El movimiento dadaísta surgió en Zurich como una rebelión contra las convenciones artísticas y sociales de la época. Sus principales objetivos eran escandalizar al público y destruir nociones tradicionales de buen gusto mediante el uso del azar, la provocación y la contradicción. Artistas como Duchamp y Heartfield cuestionaron la naturaleza del arte a través del ready-made y el fotomontaje, respectivamente.
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35 dadaísmo
1. DADAÍSMO El nombre del movimiento dadaísta fue encontrado
aparentemente en una reunión de intelectuales en el Café Voltaire de Zurich, al
hojear un diccionario del que tomaron al azar el término dadá, primer sonido que
emite un niño, caballo de madera o reiteración de la palabra sí en ruso o rumano.
Frente a quienes pretendieron disertar sobre esta denominación, agregando
significados o interpretaciones, el rumano Tristán Tzara advirtió que la palabra
dadá es sólo un símbolo de rebelión y negación, porque el dadaísmo es
contradictorio y nihilista, como se advierte en las palabras de Tzara en el
“Manifiesto Dadá de 1918”: “Yo escribo un manifiesto y no quiero nada y, sin
embargo, digo algunas cosas y por principio estoy contra los manifiestos, como,
por lo demás, también estoy contra los principios [...]. Escribo este manifiesto para
demostrar cómo se pueden llevar a cabo las acciones más contradictorias con un
único y fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la contradicción
continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni por el
contra y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común. Yo estoy contra
los sistemas, el único sistema aceptable es el de no tener sistemas.”(34)
2. Se trata de una corriente internacional, europea y norteamericana, que más que un estilo
constituye una actitud, cuyos propósitos fundamentales son escandalizar a la burguesía y
provocar al público destruyendo las nociones tradicionales del buen gusto. Vale la pena, a
modo de ejemplo, reproducir la descripción que Mario De Micheli hace de la exposición que
Ernst, Baargeld y Arp montaron en Colonia en 1920: “La exposición de cuadros, esculturas
y objetos diversos tuvo lugar en el patio de un café del centro. Para llegar a él había que
pasar por los retretes. A la entrada, una muchacha vestida de primera comunión recitaba
versos obscenos. En medio del patio se alzaba un objeto de madera dura de Ernst, y al
lado una hacha atada a una cadena: el público era invitado de empuñar el hacha y destruir
la “escultura”. En un rincón Baargeld había colocado un acuario lleno de un líquido rojo
como la sangre, en cuyo fondo se movía una cabellera femenina. Finalmente, entorno se
hallaban colgados los fotomontajes, de carácter sacrílego, escandaloso y sexual. Los
visitantes, furiosos, en varias ocasiones devastaron el local y destrozaron las obras, hasta
que las autoridades prohibieron la exposición.”(35) El dadaísmo rehuye la aprobación, para
Tzara “[...] una obra comprensible es un producto de periodistas. [...] El artista [...]. Es feliz
si se lo insulta, es como una prueba de su coherencia.”(36) Sus integrantes creían en la
construcción a partir de la destrucción: como la Primera Guerra Mundial había destruido
una sociedad materialista e hipócrita, su cultura también debía ser destruida para volver a
nacer. En 1950 Tzara declaró: “Estábamos resueltamente contra la guerra, sin por ello caer
en los fáciles pliegues del pacifismo utópico. Sabíamos que sólo se podía suprimir la guerra
extirpando sus raíces. [...] No hay que olvidar que en Literatura un avasallador
sentimentalismo enmascaraba lo humano, y que el mal gusto con pretensiones de
elevación campaba por sus respetos en todos los campos del arte, caracterizando la fuerza
de la burguesía en todo lo que tenía de odioso...”(37) Si bien la voluntad destructiva de los
dadaístas tiene el mismo blanco que el expresionismo, sus métodos son bastante más
radicales.
