2. 259. Evangelizadores con Espíritu quiere
decir evangelizadores que se abren sin
temor a la acción del Espíritu Santo. En
Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí
mismos a los Apóstoles y los transforma en
anunciadores de las grandezas de Dios, que
cada uno comienza a entender en su propia
lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la
fuerza para anunciar la novedad del
Evangelio con audacia (parresía), en voz alta
y en todo tiempo y lugar, incluso a
contracorriente.
3. No siempre nos dejamos llevar por el espíritu santo,
a veces nos queremos imponer, con nuestras
categorías a la acción del Espíritu Santo. A veces nos
da miedo salir (los pastores) con los fieles laicos a
tocar las puertas de las casas y dar el kerigma,
escudándonos en las ocupaciones y/o el trabajo
pastoral. Esto porque no dejamos que el espíritu
santo nos lleve por sus caminos.
4. 261. Cuando se dice que algo tiene
«espíritu», esto suele indicar unos móviles
interiores que impulsan, motivan, alientan y
dan sentido a la acción personal y
comunitaria. Una evangelización con
espíritu es muy diferente de un conjunto de
tareas vividas como una obligación pesada
que simplemente se tolera, o se sobrelleva
como algo que contradice las propias
inclinaciones y deseos. ¡Cómo quisiera
encontrar las palabras para alentar una
etapa evangelizadora más fervorosa, alegre,
generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y
de vida contagiosa! Pero sé que ninguna
motivación será suficiente si no arde en los
corazones el fuego del Espíritu.
5. En ocasiones, los pastores y los laicos no evangelizan con espíritu, como
el papa nos invita, a veces la evangelización se vuele algo rutinario, algo
normal, y dejamos que lo extraordinario de la proclamación del
kerigma, de la evangelización, vaya a menos por culpa de la costumbre:
“siempre hacemos lo mismo” y perdemos o dejamos que se apague ese
fuego interior, ese ardor que nos incendió cuando sentimos por primera
vez el llamado de Jesús a predicar su palabra.
6. Motivaciones para un renovado impulso misionero
262. Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el
punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte
compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una
espiritualidad que transforme el corazón. […] La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón
de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones
eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las
adoraciones perpetuas de la Eucaristía. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de
una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la
caridad y con la lógica de la Encarnación».
7. Sucede también comúnmente en nuestras parroquias que se separa la
acción pastoral de la oración; en algunas comunidades si se hacen
oración, pero a veces se considera como un requisito, y se hace sin fe, sin
amor, sin convicción de que nos están escuchando. Echamos a andar los
planes pastorales sin confiar en Dios, sin orar, sin interceder unos por
otros, y luego nos preguntamos: “¿Por qué no resulto como lo planee?
¿Qué estamos haciendo mal?”
También tenemos que reconocer que hay comunidades que si se entregan
a la oración, a la lectura meditada de la palabra de Dios, al rezo del
rosario intercediendo por aquellos que están en el mundo trabajando,
evangelizando, instaurando el reino de Dios y eso en verdad es hermoso.
8. 263. Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo
largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje,
incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes
se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, reconozcamos que
las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del
Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana. En
todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la
búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la
concupiscencia que nos acecha a todos.
9. “Hoy es más difícil” ¿verdaderamente es más difícil? Debemos cambiar la
mentalidad fatalista de algunos miembros de la comunidad cristiana que se
dejan vencer aun antes de empezar a trabajar, antes de la batalla. Nuestras
comunidades deben dejarse impulsar por el Espíritu Santo, sin
desanimarse, sin “rajarse” antes de comenzar. Si bien hay que acordarnos
de los primeros cristianos, también podemos voltear a ver a la iglesia que
ha sobrevivido incluso a las culturas (como la china o japonesa por
ejemplo) y que ha sabido mantenerse firme aun las inclemencias de la
sociedad. Nosotros en chihuahua no debemos dejarnos vencer por la
violencia o por el narcotráfico, más bien debemos hacerles frente, no con
nuestra fuerza propia, sino con la que nos viene de la oración, del espíritu
santo.
10. El encuentro personal con el amor de Jesús
que nos salva
264. La primera motivación para evangelizar es
el amor de Jesús que hemos recibido, esa
experiencia de ser salvados por Él que nos
mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor
es ese que no siente la necesidad de hablar del
ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?
