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DIABLO Y POSESION DIABOLICA




   CARLOS ARBOLEDA MORA (dir).




UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
     FACULTAD DE TEOLOGIA.
      MEDELLIN- COLOMBIA
             2005




                                     1
PRESENTACION

En los últimos años, ha renacido el interés por el diablo. Quizás por influjo de la
posmodernidad, vuelven los fantasmas del pasado. La búsqueda de lo sobrenatural
lleva a que se mire también a lo morboso, lo fantástico, lo irracional, lo patológico y
lo desviante. En épocas de racionalismo calculante, también se hacen presentes el
irracionalismo y la emotividad sea como resistencia al frío racionalismo o como
búsqueda de otras alternativas para la humanidad .

El diablo es uno de esos elementos que hoy hacen parte del cine, la música, el arte, la
vida cotidiana, la religión... Sea como compañero de viaje, como enemigo, como
objeto de adoración, como inspirador, el diablo está presente en el momento actual de
la cultura. Son variadas las formas de su presencia: posesión diabólica, sectas
satánicas, brujería, el carnaval.

El Grupo de investigación Religión y cultura de la Universidad Pontificia Bolivariana
ha venido acercándose a este fenómeno con el fin de tener una visión más objetiva y
seria que permita un análisis de la cultura en este aspecto. Con este fin, filósofos,
siquiatras, teólogos, historiadores... vienen trabajando para aportar elementos teóricos
y críticos a la comprensión del nuevo satanismo de los siglos XX y XXI.

Con la colaboración de Colciencias y de la UPB, se han realizado estas búsquedas. En
este texto se presentan algunos resultados que, más que conclusiones, son aperturas a
nuevas indagaciones y llamados a proponer nuevas interpretaciones. Es un fenómeno
muy vasto pues implica las posesiones diabólicas, los grupos juveniles satanistas (o
pseudosatanistas), la brujería, la música rock, los nuevos movimientos religiosos
satánicos, etc. Y cada uno tiene sus propias características ideológicas, culturales y
regionales. De ahí que haya que seguir mirando el fenómeno atreviéndose a formular
conceptos hermenéuticos y aún, formas de enfocar su manejo socio-cultural.

Carlos Arboleda Mora
Director Grupo Religión y Cultura.
UPB. 2005.




                                                                                      2
TABLA DE CONTENIDO



       1. TEOLOGÍA, CIENCIA Y POSESIÓN
  DIABÓLICA
CARLOS ARBOLEDA
ORLANDO TAMAYO


2. EL DEMONIO: SU NATURALEZA Y ESENCIA
GONZALO SOTO POSADA

3. ASPECTOS BÍBLICOS Y PASTORALES DE LA
   LLAMADA “POSESIÓN DIABÓLICA”.
GUILLERMO LEÓN ZULETA



4. ASPECTOS SOCIOCULTURALES DE LA POSESION
LIGIA EUGENIA URIBE
ORLANDO TAMAYO

5. “TRASTORNO DE TRANCE Y POSESIÓN VS
   POSESIÓN DIABÓLICA EN EL ÁREA
   METROPOLITANA DE MEDELLÍN”.
CARLOS ARBOLEDA.
6. EL PENSAMIENTO ACTUAL DE LA IGLESIA
   CATOLICA SOBRE EL EXORCISMO
CARLOS ARBOLEDA


7. EL SATANISMO COMO EXPRESION DE LA
   PRECARIEDAD DE LA SOCIEDAD.
 Carlos Arboleda Mora.




                                             3
TEOLOGÍA, CIENCIA Y POSESIÓN DIABÓLICA


                                                                              CARLOS ARBOLEDA
                                                                              ORLANDO TAMAYO




        Se puede deducir que la posesión es tan antigua como el hombre, así lo
muestra la pintura mural de la cueva de Lascaux donde se representa un chaman
practicando un hechizo para la caza y lo importante de esta pintura para el caso es la
“Posesión” del animal a través del uso de su cornamenta. Aunque queda entendido
que el ritual es hacia la supervivencia, sí llama la atención la existencia en la mente
primitiva de la posibilidad de posesión. Esto sucedía hacia el año 25.000 A. C1.
        La enfermedad se concebía con frecuencia como “Posesión demoníaca” o de
los espíritus de los muertos, que atrapaban y ataban a las personas. De esta manera el
demonio Utuku, era el responsable de la Epilepsia; el demonio Lamasu un ser alado,
era el responsable de la muerte perinatal de la madre y el hijo (al chuparle a éste
último la sangre). La ira de los dioses se tenía que aplacar con oraciones, agasajar con
ofrendas y destruir una figura representativa.



  Sociólogo de la Universidad Gregoriana de Roma. Master en historia de la Universidad Nacional de
Colombia, Sede Medellín. Actualmente es profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Director
del Grupo de Investigación “Religión y Cultura” de la misma Universidad. Director del Secretariado
de Ecumenismo de la Arquidiócesis de Medellín. Ha publicado Adolescentes y Satanismo, Secum,
Medellín 1999; El pluralismo religioso en Colombia, Secum, Medellín 1999; El politeísmo católico,
UPB, Medellín 2001; además de numerosos artículos en diversas revistas.

  Médico cirujano de la Universidad de Antioquia. Especialista en Psiquiatría de la misma
Universidad. Profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Entre otros ha publicado: Cocaina.
Project Initiative on cocaine. Key informan study. Colombia Bulletin of World Health Organization.
Consolidated International Report l994; Generalidades sobre farmacodependencia.
Documento para programa de prevención en salud mental. Servicio Seccional de
salud de Antioquia, Medellín l998.
1
 MAUL, STEFAN; WESTENDORF, WOLFHART: Primeras teorías médicas: entre la magia y la razón. En
“Crónica de la Medicina”, n. 1, Plaza Janes, Barcelona 1993, 16.



                                                                                                 4
La siquiatría ha sido una de las últimas especialidades que se han incorporado
al campo general de la medicina. Esto se ha logrado desde hace aproximadamente
unos 170 años. Antes de ésto, las enfermedades mentales se encontraban en el terreno
de la filosofía, y mucho antes, desde la época primitiva hasta la Edad Media, el
enfermo mental era ignorado, o tratado por medio de castigos o exorcizado. Desde
que se tiene noticia de las primeras creencias de los hombres primitivos, ha sido
común encontrar en las diversas culturas, la certeza de que las enfermedades mentales
(y muchas otras enfermedades) eran enviadas por los dioses. Además toda clase de
desgracias eran atribuidas a acciones del diablo. También era común en las culturas
primitivas de que, para el tratamiento, era necesaria la liberación de poderes divinos,
uso de artes mágicas y especialmente el poder atribuido a la pronunciación de
determinadas palabras, fenómeno que parece ser común a todas las religiones del
mundo, ya sea en forma de gritos, encantamientos, órdenes a los espíritus para que
abandonen al pacientes, exorcismos o plegarias a través de fórmulas penitenciales por
las que se solicita el perdón a la divinidad ofendida. A menudo, estas palabras van
acompañadas de movimientos como imposición de manos, gestos y danzas rituales
realizadas por el chamán. Así mismo, en plan preventivo, se han utilizado objetos
mágicos, amuletos, talismanes que simbolizan el poder, y fetiches que representan a
la deidad protectora.
        Todos estos recursos evidencian el concepto de la enfermedad atribuida a
fuerzas externas, con explicaciones simples de causa y efecto, que implícitamente
desconocen las posibilidades de causas internas de tipo bio-sicológico o externas de
tipo social. Sin embargo, no podemos desconocer en algunas de estas formas
primitivas del manejo de la enfermedad, el fundamento de algunos recursos
terapéuticos actualmente utilizados por la siquiatría como la sicoterapia y la hipnosis.
        Entre el 2000 y 1001 A.C. se intentó a través de la demonología explicar la
causa de las enfermedades y sus síntomas, modelo desarrollado y sistematizado en
Mesopotamia pero difundido popularmente en todo el mundo. Entre el año 1500 –
1050 AC para la medicina oriental, la enfermedad se considera castigo enviado de
antepasados o encantamiento de seres malvados. Un general rebelde Chang Hsiu
sostiene, hacia el año 2200 A.C., que la enfermedad es un castigo legítimo, por el
mal comportamiento del enfermo. Se originan también los ritos en masa y las
conversiones. Sacerdotes especiales, designados por el símbolo WU, actuaban como
exorcistas y llevaban a cabo ceremonias especialmente dirigidas a hacer propicios los
ancestros. En la cultura del Valle del Indo, se hallan amuletos en las excavaciones lo
que permite deducir que medios de curación y prevención mágica eran los más
usuales. Con la colonización por los indoeuropeos arios, se impone el tipo de
medicina basado en la demonología.
        Bajo este concepto, la demonología atribuye cualquier cambio del cuerpo sin
causa exterior reconocible, a la intervención de seres sobrenaturales demonios o
espíritus, de tal manera que la única manera para evitar estos procesos era mediante el
cumplimiento de las reglas sociales y leyes religiosas. Cuando alguien estaba poseído
por el demonio se le consideraba impuro además de contagioso. El espíritu protector
se había retirado. En esta misma cultura se conocían diferentes maneras para hacer
salir los demonios y ahuyentarlos alejándolos de la casa mediante rituales. Los



                                                                                      5
conjuradores moldeaban en arcilla las figuras de los demonios y a ellas les hacían
ofrendas de alimentos y otras cosas. Luego estas figuras eran juzgadas por el dios sol
y el Shamash (dios de la Justicia), se destruían y enterraban sus restos. Para esta
cultura existían el demonio Asakku, o también Pazuzu, que ocasionaba fiebre y
enflaquecimiento, y el Ahhazu se manifestaba a través de enfermedades del hígado.
        En la cultura india, para los vedas en su Atharva-veda (700 A. C.), el origen
de las enfermedades se consideraba igualmente un castigo divino provocado por
espíritus malignos, Takman es el dios responsable de la fiebre. La manera de alejar
estas enfermedades era mediante oraciones, conjuros y amuletos.
        En la Biblia hacia el año 1060 A. C., se menciona la peste de los filisteos
como un castigo de Dios por haber saqueado el templo y el Arca de la Alianza: “Y la
mano del Señor cayó en desgracia sobre la gente de Asdod y sus valles con la peste”

        Grecia y Roma

       La creencia popular era que las alteraciones mentales estaban originadas en
causas sobrenaturales. Se consideraba que las personas que las sufrían estaban bajo la
posesión de espíritus malignos personificados en las diosas Manía y Lisa2.
       Pero allí, en Grecia se tuvo una visión positiva de la posesión.
       - -Dionisio tomaba posesión de sus bacantes.
       - -Apolo poseía a las pitonisas de Delfos.

       Estas posesiones se daban para actividades religiosas extraordinarias. Era una
invocación (eporcizein) del poder divino para anunciar la voluntad de los dioses.
       Pero también hubo un acercamiento científico al caso de los poseídos.En el
siglo V A.C., Hipócrates de Cos (hacia el 460 A. C.) dijo que la locura era una simple
enfermedad del cerebro dando origen a un tratamiento misericordioso de los
afectados. Estas mismas enseñanzas fueron asumidas por sus hijos Dracón y Tesalos
y su yerno Polibio. En su introducción a su tratado de la epilepsia, Hipócrates afirma
:” Yo no creo que esta enfermedad llamada sagrada, sea más divina o sagrada que
cualquiera otra enfermedad. Sin embargo, ha sido considerada así por aquellos que
siendo humanos, la observan con ignorancia o sorpresa”3.

        Veamos una rápida panorámica:

        -   Siglo I A.C.: Areteo continúa las enseñanzas de Hipócrates.
        -   Siglo I D.C.: Sorano (Soranus) continúa las enseñanzas de Hipócrates y
            Areteo, Galeno por su parte insiste en el tratamiento humano de los
            “Insanos”.
        -   Siglo II D.C.: Artemidoro de Daladis, se dedica a la interpretación de los
            sueños al igual que las visiones y los oráculos.

2
  MORA, G. Tendencias históricas y teóricas en siquiatría. En FREEDMAN, A.M,; KAPLAN, H.I. Tratado
de siquiatría, Salvat Editores, l982.
3
  Ibid., 17.



                                                                                                6
-    Siglo III D.C.: Celius Aurelianus dice que la locura es enfermedad
               cerebral y su tratamiento debe ser gentil y tierno.
          -    Siglo VI D.C.: Alejandro de Tralles da las indicaciones para el tratamiento
               de la melancolía.
          -    Siglo VII D.C.: Paul de Aegina insiste en la necesidad de un tratamiento
               suave.

       Al declinar el imperio romano, reaparecieron la demonología y el exorcismo
como posibilidades terapéuticas persistiendo hasta la llamada Era Moderna4. Durante
esta época oscurantista sobresale Francis Bacon quien reconoce las funciones de la
mente como importantes en el orden natural del universo. En la época moderna hacen
su aparición Chiaruggi en Italia (1759-1820), Philippe Pinel en Francia (1745-1826),
Daniel Tuke en Inglaterra (1827-1895) y Dorothea Dix en Estados Unidos (1802-
1887), los cuales, en general, promovieron la eliminación de las cadenas y los
castigos en el tratamiento de los enfermos mentales y mejoraron su cuidado, llegando
a proponer hospitales mentales de puertas abiertas.


      Otras culturas

        En la literatura sagrada de los orientales se extendió la idea del influjo
diabólico en las enfermedades mentales En las tabletas de la Mitologia de Asiria, se
explica cómo expulsar los malos espíritus que causan la enfermedad. La teología
persa fue más explícita (por su concepción dualista). De estas culturas se nutrió el
pueblo de Israel. Así el caso de “melancolía” de Saúl, es interpretado como causado
por un espíritu malo, lo que actualmente se diagnosticaría como un trastorno afectivo
bipolar. Otras enfermedades mentales originadas por espíritus son descritas en el
Talmud (epilepsia) y suicidios.
        En el mundo islámico, se creía en los “Djins” que fueron según la creencia,
los primeros habitantes del planeta. Como eran hechos de fuego, eran peligrosos,
inquietos apasionados y movedizos como la llama. También se convertían fácilmente
en seres de diferente apariencia, dragones, monstruos y sí muy malos, en Shayatin
(plural de Shaytan) es decir, en demonios. Estos se mostraban como los seres más
violentos y agitados, podían tener descendencia (pues tenían los dos sexos). Están al
servicio de Alá y son los más grandes enemigos del hombre. Los Djins son causantes
de la inspiración, el trance y de ciertas posesiones. Los poetas tienen un djin a su
servicio.

        Iglesia Católica

        En la iglesia católica la posesión fue siempre considerada como efecto del
espíritu del mal. Por eso desde Lucas comienza a usarse el verbo Exorcisein (conjurar


4
    NOYES, A.P; KOLB, L.C. Siquiatría clínica moderna. La prensa médica mexicana, México l966.



                                                                                                 7
a salir) Y en los primeros Padres de la Iglesia, se referían al poder de expulsar los
diablos como prueba del origen divino de la religión cristiana.
        Generalmente en la Iglesia, del siglo I a la Edad media, se consideraban como
posesiones las enfermedades no explicables por la ciencia de su tiempo (epilepsia,
perturbación mental, neurosis, sonambulismo...):
        - Justino (+1659): Estas personas son “energúmenos” (es otro el que actúa
           en la persona posesa).
        - Clemente de Alejandría (+215): el demonio habla a través del poseso.
        - Minucio Felix (200): Para salir el demonio se debe decir su nombre.
        - Orígenes (185-254): elabora las categorías: Hay posesión total (sobre la
           razón, los sentidos y el comportamiento) y posesión parcial (sólo sobre el
           comportamiento).
        - Zenón de Verona (S IV) considera que los criterios para identificar el
           poseso son: deformación del rostro, girar de ojos y espumarajos, aullidos y
           llantos.
        - San Agustín (350-430) enseña la importancia de la introspección para el
           conocimiento del siquismo humano e hizo otros aportes importantes a la
           sicología5.
        - Casiano (360-430) dice que el aire está lleno de demonios. Se acentúa en
           esta época la opinión neoplatónica de los espíritus radicados en el aire
           elemental. El aire oscuro y caliginoso evoca la imagen de las tinieblas y de
           figuras espantosas. Casiano recomendaba recibir la eucaristía como
           remedio contra la posesión. En esto está de acuerdo con el Concilio de
           Orange (446) que recomienda la comunión a los posesos, pero en contra
           del Concilio de Elvira (306) que excluía a los energúmenos de la
           Eucaristía y del Sínodo de Ancyra (314) que los expulsaba de la Iglesia.

        Se perfilan así dos tendencias en el tratamiento de los posesos: una que
sugería misericordia y ternura, y otra que recurría a los tratamientos duros y al
exorcismo.
        Entre los que sugerían la misericordia están Nemesio de Emesa (s. IV),
Código Lombardo (s. VII), Agobardo de Lyons (s. VIII), Regino abad de Prum (s. X).
Entre los que estaban por la severidad tenemos a Michel Psellus (s. XII) que afirmaba
que los demonios al tener cuerpos fríos, buscaban cuerpos calientes de hombres o de
bestias para poseerlos. Guillermo de Auvernia (+1200) distingue entre enfermedades
curables por el médico y la posesión curable por el exorcista.
        La máxima expresión de la enfermedad mental como consecuencia de la obra
de los espíritus o de los demonios, se encuentra en la obra de Jakob Spranger y
Heinrich Kräemer llamada el Martillo de las brujas o “Malleus maleficarum” (1487-
1489). Estos dominicos alemanes habían sido encargados por Bula del Papa



5
  DE LA ROCHE, E.A. Lecciones de historia de la siquiatría, Edición Laboratorio Synthélabo, Colombia
l999.



                                                                                                  8
Inocencio VIII, de realizar las tareas necesarias para identificar, castigar y exterminar
a las brujas6.
        Juan Luis Vives, considerado el fundador de la sicología moderna, nació en
Valencia España (1492-1540), en su libro “De anima et vita”, refuta el contenido del
Malleus Maleficarum y califica a las denominadas brujas como enfermas.
Posteriormente Johannes Weyer (1515-1588), en su obra “De prestigiis daemonum”,
reafirma el criterio de enfermedad en las manifestaciones evidenciadas en las
llamadas brujas.
        Paracelso (1493-1541), dentro de los muchos temas que le ocuparon, escribió
la obra “Sobre las enfermedades que alteran la razón”. Para él, la enfermedad mental
no es consecuencia de posesión demoníaca, sino que está producida por causas
naturales y su tratamiento debe estar en manos del médico, opinión claramente
avanzada para el espíritu de la época7.

        La Reforma Protestante

        La Reforma protestante aceptó básicamente las tesis sobre la brujería y la
posesión diabólica. Lutero creía que sus enfermedades y sueños eran cosa del
demonio. Las moscas que no lo dejaban leer y las ratas que perturbaban su sueño,
eran demonios. La enfermedad mental era causada por el diablo y él mismo exorcizó
a varios individuos. Una idea característica suya es interpretar el descenso de Cristo a
los infiernos como una lucha cuerpo a cuerpo entre Cristo y Satán para conquistar a
éste. Calvino también creía en las molestias directas de Satanás a los creyentes.

        Comienzo de una visión científica

        Prácticamente hasta el siglo XVI, la posesión diabólica fue asunto de la
teología. En 1541, a partir de Paracelso, la medicina comienza a desconfiar de la
posesión diabólica. En 1787, en Hodden Bridge, Lancaster, un médico aplicó choques
eléctricos a unas muchachas con convulsiones. En l80l en el hospital Charite de
Berlín se trató con opio a otras convulsionarias.
        Ya Pinel (1745-1826) había dicho que la posesión y el exorcismo eran simples
patrañas8. En el siglo XIX, Charcot y Richer (Les demoniaques dans l`art. Paris, l887)
compararon los síntomas de la posesión diabólica con los de la histeria9. J. de
Tonquedec10, afirma que la Iglesia nunca ha exigido que se crea en la existencia de
posesiones diabólicas pues no es una verdad revelada.
        Charcot (1825-1893) distingue en la gran histeria cuatro fases (epileptoide,
grandes movimientos, alucinatoria, delirio final) que coinciden con los síntomas de
posesión como arrebatos, rigidez, excitación motriz, convulsiones, parálisis,
6
   DE LA ROCHE, E.A. o. c., BUSTAMANTE, J.A.; SANTA CRUZ, A. Siquiatría transcultural, Editorial
científico-técnica, La Habana l975.
7
  DE LA ROCHE, E.A. o. c.
8
  Cf. E.H. Ackernecht. Kurze Geschichte der Psyquiatrie, Stuttgart l957, 42ss.
9
  Cf. RICHER, P. Etudes cliniques sur la grande hysterie ou hystero epilepse, París, l885.
10
   TONQUEDEC DE J. Les maladies nerveuses ou mentales et les manifestations diaboliques, París, l938.



                                                                                                   9
anestesia, conducta intrigante, y que se presenta en personas lábiles, sicópatas, con
estancamientos en estados infantiles. W, Th. Winkler (Die hysterische fenhlhaltung.
Munich, l958) indica así mismo que los rasgos del histérico (sugestionabilidad,
refugio en la enfermedad, búsqueda de compasión y cuidados, dependencia de los
espectadores) son parecidos a los que presenta la sintomatología del poseso.
        Pierre Janet (1859-1947) fue un investigador infatigable de los fenómenos
presentes en la llamada neurosis histérica disociativa. Bajo la protección de Charcot
en la Salpetrière de París, estudió muchos pacientes que sufrían lo que él denominó
“disociación”, para considerar ciertos estados de la conciencia que se expresaban
clínicamente como personalidades alternantes, fugas, anestesias y otros fenómenos
histéricos. Escribió “L`automatisme Psychologique” (1907) y “Etat mental des
Hystèriques” (1896), en los cuales describió y clasificó estos síntomas en forma no
igualada hasta el presente11.
        S. Freud (1856-1939)12 analizando un caso de posesión diabólica, indica que
el diablo es el sustituto inconsciente de ciertos aspectos de la personalidad paterna
que inspira, en el neurótico, sentimientos inconscientes de carácter ambivalente. Se
puede amar y odiar a una persona y, en este caso, el padre sería la imagen tanto de
Dios como del diablo.
        La iglesia católica sigue aceptando lo dicho por el Ritual Romano de 1614
acerca de los signos de la posesión diabólica: glosolalia, criptognosis, fuerza
descomunal y aversión a lo religioso. En el nuevo ritual de exorcismos (22 de
Noviembre de l998) se acepta la realidad de la posesión diabólica pero atendiendo
primero a los dictámenes médicos y sicológicos.

         Las posturas teológicas entre los cristianos hoy son:

     -   Los teólogos evangélicos liberales toman distancia crítica.
     -   Los teólogos católicos aceptan la doctrina oficial de la iglesia pero con la
         mediación de la medicina y la sicología. Aunque algunos remiten todos los
         casos a la siquiatría y niegan la posibilidad de la posesión diabólica.
     -   Los teólogos de los grupos carismáticos y pentecostales (tanto católicos como
         protestantes) son acríticos.

       La siquiatría transcultural, por su parte, afirma que el presupuesto de la
posesión diabólica es la creencia en el diablo propia de una cultura. Por eso no hay
ateos posesos en cuanto no tengan una raíz cultural religiosa. Hay culturas en que la
posesión es algo cultural y religioso (por ejemplo, santería, culto zar, chamanismo...).
Y es una enfermedad histórica pues se presenta en tiempos y culturas concretas.
       Desde el punto de vista de la siquiatría clínica, los fenómenos histéricos y
disociativos, habían perdido interés desde el comienzo del siglo XX y posteriormente
a los estudios de Charcot, Janet y Freud. Pocos casos aparecen descritos en la

11
 NOYES, A.P; KOLB, L.C. Siquiatría clínica moderna. La prensa médica mexicana, México l966.
12
 FREUD, S. Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923 ((1922)). Obras completas, v. XIX,
Amorrortu Editores, Buenos Aires l996, 67-106.



