1. ROL DE LA EDUCACION DEL SIGLO XXI
Y EL PERFIL DEL DOCENTE PARA LA
COMPLEJIDAD
Roberto Zamora H.
Participante del Doctorado en Ciencias de la Educación Unerg
El papel de la educación latu sensu, de acuerdo con la opinión de Mairena
(citado por Morín, 2002), debe ser repensar el pensamiento, usando
adecuadamente la deducción, la inducción, así como el arte de la
argumentación y la discusión.
Para ello, es indispensable estimular el desarrollo de una aptitud general
para plantear y analizar los problemas, además de lograr la necesaria
vinculación de los conocimientos a través de principios organizadores y esto,
según los pensadores de la complejidad solo es posible cuando en la escuela
actual, en lugar de castrar la curiosidad de los estudiantes se estimule su libre
ejercicio, direccionando tan importante facultad, hacia la interrogación de los
problemas fundamentales del mundo contemporáneo.
Solo así, se podrán desarrollar las aptitudes generales del pensamiento y
la inteligencia general, como la vía más idónea para abordar el planteamiento,
el análisis y la solución de los problemas especiales.
Por otra parte, según los seguidores del paradigma de la complejidad, es
necesario que la educación oriente la organización de los saberes acumulados,
no como una acumulación estéril, sino transformándola en un fenómeno
circular en el cual, partiendo de la separación, se puedan unir los
conocimientos, así como del análisis a la síntesis y de la síntesis al análisis.
2. Al respecto, de acuerdo con el criterio de Morín (2002), la operación de
separación se realiza a través de la diferenciación, la oposición, la selección y
la exclusión, mientras que la unión se materializa por medio de operaciones
como la conjunción, la inclusión e implicación. Este sistema complejo,
permitirá satisfacer la necesidad cognitiva que implica contextualizar un
conocimiento particular y ubicarlo respecto de un conjunto total.
En resumen, en opinión de quien expone, por supuesto que existe una
ventaja para el planteamiento y solución de los problemas, por parte de
aquellos que han desarrollado una mayor aptitud general, de organización y
vinculación de los saberes acumulados, puesto que los problemas que estudia
determinada disciplina científica siempre conllevan implicaciones generales
que trascienden los límites de dicha disciplina y que se relacionan con el
contexto en que el problema se produce, por lo que una perspectiva parcial
dificulta su abordaje y solución.
Ahora bien, respecto al perfil del educador para este siglo debemos
señalar que la enseñanza para el paradigma de la complejidad, exige la
formación de un docente atendiendo a un perfil bien definido en el cual, no
debe asumir el rol de funcionario; tampoco debe atribuírsele el rol de un
experto sino el de un auténtico promotor del conocimiento complejo.
Por lo tanto, debe quedar atrás la concepción del docente como una
función, especialización o profesión, exaltando la noble y esencial misión de
salvador público, que necesariamente debe ejecutarse con placer y amor por la
labor de enseñanza, por el conocimiento y por los destinatarios del proceso:
sus estudiantes.
Así, en perfecta sintonía con el perfil docente arriba descrito, se insiste
en que la misión de la enseñanza para el paradigma de la complejidad debe
orientarse hacia: a) La distinción y contextualización, globalización y
3. transdiciplinariedad; b) Preparar las mentes para enfrentar la complejidad de
los problemas; c) Implementar estrategias efectivas para afrontar la
incertidumbre; d) Proporcionar una enseñanza para la comprensión humana.
Para finalizar, en mi criterio, es pertinente puntualizar que la tarea según
esta perspectiva debe asumirse a través de la formación docente para abordar
de manera efectiva la misión de enseñar a pensar la complejidad y a su vez la
enseñanza del pensamiento complejo permitirá abordar de manera efectiva la
formación del docente.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Morín, E. (2002). La Cabeza bien puesta.