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Trajes civiles, militares y religiosos
de México
“Costumes et moeurs de Mexique”
Placas originales
Tomadas de la Primera edición
De Bruselas
Y la edición de Londres.
(Año de 1828)
Por; Claudio Linati
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MOCTEZUMA*
Los destinos rápidos de la América nos han sido mostrados por el curso
de tres siglos, el jefe de un imperio poderoso pero medio salvaje,
ordenante de innumerables sacrificios humanos, entonces destronado por
un puñado de españoles, expirando sobre las ruinas de un trono, el cual
se derrumbó en el altar de sus feroces deidades.
La Europa del siglo XV con su evangelio, su inquisición, sus leyes, su
feudalismo, su civilización y su fanatismo, cambio la cara de un vasto
continente, pero ella empezó a tambalearse estacionaria, por el equilibrio
que para bien y para mal se introduce en su nueva conquista. Quince
millones de indígenas fueron reducidos a seis, una nueva raza de
conquistadores y conquistados se eleva y crece por sus vastos territorios,
bajo una larga tutela pero de luces cegadoras. La vieja Europa agitada e
incendiada la abraza con sus chispas hasta el otro lado del atlántico. Es la
hora de la emancipación y América sin pasar por las pruebas largas,
adopta ya las teorías de las personas que se han trasladado en la carrera
de las revoluciones. Tiene la forma subdividida en una cantidad de
nuevas normas, y una nueva existencia política.
El espectáculo de un país que aún recuerda sus reyes nativos, sus
hecatombes humanas, que aún arroja flores en circulares sacrificios
sangrientos de piedra, que está llena de monjes y mendigos, que conserva
el viejo castellano. Mantener estos juegos, estas maneras, estos trajes nos
llevan hasta hace siglos a los lugares de Guzmán y Rodrigo. Pero que al
mismo tiempo pide prestado de la Francia, Inglaterra, Estados Unidos, las
constituciones, las modas, uniformes, etc. Ofreciendo contrastes extraños
pero instructivos que requieren la ayuda del lápiz crítico para captar su
interés histórico y paisajístico.
Ese es el propósito de esta colección y sus noticias que la acompañan
para formar una imagen de la población mexicana. El autor no pretende
halagar con sus retratos. México es muy rico en esperanzas para querer
brillar meramente de sus antecedentes coloniales, y la tierra que hicieron
nacer Hidalgo y Guerrero, le permiten esbozar hasta un lépero perezoso.
*Cabe señalar que Moctezuma Xocoyotzin no fue el último emperador mexica, sino
Cuauhtémoc. Aún con la armas de fuego la conquista estaba a punto de perderse por
parte de los españoles en los acontecimientos tan conocidos de “la Noche Triste”, pero
las epidemias traídas del viejo mundo a América como la viruela, arrasaron al poco
tiempo con la población Azteca, dando la ventaja definitiva a los conquistadores.
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HACENDADO CRIOLLO PROPIETARIO
En una colonia como ésta, rica en toda clase de producción y sobre todo en
metales preciosos, en la que los fundadores han sometido a la esclavitud a los
indios. al lado de miles de infelices, se encuentra un hombre opulento que explota
esos brazos vigorosos para vivir en el lujo y la comodidad. He aquí a este opulento
campesino, descendiente de algún conquistador de México, cuyos dominios serían
en extensión los de una provincia en Europa. Dos mil indios, antiguos y legítimos
propietarios de sus tierras, las bañan con el sudor de su frente para llenar sus
graneros de maíz y sus tiendas, de azúcar y de frutas del trópico. Sin embargo,
condenado él mismo, no hace mucho, a sufrir el yugo de una capital remota y
celosa, sus riquezas no pudieron emplearse en bien de su país. La metrópoli
impedía con esmero todo aquello que pudiera elevar las colonias a rango de
naciones. El criollo no podía aspirar al prestigio de los altos empleos. Un sistema
de embrutecimiento le prohibía los goces intelectuales; Roma y Madrid, era todo
lo que entreveía al otro lado del océano.
