Representantes de los paradigmas de la investigación
1. REPRESENTANTES DE LOS PARADIGMAS DE LA INVESTIGACIÓN
Los denominados "Padres fundadores" de la sociología: Comte, Durkheim, Marx,
Weber y Spencer, cuestionaban de manera explícita o implícita si debían utilizar o no
una metodología diferente a las ciencias naturales. Y a la vez que desarrollaban
conceptualizaciones aportaron abordajes metodológicos diversos. Allub (1997), Von
Wright, sostiene que en la historia de las ideas cabe distinguir dos tradiciones, la
aristotélica (teleológica o finalista) y la galileana (llamada mecanicista). Pero, es
Droysen quién distingue entre explicación y comprensión. Aunque en el uso corriente
la explicación incluye la comprensión de las cosas (Kirby, S/F).
PARADIGMA POSITIVISTA
En un primer momento se dio una tradición positivista, cuyas raíces se imbrican
hasta Kant y la Ilustración, que pretendía fundar una ciencia con un objeto y método
propio capaz de estudiar en forma sistemática al hombre, su historia, lenguaje,
costumbres e instituciones sociales, "la sociología". En este paradigma se consideran
diversos argumentos teóricos que constatan, más que divergencias, concepciones
comunes en torno a la organización de la sociedad, al objeto de estudio de la
sociología y a las peculiaridades del método sociológico para alcanzar un
conocimiento científico de la realidad social (Guach, 2011).
Considerado un paradigma dominante en algunas comunidades científicas, cuyo
enfoque investigador se vincula a las ideas positivistas y empiristas de grandes
teóricos del siglo XIX y principios del XX. Este paradigma, también, es llamado
hipotético-deductivo, cuantitativo, empírico-analítico, racionalista y tiene como
fundamento filosófico el positivismo. Se basa en la teoría positivista del conocimiento
(Ricoy, 2006). El referido autor señala, que este paradigma asume la existencia de
una sola realidad; está regido por leyes, las cuales permiten explicar, predecir y
controlar los fenómenos. Se centra en la búsqueda de nuevos conocimientos y su
generalización. También, lo califica de cuantitativo, empírico-analítico, racionalista,
sistemático gerencial y científico-tecnológico (González, 2003; Ricoy, 2006 y
Santiago, 2010).
2. Este paradigma es representado por: Augusto Comte, John Stuart Mill,
posteriormente Durkheim, Merton, Parsons, Carnap, Popper, Lakatos (Kirby, s/a). Se
inicia con Comte, para quien todas las especulaciones, ya se trate del individuo o de
la especie, deben pasar sucesiva e inevitablemente por tres estadios teóricos
diferentes: el teológico; en él se intenta acceder a la naturaleza última de las cosas
atribuyéndolas a agentes sobrenaturales, el metafísico, y el positivo, que se queda
en las cosas mismas ateniéndose a la observación y razonamiento sobe los hechos
(Vasilachis, 1992). A continuación se exponen algunos de los representantes
considerados por numerosas publicaciones los de mayor relevancia y cuyos aportes
consolidaron el paradigma positivista.
En palabras de Gutiérrez (1996), Comte afirma que la sociedad evolucionó a
través de tres estadios históricos y el primero es el teológico o de la niñez. Esta
etapa teológica pasa por la mitología griegas, el mundo judío y se desarrolla con el
cristianismo. La teología era la reina de las ciencias, a la cual debía supeditarse la
rectitud y grado de verdad de las demás disciplinas (citado por Cabeza, 2013).
Por su parte, Durkheim (1961), creador de la sociología moderna, junto con Max
Weber y Karl Mark, define a la sociología como “La ciencia de las instituciones, de su
génesis y de su funcionamiento”. El referido autor, protagoniza una de las mayores
aportaciones para las ciencias sociales, puesto que le otorgó a la sociología la
solidez necesaria para que pudiese alcanzar la categoría de ciencia. En su artículo
“Las reglas del método sociológico” (1894) argumenta su insatisfacción ante la poca
rigurosidad científica con la que son tratados los hechos sociales. Señala que, para
conseguir una “dignidad teórica y científica”, la sociología debe tener un objeto de
estudio claro y delimitado. Para la sociología, según tal objeto es el hecho social
(Morrugares, 2013).
