Hora Santa con Jesús

HORA SANTA CON JESÚS
Dictada a María Valtorta
14 de junio de 1944.
Hora santa de Jesús.
I.
“Si no te lavare no tendrás parte en mi Reino”.
Alma que amo, y vosotros todos que amo, oídme. Soy Yo quien os habla, porque
quiero pasar con vosotros esta hora.
Yo, Jesús, no os alejo de mi altar aunque a él vengáis con el alma maltrecha por
plagas y enfermedades, o envuelta en lianas de pasiones que anonadan vuestra libertad
espiritual, entregándoos atados en poder de la carne y de su rey: Lucifer.
Yo continúo siendo Jesús, el Rabí de Galilea, aquel a quien los leprosos, los
paralíticos, los ciegos, los endemoniados, los epilépticos llamaban a gritos diciendo:
“Hijo de David, ten piedad de mí”. Yo continúo siendo Jesús, el Rabí que tiende la
mano a quien se ahoga y le dice: “¿Por qué dudas de Mí?”. Yo sigo siendo Jesús, el
Rabí que dice a los muertos: “Álzate y vive. Lo quiero. Sal de tu sueño de muerte, de tu
sepulcro, y camina” y os devuelvo a quien os ama.
¿Y quién os ama, oh dilectos míos? ¿Quién os ama con amor verdadero, no
egoísta, no inconstante? ¿Quién os ama con un amor no interesado ni avaro, sino cuya
única meta sea la de daros lo que ha acumulado para vosotros y deciros: “Toma. Todo
es tuyo. Todo esto lo he hecho por ti, para que sea tuyo y lo disfrutes”? ¿Quién? El Dios
eterno. Y Yo os devuelvo a Él. A Él que os ama.
No os alejo de mi altar. Porque este altar es mi cátedra, es mi trono, es la morada
del Médico que cura todo mal. Desde aquí os enseño a tener fe. Desde aquí, Rey de
Vida, os doy la Vida. Desde aquí me inclino sobre vuestras enfermedades y las sano con
mi soplo de amor.
Y aún hago más, ¡oh hijos! Desciendo de este altar y os salgo al encuentro. Heme
aquí que me asomo al umbral de estas casas mías, en las que demasiados pocos son los
que entran y menos aún los que entran con fe segura. Heme aquí que, figura de paz, me
asomo a vuestros caminos por los que pasáis abatidos, amargados, abrasados por el
dolor, por los intereses, por el odio. Heme aquí, que os tiendo las manos, porque os veo
vacilar cansados bajo el peso de enormes piedras que os habéis impuesto y que han
usurpado el lugar de aquella cruz que había puesto en vuestras manos para que fuera
vuestro apoyo, como lo es el cayado para el peregrino. Os digo: “Entra. Descansa.
Bebe”, porque os veo exhaustos, sedientos.
Pero vosotros no me veis. Pasáis junto a Mí, me empujáis, a veces por mala
voluntad, otras porque vuestra vista espiritual está ofuscada, a veces me miráis. Pero
sabéis que estáis sucios y no osáis acercaros a mi candor de Hostia divina. Mas este
Candor sabe compadeceros. Conocedme, hombres, que desconfiáis de Mí porque no me
conocéis.
Oíd. He querido dejar la Libertad y la Pureza que son la atmósfera del Cielo y
descender a vuestra cárcel, con este aire impuro, para ayudaros, porque os amo. Y aún
he hecho más: me he privado de mi libertad de Dios y me he hecho esclavo de una
carne. El Espíritu de Dios encerrado en una carne, la Infinidad aprisionada por un
puñado de músculos y de huesos, sujeta a sentir las voces de esta carne que padece el
frío y el sol, el hambre, la sed y el cansancio. Podía ignorarlo todo. He querido conocer
las torturas del hombre caído de su trono de inocente para amaros todavía más.
Y aún no me he conformado con esto. He querido –porque para compadecer hay
que padecer lo que padece aquel a quien se compadece– he querido sentir el asalto de
todos los sentimientos para sentir vuestras luchas, para entender cuán astuta que es la
tiranía que Satanás os pone en la sangre, para entender qué fácil es quedarse
hipnotizados por la serpiente si tan sólo por un momento se bajan los ojos sobre su
mirada fascinadora, olvidando que se vive en la luz. Porque la serpiente no vive en la
luz. Va a los escondrijos sombríos que aparecen sosegados y en cambio son engañosos.
Para vosotros estas sombras tienen nombre: mujer, dinero, poder, egoísmo, sentido,
ambición. Os eclipsan la Luz que es Dios. En medio de ellas está la Serpiente: Satanás.
Parece un collar. Es la cuerda para vuestra estrangulación. He querido conocer esto
porque os amo.
No me ha bastado aún. A Mí me hubiera bastado. Pero la Justicia del Padre podía
decir a su Carne: “Tú has triunfado contra la insidia. Sin embargo, el hombre–carne
como Tú no sabe triunfar, que sea castigado por ello porque Yo no puedo perdonar a
quien está inmundo”. He tomado sobre Mí vuestros oprobios. Los pasados, los de este
momento y los futuros. Todos. Aún más que Job para encubrir sus llagas, estuve
sumergido en un estercolero cuando, hundido por el pecado de todo un mundo, no osaba
ni tan siquiera alzar los ojos para buscar el Cielo, y gemía sintiendo pesar sobre Mí la
cólera del Padre acumulada durante siglos, consciente de las culpas que preveía. Un
diluvio de culpas sobre la Tierra, desde su amanecer hasta su noche. Un diluvio de
maldiciones sobre el Culpable. Sobre la Hostia del Pecado.
¡Oh hombres! Yo era más inocente que el niño que la madre besa cuando vuelve
del bautismo. Y de Mí se horrorizó el Altísimo porque era el Pecado, porque había
tomado sobre Mí todo el pecado del mundo. He sudado de repugnancia. He sudado
sangre por la repugnancia ante esta lepra en Mí, Yo que era el Inocente. La sangre me
ha roto las venas por el asco ante el fétido charco en el que estaba sumergido. Y para
completar esta tortura, a este exprimirse la sangre de mi corazón, se ha unido la
amargura de estar maldecido, porque en aquel momento no era el Verbo de Dios: era el
Hombre. El Hombre. El Culpable.
¿Acaso puedo, Yo que lo he padecido, no comprender vuestro abatimiento y no
amaros porque estáis abatidos? Por eso os amo. No tengo más que recordar aquel
momento para amaros y llamaros: “¡Hermanos!”. Pero el llamaros así no es suficiente
para que el Padre pueda llamaros: “Hijos”. Y Yo quiero que os llame así. ¿Qué hermano
sería si no os quisiera conmigo en la Casa paterna?
Entonces, pues, os digo: “Venid, que Yo os lave”. Nadie está tan sumamente
sucio que no le limpie mi baño. Nadie es tan puro que no lo necesite. Venid. Esto no es
agua. Hay fuentes milagrosas que sanan las llagas y las enfermedades de la carne, pero
ésta es más que ésas. Esta fuente mana de mi pecho.
He aquí el Corazón desgarrado del que brota el agua que lava. Mi Sangre es el
agua más cristalina que exista en lo creado. En ella se anulan enfermedades e
imperfecciones. Y vuelve vuestra alma blanca e íntegra, digna del Reino.
Venid. Dejad que Yo os diga: “¡Yo te absuelvo!”. Abridme vuestro corazón. En él
se encuentran las raíces de vuestros males. Dejad que Yo entre. Dejad que Yo desate
vuestras vendas. ¿Os repugnan vuestras llagas? Vistas bajo mi luz os aparecen lo que
son: hormigueros de gusanos inmundos. No las miréis. Mirad las mías. Dejadme hacer.
Tengo la mano ligera. No sentiréis más que una caricia... y todo quedará curado. No
sentiréis más que un beso y una lágrima. Y todo quedará limpio.
¡Oh, qué hermosos estaréis entonces alrededor de mi altar! Ángeles entre los
ángeles del sagrario. Y mi Corazón tendrá una alegría inmensa. Porque soy el Salvador
y no desprecio a nadie. Pero también soy el Cordero que pace entre los lirios, y me
complazco cuando estoy circundado de candor porque he tomado la vida y la he dado
para haceros cándidos.
¡Oh cómo veo a mi Padre sonreiros y al Amor fulguraros con sus fulgores, porque
ya no estáis manchados de pecado!
Venid a la fuente del Salvador. Que mi Sangre descienda sobre el ánimo contrito
y una voz, en la que está la mía, diga: “Yo te absuelvo en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo”.
II.
“Uno de vosotros me traicionará”.
¡Uno de vosotros! Sí, en la proporción de uno a doce, uno de vosotros me
traiciona.
Cada traición es más dolorosa que una lanzada. Mirad la Humanidad de vuestro
Redentor: desde la cabeza hasta los pies es toda una herida. La flagelación hace
horrorizar a quien la medita y agonizar a quien la padece. Fue un dolor atroz, pero duró
una hora. Vosotros, que me traicionáis, me flageláis el Corazón, y lo hacéis desde hace
siglos.
Yo os he amado, Yo os amo y os compadezco; Yo os perdono, Yo os lavo
quitándome la Sangre para daros un baño purificador, y vosotros me traicionáis.
Soy el Verbo de Dios, estoy glorioso en el Cielo; pero en este Cielo no estoy sólo
