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¿LA EXPERIENCIA ES UN GRADO?
El papel de los padres consumidores
en la prevención del consumo de
drogas
Joan Pallarés Goméz
David Pere Martínez Oró
Investigación financiada por la Delegación del Gobierno de Plan Nacional Sobre Drogas.
Gestionado por:
© Joan Pallarés Gómez y David Pere Martínez Oró, 2012
© de esta edición: Fundación IGenus.
www.fund-igenus.org
info@fund-igenus.org
Primera edición: Setiembre de 2012
ISBN: 978-84-616-2170-5
Depósito Legal: B-32910-2012
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN. ............................................................................................................... 1
2. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO: “nuestros padres, no tenían ni idea ni conocimiento de
lo que eran las drogas”.................................................................................................................. 4
3. METODOLOGÍA................................................................................................................ 19
4. CAMBIOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES: “Hay cosas que ahora se pueden
hablar más que antes”................................................................................................................. 26
5. NO TODAS LAS ÉPOCAS FUERON IGUALES: “¡Mi padre es drogadicto!” ................... 33
6. MOSTRAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO DE DROGAS A LOS HIJOS:
“Ante la evidencia, qué vas a hacer”........................................................................................... 36
7. NO TODAS LAS DROGAS SON IGUALES: “Los porros creo que es más aceptable”.... 42
8. DIFERENCIAS DE LAS DROGAS POR LOS DISCURSOS O LAS GRADUACIONES
QUE PERMITEN: “El consumidor admite muchos matices”....................................................... 45
9. LAS DIFERENCIAS DE EDAD Y GÉNERO: “Hay que funcionar como los chicos” ........ 47
10. LA PROHIBICIÓN COMO MARCO: “¡Hay plantaciones que es una barbaridad!”........... 50
11. LOS APRENDIZAJES SON IMPORTANTES: “¡Ojalá lo que hemos vivido nosotros les
sirva para algo!”........................................................................................................................... 53
12. PONER LÍMITES: “Pero de todas maneras, harán lo que les dé la gana a ellos” .......... 58
13. LA GESTIÓN DE LOS MIEDOS: “Es lo que me preocupa”.............................................. 62
14. EL PAPEL DEL ALCOHOL: “Hay más bares que tiendas” ............................................... 65
15. CONSUMOS ACCEPTABLES: “Yo lo que quiero es que sean felices”............................ 68
16. CÓMO ACTUAR: “Tampoco puedes cerrarles las puertas, tendrán que vivirlo”.............. 70
17. CONCLUSIONES. ............................................................................................................ 72
18. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. ................................................................................ 77
¿La experiencia es un grado?
1
1. INTRODUCCIÓN.
El equipo de investigación de la Fundación IGenus ha trabajado en los últimos años diferentes
fenómenos relacionados con el consumo de drogas, la difusión del consumo de cocaína y la
normalización social de las drogas ilegales. Entre los distintos trabajos producto de estas
investigaciones destacamos: “Entre rayas. La mirada adolescente hacia la cocaína” (Martínez
Oró y Pallarés, 2009), “La Mirada femenina hacia la cocaína” (Pallares y Martínez Oró, 2010),
“El camino hacia la cocaína” (Martínez Oró y Pallarés, mimeo) “La normalización social del
consumo de drogas (Martínez Oró y Pallarés, en prensa) y “Del consumo recreativo al consumo
problemático” (Martínez Oró y Pallarés, mimeo). Todas estas investigaciones no hubieran sido
posibles sin el apoyo económico del Plan Nacional Sobre Drogas, que además de la
financiación nos han depositado la confianza para plantear los diseños de las investigaciones
con total libertad.
En todos estos trabajos hemos observado que la educación que los jóvenes reciben de sus
padres influye notoriamente en la actitud hacia la drogas de los hijos, es decir, los padres
juegan un papel importante en la prevención del consumo de drogas, aunque su tarea deba
cruzarse con los mensajes que reciben de los medios de comunicación social, y muy
especialmente, del grupo de iguales. En la investigación “Del consumo recreativo al consumo
problemático”, en la cual investigamos el papel de la familia, los contextos y el grupo de iguales
en la regulación de los consumos de los jóvenes, observamos con bastante recurrencia indicios
de padres tolerantes hacia el consumo y también de padres consumidores de drogas ilegales.
Indicios que también fueron contrastados por el Observatori de Nous Consums de Drogues a
partir de 2005. En este sentido, cada vez poseíamos más evidencia, sobre un fenómeno que no
se había producido anteriormente, estamos hablando de la incorporación al rol de
padres/madres de personas consumidoras, ex consumidoras (sin problemas adictivos) o de
aquellos que aunque no consumieron estuvieron en contacto con variedad de consumos
recreativos de drogas ilegales. Por tanto, estábamos delante de una nueva relación entre
padres, hijos y consumos de drogas, que como veremos ha sido producida por diversos
factores socioculturales, y que es relativamente nueva, puesto que son generacionalmente los
primeros padres, que luego de ser consumidores, abordan el consumo de sus hijos desde la
2
experiencia que les proporciona su trayectoria juvenil vinculada, también, al consumo de
drogas.
Estos padres consumidores, cuando sus hijos alcanzan la adolescencia, deben encarar la
prevención del consumo de drogas, pero ¿cómo afronta la prevención de sus hijos una persona
que ha estado en contacto con las drogas? ¿Utiliza un discurso alarmista? ¿Tolera los
consumos? ¿Cómo maneja sus consumos y la educación de sus hijos? Estas y muchas otras
preguntas que intentamos responder motivaron la realización de la presente investigación. Por
tanto, presentamos los resultados de la investigación titulada “El papel de los padres
consumidores en la prevención del consumo de drogas” subvencionada por el Plan Nacional
Sobre Drogas según la Orden SAS/2293/2010, de 19 de agosto. Resultados de investigación
que pueden aportar luces sobre la relación entre consumos de drogas y educación familiar, así
como herramientas teóricas para intervenir mediante estrategias preventivas sobre el colectivo
de padres consumidores de drogas.
Queremos agradecer a todos los participantes de los grupos de discusión por su colaboración,
sin la cual este trabajo hubiera sido imposible. A los miembros de Ai Laket!, en especial a Miren
Ugarte por organizar un grupo tan “cañero” en Vitoria. A Elisa Benes y Laia Domingo por
ponernos en contacto con Mireia Rodríguez, quien organizó el grupo de Ibiza. A Antoni Llort, Tre
Borràs, Josep Espluga, Oriol Romaní, Mireia Ambròs y Maria Murillo, que captaron los
participantes de los grupos de Barcelona y Lleida. A todos ellos, muchas gracias.
Nuestro agradecimiento a Elena Rodríguez y Oriol Romaní por su predisposición, tiempo y
dedicación en la elaboración de un grupo de expertos que ha representado un contrapunto
excelente a los datos recogidos en los grupos de discusión.
También agradecer a la Fundación Igenus todo el apoyo y confianza depositada, tanto en la
presente investigación como en todos los proyectos desarrollados en los últimos años. A
Ernesta Sánchez, a Teresa Sabaté y a Josep Ramon Collado. A Conxita Díaz, Jordi Giné y Laia
Ligüerre por las transcripciones de los grupos de discusión.
¿La experiencia es un grado?
3
Aclaración sobre la escritura.
En el presente informe prevalece como genérico el género masculino, por tanto si no se indica
lo contrario cuando se escribe padres nos referimos a los padres y a las madres, en el mismo
sentido se debe de aplicar a las otras palabras con género como, hijos, adolescentes, jóvenes,
etc. Consideramos que la lectura de palabras como “los padres y las madres” sería muy
frecuente en el texto con la consecuente dificultad en la comprensión, que contribuiría a una
mayor complejidad del texto y que poco ayudaría a la tan necesaria igualdad entre hombres y
mujeres.
4
2. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO: “Nuestros padres, no tenían ni idea
ni conocimiento de lo que eran las drogas”
Breve introducción sobre la evolución de los consumos de drogas en España.
En la década de los sesenta del siglo pasado, crece en la opinión pública de los Estados
Unidos la sensación de un aumento del consumo de drogas por parte de los jóvenes y, en
general, con una década de diferencia, estas pautas llegarán también a Europa. Hasta
entonces, el consumo de sustancias ilegales se asignaba a minorías étnicas, intelectuales,
gente del espectáculo, soldados que regresaban de las guerras y grupos calificados como
“desviados”. El caso español, respecto a la difusión de las drogas, presenta ciertas
particularidades que están relacionadas con el aislamiento de nuestro país y, por consiguiente,
de nuestros jóvenes respecto a los procesos culturales externos y el retraso en el proceso de
<<modernización>>, ambos debidos al franquismo y sus políticas (Pallarés, 2011:16).
Gamella y Jiménez (2001) y Gamella (2003) han planteado la existencia de, al menos, dos
tipos de “ciclos” en el consumo y la percepción social del uso de drogas, para estudiar el caso
español. Así, la difusión de las drogas y los problemas a ellas asociados, han aparecido en
ciclos con ascensos y descensos, semejantes a la difusión de innovaciones y productos
comerciales, como sucede con la expansión de enfermedades y otros fenómenos; distinguen
entre los de tipo largo y lentos (mareas) que afectan a varias generaciones, tardan décadas en
manifestar las consecuencias, no causan tanta alarma social, aunque a largo plazo puedan
tener consecuencias más negativas; y los ciclos cortos (tormentas) o “crisis de drogas” que
duran entre ocho y quince años, afectan sólo a ciertos grupos generacionales, crecen
intensamente y bajan, pero generan “más alarma social y ejercen gran fascinación sobre los
diversos agentes sociales que participan en la construcción de los problemas sociales” Gamella
(2003:95). Entre las mareas tendríamos el caso del tabaco (creciendo su difusión desde los
cincuenta); el alcohol desde los cincuenta hasta hoy, el del cannabis y el de la cocaína, desde
los setenta hasta hoy. Entre las tormentas, encontramos la crisis de la heroína (1978-1994) y la
difusión de las drogas de síntesis entre 1987 y principios del siglo XXI (Pallarés, 2011:16-17).
¿La experiencia es un grado?
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El modelo español de consumo de drogas puede dividirse en distintas fases, desde los años
sesenta hasta la actualidad
1
. Definiremos una primera fase que abarca hasta la crisis de la
heroína, una segunda que comprende dicha crisis, y una tercera que viene enmarcada por el
declive de la heroína y por la aparición y difusión de las drogas de síntesis y otros estimulantes
y que se extendería hasta nuestros días.
En la primera fase, durante los sesenta, hay una escasa presencia de drogas ilegales. Si
exceptuamos los consumos de unas minorías muy poco visibles, la mayoría de los consumos
están centrados en el alcohol, el tabaco y algunos fármacos como anfetaminas e
hipnosedantes (ver Navarro, 2002). Aunque existen algunos problemas relacionados con el
consumo de estas sustancias son banalizados por la sanidad pública (Gil Muñoz, 1970). No
obstante, se empiezan a canalizar discursos alarmistas sobre las drogas ilegales a pesar de su
escasa incidencia y a relacionarlas con los jóvenes.
A finales de los sesenta España está en su proceso de <<modernización>> después de su
etapa de autarquía. La apertura que este hecho supone, implicará un desarrollo del consumo y
nuevos mercados, como el de la moda juvenil. Se nota la presencia creciente de jóvenes y se
empieza un alargamiento de la etapa juvenil, que llegará hasta nuestros días, aunque no con la
misma velocidad ni manifestándose igual en todas las clases sociales. Las drogas,
especialmente las ilegales, aparecen como un <<marcador social>> del cambio, puesto que
durante la etapa de la autarquía estábamos al margen del complejo cultural de las drogas
ilegales implantado en otros países desarrollados desde finales del siglo XIX (Comas 1994,
2002).
Coincidiendo con el alargamiento de la juventud van apareciendo espacios y tiempos de ocio
juvenil especialmente nocturno (Pallarés y Feixa, 2000; Laespada y Pallarés, 2001; Pallarés y
Cembranos, 2001), separados de los de los adultos, que incidirán en la aparición y recreación
de culturas específicas y que contribuirán a dotar de sentido a los consumos de drogas.
El cannabis será la primera droga ilegal que aparece en escena. Como ha señalado Romaní
(1999) en el bienio 1967-68 se introduce el hachís por parte de los hippies que volvían de
1
Estamos siguiendo anteriores trabajos de Pallarés (2003, 2007 y 2011).
6
Oriente o de Holanda, para los cuales formaba parte, junto a otros elementos, de un modo de
vida. Posteriormente, en la etapa 1972-75 se da un crecimiento del uso del cannabis y del LSD,
que pasará a ser como una moda para grupos underground y de una cierta radicalidad política.
En la época de la reforma política (1976-78) los consumidores crecen, y el consumo de
cannabis y de alcohol tiene fuerte presencia en las manifestaciones y fiestas en la calle,
simbolizando una conquista al régimen, y particularmente el consumo de cannabis, como un
símbolo de la identidad <<izquierdista>>. A partir de 1978 crece sosteniblemente su consumo,
desvinculado de la visión contracultural del uso de drogas, y los nuevos consumidores ya no
provienen de los núcleos anteriores sino del conjunto de la juventud que se acerca a la
sustancia viéndola como una mercancía más.
La difusión de la heroína sigue un proceso similar al del cannabis. Como ha analizado Comas
(1989), los primeros consumidores de heroína (1973-77) son consumidores de núcleos sociales
selectos y reducidos: nivel social y cultural alto, estudiantes universitarios, profesionales,
académicos, insatisfechos con el tipo de sociedad y progresistas. Ven la heroína como una
sustancia más, que canaliza su experiencia de ruptura social, y como no existe una oferta
abierta, para consumir son núcleos cerrados, próximos a los de los contraculturales
consumidores de cannabis. Entre 1977 y 1981, se incorporan al consumo de heroína miembros
de las clases medias e hijos de trabajadores, la mayoría con militancia política (ver García
Pardo, 2002). Es un período de fuerte incremento de la incidencia, y las razones de inicio
tienen que ver, básicamente con la insatisfacción y el ajuste personal. A partir de entonces la
incidencia disminuye aunque la prevalencia, todavía durante un tiempo, es más alta. Se
incorporan al consumo grupos étnica o económicamente marginales.
Ese momento es clave para la aparición de un discurso bastante monolítico sobre las drogas
que, sin ambages, pasan a ser vistas como un gran problema, centrado en la heroína
(denominada <<la droga>>) y en el <<drogadicto>>, que sólo puede ser un perverso
delincuente.
Hasta mitades de la década de los setenta no aparecen lugares de venta permanente de
sustancias ilegales y, por tanto, no hay una oferta constante de ellas por lo que, para consumir,
hay que pertenecer a redes sociales que han hecho una elaboración contracultural del
consumo. Con la oferta constante, proveniente de redes vinculadas con el ámbito delictivo, se
¿La experiencia es un grado?
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acercan otros grupos sociales al consumo que se va desvinculando de las ideas políticas y
contraculturales.
En esta época, crecen notablemente el consumo de alcohol y el de tabaco. Estas actividades
que hasta entonces eran esencialmente masculinas y de adultos irán ganando presencia entre
las mujeres y los jóvenes, con pautas de consumo nuevas en relación al tipo de bebidas,
cantidades, lugares y ocasiones para beber, etc. En menor medida crece el consumo de ciertos
fármacos como tranquilizantes y anfetaminas.
La respuesta institucional es de intensidad baja. España no ratificó hasta 1967 el Convenio
Único de Viena de 1961; hasta 1969 no se crea la Brigada Especial de Investigación de
Estupefacientes de la Policía, y en 1973 la Guardia Civil creó un grupo especializado contra el
tráfico de drogas. Los servicios socio-sanitarios sólo reciben demandas de tratamiento por
alcoholismo. A finales de los setenta, empiezan a aparecer Comunidades Terapéuticas para
problemas relacionados con el consumo de heroína (ver Comas, 1988), aunque hay consultas
privadas y clínicas que ofrecen tratamientos médico-psiquiátricos.
La segunda etapa viene definida por la <<crisis de heroína>>. En los ochenta, crece la alarma
y la preocupación social por las drogas ilegales, por el aumento de la inseguridad ciudadana y
por el miedo al riesgo de <<caer en la droga>> asociado al consumo compulsivo y diario de
heroína (Comas, 2002). Empieza a percibirse que el paro es un fenómeno estructural pues el
período 1977-1985 es de fuerte recesión económica y de destrucción de ocupación
(reconversión industrial), coincidiendo con la llegada al mercado de trabajo de las numerosas
cohortes juveniles del efecto baby-boom y con una mayor incorporación de mujeres, lo que
disparará las tasas de paro juvenil. Al perderse unos dos millones de puestos de trabajo fijos,
aumentan los problemas y las tensiones sociales. Bajo la excusa de fomentar la contratación
de jóvenes se introducen medidas de flexibilización en el mercado laboral, abriendo la etapa de
creciente precarización del mismo y de desprotección social.
La juventud, hasta entonces vista de forma positiva, se torna una carga para las familias y
aparece un discurso negativo que asocia la situación de los jóvenes a su propia condición y
aspectos culturales más que a los componentes sociales, políticos y económicos de la época.
8
Se produce en el imaginario social la relación entre juventud, delincuencia y drogas (Martí,
1998).
A mitades de la década de los ochenta se alcanzan las tasas más altas de prevalencia del
consumo de heroína, que se estabilizan a finales de la década y luego van descendiendo. Se
difunde entre los consumidores la vía de administración endovenosa como alternativa a la
adulteración y a los altos precios (ver Usó, 1996; Hidalgo, 2007). Dado que ni existen ni se
fomentan medidas de reducción de daños, una parte importante de los consumidores llegan a
compartir jeringuillas, favoreciendo la propagación del sida, que en la segunda mitad de la
década empieza a producir una mortalidad muy significativa entre los consumidores que
comparten jeringuillas.
Los consumos de alcohol y tabaco continúan aumentando, aunque por el ruido de la heroína no
se habla de ellos, ni se conciben como problemáticos. El consumo de alcohol en altas
cantidades en las noches del fin de semana empieza a ser un modelo de ocio para muchos
grupos de jóvenes, y aparecen formas de consumo en la calle, inicialmente designado con el
calificativo de <<litronas>>. La cocaína, como sustancia asociada al prestigio y al éxito (ver
Díaz et al., 1992) crece en ambientes con cierto poder adquisitivo, aunque se estaba
difundiendo también entre los consumidores más marginales de heroína, sustancia con la cual
solían combinarla, especialmente inyectada (Gamella, 1990; Hidalgo, 2007). No obstante, por
diferentes motivos, se ha silenciado su extensa difusión entre el mundo más marginal o de la
heroína, quizás para no perder su carácter elitista y de éxito.
En 1985 se crea el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) como mecanismo institucional para
coordinar las políticas de las diferentes administraciones en el ámbito de la prevención, el
tratamiento y la reinserción. Crea una red asistencial pública, que convive con la privada, y que
hasta principios de la primera década del siglo XXI estará colapsada por atender los problemas
sociosanitarios de los heroinómanos. Se difunden programas preventivos orientados al <<no a
las drogas>> ilegales, que progresivamente van incluyendo a las legales. Este tipo de
prevención se ve como la panacea para evitar y disminuir los problemas.
A finales de la década de los ochenta, en grupos muy vinculados a la cultura del baile,
aparecen las sustancias de síntesis (ver Gamella y Álvarez, 1997, Bouso 2003). Inauguran una
¿La experiencia es un grado?
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nueva época, los noventa, que viene definida por la pérdida del papel central de la heroína, que
incluso llega a perder importancia a finales de la década en los imaginarios sociales sobre los
consumidores de drogas. Se va produciendo un cambio debido al impacto de la filosofía de la
<<reducción de los daños y riesgos>> y por una cierta normalización institucional y social (ver
Comas, 2002) de las nuevas formas y pautas de consumo.
La tercera fase, se caracteriza porque en los noventa descienden considerablemente las
incorporaciones al consumo problemático de heroína y opiáceos, y se produce una difusión de
las drogas de síntesis (MDMA y análogas), también de otros estimulantes, el cannabis y
especialmente el alcohol, y desde los noventa hasta más o menos 2008-2009, en que se
produce una inflexión, se ha ido produciendo un crecimiento importante de los consumidores de
cannabis y de estimulantes, especialmente cocaína. A partir de esos años parece que
empiezan a estancarse o ligeramente a retroceder todos estos consumos y el número de
consumidores, si exceptuamos el alcohol.
En Pallarés (2011) hay un análisis más detallado de los cambios de esta tercera fase. De
manera resumida, seleccionamos los más importantes:
El modelo de consumo emergente desde los noventa, más allá de las diferencias
locales, tiende a adoptar unas características globales.
Fuerte segmentación de los espacios y tiempos formales respecto de los informales
(entre ellos los de ocio). Concentran el consumo de drogas legales e ilegales. Los
consumos el resto de la semana, y especialmente en el ámbito laboral, disminuyen a
niveles casi testimoniales, excepto el consumo de tabaco que no varía mucho. También
entre semana hay consumos de alcohol, aunque son una minoría y un grupo
considerable de consumidores diarios de cannabis.
Los consumos de drogas son una actividad más entre otras, y no siempre la más
importante, relacionada con los estilos de vida, las actividades de tiempo libre y ocio de
los jóvenes, y cada vez más, de los adolescentes (Díaz y Pallarés, 2002).
10
Los consumos de las distintas drogas están muy relacionados con los cambios y
transiciones en el ciclo vital, especialmente el paso de la niñez a la adolescencia
(alcohol y cannabis) y de la adolescencia a la juventud (incremento de los consumos y
aparición de la cocaína).
Los consumos de estas sustancias no significan romper o violar normas o patrones de
conducta, sino más bien una forma coherente de adaptarse al grupo y al entorno social.
Se produce un claro rechazo del consumo de heroína y del modelo de consumo diario
y compulsivo que representaba el <<yonqui>>.
Salir los fines de semana y consumir drogas, principalmente alcohol, se ha convertido
en la normalidad y a la vez en una exigencia para los jóvenes, para reiterar y
escenificar su condición juvenil.
La tendencia hacia la normalización social de las nuevas formas de consumo (legales e
ilegales) ha contribuido a la aceptación y “normalización” de los consumidores de fin de
semana, que dejan de verse como problemáticos o drogodependientes. Coincide con
una visión no tan negativa de la juventud, al menos hasta la aparición de la crisis
económica de finales de la década.
En el ámbito de la gestión de las drogas ha triunfado la filosofía de la <<reducción de
daños>>, contribuyendo a un cambio de imagen en los consumidores, que de la
imagen anterior del delincuente ha ido transformándose en la del enfermo y finalmente
en la de los jóvenes “fiesteros”, mucho más normalizados.
Valores y representaciones sobre los consumidores.
Hemos tenido en cuenta los cambios habidos en los consumos, para intentar relacionarlos con
los cambios habidos en las representaciones sociales sobre las drogas. A lo largo de los
noventa, se incuba un cambio en los imaginarios sociales sobre las drogas, que se manifiesta
con mayor nitidez a finales de dicha década, y que alcanza hasta nuestros días. Para indicar
las características de este cambio en la percepción social sobre las drogas, nos atendremos a
¿La experiencia es un grado?
