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La izquierda en México: problemas y perspectivas.
Gilberto López y Rivas
¿Izquierda o izquierdas?
En el momento actual, la promoción de debates, reflexiones o simplemente el
intercambio de opiniones acerca de la izquierda en México es imprescindible y de
gran valor, por lo que me gustaría hacer algunas precisiones.
¿Podemos hablar de una izquierda o es más justo hablar de las izquierdas?
La izquierda, como fenómeno político, ideológico y social, no es homogénea y
mucho menos monolítica, por lo tanto, considero que es más correcto referirse a
las izquierdas.
Existe un conjunto de principios políticos e ideológicos básicos que definen
a las izquierdas y una gran diversidad de enfoques teóricos y prácticas políticas
que las distinguen. No es nuestro objetivo hacer un inventario, pero, en general,
en México se identifican cuatro corrientes o expresiones izquierdistas.
• Una izquierda organizada en partidos, que privilegia la acción electoral, que
forma parte del sistema político y que actúa dentro del marco institucional.
Esta izquierda, en el caso del PRD, está conformada por la confluencia de
una vertiente socialista-marxista; otra, que podríamos definir como su
venero social (urbano, popular, campesino) y una tercera proveniente de
desprendimientos de grupos o personalidades del PRI.
• La izquierda que se ha aglutinado y organizado alrededor del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, la cual ha colocado en el centro de la
escena nacional la ancestral problemática indígena, unida a otras
reivindicaciones de corte democrático, nacional y popular. Este movimiento
conmocionó al sistema político mexicano, sin formar parte del mismo y
simultáneamente sensibilizó y generó una reacción solidaria en la sociedad
civil, que evitó la continuación de la guerra.
• Una izquierda marxista ortodoxa que propugna la lucha armada como forma
para conquistar el poder político, aunque no la practica de manera
sistemática. Se trata de un movimiento con múltiples ramificaciones, un
2
cierto apoyo social en algunos sectores regionales, y que se circunscribe a
algunas áreas geográficas del país.
• Una izquierda de tipo social, inorgánica y diversa, pero con mucha
presencia en la sociedad civil y en la intelectualidad. Tiene también
múltiples expresiones, a veces en torno a movimientos reivindicativos
puntuales, y otras de más permanencia a través de organismos no
gubernamentales vinculados a la promoción y defensa de los derechos
humanos, los temas ecológicos, de género,entre otros.
Las izquierdas y la formación de la nación-pueblo.
En la actualidad, e l capitalismo mantiene un sistema de explotación que en
lo esencial no ha cambiado desde que el viejo Marx abordó su estudio y crítica.
Las sociedades contemporáneas siguen inmersas en un proceso en el cual
existen clases explotadoras y detentadoras de los medios de producción y clases
explotadas y desposeídas de los mismos. Las formas y configuraciones que se
establecen para que este sistema siga funcionando son variadas en tiempo y
espacio, pero la formulación marxista del trabajo y su apropiación sigue teniendo
una formidable actualidad. No obstante, la explicación marxista clásica no da
cuenta de las complejas contradicciones que en nuestros países se suscitan y que
no pasan forzosamente por el tamiz exclusivo de las relaciones económicas.
En el desarrollo actual de los Estados nacionales existe la necesidad de
forjar lo que sería la alternativa para, si no eliminar, sí atenuar los devastadores
efectos del capitalismo neoliberal y crear las condiciones del establecimiento de un
socialismo libertario y democrático: la creación y consolidación de la nación-
pueblo. La construcción de una nación-pueblo es, por lo tanto, una necesidad
insoslayable de las izquierdas mexicanas y latinoamericanas en general, a partir
de una reformulación de la llamada cuestión nacional.
El Estado nacional cohesiona e integra formalmente a todas las clases de la
sociedad, diluyendo los conflictos interclasistas que en el interior de las naciones
se desarrollan. El elemento fundamental para entender esta situación lo otorga el
concepto de bloque histórico, el cual pretende superar la separación analítica
3
entre base y superestructura para llegar a la comprensión de ambas categorías
del Estado moderno como unidad contradictoria y dinámica.
En el Estado nacional contemporáneo, los conflictos económicos, sociales y
culturales se pretenden resolver a través de mecanismos democráticos formales
que de ninguna manera han podido superar las contradicciones elementales del
sistema capitalista. De hecho, para muchas izquierdas, las disputas formales
(llamémoslas electorales) han moderado, en el mejor de los casos, las
reivindicaciones históricas de justicia, equidad y democracia social, cuando no han
sido olímpicamente ignoradas en aras de un pragmatismo basado sólo en la
alternancia en el gobierno.
