2. Gedalías es nombrado gobernador del remanente de Judá
(Jeremías 40:6-12).
Ismael mata a Gedalías y se lleva cautivo al remanente
(Jeremías 40:13-41:10).
Johanán libera al remanente y pide a Jeremías que consulte
a Dios (Jeremías 41:11-42:6).
La respuesta divina: Volved a Judá y someteos a Babilonia
(Jeremías 42:7-22).
Johanán se niega a obedecer a Dios y se vuelve a Egipto
(Jeremías 43:1-7).
Jeremías profetiza en Egipto (Jeremías 43:8-13).
Rechazo y soberbia de Judá (Jeremías 44).
Los capítulos 40 a 44 de Jeremías cuentan la historia del pequeño
remanente que quedó en tierra de Judá, después de que Jerusalén
fuese destruida.
3. «Se fue entonces Jeremías a Gedalías hijo de Ahicam, a Mizpa, y habitó
con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra» (Jeremías 40:6)
El rey de Babilonia dejó en Judá a un grupo
de personas leales, a los pobres de la tierra,
y a un pequeño grupo de soldados.
Los capitanes judíos que habían quedado
esparcidos fueron a someterse a Gedalías.
Pero entre ellos había un traidor comprado
por los amonitas: Ismael (Jer. 40:14).
Tras matar a Gedalías y a los soldados
babilonios, Ismael se llevó al pueblo hacia
Amón. Entonces, Johanán –otro de los
capitanes– le persiguió y liberó al
remanente (Jer. 41:14).
El pueblo temió volver a Mizpá por miedo a
la represalia de Babilonia (Jer. 41:17-18).
4. «Sea bueno, sea malo, a la voz de
Jehová nuestro Dios al cual te
enviamos, obedeceremos, para que
obedeciendo a la voz de Jehová nuestro
Dios nos vaya bien» (Jeremías 42:6)
«y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y
ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos
hemos quedado unos pocos, como nos ven tus ojos), para que Jehová tu Dios
nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer» (Jeremías 42:2-3)
Frente a la disyuntiva entre ir a Egipto o
volver a Mizpa, el pueblo pidió consejo a
Dios -¡por fin!- a través del profeta Jeremías.
El pueblo se comprometió a obedecer a Dios,
como lo habían hecho sus padres al salir de
Egipto (Éxodo 24:7).
«Si aceptamos a Cristo por guía, él
nos conducirá en forma segura. El
mayor de los pecadores no tiene por
qué perder el camino»
E.G.W. (El discurso maestro de Jesucristo, pg. 118)
5. «Dios nos ha dado la facultad de elección;
a nosotros nos toca ejercitarla. No
podemos cambiar nuestros corazones ni
dirigir nuestros pensamientos, impulsos y
afectos. No podemos hacernos puros,
propios para el servicio de Dios. Pero sí
podemos escoger el servir a Dios;
podemos entregarle nuestra voluntad, y
entonces él obrará en nosotros el querer y
el hacer según su buena voluntad. Así
toda nuestra naturaleza se someterá a la
dirección de Cristo» E.G.W. (El ministerio de curación, pg. 131)
6. «dijo Azarías hijo de Osaías y Johanán hijo de Carea, y
todos los varones soberbios dijeron a Jeremías: Mentira
dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir:
No vayáis a Egipto para morar allí» (Jeremías 43:2)
El deseo de buscar la dirección divina era aparentemente
sincero. Pero, en realidad, lo que querían es que Dios
estuviese de acuerdo con sus planes: ir a Egipto.
Justificaron su conducta acusando a Jeremías de mentiroso y
de dejarse influenciar por su escriba Baruc.
Cuando el pecador no está
dispuesto a abandonar sus
caminos, la razón es dejada de
lado. Si la Palabra no concuerda
con sus deseos, no es escuchada.
Si en verdad quieres ser guiado
por Dios, tienes que estar
dispuesto a ir donde Él te lleve, y
a hacer lo que Él te pida.
7. «Toma con tu mano piedras grandes, y cúbrelas
de barro en el enladrillado que está a la puerta
de la casa de Faraón en Tafnes, a vista de los
hombres de Judá» (Jeremías 43:9)
A través de símbolos, Dios tenía un
nuevo mensaje para el pueblo
desobediente: El país donde se
refugiaban no les daría seguridad,
sino que serían atacados
nuevamente en ese lugar.
El año 568 a.C., mientras Egipto se
encontraba en una guerra civil,
Nabucodonosor levantó su pabellón
en el lugar donde Jeremías ocultó
con barro grandes piedras.
Nuestra única protección y
seguridad verdadera en este mundo
está en obedecer a Dios, Él es el
único camino seguro.
8. «La palabra que nos has
hablado en nombre de
Jehová, no la oiremos
de ti» (Jeremías 44:16)
Algunos años más tarde, los judíos
seguían cometiendo en Egipto las
mismas abominaciones que en
Jerusalén.
Esta vez, desafiaron abiertamente la
palabra de Dios hablada a través de
Jeremías. Lejos de arrepentirse de sus
pecados, se jactaban de ellos.
Ellos decían que, mientras adoraban
abiertamente a los ídolos en tiempos
de Manasés, «tuvimos abundancia de
pan, y estuvimos alegres, y no vimos
mal alguno» (Jeremías 44:17).
¡Al no recibir en ese tiempo el castigo
por su pecado, pensaron que los males
que habían sufrido eran consecuencia
de haber dejado de pecar!
9. «La rebelión y la
apostasía están en el aire
mismo que respiramos.
Seremos afectados por
ellas a menos que
vinculemos mediante la
fe nuestras almas
desvalidas con Cristo»
E.G.W. (Mensajes selectos, tomo 2, pg. 455)