Los guiones sexuales_o_la_puesta_en_forma_del_dese1
1. Los guiones sexuales o la puesta en forma del deseo “
Michel Bozon y Alain Giami
Traducción de Muriele Loiseau1
LOS GUIONES SEXUALES O LA PUESTA EN FORMA DEL DESEO2
La sociología de la sexualidad debe mucho a dos sociólogos poco conocidos en Francia, John Gagnon y
William Simon. Fue a fines de los años 1960, mientras estaban comprometidos en una colaboración con
el Instituto Kinsey, de Blooming Form (Indiana), cuando los dos autores comenzaron a elaborar lo que
llegó a ser el concepto central de su obra, el de “guión sexual” que aparece por primera vez en 1973 en
su trabajo conjunto Sexual Conduct,the Social Sources of Human Sexuality (Chicago-Aldine). Esta obra
que tenía la ambición de establecer la sexualidad humana como un objeto sociológico con todos sus
derechos, tuvo solamente un eco limitado. Ampliamente reconocido y utilizado en los Estados Unidos y
en otros lugares por aquellos que desarrollaban investigaciones empíricas sobre la sexualidad, el libro y
la aproximación que defendía no fueron realmente considerados fuera del círculo de la Sexual Research.
Situado cronológicamente entre las primeras publicaciones de Masters y Johnson, centrados en una
descripción de las respuestas sexuales humanas, y la primera publicación de Foucault sobre la
sexualidad, presentación filosófico-histórica de la emergencia del “dispositivo de sexualidad” en el siglo
XIX, el libro y las teorías de Gagnon y Simon no llegaron al público masivo como los escritos de Masters
y Johnson, y contrariamente a los textos de Foucault “rápidamente traducidos a numerosos idiomas”,
jamás estuvieron en el centro del debate teórico y cultural. Por otra parte, los estudios feministas y los
estudios gays y lésbicos, que han contribuido mucho, en Estados Unidos, a sacar la investigación sobre
la sexualidad de su ghetto clínico, sólo manifestaron muy tardiamente su interés por Gagnon y Simon, sin
duda muy sociólogos y no lo suficientemente militantes de la sexualidad.
La teoría de los guiones sexuales, que se define más bien como una “perspectiva teórica” (Sexual
Scripting Perspective), no fue expuesta en una obra “definitiva”, sino que ha sido objeto de elaboraciones
sucesivas, publicadas a lo largo de los últimos 25 años por los dos autores en conjunto y
separadamente. No nos encontramos, entonces, frente a un conjunto de artículos que ilustren la
evolución de los diferentes segmentos de un cuerpo teórico, en su puesta en ejecución a través de
proyectos de investigación específicos.
El resumen del texto presentado aquí, publicado en 1990, es un balance reflexivo sobre la utilización de
la perspectiva de los guiones en el seno de una sociología teórico-empírica de la sexualidad.
La apuesta de una sociología de la sexualidad según Gagnon y Simon consiste en sacar el campo de la
sexualidad de su misterio, de su aura y de su excepcionalidad. Los hechos sexuales, que comprenden
actos, relaciones y significaciones, deben ser tratados como hechos sociales dentro de otros. Sin
embargo, ese desencantamiento de la sexualidad no puede ser sino bajo la condición de elucidar y de
especificar lo que produce y construye lo sexual, es decir, pasa en ciertas situaciones sociales, ciertos
lugares, cierto tipos de comportamiento y gestos susceptibles de crear una excitación, deseo y placer
sexuales. Los autores no apuntan solamente a una simple sociografía (que daría cuenta de la variación
de la sexualidad), pero de una verdadera teoría sociológica de la sexualidad que explica los orígenes y
los modos de funcionamiento en el marco de una teoría de la acción y de la interacción. Una modestia
aparente del objetivo de banalización de la sexualidad conduce en realidad a un programa de
investigación ambicioso, en el cual los numerosos lazos entre lo no sexual y lo sexual pasan a ser objeto
central de la investigación. En la herencia de Freud podemos incluir el hecho que nos hayamos vuelto
todos expertos en buscar una explicación sexual a las formas más variadas de comportamiento y de
simbolismo no sexuales...Por lo tanto, es igualmente posible examinar el comportamiento sexual en su
capacidad de expresar y servir fines no sexuales que a la inversa (J. Gagnon y W Simon, 1973, p. 17).
No es posible una sociología de la sexualidad si no se acepta el postulado clásico en Ciencias Sociales,
pero difícilmente admitido en relación a la sexualidad, que los .comportamientos humanos no pueden ser
analizados como hecho instintivo, programado por la naturaleza en el sentido de la biología y de la
reproducción animal. Gagnon y Simon invitaron desde un comienzo a romper con un acercamiento
naturalista y biologizante de la sexualidad humana, en el cual nuestros comportamientos resultarían de
un conflicto inevitable entre la pulsión sexual y la sociedad, que funcionaría como ley y como principio
represivo canalizando el instinto bajo una forma socialmente aceptable. La idea que existiera un estado
“natural” de la sexualidad humana es del mismo registro que la creencia de una naturaleza humana
universal y atemporal. Esa representación naturalista de la sexualidad (que los investigadores
2. anglosajones califican hoy de esencialista) es aún mas difícil de cuestionar puesto que durante siglos ha
estructurado la aspiración de los progresistas que sueñan con una sexualidad liberada de los obstáculos
de la cultura, como Diderot, Fourier, Reich y muchos otros utopistas sexuales que alimentaron los
temores de los conservadores que temen la amenaza que hace pesar la sexualidad sobre el orden social
si no está estrechamente controlada por las instituciones. Antes incluso que Foucault cuestione la
hipótesis represiva (es decir, la idea según la cual el único elemento que afectaria la manifestación de la
sexualidad humana sería el grado de represión al cual la pulsión sexual es sometida). Gagnon y Simon
habrían modificado profundamente los estatutos respectivos de la sexualidad y de la sociedad, aquella
siendo menos concebida como principio de coerción que como el indispensable principio de producción
de conductas sexuales y de las significaciones que les están ligadas.
