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Dedicado a mis dos abuelas, Hadas de su época.
Vuestro amor y vuestra fuerza han sido pilares fundamentales para la persona que ahora soy.




En un mundo beige y marrón
Erase una vez…


  La verdad es que no sé si empezar a escribir esta historia como si fuese un cuento, pues
quien me la contó me aseguró que… realmente ocurrió. De lo que estoy totalmente
convencida es que deseo que se transmita. Por eso, voy a narrártela y, si quieres, podemos
contarla unas y unos, a otros y otras. Así, seríamos como eslabones de una gran cadena, y de
esta forma no quedaría nadie, nadie, nadie, en este Mundo, que no la conociese…


  Te empiezo a relatar…


  En el Reino de las Hadas y los Duendes, hace muchos, muchos, muchísimos años, se vivía
con mucha tranquilidad. Cada cual sabía muy bien cuál era su misión y nadie hasta entonces
había originado ningún problema por este motivo.
  Los duendes protegían la Naturaleza y se encargan de que a nadie de su reino le faltase
comida, plantas medicinales y un hogar confortable con todo lo básico para vivir. También
eran responsables del orden y de que se respetasen y cumpliesen las normas que otros duendes
proclamaban; estudiaban para seguir progresando en todo lo relacionado con su mundo;
negociaban con otros países vecinos para intercambiar productos y materiales que a ellos les
faltaban, y… un sinfín de tareas que desempeñaban estupendamente bien, pues eran las que
habían aprendido, de generación en generación.
  Las hadas también protegían la Naturaleza y además se encargaban de cuidar a sus pequeñas
y pequeños. Les cocinaban las más sabrosas comidas y les daban plantas medicinales para
curar sus molestias; les confeccionaban ropas que siempre lavaban y cuidaban con sumo
esmero; limpiaban sus hogares y los decoraban con labores que realizaban, y… un sinfín de
tareas que desempeñaban estupendamente bien, pues eran las que habían aprendido, de
generación en generación.
  Las hadas y los duendes se respetaban y respetaban el trabajo que cada cual desempeñaba,
pues sabían que ambos eran indispensables para que su vida fuese tan confortable como lo
había sido siempre. La vida transcurría, por tanto, plácidamente en los frondosos bosques de
este reino y la tranquilidad sólo era alterada de forma grata ante el nacimiento de algún
duende o hada.
 Una tarde de primavera, el sol brillaba de forma intensa y con un colorido casi irreal. Los
tonos anaranjados de sus rayos se entremezclaban, de forma deslumbrante, con el verde
intenso de las ramas de los árboles y el cielo parecía cubierto de un fascinante tapiz. Antes de
caer la noche este colorido ganó intensidad y ni siquiera la llegada de una creciente luna hizo
que desaparecieran esos reflejos tan luminosos como extraños. Sin embargo, las hadas no
repararon en esos detalles, pues estaban atentas, entre otras cosas, al alumbramiento de dos
nuevos miembros de su reino.
 Al día siguiente la comunidad pudo conocer a esas dos nacientes vidas: un hada a la que
pusieron de nombre Nora y un duende al que llamaron Lysander. Alegres, se dispusieron a
celebrar el banquete que siempre se realizaba para festejar la llegada de un nuevo ser.
 Las orgullosas mamás engalanaron a sus retoños para dicha presentación. Por supuesto, el
hada iba vestida de color beige que era el color de las hadas y el duende de color marrón,
que como muy bien tú has adivinado era el color de los duendes.
 Con el paso del tiempo Nora y Lysander se convirtieron en dos responsables criaturas que
desempeñaban a la perfección su misión, ya que cada una de sus familias, junto con otros
miembros de su comunidad, les habían transmitido como realizarla. Por tanto, también para
ellos, la vida transcurría plácidamente.
 Una mañana, Lysander se sintió extraño. Llevaba un tiempo con emociones inusuales en él
que decidió no escuchar, pero esos sentimientos cobraban intensidad en esos momentos. Trató
de realizar su trabajo, pero no podía centrarse, así que decidió dar un paseo.
 Caminó durante un buen rato hasta llegar a una pequeña cascada. Se sentó en una piedra y
con el ruido del agua al caer se fue relajando, quedando extasiado con el paisaje que
observaba desde allí.
 Al día siguiente, terminó ilusionado sus quehaceres para poder ir al mismo lugar. Sin saber
muy bien por qué había cogido unas telas y unas pinturas que su abuela conservaba en la caja
de sus labores y al llegar a la cascada se dispuso, de forma casi automática, a plasmar en un
lienzo todo lo que la Naturaleza regalaba a sus ojos en esos instantes.
 Tan concentrado estaba que no notó la presencia de Nora que aburrida de sus labores había
salido a pasear y llevaba una bolsa llena de plantas medicinales que acababa de recolectar.
 Nora miraba atónita la pintura. No sabía que le extrañaba más, si que un duende estuviese
pintando actividad que en su reino estaba reservada únicamente a las hadas o la sensibilidad
que intuyó tanto en Lysander como en la pintura que estaba realizando. Ensimismada, dejó
caer la bolsa con las hierbas y su amigo asustado volvió la mirada, descubriéndola.
     ¡Hola! exclamó ruborizada al ser sorprendida . Disculpa que estuviera observándote…
 No pudo terminar su frase. Lysander se fue corriendo avergonzado, dejando su dibujo y
todos los materiales de su abuela, desparramados por el suelo.
 A partir de ese día Nora paseaba todas las tardes por la pequeña catarata para intentar verlo
y poderle devolver sus cosas, pero principalmente para hablar con él. Sin embargo, entendía
que no apareciese y que se sintiera asustado, pues había quebrantado una regla, la más
importante de todas en su reino:


 “Las Hadas tienen una misión y los Duendes tienen otra”.


Eso había sido así a lo largo de los tiempos y nadie había osado cambiarlo.
 Pero Nora necesita contarle que ella también había incumplido esa norma, pues le agobiaba
muchísimo realizar algunas de las tareas que le eran encomendadas.
 Disfrutaba entre fogones preparando ricos y variados platos de comida, sobretodo, postres;
organizar y tener ordenado cada rincón de su casa era una necesidad casi vital para ella, pero
le fastidiaba sobremanera teñir los tejidos y se ponía muy nerviosa cuando tenía que hacer
cuadros u otros objetos para decorar su hogar o tenía que repararlos. En cambio, le encantaba
recolectar plantas medicinales que conocía a la perfección y las clasificaba en relación a las
dolencias que podían curar. Pero lo que de verdad le fascinaba, era leer. En los libros no sólo
encontraba aventuras sin fin sino que eran muchos los conocimientos que descubría y aprendía
cuando se concentraba en la lectura de sus páginas.
 Mientras iba pensando en todo esto caminaba distraída por un estrecho sendero que la
conducía hacía la Cueva de los Dragones. Según una leyenda esa gruta era la morada de estos
seres poderosos, pero Nora que la llevaba explorando desde pequeña jamás encontró ninguno.
Por eso, acostumbraba a cobijarse allí cada vez que tenía necesitad de estar sola y escuchar el
silencio. Su hogar, como cada uno de los hogares de su reino, era fuente del bullicio que las
hadas producían cuando se acompañaban las unas a las otras, así que, decidió aprovechar el
temor que infundía en los habitantes de su bosque esas criaturas fantásticas para disfrutar de la
soledad en su supuesta guarida.
 La lluvia hizo aparición de repente y cuando las pequeñas gotas se transformaron en un
fuerte chaparrón ya estaba al resguardo de su escondrijo preferido.
Seguía pensando cuando escuchó pasos que se acercaban y decidió esconderse más al fondo
de la cueva, pues temía que alguien la descubriera. Sabía que le estaba totalmente prohibido
estar por esa zona.
  Sin embargo con sorpresa descubrió que era Lysander quien entraba, empapado por el
aguacero que estaba cayendo.
  Muy despacio y sigilosamente avanzó hacía a él y casi en un susurro le habló:
    Por favor, no huyas de mí, no te asustes, necesito que me escuches nerviosa, pues temía
que se marchara, continuó . Tengo tu paño y no hay un solo día que no me pase un buen rato
contemplándolo. Es una auténtica obra de arte.
    Gracias contestó temeroso , espero que no se lo hayas contado a nadie.
    Sabes que no, al igual que yo sé que tú tampoco has contado que yo estaba lejos de mi
casa, sola, sin ningún duende que me protegiera y que además estuviese recogiendo plantas
medicinales le comentó confiada.
  Estuvieron observándose en silencio durante breves momentos y el duende entendió que
podía confiar en ella. Durante un largo rato estuvo explicándole lo que le ocurría.
  No es que no le gustara cortar leña y trabajarla para poder transformarla en útiles muebles;
tampoco le disgustaba escuchar los problemas de otros y ayudar a resolverlos con la ayuda de
las Leyes de los Duendes le satisfacía enormemente. Pero el día le regalaba tiempo para otras
actividades. Sólo había pintado una tarde en su vida, pero lo que había sentido en esos
momentos era lo más especial que había sentido jamás y ahora sufría una tristeza que lo
ahogaba al pensar que no podría hacerlo más.
  Nora se sinceró también con él. Le contó como la lectura era su actividad preferida y que
aunque a la Biblioteca sólo se le permitía el acceso a los duendes, ella había encontrado una
entrada secreta. Por allí, sacaba los libros para poder leerlos de noche, a la luz de las velas,
cuando los demás descansaban. Esto hacía que de día, estuviese a veces cansada para hacer
sus labores, pero le merecía la pena, pues así conseguía una considerable información para
clasificar y preparar las hierbas.
  Lysander admiró su fuerza de carácter, pues a él no se le había ocurrido nada para poder
seguir pintando.
  Intuyendo lo que pensaba, Nora le dijo:
    Mañana te traeré tu pintura y todas tus cosas a esta cueva. Así podrás pintar cada vez que
quieras. Será nuestro secreto.
    ¿Crees que hacemos bien? preguntó Lysander dudando de lo que le proponía su amiga.
    ¿Crees que hacemos mal? contestó riendo Nora.
Gracias a ella, nuestro creativo duende, pudo dedicar algunos ratos a su afición favorita y
realizar cuadros que reflejaban ese don tan especial que la Naturaleza le había regalado.
 El hada, por su parte, recolectaba plantas y como cada vez tenía más información, ya que
dedicaba mucho tiempo al estudio, no había dolencia que no supiese como curar.
 Pero empezaron las quejas en ambas casas. No terminaban su trabajo y sus familias
empezaron a notar que algo estaba pasando.
 Nora que no solía dejarse amedrentar por nada y que había conocido la auténtica felicidad
haciendo lo que le gustaba, le propuso a Lysander un plan. Todos los cuadros que él pintase,
los aportaría como labores realizadas por ella y todos los compuestos medicinales que ella
elaborara, se los daría debidamente etiquetados para que lo presentara ante los duendes, como
trabajos ejecutados por él. En su reino se podía cambiar, por fortuna, de un trabajo a otro hasta
que verdaderamente sabían lo que más le gustaba hacer. Esto solía coincidir con lo que mejor
desempeñaban. Pero siempre sin saltarse la regla más importante de todas ¿recuerdas? :