Un lujo incómodo y grosero, las solemnidades de la iglesia, los placeres de la mesa
y del juego, absorbían sus tesoros y sus ocios. Su educación había hecho todo por
convertirle en pusilánime y nervioso, pero el sol, el clima, las distancias lo
volvieron ágil y valiente. El exceso de despotismo y una larga humillación han
terminado por sublevarlo y esta arma, heredada posiblemente de algún audaz
compañero de Hernán Cortés, ha acabado por espantar al malhechor, para brillar
contra los opresores de su patria. El criollo mexicano ha vertido valientemente su
sangre por la independencia de su país; ha proclamado la libertad, la igualdad y
merece la admiración de su siglo.
NOTA: Su capa, llamada manga es una pieza de paño azul o verde cortada en óvalo y forrada de
percal pintado. En medio tiene una abertura por donde pasa la cabeza. Está bordeada con un círculo
de terciopelo galoneado y adornado con Boquillas que cubren los hombros. El sombrero de vicuña
ribeteado por dentro; la chaqueta de gamuza, se cierra a manera de blusa. Muestra una camisa de
tela muy fina bien plisada al frente. Las botas son abiertas y dobladas a los lados.
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DRAGÓN
Las inmensas distancias que se recorren, las ricas pasturas y la
abundancia de maíz, excelente alimento para los caballos, hacen de
México una región muy apropiada para tener en pie una buena
caballería. Los caballos mexicanos, descendientes de los garañones
andaluces, conservan muchos de los rasgos y cualidades de sus
padres. Vivaces y nerviosos, si la grupa fuese acorde con el pecho
podrían considerarse caballos perfectos; sin embargo, ese defecto
es compensado por una resistencia poco común y por la posibilidad
de pasarse sin comer y sin cuidados una jornada entera de marcha.
Donde los caballos son buenos y numerosos, no faltan buenos
jinetes y en ese momento es posible atreverse a establecer la
superioridad de la caballería mexicana sobre la española. ‘La
guerra y la indigencia en que se encuentra la República, como
consecuencia de los esfuerzos que ha realizado para establecer su
independencia, no le habían dado la manera de equipar
convenientemente a sus tropas; también, no fue sino hasta después
del préstamo concertado con Inglaterra, cuando el gobierno pudo
proporcionar, y sobre todo a la caballería, una fisonomía europea.
Ahora los trece regimientos de caballería mexicana no dejan nada
que desear, pues no tienen sino oficiales suficientemente
instruidos que saben que la libertad civil, no debe destruir la
subordinación militar.
Se ha sustituido un sombrero redondo, que distinguía a los
antiguos caballeros americanos, por un casco. Este cambio, aunque
halague la vista en primer término, no resulta tan cómodo para el
soldado. El sombrero redondo le protegía de los rayos de un sol,
casi siempre perpendicular, y a su cuello, de las lluvias que caen
por torrente desde mayo hasta septiembre.
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JOVEN OBRERA
Ser encantador, amable mitad del género humano bajo todos los
climas de la tierra, por encima de la ignorancia y la barbarie. Sin
importar bajo qué colores ni bajo que vestido, el dominio de tu
gracia extiende su bondadosa influencia y hace felices a los
hombres, imponiendo una tregua a las pasiones odiosas que los
excitan. A pesar de su tinte pálido y aceitunado, la joven obrera
mexicana no abandona el privilegio de agradar y sabe, con su
vivacidad natural y sus movimientos rápidos y graciosos, hacer
olvidar a veces, a la gentil griseta parisina. Ni tocado artificial ni
aceites perfumados lleva sobre la cabeza.
La naturaleza ha regalado el esplendor del azabache a su pelo y
una sencilla cinta aprisiona las largas oleadas de ébano de su
cabellera. Las rosas no contrastan en nada con las azucenas de sus
mejillas, más los ojos vivos y centelleantes, negros como ala de
cuervo, nadan en la voluptuosidad bajo dos arcos de terciopelo que
se unen sobre la nariz aguileña. Corsé alguno violenta su talle,
flexible como la serpiente de las praderas y sus formas se dibujan
bajo el ligero velo que las cubre.
