1. El quiebre del liberalismo y la crisis del capitalismo (1914/1918-1945)
Los ciclos económicos y la Gran Depresión
La primera mitad de los años veinte estuvieron signados por fuertes
fluctuaciones económicas y en los niveles de conflictividad social. Desde
el fin de la guerra hasta 1920, la existencia de una demanda contenida, el
ingreso de los préstamos norteamericanos y un gasto público sostenido,
dieron lugar a la plena ocupación acompañada por intensos conflictos
sociales: tanto en los países vencidos, los casos de Alemania y Hungría,
como entre los vencedores Francia, Italia y Gran Bretaña y también en
Estados Unidos cuyo territorio no fue campo de batalla. Este breve ciclo
de expansión desembocó en la hiperinflación resultado de la intensa puja
redistributiva, de las severas limitaciones de los nuevos países europeos
para equilibrar producción y demanda y del peso de las deudas de
guerra, especialmente en el caso de Alemania. La ocupación del Ruhr
fue acompañada por la hiperinflación que arrasó con los ahorros de la
clase media, llevó a la quiebra de los propietarios más débiles y disparó
la desocupación.
Después de estas fuertes oscilaciones, en la segunda mitad de la
década, la economía se mantuvo estabilizada. Los acuerdos en torno a la
refinanciación de la deuda alemana y el clima de paz contribuyeron a
este cambio. La recuperación a partir de 1924 fue tan evidente que se acuñaron nombres específicos para designar el
período, los dorados veinte en Alemania, los años felices en Estados Unidos y los años locos en Francia. El capital y
los mercados estadounidenses tuvieron un papel central impulsando el crecimiento económico de Europa y América
Latina.
En el ámbito rural, en cambio, toda la década fue poco propicia para los agricultores. (Kindleberger, Ch. (1988) La
crisis…, cap. 4 “La depresión agrícola”). Después de la guerra, la caída de los precios de los alimentos y materias
primas asociada al incremento de los bienes industriales colocó al campesinado en una situación precaria. La
excepcional demanda durante el conflicto había conducido a la apertura de nuevas fuentes de aprovisionamiento y a
incrementos en la productividad, con la paz, las dificultades para ubicar los excedentes alentaron la movilización
política de los productores rurales. Esta no siguió una orientación predeterminada, en algunos países de Europa
central se afianzaron los partidos agrarios, el campesinado familiar de Italia y Alemania adhirió al fascismo, en
Escandinavia se asoció con la socialdemocracia. La presencia de estos diferentes alineamientos se vincula tanto con
los contrastes entre las distintas tramas de relaciones agrarias, como con los lazos forjados por los partidos políticos
con los actores del ámbito rural en cada escenario nacional.
El crack en la Bolsa de Valores de Estados Unidos en octubre de 1929 cerró un ciclo y dio paso a un período en que
la economía capitalista pareció derrumbarse. (Galbraith, J (1975) El crac…, cap.VI “El crac”, cap. VII “Se agrava la
situación”). Después de más de un año de espectaculares incrementos de los precios de las acciones, éstos cayeron
abruptamente, en gran medida, como resultado de la especulación, pero en última instancia como expresión de las
contradicciones del sistema capitalista. Durante los años veinte, el incremento en la productividad no fue acompañado
por la creación de un sólido mercado de masas basado en aumentos salariales. La demanda fue alentada mediante la
expansión del crédito. La buena marcha de las empresas y el crecimiento de la cadena crediticia en los años locos
condujeron a la especulación inmobiliaria y la sobreinversión en el mercado bursátil. Ni bien la burbuja financiera
explotó con las ventas masivas de los títulos de bolsa, el pánico desembocó en la quiebra en cadena de bancos y la
desvalorización de las monedas. A partir del crack bursátil, cayeron los precios de las mercancías, mucho más rápida
y profundamente las agrícolas que las industriales.
Los gobiernos de los países industrializados-el republicano Herbert Hoover en Estados Unidos, el laborista Ramsay
Mac Donald en Gran Bretaña, el conservador Heinrich Brüning en Alemania, el radical Édouard Herriot en Francia-se
mantuvieron fieles a la ortodoxia económica: redujeron el gasto público y dejaron que el desempleo aumentase.
