntar los dardos opositores hacia ella y sólo se podía
bajar la mira hacia su base de apoyo que era la concertación cuya popularidad era
decreciente.
Es cierto, entonces, que el espectro electoral de un hipotético futuro gobierno de
Bachelet abarcaría incluso hasta un sector de “aliancistas desilusionados”, lo cual sirve
para ganar una elección pero no para gobernar.
Surgiría en tal caso una amenaza condenatoria: el desgastarse arbitrando los conflictos
entre sus centrífugos grupos de apoyo y, ante el agotamiento de sus energías, terminar
conformándose respondiendo a los intereses de un pequeño grupo que a cambio de su
lealtad a toda prueba la aislará y se cobijará bajo ella. Para ese rol es que se ha creado
el concepto de “camarilla”. El desgaste pasa a ser dramático cuando hacia el final los
ex grupos de apoyo empiezan a acomodarse y a posicionarse a la sombra de alguna
nueva figura emergente con miras a la siguiente elección.
11
5. MITO Y PERSONA.
William Frederick Sater, un historiador norteamericano, publicó en 1973 un libro
extraordinario que bastante tiempo después fue traducido al castellano: “La imagen
heroica en Chile. Arturo Prat, un santo secular”. A él le llamó la atención que en
hogares modestos y rurales era frecuente encontrar en alguna pared un retrato de Arturo
Prat junto a una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, de la Virgen María o de algún
santo. Investigó y construyó metodológicamente una tesis.
No cabe duda de que en la realidad Arturo Prat, abogado y marino, tenía una
personalidad cautivadora, muchas virtudes y méritos, era buen esposo, inteligente,
estudioso, caballero, austero y valiente.
Una semana después de su muerte, o sea antes de que la persona se empezara a
convertir en héroe, los opositores al presidente Pinto recurrieron a ese hecho para
criticar la calidad de la flota y la conducción de la guerra y la imagen de Prat y su
sacrificio fue utilizada para agudizar los ánimos, aumentar el reclutamiento de jóvenes
combatientes y exaltar la moral de guerra.
A partir de allí, el inconsciente colectivo del chileno, adecuadamente estimulado por
políticos, historiadores y comunicadores, no paró de elevarlo a la categoría de héroe. No
bastó con que Prat, en la realidad, fuera un hombre brillante y valiente. Pasó a ser un
paradigma, un ejemplo, la medida de lo que todo chileno debiera aspirar a ser, sin
conseguirlo naturalmente. En una de sus conclusiones Sater dice … “Los chilenos,
amenazados y asustados necesitaban un héroe y Arturo Prat fue el primero en llenar
estos requisitos. Efectivamente, Prat siguió siendo popular porque las virtudes que
ejemplificaba y los actos que llevó a cabo podían ser usados para satisfacer las
necesidades de una sociedad cambiante. El héroe, entonces, puede encarnar la
quintaesencia de las aspiraciones y deseos de una nación y convertirse así no en un
símbolo de una época, sino de la eterna búsqueda de la perfección a que tiende el
hombre”.
El nombre de Arturo Prat, aplicado a lugares, instituciones, clubes, escuelas, calles y
avenidas, se convirtió en un icono nacionalista casi religioso con el que los chilenos se
identifican. Al revés, nadie estaría interesado en oír o en repetir una crítica ni en creer
algo negativo que se dijera de Prat. Es claramente un mito.
¿Es posible decir algo semejante de Michelle Bachelet? Guardando las proporciones y
las distancias históricas, si. Ella, además de ser en la realidad una persona con notables
atributos, méritos y virtudes, es también un mito. Exceptuando la práctica prudente y
moderada del género epistolar con motivo de saludos de aniversario o mensajes a
12
algunos partidos políticos, ha mantenido un notable silencio prácticamente desde 2010,
sin embargo casi dos tercios de los chilenos quieren que vuelva a ser presidenta y creen
que lo será. ¿Cómo? Si no habla. Precisamente, porque no habla. A cada chileno le
comunica algo en la intimidad de su mente, de su espíritu o de su corazón. No porque
efectivamente ella lo haga sino porque el chileno construye un imaginario diálogo
interior con ella y así nacen los mitos.
Por otra parte algunos medios de comunicación toman sus cartas y mensajes, una
presentación de algún libro, un discurso en el extranjero o una breve declaración, los
desmenuzan, seleccionan párrafos y sacan conclusiones interpretativas del tipo: cuando
la ex presidenta dijo tal cosa quiso decir tal otra cosa. Una especie de oráculo como el
que practicaban los sumos sacerdotes de antiguas religiones. Sin estar formalmente
autorizados por ella, traducen acomodaticiamente sus dichos y así también nacen los
mitos.
Las pocas voces, generalmente secundonas, que se han alzado para criticarla o esbozar
alguna falla de su gobierno directamente atribuible a ella, no han tenido eco ni acogida y
más bien hunden en el descrédito o en el anonimato a quienes lo han intentado porque
sus devotos admiradores, que son muchos, no quieren ni oír de ningún defecto o falla y
si los hubo son causados por otros pero no por ella porque el mito debe permanecer
incólume.
Entre los que han elevado a la ex presidenta al carácter de mito nacional parece haber
una gran parte, aunque no todos, que desean que vuelva a gobernar. ¿Es eso posible?
¿Hay riesgos en ello?
Elevada a los altares de la democracia, convertida en una especie de santa laica,
consagrada como la supermadre de Chile, los medios han acuñado para ella el concepto
de “incombustible”, ¿puede descender a la arena política porque se lo piden unos
dirigentes políticos apollerados que envejecen y encanecen sin haber alcanzado en su ya
larga trayectoria ni una parte siquiera de lo que a ella le sobra que es reconocimiento,
respeto, credibilidad y legitimidad?
Sentirse protegido detrás de las faldas de mamá está bien para niños asustados al entrar
al jardín infantil pero está mal, muy mal, para políticos avezados que quieren recuperar
el poder que perdieron y que no se sienten capaces de hacerlo por méritos propios.
Están exponiendo a un mito. Porque para volver a ser presidenta hay que ser candidata,
hay que ganar la elección y hay que asumir y eso significa descender al terreno de la
inmediatez, la coyuntura y la contingencia, es decir, al ácido que disuelve el mito, la
imaginería y los sueños.
13
6. LA REPOSTULACIÓN A LA PRESIDENCIA COMO
UNA OPERACIÓN MILITAR.
Afirmar que la ex presidenta tiene “mentalidad militar” no es serio y carecería de
fundamento sobre todo para alguien que no la conoce personalmente o no ha trabajado
con ella, pero del análisis de sus comportamientos públicos y de su forma de tomar las
decisiones se puede deducir que “es muy milica para sus cosas”. En lo formal basta
recordar cómo se esponja con una satisfacción gestual evidente cuando revista tropas o
cuando saludaba a la guardia de palacio en sus tiempos de gobernante.
Currículo y pasado no son la misma cosa y ni siquiera tiene que haber una estrecha
relación entre ambos pero en este caso la dimensión pública del carácter encuentra su
explicación en ellos. El oficio militar del padre da un sello a una infancia cuartelera
muy marcadora para el resto de la vida aunque no siempre con similar orientación. Pero
en su caso sus dolorosas experiencias después de septiembre de 1973 y el subsecuente
exilio traen a la memoria casi un operativo de comando y la aplicación de técnicas de
supervivencia y decisiones bajo incertidumbre.
Luego vino su formación en alto mando y defensa en la ANEPE incluida la graduación
con honores, la beca Presidente de la República y la continuación de estudios en el
Colegio Interamericano de Defensa. No hay duda que se maneja con el tema.
La instalación de su gobierno también tuvo algo de orgánica militar y eso no significa
que haya sido buena. Por el contrario, hubo una primera etapa en la que las cosas
parecían no resultar, un ninguneo machista, una lenta instalación del campamento, un
reacomodo de las fuerzas para “sostener la posición” y una “contraofensiva” para
enfrentar el asedio de las cúpulas partidarias que no comprendían por qué ni siquiera
eran llamados a una reunión de estado mayor.
Para qué decir lo que ha pasado después de entregar la presidencia. Es casi de manual
de sala de juegos de guerra:
- Repliegue táctico en el resto del mundo con cuartel general en Nueva York.
- Abandono de la posición en Chile dejando sólo unas pequeñas y dispersas avanzadas
de exploración en algunos partidos políticos, fundaciones y grupos de apoyo que a
veces se disparan entre ellos y que en vez de cascos se protegen con unas chapitas con
su nombre en solapas y pechos.
El silencio durante los últimos años es un brillante ejercicio de contrainteligencia y
desinformación. Ella habla cuando quiere y no cuando otros la quieren hacer hablar.
14
Por otra parte y de un modo mucho más reservado se debe estar preparando más bien
afuera que dentro de Chile la logística para acumular las vituallas, equipos y recursos
humanos, comunicacionales y monetarios que se requerirán para dar la batalla. Como
sus adversarios más abiertos y declarados partieron con un año de anticipación y a
medio tiempo, o sea, en junio 2013 tendrán que medirse competitivamente entre sí,
quedará allí una carnicería emocional muy fuerte y todo lo que invirtió el que sea
derrotado es absolutamente perdido e irrecuperable; por mientras habrán pasado varios
meses dándose dentelladas, mostrando sus flancos más débiles y aburriendo a un
electorado displicente que, como ya se sabe, sólo va a votar si no tiene otra cosa que
hacer en aquel día y que se queja del calor y de que no le paguen el pasaje en bus al
lugar de votación.
Inclusive hay que considerar hasta un escenario de remota y escasa probabilidad en este
momento, como el que quienes realmente manejan el poder en la sombra se aburran si
ninguno de los dos candidatos levanta vuelo electoral y los cambien a ambos o a uno de
ellos. Recuérdese que la derecha ya lo hizo con Julio Durán Neumann en 1964 y que la
sombra es siempre un habitat muy adecuado para el verdadero gran poder.
¿Qué es eso sino “debilitamiento del adversario”? A ella, en cambio, le bastará con un
pasaje sólo de regreso desde Nueva York y un teléfono celular pues sus huestes están
desde hace años esperando.
Después del fortalecimiento logístico y el debilitamiento del adversario debería
desarrollarse las siguientes fases tácticas del proceso:
- Guerra psicológica y acciones de contrainteligencia.
- Elección, preparación y acondicionamiento del campo de batalla.
- Acciones de distracción.
- Escaramuzas de alcance limitado.
- Factor sorpresa.
- Movilización.
- Ataque.
Es de esperar y desear por el bien del país y por el de ella misma que la “comandante”
jamás tenga que recurrir a la fase táctica alternativa que falta en la enumeración
anterior: “campo arrasado o tierra quemada”.
Si Bachelet decidiera, pese a todos los desagrados y esfuerzos que ello significa, dar la
batalla por la presidencia otra vez y torcer a futuro la historia logrando que lo que ya
hizo no sea recordado como “su gobierno” sino como “su primer gobierno”, parece
conveniente tener en cuenta algunas cosas.
En primer lugar, si bien una orgánica militar es un recurso de método muy práctico y
eficiente porque pone orden en las ideas y en las acciones, prioriza adecuadamente,
15
clarifica el objetivo y racionaliza los recursos, su aplicación al campo de lo político es
siempre de alcance relativo y su utilidad tiene un límite. Lo político siempre tiene un
“plus ultra”, un más allá que trasciende lo ordenado, lo racional y lo claramente
definido.