En Sexual Conduct el cuestionamiento del esencialismo en materia de sexualidad toma la forma de una
tentativa de superar críticamente las obras de Freud y de Kinsey, cuyos límites respectivos son
subrayados. Gagnon y Simon retienen que Freud y la tradición freudiana han abierto el camino a la
pregunta de la significación sexual, pero critican la tendencia a ver en la pulsión sexual un “atributo
biológico fijo”: “Hay que poner en duda el supuesto dudoso según el cual la sexualidad tendría una virtud
mágica, permitiendo a la pulsión biológica encontrar una expresión psicosocial y social directa, mientras
que no lo suponemos para otros comportamientos que tienen una base biológica” (J. Gagnon y W Simon,
op. cit., p.15). Kinsey, que inventa las investigaciones empíricas sobre la sexualidad, representa en un
cierto modo el “negativo” de Freud: “Nos encontramos frente a un objeto sexual decorticado: los cuerpos
se organizan y se juntan, el orgasmo sobreviene y se hace de eso recuentos buscando un continuo de
porcentajes en los cuales la normalidad resulta de una posición dentro de una distribución estadística. De
nuevo, en esta investigación de las fuentes naturales del comportamiento, la significación que los actores
atribuyen a su propio comportamiento y que la sociedad organiza colectivamente es dejado de lado. En
Freud, Kinsey y varios otros autores el modelo teórico dominante es, entonces, aquel de una reducción
de la pulsión sexual por la cultura. El sobrepasar esa perspectiva para Gagnon y Simon consiste en ver
en la sexualidad menos el principio original que explica las otras conductas, sino una conducta que tiene
su fuente y que puede ser explicada a partir de otros aspectos de la vida social.
En sus trabajos ulteriores, Gagnon y Simon van a modificar sus acercamientos de los autores que han
trabajado sobre la sexualidad (incluyendo a Freud y Kinsey) considerando que las disciplinas que
estudian la sexualidad son ellas mismas productos culturales e históricos que contribuyen a modificar los
escenarios culturales de la sexualidad y hacer que llegue a ser lo que describen. “Así, la idea sobre la
cual existiría una entidad observable tal como la homosexualidad o la heterosexualidad resulta
conjuntamente de cambios dentro de la vida social (incluyendo la sexual) que han llegado a la sociedad
occidental a partir de principios del siglo XIX y del desarrollo de un aparato conceptual para pensar la
sexualidad, que deriva el mismo de los mismos procesos históricos” (J.Gagnon, art.cit., 1990). Las
investigaciones y encuestas contemporáneas sobre el comportamiento sexual se basan implícitamente o
se refieren explícitamente a guiones sociales de la sexualidad que ellas contribuyen a fijar o a redefinir.
El Desplazamiento hacia los Guiones.
Si es impensable esperar volver a un estado de naturaleza de la sexualidad, la conducta sexual humana
debe ser considerada como un script behavior. Scripted es un término difícilmente traducible, en el cual
varios contenidos semánticos están simultáneamente presentes: aprendido, codificado, inscrito en la
consciencia, estructurado, construido como un escenario o un relato. El sustantivo script es más fácil de
utilizar. Todas nuestras experiencias sexuales son construidas como guiones primero en el sentido que
derivan de aprendizaje social, que no resultan tanto de la inculcación de las normas, de las reglas y de
prohibiciones, sino que de una impregnación de relatos implicando secuencias de eventos o de la
interiorización de formas de funcionamiento de las instituciones. Nosotros llegamos así no solamente un
saber-hacer, como en todos los aprendizajes técnicos, sino también a una capacidad de percibir estados
del cuerpo y a reconocer situaciones. “El aprendizaje concierne todos los aspectos de la sexualidad,
incluyendo los eventos fisiológicos ligados a la excitación, el placer y el orgasmo” (J.Gagnon, art.cit.,
1990). Por otra parte, aprendemos a identificar incluso a producir situaciones potencialmente sexuales,
es decir, contextos que comprenden elementos esperados de guiones sexuales, actores, intriga, marco y
que, a propósito de eso, pueden crear en nosotros una disposición o una excitación sexuales. En la
sexualidad humana, no todo es posible, en cualquier momento y con cualquier persona, hacer cualquier
cosa ni en cualquier circunstancia. Los guiones enuncian menos prohibiciones que lo que definen el
escenario de nuestra sexualidad posible. En los guiones sexuales de las sociedades occidentales, la
3. oposición dominante entre una conducta sexual normal y una conducta transgresora (perversa) tiene
menos por función impedir la segunda conducta que de atribuirle una significación distintiva.
Los tres niveles de los Guiones.
