redacciones segundos

1. EL JARRÓN ROJO
Todo empezó un día con una llamada. Eran, aproximadamente, las 12 de la noche cuando
sonó el teléfono de la empresa restauradora “Gullas S.L.”. Atendió la llamada el jefe Juan
Martínez, un joven de unos treinta años. Les ofrecían restaurar una casa entera en un pueblo
del País Vasco. Juan aceptó encantado porque su empresa no tenía mucho trabajo. A la
mañana siguiente partió con todo su equipo: María, Javi, Carmen y él.
Llegaron al pueblo, situado en lo más profundo de un bosque. Preguntaron a un hombre
mayor por la casa llamada “La Degollada”. El hombre se quedó blanco y les dijo,
tartamudeando: “sigan por ese camino y la encontrarán, pero tengan cuidado”. Eso les
inquietó, ¿qué quería decir aquel hombre con que tuvieran cuidado?
Cuando llegaron a la casa la observaron y vieron que era triste y lúgubre. Decidieron entrar.
No había nadie, pero encontraron un sobre a nombre de la empresa con indicaciones para
que empezaran a trabajar. Después de unas horas llegó alguien a la casa. Era el dueño, el
señor Judas Baltimor. Tenía un aspecto frío y tenebroso. Les dijo que lo restauran todo pero
que si encontraban un jarrón rojo no lo tirasen ni lo tocasen. Todos se quedaron extrañados,
aunque pensaban que podía ser un jarrón familiar. El señor Judas se fue y se pusieron a
trabajar. Cuando Carmen estaba quitando el polvo del salón notó como si la estuvieran
observando. Pero sólo estaba ella. Mientras Juan y Javi bajaron, vieron una puerta. La
abrieron y encontraron una sala con el jarrón rojo del que el señor Judas les había hablado.
Llamaron a Carmen y a María, pero María no acudió. Como no respondía todos subieron al
salón y la vieron hablando con un señor en la puerta de la casa. Todos salieron y María les
explicó que ese señor tenía que decirles algo muy importante: “Hace tiempo un
descendiente del señor Baltimor mató a sus dos hijos y a mujer, y metió sus corazones en un
jarrón rojo”. El hombre se fue de la casa y todos se quedaron asustados y pensativos pero no
le creyeron. Cuando llegó la noche el señor Baltimor apareció en la casa con una hoz y le dijo
que su abuelo era el hermano del hombre que había asesinado a su familia. Al señor Judas le
brillaban los ojos de una manera extraña y les explicó que necesitaban sus corazones para
meterlos en el jarrón rojo. Ellos corrieron. Cuando Judas se acercó a la barandilla lo
empujaron y cayó al vacío. Después de llamar a la policía, apareció el viejo que les contó la
historia y les dijo que debían destruir el jarrón. Y así fue. Lo cogieron y lo rompieron,
pero….¿desapareció así la maldición?
2ºD

2. EL MISTERIOSO CASO DE MARTA
-¡Mamá, mamá! ¡Mi cama, mi cama me está sujetando con mucha fuerza! ¡Auxilio! ¡Mamá,
auxilio!
La madre al oír los gritos de su hija Marta, se levantó lo más rápido que pudo y salió
corriendo hacia la habitación de su pequeña hija. Ella intentaba abrir la puerta, pero no
podía. Toda la fuerza que hacía no servía para nada.
-Marta, cariño, necesito que me ayudes. Por favor, levántate de la cama y abre la puerta, y
así mamá podrá entrar a ayudarte.
-No puedo mamá, no puedo levantarme de la cama. No me deja. Es como si le pasara algo a
esta cama, por más que quiera, no puedo.
La madre, desesperada sin saber qué hacer, cogía cualquier cosa que encontrase por la casa
y lo lanzaba; pero nada, la puerta seguí sin poder abrirse.
-Por favor Marta, necesito que me hables para poder saber que estás bien. ¡Marta,
responde!, ¡Marta!
La madre, desesperada nuevamente y más nerviosa, gritaba como loca al no escuchar la voz
de su hija. Empezó a dar fuertes patadas a la puerta a la vez que gritaba de los nervios.
-¡Maldita puerta! ¿Por qué no abres de una maldita vez?
Cuando de repente la puerta empezó a hablar y con tono burlón dijo:
-Jajajaa, ¿piensas que con tus estúpidas patadas lograrás entrar?
-Yo solo quiero que me des a mi hija. Es solo una criatura de siete años. Por favor, hazme lo
que quieras, pero deja salir a mi niña de esto. ¡Te lo suplico!
-¿Crees que con tus lágrimas me vas a conmover? A mí me fabricaron para destruir, matar
gente inocente. Y lamentablemente es la hora de tu hija.
-¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿No ves que es solo una niña? Tiene un futuro por delante, no
merece que la trates así. ¡Nunca te ha hecho daño!
-No se trata del daño que me haya hecho tu hija o tú. A mí me hicieron cosas muy feas, y
todo fue causado por uno de vuestra especie; por eso mismo me quiero vengar.
- Pero, ¿por qué justamente con ella?
-Ella tiene esos ojos azules, los mismos que tenía el malo que me hizo daño; el mismo color
de piel. ¡Parece que es ella! ¡Ella es la que me convirtió en esto que soy ahora! ¡Una simple
puerta! Yo no estaba destinado a esto, no merecía sufrir. Yo quería ser otra cosa, un pájaro,
por ejemplo. Poder ser libre. En cambio, estoy sujetado con estos malditos tornillos. ¿Crees
que no duelen que te claven tornillos y encima ver cómo otros disfrutan haciendo su
trabajo?
La mujer indignada por lo que había escuchado, se quedo sin palabras.