El enfoque militar tiende siempre a simplificar lo complejo para evitar caer en los
riesgos del combatiente que son la inacción y el inmovilismo. Las opciones se reducen
en forma binaria por probabilidad o factibilidad. Las personas son aliados o enemigos,
los elementos se tienen o no se tienen, las condiciones se dan o no se dan, la misión
culmina en éxito o fracaso y si la circunstancia es un combate las más drásticas
opciones finales son vivir o morir. Este proceso que es adecuado para el análisis de una
decisión militar puede resultar fatal si se aplica al campo de las decisiones políticas
donde la multiplicidad de matices contradictorios es un factor inherente a su naturaleza.
En segundo lugar, desde una perspectiva militar, hay que considerar lo que es una de las
mayores debilidades no de Bachelet sino del Bacheletismo.
En la nomenclatura militar el concepto de “unidad de doctrina” sirve para darle un
sentido a la acción. Se trata de un cuadro valórico dentro del cual se enmarca la acción
de manera que la conducta de cada miembro de la organización sea predecible y
esperable dentro del correspondiente marco de premios y castigos en cualquier
circunstancia por adversa que sea y aún en los casos en que no exista posibilidad de
control.
En el Bacheletismo la “unidad de doctrina” es imposible de encontrar pues se cobijan
bajo su nombre intereses contrapuestos, ideologías irreconciliables, esperanzas y
nostalgias junto con una variedad de intenciones que van desde la personal y mezquina
ambición de poder hasta la altruista y generosa idea de ser parte de un gran proyecto
nacional liderado por una mujer excepcional y admirable.
16
7. ¿CON QUIENES GOBERNAR?
La fortaleza estadística de Bachelet es inconmensurable y no tiene parangón en la
historia reciente del país. Quizá se podría hallar un equivalente remoto en el Ibáñez de
1952 siempre que en aquella época hubiera habido encuestas de metodología muestral y
confiabilidad tan parecidas a las actuales, lo que no es el caso.
Bachelet en las encuestas les gana a todos ya sea comparados uno por uno o sumados
todos juntos. La inmensa mayoría de los encuestados votaría por ella, desean que sea
nuevamente presidenta o, lo que sería peor para los que no votarían por ella ni desean
que vuelva, esos mismos creen que de todos modos va a serlo.
Por lo menos en la intención, el deseo o la creencia es imparable. Hasta ahí todo va
bien. Parece que ganar la elección no es problema. El problema es con quién gobernar.
Se podría imaginar con humor, si no fuera en verdad un hecho triste, las expresiones y
actitudes de su primer no gabinete, es decir, de todos los que recibieron una señal o
concibieron una expectativa de que serían ministros y terminaron no siéndolo.
Parafraseando el célebre antipoema de Nicanor Parra: “la izquierda y la derecha unidas
jamás serán vencidas”, resulta que la aprobación de Bachelet supera a la aprobación de
la Alianza más la Concertación, de modo que si hipotéticamente pudiera gobernar con
ambas, la suma de la popularidad de ese imaginario equipo de gobierno no le haría el
peso a la popularidad de la gobernante sola. Por el lado negativo de los rechazos
tampoco las cifras tendrían un ajuste lógico pues como ella tiene el menor porcentaje de
rechazo con quien quiera que sea que forme parte de su eventual equipo de gobierno
tendría más rechazo que ella.
En el supuesto caso que aceptara ir a una primaria para ser candidata, los contendores
derrotados tendrían el deber moral, político y … práctico de apoyarla, de modo que en
los partidos, movimientos y grupos de estos estaría la base de reclutamiento para formar
su futuro gobierno. Pero hay allí otro problema: al margen de los candidatos de la
derecha ya hay otros ex concertacionistas que han anunciado que sus postulaciones son
a todo evento, que no participarán en ninguna primaria y que, por lo tanto, serían sus
potenciales contrincantes en la primera vuelta de noviembre 2013. Con ellos
naturalmente no se podría formar ningún equipo de gobierno, salvo algún viraje
oportunista y degradante que la opinión pública castigaría en un anónimo ataque de
moralidad en las encuestas.
Como se ve, no hay caso, si Bachelet aceptara ser candidata y luego ganara la elección,
su equipo de apoyo gubernamental está condenado a ser más impopular que ella misma.
Al menos, al inicio ya que en el ejercicio del gobierno esa situación se puede revertir,
17
aunque lo más probable es que se revierta a costa de la baja de popularidad de la propia
gobernante.
¿Con quién gobernar, entonces? ¿Con quién armar una base de apoyo sólida que tenga
mayoría legislativa, propuestas claras de bien público en una estructura programática
coherente, capacidad de movilización de masas, discurso comunicacional con fuerza
dialéctica para anular a los opositores y donde no se cree tribuna para ningún díscolo?
En la gestación del gobierno de Bachelet hubo dos importantes malentendidos que al
tener distintos orígenes se anularon en una especie de juego de suma cero y cuya
rectificación dejó a todos satisfechos. El primero fue el ninguneo de las cúpulas
partidarias incluyendo la de su propio partido que jamás le habrían dado el pase para
postularse si no hubiera sido porque vislumbraron que la oleada de popularidad de la
entonces ministra los empaparía inútilmente, porque hay que acordarse que a Bachelet
la eligió primero el corazón de la gente anónima y después su partido que tuvo el olfato
político para darse cuenta de eso a pesar de que había otros nombres más confiables
para la maquinaria partidaria.
El segundo malentendido se produce en la etapa de instalación de su gobierno cuando
ella necesita demostrar quién tiene verdaderamente la manija y prescinde de la
influencia de las dirigencias partidarias. Sólo un ejemplo. Decirles que uno de los
criterios de selección será que “nadie se repetirá el plato” es una peligrosa advertencia
para cualquier partido que por naturaleza aspira siempre a una proporción abusiva y
desigual pero a su favor entre los votos que aporta y los cubiertos que le corresponden
en la mesa del poder.
Todo eso se arregló después pero revivirá con más fuerza en un eventual segundo
gobierno que al no tener en el horizonte otra vez la posibilidad de Bachelet hará la
competencia más despiadada.
Si un candidato en condiciones normales de apoyo y popularidad reflejada en votos
gana una elección tiene claro con quien gobierna: ¡con los suyos! Pero ¿cuáles son los
suyos de Bachelet? Cuando se tiene tanto apoyo y popularidad la base electoral se hace
más heterogénea y su transversalidad dificulta la formación de equipos para tomar
decisiones cuando llegue la hora de cumplir lo que se prometió.
Si fuera el caso para Bachelet la formación de sus equipos de eventual gobierno tendría
que comenzar con un criterio distinto del usual: no decidir a qué personas convocar
primero sino empezar por definir primero a qué grupos bajo circunstancia alguna se
podría dejar afuera.
18
No tiene sentido detenerse en el lugar y rol de los partidos políticos. Por muy
desprestigiados que estén son inherentes a la esencia de la democracia y no se puede
pensar siquiera en gobernar sin ellos.
No obstante, en los últimos años empiezan a marcar presencia y aparecer con más
relevancia los movimientos sociales. En los ambientes políticos ya se ha instalado el
reproche de que los últimos gobiernos y no sólo el actual no son inclusivos porque han
ignorado a los movimientos sociales que formarían parte del nuevo paisaje político
chileno, que los partidos van hacia la decadencia y la obsolescencia precisamente por
haberlos ignorado y que una propuesta programática de gobierno debe asignarles
reconocimiento.
Aquí si que hay que detenerse para evaluar este fenómeno. Desde el punto de vista de
la formación de equipos para gobernar son NADA. Los movimientos sociales son
grupos de demanda y se organizan para el activismo de protesta pero no tienen ninguna
capacidad para producir decisiones sino sólo para retroalimentar las decisiones que son
propias del nivel institucional político.
Cientos de miles de personas caminando y vociferando por calles, plazas y avenidas o
interrumpiendo el paso en autopistas o puentes son exactamente nada mientras no
caminen hacia los lugares de votación en día de elecciones y logren con su voto revertir
su situación.
Esbozando brevemente una explicación teórica sobre los movimientos sociales, todas
las organizaciones o grupos para la participación ciudadana son factibles de clasificar en
las cinco siguientes categorías:
1. Basadas en el lugar donde se vive.
2. Basadas en el lugar donde se trabaja.
3. Basadas en la representación ante la autoridad para la satisfacción de necesidades
colectivas y clientelísticas grupales o sectoriales que tienen su origen en derechos.
4. Basadas en la reivindicación de aspiraciones que no tienen su origen en derechos
sino en la frustración de proyectos personales.
5. Grupos o movimientos anómicos.
Cabe preguntarse si es posible formar gobierno con las juntas de vecinos, la
Coordinadora Arauco – Malleco, los órganos de resistencia territorial de Walmapu, la
asamblea de Dichato o el movimiento social de Freirina (categoría 1). O con los
sindicatos y asociaciones de bienestar (categoría 2). O con jóvenes, estudiantes,
mujeres, tercera edad, consumidores, indígenas, minorías de opción sexual, exonerados,
exiliados, torturados, pobres, víctimas de acciones específicas, discapacitados o
19
subsidiados (categoría 3). O con la agrupación de estudiantes estafados por el crédito
CORFO, los que quieren ser padres, amor de papá, el colectivo acción directa (CAD), el
movimiento social por la región de Aysén o el movimiento ciudadano inundados
(categoría 4). Naturalmente los que integran la categoría 5, grupos o movimientos
anómicos, no estarían interesados o capacitados para formar parte de ningún gobierno
porque allí están los que salen a celebrar el día del joven combatiente y los
encapuchados.
Definitivamente, para ese propósito los movimientos sociales no sirven para nada, por
lo que para gobernar no quedan sino los partidos políticos. El problema es ¿con cuáles?
20
8. EL SELLO O IMPRONTA DE SU EVENTUAL
PROGRAMA DE GOBIERNO.
Como un corolario de las dificultades que tendría para formar equipos de gobierno
representativos de la amplísima transversalidad inicial de sus grupos de apoyo también
surgirían dificultades de densidad equivalente para armar una propuesta programática
coherente y atractiva. Claro que en este caso la dificultad tiene soluciones tácticas y
estratégicas como también comunicacionales.
Decir que un programa de gobierno es tan indispensable como inútil no es un
contrasentido. Es indispensable tenerlo como elemento formal y como marco
referencial de las políticas públicas que se aplicarán una vez que se haya alcanzado el
gobierno pero es inútil en términos prácticos porque exceptuando a la clase política y a
los especialistas del ámbito académico y los think tanks, nadie los lee y a nadie le
importan. En ese sentido se parecen mucho a la guía de teléfonos o directorio
telefónico: se los consulta para un dato específico pero nadie los ha leído completos.
Además, son muy parecidos entre candidaturas opuestas. En la última elección
presidencial a los especialistas que realmente los leyeron, entre los cuales se cuenta el
autor de este texto, quedó claro que no había profundas diferencias entre Tantauco y
Océanos Azules y similar fenómeno ya se había dado desde las propuestas
programáticas de la época de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín. Eso no es malo. En un
esquema político acotado por la democracia, con un marco ideológico cultural dado y
casi inamovible y para un período presidencial corto y, gracias a Dios, sin reelección
inmediata, las diferencias programáticas pueden darse más bien en las prioridades de
política pública, las metas cuantitativas y los procesos.
En el caso de Bachelet ella misma es su propio programa y ya está escrito en su vida y
en su obra y las principales diferencias con otras candidaturas están dadas por la
densidad de la esperanza y por la credibilidad. ¿O alguien puede sostener que esos
miles de chilenos que llevan años queriendo o creyendo en su retorno a la presidencia
están esperando un programa para tomar una decisión definitiva? O, para validar lo
anterior, se puede formular la pregunta en sentido contrario: ¿alguien puede creer que
esos mismos chilenos van a cambiar su decisión en el caso que otro candidato les
ofrezca un programa de gobierno más atractivo?