Su coquetería se limita a asomar un pequeño pie encerrado en una
zapatilla de satín, de manera que llame la atención, y el perenne
arreglo de su mantilla permite que dos brazos torneados tomen las
posturas más seductoras. Su espíritu natural le sugiere respuestas
mordaces que no ha tomado de lecturas que no tiene; ligera,
alegre, sin pretensiones, sin aliños; su piedad religiosa es su único
amparo contra la seducción; mas si cede, se convence enseguida de
que el placer es un crimen que no puede excitar la inexorable
cólera del cielo.
NOTA: La vestimenta es de tela de algodón estampada burdamente en el país, así como
la orla. La mantilla o tápalo es de un tejido de algodón de trama muy cerrada que se
llama manta antes de ser teñida. Se fabrica en Puebla de los Ángeles y también se envía
en crudo a Inglaterra, donde después la estampan.
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SEMINARISTA
Aquél que conozca España, verá en los seminaristas mexicanos una copia
fiel del seminarista español. En todo país que admite la supremacía de la
iglesia sobre el trono, aplicada a los convenios humanos, el más
importante de los estados es el eclesiástico. Es así que nada hay más allá;
no hay padre de familia que soñando en dar una educación a sus hijos, no
aspire a verlos un día, dentro de las altas dignidades de la iglesia. La
educación es así, teológica, los otros conocimientos son sólo secundarios y
los seminarios, bajo la inmediata supervisión de los obispos, no son más
que semilleros de curas donde el traje mismo empieza por separar el
neófito del resto de la sociedad.
Pero como es propio de las instituciones que han envejecido, que no
tienen objetivo, nada es menos apropiado para formar un buen párroco
que un alumno de los seminarios mexicanos; en un país donde el
desarrollo de la adolescencia es precoz, a la edad de doce o trece años,
estos niños-hombres, con el pretexto de ir a visitar a sus padres, obtienen
salida durante el día y toman de la sociedad los vicios que padece. Se les
ve correr, jugar y fumar en las calles con una naturalidad que contrasta
con la severidad religiosa de su vestimenta. Esta consiste en una sotana
de castorina abierta por los costados y cuyo color varía según las clases.
Así, las hay rojas, azules y pardas; la especie de banda que remata en
estola que les baja del hombro hasta los talones, varía también de color
con la sotana; la argolla de plomo que impide que las puntas vuelen y que
se ve en la parte de atrás, se convierte con frecuencia en el arma que
decide sus combates en las horas de recreación.
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TORTILLERAS
Los antiguos mexicanos no conocieron el trigo. Las regiones situadas en
los trópicos no son favorables a su cultivo; la falta de heladas, los calores
excesivos, las lluvias periódicas y otras causas, le obligan a crecer con
demasiada rapidez y perjudican su desarrollo y la maduración de las
espigas.
El maíz constituía, y constituye, el alimento más común del pueblo. A
falta de molinos, o porque la harina de maíz es difícil de amasar, las
mujeres de cada familia son las encargadas de preparar este alimento
cotidiano. La joven esposa aporta como dote al matrimonio un taburete y
un rodillo de piedra llamado metate (palabra india) como para indicar
que, en reconocimiento a la acogida que recibe dentro de su nueva
familia, se ocupará de su subsistencia y proporcionará descanso a la
madre de su esposo.
Los panes de maíz llamados tortillas, requieren de un trabajo que es
parecido a aquél con que se fabrica el chocolate. Se colocan los granos de
maíz en agua, en una infusión y cuando están inflados, se muelen y se
convierten en una pasta sobre el pequeño banco inclinado de piedra, que
es el metate. El agua y la parte fibrosa caen poco a poco en una tina
colocada por debajo y cuan-do la pasta está suficientemente bien
amasada, se hacen pequeñas bolas que una sirvienta, a fuerza de darles
vuelta, torteándolas entre las dos palmas, hace unas galletas muy
delgadas y circulares que se tuestan durante unos instantes sobre una
sartén de fierro para darles un poco de consistencia.
