3. La sociedad moderna, sus ciudadanos, en
la búsqueda de un “orden universal” y en sus
respuestas a la llamada “cuestión social” se
encuentran con la “contaminación”, o pre-
sencia de personas que no encajan, sujetos
que se salen de los patrones morales y
estéticos. Representan una suciedad que
desafía la armonía tranquilizante del entorno
cotidiano.
4. • La pureza se idealiza como condición social, se
la diferencia de la impureza o suciedad, y este
ideal se defiende y protege.
• La pureza sitúa las cosas en cierto “orden” que
nos es coherente. No hay modo de pensar la
pureza sin tener una imagen de “orden”.
• La impureza la constituyen objetos en
desorden, que están fuera de lugar.
5. • Sólo en un ambiente ordenado podemos
actuar de manera adecuada con una
esperanza de obtener resultados previamente
propuestos.
• Hay un aprendizaje previo de una disposición
ordenada del mundo.
• Una acción que desafía ese ambiente
ordenado se torna inclasificable, tensiona esas
predisposiciones.
6. • La “suciedad” es esencialmente desorden,
eliminarla se considera un esfuerzo positivo
por organizar el entorno, es aquello que no se
debe incluir si se quiere preservar un modelo.
• El interés por la pureza y lucha contra la
suciedad como característica humana
universal para preservar la estructura intacta
e ilesa, mantener el entorno comprensible.
7. • La relevancia de la “suciedad” para la
sociología es cuando esta se refiere a otros
seres humanos que obstaculizan la
“organización del entorno”.
• Se convierten en una determinada categoría
de suciedad y se les trata como tal; un ítem
que debe ser reordenado lógicamente.
8. • Estamos adaptados a un entorno sociocultural
naturalizado, el cual comprendemos. El
Extraño hace pedazos la roca sobre la que
descansa la seguridad de la vida cotidiana.
• Pone en cuestión los supuestos y la
coherencia del mundo ordenado, contraviene
el “esfuerzo ordenador” y se convierte en
“suciedad”.
9. “Se podría definir la “modernidad” como la
época, o la forma de vida, en la que la
construcción del orden consiste en el
desmantelamiento del orden “tradicional”,
heredado y aceptado; en la que “ser” supone
empezar eternamente de nuevo”(Bauman, p.
20).
10. • La construcción del nuevo orden, supone un
nuevo modelo de pureza y un nuevo tipo de
suciedad.
• Se instalan la sospecha y la incertidumbre
porque los modelos de pureza y sus técnicas
de purificación cambian demasiado rápido.
11. • El mundo moderno se torna inestable y hostil
contra todo lo constante y especialmente
contra todo lo impuro.
• La visión de pureza alcanza su máxima
expresión en las tendencias totalizadoras
(nazismo, fascismo, comunismo).
12. • En la actualidad el criterio de pureza se funda
en la capacidad de participar en el juego del
mercado.
• La suciedad la encarnan personas incapaces
de ser “individuos libres”, esos “consumidores
defectuosos” fuera de lugar que se deben
contener. Son desechos del consumismo.
13. • La preocupación actual de la pureza se
manifiesta en criminalizar los problemas que
el goce posmoderno produce socialmente. Se
traduce en una acción punitiva contra el
“sucio”, el “extraño”, el “desordenado”.
15. • Cada tipo de sociedad produce su propio tipo
de extraños. Traza sus fronteras y establece
sus mapas cognitivo, moral o estético del
mundo.
• Cuando un individuo transgrede los límites de
alguno de estos mapas se torna extraño, por
tanto “sucio”, se le debe “higenizar”.
16. • El estado se convierte en garantía de la vida
ordenada, legisla y divide nitidamente,
clasifica y distribuye, dota de un “cuerpo” y de
un “uniforme” a la ley.
• En este orden no hay lugar para
ambivalencias, se produce un desgaste en la
lucha contra los extraños y lo extraño. En esta
guerra despliegan dos alternativas
intermitentes y complementarias:
17. a) Antropofágica: devorar a los extraños,
metabolizarlos al tejido propio. Asimilarlos,
ahogar distinciones culturales y lingüísticas.
Prohibir tradiciones y lealtades salvo las
dirigidas a la conformidad y coherencia del
nuevo orden global.
18. b) Antropoémetica: Vomitar a los extraños,
desterrarlos fuera de los límites, dejarlos
incomunicados. Excluirlos, encerrarlos tras
prohibiciones invisibles. Limpiar, expulsar las
suciedad más allá del territorio administrable.
19. • Cuando ninguna de estas estrategias era
factible: destruir a los extraños físicamente,
borrarlos, no dejar rastro de su existencia.
• La aniquilación cultural y/o física de los
extraños constituía una destrucción creativa;
destruir y al mismo tiempo construir; mutilar
pero también enderezar.
20. • Los extraños viven una “existencia
condicional”, son una anomalía que hay que
rectificar. No se asume una coexistencia con
lo extraño, menos una convivencia con
extraños.
• No hay necesidad de ello mientras la vida
moderna siga anclada a un proyecto, al orden
en manos de un Estado preocupado de la
“tarea”.
21. “No obstante, estas condiciones no parecen
imperar hay en día en todas partes: no parecen
hacerlo en un período que A. Giddens llama
“modernidad tardía”; U. Beck, “modernidad
reflexiva”; G. Balandier, “hipermodernidad”; y
que yo (junto con muchos otros) he optado por
llamar “posmodernidad”: el período en el que
vivimos ahora, en nuestra parte del mundo (o
más bien habría que decir que vivir en un período
tal define lo que percibimos como “nuestra parte
del mundo”…)(Bauman, p. 30).