como Espíritu, sino también como Carne. La carne tiene sentimientos y afectos ¿por qué
queréis renovarme continuamente ese fuego corrosivo que es la cercanía de un traidor?
¿Está lejos el Cielo? No, hijos que me traicionáis, Yo estoy cerca de vosotros, estoy
entre vosotros, y vosotros me quemáis con la llama de vuestro traicionar.
Miro, buscando un consuelo, entre las distintas clases de personas y en cada una
encuentro miradas y miradas de traidores ¿por qué me traicionáis? Yo estoy entre
vosotros para haceros el bien ¿por qué queréis hacerme daño? Yo os traigo mis dones
¿por qué me lanzáis víboras mordaces? Yo os llamo “amigos” ¿por qué vosotros me
respondéis: “Maldito”? ¿Qué os he hecho? ¿Qué hombre conocéis que sea más paciente
y más bueno que Yo?
Mirad. Cuando sois felices nadie os abandona, pero si lloráis, si la riqueza os
abandona, si una enfermedad os hace contagiosos, es entonces cuando todos se alejan de
vosotros. Yo permanezco. Más aún os acojo precisamente entonces, porque es cuando
venís. Ya no tenéis a nadie con quien llorar y hablar, y entonces os acordáis de Mí, y Yo
no os digo: “Vete que no te conozco”. Podría decirlo porque de hecho mientras que
erais ricos, sanos y felices nunca habéis venido a decirme: “Lo soy y te lo agradezco”.
Pero no, ni siquiera pretendo esto de quien aún no es un gigante de amor. Las
“gracias” no las pretendo. Me conformaría con que me dijerais: “Soy feliz”. Decídmelo.
No me consideréis un extraño. Acordaros de que Yo también estoy aquí y dedicad un
pensamiento a este Jesús. Las “gracias” las diré Yo por vosotros a Dios: Padre mío y
vuestro. En cambio nunca venís. Y podría decir: “No os conozco”. En cambio, heme
aquí que os abro los brazos y digo: “Ven, que lloramos juntos”.
Mirad. Estoy en las cárceles, en las celdas pequeñas y viles, sentado a la misma
mesa que el presidiario, y le hablo de una libertad más verdadera que esa que está más
allá de las cuatro paredes, de una libertad que ya no teme el ser herida por culpas que
deben ser castigadas. Y sin embargo, aquel encarcelado es uno que me ha traicionado,
ofendiendo mi ley de amor. Quizás ha matado, quizás ha robado, pero ahora me llama y
heme aquí con él. El mundo le desprecia, Yo le amo. He llamado “amigo” a quien me
mataba y me arrancaba de la vida. Puedo llamar “amigo” a este infeliz que vuelve a Mí.
Estoy, llama de amor, cerca de los enfermos. Sus fiebres conocen mis caricias, su
sudor mi sudario, sus languideceres mi brazo que les sostiene, sus angustias mi palabra.
No obstante, muchos están enfermos por haberme traicionado, traicionando mi ley. Han
servido a la carne y la carne, fiera enloquecida, se ha extraviado y les pierde, ahora,
también en la vida. Y de todas formas, Yo soy el único que no me canso de su mal y
velo con ellos, y sonrío ante sus esperanzas y, en cuanto que el Padre lo permite, las
transformo en realidad. Mas si veo que el decreto es de muerte, entonces tomo a este
hermano que tiembla ante el misterio de la muerte y que me llama, y le digo: “No
temas. Crees que sea tiniebla: es luz. Crees que sea dolor: es alegría. Dame tu mano,
conozco la muerte, la conocí antes que tú. Sé que es un instante en el que Dios auxilia
sobrenaturalmente, para mitigar los sentidos y evitar que el alma se abata en la lucha
final. Fíate. Mírame. Sólo a Mí... ¡Ya está! ¿ves? has atravesado el umbral. Ven
conmigo, ahora, al Padre. No temas tampoco en este momento. Yo estoy contigo, y el
Padre ama a quien amo”.
Estoy en las casas desiertas. Antes había voces alegres. Ha pasado la muerte o la
miseria. El superviviente vaga solo. Los amigos huyeron. Los amados, lejos por trabajo
o por la muerte. Hay sol en el cielo, pero para el superviviente todo es tiniebla. Hay paz
en el aire de la noche, pero para el superviviente no hay descanso. Y sin embargo
muchas veces se me ha traicionado en esa casa, deificando a las criaturas. Se ha amado
idólatramente a las criaturas traicionando mi ley. Pero Yo entro, y voy a poner un rayo
en las tinieblas, a infundir paz donde hay tempestad. Aquel superviviente me ha
llamado... quizás distraídamente, quizás sin una auténtica voluntad de tenerme, pero Yo
voy sin tardar.
¡Oh! sólo pido estar con vosotros. Todo recuerdo de los errores pasados se
desvanece cuando me llamáis: “¡Jesús!”.
Pero no flageléis mi Corazón. Ya está abierto y desangrado. No irritéis su herida.
Y a quienes me han entendido en mi dolor de traicionado, digo: “Uno de vosotros me
traicionará. Dadme vuestro fiel amor como bálsamo”. Y lo digo a todos: a los santos,
mis predilectos como Dios; a los pecadores, mis predilectos como Jesús. Porque
también los pecadores, por quienes me hice Jesús, pueden curarme esta herida.
¿Sois samaritanos? Ya lo sé, pero mi parábola habla de un samaritano bueno que
cura las heridas que no fueron curadas por los hijos de la ley que pasaron de largo,
absortos por las prisas de servir a Dios. No saben que a Dios se le sirve más amando que
cumpliendo preceptos.
Yo soy el Herido que languidece en vuestros caminos. Los salteadores me han
asaltado y desnudado. Los salteadores: los que indignamente se aprovechan de mi
sacrificio de Dios que se hace carne. Me desnudan: negando mis atributos con sus
múltiples herejías. Desnudan a la Verdad, les apetece ese ropaje porque es
resplandeciente. Pero no saben que resplandece porque lo lleva puesto quien es Sol, y
que en sus manos, que lo cubren con las babas de sus mentes soberbias, se convierte en
un trapo cualquiera.
La Verdad es verdad, y con esta luz se ilumina todo cuando se ve unido a Dios.
Separada, se convierte en lenguaje babélico. Porque la Verdad es Ciencia y Sabiduría,
pero desarraigada de Dios se convierte en caos.
Curadme vosotros, aunque seáis samaritanos. Dadme vuestro aceite y vuestro
vino: el aceite, el amor; el vino, la contrición de vuestro yo. Medicadme, no os desdeño.
Que la pecadora que refresca mis pies cansados os hable, y diga si desprecio al pecador.
Pero no me traicionéis nunca más. Id y no pecad más. Todo os lo perdono si todo
en vosotros me ama. Dadme un beso sincero. Mi mejilla arde por el beso de los
traidores. Curadla con el beso de la fidelidad.
III.
“Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
Desde la cuna hasta la cruz. Desde Belén hasta el monte de los Olivos, os he
amado.
El frío y la miseria de mi primera noche en el mundo no me han impedido amaros
con mi espíritu y, anonadadamente hasta no poder deciros, Yo–Verbo: “os amo”, os he
dicho aquellas palabras con mi espíritu, inseparable del espíritu del Padre y con Él
operante en una actividad inextinguible.
La agonía de mi última noche en la Tierra no me impidió amaros. Al contrario, ha
tocado las más altas cumbres del amor, ha ardido en el incendio más vivo, ha
consumado todo lo que no era amor hasta exprimir, junto con la repulsión por el pecado
y el dolor por el abandono paterno, la sangre de mis venas.
¿Qué amor hay más grande que el de aquel que sabe amar sabiéndose odiado? Yo
os he amado así.
El primer gesto de mis manos, una caricia; el último, una bendición. Y entre estos
dos gestos, nacido el primero en la oscuridad de una noche de invierno, el último en el
resplandor de una abrasadora mañana de verano, treinta y tres años de gestos de amor,
que respondían a otros tantos movimientos de amor. Amor de milagros, amor de
caricias a los niños y a los amigos, amor de maestro, amor de benefactor, amor de
amigo, amor, amor, amor...
Y amor más que humano en la última Cena. Antes de que fueran atadas y
traspasadas, estas manos mías han lavado los pies de los apóstoles incluso de aquel al
que habría querido lavar el corazón, y han partido el pan. Y me rompía el Corazón con
aquel pan. Ése os daba, porque sabía cercano mi regreso al Cielo y no quería dejaros
solos. Porque sabía qué fácil os es olvidaros y quería que os vierais, hermanos sentados
a una única mesa, alrededor de mi mesa, para deciros el uno al otro: “Somos de Jesús”.
¿Qué amor más grande que el de aquel que sabe amar a quien le tortura? Con
todo, Yo os he amado así, y he sabido pedir por vosotros mientras que moría.
Amaos como Yo os he amado. El odio extingue la luz, e incluso el simple rencor
ofusca la paz. Dios es paz, es luz, porque Dios es amor, pero si no amáis, y amáis como