En términos más específicos, el autor refiere que estas instituciones deben ser
consideradas como hechos sociales, definiéndose a los mismos como todo “modo de
actuar, de pensar y de sentir exteriores al individuo (Justiparan, 2010) y que el
carácter distintivo de esos hechos radica en su exterioridad con relación a las
conciencias individuales y la acción coercitiva que ejercen, o son susceptibles de
3. ejercer, sobre esas mismas conciencias. La ciencia, para este autor, no se ocupa
solamente de observar con cuidado, de describir y clasificar un orden de hechos,
sino "de encontrar el sesgo por donde resultan científicos estos hechos; es decir,
descubrir en ellos algún elemento objetivo que implique una determinación exacta, y,
si es posible, la medida" (Vasilachis, 1992).
En este contexto, Parsons hizo aportes que contribuyeron a la teoría sociológica,
desde un punto de vista estructural-funcionalista. El autor, intenta combinar el
positivismo decimonónico de Vilfredo Pareto, la perspectiva histórica de Max Weber y
el subjetivismo e idealismo filosófico de los historiadores y sociólogos alemanes de
los siglos XIX y XX, para crear un modelo o "tipo ideal" de sociedad humana, que
sirva de base a un sistema explicativo general, de carácter axiomático o deductivo.
En lo que respecta a la teoría positivista, el referido autor señala que el análisis
dinámico es la meta última de la investigación científica. Esta meta tiene dos
aspectos; en primer lugar, la "explicación causal" de los fenómenos o procesos
específicos pasados y la predicción de los acontecimientos futuros y, en segundo
lugar, la adquisición de conocimiento analítico generalizado de "leyes" que puedan
aplicarse a un número indefinido de casos específicos, mediante la utilización de los
datos de los hechos adecuados (Guach, 2011). En síntesis, Arnoletto (2007) expone
que la actitud metodológica típica del “estructuralismo” consiste en preguntarse qué
hace el objeto, o sea cuál es la función que cumple para el sistema del que forma
parte. Esto conlleva a entender que estructuralismo y funcionalismo son dos caras de
la misma moneda, ya que el estudio de la estructura lleva a considerar las funciones
de los diferentes elementos, y el estudio de las funciones (lo que cada una de las
partes hace con respecto al todo) no puede dejar de considerar la estructura.
Por otra parte, Carnap (1969), señala que las observaciones directas de hechos
aislados marcan el comienzo de la ciencia, ya que no hay otra cosa que sea
observable. Una regularidad no es observable directamente; las regularidades se
descubren mediante la comparación de múltiples observaciones y se expresan
mediante enunciados llamados leyes no siempre universales. Aunque para este autor
no todos los fenómenos son cuantificables "los conceptos cuantitativos permiten
4. formular leyes cuantitativas y estas leyes son mucho más poderosas como manera
de explicar los fenómenos y como medio para predecir nuevos fenómenos".
Según Popper (1973) en la ciencia se trabaja con teorías, esto es, con sistemas
deductivos, y "el esquema lógico de toda explicación radica en una inferencia lógica
deductiva". La óptica neopositivista, tal como ha sido definida por Karl Popper, parte
de considerar que nuestra ignorancia es muy grande. La ciencia nace en ese
contexto, al plantear problemas. Para que haya problemas tiene que haber
desconocimiento, pero al mismo tiempo "no es posible reconocer los problemas sin
un cierto grado de conocimiento" (Arnoletto, 2007).
La tesis principal de Popper es que el método, tanto en las ciencias naturales
como en las sociales, consiste esencialmente en experimentar y criticar soluciones a
los problemas. Esta actitud básica, llamada falsacionismo, no es aceptada por todos
los científicos empírico-analíticos, que plantean la objeción de que resulta muy
frustrante construir una ciencia en permanente derrumbe.
Más tarde, Lakatos (1982), con su metodología de programas de investigación
ofrece un panorama del juego de la ciencia muy diferente al del falsacionismo
metodológico de Popper, pero sin superar los límites del paradigma positivista.