Decidieron que no había que intervenir ya que una vez que los salarios hubieran descendido lo suficiente, los
capitalistas invertirían y una vez que los precios cayeran lo necesario, los consumidores comprarían. Desde la
perspectiva de Keynes, los liquidacionistas eran insensatos y locos de atar. Los países no podían quedar a merced de
las fuerzas mundiales que pretenden establecer una especie de equilibrio uniforme según los principios ideales del
laissez-faire. (Frieden J. (2007) Capitalismo global... Cáp. 10“La construcción de una democracia social”)
A principios de 1932, Gran Bretaña impuso aranceles proteccionistas y acordó preferencias comerciales con los
integrantes del imperio y algunos pocos países. Estas medidas fueron seguidas por otros estados: los escandinavos,
los bálticos, gran parte de América Latina y Japón. A finales de 1932 el comercio mundial se había reducido a un
tercio del nivel alcanzado en 1929.
Estados Unidos se desvinculó del oro en abril de 1933 después que asumiera la presidencia el candidato demócrata
Franklin Roosevelt. En febrero de 1934, el gobierno fijó la relación de 35 dólares por onza de oro lo que significó una
desvalorización del 75 por ciento respecto a su valor histórico. Según Roosevelt, la situación económica interna de un
país es un factor más importante en su bienestar que la cotización de su moneda. Francia y sus vecinos del bloque del
oro abandonaron el patrón oro en 1936.
Con la Gran Depresión, la económica clásica perdió consistencia y dejó de orientar las decisiones de gran parte de los
gobiernos. Este desenlace resultó de la inoperancia de los principios del laissez faire para salir de la recesión y en
virtud de la presencia de nuevos actores e intereses forjados al calor de la segunda oleada de industrialización y del
impacto de la Primera Guerra Mundial. Al mismo tiempo, Keynes exponía su teoría con mayor coherencia y difundía
sus ideas con ahínco.
2. Estados Unidos los años veinte y el New Deal
Al término de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos
se habían convertido en la primera potencia económica y,
aunque el país siguió una política aislacionista no
interviniendo activamente en la política europea, era evidente
su influencia en los asuntos económicos de ésta. Las deudas
de guerra con los Estados Unidos eran muy altas y el hecho
de que la balanza de pagos fuera favorable a la potencia
americana, dificultó enormemente el proceso de
recuperación europea.
Los estadounidenses no deseaban tener contacto con la
política y los problemas europeos. De hecho pretendieron
reforzar los rasgos que asignaban a su identidad y rechazaron el ingreso de nuevos inmigrantes con sus diferentes
creencias religiosas, costumbres y fidelidad hacia el país de origen. Como resultado de la legislación restrictiva, el
ingreso de inmigrantes entre 1920 y 1924 cayó por debajo de la mitad de la que se había producido entre 1910 y
1914.
La xenofobia nacionalista se combinó con el rechazo extremo de la protesta social que, como en Europa, alcanzó su
pico más alto en la inmediata posguerra. Las principales huelgas tuvieron lugar en 1919 y principios de 1920 en las
minas de carbón y en la industria siderúrgica debido a la subida de los precios. En el mes de enero de 1919 se
produjo en Seatle una huelga general de cinco días de duración. El alcalde que reprimió a sus dirigentes recibió una
bomba por correo poco tiempo después. La más grave amenaza contra el orden fue la huelga de la policía de Boston
en 1919, los dirigentes fueron despedidos por pertenecer a un sindicato.
El miedo a los rojos de 1919 fue manifiestamente exagerado. El número
de afiliados a los partidos comunistas era ínfimo y aunque no había
posibilidad alguna de una revuelta revolucionaria, un importante sector de
la población sucumbió al rumor y a la histeria. El Ku Kux Klan se puso
nuevamente en marcha, sobre todo en el Medio Oeste, entre sus víctimas
incluyó a comunistas, judíos y católicos.
En este clima tuvo lugar el juicio cargado de irregularidades contra dos
obreros anarquistas de origen italiano Nicolás Sacco y Bartolomeo
Vanzetti que a pesar de las extendidas movilizaciones en su apoyo
fueron ajusticiados en agosto de 1927.
Durante la década de 1920 la economía experimentó un desarrollo casi
ininterrumpido, salvando una breve recesión entre 1920 y 1921. Esto fue
consecuencia de unas inversiones masivas alentada por la demanda de
artículos duraderos como los automóviles y los aparatos eléctricos y por la
expansión acelerada de los sectores de la construcción y servicios. El
crecimiento de las ventas fue alentado por la notable difusión de la
publicidad, en 1919 funcionaban 606 estaciones de radio, todas ellas
dependientes de la publicidad para su financiación. Junto con la
estimulación del deseo de comprar se expandió el crédito para generar
nuevos consumidores.