Yo os he amado, no podréis tener a Dios.
Como Yo os he amado. Por eso sin soberbias. De este sagrario, de esta cruz, de
este Corazón sólo salen palabras de humildad.
Soy Dios y soy vuestro Siervo, y estoy aquí en espera de que me digáis: “Tengo
hambre” para darme a vosotros hecho Pan. Soy Dios y me expongo a vuestros ojos
sobre el madero, que era un patíbulo infame, desnudo y maldito. Soy Dios y os ruego
que améis mi Corazón. Os lo ruego. Porque os amo, porque si me amáis os hacéis el
bien a vosotros mismos. Yo soy Dios, con o sin vuestro amor sigo siendo Dios, pero
vosotros no. Sin mi amor no sois nada: polvo.
Os quiero conmigo. Os quiero aquí. Quiero con vuestro polvo hacer una luz de
bienaventuranza. Quiero que no muráis, sino que viváis, porque Yo soy la Vida y quiero
que vosotros tengáis la Vida.
Amaos sin egoísmo. Sería un amor impuro, destinado a morir por enfermedad.
Amaos queriendo para los demás mayor bien del que deseáis para vosotros mismos. Es
muy difícil, lo sé, pero ¿veis este Pan eucarístico? Ha forjado mártires. Eran criaturas
como vosotros: miedosas, débiles, hasta viciosas. Este Pan les ha convertido en héroes.
En el primer punto os he indicado mi Sangre para vuestra purificación. En el
tercer punto os indico esta Mesa y este Pan para santificaros. La Sangre, de pecadores
os ha hecho justos; el Pan, de justos os hace santos. Un baño limpia pero no nutre;
refresca, repone, pero no se hace carne de la carne. La comida, en cambio, se hace
sangre y carne, se hace parte de vosotros mismos. Mi Comida se hace parte de vosotros
mismos.
¡Oh! ¡pensad! Mirad a un niño pequeño. Hoy come su pan y mañana de nuevo y
también pasado mañana, y el otro, y el otro. Entonces se hace hombre: alto, robusto,
hermoso. ¿Su madre lo hizo así? No, su madre lo ha concebido, llevado en su seno,
dado a luz, criado y amado, amado, amado. Pero el pequeño hubiera perecido de
inanición, si tras la leche no hubiera tenido más que baños, besos y amor. Este pequeño
se hace hombre porque toma comida para adultos. Aquel hombre lo es porque toma su
alimento cotidiano.
Lo mismo sucede con vuestro yo espiritual. Nutridlo con el Alimento verdadero
que desciende del Cielo y que desde el Cielo os trae todas las energías para haceros
viriles en la Gracia. La virilidad sana y fuerte siempre es buena. Mirad cómo es más
fácil ver a un enfermizo ser áspero y sin compasión ni paciencia. Mi Alimento os hará
sanos y fuertes en la virilidad del espíritu y sabréis amar a los demás más que a vosotros
mismos, como Yo os he amado.
Porque, mirad, hijos, Yo os he amado no como uno se ama a sí mismo sino más
que a Mí mismo. Tanto es así que me he dispuesto a la muerte para salvaros a vosotros
de la muerte. Si amáis así conoceréis a Dios.
¿Sabéis qué quiere decir conocer a Dios? Quiere decir conocer el gusto de la
verdadera Alegría, de la verdadera Paz, de la verdadera Amistad. ¡Oh! ¡la Amistad, la
Paz, la Alegría de Dios! Es el premio prometido a los bienaventurados, pero ya se le da
a quien, en la Tierra, ama con todo su ser.
El amor, para ser verdadero, no lo es de palabras, es de hechos, activo, como su
fuente que es Dios. Nunca se cansa de obrar ni siquiera por las decepciones que dan los
hermanos. Pobre de aquel amor que cae como un pájaro de débiles alas cuando un
obstáculo le hiere.
El verdadero amor, aún herido, sube. Si no puede volar, trepa con las uñas y con
el pico para no yacer en la sombra y en el hielo, para estar en el sol, medicina de todo
mal. Y en cuanto está restablecido vuelve a volar. Y va de Dios a los hermanos y de
éstos a Dios, mariposa angélica que lleva el polen de los jardines celestiales para
fecundar las flores terrestres, y lleva a Dios los perfumes raptados de las flores más
humildes, para que los acoja y los bendiga.
Pero ¡ay de ella si se aleja del sol! El Sol es mi Eucaristía, porque en Ella está
bendiciendo el Padre y amante el Espíritu, mientras que Yo, el Verbo, obro.
Venid y tomad. Éste es mi Alimento que ardientemente pido que sea consumado
por vosotros.
IV.
“Si permanecéis en Mí y mi doctrina permanece en vosotros, se os dará cuanto
pidáis”.
Desciendo en vosotros y me hago vuestro alimento. Pero, como Centro que soy,
hacia Mí os aspiro. Vosotros os nutrís de Mí, pero con mayor razón Yo me nutro de
vosotros. Ambas hambres son insaciables y continuas. La vid nutre a sus sarmientos,
pero son los sarmientos los que hacen la vid. El agua nutre los mares pero son los mares
los que nutren el agua, volviendo a subir en evaporaciones para descender de nuevo. Por
eso tenéis que permanecer en Mí como Yo en vosotros. Separados, no Yo sino vosotros
moriríais.
Yo soy alimento para el espíritu y alimento para el pensamiento. El espíritu se
nutre de la Carne de un Dios. Esencia efundida por Dios, sólo puede recibir su alimento
de lo que es su matriz. El pensamiento se nutre con mi Palabra que es el Pensamiento de
un Dios.
¡Vuestro pensamiento! la inteligencia es la que os hace semejantes a Dios, porque
en la inteligencia está la memoria, el intelecto y la voluntad como en el espíritu está la
semejanza por ser espíritu, libre, inmortal.
Vuestro pensamiento, para ser capaz de recordar, entender, querer lo que es el
bien, tiene que estar nutrido por mi Doctrina. Ésta os recuerda los beneficios y las obras
de Dios, quién es Dios, qué se le debe a Dios. Ésta os hace comprender el bien y
discernirlo del mal, os hace desear el bien. Sin mi Doctrina os hacéis esclavos de otras
que tienen el nombre de “doctrina” pero que son errores. Y como naves sin brújula ni
timón vais a la deriva. Salís de las rutas. ¿Y entonces cómo podéis decir: “Dios me ha
abandonado” cuando sois vosotros los que le habéis abandonado a Él?
Permaneced en Mí. Si no permanecéis en Mí es signo de que me odiáis. Y mi
Padre odia a quien me odia, porque quien me odia, odia al Padre, siendo Yo uno con el
Padre. Permaneced en Mí. Haced que el Padre no pueda distinguir al sarmiento de la
vid, en tal modo el sarmiento es uno con ella. Haced que el Padre no pueda ver donde
termino Yo y comenzáis vosotros, tan plena es la semejanza. Quien ama acaba tomando
inflexiones, dichos y gestos del amado.
Yo quiero que vosotros seáis otros Jesús. Y esto porque quiero que obtengáis
cuanto pedís –fundidos conmigo sólo podéis pedir cosas buenas– y no tengáis que
conocer denegaciones. Y esto porque Yo quiero que tengáis aún más de cuanto pedís,
porque el Padre efunde sus tesoros sobre su Hijo en un continuo flujo de amor, y quien
está en el Hijo disfruta de esta efusión infinita que es el amor de Dios que se deleita en
su Verbo y que circula en Él. Ahora bien, Yo soy el Cuerpo y vosotros los miembros, y
por esto la Alegría que me inunda y viene del Padre, el Poder, la Paz y toda perfección
que circula en Mí se os comunica, mis fieles, a vosotros que sois parte inseparable de
Mí aquí y allende.
Venid y pedid. No tengáis miedo de pedir. Lo podéis pedir todo porque Dios lo
puede dar todo. Pedid por los presentes y por los ausentes, pedid por los pasados, los
presentes, los futuros, pedid por vuestra jornada, y por vuestra eternidad, y por ésta y
aquella de quienes amáis.
Pedid, pedid, pedid. Por todos. Por los buenos para que Dios les bendiga, por los
malvados para que Dios les convierta. Decid conmigo: “Padre, perdónales”. Pedid: la
salud, la paz en la familia, la paz en el mundo, la paz para la eternidad. Pedid la
santidad. Sí, también ésta. Dios es el Santo y es el Padre, pedidle, junto con la vida que
os mantiene, la santidad a través de la Fuerza que proviene de Él.
No tengáis miedo de pedir. El pan de cada día y la bendición cotidiana. No sois
sólo cuerpo, aún no sois todo espíritu. Pedid por éste y por aquél y se os dará.
No temáis ser demasiado osados. Yo por vosotros he pedido mi misma gloria, más
aún, incluso os la he dado para que seáis semejantes a Nosotros que os amamos, y el
mundo conozca que sois hijos de Dios.
Venid. En mi Corazón está vuestro Padre. Entrad, para que Él os pueda reconocer
y decir: “Que se haga una gran fiesta en el Cielo porque he recobrado a un hijo que
amaba”.
“Te he complacido” dice Jesús. “He hablado Yo todo el tiempo. He querido que
hablara mi Voz eucarística. Tenedla como mi regalo. Te bendigo y a todos los que la
escucharán”.
Hora Santa con Jesús