                                                                                        10
literatura. Pero en los últimos años, ha vuelto el interés al aumentar los casos de
posesión, trance y al renacer, en los medios religiosos, la demonología.
        En las clasificaciones de enfermedades siquiátricas aparecidas antes de las
primeras décadas del presente siglo, las alteraciones sicógenas de la memoria y de la
conciencia, se consideraban como parte de las denominadas histerias. Con la
publicación de la primera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Desórdenes Mentales (DSM-1) de la Asociación Siquiátrica Americana, poco
después de la segunda guerra mundial, la distinción entre los conceptos de
disociación y conversión, fue incorporada al sistema clasificador, pasando los
síntomas relacionados con la amnesia y las alteraciones de inconsciencia, a formar
parte de la reacción de Disociación. En la segunda edición (DSM-II, 1968), aparecen
los síntomas disociativos y conversivos reunidos bajo la denominación de Neurosis
Histérica, tipo de disociación y tipo de conversión. La disociativa se define como
“alteraciones del estado de conciencia del paciente en su identidad, capaces de
producir síntomas del tipo de la amnesia, el sonambulismo, las fugas y la
personalidad múltiple”.
        Ya en la tercera edición revisada (DSM-III R), aparecida en l987, se modifica
el término Neurosis y se utiliza la clasificación como Trastornos disociativos, dentro
de los cuales, el numeral 300.15 se refiere a trastornos disociativos no especificados,
en los cuales se incluyen Estados de Trance definiéndolos como alteraciones del
estado de conciencia con respuesta disminuida o selectiva a los estímulos
ambientales. Además, estados disociativos que pueden presentarse en individuos que
han estado sometidos a períodos de prolongada e intensa persuasión coercitiva, por
ejemplo, en miembros de algunas sectas.
        En 1994 aparece la primera publicación del DSM-IV, en la cual aparecen los
trastornos disociativos clasificados así: Amnesia disociativa, Fuga disociativa,
trastornos de identidad disociativos, Trastorno de despersonalización y Trastornos
disociativos no especificados. En esta última categoría se incluye el trastorno
disociativo de Trance.
        En la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10), publicación de la
Organización mundial de la Salud, editada en l992 y que es el sistema de codificación
aceptado internacionalmente, se registra la entidad que nos interesa, en la siguiente
forma:
        - F 40-49. Trastornos neuróticos, secundarios a situaciones estresantes y
            somatomorfos.
        - F 44. Trastornos disociativos
        - F 44.3. Trastornos de Trance y posesión.

       Estos se describen así:
       Son trastornos en los que hay una pérdida temporal del sentido de la identidad
personal y de la plena conciencia del entorno. En algunos casos el enfermo actúa
como poseído por otra persona, espíritu, deidad o “fuerza”. La atención y la
conciencia del entorno pueden limitarse a sólo uno o dos aspectos inmediatos y a
menudo se presenta un pequeño pero reiterado conjunto de movimientos, posturas y
manifestaciones expresivas. Son involuntarias o no deseadas e interfieren en la



                                                                                    11
actividad cotidiana porque tienen lugar al margen (o son una prolongación de)
ceremonias religiosas o culturales aceptadas.
        Afortunadamente, los criterios de las dos clasificaciones descritas (DSM-IV y
CIE-10), se han homologado casi en su totalidad y en la presente investigación, los
aplicaremos en la investigación seleccionada, para determinar clínicamente la
ubicación pertinente si reúnen los requisitos mencionados. Para analizar los
resultados de la presente investigación, hemos utilizado los criterios de investigación
para el diagnóstico disociativo de trance del DSM-IV:

           A. Se cumplen los puntos (1) o (2)

           (1). Alteración temporal y significativa del nivel de conciencia.
                perdida de la identidad personal, sin que sea suplantada por
                cualquier otra identidad.
                      (a). Disminución de la capacidad para reconocer y ser
                       consciente del entorno, o atención selectiva y poco
                       usual a ciertos estímulos ambientales.
                      (b). Comportamientos estereotipados que se experimentan
                       como fuera del control propio

         (2). Estado de posesión: alteración aislada y episódica del nivel
                de conciencia caracterizada por la suplantación de la identidad
                por otra diferente. Esto se atribuye a los designios de un poder
                o espíritu, una divinidad o u otra persona.
                      a). Comportamientos o movimientos estereotipados que el
                        individuo experimenta como si se encontrara bajo el
                        control del agente que encarna la posesión.
                      (b). Amnesia total o parcial después del episodio.

          B. El estado de trance o posesión no se considera una práctica normal en el
   contexto cultural o religioso.

           C. El estado de trance o posesión provoca malestar clínicamente significativo o
   deterioro social.

           D. El estado de trance o posesión no aparece exclusivamente en el transcurso de
   un psicótico (se incluye el trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos y el
   trastorno psicótico breve) o de un trastorno de identidad disociativo, y no se debe a los
   efectos fisiológicos directos de una sustancia o de una enfermedad médica.

      Debe hacerse un diagnóstico diferencial ya que pueden darse síntomas de otra
enfermedad médica o resultar por consumo de sustancias, esquizofrenia, trastornos




                                                                                    12
afectivos con síntomas sicóticos, trastorno sicótico breve, o epilepsia del lóbulo
temporal13.




13
  ASOCIACIÓN AMERICANA DE SIQUIATRÍA. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales. DSM-IV, Masson, Barcelona S.A, 1995; ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. Trastornos
mentales y del comportamiento, CIE-10. Descripciones clínicas y pautas para el diagnóstico, Meditor,
Madrid l992.



                                                                                                 13
EL DEMONIO: SU NATURALEZA Y ESENCIA



                                                                           GONZALO SOTO POSADA




       1.     Siguiendo una propuesta de Giovanni Papini, distinguimos
Demonología de Diabología. La primera se ocupa de las artes de los magos y los
encantadores, de las costumbres y crímenes de las brujas, de las hechiceras, de los
encantadores y genios parecidos. Trata de evocaciones y sortilegios, íncubos y
súcubos, sábados y misas negras, posesiones y pactos con el diablo, satanistas y sus
criados. La segunda se dirige al escrutinio de la esencia y naturaleza de Satán e
indaga por su alma, culpa, caída, relaciones con Dios y el hombre, su potencia y sus
encarnaciones14. Nos ocuparemos de ambos, pero con énfasis haremos depender la
Demonología de la Diabología.

       2.       El camino para ello lo hemos hallado en el excelente artículo sobre el
demonio de François Vandenbroucke y otros, publicado en el Dictionnaire de
Spiritualité15. Siguiendo su método, dilucidaremos el sentido del demonio en la
Escritura, en la literatura eclesiástica hasta Orígenes, en la literatura monástica más
antigua, en Occidente; ello nos permitirá sacar conclusiones y como dice Papini,
hacer una especie de Summa Diabológica16.


          1. El demonio en el Antiguo Testamento




  Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Profesor en la Facultad de
Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Profesor de Cultura Medieval en la Facultad de
Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Experto en
filosofía antigua y medieval. Entre otros ha publicado: La Función de la semejanza en las Etimologías
de San Isidoro de Sevilla, Gran América, Medellín 1980; Filosofía de los refranes populares,
Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1994; Los Refranes en el derecho y el derecho en los
refranes, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1997; Los Refranes en la medicina y la
medicina en los refranes, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1999; El perfil ético del
egresado Bolivariano y su impacto en el medio, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1997, La
sabiduría criolla, Verón Editores, Barcelona 1997; Diez aproximaciones al medioevo, Universidad
Pontificia Bolivariana, Medellín 1998.
14
   PAPINI, GIOVANNI. El diablo. En: Obras. T. VI. Aguilar, Madrid 1963, 33-35.
15
     T. III, c. 141 – 238.
16
     PAPINI, GIOVANNI. o. c., 35.



                                                                                                  14
Paradójicamente, los escritos veterotestamentarios no pululan en afirmaciones
sobre el demonio. Lo que los pueblos vecinos de Israel atribuyen a los demonios, el
Antiguo Testamento lo relaciona directamente con Yhavé: enfermedades, castigos,
muerte. Satán es un simple instrumento de Yahvé análogo a los ángeles. Incluso, más
que un análogo angelical, es uno de los ángeles, que son enviados para ejecutar los
designios divinos. Cuando en el prólogo del libro de Job (capítulos uno y dos)
aparece con el nombre de “el Adversario”, “el Satán”, no se trata de un demonio sino
de uno de los ángeles de la corte de Yahvé, cuyo papel es el de acusador público que
hace respetar en la tierra la justicia y los derechos divinos. Sólo que este papel viene
cumplido con hostilidad hacia el hombre: De “acusador” se convierte en “tentador”.
La envidia de los bienes de la creación divina es su gran cualidad. En Zacarías
(capítulos 3, 1–5; 3, 2; 3, 6–10), el “acusador” se presenta como adversario de Dios y
sus designios salvíficos. En 1 Reyes 22, 19–22, el “espíritu de la mentira” asume la
función de Satán, pero siempre como un agente divino que oye su llamado y respeta
sus órdenes.
        Si a estas caracterizaciones de I Reyes, Job y Zacarías ya mencionadas, le
agregamos las de II Samuel 24, 1 y I Crónicas 21, 1, los trazos veterotestamentarios
del demonio quedan determinados: Lo que las religiones de las culturas vecinas
representan como un rival del dios supremo, Israel lo transforma en puro instrumento
de Yahvé con una función concreta: Acusador público. Se salvaguarda así la
trascendencia del Dios único contra todo posible dualismo. Su nombre de “Satán”
equivale a un oficio divino. Tan contundente es esta “biografía” veterotestamentaria
del diablo que cuando se evocan demonios de las creencias populares de Oriente:
Siyyin, se ‘irrim’ iyyim, ‘ohim (La Septuaginta los verá como daimonía), el
hagiógrafo los asimila a simples animales salvajes de la regiones desérticas. El mismo
Lilith, genuino demonio asirio, no es sino un mochuelo o ave nocturna (Isaías 34,
14). Tobías menciona “el demonio malvado Asmodeo” (3, 8; 8, 3), “el que hace
perecer”. Tiene relación con Aêsma, uno de los demonios del parsismo. Su función es
ser enemigo de la unión conyugal. Sólo que la liberación de Sara y la curación del
viejo Tobías por obra del ángel Rafael reducen a Asmodeo a una buena pintura
antropomórfica. Azazel se menciona en el Levítico con motivo de rito de la Gran
Expiación (Levítico 16, 8. 10. 26). Más que un demonio (como lo hace la versión siria
y la literatura judía apócrifa: Henoch) es un macho cabrío o víctima propiciatoria
cuya función es llevar al desierto los pecados de Israel.
        Mas, esta "biografía" tiene un momento decisivo: el relato de El Génesis, uno
de los más antiguos. Es el símbolo de la Serpiente. Creatura de Dios, dotada de
ciencia y habilidad, que le sirven para triunfar y arruinar la obra de Dios; tentador que
invita amistosamente a transgredir la prohibición divina. El resultado lo conocemos:
el hombre es castigado; ella es maldecida. Ya se sabe cómo viene interpretada la
Serpiente desde el Antiguo Testamento: es el diablo (Eclesiástico 25, 24; Sabiduría 2,
24). Aparentemente ha triunfado. Su fin verdadero es la derrota. Este triunfo de la
humanidad sobre la Serpiente- Satán es el objeto de la Revelación Neotestamentaria y
la obra salvífica de Jesucristo.

       2. El Nuevo Testamento



                                                                                      15
La diabología neotestamentaria hace uso de la literatura judía no canónica, en
especial de Henoch, para hacer su "biografía". El pecado de los ángeles, ya
expulsados del cielo por haberse rebelado contra Dios, ya descendidos a la tierra para
unirse a las hijas de los hombres, dejan probablemente su huella en Ap. 12 y Lc. 10,
18 (la primera tradición, la de la expulsión) y en Judas 6 (la segunda y su unión con
las hijas de los hombres).
        Su “biografía”, sin embargo, no se queda en estas representaciones surgidas
de la “Biblia apócrifa”. Una rica semántica de variados hombres surge aquí y allá
para designar la Serpiente de El Génesis: “El gran Dragón, la Serpiente Antigua, el
llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero” (Apoc. 12, 9; Cf. Jn. 8, 44; I
Jn. 3, 8; II Cor. 11, 3). Los relatos de los Sinópticos hablan indistintamente, por
ejemplo en la parábola del sembrador, de Satán (Marcos), del Malvado (Mateo), del
Diablo (Lucas); en otros lugares es el “enemigo” (parábola de la cizaña), “el
tentador” (Mt. 4, 3), Beelzebul, príncipe de los demonios (Mc. 3, 22; Mt. 9, 34; 10,
25; 12, 24–27; Lc. 11, 15–19). Beelzebul era una divinidad cananea cuyo nombre
significa “Baal el príncipe”. La forma “Beelzebud” (Siríaca y Vulgata) es un juego de
palabras despectivo que transforma dicho título en “Baal de las moscas”. San Pablo
usa Satán, Diablo, el Malvado (II Tes. 3, 3; Ef. 6, 16), Tentador (I Tes. 3, 5). Pero
añade un nombre propio, Beliar, que era la habitual designación judía del Diablo (II
Cor. 6, 15). En Ap. 12, 10 conserva la función de acusador de los elegidos en el
tribunal de Dios, como en Job y Zacarías (ho katégoros). El mismo papel cumple en I
Pedro 5, 8 (ho ãntídikos).
        Pero no para allí la semántica. Es el “príncipe de este mundo” (Jn. 12, 31; 14,
30; 16, 11), el “dios de este siglo” (II Cor. 4, 4). Con ello vienen opuestos el Reino de
Dios y el Reino de Satán. El Reino Satánico que coincide con la era antes de la
venida del Mesías (Hch. 26, 18; Gal. 1, 4), Jesús lo sustituye por el Reino de Dios
(Mt 3, 2; Jn. 3, 3–5; Rom. 14, 17), que es el suyo propio (Mt. 13, 41; Jn. 18, 36; Col.
1, 13; Ef. 5, 5; I Jn. 3, 8). Aquí entramos en un tema de primera importancia: La
relación Jesús–Demonio. El relato de las tentaciones es paradigmático. Su horizonte
es claro: El Mesías debe escoger entre los caminos de Dios y los propuestos por el
Tentador que, como en El Génesis, se presenta como el amigo y el consejero. Estas
vías satánicas son las de los “magos” de los que habla Flavio Josefo en sus
Antigüedades Judías (L. XX, c. 5; c. 8, 6). Jesús se va contra ellos y de frente a esos
poderes sobrenaturales de mero prestigio personal propone un signo: “el signo de
Jonás”, es decir, su propia muerte y resurrección asociadas al banquete pascual. Este
es su reino. Desde este su reino hay que entender la curación de los enfermos y la
liberación de los poseídos. Pedro lo dice claramente delante de la familia de Cornelio:
“vosotros sabéis cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con
poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él” (Hch. 10, 38). No sobra recordar que en la mentalidad
judía la enfermedad corporal era el efecto y el signo de las potencias del mal,
estableciéndose un nexo entre el mal físico y el mal espiritual. Estas curaciones son
un signo del Reino como Salvación de la tiranía del diablo. Lo mismo vale para la
liberación de los poseídos. Los Sinópticos narran cuatro: (Mc. 1, 23ss; 5, 1ss; 7, 24ss;



                                                                                      16
9, 17ss con sus respectivas concordancias). Es la prueba de la llegada del Reino. La
misma muerte de Jesús es " para aniquilar al señor de la muerte, es decir, al diablo”
(Hebr. 2, 14). Pablo interpreta esta muerte como una acción de los demonios,
“príncipes de este mundo” (I Cor. 2, 8). Su triunfo, como el de la Serpiente, es
aparente. Con su muerte, Cristo derrota al demonio, hora en que éste “es arrojado
fuera” (Ap. 12, 9–13). Es el triunfo de Dios sobre Satán17. Triunfo que alcanzará su
plenitud en la parusía (I Cor. 15, 24–28).
        Por eso, la vida del cristiano, como la de Cristo, viene pensada como una
lucha contra Satán (Ef. 6, 12). Pedro lo pinta como un león rugiente buscando a quien
devorar (I Pe. 5, 8). Es el tentador que, como en el Paraíso, intenta separar a los
hombres de Dios (I Jn. 3, 8; I Cor. 7, 5; Hch. 5, 3–4; I Tes. 3, 5). Es el padre del
pecado, no una mera personificación de las fuerzas del mal, de la concupiscencia
carnal (Rom. 5, 12). El pecado proviene del diablo y del hombre que se deja seducir
por él (Ef. 4, 27; Jn. 8, 41. 44); I Jn. 3, 8). El “mundo”, en este contexto, es el reino
de Satán, tal como lo desarrollan los textos joánicos. De ahí la tragedia del cristiano:
es una lucha a muerte entre la escogencia de Dios o Satán, de la Verdad o el Mal (II
Cor. 6, 14 ss; I Jn. 5, 19–20). El Juicio Final lo decidirá definitivamente (Mt. 25, 34–
41).
        ¿Cómo opera Satán para tentar? Por la mentira (Jn. 8, 44; I Tim. 4, 1 ss), el
camuflaje en ángel de luz (II Cor. 11, 14), las trampas (I Tim. 3, 7; 6, 9; II Tim. 2, 26),
las insidias (Ef. 6, 11), los engaños (II Cor. 2, 11), la cizaña (Mt. 13, 25), las tinieblas
(II Cor. 6, 14; Ef. 6, 12; I Tes. 5, 5; Rom. 13, 12; Jn. 3, 19; 8, 12; 12, 35–36). Ante
estos ataques, el cristiano solo sucumbe, pero con la gracia de Cristo vencerá. Es el
sentido soteriológico de la fe en Cristo (I Jn 2, 13).
         Sin embargo, el toque de gracia neotestamentario es el Apocalipsis. El
capítulo 12 es una síntesis de la diabología bíblica. Allí hay tres pinturas que se
implican mutuamente. La primera se desarrolla en la tierra. Es la lucha entre Satán y
Cristo. Satán se presenta como un gran Dragón de siete cabezas y diez cuernos
coronados por siete coronas, que intenta devorar un niño parido por una mujer
17
    El Catecismo Holandés, Herder, Barcelona 1969, 110-111., interpreta las
curaciones de Jesús como un símbolo de la lucha de Jesús contra el mal y el maligno.
A Jesús le importa la curación del pecado. El Reino de Dios es lucha contra el mal.
En cuanto a los “poseídos por el demonio” dice que poseído no es un hombre
pecador. Es alguien que no es él mismo y da signos de locura y frenesí. Son
enfermos. Jesús ve allí la acción del demonio. Satanás es para Jesús un poder
personal. Sus liberaciones son, por lo mismo, curaciones del mal del maligno. El
Catecismo de la Iglesia Católica al ocuparse de los signos del Reino de Dios:
milagros, prodigios y signos, los interpreta como la derrota del reino de Satán. “Los
exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios. Anticipan la
gran victoria de Jesús sobre «el príncipe de este mundo»” (N. 547– 550).5 Es el
célebre “milenarismo” que tanta tinta ha hecho correr. Recomendamos esta
bibliografía: COHN, NORMAN. En pos del Milenio, Barral, Barcelona 1971; DUBY,
GEORGES. El Año Mil, Gedisa, México 1989; FOCILLON, HENRY. El Año Mil, Alianza
Editorial, Madrid 1952.



                                                                                         17
misteriosa, envuelta en el sol y coronada de doce estrellas. El monstruo parece tener
ya ganada su presa, pero ésta escapa, “arrebatado a Dios y a su trono” (12, 5). Es una
alusión clara a la muerte, resurrección y ascensión de Cristo que el cuarto Evangelio
designa con la expresión “glorificación” de Cristo. La segunda fase, paralela en el
tiempo a la primera o incluso anterior, nos da la explicación: El Dragón es “la antigua
serpiente, llamada Diablo y Satanás” (12, 9) y con el Acusador de Job y Zacarías (12,
10) es un rebelde y un vencido, pues Miguel lo vence y lo precipita en la tierra. El
relato se inscribe en la tradición judía de La Vida de Adam y Eva, c.13–16: Cuando la
creación de Adam, Miguel y sus ángeles rinden homenaje a Adam como imagen de
Dios. No así Satán que se niega a honrar a un inferior, por lo cual es despojado de su
gloria y desterrado a la tierra, lleno de odio, envidia y enemistad contra el hombre. En
este contexto, el autor del Apocalipsis reinterpreta esta tradición judía y ve en Cristo
la imagen perfecta de Dios, a la que Satán se niega a adorar.
        Viene la tercera fase. Vencido por Miguel y por Cristo, Satán persigue a la
mujer, no la puede alcanzar y se dedica a hacerle la guerra al resto de su descendencia
(12, 17). De nuevo es vencido, “arrojado en el abismo y encadenado por mil años”
(20, 3)18 y finalmente “arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde están
también la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos
de los siglos” (20, 10). Es clara la intención del autor. Si la mujer misteriosa es tanto
la Iglesia como María, la nueva Eva que en el Calvario termina de dar a luz a Cristo y
a sus cristianos, se deduce el papel de María en este conflicto entre Cristo y Satán.
        En definitiva, en el Nuevo Testamento, Cristo ha liberado a la humanidad, con
su muerte y resurrección, del poder de los caballeros de Satán. El bautismo es, en este
contexto, la ruptura con el Demonio y sus cadenas y la participación en la liberación
obrada por Cristo, cuyo triunfo definitivo es la parusía.

       3.. Demonología platónica y neoplatónica

        Los primeros pensadores cristianos, además de la Sagrada Escritura, tuvieron
que afrontar una demonología filosófica elaborada por la paideia griega, en especial
platónica y neoplatónica. Desde Platón hasta Plutarco, los griegos elaboraron una
concepción del Daímon como una potencia benefactora a la cual se le ofrecen
sacrificios y oraciones. Platón en El Banquete define el mundo demoníaco
(daimónion) como intermediario entre el mundo de los dioses y el de los mortales,
entre los cuales dicho mundo establece un lazo. De ahí su función. Los daimónes
transmiten a los dioses las oraciones y los sacrificios de los hombres y a los hombres
las órdenes y los bienes divinos (202 d). Pero es el siguiente pasaje de Platón el que
marcó la pauta de su hermenéutica: “De ellos proceden la mántica y la ciencia de los
sacerdotes, los sacrificios, las iniciaciones, los encantamientos, la adivinación, la
magia“ (202 e - 203 a). Aparece así determinada su naturaleza: intermediarios entre el
5
  Es el célebre “milenarismo” que tanta tinta ha hecho correr. Recomendamos esta
bibliografía: COHN, NORMAN. En pos del Milenio, Barral, Barcelona 1971; DUBY,
GEORGES. El Año Mil, Gedisa, México 1989; FOCILLON, HENRY. El Año Mil, Alianza
Editorial, Madrid 1952.