Estas tortillas, bastante sosas, son indigestas para los europeos que no
gustan de sazonarlas con chile, como lo hacen las gentes del país y
provocan a veces trastornos intestinales y obstrucciones en las vísceras de
la digestión. El uso del pan se generaliza cada día más.
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INDIO QUE EXTRAE El PULQUE
Los áloes que en diferentes comarcas no sirven sino de barrera
impenetrable para dividir los campos, que en la habana misma no ocultan
sino un jugo acre y venenoso, en México son la planta en la que la
naturaleza ha reunido las mayores cualidades benéficas. De sus largas
hojas sacan los indios un hilo muy delgado y muy sólido, con el que la
industria europea, hará pronto tejidos que rivalizarán con los de cáñamo
y de lino; las hamacas, esos lechos portátiles tan útiles en un país
caliente, donde las comodidades de la vida no se han generalizado, se
trenzan con pita, nombre que los españoles han dado al hilo y a la hilaza
del áloe o alzabara, y que los indígenas llaman maguey.
El papel sobre el que los antiguos mexicanos escribían o pintaban sus
historias, era también de maguey; su nombre científico es agave
americana, y ese nombre le corresponde quizá exclusivamente por su
cualidad particular de guardar en la parte inferior del tronco, en un
receptáculo que se encuentra al centro de las raíces, un licor blanquizco,
espirituoso y agradable al gusto que suple al vino entre los indios, bebida
que les es desconocida. Algunos europeos que residen en México, se
habitúan a este licor y lo prefieren a la cerveza y a otras bebidas, pero
tiene el defecto de no poder conservarse más de dos días después de que
ha sido sacado de la planta, y de nunca estar libre de partículas fibrosas y
vegetales que le restan limpidez.
El mejor pulque se recoge en los llanos de Apan, a dos breves jornadas
de la capital. Es por medio de un largo calabazo, especie que se cultiva
expresamente y que hace el efecto de un sifón, como los campesinos
absorben el pulque y con él llenan los odres; lo clarifican filtrándolo por
un saquito y lo llevan diariamente a las pulquerías de la ciudad, de donde
se distribuye a la población. Los indígenas lo quieren con pasión y les
turba la razón, aunque no produce el mismo efecto en los europeos
acostumbrados al vino. En general, éstos convienen en que el pulque es
una bebida excelente para apreciar el mérito del vino de Burdeos.
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EL PRESIDENTE DE MEXICO
Cuando una nación se sacude el yugo de una opresión extranjera reivindica sus
derechos y cuando el patriotismo conduce sus ejércitos a los combates, aquellos
quienes desafían la muerte y los peligros sobre los campos de batalla, reciben las
muestras más brillantes del reconocimiento de la patria y, naturalmente, son
llamados a consolidar la obra que han comenzado con peligro de su vida. Si
Washington es digno merecedor de Estados Unidos, Victoria lo ha sido también en
México y nadie más que él podía inspirar una mayor confianza en la Nación y
ofrecer mayores garantías a la libertad.
Los sacrificios que hizo por ella la entereza que mostró en las circunstancias más
difíciles, los graves conflictos que sorteo con la austeridad de un verdadero
patriota, las persecuciones que padeció por parte de Iturbide, quien temía su
popularidad y principios, reemplazan en Victoria esas brillantes cualidades a
menudo peligrosas para el jefe de una república naciente. Los recuerdos de la
guerra son demasiado recientes para que el traje militar no sea un honor
eminente; cuando una larga paz haya originado el desarrollo brillante de la
industria y del comercio, el traje civil estará más en boga.
El uniforme francés ha sido durante mucho tiempo, la divisa de la victoria y casi
todas las nuevas naciones de América lo han adoptado como el que tiene derecho
a imponerse al enemigo. En México también se han adoptado las charreteras para
los altos grados, pero se ha conservado la faja bordada y el bastón, distintivos de
los generales de España.
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REGIDOR
La Constitución Mexicana, tomando de los Estados Unidos del Norte de
América el sistema republicano, ha conservado en su organización interna
y reglamentaria todo aquello que creía poder adaptar de la Constitución
Española. Como ésta, desafortunadamente ha mantenido el deplorable
artículo que proclama a la religión católica como la única y verdadera, y
ha excluido y prohibido el ejercicio de cualquier otro culto.