El problema es que la visión clásica del marxismo no pudo establecer que
durante el proceso de formación del Estado nacional (que dicho sea de paso es un
proceso permanente y no tiene un plazo fatal), no sólo se expresan y desarrollan
conflictos entre las clases antagónicas en la estructura económica, sino que en su
interior existen y se confrontan visiones de otras clases, fracciones de clase o
sectores socio étnicos. Es más, la hegemonía en el interior de un Estado nacional
se disputa no sólo entre las clases dominantes y las subalternas, sino que en las
propias clases existen diferentes proyectos nacionales que se han dirimido en el
terreno electoral y también a través de la violencia revolucionaria y su contraparte
represiva.
Así pues, las limitaciones para la democratización e integración internas de
la nación no pueden ser superadas en los marcos del capitalismo. La realización
de la unidad nacional tarde o temprano se estrella contra la realidad de la
dominación y de la explotación de clases. Ante estos obstáculos, el desarrollo
nacional sólo puede ser consumado por un movimiento de base, popular,
democrático y anticapitalista. En buena medida, los partidos políticos de izquierda
en México han contribuido a la formación de un movimiento con estas
características. El EZLN también ha participado sustancialmente en la
construcción de la nación-pueblo.
La nación-pueblo, por lo tanto, expresaría el desplazamiento político de la
hegemonía nacional capitalista (actualmente ejercida por su fracción financiera)
4
hacia una caracterizada por el consenso y la voluntad nacional-populares,
elementos centrales de un concepto de democracia sin sesgos de dominación.
Las izquierdas mexicanas contemporáneas deben tener en cuenta que son
herederas de múltiples procesos y determinaciones históricas que hunden sus
raíces no sólo en las corrientes socialistas y comunistas occidentales. Su
formación y configuración asumen elementos agrarios, sustanciales a la nación
mexicana, que se expresaron sensiblemente antes, durante y después de la
Revolución. El zapatismo y el cardenismo son dos corrientes del pensamiento
nacional-popular que en nuestro país han dejado sus huellas en las izquierdas
contemporáneas con la misma fuerza que lo ha hecho el marxismo.
No obstante, la articulación entre los movimientos obrero y agrario, que
dieran vida a un bloque social revolucionario y permitieran acoplar el socialismo a
las raíces más profundas de la nación mexicana, no fue planteada por las
organizaciones e intelectuales de las izquierdas mexicanas.
Dicho de otra forma, la izquierda marxista ortodoxa se alejó de la formación
de este bloque histórico, se hizo periférica, y permitió el paso a las organizaciones
y partidos populistas en la conformación del Estado-nacional mexicano. El PRI
logró corporativizar la lucha obrera y agraria en múltiples organizaciones que
quedaron supeditadas al ejercicio hegemónico en un inicio, y luego básicamente al
control clientelar de la burguesía nacional a lo largo de la segunda mitad del siglo
XX.
No fue sino hasta finales del siglo pasado que los pueblos indígenas
(fundamento de la lucha agraria nacional), lograron integrarse al proceso de
constitución democrática de la nación-pueblo. Sólo a partir del levantamiento
zapatista fue posible que las izquierdas mexicanas reconceptualizaran y
reconfiguraran su discurso y su praxis políticas, de tal suerte que la vieja y
compleja cosmovisión indígena y agraria mexicana no sólo aportó elementos de
discusión, sino que ha esbozado muchos de los problemas importantes en la
agenda de la construcción de lo nacional-popular.
El nuevo zapatismo ha sido capaz de convocar y articular un movimiento
social y político amplio que ha menguado parcialmente la hegemonía nacional
5
capitalista. Por otro lado, las izquierdas institucionalizadas o partidistas no han
podido evadir la discusión que el zapatismo ha planteado, aunque
lamentablemente no han profundizado en la misma e, incluso, padecen de un
autismo político en ese, y en muchos otros de los grandes problemas nacionales.
En la consolidación de una nación mexicana democrática y popular, las
diferentes izquierdas deben reconciliar sus puntos de vista y no excluir los veneros
históricos y sociales que les han dado vida. Socialismo, juarismo, magonismo,
zapatismo, cardenismo, son algunas de las corrientes de pensamiento y praxis
políticas que se han conjugado en la conformación de las act uales izquierdas
mexicanas. Para la constitución democrática de la nación-pueblo es necesario
incorporar y volver protagónicas a las etnias y a todos aquellos grupos sociales
históricamente marginados y excluidos.
Los sistemas electorales liberales han sido considerados por la propia
teoría liberal como los mecanismos a través de los cuales se pueden dirimir toda
clase de conflictos económicos, sociales, políticos y culturales. En este sentido, la
teoría marxista clásica afirma que las sociedades capitalistas tienen una
dicotómica formación: por un lado, una realidad conflictiva y contradictoria
resultado de la explotación de clase y, por otro, una ilusoria equidad y armonía
resultado del aparato ideológico que pretende equiparar jurídica y culturalmente a
todos los individuos.