                                                                                      18
arriba y el abajo, partícipes a la vez de la mortalidad y la inmortalidad, mediadores
entre los dioses y los hombres, fundamentos del culto y sus diversas formas, su
esencia bondadosa, su relación con los oráculos, la magia y los encantamientos. Esta
naturaleza, en especial, su carácter bondadoso, la precisa Platón mucho más en su
Epínomis. Aquí analiza la jerarquía de los daimónes en relación con la de los
elementos. Los ubica en el nivel del aire. De ahí su carácter intermediario. Tienen una
maravillosa ternura con los hombres de bien. Es necesario rezarles para lograr
mensajes favorables (984 e – 985 b). Jenócrates, su discípulo, completa esta
“biografía” del demonio. Asimila los demonios a las almas y distingue entre buenos y
malos demonios, más allá de su maestro. Lo que en el culto es inhumano, como los
sacrificios sangrientos o lo que en los mitos es cruel e impuro, es obra de los
demonios malos. Por lo mismo, a estos últimos hay que rendirles culto para aplacar
su cólera.
         El neoplatonismo, con Plutarco, Máximo de Tiro, Apuleyo, Celso, Porfirio,
Jámblico, completan el cuadro. Plutarco es fundamental. En su De Iside et Osidire y
De Defectu oraculorum, aparecen sus tesis. Los demonios son almas en un estado
intermediario. Pueden devenir dioses o mortales; moran en el aire, entre el cielo y la
tierra. Participan de las pasiones humanas. Son buenos o malos. Los malos provocan
las pestes y las guerras. Hay que aplacarlos por los sacrificios. Cuando los mitos
hablan de crueldades e inmoralidades, su causa son estos malos espíritus, no los
dioses. Los buenos demonios asisten a los hombres y los inspiran, en especial a través
de los oráculos y los cultos de iniciación mistérica.
         Máximo de Tiro, por el contrario, vuelve al planteamiento platónico: los
demonios son buenos, consejeros de los hombres, causa de los oráculos, los sueños y
las inspiraciones, cuidan a los hombres por mandato divino, lazos de unión entre la
debilidad humana y la bondad divina, curan enfermedades, aconsejan a los que
dudan, anuncian las cosas ocultas, acompañan a los viajeros. De ahí su esencia a
mitad de camino entre la inmortalidad de los dioses y el páthos humano, almas
liberadas del cuerpo pero que los dioses mantienen acá en el mundo de las apariencias
para asistir o castigar a los débiles humanos, cada uno de los cuales tiene su demonio
propio.
         A todo este ambiente filosófico griego hay que agregar las tesis iraníes, ya
gnósticas, ya maniqueas, sobre la dualidad del bien y del mal como constitutivo del
mundo y del hombre, modo de resolver el problema del origen del mal en general y
de la tentación en particular.
         Los Padres de la Iglesia, en términos generales, rechazan estas concepciones.
Los sacrificios, oráculos, iniciaciones... son idolatría y perversión. Los ángeles
buenos cristianos nada tienen que ver con estos ritos. Así, los ritos griegos sólo son
expresión de su error religioso – filosófico, que se dirigen a los ángeles malos
creyéndolos buenos. Tal es la astucia del demonio: confunde a los hombres y con
ellos a sus culturas. Aparece así una tesis patrística clave: El paganismo es un culto al
demonio. En ello, la Patrística continúa la línea neotestamentaria que asimila ritos
paganos y culto a los ángeles malos (I Cor. 10, 20; Ap. 9, 20) y se sirve de un texto
capital del Judaísmo palestino, ya citado antes: El Libro de Henoch. Aquí hallan los
Padres varios elementos: el origen de los ángeles malos; son ángeles buenos que se



                                                                                      19
enamoraron de las hijas de los hombres; son castigados y encerrados en el abismo
hasta el juicio; de su unión con las mujeres nacen los gigantes; los demonios son las
almas de estos gigantes que causan a los hombres todos los males y los separan de
Dios; pecaron por lujuria y han enseñado a los hombres las practicas mágicas; se
hacen adorar como dioses; hay un jefe de los demonios: Beliar, Satán o Mastema, que
disputa con Dios las almas de los hombres.
        Las tesis son, entonces, encontradas y contrarias. Es lo que tienen que
dilucidar los Padres de la Iglesia: lo griego y su relación con lo cristiano y viceversa.

       4.      Los Apologistas

        Un texto de Justino (muerto entre el 163 y el 167) en La Segunda Apología19,
nos pone ya en el ámbito cristiano patrístico: “Dios confió el cuidado de hombres y
criaturas que están bajo el cielo a los ángeles que puso a su cabeza. Pero los ángeles,
violando esta orden, buscaron la unión con mujeres y engendraron unos niños que
nosotros llamamos demonios. Luego, esclavizaron al género humano, ya por la
magia, ya por el temor y los tormentos que les hacían sufrir, sea haciéndose ofrecer
sacrificios, inciensos y libaciones, cosas de las que son ávidos, luego que se
convirtieron en esclavos de las pasiones; sembraron entre los hombres la muerte, la
guerra, el adulterio, la intemperancia y todos los males. Los poetas y los mitólogos no
sabían que eran los ángeles y los demonios nacidos de ellos los que habían cometido
todos los horrores que relataban: las faltas contra la naturaleza, los adulterios, los
crímenes contra ciudades y naciones; estos poetas mitólogos atribuyeron a Dios
mismo y a sus hijos, a sus pretendidos hermanos, Poseidón y Plutón y a sus críos,
todo ello. Dieron a cada uno de ellos el nombre que cada uno de los ángeles escogió
para él o sus hijos”.
        El argumento de Justino es radical: los dioses paganos son perversos y
equivalen a los ángeles caídos cristianos. Ellos hicieron condenar a Sócrates20, ahora
tratan de alejarnos de Cristo (XIV, 1, 348). Para engañarnos, parodian los dogmas y
los ritos cristianos: Belerofontes, Perseo, Asclepio son imitaciones mentirosas de
Cristo (LIV, 7-8, 410); los baños rituales imitan el bautismo (LXII, 1-2, 421); los
misterios de Mitra a la Eucaristía (LXVI, 1-4, 428-429). En definitiva: todo lo griego
es mentira demoníaca.
        Taciano (muerto entre 175-180), su discípulo, continúa la argumentación: el
paganismo es demoníaco. Los demonios son ángeles caídos. Sólo que él no se liga a
la tradición de El Libro de Henoch, de Justino, ya analizada (el relato de Gen. 6, 1-6 y
los gigantes) sino a la otra tradición apocalíptica: Apocalipsis de Baruch LVI, 7; Vida
de Adam XV, 1-2; Ascensión de Moisés21. Aquí el jefe de los demonios era el
primero nacido y el más inteligente de los ángeles. En su orgullo quiso hacerse adorar
de los hombres. Dios lo rechazó. Se convierte así en demonio y los que lo siguieron


19
   V, 2 – 6, PG 6, 452 – 453.
20
   Primera Apología, V, 3, PG 6, 336.
21
   Cf. ORÍGENES, De Principiis III, 2,1.



                                                                                      20
formaron su séquito22. La caída de los ángeles se relaciona con la creación del
hombre. Esta relación hace que desde Taciano la demonología sea idolatría: Esta es
en su esencia culto demoníaco. Los hombres se dejan engañar y los adoran. Los
engaños son sus prestigios: Visiones, curaciones, magia (fórmulas escritas, hierbas,
raíces, reliquias), la adivinación y la astrología que identificó las constelaciones y los
planetas con las divinidades greco-romanas. Como éstas son demonios, los hombres
se dejaron engañar pensando que el destino depende de los astros; de ahí que les
rindan culto, olvidando al Dios único y verdadero23.
        Esta identidad planetas–demonios es clave en Teodoto, según el testimonio de
Clemente Alejandrino. El destino es el resultado de la acción de los demonios que
gobiernan por los astros. Los demonios son bandidos que obran por el zodíaco y los
planetas. Influyen en el alma por medio del cuerpo. Cristo nos libera de esta fatalidad
gracias a su Providencia. Es el sentido del bautismo pero en especial de la Gnosis,
que es la perfecta liberación, ya que el bautismo no produce dicha liberación: Los
demonios siguen atacando al alma a pesar del bautismo24. Entra en escena la
complicada relación Gnosticismo y Cristianismo, que dió, da y seguirá dando tema
para múltiples y variadas interpretaciones25.
        Atenágoras compone entre el 175 y el 180 su célebre Legatio pro christianis
dirigida a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo. Allí sostiene que los elementos
y estatuas adoradas por los paganos no tienen ningún poder. Sin embargo, se
producen actos atribuidos a estos ídolos. La razón es que su causa son los demonios.
¿Cómo aparecen éstos? Los ángeles fueron creados buenos para administrar por
mandato divino el mundo material. El orgullo los perdió. Aparecen los demonios
como ángeles caídos. Entre ellos está el “Príncipe de la materia” (el “Satán” de
Justino, el “Primero Nacido” de Taciano), los ángeles que cayeron en el deseo de las
hijas de los hombres y los demonios que son las almas de los gigantes, nacidos de la
unión de los ángeles y de las hijas de los hombres. Así intenta conciliar Gen. 3, 1-4 y
Gen. 6, 1-3. Caídos del cielo se hallan en el aire y la tierra suscitando ataques
interiores y exteriores, que es lo que los griegos llaman eímarméne o destino, que
nada tiene que ver con la Providencia cristiana. A estos demonios se les ofrecen
sacrificios, verdadera idolatría, máximo cuando son confundidos con los dioses, que
son solo hombres. De este modo une Atenágoras las tesis de Taciano (concepción
22
   Oratio adversus Graecos 7, PG 6, 821.
23
   Estas tesis son rebatidas por los pensadores greco-romanos del siglo II, en especial
por Máximo de Tiro y Aelius Aristides. El primero habla de apariciones como los
Dioscuros; muestra la relación demonios- sueños- oráculos. El segundo reporta
curaciones milagrosas en Asclepios. En cuanto a la magia, los papiros mágicos, los
escritos pseudodemocritianos, el mago Orastes, y su fama, permiten deducir la
importancia de la ecuación planetas – dioses – demonios para la mentalidad pagana
de este siglo. Se produce así una interesante simbiosis de helenismo y elementos
egipcios y caldeos.
24
   Cf. Excerpta ex scriptis Theodoti, PG 9.
25
   Cf. ORBE, ANTONIO. Introducción a la Teología de los siglos II y III, Sígueme,
Salamanca 1988.



                                                                                       21
demoníaca de la idolatría) y el evemerismo: Los dioses son antiguos soberanos o
héroes divinizados en virtud de sus hazañas. Por eso, los mitos son una sublimación
psicológica que viene de los demonios26.
        Clemente de Alejandría (ca. 150 - ca. 215) cierra la posición de los apologistas
cristianos sobre los demonios. Estos daímones son ángeles caídos, sensuales,
perversos, ávidos de sangre, crueles, encarnizados contra los hombre. Por lo mismo,
su culto es idolatría y no lleva sino a la superstición27.
        Los griegos no se quedan callados al oír estas críticas de los apologistas del
siglo II. Probablemente en el 178 Celso escribe su Discurso Verdadero. Es una
apología del paganismo. Los ángeles buenos de los cristianos son los demonios y
dioses subalternos griegos. Estos administran el mundo material, son benefactores de
los hombres, hablan por sus oráculos y apariciones, protegen las ciudades. Por eso,
hay que rendirles culto. Si no, dejarán de proteger al Imperio y la impiedad de los
cristianos causará su ruina. Este culto debe ser ordenado y jerárquico. Los dioses
inferiores como culto popular son el objetivo de la magia, los oráculos y los
sacrificios. El dios supremo es el Dios de la religión filosófica al cual se le rinde el
culto en espíritu, que no necesita del culto rendido a sus servidores, los daímones
inferiores. Son, por lo tanto, uno y otros, verdaderos seres superiores y dispensadores
de bienes.

         5. Los dos Espíritus o el lío de la tentación

        Las exposiciones más antiguas de moral cristiana contenidas en la Didaché y
el Pseudo Bernabé son construidas desde un esquema dualista: hay dos vías, la de la
luz y la de las tinieblas. El esquema se repite en el Pastor de Hermas, el Paedagogus
de Clemente de Alejandría y los escritos de Orígenes. El problema ya no es la
idolatría del culto demoníaco sino la tentación. ¿Cuál es su origen: el hombre mismo,
Dios, el demonio? ¿Qué relación hay entre el aspecto psicológico y el demoníaco de
la tentación? Veamos las respuestas.
        Comencemos por el Manual de disciplina, uno de los manuscritos de Qumrân,
que pone las bases de la temática que nos ocupa. Sus tesis claves son éstas: Hay dos
Espíritus, uno bueno, el príncipe de las luces, y el otro malo, el ángel de las tinieblas,
cada uno con un ejército a su mando; los dos fueron creados por Dios; sus vías son
opuestas: del de las luces vienen las buenas inspiraciones y del de las tinieblas todas
las malas inclinaciones; entre ellos y sus armadas hay lucha permanente, la cual se da
en medio de los hombres, expuestos así a la tentación entre el bien y el mal. Así, la
clave aquí es que hay dos principios para el bien y para el mal. Este viene de la
sugestión del príncipe de las tinieblas y sus ángeles, cuya vía es el camino de la
maldad. Sólo que todo ello es el orden hecho y querido por Dios. Los intérpretes ven
en estas tesis una especie de determinismo propio de los esenios .
        Sigamos con los Apócrifos Judíos. La doctrina de los dos Espíritus se halla en
estos escritos. Comencemos con El Testamento de los doce Patriarcas. Aquí los
26
     Cf. Legatio pro christianis, PG 6.
27
     Cf. Protréptico, Paedagogus y Stromata, PG 8-9.



                                                                                       22
Espíritus son presentados como inclinaciones (diaboúlion): dos vías, dos modos de
obrar, dos fines. La palabra diaboúlion es el equivalente de la hebrea Yeser28. Las
inclinaciones malas se ligan a los espíritus del mal y las buenas a los del bien. Con el
Cuarto Esdras el judaísmo alcanza su clímax en la reflexión sobre la tentación y el
pecado. Sigue la perspectiva rabínica del Yeser como disposición mala, lejos de la
mirada esenia de la sugestión diabólica. El lugar del Yeser es el corazón. Estaba en el
corazón de Adam desde el principio. Es así la propensión al pecado. Adam le dió su
consentimiento y con ello esta propensión se transmitió a su linaje, lo que hace del
pecado algo inevitable. Pero viene la tragedia: Todo pecado merece castigo. ¿Estamos
entonces condenados para siempre? El autor intenta varias soluciones.
        La primera es que la dominación del Yeser no quita la libertad. El hombre se
puede convertir. La segunda es que Dios es misericordioso y nos da la gracia. El mal,
pues, es esta relación trágica libertad-gracia. No viene de Dios como lo planteaba el
Manual. La libertad es la posibilidad del mal, no las huestes demoníacas.
        Pasemos a los círculos helenísticos. Filón en su De praemiis et poenis (11, 63)
sostiene la tradición rabínica de los dos Yeser como disposiciones contrarias
incrustadas en el alma desde la creación, dejando de lado la tradición esenia de los
dos Espíritus.
        Pero en las Quaestiones in Exodum (I, 23) conservadas en armenio, aparecen
las tesis del Manual de Disciplina: El bien y el mal se deben a la acción de dos
potencias contrarias; éstas entran en el alma desde que nacemos; repartición desigual
de estos dos Espíritus entre justos y malvados; conflicto de los Espíritus en todo
hombre. Sólo que a esta tradición esenia agrega una tesis dualista cosmológica del
helenismo: el microcosmos (hombre) es una imagen del macrocosmos o universo. El
mundo es una mezcla de dos poderes. La potencia benefactora se asimila al cielo. La
perversa, a la tierra. Esta es la causa de las guerras, las pestes y los males.
        Plutarco, inspirado en Zoroastro y en Las Leyes (896 d) de Platón, dirá que
todo acaece por dos principios opuestos. Desde Zoroastro hay dos dioses, uno del
bien y otro del mal. El primero es Dios; el segundo es el demonio. Según Platón,
continúa Plutarco, el mundo fue puesto en movimiento por dos almas: una crea el
bien; la otra, el mal. Esta mezcla de bien y mal es propia del mundo sublunar y su
variabilidad, no así del mundo supralunar, morada de los dioses y de los astros y su
regularidad. La esfera terrestre y sus agitaciones es la residencia de los demonios. Los
astros mismos, según otra tradición caldea heredada por Plutarco, nos son favorables
o desfavorables. Es el aspecto astrológico de la doctrina de los Espíritus, que no
puede separarse de la demonología plutarquiana.
        Los cristianos aceptan esta tradición platónica de la oposición entre el mundo
celeste regido por los ángeles y el mundo terrestre donde operan los demonios. Pero
el lazo de unión entre los ángeles malos y la materia o perigeo no surge de la
naturaleza de las cosas como en los platónicos, sino de la caída del “ángel de la
tierra”: el príncipe de la materia y su séquito fueron puestos por Dios para administrar
la materia y sus formas. Se rebelan y del firmamento donde fueron colocados caen al


28
     Cf. Eccli. 15, 14.



                                                                                     23
aire y a la tierra. Así aparece en Atenágoras29, en la Demostración de Ireneo donde la
caída del “Kiliarco administrador” es efecto de sus celos frente al hombre (11-16; PO,
t. 12,1913, p. 762-764), en el De resurrectione (I,37) de Metodio de Olimpo, en la
Oratio Catechetica Magna de Gregorio de Nisa (6,5; PG 45, 29 bc).
        Las Homilías pseudo-clementinas del siglo II se ligan con la tradición del
Manual de disciplina pero recreándola desde otra doctrina helenística, que no es la
platónica de los dos mundos. De la tradición judía toman el tema de los dos Espíritus
que luchan entre sí para apoderarse de los hombres, en los que batallan sus
inclinaciones buenas y malas y las dos vías que se les ofrecen. A esta tradición
agregan la doctrina apocalíptica de los dos Eones, el tiempo presente y el tiempo
futuro; como la tesis gnóstica de la oposición masculino-femenino. La doctrina
helenística es la tradición filosófica platónico – estoica de los cuatro elementos. Dios
los crea y de su mezcla surgen las voluntades buenas y malas. ¿Y el mal? En esta
reflexión psudo-clementina se desarrolla una respuesta optimista: El mal es la lucha
de contrarios cuyo final es la anulación del mal, mero accidente y no más. Es la
demonología ebionista: Satán será derrotado y se convertirá en bueno. Para ello están
las combinaciones y anulaciones de los contrarios30.
        En este mismo siglo hay un texto capital que sirve de base a la catequesis
moral cristiana. Es el Duae Viae. Como su nombre lo indica, hay dos vías para el
hombre regidas por dos ángeles: el de justicia y el de iniquidad, la luz y las tinieblas,
los ángeles de Dios y los ángeles de Satán. De ahí las virtudes y los vicios, las
recompensas y castigos eternos. El demonio nos lleva, pues, al vicio.

Pero es el Pastor de Hermas el que marca un hito en la demonología y espiritualidad
cristianas. Hay dos caminos: el de la justicia y el de la injusticia, presididos por dos
ángeles o Espíritus. El hombre está ante, en y con ellos. Debe elegir. El primero es el
de la santidad, la castidad, la temperancia, las obras justas. El segundo es el de la
cólera, el odio, el derroche, el lujo, el orgullo, la ostentación, los excesos. Ambos
espíritus son incompatibles. Pero el de la injusticia es de tal debilidad, a pesar de que
viene del diablo, que la oración tiene el poder de expulsarlo, máximo cuando se tiene
la protección del ángel bueno. La vida es esta lucha entre el bien y el mal. Ya esta
tesis no la abandonará el Cristianismo. Se ve en la Vida de Antonio de Atanasio, en el
Paidagogus de Clemente Alejandrino, en la espiritualidad de Orígenes, en los
Ejercicios de San Ignacio. En el Pastor, los vicios son espíritus malos perversos y
personales que se apoderan del alma. Esta es su casa.

         6. Demonios y vicios

       Los Cenobitas de Qumrân, en el ya citado Testamento de los doce Patriarcas,
además de la ya explicada doctrina de los dos Espíritus, plantean otra tesis que hará
carrera en el Cristianismo: el Demonio está presidiendo todas las faltas: cólera,

29
     Legatio pro christianis 24-25; PG 6, 945b-949e.
30
     Cf. PG 2.



                                                                                       24
asesinatos, envidias, lujuria... El Testamento de Rubén pone en relación los siete
pecados capitales con siete demonios, asignándole a cada demonio su casa en una
parte del cuerpo. Así, poniendo un ejemplo, el espíritu de fornicación se asienta en la
naturaleza y los sentidos. Orígenes cita explícitamente este texto (In Josue XV, 6). El
Nuevo Testamento habla de los siete demonios en dos pasajes. El primero es Lc. 8, 2.
Aquí Cristo expulsa siete daimónia de la pecadora de Magdala. El segundo es Mt. 12,
4–5. Se trata del espíritu impuro que sale de un hombre, vaga sin reposo por lugares
áridos, retorna a su casa y toma consigo otros siete pnéumata para regresar donde el
hombre y habitar allí.
        En el ebionismo la relación demonio–cuerpo es paradigmática: “los demonios
arden de deseo por entrar en los cuerpos, porque, aunque espíritus, desean comer,
beber, copular. Así se introducen en los cuerpos humanos para darse los órganos de
los que carecen y conseguir sus fines”31. Una vez entrados se mezclan con el alma, les
inspiran malos pensamientos que los hombres consideran como impulsos propios
(logismoí). Este nombre (logismós), de origen estoico, designa en Orígenes y Evagrio
los demonios de los vicios. En los ebionitas son las pasiones humanas consideradas
como verdaderas posesiones diabólicas. Su expulsión se logra por el ayuno y la fe.
Pero, sobre todo, por el bautismo, la invocación del nombre de Cristo y los
exorcismos. La tesis del bautismo como exorcismo se halla también en el Pseudo–
Bernabé, Orígenes y Cipriano.

         7.     Diabología Estoica

        Los estoicos tienen una peculiar concepción del alma que se relaciona con El
Testamento de Rubén ya explicado, en especial lo que tiene que ver con el septenario.
A la tesis platónica del noús y las dos pasiones principales, el tymós y la epithymía
(las célebres almas irascible y concupiscible), el estoicismo opone una concepción
monista del alma como un todo (hegemonikón), de donde proceden las fuerzas
vitales. Estas son siete y son designadas por el término pnéumata. Esta psicología
pasa fácilmente a la demonología esenia de El Testamento de Rubén debido a que el
hegemonikón es considerado como un daímon o demonio personal y a que el término
pnéumata puede designar tanto una fuerza vital como un espíritu personal. Oigamos
el autor de El Testamento: “siete espíritus se le dieron al hombre para que por ellos
haga todas sus obras” (2, 2). Los siete espíritus son los cinco sentidos, el sentido de la
palabra y el instinto sexual (2, 3-9). La conexión con el estoicismo es clara. Nemesio
en su obra Sobre la naturaleza del hombre (II, 96) hablando de las partes del alma
según Zenón dice: “Zenón el estoico dice que el alma tiene ocho partes, dividiéndola
en la parte dirigente, los cinco sentidos, la parte relacionada con el habla y la parte
relacionada con la procreación”. La octava parte es el espíritu del sueño. La
diferencia está en que el daímon estoico es de naturaleza buena, no perversa. La
virtud y el vicio tienen que ver con la ataraxia o control de los pasiones, no con los
daímones como en El Testamento.


31
     Homilías Clementinas IX,10, PG 2, 248.



                                                                                       25
8. Gnosticismo y demonios

        Si le creemos a Clemente de Alejandría, la diabología de Basílides era ésta:
“Los discípulos de Basílides acostumbran designar las pasiones por la palabra
prosartémata (apéndices). Dicen que estas pasiones tienen una subsistencia propia,
como especies de espíritus (pnéumata), que se adhieren al alma racional
inmediatamente después de una dificultad y de una confusión anterior, y que otras
naturalezas, inferiores y extrañas a estos espíritus, se agregan a ellas, naturalezas de
lobo, de mico, de león, de ciervo, cuyas propiedades al operar sobre la imaginación
asimilan las pasiones del alma a los animales. Así, el hombre, según Basílides,
contiene en un solo cuerpo una armada de tantos espíritus diferentes”32. Aquí hay
elementos platónicos: las pasiones como un ejército de bestias33; elementos estoicos:
la categoría prosartémata es de Marco Aurelio34, que la utiliza para referirse a las
pasiones. No queda claro, sin embargo, el carácter diabólico de los pnéumata. Pero
Clemente cita enseguida un texto de Valentín, donde no hay lugar a dudas: los
pnéuma son daímones que son la causa de todas las porquerías del corazón humano,
el cual se convierte así en su residencia (oiketérion)35. Clemente discute estos textos
gnósticos. La tesis de las pasiones como prosartémata destruye la libertad. El
Cristiano sabe que las potencias (energeíai) diabólicas y los espíritus impuros lanzan
su semilla sobre el alma. Es alusión al texto de Mt. 13, 25: el demonio siembra
(epispeírein) la cizaña. Además, lo que es expulsado no son los demonios sino el
pecado. Hay demonios de los vicios que habitan el cuerpo, pero las pasiones no son
espíritus personales pues entonces el hombre sería una legión de demonios36. Esta
polémica no desaparecerá de la antigüedad cristiana. La tesis de la unión sustancial de
demonios y alma será lugar común en los ebionitas, gnósticos y mesalianos. Los
cristianos ortodoxos la critican, en especial Diadoco de Fótice y Genadio de Marsella.
        Mas, la tesis de los demonios como animales perturbadores tendrá acogida en
textos capitales del Cristianismo como la Vida de Antonio de Atanasio que, en un
paralelo sorprendente con los ofitas, identifica los siete demonios de los vicios con
formas animales: león, toro, dragón, águila, oso, perro, burro. La iconografía cristiana
será rica en estas representaciones.