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los resultados obtenidos en los estudios de la Fundación Igenus
2
, y a los estudios de la FAD
3
en los que han asociado los consumos de drogas con los valores y las representaciones
4
.
Existen varias diferencias entre las distintas generaciones en relación a sus experiencias con
las drogas. Los grupos de mayor edad saben sobre las drogas desde la lejanía, no de forma
directa, ni por sus experiencias, sino de una manera mediada por los estereotipos, pero sin
haber tenido contacto objetivo con ellas o con sus consumidores (excepto las legales). Las
cohortes de edad en que se encuentran los padres de los actuales jóvenes y adolescentes, sin
embargo, tienen mayor experiencia con las drogas, además ésta es directa, puesto que
algunos han consumido drogas ilegales, o indirecta, porque se han socializado en los contextos
de fiesta conviviendo con consumidores, sean estos amigos o simplemente conocidos. El tipo
de contacto, la proximidad o la distancia con las drogas ilegales, ha marcado diferencias muy
significadas en los imaginarios de las distintas generaciones respecto de las drogas, sus
efectos y los consumidores. Aunque, independientemente, exista un discurso sobre ellas,
genérico y dominante, que en algunos casos puede entrar en contradicción con las
experiencias y las visiones de las distintas personas y de sus grupos de referencia.
Siguiendo esta línea sobre la importancia de los valores y las representaciones, Rodríguez et
al. (2008) confirman el cambio radical en la percepción social sobre las drogas producido en los
últimos años en la opinión pública española, y lo corroboran con los resultados de otros
estudios. Señalan tres variables que son importantes para explicarlo: la edad, la experiencia
con las sustancias y, para algunos grupos, la ideología. Estos autores afirman que el hecho de
socializarse en contacto, más o menos directo, con las drogas, no sólo facilita el incremento de
la experimentación y el consumo, sino que ha ayudado a las personas a mantener
2
Especialmente de aquellos publicados: Díaz et al (2004); Martínez Oró et al. (2010a,
2010b); Martínez Oró y Pallarés, 2009; Pallarés et al. (2006; 2008) y Pallarés y Martínez Oró
(2010).
3
Megías et al. (2000, 2000a); Megías (2000, 2001); Megías (2005); Megías et al (2005);
Rodríguez et al (2008) y Elzo et al. (2010).
4
Hay una versión más extensa de este apartado en Pallarés (2011) el cual seguimos
aquí.
12
consideraciones más relativas respecto de las drogas. Corroboran lo que se dibujaba en
Megías et al. (2005), trabajo en el que se ve claramente el cambio de perspectiva en la
percepción de las drogas, pues, ya no son vistas solamente como problema, ya que casi la
mitad de los españoles, también, reconocen los efectos relativos a la diversión, el placer, la
desinhibición, el prestigio social y para facilitar relaciones.
Este giro en la manera de entender las drogas encaja con el cambio experimentado en la
percepción del riesgo, y en la convicción de que existen también beneficios (Rodríguez et al.
2008:325), relacionados con el ocio y el grupo.
En Megías et al. (2000a) y Megías et al. (2001) se aprecia la nueva imagen que de los
consumidores de drogas tiene la sociedad española que abandona la visión de las drogas
centrada en la heroína y que cuando la imagen se refiere a los consumidores de “fin de
semana” tiende a verlos como “normales”. La identificación del consumo de drogas y jóvenes
provoca una ambigüedad, puesto que se cree que los jóvenes, en cierta forma, deben consumir
drogas porque son jóvenes y por lo que los consumos significan, aunque, a la vez, se vean las
drogas como una amenaza y un riesgo y se pida protegerlos de ellas.
Como bien ha planteado Romaní (2004a) del estudio de Megías et al. (2000) se desprende que
hay un mayor conocimiento del “mundo de la droga” que contribuye a su progresiva
“normalización” y para apreciarlas en términos más pragmáticos. La mirada de las personas
sobre las drogas en los últimos años ha tendido a la normalización, mucho antes que la de los
medios de comunicación, por lo que hay una disonancia entre unos y otros.
En 2005 aparece una nueva versión de Megías et al. (2000) bajo el título de “La percepción
social de los problemas de drogas en España, 2004”. Desarrollan algunos de los temas ya
comentados y reaparece la nueva visión sobre las drogas y sus consumidores. Se destaca que,
a los españoles “las drogas les preocupan porque tienen que preocupar”, según el discurso
dominante y globalizador, lo cual está en consonancia con lo que “se supone que hay que sentir
o decir”, aunque luego se ven las incongruencias y contradicciones de esta perspectiva.
Los padres, ante la cercanía de las drogas, sienten que ellos han podido controlar su contacto
con los consumos, aunque aparece la angustia cuando miran a los hijos a los que no suponen
¿La experiencia es un grado?
13
la capacidad de controlar, por lo que creen que las cosas irán a peor. Pero, por el contrario,
creen que las drogas son cosas de jóvenes y que por tanto deberán experimentar con ellas.
Los discursos son más alarmistas cuando los sujetos que los mantienen están más alejados del
mundo de las drogas. A mayor contacto con las drogas, existe menor percepción de
peligrosidad. El problema se ve más importante a medida que se aleja del entorno próximo.
Aunque perviven los miedos, son más habituales, próximos y cotidianos. Las drogas ya no son
algo extraño, son una amenaza, pero reconocible, que sorteamos y con la que aprendemos a
vivir.
Aumentan considerablemente los que ven a los drogadictos como personas corrientes. La
percepción colectiva de los consumidores no está estigmatizada, el estereotipo del yonqui ha
perdido fuerza y se ha sustituido por consumidores que aparecen como más integrados: el
consumidor de pastillas (el joven), el de cocaína (con aspecto de triunfador), el consumidor de
cannabis (colega, buen chico y en el fondo normal). La población se siente más informada
(especialmente jóvenes) y las drogas producen menos miedo, aunque saben que están cerca y
que los consumos aumentan, en los ambientes de ocio, no en los de responsabilidad.
Junto con la imagen genérica de la droga, lo que define los riesgos es la distinción que se hace
entre el buen y el mal uso de las sustancias, que no tienen que ver, como en el caso del
alcohol, con la frecuencia, la cantidad, la intensidad, etc., sino con la intencionalidad con que se
usa la sustancia. El buen uso, se asocia con los fines lúdicos, con la diversión, y este tipo de
consumo se aprecia como normal y no es calificado como desviado, puesto que se cree, que
para divertirse, hay que utilizar todo aquello que potencie la diversión, y para ello se supone
que funcionan muy bien las drogas.
Existe una imagen de control, que parece independiente de los episodios concretos de abuso, y
de los <<desfases>>. Lo que aparece como inaceptable es el uso en zonas de responsabilidad:
trabajo, educación, relación familiar; eso explicaría problemas y comportamientos aberrantes,
por sacar las drogas de su contexto natural. Y el buen uso supone consumir en compañía y
divertirse, hacerlo en soledad es señal inequívoca de tener problemas, o que el consumo con el
tiempo los generará.
14
Dominan las posturas prohibicionistas sobre las permisivas, aunque evolucionan hacia una
disminución de la visión de prohibición. En el cannabis dominan las permisivas. Entre los
jóvenes, aumenta la permisividad hacia la cocaína.
En Elzo et al. (2010) se repite el estudio Valores sociales y drogas de 2001. En este nuevo
trabajo, se aprecia un proceso de 'juvenilización' en los valores de los españoles, puesto que
aquellos que se atribuyen a los jóvenes parecen los únicos que han aumentado en valoración
entre el conjunto de la población. Son los valores que se proyectan o atribuyen a los jóvenes
los que han aumentado en el conjunto de la población: vivir al día, enfatizar el ocio, importancia
de la amistad, exigencia de vivir con el gusto de cada cual, la necesidad y el placer de
arriesgarse. También se da mayor relevancia a la enfatización del presente.
Para finalizar este recorrido por los cambios en las representaciones, en Rodríguez et al. (2008)
se aprecia que con los consumos los jóvenes buscan integrarse a su grupo y responder a la
presión de la necesidad de divertirse, de ahí que puedan interiorizar una contradicción:
“consumir es malo, pero es normal”.
Prevención, consumos de drogas y relaciones entre padres e hijos: “La palabra droga era
un tabú, era imposible la comunicación. En nuestro caso es distinto, por lo menos sabemos de
qué se trata”
Durante la transición democrática, el consumo de drogas entronca directamente con la
contracultura y la agitación político-cultural. El consumo escenificaba unas ansias de libertad y
transgresión (Romaní, 1982). Aunque emergentes, los consumos de drogas ilegales
continuaban alejados de la realidad cotidiana de la mayoría de la población. La educación
relativa al consumo de drogas por parte de estos jóvenes era sólo la propiciada por los iguales.
Y si pensamos con la posición de los padres -nacidos entre los años 20 y 30- de éstos jóvenes,
es obvio que, por motivos generacionales, desconocían los consumos de drogas así como las
actividades de sus hijos. Muchos de estos jóvenes llevaban una doble o triple vida en la que las
relaciones familiares, laborales y culturales eran independientes.
A lo largo de los años 90, los jóvenes <<contraculturales>> tuvieron que abordar los consumos
de drogas de sus hijos, el abordaje se hizo de manera ambivalente. A grandes rasgos,
¿La experiencia es un grado?
15
encontramos dos categorías de padres que coinciden con dos tipos de discursos. Por una
parte, unos que elaboraron un discurso normalizador, afín en cierta medida al discurso de la
reducción de riesgos. Y por otra parte, padres/madres que elaboraron un discurso
prohibicionista. En cierta medida, esta segunda categoría de padres conocían ciertos consumos
de drogas, puesto que, habían obtenido tanto experiencias placenteras como traumáticas,
especialmente relacionadas con malos viajes de LSD. La ambivalencia venía determinada por
diversos factores, como los modelos educativos utilizados, el conocimiento en primera persona
de las drogas, así como la integración como válido del discurso alarmante emergido a raíz de la
crisis de la heroína. Por lo tanto, algunos padres, consumidores esporádicos en la juventud,
manifestaron el mismo abordaje educativo del consumo de sus hijos que padres que no habían
tenido ningún contacto con las drogas, es decir, intolerancia hacia el consumo de drogas. Sin
embargo, la primera categoría de padres, a la hora de abordar el consumo de sus hijos,
nacidos entre 1975 y 1990, lo hicieron con un talante normalizador intentando aplicar
estrategias de reducción de riesgos y promoción de la salud. Sin embargo, del total de padres
de estos jóvenes sólo una proporción relativamente baja de los padres habían estado en
contacto con las drogas durante su juventud. Por lo tanto, entre los jóvenes nacidos durante los
70, 80 y 90 prevalecen los padres sin experiencia ni conocimiento sobre los consumos de
drogas ilegales. Así pues, estas generaciones de jóvenes, han recibido mayoritariamente un
discurso prohibicionista y alarmante del consumo de drogas ilegales.
A principios de los 80 se desencadenó la crisis de la heroína. Los motivos fueron varios, a
destacar la difusión de la heroína entre ciertos colectivos de jóvenes, procedentes de diferentes
estratos sociales y con motivaciones diversas para consumir heroína (Comas, 1989; Pallarés,
1996). La crisis de la heroína implica una nueva conceptualización del consumo de drogas, si
hasta ese momento, era entendido como minoritario y protagonizado por jóvenes
contraculturales, a lo largo de los 80 se fue ampliando, y, en consecuencia, desencadenó una
gran alarma social. Los usos compulsivos de heroína provocaron la estigmatización y
marginación social de los heroinómanos, debido a las actividades informales (hurtos, robos,
venta de drogas y prostitución) que realizaban para mantener los consumos de heroína. La
estigmatización se acentúa con la irrupción del VIH. A raíz de las consecuencias de la heroína
emerge el imaginario social (Castoriadis, 1983) de <<la droga>>, a grandes rasgos entendido,
como que todos los consumos de drogas ilegales son problemáticos y están asociados a la
16
delincuencia juvenil, la marginación social, y la estigmatización, entre otros problemas (Romaní,
et al 2005, Romaní, 2005)
La educación sobre las drogas y la información disponible se tuvo que crear de forma rápida,
normalmente más fundamentada en sensibilidades emocionales que en evidencias científicas
(Pallarés, 1996). Como resultado de las consecuencias de la heroína, la educación sobre
drogas que emergió se enmarcaba en el paradigma prohibicionista. Así pues, la inmensa
mayoría de padres de los heroinómanos no poseían conocimientos sobre las drogas -ni
tampoco sus hijos. A grandes rasgos, en la actualidad podemos encontrar, tres perfiles de
padres que vivieron su juventud durante los años 80. En primer lugar, los que no tuvieron
ningún contacto con las drogas. En segundo lugar, los que tuvieron contacto con las drogas
pero no desarrollaron problemas severos. Y en tercer lugar, los que consumieron drogas y
desarrollaron problemas, frecuentemente relacionados con la adicción.
Los primeros, y más numerosos, al no experimentar en primera persona con las drogas poseen
bastante desconocimiento sobre las mismas. La información relativa al consumo de drogas
ilegales, está fundamentado en noticias alarmistas, campañas prohibicionistas y la imagen del
heroinómano degradado psicológica y físicamente. Estos padres reproducen el modelo
educativo del prohibicionismo. Los segundos, menos numerosos, experimentaron con ciertas
drogas ilegales, durante su juventud, la más frecuente fue el cannabis, y en menor medida la
cocaína y la heroína. Los consumos de estos fueron recreativos, en el sentido que los
consumos nunca adquirieron una centralidad en sus vidas. Sin embargo, estos vieron como
personas cercanas desarrollaron problemas severos y algunos de estos murieron de
sobredosis, SIDA u otros problemas relacionados. La experiencia adquirida durante su juventud
ha sido un pilar clave para abordar el consumo de drogas ilegales de sus hijos. Su discurso, al
igual que lo hicieron los jóvenes "contraculturales", ha basculado entre la alarma y la
normalización. Algunos de estos padres una vez culminada su transición al mundo adulto,
pueden haber continuado consumiendo drogas ilegales, especialmente cannabis. En este
sentido, algunos padres han intentado transmitir un discurso normalizador del consumo,
promoviendo estrategias de reducción de riesgos y asegurando la máxima información a los
hijos para gestionar saludablemente los posibles consumos. Y la tercera categoría son
personas que han tenido hijos a la vez que mantenían la adicción a la heroína o estaban en
¿La experiencia es un grado?
17
tratamiento de deshabituación. Para estos últimos se han generado programas e intervenciones
dirigidas.
Durante los años 90, miles de jóvenes españoles incorporaron, como <<normales>>, las
salidas nocturnas durante los fines de semana, buscando un espacio que se les negaba en
otros ámbitos como el laboral, el político o el cultural, que impedían incorporarse con éxito o
con demasiadas dificultades al mundo adulto. Drogas como la cocaína, la MDMA o las
anfetaminas, fueron consumidas experimentalmente por una cantidad indeterminada, pero
considerable de jóvenes a lo largo de los años 80 y 90. Aunque algunos de estos desarrollaron
problemas derivados de los consumos de drogas ilegales, la inmensa mayoría completaron
satisfactoriamente la transición al mundo adulto. En la actualidad, estos son ciudadanos así
como padres de niños y adolescentes normalizados. Esta generación es la que más contribuye
a la normalización del consumo de drogas, debido a que realizan el abordaje de los consumos
de drogas de sus hijos desde una mirada cercana a la realidad del consumo, desvinculada del
dramatismo y la alarma. Y esta es la generación que estudiaremos en la presente investigación.
A pesar de que exista una cierta preocupación hacia la asociación entre juventud, fiesta y
drogas, cada vez más hemos visto como disminuían los problemas graves derivados de este
trinomio, al menos en relación a la mortalidad y morbilidad, y los actos delictivos (Measham et
al , 1994, 1998). Para los jóvenes consumidores que se incorporaron a lo largo de los años
noventa al consumo de drogas, la heroína nunca fue una droga que entrara dentro del <<juego
de las drogas>>, las consecuencias sociales y sanitarias que llevó su consumo y el tipo de
gestión que se hizo de los problemas, entraron en el imaginario juvenil e hizo desestimar el
consumo (Moore at al, 2004, 2008)
Aunque, una parte importante de los consumidores, entienden los consumos recreativos como
compatibles con su entorno, también saben que los consumos no están exentos de riesgos y
que pueden llegar a relacionarse con problemas más o menos severos. En este sentido, una
minoría, que realiza consumos más o menos intensivos, desarrollará problemas, como hemos
visto en los últimos años en los recursos asistenciales de drogodependencias, donde el número
de heroinómanos ha disminuido al tiempo que aumentaban las demandas de tratamiento por
cocaína y alcohol (Martínez Oró et al, 2008, 2009, 2010).
18
En los últimos años ha cambiado significativamente el imaginario colectivo sobre el consumo de
drogas. Aunque de forma lenta, como todos los procesos sociales, la representación social se
ha modificado. Se ha pasado del modelo alarmante de la heroína, al modelo normalizado de los
consumos recreativos. Las diferencias generacionales de los actuales adolescentes y jóvenes
con sus padres, en cuanto a los consumos de drogas no son tan grandes como en otras
épocas, ya que los padres, otros parientes o amigos del entorno familiar, consumieron algunas
de las drogas ilegales más difundidas (cannabis y cocaína) y alcohol y tabaco, en contextos y
situaciones similares, con elementos diferentes pero no tan alejados como puede parecer si
observamos las pautas de consumo actuales. A pesar de ello, o quizá por eso, los padres
parecen bastante ajenos a lo que pasa con sus hijos, sobre todo adolescentes, en los contextos
de fiesta, y cuando hay problemas, consideran que son los hijos de los demás quienes los
padecen. Parece que todo el mundo da por supuesto que salir y consumir algún tipo de droga
es un rasgo de la generación actual para transitar hacia la juventud y la adultez. (Martínez-Oró
et al, 2008). La proximidad de las dos generaciones en cuanto a la visión del consumo de
drogas implica una mayor normalización del fenómeno. Esta tendencia irá en aumento ya que
cada vez son más los padres que han estado en contacto con los consumos recreativos.
(Martínez-Oró et al, 2010). Estos padres cercanos al consumo transmiten a sus hijos unos
valores diferentes a los del paradigma prohibicionista (Megías, et al, 2004, Megías, 2009).
¿La experiencia es un grado?
19
3. METODOLOGÍA.
Un punto de partida para la exploración empírica.
En los últimos años se han incorporado progresivamente al rol de padres/madres personas
consumidoras o exconsumidoras de drogas ilegales. Personas que, durante su juventud,
consumieron recreativamente o tuvieron contacto con drogas ilegales como el cannabis, el
éxtasis y análogas, y la cocaína, principalmente. Estos padres, ofrecen a sus hijos un discurso
sobre las drogas no centrado exclusivamente en la abstención del consumo y, por tanto,
diferente al de los padres no consumidores. Por tanto, estos padres consumidores están
aplicando nuevas estrategias preventivas. En este sentido, algunos pueden tolerar o permitir
ciertos consumos, además de gestionar los consumos de los hijos sin alarmismos. A tenor de
este punto de partida, diseñamos los siguientes objetivos.
Objetivos.
Objetivo principal:
Conocer el papel y los discursos de los padres consumidores de drogas ilegales en la
prevención del consumo de drogas de sus hijos.
Objetivos específicos:
Conocer cómo influyen los consumos de drogas de los padres en la prevención de los
consumos.
Conocer cómo influye el discurso de los padres sobre los consumos de sus hijos.
Aprehender los diferentes tipos y perfiles de padres consumidores de drogas.
20
Conocer los diferentes discursos que transmiten los padres consumidores a sus hijos.
Saber cómo posibilitan la normalización social del consumo de drogas los padres
consumidores.
Una aproximación cualitativa.
La metodología cualitativa establece que se debe mantener el carácter esencialmente
significativo de la acción humana (Silverman, 1993; Denzin y Lincoln, 1994), es decir, parte de
la base de que, en muchas dimensiones, las acciones humanas no son reductibles a
parámetros o a cuantificaciones. De acuerdo con esta premisa, estos enfoques se caracterizan
por dar prioridad al análisis y a la interpretación de las opiniones y valoraciones que las
personas hacen de sus propias acciones y de las acciones que realizan los demás. En este
sentido, la metodología cualitativa enfatiza el carácter significativo del comportamiento humano,
dando especial importancia al lenguaje como vehículo de sentido y a la interpretación y la
comprensión como estrategias fundamentales de aproximación a los fenómenos sociales
(Ibáñez, 1986).
Entender el consumo de drogas actual es entender las condiciones sociales, contextuales,
culturales e históricas que lo posibilitan. Por lo tanto, entender el consumo de drogas es
entender las condiciones de vida y el trasfondo de los consumidores de drogas. Para cumplir
con los objetivos del estudio, durante el proceso de investigación utilizamos una metodología
cualitativa. La investigación cualitativa es necesaria para la comprensión de la realidad en su
conjunto; para acercarse a los significados de la experiencia humana desde el punto de vista
del actor y captar la vertiente subjetiva y contextualizada de los procesos sociales. Es
necesario tener en cuenta que la manera cómo se manifiestan, tanto el consumo de drogas
como la relación con los padres, es el resultado de factores contextuales, culturales, históricos
y políticos, y no existe una naturaleza objetiva ni de las adicciones, ni de los problemas, ni del
consumo recreativo problemático (Martí, 1996; Decorte, Slock, 2005).
¿La experiencia es un grado?
21
Técnica. Grupos de discusión.
De acuerdo con los objetivos de la presente investigación, utilizamos los grupos de discusión
(Ibáñez, 1986; Ortí, 1986; Alonso, 1998). Es decir, la reunión de grupos de 7 u 8 personas, de
características más o menos similares, a las que se les propone hablar libremente de un tema
que el propio grupo va desarrollando, bajo la coordinación de un moderador, a lo largo de unas
dos horas de conversación (Conde, 2002). Esta técnica supone tanto una herramienta de
recogida de información como una herramienta de exploración para identificar variables,
factores y relaciones.
En concreto, utilizamos el grupo de discusión semiestructurado, en cuanto a su grado de
estructuración, y en profundidad, en cuanto a su grado de dirección. El valor añadido de
realizar grupos de discusión, es que la potencia se centra en la interacción y construcción
colectiva de significaciones entre los miembros que lo conforman. La discusión, efectivamente,
no tiene como objetivo la búsqueda del consenso entre los miembros del grupo; sino que, lo
que posibilita es recoger un amplio abanico de opiniones y puntos de vista intensivos que
pueden ser tratados extensamente. La situación de grupalidad produce un desplazamiento del
control de la interacción que va del investigador hacia los participantes, lo cual favorece un
mayor énfasis en la producción de sentido propia de las personas entrevistadas.
Para captar a más participantes, también se requirió la participación de los sujetos que
participaron en los primeros grupos de discusión, pidiéndoles que captaran un conocido que
cumpliera las características de selección para que participara en los grupos posteriores,
configurando así un tipo de muestra de bola de nieve (Biernacki; Waldorf, 1981).