No obstante, hay sectores, particularmente entre las cúpulas políticas, que sostienen que
hay que ver primero lo que se propone para gobernar antes de comprometer apoyos
incondicionales a una persona. Es muy digno y refleja un respeto básico tanto a las
ideas como a la ciudadanía que representan. Por lo tanto, para eso sí que se requiere un
programa de gobierno pero ahí empieza el problema porque dada la amplísima
transversalidad de apoyos que tiene Bachelet, si se da a todos los grandes sectores la
posibilidad de participar en el diseño programático y se recogen en él todos los intereses
21
resultará un híbrido imposible de materializar porque las demandas y expectativas
cubren un espectro con extremos irracionales y contradictorios.
Tómese brevemente sólo algunos ejemplos de entre los más amplios y generales que se
pueden dar.
La asamblea constituyente. Diversos grupos la exigen ya y la plantean como una
condición irrenunciable para decidir su apoyo electoral. Al respecto hay que decir que
la idea de elegir por votación popular a un grupo de personas para el único objeto de
debatir y redactar una constitución que después será sometida a plebiscito o referéndum
no tiene precedente alguno en todo el historial constitucional de Chile. El plebiscito sí
aunque haya sido inducido y manipulado pero la asamblea no. Naturalmente que eso no
se podía esperar en los llamados reglamentos constitucionales de 1811 y 1812 ni del
reglamento para el gobierno provisorio de 1814, tampoco se hizo con la constitución de
1818 que se empezó a redactar en mayo y se juró en octubre de ese año.
Lo más parecido es lo que ocurre con la de 1822, cuando O’Higgins transforma en
constituyente la convención originalmente nombrada para preparar la corte de
representantes como consecuencia de una solicitud de grupos de opinión en el sentido
de que el país se diera una nueva constitución en cuya discusión intervinieran
representantes libremente elegidos.
En 1823 el Congreso que tenía facultades constituyentes nombró una comisión
redactora pero el texto fue de redacción exclusiva de Juan Egaña (duró menos de dos
años porque fue expresamente derogada en enero 1825).
En 1826 fue una persona, don José M. Infante, quien presentó al congreso un proyecto
ya redactado y por ley de 21 julio 1827 se acordó consultar a la nación sobre el sistema
de gobierno que debería adoptar la nueva constitución.
En 1828 la asamblea constituyente fue perturbada por el desorden político en Santiago y
el congreso se trasladó a Valparaíso y delegó la redacción del anteproyecto en una
comisión de cinco personas que, a su vez, la delegó en don José Joaquín de Mora, de
nuevo una sola persona, para redactar definitivamente lo que se conoce como la
constitución liberal.
Para la de 1833 se estableció en 1831 la gran convención constituyente compuesta por
36 ciudadanos que nombró una comisión redactora del anteproyecto que fue aceptado
sin discusión por el congreso y jurado por las autoridades el 25 y 26 mayo 1833.
Para la de 1925 se nombró una …”comisión consultiva encargada de informar al
gobierno sobre todo lo relativo a los procedimientos a que debe ceñirse la organización
22
y funcionamiento de la asamblea nacional constituyente y a la cual se someterán
también en consulta las materias que el gobierno estime convenientes”. En el mismo
decreto que creó la comisión consultiva se nombró a 53 ciudadanos representativos de
las distintas corrientes de la opinión pública, las que después se aumentaron hasta llegar
a 122 y que sólo en tres sesiones aprobaron un proyecto que en realidad había sido
mayoritariamente redactado por una sola persona, el ministro de justicia José Maza.
La constitución de 1980 también fue elaborada por comisiones designadas.
Como se ve, no hay tradición de amplia y representativa participación ciudadana en el
historial constitucional de este país, aunque ello no obstaría para que se intentara si no
fuera por el hecho de que es un procedimiento engorroso que desde el inicio de la
elección de los miembros de una asamblea constituyente hasta la aprobación por
plebiscito del producto terminado puede transcurrir casi un período presidencial
completo plagado de tensiones y discusiones inútiles.
Al respecto es muy gráfico el breve comentario de un senador del propio partido de la
ex presidenta que ante la propuesta de asamblea constituyente propuso no fumar opio.
Ya se ha advertido que sólo se enunciarían algunos ejemplos de conflictividad
divisionista, desgastadora y centrífuga llegada la hora de dedicarse a elaborar un
programa de gobierno entre las huestes bacheletistas. Además de la asamblea
constituyente, estaría el de la educación gratuita y de calidad, la renacionalización del
cobre, el sistema electoral binominal, la AFP estatal, el sistema de pensiones, la salud
previsional, la propiedad de las aguas, la regulación del medioambiente, la crisis
energética que se aproxima, la pobreza, la seguridad ciudadana, la canalización de
nuevas formas de participación ciudadana, la mediterraneidad de Bolivia, la … ya,
basta. El sólo enunciado agota.
Por otra parte, se está gestando un nuevo gran tema de conflictividad que cruza los dos
últimos puntos hasta aquí tratados: el de la participación de los partidos políticos en el
diseño del programa de gobierno donde cada uno querrá dejar su impronta y la
subsecuente integración como “partido de gobierno” en el caso de triunfar en la
elección, cuestión que aquí se ha tratado como el dilema de ¿con quién gobernar?
La ex presidenta llegó al poder como líder de la concertación de partidos por la
democracia, una combinación poderosa y exitosa de cuatro partidos de centroizquierda
que tenía como oposición a la siempre derrotada pero fuerte derecha representada por la
alianza por Chile (lo de centroderecha es sólo un eufemismo de marketing) y desde la
izquierda la oposición del partido comunista, consentidor y permisivo en los votos y
feroz y vociferante en la crítica de palabra.
23
En el escenario actual, que es donde se dará la batalla electoral, resulta que está
gobernando la derecha con un partido eje poderoso, organizado, ideológicamente
coherente y que no deja pasar disparo sin responder, liderado por los jóvenes brillantes
del gobierno militar, más canosos y gordos pero con las mismas ideas y con el
acompañamiento del partido del Presidente, que es una comparsa inorgánica con mucho
menor presencia territorial.
La concertación es hoy una oposición ideológicamente andrajosa que se dedica
alternativamente a consolarse con nostalgia de la grandeza de su pasado, que es real, o a
autoculparse por las cosas que no logró hacer o cambiar.
El resto lo configuran una serie de grupúsculos poco coherentes que en algunos casos
han logrado firmas suficientes para tener existencia legal y que en general son
desprendimientos díscolos de la concertación, del mismo modo como las hilachas se
desprenden de un tejido pero que no sirven para formar otro tejido.
Finalmente está el partido comunista que ahora cuenta con presencia parlamentaria por
lo que ya no tiene que refundarse tras cada elección y que ha producido una nueva
generación de jóvenes estalinistas.
Ese es el cuadro político actual precario y modesto en el que eventualmente le tocaría
irrumpir a la ex presidenta después de casi cuatro años de alejamiento.
Para ello se requiere recomponer el cuadro pues la concertación ya no basta para
asegurar una mayoría electoral, hay que agregar apoyos desde todos los sectores
incluyendo la derecha moderada que actualmente tenga algún motivo para estar
disconforme, porque la idea de sumar a todo lo que hoy es oposición para enfrentar al
candidato gobiernista hoy no tiene asidero. Ese esquema tuvo validez ante Pinochet en
el plebiscito del 5 octubre 1988 o en la primera elección presidencial siguiente pero no
ahora porque “las oposiciones” son varias y no son sumables.
En esos intentos por “sumar” se ha llegado a considerar la hipótesis de una suma
imposible. El partido comunista que fue siempre un opositor a la concertación ha dado
señales de que podría bajo ciertas condiciones considerar la posibilidad de integrar un
eventual segundo gobierno de Bachelet y el partido demócrata cristiano, salvando
primero la posibilidad de tener su propio candidato ha dado también señales de una
disposición similar.
Ahí surge un gran problema para quien pretenda liderar y encabezar esa combinación:
democracia cristiana y comunismo no son sumables. Aún cuando ambos han tenido su
ideología algo extraviada, no son sumables. Lo más extremadamente opuesto en lo
ideológico es el socialcristianismo y el marxismo-leninismo. Eso no admite revisión ni
cuestionamiento.
24
El partido comunista, que en 2012 celebró cien años de existencia aunque con distinto
nombre (se fundó el 4 junio 1912 como partido obrero socialista y el 2 enero 1922 como
partido comunista de Chile) al comenzar a existir como tal tuvo dos diputados: Luís
Emilio Recabarren y Luís Victor Cruz, elegidos en 1921. Noventa años después tiene
tres. A ese ritmo de crecimiento llegará a ser mayoría cuando la humanidad esté
reinstalándose en el planeta Marte.
Cogobernó con el partido radical en el Frente Popular que se había disuelto en 1941
(pero seguía funcionando de hecho) desde 1946 a 1947 con tres ministros (Obras
Públicas, Agricultura y Tierras) y luego con la Unidad Popular desde 1970 a 1973.
Experiencia de gobierno tiene poca pero de obstaculizar y perturbar al gobierno tiene
mucha. Siendo partido de gobierno alentaba huelgas y sabotajes contra él mismo hasta
que al hacerse insostenible su posición el gobierno (González Videla) envió un proyecto
de ley para proscribirlo y ponerlo fuera de la ley que contó con el apoyo de casi todo el
espectro político parlamentario de 1947, incluyendo algunos socialistas pero con el voto
en contra de la falange nacional.
Por su parte, el partido demócrata cristiano, que doctrinariamente asume el humanismo
cristiano como filosofía y no como dogma religioso, es solidarista y corporativista, se
opone al liberalismo y a la lucha de clases, tiene una presencia electoral mayoritaria
constante y en sus poco más de cincuenta años de existencia ha dado tres gobernantes a
Chile. A quienes sostienen que el partido demócrata cristiano es un partido
acomodaticio y camaleónico habría que preguntarles si puede serlo una fuerza que
cuando gobernó sola hizo la reforma agraria, la reforma educacional, la ley de juntas de
vecinos, la promoción popular y la chilenización del cobre en seis años.
Un caso raro de cogobierno de comunistas y demócrata cristianos por pocos años es el
de la República de San Marino que no sirve como ejemplo porque es una extraña
mezcla de mafia medieval, original pero poco digna de imitar. Además, el cogobierno
terminó mal.
Definitivamente, democracia cristiana y comunismo no son sumables para un proyecto
programático de gobierno en Chile y eso es algo que quien aspire a gobernar con el
apoyo de ambos debe tener muy claro.
25
9. CUANDO LA PRESIDENCIA ES PASADO.
Uno de los problemas generalizados de los gobernantes es definir lo que harán después
que dejen de serlo de entre un abanico de opciones y el núcleo más duro de ese
problema es cómo elegir bien dentro de esas opciones. No son muchos los que puedan
dar consejos prácticos basados en la experiencia y tampoco un ex gobernante puede
andar abriendo su corazón y mostrando sus dudas y sus inquietudes acerca de su propia
vida y de su propio destino, sobre todo cuando este está ligado a la historia de su propia
patria para siempre.
Se trata de personas exitosas, dignas y respetables que por varios años, a veces por gran
parte de su vida, se vieron a sí mismos como gobernantes, que luego lo fueron y
transcurrida más de la mitad de su existencia tienen que empezar a pensar ¿qué hago
ahora? Es posible suponer que tienen mucho más claro lo que no tienen que hacer.
En el caso de la ex presidenta Bachelet su proceso de reinvención ha sido brillante.
Después de entregar el mando acunada por la devoción y la gratitud de medio Chile, en
realidad de mucho más de medio Chile, fue llamada a ocupar un alto cargo recién
creado en el aparato burocrático del organismo internacional más grande del mundo y
como lo ha hecho bien recibe permanentemente honores, elogios, reconocimiento y
testimonios de gratitud.