Estas formulaciones generales sobre los guiones sexuales debe ser especificada según los planos
donde operan, sea en el plano subjetivo de la vida mental, sea en el plano de la organización de las
interacciones sociales, sea en el plano de las prescripciones culturales más generales. Los scripts
“intrapsíquicos” utilizan elementos de orígenes muy diversos –elementos simbólicos fragmentarios,
escenarios culturales más ampliamente compartidos, elementos de experiencia personal- y los organizan
en esquemas cognitivos estructurados que toman la forma de secuencias narrativas, de proyectos, de
fantasías sexuales. Ellos coordinan la vida mental y el comportamiento social, y operan el reconocimiento
de situaciones sexuales. Los guiones “interpersonales”, principalmente presentes en el estado práctico
de los diversos tipos de interacción social, se componen de secuencias ritualizadas y bien conocidas de
actos que intervienen en el encuentro y en la seducción que provocan excitación y que coordinan la
realización práctica de las relaciones sexuales. En su dimensión interpersonal, el guión funciona “como
organización de convenciones compartidas que permiten a dos actores o más participar de un acto
complejo implicando una dependencia mutua” (J. Gagnon y W Simon, op. cit., p. 20). Existe
evidentemente una interfase entre los guiones interpersonales y los guiones intrapsíquicos, en la medida
que los últimos se constituyen ampliamente a partir de la memorización o de la anticipación de
secuencias interpersonales. Los guiones de orden cultural o “escenarios culturales” son prescripciones
colectivas que dicen lo posible así como lo que no debe ser en materia sexual. Recomendaciones y
prohibiciones culturales nunca tienen, sin embargo, la simplicidad aparente de las normas y reglas
legales. Son normalmente incluidas en relatos que no tienen necesariamente la sexualidad por objeto, o
en funcionamientos institucionales que no aislan siempre el aspecto sexual. En cuanto a los escenarios
culturales que tratan explícitamente lo sexual, éstos no especifican solamente los objetos apropiados, las
metas y las cualidades deseables de las relaciones entre sí y el otro; sino precisan también los
momentos y los lugares, las secuencias de gestos y de propósitos y sobretodo lo que el actor y su (o
sus) pareja(s) supuestamente van a sentir (J. Gagnon y W Simon, 1986, p. 105).
Los escenarios culturales no son completamente predictivos de la realización de las conductas efectivas.
Incluso si ellos constituyen la materia prima simbólica de lo sexual no funcionan sino haciéndose objeto
de una interpretación por parte de los actores sociales, de un lado al nivel intrapsíquico y del otro al nivel
interpersonal, al momento de la negociación de conductas. La dimensión intrapsíquica es un lugar de
reformulación por parte de los individuos y de improvisación subjetiva a partir de los contenidos culturales
cuyo ritmo de transformación es a veces muy lento. El nivel interpersonal representa el contexto social de
la interacción, dentro del cual actores que no comparten siempre el consenso que existe en apariencia
en el nivel cultural, se ponen de acuerdo sobre sus conductas.
La manera en que los diferentes niveles de guiones contribuyen a la estructuración de la sexualidad no
es idéntica en todas las situaciones sociales e históricas. Así, “en los contextos tradicionales, en
escenarios culturales y un repertorio limitado de improvisaciones ritualizadas son tal vez todo lo que
puede ser necesario para que las parejas o los observadores se entiendan” (J. Gagnon y W Simon, op.
cit., p. 102). Esos contextos culturales se caracterizan, sin embargo, por un grado relativamente débil de
improvisación mental.
El sistema de scripts puede complejizarse en situaciones de contacto cultural como la colonización o la
migración por ejemplo, que ponen en relación modos de estructuración de la sexualidad completamente
diferentes. Analizando las bitácoras de la expedición del capitán Cook a la Polinesia en el siglo XIX,
relata que las mujeres polinésicas “se ofrecían libremente” a los marinos, Gagnon pone en relación las
expectativas inicialmente muy diferencias de hombres europeos y mujeres polinésicas. Para los
primeros, la sexualidad es un campo de pasión física natural que debe ser controlada por los preceptos
de la religión y la institución del matrimonio. Su sorpresa frente a la disponibilidad sexual de las indígenas
le hace elaborar la primera versión del mito de la sexualidad natural y edénica de los mares del Sur. La
hipótesis de Gagnon concerniente a las segundas es que, sin embargo, “la mujer polinésica eran el
producto de un orden social en el cual el sexo era una forma no marcada (como sexual) de sociabilidad
agradable entre hombres y mujeres antes del matrimonio” (J. Gagnon, art. cit., p. 33). Si el contacto entre
los cuerpos se establece es porque niguna de las partes, señala Gagnon, tenía aparentemente gustos
muy esotéricos y el consentimiento de las mujeres, incluso si sorprendía a los europeos no contradecía
sus expectativas de género. Por lo tanto, el contacto entre los primeros y las segundas no quedaba sin
4. consecuencias. Así, los regalos que los marinos daban a las mujeres que se ofrecían sin solicitar
retribución, establecieron las bases para una primera forma de prostitución.
El desarrollo de la dimensión intrapsíquica de los guiones resulta de una evolución social e histórica larga
que produjo la individualización y la interioridad psíquica. En el curso de esta evolución los escenarios
culturales tienden a perder su homogeneidad y las normas sexuales a ser menos evidentes, lo que lleva
un aumento de las necesidades de adaptación e improvisación mental, y de relaciones más complejas
entre los niveles de scripts. Así, una mujer joven que se pregunta si va a tener su primera relación sexual
con su pololo debe tomar en cuenta la manera en que son percibidas socialmente las mujeres que “lo
hacen”, su propia interpretación de lo que el evento significaría para ella con esa pareja, así que las
conversaciones eventuales con su pareja sobre el hecho que su contacto físico no van hasta el final de lo
que se espera hoy día de una relación entre dos enamorados, y en fin, las reacciones de los pares a los
cuales ella va a contar la noticia.
En la medida en que permiten identificar, interpretar y estabilizar los componentes sexuales de la vida
social, los guiones sexuales tienen una función estructurante para el imaginario sexual de los grupos,
para las relaciones y para los individuos. Esta estructuración no se basa únicamente sobre dicotomías
que opondrían lo permitido y lo prohibido, lo apropiado y lo inapropiado, etc. (incluso si les incluye), sino
inscribe la sexualidad dentro de un tipo de dramaturgia.
Los Guiones como Secuencias Narrativas.