Esta dicotomía no logra explicar los procesos históricos que han forjado los
estados nacionales latinoamericanos y, por lo tanto, no logra dar cuenta de la
formación de naciones-pueblo democráticas. El caso de México es ilustrativo. En
nuestro país, la contradicción clasista del sistema capitalista ha estado moldeada
por otras muchas contradicciones que resultande un devenir histórico particular. A
pesar del genocidio y del brutal proceso de conquista efectuado por los españoles
a lo largo de tres siglos, muchos de los pueblos indios de nuestro país lograron
sobrevivir. La dominación y la explotación colonial no puedenser entendidas única
y exclusivamente desde la perspectiva economicista que el marxismo clásico
plantea. Elementos como el racismo y el sexismo juegan papeles muy importantes
en la consolidación del estado colonial novo hispano. El sometimiento militar y
6
político vino de la mano del religioso y el cultural; los valores occidentales se
sobrepusieron a los valores y a la cosmovisión indígena, pero nunca pudieron
eliminarlos. A lo largo de la vida independiente, las etnias indígenas no han
recibido el reconocimiento pleno de sus derechos y los conflictos que surgen de
esta condición no se han podido dirimir a través de las políticas liberales
ortodoxas. Tampoco estos conflictos han surgido exclusivamente de la
contradicción económica capitalista.
Otras contradicciones circunscritas a desarrollos históricos diferentes
también han forjado sujetos que actualmente representan actores políticos en las
múltiples izquierdas que han buscado resolver sus conflictos dentro y fuera del
aparato liberal clásico. Tenemos el caso de las mujeres. Las sociedades
patriarcales o machistas han ejercido un dominio de género masculino, cuyas
expresiones de dominación económicas, políticas, sociales y culturales son tan
condenables como aquellas que la burguesía aplica sobre el proletariado y, sin
lugar a dudas, mucho más antiguas que las emanadas en el sistema capitalista.
En este mismo sentido, los niños, los viejos, los gays y lesbianas, o los
inmigrantes indocumentados, entre otros sectores, han llevado a cabo luchas que
les permitan condiciones de vida menos vulnerables ante la barbarie neoliberal.
Resumiendo, identifico a la nación-pueblo como la formación social, cultural
y política capaz de resolver muchos de los conflictos derivados del desarrollo
histórico nacional. El liberalismo clásico plantea que tanto los individuos como las
naciones son abstractamente iguales en derechos, no sólo desentendiéndose,
sino que exacerbando las contradicciones propias del sistema capitalista. El
marxismo clásico, por su lado, da cuenta de lo anterior, pero soslaya muchas otras
contradicciones históricas que se desarrollan en el interior de los estados
nacionales. Las izquierdas modernas, por lo tanto, deben tener la capacidad de
articular todos estos (y seguramente muchos más) elementos que están en juego
para acceder a una nación en la que los principios democráticos de igualdad,
equidad y justicia social tengan cabida.
7
Sobre las experiencias internacionales.
Ahora bien, las experiencias internacionales también deben ser tomadas
en cuenta por las nuevas corrientes y movimientos de la izquierda nacional y
latinoamericana. Desde fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX, el socialismo
supuso la liquidación del capitalismo y la implantación de un nuevo modo de
producción en un proceso inédito.
El lema de la sociedad socialista planteaba “de cada quien según su
capacidad, a cada quién según su trabajo”. El socialismo buscaría eliminar la
explotación de clase, erradicar el capitalismo, socializar los medios de producción
y desarrollar nuevas relaciones sociales. A pesar de que en los países en los que
el socialismo realmente existente se desarrolló se pudieron eliminar fenómenos
intrínsecos al capitalismo como la desocupación, el analfabetismo, y se resolvieron
problemas de vivienda, salud y educación, éste se colapsó estrepitosamente a
finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado,
con la excepción de algunos países asiáticos y Cuba.
En el fracaso del modelo incidieron muchos factores, pero seguramente los
de mayor relevancia fueron: la hipertrofia de los partidos comunistas, su divorcio y
separación de la sociedad; el burocratismo y la falta de espacios para la
participación democrática de la sociedad, la clausura, en la práctica, de libertades
y ejercicios democráticos considerados como “burgueses”, además de la enorme
carga social, económica y política que significó la guerra fría y la carrera
armamentista, y su consecuente gasto militar. En definitiva, el incumplimiento de
premisas teóricas libertarias, la poca sensibilidad que los estados socialistas
tuvieron para resolver las contradicciones nacionales, étnicas, de género, de edad,
ecológicas, etcétera, fueron factores determinantes en el colapso socialista.
Si bien este modelo socialista fracasó, el socialismo como futuro de la
humanidad no está invalidado. El socialismo tiene vigencia, pero depende de las
izquierdas redefinir, en las nuevas circunstancias históricas, la teoría y la práctica
del socialismo, pero conciente de que junto a la experiencia negativa, existe una
de carácter positivo, que tarde o temprano emergerá. El ejemplo cubano está ahí:
8
bajo las circunstancias extremadamente adversas por las que actualmente
atraviesa, su propuesta socialista sigue en pie.
