El cuento narra la historia de una carrera entre una liebre y una tortuga. La liebre se burla de la tortuga por ser lenta y la reta a una carrera. Durante la carrera, la liebre se adelanta rápidamente pero luego se detiene a descansar confiado en que ganará. Mientras tanto, la tortuga avanza lentamente pero sin detenerse. Cuando la liebre despierta, ve que la tortuga está a punto de cruzar la meta, por lo que intenta acelerar pero ya es tarde y la tortuga gana la carrera
2. Había una vez un niña bonita, bien bonita.
Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas
y muy brillantes. Su cabello era rizado y negro,
como hecho de finas hebras de la noche.
Su piel era oscura y lustrosa, más suave que la
piel de la pantera cuando juego con la lluvia.
A su mamá le encantaba peinarla y a veces le
hacía una trencitas todas adornadas con cintas
de colores. Y la niña bonita terminaba
pareciendo una princesa de las tierras de
África o un hada del Reino de la Luna.
Al lado de la casa de la niña bonita vivía un
conejo blanco, de orejas color rosa, ojos muy
rojos y hocico tembloroso. El conejo pensaba
que la niña bonita era la persona más linda que
había visto en toda su vida. Y decía:
3. Por eso, un día fue adonde la niña y le
preguntó:
-Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto
para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó.
-Ah, debe ser que de chiquita me cayó encima
un frasco de tinta negra.
El conejo fue a buscar un frasco de tinta
negra. Se lo echó encima y se puso negro y
muy contento. Pero cayó un aguacero que le
lavó toda la negrura y el conejo quedó blanco
otra vez. Entonces, regresó adonde la niña y le
preguntó:
-Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto
para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó.
-Ah, debe ser que de chiquita tomé café negro.
El conejo fue a su casa. Tomó tanto café que
perdió el sueño y pasó toda la noche haciendo
pipí. Pero no se puso negro.
Regresó entonces adonde la niña y le preguntó
4. -Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu
secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó:
-Ah, debe ser que de chiquita comí
mucha uva negra.
El conejo fue a buscar una cesta de uvas
negras y comió y comió hasta quedar
atiborrado de uvas, tanto, que casi no
podía moverse.
Le dolía la barriga y pasó toda la noche
haciendo pupú.
Pero no se puso nada negro.
Cuando mejoró, regresó adonde la niña
y le preguntó una vez más:
-Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu
secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía y ya iba a ponerse a
inventar algo de unos frijoles negros
cuando su mamá, que era mulata linda
y risueña, dijo:
-Ningún secreto. Encantos de una
abuela negra que ella tenía.
5. -Ahí el conejo, que era bobito pero no
tanto, se dio cuenta de que la madre
debía estar diciendo la verdad,
porque la gente se parece siempre a
sus padres, a sus abuelos, a sus tíos y
hasta a sus parientes lejanos. Y si él
quería tener una hija negrita y linda
como la niña bonita, tenía que buscar
una coneja negra para casarse.
No tuvo que buscar mucho. Muy
pronto, encontró una coneja oscura
como la noche que hallaba a ese
conejo blanco muy simpático. Se
enamoraron, se casaron y tuvieron un
montón de hijos, porque cuando los
conejos se ponen a tener hijos, no
paran más.
6. Tuvieron conejitos para todos los
gustos: blancos, bien blancos, blancos
medio grises, blancos manchados de
negro, negros manchados de blanco, y
hasta una conejita negra, bien negrita. Y
la niña bonita fue la madrina de la
conejita negra.
Cuando la conejita salía a pasear
siempre había alguien que le
preguntaba:
Coneja negrita, ¿cuál es tu secreto para
ser tan bonita?
Y ella respondía.
Ningún secreto. Encantos de mi madre
que ahora son míos.
7. Una día Chigüiro hizo cosas que
disgustaron a Ata, y Ata se molestó tanto
que lo regañó.
Entonces Chigüiro le dijo:
- Me voy lejos, a donde nadie me regañe.
Tomó sus cosas, las metió entre una bolsa, y
se fue sin decir nada más.
Caminó, caminó y caminó hasta que llegó a
la casa de Vaca.
- Hola, Vaca -le dijo.
- Hola, Chigüiro -le contestó Vaca. Vaca
estaba cortando flores y Chigüiro quiso
ayudarle.