5. PARADIGMA INTERPRETATIVO
Según Gutiérrez (1996) y Martínez (2001), se inicia a finales del siglo XIX y
principios del XX, pero es durante las décadas de los años 1950 y 1960, del siglo XX,
cuando se desarrolla. Este paradigma tiene sus antecedentes históricos en la
fenomenología, el interaccionismo simbólico interpretativo, la etnografía, la
antropología, etc. Sus impulsores surgen de la escuela alemana y se considera a
Husserl su fundador (Ricoy, 2006), dado que la palabra fenomenología cobra
relevancia especial al significar la forma directa de conocer qué caracteriza a un
método (Pérez-Serrano, 1994). Otros autores considerados como impulsores y
contribuyentes a este paradigma fueron: Dilthey, Baden, Shutz, Mead, Blumer,
Berger, Lukman y Weber (Pérez-Serrano, 1994; Ricoy, 2006; Santiago, 2010).
La filosofía de este paradigma es de naturaleza cualitativa y de orientación
inductiva – subjetiva, porque busca comprender los fenómenos desde la propia
perspectiva de quien los protagoniza. Se caracteriza por estudiar los fenómenos de
carácter social, al tratar de comprender la realidad circundante en su carácter
específico. Mediante ella se trata de develar por qué un fenómeno ha llegado a ser
así y no de otro modo (González, 2003). Un planteamiento que merece atención por
su profundidad reflexiva es el que señala Merino (1995) cuando dice: “…qué sentido
puede tener el desarrollar teorías, métodos, sistemas y tecnologías para la
enseñanza o para la evaluación, por muy sofisticados que sean, si no tienen como
objeto mejorar la calidad del aprendizaje y la vida personal y social de los estudiantes
y de otros actores que están al servicio de la educación de las generaciones que nos
siguen” (obídem).
De igual manera, Ricoy (2006) señala que este paradigma permite el
entendimiento de la conciencia como activa concesión con sentido y que tiene en
cuenta el comportamiento de los otros/as actuando consecuentemente desde una
perspectiva holística. Por su parte, Santiago (2010) reseña que la esencia de este
paradigma radica en nociones tales como compresión, significado y acción en
6. sustitución de aquellas otras del paradigma positivista. El autor Martínez (2003)
considera que, se efectúa un “rescate del sujeto y de su importancia”.
Cabe mencionar que, este paradigma surge como una alternativa a las
limitaciones del paradigma positivista en el campo de las Ciencias Sociales y de la
Educación, al considerar las diferencias de éstas con relación a las Ciencias
Naturales. Es decir, se origina por la constatación de que en las disciplinas de ámbito
social existen diferentes problemáticas, cuestiones y restricciones que no se pueden
explicar ni comprender en toda su extensión, sin tener en cuenta la propia
experiencia del individuo (Ferreira, 2006).
Al respecto de los impulsores de este paradigma, se presenta una síntesis de los
autores que se considera de acuerdo a la literatura, contribuyeron en mayor medida
con el paradigma interpretativo:
En lo que respecta a Wilhelm Dilthey (1833-1911), filósofo, historiador, sociólogo,
psicólogo y estudioso de la hermenéutica de origen Alemán, acentuó “la pertinencia
del investigador y la realidad investigada al mismo universo histórico: el mundo
cultural e histórico del hombre”. Desde su perspectiva, se da una relación sujeto-
objeto que permite la comprensión desde dentro de los fenómenos histórico-sociales-
humanos. Combatió la hegemonía del conocimiento de las ciencias naturales
“objetivas”; luchó por establecer una ciencia “subjetiva” de las humanidades. Según
Dilthey, los estudios humanos subjetivos debían centrarse en una “realidad histórica-
social-humana”.
El autor afirmó que el estudio de las ciencias humanas supone “la interacción de
la experiencia personal, el entendimiento reflexivo de la experiencia y una expresión
del espíritu en los gestos, las palabras y el arte”. De igual forma, aseveró que todo
saber debe analizarse a la luz de la historia, pues sin esta perspectiva el
conocimiento y el entendimiento sólo pueden ser parciales (Gurdián, 2007).
