1. Amigo Félix
Insultado, amenazado y quemado su coche, Aranbarri ha cerrado cuatro años de trabajo
por Ondarroa
igor camaño - Lunes, 16 de Mayo de 2011 - Actualizado a las 07:59h
Quien tenga mochuelos en casa conocerá de primera mano la habilidad innata que han
desarrollado los medio metro para dominar el noble arte del mando a distancia. Dibujos
animados mañana, tarde y noche. Ni Bob Esponja ni Código Lioko ni cosas peores que
irradia la caja de luces resistirían un asalto a Pixi y Dixie, Tom y Jerry, Mazinger Z,
Orzowei... Los dibujos animados forman parte del fondo de armario personal. Para bien
y para mal. Como Marco, pues no habrá otra serie que haya hecho llorar tanto. La
Fiscalía de Menores debería actuar de oficio y prohibir la reemisión de tamaño dramón.
Bastantes lágrimas cayeron entonces. Basta ya. Nunca mais. Diputación queremos
solución. Lo que sea menester.
La muerte de Félix Rodríguez de la Fuente anudó de nuevo aquellas gargantas menudas.
Hasta Enrique y Ana -que no eran los vecinos del cuarto, como pensará la chavalería de
hoy- le dedicaron una canción, aquella de "Amigo Félix". Hay otro Félix, que sigue
muy vivo, seguramente más tranquilo, más satisfecho, más coherente y más ejemplar.
Es Félix Aranbarri, el alcalde de Ondarroa durante estos últimos cuatro años (sí, sería
más correcto poner presidente de la Gestora de Ondarroa, pero como el Scattergoris es
del menda, en estas líneas se le trata de alcalde).
Solo él, su mujer Asun y sus hijos saben cuánto de caro se paga el kilo de dignidad y
cuánto aprieta la mafia en un pueblo como Ondarroa. Así un día, otro, otro, otro. Así
cuatro años. Su único delito, manda huevos, consistió en implicarse por su pueblo y
evitar que reinara la anarquía. Los tribunales españoles anularon la lista de ANV en la
localidad costera y los radicales quisieron aplicar el cuanto peor, mejor. El PNV no
tragó. El asunto le costó más de un disgusto. Interno y externo. El miedo es libre y el
cementerio está lleno de valientes. Algunos renunciaron y argumentaron que no querían
ocupar un espacio que, entendían, no les correspondía. Félix, 67 años entonces, jubilado
de Caja Laboral, ninguna necesidad económica, ninguna ambición política, dio un paso
al frente y se puso a disposición de su partido. Esas cosas que salen de dentro (a
algunos). "Yo estoy para lo que haga falta", les dijo a sus burukides.
Y Félix, junto con otros compañeros jeltzales, comenzó a trabajar por su tierra, porque
no se hundiera, más, en cuatro años de abandono. Le insultaron. Le llamaron lapurra y
paratxutista. Le amenazaron. Cosieron la localidad con pintadas. Y le quemaron el
coche. El segundo en diez años. Una noche, un valiente prendió fuego a su todoterreno.
Con un par. "Claro que tengo miedo. Y mucho. Pero no por mí, sino por mi familia. Por
mi mujer y mis hijos. A eso no hay derecho. A mí que me hagan lo que quieran, pero a
ellos que les dejen en paz, no tienen nada que ver con esto". Así se desahogaba un día
en una visita a DEIA. Tono pausado, humilde, discreto, mirada clavada en los ojos del
interlocutor y sin poder espantarse de encima un soledad que, reflexionada medio
minuto, dejaba una agria sensación de culpabilidad involuntaria a quien le escuchaba.
2. "sin rencor" "Pese a todo lo que le han hecho sufrir no guarda rencor", señala orgulloso
alguien que le conoce muy bien. Y pone ejemplos. La Ertzaintza detuvo a un joven
relacionado con la quema de su vehículo. La madre acudió donde Aranbarri a ver qué
podía hacer por su hijo. Le atendió y le ayudó. A él, que le había quemado el coche.
También concedió ayudas a los que, tras mofarse de la bomba de ETA en la comisaría,
fueron a su despacho a ver qué había de lo suyo, del dinero para ventanas rotas. Y
mantuvo la subvención que históricamente el Consistorio daba para facilitar los viajes
de los familiares de presos de la banda. El PNV reparte estos días en Ondarroa un
folleto con dos hojas llenas de proyectos prometidos y cumplidos. No hay mejor
resumen de estos cuatro años de Félix.