Dos elementos que deben estructurar e impulsar las izquierdas, como
alternativa al capitalismo neoliberal, son el igualitarismo y la equidad,
reconociendo la diversidad en el interior de las clases y de la sociedad en su
conjunto. Proponer una plataforma de lucha por la equidad supone enfrentar la
falsa homogenización lograda por el estado nacional capitalista, que construyó
identidades condicionadas a sus necesidades de dominación.
Para el capitalismo y los partidos de derecha, la democracia se limita a lo
formal, a los aspectos electorales y al juego de los partidos políticos dentro del
sistema. La historia de América Latina está llena de ejemplos que muestran que la
democracia es instrumental para las clases dominantes, funcional a sus intereses.
La legalidad democrática ahoga a las clases dominantes cuando a través de ella la
izquierda lograr triunfar o cuestionar su dominio. El ejemplo de Chile es
contundente. Probablemente hoy resulte más difícil al imperialismo y a las clases
dominantes quebrar el orden institucional del Brasil con Lula en la presidencia.
Pero seguramente utilizarán los mismos métodos de hostigamiento y complot, de
ataque mediático y conspiración que hoy aplican para desestabilizar y derribar el
gobierno constitucional de Hugo Chávez en Venezuela.
Las izquierdas latinoamericanas han defendido la democracia al abrir
espacios para la participación permanente de la ciudadanía. Lo que hoy
conocemos como democracia participativa es una experiencia que se inició en
algunos medios laborales de Inglaterra y ha encontrado eco en gobiernos
municipales de izquierda en América latina. El exitoso presupuesto participativo
del gobierno petista de Porto Alegre, la experiencia de los gobiernos del Frente
Amplio de Montevideo con su descentralización democrática. Aquí en México, con
los municipios autónomos zapatistas; nuestra experiencia concreta en la
delegación de Tlalpan con el programa “hacia un presupuesto participativo”. Todo
esto nos indica que las izquierdas, en materia de desarrollo democrático, no deben
seguir recetas, por el contrario, necesitan ser altamente creativas.
9
Algunas perspectivas.
Las izquierdas deben estar en una permanente búsqueda de formas y
espacios para la expresión política de las mayorías nacionales. Las propias
izquierdas, sus partidos y grupos, necesitan organizarse democráticamente, es
decir, organizarse desde abajo, para tener un contacto estrecho con la sociedad y
convertirse en un canal más para el pronunciamiento ciudadano y sectorial. De
esta forma, las izquierdas ganarían credibilidad y confianza ante la sociedad,
contribuirían en la creación de una nueva cultura política. Y simultáneamente
corregirían el grave error de hipertrofiar a las cúpulas dirigentes en detrimento de
las organizaciones de base.
Para las izquierdas mexicanas, la democracia no se agota en lo electoral, y
hoy como ayer la responsabilidad de su defensa recae sobre ellas. En México,
está fresco aún en la memoria colectiva la insurgencia popular y de las izquierdas
contra el fraude electoral de 1988, que resquebrajó al partido de estado e impulsó
la democratización del país, creando paradójicamente las condiciones para el
triunfo del PAN en julio del año 2000.
México lleva 20 años sufriendo las políticas neoliberales. Los cuatro últimos
gobiernos federales, incluido el actual, se han caracterizado por las
privatizaciones, la liquidación de la industria nacional, la apertura indiscriminada al
mercado mundial, inversión especulativa de capitales transnacionales,
desmantelamiento de los programas de seguridad social, suspensión de los
apoyos a la producción agropecuaria, deterioro de la educación y la salud
públicas. La soberanía nacional ha estado permanentemente cuestionada y el país
se inserta cada vez más dentro de la estrategia del gobierno de Estados Unidos.
Todo esto se ha traducido en el empobrecimiento generalizado, la ruina de
la pequeña y mediana industrias y de los productores del campo, el
estrechamiento del mercado interno. En definitiva , entramos a una crisis
económica y social, y con indicios claros de crisis política. Las izquierdas tienen la
obligación de ser la fuerza promotora e impulsora de un amplio movimiento social
en torno a un programa alternativo de salvación nacional, que enarbole un frente
patriótico representativo de aquellos sectores sociales y nacionales que no están
10
dispuestos a dejarse llevar al despeñadero foxista. No se trata solamente de
impedir que continúe la política neoliberal, rechazar la reforma eléctrica, defender
el petróleo, frenar el Plan Puebla-Panamá, frustrar la reforma laboral, apoyar la
enseñanza pública, y combatir el entreguismo de la política exterior, sino que es
necesario difundir el programa alternativo y unirlo a la lucha por cada una de las
demandas sectoriales.
Finalmente, el triunfo del pueblo, la izquierda y el Partido de los
Trabajadores del Brasil, permite corroborar un hecho fundamental: la izquierda
tiene vigencia y fuerza en América Latina y están dadas las condiciones para
transformarse en una opción real de gobierno para nuestros países. Existen
posibilidades de que se convierta en la fuerza política impulsora de un proyecto
alternativo, que revierta los efectos de la catástrofe neoliberal en la que estamos
sumergidos en el continente y abra el camino para la construcción de una
sociedad más justa, incluyente y democrática, para la conformación de la nación-
pueblo.

