Presentación de la exposición “Paisajes exteriores-íntimos-interiores” (esculturas en relieve, realizadas con materiales sólidos, objetos y pintura, con el empleo de técnicas muy variadas). Ver vídeo en: http://www.youtube.com/watch?v=htM3kgcbQI4
Ver exposición: https://luisjferreira.es/1-obra-plastica-exposiciones/3-paisajes-exteriores-intimos-interiores/
Paisajes exteriores, íntimos e interiores. Texto de catálogo
1. “PAISAJES EXTERIORES – ÍNTIMOS – INTERIORES”
Recapitulando mis muestras, destacaré que en la primera de ellas
(“Entre el azar y la reflexión”, de 1997) pretendía resaltar los aspectos
procedimentales de mi forma de crear fundamentalmente, como síntesis
constructiva de valores antitéticos: casualidad – intencionalidad,
espontaneidad o automatismo – cálculo, capricho o explosión sensitiva -
razón, azar – reflexión, libertad – orden, y también: material – ideal,
abstracción – concreción, manual – intelectual, etc. Al hacerlo, desvelaba
el “cómo” de las obras, desde el punto de vista metodológico. En la
segunda (“Bajo la piel”, de 1999) deseaba hacer hincapié sobre los
aspectos materiales, estructurales o corpóreo internos de mi obra;
aquéllos que, como soporte de la piel cromática, subyacen a la misma
condicionándola y haciéndola posible, pero manteniendo una relación de
interdependencia con ella. Quedaba así al descubierto el “con qué” de las
obras. Al tiempo, indicaba que existían otros aspectos que también
permanecían “bajo la piel”, pero del autor; ese complejo mundo interior del
mismo que se manifiesta en la obra como expresión de subjetividad, como
ejercicio de libertad y de transgresión y que en gran parte –al menos en mi
caso- fundamenta la obra y le da razón de ser. Pues bien, este será el
argumento de esta nueva exposición, presentada como: “Paisajes
exteriores - íntimos - interiores”, dejando visible con ello el “quien” de
las obras, mediante el “qué”. Así, pues, continúo con mi empeño de ir
desgranando muestra a muestra las claves teórico-prácticas de mi trabajo.
Esta nueva presentación de obra plástica se compone de 22 esculturas en
relieve.
Conviene indicar, para situar esta presentación, que ese mundo
interior integrado por factores múltiples (emociones, sensaciones,
sentimientos, estados anímicos, pasiones, inquietudes, pensamientos,
intuiciones, fantasías, valores, vivencias, idealizaciones, inconsciencia,
etc.) es a su vez el resultado de una integración paulatina personal forjada
–a partir del propio bagaje biológico- en un entorno determinado
(ambiental –del que forma parte lo natural-, social y cultural) o mundo
exterior, y que el autor al crear establece un diálogo plural en un ámbito
privado (consigo mismo y con la obra en ejecución) y en otro público (con
ese entorno que ha incorporado a sí y con los observadores de las obras,
a quienes se destinan); pero también lo hace en un plano real, tangible
(con los materiales de la obra y a través de las referencias representativas
a las que pueda hacer alusión –realidades concretas-) y en otro ideal o
abstracto (a través de los conceptos, valores, sentimientos, etc. a los que
pueda referirse y que transmita). De ese modo, la obra –en este caso los
paisajes- sería una entidad o realidad en sí misma que se refiere y nos
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2. traslada a realidades diversas (de origen externo e interno) integradas en
el autor, o dicho de otra forma, una objetividad fruto de una realidad
subjetiva compleja (el autor), síntesis a su vez de sus interacciones con
realidades objetivas también complejas (el entorno); es decir, sería la obra
integración de integraciones de realidades complejas de naturaleza dispar.