Lo que quizá en España, por sus circunstancias particulares, es excusable,
está fuera de lugar en un país que tiene la necesidad de poblar sus vastas
provincias, derribar inmensos bosques y poner su población al nivel de su
extensión. En cuanto al régimen municipal, que es lo mejor que ofrece la
Constitución de las Cortes, podría ser un poco precoz en un país que, en
cierto sentido, está menos avanzado en civilización y tiene menos
educación política que España. La gran extensión de territorio permite las
vejaciones que cometen ciertos alcaldes y regidores (oficiales
municipales), difíciles de evitar.
Los alcaldes de los pueblos tienen todavía a su disposición el cepo, pena
aflictiva con la que se castiga la insubordinación, o ciertos delitos ligeros.
Este cepo no es otra cosa que una gran viga con un agujero en la que
meten la pierna del acusado, quien queda en una posición molesta hasta
que ha expiado su culpa. Es fácil imaginar que se mezclan con frecuencia
la pasión y lo arbitrario en esas correcciones. Sea como fuere, la
municipalidad en México, de la cual la lámina adjunta muestra a uno de
sus miembros llamado regidor, es un poder que representa al elemento
democrático de la capital. Sea que las antiguas tradiciones del real
gobierno participan en mucho de estas decisiones, sea que el gobierno de
la ciudad ejerce una gran influencia sobre el nuevo ayuntamiento
(municipalidad), ha creído un deber renunciar a la gran faja roja española
y adoptar un vestido a la vez más elegante y moderno. Poco a poco las
circunstancias del nuevo sistema no se detendrán en la apariencia
exterior, sino que modificarán también las ideas. Es entonces cuando la
lucha por el poder agitará a la sociedad y liará surgir los talentos, las
energías, las ambiciones mismas que animan la vida de las repúblicas y
hacen de sus historias, no las de un conquistador o las de una dinastía,
sino las de las naciones y los hombres.
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MUJER DE CIUDAD RODRIGO
No hay en parte alguna, mayor variedad de trajes que en las provincias
de la República. Cada casta tiene el suyo, pero no contentos con la
diversidad de sus colores, agregan los de sus vestimentas. Los negros, los
mestizos, los indios, los criollos, los españoles, se distinguen fácilmente
por sus rasgos y sus trajes. Mas el calor del clima no permite que sean
muy complicados ni estorbosos; los de las mujeres consisten siempre en
una falda y una manteleta de formas y colores variados, como se puede
ver en láminas anteriores.
Hemos escogido los trajes más elegantes y los más bizarros, como el de
esta lámina que contrasta por su severidad con lo que pueden tener de
seductor las ropas ligeras de las palencanas. Los indios modernos han
conservado de sus antepasados, el uso de objetos trenzados para gran
número de cosas, el cesto que lleva esta mujer es de hojas de caña tejidas
con esmero. Se les llama tompeates. Las sirvientas los usan en México
para ir al mercado. Para mejor caracterizar al país, esta joven india lleva
una "anona", que los españoles llaman una piña por la semejanza que
tiene con las manzanas del pino. Esta excelente fruta abunda en las
tierras bajas de México, así como la chirimoya que tiene una pasta
deliciosa de un sabor parecido al de un helado de vainilla; el mamey, cuyo
fruto recuerda el gusto y el color del melón.
Las diferentes familias de zapotes, el cocotero, el plátano, la guayaba, el
aguacate, las tunas (higos de la India) y muchos árboles frutales de los
cuales algunos llegan apenas a nuestros invernaderos, compensan por sus
sabores suaves y variados, la ausencia de nuestras uvas, que a causa de
las lluvias periódicas, no maduran sino de manera imperfecta en las
regiones equinocciales.
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VENDEDOR DE DULCES
Decía Girodet, que sólo en Roma era posible hacer un buen cuadro; hay
algo demasiado circunscrito en esta aseveración; yo diré más aún: que no
es sino en los países cálidos donde la verdadera pintura puede hacerse.