Recomendados

Sanacion Oracion von
Sanacion OracionSanacion Oracion
Sanacion OracionCarlos Estrada
3.5K views1 Folie
Hora santa para enfermos final 13 enero 2013 von
Hora santa para enfermos final 13 enero 2013Hora santa para enfermos final 13 enero 2013
Hora santa para enfermos final 13 enero 2013Pastoral Salud
12.4K views9 Folien
Oracion de proteccion para los hijos von
Oracion de proteccion para los hijosOracion de proteccion para los hijos
Oracion de proteccion para los hijosRaquel Z
6.3K views10 Folien
Horas santas von
Horas santasHoras santas
Horas santasDiocesis Tlaxcala
13.8K views23 Folien
A solas con el señor von
A solas con el señorA solas con el señor
A solas con el señorJuan Car
2.9K views6 Folien
Oracion a las llagas. von
Oracion a las llagas.Oracion a las llagas.
Oracion a las llagas.staro G.G
1.5K views3 Folien

Más contenido relacionado

Was ist angesagt?

Oración por sanidad del cáncer von
Oración por sanidad del cáncerOración por sanidad del cáncer
Oración por sanidad del cáncerKikemontero
9.5K views7 Folien
Oraciones de Liberación y Sanación von
Oraciones de Liberación y SanaciónOraciones de Liberación y Sanación
Oraciones de Liberación y Sanacióne-spiritusanto
13.2K views45 Folien
Hora santa amor von
Hora santa amorHora santa amor
Hora santa amorMilton Camargo
8.3K views9 Folien
Oración de invocación al espíritu santo von
Oración de invocación al espíritu santoOración de invocación al espíritu santo
Oración de invocación al espíritu santoKikemontero
14.6K views3 Folien
Jerusalem von
JerusalemJerusalem
JerusalemAbraham Hernandez Guerrero
3.6K views5 Folien
Divino y justo juez de vivos y muertos von
Divino y justo juez de vivos y muertosDivino y justo juez de vivos y muertos
Divino y justo juez de vivos y muertostayka9
4.9K views1 Folie

Was ist angesagt?(20)

Oración por sanidad del cáncer von Kikemontero
Oración por sanidad del cáncerOración por sanidad del cáncer
Oración por sanidad del cáncer
Kikemontero9.5K views
Oraciones de Liberación y Sanación von e-spiritusanto
Oraciones de Liberación y SanaciónOraciones de Liberación y Sanación
Oraciones de Liberación y Sanación
e-spiritusanto13.2K views
Oración de invocación al espíritu santo von Kikemontero
Oración de invocación al espíritu santoOración de invocación al espíritu santo
Oración de invocación al espíritu santo
Kikemontero14.6K views
Divino y justo juez de vivos y muertos von tayka9
Divino y justo juez de vivos y muertosDivino y justo juez de vivos y muertos
Divino y justo juez de vivos y muertos
tayka94.9K views
Hora santa delante del santísimo von Milton Camargo
Hora santa delante del santísimoHora santa delante del santísimo
Hora santa delante del santísimo
Milton Camargo140.3K views
Oración para pedir por un buen matrimonio von Kikemontero
Oración para pedir por un buen matrimonioOración para pedir por un buen matrimonio
Oración para pedir por un buen matrimonio
Kikemontero9.1K views
Oración para romper y rechazar hechicería, conjuros, maldiciones von Kikemontero
Oración para romper y rechazar hechicería, conjuros, maldicionesOración para romper y rechazar hechicería, conjuros, maldiciones
Oración para romper y rechazar hechicería, conjuros, maldiciones
Kikemontero126.4K views
Oración por los hijos von Kikemontero
Oración por los hijosOración por los hijos
Oración por los hijos
Kikemontero12K views
Hora santa padre mateo crawley-boevey von EduardoSebGut
Hora santa   padre mateo crawley-boeveyHora santa   padre mateo crawley-boevey
Hora santa padre mateo crawley-boevey
EduardoSebGut3.2K views
3 celebración hora santa por la vida von Pastoral Salud
3 celebración hora santa por la vida3 celebración hora santa por la vida
3 celebración hora santa por la vida
Pastoral Salud3.1K views
Hora Santa Animo Soy Yo von j13ne
Hora Santa Animo Soy YoHora Santa Animo Soy Yo
Hora Santa Animo Soy Yo
j13ne6.5K views
Oración para sanar de la envidia von Kikemontero
Oración para sanar de la envidiaOración para sanar de la envidia
Oración para sanar de la envidia
Kikemontero34.1K views
Oración para sanar de la obesidad von Kikemontero
Oración para sanar de la obesidadOración para sanar de la obesidad
Oración para sanar de la obesidad
Kikemontero18.4K views
Oración por sanidad von Kikemontero
Oración por sanidadOración por sanidad
Oración por sanidad
Kikemontero29.8K views