Esa visión sintética de lo interior y lo exterior, de lo privado y lo público, de
lo real y lo ideal me lleva, en la concepción de la obra, a cierta
globalización integracionista, y la asunción de la complejidad me hace
intentar superar los reduccionismos propios de los distintos “ismos”,
aparecidos en la historia del arte, que destacan aspectos particulares de la
realidad exterior (las cosas como se ven y su reproducción fiel, la
perspectiva como recurso, etc.), de la interior (la conceptualidad, el yo
proyectado emotivamente, la racionalidad, la espiritualidad, etc.) o de la
obra en sí (el color, la forma, la composición, el espacio, el volumen, la luz
etc.) confiriéndoles el protagonismo y desconsiderando frecuentemente
otros. En consecuencia, mi concepción plástica del paisaje no puede ser
restrictiva, ni en el sentido tradicional naturalista-realista, ni en el
contemporáneo en la medida en que se practiquen sesgos reductivos.
Haciendo una exposición sintética y lineal, no carente por consiguiente
de imprecisiones, de la evolución del paisaje a lo largo de su historia,
señalaré que el paisaje como género artístico autónomo (no subordinado
a lo religioso, político, histórico o mitológico) empezó a desarrollarse en el
siglo XVI con el Renacimiento; hasta entonces no fue más que un recurso
de mera ambientación de la escena plástica, con un papel secundario en
la representación de intención naturalista. Se comenzó describiendo
objetos, posteriormente se relacionaron entre sí formando un conjunto
visual (apareció la perspectiva a fin de producir una ilusión de realidad y el
paisaje naturalista llegó a ser paisaje realista). El género se diversificó en
distintos tipos de paisajes (natural, ideal, heroico o histórico, fantástico...).
En el siglo XVIII se popularizó el paisaje pintoresco y romántico y los
aspectos inmediatos y cambiantes de la naturaleza (el viento, la lluvia,
etc.) en él se hicieron notar. Con el subjetivismo romántico el paisaje pasó
decididamente al centro de la investigación pictórica. El impresionismo con
su fundamentación científica llevó hasta el final el periodo de
representación pretendidamente realista. A partir de ahí, prescindiendo ya
del naturalismo y del realismo, el postimpresionismo y en mayor medida
las denominadas vanguardias históricas y las que les sucedieron,
establecieron códigos autosuficientes de representación artística,
desvinculados de la experiencia sensible visual. Ya no se buscará –desde
estos planteamientos- imitar la forma sino crearla, copiar vida sino
encontrar un equivalente a ella, aspirar a la ilusión sino a la realidad; ello
se perseguirá con un movimiento de interiorización desde el ojo a la
psiqué, desde la mímesis a la expresión y desde la restricción a la libertad
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3. creativa -aunque se generaran otras restricciones-, hasta el punto de
parecer todo posible.
En estos paisajes que presento, la realidad, en su más amplio sentido,
es siempre la referencia y el punto de partida. Se trata de la realidad
externa como la veo, como la muestran imágenes tomadas de forma
directa o por medios tecnológicos, como la conozco; también como la
siento, como la imagino, como la intuyo, como me surge, etc. -
apareciendo ya aquí la realidad interna subjetiva-; pero además consiste
en la realidad material u objetual que tomo del entorno y que trabajada –a
veces reciclada- constituye la estructura vital de cada paisaje. Por lo tanto,
mis paisajes son representaciones a la par que expresiones de realidades
como las veo, conozco, siento, imagino... construidas a su vez con
realidades materiales; las representaciones vincularían los paisajes con la
realidad externa, mientras que las expresiones lo harían con mi mundo
interior. En ocasiones, inicialmente no encuentro relaciones directas
aparentes con experiencias visuales, estando más bien la obra en
conexión con mi interioridad (extrovertida a través de ella), pero al
suscitarme evocaciones y, por último, titularla establezco representaciones
concretas. En estos casos, la realidad que utilizo a posteriori como
referente (solamente la externa natural, no así la interior ni la materia
prima de la obra), sería no ya el punto de partida sino el de llegada; con lo
que introduzco un movimiento dialéctico entre figuración y abstracción, sin
alcanzar posiciones extremas (dado que la figuración no adopta
desarrollos restrictivos y la abstracción permite emerger elementos
evocadores) y fusiono ambas manifestaciones. Todos los paisajes son
construcciones imaginativas que al expresar reinventan lo representado y
le dan un nuevo sentido o visión, por lo que comportan necesariamente
una transformación de las múltiples realidades en juego, constituyendo
una nueva realidad, autónoma, con referencia intrínseca, aunque
mantengan la extrínseca señalada, más evidente esta última en unos
casos que en otros. Cabe añadir que, desde el punto de vista físico, estas
obras son auténticos paisajes, terrenos microcósmicos, territorios
habitados armoniosamente por diferentes materiales, objetos, medios,
vivencias, conceptos, etc., que intentan que el espectador participe de
ellos (los habite) al relacionarse con la obra. Algunos de esos materiales y
objetos están ubicados en el espacio plástico por su condición simbólica,
otros están extrapolados y recontextualizados y otros están
contextualizados con la función que les es propia, aunque por lo general
su funcionalidad en el paisaje es múltiple, pues suelen estar colocados
con ambigüedad.