Las altas temperaturas permiten a las clases trabajadoras liberarse de
esas estrechas y pesadas ropas que se acostumbran en los países nórdicos.
En Roma y Nápoles se ve a los cargadores y a los pescadores hacer
alarde de sus formas atléticas tostadas por un sol ardiente, y ofrecer a
cada instante poses y contrastes que el artista estudia y que lo
familiarizan sin que él se de cuenta, con la belleza académica. La misma
situación se observa en relación con los ropajes. Este vendedor de dulces,
bajo el cielo templado de México, no se cubre con una lana burda e
inmóvil. Una manta suelta y ligera le parece una vestimenta demasiado
pesada y la maneja y la coloca de mil maneras para librarse del calor que
lo importuna.
Si Fidias y Praxíteles hubiesen visto el día bajo el riguroso cielo de la
Tracia, no hubiesen buscado la belleza bajo los ligeros mantos y las
húmedas túnicas que dejan entrever las formas de la juventud griega,
ejercitada en los juegos del circo; mas hubieran buscado imitar el pelaje
tupido de las ovejas que cubría a los pastores del monte Homus. En
México hay, en efecto, entre las gentes del pueblo, una disposición natural
hacia las bellas artes y casi todos los extranjeros adquieren, por
curiosidad, las flores, los santos y las vírgenes de cera que trabajan los
léperos de México con gusto y delicadeza, sorprendentes en gente que no
ha tenido estudio alguno.
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SOLDADO DE LINEA
Este joven indio, orgulloso de su nuevo uniforme militar, acaba de pagar
su deuda a la patria regenerada; se apoya en esta arma, cuya explosión
incomprensible y efecto mortal, han consumado la esclavitud de sus
ancestros y borrado de los fastos de la historia, la dinastía de Moctezuma.
Demasiado ignorante para comprender los alcances de los destinos de su
país, sus ideas confusas no se detienen quizá todavía, en los derechos de
los que le han despojado, ni sobre los que acaban de devolverle. Escucha
resonar a su alrededor los nombres de la libertad, de la emancipación, de
la independencia, pero estas voces salen de la boca de los descendientes
de aquellos mismos hombres que derribaron el altar de sus dioses y el
trono de sus reyes. En su aire indolente, se lee a la vez cierta ironía,
sospecha o despreocupación de un beneficio mal apreciado. Instrumento
dócil hasta ahora de la liberación de los descendientes de sus opresores, a
la vez oprimidos, la luz aún no ilumina su inteligencia.
Todavía no ha levantado del todo la cabeza inclinada bajo un yugo de tres
siglos; ¡tal vez el día que sepa que ha combatido por un país que fue el
suyo, grandes recuerdos le revelarán sus derechos y sus destinos! ¡Quizá
los vínculos de la civilización y la desgracia le llevarán a fraternizar con
sus conquistadores convertidos en conciudadanos! Entonces, olvidando su
lengua madre y antiguas tradiciones, participará en la superación de un
pueblo poderoso, compuesto por diversos elementos, es verdad, pero que
no forman sino un solo cuerpo.
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VENDEDOR DE POLLOS, DE DULCES, ETC.
La ciudad de México está construida sobre un terreno plano; sus calles
son anchas, derechas y bien pavimentadas, muchos carruajes se cruzan en
todos sentidos, pero son vehículos de lujo y no se ve ese movimiento de
carros cargados pesadamente, que congestionan las calles de Londres y de
París. Los pregoneros están en posibilidad de proporcionar lo necesario a
la vida y al comercio, y la cantidad de brazos que esto exige, aumenta la
proporción de la clase trabajadora sobre la clase acomodada.