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Las izquierdas en México: problemas, perspectivas y formación de la nación-pueblo

  • 1. La izquierda en México: problemas y perspectivas. Gilberto López y Rivas ¿Izquierda o izquierdas? En el momento actual, la promoción de debates, reflexiones o simplemente el intercambio de opiniones acerca de la izquierda en México es imprescindible y de gran valor, por lo que me gustaría hacer algunas precisiones. ¿Podemos hablar de una izquierda o es más justo hablar de las izquierdas? La izquierda, como fenómeno político, ideológico y social, no es homogénea y mucho menos monolítica, por lo tanto, considero que es más correcto referirse a las izquierdas. Existe un conjunto de principios políticos e ideológicos básicos que definen a las izquierdas y una gran diversidad de enfoques teóricos y prácticas políticas que las distinguen. No es nuestro objetivo hacer un inventario, pero, en general, en México se identifican cuatro corrientes o expresiones izquierdistas. • Una izquierda organizada en partidos, que privilegia la acción electoral, que forma parte del sistema político y que actúa dentro del marco institucional. Esta izquierda, en el caso del PRD, está conformada por la confluencia de una vertiente socialista-marxista; otra, que podríamos definir como su venero social (urbano, popular, campesino) y una tercera proveniente de desprendimientos de grupos o personalidades del PRI. • La izquierda que se ha aglutinado y organizado alrededor del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la cual ha colocado en el centro de la escena nacional la ancestral problemática indígena, unida a otras reivindicaciones de corte democrático, nacional y popular. Este movimiento conmocionó al sistema político mexicano, sin formar parte del mismo y simultáneamente sensibilizó y generó una reacción solidaria en la sociedad civil, que evitó la continuación de la guerra. • Una izquierda marxista ortodoxa que propugna la lucha armada como forma para conquistar el poder político, aunque no la practica de manera sistemática. Se trata de un movimiento con múltiples ramificaciones, un
  • 2. 2 cierto apoyo social en algunos sectores regionales, y que se circunscribe a algunas áreas geográficas del país. • Una izquierda de tipo social, inorgánica y diversa, pero con mucha presencia en la sociedad civil y en la intelectualidad. Tiene también múltiples expresiones, a veces en torno a movimientos reivindicativos puntuales, y otras de más permanencia a través de organismos no gubernamentales vinculados a la promoción y defensa de los derechos humanos, los temas ecológicos, de género,entre otros. Las izquierdas y la formación de la nación-pueblo. En la actualidad, e l capitalismo mantiene un sistema de explotación que en lo esencial no ha cambiado desde que el viejo Marx abordó su estudio y crítica. Las sociedades contemporáneas siguen inmersas en un proceso en el cual existen clases explotadoras y detentadoras de los medios de producción y clases explotadas y desposeídas de los mismos. Las formas y configuraciones que se establecen para que este sistema siga funcionando son variadas en tiempo y espacio, pero la formulación marxista del trabajo y su apropiación sigue teniendo una formidable actualidad. No obstante, la explicación marxista clásica no da cuenta de las complejas contradicciones que en nuestros países se suscitan y que no pasan forzosamente por el tamiz exclusivo de las relaciones económicas. En el desarrollo actual de los Estados nacionales existe la necesidad de forjar lo que sería la alternativa para, si no eliminar, sí atenuar los devastadores efectos del capitalismo neoliberal y crear las condiciones del establecimiento de un socialismo libertario y democrático: la creación y consolidación de la nación- pueblo. La construcción de una nación-pueblo es, por lo tanto, una necesidad insoslayable de las izquierdas mexicanas y latinoamericanas en general, a partir de una reformulación de la llamada cuestión nacional. El Estado nacional cohesiona e integra formalmente a todas las clases de la sociedad, diluyendo los conflictos interclasistas que en el interior de las naciones se desarrollan. El elemento fundamental para entender esta situación lo otorga el concepto de bloque histórico, el cual pretende superar la separación analítica
  • 3. 3 entre base y superestructura para llegar a la comprensión de ambas categorías del Estado moderno como unidad contradictoria y dinámica. En el Estado nacional contemporáneo, los conflictos económicos, sociales y culturales se pretenden resolver a través de mecanismos democráticos formales que de ninguna manera han podido superar las contradicciones elementales del sistema capitalista. De hecho, para muchas izquierdas, las disputas formales (llamémoslas electorales) han moderado, en el mejor de los casos, las reivindicaciones históricas de justicia, equidad y democracia social, cuando no han sido olímpicamente ignoradas en aras de un pragmatismo basado sólo en la alternancia en el gobierno. El problema es que la visión clásica del marxismo no pudo establecer que durante el proceso de formación del Estado nacional (que dicho sea de paso es un proceso permanente y no tiene un plazo fatal), no sólo se expresan y desarrollan conflictos entre las