 “Las Hadas tienen una misión y los Duendes tienen otra”.


 En un principio, no hubo problemas y la tranquilidad llegó de nuevo a sus familias. Pero
como tú bien sabes, la mentira no es la forma de solucionar ningún problema y hubo un
cambio en sus vidas, que hizo que todo su plan se derrumbara.
 La familia de Nora se trasladaba a otro bosque durante una larga temporada y Lysander se
quedaba sin el apoyo del único ser que lo entendía de veras. Ahora tendría que volver a
trabajar en algo que no sólo no le gustaba, sino que no tenía la menor idea de cómo hacerlo.
 Nora por su parte, al llegar al otro bosque, se sentía sola y era incapaz de plasmar en el
lienzo los nuevos paisajes que contemplaba, pues tampoco tenía ni la menor idea de cómo
hacerlo.
 Esta vez fue Lysander quien encontró la solución. Se explicarían, escribiéndose por carta,
como tenía que hacer cada cual para realizar el trabajo que se esperaba que hiciesen.
 Sin embargo, aunque Nora fue capaz de aplicar las técnicas y pintar algo, no tenía nada que
ver con los cuadros que presentaba anteriormente y tampoco los compuestos medicinales que
elaboraba su amigo tenían la misma calidad que los de ella.
 La situación se iba haciendo insostenible pero, para colmo de desgracias, una época de
tormentas dejó incomunicados los dos bosques, con lo cual, su mentira fue descubierta,
creando la primera gran crisis en el Reino de las Hadas y los Duendes.
 La serenidad fue sustituida por una tremenda inquietud y un gran desasosiego.
El Gran Consejo de los Duendes se reunió y decidió prohibirles terminantemente, trabajar en
otra misión que no fuera la que les había sido encomendada a lo largo de los tiempos.
Además, les impidieron volver a verse, pues consideraban que su amistad era un peligro para
la calma del bosque.
 Por más que quisieron explicarse no se lo permitieron, pues estaban muy tristes, no sólo por
lo ocurrido, sino también, por todo el tiempo que habían estado mintiendo.
 Así estaban las cosas cuando recibieron la visita del Hada Charissa, una de las más ancianas
y sabias de aquellos bosque, que además era muy respetada por los duendes del Gran Consejo.
 Al enterarse de lo ocurrido quiso hablar con Lysander y Nora, pues recordaba los detalles
tan peculiares del día de su nacimiento que Nicodemus, un duende muy amigo suyo, que por
cierto ahora formaba parte del Consejo le había contado una y otra vez.
 Charissa, que como todas las hadas, era muy intuitiva pensó que el Sol ese día, tal vez, quiso
decirle algo a todos los seres de la Naturaleza con ese brillo tan especial que mostraron sus
rayos y el intenso colorido que no terminó de desaparecer ni siquiera al caer la noche.
 Antes de conversar prefirió ver los cuadros pintados por Lysander y analizar con
detenimiento los compuestos medicinales de Nora. Para ello tuvo que ir a una sala del edificio
de La Ley donde quedaron almacenados cuando fueron confiscados. Allí, arrumbadas, estaban
todas las pruebas del delito.
 Cuando sus pequeños y aún vivarachos ojos verdes apreciaron esas pinturas quedaron
desbordados por el realismo que irradiaban. Examinó detenidamente cada obra de arte y se
entusiasmo muchísimo con el trabajo realizado por el joven. Pensó que era una pena no poder
disfrutar de los cuadros de ese gran paisajista.
 Después le tocó el turno a todo lo efectuado por la joven. Al analizar el extraordinario
botiquín natural quedó asombrada ante la magnitud del esfuerzo que había realizado. Tenía
delante de ella una gran cantidad de pequeños frascos detalladamente etiquetados con sus
nombres científicos y las dolencias que curaban. Durante todos los años de su larga vida jamás
había conocido ninguno tan completo.
 Sumamente complacida por todo lo observado se encaminó a sus casas y tras dedicar el
resto del día a escucharlos, prestando verdadera atención a todo lo que oía, se despidió de sus
amistades y partió hacia su hogar.
 Al cabo de unas semanas, Nicodemus recibió una carta de ella.
Querido Nicodemus:


 No creas que me he olvidado de vuestro problema.
 Me fui de tu bosque bastante impactada por todo lo que vi y oí. Desde entonces estoy reflexionando
para intentar ofreceros un poco de ayuda.
 ¿De verdad que no te reconoces en la naturaleza de sus temperamentos?
 Yo, en cambio, reconocí en la fuerza de Nora mi propia fuerza y en la sensibilidad de Lysander, la
tuya.
 ¡Cuántas veces soñamos con poder hacer lo que han hecho!
 La única diferencia es que han tenido más valor que tú y yo para hacer realidad sus sueños.
 Por supuesto que no estoy de acuerdo con sus formas. El engaño no debe tener cabida en nuestras
vidas, pero creo que ésta ha sido su única equivocación y bien sabes tú que han pagado por ello, al no
permitírseles que se vuelvan a encontrar.
 Pero realmente, ¿qué daño han hecho?
 Cuando entré en esa sala del edificio de La Ley lo que allí encontré fueron auténticas obras de arte y
compuestos para mejorar notablemente la salud.
 En cuanto a Nora y Lysander me sorprendió gratamente su sinceridad y madurez y quieren,
por supuesto, compartir sus dones con la comunidad. ¿Cuál es el problema?
 Como creo que aún no habéis meditado detenidamente sobre esto, te diré lo que pienso.
 Es miedo, simple y puro miedo. Sí, miedo a lo desconocido, miedo a lo que pueda pasar si hay
cambios.
 No os asustéis. Nada malo puede surgir del crecimiento personal de hadas y duendes, al contrario,
este crecimiento seguro va a repercutir en el crecimiento y mejora de toda la comunidad.
 Tal vez sea hora ya de revisar las leyes del Gran Consejo de Duendes y cambiar las que están
produciendo dolor. Tendríamos que entender de una vez por todas, que para ser seres completos
necesitamos tener libertad para elegir y que cualquier misión puede ser realizada indistintamente, por
duendes o hadas.
 Sé que pensarás en todo esto. Recuerdo tu alma sensible y seguro me has entendido.


 Un afectuoso abrazo.


                                                                                            Charissa




Tras un tiempo de dudas, Nicodemus decidió hablar con el Consejo. No fue fácil para él. En
un primer momento, se sintió solo e incomprendido, pero contó con el apoyo de Charissa.
Faltaría a la verdad si os dijera que este asunto se resolvió de inmediato. Necesitó de
muchas conversaciones entre duendes y hadas. También fueron muchas las reuniones que tuvo
que tener el Consejo.
  La placidez de sus vidas fue sustituida por revuelo e intranquilidad, pero al fin, la más
importante de todas las leyes en su reino, pudo ser cambiada.
  Derogaron:
  “Las Hadas tienen una misión y los Duendes tienen otra”.
  En su lugar se erigió:


  “Cada Hada y cada Duende, tiene libertad para elegir su Camino de Vida.”


  Como ocurre con toda nueva norma que se quiera implantar, requirió de un tiempo para que
empezase a funcionar de forma favorable. Por suerte, contaron con la inestimable ayuda de
Charissa que fue la primera Hada que perteneció al Gran Consejo. Su sabiduría y su
tolerancia, guiaron este proceso de manera satisfactoria.
  El día que tomó posesión de su cargo recibió como regalo, ante la atenta mirada de todos
los presentes, una pintura con un gran Arco Iris que había realizado Nicodemus.
  Al comenzar la sesión guiñaron sus ojos, al unísono, en forma de mensaje disimulado.
  Con la ayuda que ofrecieron a Lysander y a Nora, habían hecho realidad su viejo sueño:


  “Que ese mundo en Beige y Marrón, fuese un mundo Multicolor”


  Y colorín colorado como tú bien sabes, este cuento…no se ha acabado…


  Te acuerdas de lo que te pedí al principio de este relato… Ya te lo recuerdo yo.


