El documento trata sobre la libertad que Cristo nos dio a través de su sacrificio en la cruz. Explica que Cristo pagó el precio de nuestra libertad para liberarnos del pecado, la condenación, la idolatría, la esclavitud, la muerte y el diablo. Aunque la ley nos libera de algunas cosas, no puede liberarnos completamente del pecado. Solo a través de la fe en Jesucristo y su gracia, no por las obras, podemos ser salvos y tener verdadera libertad.
2. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos
hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de
esclavitud” (Gálatas, 5: 1)
Un esclavo solo podía liberarse
pagando el precio de su libertad.
Algunos enseñaban a los gálatas que
debían guardar la ley para pagar el
precio de su libertad. Esto es algo que
ninguno de nosotros puede hacer.
Cristo hizo lo que nosotros no
podíamos hacer. En la cruz, Él pago
por nosotros el precio para que
pudiésemos ser libres.
3. Libres del pecado (Romanos, 6: 18)
Libres de la condenación (Romanos, 8: 1)
Libres de la idolatría (Gálatas, 4: 8)
Libres de la esclavitud (Gálatas, 5: 1)
Libres de la muerte y del diablo (Hebreos, 2: 14-15)
Aunque a través de la estricta observancia
de la ley pudiésemos llegar a liberarnos de
alguna de estas cosas, jamás podríamos
liberarnos del poder del diablo o de nuestra
tendencia al pecado. Seguiríamos siendo
siempre esclavos de la ley.
Solamente Jesús puede destruir el pecado,
liberar completamente al hombre y darnos
poder por su Espíritu para no volver a pecar.
4. Los judaizantes enseñaban que los creyentes
debían circuncidarse para poder ser salvos. Pablo
les recuerda lo que esto implicaba:
1. Estaban obligados a observar TODA
la ley para poder salvarse (v. 3)
2. Quedaban desligados de
Cristo, porque ya no querían
depender de su gracia (v. 4)
3. Estorbaba su crecimiento espiritual
(v. 7)
4. La cruz era para ellos un
tropiezo, una ofensa a su
orgullo, pues les hacía depender de
lo que otro había hecho por ellos
(v. 11)
5. Somos legalistas cuando intentamos
pagar por nuestra salvación, ya sea a
través de una estricta observancia de la
ley, de sacrificios, de dar limosnas, o de
cualquier otro acto. En definitiva, es
pensar que podemos de algún modo
adquirir o ganar la salvación.
La salvación solamente se obtiene a
través de Jesucristo. ¡Y ES GRATUITA!
6. “Os hablo así, hermanos, porque habéis sido
llamados a ser libres; pero no os valgáis de esa
libertad para dar rienda suelta a vuestras pasiones.
Más bien servíos unos a otros con amor” (Gálatas, 5: 13 NVI)
Ya que no nos salvamos por las obras de la
ley, ¿cómo debemos vivir?
La libertad en Cristo no significa libertad
para hacer lo que a uno le plazca, a menos
que lo que a uno le agrade sea obedecer a
Cristo en todas las cosas.
La libertad cristiana no es libertinaje. Ser
libres no nos lleva a complacernos a
nosotros mismos.
Nuestra libertad nos debe llevar a una
vida de servicio a los demás, motivada por
el amor que Dios pone en nosotros
mediante su Espíritu.
7. Pablo nos habla de “cumplir” y de “guardar” la ley. Él usa el término “guardar”
como algo negativo (Gálatas, 5: 3) y “cumplir” como algo positivo (Gálatas, 5: 14)
Guardamos la ley cuando respetamos sus preceptos y nos esforzamos en hacer
todo lo que ésta nos dicta para tratar de ganar la aprobación de Dios.
Cumplimos la ley cuando, a través de Jesús, hacemos de ella nuestra forma de
vida. Obedecemos la ley motivados por el amor a Dios y a nuestros semejantes.
8. “No hay duda de que la fe tiene o produce "obras" ; pero no "las obras de la
ley”; por lo tanto se excluyen todas las "obras" hechas con el propósito de
ganar la justificación. Las "obras" que acompañan a la fe genuina son
inspiradas debido al sentimiento de aprecio por el don de la gracia divina, por
el amor a Dios y a nuestros prójimos (ver Gál. 5: 14). Santiago habla de esta
clase de obras cuando declara que "la fe sin obras está muerta” (Sant. 2: 26;
cf. cap. 1: 17). En este punto concuerdan las enseñanzas de Pablo y Santiago.
Las dos no están en conflicto como algunos apresuradamente lo han
supuesto. La fe que no produce "el fruto del Espíritu" en la vida es una
falsificación (Gál. 5: 22-23). La supuesta fe que induce a una persona a creer
que está eximida de obedecer la voluntad de Dios tal como se expresa en el
Decálogo, que es un compendio de cómo se debe expresar el amor a Dios y al
hombre, es una falsificación. Una profesión de amor es pura hipocresía si no
hay obediencia. La obediencia al deber conocido es el resultado inevitable de
la justificación que proviene de la fe, y es la prueba suprema de que esa
justificación es genuina (ver Sant. 2:18). Pablo declara enfáticamente que el
propósito de Dios al dar a su Hijo para salvar a los pecadores fue hacer
posible que los principios de su santa ley se cumplieran en las vidas de los
seres humanos” (CBA, sobre Gálatas, 5: 6)