En ese contexto se les ha ocurrido también a medio Chile pero sobre todo a una parte de
la clase política que ella vuelva a ser presidenta. Si decidiera hacerlo, ¿no sería posible
constitucionalmente agregarle un día más al período presidencial para que, sólo en su
caso, sea de cuatro años y un día y se parezca más a una condena? Porque de condena
tendría mucho el hecho de tener que hacerse cargo de las mezquindades y conflictos
pequeños de los manipuladores del poder que inevitablemente la rodearían.
¿Podría la ex presidenta resistir las presiones y tentaciones respondiendo a sus
seguidores: “factum facta est”, lo hecho, hecho está y confórmense con eso? ¿O más
bien pensará: si la patria me llama, ¡ahí estoy yo!? Eso ya lo dijo José Artigas y no le
fue bien.
Hay quienes interpretando su carácter sostienen que ella es una disciplinada militante de
su partido y si su partido la llama ahí estará.
¡Qué ironía del destino! Que a una mujer que hasta en los momentos más difíciles de su
vida siempre miró para adelante, su pueblo la presione tanto para que mire hacia atrás,
hacia lo que ya hizo, hacia lo que ya fue.
26
Una última pregunta. ¿Puede una ex presidenta reinventarse como candidata? Se
requiere una humildad franciscana para asumir con serenidad de juicio la decisión de ir
a una elección primaria después de haber sido presidente. De esa humildad el país fue
testigo para definir al candidato de la concertación en la última elección presidencial.
La primaria se está convirtiendo en un ritual de la democracia y eso está bien porque se
hace efectivo un principio de igualdad pero someter a ese procedimiento al que es el
menos igual de los ciudadanos que es el que fue primer mandatario tiene un componente
de humillación. Hay que pensar que esa persona alguna vez encarnó la majestad del
poder supremo otorgado y reconocido por su propio pueblo y humillarlo invocando un
acto de liturgia democrática puede ser vergonzoso para ese mismo pueblo.
Si de reinventarse se trata ¿no será mejor para la ex presidenta poner la mira en la
Secretaría General de la Organización de Naciones Unidas que parece estarla
esperando?
MARCELO MANCILLA BETTI
Santiago, Chile. 18 enero 2013.
mmancill@ulagos.cl

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  • 1. BACHELET Y EL FUTURO. EL FUTURO DE BACHELET MARCELO MANCILLA BETTI SANTIAGO, CHILE 2013
  • 2. 1 MARCELO MANCILLA BETTI Administrador Público. Universidad de Chile. Cientista Político. Maestría en Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Diplomado en Administración para el Desarrollo en Escuela Interamericana de Administración Pública de la Fundación Getúlio Vargas. Diplomado en Gestión y Liderazgo en la Universidad de Los Lagos. Diplomado en Didáctica por Competencias de la Universidad de Los Lagos. Consultor de la Subsecretaría de Cooperación Técnica y Especialista del Departamento de Asuntos Económicos de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Miembro del Comité de Investigación sobre Fuerzas Armadas y Sociedad, Vicepresidente del Grupo de Estudios sobre Gobierno Militar en el Tercer Mundo y Director del Comité de Investigación de Políticas Públicas y Administración de la Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA). Miembro de la Policy Studies Organization. Experto del Departamento de Cooperación Técnica para el Desarrollo (ONU) y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Asesor del Ministerio de Planificación y Política Económica y de la Presidencia de la República de Panamá y de la Dirección General del Personal Público de Paraguay. Profesor Visitante Honoris Causa de la Universidad Nacional de Asunción. Director de la Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad de Chile. Profesor de la Universidad de Chile, de la Universidad Central, de la Universidad Bolivariana y académico y ex Rector de la Universidad de Los Lagos.
  • 3. 2 PRESENTACIÓN 2013 es el año final del actual período de gobierno. Habrá elecciones presidenciales y parlamentarias. Respecto de las primeras ya se han fijado algunos cronogramas para el proceso de elección de candidatos. Por el momento todos están en la categoría de “nombres que se barajan”, “nombres posibles”, “tapados” o “precandidatos”. En la más reciente elección municipal de 2012 se estrenó por primera vez la inscripción electoral automática y el voto voluntario. Con la primera resultaron potenciales votantes los anarquistas, muchos muertos cuya defunción no estaba registrada y gente que nunca tuvo el menor interés en votar y con el segundo concurrieron sólo los que por vocación cívica superaron el tedio, o sea, una histórica minoría del 40% de los votantes potenciales. Está claro, entonces, que este torpe suicidio de la democracia sólo podrá ser frenado si en las futuras elecciones ocurre algo que las “anime”, es decir, que motive a los electores a portarse como tales. Un hecho que podría “animar” no sólo los comicios de primarias y de primera vuelta sino todo el año electoral sería la presencia en él de la ex presidenta Michelle Bachelet Jeria como candidata o precandidata presidencial. Si lo será o no lo será es un ejercicio mental al que prácticamente todos los chilenos adultos se han sometido, algunos con entusiasmo y esperanza y son la mayoría, otros con fatalismo y pesadumbre porque son sus opositores y constituyen la minoría, al menos es lo que dicen las encuestas. Este documento no es una investigación científica y por eso se han omitido citas, fuentes y referencias, es sólo un ensayo político breve que procura repasar todas las razones históricas, políticas, psicológicas, conductuales, emocionales, culturales, estratégicas y hasta parapsicológicas por las que la ex presidenta debería preferir no intentar postularse de nuevo a la presidencia de la república, pensando tanto en los intereses de ella como en los intereses del país, no está claro en qué orden de prioridades pero sí está claro que pensando en ambos. No obstante, el autor de este texto deja en claro desde un comienzo que a pesar de todos los argumentos que ha levantado aquí para fundamentar la inconveniencia de la repostulación, en el caso de que la ex presidenta decidiera hacerlo y con la sola excepción de que el partido político en que milita el autor decidiera llevar su propio candidato, trabajará y votará por ella con entusiasmo y disciplina porque en política las cosas son según el mandato de la historia más bien que según las preferencias personales.
  • 4. 3 INDICE 1. EL GRITO DE LA HISTORIA. 2. LA ANALOGÍA DE LAS AUTOPISTAS URBANAS. 3. LAS GRANDES FIGURAS DEL PASADO Y LAS PEQUEÑAS FIGURAS DEL FUTURO. 4. EL CARÁCTER DEL CHILENO COMO ELECTOR Y LA IMPOSIBILIDAD DE RESPONDER A TANTAS EXPECTATIVAS. 5. MITO Y PERSONA. 6. LA REPOSTULACIÓN A LA PRESIDENCIA COMO UNA OPERACIÓN MILITAR. 7. ¿CON QUIEN GOBERNAR? 8. EL SELLO O IMPRONTA DE SU EVENTUAL PROGRAMA DE GOBIERNO. 9. CUANDO LA PRESIDENCIA ES PASADO.
  • 5. 4 1. EL GRITO DE LA HISTORIA. En todo el siglo XX y en lo que va transcurrido del XXI sólo dos presidentes lograron gobernar por un segundo período presidencial ganando una elección. Ellos fueron Arturo Alessandri Palma y el Gral. Carlos Ibáñez del Campo. Otros lo intentaron pero no lo lograron, curiosamente dos de ellos fueron presidentes hijos de presidentes, lo que da cuenta de que en Chile el cargo tiene algo de tradición familiar que se remonta a los orígenes del Estado si se tiene en cuenta que antes y después de la más importante transición que fue la independencia también el país fue gobernado primero por el padre y luego por el hijo. Pero volviendo a los dos que ganaron dos elecciones presidenciales puede decirse que triunfaron electoralmente pero cabe preguntarse si tuvieron éxito. Claramente la respuesta es negativa. Es curioso que siendo Alessandri e Ibáñez dos personajes tan disímiles y contrapuestos hay dos rasgos comunes en el hecho de haber vuelto a ser elegidos. En primer lugar, ninguno de los dos terminó su primer período. Fueron sacados violentamente del poder en 1924 y en 1931 y se exiliaron y aunque el primero fue repuesto en el poder por otra junta militar que reemplazó a la que lo depuso, tampoco logró terminar su período constitucional porque estimó que el país era ingobernable. En segundo lugar, en ambos casos entre el primer y el segundo gobierno el país experimentó una crisis de esas que remecen las instituciones, crean inestabilidad y promueven la desconfianza y el temor. En síntesis, en ambos casos se produce la sensación de que el país está mal. También en ambos casos el segundo gobierno de Alessandri e Ibáñez trajo decepción y pasan a la historia con un dejo de mediocridad y desilusión. En la psiquis profunda del electorado chileno se formó colectivamente la imagen de que aquellos dos prohombres habían sido injustamente maltratados en la coyuntura política, que … “no se los dejó gobernar” …y que, por lo tanto, había que darles una segunda oportunidad para que materializaran su frustrada promesa y realizaran todo el bien que las esperanzas de la ciudadanía les suponía capaces de lograr. Pero el León de Tarapacá no volvió a rugir excepto para ligar su nombre a la ignominiosa e inútil matanza de complotadores rendidos el 5 septiembre y el General de la esperanza no barrió con la escoba que fue su símbolo electoral los males de Chile. En ambos casos, sus segundos gobiernos fueron mediocres y frustrantes. Gobernaron con unas cohortes de partidos y grupos de apoyo de precaria existencia dentro de los cuales estaban los que habían sido sus opositores en su primer gobierno. Se afianzaban creando redes de apoyo familistas que les garantizaran lealtad como si su preocupación principal fuera la de no ser sacados del poder por segunda vez y también en ambos casos la combinación de partidos y movimientos que los apoyó se debilitó, entró en
  • 6. 5 mezquinas pugnas de poder y se desarticuló hasta el punto de que los dos gobernantes fueron sucedidos por opositores. Así fueron los segundos períodos de gobierno de los únicos dos presidentes que en Chile han vivido la experiencia. No se les puede culpar por ello. Ambos deben haber creído que el destino les estaba dando una gran oportunidad y deben haber estado poseídos por un espíritu misional y patriótico. Pero la realidad y la historia gritaron otra cosa y la culpa más bien reside en un pueblo que confundió la gratitud con la esperanza y con sus propias frustraciones, depositándolas como un falso premio en dos ex presidentes que llegaban cansados a terminar lo que les parecía que les había quedado pendiente. Como no existe precedente histórico de un ex presidente que haya terminado normalmente su primer período y no haya existido una gran crisis institucional entre este y la segunda vez que se postuló y haya triunfado en ella, la analogía no es aplicable a la ex presidenta Bachelet pero para quienes están empeñados en que ella se postule nuevamente y rechacen el determinismo histórico con el argumento banal, voluntarista y oportunista de que lo que le pasó a Alessandri y a Ibáñez no tiene por qué pasarle a Bachelet, hay que advertirles otra cosa: ¿Qué pasa si Bachelet no gana la elección? De ex presidentes que no ganaron la elección presidencial en una segunda oportunidad sí que hay precedentes históricos y no fueron malos gobernantes, todo lo contrario, fueron buenos en la percepción de la opinión pública, que es subjetiva, y en las cifras, que son objetivas. ¿Por qué no ganaron la segunda vez? La explicación hay que buscarla en el carácter del chileno y en su psicología profunda como elector.
