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DIRECTORIO NACIONAL
   DE CATEQUESIS
        Documento de trabajo




Conferencia Episcopal de Colombia
        Departamento de Catequesis
DIRECTORIO NACIONAL DE CATEQUESIS


PRESENTACION

I. LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACION CRISTIANA INTEGRAL
A. La catequesis en el proceso de itinerario de formación del discípulo misionero
B. Primera etapa: etapa de acción misionera
C. Segunda etapa: etapa de acción catecumenal e iniciatoria
D. Tercera etapa: etapa de acción pastoral, de presencia y de servicio
E. Lo propio de la catequesis en este proceso
F. La catequesis: una función o forma del Ministerio de la Palabra

II. TENDENCIAS Y CAMINOS DE RENOVACION EN LA CATEQUESIS
A. La misión de siempre en un nuevo contexto
B. Redescubrir la misión
C. Contexto misionero y transformación del sistema de transmitir la fe
D. Asumir el problema de la iniciación cristiana
E. Qué clase de problema es la iniciación cristiana
F. Se necesita un nuevo paradigma en la catequesis
G. Cómo construir y entender este nuevo paradigma de la catequesis
H. Nuevos enfoques desde la misionología
I. Itinerarios diversificados
J. Misión, catequesis y religiosidad popular
K. La opción por la catequesis de adultos
L. “Los lugares” de la catequesis” desde una perspectiva misionera
N. Perspectiva misionera de la acción con las familias
Ñ. Renovación de la parroquia
O. La parroquia debe ser comunidad misionera
P. La comunidad parroquial es comunidad que inicia en la fe

III. PRINCIPIOS DE RENOVACION DE LA CATEQUESIS
A. Necesidad de no dar por supuesta la conversión
B. Todo a partir de, en y con la comunidad
C. Hacer de la iniciación cristiana un verdadero proceso
D. Fortalecer la formación religiosa de la familia y en la familia
E. Pastoral del bautismo para bautizados
F. Unidad de los sacramentos en el proceso de iniciación cristiana
G. Inspirar la catequesis en el catecumenado
H. Prestar atención especial a la formación de los agentes de la iniciación
I. Primer anuncio y catequesis: una relación definitiva
J. Educar a una fe adulta y madura
PRESENTACION
1. La Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunida en la ciudad
brasileña de Aparecida, asume el compromiso de una gran misión en todo el
Continente. La cual va a exigir profundizar y enriquecer todas las razones y
motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero
(DA 362)1.

2. El reto fundamental que afronta la Iglesia en el Continente Latinoamericano es
mostrar la capacidad que tiene para promover y formar discípulos misioneros que
respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de
gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo (DA 14).
3. Al asumir este compromiso por la formación de discípulos y misioneros, la
Conferencia de Aparecida, invita a atender con más cuidado las etapas del primer
anuncio, la iniciación cristiana y la maduración de la fe (Aparecida mensaje final).
4. De hecho, Aparecida dedica gran parte de su reflexión teológico pastoral a la
descripción del itinerario formativo de los discípulos misioneros. Proceso que
hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona (DA 277) y en la
dinámica misma del proceso de fe y de conversión (DGC 53-57)2.
5. Cinco aspectos destaca el documento conclusivo de Aparecida, como
fundamentales en el proceso de formación del discípulo misionero, todos ellos
presentes de diversas maneras en las etapas del camino, por lo que se
compenetran íntimamente y se alimentan entre sí. Estos son: el encuentro con
Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión.
6. Mirada especial la dedica las conclusiones de Aparecida a la iniciación a la vida
cristiana y a la catequesis. Reconoce que aquí se juega en mucho el rostro de una
Iglesia renovada y misionera, ya que en muchas partes la iniciación ha sido pobre
o fragmentada. Razón por la cual, afirma que su renovación es un gran desafío
que se ha de afrontar con decisión, valentía y creatividad (DA 287).
7. De cara a la renovación y conversión pastoral en el campo de la catequesis
asume como opción para todo el Continente la dinámica catequética de la
iniciación cristiana, como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la
vida cristiana (DA 294).
8. Con esta opción, se subraya algo ya dicho por el Catecismo de la Iglesia
Católica y que confirma la misma historia de la catequesis: “Los periodos de
renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis” (CEC 8)3.

1
  CELAM. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Discípulos y
misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. “Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida” (Jn 14,6) (13-31 mayo 2007). En adelante se citará con las letras DA.
2
  CONGREGACIÓN PARA EL CLERO. Directorio General para la Catequesis (25 agosto 1997).
En adelante se citará con las letras DGC.
3
  CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO. Catecismo de la Iglesia Católica (11 octubre 1992).
En delante de citará con las letras CEC.

                                                              Directorio Nacional de Catequesis   3
Pues ahora que la Iglesia del Continente es llamada a una profunda conversión
pastoral en perspectiva misionera, es la oportunidad para que la acción
catequística en nuestro continente y en nuestro país continué en ese profundo
esfuerzo de renovación, impulsado por el Concilio Vaticano II, las anteriores cuatro
Conferencias Generales del Episcopado, el actual Directorio General para la
Catequesis y las reflexiones propias de nuestros pastores, escuelas de formación
y agentes de la catequesis.
9. El presente Directorio Nacional quiere ser un aporte a los actuales intentos de
renovación existentes en nuestro país. Hace suyas las opciones del Directorio
General para la Catequesis y de Aparecida, al entender la catequesis como una
función o forma del ministerio de la palabra al servicio de la iniciación cristiana
integral (DGC 63 – 68). De este modo, tal como lo solicita el mensaje final de
Aparecida, presta atención especial a la etapa de la iniciación cristiana,
comprendiendo su relación con la etapa del primer anuncio y de maduración en la
fe.
10. Acoge el llamado de Aparecida a imaginar, a ser creativos, a pensar nuevas
perspectivas y formas de acción (DA 286). Por ello se apoya y asume la riqueza
del Magisterio de la Iglesia sobre la catequesis, como fue dicho. Pero también, con
una mirada creyente sobre la realidad social, política y eclesial, intenta reconocer
las tendencias y caminos de renovación provenientes de otros contextos
eclesiales, como de los nuestros.
11. Su opción fundamental para la renovación de la catequesis en nuestro país es
comprenderla como una acción al servicio de la iniciación cristiana integral. Y lo
hace, porque así se entiende mejor la tarea propia de la catequesis en la
formación de discípulos y misioneros de Jesucristo. Dado que su tarea, en el
conjunto de la dinámica evangelizadora, consiste en propiciar una viva, explicita y
operante profesión de fe (DGC 66).
12. Con el actual Directorio General para la catequesis, comparte que el primero, y
uno de los más graves problemas de la catequesis hoy, tiene que ver con su
concepción. Que como escuela de fe, como aprendizaje y entrenamiento de toda
la vida cristiana, no ha penetrado plenamente en la conciencia de los catequistas
(DGC 30).
13. De esta manera de entender la catequesis trata el presente Directorio. Se
coloca así en la línea de renovación de la catequesis, característica de la Iglesia
universal hoy. Son muchos los documentos del Magisterio universal, de algunos
episcopados y bien variados los estudios pastorales, que solicitan este modo de
comprender la catequesis como el suyo propio. Recuperando así lo más original y
específico de la catequesis desde los orígenes del cristianismo: estar al servicio de
la iniciación cristiana a modo de un catecumenado.
14. El aporte a la misión continental por parte de la catequesis, es hacer que ella
sea lo que en verdad está llamada a ser: una acción educativa al servicio de la
iniciación cristiana. Por eso, ante las actuales tendencias de renovación, lo mejor

                                                          Directorio Nacional de Catequesis   4
es aprender de la Iglesia en su práctica milenaria y hacer de la catequesis hoy un
catecumenado. Sea en la forma de catecumenado bautismal para los no
bautizados, sea en la forma de catecumenado postbautismal para los bautizados
no suficientemente catequizados (DA 288).




                                                        Directorio Nacional de Catequesis   5
CAPITULO I
LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA
  INICIACION CRISTIANA INTEGRAL
15. Afirma un documento catequístico latinoamericano, escrito a la luz del actual
Directorio General para la Catequesis: “Es preciso que los catequistas identifiquen
adecuadamente la naturaleza de la catequesis y la de su propia misión, a fin de no
confundirla con otras acciones pastorales ni pretender de la catequesis acciones
que no le correspondan” (CAL 217)4. Esto significa que la catequesis, aunque es
acción importante y fundamental en la globalidad del proceso de evangelización,
no se identifica con todo el proceso ni se confunde con todas las acciones que lo
conforman. Pero si ha de guardar relación estrecha con ellas, ya que las etapas
del proceso no son estancos cerrados.
16. Es tan importante el concepto de catequesis que el mismo Directorio de
Catequesis hace notar cómo su concepción “condiciona profundamente la
selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales,
comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se
requiere para la consecución de sus objetivos” (DGC 35)
17. Desde los conceptos de Revelación y Evangelización, la catequesis se
comprende y se entiende hoy día como una etapa de la evangelización y como
una función o forma del ministerio de la palabra. En ambos casos, su tarea
específica es estar al servicio de la Iniciación cristiana integral. Y ello es lo que la
hace diferente a las otras acciones evangelizadoras, pero al mismo tiempo
complementario con ellas.
A. La catequesis en el proceso de itinerario de formación del discípulo
misionero
18. El magisterio reciente de la Iglesia insiste en que la tarea propia de la Iglesia
es la evangelización (EN 14)5, esto es, “llevar la Buena Nueva a todos los
ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a
la misma humanidad” (EN 18). El Directorio General para la catequesis no sólo
retoma este concepto de evangelización, sino que además subraya la necesidad
de que los agentes de la evangelización operemos desde una “visión global” de la
misma, identificándola con el conjunto de la misión de la Iglesia (DGC 46).
19. Según esto, señala el Directorio, "hemos de concebir la evangelización como
el proceso, por el que la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, anuncia y difunde el
Evangelio en todo el mundo, de tal modo que ella: a) impulsada por la caridad,
impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las
culturas; b) da testimonio entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir
que caracteriza a los cristianos; c) proclama explícitamente el Evangelio, mediante
el primer anuncio, llamando a la conversión; d) inicia en la fe y vida cristiana,
mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación, a los que se convierten a
4
 CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. La catequesis en América Latina. Orientaciones
comunes a la luz del directorio general para la catequesis ( 19 marzo 1999). En adelante se citará
con las letras CAL.
5 PABLO VI. Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (8 diciembre 1975). En adelante se citará
con las letras EN.


                                                                    Directorio Nacional de Catequesis   7
Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a
unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana; e) alimenta
constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación
permanente en la fe (homilía, otras formas del ministerio de la palabra), los
sacramentos y el ejercicio de la caridad; f) suscita continuamente la misión, al
enviar a todos los discípulos de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y
obras, por todo el mundo" (DGC 48).
20. El Directorio retoma así la dinámica del proceso de evangelización señalado
en su momento por el Decreto del Concilio Vaticano II "Ad gentes", en los
siguientes términos: a) testimonio cristiano; b) diálogo y presencia de la caridad; c)
anuncio del Evangelio y llamada a la conversión; d) catecumenado e iniciación
cristiana, e) formación de la comunidad cristiana, por medio de los sacramentos
con sus ministerios. (AG 12-18)6.
21. Ad gentes distingue de este modo tres momentos o etapas en el proceso
evangelizador: situaciones iniciales, desarrollos graduales y camino hacia la
perfección. A cada una de ellas le corresponde una acción educativa propia, pues
se orientan a dar el alimento adecuado al crecimiento de la fe en su situación
concreta y a acompañar el proceso permanente de conversión. De modo tal que al
momento de situaciones iniciales le corresponde la acción de primer anuncio; al de
desarrollo gradual la acción catecumenal de iniciación cristiana; y a la de madurez
las diversas acciones de educación permanente en la fe.
22. Nosotros estamos acostumbramos a ver la evangelización como algo estático.
Hemos de superar esta visión y entenderla como un proceso que está al servicio
de la conversión permanente y del crecimiento continuo en la fe, tanto de las
personas como de las comunidades, ya sea para suscitarla, fundamentarla o
alimentarla. Y ello porque la fe es un don destinado a crecer y madurar en el
creyente.
23. “Los elementos de la evangelización tienen una concatenación dinámica, que
viene pedida por el nacimiento y crecimiento de la fe. La fe cristiana, en efecto, es
una realidad dinámica, que va madurando. La gradualidad de la acción
evangelizadora corresponde a las etapas de este nacimiento, crecimiento y
maduración en la fe. La gradualidad de la evangelización es signo del respeto de
la Iglesia al crecimiento personal del creyente. Su amor maternal desea dar a cada
uno el alimento más adecuado a su situación. En modo alguno significa camuflar o
silenciar exigencias de la evangelización, sino saber respetar las posibilidades
graduales del destinatario, adaptándose al momento en que se encuentra”
(Conferencia Episcopal Española, Catequesis de adultos, 37)7.
24. El proceso de evangelización que es único e idéntico en todas partes y en
todas las condiciones, aunque no se realice del mismo modo según las
6
  CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia Ad gentes
(7 diciembre 1965). En adelante se citará con las letras AG.
7
  COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS. Catequesis de adultos.
Orientaciones pastorales. 1990

                                                              Directorio Nacional de Catequesis   8
circunstancias, se despliega, de acuerdo con lo señalado, con una dinámica
particular, estructurada por etapas o momentos esenciales, a saber: a) la acción
misionera para los no creyentes, para otros creyentes, para los que viven en la
indiferencia religiosa y para los bautizados no convertidos de toda edad; b) la
acción catequética o catecumenal, de iniciación para los que optan por el
Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; c) la
acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad
(DGC 49).
B. Primera etapa: etapa de acción misionera
25. El Ministerio de la Palabra es elemento fundamental de la evangelización y se
ejerce de forma múltiple. En la etapa de acción misionera este ministerio se ejerce
a través de la acción de convocatoria y llamada a la fe. Esta es la función que más
inmediatamente se desprende del mandato misionero de Jesús. Se realiza
mediante "el primer anuncio", dirigido a los no creyentes, a aquellos que han
hecho una opción de increencia, a los bautizados que viven al margen de la vida
cristiana, a los indiferentes, a los alejados, a los que pertenecen a otras religiones.
El despertar religioso de los niños, en las familias cristianas, es también una forma
eminente de esta función (DGC 51).
26. El primer anuncio tiene la función de anunciar el evangelio y llamar a la
conversión. El interés por el Evangelio y la conversión, que brotan como
consecuencia del primer anuncio, necesitan de un tiempo de búsqueda, para
llegar a ser una opción firme. Esta conversión, así sea inicial, lleva consigo la
adhesión a Jesucristo y la voluntad de caminar en su seguimiento. Como "sobre
esta opción fundamental descansa todo el edificio de la vida cristiana", todo el
proceso de crecimiento personal y comunitario, la catequesis de iniciación en la
segunda etapa y la acción pastoral en la tercera etapa, han de apoyarse en ella.
Pues como lo señala repetidamente el Directorio General para la Catequesis "sólo
a partir de la conversión y contando con la actitud interior de "el que crea", la
catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación
en la fe" (DGC 62).
27. No podemos dar por supuesta la acción de primer anuncio. Por el contrario, en
el actual contexto misionero, la vinculación entre el anuncio misionero, que trata
de suscitar la fe, y la catequesis de iniciación, que busca fundamentarla, es
decisiva en la evangelización. Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la
consecuencia de un anuncio misionero eficaz (DGC 277).
28. La acción de primer anuncio es una etapa insustituible en el proceso de
evangelización. Si en contextos anteriores la dimos por supuesta o nos la
saltamos, actualmente ha de recobrar su vitalidad e importancia. Ha de ser
entendida como el primer paso pedagógico necesario en la educación en la fe.
Tan importante es, que así como existen procesos institucionalizados de
catequesis y de acción pastoral, han de construirse procesos institucionalizados
de acción misionera. Y ello exige de parte nuestra dejar de ver la acción misionera
como una acción marginal o exclusiva de algún grupo. Ha de ser entendida como

                                                           Directorio Nacional de Catequesis   9
la acción más directa del mandato misionero de Jesús. La misión es propia de la
naturaleza de la Iglesia.
29. La Conferencia de Aparecida es clara al respecto. El Kerigma forma parte
substancial de la iniciación cristiana. “Sólo desde el Kerigma se da la posibilidad
de una iniciación cristiana verdadera” (DA 278). Es factor imprescindible del
proceso de formación de discípulos misioneros (DA 279). El anuncio del Kerigma
favorece el encuentro con Jesucristo y la conversión. Bases del discipulado, la
comunión y la misión.
30. Recoge así la quinta Conferencia en sus conclusiones los aportes de la tercera
semana latinoamericana de catequesis, celebrada en Bogotá en mayo de 2006. La
cual reconoce al Kerigma como elemento medular del ser y del quehacer de la
Iglesia. Con lo cual, no sólo señala su importancia, sino también los graves
problemas que trae para la catequesis y la acción pastoral su vacio o ausencia. Lo
que le lleva a afirmar, algo que nosotros en nuestro país, de cara a la renovación
de la catequesis y de nuestras comunidades no podemos olvidar: “es necesario
que las Iglesias Particulares tomen la acción misionera, el primer anuncio y el
kerigma como línea programática de sus planes pastorales en orden a una
auténtica renovación de toda la pastoral, especialmente de la catequesis, pues, “la
renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera
previa” (25)8.
C. Segunda etapa: etapa de acción catecumenal e iniciatoria
30. La iniciación cristiana es elemento fundamental en el proceso de formación
del discípulo. De hecho, sin ella, no habría discípulos misioneros de Jesucristo, tal
como lo reconoce el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde los tiempos
apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación” (CEC
1229).
31. El mismo Catecismo reconoce que esta iniciación ha variado mucho a lo largo
de los siglos y según las circunstancias (CEC 1230). Hoy se pide una
recuperación de los procesos catecumenales, que caracterizaron la práctica
iniciatoria de la Iglesia en los primeros siglos.
32. En la pedagogía catequética, afirma la tercera semana latinoamericana de
catequesis, se entiende por Iniciación Cristiana el proceso extendido en el tiempo
en el cual, el convertido, recibe la instrucción evangélica y se ejercita para
conformar su vida al estilo del Evangelio en fidelidad a la iniciativa divina y se
introduce en la vida nueva del Señor Resucitado por el bautismo, la confirmación y
la eucaristía en la comunidad eclesial y también en el mundo.
33. La Iniciación cristiana integral en orden a una operante y explícita profesión de
fe, es tarea de la segunda etapa de la evangelización, llamada precisamente como
etapa catecumenal e iniciatoria.