3. De hecho, el movimiento Dadá acusaba a las vanguardias de ser sucedáneos de
todo lo que había sido o estaba por ser destruido. Dice Tzara en el manifiesto: “Los que
están con nosotros conservan su libertad. Basta de academias cubistas o futuristas,
laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los
gentiles burgueses? Las rimas acuerdan su tintineo con las monedas y la musicalidad
resbala a lo largo de la línea del vientre visto de perfil. Todos los grupos de artistas han
ido a parar a este banco a pesar de cabalgar distintos cometas. Se trata de una puerta
abierta a las posibilidades de revolcarse en muelles almohadones y una buena
mesa.”(38)
Tzara y el alsaciano Hans Arp introdujeron el azar en el arte: el primero
recomendando, como receta para un poema dadaísta, recortar frases de un periódico,
agitarlas en una bolsa y extraerlas aleatoriamente; el segundo rompiendo en pedazos un
dibujo y dejando que sus fragmentos formaran libremente una nueva composición. Lo
importante no es la obra en sí sino el significado polémico del procedimiento, la
supremacía del azar sobre la regla, y la violencia expresiva de la presencia de las obras
dadá entre “auténticas” obras de arte. Además, para los dadaístas, el artista no es
superior al hombre común: cualquiera puede hacer poesía o pintura.
4. El franco – norteamericano Marcel Duchamp presentó a la Exposición de los
Independientes en Nueva York un orinal titulado Fuente con el seudónimo de R.Mutt.
Cuando el resto de los integrantes del comité seleccionador del que el propio artista
formaba parte se negó a exponerlo, Duchamp dimitió del jurado. Posteriormente,
declaró que lo importante no era que el señor Mutt hubiera fabricado por sí mismo la
fuente; lo importante era que la hubiera escogido. El trabajo del artista no consistía en
hacer la obra de arte sino en reconocerla. Por otra parte, Duchamp descontextualizó el
orinal, lo giró cuarenta y cinco grados, lo firmó y le confirió un título. Al liberarlo de su
fin utilitario, lo convirtió en un objeto meramente estético cuyo valor no estaba dado
por un proceso técnico sino por un acto mental, por una distinta actitud respecto al
objeto. Por un lado, el ready made rompe con el mito del artista como creador, porque
objetos faricados industrialmente pueden constituir obras de arte. Por otra parte,
Duchamp está respaldando el mito del artista cuando sostiene que tales objetos se
convierten en arte cuando el artista lo decide. Otro ready made, al que los críticos hoy
denominarían “intervención”, es la reproducción de la Mona Lisa a la que Duchamp
agregó con lápiz bigote y perilla y denominó con las iniciales L.H.O.O.Q., que
pronunciadas en francés tienen un sonido similar a la frase “Elle a chaud au cul” (Ella
tiene calor en el culo). Con esta manipulación, Duchamp cuestiona el carácter sagrado
de la célebre obra.
6. El alemán John Heartfield representa al dadaísmo berlinés, un movimiento más
comprometido políticamente que su contemporáneo suizo. Su nombre era
Helmut Herzfelde y lo cambió como protesta contra el militarismo alemán, al que
sirvió como soldado entre 1914 y 1916. Exploró y explotó las posibilidades
propagandísticas del fotomontaje, técnica que reúne la credibilidad de la
fotografía con la mordacidad de la caricatura, desnudando y ridiculizando al
enemigo. Su eficacia se aprecia en los trabajos publicados en la revista obrera
AIZ, como Goering, el ahorcador del Tercer Reich, en donde la cabeza del
colaborador de Hitler emerge de un cuerpo encorvado y simiesco, con un
uniforme nazi y un delantal de carnicero manchados de sangre, que empuña un
hacha, de espaldas al incendio del Reichtag de Berlín, del que los nazis
acusaron injustamente a la izquierda para justificar su represión. Otro de estos
trabajos es La vieja consigna del “nuevo” Reich: sangre y hierro: la insignia
nazi se forma con cuatro hachas chorreando sangre atadas con una cuerda.