3. -Ahora es mi gran oportunidad: acabar con un ser humano y hacerle todo lo que me hicieron
a mí antes de terminar aquí.
La madre, de rodillas, suplicaba que por favor no le hiciese nada a su hija; pero, sin embargo,
no había marcha atrás. La puerta hizo unos movimientos y se escuchó un ruido como si
hubiesen matado a su hija, y en ese preciso momento se abrió la puerta. Ella entró con la
esperanza de ver a su hija nuevamente echada en su cama, como siempre estaba Marta.
Pero ya nada era igual. Su hija había muerto o quizás todo fue un simple sueño. Por más que
quería abrir y cerrar los ojos, no podía. Era como si todo hubiese sido realidad.

4. EL BAÚL DE LOS RECUERDOS
Era el primer verano que pasaba en la casa del bosque, y también el primero que pasaría sin
papá. Estaba triste por no estar con él, pero a la vez ilusionada por conocer la casa del
bosque y ver a los abuelos a os que no veía desde pequeña. Cuando iba en el coche recordé
todos los veranos en la playa: cogiendo conchas, jugando con la arena y bañándome en la
salada agua del mar. No me gustaba mucho la idea de cambiar mi estancia de verano en la
playa, pero las circunstancias de la vida son así; tal vez aquí sería igual de divertido.
Cuando llegamos los abuelos nos estaban esperando en la puerta. La casa me impresionó:
era bonita y grande. Tenía un gran jardín donde podría jugar y pasear, y un viejo columpio
de madera colgado en un árbol. El abuelo Julio y la abuela María nos enseñaron todas las
habitaciones. Había alguna sin muebles y otras bien decoradas y preparadas. Mi madre y yo
elegimos la de la buhardilla. Cuando entramos en la última habitación que nos quedaba por
ver, una extraña sensación me recorrió; no sabía por qué, pero así fue. En la habitación había
un bonito cuadro de un caballo, viejos muebles de mimbre y un baúl; el típico baúl de los
recuerdos. Esa habitación despertó mi curiosidad.
Mientras los abuelos y mamá preparaban la cena, yo me fui a dar una vuelta por el gran
jardín.
La cena fue estupenda. La comida que prepararon, buenísima. Después reímos y charlamos,
cuando el reloj marcó las doce decidimos irnos a dormir. Cuando estábamos metidos en la
cama sólo pensé en la última habitación. ¿Qué habría en ese baúl? Tuve ganas de bajar, pero
no lo hice. Pensé que todo estaba demasiado oscuro para bajar yo sola. En mitad de la noche
tuve una especie de visión. Nunca me había pasado. Me sentí rara y un poco mareada. En
ella vi a una chica de unos 19 años. Estaba al lado de una chimenea, que se parecía mucho a
la del salón. Estaba quemando todas sus fotos u llorando al lado del fuego… ¿Por qué habría
visto eso? ¿Qué estaba pasando? ¿Se lo debería contar a mamá? Decidí no contárselo para
no preocuparla.
Terminamos de desayunar y fui a la habitación del baúl. Estaba polvorienta, pero eso me
daba igual. Lo importante era abrir el baúl. En el baúl estaban las fotos quemadas que la
chica tenía en la visión, las pulseras que llevaba y una foto suya. ¡Era ella! ¡Era la misma!
¿Qué estaba pasando? Estaba asustada y no entendía nada.
Cada noche me sucedía lo mismo, aunque con diferentes personas, lugares y recuerdos.
Cuando abría el baúl todos los recuerdos del día anterior ya no estaban y aparecían los de la
nueva persona.
No le conté nada ni a los abuelos ni a mamá, ya que no me creerían, porque una noche
hablando con ellos me dijeron que en el baúl no había nada.
La penúltima noche fue diferente. En la visión salía un perro. Creo que era la mascota de
alguien que vivió en la casa. Salía jugando por el jardín. Llevaba un collar rojo y un lacito en
la cabeza. Cuando al mediodía abrí el baúl, encontré el collar rojo, el lacito y una foto de su
dueña. Su dueña no era una desconocida: era la jardinera, Ana, que trabajaba para los
abuelos. Hablé con Ana y me contó la triste historia de la muerte de su perro en el jardín de
la casa. Entonces comprendí que las personas que aparecían en mis visiones habían vivido y
muerto en la casa.
La última noche no tuve una visión. No sé por qué, pero así fue. Me desperté y estaba
aliviada y tranquila. Acabarían las visiones. Ya no tendría más visiones y todo volvería a la