8
    CELAM. III Semana Latinoamericana de Catequesis (1-6 mayo 2006)

                                                                Directorio Nacional de Catequesis   10
34. La etapa iniciatoria o catecumenal, es aquella acción por la que quien se ha
convertido y aceptado la fe es introducido a la Iglesia por medio de la catequesis,
por la participación en los sacramentos, por los comportamientos morales, por el
vínculo con la comunidad, por el servicio a los pobres y el testimonio que brotan
de su incorporación. Es el momento de la iniciación cristiana, que comprende la
iniciación en todo lo que la Iglesia es para adherirse plenamente a ella: la palabra,
el servicio, la celebración, la vida comunitaria y la misión.
35. En esta etapa, la Iglesia ejerce la función de iniciación. Ella realiza esta
función, fundamentalmente, por medio de la catequesis, en íntima conexión con
los sacramentos de la iniciación, tanto si van a ser recibidos como si ya se han
recibido.
36. Formas importantes de esta función son: la catequesis de adultos y jóvenes no
bautizados, en el catecumenado; la catequesis de adultos bautizados que desean
volver a la fe, o de los que necesitan completar su iniciación cristiana; la
catequesis de los niños, adolescentes y jóvenes (DGC 51). En este sentido, toda
Iglesia particular, en orden ante todo a una adecuada iniciación cristiana, debe
ofrecer un triple servicio: a) un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente,
para niños, adolescentes y jóvenes en íntima conexión con los sacramentos de la
iniciación ya recibidos o por recibir; y b) un proceso de catequesis para adultos,
ofrecido a aquellos que necesitan ser iniciados mediante el catecumenado de
adultos; y c) un proceso de catequesis para adultos que necesitan ser reiniciados
o completar su iniciación. (DGC 274).
37. La catequesis de iniciación es el eslabón necesario entre la acción misionera,
que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la
comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción
básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo
como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería
infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y
confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio. En este sentido, la
catequesis debe ser considerada momento prioritario de la evangelización (DGC
64).
38. El momento de la catequesis es el que corresponde al período en que se
estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera
adhesión. Los convertidos, mediante, una enseñanza y aprendizaje
convenientemente prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el misterio
de salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, de
iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana. (DGC 63)
39. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está
estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al
Bautismo, sacramento de la fe. El eslabón que une a la catequesis con el
Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de ese
sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la catequesis consiste en
propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe. O lo que el Papa llama en

                                                            Directorio Nacional de Catequesis   11
el documento los fieles laicos, formación de comunidades maduras y de fieles
laicos maduros, “en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario
significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de
comunión sacramental con El, de existencia vivida en la caridad y en el servicio"
(ChL 34)9. En otras palabras, cristianos con hondo sentido de su identidad de
bautizados, de creyentes y miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con el
mundo.
40. En la actualidad la iniciación cristiana tiene una importancia primordial, tanto
del punto de vista teológico como pastoral. Y no sólo por las dificultades por las
que atraviesa o por los problemas que encontramos en su aplicación concreta. Si
no, y por sobre todo, porque es ella el momento en que se estructura la
personalidad del discípulo misionero de Jesucristo, es la etapa en que se
fundamenta la vida cristiana.
41. Además, dada la necesidad de no saltarnos y de no dar por supuesta la acción
misionera, así como de llevar a cabo la acción de primer anuncio de modo
institucionalizado, la iniciación cristiana y la catequesis que la acompaña, se
presenta como su consecuencia y continuidad necesaria. Unida de este modo tan
estrecho y en necesaria coordinación con la acción misionera previa, la catequesis
será asumida por nosotros como acción de iniciación, superando de este modo la
mentalidad tan común que la reduce a su tarea presacramental o a la simple
instrucción.
D. Tercera etapa: etapa de acción pastoral, de presencia y de servicio
42. El término acción pastoral lo entendemos en sentido estricto, del mismo modo
como lo comprende el actual Directorio General para la Catequesis. Significa la
tercera etapa de la evangelización dirigida a los fieles de la comunidad cristiana ya
iniciados en la fe. No se le considera, entonces, en sentido amplio: como sinónimo
de la acción evangelizadora de la Iglesia.
43. La etapa de acción pastoral se dirige a los cristianos ya iniciados en los
elementos básicos, que necesitan alimentar y madurar constantemente su fe a lo
largo toda la vida. Es posterior a su educación básica (etapa catequético -
iniciatoria) y la supone. Como etapa de educación permanente en la fe, tiene el
carácter de ser alimento constante que todo organismo adulto necesita para vivir
(DGC 57). Se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en el camino hacia
la santidad, sino también a toda la comunidad cristiana como tal, para que vaya
madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en
su apertura al mundo como comunidad misionera (DGC 70).
44. La meta de todo el proceso de evangelización consiste en que "el bautizado,
impulsado siempre por el Espíritu Santo, alimentado por los sacramentos, la
oración y el ejercicio de la caridad, y ayudado por las múltiples formas de
educación permanente en la fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: “Ustedes
9
 JUAN PABLO II. Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988). En
adelante se citará con las letras ChL.

                                                                   Directorio Nacional de Catequesis   12
sean perfectos como su Padre Celestial es perfecto” (Mt 5,48). Es la llamada a la
plenitud que se dirige a todo bautizado" (DGC 57).
45. Tarea de la educación permanente en la fe, en la etapa de la acción pastoral,
consiste en ayudar a madurar esa profesión de fe continuamente, a proclamarla
en la Eucaristía y a renovar los compromisos que implica. Para favorecer tal
proceso, se necesita de una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para
fortalecerlos y sostenerlos en la fe, de una comunidad en la que ellos puedan
celebrar, anunciar, vivir y compartir la fe. De modo tal que el acompañamiento que
ejerce la comunidad en favor del que se inicia, se transforma en plena integración
del mismo en la comunidad, de modo afectivo y efectivo.
46. Es posible distinguir entonces, entre dos tipos complementarios de formación
del cristiano: la formación inicial o catecumenal que es la catequesis (con sus
características: orgánica, sistemática, esencial, fundamental, integral) y la
formación permanente o continua.
47. La primera es la formación unida al proceso catecumenal, la que va desde la
primera conversión hasta la integración plena en la vida de la comunidad. La
segunda, basada en la anterior, continúa el desarrollo de la vida cristiana durante
la etapa pastoral de la evangelización.
48. Hacemos esta distinción en orden a una mayor y mejor claridad conceptual de
lo que se entiende por catequesis, en orden también, naturalmente, a una
renovación de nuestra práctica catequética, para hacer de ella un instrumento
serio al servicio de los procesos de iniciación cristiana. Y lo hacemos asumiendo lo
enseñado por el actual Directorio General para la Catequesis, que señala lo
siguiente: la expresión catequesis permanente es legítima siempre y cuando que
no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la
catequesis en cuanto iniciación básica. Este término, el de catequesis
permanente, ha de ser entendido, principalmente, como un segundo grado de
catequesis, posterior a la catequesis de iniciación, y no como la totalidad de la
acción catequizadora.10
49. Pensar así nos permite una acción catequística que supera tanto su reducción
conceptual, como si se tratara de una acción meramente presacramental, y la
confusión de la catequesis con las demás acciones propias de la etapa de la
acción pastoral. Nos permite, en últimas, recobrar para la catequesis en nuestro
país, lo que ella verdaderamente está llamada a ser y hacer: ponerse al servicio
de la iniciación cristiana integral. Favorece, además, el tomar mayor conciencia
de tres problemas que aún no son tan claros entre nosotros. Ante todo, el notar los
graves problemas educativos que produce la ausencia de acciones de primer
anuncio. Segundo, todos aquellos relacionados con los deficientes procesos de
iniciación cristiana. Y tercero, los relacionados con nuestros modos de ser y de
hacer comunidad cristiana.
10
 Cf. nota 64 al pie de página del número 51 del DGC.



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50. A este respecto, hay que reconocer que en la etapa de acción pastoral
también encontramos actualmente vacíos y dificultades. No por la variedad y
cantidad de acciones, pues es un hecho que son muchas y diversas, y en
ocasiones hasta desarticuladas. Los problemas se dan sobre todo en el vacío
comunitario que distingue nuestra pastoral. Es un hecho que no siempre existe un
claro vínculo comunitario de quien solicita catequesis. Es claro también, que la
comunidad no acompaña los procesos de iniciación, así como también es un
hecho que no todos los procesos, cuando los hay, desembocan en la comunidad.
Característico de este fenómeno es encontrar entre nosotros creyentes sin
comunidad, sin ningún vínculo ni afectivo ni efectivo con ella, con poco sentido de
Iglesia y de ser Iglesia, con escaso sentido de participación en su ser y en su
misión.
E. Lo propio de la catequesis en este proceso
51. La iniciación cristiana es el proceso de inserción en el misterio de Cristo
muerto y resucitado y en la Iglesia, por medio de la fe y de los sacramentos. Como
lo afirma el Directorio General para la Catequesis, se lleva a cabo mediante la
catequesis y la liturgia íntimamente unidas entre sí: "La catequesis es el elemento
fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los
sacramentos, especialmente al Bautismo, sacramento de la fe" (DGC 66).
52. Palabra (itinerario catequético), sacramento, conversión como adhesión libre y
sincera y la opción por los pobres, son los aspectos irrenunciables de los procesos
de iniciación cristiana.
53. Mediante los sacramentos de iniciación el ser humano es vinculado a Cristo y
asimilado a Él en el ser y en el obrar, introduciéndole en la comunión trinitaria y en
la Iglesia. Mediante el itinerario catequético, que precede, acompaña o sigue a la
celebración de los sacramentos, el catequizando descubre a Dios y se entrega a
El, crece en el conocimiento del misterio de Cristo y avanza en el aprendizaje
global de la vida cristiana.
54. La catequesis, de acuerdo con lo enseñado por el actual Directorio para la
Catequesis, tiene como fin la iniciación cristiana integral. Es cierto que una parte
de la catequesis está destinada a la preparación inmediata de los sacramentos
que se van a recibir, pero ella no es su finalidad única y última, sino la plena
incorporación con el Misterio de Cristo, el Misterio de Dios Trino y el Misterio de la
Iglesia.
55. Lo propio de la catequesis es la iniciación global y sistemática en la fe de la
Iglesia. Es un periodo intensivo y suficientemente prolongado de formación
cristiana integral y fundamental. Por ser global, la catequesis está abierta a todos
los aspectos de la vida cristiana y tiene que ser iniciación en todos ellos.
56. La catequesis ha de iniciar en la totalidad de la fe de la Iglesia: "La finalidad
de la catequesis se realiza a través de diversas tareas, mutuamente implicadas
(...). Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las diferentes
dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral,

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abierta a todas las esferas de la vida cristiana. En virtud de su misma dinámica
interna, la fe pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración. La catequesis
debe cultivar cada una de estas dimensiones. Pero la fe se vive en comunidad
cristiana y se anuncia en la misión: es una fe compartida y anunciada. Y estas
dimensiones deben ser, también, cultivadas por la catequesis" (DGC 84).
57. Todas estas dimensiones en las que educa la catequesis deben ser tenidas en
cuenta al momento de la programación de la acción. Como lo señala el Directorio:
"todas las tareas son necesarias. Así como para la vitalidad de un organismo
humano es necesario que funcionen todos sus órganos, para la maduración de la
vida cristiana hay que cultivar todas sus dimensiones (...). Si la catequesis
descuidara alguna de ellas, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento" (DGC
87).
58. Lo más característico de la catequesis en el conjunto de las acciones
eclesiales, es su carácter de explicitación y de profundización, con relación al
primer anuncio, al Kerigma y a la conversión inicial; y de iniciación o introducción o
fundamentación, en relación con las diversas manifestaciones de la vida cristiana
en la Iglesia: la diaconía (el servicio), la koinonia (la comunión y la comunidad), la
liturgia y la palabra. En este sentido se pronuncia el Directorio de Catequesis: "El
momento de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura
la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión.
Los convertidos, mediante una enseñanza y un aprendizaje convenientemente
prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el misterio de la salvación y
en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, de iniciarlos en la
plenitud de la vida cristiana" (DGC 63).
59. Para el actual Directorio de Catequesis, las características propias de la
catequesis de iniciación, como momento esencial del proceso de evangelización,
que la hacen distinta a las otras formas de educación en la fe, son: a) es una
formación orgánica y sistemática de la fe, por lo que no se reduce a lo meramente
circunstancial y ocasional; b) esta formación orgánica es más que una enseñanza:
es un aprendizaje de toda la vida cristiana, una iniciación cristiana integral; c) es
una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana.
60. Lo propio de la catequesis es la iniciación global y sistemática en la fe de la
Iglesia. Por ser iniciación global, la catequesis tiene que estar abierta a la
educación de todos los aspectos de la vida cristiana y tiene que ser iniciación en
todos ellos. Por ser iniciación sistemática, la catequesis tiene que estar
estructurada y ordenada, con pasos definidos, como proceso metodológicamente
realizado. Proceso que ha de ser inspirado y elaborado de acuerdo con los
elementos más característicos del catecumenado. Pues sólo así la catequesis
puede cumplir su tarea de estar al servicio de la iniciación cristiana, superando de
este modo su reducción actual a la preparación presacramental.
61. El concepto de catequesis como iniciación cristiana integral o como noviciado
de la vida cristiana obedece a la inspiración catecumenal de la misma, retomando
así el concepto de catequesis de la Iglesia antigua, razón por la cual el Directorio

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de catequesis insistirá que toda catequesis postbautismal se inspire en esta
práctica de la Iglesia de los orígenes (DGC 33.59.88-91).
62. La catequesis es una acción gradual que debe inspirarse en el catecumenado
bautismal, hasta el punto que toda catequesis postbautismal debe inspirarse en el
catecumenado bautismal, es decir, debe dejarse fecundar por sus principales
elementos configuradores (intensidad e integralidad en la formación, gradualidad
en etapas bien definidas,       responsabilidad de la comunidad cristiana, su
vinculación a ritos, símbolos y signos). Sin embargo, hay que decir que entre la
catequesis postbautismal y la catequesis prebautismal, hay una diferencia
fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación recibidos
por los primeros.
63. El catecumenado bautismal o catecumenado antiguo puede ser entendido
como una institución eclesial de tipo pastoral orientada a la iniciación cristiana
integral en el seno de una comunidad. Se trata de un auténtico camino de
conversión, de iluminación y de maduración en la fe, de lucha y crecimiento
espiritual, de una progresiva inserción en Cristo y en la Iglesia. No se trata
simplemente de transmitir conocimientos o de brindar una preparación previa a la
recepción de algún sacramento, sino de llevar al catecúmeno a vivir una vida
nueva, la vida Cristo. Por eso no es un proceso reducido ni solo informativo. Es un
proceso prolongado, intensivo e integral, pues se orienta a la educación de la
personalidad del creyente, a la educación de la mentalidad de fe, y esto no se
logra de la noche a la mañana. Es un proceso que incluye formación,
transformación e información. Y así ha de ser también nuestra catequesis actual.
El reto nuestro en Colombia es hacer de la catequesis un auténtico proceso
catecumenal que fundamente y estructura la personalidad de fe y de vida cristiana
tanto de los creyentes como de las comunidades.
F. La catequesis: una función o forma del Ministerio de la Palabra
64. De hablar de evangelización como llevar el primer anuncio del evangelio a los
que no lo conocían, por medio, ante todo, del ministerio de la palabra, la
evangelización ha llegado a comprenderse como el proceso global de la vida de la
Iglesia. De este modo, se habla de etapas de la evangelización en el camino hacia
la plenitud creyente (acción misionera, acción catequística y acción pastoral) y se
contemplan las distintas acciones que la evangelización abarca (ministerio de la
palabra, ministerio del servicio, ministerio de la comunión y ministerio de la
liturgia).
65. Por la acción pastoral la Iglesia actualiza la acción salvadora de Cristo, de
cara a la implantación del Reino. Esta amplia tarea implica diversas acciones,
denominadas funciones o mediaciones eclesiales, es decir, ministerios de la
Iglesia en diferentes ámbitos de realización. Entre nosotros reciben el nombre de
pastoral profética, pastoral social, pastoral litúrgica y pastoral de la comunión.
66. El Ministerio de la Palabra (pastoral profética), en coordinación y articulación
con el ministerio del servicio (pastoral social), el ministerio de la liturgia (pastoral

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litúrgica) y el ministerio de la comunión (pastoral de la comunión), es uno de los
elementos fundamentales de la evangelización en su etapa de acción pastoral,
entendida como la etapa dirigida a los fieles de la comunidad cristiana con el
propósito de alimentar continuamente su fe, el don de la comunión y la misión.
67. Las principales funciones del ministerio de la palabra son las siguientes:
convocatoria y llamada a la fe, mediante el primer anuncio; la función de
iniciación, por medio de la catequesis en íntima conexión con los sacramentos de
iniciación cristiana; y la función de educación permanente en la fe.
68. Esta última se realiza a través de formas muy variadas, en las cuales
sobresalen, entre otras, la litúrgica en la homilía, el estudio y profundización de la
Sagrada Escritura, la lectura cristiana de los acontecimientos y de la sociedad, la
profundización sistemática del mensaje cristiano, distintas formas de catequesis
ocasional y el estudio de la teología.




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CAPITULO II
    TENDENCIAS Y CAMINOS DE
RENOVACION EN LA CATEQUESIS
69. Para Aparecida el reto fundamental que afrontamos es “mostrar la capacidad
de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la
vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el
don del encuentro con Jesucristo” (DA 14).
70. Lo cual pide transformar y repensar de modo creativo los actuales procesos de
formación de los discípulos misioneros, como darle continuidad a las experiencias
exitosas de renovación y conversión pastoral presentes en nuestro país.
71. Pero es también un llamado a transformar la vida de muchos, ambiguamente
llamados,      bautizados culturales, tradicionales y sociológicos, en discípulos
misioneros de Jesucristo. Pide superar las condiciones de muchos bautizados
sociológicos, y dar el paso a bautizados por convicción. Asunto que preocupa a
Aparecida desde la misma introducción, cuando se pregunta acerca del tipo de fe
de los cristianos hoy, y su poca fortaleza y pertinencia para la sociedad de hoy:
“No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco
de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a
adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación
ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a
moralismos blandos y crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA
12). Razón por la cual, señala de nuevo en la introducción, en América Latina y el
Caribe, la Iglesia se encuentra ante el desafío “de revitalizar nuestro modo de ser
católico y nuestras opciones personales por el Señor (DA 13).
72. Como quedó dicho, la catequesis es factor de primer orden en la formación
seria y autentica de los discípulos misioneros de Jesucristo. Lo que explica la
urgencia de revisar en forma constante el modo como la entendemos y la
hacemos. Revisión que ha de ir acompañada por una mirada desde la fe de los
actuales contextos socioculturales, como de los distintos esfuerzos de renovación
de la catequesis, común a la Iglesia universal. Porque los problemas pastorales en
torno a la iniciación cristiana no son hoy exclusivos de determinado contexto o
lugar, sino que cubre a la Iglesia entera. Lo común para todos son los contextos
misioneros de evangelización.
73. Lo que explica el llamado reiterativo en las conclusiones de Aparecida a una
evangelización mucho más misionera, a robustecer en todos la conciencia
misionera, a organizar un proyecto misionero de evangelización (DA 168 – 169).
74. Para el caso especifico de la catequesis, los llamados a buscar un nuevo
paradigma. Que le permita a la catequesis responder de modo adecuado, desde el
respeto de su naturaleza en el proceso de evangelización, que como quedó dicho
es ser acción educativa al servicio de la iniciación cristiana integral, a los desafíos
del momento. Llamado a un nuevo paradigma, que recoge Aparecida cuando dice:
“se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación
cristiana que, además de marcar el qué dé también elementos para el quién, el
cómo y el dónde se realiza” (DA 287).



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A. La misión de siempre en un nuevo contexto
75. La Iglesia está llamada a evangelizar. El fin de la evangelización es la
formación de discípulos misioneros. Cada una de las etapas del proceso
evangelizador con sus acciones especificas, se orientan a este mismo propósito.

76. Hoy las condiciones de evangelización son novedosas. Ya desde hace tiempo
hemos sido conscientes de esta realidad. En la Iglesia universal y particular
resuena el llamado del Papa Juan Pablo II a una nueva evangelización.
77. La tercera semana latinoamericana de catequesis asume el llamado a vivir el
momento con una mirada renovada y esperanzadora, como es característico del
discípulo de Jesús. La actual situación misionera “plantea un desafío a la Iglesia
católica, a sus pastores y agentes de pastoral, quienes hemos de percibir que
América Latina ya no está en una sociedad de cristiandad y, por lo tanto, necesita
con urgencia hacer un cambio radical hacia una Iglesia más testimonial y
misionera en un continente aún sociológicamente clasificado como de matriz
cultural cristiana”.
78. El contexto actual es un contexto de evangelización misionera. Contexto
misionero que no es propio y exclusivo de un lugar geográfico, de una región o de
un continente. Es común y abarca todos los actuales contextos sociales y
eclesiales, también los latinoamericanos. Novedad que solicita y urge un nuevo
tipo de presencia de la Iglesia en la sociedad y en la ciudad secular, global,
democrática, laica y plural.
79. Dado el contexto de pluralismo religioso, aparece también el desafío de formar
cristianos con identidad. Surge también la pregunta por la nueva forma de
presencia social del cristianismo, debido a una nueva forma de ser Iglesia sin
medio confesional.
80. Hoy el reto es la sociedad urbana, postindustrial y postmoderna, ajena a los
modelos tradicionales, de transmisión de la fe. Sociedad profundamente marcada
por la competitividad, el consumo, la cultura tecnocrática, científica y crítica; por
espacios sociales igualitarios y asimétricos, heterogéneos y eclécticos. Sociedad
que exalta la individualidad y la privacidad. Caracterizada por la pérdida a las
referencias últimas. Que desconfía de los sistemas de creencias y cuestiona la
pretensión de realidades o verdades absolutas. Marcada por la creatividad y la
capacidad de innovación, volcada hacia el futuro. No es la sociedad la que ofrece
un sentido y unos valores, sino que cada persona opta y se da significado a sí
misma. Surge un mundo policéntrico, para algunos sin centro, y complejo.
81. Muchos piensan que no son suficientes los retoques, ni las reformas, ni las
adaptaciones. Se requiere una conversión pastoral.
B. Redescubrir la misión
82. El anuncio cristiano ha de darse con esta sociedad, en esta sociedad y para
esta sociedad. Situación que le plantea a la Iglesia los problemas básicos de la

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misión cristiana. Contexto que pide, ya no solo un esfuerzo por la nueva
evangelización, sino una pastoral misionera, que se construye y se piensa desde
el paradigma de la misión ad gentes. Pide una nueva comprensión de la “misión
ad gentes”, más allá del criterio geográfico.
83. Aparecida habla de repensar profundamente, de relanzar, de “renovar y de
revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un
encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y
misioneros”. (DA 11). Va a insistir en “una evangelización mucho más misionera”
(DA 13), de una pastoral misionera, de parroquias misioneras, de comunidades
misioneras, de una espiritualidad misionera. Pide procesos constantes de
renovación misionera (DA 365). Coloca a la Iglesia Latinoamericana en estado de
misión (DA 551). No tanto porque convoque a una gran misión continental (DA
362), sino, y por sobre todo, porque recuerda que el ser de la Iglesia es ser
misionera, que en ella todos los bautizados somos discípulos misioneros (DA 347).