Con la presentación de los tres tipos de paisajes: exteriores, íntimos e
interiores no pretendo establecer, o apoyar en el caso de que estuviera
establecida, otra tipología de paisajes diferente de las académicas
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4. existentes, ni a la par intentar restituir al paisaje en su estatus tradicional
de género pictórico, notablemente cuestionado por las prácticas artísticas
postmodernistas. Soy consciente de que ni siquiera es una clasificación
formal definida con la suficiente precisión y rigor. Aspiro sencillamente a
dar una visión personal del paisaje, en la que hago patentes aspectos que
me resultan significativos, reclamando –eso sí- su posibilidad y, en todo
caso, el ser utilizado como recurso expresivo o, como indicaba al principio,
manifestar el “quién” de la obra a través del “qué”.
Los paisajes exteriores están motivados por el entorno,
generalmente el natural. La alusión a él es más o menos clara, pero mi
intención nunca ha sido ofrecer una copia o repetición mimética, sino
afrontar un proyecto investigador y expresivo sobre esa realidad
subjetivizando lo concreto, con tendencia a la abstracción, aunque sin
llegar a ella propiamente en este tipo de paisajes, pero abordándola en
cierto modo en la medida en que en el paisaje exterior haya alguna
presencia del interior. En ellos la sensibilidad y particularmente la fantasía
transforman la realidad en un terreno abonado por la imaginación. El
paisaje objetivo existe con independencia incluso de que nuestras
percepciones lo sean, y no me parece necesario, ni interesante, intentar
reproducirlo; puede fotografiarse, filmarse o informatizarse, pero el paisaje
subjetivo –mi paisaje, aunque sea exterior- hay que crearlo, sin pretender
desconsiderar que pueda también crearse con esos medios técnicos. No
se produce, pues, con estos paisajes subordinación alguna a un hipotético
modelo natural, aunque posean una referencia formal extrínseca, sino
más bien recrean una visión particular y propia de la naturaleza.
De igual modo los paisajes íntimos están motivados por la
naturaleza, pero en este caso referida al cuerpo humano -a su totalidad o
alguna de sus partes-, de manera evidente, no tan evidente pero sugerido
y desvelado –o no- con la titulación, o expresado mediante símbolos. En
ellos el cuerpo, pues, se convierte en paisaje o en un elemento relevante
del mismo; ambos se funden buscando sintonía o constituyendo una
identidad, de forma que se podría hablar de la “carne” del paisaje y de
paisaje carnal, o del cuerpo como paisaje y del paisaje como cuerpo.
Detrás de estos lugares acogedores, tranquilos, entrañables,
reservados..., íntimos en definitiva, late la idea de la unicidad de la
naturaleza, que ve al ser humano como parte de ella, y que alienta
idéntica en el macrocosmos y en el microcosmos; pero también se aviva el
pensamiento animista en el que no se concibe lo real y lo imaginario como
antitético, puesto que ambos –lo objetivo y lo mágico- forman ese continuo
que es la vida. En alguno de ellos lo erótico –lo más íntimo, quizás-
adquiere un cierto protagonismo manifiesto o latente. Ya Freud, apelando
al inconsciente individual, mostró que todos los objetos, sobre todo los que
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5. funcionan, están en condiciones de recibir una significación erótica, y Jung
reveló que desde el inconsciente colectivo cualquier cosa puede asumir
una significación simbólica, incluso las formas abstractas. Elementos
puramente plásticos como curvas, redondeces, protuberancias, rendijas,
etc., aún siendo totalmente abstractos, pueden estar cargados de
analogías de distinto tipo, también eróticas por supuesto. En estos
paisajes con connotaciones directa o indirectamente eróticas, lo corporal
enlaza con la naturaleza exterior (vegetal, orográfica, astronómica, etc.) y
con lo estético, no con lo meramente carnal; exactamente igual que los
que no poseen este tipo de connotaciones. No trato en estos casos, pues,
de dar una visión erótica del paisaje, sino de expresar con naturalidad un
ámbito de vivencias personal y de integrar en esa expresión aspectos
diversos a los que confiero especial importancia.