Para captar los participantes en los grupos de discusión, se contó con la colaboración de
diferentes asociaciones que trabajan con consumidores, así como el equipo de campo del
Observatorio de Nuevos Consumos de Drogas en el Ámbito Juvenil.
Los grupos de discusión se realizaron en puntos céntricos de las ciudades, para facilitar la
participación en los grupos. Los grupos fueron grabados para su posterior trascripción mediante
el software Voice Editing.
22
Los participantes en los grupos de discusión que seguidamente analizamos fueron
seleccionados a partir de un criterio principal: que fueran padres o madres que hubieran
consumido drogas ilegales en el pasado o que las estuvieran consumiendo en la actualidad
5
.
Nacidos entre los años 50 y 70, y con hijos de 15 años o más. Por tanto, los padres tenían más
de 40 años, y ya habían afrontado por lo menos a las primeras salidas nocturnas de sus hijos.
La intensidad con la que consumían y consumen varía substancialmente entre los
participantes, así encontramos como algunos fueron consumidores habituales de cannabis, y
ocasionalmente de anfetaminas, cocaína e incluso heroína, y otros que realizaron consumos
esporádicos de cannabis sin consumir otras drogas ilegales. Además en la actualidad algunos
seguían consumiendo, cannabis especialmente, aunque algunos reconocían darse “algún
homenaje de vez en cuando”, especialmente de cocaína.
A los captadores se le dio indicaciones para que evitaran captar a personas que habían tenido
problemas severos o adictivos derivados del consumo de drogas. Por tanto, en los grupos no
aparece la opinión de personas que han estado en tratamiento de desintoxicación.
Para complementar los datos obtenidos por los grupos de discusión, se realizó un grupo de
expertos, en el cual se reflexiono sobre la temática de la investigación.
Ficha técnica.
A continuación, presentamos la ficha técnica de cada uno de los grupos donde se recoge el
nivel de instrucción, el intervalo de edad de los participantes en cada uno de los grupos, las
drogas que consumen y las ciudades españolas donde se realizaron los grupos.
Nº 1. Vitoria.
Grupo mixto
5
Para contrarrestar sus discursos en algunos grupos se introdujeron padres que no
consumieron drogas ilegales.
¿La experiencia es un grado?
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Entre los 40 y los 53 años.
Diferentes niveles de estudio
Vivieron en su mayoría los años 80 con intensidad en el País Vasco.
Importante impacto de la crisis de la heroína en sus discursos.
Presencia de muchos consumidores habituales e intensivos de cannabis durante la
juventud y esporádicos en la actualidad.
Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, heroína, speed.
Mayoritariamente desvinculados del consumo de drogas, a excepción del cannabis y
alcohol.
Nº 2. Barcelona.
Grupo mixto.
Entre los 45 y los 58 años.
Diferentes niveles de estudios. La mayoría con estudios universitarios.
Presencia de activistas de izquierdas durante la transición.
Presencia de muchos consumidores habituales e intensivos de cannabis durante la
juventud y esporádicos en la actualidad.
Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, heroína, speed y LSD.
Consumos esporádicos de la cocaína, setas alucinógenas y MDMA
Nº 3. Lleida.
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Grupo Mixto
Entre los 42 y los 52 años.
Todos separados
Diferentes niveles de estudios, bastantes con estudios universitarios
Consumidores esporádicos de cannabis en la juventud y no consumidores o
esporádicos en la actualidad.
Nº 4. Ibiza.
Mujeres
Entre los 40 y los 48 años.
Mujeres separadas.
Diferentes niveles de estudios, con presencia de artistas.
Nacidas fuera de Ibiza. Aunque debido a la atracción de la isla se quedaron a vivir de
solteras.
Realizaron consumos intensivos de cannabis durante la juventud y esporádicos en la
actualidad.
Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, speed y LSD.
Consumos esporádicos de cocaína, setas alucinógenas y MDMA
Mayoritariamente desvinculadas del consumo de drogas, a excepción del cannabis y
alcohol.
¿La experiencia es un grado?
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Los grupos de discusión se realizaron durante la última semana de enero y la última de junio
2011.
26
4. CAMBIOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES: “Hay cosas que
ahora se pueden hablar más que antes”
Los discursos de los participantes en los grupos de discusión, padres de los jóvenes y
adolescentes actuales, se sitúan en una posición muy distinta a la de sus padres respecto a
cuando ellos fueron jóvenes, y utilizan como explicación de ello a los componentes
generacionales. Éstos componentes se hacen patentes en las diferencias manifestadas en la
forma de vivir las relaciones con las drogas y, a la vez, en las diferencias para interpretarlas,
tanto respecto las que ellos mantuvieron con sus progenitores en el pasado, como con las que
ellos mantienen con sus hijos en la actualidad.
La inmensa mayoría de los padres de los actuales adolescentes y jóvenes creen que sus
padres fueron poco tolerantes, muy autoritarios y que nunca entre ellos se generó un espacio
para hablar del consumo de drogas, así como de otros aspectos considerados importantes
(antes y ahora), como es la sexualidad, la salidas nocturnas o decidir sobre su futuro. Por
contra, en gran parte de los participantes en los grupos, se aprecia una postura bastante
favorable para hablar del consumo de drogas con sus propios hijos: como si la variable del
consumo de drogas ilegales de los padres implicara una predisposición para la comunicación,
así como para transmitir parte de las experiencias propias con las drogas, aunque en la
práctica puedan existir dificultades para hablar sobre ello.
Todos los grupos han expuesto que las relaciones con sus padres fueron, en éste y otros
campos, bastante asimétricas, puesto que sus padres en lugar de mantener una relación de
proximidad y abierta, solían ser bastante autoritarios, lo que en la práctica significaba que no
escuchaban sus planteamientos y que les imponían silencios o certezas sin posibilitar discusión
alguna. Los participantes en los grupos se refieren a ello hablando de la autoridad, e incluso
violencia de sus padres. En descargo de ellos cabe decir que desconocían o no tenían
experiencia respecto las drogas emergentes en aquellos tiempos.
La importancia de la generación es por tanto básica, los padres de los actuales padres,
imponían de forma acrítica, los miedos que se les transmitía por los medios de comunicación,
¿La experiencia es un grado?
27
en una cruzada, la de las drogas, como problema social, que llegaba de fuera y respecto a la
cual no existía ninguna contraoferta en términos de representaciones, ni ninguna práctica que
pudiera cuestionar ni refutar las aseveraciones hechas. Por el contrario, ahora, cuando
socializan a sus hijos en los mismos temas, se muestran más abiertos y próximos a ellos,
ofreciendo una vía de diálogo que permita, a la vez, incorporar sus experiencias propias como
contrapunto de los discursos dominantes sobre los problemas de las drogas.
No obstante, como veremos más adelante, hay que matizar lo expuesto, puesto que algunas
drogas, cuanto más lejanas a su experiencia, o cuando las pautas de consumo son muy
distintas a las suyas (incluso el alcohol) generan también alarmas y miedos. A pesar de ello,
aproximadamente en treinta años, ha cambiado enormemente el tipo de respuesta, que unos y
otros se han planteado respecto los consumos de sus hijos, y la manera de abordar un tema
que por las presiones sociales recibidas se vive como muy importante en la socialización de los
hijos:
- Yo el cambio más importante que veo es que nos trataban con más
autoridad, cosa que, al menos durante el tiempo que yo he criado a mis
hijas, creo que no.... Creo que fundamentalmente es lo que ha pasado en
los últimos veinticinco o treinta años, ahora se ha ganado en confianza...
hay cosas que ahora se pueden hablar más que antes.
- Sí, yo pienso igual que ella, lo que pasa es que tú siempre sabes lo que no
tienes que hacer porque lo hizo tu padre contigo pero no sabes lo que tienes
que hacer para que haya una entente cordial... llegas a la conclusión de que
no es posible porque el conflicto generacional existe.... se trata de llevarlo lo
mejor posible, desde mi punto de vista y, evidentemente, eliminar todos los
episodios de violencia y yo que vengo del lumpen y sé lo que es eso
perfectamente. Entonces, claro en ese sentido hemos mejorado, pero si
nuestros problemas..., me refiero al mundo de la juventud actualmente, es
que yo lo veo muy chungo, muy chungo porque está todo demasiado
teledirigido. Por ejemplo, cuando tú hablabas del mundo de las drogas ¿no?
pues yo todavía fumo hachís y he estado fumando toda la vida.... tengo un
hijo de veintiocho años que también fuma hachís desde que empezó a
fumar, en mi casa es habitual y yo no he... esto es un tópico pero es verdad,
no he notado en él ningún tipo de.... al contrario, es un tipo absolutamente
centrado en lo suyo, tiene sus momentos de diversión, se lo pasa de puta
madre pero cuando tiene que currar, pues curra, está absolutamente metido
en su faena, incluso es brillante, no voy a decir…, pero es brillante y le va
muy bien y entonces, cuando te cuentan que no sé qué, que acaban con la
heroína y tal... pues yo creo que no, que si se establecen cauces de diálogo
en estas cuestiones, sobre todo... pero claro, no estaba yo muy seguro al
principio... Cuando mi hijo se enteró de que yo fumaba se asustó mucho,
me enteré años después... ¡mi padre es drogadicto! Y cuando lo
comentamos ... aunque luego nos reíamos ¿no? pero todo esto lleva a una
conclusión que es la siguiente: antes había más violencia y nosotros la
hemos eliminado, pero hemos cometido, seguramente, otros errores ¡y los
que iremos cometiendo, probablemente!” (Barcelona)
28
La necesidad de eliminar el autoritarismo y la violencia sitúa a gran parte de los actuales
padres en una posición de aproximación, diálogo y comprensión hacia sus hijos. Para ellos, se
trata no tanto de imponer su punto de vista desde arriba, sino de entablar una actitud
comunicativa, que permita ir más allá de los límites que sus padres erigieron ante ellos como
muros inamovibles, y de los cuales reniegan absolutamente. Parece como si la experiencia
anterior que ellos valoran como negativa, deba ser evitada por encima de todo, aunque muchas
veces tengan dudas sobre qué transmitir a sus hijos y sobre cómo hacerlo adecuadamente.
- Yo considero que lo único que puedes hacer es un… mantener las vías
abiertas de comunicación y dosificar, dosificar… Yo mi palabra clave es
dosificar. (Lleida)
-Sí, es muy diferente. En principio porque nuestros padres, por lo menos los
míos, no tenían ni idea ni conocimiento de lo que eran las drogas. La
palabra droga era un tabú, era algo tremendo y era imposible la
comunicación desde el miedo de ellos.... Y bueno, en nuestro caso es
distinto, por lo menos sabemos de qué se trata y tal.
-Yo con mis padres… yo con mi madre no hablé jamás de drogas, era
solamente como algo tabú: espero que no tomes drogas, porque..., luego...
¡ya sabes que un porro!, ¡luego ya te pinchas!
- En mi casa hubo el tema de mi hermano, yo era así un angelito y mi
hermano fumaba y tal, y cuando lo descubrieron fue una crisis total de la
familia, de ellos fue, sabes, haber fallado como padres, un desastre, vamos.
Esto es algo que hoy por hoy es mucho más. (Ibiza)
En los años sesenta y setenta, cuando los actuales padres vivieron su adolescencia o juventud,
la <<violencia>> a la que se referían antes los participantes, no sólo predominaba en las
relaciones socializadoras de las familias, sino que estaba presente en otras instituciones como
es el caso de las educativas. Los paradigmas interpretativos sobre las relaciones entre los
socializados y los socializadores eran de cuño totalmente distinto:
- Sí, yo pienso mucho en este sentido ¿no? Que antes la educación estaba
muy disciplinada sobre valores inamovibles y la transmisión de esta
educación, tanto en las escuelas como… Yo estuve internado muchos años,
mi procedencia no es lumpen, es burguesía catalana media… internado en
escuelas de curas y toda la historia y entonces todo esto es inapelable.
Entonces el cambio que ha habido en la relación con mis hijos es que
hemos abierto vías de diálogo y si substituyes la disciplina por el diálogo y
por el convencimiento, con eso puedes avanzar mucho, siempre que el
entorno escolar que es el transmisor de conocimientos lo acompañe y por
eso nos hemos implicado y hecho un seguimiento, no es aquello de dejar
los niños en la escuela y que espabilen… se debe hacer un seguimiento de
las escuelas. En mi caso, yo fumo marihuana, cultivo marihuana y tanto mi
hija, como mi hijo de dieciocho años me ayudan a cultivarla y la
compartimos con ellos, así como otras drogas e historias propias de la
juventud, no es sólo el tema de las drogas sino el de la relación con sus
compañeros, el tiempo de ocio, pues de todo esto hablamos y con bastante
libertad (Barcelona)
¿La experiencia es un grado?
29
En medio de las divergencias generacionales se estaban dirimiendo distintos temas, entre
ellos, los relativos a la toma de decisiones y al poder, y, especialmente, la legitimidad para
poder ejercerlos. Unos (los padres) abogaban a la legitimidad que les otorgaba su edad y el
tipo de sociedad, otros (los hijos) contraponían la necesidad de que la legitimación surgiera de
la experiencia y del conocimiento. Por eso ahora que deben socializar, prefieren apoyarse en la
confianza, la cual toman como estrategia de acercamiento a sus hijos:
- Yo pienso que la diferencia entre nuestra generación y la de nuestros
padres, y la nuestra con nuestros hijos, estaba… el chip, que había, que los
niños hasta que no eran mayores de edad, no tenían conocimiento y los
padres y su experiencia eran los que debían ir marcando el camino…,
ahora, nuestra generación ya entiende que los hijos son personas que
dependen de su manera de ser, y que los padres debemos favorecerlos
para que encuentren su camino. Los conflictos generacionales siempre
están, pero pienso que a pesar de los inconvenientes hay una mejora,
puesto que es una relación intergeneracional de más confianza, puesto que
le digan a uno <<qué quieres hacer>> siempre gusta...
- Yo también pienso que es una mejora, pues estableces un diálogo que
antes no se establecía, en temas que es igual, de drogas o de intimidad, a
ver..., de manera de ser, de manera de enfocar la vida, las relaciones con la
gente...
- Sí, es más de persona a persona, no existe esta jerarquía tan marcada…
- Una diferencia también muy importante es que cuando nosotros
comenzamos a fumar porros, de la generación de nuestros padres nadie
había fumado nunca ni sabían lo que eran las drogas más allá del alcohol y
el tabaco. Ahora, la generación de nuestros hijos, pues siempre hay padres
que consumen una serie de sustancias psicoactivas, o que lo han hecho
durante unos años, y ya no les viene como algo nuevo. Por eso existe esta
rendija a través de la cual tratar este tema, que resulta que es tabú, es una
animalada, pero, está instituido así.
- A mí me hace sufrir más eso, el saber un poco de qué va el tema, puesto
que si no sabes… pues, refiriéndonos a aquello de nuestros padres,
quizás…, porque claro, tú te puedes imaginar que…, no hace falta imaginar,
<< han de hacer lo que tienen que hacer>> y es su vida, pero a veces,
saber lo que tú has hecho, o lo que pasa saliendo de fiesta te puede llevar a
pensar, que… te hace venir dudas: que si llegará bien, que si… Que
nuestros padres eso no.
- No deja de ser un conocimiento que siempre les ayuda.
- Sí, sí…, es eso estoy de acuerdo ¡eh!
- Claro, pero nuestros padres no sabían nada, en absoluto. No nos podían
decir nada porque les venía de nuevo y quizás a nuestros hijos les podemos
hablar más abiertamente, aunque no sé si ellos tienen muchas ganas de
hablarlo con nosotros siempre. Quiero decir, que también nos dicen lo que
ellos quieren y les interesa, porque saben que nosotros tenemos que
hablarlo de otra forma, porque claro, lo han vivido siempre con una cierta
normalidad. Aunque…, tampoco responden todos siempre igual, porque
cuando tienes más de uno, ves que uno responde de una forma y otro de
otra, y creo que a ellos también ya les va bien decirte lo que quieren, lo que
tú quieres escuchar, y… visto así, probablemente hay una tendencia más
30
controladora, no lo sé ¡eh!, en nuestra generación que en la de mis padres,
porque mis padres…
- No se enteraban de nada.
- Hablando de drogas, seguro que no.
- Estaban súper tranquilos porque no sabían nada de nada. Yo a los
diecisiete años hacía mi vida, quiero decir, y ahora mis hijos tienen veinte y
pico y todavía están por casa muchas horas.
- Claro, ésta es otra de las diferencias de nuestra generación.
- Y no es lo mismo. (Vitoria)
Entre las diferencias generacionales, además de las expuestas en relación al consumo de
drogas, aparecen argumentos sobre la sociabilización de los jóvenes y de los cambios
producidos tanto en la familia como en la sociedad:
- Claro, es que antes a la que querías vivir tu vida tenías que marchar de
casa, y ahora como que pueden hacer la suya en casa no marchan nunca.
Después hay otro aspecto que veo, una diferencia fundamental, importante,
que es que nuestros padres tenían la confianza de que sus hijos tendrían
una vida mejor que la que ellos habían tenido. Ahora nosotros ya no
tenemos esa confianza y no se la podemos transmitir a nuestros hijos. Esto
debe ser un peso.
- Lo que pasa, yo quizás lo veo un poco contradictorio, quizás nosotros
somos de una generación que lo aplazamos todo para el futuro: no hagas
no sé que porque sino…, no sé cuantos…, y entonces, claro, el futuro no lo
podías perder. Probablemente les hemos vendido otra historia a nuestros
hijos. Lo digo porque tengo alguno de autónomo, y el futuro de nuestros
padres era muy…, en sentido económico, y nosotros ahora ya no podemos
venderles la idea de que lo económico sea lo único.
- Sí, quizás, nosotros les hemos abierto mucho la visión del mundo y no los
hemos marcado tanto en el sentido de aquella idea de futuro que nos
vendieron, porque, probablemente, es verdad, no habrá un futuro mejor
desde el punto de vista material, no tendrá las mismas oportunidades, pero
bueno, nos han llevado a una vida, que al final, nosotros, muchos de
nosotros por lo que estoy viendo, éramos de unas circunstancias
contraculturales de boquilla, y después hemos vivido una vida…
- Pequeño burguesa.
- Son los hijos de su época, ellos ya tienen otros parámetros y es que si no
hubiera diferencias ya no habría conflicto generacional, que debe estar, si la
raza humana no cambia, parece que debe estar.
- Todo iba más lento, sí.
- Y en casa te podían enseñar cosas prácticas de la vida, y ahora los
abuelos quedan arrinconados en una residencia y no pueden explicar a sus
nietos cosas de la vida porque todo ha cambiado tanto que son los nietos
los que enseñan a los abuelos: mira hago aquí el <<enter>> y te sale la
película, no sé, son cosas que cambian.
- Antes los aprendizajes básicos se hacían en casa, al menos yo lo viví así,
y creo que la gente de mi generación también. Ahora vas a aprender
muchas cosas fuera, una escuela que hacen un curso… Da igual, incluso
para aprender a coser los botones de los niños…
- Sí, sí. (Barcelona)
¿La experiencia es un grado?
31
Estas diferencias generacionales son asumidas por todos los grupos y todos los padres
entienden que es la nueva normalidad, y que por tanto no puede cuestionarse. A este consenso
relativo a que antes se debía marchar de casa si se quería vivir la vida como uno quería, se le
añade la sensación de que la actual generación no mejorará su situación económica y social si
se compara con la anterior. Hay unanimidad en la visión sobre este nuevo panorama social que
implica cambios socioeconómicos y culturales importantes: es algo que forma parte de las
cosmovisiones de las distintas generaciones y lo describe perfectamente el siguiente grupo,
que a la vez enfatiza otro hecho distintivo, que aporta una nueva dimensión al debate: la
disminución del número de hijos como una diferencia muy significativa entre una generación y
la otra:
- Comparto ese dato también, nosotros éramos seis y yo tengo una hija
sólo, pero bueno.
- Entonces la dedicación, y la tal, de entrada ya no puede ser la misma.
- Nos hacían mucho menos caso, seguramente que ahora y desde luego en
mí experiencia yo creo que tengo una relación con mi hija de igual a igual,
entre comillas, eso no me ocurría…, eso con mis padres, o al menos con mi
padre, más con mi madre.
- Yo de igual a igual no la tuve nunca.
- Yo creo que de igual a igual no podrá ser entre padre e hijo pero bueno.
- También la información que podían tener sobre las drogas yo creo que era
ninguna, al menos en el caso de mis padres, y mirar para otro lado además
que creo que les podría sonar a chino y ya está. Luego nosotros las hemos
conocido, las hemos consumido, las hemos utilizado, y eso, que hemos
aprendido. Es lo que queremos trasmitir, o es lo que trato de hacer: que mi
hijo con dieciséis años y medio que tiene ya, yo le cuento mis experiencias
pero sinceramente, y las conclusiones que saqué, lo que me gustaba y lo
que no me gustaba y que parta de ahí, porque se mueve en el ambiente que
se consume, porque está ahí porque su opción está hecha, entonces… Y ya
sé lo que tiene alrededor y quiero que parta de mi experiencia, que si le
gusta o no lo gusta o así pues bien, pero que sepa, con la esperanza de que
pueda controlarlo ¿no?, y que puede depender de muchos factores también.
- De repente fue, ¡fuac!... aquí por lo menos en Euskadi fue como “puf” una
invasión, primero una drogas, las más peligrosas, éramos muy jóvenes y
desconocíamos. Total y bueno, de ¡ay! se quedó tanta gente por el camino,
parece que este tema, con la heroína por ejemplo, ahora se vive de una
forma muy distinta ahora hay información, hay prevención de riesgos, antes
no sabíamos con que estábamos jugando, a base de ser malotes, pero no
sabíamos realmente lo que estábamos poniendo en el asador y ahora
nuestros hijos sí que lo saben, nuestro padres…, pues bueno, lo vivieron de
una forma bastante traumática, pero porque era un desconocimiento en eso
y en otras cosas de la vida ¿no?, como la educación sexual y muchas otras
historias tuvimos que descubrir nosotros, por nuestra experiencia. (Vitoria)
Como desarrollaremos más adelante, en las aportaciones de este grupo, aparecen ya, también,
otros de los elementos argumentales de la percepción actual sobre las drogas: las diferencias
32
entre las distintas sustancias y las graduaciones o niveles del consumo, el papel de la heroína
en el pasado, y la <<obligada>> preocupación por el alcohol, actualmente. Es como un
resumen de cómo han ido cambiando los miedos entre las distintas generaciones.