Los cambios en la economía tuvieron una fuerte incidencia en las formas
de vida. Gracias al automóvil, millones de personas construyeron sus
casas en zonas suburbanas, rodeadas de jardines. La red de energía
eléctrica y las carreteras tuvieron que extenderse entonces a las nuevas
zonas urbanizadas que impulsaron a su vez la instalación de centros comerciales..
La guerra y el desarrollo económico cambiaron sustancialmente la posición de la mujer en la sociedad
estadounidense. Su ingreso al mercado laboral, le permitió ocupar lugares que antes sólo estaban reservados a los
hombres. Las mujeres fueron reconocidas como ciudadanas, en 1920 el Congreso aprobó el voto femenino. Su nueva
posición en la sociedad quedó reflejada también en los cambios en la forma de vestir, que se modificó
sustanciosamente. Desaparecieron los corsés, la ropa de día se hizo más sencilla y dejó de ser ajustada para dar
mayor posibilidad a la libertad de movimientos. Las faldas dejaron de llegar a los tobillos, para apenas cubrir las
rodillas. Llegaron nuevos cortes de pelo y en las cabezas se impuso el sombrero en forma de casquete. Los modistos
de la época contrarrestaron la sencillez de la ropa de día con la sofisticación de las prendas de noche: chaquetas y
faldas hechas de punto y vestidos elaborados con muselinas y sedas.
Estos cambios dieron lugar al conflicto entre sistemas de valores diferentes. La población de las pequeñas ciudades y
el campo se opuso a estas nuevas concepciones y formas de vida que ponían en tela de juicio sus valores puritanos,
secularizaban todos los aspectos de la vida dejando de lado la fe y la sumisión en dios, y respondieron movilizándose
para defender la verdadera moral americana moralidad. Se organizaron campañas en contra de la maldad del alcohol
o del uso del automóvil cerrado por considerarlos una invitación al pecado.
En 1919, el gobierno del partido Republicano recogió las demandas de los sectores conservadores y aprobó una ley
que prohibía el consumo de alcohol: la famosa “ley seca”. Esta no impidió el consumo de alcohol. En cambio dio paso
al consumo clandestino y a la emergencia de un mercado negro en el que proliferaron grupos organizados, el mundo
del hampa, decididos a lucrar con el quebrantamiento de la ley. Uno de los más poderosos fue el dirigido por Al
Capone. La violación a la “ley seca” se vio favorecida por la corrupción, muchos policías y políticos colaboraban con el
mantenimiento de las actividades ilegales para obtener beneficios ya sea económicos o de apoyo de esas poderosas
organizaciones. En 1933, cuando el partido Demócrata ganó las elecciones, levantó la prohibición.
3. La política de los tres presidentes republicanos Warren Harding (1920-1923), Calvin Coolidge (1923-1929) y Herbert
Hoover (1928-1932 estuvo guiada por el mismo objetivo: restringir la acción del gobierno para que los empresarios en
el marco del laissez faire encontraran las mejores condiciones para sus negocios. En esos años prevaleció un
destacado consenso en torno a la idea de que la economía americana era lo suficientemente fuerte como para auto
regularse. El gobierno federal tuvo escasa participación directa en la prosperidad de aquellos años. La presión fiscal
fue débil, pero como el volumen de gastos era muy bajo, los presupuestos federales se cerraron con superávit.
El auge económico culminó en una orgía especulativa. Las acciones de las principales compañías como la General
Motors, Radio Corporation de América y United States Steel, subieron tan rápidamente de valor que el índice de sus
cotizaciones se alejó peligrosamente de los valores de los bienes producidos. A lo largo de los años veinte las
emisiones de acciones habían constituido una importante fuente de capital inversor y consecuentemente de
crecimiento económico pero jamás habían subido tanto las cotizaciones en un periodo tan breve ni se habían lanzado
al mercado tantas nuevas acciones. Cuando se hizo evidente que el capital que circulaba en la Bolsa era en gran
medida ficticio, los precios se desplomaron y la depresión subsiguiente fue la peor de la historia americana.
El 4 de marzo de 1933 Roosevelt, el candidato del partido Demócrata, asumió la presidencia. Ese día, cerca de la
mitad de los Estados habían cerrado sus bancos por disposición legal, y de los que permanecían abiertos muchos no
disponían de dinero. En su discurso Roosevelt convocó a no tener miedo, estaba dispuesto a ponerse en marcha ya,
en pos de su principal objetivo: poner a la gente a trabajar.