Destacado

Esquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimiento von
Esquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimientoEsquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimiento
Esquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimientoPastoral Salud
33.2K views4 Folien
Horas Santas Cuaresma 2011 von
Horas Santas Cuaresma 2011Horas Santas Cuaresma 2011
Horas Santas Cuaresma 2011Caritas Mexicana IAP
44.4K views29 Folien
Hora Santa Niños y Jóvenes von
Hora Santa Niños y JóvenesHora Santa Niños y Jóvenes
Hora Santa Niños y Jóvenespasjuvomermc
806 views20 Folien
Hora Santa Jesús Eucaristía von
Hora Santa   Jesús EucaristíaHora Santa   Jesús Eucaristía
Hora Santa Jesús EucaristíaMarjorie DeStout
21.6K views32 Folien
La trinidad misericordiosa von
La trinidad misericordiosaLa trinidad misericordiosa
La trinidad misericordiosaCIPE. El Carmelo
4K views20 Folien
12 horas santas von
12 horas santas12 horas santas
12 horas santasGerman Hernandez
16.6K views69 Folien

Destacado(14)

Esquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimiento von Pastoral Salud
Esquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimientoEsquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimiento
Esquema de hora santa. amando a dios que vive en el sufrimiento
Pastoral Salud33.2K views
Hora Santa Niños y Jóvenes von pasjuvomermc
Hora Santa Niños y JóvenesHora Santa Niños y Jóvenes
Hora Santa Niños y Jóvenes
pasjuvomermc806 views
5 dc orar es encontrar la vida en jesus von CIPE. El Carmelo
5 dc orar es encontrar la vida en jesus5 dc orar es encontrar la vida en jesus
5 dc orar es encontrar la vida en jesus
CIPE. El Carmelo2.8K views
4 dc orar es encontrarse con jesús von CIPE. El Carmelo
4 dc orar es encontrarse con jesús4 dc orar es encontrarse con jesús
4 dc orar es encontrarse con jesús
CIPE. El Carmelo2.6K views
1 dc orar es ser fiel a dios en el corazón von CIPE. El Carmelo
1 dc orar es ser fiel a dios en el corazón1 dc orar es ser fiel a dios en el corazón
1 dc orar es ser fiel a dios en el corazón
CIPE. El Carmelo7.5K views
How to Make Awesome SlideShares: Tips & Tricks von SlideShare
How to Make Awesome SlideShares: Tips & TricksHow to Make Awesome SlideShares: Tips & Tricks
How to Make Awesome SlideShares: Tips & Tricks
SlideShare3M views
Getting Started With SlideShare von SlideShare
Getting Started With SlideShareGetting Started With SlideShare
Getting Started With SlideShare
SlideShare4M views

Similar a Hora Santa con Jesús

Una hora con jesús von
Una hora con jesúsUna hora con jesús
Una hora con jesúsGuadalupe Fernandez
397 views11 Folien
Salmo 021 von
Salmo 021Salmo 021
Salmo 021leolegui
370 views16 Folien
Salmo 021 von
Salmo 021Salmo 021
Salmo 021leolegui
185 views16 Folien
Salmo 021 von
Salmo 021Salmo 021
Salmo 021Parroquia San Juan de Ávila
210 views15 Folien
Salmo 21 von
Salmo 21Salmo 21
Salmo 21Rafael Sanz
974 views16 Folien
Salmo 021 von
Salmo 021Salmo 021
Salmo 021AranchaBelzunce
22 views16 Folien

Similar a Hora Santa con Jesús(20)

Salmo 021 von leolegui
Salmo 021Salmo 021
Salmo 021
leolegui370 views
Salmo 021 von leolegui
Salmo 021Salmo 021
Salmo 021
leolegui185 views
Tentaciones horribles de satanás von jeff4321
Tentaciones horribles de satanásTentaciones horribles de satanás
Tentaciones horribles de satanás
jeff43212K views
Corazon traspasado de Jesus herido por el desamor. von Raquel Z
Corazon traspasado de Jesus herido por el desamor.Corazon traspasado de Jesus herido por el desamor.
Corazon traspasado de Jesus herido por el desamor.
Raquel Z586 views
Reloj de la_pasion_marzo_2012 von Mariu Aguirre
Reloj de la_pasion_marzo_2012Reloj de la_pasion_marzo_2012
Reloj de la_pasion_marzo_2012
Mariu Aguirre1.7K views
Oración para liberación de pecados sexuales von Kikemontero
Oración para liberación de pecados sexualesOración para liberación de pecados sexuales
Oración para liberación de pecados sexuales
Kikemontero44.2K views
A pesar del dolor (pps) von Ramón Rivas
A pesar del dolor (pps)A pesar del dolor (pps)
A pesar del dolor (pps)
Ramón Rivas221 views
Constantino de la Fuente Confesion de un Pecador von Josbel Pérez
Constantino de la Fuente Confesion de un PecadorConstantino de la Fuente Confesion de un Pecador
Constantino de la Fuente Confesion de un Pecador
Josbel Pérez855 views
Pasionde nuestrosenorjesucristo von León DE Juda
Pasionde nuestrosenorjesucristoPasionde nuestrosenorjesucristo
Pasionde nuestrosenorjesucristo
León DE Juda510 views
17. La Coronación de Espinas ( 9- 10 am) von Lorena Gomez
17. La Coronación de Espinas ( 9- 10 am)17. La Coronación de Espinas ( 9- 10 am)
17. La Coronación de Espinas ( 9- 10 am)
Lorena Gomez1.7K views

Más de José de María Pinto Pinto

Que veamos la voluntad de Dios von
Que veamos la voluntad de DiosQue veamos la voluntad de Dios
Que veamos la voluntad de DiosJosé de María Pinto Pinto
724 views10 Folien
Salmo 16 von
Salmo 16Salmo 16
Salmo 16José de María Pinto Pinto
931 views14 Folien
7. Santa Teresita von
7. Santa Teresita 7. Santa Teresita
7. Santa Teresita José de María Pinto Pinto
648 views12 Folien
Ser transparente von
Ser transparenteSer transparente
Ser transparenteJosé de María Pinto Pinto
3K views26 Folien
Calma mis pasos Señor von
Calma mis pasos SeñorCalma mis pasos Señor
Calma mis pasos SeñorJosé de María Pinto Pinto
1.2K views13 Folien
Bordados de la vida von
Bordados de la vidaBordados de la vida
Bordados de la vidaJosé de María Pinto Pinto
634 views15 Folien

Más de José de María Pinto Pinto(20)