Si no sentimos el intenso deseo de
comunicarlo, necesitamos detenernos en
oración para pedirle a Él que vuelva a
cautivarnos. […] La mejor motivación para
decidirse a comunicar el Evangelio es
contemplarlo con amor, es detenerse en sus
páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos
de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve
a cautivarnos una y otra vez.
11. 265. Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los
pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad
cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo
es precioso y le habla a la propia vida. Cada vez que uno
vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es
lo que los demás necesitan, aunque no lo reconozcan:
«Lo que vosotros adoráis sin conocer es lo que os vengo
a anunciar» (Hch 17,23). A veces perdemos el
entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio
responde a las necesidades más profundas de las
personas, porque todos hemos sido creados para lo que
el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor
fraterno. […] El entusiasmo evangelizador se fundamenta en
esta convicción. Tenemos un tesoro de vida y
de amor que es lo que no puede engañar, el
mensaje que no puede manipular ni
desilusionar. Es una respuesta que cae en lo
más hondo del ser humano y que puede
sostenerlo y elevarlo.
12. Al estilo de Jesús, nosotros no podemos hacer en nuestras
comunidades “comunidades elite” o comunidades de “súper
laicos”, selección de los “mejores”. Son muchas las personas que
necesitan del amor de Dios, que no saben de esta realidad, y que
nosotros hemos experimentado y que nos desborda y que
debemos compartir, no podemos seguir viviendo como cristianos
egoístas que se guardan su encuentro amoroso con Jesús para sí
mismos
13. 266. Pero esa convicción se sostiene con la
propia experiencia, constantemente renovada,
de gustar su amistad y su mensaje. No se puede
perseverar en una evangelización fervorosa si
uno no sigue convencido, por experiencia
propia, de que no es lo mismo haber conocido
a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo
caminar con Él que caminar a tientas, no es lo
mismo poder escucharlo que ignorar su
Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo,
adorarlo, descansar en Él, que no poder
hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el
mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la
propia razón. […] Una persona que no está
convencida, entusiasmada, segura, enamorada,
no convence a nadie.
14. 267. Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca,
amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que
buscamos es la gloria del Padre, vivimos y
actuamos «para alabanza de la gloria de su
gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a
fondo y con constancia, tenemos que ir más
allá de cualquier otra motivación. Éste es el
móvil definitivo, el más profundo, el más
grande, la razón y el sentido final de todo lo
demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús
buscó durante toda su existencia. […] Más allá
de que nos convenga o no, nos interese o no,
nos sirva o no, más allá de los límites pequeños
de nuestros deseos, nuestra comprensión y
nuestras motivaciones, evangelizamos para la
mayor gloria del Padre que nos ama.
15. No nos buscamos a nosotros mismos, no buscamos
los aplausos, no buscamos el reconocimiento de los
demás, sólo la mayor gloria de Dios.
16. El gusto Espiritual de ser pueblo
268. La Palabra de Dios nos invita a reconocer que
somos pueblo (1 Pe2, 10). Para ser evangelizadores
del alma también hace falta desarrollar el gusto
espiritual de estar cerca de la vida de la gente,
hasta el punto de descubrir que eso es fuente de
un gozo superior. La misión es pasión por Jesús y
pasión por su pueblo.
17. No se olvide jamás que el sacerdote es un hombre tomado de entre los
hombres y puesto al servicio de los hombres. Para continuar con su obra
salvífica Dios no escogió ángeles sino hombres y a dichos hombres no los
convirtió en ángeles. Así pues el sacerdote, con los pies en la tierra, no solo
debe esforzarse sino además emocionarse por la misión de llevar el
evangelio a todos sus hermanos.
18. 269. Jesús es el modelo de la opción
evangelizadora como persona cercana al
pueblo, si hablaba con alguien miraba sus ojos
con profunda atención amorosa; lo
encontramos pues accesible (Mc 10,46-52),
disponible (Lc 7,36-50), y el más radical
ejemplo es su entrega en la cruz.
19. Los evangelios buscaron rescatar los encuentros de Jesús
con la gente, una cercanía notoria en sus gestos
(compadecerse e incluso llorar), así pues la imitación de
Jesús no puede realizarse con una conducta que aleje al
sacerdote del pueblo o al pueblo del sacerdote.