  • 7. 6 2. LA ANALOGÍA DE LAS AUTOPISTAS URBANAS. Quien haya tenido la experiencia de atravesar a pié una autopista urbana sabe de la extraña sensación de que lo que normalmente sería la vereda de enfrente está distante, poco visible y su cruce es más riesgoso. Ello porque lo que define a una autopista urbana es “acercar lo lejano y alejar lo cercano”. Ese mismo concepto es aplicable a la ex presidenta Bachelet. Con su silenciosa distancia desde Nueva York ella está cerca, muy cerca, del corazón o del alma de los chilenos y su imagen es una presencia constante entre ellos. Pero eso tiene como contrapartida que esos mismos corazones no palpitan de emoción frente a potenciales nuevos liderazgos que deambulan cercanos a ellos casi mendigando su reconocimiento, lo que es una actitud impropia de líderes. Esa situación, tan gratificante para ella, no lo es tanto para la política del país pues mientras ella ocupe ese espacio no surgirán liderazgos nuevos ni siquiera entre sus opositores pues ya se ve que los potenciales presidenciables improvisadamente surgidos bajo el alero del actual gobierno de derecha condicionan sus movimientos estratégicos a lo que ella hará y aunque algunos declaren que desean competir con ella en el fondo de su conciencia deben estar deseando que no se presente pues su presencia o ausencia en la contienda presidencial puede representar para esos competidores la diferencia entre el éxito o el ridículo. El hecho de que una decisión electoral de la ex presidenta determine el accionar de otros potenciales candidatos es un indicador de que ella tiene bloqueada la emergencia de nuevos liderazgos. El auténtico líder se anticipa a los hechos, prevé por una especie de instinto lo que viene y crea escenarios en los cuales condiciona la acción y acorrala a sus adversarios. Nada de eso ocurre ahora porque hasta el momento es el “factor Bachelet” el que marca la pauta y determina los tiempos de los demás. Guardando las proporciones y sin ignorar las notables diferencias de personalidades y de circunstancias históricas, algo parecido le ocurrió a la izquierda chilena con el ex presidente Salvador Allende. ¿Por qué desde 1952 hasta 1970 nunca dejó de ser la figura máxima del socialismo? Impermeable a las críticas, con altibajos de popularidad pero con una elevada opinión de sí mismo, fue cuatro veces candidato presidencial mientras en su sector los precandidatos alternativos subían, bajaban o los bajaban y hasta se aburrían. Aún en condiciones adversas se las arregló para bloquear a todo potencial líder que le hiciera sombra y está claro que lo consiguió. Independientemente de la opinión positiva o desfavorable que se tenga de él, hay algo respecto de lo cual no hay duda: era un líder. Y ese es un espacio que no se comparte. En el cuadro político actual de Chile y mientras la ex presidenta Bachelet no resigne formal y explícitamente su rol y la ciudadanía se convenza y asuma de que ya no puede contar con ella como potencial presidenciable tampoco hay duda: es una líder y ese espacio no se comparte. Lo prueba la presencia inefable de Bachelet en la política chilena que no ha permitido el surgimiento de nuevos liderazgos.
  • 8. 7 3. LAS GRANDES FIGURAS DEL PASADO Y LAS PEQUEÑAS FIGURAS DEL FUTURO. Hubo momentos de la historia política de este país en los que en una misma elección, ¡¡atención!!: en una misma elección, postularon personas como Alessandri, Frei o Allende, que antes de ser nombres de avenidas fueron personas de carne y hueso con las que los ciudadanos se podían cruzar en las calles pero que “antes de ser presidentes” tenían un aura de reconocimiento, respeto y admiración. Los apelativos del “paleta”, el “tata” o el “chicho” eran formas de aproximación afectuosa con que el pueblo imbuido de su superioridad democrática se permitía ser confianzudo pero no irrespetuoso con ellos. Si hasta ese largo paréntesis innombrable de la política chilena tuvo el apelativo cariñoso de “pinocho” aunque tardíamente quedara en evidencia la increíble cazurrería del pueblo chileno pues nadie se dio cuenta que el apelativo se refería a la razón por la cual a Pinocho le crecía la nariz. Posteriormente, los presidentes concertacionistas que le sucedieron también poseían desde antes de llegar al cargo ese aura de reconocimiento, respeto y admiración aunque ya no ese apelativo popularmente afectuoso. Mirando hacia el futuro próximo y tratando de identificar a figuras que se perfilan como potenciales presidenciables se tiene la misma sensación de estar procurando reconocer personas en medio de una densa neblina nocturna. Son todos desdibujados. En analogía con esas personas a las que se les conoció un pasado mejor y más promisorio pero que tienen un modesto presente dan ganas de preguntar: ¡¡¿Qué te pasó Chile?!! Haber integrado algún directorio, administrado empresas, algún municipio o ministerio o no haber administrado nada, haber participado en algún rescate exitoso o trágico ¿es motivo suficiente para aspirar a la presidencia de la república? Está claro que algunos aspirantes no tienen pudor. Por el lado de los preseleccionados desde la derecha y antes de que fueran proclamados, aún cuando tenían lugares preferentes muy secundarios en las encuestas de opinión pública, se pudo detectar una significativa correlación con la frecuencia de sus apariciones en la televisión y en los demás medios de comunicación. Cabe, entonces, reiterar la pregunta: ¿es motivo suficiente para aspirar a la presidencia? Evidentemente no. Esa popularidad mediática sirve para la farándula y puede ser la vía para llegar a participar con muy buena paga en un reality pero no para gobernar un país. A menos que el país sea tan decadente como un reality y ahí está el núcleo explicativo del asunto:
  • 9. 8 lo que ocurre en la política chilena es un reflejo de la decadencia cultural y psicosociológica del país y es bueno, por lo menos, darse cuenta de ello. Qué lástima que, ante tanta mediocridad, al igual que algunos premios fallidos, la presidencia de la república no pueda declararse vacante por un período completo. Lo penoso es que si ello fuera hipotéticamente posible no sería una oportunidad para autogobernarse anónima y prudentemente sino que el espacio gubernamental lo llenarían quienes puedan convocar más gente marchando por Alameda en alianza con quienes logren tomarse algún puente y paralizar el funcionamiento de una región, provocar incendios en la Araucanía y parar la construcción de alguna central eléctrica, es decir, por los más vociferantes. Es en ese contexto lastimoso y desesperanzado que la ex presidenta surge luminosa con la imagen de una mamá poderosa, cálida y protectora. Pero, cuidado. Es cierto que ella es auténtica en lo que representa. No obstante, son mucho menos auténticos algunos de los que quieren cobijarse bajo la imagen de la presidenta-símbolo, la que, por cierto, algún día lejano será nombre de avenida.
  • 10. 9 4. EL CARÁCTER DEL CHILENO COMO ELECTOR Y LA IMPOSIBILIDAD DE RESPONDER A TANTAS EXPECTATIVAS. El chileno medio, ese que es un agregado estadístico y multiplicado de todos los defectos individuales y de algunas virtudes pero pocas de los chilenos reales, que posiblemente no exista como persona pero que es una construcción sociológica de “lo chileno”, es electoralmente lábil, inconstante e inmaduro. Dicho en una palabra: no es confiable. Ese calificativo popular de “chaquetero” se convirtió en paradigma psicológico que refleja la envidia y el complejo de inferioridad disimulado al “tirar de la chaqueta” simbólicamente para bajar al que se eleva o destaca sobre los demás por algún mérito. Pues bien, el chileno medio es electoralmente “chaquetero”. Al poco tiempo de elegir a un candidato para un cargo se vuelve crítico y descontento, se siente desilusionado y suele afirmar que “nunca más” votará por él o por lo que él representa. ¿Acaso en los comienzos del gobierno de Bachelet no se oyó a más de alguien afirmar que nunca más volvería a votar por una mujer o más recientemente afirmar que nunca más volvería a votar por la derecha? Desde que dejó de ser presidenta el chileno medio ha elevado a Michelle Bachelet a los altares cívicos adorándola con los inciensos de las encuestas. El análisis seriado de las más confiables encuestas realizadas por organismos especializados a los que la opinión pública confiere generalizada credibilidad demuestra una aprobación creciente, un rechazo mínimo y la percepción inmensamente mayoritaria de que volverá a ser presidenta. En el lenguaje típico de las encuestas, si la elección presidencial fuera el próximo domingo el alma o la mente del chileno medio desearía que asuma el próximo lunes. Pero el alma o la mente cuando se tiene que expresar en intenciones y comportamientos se refleja en lo que psicológica y sociológicamente se denomina el “imaginario colectivo”. En este caso el imaginario colectivo se funda en la nostalgia convertida en esperanza. No obstante, esa nostalgia no está basada en la realidad. No es que el chileno medio antes, en tiempos de Bachelet, estuviera bien y ahora esté mal. Objetivamente, el chileno medio está ahora mejor que antes pero su nostalgia es de una representación, es decir, de una construcción de la mente sobre su pasado reciente cuando gobernaba Bachelet. Eso es lo que la inmensa mayoría de los chilenos quiere reinstalar en su futuro próximo como esperanza, no la realidad de aquel tiempo sino su sensación actual y subjetiva de lo que fue aquel tiempo. En términos coloquiales se puede decir que el chileno medio está bien pero le falta su mamá.
  • 11. 10 En eso reside el riesgo de decidir postular nuevamente al cargo a la ex presidenta sobre la base tan precaria de una posición dominante en un continuo de encuestas en las que un conjunto proporcionalmente pequeño aunque representativo denominado “muestra”, con su correspondiente margen de error, ha tenido la oportunidad de expresar sus esperanzas y también de encarnar sus frustraciones. ¿Qué pasaría si la ex presidenta cediera a esa tentadora oferta y el “chileno medio” la instalara nuevamente en el cargo? Quedaría expuesta a la labilidad e inestabilidad de esa masa ciudadana y al riesgo de pasar de la pública devoción al ninguneo irrespetuoso ante la imposibilidad de satisfacer las expectativas de la inmensa mayoría de esa plebe informe que ahora clama por ella. Porque está claro que el entusiasmo bacheletista es de tal magnitud que lo único que tiene en común es precisamente eso: el entusiasmo bacheletista pero dentro del cual se ocultan o disimulan intereses, intenciones y propósitos contradictorios. Está claro que la ex presidenta es muy consistente y coherente en su pensamiento y con su pasado pero también está claro que el bacheletismo no es consistente ni coherente. Ella trasciende a su partido y a los de la concertación. A eso a lo que actualmente se denomina la oposición la única persona que podría cobijarla entera bajo su nombre es ella. ¿Para qué?, ¿para gobernar? Absolutamente no. Sólo para dar paso a una pugna violenta tan poco elegante y sofisticada como puede serlo un matadero. Si hasta dentro de quienes apoyan o apoyaron al actual gobierno de la alianza habría quienes estarían dispuestos a votar por ella. Recuérdese cuando un ex candidato presidencial de la alianza demostrando un refinado sentido de la oportunidad se declaró “aliancista- bacheletista”, cuando comprendió que ante la creciente popularidad de la entonces presidenta resultaba perjudicial apuntar los dardos opositores hacia ella y sólo se podía bajar la mira hacia su base de apoyo que era la concertación cuya popularidad era decreciente. Es cierto, entonces, que el espectro electoral de un hipotético futuro gobierno de Bachelet abarcaría incluso hasta un sector de “aliancistas desilusionados”, lo cual sirve para ganar una elección pero no para gobernar. Surgiría en tal caso una amenaza condenatoria: el desgastarse arbitrando los conflictos entre sus centrífugos grupos de apoyo y, ante el agotamiento de sus energías, terminar conformándose respondiendo a los intereses de un pequeño grupo que a cambio de su lealtad a toda prueba la aislará y se cobijará bajo ella. Para ese rol es que se ha creado el concepto de “camarilla”. El desgaste pasa a ser dramático cuando hacia el final los ex grupos de apoyo empiezan a acomodarse y a posicionarse a la sombra de alguna nueva figura emergente con miras a la siguiente elección.