Las diferencias generacionales no se agotan con las reflexiones anteriores, puesto que son
muy heterogéneas y por tanto caben muchas matizaciones, incluso puede suceder que algunos
padres reconozcan una cierta ambigüedad en las distancias mantenidas con sus hijos, lo cual
creen que les justificaría comportamientos de acercamiento a sus hijos, que no siempre son
compartidos por la otra parte, puesto que predomina la visión relativa a que se debe producir
ruptura y diferencias con sus padres, ya que, según ellos, la diferencia generacional, como
hemos visto anteriormente, siempre ha existido:
- Pasa una cosa, yo soy un poco pesado, un poco lo que ha pasado es que
los jóvenes no… la juventud no ha cambiado, pero claro, mi padre es payés
y yo siempre he llevado los cabellos largos, me dejé la melena y no me la
corté nunca. Iba con los pantalones rotos, y claro, ahora mi hijo me mira a
mí y ¿Qué? O se rapa los cabellos o se los pone de punta. ¿Entendéis? Ese
concepto que tú dices, de la ansiedad del cambio, de protagonismo, de
mover el motor. Pasan muchas cosas, la modernidad ha hecho que mi
padre sea hasta más moderno que yo. Entonces es lo que tú dices, que
quizás alguien no se aproximaba a la marihuana, pero formaba parte de un
grupo, de una tendencia, y ahora claro, el botellón. Ves que un padre va a
buscar a su hijo al botellón con un BMW, y el que viene en autobús. Es
democrático el botellón. ¿Qué harán? Romper la raqueta de padel. No hay
espacio (Lleida).
Con todo lo dicho, aparece quien, de manera distinta a lo mayoritariamente expresado, en
algún momento pudo hablar francamente con sus padres sobre sus consumos, e incluso fumar
porros delante de ellos:
- Mis padres sí, y luego... Una vez yo he pasado los treinta años, yo fumaba
delante de ellos si hacía falta, no en su casa, pero si venían a mi casa, pues
sí. (Ibiza)
¿La experiencia es un grado?
33
5. NO TODAS LAS ÉPOCAS FUERON IGUALES: “¡Mi padre es
drogadicto!”
Un tema recurrente que se repitió en los grupos es el de remarcar las diferencias de época,
intentando explicar con ello la existencia de distintas prácticas respecto las drogas y desiguales
percepciones. La forma de sentir estas discordancias, no tienen que ver sólo con la generación,
sino con los cambios globales que se han producido, los cuales permiten hablar de mundos
muy distintos para unos y otros. Los padres no ven tantas divergencias en el mundo de las
ideas y de las actitudes frente a las drogas, aunque sí que reconocen los cambios tecnológicos,
que en ciertos temas son abismales:
- Yo pienso que tienen un mundo lleno de oportunidades… es decir, quizás
es el mundo que les hemos preparado nosotros porque somos la
generación que iba antes, pero ellos tienen muchas posibilidades, más,
muchas más de las que tuvimos. Por ejemplo, mi hija está matriculada en
una carrera y me dice: <<Yo haré un Erasmus>> Yo no me lo pude
plantear… hacer un Erasmus, nosotros como mucho soñábamos con el
Interrail, con la mochila. Ahora viajan por todos los sitios, compran billetes
baratos, están conectados, tienen contactos con gente de distintos sitios, es
decir, pueden estar conectados por Internet o tener en el Facebook gente
de Singapur, de Nova York, de todo el mundo ¡Hostias! Mi mundo era más
limitado, no salía de la comarca, ni de la provincia, ahora ellos tienen una
puerta al mundo. (Lleida)
Las diferencias generacionales, según el punto de vista de los participantes en los grupos, se
producen porque se vivieron dos épocas muy distintas respecto a las drogas, no sólo por las
edades, sino por los contextos tan distanciados entre una y otra época.
En este sentido, aparecen dos ciclos muy distintos, uno que comprende entre los sesenta y los
noventa, y un segundo desde finales de los noventa hasta hoy. El primero viene enmarcado por
el desconocimiento por parte de los padres del tema drogas, por la falta de información y
prevención, por la irrupción de la heroína, y por la aparición de un discurso muy cerrado
respecto a las drogas. El segundo, antagónico, se relaciona en contraposición a estas
variables: mayor conocimiento por parte de los padres del tema drogas, existencia de canales
específicos de información y prevención, aparición de las drogas de diseño, y flexibilización de
los discursos sobre drogas. No obstante, algunos de los padres actuales, empiezan a dibujar
una tercera, definida sobre todo por la irrupción del consumo de alcohol en los botellones y por
la aparición de sustancias que no conocen como la ketamina y el GHB :
34
- La movida de la isla cambió desde que cambiaron las drogas, desde que
aparecieron las drogas de diseño cambió todo el rollo, las fiestas, la gente,
todo. Yo me acuerdo que cuando yo llegué aquí hace como 20 años se
hacían las fiestas en la playa.
- Claro, éste también es otro tema, por el tema de la drogas porque la época
que nosotras hemos vivido ha sido como mucho más fraternal y lo que
nuestros hijos pueden vivir ahora, es puntiagudo para mi gusto.
- Yo me quedé flipada en el parquin de Amnesia, de verdad aluciné. Peor es
desde que han venido los promotores a hacer fiestas en las discotecas,
porque ellos controlan, ellos alquilan los sitios, son los jefes, dejan entrar a
quien quiere entrar y todo, así todo. Ahí cambió mucho, todo, esto fue en el
94.
- Pero tiene razón en que influyó mucho en las drogas que se van tomando
en cada época para ver cómo funciona todo. En nuestra época no sólo
había cocaína, había porros, empezaba el éxtasis, había un poco de
mescalina, todo muy flipi, flapi. Y ahora de pronto en las discotecas la gente
se toma ketamina, que es un analgésico de caballos, que tienes que estar
desfigurado, imagínate el ambiente que puede haber... (Ibiza)
- Y ahora te dicen bueno qué ¿nos llevas? y bueno los llevas, y luego los
vas a buscar a las cinco de la mañana, yo le hacía eso a mis padres y me
daban dos tortas que me levantaba en el aire, y él bueno si que viene a
veces un poco chispa pero sabe que… le meto una colleja que le espabilo,
pero ¡ya vaya! Pues no, yo siempre le digo ya se te pasará pero controla
porque yo no le digo que no salgas, yo no le digo que no salgas, sólo le digo
que controle.
- Entonces qué diferencia entre nosotros y nuestros padres, es que, tu hijo
por ejemplo, cuando bebe le calas enseguida, desde te doy una colleja, y tu
madre igual no se enteraba
- Que no enteraba, estaba allí con la zapatilla esperando que ¡vamos!
(Vitoria)
A veces, aunque las diferencias de época no sean muy notables, se buscan de contraste, muy
opuestos según su perspectiva, que engrandezcan y permitan hablar de los cambios de
generación, de manera que la técnica, o la <<parafernalia>> para conseguir una sustancia se
evoquen como elementos que configuran ciclos distintos:
- Con catorce los tienes por ahí que están bebiendo y se ponen a beber
hasta el culo y de todo.
- Sí, pero esto antes también se hacía, lo que pasa que más restringido,
más discretamente, lo podía hacer quien tenía pelas, la mayoría mirabas en
la distancia.
- Sí, pero antes no te fumabas un porro antes de entrar a clase en el insti.
- Yo sí
- De todas formas la marihuana que había en nuestros tiempos, la
marihuana que hay ahora de los cacharros estos… los esquejes, la pureza
de las semillas. (Vitoria)
De esta forma, las diferencias generacionales quedan mejor definidas, contrastadas y
estructuradas, o por lo menos así lo perciben los participantes en los grupos, puesto que si
¿La experiencia es un grado?
35
justificaran las diferencias de época como algo absoluto, entonces se estaría resaltando la
existencia de fracturas o distancias insalvables con los actuales hijos. Pero ciertos miedos no
se han disipado:
- Pues lo que digo, sólo el tipo de droga ya es algo que… Vale, ningún tipo
de droga es buena, no digo las drogas de antes eran buenas, pero hoy en
día ya ni sabes lo que toman, no saben lo que es.(…) Entonces todo el
mundo sabía de lo que estaba hecho y de qué formula, que te podía hacer
daño. Pero ahora no, ahora hay, cuatro mil tripis diferentes, cuatro mil
pastillas diferentes. Entonces para mí es la diferencia que más me
preocupa, porque ya pueden comprar cualquier mierda en la calle, lo que
les den, porque mi hijo de diecinueve años quiere tomarse un éxtasis y
pasárselo bien y tener esa experiencia, adelante, yo no lo veo nada malo.
Pero si se toma una pastilla que lo deja en coma, ¿qué? Es que este es mi
miedo y la diferencia. (Ibiza)
Y puede suceder, incluso, que se utilicen discursos que entran en contradicción con lo que
estamos relatando, para remarcar la importancia de la época y los distintos contextos y formas
de uso (cualquier tiempo pasado fue mejor), que se convierte en un elemento diferenciador, y a
la vez amplificador de los cambios percibidos:
- Pero en comparación a nuestra época, yo recuerdo que, por ejemplo, mi
hijo de dieciocho años, apenas prueba el alcohol... es deportista y en
cambio en mi época, en cuanto ya te podías afeitar un poco, ya tenías
permiso para beber alcohol, y en casa, incluso te ponían el alcohol y una
manera de socializarte dentro del mundo de los adulto era consumir alcohol
y cantidad de gente de esta época que acabaron alcoholizados.
- Y claro, esto como no era una droga ilegal y por tanto no estaba proscrita y
tal y cual no te llevaba a la marginación, a la marginalidad, sino que te
integraba ¿no? Pero luego ya las consecuencias patológicas de todo este
proceso, hay mucha gente que empezó a consumir alcohol en cantidades
importantes a los dieciséis o diecisiete años...
- Ahora empiezan a los dieciocho a beber mucho. Pero mucho. O sea, que
no hay comparación, porque yo he sido de la farándula de toda la vida…
(Barcelona)
Aunque, también hay discursos en los grupos que cuando reflexionan relativizan la importancia
de los cambios de época, o que entienden que no son tan importantes como pueda parecer:
- Eran diferentes las formas, porque hay actitudes que son iguales, lo que
cambia es la forma de organizar las cosas, las sustancias que se consumen
o que no… Y que ha cambiado mucho todo el mundo, yo que sé, las
tecnologías, etc. Pero la actitud de las personas, la manera de ser, es
bastante similar… y los problemas son los mismos, no sé. (Barcelona)
36
6. MOSTRAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO DE DROGAS
A LOS HIJOS: “Ante la evidencia, qué vas a hacer”
Frente a la unanimidad manifestada en cuanto a la necesidad de mantener siempre vías de
diálogo con los hijos sobre los consumos de las distintas drogas, y frente al rechazo del modelo
de rigidez, de intransigencia y de violencia impuesto por la generación anterior en este tipo de
temas, aparecen criterios distintos y contradicciones cuando se trata de mostrase abierto en
relación a exteriorizar o no, los consumos de drogas de los padres.
Hay variedad de opiniones y de matices, que van desde los que no ocultan sus consumos ni los
de sus allegados cuando están presentes sus hijos, a los que los esconden siempre. Cuando
los hijos llegan a la adolescencia y empiezan a conocer e interpretar los consumos de sus
padres, éstos, mayoritariamente, tienden a modificar sus comportamientos para que no sean
tan visibles. Este cambio ante la presencia de los hijos, unos lo mantienen siempre y la
mayoría en algunas ocasiones, dependiendo de la edad de sus hijos. A partir de este cambio,
puede apreciarse algo que desarrollaremos más adelante: que para los padres no todas las
drogas son iguales y, por tanto, no todas generan la misma preocupación o alarma, ni tampoco
son consideradas como semejantes las distintas modalidades de consumo, por lo que se
pueden secuenciar y graduar intensidades de consumo y de preocupaciones distintas:
- Yo se lo he evitado siempre, su padre sí que ha fumado (se refieren a
porros) pero yo delante de mis hijas, yo he intentado que nadie de mí
alrededor ni fumara, ni tomara, ni hiciera nada.
- Hombre, yo tomar no, pero fumar sí.
- Lo que pasa es que cuando estás con gente, estás en una cena con
amigos, no puedes evitar que todo el mundo lo haga, evitar lo más que
puedas.
- Hay mucha cosa, por ejemplo, de la gente que no tiene hijos y que vienen
a tu casa y que no se enteran de que están los chicos o se ponen en tu
casa y no tienen ese cuidado con los niños que tú intentas tenerlo. Y en mi
casa pasó eso, llegó un punto en el que se había perdido el control, había
gente que se quedaba, la típica, charlando y arreglando el mundo hasta las
5 de la mañana, en la puerta de casa y fumando. Y los chicos decían, como
puede ser que papá que trabaja todo el día se quede hasta las 5 de la
mañana sin dormir. (Ibiza)
La exteriorización o no de los consumos de los adultos, en parte, está relacionada con otro
elemento muy importante para los padres: la legitimidad para aportar puntos de vista sobre el
¿La experiencia es un grado?
37
consumo que proporciona el hecho de ser también el padre o la madre (o ambos)
consumidores. Si los hijos observan los consumos de los padres, o tienen elementos que les
permitan valorar que ellos consumen, según los padres, se referenda automáticamente que
saben de lo que están hablando, lo cual es como un salvoconducto para entrar en la vía de
poder saber y de poder hablar sobre los consumos de los hijos, y para hacerlo con una cierta
autoridad, que por su edad y condición de padres, saben que los hijos les niegan.
Por todo ello, es preciso reconocer, que los hijos, influenciados por el ambiente general y por
las representaciones sociales dominantes que siguen considerando el consumo de drogas
como algo muy problemático y tabú, son reacios a hablar sobre drogas con los padres, puesto
que creen que ellos desconocen estos mundos, ya que en su imaginario, y en el de la mayoría,
es una conducta eminentemente juvenil. Por tanto los padres consumidores o antiguos
consumidores, en este caso, quedan fuera de la norma y de la cosmovisión dominante, puesto
que a pesar de ser adultos, saben sobre consumos debido a que consumen o han
experimentado con distintas drogas. De ahí su interés por exteriorizar o por no esconder sus
consumos, o de esconder los que son más repetitivos, pero de verbalizar sus experiencias o su
estatus de consumidores, para poder hablar con los hijos desde la posición privilegiada que les
otorga la práctica. A la vez, se sitúan alejados de los padres no consumidores, puesto que
éstos no pueden ofrecer este plus de información en el tema.
Esta condición de conocedores del fenómeno, es uno de los elementos fundamentales para
poder mantener el clima de confianza a que se refieren la mayoría de los participantes en los
grupos, y que representa el ideal de comportamiento para la generación de padres actuales:
- He tenido que hablar con el mayor, porqué empezó a fumar, lo he pillado
fumando con sus amigos y le he encontrado lo típico, papel de armar y tal, y
bueno, he tenido que hablar con él. Y hablar desde el punto de decirle que
sabía de lo que estaba hablando. Yo que nunca había tocado el tema de las
drogas con él, o sea, con él, a nivel siempre como de afuera, no como
protagonista, como decir, yo sé de lo que te estoy hablando porque yo lo he
probado o tal. Entonces, en este caso como para poder tener un poco de
fundamento en lo que le estaba diciendo, fue, mira, yo sé de lo que te estoy
hablando, yo lo he probado, yo sé lo que produce, esto, tal, tal, tal y fue muy
duro para mí, muy duro. (Ibiza)
Algunos padres son reacios a exteriorizar sus consumos, pero la heterogeneidad de escenarios
es tan amplia que puede que se produzcan, como ya hemos visto, situaciones que por una u
otras razones, les obliguen a hablar de los consumos, a pesar de que no lo tenían previsto. A
38
veces, incluso, se ven obligados a ello porque han surgido o se han visualizado problemas
legales o de adicción, en los hijos o en los padres:
- Y mis hijas me han preguntado cuando hemos visto películas y series de
televisión, y lo que tú decías antes, yo siempre les he hablado desde fuera.
Pero lamentablemente he tenido que hablar desde dentro porque ha habido
un problema en el instituto y se ha visto involucrada la mayor. Sin comerlo ni
beberlo han ido a comprar marihuana un grupo de niños y ella financiaba.
Aunque ella no compraba ni fumaba, ella ponía el dinero, les prestaba el
dinero.
- A mí, mi hija me lo ha contado el día de mi cumpleaños en la comida:
Mamá, tengo que decirte algo, fumo porros. ¡Qué buen regalo cariño! Así
que para yo evitar esos rollos de ir a comprar, digo, vale, quieres fumar
porros, me parece muy bien, pero tú plantas sino no fumas. La planta,
tienes tu disciplina con tu plantita, así te dejo fumar. Pero si no, de ir a la
calle a buscar…. ¿Ah! Pero porque ¿no? Digo, porque es peligroso, porque
te toman el pelo, porque llegas a un círculo oscuro donde no quiero que
estés, y porque plantar es muy fácil, tenemos un jardín. Y así hizo, el año
pasado puso su primera plantita y este año se fumó su primera… (Ibiza)
Es bastante frecuente en la opinión de los participantes de los otros grupos, lo que apuntan las
madres de este grupo relativo a que el consumo de drogas se lo van a encontrar, lo busquen o
no, lo tengan planteado o no. Lo cual, de hecho, lleva a un tipo de convencimiento pragmático,
que no es más que el reconocimiento de que en la actualidad es fácil llegar a las distintas
drogas y que éstas están presentes en distintos contextos, por lo que no se puede evitar que
los hijos entren en contacto con estos mundos, por lo cual los padres consumidores se ven
legitimados a introducir el tema:
- Sí, sí, yo fumaba, desde siempre, y mi hijo también, yo nunca me he
escondido, yo siempre con mis canutos y cuando me preguntan....
evidentemente cuando mi hijo me preguntó con doce o trece que qué era
aquello, yo no le dije que era hachís... esto es lo que yo fumo y tal... pero yo
nunca le he dicho a mi hijo no fumes en casa... él con sus amigos viene a
casa a fumar porque sus padres no se lo permiten, él viene a casa y a
veces parece aquello un fumadero, todos están allí enrollados y tal... pero
luego, cada uno de ellos, son chavales de veinticinco o de veintiséis,
acabada la carrera y como es así... claro, a lo mejor esto por otro lado, a lo
mejor resulta que el chaval sale por peteneras ¿no? Pero si se habla de las
cosas y se dicen clarito, tampoco es tan importante fumar hachís, ya
cocaína y esas cosa ya no… pero el hachís yo llevo ya cuarenta años y soy
funcionario del Estado y estoy a punto de jubilarme o sea que estoy
totalmente integrado... (ríen) (Barcelona )
- Sí, ella por razones de problemas de salud, y no puede hacer, pero sabe,
a mí a ver, me ha visto fumar un porro de marihuana y a mí no me ha dicho
nada, o sea, vamos, yo no me escondo, sabe lo que hay es la cosa más
normal del mundo, eso según como tú les enseñes y los acostumbres, ella
lo ha tenido que vivir, toda la vida y lo ha tenido que mamar aquí en el casco
viejo, ya ha visto demasiado, esas cosas no, a día de hoy no, no se puede
decir de esta agua no beberé nunca que sabemos que va hacer dentro de
un año o dos, pero hasta día de hoy pues no, pero lo ve, es la orden del día
¿La experiencia es un grado?
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lo tiene todo, o sea que, quedan en ellos y luego lo que decís vosotros, es a
lo que se junten no, si mis amigos hacen esto, eso ellos, ellos son los que
tienen que hacer la lucha, vale si somos amigos unos ¡a guay! tú te pones
una cosa, yo me pongo otra, ellos son los que van a ver y hacer… nosotros
ahí no vamos a poder estar, podemos decirles de la mejor forma y la
manera de cada uno de la vivencias, pero en realidad con hacer lo que
quieras.
- Es que el grupo es muy importante, yo veo que el grupo ahí es
determinante.
- ¡A ver!, cuando, el se va de marcha, tú no sabes, ¿qué le vas a poner una
cámara para ver todo lo que hace? Es imposible, es imposible.
- Pero el grupo pesa mucho, y tú no van a salir con el grupo que se pone
mucho, si tú no vas a beber, todas sabemos, un chaval como los nuestros
no anda con una cuadrilla que se pone si él no se pone, lo que sea, alcohol,
porros, o no sé qué, porque no va a haber empatía, va a ser un marciano
(Vitoria).
- Él sabe que me lo puede decir todo, pero que me pida que yo comparta
una raya de coca en la mesa del comedor, no. (Lleida)
Junto a lo que planteábamos anteriormente de la necesidad de hablar y mostrar el consumo de
drogas, puesto que lo quieran o no, las drogas están ahí y van a encontrarlas, otro elemento
que comparten los padres consumidores es el de dar la información en el momento adecuado,
cuando los hijos empiezan a preguntar, o bien, los padres consideran que ya han madurado
suficientemente:
- Yo he estado en la cárcel, yo no le voy a contar a mi hijo todavía que he
estado en la cárcel ni porque he estado en la cárcel, se lo contaré si tengo
que contárselo cuando…, cuando…, cuando sea el momento y crea yo
oportuno ¿no?
- Claro
- Entiendo yo… vamos la información hay que dársela a los hijos según la
capacidad de asimilar que ellos tengan.
- Sí estoy de acuerdo contigo, totalmente, vamos pero sincera… Ellos
tienen ahora una información que nosotros no tenemos (Vitoria)
Aunque la finalidad del acercamiento y del abrirse para que vean los comportamientos de
consumo de los padres es eminentemente preventiva, y no va más allá. Como hemos visto
anteriormente, la mayoría de los padres no pretenden ser colegas de sus hijos, y en sustancias
distintas al cannabis la postura de los padres suele ser negativa hacia el consumo, aunque
ellos hayan sido consumidores de la sustancia, como sucede con el speed o la cocaína:
- No te metas speed porque a mí me ha jodido la vida, yo estoy separada y
mira a tu padre, y no sé qué, me ha fastidiado todas las vacaciones, me ha
fastidiado toda la vida y se les he hablado claramente (Vitoria)
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La información que proviene de los padres siempre es complementaria de la que reciben por
otros canales, y los padres conocen su existencia:
- A mí, mi hijo hasta me ha preguntado, cuando tomas fármacos, el
ibuprofeno… yo una temporada me dieron antidepresivos, veía que había
unas pastillas nuevas y yo cada día me tomaba una, y me preguntó y eso, y
le conté << mira hijo esto es una droga como otras de farmacia, controlada
claro de las que te da el médico y te dice cuantas tienes que tomar y bueno
que es para sentirte mejor>> (Vitoria).
A pesar de la importancia, que los padres verbalizan, de mantener una comunicación fluida, a
veces no resulta fácil hablar del tema puesto que, al ser considerado como un problema en
nuestra sociedad, lleva asignado un cierto nivel de estigmatización, que asumen hasta los
mismos consumidores. Esta presión o carga se soluciona intentando aproximaciones y
aprovechando momentos y situaciones muy dispares:
- Y vino un día el mayor que tenía seis o siete años y me dice: ¡Mamá, papá
se droga! Y yo le dije: ¿Por qué? Porque dijo la maestra que el porro es una
droga y te lleva a la muerte y que no se qué, y que no sé cuantos y papá se
va a morir, dijo. Digo, no, digo, tú ves que cuando papá fuma, tú lo ves a tu
papá fumar, tú ves que cuando tu papá fuma camina por las paredes o hace
cosas raras, le dije, no pasa nada. No, me dijo. No supe que decirle en ese
momento, fue lo primero que se me ocurrió. Está todo bien, el problema son
los excesos. (Ibiza)
Algunas veces que los hijos conozcan los consumos de los padres puede volverse contra ellos,
ya que los jóvenes no dudan en achacarles a los padres lo que la sociedad proyecta sobre los
consumidores de drogas, e incluso, algunos padres reconocen que hablar de todos los temas
con los hijos puede parecer un exceso:
- Yo con mi hija, desde que tuve la conversación ésta que os he dicho,
cada vez que nos peleamos me echa que cara: ¡Tú que te juntas con tus
amiguitas para iros de fiesta, que tomáis no se qué! Tienes que tener un
poco de cuidadito con lo que les enseñas.