Inmediatamente decretó unas vacaciones de cuatro días para la banca y convocó para el lunes siguiente una sesión
extraordinaria del Congreso. A lo largo de los siguientes cien días, como se conoce a este período, el Congreso
aprobó una avalancha de leyes sobre fondos asistenciales para los parados, precios de apoyo para los agricultores,
servicio de trabajo voluntario, proyectos de obras públicas en gran escala, reorganización de la industria privada,
creación de un organismo federal para salvar el valle del Tenessee (la Tenessee Valley Authority), financiación de
hipotecas para los compradores de viviendas y para los agricultores, seguros para los depósitos bancarios y
reglamentación para las transacciones de valores. (Leckachman, R. (1970), La era..., 5."New Deal").
El grado de compromiso financiero del gobierno federal con la marcha de la economía y los problemas sociales no
tenía precedentes.
A pesar de cierta sintonía con las ideas de Keynes, el New Deal no se basó en la doctrina del economista inglés. El
presidente Roosevelt y su equipo no aceptaron incrementar los gastos al punto de generar déficit en el presupuesto,
oscilaron entre la inyección de la inversión estatal y la vuelta a la frugalidad. No obstante, el New Deal dio lugar a la
aprobación de un conjunto de leyes que crearon organismos destinados a orientar desde el Estado las decisiones de
los principales agentes económicos y a promover políticas concertadas entre los mismos.
Ley de Ajuste Agrícola se basaba en la idea de que el exceso de producción era el principal problema de la economía.
Su objetivo era volver a la relación entre los precios de los productos agrícolas e industriales anterior a la Gran Guerra
Para esto se recurrió al control de la producción y la acumulación de materias primas básicas a través del
departamento de Agricultura en colaboración con comités de agricultores locales y asociaciones agrarias regionales.
La ley Nacional de Recuperación Industrial (NIRA) estimulaba a las empresas a estabilizar su cuota de mercado y al
mismo tiempo aspiraba a aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores. En relación con la recuperación de las
empresas se buscó eliminar la competencia antieconómica para posibilitar el aumento de los precios y la inversión.
Las empresas fueron invitadas a presentar un código de precios, salarios, leyes justos. Desde el gobierno se publicitó
a los monopolios como algo deseable y a la competencia como antipatriótica. La reorganización industrial propiciada
por la ley requería que los capitalistas aceptasen acordar con los sindicatos. Con este fin, el gobierno se mostró
dispuesto al afianzamiento del movimiento sindical. El nuevo trato, como la socialdemocracia escandinava, se orientó
a favor de la democracia social, pero en Estados Unidos, no existía un sólido partido Socialista y en gran medida, la
defensa de los intereses obreros dependió de la alianza entre los sindicatos y el partido Demócrata.
Hasta el momento, la principal organización sindical, la AFL (Federación Americana
del Trabajo), había dado cabida a los trabajadores cualificados y mejor pagados,
dejando de lado a los no especializados de las nuevas industrias. A partir de 1933,
el dirigente de la Unión de Trabajadores Mineros John Lewis logró canalizar una
gran ofensiva huelguística impulsada desde las bases. La principal expresión de la
nueva militancia obrera fue una serie de ocupaciones de fábricas que comenzaron
en la industria del caucho y que se extendieron a las fábricas de automóviles del
Medio Oeste. En primera instancia las empresas se resistieron a reconocer a los
sindicatos pero acabaron pactando con los mismos. El cambio en las relaciones
obreros-patronos lo marcó en 1937 el reconocimiento del UAW (automotriz) por
parte de la General Motors y del Cte de Trabajadores del Acero por parte de la
Steel. Lewis se separó de la AFL y creó el CIO (Congreso de Organizaciones
Industriales). Su propósito era lograr la sindicación de los trabajadores de las
industrias de producción en masa, cualquiera fuese su categoría y capacitación
todos quedarían representados por el mismo sindicato. Su principal arma fue la lucha de brazos caídos.
En el contexto de la crisis, el gobierno se mostró dispuesto a favorecer a los sindicatos si estos se mostraban
dispuestos a ayudar a la industria. La cláusula de la NIRA que instaba a los industriales a reconocer a los sindicatos
fue utilizada para crear sindicatos sometidos a las compañías. Cuando esta legislación fue revocada, se aprobó la ley
Wagner que amplió la protección de los sindicatos y el deber de negociar colectivamente y la Ley de Normas
Laborales Justas que reguló condiciones de trabajo: salarios mínimos, pago de primas por horas extraordinarias y
creó el Comité de Relaciones Laborales, comisión de arbitraje encargada de poner fin a las prácticas laborales
discriminatorias. A partir de ese momento, las empresas tuvieron que aceptar la libertad de sindicalización.
II. La gran depresión y la crisis del liberalismo, por Cuadernos Historia Última modificación 02/06/2010.