  • 12. 11 5. MITO Y PERSONA. William Frederick Sater, un historiador norteamericano, publicó en 1973 un libro extraordinario que bastante tiempo después fue traducido al castellano: “La imagen heroica en Chile. Arturo Prat, un santo secular”. A él le llamó la atención que en hogares modestos y rurales era frecuente encontrar en alguna pared un retrato de Arturo Prat junto a una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, de la Virgen María o de algún santo. Investigó y construyó metodológicamente una tesis. No cabe duda de que en la realidad Arturo Prat, abogado y marino, tenía una personalidad cautivadora, muchas virtudes y méritos, era buen esposo, inteligente, estudioso, caballero, austero y valiente. Una semana después de su muerte, o sea antes de que la persona se empezara a convertir en héroe, los opositores al presidente Pinto recurrieron a ese hecho para criticar la calidad de la flota y la conducción de la guerra y la imagen de Prat y su sacrificio fue utilizada para agudizar los ánimos, aumentar el reclutamiento de jóvenes combatientes y exaltar la moral de guerra. A partir de allí, el inconsciente colectivo del chileno, adecuadamente estimulado por políticos, historiadores y comunicadores, no paró de elevarlo a la categoría de héroe. No bastó con que Prat, en la realidad, fuera un hombre brillante y valiente. Pasó a ser un paradigma, un ejemplo, la medida de lo que todo chileno debiera aspirar a ser, sin conseguirlo naturalmente. En una de sus conclusiones Sater dice … “Los chilenos, amenazados y asustados necesitaban un héroe y Arturo Prat fue el primero en llenar estos requisitos. Efectivamente, Prat siguió siendo popular porque las virtudes que ejemplificaba y los actos que llevó a cabo podían ser usados para satisfacer las necesidades de una sociedad cambiante. El héroe, entonces, puede encarnar la quintaesencia de las aspiraciones y deseos de una nación y convertirse así no en un símbolo de una época, sino de la eterna búsqueda de la perfección a que tiende el hombre”. El nombre de Arturo Prat, aplicado a lugares, instituciones, clubes, escuelas, calles y avenidas, se convirtió en un icono nacionalista casi religioso con el que los chilenos se identifican. Al revés, nadie estaría interesado en oír o en repetir una crítica ni en creer algo negativo que se dijera de Prat. Es claramente un mito. ¿Es posible decir algo semejante de Michelle Bachelet? Guardando las proporciones y las distancias históricas, si. Ella, además de ser en la realidad una persona con notables atributos, méritos y virtudes, es también un mito. Exceptuando la práctica prudente y moderada del género epistolar con motivo de saludos de aniversario o mensajes a
  • 13. 12 algunos partidos políticos, ha mantenido un notable silencio prácticamente desde 2010, sin embargo casi dos tercios de los chilenos quieren que vuelva a ser presidenta y creen que lo será. ¿Cómo? Si no habla. Precisamente, porque no habla. A cada chileno le comunica algo en la intimidad de su mente, de su espíritu o de su corazón. No porque efectivamente ella lo haga sino porque el chileno construye un imaginario diálogo interior con ella y así nacen los mitos. Por otra parte algunos medios de comunicación toman sus cartas y mensajes, una presentación de algún libro, un discurso en el extranjero o una breve declaración, los desmenuzan, seleccionan párrafos y sacan conclusiones interpretativas del tipo: cuando la ex presidenta dijo tal cosa quiso decir tal otra cosa. Una especie de oráculo como el que practicaban los sumos sacerdotes de antiguas religiones. Sin estar formalmente autorizados por ella, traducen acomodaticiamente sus dichos y así también nacen los mitos. Las pocas voces, generalmente secundonas, que se han alzado para criticarla o esbozar alguna falla de su gobierno directamente atribuible a ella, no han tenido eco ni acogida y más bien hunden en el descrédito o en el anonimato a quienes lo han intentado porque sus devotos admiradores, que son muchos, no quieren ni oír de ningún defecto o falla y si los hubo son causados por otros pero no por ella porque el mito debe permanecer incólume. Entre los que han elevado a la ex presidenta al carácter de mito nacional parece haber una gran parte, aunque no todos, que desean que vuelva a gobernar. ¿Es eso posible? ¿Hay riesgos en ello? Elevada a los altares de la democracia, convertida en una especie de santa laica, consagrada como la supermadre de Chile, los medios han acuñado para ella el concepto de “incombustible”, ¿puede descender a la arena política porque se lo piden unos dirigentes políticos apollerados que envejecen y encanecen sin haber alcanzado en su ya larga trayectoria ni una parte siquiera de lo que a ella le sobra que es reconocimiento, respeto, credibilidad y legitimidad? Sentirse protegido detrás de las faldas de mamá está bien para niños asustados al entrar al jardín infantil pero está mal, muy mal, para políticos avezados que quieren recuperar el poder que perdieron y que no se sienten capaces de hacerlo por méritos propios. Están exponiendo a un mito. Porque para volver a ser presidenta hay que ser candidata, hay que ganar la elección y hay que asumir y eso significa descender al terreno de la inmediatez, la coyuntura y la contingencia, es decir, al ácido que disuelve el mito, la imaginería y los sueños.
  • 14. 13 6. LA REPOSTULACIÓN A LA PRESIDENCIA COMO UNA OPERACIÓN MILITAR. Afirmar que la ex presidenta tiene “mentalidad militar” no es serio y carecería de fundamento sobre todo para alguien que no la conoce personalmente o no ha trabajado con ella, pero del análisis de sus comportamientos públicos y de su forma de tomar las decisiones se puede deducir que “es muy milica para sus cosas”. En lo formal basta recordar cómo se esponja con una satisfacción gestual evidente cuando revista tropas o cuando saludaba a la guardia de palacio en sus tiempos de gobernante. Currículo y pasado no son la misma cosa y ni siquiera tiene que haber una estrecha relación entre ambos pero en este caso la dimensión pública del carácter encuentra su explicación en ellos. El oficio militar del padre da un sello a una infancia cuartelera muy marcadora para el resto de la vida aunque no siempre con similar orientación. Pero en su caso sus dolorosas experiencias después de septiembre de 1973 y el subsecuente exilio traen a la memoria casi un operativo de comando y la aplicación de técnicas de supervivencia y decisiones bajo incertidumbre. Luego vino su formación en alto mando y defensa en la ANEPE incluida la graduación con honores, la beca Presidente de la República y la continuación de estudios en el Colegio Interamericano de Defensa. No hay duda que se maneja con el tema. La instalación de su gobierno también tuvo algo de orgánica militar y eso no significa que haya sido buena. Por el contrario, hubo una primera etapa en la que las cosas parecían no resultar, un ninguneo machista, una lenta instalación del campamento, un reacomodo de las fuerzas para “sostener la posición” y una “contraofensiva” para enfrentar el asedio de las cúpulas partidarias que no comprendían por qué ni siquiera eran llamados a una reunión de estado mayor. Para qué decir lo que ha pasado después de entregar la presidencia. Es casi de manual de sala de juegos de guerra: - Repliegue táctico en el resto del mundo con cuartel general en Nueva York. - Abandono de la posición en Chile dejando sólo unas pequeñas y dispersas avanzadas de exploración en algunos partidos políticos, fundaciones y grupos de apoyo que a veces se disparan entre ellos y que en vez de cascos se protegen con unas chapitas con su nombre en solapas y pechos. El silencio durante los últimos años es un brillante ejercicio de contrainteligencia y desinformación. Ella habla cuando quiere y no cuando otros la quieren hacer hablar.
  • 15. 14 Por otra parte y de un modo mucho más reservado se debe estar preparando más bien afuera que dentro de Chile la logística para acumular las vituallas, equipos y recursos humanos, comunicacionales y monetarios que se requerirán para dar la batalla. Como sus adversarios más abiertos y declarados partieron con un año de anticipación y a medio tiempo, o sea, en junio 2013 tendrán que medirse competitivamente entre sí, quedará allí una carnicería emocional muy fuerte y todo lo que invirtió el que sea derrotado es absolutamente perdido e irrecuperable; por mientras habrán pasado varios meses dándose dentelladas, mostrando sus flancos más débiles y aburriendo a un electorado displicente que, como ya se sabe, sólo va a votar si no tiene otra cosa que hacer en aquel día y que se queja del calor y de que no le paguen el pasaje en bus al lugar de votación. Inclusive hay que considerar hasta un escenario de remota y escasa probabilidad en este momento, como el que quienes realmente manejan el poder en la sombra se aburran si ninguno de los dos candidatos levanta vuelo electoral y los cambien a ambos o a uno de ellos. Recuérdese que la derecha ya lo hizo con Julio Durán Neumann en 1964 y que la sombra es siempre un habitat muy adecuado para el verdadero gran poder. ¿Qué es eso sino “debilitamiento del adversario”? A ella, en cambio, le bastará con un pasaje sólo de regreso desde Nueva York y un teléfono celular pues sus huestes están desde hace años esperando. Después del fortalecimiento logístico y el debilitamiento del adversario debería desarrollarse las siguientes fases tácticas del proceso: - Guerra psicológica y acciones de contrainteligencia. - Elección, preparación y acondicionamiento del campo de batalla. - Acciones de distracción. - Escaramuzas de alcance limitado. - Factor sorpresa. - Movilización. - Ataque. Es de esperar y desear por el bien del país y por el de ella misma que la “comandante” jamás tenga que recurrir a la fase táctica alternativa que falta en la enumeración anterior: “campo arrasado o tierra quemada”. Si Bachelet decidiera, pese a todos los desagrados y esfuerzos que ello significa, dar la batalla por la presidencia otra vez y torcer a futuro la historia logrando que lo que ya hizo no sea recordado como “su gobierno” sino como “su primer gobierno”, parece conveniente tener en cuenta algunas cosas. En primer lugar, si bien una orgánica militar es un recurso de método muy práctico y eficiente porque pone orden en las ideas y en las acciones, prioriza adecuadamente,
  • 16. 15 clarifica el objetivo y racionaliza los recursos, su aplicación al campo de lo político es siempre de alcance relativo y su utilidad tiene un límite. Lo político siempre tiene un “plus ultra”, un más allá que trasciende lo ordenado, lo racional y lo claramente definido. El enfoque militar tiende siempre a simplificar lo complejo para evitar caer en los riesgos del combatiente que son la inacción y el inmovilismo. Las opciones se reducen en forma binaria por probabilidad o factibilidad. Las personas son aliados o enemigos, los elementos se tienen o no se tienen, las condiciones se dan o no se dan, la misión culmina en éxito o fracaso y si la circunstancia es un combate las más drásticas opciones finales son vivir o morir. Este proceso que es adecuado para el análisis de una decisión militar puede resultar fatal si se aplica al campo de las decisiones políticas donde la multiplicidad de matices contradictorios es un factor inherente a su naturaleza. En segundo lugar, desde una perspectiva militar, hay que considerar lo que es una de las mayores debilidades no de Bachelet sino del Bacheletismo. En la nomenclatura militar el concepto de “unidad de doctrina” sirve para darle un sentido a la acción. Se trata de un cuadro valórico dentro del cual se enmarca la acción de manera que la conducta de cada miembro de la organización sea predecible y esperable dentro del correspondiente marco de premios y castigos en cualquier circunstancia por adversa que sea y aún en los casos en que no exista posibilidad de control. En el Bacheletismo la “unidad de doctrina” es imposible de encontrar pues se cobijan bajo su nombre intereses contrapuestos, ideologías irreconciliables, esperanzas y nostalgias junto con una variedad de intenciones que van desde la personal y mezquina ambición de poder hasta la altruista y generosa idea de ser parte de un gran proyecto nacional liderado por una mujer excepcional y admirable.