Hora Santa con Jesús

  • 1. HORA SANTA CON JESÚS Dictada a María Valtorta 14 de junio de 1944. Hora santa de Jesús. I. “Si no te lavare no tendrás parte en mi Reino”. Alma que amo, y vosotros todos que amo, oídme. Soy Yo quien os habla, porque quiero pasar con vosotros esta hora. Yo, Jesús, no os alejo de mi altar aunque a él vengáis con el alma maltrecha por plagas y enfermedades, o envuelta en lianas de pasiones que anonadan vuestra libertad espiritual, entregándoos atados en poder de la carne y de su rey: Lucifer. Yo continúo siendo Jesús, el Rabí de Galilea, aquel a quien los leprosos, los paralíticos, los ciegos, los endemoniados, los epilépticos llamaban a gritos diciendo: “Hijo de David, ten piedad de mí”. Yo continúo siendo Jesús, el Rabí que tiende la mano a quien se ahoga y le dice: “¿Por qué dudas de Mí?”. Yo sigo siendo Jesús, el Rabí que dice a los muertos: “Álzate y vive. Lo quiero. Sal de tu sueño de muerte, de tu sepulcro, y camina” y os devuelvo a quien os ama. ¿Y quién os ama, oh dilectos míos? ¿Quién os ama con amor verdadero, no egoísta, no inconstante? ¿Quién os ama con un amor no interesado ni avaro, sino cuya única meta sea la de daros lo que ha acumulado para vosotros y deciros: “Toma. Todo es tuyo. Todo esto lo he hecho por ti, para que sea tuyo y lo disfrutes”? ¿Quién? El Dios eterno. Y Yo os devuelvo a Él. A Él que os ama. No os alejo de mi altar. Porque este altar es mi cátedra, es mi trono, es la morada del Médico que cura todo mal. Desde aquí os enseño a tener fe. Desde aquí, Rey de Vida, os doy la Vida. Desde aquí me inclino sobre vuestras enfermedades y las sano con mi soplo de amor. Y aún hago más, ¡oh hijos! Desciendo de este altar y os salgo al encuentro. Heme aquí que me asomo al umbral de estas casas mías, en las que demasiados pocos son los que entran y menos aún los que entran con fe segura. Heme aquí que, figura de paz, me asomo a vuestros caminos por los que pasáis abatidos, amargados, abrasados por el dolor, por los intereses, por el odio. Heme aquí, que os tiendo las manos, porque os veo vacilar cansados bajo el peso de enormes piedras que os habéis impuesto y que han usurpado el lugar de aquella cruz que había puesto en vuestras manos para que fuera vuestro apoyo, como lo es el cayado para el peregrino. Os digo: “Entra. Descansa. Bebe”, porque os veo exhaustos, sedientos. Pero vosotros no me veis. Pasáis junto a Mí, me empujáis, a veces por mala voluntad, otras porque vuestra vista espiritual está ofuscada, a veces me miráis. Pero sabéis que estáis sucios y no osáis acercaros a mi candor de Hostia divina. Mas este Candor sabe compadeceros. Conocedme, hombres, que desconfiáis de Mí porque no me conocéis. Oíd. He querido dejar la Libertad y la Pureza que son la atmósfera del Cielo y descender a vuestra cárcel, con este aire impuro, para ayudaros, porque os amo. Y aún he hecho más: me he privado de mi libertad de Dios y me he hecho esclavo de una carne. El Espíritu de Dios encerrado en una carne, la Infinidad aprisionada por un puñado de músculos y de huesos, sujeta a sentir las voces de esta carne que padece el frío y el sol, el hambre, la sed y el cansancio. Podía ignorarlo todo. He querido conocer las torturas del hombre caído de su trono de inocente para amaros todavía más.
  • 2. Y aún no me he conformado con esto. He querido –porque para compadecer hay que padecer lo que padece aquel a quien se compadece– he querido sentir el asalto de todos los sentimientos para sentir vuestras luchas, para entender cuán astuta que es la tiranía que Satanás os pone en la sangre, para entender qué fácil es quedarse hipnotizados por la serpiente si tan sólo por un momento se bajan los ojos sobre su mirada fascinadora, olvidando que se vive en la luz. Porque la serpiente no vive en la luz. Va a los escondrijos sombríos que aparecen sosegados y en cambio son engañosos. Para vosotros estas sombras tienen nombre: mujer, dinero, poder, egoísmo, sentido, ambición. Os eclipsan la Luz que es Dios. En medio de ellas está la Serpiente: Satanás. Parece un collar. Es la cuerda para vuestra estrangulación. He querido conocer esto porque os amo. No me ha bastado aún. A Mí me hubiera bastado. Pero la Justicia del Padre podía decir a su Carne: “Tú has triunfado contra la insidia. Sin embargo, el hombre–carne como Tú no sabe triunfar, que sea castigado por ello porque Yo no puedo perdonar a quien está inmundo”. He tomado sobre Mí vuestros oprobios. Los pasados, los de este momento y los futuros. Todos. Aún más que Job para encubrir sus llagas, estuve sumergido en un estercolero cuando, hundido por el pecado de todo un mundo, no osaba ni tan siquiera alzar los ojos para buscar el Cielo, y gemía sintiendo pesar sobre Mí la cólera del Padre acumulada durante siglos, consciente de las culpas que preveía. Un diluvio de culpas sobre la Tierra, desde su amanecer hasta su noche. Un diluvio de maldiciones sobre el Culpable. Sobre la Hostia del Pecado. ¡Oh hombres! Yo era más inocente que el niño que la madre besa cuando vuelve del bautismo. Y de Mí se horrorizó el Altísimo porque era el Pecado, porque había tomado sobre Mí todo el pecado del mundo. He sudado de repugnancia. He sudado sangre por la repugnancia ante esta lepra en Mí, Yo que era el Inocente. La sangre me ha roto las venas por el asco ante el fétido charco en el que estaba sumergido. Y para completar esta tortura, a este exprimirse la sangre de mi corazón, se ha unido la amargura de estar maldecido, porque en aquel momento no era el Verbo de Dios: era el Hombre. El Hombre. El Culpable. ¿Acaso puedo, Yo que lo he padecido, no comprender vuestro abatimiento y no amaros porque estáis abatidos? Por eso os amo. No tengo más que recordar aquel momento para amaros y llamaros: “¡Hermanos!”. Pero el llamaros así no es suficiente para que el Padre pueda llamaros: “Hijos”. Y Yo quiero que os llame así. ¿Qué hermano sería si no os quisiera conmigo en la Casa paterna? Entonces, pues, os digo: “Venid, que Yo os lave”. Nadie está tan sumamente sucio que no le limpie mi baño. Nadie es tan puro que no lo necesite. Venid. Esto no es agua. Hay fuentes milagrosas que sanan las llagas y las enfermedades de la carne, pero ésta es más que ésas. Esta fuente mana de mi pecho. He aquí el Corazón desgarrado del que brota el agua que lava. Mi Sangre es el agua más cristalina que exista en lo creado. En ella se anulan enfermedades e imperfecciones. Y vuelve vuestra alma blanca e íntegra, digna del Reino. Venid. Dejad que Yo os diga: “¡Yo te absuelvo!”. Abridme vuestro corazón. En él se encuentran las raíces de vuestros males. Dejad que Yo entre. Dejad que Yo desate vuestras vendas. ¿Os repugnan vuestras llagas? Vistas bajo mi luz os aparecen lo que son: hormigueros de gusanos inmundos. No las miréis. Mirad las mías. Dejadme hacer. Tengo la mano ligera. No sentiréis más que una caricia... y todo quedará curado. No sentiréis más que un beso y una lágrima. Y todo quedará limpio. ¡Oh, qué hermosos estaréis entonces alrededor de mi altar! Ángeles entre los ángeles del sagrario. Y mi Corazón tendrá una alegría inmensa. Porque soy el Salvador y no desprecio a nadie. Pero también soy el Cordero que pace entre los lirios, y me