20. 270. A veces sentimos la tentación de ser cristianos
manteniendo una prudente distancia de las llagas
del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la
miseria humana, que entremos en contacto con la
existencia concreta de los otros y conozcamos la
fuerza de la ternura.
21. Estamos en una época donde se busca el
camino más fácil y cómodo, cosa que es
incompatible con el cristianismo; para ser
cristianos hay que imitar a Jesús quien
conoció a profundidad la miseria humana.
Así pues debemos de estar en contacto
cercano con los otros.
22. 271. Se nos invita en el mundo a
dar razón de nuestra esperanza,
pero no como enemigos que
señalan y condenan, se nos invita a
vencer el mal con el bien, sin
pretender aparecer como
superiores, sino considerando a los
demás como superiores de uno
mismo (Flp 2,3). Los apóstoles
tenían la simpatía de todo el
pueblo (Hch2, 47), pues sabían que
Jesucristo no los quería príncipes
sino hombres del pueblo.
23. Una idea errónea es contrapuntear el cristianismo con el
secularismo como si fueran dos puntos no solo contrarios sino
además considerándonos superiores a ellos. Hay que acercarnos no
con una apariencia de humildad sino una conciencia que los no
cristianos también son nuestros hermanos y que también necesitan
nuestra ayuda; presentarles la fe no como un producto que tienen
que comprar sino un estilo de vida que vale la pena vivir.
24. 272. El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con
Dios hasta el punto de que quien no ama al hermano: camina en tinieblas,
permanece en la muerte y no ha conocido a Dios. Cuando vivimos la mística de
acercarnos a los demás y buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir
los más hermosos regalos de Señor; así pues si queremos crecer en la vida
espiritual no podemos dejar de ser misioneros.
25. En definitiva el hombre es un ser social, pero no separado de su
dimensión espiritual, al grado que en la medida en que se desarrolla y
ama a los demás, irá creciendo en su relación personal con Dios. El
impulso misionero se convierte no solo en un mandato sino en una
necesidad del cristiano.
26. 273. Hay que reconocerse como persona y
como misión (soy una misión en esta tierra y
para eso estoy en el mundo) ya que si uno
separa la tarea por una parte y la propia
privacidad por la otra, todo se vuelve gris y
búsqueda de reconocimientos.
Por lo tanto no basta decir “yo
hago misión” sino llegar al punto
de decir “yo soy misión” evitando
así una simple búsqueda de
reconocimiento por mis actividades
hechas.
27. 274. Por tanto no se omita jamás que cada persona es
digna de nuestra entrega por ser obra de Dios.
28. La acción misteriosa del Resucitado y de
su Espíritu
275. Algunas personas no se entregan a
la misión, pues creen que nada puede
cambiar y entonces para ellos es inútil
esforzarse. Piensan: “¿Para qué me voy a
privar de mis comodidades y placeres si
no voy a ver ningún resultado
importante?” Con esa actitud se vuelve
imposible ser misioneros. Cristo
resucitado y glorioso es la fuente
profunda de nuestra esperanza.
29. 276. Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que
ha penetrado el mundo; en medio de la obscuridad siempre empieza a
brotar algo nuevo que produce fruto. Cada día en el mundo renace la
belleza.
30. Cristo resucitó, y con ello la creación se renueva; ante el
grito angustioso de “aún hay maldad en el mundo” los
cristianos hemos de aprender a ver la bondad que sigue
brotando en él, personas solidarias con sus hermanos cuyos
esfuerzos de caridad no quedan en vano.
31. 277. Pueda suceder que el corazón
se canse de luchar porque en
definitiva se busca a sí mismo en un
carrerismo sediento de
reconocimientos, aplausos,
premios, puestos; a estos les hace
falta resurrección.
Pero lo más importante de esta
renovación por la resurrección del Señor
es el corazón del hombre, dejar un
corazón de piedra que sólo busca el éxito
y el reconocimiento de los demás, el
triunfo y la fama por un corazón de
carne, capaz de entregarse a sus
hermanos (incluso a quienes ni conoce),
de llevar el evangelio a cada rincón del
planeta, pero sobre todo en su propia
casa, a su familia.