  • 17. 16 7. ¿CON QUIENES GOBERNAR? La fortaleza estadística de Bachelet es inconmensurable y no tiene parangón en la historia reciente del país. Quizá se podría hallar un equivalente remoto en el Ibáñez de 1952 siempre que en aquella época hubiera habido encuestas de metodología muestral y confiabilidad tan parecidas a las actuales, lo que no es el caso. Bachelet en las encuestas les gana a todos ya sea comparados uno por uno o sumados todos juntos. La inmensa mayoría de los encuestados votaría por ella, desean que sea nuevamente presidenta o, lo que sería peor para los que no votarían por ella ni desean que vuelva, esos mismos creen que de todos modos va a serlo. Por lo menos en la intención, el deseo o la creencia es imparable. Hasta ahí todo va bien. Parece que ganar la elección no es problema. El problema es con quién gobernar. Se podría imaginar con humor, si no fuera en verdad un hecho triste, las expresiones y actitudes de su primer no gabinete, es decir, de todos los que recibieron una señal o concibieron una expectativa de que serían ministros y terminaron no siéndolo. Parafraseando el célebre antipoema de Nicanor Parra: “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, resulta que la aprobación de Bachelet supera a la aprobación de la Alianza más la Concertación, de modo que si hipotéticamente pudiera gobernar con ambas, la suma de la popularidad de ese imaginario equipo de gobierno no le haría el peso a la popularidad de la gobernante sola. Por el lado negativo de los rechazos tampoco las cifras tendrían un ajuste lógico pues como ella tiene el menor porcentaje de rechazo con quien quiera que sea que forme parte de su eventual equipo de gobierno tendría más rechazo que ella. En el supuesto caso que aceptara ir a una primaria para ser candidata, los contendores derrotados tendrían el deber moral, político y … práctico de apoyarla, de modo que en los partidos, movimientos y grupos de estos estaría la base de reclutamiento para formar su futuro gobierno. Pero hay allí otro problema: al margen de los candidatos de la derecha ya hay otros ex concertacionistas que han anunciado que sus postulaciones son a todo evento, que no participarán en ninguna primaria y que, por lo tanto, serían sus potenciales contrincantes en la primera vuelta de noviembre 2013. Con ellos naturalmente no se podría formar ningún equipo de gobierno, salvo algún viraje oportunista y degradante que la opinión pública castigaría en un anónimo ataque de moralidad en las encuestas. Como se ve, no hay caso, si Bachelet aceptara ser candidata y luego ganara la elección, su equipo de apoyo gubernamental está condenado a ser más impopular que ella misma. Al menos, al inicio ya que en el ejercicio del gobierno esa situación se puede revertir,
  • 18. 17 aunque lo más probable es que se revierta a costa de la baja de popularidad de la propia gobernante. ¿Con quién gobernar, entonces? ¿Con quién armar una base de apoyo sólida que tenga mayoría legislativa, propuestas claras de bien público en una estructura programática coherente, capacidad de movilización de masas, discurso comunicacional con fuerza dialéctica para anular a los opositores y donde no se cree tribuna para ningún díscolo? En la gestación del gobierno de Bachelet hubo dos importantes malentendidos que al tener distintos orígenes se anularon en una especie de juego de suma cero y cuya rectificación dejó a todos satisfechos. El primero fue el ninguneo de las cúpulas partidarias incluyendo la de su propio partido que jamás le habrían dado el pase para postularse si no hubiera sido porque vislumbraron que la oleada de popularidad de la entonces ministra los empaparía inútilmente, porque hay que acordarse que a Bachelet la eligió primero el corazón de la gente anónima y después su partido que tuvo el olfato político para darse cuenta de eso a pesar de que había otros nombres más confiables para la maquinaria partidaria. El segundo malentendido se produce en la etapa de instalación de su gobierno cuando ella necesita demostrar quién tiene verdaderamente la manija y prescinde de la influencia de las dirigencias partidarias. Sólo un ejemplo. Decirles que uno de los criterios de selección será que “nadie se repetirá el plato” es una peligrosa advertencia para cualquier partido que por naturaleza aspira siempre a una proporción abusiva y desigual pero a su favor entre los votos que aporta y los cubiertos que le corresponden en la mesa del poder. Todo eso se arregló después pero revivirá con más fuerza en un eventual segundo gobierno que al no tener en el horizonte otra vez la posibilidad de Bachelet hará la competencia más despiadada. Si un candidato en condiciones normales de apoyo y popularidad reflejada en votos gana una elección tiene claro con quien gobierna: ¡con los suyos! Pero ¿cuáles son los suyos de Bachelet? Cuando se tiene tanto apoyo y popularidad la base electoral se hace más heterogénea y su transversalidad dificulta la formación de equipos para tomar decisiones cuando llegue la hora de cumplir lo que se prometió. Si fuera el caso para Bachelet la formación de sus equipos de eventual gobierno tendría que comenzar con un criterio distinto del usual: no decidir a qué personas convocar primero sino empezar por definir primero a qué grupos bajo circunstancia alguna se podría dejar afuera.
  • 19. 18 No tiene sentido detenerse en el lugar y rol de los partidos políticos. Por muy desprestigiados que estén son inherentes a la esencia de la democracia y no se puede pensar siquiera en gobernar sin ellos. No obstante, en los últimos años empiezan a marcar presencia y aparecer con más relevancia los movimientos sociales. En los ambientes políticos ya se ha instalado el reproche de que los últimos gobiernos y no sólo el actual no son inclusivos porque han ignorado a los movimientos sociales que formarían parte del nuevo paisaje político chileno, que los partidos van hacia la decadencia y la obsolescencia precisamente por haberlos ignorado y que una propuesta programática de gobierno debe asignarles reconocimiento. Aquí si que hay que detenerse para evaluar este fenómeno. Desde el punto de vista de la formación de equipos para gobernar son NADA. Los movimientos sociales son grupos de demanda y se organizan para el activismo de protesta pero no tienen ninguna capacidad para producir decisiones sino sólo para retroalimentar las decisiones que son propias del nivel institucional político. Cientos de miles de personas caminando y vociferando por calles, plazas y avenidas o interrumpiendo el paso en autopistas o puentes son exactamente nada mientras no caminen hacia los lugares de votación en día de elecciones y logren con su voto revertir su situación. Esbozando brevemente una explicación teórica sobre los movimientos sociales, todas las organizaciones o grupos para la participación ciudadana son factibles de clasificar en las cinco siguientes categorías: 1. Basadas en el lugar donde se vive. 2. Basadas en el lugar donde se trabaja. 3. Basadas en la representación ante la autoridad para la satisfacción de necesidades colectivas y clientelísticas grupales o sectoriales que tienen su origen en derechos. 4. Basadas en la reivindicación de aspiraciones que no tienen su origen en derechos sino en la frustración de proyectos personales. 5. Grupos o movimientos anómicos. Cabe preguntarse si es posible formar gobierno con las juntas de vecinos, la Coordinadora Arauco – Malleco, los órganos de resistencia territorial de Walmapu, la asamblea de Dichato o el movimiento social de Freirina (categoría 1). O con los sindicatos y asociaciones de bienestar (categoría 2). O con jóvenes, estudiantes, mujeres, tercera edad, consumidores, indígenas, minorías de opción sexual, exonerados, exiliados, torturados, pobres, víctimas de acciones específicas, discapacitados o
  • 20. 19 subsidiados (categoría 3). O con la agrupación de estudiantes estafados por el crédito CORFO, los que quieren ser padres, amor de papá, el colectivo acción directa (CAD), el movimiento social por la región de Aysén o el movimiento ciudadano inundados (categoría 4). Naturalmente los que integran la categoría 5, grupos o movimientos anómicos, no estarían interesados o capacitados para formar parte de ningún gobierno porque allí están los que salen a celebrar el día del joven combatiente y los encapuchados. Definitivamente, para ese propósito los movimientos sociales no sirven para nada, por lo que para gobernar no quedan sino los partidos políticos. El problema es ¿con cuáles?
  • 21. 20 8. EL SELLO O IMPRONTA DE SU EVENTUAL PROGRAMA DE GOBIERNO. Como un corolario de las dificultades que tendría para formar equipos de gobierno representativos de la amplísima transversalidad inicial de sus grupos de apoyo también surgirían dificultades de densidad equivalente para armar una propuesta programática coherente y atractiva. Claro que en este caso la dificultad tiene soluciones tácticas y estratégicas como también comunicacionales. Decir que un programa de gobierno es tan indispensable como inútil no es un contrasentido. Es indispensable tenerlo como elemento formal y como marco referencial de las políticas públicas que se aplicarán una vez que se haya alcanzado el gobierno pero es inútil en términos prácticos porque exceptuando a la clase política y a los especialistas del ámbito académico y los think tanks, nadie los lee y a nadie le importan. En ese sentido se parecen mucho a la guía de teléfonos o directorio telefónico: se los consulta para un dato específico pero nadie los ha leído completos. Además, son muy parecidos entre candidaturas opuestas. En la última elección presidencial a los especialistas que realmente los leyeron, entre los cuales se cuenta el autor de este texto, quedó claro que no había profundas diferencias entre Tantauco y Océanos Azules y similar fenómeno ya se había dado desde las propuestas programáticas de la época de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín. Eso no es malo. En un esquema político acotado por la democracia, con un marco ideológico cultural dado y casi inamovible y para un período presidencial corto y, gracias a Dios, sin reelección inmediata, las diferencias programáticas pueden darse más bien en las prioridades de política pública, las metas cuantitativas y los procesos. En el caso de Bachelet ella misma es su propio programa y ya está escrito en su vida y en su obra y las principales diferencias con otras candidaturas están dadas por la densidad de la esperanza y por la credibilidad. ¿O alguien puede sostener que esos miles de chilenos que llevan años queriendo o creyendo en su retorno a la presidencia están esperando un programa para tomar una decisión definitiva? O, para validar lo anterior, se puede formular la pregunta en sentido contrario: ¿alguien puede creer que esos mismos chilenos van a cambiar su decisión en el caso que otro candidato les ofrezca un programa de gobierno más atractivo? No obstante, hay sectores, particularmente entre las cúpulas políticas, que sostienen que hay que ver primero lo que se propone para gobernar antes de comprometer apoyos incondicionales a una persona. Es muy digno y refleja un respeto básico tanto a las ideas como a la ciudadanía que representan. Por lo tanto, para eso sí que se requiere un programa de gobierno pero ahí empieza el problema porque dada la amplísima transversalidad de apoyos que tiene Bachelet, si se da a todos los grandes sectores la posibilidad de participar en el diseño programático y se recogen en él todos los intereses
