“Yo perdono pero no olvido”.
Esa expresión, frecuente en muchas
personas, es perfectamente correcta.
Porque “perdonar” no es lo mismo que
“olvidar”.
Olvidar o recordar depende de mi
memoria, no de mi voluntad.
Yo no puedo decidir qué olvidar y qué no.
En cambio, perdonar o no perdonar,
sí depende de mi voluntad, es algo que
puedo decidir hacer o no.
Yo puedo entonces perdonar sin
olvidar.
Perdonar es entregar algo de nuestro amor
a alguien que dice o hace algo para no
merecerlo.
Por eso perdonar es una donación, es un
regalo, es una entrega hecha por amor.
El perdón es un “regalo”, yo puedo
ofrecerlo a muchas personas de la misma
forma como lo recibo de Dios.
A veces pongo muchas excusas para no
dar el perdón, para no dar el regalo,
porque en el fondo no soy desprendido
ni he aprendido a amar:
“Yo perdono, pero si antes me piden perdón”,
“Yo perdono, pero si antes veo señales de arrepentimiento”
“Yo perdono, pero si antes...”
Cuando Jesús dijo: “Padre, perdónales porque
no saben lo que hacen “, estaba haciendo un regalo
sin que se lo pidieran siquiera, y tampoco estaba
exigiendo condición previa ni nada a cambio.
Simplemente regaló su perdón.
Parece que perdonar nunca ha sido tarea
fácil, y la pregunta que S. Pedro hace a Jesús da a
entender que el perdón ilimitado es algo nuevo que
aparece con las enseñanzas de Jesús.
En el Evangelio según S. Mateo Pedro pregunta
a Jesús:
“Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas
que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Le dice
Jesús: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta
veces siete” (Mt 18,21-22)
Si quiero seguir a Jesús, necesariamente
tengo que ejercitarme para acrecentar en
mi una actitud favorable a dar perdón.
El Padre nuestro constantemente me
recuerda este requerimiento:
“Perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos
ofenden”
Para Jesús, dar perdón es tan importante que,
además de incluirlo como condición para una
de las peticiones del Padre nuestro, es la única
petición que explica diciendo:
“Que si ustedes perdonan a los hombres sus
ofensas, les perdonará también su Padre celestial;
pero si no perdonan a los hombres, tampoco su
Padre perdonará las ofensas de ustedes”