- Pero yo no les cuento todo lo que he hecho yo.
- Yo le conté lo que he probado y lo que no he probado.
-Se ha convertido en un arma… (Ibiza)
Por último, para finalizar este apartado una vez vistas y analizadas la diversidad de posiciones
respecto al tema de exteriorizar o no los consumos de los padres, hay que añadir que éstos, en
su fuero interno, se sienten legitimados para hablar del tema con los hijos, porque ellos no
tienen comportamientos dependientes respecto a las drogas, lo cual es la garantía respecto a
que supieron lidiar adecuadamente con los riesgos y que por tanto su experiencia permitirá a
¿La experiencia es un grado?
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sus hijos que extraigan elementos positivos a utilizar en distintas situaciones, y para que a
ellos, jóvenes, tampoco los superen los posibles riesgos que vayan a encontrarse en su
relación con las drogas.
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas
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La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas

  • 1. ¿LA EXPERIENCIA ES UN GRADO? El papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas Joan Pallarés Goméz David Pere Martínez Oró
  • 2. Investigación financiada por la Delegación del Gobierno de Plan Nacional Sobre Drogas. Gestionado por: © Joan Pallarés Gómez y David Pere Martínez Oró, 2012 © de esta edición: Fundación IGenus. www.fund-igenus.org info@fund-igenus.org Primera edición: Setiembre de 2012 ISBN: 978-84-616-2170-5 Depósito Legal: B-32910-2012
  • 3. ÍNDICE 1. INTRODUCCIÓN. ............................................................................................................... 1 2. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO: “nuestros padres, no tenían ni idea ni conocimiento de lo que eran las drogas”.................................................................................................................. 4 3. METODOLOGÍA................................................................................................................ 19 4. CAMBIOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES: “Hay cosas que ahora se pueden hablar más que antes”................................................................................................................. 26 5. NO TODAS LAS ÉPOCAS FUERON IGUALES: “¡Mi padre es drogadicto!” ................... 33 6. MOSTRAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO DE DROGAS A LOS HIJOS: “Ante la evidencia, qué vas a hacer”........................................................................................... 36 7. NO TODAS LAS DROGAS SON IGUALES: “Los porros creo que es más aceptable”.... 42 8. DIFERENCIAS DE LAS DROGAS POR LOS DISCURSOS O LAS GRADUACIONES QUE PERMITEN: “El consumidor admite muchos matices”....................................................... 45 9. LAS DIFERENCIAS DE EDAD Y GÉNERO: “Hay que funcionar como los chicos” ........ 47 10. LA PROHIBICIÓN COMO MARCO: “¡Hay plantaciones que es una barbaridad!”........... 50 11. LOS APRENDIZAJES SON IMPORTANTES: “¡Ojalá lo que hemos vivido nosotros les sirva para algo!”........................................................................................................................... 53 12. PONER LÍMITES: “Pero de todas maneras, harán lo que les dé la gana a ellos” .......... 58 13. LA GESTIÓN DE LOS MIEDOS: “Es lo que me preocupa”.............................................. 62 14. EL PAPEL DEL ALCOHOL: “Hay más bares que tiendas” ............................................... 65 15. CONSUMOS ACCEPTABLES: “Yo lo que quiero es que sean felices”............................ 68 16. CÓMO ACTUAR: “Tampoco puedes cerrarles las puertas, tendrán que vivirlo”.............. 70 17. CONCLUSIONES. ............................................................................................................ 72 18. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. ................................................................................ 77
  • 4.
  • 5. ¿La experiencia es un grado? 1 1. INTRODUCCIÓN. El equipo de investigación de la Fundación IGenus ha trabajado en los últimos años diferentes fenómenos relacionados con el consumo de drogas, la difusión del consumo de cocaína y la normalización social de las drogas ilegales. Entre los distintos trabajos producto de estas investigaciones destacamos: “Entre rayas. La mirada adolescente hacia la cocaína” (Martínez Oró y Pallarés, 2009), “La Mirada femenina hacia la cocaína” (Pallares y Martínez Oró, 2010), “El camino hacia la cocaína” (Martínez Oró y Pallarés, mimeo) “La normalización social del consumo de drogas (Martínez Oró y Pallarés, en prensa) y “Del consumo recreativo al consumo problemático” (Martínez Oró y Pallarés, mimeo). Todas estas investigaciones no hubieran sido posibles sin el apoyo económico del Plan Nacional Sobre Drogas, que además de la financiación nos han depositado la confianza para plantear los diseños de las investigaciones con total libertad. En todos estos trabajos hemos observado que la educación que los jóvenes reciben de sus padres influye notoriamente en la actitud hacia la drogas de los hijos, es decir, los padres juegan un papel importante en la prevención del consumo de drogas, aunque su tarea deba cruzarse con los mensajes que reciben de los medios de comunicación social, y muy especialmente, del grupo de iguales. En la investigación “Del consumo recreativo al consumo problemático”, en la cual investigamos el papel de la familia, los contextos y el grupo de iguales en la regulación de los consumos de los jóvenes, observamos con bastante recurrencia indicios de padres tolerantes hacia el consumo y también de padres consumidores de drogas ilegales. Indicios que también fueron contrastados por el Observatori de Nous Consums de Drogues a partir de 2005. En este sentido, cada vez poseíamos más evidencia, sobre un fenómeno que no se había producido anteriormente, estamos hablando de la incorporación al rol de padres/madres de personas consumidoras, ex consumidoras (sin problemas adictivos) o de aquellos que aunque no consumieron estuvieron en contacto con variedad de consumos recreativos de drogas ilegales. Por tanto, estábamos delante de una nueva relación entre padres, hijos y consumos de drogas, que como veremos ha sido producida por diversos factores socioculturales, y que es relativamente nueva, puesto que son generacionalmente los primeros padres, que luego de ser consumidores, abordan el consumo de sus hijos desde la
  • 6. 2 experiencia que les proporciona su trayectoria juvenil vinculada, también, al consumo de drogas. Estos padres consumidores, cuando sus hijos alcanzan la adolescencia, deben encarar la prevención del consumo de drogas, pero ¿cómo afronta la prevención de sus hijos una persona que ha estado en contacto con las drogas? ¿Utiliza un discurso alarmista? ¿Tolera los consumos? ¿Cómo maneja sus consumos y la educación de sus hijos? Estas y muchas otras preguntas que intentamos responder motivaron la realización de la presente investigación. Por tanto, presentamos los resultados de la investigación titulada “El papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas” subvencionada por el Plan Nacional Sobre Drogas según la Orden SAS/2293/2010, de 19 de agosto. Resultados de investigación que pueden aportar luces sobre la relación entre consumos de drogas y educación familiar, así como herramientas teóricas para intervenir mediante estrategias preventivas sobre el colectivo de padres consumidores de drogas. Queremos agradecer a todos los participantes de los grupos de discusión por su colaboración, sin la cual este trabajo hubiera sido imposible. A los miembros de Ai Laket!, en especial a Miren Ugarte por organizar un grupo tan “cañero” en Vitoria. A Elisa Benes y Laia Domingo por ponernos en contacto con Mireia Rodríguez, quien organizó el grupo de Ibiza. A Antoni Llort, Tre Borràs, Josep Espluga, Oriol Romaní, Mireia Ambròs y Maria Murillo, que captaron los participantes de los grupos de Barcelona y Lleida. A todos ellos, muchas gracias. Nuestro agradecimiento a Elena Rodríguez y Oriol Romaní por su predisposición, tiempo y dedicación en la elaboración de un grupo de expertos que ha representado un contrapunto excelente a los datos recogidos en los grupos de discusión. También agradecer a la Fundación Igenus todo el apoyo y confianza depositada, tanto en la presente investigación como en todos los proyectos desarrollados en los últimos años. A Ernesta Sánchez, a Teresa Sabaté y a Josep Ramon Collado. A Conxita Díaz, Jordi Giné y Laia Ligüerre por las transcripciones de los grupos de discusión.
  • 7. ¿La experiencia es un grado? 3 Aclaración sobre la escritura. En el presente informe prevalece como genérico el género masculino, por tanto si no se indica lo contrario cuando se escribe padres nos referimos a los padres y a las madres, en el mismo sentido se debe de aplicar a las otras palabras con género como, hijos, adolescentes, jóvenes, etc. Consideramos que la lectura de palabras como “los padres y las madres” sería muy frecuente en el texto con la consecuente dificultad en la comprensión, que contribuiría a una mayor complejidad del texto y que poco ayudaría a la tan necesaria igualdad entre hombres y mujeres.
  • 8. 4 2. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO: “Nuestros padres, no tenían ni idea ni conocimiento de lo que eran las drogas” Breve introducción sobre la evolución de los consumos de drogas en España. En la década de los sesenta del siglo pasado, crece en la opinión pública de los Estados Unidos la sensación de un aumento del consumo de drogas por parte de los jóvenes y, en general, con una década de diferencia, estas pautas llegarán también a Europa. Hasta entonces, el consumo de sustancias ilegales se asignaba a minorías étnicas, intelectuales, gente del espectáculo, soldados que regresaban de las guerras y grupos calificados como “desviados”. El caso español, respecto a la difusión de las drogas, presenta ciertas particularidades que están relacionadas con el aislamiento de nuestro país y, por consiguiente, de nuestros jóvenes respecto a los procesos culturales externos y el retraso en el proceso de <<modernización>>, ambos debidos al franquismo y sus políticas (Pallarés, 2011:16). Gamella y Jiménez (2001) y Gamella (2003) han planteado la existencia de, al menos, dos tipos de “ciclos” en el consumo y la percepción social del uso de drogas, para estudiar el caso español. Así, la difusión de las drogas y los problemas a ellas asociados, han aparecido en ciclos con ascensos y descensos, semejantes a la difusión de innovaciones y productos comerciales, como sucede con la expansión de enfermedades y otros fenómenos; distinguen entre los de tipo largo y lentos (mareas) que afectan a varias generaciones, tardan décadas en manifestar las consecuencias, no causan tanta alarma social, aunque a largo plazo puedan tener consecuencias más negativas; y los ciclos cortos (tormentas) o “crisis de drogas” que duran entre ocho y quince años, afectan sólo a ciertos grupos generacionales, crecen intensamente y bajan, pero generan “más alarma social y ejercen gran fascinación sobre los diversos agentes sociales que participan en la construcción de los problemas sociales” Gamella (2003:95). Entre las mareas tendríamos el caso del tabaco (creciendo su difusión desde los cincuenta); el alcohol desde los cincuenta hasta hoy, el del cannabis y el de la cocaína, desde los setenta hasta hoy. Entre las tormentas, encontramos la crisis de la heroína (1978-1994) y la difusión de las drogas de síntesis entre 1987 y principios del siglo XXI (Pallarés, 2011:16-17).
  • 9. ¿La experiencia es un grado? 5 El modelo español de consumo de drogas puede dividirse en distintas fases, desde los años sesenta hasta la actualidad 1 . Definiremos una primera fase que abarca hasta la crisis de la heroína, una segunda que comprende dicha crisis, y una tercera que viene enmarcada por el declive de la heroína y por la aparición y difusión de las drogas de síntesis y otros estimulantes y que se extendería hasta nuestros días. En la primera fase, durante los sesenta, hay una escasa presencia de drogas ilegales. Si exceptuamos los consumos de unas minorías muy poco visibles, la mayoría de los consumos están centrados en el alcohol, el tabaco y algunos fármacos como anfetaminas e hipnosedantes (ver Navarro, 2002). Aunque existen algunos problemas relacionados con el consumo de estas sustancias son banalizados por la sanidad pública (Gil Muñoz, 1970). No obstante, se empiezan a canalizar discursos alarmistas sobre las drogas ilegales a pesar de su escasa incidencia y a relacionarlas con los jóvenes. A finales de los sesenta España está en su proceso de <<modernización>> después de su etapa de autarquía. La apertura que este hecho supone, implicará un desarrollo del consumo y nuevos mercados, como el de la moda juvenil. Se nota la presencia creciente de jóvenes y se empieza un alargamiento de la etapa juvenil, que llegará hasta nuestros días, aunque no con la misma velocidad ni manifestándose igual en todas las clases sociales. Las drogas, especialmente las ilegales, aparecen como un <<marcador social>> del cambio, puesto que durante la etapa de la autarquía estábamos al margen del complejo cultural de las drogas ilegales implantado en otros países desarrollados desde finales del siglo XIX (Comas 1994, 2002). Coincidiendo con el alargamiento de la juventud van apareciendo espacios y tiempos de ocio juvenil especialmente nocturno (Pallarés y Feixa, 2000; Laespada y Pallarés, 2001; Pallarés y Cembranos, 2001), separados de los de los adultos, que incidirán en la aparición y recreación de culturas específicas y que contribuirán a dotar de sentido a los consumos de drogas. El cannabis será la primera droga ilegal que aparece en escena. Como ha señalado Romaní (1999) en el bienio 1967-68 se introduce el hachís por parte de los hippies que volvían de 1 Estamos siguiendo anteriores trabajos de Pallarés (2003, 2007 y 2011).
  • 10. 6 Oriente o de Holanda, para los cuales formaba parte, junto a otros elementos, de un modo de vida. Posteriormente, en la etapa 1972-75 se da un crecimiento del uso del cannabis y del LSD, que pasará a ser como una moda para grupos underground y de una cierta radicalidad política. En la época de la reforma política (1976-78) los consumidores crecen, y el consumo de cannabis y de alcohol tiene fuerte presencia en las manifestaciones y fiestas en la calle, simbolizando una conquista al régimen, y particularmente el consumo de cannabis, como un símbolo de la identidad <<izquierdista>>. A partir de 1978 crece sosteniblemente su consumo, desvinculado de la visión contracultural del uso de drogas, y los nuevos consumidores ya no provienen de los núcleos anteriores sino del conjunto de la juventud que se acerca a la sustancia viéndola como una mercancía más. La difusión de la heroína sigue un proceso similar al del cannabis. Como ha analizado Comas (1989), los primeros consumidores de heroína (1973-77) son consumidores de núcleos sociales selectos y reducidos: nivel social y cultural alto, estudiantes universitarios, profesionales, académicos, insatisfechos con el tipo de sociedad y progresistas. Ven la heroína como una sustancia más, que canaliza su experiencia de ruptura social, y como no existe una oferta abierta, para consumir son núcleos cerrados, próximos a los de los contraculturales consumidores de cannabis. Entre 1977 y 1981, se incorporan al consumo de heroína miembros de las clases medias e hijos de trabajadores, la mayoría con militancia política (ver García Pardo, 2002). Es un período de fuerte incremento de la incidencia, y las razones de inicio tienen que ver, básicamente con la insatisfacción y el ajuste personal. A partir de entonces la incidencia disminuye aunque la prevalencia, todavía durante un tiempo, es más alta. Se incorporan al consumo grupos étnica o económicamente marginales. Ese momento es clave para la aparición de un discurso bastante monolítico sobre las drogas que, sin ambages, pasan a ser vistas como un gran problema, centrado en la heroína (denominada <<la droga>>) y en el <<drogadicto>>, que sólo puede ser un perverso delincuente. Hasta mitades de la década de los setenta no aparecen lugares de venta permanente de sustancias ilegales y, por tanto, no hay una oferta constante de ellas por lo que, para consumir, hay que pertenecer a redes sociales que han hecho una elaboración contracultural del consumo. Con la oferta constante, proveniente de redes vinculadas con el ámbito delictivo, se
  • 11. ¿La experiencia es un grado? 7 acercan otros grupos sociales al consumo que se va desvinculando de las ideas políticas y contraculturales. En esta época, crecen notablemente el consumo de alcohol y el de tabaco. Estas actividades que hasta entonces eran esencialmente masculinas y de adultos irán ganando presencia entre las mujeres y los jóvenes, con pautas de consumo nuevas en relación al tipo de bebidas, cantidades, lugares y ocasiones para beber, etc. En menor medida crece el consumo de ciertos fármacos como tranquilizantes y anfetaminas. La respuesta institucional es de intensidad baja. España no ratificó hasta 1967 el Convenio Único de Viena de 1961; hasta 1969 no se crea la Brigada Especial de Investigación de Estupefacientes de la Policía, y en 1973 la Guardia Civil creó un grupo especializado contra el tráfico de drogas. Los servicios socio-sanitarios sólo reciben demandas de tratamiento por alcoholismo. A finales de los setenta, empiezan a aparecer Comunidades Terapéuticas para problemas relacionados con el consumo de heroína (ver Comas, 1988), aunque hay consultas privadas y clínicas que ofrecen tratamientos médico-psiquiátricos. La segunda etapa viene definida por la <<crisis de heroína>>. En los ochenta, crece la alarma y la preocupación social por las drogas ilegales, por el aumento de la inseguridad ciudadana y por el miedo al riesgo de <<caer en la droga>> asociado al consumo compulsivo y diario de heroína (Comas, 2002). Empieza a percibirse que el paro es un fenómeno estructural pues el período 1977-1985 es de fuerte recesión económica y de destrucción de ocupación (reconversión industrial), coincidiendo con la llegada al mercado de trabajo de las numerosas cohortes juveniles del efecto baby-boom y con una mayor incorporación de mujeres, lo que disparará las tasas de paro juvenil. Al perderse unos dos millones de puestos de trabajo fijos, aumentan los problemas y las tensiones sociales. Bajo la excusa de fomentar la contratación de jóvenes se introducen medidas de flexibilización en el mercado laboral, abriendo la etapa de creciente precarización del mismo y de desprotección social. La juventud, hasta entonces vista de forma positiva, se torna una carga para las familias y aparece un discurso negativo que asocia la situación de los jóvenes a su propia condición y aspectos culturales más que a los componentes sociales, políticos y económicos de la época.
  • 12. 8 Se produce en el imaginario social la relación entre juventud, delincuencia y drogas (Martí, 1998). A mitades de la década de los ochenta se alcanzan las tasas más altas de prevalencia del consumo de heroína, que se estabilizan a finales de la década y luego van descendiendo. Se difunde entre los consumidores la vía de administración endovenosa como alternativa a la adulteración y a los altos precios (ver Usó, 1996; Hidalgo, 2007). Dado que ni existen ni se fomentan medidas de reducción de daños, una parte importante de los consumidores llegan a compartir jeringuillas, favoreciendo la propagación del sida, que en la segunda mitad de la década empieza a producir una mortalidad muy significativa entre los consumidores que comparten jeringuillas. Los consumos de alcohol y tabaco continúan aumentando, aunque por el ruido de la heroína no se habla de ellos, ni se conciben como problemáticos. El consumo de alcohol en altas cantidades en las noches del fin de semana empieza a ser un modelo de ocio para muchos grupos de jóvenes, y aparecen formas de consumo en la calle, inicialmente designado con el calificativo de <<litronas>>. La cocaína, como sustancia asociada al prestigio y al éxito (ver Díaz et al., 1992) crece en ambientes con cierto poder adquisitivo, aunque se estaba difundiendo también entre los consumidores más marginales de heroína, sustancia con la cual solían combinarla, especialmente inyectada (Gamella, 1990; Hidalgo, 2007). No obstante, por diferentes motivos, se ha silenciado su extensa difusión entre el mundo más marginal o de la heroína, quizás para no perder su carácter elitista y de éxito. En 1985 se crea el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) como mecanismo institucional para coordinar las políticas de las diferentes administraciones en el ámbito de la prevención, el tratamiento y la reinserción. Crea una red asistencial pública, que convive con la privada, y que hasta principios de la primera década del siglo XXI estará colapsada por atender los problemas sociosanitarios de los heroinómanos. Se difunden programas preventivos orientados al <<no a las drogas>> ilegales, que progresivamente van incluyendo a las legales. Este tipo de prevención se ve como la panacea para evitar y disminuir los problemas. A finales de la década de los ochenta, en grupos muy vinculados a la cultura del baile, aparecen las sustancias de síntesis (ver Gamella y Álvarez, 1997, Bouso 2003). Inauguran una
  • 13. ¿La experiencia es un grado? 9 nueva época, los noventa, que viene definida por la pérdida del papel central de la heroína, que incluso llega a perder importancia a finales de la década en los imaginarios sociales sobre los consumidores de drogas. Se va produciendo un cambio debido al impacto de la filosofía de la <<reducción de los daños y riesgos>> y por una cierta normalización institucional y social (ver Comas, 2002) de las nuevas formas y pautas de consumo. La tercera fase, se caracteriza porque en los noventa descienden considerablemente las incorporaciones al consumo problemático de heroína y opiáceos, y se produce una difusión de las drogas de síntesis (MDMA y análogas), también de otros estimulantes, el cannabis y especialmente el alcohol, y desde los noventa hasta más o menos 2008-2009, en que se produce una inflexión, se ha ido produciendo un crecimiento importante de los consumidores de cannabis y de estimulantes, especialmente cocaína. A partir de esos años parece que empiezan a estancarse o ligeramente a retroceder todos estos consumos y el número de consumidores, si exceptuamos el alcohol. En Pallarés (2011) hay un análisis más detallado de los cambios de esta tercera fase. De manera resumida, seleccionamos los más importantes: El modelo de consumo emergente desde los noventa, más allá de las diferencias locales, tiende a adoptar unas características globales. Fuerte segmentación de los espacios y tiempos formales respecto de los informales (entre ellos los de ocio). Concentran el consumo de drogas legales e ilegales. Los consumos el resto de la semana, y especialmente en el ámbito laboral, disminuyen a niveles casi testimoniales, excepto el consumo de tabaco que no varía mucho. También entre semana hay consumos de alcohol, aunque son una minoría y un grupo considerable de consumidores diarios de cannabis. Los consumos de drogas son una actividad más entre otras, y no siempre la más importante, relacionada con los estilos de vida, las actividades de tiempo libre y ocio de los jóvenes, y cada vez más, de los adolescentes (Díaz y Pallarés, 2002).