32. 278. Creámosle al Evangelio que dice
que el Reino de Dios está presente en el
mundo, y está desarrollándose aquí y
allá, de diversas maneras. No nos
quedemos al margen de esa marcha de
la esperanza viva.
33. Sólo con un corazón de carne se
puede confiar en la Palabra de Dios
que nos asegura que a pesar del
negro panorama que se presenta
en el mundo, el Reino de Dios está
presente y está creciendo en medio
de las tribulaciones y las injusticias.
34. 279. Quien se ofrece y se entrega a Dios por amor
seguramente será fecundo, una fecundidad en ocasiones
invisible, inaferrable, que no puede ser contabilizada. Quien
se esfuerza sabe que dará frutos con la incertidumbre del
cómo, dónde y cuándo.
35. Ahora bien, muchas veces lo mismo sombrío del panorama
no permite ver los frutos de la obra realizada, es
simplemente la fe la que nos hace saber que como
humildes siervos, no nos corresponde saber el tiempo, el
lugar o las circunstancias de los frutos que produzca, sin
que ello signifique que no habrá fruto por la labor
realizada.
36. 280. Para mantener vivo el ardor
misionero hace falta una decidida
confianza en el Espíritu Santo, para lo
cual hay que invocarlo
constantemente; Él sana todas
nuestras debilidades en el empeño
misionero; no hay mayor libertad que
dejarse llevar por el Espíritu.
37. La fuerza misionera de la intercesión
281. Basta ver la oración de san Pablo para ver que estaba llena
de seres humanos, y que la intercesión no nos aparta de la
verdadera contemplación.
Observemos ¿cómo está nuestra oración? ¿Tiene gratitud? ¿Es
realizada con fe? Pero sobre todo ¿es oración de intercesión por
nuestros hermanos? ¿O queda centrada solo en nuestras
necesidades?
38. 282. Esta actitud de intercesión
termina convirtiéndose en
agradecimiento a Dios, un
agradecimiento constante, que
brota de un corazón atento a los
demás.
283. Los grandes hombres y
mujeres de Dios fueron grandes
intercesores, Dios se conmueve por
la intercesión aunque Él siempre
nos gana en generosidad.
39. María, la Madre de la
evangelización
284. María siempre ha estado en
medio del pueblo. Ella invocaba al
Espíritu con los discípulos, asiendo
de esta manera posible la explosión
misionera. Es la madre de la Iglesia
evangelizadora y sin ella no
comprenderemos el espíritu de la
nueva evangelización. Ella es el
regalo de Jesús a su pueblo.
40. Una realidad que no podemos pasar desapercibidos es la presencia que tiene y
ha tenido la Virgen María en medio del pueblo de Dios, en medio de su Iglesia.
Es un ejemplo que podemos imitar y seguir para llevar a cabo los designios
salvadores de Dios. Tristemente no se le ha dado la verdadera devoción que a
Ella compete. Nos decimos marianos, pero a la hora de la verdad la dejamos
de lado, creyendo resolver todo por nuestras propias fuerzas humanas. Es el
ejemplo de la oración, y no hemos aprendido de ella. No nos hemos percatado
del gran regalo que Dios ha hecho a su Iglesia, la vemos como una imagen
más en la comunidad cristiana.
41. El regalo de Jesús a su pueblo
285. cuando Cristo sufría en su carne el encuentro
entre el pecado del mundo y la misericordia divina,
pudo ver a sus pies la presencia de su Madre y de su
amigo. En ese momento opta por dejarnos a su Madre.
Las palabras que pronuncia Jesús no son para consolar a
la madre, sino que consolaba más bien a su pueblo, por
eso nos deja a su madre. Cristo no quiere que su Iglesia
camine sola, él quiere que su Madre la conduzca. Isaac
de Stella nos dice que así como Cristo permaneció
nueve meses en el seno de María, así ella permanecerá
en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la
consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el
amor del alma fiel por los siglos de los siglos.
42. A pesar del sufrimiento que padeció Cristo en la Cruz, tuvo la fortaleza de
levantar la cabeza y darse cuenta de quien estaba a sus pies. Por eso, antes de
que todo estuviera cumplido, dejo a Juan (que como ya sabemos es la
representación de toda la Iglesia, de cada uno de los bautizados) a su Madre.