84. La misión de la Iglesia es la misión de Jesús. La misión no es un asunto de
coyuntura, de los desafíos del momento. La Iglesia no tiene misiones, ella es
misionera por naturaleza. “La misión, señala el documento, no se limita a un
programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del
encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de
comunidad a comunidad, y de la Iglesia todos los confines del mundo” (DA 145).

85. Todos estos llamados hacen de la misión el paradigma síntesis del documento
de Aparecida. Las razones para ello pueden ser: a) las novedades del contexto; b)
asumir las primeras comunidades cristianas como modelo paradigmático de
renovación (DA 369); c) la eclesiología del Vaticano II (DA 369); d) abrir la misión
ad gentes a nuevas dimensiones. La cual, tomando unas palabras del Papa
Benedicto XVI, no se puede seguir definiendo a partir de consideraciones
geográficas o jurídicas. Requiere abrirse y ampliarse a las dimensiones sociales,
culturales, personales, relacionales. Es decir, a dimensiones más antropológicas.
(DA 375).
86. A partir del decreto Ad Gentes del Vaticano II comienza una nueva forma de
hacer misionología. Las misiones se comprenden dentro de la única y común
misión de toda la Iglesia. Se destaca así el carácter misionero de toda acción
eclesial.
87. Se pasa así de una Iglesia que ponía el acento en tener misiones, a una
Iglesia que pone el acento en ser toda ella misionera. Y la misionología que era
un anexo optativo en el campo pastoral, se trasladó al campo de la teología
fundamental. La misionología como teología fundamental se convirtió en el núcleo
central del Vaticano II.
88. Con la misión ad gentes como paradigma, se busca hacer realidad el hecho de
la profunda transformación del cristianismo: de la superación efectiva del modelo
histórico de la cristiandad y de la búsqueda, no utópica sino real, de un modo


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nuevo de ser Iglesia y de ser creyente. Siempre en la fidelidad a la persona de
Jesús y a su Evangelio.
89. Es darse cuenta que está desapareciendo un modo de ser Iglesia, de ser
cristianos, de hacer cristianos, de hablar de Dios, y que están surgiendo otros
modos, cada vez en la dinámica de mayor fidelidad al Evangelio. Asume el
problema de fondo y desde la raíz. Responde a las preguntas sobre qué tipo de
Iglesia, qué tipo de creyente, hacen falta para esta sociedad.
90. La pastoral en misión desde Ad gentes como perspectiva, no es simplemente
un cambio de estrategia. Es un cambio en el modo de pensar, de pensarse como
Iglesia, de pensar su misión evangelizadora, de pensar su presencia en el mundo.
91. No se trata de repetir modelos del pasado inmediato, tanto de Iglesia como de
creyente. Más bien ha de asumir el fin de un modo particular del cristianismo, que
no es para nada el fin del cristianismo. Encontrar un modo nuevo de ser y de
pertenecer, según modelo de Jesús y de la Iglesia de los orígenes. De ahí, que la
acción misionera en esta nueva situación tenga como destinatarios a bautizados,
bautizados alejados y no bautizados de toda edad. Pero no solo para seguir
creyendo o para volver a creer, sino para creer de otra manera.
C. Contexto misionero y transformación del sistema de transmitir la fe
92. En América Latina y en Colombia, como en contextos más secularizados, es
cada vez más difícil evangelizar a través de las estructuras, cultura y familia: “Los
cambios culturales dificultan la transmisión de la fe por parte de la familia y de la
sociedad” (DA 100).

93. Para Aparecida, dicha situación hace parte de un problema social y cultural
más grande, relacionado con las dificultades de todo el proceso de socialización:
“Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con
la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo
de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora
igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las
expresiones culturales, alcanzando aun a la misma familia que, como lugar de
dialogo y de solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más
importantes en la transmisión de la fe” (DA 39).

94. A ello se suma el apego de la parroquia a la pastoral rutinaria, poco
comunitaria y misionera, no obstante los esfuerzos de renovación característicos
hoy en el mundo y en nuestro país. Apegos que “se notan en actitudes de miedo a
la pastoral urbana; en las tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de
tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de sentimientos de impotencia
ante las grandes dificultades de las ciudades” (DA 513).

95. Razón por la cual, la transmisión en la fe ha de asumir una lógica nueva, o
hacerse a partir de un nuevo paradigma. No se puede seguir con actitudes y
planteamientos propios de otro tiempo. Como lo señalan diversos estudios, no se

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puede continuar evangelizando como si todavía estuviésemos en una sociedad
cristiana, usando procedimientos de transmisión de la fe que eran válidos sobre
todo en aquella sociedad.

96. La crisis de socialización cristiana o de transmisión de la fe pide un
replanteamiento radical del proceso mismo de la transmisión religiosa. “El punto
álgido está en dejar una forma de evangelización que cuadraba bien para una
sociedad cristiana, y reemprender o volver a una actitud de evangelización
misionera”. Asumir formas nuevas y plurales que son respetuosas del proceso de
secularización y de la personalización y libertad que debe caracterizar el acto de
fe.

97. La Iglesia ha de asumir un modo nuevo de anunciar la fe; modo nuevo que un
documento del episcopado francés resume en la formula “de lo heredado a lo
propuesto”. La fe ya no se transmite de forma automática.

98. Todo ello explica el interés actual en campo de la pedagogía religiosa por la
conversión, el primer anuncio, el Kerigma, el catecumenado, la iniciación
cristiana. La conversión es considerada, junto con la fragilidad de las
comunidades, una de las piedras de toque de toda nuestra acción pastoral. Pues
los fracasos pastorales, tienen que ver mucho con el no edificar sobre la
conversión. La conversión es la raíz sin la cual todos los demás esfuerzos resultan
artificiales.
99. Se puede decir que Aparecida puede llevar a la Iglesia del continente a
superar un supuesto con el cual se ha trabajado hasta ahora y que impide que la
pastoral sea auténticamente misionera: el dar por supuesta la conversión. A
asumir lo ya pedido en su momento por el Directorio General para la Catequesis:
“Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio
misionero eficaz” (DGC 276). Pues, “sólo a partir de la conversión, contando con la
actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar
su tarea de educación en la fe” (DGC 62)
100. Todo lo anterior explica el llamado de Aparecida a la conversión pastoral.
Conversión pastoral que ha de realizarse desde una perspectiva misionera.
Perspectiva que incide en todos los campos de la evangelización. Para el caso de
la catequesis, pide que ella se entienda como una acción educativa al servicio de
la iniciación cristiana integral. Y para lograrlo debe inspirarse en los criterios del
catecumenado. A saber: ser consecuencia del anuncio misionero, explicitar la
conversión y realizarse en un ambiente comunitario.

D. Asumir el problema de la iniciación cristiana
101. Toda esta realidad de transformación que pone en crisis los procesos de
socialización incluyendo los religiosos y de fe, exige de parte nuestra un esfuerzo
sincero y serio de renovación de la catequesis presacramental, hacia procesos de
iniciación cristiana. Pues la iniciación cristiana, está en el origen no sólo de la vida


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de la fe personal de cada uno de los cristianos, sino también de la vida de la
comunidad de fe.
102. Son muchos los factores de orden social, cultural y eclesial que exigen de
nosotros revisar la forma como llevamos a cabo actualmente la catequesis. Somos
conscientes que el proceso de iniciación se presenta entre nosotros más como un
ideal a alcanzar, que como realidad pastoral.

103. Nuestra realidad nos muestra que hacemos una serie de acciones diversas
pero no implicadas entre sí. Si bien es cierto que en su gran mayoría son acciones
propias de la función de iniciación, como catequesis presacramentales, formación
de padres y padrinos, generalmente no existe articulación entre ellas.
104. Limitándonos al campo de la catequesis, varias afirmaciones de Aparecida
invitan a las comunidades cristianas a renovarla en profundidad, a asumir con
creatividad e imaginación nuevas formas y posibilidades (DA 286), que superen la
situación pobre y fragmentada de la iniciación cristiana, considerando todos los
elementos de la misma: el qué, el para quién, el cómo y el dónde se realiza (DA
287).
105. Opción de base y fundamental en este sentido es la iniciación cristiana, el
catecumenado y la inspiración catecumenal de la catequesis. Aparecida es
reiterativa en este sentido: “Es necesario asumir la dinámica catequética de la
iniciación cristiana” (DA 291); “sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras
comunidades un proceso de iniciación cristiana que comience por el kerigma”
(289), “proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia
para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera
ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis
básica y fundamental” (DA 294).
106. Con esta opción, Aparecida coloca a la Iglesia del Continente a la par con la
búsqueda común de la Iglesia universal en el campo de la catequesis. También la
invita a recuperar y a estimular, el modo como la Iglesia de los orígenes entendía y
hacia la catequesis y hacía cristianos: a modo de un catecumenado.

107. La reflexión universal en torno a la iniciación cristiana y la catequesis, gira
alrededor de aspectos como el redescubrimiento de la misión, la primacía de
acciones de primera evangelización y primer anuncio, el catecumenado bautismal,
la inspiración catecumenal de la catequesis, kerigma e iniciación cristiana, educar
y acompañar la conversión, la renovación comunitaria de la catequesis, la
renovación misionera y comunitaria de las parroquias, y la diversidad, apertura y
flexibilidad de los procesos, catequesis descompartimentada y catequesis
intergeneracional. Elementos todos que han de entrar en consideración a la hora
de pensar en un nuevo paradigma para la catequesis hoy, en los esfuerzos de
renovación iniciados o por iniciar y en la formación de agentes.




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E. Qué clase de problema es la iniciación cristiana
108. En la actualidad, la iniciación cristiana y la catequesis que la acompaña,
revisten gran importancia pastoral en la tarea de la Iglesia, tanto que toda opción
por la pastoral misionera se juega no sólo en la necesidad de articular primera
evangelización y catequesis, sino también en la urgencia de realizar procesos
articulados de iniciación cristiana, tal como lo señalamos antes asumiendo las
enseñanzas del Directorio General para la Catequesis.
109. La renovación de la pastoral de la iniciación cristiana, es pues necesaria en la
Iglesia de hoy. En ámbitos teológicos y pastorales de distinta índole se advierte y
se señala esta necesidad. Las razones que se aducen son de distinto tipo: cambio
del entorno sociocultural, deficiencias de la familia en la educación cristiana de los
hijos, la reducción de la catequesis a la mera instrucción, la falta de auténticas
comunidades de fe y la desarticulación de los procesos. A pesar de los muchos y
variados intentos de renovación de la catequesis, en muchos casos no se llevan a
cabo verdaderos procesos de iniciación cristiana integral.

110. De lo que se trata es de revisar y de replantearnos todo el proceso de
hacerse cristiano en su conjunto, en lo que respecta a su planteamiento, sus
diversas fases, articulaciones y exigencias. Pues como lo señalan distintos
estudios, es vana ilusión pensar que basta añadir algo a la catequesis para que
vuelva a ser eficaz, o que es suficiente la puesta al día en algunas técnicas y
algunos textos. Lo que hemos de volver es a plantearnos es todo el proceso de
hacer cristianos.
111. Lo que pide asumir en todas sus implicaciones pastorales el reconocer que
“el cristiano no nace, se nace”11. Principio que evita reducir el problema de la
catequesis y de la iniciación cristiana a una revisión de los programas y textos de
las catequesis presacramentales o a un pequeño cambio en el tiempo.
112. Muchas Conferencias Episcopales ya se han pronunciado al respecto. Sus
documentos hablan de cambios radicales y estructurales. En términos suyos,
pasar de los cursos a los itinerarios, fortalecer la inspiración catecumenal de la
catequesis hoy y de darle la verdadera importancia y protagonismo a la
comunidad. En síntesis, como los problemas relacionados con la iniciación
cristiana son más de fondo que de forma, se trata de pensar y elaborar un nuevo
paradigma para la catequesis, tal como lo sugirió la tercera semana
latinoamericana para la catequesis del año 2006.
F. Se necesita un nuevo paradigma en la catequesis
113. Los estudios dicen que un paradigma catequético es una manera global de
concebir, pensar y de practicar la catequesis de una manera adaptada a un
contexto sociocultural y eclesial particular. Un paradigma catequético es un


11
     TERTULIANO. El Apologético, apología 18,4. Madrid: Ciudad Nueva, 1988. p.193


                                                                 Directorio Nacional de Catequesis   25
modelo fundamental de catequesis que vale en un conjunto sociocultural y
religioso determinado.
114. Estamos hoy en un tiempo de transformación cultural, a nivel local como
también a escala mundial, que nos conduce hacia un nuevo paradigma
catequético. Que responda a las profundas novedades del momento en lo
religioso, lo cultural, lo social, lo económico, lo político.

115. Un cambio de paradigma catequético se produce en un contexto de cambio
global, cuando aparecen nuevos retos sociales y religiosos en una sociedad en
plena transformación. Retos y transformaciones descritas de modo genérico a lo
largo de este Directorio, y que deben ser reconocidas en la particularidad de
situaciones propias de un país multicultural como el nuestro.

116. El nuevo paradigma catequético hoy es –a la vez-, misionero, iniciático y
comunitario. Con ello no se dice que abarca todas las etapas de la evangelización
descritas. Se dice que la catequesis de iniciación es consecuencia del anuncio
misionero eficaz, dando continuidad y explicitación a lo suscitado en el anuncio del
Kerigma y al proceso de conversión y de adhesión. Y se dice que la iniciación y la
catequesis que la acompaña de modo pedagógico, necesita de un ambiente
comunitario, pues de lo que se trata es de vivir una profunda experiencia de
encuentro con Jesús y de transformación personal. Ambiente comunitario,
característico de los procesos catecumenales, tal como lo enseña la práctica de
hacer cristianos de las comunidades primitivas.

117. El nuevo paradigma catequístico, además de subrayar los elementos propios
de la catequesis, también habla de la importancia hoy de realizar una acción
articulada, coherente y unitaria entre las distintas etapas de la evangelización. De
hecho, la situación actual de la evangelización exige que el anuncio misionero y la
catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia
particular, mediante un proyecto evangelizador misionero, catecumenal y
comunitario (DGC 277).

118. Aparecida da las razones para asumir este nuevo paradigma en sus distintos
elementos, en los que sobresale el comunitario: “Es necesario asumir la dinámica
catequética de la iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación
cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter misionero” (DA 291).

119. La catequesis está al servicio de la iniciación cristiana. Para ello, se inspira
en el catecumenado. Para lo cual pide una acción misionera previa, en forma de
primer anuncio o de kerigma, y una comunidad viva que sea origen, lugar y meta.

G. Cómo construir y entender este nuevo paradigma de la catequesis

120. Lo misionero: “Hoy la catequesis debe ser vista como la consecuencia de un
anuncio misionero eficaz” (DGC 277). “Ad gentes sitúa el catecumenado en el
contexto de la acción misionera. Más que hablar de catequesis misionera, se dice


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que la catequesis es consecuencia del anuncio misionero: “Sólo a partir de la
conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis
propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe”
(DGC 62).

121. Catecumenado sí, pero no es suficiente. Se necesita también acciones de
primer anuncio de modo institucionalizado y regular, que susciten la conversión y
el deseo de seguir a Cristo haciéndose discípulo suyo. No se puede seguir
educando en la fe dando por supuesta esta conversión inicial. Esto lleva a
repensar de modo profundo el modo como hacemos y entendemos la catequesis
hoy.

122. Lo iniciático o catecumenal: Inspirada en el catecumenado debe favorecer la
experiencia, la inmersión, el aprendizaje global de la vida cristiana.

123. Lo comunitario: Consiste en considerar que las comunidades, como tales,
son el lugar, el origen y la meta de la catequesis.

H. Nuevos enfoques desde la misionología

124. La misionología hoy no es un anexo optativo en el campo pastoral, es campo
de la teología fundamental. Se pasa de una teología de la misión a una teología
misionera. Lo cual comporta transformaciones de hondo calado para la
comprensión de la Iglesia y de la misma catequesis.

125. En este campo, como en todos en la Iglesia hoy, la misionología ejerce una
función crítica y renovadora. Ahondar en ellos es lo que va a permitir que en
nuestro país se comprenda en el campo de la catequesis la conversión pastoral
solicitada por Aparecida como exigencia de la misión. Pues no puede haber misión
sin renovación de la Iglesia.

126. Por otro lado, permitirá comprender el aporte específico de la catequesis a la
misión permanente de la Iglesia, que aunque implica, trasciende el llamado a la
misión continental, que en ocasiones es asumida más como un asunto de
coyuntura, que de siempre.
127. Resulta obvio que la misionología nos incite a pensar modos nuevos de
transmitir el Evangelio, modos diferentes. De este modo pueden interpretarse
varias frases de Aparecida, en particular cuando invita a “imaginar y organizar
nuevas formas de acercamiento” (DA 286), a afrontar los desafíos de la iniciación
cristiana “con decisión, valentía y creatividad” (DA 287), a solicitar la “renovación
de la modalidad catequística de la parroquia” (DA 294). El camino que lleva a la
Iglesia a recobrar su rigor misionero pasa por la seriedad con que se plantee y se
realice la catequesis.
128. Una catequesis pensada en perspectiva misionera y en situación de contexto
misionero, ha de pensarse y hacerse de un modo tan distinto, múltiple y diverso a

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los modos homogéneos como aún continuamos haciéndolo. Debe hacerse con
mayor seriedad y rigor.

129. Un indicio de que las cosas cambian, será el dedicar a la formación un tiempo
suficiente. La catequesis no tiene como meta la celebración de los sacramentos,
sino la confesión de fe consciente y responsable: “La finalidad de la catequesis
consiste en propiciar una viva, explicita y operante profesión de fe” (DGC 66).
 130. Otro indicio es el respeto hacia los que se forman. Acogerlos y acompañarlos
en la situación de fe en que realmente se encuentran. No es nada provechosa la
precipitación por introducir en catequesis a quien todavía no tiene ningún motivo
para cambiar de vida y hacerse discípulo de Jesucristo. La catequesis es
sencillamente inútil cuando falta una mínima atracción hacia Jesucristo, cuando no
se ha recibido aún la gracia de la conversión. Si no hay conversión inicial, debe
ofrecerles acciones de primer anuncio y de Kerigma. O dicho en otros términos por
el mismo Directorio, “frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis
necesitan de hecho, una verdadera conversión”. (DGC 62).
131. Con que facilidad olvidamos hoy este hecho tan contundente: “Solo a partir
de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis
propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe”.
(DGC 62).
132. Lo que significa que esta conversión es el presupuesto, el punto de partida de
la catequesis. La catequesis se dirige al convertido, a la gente que ha recibido,
aceptado, entendido el Kerigma. Es por lo tanto realmente desafortunado y
equivocado presentar la catequesis a aquellos que no han recibido el Kerigma.
Sin Kerigma, la catequesis corre el peligro de no ser más que mera enseñanza
religiosa la cual no penetra realmente en el corazón del creyente, ya que no hay
punto de entrada en una fe que todavía no existe. Con el Kerigma, al contrario, la
catequesis adquiere su verdadero lugar.
133. Sin conversión no puede haber iniciación cristiana, la incluye, es la que
asegura el paso al catecumenado. Debemos a acostumbrarnos a esta mirada.
Porque si bien es cierto que se ha hecho cada vez recurrente hablar de Kerigma,
lo es menos hacerlo de la conversión. Así como somos sensibles al anuncio del
Palabra, especialmente a los contenidos del Kerigma, hemos de ser también
sensibles al itinerario humano de la conversión. Lo cual nos ayudará también a
dejar de ver el kerigma como una fórmula mágica, que se repite incansablemente
y que produce resultados inmediatos. Y dejar de ver la conversión también como
un acto mágico, como una cuestión automática.

134. La actividad de la Iglesia no puede reducirse a responder sin más a la
demanda sacramental, ni a exigir con ocasión de los sacramentos una catequesis
que será soportada como un mero requisito de admisión a los ritos que se
pretenden. La catequesis es sencillamente inútil cuando falta una mínima
atracción hacia Jesucristo, cuando no se ha recibido la gracia de la conversión.