  Te invito a que cuentes esta historia para que no quede nadie, nadie, nadie, que no sepa que
tiene derecho a elegir y por favor, créelo tú. Da igual si eres Hada o Duende. Tienes derecho a
que se cumplan tus sueños, a que tu vida sea en colores… Elige… Sé feliz…


Te lo deseo desde lo más profundo de mi alma.



Ana María R. Novoa
8 de marzo de 2010

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Cuento para la igualdad

  • 1. Dedicado a mis dos abuelas, Hadas de su época. Vuestro amor y vuestra fuerza han sido pilares fundamentales para la persona que ahora soy. En un mundo beige y marrón Erase una vez… La verdad es que no sé si empezar a escribir esta historia como si fuese un cuento, pues quien me la contó me aseguró que… realmente ocurrió. De lo que estoy totalmente convencida es que deseo que se transmita. Por eso, voy a narrártela y, si quieres, podemos contarla unas y unos, a otros y otras. Así, seríamos como eslabones de una gran cadena, y de esta forma no quedaría nadie, nadie, nadie, en este Mundo, que no la conociese… Te empiezo a relatar… En el Reino de las Hadas y los Duendes, hace muchos, muchos, muchísimos años, se vivía con mucha tranquilidad. Cada cual sabía muy bien cuál era su misión y nadie hasta entonces había originado ningún problema por este motivo. Los duendes protegían la Naturaleza y se encargan de que a nadie de su reino le faltase comida, plantas medicinales y un hogar confortable con todo lo básico para vivir. También eran responsables del orden y de que se respetasen y cumpliesen las normas que otros duendes proclamaban; estudiaban para seguir progresando en todo lo relacionado con su mundo; negociaban con otros países vecinos para intercambiar productos y materiales que a ellos les faltaban, y… un sinfín de tareas que desempeñaban estupendamente bien, pues eran las que habían aprendido, de generación en generación. Las hadas también protegían la Naturaleza y además se encargaban de cuidar a sus pequeñas y pequeños. Les cocinaban las más sabrosas comidas y les daban plantas medicinales para curar sus molestias; les confeccionaban ropas que siempre lavaban y cuidaban con sumo esmero; limpiaban sus hogares y los decoraban con labores que realizaban, y… un sinfín de tareas que desempeñaban estupendamente bien, pues eran las que habían aprendido, de generación en generación. Las hadas y los duendes se respetaban y respetaban el trabajo que cada cual desempeñaba, pues sabían que ambos eran indispensables para que su vida fuese tan confortable como lo
  • 2. había sido siempre. La vida transcurría, por tanto, plácidamente en los frondosos bosques de este reino y la tranquilidad sólo era alterada de forma grata ante el nacimiento de algún duende o hada. Una tarde de primavera, el sol brillaba de forma intensa y con un colorido casi irreal. Los tonos anaranjados de sus rayos se entremezclaban, de forma deslumbrante, con el verde intenso de las ramas de los árboles y el cielo parecía cubierto de un fascinante tapiz. Antes de caer la noche este colorido ganó intensidad y ni siquiera la llegada de una creciente luna hizo que desaparecieran esos reflejos tan luminosos como extraños. Sin embargo, las hadas no repararon en esos detalles, pues estaban atentas, entre otras cosas, al alumbramiento de dos nuevos miembros de su reino. Al día siguiente la comunidad pudo conocer a esas dos nacientes vidas: un hada a la que pusieron de nombre Nora y un duende al que llamaron Lysander. Alegres, se dispusieron a celebrar el banquete que siempre se realizaba para festejar la llegada de un nuevo ser. Las orgullosas mamás engalanaron a sus retoños para dicha presentación. Por supuesto, el hada iba vestida de color beige que era el color de las hadas y el duende de color marrón, que como muy bien tú has adivinado era el color de los duendes. Con el paso del tiempo Nora y Lysander se convirtieron en dos responsables criaturas que desempeñaban a la perfección su misión, ya que cada una de sus familias, junto con otros miembros de su comunidad, les habían transmitido como realizarla. Por tanto, también para ellos, la vida transcurría plácidamente. Una mañana, Lysander se sintió extraño. Llevaba un tiempo con emociones inusuales en él que decidió no escuchar, pero esos sentimientos cobraban intensidad en esos momentos. Trató de realizar su trabajo, pero no podía centrarse, así que decidió dar un paseo. Caminó durante un buen rato hasta llegar a una pequeña cascada. Se sentó en una piedra y con el ruido del agua al caer se fue relajando, quedando extasiado con el paisaje que observaba desde allí. Al día siguiente, terminó ilusionado sus quehaceres para poder ir al mismo lugar. Sin saber muy bien por qué había cogido unas telas y unas pinturas que su abuela conservaba en la caja de sus labores y al llegar a la cascada se dispuso, de forma casi automática, a plasmar en un lienzo todo lo que la Naturaleza regalaba a sus ojos en esos instantes. Tan concentrado estaba que no notó la presencia de Nora que aburrida de sus labores había salido a pasear y llevaba una bolsa llena de plantas medicinales que acababa de recolectar. Nora miraba atónita la pintura. No sabía que le extrañaba más, si que un duende estuviese pintando actividad que en su reino estaba reservada únicamente a las hadas o la sensibilidad
