2. Ayer fui con los curas de mi pueblo a exorcizar el angustiado azogue del misterioso rostro de tu espejo. Se disfrazó la rosa con tu nombre y su perfume trastornó mi rito, y el conjuro se fue a la medianoche. Subiste al barco del antiguo mito sin llevar la pareja necesaria, y por cuarenta días no ha llovido. La invocación nocturna fue una araña bajando por los húmedos cabellos del probo cabalista que nos falla. En vano se enmascara tu evangelio y se vuelve proteico como el agua. Te seguirá por siempre un hechicero con el poder azul de la palabra.