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135. Aparecida nos invita a ser conscientes de esta realidad. A no dar más por
supuesta la conversión inicial o de base, la propia de la opción fundamental, la de
la adhesión a Jesús. De ahí su repetido llamado a tomar en consideración el
momento kerigmatico del proceso formativo del discípulo. Se siente la urgencia,
concluye, de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la
vida cristiana que comience por el kerigma (…) que conduzca al encuentro
personal, cada vez mayor con Jesucristo (…) y que lleve a la conversión, al
seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de
los sacramentos, el servicio y la misión (DA 289).
I. Itinerarios diversificados
136. Aparecida invita a asumir “itinerarios diversificados, respetuosos de los
procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (DA
281). Con esto, invita a dar a cada uno el alimento adecuado, a acompañarlo de
modo de acuerdo a su situación frente a la fe y al evangelio. Ha llegado el
momento de que asumamos el reto de ofrecer acciones de primer anuncio para
unos, de catecumenado para otros, de educación permanente para otros. O de un
ir y venir. Hemos de superar así la pastoral homogénea y lineal que nos
caracteriza.
137. No es posible hoy hablar de destinatarios uniformes. La realidad plural diluye
la frontera que se había trazado la Iglesia entre creyentes y no creyentes, y que
más bien invita a asumir la complejidad de lo religioso, en donde no existen
clasificaciones y tipologías claras y precisas. La Iglesia se encuentra hoy día frente
a una gran variedad de situaciones. En mundo pluralista, dinámico, heterogéneo e
incierto, la Iglesia ha de transmitir la fe o anunciar el Evangelio conforme a las
necesidades de cada uno, deseos y disposiciones, de un modo personalizado.
Personas diversas han de encontrar caminos diversos, abiertos y plurales,
respetuosos de su situación, de su ritmo, de su caminar y de su proceso.

138. La atención a la variedad de situaciones de los destinatarios impone la
correspondiente variedad de modulaciones en la propuesta de la fe para su
transmisión. Se imponen actitudes llenas de paciencia que acepten que la
transmisión es un proceso extraordinariamente lento, siempre inacabado; que
asuman, como una de las tareas de la comunidad que transmite, el
acompañamiento de los sujetos en sus diferentes situaciones interiores y de
respuesta personal.

139. Lo que va a pedir igualmente repensar, el modo de comprender el tiempo y
las fechas en la catequesis y las catequesis presacramentales. Nada de afanes,
superar de una vez por todos el dominio de las fechas preestablecidas que no
respetan los procesos, y hacer de la catequesis presacramentales catequesis
desde la fe y ya no más cuestiones sociales o por tradición.

140. Revisar incluso nuestra postura que liga algunos sacramentos a edades
determinadas: bautismo para los recién nacidos, la eucaristía para los niños y la


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confirmación para los adolescentes y jóvenes. Sin desconocer la importancia de la
catequesis según las edades, la participación en los sacramentos obedece más a
procesos de conversión y de crecimiento en la fe, que a una edad determinada. Es
un asunto teológico de grandes consecuencias pastorales: Los sacramentos
tienen que ver, efectivamente, con una transición, pero esta es la de la conversión
a una nueva manera de vivir en virtud de un ahondamiento en la fe. Por su
naturaleza intrínseca, sin embargo, ninguno de los sacramentos corresponde a
una etapa concreta de la existencia humana.

141. Hacer itinerarios diversificados y flexibles, significa respetar los procesos de
conversión y de respuesta personal, acompañada por una comunidad,
representada en muchos casos por un grupo de catequesis. No es individualizar la
catequesis, sino acompañar los procesos de conversión en las diferentes edades.

142. Aparecida señala cinco aspectos que deben hacerse presente en todo
proceso de formación de los discípulos misioneros: el encuentro con Jesucristo, la
conversión, el discipulado, la comunión y la misión. Son ellos, elementos comunes
a todo itinerario formativo. No son acciones lineales, sino elementos que se
compenetran íntimamente y se alimentan entre sí, en cada etapa del camino (DA
226. 278).
J. Misión, catequesis y religiosidad popular
143. Preguntarse por la relación entre primer anuncio, iniciación cristiana y
religiosidad popular es clave para comprender la importancia de un nuevo
paradigma en la catequesis. Porque incluye un modo distinto de hablar de Dios,
lejos de cualquier forma de magia o de superstición, y en fidelidad al Dios de la
revelación. Del mismo modo, un modo de acompañar los procesos de renovación
de la catequesis hacia el paradigma de la iniciación cristiana. Pues permite
aproximarse a los motivos que mueven a muchos a solicitar sacramentos.
144. La motivación explicita de esta práctica sacramental presenta, en la mayoría
de los casos, los valores y las ambigüedades típicos de la religiosidad popular:
razones socio-religiosas propias del sustrato de nuestra cultura.
145. No se trata de un juicio negativo y de rechazo de la religiosidad popular. Se
reconoce la riqueza cultural, espiritual, religiosa y evangélica que posee. Pero
también se constata una realidad de hecho, que no puede pasar desapercibida en
orden a la conversión pastoral, y personal, a una adecuada pastoral misionera y la
renovación de los procesos de iniciación cristiana. Que la religiosidad popular es
una realidad de contraste, recargada a menudo de ambigüedades y portadora de
valores.
146. Lo anterior debe llevarnos a asumir el siguiente principio pedagógico –
pastoral: “No hay catequesis valida sin previa observación y análisis de la
religiosidad popular”. Desde el cual, han de surgir unas adecuadas actitudes
pastorales señaladas en su momento por el documento de orientaciones comunes
para la catequesis de América Latina.

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147. Primero, pide “que la catequesis no pretenda eliminarla, sino que le
proporcione elementos para un mejoramiento en calidad, que le acerque a Jesús y
a su Evangelio”. Segundo, adoptando una sana actitud de discernimiento, el
catequista “busca en la religiosidad popular los auténticos valores cristianos,
sabiéndolos distinguir de los que no lo son. Abre cauces para una vivencia más
profunda de la fe; aprende a discernir entre lo que se puede cambiar y lo que no
es posible, entre lo que se cambia a corto, mediano y largo plazo, entre lo que es
de origen cultural, cristiano o pagano” (CAL 125 – 129).
148. Aparecida, por su parte, valora y aprecia la religiosidad popular. Recordando
las palabras del Papa Benedicto, la llama “el precioso tesoro de la Iglesia católica
en América Latina” (DA 258). Razón por la cual, invita a protegerla y promoverla.
149. A los pastores, les sugiere no devaluarla, ni a considerarla un modo
secundario de vida cristiana. Pues en ella “se contiene y expresa un inmenso
sentido de trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una
verdadera experiencia de amor teologal” (DA 263). “Es una poderosa confesión
del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe” (DA 264).
“Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y
que les recuerda permanente su propia dignidad” (DA 265)
150. Sin quitarle su riqueza evangélica, que Aparecida reconoce abiertamente
como quedó dicho, invita a “evangelizarla o purificarla” (DA 262), sin dar muchas
razones para ello. Quizás una razón, habría que buscarla de modo indirecto en la
introducción del documento, en la que sugiere para el mundo de hoy una forma
nueva de concebir la fe cristiana, más arraigada en Cristo, una fe más de adhesión
y de conversión, que de tradición. Por eso dice: “No resistiría a los embates del
tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y
prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y
parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos
sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o
crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA 12).
K. La opción por la catequesis de adultos
151. Hoy es común en la Iglesia al hablar del nuevo paradigma en la catequesis,
hablar de catequesis de adultos como opción prioritaria. Se asume cada vez, no
son dificultades, uno de los principios claves de renovación de la catequesis
señalados por la investigación catequética actual y por el Directorio General para
la Catequesis: “la catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una
adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal
de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de
alguna manera se ordenan. Esto implica que las catequesis de las otras edades
debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella en un proyecto
catequético coherente de pastoral diocesana” (DGC 59).

152. Una forma prioritaria de catequesis de adultos, y que con el paso del tiempo
se volverá más común, es la del catecumenado bautismal. En su desarrollo, ha de

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asumir las inspiraciones del RICA y por lo mismo se modela según los principios
del catecumenado antiguo. Se estructura según sus etapas, se vincula con la
liturgia, y busca que la comunidad cristiana sea efectivamente el origen, lugar y
meta de la catequesis. Esta experiencia, con variedad de procesos, empieza a dar
muestras de renovación del cristianismo, de la Iglesia y de las comunidades
cristianas.

153. La forma de catecumenado postbautismal para bautizados no convertidos o
no suficientemente catequizados o evangelizados, tiene un ámbito de realización
específica que es el mundo de la catequesis de adultos, siempre y cuando se
entienda ella más relacionada a procesos de iniciación o de volver a la fe y la
Iglesia. Para que ella exista, no ha de confundirse la catequesis de adultos con la
educación permanente en la fe, y ha de ser consecuencia de un adecuado
anuncio misionero que convoque a muchos adultos bautizados, y algunos hasta
con eucaristía y confirmación, pero alejados o indiferentes a dar comienzo a
verdaderos procesos de volver a la fe.
154. El volver pide de medios específicos y de una seria voluntad eclesial. La
situación de estas personas de un “volver a empezar”, de un “recomenzar”, no de
un profundizar en la fe. Tampoco son personas cuya iniciación está en curso o
cuya iniciación tenga que ser completada, pues estas son personas que
conservan un vínculo con la Iglesia. La de los “recomenzantes” es la de aquellos
que suelen llamarse “alejados” de la Iglesia, la de ese “grupo entero de bautizados
que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como
miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su
Evangelio” (DGC 58). Donde cabe incluso preguntarse, si aunque bautizados, con
eucaristía y confirmación, han tenido alguna vez el sentido vivo de la fe, es decir,
si han hecho en algún momento de su vida una conversión a Jesús.

155. Se puede llegar a decir que un indicador de una comunidad misionera,
consiste en el hecho de encontrarse con muchos adultos interesados por procesos
de reiniciación. No solo adultos en grupos pastorales o en reuniones. También con
adultos que quieren “volver a creer” y a creer de un modo nuevo. Volver a
encontrar a Dios. Y de una forma novedosa.
L. “Los lugares” de la catequesis” desde una perspectiva misionera
156. Se ha dicho que en este contexto misionero, la misión ad gentes se vuelve la
perspectiva de comprensión de la realidad y de la toma de decisiones pertinentes
de evangelización. La incidencia de la mirada misionera sobre la Iglesia, el
contexto y la catequesis es lo que se ha intentando abordar en este apartado del
documento. Perspectiva misionera que incide no sólo en su comprensión: la
catequesis a modo de catecumenado al servicio de la iniciación cristiana integral.
Pero que además ha de incidir en el modo de comprender los lugares de la
catequesis. Sin lo cual, no va a ser posible que se piense un nuevo paradigma
catequístico en nuestro país.



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157. En los documentos sobre la catequesis se habla de lugares de la catequesis.
Tradicionalmente se menciona dentro de ellos a la familia, la parroquia, la escuela
católica, las comunidades de base y los movimientos y asociaciones de fieles
(DGC 264).
158. Aparecida no reduce estos “lugares” a la catequesis. Los llama “lugares de
formación para los discípulos misioneros”. Por eso, además de hablar de la
familia, la parroquia, las pequeñas comunidades, los movimientos eclesiales y
nuevas comunidades, habla también de los seminarios y casas de formación
religiosa, la educación católica, los centros educativos católicos y las
universidades y centros superiores de educación católica (DA 301 – 346).
159. Para el caso de la catequesis de iniciación destaca a la familia y a las
parroquias, sobre todo cuando se trata de la iniciación cristiana de los niños: “la
familia, pequeña Iglesia, debe ser junto con la parroquia, el primer lugar para la
iniciación cristiana de los niños” (DA 302). Recuerda el compromiso de los padres
de educar en la fe a sus hijos y de introducirlos en el camino de la iniciación
cristiana. Tarea en la cual deben recibir todo el apoyo de las parroquias por medio
de la pastoral familiar, ofreciendo “espacios formativos, materiales catequéticos,
momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa”.
160. Sobre la parroquia, afirma que es lugar donde ha de asegurarse la iniciación
cristiana. En este sentido, tareas suyas irrenunciables son: “iniciar en la vida
cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en
la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación
cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el Kerigma, quieren
abrazar la fe”. En la realización de cada una de estas tareas ha de inspirarse en
el RICA 12. (DA 293). Documento que puede animar la renovación catequética de
la parroquia. Para que ella asuma en todas las edades el proceso formativo propio
del catecumenado, sea en la forma de catecumenado bautismal o en la forma de
catecumenado postbautismal (DA 288.294). Es el modo como la parroquia afronta
con decisión, creatividad y valentía, la pobreza y la fragmentación de la iniciación
cristiana tan común entre nosotros (DA 287). Modo que incluye el Kerigma en la
iniciación cristiana (DA 288), en el que considera tanto el qué, como el para quién,
el cómo y el dónde se realiza la iniciación cristiana (DA 287).
161. Con ello, no es que Aparecida desconozca las dificultades tanto de la familia
como de la parroquia hoy, en los procesos de transmisión en la fe. Aparecida
reconoce la crisis de la transmisión de la fe en la familia y en la parroquia como un
síntoma de los problemas actuales de socialización. Ve que la familia, dados los
profundos cambios sociales y culturales, encuentran serias dificultades para la
transmisión de la fe (DA 100). Tanto, que las parroquias deben, conscientes de
este problema y de la crisis de la familia, brindar a los niños y a los jóvenes un
espacio comunitario para formarse y crecer comunitariamente (DA 304).


12
  COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA. Ritual de la iniciación cristiana de adultos
(18 abril 1976). En adelante se citará con las letras RICA.

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162. Para el caso de la familia Aparecida no solo reconoce la crisis de transmisión
de la fe, sino que es consciente de la misma crisis de la familia en América Latina.
Razón por la cual siente que la Iglesia está llamada a anunciar la “buena nueva de
la familia” (DA 103. 114-119). La problemática de la familia en su generalidad, y no
solo el asunto especifico de educar en la fe de los hijos, es para Aparecida un
asunto de particular relevancia hoy. Por eso, afirma, “en nuestra condición de
discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta
situación sea transformada, y la familia asuma su ser y misión en el ámbito de la
sociedad y de la Iglesia” (DA 432).
163. Sobre la parroquia, insiste en su llamado a la renovación misionera de la
misma, tanto de la rural como de la urbana (DA 170. 173). Renovación que parte
del principio que la parroquia ha de ser entendida como “comunidad de
comunidades”, en las que viven y se forman los discípulos misioneros.
164. Uno y otro, tanto el servicio más amplio que la Iglesia presta a la familia, y no
sólo la preocupación por la transmisión de la fe en familia, como la invitación a la
renovación misionera y comunitaria de la parroquia, sugieren un repensar estos
dos lugares de catequesis desde una perspectiva misionera. Así se podrá salir de
lugares comunes, de miradas estrechas y simples, sobre la problemática familiar y
parroquial.
165. Lo que pide además reconocer que detrás de la doctrina o del pensamiento
acerca de los lugares de la catequesis, esta el principio que acepta y reconoce en
la comunidad cristiana, una función particular en relación con la catequesis.
Principio que afirma que la comunidad cristiana es el origen, el lugar y la meta de
la catequesis. Y todos estos lugares, de alguna u otra forma, han de cumplir y
cubrir ese principio. Ya sea porque lo explican por sí mismas y de modo
“autosuficiente” como el caso de la parroquia pero sin caer en el parroquialismo, o
ya sea porque hacen referencia a la comunidad cristiana más amplia y de
referencia, como en el caso de los otros, particularmente la familia.
166. Los cambios culturales del momento exigen, no el cambio del principio, sino
la asunción del mismo de un modo más acorde y quizás menos conservador, en el
sentido de “mantenimiento” o de conservación”. Pues es un hecho que estos
lugares, con las particularidades de cada uno y en el respeto de su especificidad
en relación con la catequesis y la evangelización, han de ser repensados y
revisados, si queremos hacer de ellos lugares de una auténtica iniciación cristiana,
tal como lo sugiere un documento del episcopado alemán: “En las condiciones de
nuestra sociedad diferenciada y secularizada, cada vez es más infrecuente una
educación orgánicamente continua y basada en la aportación mutua – que
duramente mucho tiempo era obvia – en los ámbitos de la familia, la escuela y la
comunidad. Pero ello no quiere decir que los lugares tradicionales de aprendizaje
de la fe hayan quedados superados. Siguen teniendo hoy también un valor
irrenunciable, pero han de ser pensados de forma nueva e integrados, con sus
posibilidades y límites en el conjunto de la transmisión de la fe de la Iglesia”.



                                                          Directorio Nacional de Catequesis   34
167. Es un hecho que en nuestro país la escuela católica tiene una función social
reconocida en la preparación a los sacramentos de iniciación. Son muchas las
familias que acuden a ella como una forma de preparación presacramental. Pero
ella, como los otros lugares de socialización, se encuentra en procesos de
profunda transformación y de crisis. Ha de replantearse, por ello, la pertinencia de
una catequesis de iniciación propiamente dicha en la escuela católica. Tanto más,
cuando las tendencias hacia el futuro, muestran que ella se orienta a ser un lugar
con un carácter más misionero que estrictamente catecumenal y de educación
permanente en la fe, para la mayoría de quienes estén vinculados a ella. Por lo
que la pastoral en ella debe pensarse bajo los parámetros de lo que se conoce
hoy como la pastoral educativa académica, y no replicar en su interior esquemas
más ligados a la parroquia o a la comunidad cristiana.
168. De acuerdo con lo señalado por el Directorio General para la Catequesis,
debemos avanzar en nuestro país en la aplicación del principio de distinción y de
complementariedad entre Educación Religiosa Escolar (ERE) y catequesis de
iniciación en las comunidades cristianas (DGC 73 – 76). La ERE debe ser vista,
como la generalidad de la escuela católica, bajo las orientaciones de la pastoral
educativa académica, por lo que no cabe suplirla o reemplazarla por la catequesis
presacramental.
169. En este Directorio Nacional, como se ha hecho la opción por la catequesis al
servicio de la iniciación cristiana integral, se pone el énfasis en la familia y en la
parroquia como lugares prioritarios y originantes de la iniciación cristiana,
comprendiendo la escuela católica como un lugar más de acción misionera que de
catequesis propiamente dicha. Este ámbito, de manera especial lo relacionado con
la ERE, ha sido tratado por el Episcopado Colombiano en otros espacios y debe
ser regulado por otras orientaciones, relacionadas con la pastoral educativa
académica, y no con los que tiene que ver con la catequesis de iniciación
propiamente dicha.
N. Perspectiva misionera de la acción con las familias
170. Desde Aparecida dos hechos han llamado la atención: la crisis de la familia y
la crisis de transmisión en la fe de la familia cristiana. Juntos pide una perspectiva
misionera y comunitaria de nuestra acción con las familias. Para que lo humano y
lo cristiano de la familia se respete, y para que las familias cristianas en
comunidad sean ellas familias cristianas y los padres acompañen a sus hijos en la
fe, especialmente en la infancia por medio del despertar religioso.
171. Hasta el presente nuestra acción con los matrimonios y familias se limita a
ciertos breves contactos, a modos de cursos o de encuentros con padres, con
ocasión de la preparación a un sacramento, bautismo, eucaristía y matrimonio.
Con contadas excepciones, que permiten mayor vínculo con la comunidad y
mayor acompañamiento, como el favorecer que familias enteras o algunos
miembros de las mismas participen en pequeñas comunidades o en movimientos
especializados en el matrimonio y la familia. Lo que puede llevarnos a concluir que
no hemos tomado en serio el hecho de que la sociedad de hoy es distinta (plural,