clases antagónicas en la estructura económica, sino que en su interior existen y se confrontan visiones de otras clases, fracciones de clase o sectores socio étnicos. Es más, la hegemonía en el interior de un Estado nacional se disputa no sólo entre las clases dominantes y las subalternas, sino que en las propias clases existen diferentes proyectos nacionales que se han dirimido en el terreno electoral y también a través de la violencia revolucionaria y su contraparte represiva. Así pues, las limitaciones para la democratización e integración internas de la nación no pueden ser superadas en los marcos del capitalismo. La realización de la unidad nacional tarde o temprano se estrella contra la realidad de la dominación y de la explotación de clases. Ante estos obstáculos, el desarrollo nacional sólo puede ser consumado por un movimiento de base, popular, democrático y anticapitalista. En buena medida, los partidos políticos de izquierda en México han contribuido a la formación de un movimiento con estas características. El EZLN también ha participado sustancialmente en la construcción de la nación-pueblo. La nación-pueblo, por lo tanto, expresaría el desplazamiento político de la hegemonía nacional capitalista (actualmente ejercida por su fracción financiera)
  • 4. 4 hacia una caracterizada por el consenso y la voluntad nacional-populares, elementos centrales de un concepto de democracia sin sesgos de dominación. Las izquierdas mexicanas contemporáneas deben tener en cuenta que son herederas de múltiples procesos y determinaciones históricas que hunden sus raíces no sólo en las corrientes socialistas y comunistas occidentales. Su formación y configuración asumen elementos agrarios, sustanciales a la nación mexicana, que se expresaron sensiblemente antes, durante y después de la Revolución. El zapatismo y el cardenismo son dos corrientes del pensamiento nacional-popular que en nuestro país han dejado sus huellas en las izquierdas contemporáneas con la misma fuerza que lo ha hecho el marxismo. No obstante, la articulación entre los movimientos obrero y agrario, que dieran vida a un bloque social revolucionario y permitieran acoplar el socialismo a las raíces más profundas de la nación mexicana, no fue planteada por las organizaciones e intelectuales de las izquierdas mexicanas. Dicho de otra forma, la izquierda marxista ortodoxa se alejó de la formación de este bloque histórico, se hizo periférica, y permitió el paso a las organizaciones y partidos populistas en la conformación del Estado-nacional mexicano. El PRI logró corporativizar la lucha obrera y agraria en múltiples organizaciones que quedaron supeditadas al ejercicio hegemónico en un inicio, y luego básicamente al control clientelar de la burguesía nacional a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. No fue sino hasta finales del siglo pasado que los pueblos indígenas (fundamento de la lucha agraria nacional), lograron integrarse al proceso de constitución democrática de la nación-pueblo. Sólo a partir del levantamiento zapatista fue posible que las izquierdas mexicanas reconceptualizaran y reconfiguraran su discurso y su praxis políticas, de tal suerte que la vieja y compleja cosmovisión indígena y agraria mexicana no sólo aportó elementos de discusión, sino que ha esbozado muchos de los problemas importantes en la agenda de la construcción de lo nacional-popular. El nuevo zapatismo ha sido capaz de convocar y articular un movimiento social y político amplio que ha menguado parcialmente la hegemonía nacional
  • 5. 5 capitalista. Por otro lado, las izquierdas institucionalizadas o partidistas no han podido evadir la discusión que el zapatismo ha planteado, aunque lamentablemente no han profundizado en la misma e, incluso, padecen de un autismo político en ese, y en muchos otros de los grandes problemas nacionales. En la consolidación de una nación mexicana democrática y popular, las diferentes izquierdas deben reconciliar sus puntos de vista y no excluir los veneros históricos y sociales que les han dado vida. Socialismo, juarismo, magonismo, zapatismo, cardenismo, son algunas de las corrientes de pensamiento y praxis políticas que se han conjugado en la conformación de las act uales izquierdas mexicanas. Para la constitución democrática de la nación-pueblo es necesario incorporar y volver protagónicas a las etnias y a todos aquellos grupos sociales históricamente marginados y excluidos. Los sistemas electorales liberales han sido considerados por la propia teoría liberal como los mecanismos a través de los cuales se pueden dirimir toda clase de conflictos económicos, sociales, políticos y culturales. En este sentido, la teoría marxista clásica afirma que las sociedades capitalistas tienen una dicotómica formación: por un lado, una realidad conflictiva y contradictoria resultado de la explotación de clase y, por otro, una ilusoria equidad y armonía resultado del aparato ideológico que pretende equiparar jurídica y culturalmente a todos los individuos. Esta dicotomía no logra explicar los procesos históricos que han forjado los estados nacionales latinoamericanos y, por lo tanto, no logra dar cuenta de la formación de naciones-pueblo democráticas. El caso de México es ilustrativo. En nuestro país, la contradicción clasista del sistema capitalista ha estado moldeada por otras muchas contradicciones que resultande un devenir histórico particular. A pesar del genocidio y del brutal proceso de conquista efectuado por los españoles a lo largo de tres siglos, muchos de los pueblos indios de nuestro país lograron sobrevivir. La dominación y la explotación colonial no puedenser entendidas única y exclusivamente desde la perspectiva economicista que el marxismo clásico plantea. Elementos como el racismo y el sexismo juegan papeles muy importantes en la consolidación del estado colonial novo hispano. El sometimiento militar y