5. normalidad. Pero no fue así. Antes de irnos decidí mirar en el baúl por si acaso y cuando lo
abrí solo había una carta que contenía el siguiente mensaje:
“Todos los días te hemos estado enseñando cómo hemos muerto. ¿Por qué crees
que sólo a ti? Porque tú eres la siguienteeeeee”.
En ese momento mi madre gritó:
-¡Sara! ¡Nos tenemos que ir! ¡Ven a despedirte de los abuelos!

6. EL EXTRAÑO MEDALLÓN
Iba caminando lentamente por las oscuras calles mal iluminadas. Hacía frío. Me froté las
manos en un intento de entrar en calor; entonces me fijé en el medallón que tenía colgado
desde que me lo encontré hace unas semanas. No tenía nada especial; cualquier otro no lo
hubiera cogido, pero a mí me dejó fascinado. Aunque sólo fuese un trozo de metal inútil de
forma ovalada con un extraño grabado en una de sus caras; era una frase en un idioma
desconocido para mí. Era un medallón sin valor alguno, y aunque lo tuviera, no habría
merecido el esfuerzo de agacharme y recogerlo entre un montón de basura esparcida por la
acera. Seguí caminando hasta llegar al puente. Allí vi a una chica ligeramente apoyada en la
barandilla, mirando la luna. Nunca había visto nada tan hermoso como ella. Tenía el pelo
moreno y ondulado hasta la cadera contrastando con su pálida piel; su mueca reflejaba una
mueca de tristeza. Aunque parecía de mi edad, llevaba ropa muy extraña.
Me pregunté si era un disfraz, pero algo me decía que no lo era. Simplemente parecía de
otro mundo.
Se me heló la sangre cuando vi lo que intentaba hacer: iba a saltar.
-¡No!- grité mientras salía corriendo hacia ella. -¡Para!
Se volvió hacia mí un solo segundo. En sus negros ojos vi un dolor intenso.
Saltó. Fue demasiado tarde, aunque llegué a cogerla. Estábamos cayendo. Me aferré a ella
con fuerza cuando noté que una extraña luz salía de mi medallón, y allí donde entraba en
contacto con mi piel ardía. No lo aguanté más y me desmayé. Al despertarme aparecí en un
lugar totalmente distinto; no sabía ni qué había pasado, ni dónde estaba, ni qué era ese
medallón, ni dónde estaba esa chica, ni cómo volver.

7. CURIOSIDAD MORTAL
Yo no podía evitar pensar en aquel extraño hombre. Salí a dar un paseo por el bosque que
había junto a la casa. Al volver vi a los chicos durmiendo profundamente en el sofá y a Luis
tirado en el suelo durmiendo también. Di una patadita a Luis para que se levantase, lo
balanceé con el pie, pero no funcionó. Intente despertar a los chicos pero no lo logré; sus
pulsos estaban cada vez más débiles…..
De repente recordé la extraña pregunta del hombre de la tienda y empecé a preocuparme de
verdad.
Salí corriendo en dirección a la tienda. Le exigí a aquel hombre una respuesta a lo que les
ocurría a mis amigos. Para mi sorpresa, el dependiente señaló el libro. Lo señaló como el
culpable de todo. Él me contó que había sido el creador del libro y que al abrirlo provocaba
somnolencia y afectaba a los órganos vitales. Sólo su creador, abriendo el libro y recitando
un conjuro, podría solucionarlo.
Para mi sorpresa, yo también tenía mucho sueño…
Convencí al dependiente para que nos ayudase. Cuando llegamos a casa nos encontramos
una situación muy crítica: a mí también me fallaban las piernas.
Al abrir el libro se encendieron todas las luces de la casa y aparecieron unas sombras
deambulando por las paredes. El ruido que producían era ensordecedor. El hombre no
paraba de gritar el conjuro.
Yo me sentía cansado, sin fuerzas.
A medida que iban cesando los ruidos mis amigos y yo mejorábamos. Mis amigos se
levantaron y miraron extrañados al hombre de la tienda y el libro. No entendían nada. Para
mi sorpresa, Lucía corrió hacia el libro con la intención de abrirlo.
Hubiera sido como volver a empezar……
No podía creer cómo había acabado en el coche de mi mejor amigo, Luis. Pero ahí estaba yo
en el asiento del copiloto. Lo único bueno que tenía este viaje era que nos acompañaban
nuestras amigas Lucía y Rebeca.
De repente, Luis nos anunció que ya habíamos llegado. Me asomé a la ventanilla del coche
para contemplar el pueblo, y, al mirarlo, sentí una agradable sensación. Era un pueblo
pequeño y apacible.
Al salir del coche observé que era una casa antigua y muy grande. En la puerta había una
nota que decía:
Querido Luis:
Hemos tenido que irnos a la ciudad. No volveremos hasta dentro de tres días.
Muchos besos
P.D. Las llaves están donde tú sabes. ¿Podéis ir a la compra, por favor?