Así nos la ha dejado a nosotros, porque se ha percatad de que ella puede
consolarnos y ayudarnos en nuestras necesidades. Tristemente acudimos a ella
sólo en momentos de necesidad y/o cuando no encontramos la solución a
nuestros problemas. Hemos distorsionado la intención que tuvo Jesús al
dejarnos a su Madre. María debe de conducir la Iglesia, de la mano de los
Pastores, no se tiene que dejar nunca de lado su intercesión, al contrario, se
debe de encomendar a ella toda actividad que se pretenda realizar, pero de
manera especial la misionera.
43. 286. María es la que sabe cómo transformar una cueva de
animales en la casa de Jesús. Ella es la esclavita del Padre
que se estremece en la alabanza. Como Madre de todos es
signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de
parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se
acerca y nos acompaña, abriendo nuestro corazón a la fe. A
través de las diferentes advocaciones comparte la historia
de cada pueblo que ha recibido el Evangelio y entra a
formar parte de su identidad católica. En sus Santuarios,
María reúne a los hijos que peregrinan con esfuerzo para
mirarla y dejarse mirar por ella. Como el ejemplo de San
Juan Diego: “No se turbe tu corazón… ¿No estoy yo aquí,
que soy tu Madre?
44. María sabe lo que hay en nuestro corazón, sabe de nuestras necesidades. Con
Ella podemos convertir y llevar a buen término todas nuestras empresas, todo
proyecto pastoral. Debe ser signo de esperanza en nuestra vida, para poder
alcanzar y arrebatar justicia. Si quisiéramos encontrar un modelo idóneo de la
misión, esa debe ser María. Dios quiso, de manera muy particular, darnos
diferentes advocaciones de la Virgen María, en especial la de la Virgen María
de Guadalupe (en nuestro país). Somos afortunados, ya que ella misma le dijo a
San Juan Diego “No se turbe tu corazón… ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?
Pero desafortunadamente no tenemos bien cimentados nuestra creencia.
Decimos que nadie puede tocar a la Virgen de Guadalupe, nos decimos llamar
guadalupanos, pero ¿No será porque somos mexicanos y como buenos
mexicanos debemos de orgullecernos de todo lo que tenga que ver con el país?
45. La estrella de la nueva Evangelización
287. Ella es la mujer de fe, que vive y
camina en la fe, y “su excepcional
peregrinación de la fe representa un
punto de referencia constante para la
Iglesia”. Nosotros fijamos la mirada en
ella, para que nos enseñe y ayude a
anunciar a todos los hombres el mensaje
de salvación.
46. Nos decimos hombre de fe, pero ¿Qué tan grande es nuestra
fe? ¿Creemos por compromiso o por convicción? ¿Conozco
en realidad la importancia que tiene la Virgen María? ¿Me
abandono en los brazos de María para que, por su
intercesión, alcance la gloria venidera? Tenemos que tener
los ojos fijos en ella, ver que es el modelo de fe, que si
aprendemos de ella vamos a poder descubrir más
fácilmente lo que compete al mensaje de salvación.
47. 288. Hay un estilo mariano en la actividad
evangelizadora de la Iglesia, porque cada
vez que miramos a María volvemos a
creer en lo revolucionario de la ternura y
del cariño. Es ella la que conserva
cuidadosamente “todas las cosas
meditándolas en su corazón”. María sabe
reconocer las huellas del Espíritu de Dios
en los grandes acontecimientos. Es la
mujer orante y trabajadora de Nazaret. A
Ella nos encomendamos para que nos
ayude en que la Iglesia llegue a ser casa
para muchos, una Madre para todos los
pueblos, haciendo posible el nacimiento
de un mundo nuevo.
48. Ver a María nos tiene que llevar a observar cada cosa que
realicemos cuidadosamente y aprender de ella, ya que María
conservaba cuidadosamente todas las cosas meditándolas en su
corazón. Ella supo reconocer como el Espíritu de Dios actuaba en su
Iglesia. Aprendamos de la Virgen a ser trabajadores y cuidar lo que
se nos ha encomendado (la parroquia, el seminario, etc.). Con su
ejemplo podemos hacer posible para los pueblos el nacimiento de
un mundo nuevo y mejor.