  • 3. que intuyó tanto en Lysander como en la pintura que estaba realizando. Ensimismada, dejó caer la bolsa con las hierbas y su amigo asustado volvió la mirada, descubriéndola. ¡Hola! exclamó ruborizada al ser sorprendida . Disculpa que estuviera observándote… No pudo terminar su frase. Lysander se fue corriendo avergonzado, dejando su dibujo y todos los materiales de su abuela, desparramados por el suelo. A partir de ese día Nora paseaba todas las tardes por la pequeña catarata para intentar verlo y poderle devolver sus cosas, pero principalmente para hablar con él. Sin embargo, entendía que no apareciese y que se sintiera asustado, pues había quebrantado una regla, la más importante de todas en su reino: “Las Hadas tienen una misión y los Duendes tienen otra”. Eso había sido así a lo largo de los tiempos y nadie había osado cambiarlo. Pero Nora necesita contarle que ella también había incumplido esa norma, pues le agobiaba muchísimo realizar algunas de las tareas que le eran encomendadas. Disfrutaba entre fogones preparando ricos y variados platos de comida, sobretodo, postres; organizar y tener ordenado cada rincón de su casa era una necesidad casi vital para ella, pero le fastidiaba sobremanera teñir los tejidos y se ponía muy nerviosa cuando tenía que hacer cuadros u otros objetos para decorar su hogar o tenía que repararlos. En cambio, le encantaba recolectar plantas medicinales que conocía a la perfección y las clasificaba en relación a las dolencias que podían curar. Pero lo que de verdad le fascinaba, era leer. En los libros no sólo encontraba aventuras sin fin sino que eran muchos los conocimientos que descubría y aprendía cuando se concentraba en la lectura de sus páginas. Mientras iba pensando en todo esto caminaba distraída por un estrecho sendero que la conducía hacía la Cueva de los Dragones. Según una leyenda esa gruta era la morada de estos seres poderosos, pero Nora que la llevaba explorando desde pequeña jamás encontró ninguno. Por eso, acostumbraba a cobijarse allí cada vez que tenía necesitad de estar sola y escuchar el silencio. Su hogar, como cada uno de los hogares de su reino, era fuente del bullicio que las hadas producían cuando se acompañaban las unas a las otras, así que, decidió aprovechar el temor que infundía en los habitantes de su bosque esas criaturas fantásticas para disfrutar de la soledad en su supuesta guarida. La lluvia hizo aparición de repente y cuando las pequeñas gotas se transformaron en un fuerte chaparrón ya estaba al resguardo de su escondrijo preferido.
  • 4. Seguía pensando cuando escuchó pasos que se acercaban y decidió esconderse más al fondo de la cueva, pues temía que alguien la descubriera. Sabía que le estaba totalmente prohibido estar por esa zona. Sin embargo con sorpresa descubrió que era Lysander quien entraba, empapado por el aguacero que estaba cayendo. Muy despacio y sigilosamente avanzó hacía a él y casi en un susurro le habló: Por favor, no huyas de mí, no te asustes, necesito que me escuches nerviosa, pues temía que se marchara, continuó . Tengo tu paño y no hay un solo día que no me pase un buen rato contemplándolo. Es una auténtica obra de arte. Gracias contestó temeroso , espero que no se lo hayas contado a nadie. Sabes que no, al igual que yo sé que tú tampoco has contado que yo estaba lejos de mi casa, sola, sin ningún duende que me protegiera y que además estuviese recogiendo plantas medicinales le comentó confiada. Estuvieron observándose en silencio durante breves momentos y el duende entendió que podía confiar en ella. Durante un largo rato estuvo explicándole lo que le ocurría. No es que no le gustara cortar leña y trabajarla para poder transformarla en útiles muebles; tampoco le disgustaba escuchar los problemas de otros y ayudar a resolverlos con la ayuda de las Leyes de los Duendes le satisfacía enormemente. Pero el día le regalaba tiempo para otras actividades. Sólo había pintado una tarde en su vida, pero lo que había sentido en esos momentos era lo más especial que había sentido jamás y ahora sufría una tristeza que lo ahogaba al pensar que no podría hacerlo más. Nora se sinceró también con él. Le contó como la lectura era su actividad preferida y que aunque a la Biblioteca sólo se le permitía el acceso a los duendes, ella había encontrado una entrada secreta. Por allí, sacaba los libros para poder leerlos de noche, a la luz de las velas, cuando los demás descansaban. Esto hacía que de día, estuviese a veces cansada para hacer sus labores, pero le merecía la pena, pues así conseguía una considerable información para clasificar y preparar las hierbas. Lysander admiró su fuerza de carácter, pues a él no se le había ocurrido nada para poder seguir pintando. Intuyendo lo que pensaba, Nora le dijo: Mañana te traeré tu pintura y todas tus cosas a esta cueva. Así podrás pintar cada vez que quieras. Será nuestro secreto. ¿Crees que hacemos bien? preguntó Lysander dudando de lo que le proponía su amiga. ¿Crees que hacemos mal? contestó riendo Nora.