Cortaron margaritas, rosas, azucenas,
hortensias y claveles. Después Chigüiro le
dijo:
- ¡Qué bien se está a tu lado! Tú no me
regañas como Ata. ¿Podría quedarme
8. Entonces Vaca, que también tenía hambre, hizo
una tortilla de hierba que a Chigüiro le pareció
horrible.
- ¡Qué fea está! Prefiero la tortilla de queso que
prepara Ata. ¿Podrías hacerme una tortilla de
queso?
Pero Vaca no sabía hacer tortillas de queso, así
que Chigüiro le dijo:
- Me voy lejos, a donde me den tortilla de queso.
Y Chigüiro se fue sin decir nada más.
Caminó, caminó y caminó hasta que llegó a la
casa de Tortuga.
- Hola, Tortuga -le dijo Chigüiro.
- Hola, Chigüiro -contestó ella.
Tortuga tenía puesto un sombrero de paja y
estaba tomando limonada y comiendo hojitas de
lechuga fresca mojadas en vinagreta.
Entonces invitó a Chigüiro a sentarse y le sirvió
limonada y lechuga.
9. Después de un rato, Chigüiro le dijo:
- ¡Qué bien se está a tu lado! Tú no me
regañas como Ata y no comes cosas horribles
como Vaca. ¿Podría quedarme contigo?
- Está bien -contestó Tortuga.
- Pero quiero escuchar un cuento. ¿Podrías
contarme uno?
Tortuga se acomodó y comenzó la historia:
- Había una vez... había una vez... había una
vez... ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! No me acuerdo bien... -
decía mientras bostezaba-. Había una vez,
había una vez...
Entonces Chigüiro le dijo:
- Tú no sabes contar historias como las que
cuenta Ata. Me voy lejos, a donde sepan
contar cuentos.
10. Caminó, caminó y caminó hasta que llegó a casa de
Tío Oso, que estaba meciéndose en su hamaca.
- Hola, Tío Oso -dijo Chigüiro.
- Hola, Chigüiro -le contestó. Tío Oso estaba
rascándose la panza y comiendo miel de un jarro.
Tío Oso invitó a Chigüiro a que se subiera a la
hamaca y le contó un cuento tras otro.
Entonces Chigüiro le dijo:
- ¡Qué bien se está a tu lado, Tío Oso! Tú no me
regañas como Ata, no comes cosas horribles como
Vaca y no se te olvidan los cuentos como a Tortuga.
¿Podría quedarme contigo?
- Está bien -contestó Tío Oso.
- Pero tengo sueño y estoy cansado porque he
caminado mucho -dijo Chigüiro.
Se subió a la hamaca, pero era muy pequeña para
los dos. Los bigotes de Tío Oso le hacían cosquillas y
sus ronquidos no lo dejaban dormir.
11. Entonces Chigüiro le dijo:
- Tu hamaca es muy incómoda; no es como la cama de
Ata. Me voy lejos, a donde tengan camas
cómodas.
Cuando Tío Oso vio que Chigüiro se marchaba, le dijo:
- La casa que buscas está cerca de aquí. Vete por ese
camino y la encontrarás.
Y Chigüiro hizo tal cual le decía Tío Oso.
Caminó, caminó y caminó hasta que llegó a una casa.
Llamó a la puerta y... ¿quién le abrió? ¡Pues Ata!
¡Nadie más y nadie menos que Ata!
- Hola, señora -dijo Chigüiro.
- Hola, señor -contestó Ata.
Ata estaba haciendo una tortilla de queso e invitó a
Chigüiro a comer. Luego le contó una historia y otra, y
otra, y después lo acostó en su cama, que era calientita y
blanda.
Entonces Chigüiro le dijo:
12. Entonces Chigüiro le dijo:
Qué bien se está a tu lado, Ata! Cocinas delicioso... Sabes
contar historias... Y tu cama es calientita... ¿podría
quedarme contigo?
- ¡Claro que puedes! -le respondió Ata.
Y besando a Chigüiro, lo cubrió con las cobijas y lo
acompañó hasta que se quedó profundamente dormido.
13. Soy un ratón. Un ratoncito muy pequeño.
Tigre, en cambio es un tipo muy grande y
fuerte. Somos muy buenos amigos.
Aun así, tenemos un pequeño problema.
14. Tigre decía:
- El bueno siempre le gana al malo.