La perspectiva de los guiones invita a considerar la sexualidad en términos de desarrollo o de
procedimientos en los cuales los resultados (outcomes) son obtenidos después que diversas etapas
hayan sido franqueadas en un orden dado y respetando las reglas de un contexto socialmente
estructurado (lugar, actor, etc.). La modificación de la secuencia de las etapas de una biografía (casarse
antes de tener un hijo o después) o eventos de un relato tienen siempre por efecto, lo sabemos, de
cambiar la significación de los eventos vividos o la moraleja de la historia. El registro literario del relato o
del teatro está muy presente en la teoría de los guiones, especialmente las metáforas de la
improvisación, de la interpretación y de la repetición privada (private rebearsal). Las fantasías sexuales
se presentan típicamente como secuencias narrativas, con un marco, personajes y varios eventos;
incluso si una fantasía reducida en apariencia a una sola imagen debe, sin embargo, ser considerada
como la condensación de una historia que es posible reconstituir en un momento dado.
El orden de los eventos es portador de una significación que, en un universo cultural dado, es bien
conocido por los actores. La organización de los guiones en secuencias es manifiesta tanto en el nivel
cultural como en el nivel interpersonal y en el mental. Así, un encuentro sexual se inscribe a menudo en
una secuencia más amplia de eventos productores de excitación, incluso si no tienen contenido explícita
y necesariamente sexual. El hecho de salir juntos de noche, tomar alcohol, de bailar, son elementos
esperados del escenario cultural del encuentro sexual, tanto como el hecho de acariciarse. El guión
dominante prevé igualmente que es el hombre el que debe hacer la proposición. Otro ejemplo es aquel
de la transición a la sexualidad genital en la adolescencia. Existe hoy día un modelo de transición
progresiva por etapas: beso profundo, caricias sobre el cuerpo, caricias en los genitales y finalmente
penetración genital. En el siglo XX, hubo una tendencia al alargamiento de la duración del proceso, que
se efectúa actualmente en varios años y cada vez menos con la misma pareja. El guión de la entrada de
los jóvenes en la sexualidad no es más, entonces, el del rito del paso iniciático (con una prostituta o en la
noche de bodas) pero cada vez más el de una familiarización y un aprendizaje progresivo del cuerpo, de
las reacciones y de los sentimientos del otro, así como de sus propias percepciones, diferenciadas según
el género. Podemos tomar el ejemplo de la secuencia de las prácticas de una relación heterosexual qure
no siguen un modelo constante ni universal. En la secuencia típica de una relación que se inicia, los
miembros de una pareja se besan y se acarician con sus ropas. El hecho de sacarse la ropa después
para el coito aparece como progresión en la intimidad, como consecuencia de la excitación producida. El
orden es diferente en una relación establecida, donde los miembros de la pareja, en la intimidad ya
constituida, se desnudan antes de comenzar a acariciarse. Incluso si las variaciones posibles (sexo oral
o no, por ejemplo), la introducción de un elemento totalmente nuevo en el guión de una relación
establecida (como por ejemplo un preservativo) alteraría su significación.
De manera general, la excitación y el deseo son más bien producto del reconocimiento de elementos
conocidos o por el desarrollo de un escenario esperado que por eventos que surgen fuera de todo guión
existente, incluso adaptaciones mentales son siempre posibles en función de los aspectos materiales de
la situación. Incluso la “espontaneidad sexual” debe estar inscrita en guiones que precisan los
momentos, los lugares y las personas con las cuales ese tipo de comportamiento es posible.
5. Aplicaciones de la Perspectiva de los Guiones.
El análisis en términos de guiones no se aplica solamente a la descripción de la actividad sexual
propiamente tal. Ella puede permitir reinterpretar los contenidos de encuestas sobre comportamientos
sexuales, haciendo surgir su definición implícita de la sexualidad: así las encuestas realizadas en la era
del sida no construyen para nada la sexualidad como aquella de los años 1970. La violencia sexual hacia
la mujer puede ser igualmente abordada en esta perspectiva (J. Gagnon, art. cit., 1990), que permite
además dar cuenta de la dificultad persistente de las mujeres para declarar la violencia sexual vivida en
el marco de una pareja establecida. La práctica de una terapia sexual, por su parte, puede ser
considerada como una tentativa para crear nuevos guiones, sea en el plano cultural, volviendo a
categorizar diversos problemas en términos de disfuncionamientos sexuales, sea en el plano
interpersonal, reeducando a la pareja y enseñando nuevas técnicas que reerotizan la relación.
Gagnon y Simon dejaron de firmar artículos juntos a fines de los años 1980. El primero de estos autores
después jugó un rol mayor con Laumann en la realización de la principal encuesta nacional americana
sobre los comportamientos sexuales, en las cuales los guiones interpersonales eran más particularmente
explorados (E. Laumann, J. Gagnon et al., op. cit., 1995). Simon orientó sus investigaciones hacia los
guiones intrapsíquicos y los escenarios culturales.
El interés esencial de la perspectiva de los guiones sexuales es que ella permite analizar las
interrelaciones entre las prácticas, los contenidos mentales , las interacciones sociales, los contenidos
culturales, sin suponer una identidad ni suponer una discontinuidad entre esos diversos lugares de la
sexualidad. Los guiones organizan secuencias complejas de eventos e invitan a abordar la aproximación
a la sexualidad como proceso de aprendizaje, de reconocimiento, de negociación y también de
improvisación. Más que la expresión culturalmente censurada de un instinto, el deseo aparece como el
movimiento hacia un posible, ampliamente, mas no completamente, estructurado por el principio de
realidad.
LOS USOS EXPLICITOS E IMPLICITOS DE LA PERSPECTIVA DE LOS GUIONES EN LA
INVESTIGACION SOBRE LA SEXUALIDAD3
John Gagnon
La primera formulación detallada de la teoría de los scripts ha sido enunciada bajo una forma algo
negativa: “En ausencia de elementos apropiados de guiones que definen la situación, nombra a los
actores y define el escenario de la acción, es improbable que se produzca algo sexual. Se puede así
concebir una multitud de situaciones en las cuales todos o casi todos los ingredientes de un evento
sexual están presentes, pero que no conducen a nada sexual en la medida que ni siquiera se produce
excitación sexual” (J. Gagnon y W Simon, 1973, p. 17).