           9. El Hermetismo

        En el Corpus Hermético la relación demonios-vicios es fundamental. El
Tratado XIII habla de los doce “verdugos” del hombre: ignorancia, tristeza,
incontinencia, concupiscencia, injusticia, deseo, engaño, envidia, fraude, cólera,
precipitación y perversidad. Estos “verdugos demoníacos” son expulsados por las
potencias de Dios, que los arrojan fuera y los vencen. De este modo, para el

32
     Stromata II, 20, 112-113; PG 8, 1056 bc.
33
   República 989 a.
34
   Pensamientos XII, 3 – 4.
35
   Stromata II, 20, 114; PG 8, 1057 bc.
36
   Eclogae 46, 1; PG 9, 720.



                                                                                     26
hermetismo, hay tres claves: Los vicios son castigos divinos; los demonios no son los
ángeles caídos de la tradición judaico - cristiana sino ejecutores de los castigos
divinos; los vicios no son siete sino doce. En una alusión clara al zodíaco y con ello a
la astrología como juego de simpatías arriba - abajo, propia de la magia de las
culturas orientales.

       10. Tertuliano y Orígenes

        Hasta aquí nos hemos movido, además del Antiguo Testamento, en los dos
primeros siglos de la era cristiana, tanto desde el cristianismo como desde la filosofía
griega. En el siglo tercero, con Tertuliano y Orígenes, la diabología recibe una
sistematización que cumplirá una función definitiva en la “biografía” del diablo.
Tertuliano continúa la perspectiva de los Apologistas que ya hemos planteado.
Orígenes continúa la línea moral y de vida espiritual que ya hallamos, sobre todo en
el Pastor de Hermas. Comencemos por Tertuliano. Su punto de partida es radical: El
paganismo está plagado de errores. La razón es obvia. Es producto de los demonios.
Para los filósofos griegos éstos son buenos. Fatal equivocación. Son perversos. Es
que los griegos no oyen el verdadero mensaje de los cristianos: Los demonios son
ángeles caídos. La diferencia entre los ángeles caídos y los demonios, ambos
perversos, es que los últimos son las almas de los gigantes nacidos de la unión de los
ángeles y las hijas de los hombres. Ambos habitan en el aire que circunda la tierra. Su
acción consiste en perder al hombre y llenarlo de pasiones e ilusiones.
        Llenan el aire con su soplo venenoso y causan enfermedades y plagas. Desean
sacrificios para llenar su apetito criminal de humo y sangre. Todos sus prodigios son
falsos: adivinaciones, curaciones, fenómenos meteorológicos, oráculos, sueños,
fantasmas, necromancia, aruspicina, suertes... Contra ello, los cristianos tienen un
arma poderosa: El exorcismo. La astrología es su maléfico saber y con ella la ciencia
de los metales, de las hierbas, de los encantos y de las estrellas. Y sobre todo, la
coquetería femenina. Como ellos cayeron por las mujeres, ahora, con piedras
preciosas, collares, brazaletes, tinturas, telas, polvos, adornos..., las encaminan al
pecado. Y con todo ello jalonan al hombre al pecado. Aparece así la asociación
demonio - mujer–pecado. Pero no contento el diablo con lo anterior, ha convertido la
creación en un espectáculo público: Plazas, foros, baños, teatros, juego, sacrificios,
cultos... Es la “pompa” mundana, el desorden de Venus y Baco, la embriaguez y la
glotonería. Así, las divinidades paganas no son sino los ángeles de los vicios, pura
idolatría. Todo el Estado pagano es, por lo mismo, diabólico. Todo lo que hace excita
las pasiones. Hay que destruirlo. Es la batalla que el cristiano tiene que dar. Por ella
será perseguido. El martirio se convierte entonces en la expresión máxima de la lucha
contra Satán. A ello se une el bautismo como renuncia a Satanás, a su pompa y a sus
ángeles. Surge la gran categoría de Tertuliano: Pompa Diaboli: Las pompas del
diablo son el demonio, el pecado, el mundo pagano con sus espectáculos y honores,
dignidades, solemnidades, lujos, coqueterías... Y la idolatría, ese culto perverso a los
dioses paganos. Jesucristo, con su muerte y resurrección, de la que se participa en el
bautismo, ha derrotado estas Pompa, figurado ya todo en el paso del Mar Rojo. Pero
el diablo sigue tentando a los bautizados: Lanza sus dados de concupiscencia, delicias



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mundanas, mentira... Esta es la tentación interior. Hay otra tentación: la exterior. Son
las persecuciones contra los cristianos, obra del demonio. El martirio es el triunfo
completo contra esta tentación. Las bestias enviadas contra los mártires no son sino
instrumentos y símbolos diabólicos.
        Orígenes repite las ideas ya aparecidas del paganismo como culto a los
demonios. La doctrina de los dos ángeles, de los demonios de los vicios, el martirio
como victoria sobre Satán. Pero les da un matiz digno de resaltar. El origen de los
demonios es la creación como seres espirituales. Estos seres espirituales fueron
creados todos iguales. Vino su infidelidad al creador. Los demonios son el grado
inferior de este acto de infidelidad y revuelta contra Dios. Le siguen las almas y los
ángeles. Todos pecaron pero no de la misma manera. De ahí la jerarquía. Los ángeles,
a pesar de su pecado, protegen a las almas. Los demonios las persiguen. Por eso, el
hombre está entre los dos y su vida es la lucha entre la luz y las tinieblas. Estas
tinieblas o ángeles malos causan hambres, pestes, enfermedades. La sociedad,
hombre en grande, vive también el conflicto del bien y del mal. Por lo mismo, cada
nación, fruto del pecado de Babel, tiene su ángel bueno y su ángel malo. Este, sin
Cristo, siempre triunfa. De ahí las guerras entre las naciones suscitadas por el
demonio. Este también suscita las ciencias ocultas y engañadoras: Astrología,
adivinación, magia. Tanto es así que, por ejemplo, la adivinación se hace a través de
los animales impuros que ya Moisés había declarado emparentados con los vicios y
demonios.
        Con Cristo, todo lo anterior se derrumba. Los hombres y pueblos devienen
uno solo: La iglesia bajo el señorío de Cristo. Los ángeles buenos saltan de alegría y
sirven también a Cristo. No así los malos. Se encolerizan por perder su poder. Siguen
tentando a hombres y pueblos. Es la lucha de Cristo y Satán. Tal es la esencia de la
historia hasta la parusía. Es que a la tentación, Satán añade la posesión: Se apodera
del alma, no la deja razonar y la vuelve energúmena. Por ello, hay que estar atentos al
“discernimiento” de los espíritus (diákrisis, discretio): el bueno es libre de la
posesión, gracias a su libertad; el malo esta poseído y pierde su libertad de juicio. En
este contexto hay que situar el bautismo: Es el paso del poder del demonio al de
Cristo y sus ángeles, es la renuncia a las ya citadas “pompas” del diablo. Más, este
sigue atacando. Primero, a través de las persecuciones contra los bautizados.
Segundo, tentando individualmente a estos. Aparece de nuevo el martirio como
exorcismo contra Satán. Y la tentación como la obra de los demonios que actúan por
las pomeroì dialogismoí: las disposiciones perversas del alma. Y a través de las
ilusiones demoníacas: ver virtudes donde hay vicios. Tal es el poder del malvado.
Pero el triunfo del alma y de Cristo es contundente: El mal será vencido en este
dramático combate que es la historia individual y colectiva.

       12. Monjes y demonios

       Estamos ya en el siglo IV. Los desiertos se llenan de anacoretas. El prototipo
de su vida como una lucha contra Satán y sus huestes es La Vida de Antonio por
Atanasio, escrita alrededor del 357 (PG 26, 837–977). La retirada al desierto se
piensa como el camino por excelencia para la salvación y la perfección. En su



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soledad, como Cristo, el monje enfrenta al maligno en los pavorosos desiertos. Es que
el desierto, con la llegada del Cristianismo, es el reino de Satán. Cristo lo ha
expulsado de villas y lugares poblados. Se refugia en estos yermos, pero allí llegan
los monjes a darle la pelea y vencerlo. El responde. Tiene sus estrategias. La primera
son los malos pensamientos: Avaricia, lujuria, afectos familiares, placeres mundanos,
sin sentido de la ascesis... La réplica del anacoreta es la oración, la penitencia y la
guardia contra los malos pensamientos. La segunda táctica son las visiones y las
alucinaciones (phantasíai), verdaderas pesadillas que atacan la epithymía
(concupiscencia–deseo), la gastrimargía (gula), la porneía (el deseo sexual) con
mujeres desnudas, el miedo ( a través de ludibria o juegos: el diablo se transforma en
bestias, gigantes, tropa de soldados, ruidos, gladiadores, hacen temblar la celda,
golpea al asceta, se burla de él, danza, silba...). La tercera es que aparecen como
ángeles de la luz y dan excelentes consejos. La treta es engañar al monje y hacerlo
caer en la tentación. Hasta lo invitan a orar y ayunar más. Así lo debilitan y el monje
cae rendido y puede irse al “mundanal ruido” de nuevo. La cuarta son las
predicciones. El monje cree que son profecías, pura astucia. Predecir la crecida del
Nilo es algo natural, no profético.
        La respuesta del anacoreta es múltiple: oración, confianza en Dios, saber que
Satán no puede actuar sin permiso de Dios, ascesis, no tener miedo, el signo de la
cruz, el nombre de Cristo, la burla de sus tentaciones, soplar sobre ellos... Pero el
medio principal del asceta es el “discernimiento de los espíritus”: Distinguir las
apariciones demoníacas de las angélicas, en especial las astucias de la primera y
cómo derrotarlas. Ello convierte al monje en un perfecto exorcista: expulsa a los
demonios. Sabe de posesiones. Las identifica físicamente y toca las partes donde el
diablo está escondido. A éste no le queda mas que huir. Así, estos ángeles caídos, con
la ayuda de Cristo, se desvanecen como el humo. Su poder es su impotencia.
        El que le da territorialidad conceptual a esta demonología del desierto es
Evagrio Póntico. La naturaleza de los demonios se piensa como naturaleza racional,
lo mismo que los ángeles y los hombres. Su caída del estado angelical se debió a su
exceso de cólera. Es tal el poder de la cólera que por ella muchos hombres se
convierten en demonios. Cristo los derrotará en el “octavo día” (la parusía) y los
hombres, por la gnosis o contemplación, se convertirán en perfección. Es la derrota
total de los demonios, seres ontológicamente existentes, que actúan sobre nosotros.
Su cuerpo está formado de aire, lo que les permite desplazarse y entrar en el cuerpo
humano por la nariz, aunque nuestros sentidos no los vean. Sólo los ascetas sienten su
olor putrefacto, su voz delicada y silbante como un rechinar de dientes. Cuando
quieren hacerse ver por el común de los mortales se transforman en ángeles
luminosos, hombres índicos que nos espían desde el aire, guerreros armados de
espada, mujeres bellas y voluptuosas, bestias ruidosas y danzantes, ruidos , cantos,
astros fulgurantes... Todo es ilusión. El asceta y el gnóstico sabe verlos y oírlos allí.
Es su malicia la que los lleva a hacer todo ello para acercarse a los hombres, malicia
que les viene del alma irascible o thymós. De ahí su odio y agresividad. Obran como
soldados prestos a derrotar a los hombres y manchar su alma, imagen de Dios. La
virtud y el discernimiento humano los derrotan así como la oración y la ciencia. Ante
estas acciones humanas, su ciencia es ignorancia. Por ello, los demonios nunca



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contemplan la Trinidad, sí los hombres; ni entienden la Escritura ni conocen nuestro
corazón (las pasiones del alma). Sólo las descifran por signos exteriores, de los que se
valen para atacar, por ejemplo, al que es negligente en la virtud y el ayuno. Es su
habilidad tenebrosa e interpretadora de esos signos. En ello, su “arte” no tiene rivales.
De ahí su astucia. Es tal que aprenden todas las lenguas humanas, no como
Pentecostés sino como Babel. Por este poder pueden confundir y apoderarse de los
hombres. De ahí que haya demonios que se apoderan de las pasiones corpóreas y de
las pasiones del alma, o, en su lenguaje, tomado de los griegos: del noús, del thymós y
de la epithymía; de la praktiké, de la physiké y de la theoligiké, constituyendo estas
últimas la theoría. Son ocho demonios y corresponden a los malos pensamientos o
vicios: Gula, fornicación, avaricia, tristeza, cólera, pereza, vanagloria y orgullo, cada
uno con su personalidad propia. Así, por ejemplo, el de fornicación es rapidísimo y va
mas rápido que la mente. Sólo que el asceta los distingue y sabe enfrentarlos, a pesar
de sus tretas, en especial los logismoí o malos pensamientos. Contra éstos, el
anacoreta lanza los buenos pensamientos. Estos logismoí perversos se corresponden
con los ocho demonios reseñados. La diferencia es que los logismoí son las armas de
los demonios para la tentación, sus sugerencias impuras, malvadas y satánicas. Estas
sugerencias- sugestiones actúan sobre el alma ya cegándola, ya cargándola de
pasiones, imágenes y recuerdos, ya de sueños fantasiosos, incitándola a un
movimiento “contra natura”. De ahí la relación pathé-logismós: las pasiones se
convierten en malos pensamientos, gracias a los sentidos y a la carne. El asceta los
domina con la aphátheia: ni pasiones, ni pensamientos malos. Con ello el dominio de
alma y cuerpo es total, no obstante las sevicias del demonio para alejar al monje de la
oración y la contemplación, incluso presentándose como “epifanía” de Dios. No lo
logra. Dios permite tales sevicias porque su gracia es más poderosa que la potencia
del demonio. Esta gracia divina hay que acompañarla de oración, ayuno, ascesis,
vigilancia, control, discernimiento de los espíritus (los verdaderos y falsos demonios),
interrogación sobre los pensamientos y su origen, conocimiento de los motivos de los
actos diabólicos y sus métodos... Y sobre todo: Poner a pelear a los demonios entre sí
para que se destruyan. Es que un clavo saca otro clavo. Es el arma predilecta para
volver polvo a los demonios y sus tentaciones. Si todo ello fracasa, se tiene el
análisis: distinguir el pensamiento, el objeto sensible, la pasión y el pecado. Ello
permite disolver los malos pensamientos. Si el análisis fracasa se puede acudir al
“método antirrético”: responder a los demonios duro y a la cabeza, desenmascararlos.
Si ello fracasa hay que ir a la salmodia. El fin de todo es la “castidad total”.

       13. La Historia monachorum in Aegipto, la Historia Lausiaca y las
Collationes

       Estamos en el primer tercio del siglo V. La Historia Monachorum es de antes
del 410, la Lausiaca es de Paladio hacia el 420 y las Collationes son de Casiano entre
420 y 430. Comencemos con la Historia Monachorum. Su objetivo es mostrar los
asaltos y astucias de los demonios en contra de los monjes: fantasías, malos
pensamientos, lujurias, presunción, visiones lascivas de mujeres, posesiones
demoníacas corporales, sueños... Ponen en movimiento las pasiones, los affectus del



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alma y los tientan. De ahí que la repuesta sea el dominio de las pasiones, la apátheia
del ya mencionado Evagrio. Paladio ve a los demonios como ángeles caídos y
rebeldes, plenos de orgullo. Su mansión, por esta caída, es el aire. Envidiosos del
hombre lo tientan. Hay demonios ígneos, lo cual explica la combustión que acompaña
su manifestación. Estos se apoderan de los hombres y los transforman en fenómenos
ígneos: Todo lo queman, incluidos los objetos circundantes. Pero, sea cual sea su
“materia”, la manera de tentar es unívoca: astucias e ilusiones, engaños y travesuras.
Sus apariciones son también inequívocas: En forma de soldado con látigo, o de un
niño llevando un anciano que cae, o de huracán, o de onagro saltador huyendo y
gritando... Estas apariciones recuerdan que los demonios son los antiguos dioses
paganos. Como ellos son símbolos de la sensualidad, el orgullo, el placer... El
remedio ya sea sabe cuál es: Combatirlos desde la ascesis y la perseverancia. El
monje los ahuyenta y cura, gracias a su ascetismo, a los poseídos y enfermos.
        Terminemos con Casiano. Como Evagrio, Casiano sostiene que la ascesis o
lucha contra los ocho vicios es un combate contra los spiritus de estos vicios. La
naturaleza de estos spiritus es similar a la sustancia de nuestro cuerpo. Cuando hay
posesión demoníaca, el espíritu impuro no toca para nada al alma, sólo al cuerpo, que
es carne – materia espesa; lo debilitan y así oscurecen la inteligencia. Dios lo permite
como prueba, lo que lleva a no despreciar a los poseídos ni negarles la comunión. Si
es el cuerpo el poseído, los demonios conocen nuestros pensamientos por signos
sensibles de nuestra conducta: emociones, actitudes, color de la cara... Allí hallan
pruebas de la gula, la fornicación, la tristeza, la cólera... Y tientan al hombre con
sugestiones iguales. Así hay que entender el poder visionario de los demonios, como
su poder para hacernos caer en el vicio. De ahí su diversidad y polimórfica potencia
para manejar la maldad: gritos, burlas, golpes, imitación de personajes, vanidad,
mentiras, herejías, salvajismo... Sólo que Dios no los ha creado malos. Ellos cayeron
y se hicieron malos, antes de la caída de Adán. Su pecado y caída se debió al orgullo.
El pecado de celosía con Adán fue posterior. Por ello, habitan el aire como seres
intermedios llenos de malicia, siempre atacando a la humanidad para hacerla caer.
Así mismo, como hay ángeles que presiden naciones, hay naciones presididas por
demonios, a los que se han sometido voluntariamente y declarado sus príncipes. Es la
causa de las guerras. Cada hombre tiene dos ángeles: Uno bueno, el otro malo. Es que
lo que sucede en el orden cósmico y comunitario sucede en el microcosmos del
hombre.

       14.     Los Apotegmas de los Padres

Estamos en la mitad del siglo V. En una vasta colección de dichos tomados de
múltiples fuentes anteriores: Verba Seniorum del Pseudo–Rufino (PL 73),
Apophthegmata Patrum. Moises (PG 65)... En ellos se acentúa el carácter travieso,
bufón y terrible de los demonios. Pero el monje los conoce y los engaña: el engañador
es engañado y su malicia despedazada. ¿Cómo? Por la oración, el ayuno, el coraje, la
convicción, la humildad y la dulzura. Contra estas dos últimas, el diablo nada puede
hacer. De ahí el optimismo jovial de estos Apotegmas.




                                                                                     31
15.     Del siglo IV al siglo VII

        La naturaleza del demonio es claramente precisada en este período por los
Padres de la Iglesia que lo protagonizan: es un ángel caído que en su caída conserva
los privilegios de su naturaleza, intocada, en la que se ve siempre su grandeza
original. Así, Gregorio acota:
        “Aunque Satán perdió la belleza, no le fue quitada la naturaleza angélica”;
“por naturaleza fue creado bueno; luego, por sus propios actos, cayó en las
tinieblas”37: San Agustín es más radical: “La naturaleza del diablo en cuanto
naturaleza no es mala; fue la perversidad la que la hizo mala”38.
        El motivo de su caída fue el orgullo o la seducción de que fueron víctimas por
la belleza de las mujeres y el consiguiente comercio carnal con ellas. O la envidia, ya
hacia Dios, ya hacia las criaturas, especialmente al hombre39. Pero la polémica fue
viva. Las tesis que primó fue la del orgullo, no la de la concupiscencia. Orgullo que
es a la vez desobediencia. Es, pues, un motivo espiritual. De ahí su naturaleza
incorpórea. No todos la admiten; es el caso de Agustín: no son espíritus puros ni
cuerpos; son cuerpos etéreos. Genadio los piensa como cuerpos40. Habrá que aguardar
a Tomás de Aquino para determinar su naturaleza incorpórea como la tesis ortodoxa.
        Es de destacar en este período la polémica contra el maniqueísmo, en especial
por parte de Agustín. Los maniqueos piensan que el Príncipe de las tinieblas es la
expresión mítica de una realidad física y psicológica, que se hace presente
físicamente bajo las especies de la materia y psicológicamente bajo las del deseo.
Agustín los combate mostrando que el acercamiento del diablo no es material sino
espiritual, a través de pensamientos. De ahí la no sustancialidad del mal.
        La ya citada Vita Sancti Antonii conoció una difusión rápida. De ella surgen
en este período y se volverán tesis clásicas, incluso para la representación artística del
demonio, que éstos toman formas seductoras y tentadoras, signo de los vicios y que
aparecen bajo los trazos de formas horribles y monstruosas: Dragones, bestias,
monstruos, negros... Incluso Agustín habla de íncubos y súcubos en el De Civitate
Dei (15, 23), formas masculinas y femeninas respectivamente para seducir a los
humanos. Jerónimo lo llama león, orso y serpiente41. Pero es en Los Diálogos de San
Gregorio, en especial Diálogos II42, donde estas representaciones monstruosas
adquieren su estatuto racional. Occidente ya no las abonará. El arte románico, gótico,
los pintores flamencos... son una buena muestra de esta tradición teológico–popular.
El arma que tiene el hombre contra ello es el poder de Cristo. Es que como
37
   Moralia in Job 2,4; 4,1. PL 75, 557 b y 641a.
38
   De civitate Dei XIX, 13,2.
39
   Cf. LACTANCIO. Divinae Institutiones 2, 9 –15, PL 6, 294 – 333; AMBROSIO, De
Paradiso 2, 9 – 12, PL 14, 278 –279; In Ps. 37, 21, PL 14, 1919 b; SULPICIO SEVERO,
Historia Sacra 1, 2 – 3, PL 20, 96 – 97; CIPRIANO, Génesis 3, 72 sv, PL 19, 348 –
349; FULGENCIO DE RUSPE, De Fide 31, PL 65, 147.
40
   De Ecclesiasticis Dogmatibus 12, PL 58, 984.
41
   In Amos 2, 5, PL 25, 1052c.
42
   Vita Sancti Benedicti, c. 4 y 25.



                                                                                       32
consecuencia del pecado original estamos, de algún modo, bajo el imperio del
demonio. Agustín es radical en ésto: “Todos, por causa del pecado original, caímos
en el poder del diablo”43. Por lo mismo, la vida cristiana es la lucha entre la Ciudad
de Dios y la del demonio, tema clave de su De Civitate Dei. Es que, debido a la caída
original, el mundo conoció una especie de abandono por parte de Dios, idea clásica
de Lactancio44 y que repiten Bernardo de Claraval, Tomás de Aquino y el Concilio de
Trento (Denzinger 788).
        Son las tesis anteriores las que fundamentan las fórmulas del Rituale
Romanum. Sus exorcismos y bendiciones suponen una presencia activa del demonio
en la creación deteriorada por la caída. En el ritual del bautismo, con sus exorcismos
y bendiciones, siempre hay una fórmula de renunciación: “A Satán, a sus pompas y a
sus obras”, lo cual nos conecta con tesis expuestas arriba, como las de Tertuliano.
Para este período que analizamos, el texto clave es el De Symbolo ad Catechumenos
de Agustín (PL 40, 627–628, 637–638, 651–653, 659–661). La misma tesis funda las
oraciones de los agonizantes, en especial el Libera Domine animam servi tui y el
Commendo te Omnipotenti Deo (“cedat tibi teterrimus Satanás”). En estas
aplicaciones litúrgicas y oratorias hay unas tesis teológicas de fondo: la armonía del
mundo fue destruida por el pecado; antes de Jesucristo la humanidad fue de Satán; los
demonios pueden dañar a los hombres en alma y cuerpo; se apoderan del corazón
humano y lo inflan de vicios; alejan al hombre de la oración, de la verdad, de la fe, de
los mandamientos, en especial del sexto con sus tentaciones impuras; presentan el
mal como bien (se aparecen como ángeles de luz, obran milagros. Es que “nadie es
más astuto que el diablo para engañar”45: Mas, no hay nada que temer. El diablo sólo
puede tentar “ad mensuram”.
        De ahí su potencia relativa. Es que Cristo está con nosotros. Con él,
venceremos46. ¿Y cómo se produce la tentación? De tres modos: por sugestión, por
delectación y por consenso47. Contra ella, además de la fe en Cristo, hay que luchar.
Nada ayuda más que el ayuno y la oración48.