                                                          Directorio Nacional de Catequesis   35
secular, laica, democrática), que la familia de hoy no es lo mismo que antes, así
como de los problemas y limitaciones que encuentra hoy la familia para educar a
sus hijos en la fe desde pequeños.
172. Esta nueva situación pide que consideremos y que asumamos la pastoral
matrimonial y familiar desde una perspectiva más misionera. Pero no solo el
contexto lo pide. También lo exige la misma identidad de la familia cristiana, que
ha de ser evangelizada y evangelizadora. Y esto es lo que algunos llaman
“pastoral familiar en misión”. Pues de lo que se trata es de asumir, en este caso de
la familia y de la educación en ella de los hijos a la fe, el primer anuncio del
evangelio como el horizonte de nuestra acción hoy día.
173. La exigencia misionera de la pastoral matrimonial y familiar lleva a
profundizar y considerar en la realidad social de la familia en su conjunto. Es decir,
que parte no de la familia idealmente constituida, sino de la realidad familiar en
nuestro país y sus dificultades.
174. La pastoral familiar en misión asume el criterio “no se puede evangelizar sin
familia cristiana y no hay familia cristiana sin evangelizar”. Aunque suene un poco
extraño, se trataría para lo concreto de nuestra acción, no solo hacer reuniones de
padres de familia con ocasión de alguna preparación presacramental o de quienes
se van a casar previas a la celebración del sacramento, sino, y ante todo, de hacer
familias cristianas. O en otras palabras: dichas reuniones y encuentros toman
sentido desde un horizonte más amplio que el puntual ligado a lo presacramental:
el horizonte de hacer cristianos que a su vez hacen familias cristianas y que viven
como familias cristianas. De este modo también se podrá hacer realidad este otro
principio: “la familia es evangelizada y evangelizadora al mismo tiempo”.
175. Si se cambia el modo de pensar y de hacer las cosas, ya los padres no solo
se sentirán invitados a una que otra reunión, sino a crecer en su fe, a ser
verdaderamente Iglesia, a participar de modo efectivo y afectivo en la Iglesia. Y de
este modo, unos adultos llamados a crecer de modo permanente en su fe, a su
vez cumplirán la tarea de acompañar y de educar en la fe a sus hijos. Se cambia
así la mentalidad de los cursos a los procesos, de una catequesis solo en la
comunidad, a una catequesis en la, de la, para la comunidad.
176. Se trata de pensar en la aplicación de este principio: en la familia, con la
familia y en la comunidad. Principio que reconoce primero el papel primordial de la
familia; segundo, el compromiso de la comunidad cristiana por acompañar y
apoyar a los padres y adultos en general en su propio crecimiento en la fe, así
como en el modo de educar a sus hijos; y tercero, reconocer que la comunidad
debe ofrecer a la par de la educación familiar que tiene características más
experienciales y vivenciales, catequesis sistemática a los niños desde la más
tierna edad con pedagogías adecuadas a las distintas edades. Catequesis en las
cuales, se favorezca, al mismo tiempo, la vivencia y la celebración de la fe por
parte de los distintos miembros de la familia. Y en la cual, se realizan adecuados
procesos de catequesis de adultos en su modo de reiniciación o de educación
permanente. No se trata ni de desvalorizar la educación familiar a favor de la


                                                          Directorio Nacional de Catequesis   36
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Directorio nacional de catequesis