Las plazas y las calles ofrecen un movimiento continuo de gentes tostadas
por el sol, semidesnudas, cargadas cada una con las mercancías que
venden y que anuncian con gritos agudos y variados; los indios sobre
todo, que no entienden nada las maniobras de nuestros carruajes, van por
grupos cargados de leña, carbón, forrajes, yeso, barniz y, en una palabra,
de diferentes productos de los alrededores. Es con la cabeza, más que con
las espaldas, con la que llevan fardos muy pesados. Cada mercancía tiene
un recipiente hecho especialmente para contenerla, así la lámina No. 39.
representa a un campesino llevando pollos en una jaula que no sirve sino
para este uso. La mujer que se ve cerca de él, es una Vendedora de
dulces.
El consumo de esta clase de golosinas es muy grande n México, así, hay
cierto hombre que con cara y traje de un verdadero salvaje es excelente,
lo mismo en el arte de ser dulcero que compotero. Algunos dulceros de
provincia que han querido abrir sus tiendas recientemente en la capital,
con frecuencia se han equivocado en sus cálculos y esperanzas, ya que
han corrido la suerte de quienes llevaron ánforas a Samos y murciélagos a
los atenienses.
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MORELOS
Otro sacerdote patriota, otro mártir de la Independencia. El cura Morelos,
después de haber dado los más grandes vuelos a la insurrección, de haber
organizado ejércitos, de haberles imprimido un movimiento que le
sobrevive, fue envuelto en la misma traición que entregó a Hidalgo,
Matamoros y Allende, al rigor de los españoles. Ha sido necesario
presentar muchos trajes religiosos, porque la nación mexicana ofrece una
fisonomía muy eclesiástica. El culto y sus ministros están por todas
partes.
En Yucatán se dedican al comercio, en las altas tierras explotan las
minas, en los congresos de provincia y en las cámaras representativas,
son muy numerosos. Depositarios casi exclusivos de las ciencias, de las
letras, no sorprende que hayan tenido un papel importante en favor y en
contra de la Independencia y que el gobierno español haya sido
particularmente más severo contra ellos que contra los otros, ya que, se
supone, deberían ser los más fieles a la monarquía. Caídos casi todos bajo
la gleba castellana, fue del ejército que ellos formaron de donde salieron,
Guerrero, Bravo, Victoria y los otros jefes que mantuvieron el fuego de la
Revolución.
En el momento que éstos parecían próximos a sucumbir, apareció a su
vez Iturbide y, burlando la opinión general, afirmó al fin la Independencia
de México; mas, queriendo explotarlas por su cuenta, y ciego por la
ambición de ceñir la banda real dio a Santa Anna la ocasión de ponerse a
la cabeza del partido republicano que lo derribo del efímero trono al que
había ascendido. Santa Anna tuvo que abdicar su importancia política
acusado de ambición y dejó sin jefe al partido democrático. Ahora ha
entrado de nuevo en la lid y el tiempo debe decidir su elevación suprema
o su exilio.
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NEGRO DE VERACRUZ
Algo que les parece muy singular a todos aquellos que pisan por primera
vez el suelo de la costa mexicana, es la especie de semejanza o analogía
que existe entre un negro de Veracruz en traje de domingo y el arlequín
de una comedia. Esta negra figura, con sombrero blanco y un sable
colocado a la manera del arlequín, todo esto agregado a los gestos
graciosos y cómicos de los negros, forma un conjunto en el que sólo falta
un traje abigarrado de diferentes colores para transportarnos a una
escena de carnaval.
Uno se pregunta, ¿cómo puede ser eso? ¿Es el negro anterior al arlequín o
es el arlequín quien ha proporcionado el molde al negro? Es una pregunta
que podría someterse a algunas eruditas academias para ejercitar sus
lucubraciones. En cuanto a nosotros, haciendo una -transición de lo
burlesco a lo positivo, diremos que la raza de los negros del golfo de
México es superior a la de los indígenas, mestizos y criollos. Los negros
son robustos, alegres y despiertos, mientras que aquí la raza europea es
lánguida y débil y se propaga con dificultad. En general, las razas mejoran
subiendo del sur al norte y se deterioran a la inversa.