       16.     Del siglo VII al siglo XIII hasta Santo Tomás

Del siglo VII al siglo XI la demonología es fundamentalmente popular, tal como la
consignamos en páginas anteriores: temor del diablo, creencia en el infierno, gusto
por lo sobrenatural y maravilloso. El De Miraculis de Pedro el Venerable lo
testimonia: El diablo está atacando siempre y por todas partes; como íncubo viola las
43
   De Trinitate 13, 12.
44
   Divinae Institutiones 2, 15, PL 6, 330.
45
   AGUSTÍN, Sermo 91, 4, PL 38, 568.
46
   Cf. AGUSTÍN, In Ps. 61, 20, PL 36, 743; Appendix, Sermo 37 de vetere Testamento
6, PL 39, 1820; S. LEÓN, Sermo 39, 3, PL 54, 265a. De ahí el poder del signo de la
cruz contra los demonios. GREGORIO DE TOUS, De Gloria confessorum 63, PL 71, 873
– 874; De miraculis S. Martini 2, 18, 948 – 949; Vita Patrum 9, 1053.
47
   GREGORIO MAGNO, Hom. 16 in Ev. 1, PL 76, 1135c.
48
   S. PEDRO CRISÓLOGO. Sermo 12, PL 52, 223b; 226a; Sermo 67, 393 sv.