  • 1. DIRECTORIO NACIONAL DE CATEQUESIS Documento de trabajo Conferencia Episcopal de Colombia Departamento de Catequesis
  • 2. DIRECTORIO NACIONAL DE CATEQUESIS PRESENTACION I. LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACION CRISTIANA INTEGRAL A. La catequesis en el proceso de itinerario de formación del discípulo misionero B. Primera etapa: etapa de acción misionera C. Segunda etapa: etapa de acción catecumenal e iniciatoria D. Tercera etapa: etapa de acción pastoral, de presencia y de servicio E. Lo propio de la catequesis en este proceso F. La catequesis: una función o forma del Ministerio de la Palabra II. TENDENCIAS Y CAMINOS DE RENOVACION EN LA CATEQUESIS A. La misión de siempre en un nuevo contexto B. Redescubrir la misión C. Contexto misionero y transformación del sistema de transmitir la fe D. Asumir el problema de la iniciación cristiana E. Qué clase de problema es la iniciación cristiana F. Se necesita un nuevo paradigma en la catequesis G. Cómo construir y entender este nuevo paradigma de la catequesis H. Nuevos enfoques desde la misionología I. Itinerarios diversificados J. Misión, catequesis y religiosidad popular K. La opción por la catequesis de adultos L. “Los lugares” de la catequesis” desde una perspectiva misionera N. Perspectiva misionera de la acción con las familias Ñ. Renovación de la parroquia O. La parroquia debe ser comunidad misionera P. La comunidad parroquial es comunidad que inicia en la fe III. PRINCIPIOS DE RENOVACION DE LA CATEQUESIS A. Necesidad de no dar por supuesta la conversión B. Todo a partir de, en y con la comunidad C. Hacer de la iniciación cristiana un verdadero proceso D. Fortalecer la formación religiosa de la familia y en la familia E. Pastoral del bautismo para bautizados F. Unidad de los sacramentos en el proceso de iniciación cristiana G. Inspirar la catequesis en el catecumenado H. Prestar atención especial a la formación de los agentes de la iniciación I. Primer anuncio y catequesis: una relación definitiva J. Educar a una fe adulta y madura
  • 3. PRESENTACION 1. La Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunida en la ciudad brasileña de Aparecida, asume el compromiso de una gran misión en todo el Continente. La cual va a exigir profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero (DA 362)1. 2. El reto fundamental que afronta la Iglesia en el Continente Latinoamericano es mostrar la capacidad que tiene para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo (DA 14). 3. Al asumir este compromiso por la formación de discípulos y misioneros, la Conferencia de Aparecida, invita a atender con más cuidado las etapas del primer anuncio, la iniciación cristiana y la maduración de la fe (Aparecida mensaje final). 4. De hecho, Aparecida dedica gran parte de su reflexión teológico pastoral a la descripción del itinerario formativo de los discípulos misioneros. Proceso que hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona (DA 277) y en la dinámica misma del proceso de fe y de conversión (DGC 53-57)2. 5. Cinco aspectos destaca el documento conclusivo de Aparecida, como fundamentales en el proceso de formación del discípulo misionero, todos ellos presentes de diversas maneras en las etapas del camino, por lo que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí. Estos son: el encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión. 6. Mirada especial la dedica las conclusiones de Aparecida a la iniciación a la vida cristiana y a la catequesis. Reconoce que aquí se juega en mucho el rostro de una Iglesia renovada y misionera, ya que en muchas partes la iniciación ha sido pobre o fragmentada. Razón por la cual, afirma que su renovación es un gran desafío que se ha de afrontar con decisión, valentía y creatividad (DA 287). 7. De cara a la renovación y conversión pastoral en el campo de la catequesis asume como opción para todo el Continente la dinámica catequética de la iniciación cristiana, como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana (DA 294). 8. Con esta opción, se subraya algo ya dicho por el Catecismo de la Iglesia Católica y que confirma la misma historia de la catequesis: “Los periodos de renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis” (CEC 8)3. 1 CELAM. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6) (13-31 mayo 2007). En adelante se citará con las letras DA. 2 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO. Directorio General para la Catequesis (25 agosto 1997). En adelante se citará con las letras DGC. 3 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO. Catecismo de la Iglesia Católica (11 octubre 1992). En delante de citará con las letras CEC. Directorio Nacional de Catequesis 3
  • 4. Pues ahora que la Iglesia del Continente es llamada a una profunda conversión pastoral en perspectiva misionera, es la oportunidad para que la acción catequística en nuestro continente y en nuestro país continué en ese profundo esfuerzo de renovación, impulsado por el Concilio Vaticano II, las anteriores cuatro Conferencias Generales del Episcopado, el actual Directorio General para la Catequesis y las reflexiones propias de nuestros pastores, escuelas de formación y agentes de la catequesis. 9. El presente Directorio Nacional quiere ser un aporte a los actuales intentos de renovación existentes en nuestro país. Hace suyas las opciones del Directorio General para la Catequesis y de Aparecida, al entender la catequesis como una función o forma del ministerio de la palabra al servicio de la iniciación cristiana integral (DGC 63 – 68). De este modo, tal como lo solicita el mensaje final de Aparecida, presta atención especial a la etapa de la iniciación cristiana, comprendiendo su relación con la etapa del primer anuncio y de maduración en la fe. 10. Acoge el llamado de Aparecida a imaginar, a ser creativos, a pensar nuevas perspectivas y formas de acción (DA 286). Por ello se apoya y asume la riqueza del Magisterio de la Iglesia sobre la catequesis, como fue dicho. Pero también, con una mirada creyente sobre la realidad social, política y eclesial, intenta reconocer las tendencias y caminos de renovación provenientes de otros contextos eclesiales, como de los nuestros. 11. Su opción fundamental para la renovación de la catequesis en nuestro país es comprenderla como una acción al servicio de la iniciación cristiana integral. Y lo hace, porque así se entiende mejor la tarea propia de la catequesis en la formación de discípulos y misioneros de Jesucristo. Dado que su tarea, en el conjunto de la dinámica evangelizadora, consiste en propiciar una viva, explicita y operante profesión de fe (DGC 66). 12. Con el actual Directorio General para la catequesis, comparte que el primero, y uno de los más graves problemas de la catequesis hoy, tiene que ver con su concepción. Que como escuela de fe, como aprendizaje y entrenamiento de toda la vida cristiana, no ha penetrado plenamente en la conciencia de los catequistas (DGC 30). 13. De esta manera de entender la catequesis trata el presente Directorio. Se coloca así en la línea de renovación de la catequesis, característica de la Iglesia universal hoy. Son muchos los documentos del Magisterio universal, de algunos episcopados y bien variados los estudios pastorales, que solicitan este modo de comprender la catequesis como el suyo propio. Recuperando así lo más original y específico de la catequesis desde los orígenes del cristianismo: estar al servicio de la iniciación cristiana a modo de un catecumenado. 14. El aporte a la misión continental por parte de la catequesis, es hacer que ella sea lo que en verdad está llamada a ser: una acción educativa al servicio de la iniciación cristiana. Por eso, ante las actuales tendencias de renovación, lo mejor Directorio Nacional de Catequesis 4
  • 5. es aprender de la Iglesia en su práctica milenaria y hacer de la catequesis hoy un catecumenado. Sea en la forma de catecumenado bautismal para los no bautizados, sea en la forma de catecumenado postbautismal para los bautizados no suficientemente catequizados (DA 288). Directorio Nacional de Catequesis 5
  • 6. CAPITULO I LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACION CRISTIANA INTEGRAL
  • 7. 15. Afirma un documento catequístico latinoamericano, escrito a la luz del actual Directorio General para la Catequesis: “Es preciso que los catequistas identifiquen adecuadamente la naturaleza de la catequesis y la de su propia misión, a fin de no confundirla con otras acciones pastorales ni pretender de la catequesis acciones que no le correspondan” (CAL 217)4. Esto significa que la catequesis, aunque es acción importante y fundamental en la globalidad del proceso de evangelización, no se identifica con todo el proceso ni se confunde con todas las acciones que lo conforman. Pero si ha de guardar relación estrecha con ellas, ya que las etapas del proceso no son estancos cerrados. 16. Es tan importante el concepto de catequesis que el mismo Directorio de Catequesis hace notar cómo su concepción “condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos” (DGC 35) 17. Desde los conceptos de Revelación y Evangelización, la catequesis se comprende y se entiende hoy día como una etapa de la evangelización y como una función o forma del ministerio de la palabra. En ambos casos, su tarea específica es estar al servicio de la Iniciación cristiana integral. Y ello es lo que la hace diferente a las otras acciones evangelizadoras, pero al mismo tiempo complementario con ellas. A. La catequesis en el proceso de itinerario de formación del discípulo misionero 18. El magisterio reciente de la Iglesia insiste en que la tarea propia de la Iglesia es la evangelización (EN 14)5, esto es, “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (EN 18). El Directorio General para la catequesis no sólo retoma este concepto de evangelización, sino que además subraya la necesidad de que los agentes de la evangelización operemos desde una “visión global” de la misma, identificándola con el conjunto de la misión de la Iglesia (DGC 46). 19. Según esto, señala el Directorio, "hemos de concebir la evangelización como el proceso, por el que la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal modo que ella: a) impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas; b) da testimonio entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir que caracteriza a los cristianos; c) proclama explícitamente el Evangelio, mediante el primer anuncio, llamando a la conversión; d) inicia en la fe y vida cristiana, mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación, a los que se convierten a 4 CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. La catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del directorio general para la catequesis ( 19 marzo 1999). En adelante se citará con las letras CAL. 5 PABLO VI. Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (8 diciembre 1975). En adelante se citará con las letras EN. Directorio Nacional de Catequesis 7
  • 8. Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana; e) alimenta constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación permanente en la fe (homilía, otras formas del ministerio de la palabra), los sacramentos y el ejercicio de la caridad; f) suscita continuamente la misión, al enviar a todos los discípulos de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo" (DGC 48). 20. El Directorio retoma así la dinámica del proceso de evangelización señalado en su momento por el Decreto del Concilio Vaticano II "Ad gentes", en los siguientes términos: a) testimonio cristiano; b) diálogo y presencia de la caridad; c) anuncio del Evangelio y llamada a la conversión; d) catecumenado e iniciación cristiana, e) formación de la comunidad cristiana, por medio de los sacramentos con sus ministerios. (AG 12-18)6. 21. Ad gentes distingue de este modo tres momentos o etapas en el proceso evangelizador: situaciones iniciales, desarrollos graduales y camino hacia la perfección. A cada una de ellas le corresponde una acción educativa propia, pues se orientan a dar el alimento adecuado al crecimiento de la fe en su situación concreta y a acompañar el proceso permanente de conversión. De modo tal que al momento de situaciones iniciales le corresponde la acción de primer anuncio; al de desarrollo gradual la acción catecumenal de iniciación cristiana; y a la de madurez las diversas acciones de educación permanente en la fe. 22. Nosotros estamos acostumbramos a ver la evangelización como algo estático. Hemos de superar esta visión y entenderla como un proceso que está al servicio de la conversión permanente y del crecimiento continuo en la fe, tanto de las personas como de las comunidades, ya sea para suscitarla, fundamentarla o alimentarla. Y ello porque la fe es un don destinado a crecer y madurar en el creyente. 23. “Los elementos de la evangelización tienen una concatenación dinámica, que viene pedida por el nacimiento y crecimiento de la fe. La fe cristiana, en efecto, es una realidad dinámica, que va madurando. La gradualidad de la acción evangelizadora corresponde a las etapas de este nacimiento, crecimiento y maduración en la fe. La gradualidad de la evangelización es signo del respeto de la Iglesia al crecimiento personal del creyente. Su amor maternal desea dar a cada uno el alimento más adecuado a su situación. En modo alguno significa camuflar o silenciar exigencias de la evangelización, sino saber respetar las posibilidades graduales del destinatario, adaptándose al momento en que se encuentra” (Conferencia Episcopal Española, Catequesis de adultos, 37)7. 24. El proceso de evangelización que es único e idéntico en todas partes y en todas las condiciones, aunque no se realice del mismo modo según las 6 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia Ad gentes (7 diciembre 1965). En adelante se citará con las letras AG. 7 COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS. Catequesis de adultos. Orientaciones pastorales. 1990 Directorio Nacional de Catequesis 8
  • 9. circunstancias, se despliega, de acuerdo con lo señalado, con una dinámica particular, estructurada por etapas o momentos esenciales, a saber: a) la acción misionera para los no creyentes, para otros creyentes, para los que viven en la indiferencia religiosa y para los bautizados no convertidos de toda edad; b) la acción catequética o catecumenal, de iniciación para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; c) la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad (DGC 49). B. Primera etapa: etapa de acción misionera 25. El Ministerio de la Palabra es elemento fundamental de la evangelización y se ejerce de forma múltiple. En la etapa de acción misionera este ministerio se ejerce a través de la acción de convocatoria y llamada a la fe. Esta es la función que más inmediatamente se desprende del mandato misionero de Jesús. Se realiza mediante "el primer anuncio", dirigido a los no creyentes, a aquellos que han hecho una opción de increencia, a los bautizados que viven al margen de la vida cristiana, a los indiferentes, a los alejados, a los que pertenecen a otras religiones. El despertar religioso de los niños, en las familias cristianas, es también una forma eminente de esta función (DGC 51). 26. El primer anuncio tiene la función de anunciar el evangelio y llamar a la conversión. El interés por el Evangelio y la conversión, que brotan como consecuencia del primer anuncio, necesitan de un tiempo de búsqueda, para llegar a ser una opción firme. Esta conversión, así sea inicial, lleva consigo la adhesión a Jesucristo y la voluntad de caminar en su seguimiento. Como "sobre esta opción fundamental descansa todo el edificio de la vida cristiana", todo el proceso de crecimiento personal y comunitario, la catequesis de iniciación en la segunda etapa y la acción pastoral en la tercera etapa, han de apoyarse en ella. Pues como lo señala repetidamente el Directorio General para la Catequesis "sólo a partir de la conversión y contando con la actitud interior de "el que crea", la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe" (DGC 62). 27. No podemos dar por supuesta la acción de primer anuncio. Por el contrario, en el actual contexto misionero, la vinculación entre el anuncio misionero, que trata de suscitar la fe, y la catequesis de iniciación, que busca fundamentarla, es decisiva en la evangelización. Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz (DGC 277). 28. La acción de primer anuncio es una etapa insustituible en el proceso de evangelización. Si en contextos anteriores la dimos por supuesta o nos la saltamos, actualmente ha de recobrar su vitalidad e importancia. Ha de ser entendida como el primer paso pedagógico necesario en la educación en la fe. Tan importante es, que así como existen procesos institucionalizados de catequesis y de acción pastoral, han de construirse procesos institucionalizados de acción misionera. Y ello exige de parte nuestra dejar de ver la acción misionera como una acción marginal o exclusiva de algún grupo. Ha de ser entendida como Directorio Nacional de Catequesis 9
  • 10. la acción más directa del mandato misionero de Jesús. La misión es propia de la naturaleza de la Iglesia. 29. La Conferencia de Aparecida es clara al respecto. El Kerigma forma parte substancial de la iniciación cristiana. “Sólo desde el Kerigma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera” (DA 278). Es factor imprescindible del proceso de formación de discípulos misioneros (DA 279). El anuncio del Kerigma favorece el encuentro con Jesucristo y la conversión. Bases del discipulado, la comunión y la misión. 30. Recoge así la quinta Conferencia en sus conclusiones los aportes de la tercera semana latinoamericana de catequesis, celebrada en Bogotá en mayo de 2006. La cual reconoce al Kerigma como elemento medular del ser y del quehacer de la Iglesia. Con lo cual, no sólo señala su importancia, sino también los graves problemas que trae para la catequesis y la acción pastoral su vacio o ausencia. Lo que le lleva a afirmar, algo que nosotros en nuestro país, de cara a la renovación de la catequesis y de nuestras comunidades no podemos olvidar: “es necesario que las Iglesias Particulares tomen la acción misionera, el primer anuncio y el kerigma como línea programática de sus planes pastorales en orden a una auténtica renovación de toda la pastoral, especialmente de la catequesis, pues, “la renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa” (25)8. C. Segunda etapa: etapa de acción catecumenal e iniciatoria 30. La iniciación cristiana es elemento fundamental en el proceso de formación del discípulo. De hecho, sin ella, no habría discípulos misioneros de Jesucristo, tal como lo reconoce el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación” (CEC 1229). 31. El mismo Catecismo reconoce que esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias (CEC 1230). Hoy se pide una recuperación de los procesos catecumenales, que caracterizaron la práctica iniciatoria de la Iglesia en los primeros siglos. 32. En la pedagogía catequética, afirma la tercera semana latinoamericana de catequesis, se entiende por Iniciación Cristiana el proceso extendido en el tiempo en el cual, el convertido, recibe la instrucción evangélica y se ejercita para conformar su vida al estilo del Evangelio en fidelidad a la iniciativa divina y se introduce en la vida nueva del Señor Resucitado por el bautismo, la confirmación y la eucaristía en la comunidad eclesial y también en el mundo. 33. La Iniciación cristiana integral en orden a una operante y explícita profesión de fe, es tarea de la segunda etapa de la evangelización, llamada precisamente como etapa catecumenal e iniciatoria. 8 CELAM. III Semana Latinoamericana de Catequesis (1-6 mayo 2006) Directorio Nacional de Catequesis 10
  • 11. 34. La etapa iniciatoria o catecumenal, es aquella acción por la que quien se ha convertido y aceptado la fe es introducido a la Iglesia por medio de la catequesis, por la participación en los sacramentos, por los comportamientos morales, por el vínculo con la comunidad, por el servicio a los pobres y el testimonio que brotan de su incorporación. Es el momento de la iniciación cristiana, que comprende la iniciación en todo lo que la Iglesia es para adherirse plenamente a ella: la palabra, el servicio, la celebración, la vida comunitaria y la misión. 35. En esta etapa, la Iglesia ejerce la función de iniciación. Ella realiza esta función, fundamentalmente, por medio de la catequesis, en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación, tanto si van a ser recibidos como si ya se han recibido. 36. Formas importantes de esta función son: la catequesis de adultos y jóvenes no bautizados, en el catecumenado; la catequesis de adultos bautizados que desean volver a la fe, o de los que necesitan completar su iniciación cristiana; la catequesis de los niños, adolescentes y jóvenes (DGC 51). En este sentido, toda Iglesia particular, en orden ante todo a una adecuada iniciación cristiana, debe ofrecer un triple servicio: a) un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación ya recibidos o por recibir; y b) un proceso de catequesis para adultos, ofrecido a aquellos que necesitan ser iniciados mediante el catecumenado de adultos; y c) un proceso de catequesis para adultos que necesitan ser reiniciados o completar su iniciación. (DGC 274). 37. La catequesis de iniciación es el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio. En este sentido, la catequesis debe ser considerada momento prioritario de la evangelización (DGC 64). 38. El momento de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante, una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el misterio de salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana. (DGC 63) 39. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, sacramento de la fe. El eslabón que une a la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de ese sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la catequesis consiste en propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe. O lo que el Papa llama en Directorio Nacional de Catequesis 11
  • 12. el documento los fieles laicos, formación de comunidades maduras y de fieles laicos maduros, “en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con El, de existencia vivida en la caridad y en el servicio" (ChL 34)9. En otras palabras, cristianos con hondo sentido de su identidad de bautizados, de creyentes y miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con el mundo. 40. En la actualidad la iniciación cristiana tiene una importancia primordial, tanto del punto de vista teológico como pastoral. Y no sólo por las dificultades por las que atraviesa o por los problemas que encontramos en su aplicación concreta. Si no, y por sobre todo, porque es ella el momento en que se estructura la personalidad del discípulo misionero de Jesucristo, es la etapa en que se fundamenta la vida cristiana. 41. Además, dada la necesidad de no saltarnos y de no dar por supuesta la acción misionera, así como de llevar a cabo la acción de primer anuncio de modo institucionalizado, la iniciación cristiana y la catequesis que la acompaña, se presenta como su consecuencia y continuidad necesaria. Unida de este modo tan estrecho y en necesaria coordinación con la acción misionera previa, la catequesis será asumida por nosotros como acción de iniciación, superando de este modo la mentalidad tan común que la reduce a su tarea presacramental o a la simple instrucción. D. Tercera etapa: etapa de acción pastoral, de presencia y de servicio 42. El término acción pastoral lo entendemos en sentido estricto, del mismo modo como lo comprende el actual Directorio General para la Catequesis. Significa la tercera etapa de la evangelización dirigida a los fieles de la comunidad cristiana ya iniciados en la fe. No se le considera, entonces, en sentido amplio: como sinónimo de la acción evangelizadora de la Iglesia. 43. La etapa de acción pastoral se dirige a los cristianos ya iniciados en los elementos básicos, que necesitan alimentar y madurar constantemente su fe a lo largo toda la vida. Es posterior a su educación básica (etapa catequético - iniciatoria) y la supone. Como etapa de educación permanente en la fe, tiene el carácter de ser alimento constante que todo organismo adulto necesita para vivir (DGC 57). Se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en el camino hacia la santidad, sino también a toda la comunidad cristiana como tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera (DGC 70). 44. La meta de todo el proceso de evangelización consiste en que "el bautizado, impulsado siempre por el Espíritu Santo, alimentado por los sacramentos, la oración y el ejercicio de la caridad, y ayudado por las múltiples formas de educación permanente en la fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: “Ustedes 9 JUAN PABLO II. Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988). En adelante se citará con las letras ChL. Directorio Nacional de Catequesis 12
  • 13. sean perfectos como su Padre Celestial es perfecto” (Mt 5,48). Es la llamada a la plenitud que se dirige a todo bautizado" (DGC 57). 45. Tarea de la educación permanente en la fe, en la etapa de la acción pastoral, consiste en ayudar a madurar esa profesión de fe continuamente, a proclamarla en la Eucaristía y a renovar los compromisos que implica. Para favorecer tal proceso, se necesita de una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para fortalecerlos y sostenerlos en la fe, de una comunidad en la que ellos puedan celebrar, anunciar, vivir y compartir la fe. De modo tal que el acompañamiento que ejerce la comunidad en favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en la comunidad, de modo afectivo y efectivo. 46. Es posible distinguir entonces, entre dos tipos complementarios de formación del cristiano: la formación inicial o catecumenal que es la catequesis (con sus características: orgánica, sistemática, esencial, fundamental, integral) y la formación permanente o continua. 47. La primera es la formación unida al proceso catecumenal, la que va desde la primera conversión hasta la integración plena en la vida de la comunidad. La segunda, basada en la anterior, continúa el desarrollo de la vida cristiana durante la etapa pastoral de la evangelización. 48. Hacemos esta distinción en orden a una mayor y mejor claridad conceptual de lo que se entiende por catequesis, en orden también, naturalmente, a una renovación de nuestra práctica catequética, para hacer de ella un instrumento serio al servicio de los procesos de iniciación cristiana. Y lo hacemos asumiendo lo enseñado por el actual Directorio General para la Catequesis, que señala lo siguiente: la expresión catequesis permanente es legítima siempre y cuando que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la catequesis en cuanto iniciación básica. Este término, el de catequesis permanente, ha de ser entendido, principalmente, como un segundo grado de catequesis, posterior a la catequesis de iniciación, y no como la totalidad de la acción catequizadora.10 49. Pensar así nos permite una acción catequística que supera tanto su reducción conceptual, como si se tratara de una acción meramente presacramental, y la confusión de la catequesis con las demás acciones propias de la etapa de la acción pastoral. Nos permite, en últimas, recobrar para la catequesis en nuestro país, lo que ella verdaderamente está llamada a ser y hacer: ponerse al servicio de la iniciación cristiana integral. Favorece, además, el tomar mayor conciencia de tres problemas que aún no son tan claros entre nosotros. Ante todo, el notar los graves problemas educativos que produce la ausencia de acciones de primer anuncio. Segundo, todos aquellos relacionados con los deficientes procesos de iniciación cristiana. Y tercero, los relacionados con nuestros modos de ser y de hacer comunidad cristiana. 10 Cf. nota 64 al pie de página del número 51 del DGC. Directorio Nacional de Catequesis 13
  • 14. 50. A este respecto, hay que reconocer que en la etapa de acción pastoral también encontramos actualmente vacíos y dificultades. No por la variedad y cantidad de acciones, pues es un hecho que son muchas y diversas, y en ocasiones hasta desarticuladas. Los problemas se dan sobre todo en el vacío comunitario que distingue nuestra pastoral. Es un hecho que no siempre existe un claro vínculo comunitario de quien solicita catequesis. Es claro también, que la comunidad no acompaña los procesos de iniciación, así como también es un hecho que no todos los procesos, cuando los hay, desembocan en la comunidad. Característico de este fenómeno es encontrar entre nosotros creyentes sin comunidad, sin ningún vínculo ni afectivo ni efectivo con ella, con poco sentido de Iglesia y de ser Iglesia, con escaso sentido de participación en su ser y en su misión. E. Lo propio de la catequesis en este proceso 51. La iniciación cristiana es el proceso de inserción en el misterio de Cristo muerto y resucitado y en la Iglesia, por medio de la fe y de los sacramentos. Como lo afirma el Directorio General para la Catequesis, se lleva a cabo mediante la catequesis y la liturgia íntimamente unidas entre sí: "La catequesis es el elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos, especialmente al Bautismo, sacramento de la fe" (DGC 66). 52. Palabra (itinerario catequético), sacramento, conversión como adhesión libre y sincera y la opción por los pobres, son los aspectos irrenunciables de los procesos de iniciación cristiana. 53. Mediante los sacramentos de iniciación el ser humano es vinculado a Cristo y asimilado a Él en el ser y en el obrar, introduciéndole en la comunión trinitaria y en la Iglesia. Mediante el itinerario catequético, que precede, acompaña o sigue a la celebración de los sacramentos, el catequizando descubre a Dios y se entrega a El, crece en el conocimiento del misterio de Cristo y avanza en el aprendizaje global de la vida cristiana. 54. La catequesis, de acuerdo con lo enseñado por el actual Directorio para la Catequesis, tiene como fin la iniciación cristiana integral. Es cierto que una parte de la catequesis está destinada a la preparación inmediata de los sacramentos que se van a recibir, pero ella no es su finalidad única y última, sino la plena incorporación con el Misterio de Cristo, el Misterio de Dios Trino y el Misterio de la Iglesia. 55. Lo propio de la catequesis es la iniciación global y sistemática en la fe de la Iglesia. Es un periodo intensivo y suficientemente prolongado de formación cristiana integral y fundamental. Por ser global, la catequesis está abierta a todos los aspectos de la vida cristiana y tiene que ser iniciación en todos ellos. 56. La catequesis ha de iniciar en la totalidad de la fe de la Iglesia: "La finalidad de la catequesis se realiza a través de diversas tareas, mutuamente implicadas (...). Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las diferentes dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral, Directorio Nacional de Catequesis 14