Ese párrafo subrayaba: a) que una conducta sexual presuponía un esquema cognitivo estructurado (que
nosotros hemos calificado de “script”) sin el cual los actores no podrían reconocer el carácter
potencialmente sexual de la situación; b) que tal reconocimiento necesitaba una interacción compleja
entre un actor y un contexto más bien que una respuesta simple a signos sexuales universales; y c) que
la conducta sexual encuentra su fuente más dentro del contexto que de una pulsión interna. Es un
arreglo, y no el efecto de un automatismo o de un instinto.
Dentro de otro párrafo, los guiones fueron definidos de manera más concreta: “ Los guiones juegan un rol
dentro del aprendizaje de la significación de los estados mentales internos, en la organización en
secuencias de las prácticas sexuales, en la decodificación de situaciones inéditas; ellos fijan los límites
de las respuestas sexuales y juntan las significaciones de los aspectos no sexuales de la existencia a las
experiencias propiamente sexuales” (op. cit., loc. cit.).
Es el guión lo que pone en relación las sensaciones de deseo y de placer o, inversamente, de asco y de
nausea con las prácticas corporales, con los contactos físicos y los signos fisiológicos de excitación. La
erección, por consecuencia, no está automáticamente ligada a una situación de placer, no más que el
orgasmo: para que pueda desarrollarse la secuencia de las prácticas que componen una relación sexual,
hay que presuponer la existencia de un guión que define lo que se debe hacer con tal o cual persona, en
tal o cual circunstancia o en tal o cual momento, y que precisa los sentimientos y motivaciones
apropiados a la situación (el horror o la alegría, la rabia o la ternura). Al mismo tiempo el guión informa
sobre lo que constituye y lo que no constituye una situación sexual y aporta elementos que unen la vida
erótica a la vida social en general (así el conocimiento de los guiones de edad –lo que es un adulto en
relación a lo que es un niño- orienta la elección de la pareja sexual en el sentido apropiado). Los guiones
6. no son solamente propiedades cognitivas de actores aislados; ellos son necesariamente parte integrante
de una estructura social, “el guión (es) la forma organizada de convenciones mutuamente compartidas
que permite a dos actores o más participar en actos complejos implicando relaciones de dependencia
mutua” (op. cit., p. 18).
Según esa formulación, los guiones actuaban ante todo en dos niveles: en el plano intrapsíquico y en el
interpersonal, es decir, al nivel de la vida mental (que se puede descomponer, grosso modo, en
proyectos de futuro, reglas para la acción presente y esquemas de memorización de experiencias
pasadas) y aquel de las interacciones sociales (como aquellas que intervienen en la realización de
actividades sexuales); después esas dos dimensiones fueron exploradas más adelante en otro trabajo de
ese primer periodo. El artículo titulado “Scripts and the coordination of sexual conduct” (J. Gagnon, 1974)
analiza la relación entre una descripción naturalista de la conducta sexual utilizando la forma narrativa
convencional y la descripción, por Masters y Johnson, del ciclo de la excitación sexual y del orgasmo.
Surgen tres elementos principales. Primero, las fases del ciclo del orgasmo en la descripción clásica de
Masters y Johnson, se basan a tal punto sobre un script cultural de conducta sexual que en realidad
excitación, meseta, orgasmo y resolución corresponden menos a estados biológicos discretos que a
estados mentales distintos (ningún marcador biológico particular indica esos cambios de estados).
Después, son los guiones los que coordinan el cumplimiento práctico de los actos sexuales que se
efectúan entre parejas (el acento puesto aquí sobre lo interpersonal y lo intrapsíquico) En fin, aparece
que las representaciones científicas de los fenómenos sexuales subestiman fuertemente la parte de
elementos no sexuales de lo que constituye a primera vista actividades sexuales simples.
Concentrándose sobre la interface entre la vida psíquica y la acción social, Gagnon (1974) aborda los
guiones como esquemas cognitivos bien estructurados o dispositivos heurísticos que orientan y
perfeccionan la acción. Simon (1974), por su parte, defiende la idea que el guión no obedece a una
forma narrativa convencional, no solamente para la secuencia de acción externa (interpersonal). Al nivel
intrapsíquico, los elementos eróticos constituyen un conjunto más complejo de significantes simbólicos
estratificados, organizados según la lógica no narrativas de la representación y del simbolismo literario.
La excitación puede ser así provocada no por una intención de tener relaciones sexuales, sino por
elementos simbólicos fragmentados nacidos de los medios de comunicación o de elementos más
directamente ligados a la experiencia personal. En ese caso, el análisis de la vida mental puede
apoyarse sobre la tradición surrealista, sobre la poesía o sobre toda otra fuente de expresión
condensada. Así, por ejemplo, el concepto de micropunto que se debe a Stoller, esa hipótesis de una
zona en la cual se trataría de acceder por una excitación a una actividad sexual manifiesta una
concepción algo similar. En el teatro del espíritu, el actor reacciona al olor, a una experiencia anterior, al
cuerpo de otra persona o de un objeto fetiche, que suscitan una intención de comprometerse en una
relación sexual conyugal. Todo eso sugiere que los procesos mentales que organizan los deseos
sexuales comportan dos tiempos: primero, existen “fragmentos” mentales eróticos y/o “emociones” que
son la fuente de las sensaciones corporales eróticas; luego, esos elementos son codificados en los
scripts cognitivos más organizados que constituyen instrucciones para las interacciones concretas con
otras personas. Esa necesidad de elaborar guión interno se encuentra en el conjunto de la conducta
sexual, que implica que la vida mental sea coordinada con el comportamiento social: esto se aplica
igualmente a la masturbación (J. Gagnon, 1977) en la cual la fantasía del individuo es coordinada a la
manipulación del propio cuerpo.