Por su parte, Baden hizo distinción entre propuestas en primera instancia por el
filósofo alemán neokantiano Wilhelm Windelband (1848-1915) acerca de las ciencias
nomotéticas y las ideográficas. El autor señala que, las primeras tienen por objeto las
7. leyes lógicas (ciencias de la naturaleza), que buscan estudiar procesos causales e
invariables. Mientras que las segundas, su objeto es el estudio de los sucesos
cambiantes, como la Economía, el Derecho o la Historia. La idea básica de la
escuela de Baden y proseguida por Heinrich Rickert (1863-1936), consistió en
contraponer el método de la historia al método de la ciencia natural: la historia, según
su concepción, es la ciencia de los hechos individuales de desarrollo que poseen
valor cultural; la ciencia natural, es la que trata de los fenómenos de la naturaleza
que se repiten y de sus leyes.
La Escuela de Baden, llamada también “Escuela sudalemana” fue, junto con la
Escuela de Marburgo, la dirección predominante del neokantismo alemán, desde
principios del siglo XX hasta 1914 aproximadamente. La Escuela de Baden
reprochaba a la de Marburgo su excesivo racionalismo, naturalismo, formalismo e
inclinación a las ciencias físico-matemáticas, con la consiguiente interpretación
unilateral del kantismo y de las implicaciones del análisis trascendental de los
contenidos propuestos a la reflexión. Se inclinaba hacia otro aspecto del “globus
intellectualis”: el campo principal de su reflexión fue, en efecto, el de las ciencias de
la cultura y el de la historia (Parra, 2005).
Por su parte, el principal interés de Heinrich Rickert fue la fundamentación
epistemológica de las ciencias a base de un examen filosófico crítico de su estructura
y de sus relaciones mutuas. Respecto de la distinción de las ciencias, Rickert
establece una distinción en algunos respetos similar y en otros distinta: las ciencias
se dividen en ciencias generalizantes y ciencias individualizadoras (obídem).
Entre tanto, la sociología fenomenológica de Schutz se centra en la
intersubjetividad. El mundo intersubjetivo no es un mundo privado, es común a todos.
Existe ‘porque vivimos en él como hombres entre hombres’, con quienes nos
vinculan influencias y labores comunes, comprendiendo a los demás y siendo
comprendidos por ellos. La intersubjetividad existe en el “presente vivido” en el que
nos hablamos y nos escuchamos unos a otros. Compartimos el mismo tiempo y
espacio con otros. Esta simultaneidad es la esencia de la intersubjetividad, significa
8. que capto la subjetividad del alter ego al mismo tiempo que vivo en mi propio flujo de
consciencia... Y esta captación en simultaneidad del otro, así como en su captación
recíproca de mí, hacen posible nuestro ser conjunto en el mundo (Ritzer, 1994).
Según Ritzer, mientras Husserl identifica el ego trascendental como su
preocupación central, Schutz dio un giro exterior a la fenomenología para analizar el
mundo intersubjetivo, el mundo social. (Si bien es esta una importante diferencia, no
se debe perder de vista el hecho de que ambos pensadores se centraron en la
intersubjetividad, Husserl dentro del reino de la conciencia y Schutz en el mundo
social (Ritzer, 1994, citado por Parra 2005).
Posteriormente Maximilian Weber (Erfurt, Alemania, 1864 - 1920), filósofo,
economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo Alemán, suiendo a Rickert
insistió en la comprensión como método característico de las ciencias cuyos objetos
presentan una relación de valor que hace que los objetos se nos presenten
relevantes y con un significado que no poseen los de las ciencias naturales (Gurdián-
Fernández, 2007).
Al respecto, el autor Sandoval (2002) expone que para Weber los rasgos
distintivos de las relaciones sociales que constituyen una sociedad sólo pueden
hacerse intelegibles, cuando se logran comprender los aspectos subjetivos de las
actividades interpersonales de los miembros que constituyen esa sociedad. Es a
través del análisis de los diferentes tipos de acción humana, que se alcanza el
conocimiento de la naturaleza específica y diversa de las sociedades humanas.
Al terminar el siglo XIX, lo sociólogos Emile Durkheim y Max Weber seguían
cada uno diferentes tradiciones metodológicas. El primero seguía la tradición de “La
reglas del método sociológico”, de corte galileano (positivista) y el segundo la
“sociología comprensiva”. El debate anti-positivista iniciado a finales del siglo XIX
continúa hasta hoy en día (obídem).