  • 6. 6 político vino de la mano del religioso y el cultural; los valores occidentales se sobrepusieron a los valores y a la cosmovisión indígena, pero nunca pudieron eliminarlos. A lo largo de la vida independiente, las etnias indígenas no han recibido el reconocimiento pleno de sus derechos y los conflictos que surgen de esta condición no se han podido dirimir a través de las políticas liberales ortodoxas. Tampoco estos conflictos han surgido exclusivamente de la contradicción económica capitalista. Otras contradicciones circunscritas a desarrollos históricos diferentes también han forjado sujetos que actualmente representan actores políticos en las múltiples izquierdas que han buscado resolver sus conflictos dentro y fuera del aparato liberal clásico. Tenemos el caso de las mujeres. Las sociedades patriarcales o machistas han ejercido un dominio de género masculino, cuyas expresiones de dominación económicas, políticas, sociales y culturales son tan condenables como aquellas que la burguesía aplica sobre el proletariado y, sin lugar a dudas, mucho más antiguas que las emanadas en el sistema capitalista. En este mismo sentido, los niños, los viejos, los gays y lesbianas, o los inmigrantes indocumentados, entre otros sectores, han llevado a cabo luchas que les permitan condiciones de vida menos vulnerables ante la barbarie neoliberal. Resumiendo, identifico a la nación-pueblo como la formación social, cultural y política capaz de resolver muchos de los conflictos derivados del desarrollo histórico nacional. El liberalismo clásico plantea que tanto los individuos como las naciones son abstractamente iguales en derechos, no sólo desentendiéndose, sino que exacerbando las contradicciones propias del sistema capitalista. El marxismo clásico, por su lado, da cuenta de lo anterior, pero soslaya muchas otras contradicciones históricas que se desarrollan en el interior de los estados nacionales. Las izquierdas modernas, por lo tanto, deben tener la capacidad de articular todos estos (y seguramente muchos más) elementos que están en juego para acceder a una nación en la que los principios democráticos de igualdad, equidad y justicia social tengan cabida.
  • 7. 7 Sobre las experiencias internacionales. Ahora bien, las experiencias internacionales también deben ser tomadas en cuenta por las nuevas corrientes y movimientos de la izquierda nacional y latinoamericana. Desde fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX, el socialismo supuso la liquidación del capitalismo y la implantación de un nuevo modo de producción en un proceso inédito. El lema de la sociedad socialista planteaba “de cada quien según su capacidad, a cada quién según su trabajo”. El socialismo buscaría eliminar la explotación de clase, erradicar el capitalismo, socializar los medios de producción y desarrollar nuevas relaciones sociales. A pesar de que en los países en los que el socialismo realmente existente se desarrolló se pudieron eliminar fenómenos intrínsecos al capitalismo como la desocupación, el analfabetismo, y se resolvieron problemas de vivienda, salud y educación, éste se colapsó estrepitosamente a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, con la excepción de algunos países asiáticos y Cuba. En el fracaso del modelo incidieron muchos factores, pero seguramente los de mayor relevancia fueron: la hipertrofia de los partidos comunistas, su divorcio y separación de la sociedad; el burocratismo y la falta de espacios para la participación democrática de la sociedad, la clausura, en la práctica, de libertades y ejercicios democráticos considerados como “burgueses”, además de la enorme carga social, económica y política que significó la guerra fría y la carrera armamentista, y su consecuente gasto militar. En definitiva, el incumplimiento de premisas teóricas libertarias, la poca sensibilidad que los estados socialistas tuvieron para resolver las contradicciones nacionales, étnicas, de género, de edad, ecológicas, etcétera, fueron factores determinantes en el colapso socialista. Si bien este modelo socialista fracasó, el socialismo como futuro de la humanidad no está invalidado. El socialismo tiene vigencia, pero depende de las izquierdas redefinir, en las nuevas circunstancias históricas, la teoría y la práctica del socialismo, pero conciente de que junto a la experiencia negativa, existe una de carácter positivo, que tarde o temprano emergerá. El ejemplo cubano está ahí:
  • 8. 8 bajo las circunstancias extremadamente adversas por las que actualmente atraviesa, su propuesta socialista sigue en pie. Dos elementos que deben estructurar e impulsar las izquierdas, como alternativa al capitalismo neoliberal, son el igualitarismo y la equidad, reconociendo la diversidad en el interior de las clases y de la sociedad en su conjunto. Proponer una plataforma de lucha por la equidad supone enfrentar la falsa homogenización lograda por el estado nacional capitalista, que construyó identidades condicionadas a sus necesidades de dominación. Para el capitalismo y los partidos de derecha, la democracia se limita a lo formal, a los aspectos electorales y al juego de los partidos políticos dentro del sistema. La historia de América Latina está llena de ejemplos que muestran que la democracia es instrumental para las clases dominantes, funcional a sus intereses. La legalidad democrática ahoga a las clases dominantes cuando a través de ella la izquierda lograr triunfar o cuestionar su dominio. El ejemplo de Chile es contundente. Probablemente hoy resulte más difícil al imperialismo y a las clases dominantes quebrar el orden institucional del Brasil con Lula en la presidencia. Pero seguramente utilizarán los mismos métodos de hostigamiento y complot, de ataque mediático y conspiración que hoy aplican para desestabilizar y derribar el gobierno constitucional de Hugo Chávez en Venezuela. Las izquierdas latinoamericanas han defendido la democracia al abrir espacios para la participación permanente de la ciudadanía. Lo que hoy conocemos como democracia participativa es una experiencia que se inició en algunos medios laborales de Inglaterra y ha encontrado eco en gobiernos municipales de izquierda en América latina. El exitoso presupuesto participativo del gobierno petista de Porto Alegre, la experiencia de los gobiernos del Frente Amplio de Montevideo con su descentralización democrática. Aquí en México, con los municipios autónomos zapatistas; nuestra experiencia concreta en la delegación de Tlalpan con el programa “hacia un presupuesto participativo”. Todo esto nos indica que las izquierdas, en materia de desarrollo democrático, no deben seguir recetas, por el contrario, necesitan ser altamente creativas.
  • 9. 9 Algunas perspectivas. Las izquierdas deben estar en una permanente búsqueda de formas y espacios para la expresión política de las mayorías nacionales. Las propias izquierdas, sus partidos y grupos, necesitan organizarse democráticamente, es decir, organizarse desde abajo, para tener un contacto estrecho con la sociedad y convertirse en un canal más para el pronunciamiento ciudadano y sectorial. De esta forma, las izquierdas ganarían credibilidad y confianza ante la sociedad, contribuirían en la creación de una nueva cultura política. Y simultáneamente corregirían el grave error de hipertrofiar a las cúpulas dirigentes en detrimento de las organizaciones de base. Para las izquierdas mexicanas, la democracia no se agota en lo electoral, y hoy como ayer la responsabilidad de su defensa recae sobre ellas. En México, está fresco aún en la memoria colectiva la insurgencia popular y de las izquierdas contra el fraude electoral de 1988, que resquebrajó al partido de estado e impulsó la democratización del país, creando paradójicamente las condiciones para el triunfo del PAN en julio del año 2000. México lleva 20 años sufriendo las políticas neoliberales. Los cuatro últimos gobiernos federales, incluido el actual, se han caracterizado por las privatizaciones, la liquidación de la industria nacional, la apertura indiscriminada al mercado mundial, inversión especulativa de capitales transnacionales, desmantelamiento de los programas de seguridad social, suspensión de los apoyos a la producción agropecuaria, deterioro de la educación y la salud públicas. La soberanía nacional ha estado permanentemente cuestionada y el país se inserta cada vez más dentro de la estrategia del gobierno de Estados Unidos. Todo esto se ha traducido en el empobrecimiento generalizado, la ruina de la pequeña y mediana industrias y de los productores del campo, el estrechamiento del mercado interno. En definitiva , entramos a una crisis económica y social, y con indicios claros de crisis política. Las izquierdas tienen la obligación de ser la fuerza promotora e impulsora de un amplio movimiento social en torno a un programa alternativo de salvación nacional, que enarbole un frente patriótico representativo de aquellos sectores sociales y nacionales que no están
  • 10. 10 dispuestos a dejarse llevar al despeñadero foxista. No se trata solamente de impedir que continúe la política neoliberal, rechazar la reforma eléctrica, defender el petróleo, frenar el Plan Puebla-Panamá, frustrar la reforma laboral, apoyar la enseñanza pública, y combatir el entreguismo de la política exterior, sino que es necesario difundir el programa alternativo y unirlo a la lucha por cada una de las demandas sectoriales. Finalmente, el triunfo del pueblo, la izquierda y el Partido de los Trabajadores del Brasil, permite corroborar un hecho fundamental: la izquierda tiene vigencia y fuerza en América Latina y están dadas las condiciones para transformarse en una opción real de gobierno para nuestros países. Existen posibilidades de que se convierta en la fuerza política impulsora de un proyecto alternativo, que revierta los efectos de la catástrofe neoliberal en la que estamos sumergidos en el continente y abra el camino para la construcción de una sociedad más justa, incluyente y democrática, para la conformación de la nación- pueblo.