Mas allá de los guiones intrapsíquicos e interpersonales, trabajos más recientes han insistido sobre la
necesidad de incluir guiones de orden cultural, como elementos a tomar como parte de la teoría de los
guiones: contemplada por primera vez desde 1973 (J.H. Gagnon y W. Simon, cap. 9), en ocasión del
análisis de las “representaciones sexualmente explícitas”, los cuales no fueron tratados en forma
profunda en un primer tiempo. Estos análisis de las representaciones sexualmente explícitas (o
pornografía, como las llamábamos en la época) dejaron entrever algunos puntos importantes. En primer
lugar, que tales representaciones, incluso si constituyen habitualmente un género literario y visual muy
limitado, contenían dos tipos de signos indicando a los lectores y espectadores que era normal sentir una
excitación o imaginar actividad sexual con cierto tipo de persona (en el cine norteamericano o en la
televisión es normal representar crímenes cometidos por “profesionales del sexo” o sobre mujeres que
tienen sexo ocasional). Luego, que las representaciones sexuales explícitas y las fantasías estaban
estrechamente aparentadas, pero que muchos individuos alimentaban fantasías que no figuraban en
esas representaciones y que muchos de aquellos que tenían fantasías rechazaban las representaciones
sexuales que les eran propuestas, observándose un contraste impactante en relación con las mujeres y
7. los hombres (A Snintow et al., 1984, C. Vance, 1984). En fin, que las representaciones sexuales
explícitas en la cultura occidental eran un producto altamente repetitivo y aburrido consumido de manera
irregular por la mayoría de los clientes (B. Kurchinsky, 1973).
En esta perspectiva, una simple fotografía que mostrara relaciones sexuales raras o un acercamiento
sobre los genitales durante un coito es el componente de guión antes de ser cargado de un signo erótico
intrínseco. El contexto social en el cual es examinado (por ejemplo un grupo de hombres jóvenes que
pasan la fotografía de mano en mano) nos dará una significación y una obtención erótica a la imagen
concernida. El observador acostumbrado, normalmente en privado imaginaría un guión que inscribe la
imagen en un marco que le da un sentido en un relato. Buscará en la fotografía los elementos que
sugieren la razón de la presencia de ese pene en esa boca, la juventud del hombre o de la mujer, la
medida del pene, el color del pelo del maquillaje, la expresión de las caras, todo eso será interpretado y
una significación será dada a lo que no es en el fondo solamente un arreglo altamente abstracto de
sombra, color y luz.
El ejemplo de la representación sexual explícita, es decir, la pornografía, fue el primer análisis de los
escenarios culturales, es decir, de prescripciones de orden cultural que indican a los individuos cómo
deben comportarse sexualmente. Lo importante no son tanto las normas abstractas, las reglas, los
valores y las creencias, sino la manera en que tales elementos normativos y las actitudes se integran en
relatos que calificamos de guiones. Los individuos aprenden a vivir recibiendo directivas sobre los
comportamientos que se esperan de ellos. Las mismas se encuentran inscritas en historias con finales
felices o infelices. Estas historias indican lo que debe hacerse o lo que no debe ser hecho, en qué lugar,
con quién y por qué razón. Es lo mismo para la sexualidad. Aquí también los individuos son advertidos
de que si hacen tal cosa con “x” o “y”, en tal momento y en tal lugar, habrá tal tipo de consecuencia. Se
supone que la persona que se masturba va a perecer, va a tener que replegarse sobre sí misma, incluso
sufrir atraso en su crecimiento, como lo ilustran los cuentos de Struwelpeter en el folcklore alemán o la
figura de Uriah Heep en Charles Dickens (J. Arwood, 1981). Este tipo de escenario cultural negativo
sobre la masturbación está presente en las publicaciones científicas así como en los consejos dados a la
juventud. Por otra parte, los relatos concernientes a la sexualidad y sus peligros son particularmente
habituales en la mujer que no se casa o que se muestra muy poco selectiva en la elección de su pareja
sexual es castigada haciéndose asesinar por un hombre encontrado en un bar (Buscando a M. Goodbar)
o devorada por un tiburón (Tiburón), puesto que ella ha violado el escenario del género tradicional del
matrimonio y de la fidelidad.
Sin embargo, las prescripciones culturales sobre la sexualidad no toman solamente la forma de texto
literario. Son considerados aquí solamente porque son más simples de analizar. Prescripciones sobre el
comportamiento sexual también están inscritos en la organización de las instituciones sociales y en las
prácticas cotidianas de las instituciones (ver E. J. Roberts, 1980). La familia, la educación, primaria y
secundaria, las iglesias, el ejército, la empresa, la universidad, la medicina, y sobre todo, tal vez, el
derecho y el sistema judicial son todas instituciones prescriptivas en materias de sexualidad, a la vez, en
su discurso explícito y en su modo de organización concreta. En la sociedad occidental contemporánea
el derecho contiene bajo la forma de código lo que el Estado define como una conducta sexual
conveniente y apropiada (P. H. Gebhard et al., 1965). Cuando se encarcela estigmatizando a toda clase
de persona la policía hace respetar la prohibición vigente, más bien de manera bastante intermitente y
selectiva y los medios de comunicación reactualizan los eventos producidos por los actos del aparato
represivo y judicial representándolo en la televisión y la prensa.
Por su funcionamiento cotidiano otras instituciones enseñan igualmente guiones sexuales de manera
formal e informal. Las escuelas dispensan cursos de educación sexual y separan a los niños según su
sexo. Las iglesias proponen su visión del bien y del mal en materias de sexualidad. Las empresas
reprimen o toleran el acoso sexual. La medicina es una institución dominada por los hombres que trata
los problemas sexuales de hombres y mujeres con la ayuda de una técnica marcada de sexismo.