  • 15. abierta a todas las esferas de la vida cristiana. En virtud de su misma dinámica interna, la fe pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración. La catequesis debe cultivar cada una de estas dimensiones. Pero la fe se vive en comunidad cristiana y se anuncia en la misión: es una fe compartida y anunciada. Y estas dimensiones deben ser, también, cultivadas por la catequesis" (DGC 84). 57. Todas estas dimensiones en las que educa la catequesis deben ser tenidas en cuenta al momento de la programación de la acción. Como lo señala el Directorio: "todas las tareas son necesarias. Así como para la vitalidad de un organismo humano es necesario que funcionen todos sus órganos, para la maduración de la vida cristiana hay que cultivar todas sus dimensiones (...). Si la catequesis descuidara alguna de ellas, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento" (DGC 87). 58. Lo más característico de la catequesis en el conjunto de las acciones eclesiales, es su carácter de explicitación y de profundización, con relación al primer anuncio, al Kerigma y a la conversión inicial; y de iniciación o introducción o fundamentación, en relación con las diversas manifestaciones de la vida cristiana en la Iglesia: la diaconía (el servicio), la koinonia (la comunión y la comunidad), la liturgia y la palabra. En este sentido se pronuncia el Directorio de Catequesis: "El momento de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante una enseñanza y un aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana, son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana" (DGC 63). 59. Para el actual Directorio de Catequesis, las características propias de la catequesis de iniciación, como momento esencial del proceso de evangelización, que la hacen distinta a las otras formas de educación en la fe, son: a) es una formación orgánica y sistemática de la fe, por lo que no se reduce a lo meramente circunstancial y ocasional; b) esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, una iniciación cristiana integral; c) es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana. 60. Lo propio de la catequesis es la iniciación global y sistemática en la fe de la Iglesia. Por ser iniciación global, la catequesis tiene que estar abierta a la educación de todos los aspectos de la vida cristiana y tiene que ser iniciación en todos ellos. Por ser iniciación sistemática, la catequesis tiene que estar estructurada y ordenada, con pasos definidos, como proceso metodológicamente realizado. Proceso que ha de ser inspirado y elaborado de acuerdo con los elementos más característicos del catecumenado. Pues sólo así la catequesis puede cumplir su tarea de estar al servicio de la iniciación cristiana, superando de este modo su reducción actual a la preparación presacramental. 61. El concepto de catequesis como iniciación cristiana integral o como noviciado de la vida cristiana obedece a la inspiración catecumenal de la misma, retomando así el concepto de catequesis de la Iglesia antigua, razón por la cual el Directorio Directorio Nacional de Catequesis 15
  • 16. de catequesis insistirá que toda catequesis postbautismal se inspire en esta práctica de la Iglesia de los orígenes (DGC 33.59.88-91). 62. La catequesis es una acción gradual que debe inspirarse en el catecumenado bautismal, hasta el punto que toda catequesis postbautismal debe inspirarse en el catecumenado bautismal, es decir, debe dejarse fecundar por sus principales elementos configuradores (intensidad e integralidad en la formación, gradualidad en etapas bien definidas, responsabilidad de la comunidad cristiana, su vinculación a ritos, símbolos y signos). Sin embargo, hay que decir que entre la catequesis postbautismal y la catequesis prebautismal, hay una diferencia fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación recibidos por los primeros. 63. El catecumenado bautismal o catecumenado antiguo puede ser entendido como una institución eclesial de tipo pastoral orientada a la iniciación cristiana integral en el seno de una comunidad. Se trata de un auténtico camino de conversión, de iluminación y de maduración en la fe, de lucha y crecimiento espiritual, de una progresiva inserción en Cristo y en la Iglesia. No se trata simplemente de transmitir conocimientos o de brindar una preparación previa a la recepción de algún sacramento, sino de llevar al catecúmeno a vivir una vida nueva, la vida Cristo. Por eso no es un proceso reducido ni solo informativo. Es un proceso prolongado, intensivo e integral, pues se orienta a la educación de la personalidad del creyente, a la educación de la mentalidad de fe, y esto no se logra de la noche a la mañana. Es un proceso que incluye formación, transformación e información. Y así ha de ser también nuestra catequesis actual. El reto nuestro en Colombia es hacer de la catequesis un auténtico proceso catecumenal que fundamente y estructura la personalidad de fe y de vida cristiana tanto de los creyentes como de las comunidades. F. La catequesis: una función o forma del Ministerio de la Palabra 64. De hablar de evangelización como llevar el primer anuncio del evangelio a los que no lo conocían, por medio, ante todo, del ministerio de la palabra, la evangelización ha llegado a comprenderse como el proceso global de la vida de la Iglesia. De este modo, se habla de etapas de la evangelización en el camino hacia la plenitud creyente (acción misionera, acción catequística y acción pastoral) y se contemplan las distintas acciones que la evangelización abarca (ministerio de la palabra, ministerio del servicio, ministerio de la comunión y ministerio de la liturgia). 65. Por la acción pastoral la Iglesia actualiza la acción salvadora de Cristo, de cara a la implantación del Reino. Esta amplia tarea implica diversas acciones, denominadas funciones o mediaciones eclesiales, es decir, ministerios de la Iglesia en diferentes ámbitos de realización. Entre nosotros reciben el nombre de pastoral profética, pastoral social, pastoral litúrgica y pastoral de la comunión. 66. El Ministerio de la Palabra (pastoral profética), en coordinación y articulación con el ministerio del servicio (pastoral social), el ministerio de la liturgia (pastoral Directorio Nacional de Catequesis 16
  • 17. litúrgica) y el ministerio de la comunión (pastoral de la comunión), es uno de los elementos fundamentales de la evangelización en su etapa de acción pastoral, entendida como la etapa dirigida a los fieles de la comunidad cristiana con el propósito de alimentar continuamente su fe, el don de la comunión y la misión. 67. Las principales funciones del ministerio de la palabra son las siguientes: convocatoria y llamada a la fe, mediante el primer anuncio; la función de iniciación, por medio de la catequesis en íntima conexión con los sacramentos de iniciación cristiana; y la función de educación permanente en la fe. 68. Esta última se realiza a través de formas muy variadas, en las cuales sobresalen, entre otras, la litúrgica en la homilía, el estudio y profundización de la Sagrada Escritura, la lectura cristiana de los acontecimientos y de la sociedad, la profundización sistemática del mensaje cristiano, distintas formas de catequesis ocasional y el estudio de la teología. Directorio Nacional de Catequesis 17
  • 18. CAPITULO II TENDENCIAS Y CAMINOS DE RENOVACION EN LA CATEQUESIS
  • 19. 69. Para Aparecida el reto fundamental que afrontamos es “mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (DA 14). 70. Lo cual pide transformar y repensar de modo creativo los actuales procesos de formación de los discípulos misioneros, como darle continuidad a las experiencias exitosas de renovación y conversión pastoral presentes en nuestro país. 71. Pero es también un llamado a transformar la vida de muchos, ambiguamente llamados, bautizados culturales, tradicionales y sociológicos, en discípulos misioneros de Jesucristo. Pide superar las condiciones de muchos bautizados sociológicos, y dar el paso a bautizados por convicción. Asunto que preocupa a Aparecida desde la misma introducción, cuando se pregunta acerca del tipo de fe de los cristianos hoy, y su poca fortaleza y pertinencia para la sociedad de hoy: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos y crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA 12). Razón por la cual, señala de nuevo en la introducción, en América Latina y el Caribe, la Iglesia se encuentra ante el desafío “de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor (DA 13). 72. Como quedó dicho, la catequesis es factor de primer orden en la formación seria y autentica de los discípulos misioneros de Jesucristo. Lo que explica la urgencia de revisar en forma constante el modo como la entendemos y la hacemos. Revisión que ha de ir acompañada por una mirada desde la fe de los actuales contextos socioculturales, como de los distintos esfuerzos de renovación de la catequesis, común a la Iglesia universal. Porque los problemas pastorales en torno a la iniciación cristiana no son hoy exclusivos de determinado contexto o lugar, sino que cubre a la Iglesia entera. Lo común para todos son los contextos misioneros de evangelización. 73. Lo que explica el llamado reiterativo en las conclusiones de Aparecida a una evangelización mucho más misionera, a robustecer en todos la conciencia misionera, a organizar un proyecto misionero de evangelización (DA 168 – 169). 74. Para el caso especifico de la catequesis, los llamados a buscar un nuevo paradigma. Que le permita a la catequesis responder de modo adecuado, desde el respeto de su naturaleza en el proceso de evangelización, que como quedó dicho es ser acción educativa al servicio de la iniciación cristiana integral, a los desafíos del momento. Llamado a un nuevo paradigma, que recoge Aparecida cuando dice: “se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza” (DA 287). Directorio Nacional de Catequesis 19
  • 20. A. La misión de siempre en un nuevo contexto 75. La Iglesia está llamada a evangelizar. El fin de la evangelización es la formación de discípulos misioneros. Cada una de las etapas del proceso evangelizador con sus acciones especificas, se orientan a este mismo propósito. 76. Hoy las condiciones de evangelización son novedosas. Ya desde hace tiempo hemos sido conscientes de esta realidad. En la Iglesia universal y particular resuena el llamado del Papa Juan Pablo II a una nueva evangelización. 77. La tercera semana latinoamericana de catequesis asume el llamado a vivir el momento con una mirada renovada y esperanzadora, como es característico del discípulo de Jesús. La actual situación misionera “plantea un desafío a la Iglesia católica, a sus pastores y agentes de pastoral, quienes hemos de percibir que América Latina ya no está en una sociedad de cristiandad y, por lo tanto, necesita con urgencia hacer un cambio radical hacia una Iglesia más testimonial y misionera en un continente aún sociológicamente clasificado como de matriz cultural cristiana”. 78. El contexto actual es un contexto de evangelización misionera. Contexto misionero que no es propio y exclusivo de un lugar geográfico, de una región o de un continente. Es común y abarca todos los actuales contextos sociales y eclesiales, también los latinoamericanos. Novedad que solicita y urge un nuevo tipo de presencia de la Iglesia en la sociedad y en la ciudad secular, global, democrática, laica y plural. 79. Dado el contexto de pluralismo religioso, aparece también el desafío de formar cristianos con identidad. Surge también la pregunta por la nueva forma de presencia social del cristianismo, debido a una nueva forma de ser Iglesia sin medio confesional. 80. Hoy el reto es la sociedad urbana, postindustrial y postmoderna, ajena a los modelos tradicionales, de transmisión de la fe. Sociedad profundamente marcada por la competitividad, el consumo, la cultura tecnocrática, científica y crítica; por espacios sociales igualitarios y asimétricos, heterogéneos y eclécticos. Sociedad que exalta la individualidad y la privacidad. Caracterizada por la pérdida a las referencias últimas. Que desconfía de los sistemas de creencias y cuestiona la pretensión de realidades o verdades absolutas. Marcada por la creatividad y la capacidad de innovación, volcada hacia el futuro. No es la sociedad la que ofrece un sentido y unos valores, sino que cada persona opta y se da significado a sí misma. Surge un mundo policéntrico, para algunos sin centro, y complejo. 81. Muchos piensan que no son suficientes los retoques, ni las reformas, ni las adaptaciones. Se requiere una conversión pastoral. B. Redescubrir la misión 82. El anuncio cristiano ha de darse con esta sociedad, en esta sociedad y para esta sociedad. Situación que le plantea a la Iglesia los problemas básicos de la Directorio Nacional de Catequesis 20
  • 21. misión cristiana. Contexto que pide, ya no solo un esfuerzo por la nueva evangelización, sino una pastoral misionera, que se construye y se piensa desde el paradigma de la misión ad gentes. Pide una nueva comprensión de la “misión ad gentes”, más allá del criterio geográfico. 83. Aparecida habla de repensar profundamente, de relanzar, de “renovar y de revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros”. (DA 11). Va a insistir en “una evangelización mucho más misionera” (DA 13), de una pastoral misionera, de parroquias misioneras, de comunidades misioneras, de una espiritualidad misionera. Pide procesos constantes de renovación misionera (DA 365). Coloca a la Iglesia Latinoamericana en estado de misión (DA 551). No tanto porque convoque a una gran misión continental (DA 362), sino, y por sobre todo, porque recuerda que el ser de la Iglesia es ser misionera, que en ella todos los bautizados somos discípulos misioneros (DA 347). 84. La misión de la Iglesia es la misión de Jesús. La misión no es un asunto de coyuntura, de los desafíos del momento. La Iglesia no tiene misiones, ella es misionera por naturaleza. “La misión, señala el documento, no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia todos los confines del mundo” (DA 145). 85. Todos estos llamados hacen de la misión el paradigma síntesis del documento de Aparecida. Las razones para ello pueden ser: a) las novedades del contexto; b) asumir las primeras comunidades cristianas como modelo paradigmático de renovación (DA 369); c) la eclesiología del Vaticano II (DA 369); d) abrir la misión ad gentes a nuevas dimensiones. La cual, tomando unas palabras del Papa Benedicto XVI, no se puede seguir definiendo a partir de consideraciones geográficas o jurídicas. Requiere abrirse y ampliarse a las dimensiones sociales, culturales, personales, relacionales. Es decir, a dimensiones más antropológicas. (DA 375). 86. A partir del decreto Ad Gentes del Vaticano II comienza una nueva forma de hacer misionología. Las misiones se comprenden dentro de la única y común misión de toda la Iglesia. Se destaca así el carácter misionero de toda acción eclesial. 87. Se pasa así de una Iglesia que ponía el acento en tener misiones, a una Iglesia que pone el acento en ser toda ella misionera. Y la misionología que era un anexo optativo en el campo pastoral, se trasladó al campo de la teología fundamental. La misionología como teología fundamental se convirtió en el núcleo central del Vaticano II. 88. Con la misión ad gentes como paradigma, se busca hacer realidad el hecho de la profunda transformación del cristianismo: de la superación efectiva del modelo histórico de la cristiandad y de la búsqueda, no utópica sino real, de un modo Directorio Nacional de Catequesis 21
  • 22. nuevo de ser Iglesia y de ser creyente. Siempre en la fidelidad a la persona de Jesús y a su Evangelio. 89. Es darse cuenta que está desapareciendo un modo de ser Iglesia, de ser cristianos, de hacer cristianos, de hablar de Dios, y que están surgiendo otros modos, cada vez en la dinámica de mayor fidelidad al Evangelio. Asume el problema de fondo y desde la raíz. Responde a las preguntas sobre qué tipo de Iglesia, qué tipo de creyente, hacen falta para esta sociedad. 90. La pastoral en misión desde Ad gentes como perspectiva, no es simplemente un cambio de estrategia. Es un cambio en el modo de pensar, de pensarse como Iglesia, de pensar su misión evangelizadora, de pensar su presencia en el mundo. 91. No se trata de repetir modelos del pasado inmediato, tanto de Iglesia como de creyente. Más bien ha de asumir el fin de un modo particular del cristianismo, que no es para nada el fin del cristianismo. Encontrar un modo nuevo de ser y de pertenecer, según modelo de Jesús y de la Iglesia de los orígenes. De ahí, que la acción misionera en esta nueva situación tenga como destinatarios a bautizados, bautizados alejados y no bautizados de toda edad. Pero no solo para seguir creyendo o para volver a creer, sino para creer de otra manera. C. Contexto misionero y transformación del sistema de transmitir la fe 92. En América Latina y en Colombia, como en contextos más secularizados, es cada vez más difícil evangelizar a través de las estructuras, cultura y familia: “Los cambios culturales dificultan la transmisión de la fe por parte de la familia y de la sociedad” (DA 100). 93. Para Aparecida, dicha situación hace parte de un problema social y cultural más grande, relacionado con las dificultades de todo el proceso de socialización: “Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aun a la misma familia que, como lugar de dialogo y de solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes en la transmisión de la fe” (DA 39). 94. A ello se suma el apego de la parroquia a la pastoral rutinaria, poco comunitaria y misionera, no obstante los esfuerzos de renovación característicos hoy en el mundo y en nuestro país. Apegos que “se notan en actitudes de miedo a la pastoral urbana; en las tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades” (DA 513). 95. Razón por la cual, la transmisión en la fe ha de asumir una lógica nueva, o hacerse a partir de un nuevo paradigma. No se puede seguir con actitudes y planteamientos propios de otro tiempo. Como lo señalan diversos estudios, no se Directorio Nacional de Catequesis 22
  • 23. puede continuar evangelizando como si todavía estuviésemos en una sociedad cristiana, usando procedimientos de transmisión de la fe que eran válidos sobre todo en aquella sociedad. 96. La crisis de socialización cristiana o de transmisión de la fe pide un replanteamiento radical del proceso mismo de la transmisión religiosa. “El punto álgido está en dejar una forma de evangelización que cuadraba bien para una sociedad cristiana, y reemprender o volver a una actitud de evangelización misionera”. Asumir formas nuevas y plurales que son respetuosas del proceso de secularización y de la personalización y libertad que debe caracterizar el acto de fe. 97. La Iglesia ha de asumir un modo nuevo de anunciar la fe; modo nuevo que un documento del episcopado francés resume en la formula “de lo heredado a lo propuesto”. La fe ya no se transmite de forma automática. 98. Todo ello explica el interés actual en campo de la pedagogía religiosa por la conversión, el primer anuncio, el Kerigma, el catecumenado, la iniciación cristiana. La conversión es considerada, junto con la fragilidad de las comunidades, una de las piedras de toque de toda nuestra acción pastoral. Pues los fracasos pastorales, tienen que ver mucho con el no edificar sobre la conversión. La conversión es la raíz sin la cual todos los demás esfuerzos resultan artificiales. 99. Se puede decir que Aparecida puede llevar a la Iglesia del continente a superar un supuesto con el cual se ha trabajado hasta ahora y que impide que la pastoral sea auténticamente misionera: el dar por supuesta la conversión. A asumir lo ya pedido en su momento por el Directorio General para la Catequesis: “Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz” (DGC 276). Pues, “sólo a partir de la conversión, contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea de educación en la fe” (DGC 62) 100. Todo lo anterior explica el llamado de Aparecida a la conversión pastoral. Conversión pastoral que ha de realizarse desde una perspectiva misionera. Perspectiva que incide en todos los campos de la evangelización. Para el caso de la catequesis, pide que ella se entienda como una acción educativa al servicio de la iniciación cristiana integral. Y para lograrlo debe inspirarse en los criterios del catecumenado. A saber: ser consecuencia del anuncio misionero, explicitar la conversión y realizarse en un ambiente comunitario. D. Asumir el problema de la iniciación cristiana 101. Toda esta realidad de transformación que pone en crisis los procesos de socialización incluyendo los religiosos y de fe, exige de parte nuestra un esfuerzo sincero y serio de renovación de la catequesis presacramental, hacia procesos de iniciación cristiana. Pues la iniciación cristiana, está en el origen no sólo de la vida Directorio Nacional de Catequesis 23
  • 24. de la fe personal de cada uno de los cristianos, sino también de la vida de la comunidad de fe. 102. Son muchos los factores de orden social, cultural y eclesial que exigen de nosotros revisar la forma como llevamos a cabo actualmente la catequesis. Somos conscientes que el proceso de iniciación se presenta entre nosotros más como un ideal a alcanzar, que como realidad pastoral. 103. Nuestra realidad nos muestra que hacemos una serie de acciones diversas pero no implicadas entre sí. Si bien es cierto que en su gran mayoría son acciones propias de la función de iniciación, como catequesis presacramentales, formación de padres y padrinos, generalmente no existe articulación entre ellas. 104. Limitándonos al campo de la catequesis, varias afirmaciones de Aparecida invitan a las comunidades cristianas a renovarla en profundidad, a asumir con creatividad e imaginación nuevas formas y posibilidades (DA 286), que superen la situación pobre y fragmentada de la iniciación cristiana, considerando todos los elementos de la misma: el qué, el para quién, el cómo y el dónde se realiza (DA 287). 105. Opción de base y fundamental en este sentido es la iniciación cristiana, el catecumenado y la inspiración catecumenal de la catequesis. Aparecida es reiterativa en este sentido: “Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana” (DA 291); “sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación cristiana que comience por el kerigma” (289), “proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y fundamental” (DA 294). 106. Con esta opción, Aparecida coloca a la Iglesia del Continente a la par con la búsqueda común de la Iglesia universal en el campo de la catequesis. También la invita a recuperar y a estimular, el modo como la Iglesia de los orígenes entendía y hacia la catequesis y hacía cristianos: a modo de un catecumenado. 107. La reflexión universal en torno a la iniciación cristiana y la catequesis, gira alrededor de aspectos como el redescubrimiento de la misión, la primacía de acciones de primera evangelización y primer anuncio, el catecumenado bautismal, la inspiración catecumenal de la catequesis, kerigma e iniciación cristiana, educar y acompañar la conversión, la renovación comunitaria de la catequesis, la renovación misionera y comunitaria de las parroquias, y la diversidad, apertura y flexibilidad de los procesos, catequesis descompartimentada y catequesis intergeneracional. Elementos todos que han de entrar en consideración a la hora de pensar en un nuevo paradigma para la catequesis hoy, en los esfuerzos de renovación iniciados o por iniciar y en la formación de agentes. Directorio Nacional de Catequesis 24
  • 25. E. Qué clase de problema es la iniciación cristiana 108. En la actualidad, la iniciación cristiana y la catequesis que la acompaña, revisten gran importancia pastoral en la tarea de la Iglesia, tanto que toda opción por la pastoral misionera se juega no sólo en la necesidad de articular primera evangelización y catequesis, sino también en la urgencia de realizar procesos articulados de iniciación cristiana, tal como lo señalamos antes asumiendo las enseñanzas del Directorio General para la Catequesis. 109. La renovación de la pastoral de la iniciación cristiana, es pues necesaria en la Iglesia de hoy. En ámbitos teológicos y pastorales de distinta índole se advierte y se señala esta necesidad. Las razones que se aducen son de distinto tipo: cambio del entorno sociocultural, deficiencias de la familia en la educación cristiana de los hijos, la reducción de la catequesis a la mera instrucción, la falta de auténticas comunidades de fe y la desarticulación de los procesos. A pesar de los muchos y variados intentos de renovación de la catequesis, en muchos casos no se llevan a cabo verdaderos procesos de iniciación cristiana integral. 110. De lo que se trata es de revisar y de replantearnos todo el proceso de hacerse cristiano en su conjunto, en lo que respecta a su planteamiento, sus diversas fases, articulaciones y exigencias. Pues como lo señalan distintos estudios, es vana ilusión pensar que basta añadir algo a la catequesis para que vuelva a ser eficaz, o que es suficiente la puesta al día en algunas técnicas y algunos textos. Lo que hemos de volver es a plantearnos es todo el proceso de hacer cristianos. 111. Lo que pide asumir en todas sus implicaciones pastorales el reconocer que “el cristiano no nace, se nace”11. Principio que evita reducir el problema de la catequesis y de la iniciación cristiana a una revisión de los programas y textos de las catequesis presacramentales o a un pequeño cambio en el tiempo. 112. Muchas Conferencias Episcopales ya se han pronunciado al respecto. Sus documentos hablan de cambios radicales y estructurales. En términos suyos, pasar de los cursos a los itinerarios, fortalecer la inspiración catecumenal de la catequesis hoy y de darle la verdadera importancia y protagonismo a la comunidad. En síntesis, como los problemas relacionados con la iniciación cristiana son más de fondo que de forma, se trata de pensar y elaborar un nuevo paradigma para la catequesis, tal como lo sugirió la tercera semana latinoamericana para la catequesis del año 2006. F. Se necesita un nuevo paradigma en la catequesis 113. Los estudios dicen que un paradigma catequético es una manera global de concebir, pensar y de practicar la catequesis de una manera adaptada a un contexto sociocultural y eclesial particular. Un paradigma catequético es un 11 TERTULIANO. El Apologético, apología 18,4. Madrid: Ciudad Nueva, 1988. p.193 Directorio Nacional de Catequesis 25
  • 26. modelo fundamental de catequesis que vale en un conjunto sociocultural y religioso determinado. 114. Estamos hoy en un tiempo de transformación cultural, a nivel local como también a escala mundial, que nos conduce hacia un nuevo paradigma catequético. Que responda a las profundas novedades del momento en lo religioso, lo cultural, lo social, lo económico, lo político. 115. Un cambio de paradigma catequético se produce en un contexto de cambio global, cuando aparecen nuevos retos sociales y religiosos en una sociedad en plena transformación. Retos y transformaciones descritas de modo genérico a lo largo de este Directorio, y que deben ser reconocidas en la particularidad de situaciones propias de un país multicultural como el nuestro. 116. El nuevo paradigma catequético hoy es –a la vez-, misionero, iniciático y comunitario. Con ello no se dice que abarca todas las etapas de la evangelización descritas. Se dice que la catequesis de iniciación es consecuencia del anuncio misionero eficaz, dando continuidad y explicitación a lo suscitado en el anuncio del Kerigma y al proceso de conversión y de adhesión. Y se dice que la iniciación y la catequesis que la acompaña de modo pedagógico, necesita de un ambiente comunitario, pues de lo que se trata es de vivir una profunda experiencia de encuentro con Jesús y de transformación personal. Ambiente comunitario, característico de los procesos catecumenales, tal como lo enseña la práctica de hacer cristianos de las comunidades primitivas. 117. El nuevo paradigma catequístico, además de subrayar los elementos propios de la catequesis, también habla de la importancia hoy de realizar una acción articulada, coherente y unitaria entre las distintas etapas de la evangelización. De hecho, la situación actual de la evangelización exige que el anuncio misionero y la catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero, catecumenal y comunitario (DGC 277). 118. Aparecida da las razones para asumir este nuevo paradigma en sus distintos elementos, en los que sobresale el comunitario: “Es necesario asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter misionero” (DA 291). 119. La catequesis está al servicio de la iniciación cristiana. Para ello, se inspira en el catecumenado. Para lo cual pide una acción misionera previa, en forma de primer anuncio o de kerigma, y una comunidad viva que sea origen, lugar y meta. G. Cómo construir y entender este nuevo paradigma de la catequesis 120. Lo misionero: “Hoy la catequesis debe ser vista como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz” (DGC 277). “Ad gentes sitúa el catecumenado en el contexto de la acción misionera. Más que hablar de catequesis misionera, se dice Directorio Nacional de Catequesis 26