En mis paisajes interiores no empleo el concepto académico de
espacio físico reducido y limitado o cerrado, sino una inversión del mismo,
ya que se trata de un espacio psíquico –no físico, inmaterial por
consiguiente-, tan amplio como se quiera y abierto por ilimitado. Es un
espacio doméstico, si se quiere, pero en este caso la casa -o mejor el
hogar- soy yo mismo. Normalmente se va construyendo con bastante
presencia del azar (presente también en los procesos de la naturaleza),
sin tema concreto ni forma preconcebida. Si en los paisajes exteriores e
íntimos la fantasía sobre todo transformaba la realidad en un terreno
abonado por la imaginación, en los paisajes interiores el proceso se
invierte también, de manera que la imaginación transforma la irrealidad en
realidad fantástica. En estos paisajes parto, pues, -a diferencia de los
otros- de la abstracción y desde ella objetivizo lo subjetivo, doy cuerpo a
una visión interior, de forma que la referencia propiamente intrínseca se
torna extrínseca y al hacerlo revelo, más que espacios, universos
interiores. Serían como una especie de muestra de viajes interiores –para
mi fascinantes- por todos los lugares que pueden ser explorados por la
imaginación, o una suerte de explosión interior y de erupciones volcánicas
que intentan hacer partícipes a los espectadores de la experiencia, y
conseguir que cada cual pueda ser protagonista de la misma, al menos en
el plano visual, mental y emocional. A veces el paisaje interior puede
parecer indescifrable por su apariencia abstracta, pero siempre alberga
diferentes posibilidades de desciframiento; tantas como se quiera o se
puedan encontrar / crear, ya que la interrelación entre la obra y su
observador tiene más posibilidades de desarrollarse ante obras poco
formalizadas o libres y más ambiguas –que encierran más capacidad de
estímulo, más riqueza -, y dado que esa relación puede ser tan variable
teóricamente como lo sean los contempladores, quienes ante la obra
pueden efectuar sus propias creaciones.
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6. Ninguno de los paisajes presentados responde de forma pura a uno
sólo de los tipos de paisajes descritos. Aunque podría definirse cada cual
por uno de ellos, en función de sus características más notorias, lo cierto
es que en todos hay mayor o menor presencia de los tres tipos; porque, a
parte de que no haya límites precisos que separen unos de otros, ya que
constituyen un continuo, me parece más rica y real la “impureza”, la
mezcla, el mestizaje, la complejidad, la diversidad; como si se tratara de
una metáfora de la propia realidad natural, cultural, social... e individual,
por mucho que podamos empeñarnos en establecer límites en ella. Intento
hacer patentes, pues, planteamientos incluyentes, valiéndome de la
integración e incluso identificación de distintos factores humanos
(anatómicos, fisiológicos, culturales, antropológicos, mitológicos... e
incluso psicológicos) y naturales (orográficos, vegetales, astronómicos...),
procurando que todo lo que existe en mi campo experiencial, por muy
dispar que sea, encaje y coexista armónicamente.
Es probable que la percepción de estos paisajes de identidad propia
produzca un cierto alejamiento de la naturaleza exterior al intentar,
inevitablemente quizás, confrontarlos con ella, pero existe la posibilidad de
que al mismo tiempo nos la acerquen. Confío en que su observador sepa
realizar este recorrido de vuelta y otros de tipo personal.
El Sauzal, Marzo de 2002.
Luis J. Ferreira Calvo
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