Mientras que las universidades incentivan los acercamientos conformistas de la pedagogía y de la
investigación sobre la sexualidad. En las sociedades complejas, no existen guiones culturales de la
sexualidad monolíticos o hegemónicos, incluso dentro de las instituciones. Bien al contrario, los grupos y
los individuos se afrontan permanentemente a fin de hacer prevalecer sus propios guiones. Algunos
tienen más poder que otros, pero, de modo general, en la sociedad occidental desarrollada ningún
individuo, grupo o cuerpo institucional controla totalmente los escenarios sexuales.
Los guiones pueden ser descritos en tres niveles: el intrapsíquico, el interpersonal y los escenarios
culturales (W. Simon y J. H. Gagnon, 1986, 1987). Pueden ser abordados de dos maneras diferentes,
8. sea por una descripción estática, sea por un examen de la relación dinámica de las interrelaciones que
se establecen entre los tres niveles, de una cultura a otra y a lo largo de la vida. En la aproximación
estática, los guiones existen en tres niveles relativamente distintos. Los escenarios culturales pueden ser
considerados como tipos de reglamentos que operan al nivel de la vida colectiva. Todas las instituciones
y todos los dispositivos institucionales funcionan en ese sentido como sistemas semióticos que
especifican el contenido y la práctica de cada rol. Las prescripciones del rol están inscritas en relatos
(guiones del rol) y dan a los actores las llaves de comprensión necesarias para entrar en el rol,
interpretarlo y terminarlo de manera verosímil. En ese caso el individuo puede ser considerado como un
miembro más o menos activo de un público en espera de prescripción social y cuya receptividad más o
menos amplia a esa prescripción varía en función de diversas variables (la edad, la clase social, la etnia,
etc.).
Los guiones interpersonales operan al nivel de las interacciones sociales. El hecho que dichos guiones
sean reconocidos y utilizados funda la existencia de modelos estables y estructurados del
comportamiento sexual. El individuo es un actor que responde a las expectativas de otras personas y
regula su conducta en relación con la de otros. El concepto de guión es entendido aquí en su acepción
más cognitivista, y marca la interfase entre la interacción y la vida psíquica, la vida mental.
Los guiones intrapsíquicos corresponden a contenidos de la vida mental y son parcialmente el resultado
de las prescripciones de los escenarios culturales y de las exigencias de la interacción, siendo
parcialmente producto de esos elementos. Las dificultades de la puesta en relación de la significación (la
cultura) y de la acción (la interacción social) se juegan en la esfera intrapsíquica. Los orígenes de los
guiones intrapsíquicos son, entonces, diversos. A la base están, a menudo, compuestos de versiones de
guión cultural sobre los cuales fueron hechas improvisaciones al punto a veces de tener que revisar
enteramente el texto en vista de satisfacer las exigencias concretas. En muchos casos, la versión ideal
del escenario cultural (como uno debería comportarse) y sus variantes pragmáticas están presentes
simultáneamente en la mente de los individuos. Dentro de tales guiones encontramos tanto relatos
cognitivos muy ordenados como fragmentos dispersos de deseo, de recuerdo y de proyecto. Más se
acerca la interacción, más es frecuente que los guiones intrapsíquicos se ordenen hasta el punto de
juntarse en proyecto o esquema, incluso si los elementos mentales y motores de la interacción no son
siempre muy sobresalientes. El individuo es aquí un dramaturgo que escenariza su conducta de manera
de resolver los problemas que plantean las interacciones.
En el funcionamiento práctico de la vida social, mental y cultural los niveles de guiones están en
interrelación dinámica. Respecto de la interfase entre la cultura y la vida mental el individuo es
espectador, crítico y corrector en los cuales los materiales de guiones culturales son importados en los
guiones intrapsíquicos. A la interfase entre la interacción y la vida mental el individuo es actor, crítico y
dramaturgo. En el mundo privado de sus producciones mentales el individuo se comporta igualmente
como un productor de fantasías, una persona que relata sus memorias y utopista que utiliza materiales
de las interacciones y de la cultura a fin de elaborar alternativas originales a los escenarios culturales
existentes y a los modelos de interacción en vigor. Ciertos individuos intentan dar una expresión visible
de esas nuevas combinaciones de significación y de acción crando nuevas formas culturales a partir de
las interacciones. Sin embargo, es importante hacer notar que la cultura y la interacción no están ligadas
por ninguna interfase directa, estando totalmente mediatizadas por la vida mental (o intrapsíquica).
Esta interrelación entre varios niveles de guiones tiene dimensiones históricas, culturales e individuales.
Existen culturas y periodos históricos en los cuales las significaciones culturales dominantes están en
concordancia con la posibilidad social de interacción. Los escenarios culturales están, entonces, a la
medida de la interacción y el individuo se contenta de vigilar la cualidad de la performance. Pero incluso
en los marcos sociales más tradicionales, en apariencia, los escenarios culturales raramente son
predictivos de los comportamientos reales. Para cumplir su función, los escenarios culturales deben ser
de tal abstracción genérica que les es imposible aplicarse de manera coherente en toda circunstancia. La
eventualidad de una falta de congruencia entre el escenario abstracto y la situación de interacción
concreta debe ser resuelta al nivel de los guiones interpersonales (W. Simon y J. H. Gagnon, 1986, p.
98).
“La obligación de crear guiones interpersonales transforma al actor social, quien a la función exclusiva de
actor especialmente formado para jugar el o los roles que le incumben agrega la tarea de escenarista o
adaptador parcial que se aplica a mezclar los materiales de los escenarios culturales pertinentes para
hacer de ellos guiones de un comportamiento adaptado a un contexto” (op. cit., p. 99).