8. Dejamos nuestro equipaje en la casa y nos dirigimos a la única tienda que había en el
pueblo. Era bastante pequeña, pero había un montón de cosas. Rebeca preguntó si había
alguien. De repente un hombre delgado de origen asiático apareció detrás de nosotros
preguntándonos si podía ayudarnos en algo y se retiró detrás del mostrador. Cada uno
cogimos lo que necesitábamos y. por último, fuimos a pagar. En ese momento vimos como
Lucía preguntó al dependiente que qué era ese libro y éste nos miró a todos con cara de
miedo. Preguntamos cuánto le debíamos, con la intención de cambiar de tema. El hombre se
limitó a indicar con el dedo el precio que aparecía en la calculadora. Cuando estábamos
junto a la puerta, el hombre nos detuvo y nos preguntó, intrigado, si teníamos sueño.
Ninguno de los cuatro contestamos, pero esta pregunta nos alarmó a todos.

9. Hace mucho tiempo, en un reino muy lejano, habitaba una princesa con su príncipe. La
princesa era rubia, con unos ojos grandes y hermosos; el príncipe, moreno, de piel y pelo
castaño. El príncipe se llamaba Alan y la princesa Alaia.
Un día decidieron casarse y Alan, con todo cariño, decide regalarle una corona, la mejor del
reino. Tras esto va al herrero y le dice que la haga lo más bonita posible.
Mientras tanto, los sirvientes del castillo le estaban haciendo el trajo a la princesa. El vestido
era blanco y rosa claro, con un lazo en la parte de detrás. Para su boda también llevaría una
tiara a juego con el vestido.
Invitaron a toda su familia a la ceremonia y también a los pueblerinos que vivía cerca del
castillo.
Después de una semana, Alan acudió al herrero para recoger la corona, y cuando la vio se
quedo anonadado de lo bien que la había hecho, por lo que le dio una buena recompensa al
herrero.
Al llegar al castillo el príncipe escondió muy bien la corona para que nadie la robara.
Cuando semejantes noticias llegaron a Brugilda (la bruja del reino) se puso furiosa y decidió
ir a por la corona porque estaba celosa. Buscó y rebuscó en el castillo sin que nadie se diera
cuenta. Al final, de una manera inesperada, la encontró y se la llevó a su cueva. Allí hechizó
la corona para que cuando el príncipe se la pusiera a Alaia, ésta se pusiera tan enferma que
terminase muriendo. La única solución para ese hechizo sería acertar una adivinanza y llevar
a Alaia a la cueva de la bruja.
Llegó el día de la boda y todos estaban allí muy impacientes y nerviosos. Entonces la
princesa entró por la puerta y fue andando hacia el altar. Allí estaba Alan esperándola.
Después de los votos matrimoniales Alan le puso la corona a Alaia. Transcurrido un rato, la
muchacha empezó a marearse y acabó desmayándose. El príncipe entonces vio que en la
corona ponía:
Para salvar a la princesa
esta adivinanza deberás resolver
y después allí la llevarás antes del anochecer
del último día del mes y un beso le des.
La adivinanza era la siguiente:
“Palmeras tengo
agua también,
arena a montones
y en verano vengo”
El príncipe se puso a pensar y a pensar sin parar. Tras semanas de esfuerzo adivinó a qué se
refería, pero les quedaba muy poco tiempo pues la princesa ya estaba muy enferma. Ya era
el último día y quedaba muy poco para el anochecer, por lo que se dieron mucha prisa.
Cuando llegaron ya casi había anochecido y el príncipe no perdió ni un segundo para darle un
beso. Cuando se lo dio no ocurrió nada y el príncipe se puso a llorar de tristeza.

10. Entonces, tras él empezó a oír una voz. Se dio la vuelta y vio que Alaia seguía viva.
Cuando el príncipe se enteró de que la bruja había hecho eso, ordenó a sus tropas que
fueran a por ella y la encerraron en las mazmorras. Allí el príncipe obligó a la bruja a ponerse
la corona. Finalmente la bruja murió y la corona la escondieron para siempre.