  • 3. complazco cuando estoy circundado de candor porque he tomado la vida y la he dado para haceros cándidos. ¡Oh cómo veo a mi Padre sonreiros y al Amor fulguraros con sus fulgores, porque ya no estáis manchados de pecado! Venid a la fuente del Salvador. Que mi Sangre descienda sobre el ánimo contrito y una voz, en la que está la mía, diga: “Yo te absuelvo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. II. “Uno de vosotros me traicionará”. ¡Uno de vosotros! Sí, en la proporción de uno a doce, uno de vosotros me traiciona. Cada traición es más dolorosa que una lanzada. Mirad la Humanidad de vuestro Redentor: desde la cabeza hasta los pies es toda una herida. La flagelación hace horrorizar a quien la medita y agonizar a quien la padece. Fue un dolor atroz, pero duró una hora. Vosotros, que me traicionáis, me flageláis el Corazón, y lo hacéis desde hace siglos. Yo os he amado, Yo os amo y os compadezco; Yo os perdono, Yo os lavo quitándome la Sangre para daros un baño purificador, y vosotros me traicionáis. Soy el Verbo de Dios, estoy glorioso en el Cielo; pero en este Cielo no estoy sólo como Espíritu, sino también como Carne. La carne tiene sentimientos y afectos ¿por qué queréis renovarme continuamente ese fuego corrosivo que es la cercanía de un traidor? ¿Está lejos el Cielo? No, hijos que me traicionáis, Yo estoy cerca de vosotros, estoy entre vosotros, y vosotros me quemáis con la llama de vuestro traicionar. Miro, buscando un consuelo, entre las distintas clases de personas y en cada una encuentro miradas y miradas de traidores ¿por qué me traicionáis? Yo estoy entre vosotros para haceros el bien ¿por qué queréis hacerme daño? Yo os traigo mis dones ¿por qué me lanzáis víboras mordaces? Yo os llamo “amigos” ¿por qué vosotros me respondéis: “Maldito”? ¿Qué os he hecho? ¿Qué hombre conocéis que sea más paciente y más bueno que Yo? Mirad. Cuando sois felices nadie os abandona, pero si lloráis, si la riqueza os abandona, si una enfermedad os hace contagiosos, es entonces cuando todos se alejan de vosotros. Yo permanezco. Más aún os acojo precisamente entonces, porque es cuando venís. Ya no tenéis a nadie con quien llorar y hablar, y entonces os acordáis de Mí, y Yo no os digo: “Vete que no te conozco”. Podría decirlo porque de hecho mientras que erais ricos, sanos y felices nunca habéis venido a decirme: “Lo soy y te lo agradezco”. Pero no, ni siquiera pretendo esto de quien aún no es un gigante de amor. Las “gracias” no las pretendo. Me conformaría con que me dijerais: “Soy feliz”. Decídmelo. No me consideréis un extraño. Acordaros de que Yo también estoy aquí y dedicad un pensamiento a este Jesús. Las “gracias” las diré Yo por vosotros a Dios: Padre mío y vuestro. En cambio nunca venís. Y podría decir: “No os conozco”. En cambio, heme aquí que os abro los brazos y digo: “Ven, que lloramos juntos”. Mirad. Estoy en las cárceles, en las celdas pequeñas y viles, sentado a la misma mesa que el presidiario, y le hablo de una libertad más verdadera que esa que está más allá de las cuatro paredes, de una libertad que ya no teme el ser herida por culpas que deben ser castigadas. Y sin embargo, aquel encarcelado es uno que me ha traicionado, ofendiendo mi ley de amor. Quizás ha matado, quizás ha robado, pero ahora me llama y heme aquí con él. El mundo le desprecia, Yo le amo. He llamado “amigo” a quien me mataba y me arrancaba de la vida. Puedo llamar “amigo” a este infeliz que vuelve a Mí.
  • 4. Estoy, llama de amor, cerca de los enfermos. Sus fiebres conocen mis caricias, su sudor mi sudario, sus languideceres mi brazo que les sostiene, sus angustias mi palabra. No obstante, muchos están enfermos por haberme traicionado, traicionando mi ley. Han servido a la carne y la carne, fiera enloquecida, se ha extraviado y les pierde, ahora, también en la vida. Y de todas formas, Yo soy el único que no me canso de su mal y velo con ellos, y sonrío ante sus esperanzas y, en cuanto que el Padre lo permite, las transformo en realidad. Mas si veo que el decreto es de muerte, entonces tomo a este hermano que tiembla ante el misterio de la muerte y que me llama, y le digo: “No temas. Crees que sea tiniebla: es luz. Crees que sea dolor: es alegría. Dame tu mano, conozco la muerte, la conocí antes que tú. Sé que es un instante en el que Dios auxilia sobrenaturalmente, para mitigar los sentidos y evitar que el alma se abata en la lucha final. Fíate. Mírame. Sólo a Mí... ¡Ya está! ¿ves? has atravesado el umbral. Ven conmigo, ahora, al Padre. No temas tampoco en este momento. Yo estoy contigo, y el Padre ama a quien amo”. Estoy en las casas desiertas. Antes había voces alegres. Ha pasado la muerte o la miseria. El superviviente vaga solo. Los amigos huyeron. Los amados, lejos por trabajo o por la muerte. Hay sol en el cielo, pero para el superviviente todo es tiniebla. Hay paz en el aire de la noche, pero para el superviviente no hay descanso. Y sin embargo muchas veces se me ha traicionado en esa casa, deificando a las criaturas. Se ha amado idólatramente a las criaturas traicionando mi ley. Pero Yo entro, y voy a poner un rayo en las tinieblas, a infundir paz donde hay tempestad. Aquel superviviente me ha llamado... quizás distraídamente, quizás sin una auténtica voluntad de tenerme, pero Yo voy sin tardar. ¡Oh! sólo pido estar con vosotros. Todo recuerdo de los errores pasados se desvanece cuando me llamáis: “¡Jesús!”. Pero no flageléis mi Corazón. Ya está abierto y desangrado. No irritéis su herida. Y a quienes me han entendido en mi dolor de traicionado, digo: “Uno de vosotros me traicionará. Dadme vuestro fiel amor como bálsamo”. Y lo digo a todos: a los santos, mis predilectos como Dios; a los pecadores, mis predilectos como Jesús. Porque también los pecadores, por quienes me hice Jesús, pueden curarme esta herida. ¿Sois samaritanos? Ya lo sé, pero mi parábola habla de un samaritano bueno que cura las heridas que no fueron curadas por los hijos de la ley que pasaron de largo, absortos por las prisas de servir a Dios. No saben que a Dios se le sirve más amando que cumpliendo preceptos. Yo soy el Herido que languidece en vuestros caminos. Los salteadores me han asaltado y desnudado. Los salteadores: los que indignamente se aprovechan de mi sacrificio de Dios que se hace carne. Me desnudan: negando mis atributos con sus múltiples herejías. Desnudan a la Verdad, les apetece ese ropaje porque es resplandeciente. Pero no saben que resplandece porque lo lleva puesto quien es Sol, y que en sus manos, que lo cubren con las babas de sus mentes soberbias, se convierte en un trapo cualquiera. La Verdad es verdad, y con esta luz se ilumina todo cuando se ve unido a Dios. Separada, se convierte en lenguaje babélico. Porque la Verdad es Ciencia y Sabiduría, pero desarraigada de Dios se convierte en caos. Curadme vosotros, aunque seáis samaritanos. Dadme vuestro aceite y vuestro vino: el aceite, el amor; el vino, la contrición de vuestro yo. Medicadme, no os desdeño. Que la pecadora que refresca mis pies cansados os hable, y diga si desprecio al pecador. Pero no me traicionéis nunca más. Id y no pecad más. Todo os lo perdono si todo en vosotros me ama. Dadme un beso sincero. Mi mejilla arde por el beso de los traidores. Curadla con el beso de la fidelidad.
  • 5. III. “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. Desde la cuna hasta la cruz. Desde Belén hasta el monte de los Olivos, os he amado. El frío y la miseria de mi primera noche en el mundo no me han impedido amaros con mi espíritu y, anonadadamente hasta no poder deciros, Yo–Verbo: “os amo”, os he dicho aquellas palabras con mi espíritu, inseparable del espíritu del Padre y con Él operante en una actividad inextinguible. La agonía de mi última noche en la Tierra no me impidió amaros. Al contrario, ha tocado las más altas cumbres del amor, ha ardido en el incendio más vivo, ha consumado todo lo que no era amor hasta exprimir, junto con la repulsión por el pecado y el dolor por el abandono paterno, la sangre de mis venas. ¿Qué amor hay más grande que el de aquel que sabe amar sabiéndose odiado? Yo os he amado así. El primer gesto de mis manos, una caricia; el último, una bendición. Y entre estos dos gestos, nacido el primero en la oscuridad de una noche de invierno, el último en el resplandor de una abrasadora mañana de verano, treinta y tres años de gestos de amor, que respondían a otros tantos movimientos de amor. Amor de milagros, amor de caricias a los niños y a los amigos, amor de maestro, amor de benefactor, amor de amigo, amor, amor, amor... Y amor más que humano en la última Cena. Antes de que fueran atadas y traspasadas, estas manos mías han lavado los pies de los apóstoles incluso de aquel al que habría querido lavar el corazón, y han partido el pan. Y me rompía el Corazón con aquel pan. Ése os daba, porque sabía cercano mi regreso al Cielo y no quería dejaros solos. Porque sabía qué fácil os es olvidaros y quería que os vierais, hermanos sentados a una única mesa, alrededor de mi mesa, para deciros el uno al otro: “Somos de Jesús”. ¿Qué amor más grande que el de aquel que sabe amar a quien le tortura? Con todo, Yo os he amado así, y he sabido pedir por vosotros mientras que moría. Amaos como Yo os he amado. El odio extingue la luz, e incluso el simple rencor ofusca la paz. Dios es paz, es luz, porque Dios es amor, pero si no