  • 5. Gracias a ella, nuestro creativo duende, pudo dedicar algunos ratos a su afición favorita y realizar cuadros que reflejaban ese don tan especial que la Naturaleza le había regalado. El hada, por su parte, recolectaba plantas y como cada vez tenía más información, ya que dedicaba mucho tiempo al estudio, no había dolencia que no supiese como curar. Pero empezaron las quejas en ambas casas. No terminaban su trabajo y sus familias empezaron a notar que algo estaba pasando. Nora que no solía dejarse amedrentar por nada y que había conocido la auténtica felicidad haciendo lo que le gustaba, le propuso a Lysander un plan. Todos los cuadros que él pintase, los aportaría como labores realizadas por ella y todos los compuestos medicinales que ella elaborara, se los daría debidamente etiquetados para que lo presentara ante los duendes, como trabajos ejecutados por él. En su reino se podía cambiar, por fortuna, de un trabajo a otro hasta que verdaderamente sabían lo que más le gustaba hacer. Esto solía coincidir con lo que mejor desempeñaban. Pero siempre sin saltarse la regla más importante de todas ¿recuerdas? : “Las Hadas tienen una misión y los Duendes tienen otra”. En un principio, no hubo problemas y la tranquilidad llegó de nuevo a sus familias. Pero como tú bien sabes, la mentira no es la forma de solucionar ningún problema y hubo un cambio en sus vidas, que hizo que todo su plan se derrumbara. La familia de Nora se trasladaba a otro bosque durante una larga temporada y Lysander se quedaba sin el apoyo del único ser que lo entendía de veras. Ahora tendría que volver a trabajar en algo que no sólo no le gustaba, sino que no tenía la menor idea de cómo hacerlo. Nora por su parte, al llegar al otro bosque, se sentía sola y era incapaz de plasmar en el lienzo los nuevos paisajes que contemplaba, pues tampoco tenía ni la menor idea de cómo hacerlo. Esta vez fue Lysander quien encontró la solución. Se explicarían, escribiéndose por carta, como tenía que hacer cada cual para realizar el trabajo que se esperaba que hiciesen. Sin embargo, aunque Nora fue capaz de aplicar las técnicas y pintar algo, no tenía nada que ver con los cuadros que presentaba anteriormente y tampoco los compuestos medicinales que elaboraba su amigo tenían la misma calidad que los de ella. La situación se iba haciendo insostenible pero, para colmo de desgracias, una época de tormentas dejó incomunicados los dos bosques, con lo cual, su mentira fue descubierta, creando la primera gran crisis en el Reino de las Hadas y los Duendes. La serenidad fue sustituida por una tremenda inquietud y un gran desasosiego.
  • 6. El Gran Consejo de los Duendes se reunió y decidió prohibirles terminantemente, trabajar en otra misión que no fuera la que les había sido encomendada a lo largo de los tiempos. Además, les impidieron volver a verse, pues consideraban que su amistad era un peligro para la calma del bosque. Por más que quisieron explicarse no se lo permitieron, pues estaban muy tristes, no sólo por lo ocurrido, sino también, por todo el tiempo que habían estado mintiendo. Así estaban las cosas cuando recibieron la visita del Hada Charissa, una de las más ancianas y sabias de aquellos bosque, que además era muy respetada por los duendes del Gran Consejo. Al enterarse de lo ocurrido quiso hablar con Lysander y Nora, pues recordaba los detalles tan peculiares del día de su nacimiento que Nicodemus, un duende muy amigo suyo, que por cierto ahora formaba parte del Consejo le había contado una y otra vez. Charissa, que como todas las hadas, era muy intuitiva pensó que el Sol ese día, tal vez, quiso decirle algo a todos los seres de la Naturaleza con ese brillo tan especial que mostraron sus rayos y el intenso colorido que no terminó de desaparecer ni siquiera al caer la noche. Antes de conversar prefirió ver los cuadros pintados por Lysander y analizar con detenimiento los compuestos medicinales de Nora. Para ello tuvo que ir a una sala del edificio de La Ley donde quedaron almacenados cuando fueron confiscados. Allí, arrumbadas, estaban todas las pruebas del delito. Cuando sus pequeños y