  • 14. 10 Los consumos de las distintas drogas están muy relacionados con los cambios y transiciones en el ciclo vital, especialmente el paso de la niñez a la adolescencia (alcohol y cannabis) y de la adolescencia a la juventud (incremento de los consumos y aparición de la cocaína). Los consumos de estas sustancias no significan romper o violar normas o patrones de conducta, sino más bien una forma coherente de adaptarse al grupo y al entorno social. Se produce un claro rechazo del consumo de heroína y del modelo de consumo diario y compulsivo que representaba el <<yonqui>>. Salir los fines de semana y consumir drogas, principalmente alcohol, se ha convertido en la normalidad y a la vez en una exigencia para los jóvenes, para reiterar y escenificar su condición juvenil. La tendencia hacia la normalización social de las nuevas formas de consumo (legales e ilegales) ha contribuido a la aceptación y “normalización” de los consumidores de fin de semana, que dejan de verse como problemáticos o drogodependientes. Coincide con una visión no tan negativa de la juventud, al menos hasta la aparición de la crisis económica de finales de la década. En el ámbito de la gestión de las drogas ha triunfado la filosofía de la <<reducción de daños>>, contribuyendo a un cambio de imagen en los consumidores, que de la imagen anterior del delincuente ha ido transformándose en la del enfermo y finalmente en la de los jóvenes “fiesteros”, mucho más normalizados. Valores y representaciones sobre los consumidores. Hemos tenido en cuenta los cambios habidos en los consumos, para intentar relacionarlos con los cambios habidos en las representaciones sociales sobre las drogas. A lo largo de los noventa, se incuba un cambio en los imaginarios sociales sobre las drogas, que se manifiesta con mayor nitidez a finales de dicha década, y que alcanza hasta nuestros días. Para indicar las características de este cambio en la percepción social sobre las drogas, nos atendremos a
  • 15. ¿La experiencia es un grado? 11 los resultados obtenidos en los estudios de la Fundación Igenus 2 , y a los estudios de la FAD 3 en los que han asociado los consumos de drogas con los valores y las representaciones 4 . Existen varias diferencias entre las distintas generaciones en relación a sus experiencias con las drogas. Los grupos de mayor edad saben sobre las drogas desde la lejanía, no de forma directa, ni por sus experiencias, sino de una manera mediada por los estereotipos, pero sin haber tenido contacto objetivo con ellas o con sus consumidores (excepto las legales). Las cohortes de edad en que se encuentran los padres de los actuales jóvenes y adolescentes, sin embargo, tienen mayor experiencia con las drogas, además ésta es directa, puesto que algunos han consumido drogas ilegales, o indirecta, porque se han socializado en los contextos de fiesta conviviendo con consumidores, sean estos amigos o simplemente conocidos. El tipo de contacto, la proximidad o la distancia con las drogas ilegales, ha marcado diferencias muy significadas en los imaginarios de las distintas generaciones respecto de las drogas, sus efectos y los consumidores. Aunque, independientemente, exista un discurso sobre ellas, genérico y dominante, que en algunos casos puede entrar en contradicción con las experiencias y las visiones de las distintas personas y de sus grupos de referencia. Siguiendo esta línea sobre la importancia de los valores y las representaciones, Rodríguez et al. (2008) confirman el cambio radical en la percepción social sobre las drogas producido en los últimos años en la opinión pública española, y lo corroboran con los resultados de otros estudios. Señalan tres variables que son importantes para explicarlo: la edad, la experiencia con las sustancias y, para algunos grupos, la ideología. Estos autores afirman que el hecho de socializarse en contacto, más o menos directo, con las drogas, no sólo facilita el incremento de la experimentación y el consumo, sino que ha ayudado a las personas a mantener 2 Especialmente de aquellos publicados: Díaz et al (2004); Martínez Oró et al. (2010a, 2010b); Martínez Oró y Pallarés, 2009; Pallarés et al. (2006; 2008) y Pallarés y Martínez Oró (2010). 3 Megías et al. (2000, 2000a); Megías (2000, 2001); Megías (2005); Megías et al (2005); Rodríguez et al (2008) y Elzo et al. (2010). 4 Hay una versión más extensa de este apartado en Pallarés (2011) el cual seguimos aquí.
  • 16. 12 consideraciones más relativas respecto de las drogas. Corroboran lo que se dibujaba en Megías et al. (2005), trabajo en el que se ve claramente el cambio de perspectiva en la percepción de las drogas, pues, ya no son vistas solamente como problema, ya que casi la mitad de los españoles, también, reconocen los efectos relativos a la diversión, el placer, la desinhibición, el prestigio social y para facilitar relaciones. Este giro en la manera de entender las drogas encaja con el cambio experimentado en la percepción del riesgo, y en la convicción de que existen también beneficios (Rodríguez et al. 2008:325), relacionados con el ocio y el grupo. En Megías et al. (2000a) y Megías et al. (2001) se aprecia la nueva imagen que de los consumidores de drogas tiene la sociedad española que abandona la visión de las drogas centrada en la heroína y que cuando la imagen se refiere a los consumidores de “fin de semana” tiende a verlos como “normales”. La identificación del consumo de drogas y jóvenes provoca una ambigüedad, puesto que se cree que los jóvenes, en cierta forma, deben consumir drogas porque son jóvenes y por lo que los consumos significan, aunque, a la vez, se vean las drogas como una amenaza y un riesgo y se pida protegerlos de ellas. Como bien ha planteado Romaní (2004a) del estudio de Megías et al. (2000) se desprende que hay un mayor conocimiento del “mundo de la droga” que contribuye a su progresiva “normalización” y para apreciarlas en términos más pragmáticos. La mirada de las personas sobre las drogas en los últimos años ha tendido a la normalización, mucho antes que la de los medios de comunicación, por lo que hay una disonancia entre unos y otros. En 2005 aparece una nueva versión de Megías et al. (2000) bajo el título de “La percepción social de los problemas de drogas en España, 2004”. Desarrollan algunos de los temas ya comentados y reaparece la nueva visión sobre las drogas y sus consumidores. Se destaca que, a los españoles “las drogas les preocupan porque tienen que preocupar”, según el discurso dominante y globalizador, lo cual está en consonancia con lo que “se supone que hay que sentir o decir”, aunque luego se ven las incongruencias y contradicciones de esta perspectiva. Los padres, ante la cercanía de las drogas, sienten que ellos han podido controlar su contacto con los consumos, aunque aparece la angustia cuando miran a los hijos a los que no suponen
  • 17. ¿La experiencia es un grado? 13 la capacidad de controlar, por lo que creen que las cosas irán a peor. Pero, por el contrario, creen que las drogas son cosas de jóvenes y que por tanto deberán experimentar con ellas. Los discursos son más alarmistas cuando los sujetos que los mantienen están más alejados del mundo de las drogas. A mayor contacto con las drogas, existe menor percepción de peligrosidad. El problema se ve más importante a medida que se aleja del entorno próximo. Aunque perviven los miedos, son más habituales, próximos y cotidianos. Las drogas ya no son algo extraño, son una amenaza, pero reconocible, que sorteamos y con la que aprendemos a vivir. Aumentan considerablemente los que ven a los drogadictos como personas corrientes. La percepción colectiva de los consumidores no está estigmatizada, el estereotipo del yonqui ha perdido fuerza y se ha sustituido por consumidores que aparecen como más integrados: el consumidor de pastillas (el joven), el de cocaína (con aspecto de triunfador), el consumidor de cannabis (colega, buen chico y en el fondo normal). La población se siente más informada (especialmente jóvenes) y las drogas producen menos miedo, aunque saben que están cerca y que los consumos aumentan, en los ambientes de ocio, no en los de responsabilidad. Junto con la imagen genérica de la droga, lo que define los riesgos es la distinción que se hace entre el buen y el mal uso de las sustancias, que no tienen que ver, como en el caso del alcohol, con la frecuencia, la cantidad, la intensidad, etc., sino con la intencionalidad con que se usa la sustancia. El buen uso, se asocia con los fines lúdicos, con la diversión, y este tipo de consumo se aprecia como normal y no es calificado como desviado, puesto que se cree, que para divertirse, hay que utilizar todo aquello que potencie la diversión, y para ello se supone que funcionan muy bien las drogas. Existe una imagen de control, que parece independiente de los episodios concretos de abuso, y de los <<desfases>>. Lo que aparece como inaceptable es el uso en zonas de responsabilidad: trabajo, educación, relación familiar; eso explicaría problemas y comportamientos aberrantes, por sacar las drogas de su contexto natural. Y el buen uso supone consumir en compañía y divertirse, hacerlo en soledad es señal inequívoca de tener problemas, o que el consumo con el tiempo los generará.
  • 18. 14 Dominan las posturas prohibicionistas sobre las permisivas, aunque evolucionan hacia una disminución de la visión de prohibición. En el cannabis dominan las permisivas. Entre los jóvenes, aumenta la permisividad hacia la cocaína. En Elzo et al. (2010) se repite el estudio Valores sociales y drogas de 2001. En este nuevo trabajo, se aprecia un proceso de 'juvenilización' en los valores de los españoles, puesto que aquellos que se atribuyen a los jóvenes parecen los únicos que han aumentado en valoración entre el conjunto de la población. Son los valores que se proyectan o atribuyen a los jóvenes los que han aumentado en el conjunto de la población: vivir al día, enfatizar el ocio, importancia de la amistad, exigencia de vivir con el gusto de cada cual, la necesidad y el placer de arriesgarse. También se da mayor relevancia a la enfatización del presente. Para finalizar este recorrido por los cambios en las representaciones, en Rodríguez et al. (2008) se aprecia que con los consumos los jóvenes buscan integrarse a su grupo y responder a la presión de la necesidad de divertirse, de ahí que puedan interiorizar una contradicción: “consumir es malo, pero es normal”. Prevención, consumos de drogas y relaciones entre padres e hijos: “La palabra droga era un tabú, era imposible la comunicación. En nuestro caso es distinto, por lo menos sabemos de qué se trata” Durante la transición democrática, el consumo de drogas entronca directamente con la contracultura y la agitación político-cultural. El consumo escenificaba unas ansias de libertad y transgresión (Romaní, 1982). Aunque emergentes, los consumos de drogas ilegales continuaban alejados de la realidad cotidiana de la mayoría de la población. La educación relativa al consumo de drogas por parte de estos jóvenes era sólo la propiciada por los iguales. Y si pensamos con la posición de los padres -nacidos entre los años 20 y 30- de éstos jóvenes, es obvio que, por motivos generacionales, desconocían los consumos de drogas así como las actividades de sus hijos. Muchos de estos jóvenes llevaban una doble o triple vida en la que las relaciones familiares, laborales y culturales eran independientes. A lo largo de los años 90, los jóvenes <<contraculturales>> tuvieron que abordar los consumos de drogas de sus hijos, el abordaje se hizo de manera ambivalente. A grandes rasgos,
  • 19. ¿La experiencia es un grado? 15 encontramos dos categorías de padres que coinciden con dos tipos de discursos. Por una parte, unos que elaboraron un discurso normalizador, afín en cierta medida al discurso de la reducción de riesgos. Y por otra parte, padres/madres que elaboraron un discurso prohibicionista. En cierta medida, esta segunda categoría de padres conocían ciertos consumos de drogas, puesto que, habían obtenido tanto experiencias placenteras como traumáticas, especialmente relacionadas con malos viajes de LSD. La ambivalencia venía determinada por diversos factores, como los modelos educativos utilizados, el conocimiento en primera persona de las drogas, así como la integración como válido del discurso alarmante emergido a raíz de la crisis de la heroína. Por lo tanto, algunos padres, consumidores esporádicos en la juventud, manifestaron el mismo abordaje educativo del consumo de sus hijos que padres que no habían tenido ningún contacto con las drogas, es decir, intolerancia hacia el consumo de drogas. Sin embargo, la primera categoría de padres, a la hora de abordar el consumo de sus hijos, nacidos entre 1975 y 1990, lo hicieron con un talante normalizador intentando aplicar estrategias de reducción de riesgos y promoción de la salud. Sin embargo, del total de padres de estos jóvenes sólo una proporción relativamente baja de los padres habían estado en contacto con las drogas durante su juventud. Por lo tanto, entre los jóvenes nacidos durante los 70, 80 y 90 prevalecen los padres sin experiencia ni conocimiento sobre los consumos de drogas ilegales. Así pues, estas generaciones de jóvenes, han recibido mayoritariamente un discurso prohibicionista y alarmante del consumo de drogas ilegales. A principios de los 80 se desencadenó la crisis de la heroína. Los motivos fueron varios, a destacar la difusión de la heroína entre ciertos colectivos de jóvenes, procedentes de diferentes estratos sociales y con motivaciones diversas para consumir heroína (Comas, 1989; Pallarés, 1996). La crisis de la heroína implica una nueva conceptualización del consumo de drogas, si hasta ese momento, era entendido como minoritario y protagonizado por jóvenes contraculturales, a lo largo de los 80 se fue ampliando, y, en consecuencia, desencadenó una gran alarma social. Los usos compulsivos de heroína provocaron la estigmatización y marginación social de los heroinómanos, debido a las actividades informales (hurtos, robos, venta de drogas y prostitución) que realizaban para mantener los consumos de heroína. La estigmatización se acentúa con la irrupción del VIH. A raíz de las consecuencias de la heroína emerge el imaginario social (Castoriadis, 1983) de <<la droga>>, a grandes rasgos entendido, como que todos los consumos de drogas ilegales son problemáticos y están asociados a la
  • 20. 16 delincuencia juvenil, la marginación social, y la estigmatización, entre otros problemas (Romaní, et al 2005, Romaní, 2005) La educación sobre las drogas y la información disponible se tuvo que crear de forma rápida, normalmente más fundamentada en sensibilidades emocionales que en evidencias científicas (Pallarés, 1996). Como resultado de las consecuencias de la heroína, la educación sobre drogas que emergió se enmarcaba en el paradigma prohibicionista. Así pues, la inmensa mayoría de padres de los heroinómanos no poseían conocimientos sobre las drogas -ni tampoco sus hijos. A grandes rasgos, en la actualidad podemos encontrar, tres perfiles de padres que vivieron su juventud durante los años 80. En primer lugar, los que no tuvieron ningún contacto con las drogas. En segundo lugar, los que tuvieron contacto con las drogas pero no desarrollaron problemas severos. Y en tercer lugar, los que consumieron drogas y desarrollaron problemas, frecuentemente relacionados con la adicción. Los primeros, y más numerosos, al no experimentar en primera persona con las drogas poseen bastante desconocimiento sobre las mismas. La información relativa al consumo de drogas ilegales, está fundamentado en noticias alarmistas, campañas prohibicionistas y la imagen del heroinómano degradado psicológica y físicamente. Estos padres reproducen el modelo educativo del prohibicionismo. Los segundos, menos numerosos, experimentaron con ciertas drogas ilegales, durante su juventud, la más frecuente fue el cannabis, y en menor medida la cocaína y la heroína. Los consumos de estos fueron recreativos, en el sentido que los consumos nunca adquirieron una centralidad en sus vidas. Sin embargo, estos vieron como personas cercanas desarrollaron problemas severos y algunos de estos murieron de sobredosis, SIDA u otros problemas relacionados. La experiencia adquirida durante su juventud ha sido un pilar clave para abordar el consumo de drogas ilegales de sus hijos. Su discurso, al igual que lo hicieron los jóvenes "contraculturales", ha basculado entre la alarma y la normalización. Algunos de estos padres una vez culminada su transición al mundo adulto, pueden haber continuado consumiendo drogas ilegales, especialmente cannabis. En este sentido, algunos padres han intentado transmitir un discurso normalizador del consumo, promoviendo estrategias de reducción de riesgos y asegurando la máxima información a los hijos para gestionar saludablemente los posibles consumos. Y la tercera categoría son personas que han tenido hijos a la vez que mantenían la adicción a la heroína o estaban en
  • 21. ¿La experiencia es un grado? 17 tratamiento de deshabituación. Para estos últimos se han generado programas e intervenciones dirigidas. Durante los años 90, miles de jóvenes españoles incorporaron, como <<normales>>, las salidas nocturnas durante los fines de semana, buscando un espacio que se les negaba en otros ámbitos como el laboral, el político o el cultural, que impedían incorporarse con éxito o con demasiadas dificultades al mundo adulto. Drogas como la cocaína, la MDMA o las anfetaminas, fueron consumidas experimentalmente por una cantidad indeterminada, pero considerable de jóvenes a lo largo de los años 80 y 90. Aunque algunos de estos desarrollaron problemas derivados de los consumos de drogas ilegales, la inmensa mayoría completaron satisfactoriamente la transición al mundo adulto. En la actualidad, estos son ciudadanos así como padres de niños y adolescentes normalizados. Esta generación es la que más contribuye a la normalización del consumo de drogas, debido a que realizan el abordaje de los consumos de drogas de sus hijos desde una mirada cercana a la realidad del consumo, desvinculada del dramatismo y la alarma. Y esta es la generación que estudiaremos en la presente investigación. A pesar de que exista una cierta preocupación hacia la asociación entre juventud, fiesta y drogas, cada vez más hemos visto como disminuían los problemas graves derivados de este trinomio, al menos en relación a la mortalidad y morbilidad, y los actos delictivos (Measham et al , 1994, 1998). Para los jóvenes consumidores que se incorporaron a lo largo de los años noventa al consumo de drogas, la heroína nunca fue una droga que entrara dentro del <<juego de las drogas>>, las consecuencias sociales y sanitarias que llevó su consumo y el tipo de gestión que se hizo de los problemas, entraron en el imaginario juvenil e hizo desestimar el consumo (Moore at al, 2004, 2008) Aunque, una parte importante de los consumidores, entienden los consumos recreativos como compatibles con su entorno, también saben que los consumos no están exentos de riesgos y que pueden llegar a relacionarse con problemas más o menos severos. En este sentido, una minoría, que realiza consumos más o menos intensivos, desarrollará problemas, como hemos visto en los últimos años en los recursos asistenciales de drogodependencias, donde el número de heroinómanos ha disminuido al tiempo que aumentaban las demandas de tratamiento por cocaína y alcohol (Martínez Oró et al, 2008, 2009, 2010).
  • 22. 18 En los últimos años ha cambiado significativamente el imaginario colectivo sobre el consumo de drogas. Aunque de forma lenta, como todos los procesos sociales, la representación social se ha modificado. Se ha pasado del modelo alarmante de la heroína, al modelo normalizado de los consumos recreativos. Las diferencias generacionales de los actuales adolescentes y jóvenes con sus padres, en cuanto a los consumos de drogas no son tan grandes como en otras épocas, ya que los padres, otros parientes o amigos del entorno familiar, consumieron algunas de las drogas ilegales más difundidas (cannabis y cocaína) y alcohol y tabaco, en contextos y situaciones similares, con elementos diferentes pero no tan alejados como puede parecer si observamos las pautas de consumo actuales. A pesar de ello, o quizá por eso, los padres parecen bastante ajenos a lo que pasa con sus hijos, sobre todo adolescentes, en los contextos de fiesta, y cuando hay problemas, consideran que son los hijos de los demás quienes los padecen. Parece que todo el mundo da por supuesto que salir y consumir algún tipo de droga es un rasgo de la generación actual para transitar hacia la juventud y la adultez. (Martínez-Oró et al, 2008). La proximidad de las dos generaciones en cuanto a la visión del consumo de drogas implica una mayor normalización del fenómeno. Esta tendencia irá en aumento ya que cada vez son más los padres que han estado en contacto con los consumos recreativos. (Martínez-Oró et al, 2010). Estos padres cercanos al consumo transmiten a sus hijos unos valores diferentes a los del paradigma prohibicionista (Megías, et al, 2004, Megías, 2009).
  • 23. ¿La experiencia es un grado? 19 3. METODOLOGÍA. Un punto de partida para la exploración empírica. En los últimos años se han incorporado progresivamente al rol de padres/madres personas consumidoras o exconsumidoras de drogas ilegales. Personas que, durante su juventud, consumieron recreativamente o tuvieron contacto con drogas ilegales como el cannabis, el éxtasis y análogas, y la cocaína, principalmente. Estos padres, ofrecen a sus hijos un discurso sobre las drogas no centrado exclusivamente en la abstención del consumo y, por tanto, diferente al de los padres no consumidores. Por tanto, estos padres consumidores están aplicando nuevas estrategias preventivas. En este sentido, algunos pueden tolerar o permitir ciertos consumos, además de gestionar los consumos de los hijos sin alarmismos. A tenor de este punto de partida, diseñamos los siguientes objetivos. Objetivos. Objetivo principal: Conocer el papel y los discursos de los padres consumidores de drogas ilegales en la prevención del consumo de drogas de sus hijos. Objetivos específicos: Conocer cómo influyen los consumos de drogas de los padres en la prevención de los consumos. Conocer cómo influye el discurso de los padres sobre los consumos de sus hijos. Aprehender los diferentes tipos y perfiles de padres consumidores de drogas.
  • 24. 20 Conocer los diferentes discursos que transmiten los padres consumidores a sus hijos. Saber cómo posibilitan la normalización social del consumo de drogas los padres consumidores. Una aproximación cualitativa. La metodología cualitativa establece que se debe mantener el carácter esencialmente significativo de la acción humana (Silverman, 1993; Denzin y Lincoln, 1994), es decir, parte de la base de que, en muchas dimensiones, las acciones humanas no son reductibles a parámetros o a cuantificaciones. De acuerdo con esta premisa, estos enfoques se caracterizan por dar prioridad al análisis y a la interpretación de las opiniones y valoraciones que las personas hacen de sus propias acciones y de las acciones que realizan los demás. En este sentido, la metodología cualitativa enfatiza el carácter significativo del comportamiento humano, dando especial importancia al lenguaje como vehículo de sentido y a la interpretación y la comprensión como estrategias fundamentales de aproximación a los fenómenos sociales (Ibáñez, 1986). Entender el consumo de drogas actual es entender las condiciones sociales, contextuales, culturales e históricas que lo posibilitan. Por lo tanto, entender el consumo de drogas es entender las condiciones de vida y el trasfondo de los consumidores de drogas. Para cumplir con los objetivos del estudio, durante el proceso de investigación utilizamos una metodología cualitativa. La investigación cualitativa es necesaria para la comprensión de la realidad en su conjunto; para acercarse a los significados de la experiencia humana desde el punto de vista del actor y captar la vertiente subjetiva y contextualizada de los procesos sociales. Es necesario tener en cuenta que la manera cómo se manifiestan, tanto el consumo de drogas como la relación con los padres, es el resultado de factores contextuales, culturales, históricos y políticos, y no existe una naturaleza objetiva ni de las adicciones, ni de los problemas, ni del consumo recreativo problemático (Martí, 1996; Decorte, Slock, 2005).
  • 25. ¿La experiencia es un grado? 21 Técnica. Grupos de discusión. De acuerdo con los objetivos de la presente investigación, utilizamos los grupos de discusión (Ibáñez, 1986; Ortí, 1986; Alonso, 1998). Es decir, la reunión de grupos de 7 u 8 personas, de características más o menos similares, a las que se les propone hablar libremente de un tema que el propio grupo va desarrollando, bajo la coordinación de un moderador, a lo largo de unas dos horas de conversación (Conde, 2002). Esta técnica supone tanto una herramienta de recogida de información como una herramienta de exploración para identificar variables, factores y relaciones. En concreto, utilizamos el grupo de discusión semiestructurado, en cuanto a su grado de estructuración, y en profundidad, en cuanto a su grado de dirección. El valor añadido de realizar grupos de discusión, es que la potencia se centra en la interacción y construcción colectiva de significaciones entre los miembros que lo conforman. La discusión, efectivamente, no tiene como objetivo la búsqueda del consenso entre los miembros del grupo; sino que, lo que posibilita es recoger un amplio abanico de opiniones y puntos de vista intensivos que pueden ser tratados extensamente. La situación de grupalidad produce un desplazamiento del control de la interacción que va del investigador hacia los participantes, lo cual favorece un mayor énfasis en la producción de sentido propia de las personas entrevistadas. Para captar a más participantes, también se requirió la participación de los sujetos que participaron en los primeros grupos de discusión, pidiéndoles que captaran un conocido que cumpliera las características de selección para que participara en los grupos posteriores, configurando así un tipo de muestra de bola de nieve (Biernacki; Waldorf, 1981). Para captar los participantes en los grupos de discusión, se contó con la colaboración de diferentes asociaciones que trabajan con consumidores, así como el equipo de campo del Observatorio de Nuevos Consumos de Drogas en el Ámbito Juvenil. Los grupos de discusión se realizaron en puntos céntricos de las ciudades, para facilitar la participación en los grupos. Los grupos fueron grabados para su posterior trascripción mediante el software Voice Editing.