9. PARADIGMA CRÍTICO – REFLEXIVO
Este enfoque, se configura en el período entreguerras, donde arraigaron con
fuerza el fascismo y el nazismo, como posibles salidas a la crisis económica de 1930.
La Teoría Crítica, tal como dice Follari, mostró una sorprendente perspicacia para
captar la tendencia histórica en curso. Con bases conceptuales hegelianas y nacidas
de la filosofía clásica alemana – que hoy pocos comparten- fueron capaces sin
embargo de tocar los puntos que 40 y hasta 50 años después preocuparían a
quienes critican la sociedad capitalista (Follari, 1994; citado por Parra, 2005).
El paradigma crítico – reflexivo reacciona contra el reduccionismo del
paradigma positivista con su excesivo objetivismo y carácter conservador, y a la
propensión al subjetivismo del interpretativo (González, 2003). Apuesta por el
compromiso y la transformación social de la realidad desde la liberación y
emancipación de los implicados. Los sujetos mantienen un diálogo bidireccional
continuo y plural, reflexionando individual y colectivamente en busca de su propia
identidad (Ricoy, 2006). Asimismo, parte de una concepción social y científica
holística, pluralista e igualitaria (González, 2003).
Los pioneros de esta orientación son los investigadores de la llamada Escuela
de Frankfurt (Adorno), el neomarxismo (Apple), teoría crítica de Habermas, así como
los pensamientos de Horkheimer, Marcuse, Giroux, Car y Kemmis, Freire, entre
otros. Este paradigma es introducido por en 1923 y se funda en un Instituto para la
investigación social asociado a la Universidad de Frankfurt; se presenta como una
alternativa al positivista e interpretativo. Este paradigma introduce claramente el
factor ideológico como elemento esencial de configuración en los procesos de
conocimiento (Pérez Serrano, 1994; Santiago y Rodríguez, 2010; Ricoy, 2006).
El proyecto inicial se define como marxismo heterodoxo, desarrollándose una
serie de teorías atentas a los problemas sociales, no solo desde el punto de vista
sociológico, sino también filosófico. Al mismo tiempo, se propone dar importancia a
factores sociales, psicológicos y culturales a la hora de abordar los temas sociales.
10. Al respecto, en 1931, Max Horkheimer proclama en su discurso inaugural como
director del Instituto para la investigación social, la necesidad de un alejamiento de la
ortodoxia revolucionaria marxista en favor de la reflexión filosófica, naciendo así la
“Teoría Crítica” como una corriente de pensamiento de intelectuales de izquierda
tales como Horkheimer, Pollock, Löwenthal, Adorno, Fromm y Marcuse, no
comprometidos con un partido político concreto, pero afines a la causa del
proletariado.
Posteriormente, en 1946, Horkheimer centró su crítica al positivismo a partir de
unas conferencias que impartió en la Universidad de Columbia en el año de 1944
señalando que mediante su identificación de conocimiento y ciencia, el positivismo
limita la inteligencia a funciones que resultan necesarias para la organización de un
material ya tallado de acuerdo con el molde de la cultura comercial (Universidad de
La Salle, 2009).
En este contexto, previo a su inclusión en esta corriente del pensamiento
alemán, Habermas inicia su carrera intelectual en la filosofía alemana: el
neokantismo, la fenomenología y, sobretodo, la antropología filosófica de Heidegger.
En 1956 Habermas comulga con el legado marxista del Instituto de Investigación
Social, incluso hasta el punto de despertar reticencias en Horkheimer por su excesivo
fervor izquierdista y su carácter independiente. El paso de Habermas por la Teoría
Crítica se puede considerar, como la adolescencia de su crecimiento intelectual. Tal
y como lo demuestran sus primeros artículos, en un comienzo relacionado
plenamente con la interpretación al uso del materialismo dialéctico de Marx, aunque
desde posiciones cercanas a Lukács y Korsch. La pregunta recurrente que filósofos
como Lukács o Korsch venían a plantearse no era otra que la cuestión de dónde
había fallado el diagnóstico de Marx para la emergencia de una clase proletaria
concienciada de su papel histórico (Parra, 2005).