  • 22. 21 resultará un híbrido imposible de materializar porque las demandas y expectativas cubren un espectro con extremos irracionales y contradictorios. Tómese brevemente sólo algunos ejemplos de entre los más amplios y generales que se pueden dar. La asamblea constituyente. Diversos grupos la exigen ya y la plantean como una condición irrenunciable para decidir su apoyo electoral. Al respecto hay que decir que la idea de elegir por votación popular a un grupo de personas para el único objeto de debatir y redactar una constitución que después será sometida a plebiscito o referéndum no tiene precedente alguno en todo el historial constitucional de Chile. El plebiscito sí aunque haya sido inducido y manipulado pero la asamblea no. Naturalmente que eso no se podía esperar en los llamados reglamentos constitucionales de 1811 y 1812 ni del reglamento para el gobierno provisorio de 1814, tampoco se hizo con la constitución de 1818 que se empezó a redactar en mayo y se juró en octubre de ese año. Lo más parecido es lo que ocurre con la de 1822, cuando O’Higgins transforma en constituyente la convención originalmente nombrada para preparar la corte de representantes como consecuencia de una solicitud de grupos de opinión en el sentido de que el país se diera una nueva constitución en cuya discusión intervinieran representantes libremente elegidos. En 1823 el Congreso que tenía facultades constituyentes nombró una comisión redactora pero el texto fue de redacción exclusiva de Juan Egaña (duró menos de dos años porque fue expresamente derogada en enero 1825). En 1826 fue una persona, don José M. Infante, quien presentó al congreso un proyecto ya redactado y por ley de 21 julio 1827 se acordó consultar a la nación sobre el sistema de gobierno que debería adoptar la nueva constitución. En 1828 la asamblea constituyente fue perturbada por el desorden político en Santiago y el congreso se trasladó a Valparaíso y delegó la redacción del anteproyecto en una comisión de cinco personas que, a su vez, la delegó en don José Joaquín de Mora, de nuevo una sola persona, para redactar definitivamente lo que se conoce como la constitución liberal. Para la de 1833 se estableció en 1831 la gran convención constituyente compuesta por 36 ciudadanos que nombró una comisión redactora del anteproyecto que fue aceptado sin discusión por el congreso y jurado por las autoridades el 25 y 26 mayo 1833. Para la de 1925 se nombró una …”comisión consultiva encargada de informar al gobierno sobre todo lo relativo a los procedimientos a que debe ceñirse la organización
  • 23. 22 y funcionamiento de la asamblea nacional constituyente y a la cual se someterán también en consulta las materias que el gobierno estime convenientes”. En el mismo decreto que creó la comisión consultiva se nombró a 53 ciudadanos representativos de las distintas corrientes de la opinión pública, las que después se aumentaron hasta llegar a 122 y que sólo en tres sesiones aprobaron un proyecto que en realidad había sido mayoritariamente redactado por una sola persona, el ministro de justicia José Maza. La constitución de 1980 también fue elaborada por comisiones designadas. Como se ve, no hay tradición de amplia y representativa participación ciudadana en el historial constitucional de este país, aunque ello no obstaría para que se intentara si no fuera por el hecho de que es un procedimiento engorroso que desde el inicio de la elección de los miembros de una asamblea constituyente hasta la aprobación por plebiscito del producto terminado puede transcurrir casi un período presidencial completo plagado de tensiones y discusiones inútiles. Al respecto es muy gráfico el breve comentario de un senador del propio partido de la ex presidenta que ante la propuesta de asamblea constituyente propuso no fumar opio. Ya se ha advertido que sólo se enunciarían algunos ejemplos de conflictividad divisionista, desgastadora y centrífuga llegada la hora de dedicarse a elaborar un programa de gobierno entre las huestes bacheletistas. Además de la asamblea constituyente, estaría el de la educación gratuita y de calidad, la renacionalización del cobre, el sistema electoral binominal, la AFP estatal, el sistema de pensiones, la salud previsional, la propiedad de las aguas, la regulación del medioambiente, la crisis energética que se aproxima, la pobreza, la seguridad ciudadana, la canalización de nuevas formas de participación ciudadana, la mediterraneidad de Bolivia, la … ya, basta. El sólo enunciado agota. Por otra parte, se está gestando un nuevo gran tema de conflictividad que cruza los dos últimos puntos hasta aquí tratados: el de la participación de los partidos políticos en el diseño del programa de gobierno donde cada uno querrá dejar su impronta y la subsecuente integración como “partido de gobierno” en el caso de triunfar en la elección, cuestión que aquí se ha tratado como el dilema de ¿con quién gobernar? La ex presidenta llegó al poder como líder de la concertación de partidos por la democracia, una combinación poderosa y exitosa de cuatro partidos de centroizquierda que tenía como oposición a la siempre derrotada pero fuerte derecha representada por la alianza por Chile (lo de centroderecha es sólo un eufemismo de marketing) y desde la izquierda la oposición del partido comunista, consentidor y permisivo en los votos y feroz y vociferante en la crítica de palabra.
  • 24. 23 En el escenario actual, que es donde se dará la batalla electoral, resulta que está gobernando la derecha con un partido eje poderoso, organizado, ideológicamente coherente y que no deja pasar disparo sin responder, liderado por los jóvenes brillantes del gobierno militar, más canosos y gordos pero con las mismas ideas y con el acompañamiento del partido del Presidente, que es una comparsa inorgánica con mucho menor presencia territorial. La concertación es hoy una oposición ideológicamente andrajosa que se dedica alternativamente a consolarse con nostalgia de la grandeza de su pasado, que es real, o a autoculparse por las cosas que no logró hacer o cambiar. El resto lo configuran una serie de grupúsculos poco coherentes que en algunos casos han logrado firmas suficientes para tener existencia legal y que en general son desprendimientos díscolos de la concertación, del mismo modo como las hilachas se desprenden de un tejido pero que no sirven para formar otro tejido. Finalmente está el partido comunista que ahora cuenta con presencia parlamentaria por lo que ya no tiene que refundarse tras cada elección y que ha producido una nueva generación de jóvenes estalinistas. Ese es el cuadro político actual precario y modesto en el que eventualmente le tocaría irrumpir a la ex presidenta después de casi cuatro años de alejamiento. Para ello se requiere recomponer el cuadro pues la concertación ya no basta para asegurar una mayoría electoral, hay que agregar apoyos desde todos los sectores incluyendo la derecha moderada que actualmente tenga algún motivo para estar disconforme, porque la idea de sumar a todo lo que hoy es oposición para enfrentar al candidato gobiernista hoy no tiene asidero. Ese esquema tuvo validez ante Pinochet en el plebiscito del 5 octubre 1988 o en la primera elección presidencial siguiente pero no ahora porque “las oposiciones” son varias y no son sumables. En esos intentos por “sumar” se ha llegado a considerar la hipótesis de una suma imposible. El partido comunista que fue siempre un opositor a la concertación ha dado señales de que podría bajo ciertas condiciones considerar la posibilidad de integrar un eventual segundo gobierno de Bachelet y el partido demócrata cristiano, salvando primero la posibilidad de tener su propio candidato ha dado también señales de una disposición similar. Ahí surge un gran problema para quien pretenda liderar y encabezar esa combinación: democracia cristiana y comunismo no son sumables. Aún cuando ambos han tenido su ideología algo extraviada, no son sumables. Lo más extremadamente opuesto en lo ideológico es el socialcristianismo y el marxismo-leninismo. Eso no admite revisión ni cuestionamiento.
  • 25. 24 El partido comunista, que en 2012 celebró cien años de existencia aunque con distinto nombre (se fundó el 4 junio 1912 como partido obrero socialista y el 2 enero 1922 como partido comunista de Chile) al comenzar a existir como tal tuvo dos diputados: Luís Emilio Recabarren y Luís Victor Cruz, elegidos en 1921. Noventa años después tiene tres. A ese ritmo de crecimiento llegará a ser mayoría cuando la humanidad esté reinstalándose en el planeta Marte. Cogobernó con el partido radical en el Frente Popular que se había disuelto en 1941 (pero seguía funcionando de hecho) desde 1946 a 1947 con tres ministros (Obras Públicas, Agricultura y Tierras) y luego con la Unidad Popular desde 1970 a 1973. Experiencia de gobierno tiene poca pero de obstaculizar y perturbar al gobierno tiene mucha. Siendo partido de gobierno alentaba huelgas y sabotajes contra él mismo hasta que al hacerse insostenible su posición el gobierno (González Videla) envió un proyecto de ley para proscribirlo y ponerlo fuera de la ley que contó con el apoyo de casi todo el espectro político parlamentario de 1947, incluyendo algunos socialistas pero con el voto en contra de la falange nacional. Por su parte, el partido demócrata cristiano, que doctrinariamente asume el humanismo cristiano como filosofía y no como dogma religioso, es solidarista y corporativista, se opone al liberalismo y a la lucha de clases, tiene una presencia electoral mayoritaria constante y en sus poco más de cincuenta años de existencia ha dado tres gobernantes a Chile. A quienes sostienen que el partido demócrata cristiano es un partido acomodaticio y camaleónico habría que preguntarles si puede serlo una fuerza que cuando gobernó sola hizo la reforma agraria, la reforma educacional, la ley de juntas de vecinos, la promoción popular y la chilenización del cobre en seis años. Un caso raro de cogobierno de comunistas y demócrata cristianos por pocos años es el de la República de San Marino que no sirve como ejemplo porque es una extraña mezcla de mafia medieval, original pero poco digna de imitar. Además, el cogobierno terminó mal. Definitivamente, democracia cristiana y comunismo no son sumables para un proyecto programático de gobierno en Chile y eso es algo que quien aspire a gobernar con el apoyo de ambos debe tener muy claro.
  • 26. 25 9. CUANDO LA PRESIDENCIA ES PASADO. Uno de los problemas generalizados de los gobernantes es definir lo que harán después que dejen de serlo de entre un abanico de opciones y el núcleo más duro de ese problema es cómo elegir bien dentro de esas opciones. No son muchos los que puedan dar consejos prácticos basados en la experiencia y tampoco un ex gobernante puede andar abriendo su corazón y mostrando sus dudas y sus inquietudes acerca de su propia vida y de su propio destino, sobre todo cuando este está ligado a la historia de su propia patria para siempre. Se trata de personas exitosas, dignas y respetables que por varios años, a veces por gran parte de su vida, se vieron a sí mismos como gobernantes, que luego lo fueron y transcurrida más de la mitad de su existencia tienen que empezar a pensar ¿qué hago ahora? Es posible suponer que tienen mucho más claro lo que no tienen que hacer. En el caso de la ex presidenta Bachelet su proceso de reinvención ha sido brillante. Después de entregar el mando acunada por la devoción y la gratitud de medio Chile, en realidad de mucho más de medio Chile, fue llamada a ocupar un alto cargo recién creado en el aparato burocrático del organismo internacional más grande del mundo y como lo ha hecho bien recibe permanentemente honores, elogios, reconocimiento y testimonios de gratitud. En ese contexto se les ha ocurrido también a medio Chile pero sobre todo a una parte de la clase política que ella vuelva a ser presidenta. Si decidiera hacerlo, ¿no sería posible constitucionalmente agregarle un día más al período presidencial para que, sólo en su caso, sea de cuatro años y un día y se parezca más a una condena? Porque de condena tendría mucho el hecho de tener que hacerse cargo de las mezquindades y conflictos pequeños de los manipuladores del poder que inevitablemente la rodearían. ¿Podría la ex presidenta resistir las presiones y tentaciones respondiendo a sus seguidores: “factum facta est”, lo hecho, hecho está y confórmense con eso? ¿O más bien pensará: si la patria me llama, ¡ahí estoy yo!? Eso ya lo dijo José Artigas y no le fue bien. Hay quienes interpretando su carácter sostienen que ella es una disciplinada militante de su partido y si su partido la llama ahí estará. ¡Qué ironía del destino! Que a una mujer que hasta en los momentos más difíciles de su vida siempre miró para adelante, su pueblo la presione tanto para que mire hacia atrás, hacia lo que ya hizo, hacia lo que ya fue.
  • 27. 26 Una última pregunta. ¿Puede una ex presidenta reinventarse como candidata? Se requiere una humildad franciscana para asumir con serenidad de juicio la decisión de ir a una elección primaria después de haber sido presidente. De esa humildad el país fue testigo para definir al candidato de la concertación en la última elección presidencial. La primaria se está convirtiendo en un ritual de la democracia y eso está bien porque se hace efectivo un principio de igualdad pero someter a ese procedimiento al que es el menos igual de los ciudadanos que es el que fue primer mandatario tiene un componente de humillación. Hay que pensar que esa persona alguna vez encarnó la majestad del poder supremo otorgado y reconocido por su propio pueblo y humillarlo invocando un acto de liturgia democrática puede ser vergonzoso para ese mismo pueblo. Si de reinventarse se trata ¿no será mejor para la ex presidenta poner la mira en la Secretaría General de la Organización de Naciones Unidas que parece estarla esperando? MARCELO MANCILLA BETTI Santiago, Chile. 18 enero 2013. mmancill@ulagos.cl