  • 26. 22 Los participantes en los grupos de discusión que seguidamente analizamos fueron seleccionados a partir de un criterio principal: que fueran padres o madres que hubieran consumido drogas ilegales en el pasado o que las estuvieran consumiendo en la actualidad 5 . Nacidos entre los años 50 y 70, y con hijos de 15 años o más. Por tanto, los padres tenían más de 40 años, y ya habían afrontado por lo menos a las primeras salidas nocturnas de sus hijos. La intensidad con la que consumían y consumen varía substancialmente entre los participantes, así encontramos como algunos fueron consumidores habituales de cannabis, y ocasionalmente de anfetaminas, cocaína e incluso heroína, y otros que realizaron consumos esporádicos de cannabis sin consumir otras drogas ilegales. Además en la actualidad algunos seguían consumiendo, cannabis especialmente, aunque algunos reconocían darse “algún homenaje de vez en cuando”, especialmente de cocaína. A los captadores se le dio indicaciones para que evitaran captar a personas que habían tenido problemas severos o adictivos derivados del consumo de drogas. Por tanto, en los grupos no aparece la opinión de personas que han estado en tratamiento de desintoxicación. Para complementar los datos obtenidos por los grupos de discusión, se realizó un grupo de expertos, en el cual se reflexiono sobre la temática de la investigación. Ficha técnica. A continuación, presentamos la ficha técnica de cada uno de los grupos donde se recoge el nivel de instrucción, el intervalo de edad de los participantes en cada uno de los grupos, las drogas que consumen y las ciudades españolas donde se realizaron los grupos. Nº 1. Vitoria. Grupo mixto 5 Para contrarrestar sus discursos en algunos grupos se introdujeron padres que no consumieron drogas ilegales.
  • 27. ¿La experiencia es un grado? 23 Entre los 40 y los 53 años. Diferentes niveles de estudio Vivieron en su mayoría los años 80 con intensidad en el País Vasco. Importante impacto de la crisis de la heroína en sus discursos. Presencia de muchos consumidores habituales e intensivos de cannabis durante la juventud y esporádicos en la actualidad. Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, heroína, speed. Mayoritariamente desvinculados del consumo de drogas, a excepción del cannabis y alcohol. Nº 2. Barcelona. Grupo mixto. Entre los 45 y los 58 años. Diferentes niveles de estudios. La mayoría con estudios universitarios. Presencia de activistas de izquierdas durante la transición. Presencia de muchos consumidores habituales e intensivos de cannabis durante la juventud y esporádicos en la actualidad. Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, heroína, speed y LSD. Consumos esporádicos de la cocaína, setas alucinógenas y MDMA Nº 3. Lleida.
  • 28. 24 Grupo Mixto Entre los 42 y los 52 años. Todos separados Diferentes niveles de estudios, bastantes con estudios universitarios Consumidores esporádicos de cannabis en la juventud y no consumidores o esporádicos en la actualidad. Nº 4. Ibiza. Mujeres Entre los 40 y los 48 años. Mujeres separadas. Diferentes niveles de estudios, con presencia de artistas. Nacidas fuera de Ibiza. Aunque debido a la atracción de la isla se quedaron a vivir de solteras. Realizaron consumos intensivos de cannabis durante la juventud y esporádicos en la actualidad. Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, speed y LSD. Consumos esporádicos de cocaína, setas alucinógenas y MDMA Mayoritariamente desvinculadas del consumo de drogas, a excepción del cannabis y alcohol.
  • 29. ¿La experiencia es un grado? 25 Los grupos de discusión se realizaron durante la última semana de enero y la última de junio 2011.
  • 30. 26 4. CAMBIOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES: “Hay cosas que ahora se pueden hablar más que antes” Los discursos de los participantes en los grupos de discusión, padres de los jóvenes y adolescentes actuales, se sitúan en una posición muy distinta a la de sus padres respecto a cuando ellos fueron jóvenes, y utilizan como explicación de ello a los componentes generacionales. Éstos componentes se hacen patentes en las diferencias manifestadas en la forma de vivir las relaciones con las drogas y, a la vez, en las diferencias para interpretarlas, tanto respecto las que ellos mantuvieron con sus progenitores en el pasado, como con las que ellos mantienen con sus hijos en la actualidad. La inmensa mayoría de los padres de los actuales adolescentes y jóvenes creen que sus padres fueron poco tolerantes, muy autoritarios y que nunca entre ellos se generó un espacio para hablar del consumo de drogas, así como de otros aspectos considerados importantes (antes y ahora), como es la sexualidad, la salidas nocturnas o decidir sobre su futuro. Por contra, en gran parte de los participantes en los grupos, se aprecia una postura bastante favorable para hablar del consumo de drogas con sus propios hijos: como si la variable del consumo de drogas ilegales de los padres implicara una predisposición para la comunicación, así como para transmitir parte de las experiencias propias con las drogas, aunque en la práctica puedan existir dificultades para hablar sobre ello. Todos los grupos han expuesto que las relaciones con sus padres fueron, en éste y otros campos, bastante asimétricas, puesto que sus padres en lugar de mantener una relación de proximidad y abierta, solían ser bastante autoritarios, lo que en la práctica significaba que no escuchaban sus planteamientos y que les imponían silencios o certezas sin posibilitar discusión alguna. Los participantes en los grupos se refieren a ello hablando de la autoridad, e incluso violencia de sus padres. En descargo de ellos cabe decir que desconocían o no tenían experiencia respecto las drogas emergentes en aquellos tiempos. La importancia de la generación es por tanto básica, los padres de los actuales padres, imponían de forma acrítica, los miedos que se les transmitía por los medios de comunicación,
  • 31. ¿La experiencia es un grado? 27 en una cruzada, la de las drogas, como problema social, que llegaba de fuera y respecto a la cual no existía ninguna contraoferta en términos de representaciones, ni ninguna práctica que pudiera cuestionar ni refutar las aseveraciones hechas. Por el contrario, ahora, cuando socializan a sus hijos en los mismos temas, se muestran más abiertos y próximos a ellos, ofreciendo una vía de diálogo que permita, a la vez, incorporar sus experiencias propias como contrapunto de los discursos dominantes sobre los problemas de las drogas. No obstante, como veremos más adelante, hay que matizar lo expuesto, puesto que algunas drogas, cuanto más lejanas a su experiencia, o cuando las pautas de consumo son muy distintas a las suyas (incluso el alcohol) generan también alarmas y miedos. A pesar de ello, aproximadamente en treinta años, ha cambiado enormemente el tipo de respuesta, que unos y otros se han planteado respecto los consumos de sus hijos, y la manera de abordar un tema que por las presiones sociales recibidas se vive como muy importante en la socialización de los hijos: - Yo el cambio más importante que veo es que nos trataban con más autoridad, cosa que, al menos durante el tiempo que yo he criado a mis hijas, creo que no.... Creo que fundamentalmente es lo que ha pasado en los últimos veinticinco o treinta años, ahora se ha ganado en confianza... hay cosas que ahora se pueden hablar más que antes. - Sí, yo pienso igual que ella, lo que pasa es que tú siempre sabes lo que no tienes que hacer porque lo hizo tu padre contigo pero no sabes lo que tienes que hacer para que haya una entente cordial... llegas a la conclusión de que no es posible porque el conflicto generacional existe.... se trata de llevarlo lo mejor posible, desde mi punto de vista y, evidentemente, eliminar todos los episodios de violencia y yo que vengo del lumpen y sé lo que es eso perfectamente. Entonces, claro en ese sentido hemos mejorado, pero si nuestros problemas..., me refiero al mundo de la juventud actualmente, es que yo lo veo muy chungo, muy chungo porque está todo demasiado teledirigido. Por ejemplo, cuando tú hablabas del mundo de las drogas ¿no? pues yo todavía fumo hachís y he estado fumando toda la vida.... tengo un hijo de veintiocho años que también fuma hachís desde que empezó a fumar, en mi casa es habitual y yo no he... esto es un tópico pero es verdad, no he notado en él ningún tipo de.... al contrario, es un tipo absolutamente centrado en lo suyo, tiene sus momentos de diversión, se lo pasa de puta madre pero cuando tiene que currar, pues curra, está absolutamente metido en su faena, incluso es brillante, no voy a decir…, pero es brillante y le va muy bien y entonces, cuando te cuentan que no sé qué, que acaban con la heroína y tal... pues yo creo que no, que si se establecen cauces de diálogo en estas cuestiones, sobre todo... pero claro, no estaba yo muy seguro al principio... Cuando mi hijo se enteró de que yo fumaba se asustó mucho, me enteré años después... ¡mi padre es drogadicto! Y cuando lo comentamos ... aunque luego nos reíamos ¿no? pero todo esto lleva a una conclusión que es la siguiente: antes había más violencia y nosotros la hemos eliminado, pero hemos cometido, seguramente, otros errores ¡y los que iremos cometiendo, probablemente!” (Barcelona)
  • 32. 28 La necesidad de eliminar el autoritarismo y la violencia sitúa a gran parte de los actuales padres en una posición de aproximación, diálogo y comprensión hacia sus hijos. Para ellos, se trata no tanto de imponer su punto de vista desde arriba, sino de entablar una actitud comunicativa, que permita ir más allá de los límites que sus padres erigieron ante ellos como muros inamovibles, y de los cuales reniegan absolutamente. Parece como si la experiencia anterior que ellos valoran como negativa, deba ser evitada por encima de todo, aunque muchas veces tengan dudas sobre qué transmitir a sus hijos y sobre cómo hacerlo adecuadamente. - Yo considero que lo único que puedes hacer es un… mantener las vías abiertas de comunicación y dosificar, dosificar… Yo mi palabra clave es dosificar. (Lleida) -Sí, es muy diferente. En principio porque nuestros padres, por lo menos los míos, no tenían ni idea ni conocimiento de lo que eran las drogas. La palabra droga era un tabú, era algo tremendo y era imposible la comunicación desde el miedo de ellos.... Y bueno, en nuestro caso es distinto, por lo menos sabemos de qué se trata y tal. -Yo con mis padres… yo con mi madre no hablé jamás de drogas, era solamente como algo tabú: espero que no tomes drogas, porque..., luego... ¡ya sabes que un porro!, ¡luego ya te pinchas! - En mi casa hubo el tema de mi hermano, yo era así un angelito y mi hermano fumaba y tal, y cuando lo descubrieron fue una crisis total de la familia, de ellos fue, sabes, haber fallado como padres, un desastre, vamos. Esto es algo que hoy por hoy es mucho más. (Ibiza) En los años sesenta y setenta, cuando los actuales padres vivieron su adolescencia o juventud, la <<violencia>> a la que se referían antes los participantes, no sólo predominaba en las relaciones socializadoras de las familias, sino que estaba presente en otras instituciones como es el caso de las educativas. Los paradigmas interpretativos sobre las relaciones entre los socializados y los socializadores eran de cuño totalmente distinto: - Sí, yo pienso mucho en este sentido ¿no? Que antes la educación estaba muy disciplinada sobre valores inamovibles y la transmisión de esta educación, tanto en las escuelas como… Yo estuve internado muchos años, mi procedencia no es lumpen, es burguesía catalana media… internado en escuelas de curas y toda la historia y entonces todo esto es inapelable. Entonces el cambio que ha habido en la relación con mis hijos es que hemos abierto vías de diálogo y si substituyes la disciplina por el diálogo y por el convencimiento, con eso puedes avanzar mucho, siempre que el entorno escolar que es el transmisor de conocimientos lo acompañe y por eso nos hemos implicado y hecho un seguimiento, no es aquello de dejar los niños en la escuela y que espabilen… se debe hacer un seguimiento de las escuelas. En mi caso, yo fumo marihuana, cultivo marihuana y tanto mi hija, como mi hijo de dieciocho años me ayudan a cultivarla y la compartimos con ellos, así como otras drogas e historias propias de la juventud, no es sólo el tema de las drogas sino el de la relación con sus compañeros, el tiempo de ocio, pues de todo esto hablamos y con bastante libertad (Barcelona)
  • 33. ¿La experiencia es un grado? 29 En medio de las divergencias generacionales se estaban dirimiendo distintos temas, entre ellos, los relativos a la toma de decisiones y al poder, y, especialmente, la legitimidad para poder ejercerlos. Unos (los padres) abogaban a la legitimidad que les otorgaba su edad y el tipo de sociedad, otros (los hijos) contraponían la necesidad de que la legitimación surgiera de la experiencia y del conocimiento. Por eso ahora que deben socializar, prefieren apoyarse en la confianza, la cual toman como estrategia de acercamiento a sus hijos: - Yo pienso que la diferencia entre nuestra generación y la de nuestros padres, y la nuestra con nuestros hijos, estaba… el chip, que había, que los niños hasta que no eran mayores de edad, no tenían conocimiento y los padres y su experiencia eran los que debían ir marcando el camino…, ahora, nuestra generación ya entiende que los hijos son personas que dependen de su manera de ser, y que los padres debemos favorecerlos para que encuentren su camino. Los conflictos generacionales siempre están, pero pienso que a pesar de los inconvenientes hay una mejora, puesto que es una relación intergeneracional de más confianza, puesto que le digan a uno <<qué quieres hacer>> siempre gusta... - Yo también pienso que es una mejora, pues estableces un diálogo que antes no se establecía, en temas que es igual, de drogas o de intimidad, a ver..., de manera de ser, de manera de enfocar la vida, las relaciones con la gente... - Sí, es más de persona a persona, no existe esta jerarquía tan marcada… - Una diferencia también muy importante es que cuando nosotros comenzamos a fumar porros, de la generación de nuestros padres nadie había fumado nunca ni sabían lo que eran las drogas más allá del alcohol y el tabaco. Ahora, la generación de nuestros hijos, pues siempre hay padres que consumen una serie de sustancias psicoactivas, o que lo han hecho durante unos años, y ya no les viene como algo nuevo. Por eso existe esta rendija a través de la cual tratar este tema, que resulta que es tabú, es una animalada, pero, está instituido así. - A mí me hace sufrir más eso, el saber un poco de qué va el tema, puesto que si no sabes… pues, refiriéndonos a aquello de nuestros padres, quizás…, porque claro, tú te puedes imaginar que…, no hace falta imaginar, << han de hacer lo que tienen que hacer>> y es su vida, pero a veces, saber lo que tú has hecho, o lo que pasa saliendo de fiesta te puede llevar a pensar, que… te hace venir dudas: que si llegará bien, que si… Que nuestros padres eso no. - No deja de ser un conocimiento que siempre les ayuda. - Sí, sí…, es eso estoy de acuerdo ¡eh! - Claro, pero nuestros padres no sabían nada, en absoluto. No nos podían decir nada porque les venía de nuevo y quizás a nuestros hijos les podemos hablar más abiertamente, aunque no sé si ellos tienen muchas ganas de hablarlo con nosotros siempre. Quiero decir, que también nos dicen lo que ellos quieren y les interesa, porque saben que nosotros tenemos que hablarlo de otra forma, porque claro, lo han vivido siempre con una cierta normalidad. Aunque…, tampoco responden todos siempre igual, porque cuando tienes más de uno, ves que uno responde de una forma y otro de otra, y creo que a ellos también ya les va bien decirte lo que quieren, lo que tú quieres escuchar, y… visto así, probablemente hay una tendencia más
  • 34. 30 controladora, no lo sé ¡eh!, en nuestra generación que en la de mis padres, porque mis padres… - No se enteraban de nada. - Hablando de drogas, seguro que no. - Estaban súper tranquilos porque no sabían nada de nada. Yo a los diecisiete años hacía mi vida, quiero decir, y ahora mis hijos tienen veinte y pico y todavía están por casa muchas horas. - Claro, ésta es otra de las diferencias de nuestra generación. - Y no es lo mismo. (Vitoria) Entre las diferencias generacionales, además de las expuestas en relación al consumo de drogas, aparecen argumentos sobre la sociabilización de los jóvenes y de los cambios producidos tanto en la familia como en la sociedad: - Claro, es que antes a la que querías vivir tu vida tenías que marchar de casa, y ahora como que pueden hacer la suya en casa no marchan nunca. Después hay otro aspecto que veo, una diferencia fundamental, importante, que es que nuestros padres tenían la confianza de que sus hijos tendrían una vida mejor que la que ellos habían tenido. Ahora nosotros ya no tenemos esa confianza y no se la podemos transmitir a nuestros hijos. Esto debe ser un peso. - Lo que pasa, yo quizás lo veo un poco contradictorio, quizás nosotros somos de una generación que lo aplazamos todo para el futuro: no hagas no sé que porque sino…, no sé cuantos…, y entonces, claro, el futuro no lo podías perder. Probablemente les hemos vendido otra historia a nuestros hijos. Lo digo porque tengo alguno de autónomo, y el futuro de nuestros padres era muy…, en sentido económico, y nosotros ahora ya no podemos venderles la idea de que lo económico sea lo único. - Sí, quizás, nosotros les hemos abierto mucho la visión del mundo y no los hemos marcado tanto en el sentido de aquella idea de futuro que nos vendieron, porque, probablemente, es verdad, no habrá un futuro mejor desde el punto de vista material, no tendrá las mismas oportunidades, pero bueno, nos han llevado a una vida, que al final, nosotros, muchos de nosotros por lo que estoy viendo, éramos de unas circunstancias contraculturales de boquilla, y después hemos vivido una vida… - Pequeño burguesa. - Son los hijos de su época, ellos ya tienen otros parámetros y es que si no hubiera diferencias ya no habría conflicto generacional, que debe estar, si la raza humana no cambia, parece que debe estar. - Todo iba más lento, sí. - Y en casa te podían enseñar cosas prácticas de la vida, y ahora los abuelos quedan arrinconados en una residencia y no pueden explicar a sus nietos cosas de la vida porque todo ha cambiado tanto que son los nietos los que enseñan a los abuelos: mira hago aquí el <<enter>> y te sale la película, no sé, son cosas que cambian. - Antes los aprendizajes básicos se hacían en casa, al menos yo lo viví así, y creo que la gente de mi generación también. Ahora vas a aprender muchas cosas fuera, una escuela que hacen un curso… Da igual, incluso para aprender a coser los botones de los niños… - Sí, sí. (Barcelona)
  • 35. ¿La experiencia es un grado? 31 Estas diferencias generacionales son asumidas por todos los grupos y todos los padres entienden que es la nueva normalidad, y que por tanto no puede cuestionarse. A este consenso relativo a que antes se debía marchar de casa si se quería vivir la vida como uno quería, se le añade la sensación de que la actual generación no mejorará su situación económica y social si se compara con la anterior. Hay unanimidad en la visión sobre este nuevo panorama social que implica cambios socioeconómicos y culturales importantes: es algo que forma parte de las cosmovisiones de las distintas generaciones y lo describe perfectamente el siguiente grupo, que a la vez enfatiza otro hecho distintivo, que aporta una nueva dimensión al debate: la disminución del número de hijos como una diferencia muy significativa entre una generación y la otra: - Comparto ese dato también, nosotros éramos seis y yo tengo una hija sólo, pero bueno. - Entonces la dedicación, y la tal, de entrada ya no puede ser la misma. - Nos hacían mucho menos caso, seguramente que ahora y desde luego en mí experiencia yo creo que tengo una relación con mi hija de igual a igual, entre comillas, eso no me ocurría…, eso con mis padres, o al menos con mi padre, más con mi madre. - Yo de igual a igual no la tuve nunca. - Yo creo que de igual a igual no podrá ser entre padre e hijo pero bueno. - También la información que podían tener sobre las drogas yo creo que era ninguna, al menos en el caso de mis padres, y mirar para otro lado además que creo que les podría sonar a chino y ya está. Luego nosotros las hemos conocido, las hemos consumido, las hemos utilizado, y eso, que hemos aprendido. Es lo que queremos trasmitir, o es lo que trato de hacer: que mi hijo con dieciséis años y medio que tiene ya, yo le cuento mis experiencias pero sinceramente, y las conclusiones que saqué, lo que me gustaba y lo que no me gustaba y que parta de ahí, porque se mueve en el ambiente que se consume, porque está ahí porque su opción está hecha, entonces… Y ya sé lo que tiene alrededor y quiero que parta de mi experiencia, que si le gusta o no lo gusta o así pues bien, pero que sepa, con la esperanza de que pueda controlarlo ¿no?, y que puede depender de muchos factores también. - De repente fue, ¡fuac!... aquí por lo menos en Euskadi fue como “puf” una invasión, primero una drogas, las más peligrosas, éramos muy jóvenes y desconocíamos. Total y bueno, de ¡ay! se quedó tanta gente por el camino, parece que este tema, con la heroína por ejemplo, ahora se vive de una forma muy distinta ahora hay información, hay prevención de riesgos, antes no sabíamos con que estábamos jugando, a base de ser malotes, pero no sabíamos realmente lo que estábamos poniendo en el asador y ahora nuestros hijos sí que lo saben, nuestro padres…, pues bueno, lo vivieron de una forma bastante traumática, pero porque era un desconocimiento en eso y en otras cosas de la vida ¿no?, como la educación sexual y muchas otras historias tuvimos que descubrir nosotros, por nuestra experiencia. (Vitoria) Como desarrollaremos más adelante, en las aportaciones de este grupo, aparecen ya, también, otros de los elementos argumentales de la percepción actual sobre las drogas: las diferencias
  • 36. 32 entre las distintas sustancias y las graduaciones o niveles del consumo, el papel de la heroína en el pasado, y la <<obligada>> preocupación por el alcohol, actualmente. Es como un resumen de cómo han ido cambiando los miedos entre las distintas generaciones. Las diferencias generacionales no se agotan con las reflexiones anteriores, puesto que son muy heterogéneas y por tanto caben muchas matizaciones, incluso puede suceder que algunos padres reconozcan una cierta ambigüedad en las distancias mantenidas con sus hijos, lo cual creen que les justificaría comportamientos de acercamiento a sus hijos, que no siempre son compartidos por la otra parte, puesto que predomina la visión relativa a que se debe producir ruptura y diferencias con sus padres, ya que, según ellos, la diferencia generacional, como hemos visto anteriormente, siempre ha existido: - Pasa una cosa, yo soy un poco pesado, un poco lo que ha pasado es que los jóvenes no… la juventud no ha cambiado, pero claro, mi padre es payés y yo siempre he llevado los cabellos largos, me dejé la melena y no me la corté nunca. Iba con los pantalones rotos, y claro, ahora mi hijo me mira a mí y ¿Qué? O se rapa los cabellos o se los pone de punta. ¿Entendéis? Ese concepto que tú dices, de la ansiedad del cambio, de protagonismo, de mover el motor. Pasan muchas cosas, la modernidad ha hecho que mi padre sea hasta más moderno que yo. Entonces es lo que tú dices, que quizás alguien no se aproximaba a la marihuana, pero formaba parte de un grupo, de una tendencia, y ahora claro, el botellón. Ves que un padre va a buscar a su hijo al botellón con un BMW, y el que viene en autobús. Es democrático el botellón. ¿Qué harán? Romper la raqueta de padel. No hay espacio (Lleida). Con todo lo dicho, aparece quien, de manera distinta a lo mayoritariamente expresado, en algún momento pudo hablar francamente con sus padres sobre sus consumos, e incluso fumar porros delante de ellos: - Mis padres sí, y luego... Una vez yo he pasado los treinta años, yo fumaba delante de ellos si hacía falta, no en su casa, pero si venían a mi casa, pues sí. (Ibiza)