Las preocupaciones intelectuales de Habermas en su tránsito por la Teoría
Crítica se pueden resumir, en tres grandes temas: la legitimación en las sociedades
modernas; la reconstrucción del materialismo histórico en una nueva teoría de la
11. evolución de las sociedades; y la consolidación de un marco epistémico-
metodológico que acredite el estatus científico de la Teoría Crítica, al menos desde la
perspectiva de la Teoría del Conocimiento (Universidad de Navarra, 2005). Para
Habermas, el sentido de realizar una “reconstrucción” de la teoría marxista reside en
la necesidad de volver a “construir” una teoría de la evolución social que incluya
entre sus presupuestos de partida, la praxis comunicativa dejada de lado por el
materialismo histórico.
Por medio de la teoría de la acción comunicativa, Habermas se propone
abordar tres grandes complejos temáticos: el concepto de racionalidad comunicativa,
el concepto de sociedad articulado en los niveles de sistema y de mundo de la vida, y
una propuesta de retorno a la modernidad (Parra, 2005).
Habermas identifica tres intereses directores del conocimiento cada uno de los
cuales, orienta la generación y orientación del saber en nuestra sociedad. Así
entonces, la ciencia empírico-analítica se sustenta en un saber técnico, la ciencia
histórica - hermenéutica en un saber práctico y el interés emancipatorio da
fundamento a las ciencias orientadas críticamente.
Como aporte final, para Habermas “el conocimiento nunca es producto de
individuos o grupos humanos con preocupaciones alejadas de la cotidianidad; por el
contrario, se constituye siempre en base a intereses que han ido desarrollándose a
partir de las necesidades naturales de la especie humana y que han sido
configuradas por las condiciones históricas y sociales” (Bozo, 2010).
Realizado por: J. Meléndez
Marzo de 2017
12. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ARCILA, A.; BURITICÁ, L. E.; CASTRILLÓN, J. y RAMÍREZ, L. E. (2004).
Paradigmas y modelos de Investigación Guía didáctica y módulo
ARNOLETTO, E. (2007). Curso de Teoría Política, Edición electrónica gratuita.
Disponible en: www.eumed.net/libros/2007b/300/. Consultado el 19 de marzo de
2017.
BOZA, M. (2011). El Paradigma Socio-Crítico
CABEZA, J. (2013). El trabajo de grado y los enfoques metodológicos: una visión
desde sus propios actores
FERREIRA, M.R. (2006). Introducción a las técnicas cualitativas de investigación
aplicadas en salud: cursos GRAAL 5.
GONZÁLEZ, A. (2003). Los paradigmas de investigación en las ciencias sociales.
Islas, 45(138), 125-135.
GURDIÁN-FERNÁNDEZ, A. (2007). El paradigma cualitativo en la investigación
socio-educativa
KIRBY, A. (s/a). Aporte a los debates teóricos, metodológicos y epistemológicos en la
investigación social
RICOY, C. (2006). Contribución sobre los paradigmas de investigación
MARTÍNEZ, M. (1997) Un nuevo paradigma [En línea]. Disponible en
http://miguelmartinezm.atspace.com/unnuevoparadigma.html. Consultado el 20
de marzo de 2017.
MORRUGARES, P. (2013). Aportaciones de Durkheim a la investigación cuantitativa
PÉREZ-SERRANO, G. (1994). Investigación cualitativa: retos e interrogantes. Dos:
técnicas y análisis de datos. 2da Edición, La Muralla. ISBN 9788471336293.
13. RITZER, G. (1994). Teoría sociológica contemporánea
SANTIAGO, M. (2010). Investigación y Evaluación educativa en la sociedad del
conocimiento. Ediciones Universidad de Salamanca y los autores. 1ª Edición.
ISBN: 978-84-7800-226-9. Depósito legal: S. 1.610-2009. Pág. 97-103
UNIVERSIDAD DE LA SALLE, (2009). Paradigma crítico: la alternativa más
adecuada para el maestro investigador
UNIVERSIDAD DE NAVARRA, (2005). Habermas y la Teoría Crítica, capítulo
Tercero