¿Qué podía hacer? Yo tan solo era un ratón
muy pequeño.
Cada vez que jugábamos a los vaqueros,
tigre hacia del bueno y yo tenia que ser el
malo.
15. Cada vez que tigre y yo compartíamos un bizcocho.
Tigre cortaba su pedazo mucho mas grande que el mio.
Tigre decía:
-¿Qué bueno es compartir , ¿Verdad?
¿Qué podía decir? Yo tan solo era un ratón muy
pequeño.
16. Cada vez que veía una flor que le gustaba mucho, Me
mandaba a recogerla.
Entonces tigre decía:
-¿No es acaso hermosa la naturaleza?
¿Qué podía decir? Yo tan solo era un ratón muy
pequeño.
17. Un día construí el castillo mas grande que jamás
hubieran construido.
-Mira!, Tigre! – lo llame emocionado.
Y tigre dijo:
-Buen trabajo
Luego salto en el aire y destruyó mi castillo de un
puntapié.
18. -Excelente, Tigre! – Grite –
Ya no eres mi amigo. Es posible que yo sea un ratón
pequeño, pero tu eres un grandulón muy malvado.
19. -Estaba furioso y triste, pero,
sobre todo estaba asustado.
Jamás le había gritado a Tigre.
Cuando tigre me encontró, mi corazón se paralizo.
Pensé que me daría un puntapié de la misma forma
que hizo con el castillo
-Vete Tigre! Grite
No te tengo miedo, ¡déjame en paz!
20. Sin embargo, tigre no había
venido a pegarme. Había
reconstruido mi castillo y tan
solo quería mostrármelo.
Acepte ir a verlo, pero antes de
hacerlo le dije:
- Aun así, no soy tu amigo.
21. Tigre me pregunto después si
quería jugar a los vaqueros.
Dijo que yo haría del bueno y el
del malo. Acepte
22. Finalmente Tigre me pregunto si quería
una flor.
Yo le señale una y Tigre muy valiente
decidió ir por ella.
Es posible, que vuelva a ser tu amigo
-Tigre sonrió.
23. Desde entonces nos llevamos muy bien. Nos turnamos
para todo y repartimos los bizcochos por la mitad.
Pero aun así tenemos un problema…
26. Hace mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un
árbol, y al lado de aquel árbol había un tronco que decía: soy un árbol
encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
soy un árbol encantado,
si dices las palabras
mágicas, lo verás.
27. soy un árbol encantado,
si dices las palabras
mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó
con…
y muchas otras, pero
nada.
ABRACADABRA
28. soy un árbol encantado,
si dices las palabras
mágicas, lo verás.
Rendido, se sentó en el pasto suplicando, dijo: “¡¡por
favor, arbolito!!”, y entonces, se abrió una gran puerta
29. soy un árbol encantado,
si dices las palabras
mágicas, lo verás.
El niño dijo “¡¡Gracias, arbolito!!”, y se encendió
dentro del árbol una luz que alumbraba un camino
hacia una gran montaña de juguetes y chocolate y
30. soy un árbol encantado,
si dices las palabras
mágicas, lo verás.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y
tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice
siempre que “por favor” y “gracias”, son las
31.
32. La liebre siempre se reía de la tortuga,
porque era muy lenta. —¡Je, ¡el En realidad,
no sé por qué te molestas en moverte -le dijo.
Bueno -contestó la tortuga-, es verdad que
soy lenta, pero siempre llego al final. Si
quieres hacemos una carrera.
33. Era un caluroso día de sol y todos los
animales fueron a ver la Gran Carrera.
La ardilla levantó la bandera y dijo: -
Uno, dos, tres... ¡Ya!
La liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó atrás, tosiendo en una nube de
polvo. Cuando echó a andar, la liebre ya se había perdido de vista.
34. La Liebre estaba muy segura de que
ganaría a la Tortuga a ojos cerrados.
35. La Tortuga no dejaba de caminar y
caminar, pero a su lento paso, avanzaba
tranquila hacia la meta.
36. Liebre vio segura su éxito sobre la
carrera, y deicidio echarse una siesta.
37. Poco después, la Liebre despertó y vio si por atrás
seguía sin llegar la Tortuga, pero al ver hacia la
meta, vio a la Tortuga muy cerca de la Final.
…y en un intento desesperado por correr lo más
veloz que pudo, la Tortuga llegó y ganó.