9. Este extracto llama la atención sobre el hecho que somos primero socializados en los escenarios
culturales como espectadores o alumnos pero que la obligación de poner esos escenarios en práctica
nos obliga a modificarlos de manera de satisfacer los imperativos de situaciones concretas que
comprenden por ejemplo las expectativas de la otra persona que se encuentra en esa situación con
nosotros y el conjunto de relaciones que mantenemos con ella. En esa circunstancia pasamos del
estatuto de puro actor leyendo su texto a aquel de improvisador haciendo parcialmente oficio de
dramaturgo. Las modificaciones pueden ser mínimas cuando el aporte es bueno entre las expectativas
de la cultura y los imperativos de las circunstancias. En otros casos los grados diversos de improvisación
pueden ser necesarios. En circunstancias totalmente inéditas nos pertenece componer el guión a
medida. Sin embargo, incluso si esa invención se hace a partir de nada, utiliza siempre los materiales
disponibles de los guiones existentes.
“En los contextos en que las complejidades, los conflictos y/o ambigüedades se multiplican al nivel de los
escenarios culturales, demandas demasiado exigentes son dirigidas al actor (...). La obligación de
construir su propio comportamiento como guión y la hipótesis implícita que el comportamiento de otro es
también escrito como un guión incitan al actor a operar “una repetición privada” en primer lugar que tiene
solamente sentido cuando las posibilidades diferentes se presentan (...). Es lo que crea la fantasía, en la
más rica acepción del término: la reorganización simbólica de la realidad, de manera de volverla
cómplice de la realización de los deseos del actor en sus múltiples estados y en sus divergencias
posibles (W. Simon y J. H. Gagnon, 1986, p. 99).
La elaboración de guiones intrapsíquicos es, entonces, una actividad mental que se revela indispensable
cuando el simple respeto de su rol por el actor social o incluso el cambio de material existente de los
escenarios culturales se vuelve demasiado difícil. Está claro que la relación entre los escenarios
culturales, los guiones interpersonales y los guiones intrapsíquicos es compleja y difiere no solamente de
una cultura a otra, o de un periodo a otro, sino igualmente dentro de subgrupos culturales y de un
individuo a otro. Algunos individuos reproducen fácilmente las prescripciones de los escenarios culturales
en su conducta cotidiana sin complicarse y a menudo con entusiasmo. Otros encuentran, al contrario, las
exigencias de la cultura alienantes y perturbadoras, pero son, a la vez, totalmente incapaces de
sustraerse a estas exigencias y a estos roles. En este último caso la respuesta puede tener lugar en el
crimen, en la locura, en el arte o en la ciencia.
(En la treintena de páginas que vienen el autor presenta un cierto número de aplicaciones empíricas de
la perspectiva de los guiones, la perspectiva de los guiones en la investigación en sexualidad, los
guiones de las técnicas sexuales, la modificación de los guiones de la sexualidad oral en la pareja
heterosexual, la nueva función de la sexualidad anal en las relaciones gays, los guiones de la agresión y
de la violencia sexual especialmente la mujer y los guiones y las prácticas de la terapia sexual).
Examinar las conductas sexuales a partir de la perspectiva de los guiones permite poner en relación lo
que la gente piensa, la manera en la cual actúan y la manera en que están impregnados en el contexto
sociocultural donde viven. Considerando que las conductas son elaboradas a partir de guiones a nivel
interpersonal e intrapsíquico se confiere al comportamiento una naturaleza de relato en el cual la
conducta se compone de eventos ordenados en el tiempo que reproducen con bastante regularidad para
que los individuos las reconozcan cuando ocurren, deseen participar y después las recuerden. A nivel
cultural las prescripciones de conducta no se presentan como reglas o normas que existieran en tanto
que tales, pero son generalmente insertas en relatos sobre la buena o mala manera de comportarse, lo
que hay que hacer y lo que es conveniente evitar. Cuando los escenarios culturales se transforman se
produce cambio en los sistemas de prescripciones a los actores, que dan a los individuos la posibilidad
de reorganizar sus concepciones de la sexualidad y les ofrecen nuevas metas a su acercamiento a la
sexualidad. En los encuentros sexuales tienden a modificar su manera de hacer y por consecuencia la
mirada sobre ellos mismos.
Dos ideas importantes se derivan de esa perspectiva. La primera es que todo comportamiento sexual es
elaborado como un guión, incluyendo los encuentros entre los investigadores y las personas interrogadas
en las investigaciones sobre sexualidad, entre el terapeuta y su paciente en las terapias sexuales, así
como en las actividades de los autores que escriben sobre sexualidad. Esos encuentros se componen de
guiones intrapsíquicos e interpersonales y son parcialmente ordenados por escenarios culturales que
indican cómo el investigador y el sujeto, el terapeuta y el paciente, el autor y el lector deben comportarse
en la situación. De la misma manera, cuando un investigador utiliza material erótico para producir
excitación en un sujeto se apoya sobre guiones previos, creando así nuevos guiones. Cuando un
terapeuta prescribe técnicas de compresión peneana o implantes quirúrgicos, agrega elementos nuevos
10. al guión sexual de una pareja o de un individuo. Cuando un escritor escribe sobre sexualidad, trata de
modificar las prescripciones culturales sobre la sexualidad. Incluso si los elementos de una sesión sexual
particular pueden ser extraídos del contexto del guión, es el conjunto del guión que da su significación a
estos elementos. La segunda idea es que la sexualidad no se reduce a un comportamiento individual y lo
que se adviene en la esfera sexual en cualquiera sociedad deriva siempre de la cultura y de una
estructura de oportunidades sexuales y no sexuales, que preexisten a todo individuo singular. Los
guiones sexuales, como todo otro tipo de guiones, existen en el nivel del individuo, de la interacción y de
la cultura. La realización de actos sexuales reposa sobre la existencia de todos estos niveles de guiones
y los eventuales cambios en la conducta sexual pueden provenir de modificaciones que se producen en
cada uno de los tres niveles4.