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Diablo Y PosesióN DiabóLica
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  • 1. DIABLO Y POSESION DIABOLICA CARLOS ARBOLEDA MORA (dir). UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA FACULTAD DE TEOLOGIA. MEDELLIN- COLOMBIA 2005 1
  • 2. PRESENTACION En los últimos años, ha renacido el interés por el diablo. Quizás por influjo de la posmodernidad, vuelven los fantasmas del pasado. La búsqueda de lo sobrenatural lleva a que se mire también a lo morboso, lo fantástico, lo irracional, lo patológico y lo desviante. En épocas de racionalismo calculante, también se hacen presentes el irracionalismo y la emotividad sea como resistencia al frío racionalismo o como búsqueda de otras alternativas para la humanidad . El diablo es uno de esos elementos que hoy hacen parte del cine, la música, el arte, la vida cotidiana, la religión... Sea como compañero de viaje, como enemigo, como objeto de adoración, como inspirador, el diablo está presente en el momento actual de la cultura. Son variadas las formas de su presencia: posesión diabólica, sectas satánicas, brujería, el carnaval. El Grupo de investigación Religión y cultura de la Universidad Pontificia Bolivariana ha venido acercándose a este fenómeno con el fin de tener una visión más objetiva y seria que permita un análisis de la cultura en este aspecto. Con este fin, filósofos, siquiatras, teólogos, historiadores... vienen trabajando para aportar elementos teóricos y críticos a la comprensión del nuevo satanismo de los siglos XX y XXI. Con la colaboración de Colciencias y de la UPB, se han realizado estas búsquedas. En este texto se presentan algunos resultados que, más que conclusiones, son aperturas a nuevas indagaciones y llamados a proponer nuevas interpretaciones. Es un fenómeno muy vasto pues implica las posesiones diabólicas, los grupos juveniles satanistas (o pseudosatanistas), la brujería, la música rock, los nuevos movimientos religiosos satánicos, etc. Y cada uno tiene sus propias características ideológicas, culturales y regionales. De ahí que haya que seguir mirando el fenómeno atreviéndose a formular conceptos hermenéuticos y aún, formas de enfocar su manejo socio-cultural. Carlos Arboleda Mora Director Grupo Religión y Cultura. UPB. 2005. 2
  • 3. TABLA DE CONTENIDO 1. TEOLOGÍA, CIENCIA Y POSESIÓN DIABÓLICA CARLOS ARBOLEDA ORLANDO TAMAYO 2. EL DEMONIO: SU NATURALEZA Y ESENCIA GONZALO SOTO POSADA 3. ASPECTOS BÍBLICOS Y PASTORALES DE LA LLAMADA “POSESIÓN DIABÓLICA”. GUILLERMO LEÓN ZULETA 4. ASPECTOS SOCIOCULTURALES DE LA POSESION LIGIA EUGENIA URIBE ORLANDO TAMAYO 5. “TRASTORNO DE TRANCE Y POSESIÓN VS POSESIÓN DIABÓLICA EN EL ÁREA METROPOLITANA DE MEDELLÍN”. CARLOS ARBOLEDA. 6. EL PENSAMIENTO ACTUAL DE LA IGLESIA CATOLICA SOBRE EL EXORCISMO CARLOS ARBOLEDA 7. EL SATANISMO COMO EXPRESION DE LA PRECARIEDAD DE LA SOCIEDAD. Carlos Arboleda Mora. 3
  • 4. TEOLOGÍA, CIENCIA Y POSESIÓN DIABÓLICA CARLOS ARBOLEDA ORLANDO TAMAYO Se puede deducir que la posesión es tan antigua como el hombre, así lo muestra la pintura mural de la cueva de Lascaux donde se representa un chaman practicando un hechizo para la caza y lo importante de esta pintura para el caso es la “Posesión” del animal a través del uso de su cornamenta. Aunque queda entendido que el ritual es hacia la supervivencia, sí llama la atención la existencia en la mente primitiva de la posibilidad de posesión. Esto sucedía hacia el año 25.000 A. C1. La enfermedad se concebía con frecuencia como “Posesión demoníaca” o de los espíritus de los muertos, que atrapaban y ataban a las personas. De esta manera el demonio Utuku, era el responsable de la Epilepsia; el demonio Lamasu un ser alado, era el responsable de la muerte perinatal de la madre y el hijo (al chuparle a éste último la sangre). La ira de los dioses se tenía que aplacar con oraciones, agasajar con ofrendas y destruir una figura representativa.  Sociólogo de la Universidad Gregoriana de Roma. Master en historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Actualmente es profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Director del Grupo de Investigación “Religión y Cultura” de la misma Universidad. Director del Secretariado de Ecumenismo de la Arquidiócesis de Medellín. Ha publicado Adolescentes y Satanismo, Secum, Medellín 1999; El pluralismo religioso en Colombia, Secum, Medellín 1999; El politeísmo católico, UPB, Medellín 2001; además de numerosos artículos en diversas revistas.  Médico cirujano de la Universidad de Antioquia. Especialista en Psiquiatría de la misma Universidad. Profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Entre otros ha publicado: Cocaina. Project Initiative on cocaine. Key informan study. Colombia Bulletin of World Health Organization. Consolidated International Report l994; Generalidades sobre farmacodependencia. Documento para programa de prevención en salud mental. Servicio Seccional de salud de Antioquia, Medellín l998. 1 MAUL, STEFAN; WESTENDORF, WOLFHART: Primeras teorías médicas: entre la magia y la razón. En “Crónica de la Medicina”, n. 1, Plaza Janes, Barcelona 1993, 16. 4
  • 5. La siquiatría ha sido una de las últimas especialidades que se han incorporado al campo general de la medicina. Esto se ha logrado desde hace aproximadamente unos 170 años. Antes de ésto, las enfermedades mentales se encontraban en el terreno de la filosofía, y mucho antes, desde la época primitiva hasta la Edad Media, el enfermo mental era ignorado, o tratado por medio de castigos o exorcizado. Desde que se tiene noticia de las primeras creencias de los hombres primitivos, ha sido común encontrar en las diversas culturas, la certeza de que las enfermedades mentales (y muchas otras enfermedades) eran enviadas por los dioses. Además toda clase de desgracias eran atribuidas a acciones del diablo. También era común en las culturas primitivas de que, para el tratamiento, era necesaria la liberación de poderes divinos, uso de artes mágicas y especialmente el poder atribuido a la pronunciación de determinadas palabras, fenómeno que parece ser común a todas las religiones del mundo, ya sea en forma de gritos, encantamientos, órdenes a los espíritus para que abandonen al pacientes, exorcismos o plegarias a través de fórmulas penitenciales por las que se solicita el perdón a la divinidad ofendida. A menudo, estas palabras van acompañadas de movimientos como imposición de manos, gestos y danzas rituales realizadas por el chamán. Así mismo, en plan preventivo, se han utilizado objetos mágicos, amuletos, talismanes que simbolizan el poder, y fetiches que representan a la deidad protectora. Todos estos recursos evidencian el concepto de la enfermedad atribuida a fuerzas externas, con explicaciones simples de causa y efecto, que implícitamente desconocen las posibilidades de causas internas de tipo bio-sicológico o externas de tipo social. Sin embargo, no podemos desconocer en algunas de estas formas primitivas del manejo de la enfermedad, el fundamento de algunos recursos terapéuticos actualmente utilizados por la siquiatría como la sicoterapia y la hipnosis. Entre el 2000 y 1001 A.C. se intentó a través de la demonología explicar la causa de las enfermedades y sus síntomas, modelo desarrollado y sistematizado en Mesopotamia pero difundido popularmente en todo el mundo. Entre el año 1500 – 1050 AC para la medicina oriental, la enfermedad se considera castigo enviado de antepasados o encantamiento de seres malvados. Un general rebelde Chang Hsiu sostiene, hacia el año 2200 A.C., que la enfermedad es un castigo legítimo, por el mal comportamiento del enfermo. Se originan también los ritos en masa y las conversiones. Sacerdotes especiales, designados por el símbolo WU, actuaban como exorcistas y llevaban a cabo ceremonias especialmente dirigidas a hacer propicios los ancestros. En la cultura del Valle del Indo, se hallan amuletos en las excavaciones lo que permite deducir que medios de curación y prevención mágica eran los más usuales. Con la colonización por los indoeuropeos arios, se impone el tipo de medicina basado en la demonología. Bajo este concepto, la demonología atribuye cualquier cambio del cuerpo sin causa exterior reconocible, a la intervención de seres sobrenaturales demonios o espíritus, de tal manera que la única manera para evitar estos procesos era mediante el cumplimiento de las reglas sociales y leyes religiosas. Cuando alguien estaba poseído por el demonio se le consideraba impuro además de contagioso. El espíritu protector se había retirado. En esta misma cultura se conocían diferentes maneras para hacer salir los demonios y ahuyentarlos alejándolos de la casa mediante rituales. Los 5
  • 6. conjuradores moldeaban en arcilla las figuras de los demonios y a ellas les hacían ofrendas de alimentos y otras cosas. Luego estas figuras eran juzgadas por el dios sol y el Shamash (dios de la Justicia), se destruían y enterraban sus restos. Para esta cultura existían el demonio Asakku, o también Pazuzu, que ocasionaba fiebre y enflaquecimiento, y el Ahhazu se manifestaba a través de enfermedades del hígado. En la cultura india, para los vedas en su Atharva-veda (700 A. C.), el origen de las enfermedades se consideraba igualmente un castigo divino provocado por espíritus malignos, Takman es el dios responsable de la fiebre. La manera de alejar estas enfermedades era mediante oraciones, conjuros y amuletos. En la Biblia hacia el año 1060 A. C., se menciona la peste de los filisteos como un castigo de Dios por haber saqueado el templo y el Arca de la Alianza: “Y la mano del Señor cayó en desgracia sobre la gente de Asdod y sus valles con la peste” Grecia y Roma La creencia popular era que las alteraciones mentales estaban originadas en causas sobrenaturales. Se consideraba que las personas que las sufrían estaban bajo la posesión de espíritus malignos personificados en las diosas Manía y Lisa2. Pero allí, en Grecia se tuvo una visión positiva de la posesión. - -Dionisio tomaba posesión de sus bacantes. - -Apolo poseía a las pitonisas de Delfos. Estas posesiones se daban para actividades religiosas extraordinarias. Era una invocación (eporcizein) del poder divino para anunciar la voluntad de los dioses. Pero también hubo un acercamiento científico al caso de los poseídos.En el siglo V A.C., Hipócrates de Cos (hacia el 460 A. C.) dijo que la locura era una simple enfermedad del cerebro dando origen a un tratamiento misericordioso de los afectados. Estas mismas enseñanzas fueron asumidas por sus hijos Dracón y Tesalos y su yerno Polibio. En su introducción a su tratado de la epilepsia, Hipócrates afirma :” Yo no creo que esta enfermedad llamada sagrada, sea más divina o sagrada que cualquiera otra enfermedad. Sin embargo, ha sido considerada así por aquellos que siendo humanos, la observan con ignorancia o sorpresa”3. Veamos una rápida panorámica: - Siglo I A.C.: Areteo continúa las enseñanzas de Hipócrates. - Siglo I D.C.: Sorano (Soranus) continúa las enseñanzas de Hipócrates y Areteo, Galeno por su parte insiste en el tratamiento humano de los “Insanos”. - Siglo II D.C.: Artemidoro de Daladis, se dedica a la interpretación de los sueños al igual que las visiones y los oráculos. 2 MORA, G. Tendencias históricas y teóricas en siquiatría. En FREEDMAN, A.M,; KAPLAN, H.I. Tratado de siquiatría, Salvat Editores, l982. 3 Ibid., 17. 6
  • 7. - Siglo III D.C.: Celius Aurelianus dice que la locura es enfermedad cerebral y su tratamiento debe ser gentil y tierno. - Siglo VI D.C.: Alejandro de Tralles da las indicaciones para el tratamiento de la melancolía. - Siglo VII D.C.: Paul de Aegina insiste en la necesidad de un tratamiento suave. Al declinar el imperio romano, reaparecieron la demonología y el exorcismo como posibilidades terapéuticas persistiendo hasta la llamada Era Moderna4. Durante esta época oscurantista sobresale Francis Bacon quien reconoce las funciones de la mente como importantes en el orden natural del universo. En la época moderna hacen su aparición Chiaruggi en Italia (1759-1820), Philippe Pinel en Francia (1745-1826), Daniel Tuke en Inglaterra (1827-1895) y Dorothea Dix en Estados Unidos (1802- 1887), los cuales, en general, promovieron la eliminación de las cadenas y los castigos en el tratamiento de los enfermos mentales y mejoraron su cuidado, llegando a proponer hospitales mentales de puertas abiertas. Otras culturas En la literatura sagrada de los orientales se extendió la idea del influjo diabólico en las enfermedades mentales En las tabletas de la Mitologia de Asiria, se explica cómo expulsar los malos espíritus que causan la enfermedad. La teología persa fue más explícita (por su concepción dualista). De estas culturas se nutrió el pueblo de Israel. Así el caso de “melancolía” de Saúl, es interpretado como causado por un espíritu malo, lo que actualmente se diagnosticaría como un trastorno afectivo bipolar. Otras enfermedades mentales originadas por espíritus son descritas en el Talmud (epilepsia) y suicidios. En el mundo islámico, se creía en los “Djins” que fueron según la creencia, los primeros habitantes del planeta. Como eran hechos de fuego, eran peligrosos, inquietos apasionados y movedizos como la llama. También se convertían fácilmente en seres de diferente apariencia, dragones, monstruos y sí muy malos, en Shayatin (plural de Shaytan) es decir, en demonios. Estos se mostraban como los seres más violentos y agitados, podían tener descendencia (pues tenían los dos sexos). Están al servicio de Alá y son los más grandes enemigos del hombre. Los Djins son causantes de la inspiración, el trance y de ciertas posesiones. Los poetas tienen un djin a su servicio. Iglesia Católica En la iglesia católica la posesión fue siempre considerada como efecto del espíritu del mal. Por eso desde Lucas comienza a usarse el verbo Exorcisein (conjurar 4 NOYES, A.P; KOLB, L.C. Siquiatría clínica moderna. La prensa médica mexicana, México l966. 7
  • 8. a salir) Y en los primeros Padres de la Iglesia, se referían al poder de expulsar los diablos como prueba del origen divino de la religión cristiana. Generalmente en la Iglesia, del siglo I a la Edad media, se consideraban como posesiones las enfermedades no explicables por la ciencia de su tiempo (epilepsia, perturbación mental, neurosis, sonambulismo...): - Justino (+1659): Estas personas son “energúmenos” (es otro el que actúa en la persona posesa). - Clemente de Alejandría (+215): el demonio habla a través del poseso. - Minucio Felix (200): Para salir el demonio se debe decir su nombre. - Orígenes (185-254): elabora las categorías: Hay posesión total (sobre la razón, los sentidos y el comportamiento) y posesión parcial (sólo sobre el comportamiento). - Zenón de Verona (S IV) considera que los criterios para identificar el poseso son: deformación del rostro, girar de ojos y espumarajos, aullidos y llantos. - San Agustín (350-430) enseña la importancia de la introspección para el conocimiento del siquismo humano e hizo otros aportes importantes a la sicología5. - Casiano (360-430) dice que el aire está lleno de demonios. Se acentúa en esta época la opinión neoplatónica de los espíritus radicados en el aire elemental. El aire oscuro y caliginoso evoca la imagen de las tinieblas y de figuras espantosas. Casiano recomendaba recibir la eucaristía como remedio contra la posesión. En esto está de acuerdo con el Concilio de Orange (446) que recomienda la comunión a los posesos, pero en contra del Concilio de Elvira (306) que excluía a los energúmenos de la Eucaristía y del Sínodo de Ancyra (314) que los expulsaba de la Iglesia. Se perfilan así dos tendencias en el tratamiento de los posesos: una que sugería misericordia y ternura, y otra que recurría a los tratamientos duros y al exorcismo. Entre los que sugerían la misericordia están Nemesio de Emesa (s. IV), Código Lombardo (s. VII), Agobardo de Lyons (s. VIII), Regino abad de Prum (s. X). Entre los que estaban por la severidad tenemos a Michel Psellus (s. XII) que afirmaba que los demonios al tener cuerpos fríos, buscaban cuerpos calientes de hombres o de bestias para poseerlos. Guillermo de Auvernia (+1200) distingue entre enfermedades curables por el médico y la posesión curable por el exorcista. La máxima expresión de la enfermedad mental como consecuencia de la obra de los espíritus o de los demonios, se encuentra en la obra de Jakob Spranger y Heinrich Kräemer llamada el Martillo de las brujas o “Malleus maleficarum” (1487- 1489). Estos dominicos alemanes habían sido encargados por Bula del Papa 5 DE LA ROCHE, E.A. Lecciones de historia de la siquiatría, Edición Laboratorio Synthélabo, Colombia l999. 8
  • 9. Inocencio VIII, de realizar las tareas necesarias para identificar, castigar y exterminar a las brujas6. Juan Luis Vives, considerado el fundador de la sicología moderna, nació en Valencia España (1492-1540), en su libro “De anima et vita”, refuta el contenido del Malleus Maleficarum y califica a las denominadas brujas como enfermas. Posteriormente Johannes Weyer (1515-1588), en su obra “De prestigiis daemonum”, reafirma el criterio de enfermedad en las manifestaciones evidenciadas en las llamadas brujas. Paracelso (1493-1541), dentro de los muchos temas que le ocuparon, escribió la obra “Sobre las enfermedades que alteran la razón”. Para él, la enfermedad mental no es consecuencia de posesión demoníaca, sino que está producida por causas naturales y su tratamiento debe estar en manos del médico, opinión claramente avanzada para el espíritu de la época7. La Reforma Protestante La Reforma protestante aceptó básicamente las tesis sobre la brujería y la posesión diabólica. Lutero creía que sus enfermedades y sueños eran cosa del demonio. Las moscas que no lo dejaban leer y las ratas que perturbaban su sueño, eran demonios. La enfermedad mental era causada por el diablo y él mismo exorcizó a varios individuos. Una idea característica suya es interpretar el descenso de Cristo a los infiernos como una lucha cuerpo a cuerpo entre Cristo y Satán para conquistar a éste. Calvino también creía en las molestias directas de Satanás a los creyentes. Comienzo de una visión científica Prácticamente hasta el siglo XVI, la posesión diabólica fue asunto de la teología. En 1541, a partir de Paracelso, la medicina comienza a desconfiar de la posesión diabólica. En 1787, en Hodden Bridge, Lancaster, un médico aplicó choques eléctricos a unas muchachas con convulsiones. En l80l en el hospital Charite de Berlín se trató con opio a otras convulsionarias. Ya Pinel (1745-1826) había dicho que la posesión y el exorcismo eran simples patrañas8. En el siglo XIX, Charcot y Richer (Les demoniaques dans l`art. Paris, l887) compararon los síntomas de la posesión diabólica con los de la histeria9. J. de Tonquedec10, afirma que la Iglesia nunca ha exigido que se crea en la existencia de posesiones diabólicas pues no es una verdad revelada. Charcot (1825-1893) distingue en la gran histeria cuatro fases (epileptoide, grandes movimientos, alucinatoria, delirio final) que coinciden con los síntomas de posesión como arrebatos, rigidez, excitación motriz, convulsiones, parálisis, 6 DE LA ROCHE, E.A. o. c., BUSTAMANTE, J.A.; SANTA CRUZ, A. Siquiatría transcultural, Editorial científico-técnica, La Habana l975. 7 DE LA ROCHE, E.A. o. c. 8 Cf. E.H. Ackernecht. Kurze Geschichte der Psyquiatrie, Stuttgart l957, 42ss. 9 Cf. RICHER, P. Etudes cliniques sur la grande hysterie ou hystero epilepse, París, l885. 10 TONQUEDEC DE J. Les maladies nerveuses ou mentales et les manifestations diaboliques, París, l938. 9
  • 10. anestesia, conducta intrigante, y que se presenta en personas lábiles, sicópatas, con estancamientos en estados infantiles. W, Th. Winkler (Die hysterische fenhlhaltung. Munich, l958) indica así mismo que los rasgos del histérico (sugestionabilidad, refugio en la enfermedad, búsqueda de compasión y cuidados, dependencia de los espectadores) son parecidos a los que presenta la sintomatología del poseso. Pierre Janet (1859-1947) fue un investigador infatigable de los fenómenos presentes en la llamada neurosis histérica disociativa. Bajo la protección de Charcot en la Salpetrière de París, estudió muchos pacientes que sufrían lo que él denominó “disociación”, para considerar ciertos estados de la conciencia que se expresaban clínicamente como personalidades alternantes, fugas, anestesias y otros fenómenos histéricos. Escribió “L`automatisme Psychologique” (1907) y “Etat mental des Hystèriques” (1896), en los cuales describió y clasificó estos síntomas en forma no igualada hasta el presente11. S. Freud (1856-1939)12 analizando un caso de posesión diabólica, indica que el diablo es el sustituto inconsciente de ciertos aspectos de la personalidad paterna que inspira, en el neurótico, sentimientos inconscientes de carácter ambivalente. Se puede amar y odiar a una persona y, en este caso, el padre sería la imagen tanto de Dios como del diablo. La iglesia católica sigue aceptando lo dicho por el Ritual Romano de 1614 acerca de los signos de la posesión diabólica: glosolalia, criptognosis, fuerza descomunal y aversión a lo religioso. En el nuevo ritual de exorcismos (22 de Noviembre de l998) se acepta la realidad de la posesión diabólica pero atendiendo primero a los dictámenes médicos y sicológicos. Las posturas teológicas entre los cristianos hoy son: - Los teólogos evangélicos liberales toman distancia crítica. - Los teólogos católicos aceptan la doctrina oficial de la iglesia pero con la mediación de la medicina y la sicología. Aunque algunos remiten todos los casos a la siquiatría y niegan la posibilidad de la posesión diabólica. - Los teólogos de los grupos carismáticos y pentecostales (tanto católicos como protestantes) son acríticos. La siquiatría transcultural, por su parte, afirma que el presupuesto de la posesión diabólica es la creencia en el diablo propia de una cultura. Por eso no hay ateos posesos en cuanto no tengan una raíz cultural religiosa. Hay culturas en que la posesión es algo cultural y religioso (por ejemplo, santería, culto zar, chamanismo...). Y es una enfermedad histórica pues se presenta en tiempos y culturas concretas. Desde el punto de vista de la siquiatría clínica, los fenómenos histéricos y disociativos, habían perdido interés desde el comienzo del siglo XX y posteriormente a los estudios de Charcot, Janet y Freud. Pocos casos aparecen descritos en la 11 NOYES, A.P; KOLB, L.C. Siquiatría clínica moderna. La prensa médica mexicana, México l966. 12 FREUD, S. Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923 ((1922)). Obras completas, v. XIX, Amorrortu Editores, Buenos Aires l996, 67-106. 10
  • 11. literatura. Pero en los últimos años, ha vuelto el interés al aumentar los casos de posesión, trance y al renacer, en los medios religiosos, la demonología. En las clasificaciones de enfermedades siquiátricas aparecidas antes de las primeras décadas del presente siglo, las alteraciones sicógenas de la memoria y de la conciencia, se consideraban como parte de las denominadas histerias. Con la publicación de la primera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales (DSM-1) de la Asociación Siquiátrica Americana, poco después de la segunda guerra mundial, la distinción entre los conceptos de disociación y conversión, fue incorporada al sistema clasificador, pasando los síntomas relacionados con la amnesia y las alteraciones de inconsciencia, a formar parte de la reacción de Disociación. En la segunda edición (DSM-II, 1968), aparecen los síntomas disociativos y conversivos reunidos bajo la denominación de Neurosis Histérica, tipo de disociación y tipo de conversión. La disociativa se define como “alteraciones del estado de conciencia del paciente en su identidad, capaces de producir síntomas del tipo de la amnesia, el sonambulismo, las fugas y la personalidad múltiple”. Ya en la tercera edición revisada (DSM-III R), aparecida en l987, se modifica el término Neurosis y se utiliza la clasificación como Trastornos disociativos, dentro de los cuales, el numeral 300.15 se refiere a trastornos disociativos no especificados, en los cuales se incluyen Estados de Trance definiéndolos como alteraciones del estado de conciencia con respuesta disminuida o selectiva a los estímulos ambientales. Además, estados disociativos que pueden presentarse en individuos que han estado sometidos a períodos de prolongada e intensa persuasión coercitiva, por ejemplo, en miembros de algunas sectas. En 1994 aparece la primera publicación del DSM-IV, en la cual aparecen los trastornos disociativos clasificados así: Amnesia disociativa, Fuga disociativa, trastornos de identidad disociativos, Trastorno de despersonalización y Trastornos disociativos no especificados. En esta última categoría se incluye el trastorno disociativo de Trance. En la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10), publicación de la Organización mundial de la Salud, editada en l992 y que es el sistema de codificación aceptado internacionalmente, se registra la entidad que nos interesa, en la siguiente forma: - F 40-49. Trastornos neuróticos, secundarios a situaciones estresantes y somatomorfos. - F 44. Trastornos disociativos - F 44.3. Trastornos de Trance y posesión. Estos se describen así: Son trastornos en los que hay una pérdida temporal del sentido de la identidad personal y de la plena conciencia del entorno. En algunos casos el enfermo actúa como poseído por otra persona, espíritu, deidad o “fuerza”. La atención y la conciencia del entorno pueden limitarse a sólo uno o dos aspectos inmediatos y a menudo se presenta un pequeño pero reiterado conjunto de movimientos, posturas y manifestaciones expresivas. Son involuntarias o no deseadas e interfieren en la 11
  • 12. actividad cotidiana porque tienen lugar al margen (o son una prolongación de) ceremonias religiosas o culturales aceptadas. Afortunadamente, los criterios de las dos clasificaciones descritas (DSM-IV y CIE-10), se han homologado casi en su totalidad y en la presente investigación, los aplicaremos en la investigación seleccionada, para determinar clínicamente la ubicación pertinente si reúnen los requisitos mencionados. Para analizar los resultados de la presente investigación, hemos utilizado los criterios de investigación para el diagnóstico disociativo de trance del DSM-IV: A. Se cumplen los puntos (1) o (2) (1). Alteración temporal y significativa del nivel de conciencia. perdida de la identidad personal, sin que sea suplantada por cualquier otra identidad. (a). Disminución de la capacidad para reconocer y ser consciente del entorno, o atención selectiva y poco usual a ciertos estímulos ambientales. (b). Comportamientos estereotipados que se experimentan como fuera del control propio (2). Estado de posesión: alteración aislada y episódica del nivel de conciencia caracterizada por la suplantación de la identidad por otra diferente. Esto se atribuye a los designios de un poder o espíritu, una divinidad o u otra persona. a). Comportamientos o movimientos estereotipados que el individuo experimenta como si se encontrara bajo el control del agente que encarna la posesión. (b). Amnesia total o parcial después del episodio. B. El estado de trance o posesión no se considera una práctica normal en el contexto cultural o religioso. C. El estado de trance o posesión provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social. D. El estado de trance o posesión no aparece exclusivamente en el transcurso de un psicótico (se incluye el trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos y el trastorno psicótico breve) o de un trastorno de identidad disociativo, y no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o de una enfermedad médica. Debe hacerse un diagnóstico diferencial ya que pueden darse síntomas de otra enfermedad médica o resultar por consumo de sustancias, esquizofrenia, trastornos 12
  • 13. afectivos con síntomas sicóticos, trastorno sicótico breve, o epilepsia del lóbulo temporal13. 13 ASOCIACIÓN AMERICANA DE SIQUIATRÍA. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. DSM-IV, Masson, Barcelona S.A, 1995; ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. Trastornos mentales y del comportamiento, CIE-10. Descripciones clínicas y pautas para el diagnóstico, Meditor, Madrid l992. 13
  • 14. EL DEMONIO: SU NATURALEZA Y ESENCIA GONZALO SOTO POSADA 1. Siguiendo una propuesta de Giovanni Papini, distinguimos Demonología de Diabología. La primera se ocupa de las artes de los magos y los encantadores, de las costumbres y crímenes de las brujas, de las hechiceras, de los encantadores y genios parecidos. Trata de evocaciones y sortilegios, íncubos y súcubos, sábados y misas negras, posesiones y pactos con el diablo, satanistas y sus criados. La segunda se dirige al escrutinio de la esencia y naturaleza de Satán e indaga por su alma, culpa, caída, relaciones con Dios y el hombre, su potencia y sus encarnaciones14. Nos ocuparemos de ambos, pero con énfasis haremos depender la Demonología de la Diabología. 2. El camino para ello lo hemos hallado en el excelente artículo sobre el demonio de François Vandenbroucke y otros, publicado en el Dictionnaire de Spiritualité15. Siguiendo su método, dilucidaremos el sentido del demonio en la Escritura, en la literatura eclesiástica hasta Orígenes, en la literatura monástica más antigua, en Occidente; ello nos permitirá sacar conclusiones y como dice Papini, hacer una especie de Summa Diabológica16. 1. El demonio en el Antiguo Testamento  Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Profesor de Cultura Medieval en la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Experto en filosofía antigua y medieval. Entre otros ha publicado: La Función de la semejanza en las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, Gran América, Medellín 1980; Filosofía de los refranes populares, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1994; Los Refranes en el derecho y el derecho en los refranes, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1997; Los Refranes en la medicina y la medicina en los refranes, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1999; El perfil ético del egresado Bolivariano y su impacto en el medio, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1997, La sabiduría criolla, Verón Editores, Barcelona 1997; Diez aproximaciones al medioevo, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 1998. 14 PAPINI, GIOVANNI. El diablo. En: Obras. T. VI. Aguilar, Madrid 1963, 33-35. 15 T. III, c. 141 – 238. 16 PAPINI, GIOVANNI. o. c., 35. 14