  • 37. ¿La experiencia es un grado? 33 5. NO TODAS LAS ÉPOCAS FUERON IGUALES: “¡Mi padre es drogadicto!” Un tema recurrente que se repitió en los grupos es el de remarcar las diferencias de época, intentando explicar con ello la existencia de distintas prácticas respecto las drogas y desiguales percepciones. La forma de sentir estas discordancias, no tienen que ver sólo con la generación, sino con los cambios globales que se han producido, los cuales permiten hablar de mundos muy distintos para unos y otros. Los padres no ven tantas divergencias en el mundo de las ideas y de las actitudes frente a las drogas, aunque sí que reconocen los cambios tecnológicos, que en ciertos temas son abismales: - Yo pienso que tienen un mundo lleno de oportunidades… es decir, quizás es el mundo que les hemos preparado nosotros porque somos la generación que iba antes, pero ellos tienen muchas posibilidades, más, muchas más de las que tuvimos. Por ejemplo, mi hija está matriculada en una carrera y me dice: <<Yo haré un Erasmus>> Yo no me lo pude plantear… hacer un Erasmus, nosotros como mucho soñábamos con el Interrail, con la mochila. Ahora viajan por todos los sitios, compran billetes baratos, están conectados, tienen contactos con gente de distintos sitios, es decir, pueden estar conectados por Internet o tener en el Facebook gente de Singapur, de Nova York, de todo el mundo ¡Hostias! Mi mundo era más limitado, no salía de la comarca, ni de la provincia, ahora ellos tienen una puerta al mundo. (Lleida) Las diferencias generacionales, según el punto de vista de los participantes en los grupos, se producen porque se vivieron dos épocas muy distintas respecto a las drogas, no sólo por las edades, sino por los contextos tan distanciados entre una y otra época. En este sentido, aparecen dos ciclos muy distintos, uno que comprende entre los sesenta y los noventa, y un segundo desde finales de los noventa hasta hoy. El primero viene enmarcado por el desconocimiento por parte de los padres del tema drogas, por la falta de información y prevención, por la irrupción de la heroína, y por la aparición de un discurso muy cerrado respecto a las drogas. El segundo, antagónico, se relaciona en contraposición a estas variables: mayor conocimiento por parte de los padres del tema drogas, existencia de canales específicos de información y prevención, aparición de las drogas de diseño, y flexibilización de los discursos sobre drogas. No obstante, algunos de los padres actuales, empiezan a dibujar una tercera, definida sobre todo por la irrupción del consumo de alcohol en los botellones y por la aparición de sustancias que no conocen como la ketamina y el GHB :
  • 38. 34 - La movida de la isla cambió desde que cambiaron las drogas, desde que aparecieron las drogas de diseño cambió todo el rollo, las fiestas, la gente, todo. Yo me acuerdo que cuando yo llegué aquí hace como 20 años se hacían las fiestas en la playa. - Claro, éste también es otro tema, por el tema de la drogas porque la época que nosotras hemos vivido ha sido como mucho más fraternal y lo que nuestros hijos pueden vivir ahora, es puntiagudo para mi gusto. - Yo me quedé flipada en el parquin de Amnesia, de verdad aluciné. Peor es desde que han venido los promotores a hacer fiestas en las discotecas, porque ellos controlan, ellos alquilan los sitios, son los jefes, dejan entrar a quien quiere entrar y todo, así todo. Ahí cambió mucho, todo, esto fue en el 94. - Pero tiene razón en que influyó mucho en las drogas que se van tomando en cada época para ver cómo funciona todo. En nuestra época no sólo había cocaína, había porros, empezaba el éxtasis, había un poco de mescalina, todo muy flipi, flapi. Y ahora de pronto en las discotecas la gente se toma ketamina, que es un analgésico de caballos, que tienes que estar desfigurado, imagínate el ambiente que puede haber... (Ibiza) - Y ahora te dicen bueno qué ¿nos llevas? y bueno los llevas, y luego los vas a buscar a las cinco de la mañana, yo le hacía eso a mis padres y me daban dos tortas que me levantaba en el aire, y él bueno si que viene a veces un poco chispa pero sabe que… le meto una colleja que le espabilo, pero ¡ya vaya! Pues no, yo siempre le digo ya se te pasará pero controla porque yo no le digo que no salgas, yo no le digo que no salgas, sólo le digo que controle. - Entonces qué diferencia entre nosotros y nuestros padres, es que, tu hijo por ejemplo, cuando bebe le calas enseguida, desde te doy una colleja, y tu madre igual no se enteraba - Que no enteraba, estaba allí con la zapatilla esperando que ¡vamos! (Vitoria) A veces, aunque las diferencias de época no sean muy notables, se buscan de contraste, muy opuestos según su perspectiva, que engrandezcan y permitan hablar de los cambios de generación, de manera que la técnica, o la <<parafernalia>> para conseguir una sustancia se evoquen como elementos que configuran ciclos distintos: - Con catorce los tienes por ahí que están bebiendo y se ponen a beber hasta el culo y de todo. - Sí, pero esto antes también se hacía, lo que pasa que más restringido, más discretamente, lo podía hacer quien tenía pelas, la mayoría mirabas en la distancia. - Sí, pero antes no te fumabas un porro antes de entrar a clase en el insti. - Yo sí - De todas formas la marihuana que había en nuestros tiempos, la marihuana que hay ahora de los cacharros estos… los esquejes, la pureza de las semillas. (Vitoria) De esta forma, las diferencias generacionales quedan mejor definidas, contrastadas y estructuradas, o por lo menos así lo perciben los participantes en los grupos, puesto que si
  • 39. ¿La experiencia es un grado? 35 justificaran las diferencias de época como algo absoluto, entonces se estaría resaltando la existencia de fracturas o distancias insalvables con los actuales hijos. Pero ciertos miedos no se han disipado: - Pues lo que digo, sólo el tipo de droga ya es algo que… Vale, ningún tipo de droga es buena, no digo las drogas de antes eran buenas, pero hoy en día ya ni sabes lo que toman, no saben lo que es.(…) Entonces todo el mundo sabía de lo que estaba hecho y de qué formula, que te podía hacer daño. Pero ahora no, ahora hay, cuatro mil tripis diferentes, cuatro mil pastillas diferentes. Entonces para mí es la diferencia que más me preocupa, porque ya pueden comprar cualquier mierda en la calle, lo que les den, porque mi hijo de diecinueve años quiere tomarse un éxtasis y pasárselo bien y tener esa experiencia, adelante, yo no lo veo nada malo. Pero si se toma una pastilla que lo deja en coma, ¿qué? Es que este es mi miedo y la diferencia. (Ibiza) Y puede suceder, incluso, que se utilicen discursos que entran en contradicción con lo que estamos relatando, para remarcar la importancia de la época y los distintos contextos y formas de uso (cualquier tiempo pasado fue mejor), que se convierte en un elemento diferenciador, y a la vez amplificador de los cambios percibidos: - Pero en comparación a nuestra época, yo recuerdo que, por ejemplo, mi hijo de dieciocho años, apenas prueba el alcohol... es deportista y en cambio en mi época, en cuanto ya te podías afeitar un poco, ya tenías permiso para beber alcohol, y en casa, incluso te ponían el alcohol y una manera de socializarte dentro del mundo de los adulto era consumir alcohol y cantidad de gente de esta época que acabaron alcoholizados. - Y claro, esto como no era una droga ilegal y por tanto no estaba proscrita y tal y cual no te llevaba a la marginación, a la marginalidad, sino que te integraba ¿no? Pero luego ya las consecuencias patológicas de todo este proceso, hay mucha gente que empezó a consumir alcohol en cantidades importantes a los dieciséis o diecisiete años... - Ahora empiezan a los dieciocho a beber mucho. Pero mucho. O sea, que no hay comparación, porque yo he sido de la farándula de toda la vida… (Barcelona) Aunque, también hay discursos en los grupos que cuando reflexionan relativizan la importancia de los cambios de época, o que entienden que no son tan importantes como pueda parecer: - Eran diferentes las formas, porque hay actitudes que son iguales, lo que cambia es la forma de organizar las cosas, las sustancias que se consumen o que no… Y que ha cambiado mucho todo el mundo, yo que sé, las tecnologías, etc. Pero la actitud de las personas, la manera de ser, es bastante similar… y los problemas son los mismos, no sé. (Barcelona)
  • 40. 36 6. MOSTRAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO DE DROGAS A LOS HIJOS: “Ante la evidencia, qué vas a hacer” Frente a la unanimidad manifestada en cuanto a la necesidad de mantener siempre vías de diálogo con los hijos sobre los consumos de las distintas drogas, y frente al rechazo del modelo de rigidez, de intransigencia y de violencia impuesto por la generación anterior en este tipo de temas, aparecen criterios distintos y contradicciones cuando se trata de mostrase abierto en relación a exteriorizar o no, los consumos de drogas de los padres. Hay variedad de opiniones y de matices, que van desde los que no ocultan sus consumos ni los de sus allegados cuando están presentes sus hijos, a los que los esconden siempre. Cuando los hijos llegan a la adolescencia y empiezan a conocer e interpretar los consumos de sus padres, éstos, mayoritariamente, tienden a modificar sus comportamientos para que no sean tan visibles. Este cambio ante la presencia de los hijos, unos lo mantienen siempre y la mayoría en algunas ocasiones, dependiendo de la edad de sus hijos. A partir de este cambio, puede apreciarse algo que desarrollaremos más adelante: que para los padres no todas las drogas son iguales y, por tanto, no todas generan la misma preocupación o alarma, ni tampoco son consideradas como semejantes las distintas modalidades de consumo, por lo que se pueden secuenciar y graduar intensidades de consumo y de preocupaciones distintas: - Yo se lo he evitado siempre, su padre sí que ha fumado (se refieren a porros) pero yo delante de mis hijas, yo he intentado que nadie de mí alrededor ni fumara, ni tomara, ni hiciera nada. - Hombre, yo tomar no, pero fumar sí. - Lo que pasa es que cuando estás con gente, estás en una cena con amigos, no puedes evitar que todo el mundo lo haga, evitar lo más que puedas. - Hay mucha cosa, por ejemplo, de la gente que no tiene hijos y que vienen a tu casa y que no se enteran de que están los chicos o se ponen en tu casa y no tienen ese cuidado con los niños que tú intentas tenerlo. Y en mi casa pasó eso, llegó un punto en el que se había perdido el control, había gente que se quedaba, la típica, charlando y arreglando el mundo hasta las 5 de la mañana, en la puerta de casa y fumando. Y los chicos decían, como puede ser que papá que trabaja todo el día se quede hasta las 5 de la mañana sin dormir. (Ibiza) La exteriorización o no de los consumos de los adultos, en parte, está relacionada con otro elemento muy importante para los padres: la legitimidad para aportar puntos de vista sobre el
  • 41. ¿La experiencia es un grado? 37 consumo que proporciona el hecho de ser también el padre o la madre (o ambos) consumidores. Si los hijos observan los consumos de los padres, o tienen elementos que les permitan valorar que ellos consumen, según los padres, se referenda automáticamente que saben de lo que están hablando, lo cual es como un salvoconducto para entrar en la vía de poder saber y de poder hablar sobre los consumos de los hijos, y para hacerlo con una cierta autoridad, que por su edad y condición de padres, saben que los hijos les niegan. Por todo ello, es preciso reconocer, que los hijos, influenciados por el ambiente general y por las representaciones sociales dominantes que siguen considerando el consumo de drogas como algo muy problemático y tabú, son reacios a hablar sobre drogas con los padres, puesto que creen que ellos desconocen estos mundos, ya que en su imaginario, y en el de la mayoría, es una conducta eminentemente juvenil. Por tanto los padres consumidores o antiguos consumidores, en este caso, quedan fuera de la norma y de la cosmovisión dominante, puesto que a pesar de ser adultos, saben sobre consumos debido a que consumen o han experimentado con distintas drogas. De ahí su interés por exteriorizar o por no esconder sus consumos, o de esconder los que son más repetitivos, pero de verbalizar sus experiencias o su estatus de consumidores, para poder hablar con los hijos desde la posición privilegiada que les otorga la práctica. A la vez, se sitúan alejados de los padres no consumidores, puesto que éstos no pueden ofrecer este plus de información en el tema. Esta condición de conocedores del fenómeno, es uno de los elementos fundamentales para poder mantener el clima de confianza a que se refieren la mayoría de los participantes en los grupos, y que representa el ideal de comportamiento para la generación de padres actuales: - He tenido que hablar con el mayor, porqué empezó a fumar, lo he pillado fumando con sus amigos y le he encontrado lo típico, papel de armar y tal, y bueno, he tenido que hablar con él. Y hablar desde el punto de decirle que sabía de lo que estaba hablando. Yo que nunca había tocado el tema de las drogas con él, o sea, con él, a nivel siempre como de afuera, no como protagonista, como decir, yo sé de lo que te estoy hablando porque yo lo he probado o tal. Entonces, en este caso como para poder tener un poco de fundamento en lo que le estaba diciendo, fue, mira, yo sé de lo que te estoy hablando, yo lo he probado, yo sé lo que produce, esto, tal, tal, tal y fue muy duro para mí, muy duro. (Ibiza) Algunos padres son reacios a exteriorizar sus consumos, pero la heterogeneidad de escenarios es tan amplia que puede que se produzcan, como ya hemos visto, situaciones que por una u otras razones, les obliguen a hablar de los consumos, a pesar de que no lo tenían previsto. A
  • 42. 38 veces, incluso, se ven obligados a ello porque han surgido o se han visualizado problemas legales o de adicción, en los hijos o en los padres: - Y mis hijas me han preguntado cuando hemos visto películas y series de televisión, y lo que tú decías antes, yo siempre les he hablado desde fuera. Pero lamentablemente he tenido que hablar desde dentro porque ha habido un problema en el instituto y se ha visto involucrada la mayor. Sin comerlo ni beberlo han ido a comprar marihuana un grupo de niños y ella financiaba. Aunque ella no compraba ni fumaba, ella ponía el dinero, les prestaba el dinero. - A mí, mi hija me lo ha contado el día de mi cumpleaños en la comida: Mamá, tengo que decirte algo, fumo porros. ¡Qué buen regalo cariño! Así que para yo evitar esos rollos de ir a comprar, digo, vale, quieres fumar porros, me parece muy bien, pero tú plantas sino no fumas. La planta, tienes tu disciplina con tu plantita, así te dejo fumar. Pero si no, de ir a la calle a buscar…. ¿Ah! Pero porque ¿no? Digo, porque es peligroso, porque te toman el pelo, porque llegas a un círculo oscuro donde no quiero que estés, y porque plantar es muy fácil, tenemos un jardín. Y así hizo, el año pasado puso su primera plantita y este año se fumó su primera… (Ibiza) Es bastante frecuente en la opinión de los participantes de los otros grupos, lo que apuntan las madres de este grupo relativo a que el consumo de drogas se lo van a encontrar, lo busquen o no, lo tengan planteado o no. Lo cual, de hecho, lleva a un tipo de convencimiento pragmático, que no es más que el reconocimiento de que en la actualidad es fácil llegar a las distintas drogas y que éstas están presentes en distintos contextos, por lo que no se puede evitar que los hijos entren en contacto con estos mundos, por lo cual los padres consumidores se ven legitimados a introducir el tema: - Sí, sí, yo fumaba, desde siempre, y mi hijo también, yo nunca me he escondido, yo siempre con mis canutos y cuando me preguntan.... evidentemente cuando mi hijo me preguntó con doce o trece que qué era aquello, yo no le dije que era hachís... esto es lo que yo fumo y tal... pero yo nunca le he dicho a mi hijo no fumes en casa... él con sus amigos viene a casa a fumar porque sus padres no se lo permiten, él viene a casa y a veces parece aquello un fumadero, todos están allí enrollados y tal... pero luego, cada uno de ellos, son chavales de veinticinco o de veintiséis, acabada la carrera y como es así... claro, a lo mejor esto por otro lado, a lo mejor resulta que el chaval sale por peteneras ¿no? Pero si se habla de las cosas y se dicen clarito, tampoco es tan importante fumar hachís, ya cocaína y esas cosa ya no… pero el hachís yo llevo ya cuarenta años y soy funcionario del Estado y estoy a punto de jubilarme o sea que estoy totalmente integrado... (ríen) (Barcelona ) - Sí, ella por razones de problemas de salud, y no puede hacer, pero sabe, a mí a ver, me ha visto fumar un porro de marihuana y a mí no me ha dicho nada, o sea, vamos, yo no me escondo, sabe lo que hay es la cosa más normal del mundo, eso según como tú les enseñes y los acostumbres, ella lo ha tenido que vivir, toda la vida y lo ha tenido que mamar aquí en el casco viejo, ya ha visto demasiado, esas cosas no, a día de hoy no, no se puede decir de esta agua no beberé nunca que sabemos que va hacer dentro de un año o dos, pero hasta día de hoy pues no, pero lo ve, es la orden del día
  • 43. ¿La experiencia es un grado? 39 lo tiene todo, o sea que, quedan en ellos y luego lo que decís vosotros, es a lo que se junten no, si mis amigos hacen esto, eso ellos, ellos son los que tienen que hacer la lucha, vale si somos amigos unos ¡a guay! tú te pones una cosa, yo me pongo otra, ellos son los que van a ver y hacer… nosotros ahí no vamos a poder estar, podemos decirles de la mejor forma y la manera de cada uno de la vivencias, pero en realidad con hacer lo que quieras. - Es que el grupo es muy importante, yo veo que el grupo ahí es determinante. - ¡A ver!, cuando, el se va de marcha, tú no sabes, ¿qué le vas a poner una cámara para ver todo lo que hace? Es imposible, es imposible. - Pero el grupo pesa mucho, y tú no van a salir con el grupo que se pone mucho, si tú no vas a beber, todas sabemos, un chaval como los nuestros no anda con una cuadrilla que se pone si él no se pone, lo que sea, alcohol, porros, o no sé qué, porque no va a haber empatía, va a ser un marciano (Vitoria). - Él sabe que me lo puede decir todo, pero que me pida que yo comparta una raya de coca en la mesa del comedor, no. (Lleida) Junto a lo que planteábamos anteriormente de la necesidad de hablar y mostrar el consumo de drogas, puesto que lo quieran o no, las drogas están ahí y van a encontrarlas, otro elemento que comparten los padres consumidores es el de dar la información en el momento adecuado, cuando los hijos empiezan a preguntar, o bien, los padres consideran que ya han madurado suficientemente: - Yo he estado en la cárcel, yo no le voy a contar a mi hijo todavía que he estado en la cárcel ni porque he estado en la cárcel, se lo contaré si tengo que contárselo cuando…, cuando…, cuando sea el momento y crea yo oportuno ¿no? - Claro - Entiendo yo… vamos la información hay que dársela a los hijos según la capacidad de asimilar que ellos tengan. - Sí estoy de acuerdo contigo, totalmente, vamos pero sincera… Ellos tienen ahora una información que nosotros no tenemos (Vitoria) Aunque la finalidad del acercamiento y del abrirse para que vean los comportamientos de consumo de los padres es eminentemente preventiva, y no va más allá. Como hemos visto anteriormente, la mayoría de los padres no pretenden ser colegas de sus hijos, y en sustancias distintas al cannabis la postura de los padres suele ser negativa hacia el consumo, aunque ellos hayan sido consumidores de la sustancia, como sucede con el speed o la cocaína: - No te metas speed porque a mí me ha jodido la vida, yo estoy separada y mira a tu padre, y no sé qué, me ha fastidiado todas las vacaciones, me ha fastidiado toda la vida y se les he hablado claramente (Vitoria)
  • 44. 40 La información que proviene de los padres siempre es complementaria de la que reciben por otros canales, y los padres conocen su existencia: - A mí, mi hijo hasta me ha preguntado, cuando tomas fármacos, el ibuprofeno… yo una temporada me dieron antidepresivos, veía que había unas pastillas nuevas y yo cada día me tomaba una, y me preguntó y eso, y le conté << mira hijo esto es una droga como otras de farmacia, controlada claro de las que te da el médico y te dice cuantas tienes que tomar y bueno que es para sentirte mejor>> (Vitoria). A pesar de la importancia, que los padres verbalizan, de mantener una comunicación fluida, a veces no resulta fácil hablar del tema puesto que, al ser considerado como un problema en nuestra sociedad, lleva asignado un cierto nivel de estigmatización, que asumen hasta los mismos consumidores. Esta presión o carga se soluciona intentando aproximaciones y aprovechando momentos y situaciones muy dispares: - Y vino un día el mayor que tenía seis o siete años y me dice: ¡Mamá, papá se droga! Y yo le dije: ¿Por qué? Porque dijo la maestra que el porro es una droga y te lleva a la muerte y que no se qué, y que no sé cuantos y papá se va a morir, dijo. Digo, no, digo, tú ves que cuando papá fuma, tú lo ves a tu papá fumar, tú ves que cuando tu papá fuma camina por las paredes o hace cosas raras, le dije, no pasa nada. No, me dijo. No supe que decirle en ese momento, fue lo primero que se me ocurrió. Está todo bien, el problema son los excesos. (Ibiza) Algunas veces que los hijos conozcan los consumos de los padres puede volverse contra ellos, ya que los jóvenes no dudan en achacarles a los padres lo que la sociedad proyecta sobre los consumidores de drogas, e incluso, algunos padres reconocen que hablar de todos los temas con los hijos puede parecer un exceso: - Yo con mi hija, desde que tuve la conversación ésta que os he dicho, cada vez que nos peleamos me echa que cara: ¡Tú que te juntas con tus amiguitas para iros de fiesta, que tomáis no se qué! Tienes que tener un poco de cuidadito con lo que les enseñas. - Pero yo no les cuento todo lo que he hecho yo. - Yo le conté lo que he probado y lo que no he probado. -Se ha convertido en un arma… (Ibiza) Por último, para finalizar este apartado una vez vistas y analizadas la diversidad de posiciones respecto al tema de exteriorizar o no los consumos de los padres, hay que añadir que éstos, en su fuero interno, se sienten legitimados para hablar del tema con los hijos, porque ellos no tienen comportamientos dependientes respecto a las drogas, lo cual es la garantía respecto a que supieron lidiar adecuadamente con los riesgos y que por tanto su experiencia permitirá a
  • 45. ¿La experiencia es un grado? 41 sus hijos que extraigan elementos positivos a utilizar en distintas situaciones, y para que a ellos, jóvenes, tampoco los superen los posibles riesgos que vayan a encontrarse en su relación con las drogas.