  • 27. que la catequesis es consecuencia del anuncio misionero: “Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe” (DGC 62). 121. Catecumenado sí, pero no es suficiente. Se necesita también acciones de primer anuncio de modo institucionalizado y regular, que susciten la conversión y el deseo de seguir a Cristo haciéndose discípulo suyo. No se puede seguir educando en la fe dando por supuesta esta conversión inicial. Esto lleva a repensar de modo profundo el modo como hacemos y entendemos la catequesis hoy. 122. Lo iniciático o catecumenal: Inspirada en el catecumenado debe favorecer la experiencia, la inmersión, el aprendizaje global de la vida cristiana. 123. Lo comunitario: Consiste en considerar que las comunidades, como tales, son el lugar, el origen y la meta de la catequesis. H. Nuevos enfoques desde la misionología 124. La misionología hoy no es un anexo optativo en el campo pastoral, es campo de la teología fundamental. Se pasa de una teología de la misión a una teología misionera. Lo cual comporta transformaciones de hondo calado para la comprensión de la Iglesia y de la misma catequesis. 125. En este campo, como en todos en la Iglesia hoy, la misionología ejerce una función crítica y renovadora. Ahondar en ellos es lo que va a permitir que en nuestro país se comprenda en el campo de la catequesis la conversión pastoral solicitada por Aparecida como exigencia de la misión. Pues no puede haber misión sin renovación de la Iglesia. 126. Por otro lado, permitirá comprender el aporte específico de la catequesis a la misión permanente de la Iglesia, que aunque implica, trasciende el llamado a la misión continental, que en ocasiones es asumida más como un asunto de coyuntura, que de siempre. 127. Resulta obvio que la misionología nos incite a pensar modos nuevos de transmitir el Evangelio, modos diferentes. De este modo pueden interpretarse varias frases de Aparecida, en particular cuando invita a “imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento” (DA 286), a afrontar los desafíos de la iniciación cristiana “con decisión, valentía y creatividad” (DA 287), a solicitar la “renovación de la modalidad catequística de la parroquia” (DA 294). El camino que lleva a la Iglesia a recobrar su rigor misionero pasa por la seriedad con que se plantee y se realice la catequesis. 128. Una catequesis pensada en perspectiva misionera y en situación de contexto misionero, ha de pensarse y hacerse de un modo tan distinto, múltiple y diverso a Directorio Nacional de Catequesis 27
  • 28. los modos homogéneos como aún continuamos haciéndolo. Debe hacerse con mayor seriedad y rigor. 129. Un indicio de que las cosas cambian, será el dedicar a la formación un tiempo suficiente. La catequesis no tiene como meta la celebración de los sacramentos, sino la confesión de fe consciente y responsable: “La finalidad de la catequesis consiste en propiciar una viva, explicita y operante profesión de fe” (DGC 66). 130. Otro indicio es el respeto hacia los que se forman. Acogerlos y acompañarlos en la situación de fe en que realmente se encuentran. No es nada provechosa la precipitación por introducir en catequesis a quien todavía no tiene ningún motivo para cambiar de vida y hacerse discípulo de Jesucristo. La catequesis es sencillamente inútil cuando falta una mínima atracción hacia Jesucristo, cuando no se ha recibido aún la gracia de la conversión. Si no hay conversión inicial, debe ofrecerles acciones de primer anuncio y de Kerigma. O dicho en otros términos por el mismo Directorio, “frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan de hecho, una verdadera conversión”. (DGC 62). 131. Con que facilidad olvidamos hoy este hecho tan contundente: “Solo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación en la fe”. (DGC 62). 132. Lo que significa que esta conversión es el presupuesto, el punto de partida de la catequesis. La catequesis se dirige al convertido, a la gente que ha recibido, aceptado, entendido el Kerigma. Es por lo tanto realmente desafortunado y equivocado presentar la catequesis a aquellos que no han recibido el Kerigma. Sin Kerigma, la catequesis corre el peligro de no ser más que mera enseñanza religiosa la cual no penetra realmente en el corazón del creyente, ya que no hay punto de entrada en una fe que todavía no existe. Con el Kerigma, al contrario, la catequesis adquiere su verdadero lugar. 133. Sin conversión no puede haber iniciación cristiana, la incluye, es la que asegura el paso al catecumenado. Debemos a acostumbrarnos a esta mirada. Porque si bien es cierto que se ha hecho cada vez recurrente hablar de Kerigma, lo es menos hacerlo de la conversión. Así como somos sensibles al anuncio del Palabra, especialmente a los contenidos del Kerigma, hemos de ser también sensibles al itinerario humano de la conversión. Lo cual nos ayudará también a dejar de ver el kerigma como una fórmula mágica, que se repite incansablemente y que produce resultados inmediatos. Y dejar de ver la conversión también como un acto mágico, como una cuestión automática. 134. La actividad de la Iglesia no puede reducirse a responder sin más a la demanda sacramental, ni a exigir con ocasión de los sacramentos una catequesis que será soportada como un mero requisito de admisión a los ritos que se pretenden. La catequesis es sencillamente inútil cuando falta una mínima atracción hacia Jesucristo, cuando no se ha recibido la gracia de la conversión. Directorio Nacional de Catequesis 28
  • 29. 135. Aparecida nos invita a ser conscientes de esta realidad. A no dar más por supuesta la conversión inicial o de base, la propia de la opción fundamental, la de la adhesión a Jesús. De ahí su repetido llamado a tomar en consideración el momento kerigmatico del proceso formativo del discípulo. Se siente la urgencia, concluye, de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerigma (…) que conduzca al encuentro personal, cada vez mayor con Jesucristo (…) y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión (DA 289). I. Itinerarios diversificados 136. Aparecida invita a asumir “itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (DA 281). Con esto, invita a dar a cada uno el alimento adecuado, a acompañarlo de modo de acuerdo a su situación frente a la fe y al evangelio. Ha llegado el momento de que asumamos el reto de ofrecer acciones de primer anuncio para unos, de catecumenado para otros, de educación permanente para otros. O de un ir y venir. Hemos de superar así la pastoral homogénea y lineal que nos caracteriza. 137. No es posible hoy hablar de destinatarios uniformes. La realidad plural diluye la frontera que se había trazado la Iglesia entre creyentes y no creyentes, y que más bien invita a asumir la complejidad de lo religioso, en donde no existen clasificaciones y tipologías claras y precisas. La Iglesia se encuentra hoy día frente a una gran variedad de situaciones. En mundo pluralista, dinámico, heterogéneo e incierto, la Iglesia ha de transmitir la fe o anunciar el Evangelio conforme a las necesidades de cada uno, deseos y disposiciones, de un modo personalizado. Personas diversas han de encontrar caminos diversos, abiertos y plurales, respetuosos de su situación, de su ritmo, de su caminar y de su proceso. 138. La atención a la variedad de situaciones de los destinatarios impone la correspondiente variedad de modulaciones en la propuesta de la fe para su transmisión. Se imponen actitudes llenas de paciencia que acepten que la transmisión es un proceso extraordinariamente lento, siempre inacabado; que asuman, como una de las tareas de la comunidad que transmite, el acompañamiento de los sujetos en sus diferentes situaciones interiores y de respuesta personal. 139. Lo que va a pedir igualmente repensar, el modo de comprender el tiempo y las fechas en la catequesis y las catequesis presacramentales. Nada de afanes, superar de una vez por todos el dominio de las fechas preestablecidas que no respetan los procesos, y hacer de la catequesis presacramentales catequesis desde la fe y ya no más cuestiones sociales o por tradición. 140. Revisar incluso nuestra postura que liga algunos sacramentos a edades determinadas: bautismo para los recién nacidos, la eucaristía para los niños y la Directorio Nacional de Catequesis 29
  • 30. confirmación para los adolescentes y jóvenes. Sin desconocer la importancia de la catequesis según las edades, la participación en los sacramentos obedece más a procesos de conversión y de crecimiento en la fe, que a una edad determinada. Es un asunto teológico de grandes consecuencias pastorales: Los sacramentos tienen que ver, efectivamente, con una transición, pero esta es la de la conversión a una nueva manera de vivir en virtud de un ahondamiento en la fe. Por su naturaleza intrínseca, sin embargo, ninguno de los sacramentos corresponde a una etapa concreta de la existencia humana. 141. Hacer itinerarios diversificados y flexibles, significa respetar los procesos de conversión y de respuesta personal, acompañada por una comunidad, representada en muchos casos por un grupo de catequesis. No es individualizar la catequesis, sino acompañar los procesos de conversión en las diferentes edades. 142. Aparecida señala cinco aspectos que deben hacerse presente en todo proceso de formación de los discípulos misioneros: el encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión. Son ellos, elementos comunes a todo itinerario formativo. No son acciones lineales, sino elementos que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí, en cada etapa del camino (DA 226. 278). J. Misión, catequesis y religiosidad popular 143. Preguntarse por la relación entre primer anuncio, iniciación cristiana y religiosidad popular es clave para comprender la importancia de un nuevo paradigma en la catequesis. Porque incluye un modo distinto de hablar de Dios, lejos de cualquier forma de magia o de superstición, y en fidelidad al Dios de la revelación. Del mismo modo, un modo de acompañar los procesos de renovación de la catequesis hacia el paradigma de la iniciación cristiana. Pues permite aproximarse a los motivos que mueven a muchos a solicitar sacramentos. 144. La motivación explicita de esta práctica sacramental presenta, en la mayoría de los casos, los valores y las ambigüedades típicos de la religiosidad popular: razones socio-religiosas propias del sustrato de nuestra cultura. 145. No se trata de un juicio negativo y de rechazo de la religiosidad popular. Se reconoce la riqueza cultural, espiritual, religiosa y evangélica que posee. Pero también se constata una realidad de hecho, que no puede pasar desapercibida en orden a la conversión pastoral, y personal, a una adecuada pastoral misionera y la renovación de los procesos de iniciación cristiana. Que la religiosidad popular es una realidad de contraste, recargada a menudo de ambigüedades y portadora de valores. 146. Lo anterior debe llevarnos a asumir el siguiente principio pedagógico – pastoral: “No hay catequesis valida sin previa observación y análisis de la religiosidad popular”. Desde el cual, han de surgir unas adecuadas actitudes pastorales señaladas en su momento por el documento de orientaciones comunes para la catequesis de América Latina. Directorio Nacional de Catequesis 30
  • 31. 147. Primero, pide “que la catequesis no pretenda eliminarla, sino que le proporcione elementos para un mejoramiento en calidad, que le acerque a Jesús y a su Evangelio”. Segundo, adoptando una sana actitud de discernimiento, el catequista “busca en la religiosidad popular los auténticos valores cristianos, sabiéndolos distinguir de los que no lo son. Abre cauces para una vivencia más profunda de la fe; aprende a discernir entre lo que se puede cambiar y lo que no es posible, entre lo que se cambia a corto, mediano y largo plazo, entre lo que es de origen cultural, cristiano o pagano” (CAL 125 – 129). 148. Aparecida, por su parte, valora y aprecia la religiosidad popular. Recordando las palabras del Papa Benedicto, la llama “el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina” (DA 258). Razón por la cual, invita a protegerla y promoverla. 149. A los pastores, les sugiere no devaluarla, ni a considerarla un modo secundario de vida cristiana. Pues en ella “se contiene y expresa un inmenso sentido de trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal” (DA 263). “Es una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe” (DA 264). “Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanente su propia dignidad” (DA 265) 150. Sin quitarle su riqueza evangélica, que Aparecida reconoce abiertamente como quedó dicho, invita a “evangelizarla o purificarla” (DA 262), sin dar muchas razones para ello. Quizás una razón, habría que buscarla de modo indirecto en la introducción del documento, en la que sugiere para el mundo de hoy una forma nueva de concebir la fe cristiana, más arraigada en Cristo, una fe más de adhesión y de conversión, que de tradición. Por eso dice: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados” (DA 12). K. La opción por la catequesis de adultos 151. Hoy es común en la Iglesia al hablar del nuevo paradigma en la catequesis, hablar de catequesis de adultos como opción prioritaria. Se asume cada vez, no son dificultades, uno de los principios claves de renovación de la catequesis señalados por la investigación catequética actual y por el Directorio General para la Catequesis: “la catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan. Esto implica que las catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella en un proyecto catequético coherente de pastoral diocesana” (DGC 59). 152. Una forma prioritaria de catequesis de adultos, y que con el paso del tiempo se volverá más común, es la del catecumenado bautismal. En su desarrollo, ha de Directorio Nacional de Catequesis 31
  • 32. asumir las inspiraciones del RICA y por lo mismo se modela según los principios del catecumenado antiguo. Se estructura según sus etapas, se vincula con la liturgia, y busca que la comunidad cristiana sea efectivamente el origen, lugar y meta de la catequesis. Esta experiencia, con variedad de procesos, empieza a dar muestras de renovación del cristianismo, de la Iglesia y de las comunidades cristianas. 153. La forma de catecumenado postbautismal para bautizados no convertidos o no suficientemente catequizados o evangelizados, tiene un ámbito de realización específica que es el mundo de la catequesis de adultos, siempre y cuando se entienda ella más relacionada a procesos de iniciación o de volver a la fe y la Iglesia. Para que ella exista, no ha de confundirse la catequesis de adultos con la educación permanente en la fe, y ha de ser consecuencia de un adecuado anuncio misionero que convoque a muchos adultos bautizados, y algunos hasta con eucaristía y confirmación, pero alejados o indiferentes a dar comienzo a verdaderos procesos de volver a la fe. 154. El volver pide de medios específicos y de una seria voluntad eclesial. La situación de estas personas de un “volver a empezar”, de un “recomenzar”, no de un profundizar en la fe. Tampoco son personas cuya iniciación está en curso o cuya iniciación tenga que ser completada, pues estas son personas que conservan un vínculo con la Iglesia. La de los “recomenzantes” es la de aquellos que suelen llamarse “alejados” de la Iglesia, la de ese “grupo entero de bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio” (DGC 58). Donde cabe incluso preguntarse, si aunque bautizados, con eucaristía y confirmación, han tenido alguna vez el sentido vivo de la fe, es decir, si han hecho en algún momento de su vida una conversión a Jesús. 155. Se puede llegar a decir que un indicador de una comunidad misionera, consiste en el hecho de encontrarse con muchos adultos interesados por procesos de reiniciación. No solo adultos en grupos pastorales o en reuniones. También con adultos que quieren “volver a creer” y a creer de un modo nuevo. Volver a encontrar a Dios. Y de una forma novedosa. L. “Los lugares” de la catequesis” desde una perspectiva misionera 156. Se ha dicho que en este contexto misionero, la misión ad gentes se vuelve la perspectiva de comprensión de la realidad y de la toma de decisiones pertinentes de evangelización. La incidencia de la mirada misionera sobre la Iglesia, el contexto y la catequesis es lo que se ha intentando abordar en este apartado del documento. Perspectiva misionera que incide no sólo en su comprensión: la catequesis a modo de catecumenado al servicio de la iniciación cristiana integral. Pero que además ha de incidir en el modo de comprender los lugares de la catequesis. Sin lo cual, no va a ser posible que se piense un nuevo paradigma catequístico en nuestro país. Directorio Nacional de Catequesis 32
  • 33. 157. En los documentos sobre la catequesis se habla de lugares de la catequesis. Tradicionalmente se menciona dentro de ellos a la familia, la parroquia, la escuela católica, las comunidades de base y los movimientos y asociaciones de fieles (DGC 264). 158. Aparecida no reduce estos “lugares” a la catequesis. Los llama “lugares de formación para los discípulos misioneros”. Por eso, además de hablar de la familia, la parroquia, las pequeñas comunidades, los movimientos eclesiales y nuevas comunidades, habla también de los seminarios y casas de formación religiosa, la educación católica, los centros educativos católicos y las universidades y centros superiores de educación católica (DA 301 – 346). 159. Para el caso de la catequesis de iniciación destaca a la familia y a las parroquias, sobre todo cuando se trata de la iniciación cristiana de los niños: “la familia, pequeña Iglesia, debe ser junto con la parroquia, el primer lugar para la iniciación cristiana de los niños” (DA 302). Recuerda el compromiso de los padres de educar en la fe a sus hijos y de introducirlos en el camino de la iniciación cristiana. Tarea en la cual deben recibir todo el apoyo de las parroquias por medio de la pastoral familiar, ofreciendo “espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa”. 160. Sobre la parroquia, afirma que es lugar donde ha de asegurarse la iniciación cristiana. En este sentido, tareas suyas irrenunciables son: “iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el Kerigma, quieren abrazar la fe”. En la realización de cada una de estas tareas ha de inspirarse en el RICA 12. (DA 293). Documento que puede animar la renovación catequética de la parroquia. Para que ella asuma en todas las edades el proceso formativo propio del catecumenado, sea en la forma de catecumenado bautismal o en la forma de catecumenado postbautismal (DA 288.294). Es el modo como la parroquia afronta con decisión, creatividad y valentía, la pobreza y la fragmentación de la iniciación cristiana tan común entre nosotros (DA 287). Modo que incluye el Kerigma en la iniciación cristiana (DA 288), en el que considera tanto el qué, como el para quién, el cómo y el dónde se realiza la iniciación cristiana (DA 287). 161. Con ello, no es que Aparecida desconozca las dificultades tanto de la familia como de la parroquia hoy, en los procesos de transmisión en la fe. Aparecida reconoce la crisis de la transmisión de la fe en la familia y en la parroquia como un síntoma de los problemas actuales de socialización. Ve que la familia, dados los profundos cambios sociales y culturales, encuentran serias dificultades para la transmisión de la fe (DA 100). Tanto, que las parroquias deben, conscientes de este problema y de la crisis de la familia, brindar a los niños y a los jóvenes un espacio comunitario para formarse y crecer comunitariamente (DA 304). 12 COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA. Ritual de la iniciación cristiana de adultos (18 abril 1976). En adelante se citará con las letras RICA. Directorio Nacional de Catequesis 33
  • 34. 162. Para el caso de la familia Aparecida no solo reconoce la crisis de transmisión de la fe, sino que es consciente de la misma crisis de la familia en América Latina. Razón por la cual siente que la Iglesia está llamada a anunciar la “buena nueva de la familia” (DA 103. 114-119). La problemática de la familia en su generalidad, y no solo el asunto especifico de educar en la fe de los hijos, es para Aparecida un asunto de particular relevancia hoy. Por eso, afirma, “en nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia” (DA 432). 163. Sobre la parroquia, insiste en su llamado a la renovación misionera de la misma, tanto de la rural como de la urbana (DA 170. 173). Renovación que parte del principio que la parroquia ha de ser entendida como “comunidad de comunidades”, en las que viven y se forman los discípulos misioneros. 164. Uno y otro, tanto el servicio más amplio que la Iglesia presta a la familia, y no sólo la preocupación por la transmisión de la fe en familia, como la invitación a la renovación misionera y comunitaria de la parroquia, sugieren un repensar estos dos lugares de catequesis desde una perspectiva misionera. Así se podrá salir de lugares comunes, de miradas estrechas y simples, sobre la problemática familiar y parroquial. 165. Lo que pide además reconocer que detrás de la doctrina o del pensamiento acerca de los lugares de la catequesis, esta el principio que acepta y reconoce en la comunidad cristiana, una función particular en relación con la catequesis. Principio que afirma que la comunidad cristiana es el origen, el lugar y la meta de la catequesis. Y todos estos lugares, de alguna u otra forma, han de cumplir y cubrir ese principio. Ya sea porque lo explican por sí mismas y de modo “autosuficiente” como el caso de la parroquia pero sin caer en el parroquialismo, o ya sea porque hacen referencia a la comunidad cristiana más amplia y de referencia, como en el caso de los otros, particularmente la familia. 166. Los cambios culturales del momento exigen, no el cambio del principio, sino la asunción del mismo de un modo más acorde y quizás menos conservador, en el sentido de “mantenimiento” o de conservación”. Pues es un hecho que estos lugares, con las particularidades de cada uno y en el respeto de su especificidad en relación con la catequesis y la evangelización, han de ser repensados y revisados, si queremos hacer de ellos lugares de una auténtica iniciación cristiana, tal como lo sugiere un documento del episcopado alemán: “En las condiciones de nuestra sociedad diferenciada y secularizada, cada vez es más infrecuente una educación orgánicamente continua y basada en la aportación mutua – que duramente mucho tiempo era obvia – en los ámbitos de la familia, la escuela y la comunidad. Pero ello no quiere decir que los lugares tradicionales de aprendizaje de la fe hayan quedados superados. Siguen teniendo hoy también un valor irrenunciable, pero han de ser pensados de forma nueva e integrados, con sus posibilidades y límites en el conjunto de la transmisión de la fe de la Iglesia”. Directorio Nacional de Catequesis 34
  • 35. 167. Es un hecho que en nuestro país la escuela católica tiene una función social reconocida en la preparación a los sacramentos de iniciación. Son muchas las familias que acuden a ella como una forma de preparación presacramental. Pero ella, como los otros lugares de socialización, se encuentra en procesos de profunda transformación y de crisis. Ha de replantearse, por ello, la pertinencia de una catequesis de iniciación propiamente dicha en la escuela católica. Tanto más, cuando las tendencias hacia el futuro, muestran que ella se orienta a ser un lugar con un carácter más misionero que estrictamente catecumenal y de educación permanente en la fe, para la mayoría de quienes estén vinculados a ella. Por lo que la pastoral en ella debe pensarse bajo los parámetros de lo que se conoce hoy como la pastoral educativa académica, y no replicar en su interior esquemas más ligados a la parroquia o a la comunidad cristiana. 168. De acuerdo con lo señalado por el Directorio General para la Catequesis, debemos avanzar en nuestro país en la aplicación del principio de distinción y de complementariedad entre Educación Religiosa Escolar (ERE) y catequesis de iniciación en las comunidades cristianas (DGC 73 – 76). La ERE debe ser vista, como la generalidad de la escuela católica, bajo las orientaciones de la pastoral educativa académica, por lo que no cabe suplirla o reemplazarla por la catequesis presacramental. 169. En este Directorio Nacional, como se ha hecho la opción por la catequesis al servicio de la iniciación cristiana integral, se pone el énfasis en la familia y en la parroquia como lugares prioritarios y originantes de la iniciación cristiana, comprendiendo la escuela católica como un lugar más de acción misionera que de catequesis propiamente dicha. Este ámbito, de manera especial lo relacionado con la ERE, ha sido tratado por el Episcopado Colombiano en otros espacios y debe ser regulado por otras orientaciones, relacionadas con la pastoral educativa académica, y no con los que tiene que ver con la catequesis de iniciación propiamente dicha. N. Perspectiva misionera de la acción con las familias 170. Desde Aparecida dos hechos han llamado la atención: la crisis de la familia y la crisis de transmisión en la fe de la familia cristiana. Juntos pide una perspectiva misionera y comunitaria de nuestra acción con las familias. Para que lo humano y lo cristiano de la familia se respete, y para que las familias cristianas en comunidad sean ellas familias cristianas y los padres acompañen a sus hijos en la fe, especialmente en la infancia por medio del despertar religioso. 171. Hasta el presente nuestra acción con los matrimonios y familias se limita a ciertos breves contactos, a modos de cursos o de encuentros con padres, con ocasión de la preparación a un sacramento, bautismo, eucaristía y matrimonio. Con contadas excepciones, que permiten mayor vínculo con la comunidad y mayor acompañamiento, como el favorecer que familias enteras o algunos miembros de las mismas participen en pequeñas comunidades o en movimientos especializados en el matrimonio y la familia. Lo que puede llevarnos a concluir que no hemos tomado en serio el hecho de que la sociedad de hoy es distinta (plural, Directorio Nacional de Catequesis 35
  • 36. secular, laica, democrática), que la familia de hoy no es lo mismo que antes, así como de los problemas y limitaciones que encuentra hoy la familia para educar a sus hijos en la fe desde pequeños. 172. Esta nueva situación pide que consideremos y que asumamos la pastoral matrimonial y familiar desde una perspectiva más misionera. Pero no solo el contexto lo pide. También lo exige la misma identidad de la familia cristiana, que ha de ser evangelizada y evangelizadora. Y esto es lo que algunos llaman “pastoral familiar en misión”. Pues de lo que se trata es de asumir, en este caso de la familia y de la educación en ella de los hijos a la fe, el primer anuncio del evangelio como el horizonte de nuestra acción hoy día. 173. La exigencia misionera de la pastoral matrimonial y familiar lleva a profundizar y considerar en la realidad social de la familia en su conjunto. Es decir, que parte no de la familia idealmente constituida, sino de la realidad familiar en nuestro país y sus dificultades. 174. La pastoral familiar en misión asume el criterio “no se puede evangelizar sin familia cristiana y no hay familia cristiana sin evangelizar”. Aunque suene un poco extraño, se trataría para lo concreto de nuestra acción, no solo hacer reuniones de padres de familia con ocasión de alguna preparación presacramental o de quienes se van a casar previas a la celebración del sacramento, sino, y ante todo, de hacer familias cristianas. O en otras palabras: dichas reuniones y encuentros toman sentido desde un horizonte más amplio que el puntual ligado a lo presacramental: el horizonte de hacer cristianos que a su vez hacen familias cristianas y que viven como familias cristianas. De este modo también se podrá hacer realidad este otro principio: “la familia es evangelizada y evangelizadora al mismo tiempo”. 175. Si se cambia el modo de pensar y de hacer las cosas, ya los padres no solo se sentirán invitados a una que otra reunión, sino a crecer en su fe, a ser verdaderamente Iglesia, a participar de modo efectivo y afectivo en la Iglesia. Y de este modo, unos adultos llamados a crecer de modo permanente en su fe, a su vez cumplirán la tarea de acompañar y de educar en la fe a sus hijos. Se cambia así la mentalidad de los cursos a los procesos, de una catequesis solo en la comunidad, a una catequesis en la, de la, para la comunidad. 176. Se trata de pensar en la aplicación de este principio: en la familia, con la familia y en la comunidad. Principio que reconoce primero el papel primordial de la familia; segundo, el compromiso de la comunidad cristiana por acompañar y apoyar a los padres y adultos en general en su propio crecimiento en la fe, así como en el modo de educar a sus hijos; y tercero, reconocer que la comunidad debe ofrecer a la par de la educación familiar que tiene características más experienciales y vivenciales, catequesis sistemática a los niños desde la más tierna edad con pedagogías adecuadas a las distintas edades. Catequesis en las cuales, se favorezca, al mismo tiempo, la vivencia y la celebración de la fe por parte de los distintos miembros de la familia. Y en la cual, se realizan adecuados procesos de catequesis de adultos en su modo de reiniciación o de educación permanente. No se trata ni de desvalorizar la educación familiar a favor de la Directorio Nacional de Catequesis 36