  • 15. Paradójicamente, los escritos veterotestamentarios no pululan en afirmaciones sobre el demonio. Lo que los pueblos vecinos de Israel atribuyen a los demonios, el Antiguo Testamento lo relaciona directamente con Yhavé: enfermedades, castigos, muerte. Satán es un simple instrumento de Yahvé análogo a los ángeles. Incluso, más que un análogo angelical, es uno de los ángeles, que son enviados para ejecutar los designios divinos. Cuando en el prólogo del libro de Job (capítulos uno y dos) aparece con el nombre de “el Adversario”, “el Satán”, no se trata de un demonio sino de uno de los ángeles de la corte de Yahvé, cuyo papel es el de acusador público que hace respetar en la tierra la justicia y los derechos divinos. Sólo que este papel viene cumplido con hostilidad hacia el hombre: De “acusador” se convierte en “tentador”. La envidia de los bienes de la creación divina es su gran cualidad. En Zacarías (capítulos 3, 1–5; 3, 2; 3, 6–10), el “acusador” se presenta como adversario de Dios y sus designios salvíficos. En 1 Reyes 22, 19–22, el “espíritu de la mentira” asume la función de Satán, pero siempre como un agente divino que oye su llamado y respeta sus órdenes. Si a estas caracterizaciones de I Reyes, Job y Zacarías ya mencionadas, le agregamos las de II Samuel 24, 1 y I Crónicas 21, 1, los trazos veterotestamentarios del demonio quedan determinados: Lo que las religiones de las culturas vecinas representan como un rival del dios supremo, Israel lo transforma en puro instrumento de Yahvé con una función concreta: Acusador público. Se salvaguarda así la trascendencia del Dios único contra todo posible dualismo. Su nombre de “Satán” equivale a un oficio divino. Tan contundente es esta “biografía” veterotestamentaria del diablo que cuando se evocan demonios de las creencias populares de Oriente: Siyyin, se ‘irrim’ iyyim, ‘ohim (La Septuaginta los verá como daimonía), el hagiógrafo los asimila a simples animales salvajes de la regiones desérticas. El mismo Lilith, genuino demonio asirio, no es sino un mochuelo o ave nocturna (Isaías 34, 14). Tobías menciona “el demonio malvado Asmodeo” (3, 8; 8, 3), “el que hace perecer”. Tiene relación con Aêsma, uno de los demonios del parsismo. Su función es ser enemigo de la unión conyugal. Sólo que la liberación de Sara y la curación del viejo Tobías por obra del ángel Rafael reducen a Asmodeo a una buena pintura antropomórfica. Azazel se menciona en el Levítico con motivo de rito de la Gran Expiación (Levítico 16, 8. 10. 26). Más que un demonio (como lo hace la versión siria y la literatura judía apócrifa: Henoch) es un macho cabrío o víctima propiciatoria cuya función es llevar al desierto los pecados de Israel. Mas, esta "biografía" tiene un momento decisivo: el relato de El Génesis, uno de los más antiguos. Es el símbolo de la Serpiente. Creatura de Dios, dotada de ciencia y habilidad, que le sirven para triunfar y arruinar la obra de Dios; tentador que invita amistosamente a transgredir la prohibición divina. El resultado lo conocemos: el hombre es castigado; ella es maldecida. Ya se sabe cómo viene interpretada la Serpiente desde el Antiguo Testamento: es el diablo (Eclesiástico 25, 24; Sabiduría 2, 24). Aparentemente ha triunfado. Su fin verdadero es la derrota. Este triunfo de la humanidad sobre la Serpiente- Satán es el objeto de la Revelación Neotestamentaria y la obra salvífica de Jesucristo. 2. El Nuevo Testamento 15
  • 16. La diabología neotestamentaria hace uso de la literatura judía no canónica, en especial de Henoch, para hacer su "biografía". El pecado de los ángeles, ya expulsados del cielo por haberse rebelado contra Dios, ya descendidos a la tierra para unirse a las hijas de los hombres, dejan probablemente su huella en Ap. 12 y Lc. 10, 18 (la primera tradición, la de la expulsión) y en Judas 6 (la segunda y su unión con las hijas de los hombres). Su “biografía”, sin embargo, no se queda en estas representaciones surgidas de la “Biblia apócrifa”. Una rica semántica de variados hombres surge aquí y allá para designar la Serpiente de El Génesis: “El gran Dragón, la Serpiente Antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero” (Apoc. 12, 9; Cf. Jn. 8, 44; I Jn. 3, 8; II Cor. 11, 3). Los relatos de los Sinópticos hablan indistintamente, por ejemplo en la parábola del sembrador, de Satán (Marcos), del Malvado (Mateo), del Diablo (Lucas); en otros lugares es el “enemigo” (parábola de la cizaña), “el tentador” (Mt. 4, 3), Beelzebul, príncipe de los demonios (Mc. 3, 22; Mt. 9, 34; 10, 25; 12, 24–27; Lc. 11, 15–19). Beelzebul era una divinidad cananea cuyo nombre significa “Baal el príncipe”. La forma “Beelzebud” (Siríaca y Vulgata) es un juego de palabras despectivo que transforma dicho título en “Baal de las moscas”. San Pablo usa Satán, Diablo, el Malvado (II Tes. 3, 3; Ef. 6, 16), Tentador (I Tes. 3, 5). Pero añade un nombre propio, Beliar, que era la habitual designación judía del Diablo (II Cor. 6, 15). En Ap. 12, 10 conserva la función de acusador de los elegidos en el tribunal de Dios, como en Job y Zacarías (ho katégoros). El mismo papel cumple en I Pedro 5, 8 (ho ãntídikos). Pero no para allí la semántica. Es el “príncipe de este mundo” (Jn. 12, 31; 14, 30; 16, 11), el “dios de este siglo” (II Cor. 4, 4). Con ello vienen opuestos el Reino de Dios y el Reino de Satán. El Reino Satánico que coincide con la era antes de la venida del Mesías (Hch. 26, 18; Gal. 1, 4), Jesús lo sustituye por el Reino de Dios (Mt 3, 2; Jn. 3, 3–5; Rom. 14, 17), que es el suyo propio (Mt. 13, 41; Jn. 18, 36; Col. 1, 13; Ef. 5, 5; I Jn. 3, 8). Aquí entramos en un tema de primera importancia: La relación Jesús–Demonio. El relato de las tentaciones es paradigmático. Su horizonte es claro: El Mesías debe escoger entre los caminos de Dios y los propuestos por el Tentador que, como en El Génesis, se presenta como el amigo y el consejero. Estas vías satánicas son las de los “magos” de los que habla Flavio Josefo en sus Antigüedades Judías (L. XX, c. 5; c. 8, 6). Jesús se va contra ellos y de frente a esos poderes sobrenaturales de mero prestigio personal propone un signo: “el signo de Jonás”, es decir, su propia muerte y resurrección asociadas al banquete pascual. Este es su reino. Desde este su reino hay que entender la curación de los enfermos y la liberación de los poseídos. Pedro lo dice claramente delante de la familia de Cornelio: “vosotros sabéis cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch. 10, 38). No sobra recordar que en la mentalidad judía la enfermedad corporal era el efecto y el signo de las potencias del mal, estableciéndose un nexo entre el mal físico y el mal espiritual. Estas curaciones son un signo del Reino como Salvación de la tiranía del diablo. Lo mismo vale para la liberación de los poseídos. Los Sinópticos narran cuatro: (Mc. 1, 23ss; 5, 1ss; 7, 24ss; 16
  • 17. 9, 17ss con sus respectivas concordancias). Es la prueba de la llegada del Reino. La misma muerte de Jesús es " para aniquilar al señor de la muerte, es decir, al diablo” (Hebr. 2, 14). Pablo interpreta esta muerte como una acción de los demonios, “príncipes de este mundo” (I Cor. 2, 8). Su triunfo, como el de la Serpiente, es aparente. Con su muerte, Cristo derrota al demonio, hora en que éste “es arrojado fuera” (Ap. 12, 9–13). Es el triunfo de Dios sobre Satán17. Triunfo que alcanzará su plenitud en la parusía (I Cor. 15, 24–28). Por eso, la vida del cristiano, como la de Cristo, viene pensada como una lucha contra Satán (Ef. 6, 12). Pedro lo pinta como un león rugiente buscando a quien devorar (I Pe. 5, 8). Es el tentador que, como en el Paraíso, intenta separar a los hombres de Dios (I Jn. 3, 8; I Cor. 7, 5; Hch. 5, 3–4; I Tes. 3, 5). Es el padre del pecado, no una mera personificación de las fuerzas del mal, de la concupiscencia carnal (Rom. 5, 12). El pecado proviene del diablo y del hombre que se deja seducir por él (Ef. 4, 27; Jn. 8, 41. 44); I Jn. 3, 8). El “mundo”, en este contexto, es el reino de Satán, tal como lo desarrollan los textos joánicos. De ahí la tragedia del cristiano: es una lucha a muerte entre la escogencia de Dios o Satán, de la Verdad o el Mal (II Cor. 6, 14 ss; I Jn. 5, 19–20). El Juicio Final lo decidirá definitivamente (Mt. 25, 34– 41). ¿Cómo opera Satán para tentar? Por la mentira (Jn. 8, 44; I Tim. 4, 1 ss), el camuflaje en ángel de luz (II Cor. 11, 14), las trampas (I Tim. 3, 7; 6, 9; II Tim. 2, 26), las insidias (Ef. 6, 11), los engaños (II Cor. 2, 11), la cizaña (Mt. 13, 25), las tinieblas (II Cor. 6, 14; Ef. 6, 12; I Tes. 5, 5; Rom. 13, 12; Jn. 3, 19; 8, 12; 12, 35–36). Ante estos ataques, el cristiano solo sucumbe, pero con la gracia de Cristo vencerá. Es el sentido soteriológico de la fe en Cristo (I Jn 2, 13). Sin embargo, el toque de gracia neotestamentario es el Apocalipsis. El capítulo 12 es una síntesis de la diabología bíblica. Allí hay tres pinturas que se implican mutuamente. La primera se desarrolla en la tierra. Es la lucha entre Satán y Cristo. Satán se presenta como un gran Dragón de siete cabezas y diez cuernos coronados por siete coronas, que intenta devorar un niño parido por una mujer 17 El Catecismo Holandés, Herder, Barcelona 1969, 110-111., interpreta las curaciones de Jesús como un símbolo de la lucha de Jesús contra el mal y el maligno. A Jesús le importa la curación del pecado. El Reino de Dios es lucha contra el mal. En cuanto a los “poseídos por el demonio” dice que poseído no es un hombre pecador. Es alguien que no es él mismo y da signos de locura y frenesí. Son enfermos. Jesús ve allí la acción del demonio. Satanás es para Jesús un poder personal. Sus liberaciones son, por lo mismo, curaciones del mal del maligno. El Catecismo de la Iglesia Católica al ocuparse de los signos del Reino de Dios: milagros, prodigios y signos, los interpreta como la derrota del reino de Satán. “Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios. Anticipan la gran victoria de Jesús sobre «el príncipe de este mundo»” (N. 547– 550).5 Es el célebre “milenarismo” que tanta tinta ha hecho correr. Recomendamos esta bibliografía: COHN, NORMAN. En pos del Milenio, Barral, Barcelona 1971; DUBY, GEORGES. El Año Mil, Gedisa, México 1989; FOCILLON, HENRY. El Año Mil, Alianza Editorial, Madrid 1952. 17
  • 18. misteriosa, envuelta en el sol y coronada de doce estrellas. El monstruo parece tener ya ganada su presa, pero ésta escapa, “arrebatado a Dios y a su trono” (12, 5). Es una alusión clara a la muerte, resurrección y ascensión de Cristo que el cuarto Evangelio designa con la expresión “glorificación” de Cristo. La segunda fase, paralela en el tiempo a la primera o incluso anterior, nos da la explicación: El Dragón es “la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás” (12, 9) y con el Acusador de Job y Zacarías (12, 10) es un rebelde y un vencido, pues Miguel lo vence y lo precipita en la tierra. El relato se inscribe en la tradición judía de La Vida de Adam y Eva, c.13–16: Cuando la creación de Adam, Miguel y sus ángeles rinden homenaje a Adam como imagen de Dios. No así Satán que se niega a honrar a un inferior, por lo cual es despojado de su gloria y desterrado a la tierra, lleno de odio, envidia y enemistad contra el hombre. En este contexto, el autor del Apocalipsis reinterpreta esta tradición judía y ve en Cristo la imagen perfecta de Dios, a la que Satán se niega a adorar. Viene la tercera fase. Vencido por Miguel y por Cristo, Satán persigue a la mujer, no la puede alcanzar y se dedica a hacerle la guerra al resto de su descendencia (12, 17). De nuevo es vencido, “arrojado en el abismo y encadenado por mil años” (20, 3)18 y finalmente “arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (20, 10). Es clara la intención del autor. Si la mujer misteriosa es tanto la Iglesia como María, la nueva Eva que en el Calvario termina de dar a luz a Cristo y a sus cristianos, se deduce el papel de María en este conflicto entre Cristo y Satán. En definitiva, en el Nuevo Testamento, Cristo ha liberado a la humanidad, con su muerte y resurrección, del poder de los caballeros de Satán. El bautismo es, en este contexto, la ruptura con el Demonio y sus cadenas y la participación en la liberación obrada por Cristo, cuyo triunfo definitivo es la parusía. 3.. Demonología platónica y neoplatónica Los primeros pensadores cristianos, además de la Sagrada Escritura, tuvieron que afrontar una demonología filosófica elaborada por la paideia griega, en especial platónica y neoplatónica. Desde Platón hasta Plutarco, los griegos elaboraron una concepción del Daímon como una potencia benefactora a la cual se le ofrecen sacrificios y oraciones. Platón en El Banquete define el mundo demoníaco (daimónion) como intermediario entre el mundo de los dioses y el de los mortales, entre los cuales dicho mundo establece un lazo. De ahí su función. Los daimónes transmiten a los dioses las oraciones y los sacrificios de los hombres y a los hombres las órdenes y los bienes divinos (202 d). Pero es el siguiente pasaje de Platón el que marcó la pauta de su hermenéutica: “De ellos proceden la mántica y la ciencia de los sacerdotes, los sacrificios, las iniciaciones, los encantamientos, la adivinación, la magia“ (202 e - 203 a). Aparece así determinada su naturaleza: intermediarios entre el 5 Es el célebre “milenarismo” que tanta tinta ha hecho correr. Recomendamos esta bibliografía: COHN, NORMAN. En pos del Milenio, Barral, Barcelona 1971; DUBY, GEORGES. El Año Mil, Gedisa, México 1989; FOCILLON, HENRY. El Año Mil, Alianza Editorial, Madrid 1952. 18
  • 19. arriba y el abajo, partícipes a la vez de la mortalidad y la inmortalidad, mediadores entre los dioses y los hombres, fundamentos del culto y sus diversas formas, su esencia bondadosa, su relación con los oráculos, la magia y los encantamientos. Esta naturaleza, en especial, su carácter bondadoso, la precisa Platón mucho más en su Epínomis. Aquí analiza la jerarquía de los daimónes en relación con la de los elementos. Los ubica en el nivel del aire. De ahí su carácter intermediario. Tienen una maravillosa ternura con los hombres de bien. Es necesario rezarles para lograr mensajes favorables (984 e – 985 b). Jenócrates, su discípulo, completa esta “biografía” del demonio. Asimila los demonios a las almas y distingue entre buenos y malos demonios, más allá de su maestro. Lo que en el culto es inhumano, como los sacrificios sangrientos o lo que en los mitos es cruel e impuro, es obra de los demonios malos. Por lo mismo, a estos últimos hay que rendirles culto para aplacar su cólera. El neoplatonismo, con Plutarco, Máximo de Tiro, Apuleyo, Celso, Porfirio, Jámblico, completan el cuadro. Plutarco es fundamental. En su De Iside et Osidire y De Defectu oraculorum, aparecen sus tesis. Los demonios son almas en un estado intermediario. Pueden devenir dioses o mortales; moran en el aire, entre el cielo y la tierra. Participan de las pasiones humanas. Son buenos o malos. Los malos provocan las pestes y las guerras. Hay que aplacarlos por los sacrificios. Cuando los mitos hablan de crueldades e inmoralidades, su causa son estos malos espíritus, no los dioses. Los buenos demonios asisten a los hombres y los inspiran, en especial a través de los oráculos y los cultos de iniciación mistérica. Máximo de Tiro, por el contrario, vuelve al planteamiento platónico: los demonios son buenos, consejeros de los hombres, causa de los oráculos, los sueños y las inspiraciones, cuidan a los hombres por mandato divino, lazos de unión entre la debilidad humana y la bondad divina, curan enfermedades, aconsejan a los que dudan, anuncian las cosas ocultas, acompañan a los viajeros. De ahí su esencia a mitad de camino entre la inmortalidad de los dioses y el páthos humano, almas liberadas del cuerpo pero que los dioses mantienen acá en el mundo de las apariencias para asistir o castigar a los débiles humanos, cada uno de los cuales tiene su demonio propio. A todo este ambiente filosófico griego hay que agregar las tesis iraníes, ya gnósticas, ya maniqueas, sobre la dualidad del bien y del mal como constitutivo del mundo y del hombre, modo de resolver el problema del origen del mal en general y de la tentación en particular. Los Padres de la Iglesia, en términos generales, rechazan estas concepciones. Los sacrificios, oráculos, iniciaciones... son idolatría y perversión. Los ángeles buenos cristianos nada tienen que ver con estos ritos. Así, los ritos griegos sólo son expresión de su error religioso – filosófico, que se dirigen a los ángeles malos creyéndolos buenos. Tal es la astucia del demonio: confunde a los hombres y con ellos a sus culturas. Aparece así una tesis patrística clave: El paganismo es un culto al demonio. En ello, la Patrística continúa la línea neotestamentaria que asimila ritos paganos y culto a los ángeles malos (I Cor. 10, 20; Ap. 9, 20) y se sirve de un texto capital del Judaísmo palestino, ya citado antes: El Libro de Henoch. Aquí hallan los Padres varios elementos: el origen de los ángeles malos; son ángeles buenos que se 19
  • 20. enamoraron de las hijas de los hombres; son castigados y encerrados en el abismo hasta el juicio; de su unión con las mujeres nacen los gigantes; los demonios son las almas de estos gigantes que causan a los hombres todos los males y los separan de Dios; pecaron por lujuria y han enseñado a los hombres las practicas mágicas; se hacen adorar como dioses; hay un jefe de los demonios: Beliar, Satán o Mastema, que disputa con Dios las almas de los hombres. Las tesis son, entonces, encontradas y contrarias. Es lo que tienen que dilucidar los Padres de la Iglesia: lo griego y su relación con lo cristiano y viceversa. 4. Los Apologistas Un texto de Justino (muerto entre el 163 y el 167) en La Segunda Apología19, nos pone ya en el ámbito cristiano patrístico: “Dios confió el cuidado de hombres y criaturas que están bajo el cielo a los ángeles que puso a su cabeza. Pero los ángeles, violando esta orden, buscaron la unión con mujeres y engendraron unos niños que nosotros llamamos demonios. Luego, esclavizaron al género humano, ya por la magia, ya por el temor y los tormentos que les hacían sufrir, sea haciéndose ofrecer sacrificios, inciensos y libaciones, cosas de las que son ávidos, luego que se convirtieron en esclavos de las pasiones; sembraron entre los hombres la muerte, la guerra, el adulterio, la intemperancia y todos los males. Los poetas y los mitólogos no sabían que eran los ángeles y los demonios nacidos de ellos los que habían cometido todos los horrores que relataban: las faltas contra la naturaleza, los adulterios, los crímenes contra ciudades y naciones; estos poetas mitólogos atribuyeron a Dios mismo y a sus hijos, a sus pretendidos hermanos, Poseidón y Plutón y a sus críos, todo ello. Dieron a cada uno de ellos el nombre que cada uno de los ángeles escogió para él o sus hijos”. El argumento de Justino es radical: los dioses paganos son perversos y equivalen a los ángeles caídos cristianos. Ellos hicieron condenar a Sócrates20, ahora tratan de alejarnos de Cristo (XIV, 1, 348). Para engañarnos, parodian los dogmas y los ritos cristianos: Belerofontes, Perseo, Asclepio son imitaciones mentirosas de Cristo (LIV, 7-8, 410); los baños rituales imitan el bautismo (LXII, 1-2, 421); los misterios de Mitra a la Eucaristía (LXVI, 1-4, 428-429). En definitiva: todo lo griego es mentira demoníaca. Taciano (muerto entre 175-180), su discípulo, continúa la argumentación: el paganismo es demoníaco. Los demonios son ángeles caídos. Sólo que él no se liga a la tradición de El Libro de Henoch, de Justino, ya analizada (el relato de Gen. 6, 1-6 y los gigantes) sino a la otra tradición apocalíptica: Apocalipsis de Baruch LVI, 7; Vida de Adam XV, 1-2; Ascensión de Moisés21. Aquí el jefe de los demonios era el primero nacido y el más inteligente de los ángeles. En su orgullo quiso hacerse adorar de los hombres. Dios lo rechazó. Se convierte así en demonio y los que lo siguieron 19 V, 2 – 6, PG 6, 452 – 453. 20 Primera Apología, V, 3, PG 6, 336. 21 Cf. ORÍGENES, De Principiis III, 2,1. 20
  • 21. formaron su séquito22. La caída de los ángeles se relaciona con la creación del hombre. Esta relación hace que desde Taciano la demonología sea idolatría: Esta es en su esencia culto demoníaco. Los hombres se dejan engañar y los adoran. Los engaños son sus prestigios: Visiones, curaciones, magia (fórmulas escritas, hierbas, raíces, reliquias), la adivinación y la astrología que identificó las constelaciones y los planetas con las divinidades greco-romanas. Como éstas son demonios, los hombres se dejaron engañar pensando que el destino depende de los astros; de ahí que les rindan culto, olvidando al Dios único y verdadero23. Esta identidad planetas–demonios es clave en Teodoto, según el testimonio de Clemente Alejandrino. El destino es el resultado de la acción de los demonios que gobiernan por los astros. Los demonios son bandidos que obran por el zodíaco y los planetas. Influyen en el alma por medio del cuerpo. Cristo nos libera de esta fatalidad gracias a su Providencia. Es el sentido del bautismo pero en especial de la Gnosis, que es la perfecta liberación, ya que el bautismo no produce dicha liberación: Los demonios siguen atacando al alma a pesar del bautismo24. Entra en escena la complicada relación Gnosticismo y Cristianismo, que dió, da y seguirá dando tema para múltiples y variadas interpretaciones25. Atenágoras compone entre el 175 y el 180 su célebre Legatio pro christianis dirigida a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo. Allí sostiene que los elementos y estatuas adoradas por los paganos no tienen ningún poder. Sin embargo, se producen actos atribuidos a estos ídolos. La razón es que su causa son los demonios. ¿Cómo aparecen éstos? Los ángeles fueron creados buenos para administrar por mandato divino el mundo material. El orgullo los perdió. Aparecen los demonios como ángeles caídos. Entre ellos está el “Príncipe de la materia” (el “Satán” de Justino, el “Primero Nacido” de Taciano), los ángeles que cayeron en el deseo de las hijas de los hombres y los demonios que son las almas de los gigantes, nacidos de la unión de los ángeles y de las hijas de los hombres. Así intenta conciliar Gen. 3, 1-4 y Gen. 6, 1-3. Caídos del cielo se hallan en el aire y la tierra suscitando ataques interiores y exteriores, que es lo que los griegos llaman eímarméne o destino, que nada tiene que ver con la Providencia cristiana. A estos demonios se les ofrecen sacrificios, verdadera idolatría, máximo cuando son confundidos con los dioses, que son solo hombres. De este modo une Atenágoras las tesis de Taciano (concepción 22 Oratio adversus Graecos 7, PG 6, 821. 23 Estas tesis son rebatidas por los pensadores greco-romanos del siglo II, en especial por Máximo de Tiro y Aelius Aristides. El primero habla de apariciones como los Dioscuros; muestra la relación demonios- sueños- oráculos. El segundo reporta curaciones milagrosas en Asclepios. En cuanto a la magia, los papiros mágicos, los escritos pseudodemocritianos, el mago Orastes, y su fama, permiten deducir la importancia de la ecuación planetas – dioses – demonios para la mentalidad pagana de este siglo. Se produce así una interesante simbiosis de helenismo y elementos egipcios y caldeos. 24 Cf. Excerpta ex scriptis Theodoti, PG 9. 25 Cf. ORBE, ANTONIO. Introducción a la Teología de los siglos II y III, Sígueme, Salamanca 1988. 21
  • 22. demoníaca de la idolatría) y el evemerismo: Los dioses son antiguos soberanos o héroes divinizados en virtud de sus hazañas. Por eso, los mitos son una sublimación psicológica que viene de los demonios26. Clemente de Alejandría (ca. 150 - ca. 215) cierra la posición de los apologistas cristianos sobre los demonios. Estos daímones son ángeles caídos, sensuales, perversos, ávidos de sangre, crueles, encarnizados contra los hombre. Por lo mismo, su culto es idolatría y no lleva sino a la superstición27. Los griegos no se quedan callados al oír estas críticas de los apologistas del siglo II. Probablemente en el 178 Celso escribe su Discurso Verdadero. Es una apología del paganismo. Los ángeles buenos de los cristianos son los demonios y dioses subalternos griegos. Estos administran el mundo material, son benefactores de los hombres, hablan por sus oráculos y apariciones, protegen las ciudades. Por eso, hay que rendirles culto. Si no, dejarán de proteger al Imperio y la impiedad de los cristianos causará su ruina. Este culto debe ser ordenado y jerárquico. Los dioses inferiores como culto popular son el objetivo de la magia, los oráculos y los sacrificios. El dios supremo es el Dios de la religión filosófica al cual se le rinde el culto en espíritu, que no necesita del culto rendido a sus servidores, los daímones inferiores. Son, por lo tanto, uno y otros, verdaderos seres superiores y dispensadores de bienes. 5. Los dos Espíritus o el lío de la tentación Las exposiciones más antiguas de moral cristiana contenidas en la Didaché y el Pseudo Bernabé son construidas desde un esquema dualista: hay dos vías, la de la luz y la de las tinieblas. El esquema se repite en el Pastor de Hermas, el Paedagogus de Clemente de Alejandría y los escritos de Orígenes. El problema ya no es la idolatría del culto demoníaco sino la tentación. ¿Cuál es su origen: el hombre mismo, Dios, el demonio? ¿Qué relación hay entre el aspecto psicológico y el demoníaco de la tentación? Veamos las respuestas. Comencemos por el Manual de disciplina, uno de los manuscritos de Qumrân, que pone las bases de la temática que nos ocupa. Sus tesis claves son éstas: Hay dos Espíritus, uno bueno, el príncipe de las luces, y el otro malo, el ángel de las tinieblas, cada uno con un ejército a su mando; los dos fueron creados por Dios; sus vías son opuestas: del de las luces vienen las buenas inspiraciones y del de las tinieblas todas las malas inclinaciones; entre ellos y sus armadas hay lucha permanente, la cual se da en medio de los hombres, expuestos así a la tentación entre el bien y el mal. Así, la clave aquí es que hay dos principios para el bien y para el mal. Este viene de la sugestión del príncipe de las tinieblas y sus ángeles, cuya vía es el camino de la maldad. Sólo que todo ello es el orden hecho y querido por Dios. Los intérpretes ven en estas tesis una especie de determinismo propio de los esenios . Sigamos con los Apócrifos Judíos. La doctrina de los dos Espíritus se halla en estos escritos. Comencemos con El Testamento de los doce Patriarcas. Aquí los 26 Cf. Legatio pro christianis, PG 6. 27 Cf. Protréptico, Paedagogus y Stromata, PG 8-9. 22
  • 23. Espíritus son presentados como inclinaciones (diaboúlion): dos vías, dos modos de obrar, dos fines. La palabra diaboúlion es el equivalente de la hebrea Yeser28. Las inclinaciones malas se ligan a los espíritus del mal y las buenas a los del bien. Con el Cuarto Esdras el judaísmo alcanza su clímax en la reflexión sobre la tentación y el pecado. Sigue la perspectiva rabínica del Yeser como disposición mala, lejos de la mirada esenia de la sugestión diabólica. El lugar del Yeser es el corazón. Estaba en el corazón de Adam desde el principio. Es así la propensión al pecado. Adam le dió su consentimiento y con ello esta propensión se transmitió a su linaje, lo que hace del pecado algo inevitable. Pero viene la tragedia: Todo pecado merece castigo. ¿Estamos entonces condenados para siempre? El autor intenta varias soluciones. La primera es que la dominación del Yeser no quita la libertad. El hombre se puede convertir. La segunda es que Dios es misericordioso y nos da la gracia. El mal, pues, es esta relación trágica libertad-gracia. No viene de Dios como lo planteaba el Manual. La libertad es la posibilidad del mal, no las huestes demoníacas. Pasemos a los círculos helenísticos. Filón en su De praemiis et poenis (11, 63) sostiene la tradición rabínica de los dos Yeser como disposiciones contrarias incrustadas en el alma desde la creación, dejando de lado la tradición esenia de los dos Espíritus. Pero en las Quaestiones in Exodum (I, 23) conservadas en armenio, aparecen las tesis del Manual de Disciplina: El bien y el mal se deben a la acción de dos potencias contrarias; éstas entran en el alma desde que nacemos; repartición desigual de estos dos Espíritus entre justos y malvados; conflicto de los Espíritus en todo hombre. Sólo que a esta tradición esenia agrega una tesis dualista cosmológica del helenismo: el microcosmos (hombre) es una imagen del macrocosmos o universo. El mundo es una mezcla de dos poderes. La potencia benefactora se asimila al cielo. La perversa, a la tierra. Esta es la causa de las guerras, las pestes y los males. Plutarco, inspirado en Zoroastro y en Las Leyes (896 d) de Platón, dirá que todo acaece por dos principios opuestos. Desde Zoroastro hay dos dioses, uno del bien y otro del mal. El primero es Dios; el segundo es el demonio. Según Platón, continúa Plutarco, el mundo fue puesto en movimiento por dos almas: una crea el bien; la otra, el mal. Esta mezcla de bien y mal es propia del mundo sublunar y su variabilidad, no así del mundo supralunar, morada de los dioses y de los astros y su regularidad. La esfera terrestre y sus agitaciones es la residencia de los demonios. Los astros mismos, según otra tradición caldea heredada por Plutarco, nos son favorables o desfavorables. Es el aspecto astrológico de la doctrina de los Espíritus, que no puede separarse de la demonología plutarquiana. Los cristianos aceptan esta tradición platónica de la oposición entre el mundo celeste regido por los ángeles y el mundo terrestre donde operan los demonios. Pero el lazo de unión entre los ángeles malos y la materia o perigeo no surge de la naturaleza de las cosas como en los platónicos, sino de la caída del “ángel de la tierra”: el príncipe de la materia y su séquito fueron puestos por Dios para administrar la materia y sus formas. Se rebelan y del firmamento donde fueron colocados caen al 28 Cf. Eccli. 15, 14. 23
  • 24. aire y a la tierra. Así aparece en Atenágoras29, en la Demostración de Ireneo donde la caída del “Kiliarco administrador” es efecto de sus celos frente al hombre (11-16; PO, t. 12,1913, p. 762-764), en el De resurrectione (I,37) de Metodio de Olimpo, en la Oratio Catechetica Magna de Gregorio de Nisa (6,5; PG 45, 29 bc). Las Homilías pseudo-clementinas del siglo II se ligan con la tradición del Manual de disciplina pero recreándola desde otra doctrina helenística, que no es la platónica de los dos mundos. De la tradición judía toman el tema de los dos Espíritus que luchan entre sí para apoderarse de los hombres, en los que batallan sus inclinaciones buenas y malas y las dos vías que se les ofrecen. A esta tradición agregan la doctrina apocalíptica de los dos Eones, el tiempo presente y el tiempo futuro; como la tesis gnóstica de la oposición masculino-femenino. La doctrina helenística es la tradición filosófica platónico – estoica de los cuatro elementos. Dios los crea y de su mezcla surgen las voluntades buenas y malas. ¿Y el mal? En esta reflexión psudo-clementina se desarrolla una respuesta optimista: El mal es la lucha de contrarios cuyo final es la anulación del mal, mero accidente y no más. Es la demonología ebionista: Satán será derrotado y se convertirá en bueno. Para ello están las combinaciones y anulaciones de los contrarios30. En este mismo siglo hay un texto capital que sirve de base a la catequesis moral cristiana. Es el Duae Viae. Como su nombre lo indica, hay dos vías para el hombre regidas por dos ángeles: el de justicia y el de iniquidad, la luz y las tinieblas, los ángeles de Dios y los ángeles de Satán. De ahí las virtudes y los vicios, las recompensas y castigos eternos. El demonio nos lleva, pues, al vicio. Pero es el Pastor de Hermas el que marca un hito en la demonología y espiritualidad cristianas. Hay dos caminos: el de la justicia y el de la injusticia, presididos por dos ángeles o Espíritus. El hombre está ante, en y con ellos. Debe elegir. El primero es el de la santidad, la castidad, la temperancia, las obras justas. El segundo es el de la cólera, el odio, el derroche, el lujo, el orgullo, la ostentación, los excesos. Ambos espíritus son incompatibles. Pero el de la injusticia es de tal debilidad, a pesar de que viene del diablo, que la oración tiene el poder de expulsarlo, máximo cuando se tiene la protección del ángel bueno. La vida es esta lucha entre el bien y el mal. Ya esta tesis no la abandonará el Cristianismo. Se ve en la Vida de Antonio de Atanasio, en el Paidagogus de Clemente Alejandrino, en la espiritualidad de Orígenes, en los Ejercicios de San Ignacio. En el Pastor, los vicios son espíritus malos perversos y personales que se apoderan del alma. Esta es su casa. 6. Demonios y vicios Los Cenobitas de Qumrân, en el ya citado Testamento de los doce Patriarcas, además de la ya explicada doctrina de los dos Espíritus, plantean otra tesis que hará carrera en el Cristianismo: el Demonio está presidiendo todas las faltas: cólera, 29 Legatio pro christianis 24-25; PG 6, 945b-949e. 30 Cf. PG 2. 24