aún vivarachos ojos verdes apreciaron esas pinturas quedaron desbordados por el realismo que irradiaban. Examinó detenidamente cada obra de arte y se entusiasmo muchísimo con el trabajo realizado por el joven. Pensó que era una pena no poder disfrutar de los cuadros de ese gran paisajista. Después le tocó el turno a todo lo efectuado por la joven. Al analizar el extraordinario botiquín natural quedó asombrada ante la magnitud del esfuerzo que había realizado. Tenía delante de ella una gran cantidad de pequeños frascos detalladamente etiquetados con sus nombres científicos y las dolencias que curaban. Durante todos los años de su larga vida jamás había conocido ninguno tan completo. Sumamente complacida por todo lo observado se encaminó a sus casas y tras dedicar el resto del día a escucharlos, prestando verdadera atención a todo lo que oía, se despidió de sus amistades y partió hacia su hogar. Al cabo de unas semanas, Nicodemus recibió una carta de ella.
  • 7. Querido Nicodemus: No creas que me he olvidado de vuestro problema. Me fui de tu bosque bastante impactada por todo lo que vi y oí. Desde entonces estoy reflexionando para intentar ofreceros un poco de ayuda. ¿De verdad que no te reconoces en la naturaleza de sus temperamentos? Yo, en cambio, reconocí en la fuerza de Nora mi propia fuerza y en la sensibilidad de Lysander, la tuya. ¡Cuántas veces soñamos con poder hacer lo que han hecho! La única diferencia es que han tenido más valor que tú y yo para hacer realidad sus sueños. Por supuesto que no estoy de acuerdo con sus formas. El engaño no debe tener cabida en nuestras vidas, pero creo que ésta ha sido su única equivocación y bien sabes tú que han pagado por ello, al no permitírseles que se vuelvan a encontrar. Pero realmente, ¿qué daño han hecho? Cuando entré en esa sala del edificio de La Ley lo que allí encontré fueron auténticas obras de arte y compuestos para mejorar notablemente la salud. En cuanto a Nora y Lysander me sorprendió gratamente su sinceridad y madurez y quieren, por supuesto, compartir sus dones con la comunidad. ¿Cuál es el problema? Como creo que aún no habéis meditado detenidamente sobre esto, te diré lo que pienso. Es miedo, simple y puro miedo. Sí, miedo a lo desconocido, miedo a lo que pueda pasar si hay cambios. No os asustéis. Nada malo puede surgir del crecimiento personal de hadas y duendes, al contrario, este crecimiento seguro va a repercutir en el crecimiento y mejora de toda la comunidad. Tal vez sea hora ya de revisar las leyes del Gran Consejo de Duendes y cambiar las que están produciendo dolor. Tendríamos que entender de una vez por todas, que para ser seres completos necesitamos tener libertad para elegir y que cualquier misión puede ser realizada indistintamente, por duendes o hadas. Sé que pensarás en todo esto. Recuerdo tu alma sensible y seguro me has entendido. Un afectuoso abrazo. Charissa Tras un tiempo de dudas, Nicodemus decidió hablar con el Consejo. No fue fácil para él. En un primer momento, se sintió solo e incomprendido, pero contó con el apoyo de Charissa.
  • 8. Faltaría a la verdad si os dijera que este asunto se resolvió de inmediato. Necesitó de muchas conversaciones entre duendes y hadas. También fueron muchas las reuniones que tuvo que tener el Consejo. La placidez de sus vidas fue sustituida por revuelo e intranquilidad, pero al fin, la más importante de todas las leyes en su reino, pudo ser cambiada. Derogaron: “Las Hadas tienen una misión y los Duendes tienen otra”. En su lugar se erigió: “Cada Hada y cada Duende, tiene libertad para elegir su Camino de Vida.” Como ocurre con toda nueva norma que se quiera implantar, requirió de un tiempo para que empezase a funcionar de forma favorable. Por suerte, contaron con la inestimable ayuda de Charissa que fue la primera Hada que perteneció al Gran Consejo. Su sabiduría y su tolerancia, guiaron este proceso de manera satisfactoria. El día que tomó posesión de su cargo recibió como regalo, ante la atenta mirada de todos los presentes, una pintura con un gran Arco Iris que había realizado Nicodemus. Al comenzar la sesión guiñaron sus ojos, al unísono, en forma de mensaje disimulado. Con la ayuda que ofrecieron a Lysander y a Nora, habían hecho realidad su viejo sueño: “Que ese mundo en Beige y Marrón, fuese un mundo Multicolor” Y colorín colorado como tú bien sabes, este cuento…no se ha acabado… Te acuerdas de lo que te pedí al principio de este relato… Ya te lo recuerdo yo. Te invito a que cuentes esta historia para que no quede nadie, nadie, nadie, que no sepa que tiene derecho a elegir y por favor, créelo tú. Da igual si eres Hada o Duende. Tienes derecho a que se cumplan tus sueños, a que tu vida sea en colores… Elige… Sé feliz… Te lo deseo desde lo más profundo de mi alma. Ana María R. Novoa 8 de marzo de 2010