1. DOMINGO XVIII - Tiempo Ordinario Yo soy el Pan de Vida
El Pan de la Vida
Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que
Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí,
sino que ellos habían partido solos.
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde
habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban
allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
(Jn 6,22-25).
Los tres Evangelios Sinópticos localizan la institución de la Eucaristía en la
Ultima Cena, antes de la muerte de Jesús, y hacen una referencia específica
al derramamiento de su sangre que ocurrirá al día siguiente.
Pero, ¿la Eucaristía está tan vinculada a la muerte de Jesús, al punto de no
tener relación a lo que hizo durante su ministerio público?
En el Evangelio de Juan la Eucaristía no está vinculada directamente a la
muerte de Jesús, sino que está relacionada con una comida multitudinaria. No
es el memorial de la Pasión, sino el PAN DE LA VIDA.
2. DOMINGO XVIII - Tiempo Ordinario Yo soy el Pan de Vida
No tener ya más hambre
Jesús les dijo: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron
signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el
alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que
les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con
su sello» (Jn 6,26-27).
El Evangelio de Juan presenta un largo discurso pronunciado por Jesús al
día siguiente de la multiplicación de los panes. ¿Qué ocurrió a esa gente
para quien Jesús obró milagros? ¿Cambió el milagro sus vidas? ¿Se hicieron
creyentes?
Juan indica que aquellos para quienes se multiplicó el pan no vieron un
profundo significado más allá de que era un buen modo de calmar el hambre.
Pero Juan quiere aclarar que las personas a quienes se les multiplicó el pan
volverían a tener hambre. Jesús ha venido para proporcionar un pan
distinto, para que la gente que lo coma ya nunca más tenga hambre.
Ya antes Jesús había hablado a la mujer samaritana sobre su capacidad
de dar un agua que el pueblo bebería para nunca más tener sed:
«El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la
Vida eterna» (Jn 4,14).
Aquí Jesús completa la imagen de la comida y la bebida para la ETERNIDAD.
3. DOMINGO XVIII - Tiempo Ordinario Yo soy el Pan de Vida
El Pan que Dios da
La gente preguntó a Jesús: «¿Qué signos haces para que veamos y
creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en
el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del
cielo».
Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del
cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el
que desciende del cielo y da Vida al mundo» (Jn 6,30-33).
La multitud presenta el texto bíblico «Pan del cielo les dio a comer» (Ex 16,15).
Pero ellos estarían interpretando que:
Moisés dio el maná para comer a los antepasados.
Moisés había realizado una gran señal, y por eso se podía creer en él. ¿Cuál era
el SIGNO de Jesús? Evidentemente lo buscaban porque había hecho un prodigio
el día anterior. Pero, ¿cuál era su SIGNIFICADO?
Jesús corrige la interpretación de sus interlocutores. El SUJETO de la acción no
es Moisés, sino el PADRE celestial:
«Este es el pan que YHWH os DA por alimento» (Ex 16,15).
El tiempo verbal es un PRESENTE ("DA"), y no un pasado ("dio"), como ha sido
citado por el público. El pan del cielo no puede ser el maná, porque quienes lo
comieron murieron igualmente.
4. DOMINGO XVIII - Tiempo Ordinario Yo soy el Pan de Vida
Hambre y sed de Sabiduría
Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan».
Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá
hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed» (6,34-35).
La promesa de la Sabiduría era que el sabio jamás se hartaría de ella:
«¡Vengan a mí, los que me desean, y sáciense de mis productos! Porque mi
recuerdo es más dulce que la miel y mi herencia, más dulce que un panal. Los que
me coman, tendrán hambre todavía, los que me beban, tendrán más sed» (Eclo
24,19-21).
Pero la respuesta de Jesús, en cambio, evoca la asistencia de Dios a los
desterrados que volverán a la patria, realizando un segundo Éxodo:
«NO TENDRÁN HAMBRE, NI SUFRIRÁN SED, el viento ardiente y el sol no los
dañarán, porque el que se compadece de ellos los guiará y los llevará hasta las
vertientes de agua» (Is 49,10).
El Pan verdadero es Jesús que, según el Evangelio de Juan, viene del cielo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3,13).
Así como la Ley era comparable a un pozo de agua y al pan que se come, ya que el
pueblo vive fundamentalmente de toda Palabra que sale de la boca de Dios (Dt
8,3), así también Jesús, en quien se encarna la revelación divina, es quien da al
creyente el pan que proporciona la vida verdadera.