  • 25. asesinatos, envidias, lujuria... El Testamento de Rubén pone en relación los siete pecados capitales con siete demonios, asignándole a cada demonio su casa en una parte del cuerpo. Así, poniendo un ejemplo, el espíritu de fornicación se asienta en la naturaleza y los sentidos. Orígenes cita explícitamente este texto (In Josue XV, 6). El Nuevo Testamento habla de los siete demonios en dos pasajes. El primero es Lc. 8, 2. Aquí Cristo expulsa siete daimónia de la pecadora de Magdala. El segundo es Mt. 12, 4–5. Se trata del espíritu impuro que sale de un hombre, vaga sin reposo por lugares áridos, retorna a su casa y toma consigo otros siete pnéumata para regresar donde el hombre y habitar allí. En el ebionismo la relación demonio–cuerpo es paradigmática: “los demonios arden de deseo por entrar en los cuerpos, porque, aunque espíritus, desean comer, beber, copular. Así se introducen en los cuerpos humanos para darse los órganos de los que carecen y conseguir sus fines”31. Una vez entrados se mezclan con el alma, les inspiran malos pensamientos que los hombres consideran como impulsos propios (logismoí). Este nombre (logismós), de origen estoico, designa en Orígenes y Evagrio los demonios de los vicios. En los ebionitas son las pasiones humanas consideradas como verdaderas posesiones diabólicas. Su expulsión se logra por el ayuno y la fe. Pero, sobre todo, por el bautismo, la invocación del nombre de Cristo y los exorcismos. La tesis del bautismo como exorcismo se halla también en el Pseudo– Bernabé, Orígenes y Cipriano. 7. Diabología Estoica Los estoicos tienen una peculiar concepción del alma que se relaciona con El Testamento de Rubén ya explicado, en especial lo que tiene que ver con el septenario. A la tesis platónica del noús y las dos pasiones principales, el tymós y la epithymía (las célebres almas irascible y concupiscible), el estoicismo opone una concepción monista del alma como un todo (hegemonikón), de donde proceden las fuerzas vitales. Estas son siete y son designadas por el término pnéumata. Esta psicología pasa fácilmente a la demonología esenia de El Testamento de Rubén debido a que el hegemonikón es considerado como un daímon o demonio personal y a que el término pnéumata puede designar tanto una fuerza vital como un espíritu personal. Oigamos el autor de El Testamento: “siete espíritus se le dieron al hombre para que por ellos haga todas sus obras” (2, 2). Los siete espíritus son los cinco sentidos, el sentido de la palabra y el instinto sexual (2, 3-9). La conexión con el estoicismo es clara. Nemesio en su obra Sobre la naturaleza del hombre (II, 96) hablando de las partes del alma según Zenón dice: “Zenón el estoico dice que el alma tiene ocho partes, dividiéndola en la parte dirigente, los cinco sentidos, la parte relacionada con el habla y la parte relacionada con la procreación”. La octava parte es el espíritu del sueño. La diferencia está en que el daímon estoico es de naturaleza buena, no perversa. La virtud y el vicio tienen que ver con la ataraxia o control de los pasiones, no con los daímones como en El Testamento. 31 Homilías Clementinas IX,10, PG 2, 248. 25
  • 26. 8. Gnosticismo y demonios Si le creemos a Clemente de Alejandría, la diabología de Basílides era ésta: “Los discípulos de Basílides acostumbran designar las pasiones por la palabra prosartémata (apéndices). Dicen que estas pasiones tienen una subsistencia propia, como especies de espíritus (pnéumata), que se adhieren al alma racional inmediatamente después de una dificultad y de una confusión anterior, y que otras naturalezas, inferiores y extrañas a estos espíritus, se agregan a ellas, naturalezas de lobo, de mico, de león, de ciervo, cuyas propiedades al operar sobre la imaginación asimilan las pasiones del alma a los animales. Así, el hombre, según Basílides, contiene en un solo cuerpo una armada de tantos espíritus diferentes”32. Aquí hay elementos platónicos: las pasiones como un ejército de bestias33; elementos estoicos: la categoría prosartémata es de Marco Aurelio34, que la utiliza para referirse a las pasiones. No queda claro, sin embargo, el carácter diabólico de los pnéumata. Pero Clemente cita enseguida un texto de Valentín, donde no hay lugar a dudas: los pnéuma son daímones que son la causa de todas las porquerías del corazón humano, el cual se convierte así en su residencia (oiketérion)35. Clemente discute estos textos gnósticos. La tesis de las pasiones como prosartémata destruye la libertad. El Cristiano sabe que las potencias (energeíai) diabólicas y los espíritus impuros lanzan su semilla sobre el alma. Es alusión al texto de Mt. 13, 25: el demonio siembra (epispeírein) la cizaña. Además, lo que es expulsado no son los demonios sino el pecado. Hay demonios de los vicios que habitan el cuerpo, pero las pasiones no son espíritus personales pues entonces el hombre sería una legión de demonios36. Esta polémica no desaparecerá de la antigüedad cristiana. La tesis de la unión sustancial de demonios y alma será lugar común en los ebionitas, gnósticos y mesalianos. Los cristianos ortodoxos la critican, en especial Diadoco de Fótice y Genadio de Marsella. Mas, la tesis de los demonios como animales perturbadores tendrá acogida en textos capitales del Cristianismo como la Vida de Antonio de Atanasio que, en un paralelo sorprendente con los ofitas, identifica los siete demonios de los vicios con formas animales: león, toro, dragón, águila, oso, perro, burro. La iconografía cristiana será rica en estas representaciones. 9. El Hermetismo En el Corpus Hermético la relación demonios-vicios es fundamental. El Tratado XIII habla de los doce “verdugos” del hombre: ignorancia, tristeza, incontinencia, concupiscencia, injusticia, deseo, engaño, envidia, fraude, cólera, precipitación y perversidad. Estos “verdugos demoníacos” son expulsados por las potencias de Dios, que los arrojan fuera y los vencen. De este modo, para el 32 Stromata II, 20, 112-113; PG 8, 1056 bc. 33 República 989 a. 34 Pensamientos XII, 3 – 4. 35 Stromata II, 20, 114; PG 8, 1057 bc. 36 Eclogae 46, 1; PG 9, 720. 26
  • 27. hermetismo, hay tres claves: Los vicios son castigos divinos; los demonios no son los ángeles caídos de la tradición judaico - cristiana sino ejecutores de los castigos divinos; los vicios no son siete sino doce. En una alusión clara al zodíaco y con ello a la astrología como juego de simpatías arriba - abajo, propia de la magia de las culturas orientales. 10. Tertuliano y Orígenes Hasta aquí nos hemos movido, además del Antiguo Testamento, en los dos primeros siglos de la era cristiana, tanto desde el cristianismo como desde la filosofía griega. En el siglo tercero, con Tertuliano y Orígenes, la diabología recibe una sistematización que cumplirá una función definitiva en la “biografía” del diablo. Tertuliano continúa la perspectiva de los Apologistas que ya hemos planteado. Orígenes continúa la línea moral y de vida espiritual que ya hallamos, sobre todo en el Pastor de Hermas. Comencemos por Tertuliano. Su punto de partida es radical: El paganismo está plagado de errores. La razón es obvia. Es producto de los demonios. Para los filósofos griegos éstos son buenos. Fatal equivocación. Son perversos. Es que los griegos no oyen el verdadero mensaje de los cristianos: Los demonios son ángeles caídos. La diferencia entre los ángeles caídos y los demonios, ambos perversos, es que los últimos son las almas de los gigantes nacidos de la unión de los ángeles y las hijas de los hombres. Ambos habitan en el aire que circunda la tierra. Su acción consiste en perder al hombre y llenarlo de pasiones e ilusiones. Llenan el aire con su soplo venenoso y causan enfermedades y plagas. Desean sacrificios para llenar su apetito criminal de humo y sangre. Todos sus prodigios son falsos: adivinaciones, curaciones, fenómenos meteorológicos, oráculos, sueños, fantasmas, necromancia, aruspicina, suertes... Contra ello, los cristianos tienen un arma poderosa: El exorcismo. La astrología es su maléfico saber y con ella la ciencia de los metales, de las hierbas, de los encantos y de las estrellas. Y sobre todo, la coquetería femenina. Como ellos cayeron por las mujeres, ahora, con piedras preciosas, collares, brazaletes, tinturas, telas, polvos, adornos..., las encaminan al pecado. Y con todo ello jalonan al hombre al pecado. Aparece así la asociación demonio - mujer–pecado. Pero no contento el diablo con lo anterior, ha convertido la creación en un espectáculo público: Plazas, foros, baños, teatros, juego, sacrificios, cultos... Es la “pompa” mundana, el desorden de Venus y Baco, la embriaguez y la glotonería. Así, las divinidades paganas no son sino los ángeles de los vicios, pura idolatría. Todo el Estado pagano es, por lo mismo, diabólico. Todo lo que hace excita las pasiones. Hay que destruirlo. Es la batalla que el cristiano tiene que dar. Por ella será perseguido. El martirio se convierte entonces en la expresión máxima de la lucha contra Satán. A ello se une el bautismo como renuncia a Satanás, a su pompa y a sus ángeles. Surge la gran categoría de Tertuliano: Pompa Diaboli: Las pompas del diablo son el demonio, el pecado, el mundo pagano con sus espectáculos y honores, dignidades, solemnidades, lujos, coqueterías... Y la idolatría, ese culto perverso a los dioses paganos. Jesucristo, con su muerte y resurrección, de la que se participa en el bautismo, ha derrotado estas Pompa, figurado ya todo en el paso del Mar Rojo. Pero el diablo sigue tentando a los bautizados: Lanza sus dados de concupiscencia, delicias 27
  • 28. mundanas, mentira... Esta es la tentación interior. Hay otra tentación: la exterior. Son las persecuciones contra los cristianos, obra del demonio. El martirio es el triunfo completo contra esta tentación. Las bestias enviadas contra los mártires no son sino instrumentos y símbolos diabólicos. Orígenes repite las ideas ya aparecidas del paganismo como culto a los demonios. La doctrina de los dos ángeles, de los demonios de los vicios, el martirio como victoria sobre Satán. Pero les da un matiz digno de resaltar. El origen de los demonios es la creación como seres espirituales. Estos seres espirituales fueron creados todos iguales. Vino su infidelidad al creador. Los demonios son el grado inferior de este acto de infidelidad y revuelta contra Dios. Le siguen las almas y los ángeles. Todos pecaron pero no de la misma manera. De ahí la jerarquía. Los ángeles, a pesar de su pecado, protegen a las almas. Los demonios las persiguen. Por eso, el hombre está entre los dos y su vida es la lucha entre la luz y las tinieblas. Estas tinieblas o ángeles malos causan hambres, pestes, enfermedades. La sociedad, hombre en grande, vive también el conflicto del bien y del mal. Por lo mismo, cada nación, fruto del pecado de Babel, tiene su ángel bueno y su ángel malo. Este, sin Cristo, siempre triunfa. De ahí las guerras entre las naciones suscitadas por el demonio. Este también suscita las ciencias ocultas y engañadoras: Astrología, adivinación, magia. Tanto es así que, por ejemplo, la adivinación se hace a través de los animales impuros que ya Moisés había declarado emparentados con los vicios y demonios. Con Cristo, todo lo anterior se derrumba. Los hombres y pueblos devienen uno solo: La iglesia bajo el señorío de Cristo. Los ángeles buenos saltan de alegría y sirven también a Cristo. No así los malos. Se encolerizan por perder su poder. Siguen tentando a hombres y pueblos. Es la lucha de Cristo y Satán. Tal es la esencia de la historia hasta la parusía. Es que a la tentación, Satán añade la posesión: Se apodera del alma, no la deja razonar y la vuelve energúmena. Por ello, hay que estar atentos al “discernimiento” de los espíritus (diákrisis, discretio): el bueno es libre de la posesión, gracias a su libertad; el malo esta poseído y pierde su libertad de juicio. En este contexto hay que situar el bautismo: Es el paso del poder del demonio al de Cristo y sus ángeles, es la renuncia a las ya citadas “pompas” del diablo. Más, este sigue atacando. Primero, a través de las persecuciones contra los bautizados. Segundo, tentando individualmente a estos. Aparece de nuevo el martirio como exorcismo contra Satán. Y la tentación como la obra de los demonios que actúan por las pomeroì dialogismoí: las disposiciones perversas del alma. Y a través de las ilusiones demoníacas: ver virtudes donde hay vicios. Tal es el poder del malvado. Pero el triunfo del alma y de Cristo es contundente: El mal será vencido en este dramático combate que es la historia individual y colectiva. 12. Monjes y demonios Estamos ya en el siglo IV. Los desiertos se llenan de anacoretas. El prototipo de su vida como una lucha contra Satán y sus huestes es La Vida de Antonio por Atanasio, escrita alrededor del 357 (PG 26, 837–977). La retirada al desierto se piensa como el camino por excelencia para la salvación y la perfección. En su 28
  • 29. soledad, como Cristo, el monje enfrenta al maligno en los pavorosos desiertos. Es que el desierto, con la llegada del Cristianismo, es el reino de Satán. Cristo lo ha expulsado de villas y lugares poblados. Se refugia en estos yermos, pero allí llegan los monjes a darle la pelea y vencerlo. El responde. Tiene sus estrategias. La primera son los malos pensamientos: Avaricia, lujuria, afectos familiares, placeres mundanos, sin sentido de la ascesis... La réplica del anacoreta es la oración, la penitencia y la guardia contra los malos pensamientos. La segunda táctica son las visiones y las alucinaciones (phantasíai), verdaderas pesadillas que atacan la epithymía (concupiscencia–deseo), la gastrimargía (gula), la porneía (el deseo sexual) con mujeres desnudas, el miedo ( a través de ludibria o juegos: el diablo se transforma en bestias, gigantes, tropa de soldados, ruidos, gladiadores, hacen temblar la celda, golpea al asceta, se burla de él, danza, silba...). La tercera es que aparecen como ángeles de la luz y dan excelentes consejos. La treta es engañar al monje y hacerlo caer en la tentación. Hasta lo invitan a orar y ayunar más. Así lo debilitan y el monje cae rendido y puede irse al “mundanal ruido” de nuevo. La cuarta son las predicciones. El monje cree que son profecías, pura astucia. Predecir la crecida del Nilo es algo natural, no profético. La respuesta del anacoreta es múltiple: oración, confianza en Dios, saber que Satán no puede actuar sin permiso de Dios, ascesis, no tener miedo, el signo de la cruz, el nombre de Cristo, la burla de sus tentaciones, soplar sobre ellos... Pero el medio principal del asceta es el “discernimiento de los espíritus”: Distinguir las apariciones demoníacas de las angélicas, en especial las astucias de la primera y cómo derrotarlas. Ello convierte al monje en un perfecto exorcista: expulsa a los demonios. Sabe de posesiones. Las identifica físicamente y toca las partes donde el diablo está escondido. A éste no le queda mas que huir. Así, estos ángeles caídos, con la ayuda de Cristo, se desvanecen como el humo. Su poder es su impotencia. El que le da territorialidad conceptual a esta demonología del desierto es Evagrio Póntico. La naturaleza de los demonios se piensa como naturaleza racional, lo mismo que los ángeles y los hombres. Su caída del estado angelical se debió a su exceso de cólera. Es tal el poder de la cólera que por ella muchos hombres se convierten en demonios. Cristo los derrotará en el “octavo día” (la parusía) y los hombres, por la gnosis o contemplación, se convertirán en perfección. Es la derrota total de los demonios, seres ontológicamente existentes, que actúan sobre nosotros. Su cuerpo está formado de aire, lo que les permite desplazarse y entrar en el cuerpo humano por la nariz, aunque nuestros sentidos no los vean. Sólo los ascetas sienten su olor putrefacto, su voz delicada y silbante como un rechinar de dientes. Cuando quieren hacerse ver por el común de los mortales se transforman en ángeles luminosos, hombres índicos que nos espían desde el aire, guerreros armados de espada, mujeres bellas y voluptuosas, bestias ruidosas y danzantes, ruidos , cantos, astros fulgurantes... Todo es ilusión. El asceta y el gnóstico sabe verlos y oírlos allí. Es su malicia la que los lleva a hacer todo ello para acercarse a los hombres, malicia que les viene del alma irascible o thymós. De ahí su odio y agresividad. Obran como soldados prestos a derrotar a los hombres y manchar su alma, imagen de Dios. La virtud y el discernimiento humano los derrotan así como la oración y la ciencia. Ante estas acciones humanas, su ciencia es ignorancia. Por ello, los demonios nunca 29
  • 30. contemplan la Trinidad, sí los hombres; ni entienden la Escritura ni conocen nuestro corazón (las pasiones del alma). Sólo las descifran por signos exteriores, de los que se valen para atacar, por ejemplo, al que es negligente en la virtud y el ayuno. Es su habilidad tenebrosa e interpretadora de esos signos. En ello, su “arte” no tiene rivales. De ahí su astucia. Es tal que aprenden todas las lenguas humanas, no como Pentecostés sino como Babel. Por este poder pueden confundir y apoderarse de los hombres. De ahí que haya demonios que se apoderan de las pasiones corpóreas y de las pasiones del alma, o, en su lenguaje, tomado de los griegos: del noús, del thymós y de la epithymía; de la praktiké, de la physiké y de la theoligiké, constituyendo estas últimas la theoría. Son ocho demonios y corresponden a los malos pensamientos o vicios: Gula, fornicación, avaricia, tristeza, cólera, pereza, vanagloria y orgullo, cada uno con su personalidad propia. Así, por ejemplo, el de fornicación es rapidísimo y va mas rápido que la mente. Sólo que el asceta los distingue y sabe enfrentarlos, a pesar de sus tretas, en especial los logismoí o malos pensamientos. Contra éstos, el anacoreta lanza los buenos pensamientos. Estos logismoí perversos se corresponden con los ocho demonios reseñados. La diferencia es que los logismoí son las armas de los demonios para la tentación, sus sugerencias impuras, malvadas y satánicas. Estas sugerencias- sugestiones actúan sobre el alma ya cegándola, ya cargándola de pasiones, imágenes y recuerdos, ya de sueños fantasiosos, incitándola a un movimiento “contra natura”. De ahí la relación pathé-logismós: las pasiones se convierten en malos pensamientos, gracias a los sentidos y a la carne. El asceta los domina con la aphátheia: ni pasiones, ni pensamientos malos. Con ello el dominio de alma y cuerpo es total, no obstante las sevicias del demonio para alejar al monje de la oración y la contemplación, incluso presentándose como “epifanía” de Dios. No lo logra. Dios permite tales sevicias porque su gracia es más poderosa que la potencia del demonio. Esta gracia divina hay que acompañarla de oración, ayuno, ascesis, vigilancia, control, discernimiento de los espíritus (los verdaderos y falsos demonios), interrogación sobre los pensamientos y su origen, conocimiento de los motivos de los actos diabólicos y sus métodos... Y sobre todo: Poner a pelear a los demonios entre sí para que se destruyan. Es que un clavo saca otro clavo. Es el arma predilecta para volver polvo a los demonios y sus tentaciones. Si todo ello fracasa, se tiene el análisis: distinguir el pensamiento, el objeto sensible, la pasión y el pecado. Ello permite disolver los malos pensamientos. Si el análisis fracasa se puede acudir al “método antirrético”: responder a los demonios duro y a la cabeza, desenmascararlos. Si ello fracasa hay que ir a la salmodia. El fin de todo es la “castidad total”. 13. La Historia monachorum in Aegipto, la Historia Lausiaca y las Collationes Estamos en el primer tercio del siglo V. La Historia Monachorum es de antes del 410, la Lausiaca es de Paladio hacia el 420 y las Collationes son de Casiano entre 420 y 430. Comencemos con la Historia Monachorum. Su objetivo es mostrar los asaltos y astucias de los demonios en contra de los monjes: fantasías, malos pensamientos, lujurias, presunción, visiones lascivas de mujeres, posesiones demoníacas corporales, sueños... Ponen en movimiento las pasiones, los affectus del 30
  • 31. alma y los tientan. De ahí que la repuesta sea el dominio de las pasiones, la apátheia del ya mencionado Evagrio. Paladio ve a los demonios como ángeles caídos y rebeldes, plenos de orgullo. Su mansión, por esta caída, es el aire. Envidiosos del hombre lo tientan. Hay demonios ígneos, lo cual explica la combustión que acompaña su manifestación. Estos se apoderan de los hombres y los transforman en fenómenos ígneos: Todo lo queman, incluidos los objetos circundantes. Pero, sea cual sea su “materia”, la manera de tentar es unívoca: astucias e ilusiones, engaños y travesuras. Sus apariciones son también inequívocas: En forma de soldado con látigo, o de un niño llevando un anciano que cae, o de huracán, o de onagro saltador huyendo y gritando... Estas apariciones recuerdan que los demonios son los antiguos dioses paganos. Como ellos son símbolos de la sensualidad, el orgullo, el placer... El remedio ya sea sabe cuál es: Combatirlos desde la ascesis y la perseverancia. El monje los ahuyenta y cura, gracias a su ascetismo, a los poseídos y enfermos. Terminemos con Casiano. Como Evagrio, Casiano sostiene que la ascesis o lucha contra los ocho vicios es un combate contra los spiritus de estos vicios. La naturaleza de estos spiritus es similar a la sustancia de nuestro cuerpo. Cuando hay posesión demoníaca, el espíritu impuro no toca para nada al alma, sólo al cuerpo, que es carne – materia espesa; lo debilitan y así oscurecen la inteligencia. Dios lo permite como prueba, lo que lleva a no despreciar a los poseídos ni negarles la comunión. Si es el cuerpo el poseído, los demonios conocen nuestros pensamientos por signos sensibles de nuestra conducta: emociones, actitudes, color de la cara... Allí hallan pruebas de la gula, la fornicación, la tristeza, la cólera... Y tientan al hombre con sugestiones iguales. Así hay que entender el poder visionario de los demonios, como su poder para hacernos caer en el vicio. De ahí su diversidad y polimórfica potencia para manejar la maldad: gritos, burlas, golpes, imitación de personajes, vanidad, mentiras, herejías, salvajismo... Sólo que Dios no los ha creado malos. Ellos cayeron y se hicieron malos, antes de la caída de Adán. Su pecado y caída se debió al orgullo. El pecado de celosía con Adán fue posterior. Por ello, habitan el aire como seres intermedios llenos de malicia, siempre atacando a la humanidad para hacerla caer. Así mismo, como hay ángeles que presiden naciones, hay naciones presididas por demonios, a los que se han sometido voluntariamente y declarado sus príncipes. Es la causa de las guerras. Cada hombre tiene dos ángeles: Uno bueno, el otro malo. Es que lo que sucede en el orden cósmico y comunitario sucede en el microcosmos del hombre. 14. Los Apotegmas de los Padres Estamos en la mitad del siglo V. En una vasta colección de dichos tomados de múltiples fuentes anteriores: Verba Seniorum del Pseudo–Rufino (PL 73), Apophthegmata Patrum. Moises (PG 65)... En ellos se acentúa el carácter travieso, bufón y terrible de los demonios. Pero el monje los conoce y los engaña: el engañador es engañado y su malicia despedazada. ¿Cómo? Por la oración, el ayuno, el coraje, la convicción, la humildad y la dulzura. Contra estas dos últimas, el diablo nada puede hacer. De ahí el optimismo jovial de estos Apotegmas. 31
  • 32. 15. Del siglo IV al siglo VII La naturaleza del demonio es claramente precisada en este período por los Padres de la Iglesia que lo protagonizan: es un ángel caído que en su caída conserva los privilegios de su naturaleza, intocada, en la que se ve siempre su grandeza original. Así, Gregorio acota: “Aunque Satán perdió la belleza, no le fue quitada la naturaleza angélica”; “por naturaleza fue creado bueno; luego, por sus propios actos, cayó en las tinieblas”37: San Agustín es más radical: “La naturaleza del diablo en cuanto naturaleza no es mala; fue la perversidad la que la hizo mala”38. El motivo de su caída fue el orgullo o la seducción de que fueron víctimas por la belleza de las mujeres y el consiguiente comercio carnal con ellas. O la envidia, ya hacia Dios, ya hacia las criaturas, especialmente al hombre39. Pero la polémica fue viva. Las tesis que primó fue la del orgullo, no la de la concupiscencia. Orgullo que es a la vez desobediencia. Es, pues, un motivo espiritual. De ahí su naturaleza incorpórea. No todos la admiten; es el caso de Agustín: no son espíritus puros ni cuerpos; son cuerpos etéreos. Genadio los piensa como cuerpos40. Habrá que aguardar a Tomás de Aquino para determinar su naturaleza incorpórea como la tesis ortodoxa. Es de destacar en este período la polémica contra el maniqueísmo, en especial por parte de Agustín. Los maniqueos piensan que el Príncipe de las tinieblas es la expresión mítica de una realidad física y psicológica, que se hace presente físicamente bajo las especies de la materia y psicológicamente bajo las del deseo. Agustín los combate mostrando que el acercamiento del diablo no es material sino espiritual, a través de pensamientos. De ahí la no sustancialidad del mal. La ya citada Vita Sancti Antonii conoció una difusión rápida. De ella surgen en este período y se volverán tesis clásicas, incluso para la representación artística del demonio, que éstos toman formas seductoras y tentadoras, signo de los vicios y que aparecen bajo los trazos de formas horribles y monstruosas: Dragones, bestias, monstruos, negros... Incluso Agustín habla de íncubos y súcubos en el De Civitate Dei (15, 23), formas masculinas y femeninas respectivamente para seducir a los humanos. Jerónimo lo llama león, orso y serpiente41. Pero es en Los Diálogos de San Gregorio, en especial Diálogos II42, donde estas representaciones monstruosas adquieren su estatuto racional. Occidente ya no las abonará. El arte románico, gótico, los pintores flamencos... son una buena muestra de esta tradición teológico–popular. El arma que tiene el hombre contra ello es el poder de Cristo. Es que como 37 Moralia in Job 2,4; 4,1. PL 75, 557 b y 641a. 38 De civitate Dei XIX, 13,2. 39 Cf. LACTANCIO. Divinae Institutiones 2, 9 –15, PL 6, 294 – 333; AMBROSIO, De Paradiso 2, 9 – 12, PL 14, 278 –279; In Ps. 37, 21, PL 14, 1919 b; SULPICIO SEVERO, Historia Sacra 1, 2 – 3, PL 20, 96 – 97; CIPRIANO, Génesis 3, 72 sv, PL 19, 348 – 349; FULGENCIO DE RUSPE, De Fide 31, PL 65, 147. 40 De Ecclesiasticis Dogmatibus 12, PL 58, 984. 41 In Amos 2, 5, PL 25, 1052c. 42 Vita Sancti Benedicti, c. 4 y 25. 32
  • 33. consecuencia del pecado original estamos, de algún modo, bajo el imperio del demonio. Agustín es radical en ésto: “Todos, por causa del pecado original, caímos en el poder del diablo”43. Por lo mismo, la vida cristiana es la lucha entre la Ciudad de Dios y la del demonio, tema clave de su De Civitate Dei. Es que, debido a la caída original, el mundo conoció una especie de abandono por parte de Dios, idea clásica de Lactancio44 y que repiten Bernardo de Claraval, Tomás de Aquino y el Concilio de Trento (Denzinger 788). Son las tesis anteriores las que fundamentan las fórmulas del Rituale Romanum. Sus exorcismos y bendiciones suponen una presencia activa del demonio en la creación deteriorada por la caída. En el ritual del bautismo, con sus exorcismos y bendiciones, siempre hay una fórmula de renunciación: “A Satán, a sus pompas y a sus obras”, lo cual nos conecta con tesis expuestas arriba, como las de Tertuliano. Para este período que analizamos, el texto clave es el De Symbolo ad Catechumenos de Agustín (PL 40, 627–628, 637–638, 651–653, 659–661). La misma tesis funda las oraciones de los agonizantes, en especial el Libera Domine animam servi tui y el Commendo te Omnipotenti Deo (“cedat tibi teterrimus Satanás”). En estas aplicaciones litúrgicas y oratorias hay unas tesis teológicas de fondo: la armonía del mundo fue destruida por el pecado; antes de Jesucristo la humanidad fue de Satán; los demonios pueden dañar a los hombres en alma y cuerpo; se apoderan del corazón humano y lo inflan de vicios; alejan al hombre de la oración, de la verdad, de la fe, de los mandamientos, en especial del sexto con sus tentaciones impuras; presentan el mal como bien (se aparecen como ángeles de luz, obran milagros. Es que “nadie es más astuto que el diablo para engañar”45: Mas, no hay nada que temer. El diablo sólo puede tentar “ad mensuram”. De ahí su potencia relativa. Es que Cristo está con nosotros. Con él, venceremos46. ¿Y cómo se produce la tentación? De tres modos: por sugestión, por delectación y por consenso47. Contra ella, además de la fe en Cristo, hay que luchar. Nada ayuda más que el ayuno y la oración48. 16. Del siglo VII al siglo XIII hasta Santo Tomás Del siglo VII al siglo XI la demonología es fundamentalmente popular, tal como la consignamos en páginas anteriores: temor del diablo, creencia en el infierno, gusto por lo sobrenatural y maravilloso. El De Miraculis de Pedro el Venerable lo testimonia: El diablo está atacando siempre y por todas partes; como íncubo viola las 43 De Trinitate 13, 12. 44 Divinae Institutiones 2, 15, PL 6, 330. 45 AGUSTÍN, Sermo 91, 4, PL 38, 568. 46 Cf. AGUSTÍN, In Ps. 61, 20, PL 36, 743; Appendix, Sermo 37 de vetere Testamento 6, PL 39, 1820; S. LEÓN, Sermo 39, 3, PL 54, 265a. De ahí el poder del signo de la cruz contra los demonios. GREGORIO DE TOUS, De Gloria confessorum 63, PL 71, 873 – 874; De miraculis S. Martini 2, 18, 948 – 949; Vita Patrum 9, 1053. 47 GREGORIO MAGNO, Hom. 16 in Ev. 1, PL 76, 1135c. 48 S. PEDRO CRISÓLOGO. Sermo 12, PL 52, 223b; 226a; Sermo 67, 393 sv. 33