amáis, y amáis como Yo os he amado, no podréis tener a Dios. Como Yo os he amado. Por eso sin soberbias. De este sagrario, de esta cruz, de este Corazón sólo salen palabras de humildad. Soy Dios y soy vuestro Siervo, y estoy aquí en espera de que me digáis: “Tengo hambre” para darme a vosotros hecho Pan. Soy Dios y me expongo a vuestros ojos sobre el madero, que era un patíbulo infame, desnudo y maldito. Soy Dios y os ruego que améis mi Corazón. Os lo ruego. Porque os amo, porque si me amáis os hacéis el bien a vosotros mismos. Yo soy Dios, con o sin vuestro amor sigo siendo Dios, pero vosotros no. Sin mi amor no sois nada: polvo. Os quiero conmigo. Os quiero aquí. Quiero con vuestro polvo hacer una luz de bienaventuranza. Quiero que no muráis, sino que viváis, porque Yo soy la Vida y quiero que vosotros tengáis la Vida. Amaos sin egoísmo. Sería un amor impuro, destinado a morir por enfermedad. Amaos queriendo para los demás mayor bien del que deseáis para vosotros mismos. Es muy difícil, lo sé, pero ¿veis este Pan eucarístico? Ha forjado mártires. Eran criaturas como vosotros: miedosas, débiles, hasta viciosas. Este Pan les ha convertido en héroes. En el primer punto os he indicado mi Sangre para vuestra purificación. En el tercer punto os indico esta Mesa y este Pan para santificaros. La Sangre, de pecadores
  • 6. os ha hecho justos; el Pan, de justos os hace santos. Un baño limpia pero no nutre; refresca, repone, pero no se hace carne de la carne. La comida, en cambio, se hace sangre y carne, se hace parte de vosotros mismos. Mi Comida se hace parte de vosotros mismos. ¡Oh! ¡pensad! Mirad a un niño pequeño. Hoy come su pan y mañana de nuevo y también pasado mañana, y el otro, y el otro. Entonces se hace hombre: alto, robusto, hermoso. ¿Su madre lo hizo así? No, su madre lo ha concebido, llevado en su seno, dado a luz, criado y amado, amado, amado. Pero el pequeño hubiera perecido de inanición, si tras la leche no hubiera tenido más que baños, besos y amor. Este pequeño se hace hombre porque toma comida para adultos. Aquel hombre lo es porque toma su alimento cotidiano. Lo mismo sucede con vuestro yo espiritual. Nutridlo con el Alimento verdadero que desciende del Cielo y que desde el Cielo os trae todas las energías para haceros viriles en la Gracia. La virilidad sana y fuerte siempre es buena. Mirad cómo es más fácil ver a un enfermizo ser áspero y sin compasión ni paciencia. Mi Alimento os hará sanos y fuertes en la virilidad del espíritu y sabréis amar a los demás más que a vosotros mismos, como Yo os he amado. Porque, mirad, hijos, Yo os he amado no como uno se ama a sí mismo sino más que a Mí mismo. Tanto es así que me he dispuesto a la muerte para salvaros a vosotros de la muerte. Si amáis así conoceréis a Dios. ¿Sabéis qué quiere decir conocer a Dios? Quiere decir conocer el gusto de la verdadera Alegría, de la verdadera Paz, de la verdadera Amistad. ¡Oh! ¡la Amistad, la Paz, la Alegría de Dios! Es el premio prometido a los bienaventurados, pero ya se le da a quien, en la Tierra, ama con todo su ser. El amor, para ser verdadero, no lo es de palabras, es de hechos, activo, como su fuente que es Dios. Nunca se cansa de obrar ni siquiera por las decepciones que dan los hermanos. Pobre de aquel amor que cae como un pájaro de débiles alas cuando un obstáculo le hiere. El verdadero amor, aún herido, sube. Si no puede volar, trepa con las uñas y con el pico para no yacer en la sombra y en el hielo, para estar en el sol, medicina de todo mal. Y en cuanto está restablecido vuelve a volar. Y va de Dios a los hermanos y de éstos a Dios, mariposa angélica que lleva el polen de los jardines celestiales para fecundar las flores terrestres, y lleva a Dios los perfumes raptados de las flores más humildes, para que los acoja y los bendiga. Pero ¡ay de ella si se aleja del sol! El Sol es mi Eucaristía, porque en Ella está bendiciendo el Padre y amante el Espíritu, mientras que Yo, el Verbo, obro. Venid y tomad. Éste es mi Alimento que ardientemente pido que sea consumado por vosotros. IV. “Si permanecéis en Mí y mi doctrina permanece en vosotros, se os dará cuanto pidáis”. Desciendo en vosotros y me hago vuestro alimento. Pero, como Centro que soy, hacia Mí os aspiro. Vosotros os nutrís de Mí, pero con mayor razón Yo me nutro de vosotros. Ambas hambres son insaciables y continuas. La vid nutre a sus sarmientos, pero son los sarmientos los que hacen la vid. El agua nutre los mares pero son los mares los que nutren el agua, volviendo a subir en evaporaciones para descender de nuevo. Por eso tenéis que permanecer en Mí como Yo en vosotros. Separados, no Yo sino vosotros moriríais.
  • 7. Yo soy alimento para el espíritu y alimento para el pensamiento. El espíritu se nutre de la Carne de un Dios. Esencia efundida por Dios, sólo puede recibir su alimento de lo que es su matriz. El pensamiento se nutre con mi Palabra que es el Pensamiento de un Dios. ¡Vuestro pensamiento! la inteligencia es la que os hace semejantes a Dios, porque en la inteligencia está la memoria, el intelecto y la voluntad como en el espíritu está la semejanza por ser espíritu, libre, inmortal. Vuestro pensamiento, para ser capaz de recordar, entender, querer lo que es el bien, tiene que estar nutrido por mi Doctrina. Ésta os recuerda los beneficios y las obras de Dios, quién es Dios, qué se le debe a Dios. Ésta os hace comprender el bien y discernirlo del mal, os hace desear el bien. Sin mi Doctrina os hacéis esclavos de otras que tienen el nombre de “doctrina” pero que son errores. Y como naves sin brújula ni timón vais a la deriva. Salís de las rutas. ¿Y entonces cómo podéis decir: “Dios me ha abandonado” cuando sois vosotros los que le habéis abandonado a Él? Permaneced en Mí. Si no permanecéis en Mí es signo de que me odiáis. Y mi Padre odia a quien me odia, porque quien me odia, odia al Padre, siendo Yo uno con el Padre. Permaneced en Mí. Haced que el Padre no pueda distinguir al sarmiento de la vid, en tal modo el sarmiento es uno con ella. Haced que el Padre no pueda ver donde termino Yo y comenzáis vosotros, tan plena es la semejanza. Quien ama acaba tomando inflexiones, dichos y gestos del amado. Yo quiero que vosotros seáis otros Jesús. Y esto porque quiero que obtengáis cuanto pedís –fundidos conmigo sólo podéis pedir cosas buenas– y no tengáis que conocer denegaciones. Y esto porque Yo quiero que tengáis aún más de cuanto pedís, porque el Padre efunde sus tesoros sobre su Hijo en un continuo flujo de amor, y quien está en el Hijo disfruta de esta efusión infinita que es el amor de Dios que se deleita en su Verbo y que circula en Él. Ahora bien, Yo soy el Cuerpo y vosotros los miembros, y por esto la Alegría que me inunda y viene del Padre, el Poder, la Paz y toda perfección que circula en Mí se os comunica, mis fieles, a vosotros que sois parte inseparable de Mí aquí y allende. Venid y pedid. No tengáis miedo de pedir. Lo podéis pedir todo porque Dios lo puede dar todo. Pedid por los presentes y por los ausentes, pedid por los pasados, los presentes, los futuros, pedid por vuestra jornada, y por vuestra eternidad, y por ésta y aquella de quienes amáis. Pedid, pedid, pedid. Por todos. Por los buenos para que Dios les bendiga, por los malvados para que Dios les convierta. Decid conmigo: “Padre, perdónales”. Pedid: la salud, la paz en la familia, la paz en el mundo, la paz para la eternidad. Pedid la santidad. Sí, también ésta. Dios es el Santo y es el Padre, pedidle, junto con la vida que os mantiene, la santidad a través de la Fuerza que proviene de Él. No tengáis miedo de pedir. El pan de cada día y la bendición cotidiana. No sois sólo cuerpo, aún no sois todo espíritu. Pedid por éste y por aquél y se os dará. No temáis ser demasiado osados. Yo por vosotros he pedido mi misma gloria, más aún, incluso os la he dado para que seáis semejantes a Nosotros que os amamos, y el mundo conozca que sois hijos de Dios. Venid. En mi Corazón está vuestro Padre. Entrad, para que Él os pueda reconocer y decir: “Que se haga una gran fiesta en el Cielo porque he recobrado a un hijo que amaba”. “Te he complacido” dice Jesús. “He hablado Yo todo el tiempo. He querido que hablara mi Voz eucarística. Tenedla como mi regalo. Te bendigo y a todos los que la escucharán”.