Los negros de Guinea se desarrollan con ventaja en el Brasil y Santo
Domingo donde el calor no es tan fuerte como en el Senegal. Los ingleses
se multiplican prodigiosamente y con ventaja en Estados Unidos, así
como en el suelo congelado del Canadá, en tanto que languidecen en
Honduras y Jamaica. Sin los negros, la costa mexicana se convertiría en
mi verdadero desierto. Les corresponden los trabajos más penosos,
aquéllos sin los cuales el hombre no podría prosperar. Su fuerza y formas
atléticas son prodigiosas pero no se les escapa hacerse pagar bien.
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JOVEN MUJER DE TEHUANTEPEC
Asia cita con orgullo la belleza de las circasianas, Europa la de las
griegas; por lo que se refiere a México, su Circasia se localiza en la
provincia de Tehuantepec. La raza india, que ofrece casi por todas partes
rasgos que no tienen gran semejanza con lo que constituye para nosotros
la belleza ideal, parece ennoblecerse en esta región favorecida por la
naturaleza. Las tehuantepecanas pasan por ser las mujeres más hermosas
de México. Su tinte se acerca con frecuencia a la blancura de las
europeas; sin embargo, las rosas aquí no armonizan con el brillo de la
azucena; la palidez característica de los pueblos indios borra esos
contrastes de color que inspiran a los pinceles de los Ticianos y de los
Rubens.
El conjunto de sus formas, la elegancia de los contornos de su talle
generalmente alargado, el brillo de sus ojos negros, las cejas arqueadas
que se unen sobre la frente, les da un carácter de belleza que puede
competir con aquella de otras comarcas, y disputar la manzana de París.
Si se pudiera comprobar que la raza humana tiene un instinto, es aquel de
la coquetería en las mujeres. Estas indias, habitantes de un país que Mula
el mar por los dos costados, la poseen, en todo caso, en el más alto grado.
La naturaleza les ha enseñado a hacer valer lo más seductor de sus
encantos, y mientras que un velo diestramente colocado no deja percibir
sino la expresión de sus ojos y con gracia, los contornos de su cara, una
falda, extremadamente es-trecha que no les permite alargar el paso, ciñe
sus caderas y deja ver un talle espigado y una pierna bien formada.
Podría decirse, otra vez, que existe otro: el de la maledicencia ya que va
aparejado a la reputación de estas bellas indias; pero si el instinto es
ciego, ¿por qué no hemos de creer que se equivoca?
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PASTOR MEXICANO
Las inmensas distancias por recorrer y la abundancia de pasturas en un
suelo virgen, bien regado y calentado por los rayos de un sol
perpendicular, crean la necesidad de multiplicar los caballos y
proporcionan también los medios para alimentarlos fácilmente; así, es
posible aventurar que América, proporcionalmente a su población, cuenta
con más caballos que Europa.
La carencia de caminos ha hecho inútil la educación de los caballos de
tiro; son los caballos de silla los que han tenido el privilegio de cubrir el
país y explotar esta naturaleza pródiga; y desde el rico propietario hasta
el más humilde guardián de ganado, todos los campesinos mexicanos no
se sirven para nada de sus piernas, sino que van, aun a sus menores
asuntos, monta-dos en sus fieles corceles.
Es curioso ver entrar diariamente a la capital numerosos rebaños de
carneros guiados por dos o tres pastores a caballo, quienes con sus largos
chicotes alcanzan a las ovejas que se apartan de las demás y las
persiguen, describiendo miles de vueltas si se obstinan o rehúsan a seguir
el camino o el sendero sobre el que se las puso. La gran costumbre entre
las gentes del campo de atenerse constantemente al caballo, hace la
caballería mexicana superior a la de los españoles, sobre todo en una
guerra de partidos como la sostenida para lograr la Independencia.
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FILISOLA
Si Francia puede enorgullecerse de los Lafayette e Inglaterra de los
Byrons. que han ofrecido el tributo de sus brazos y de su vida a la causa
de la libertad del Nuevo Mundo y de Grecia, Italia puede también
reclamar su parte de gloria, en esos honrosos combates. Sus hijos
esparcidos por diferentes regiones del globo, no osan enfrentarse a la
suerte de su desgraciada patria; decepcionados para siempre y sin
esperanza de recuperar el cetro nacional, han buscado bajo el estandarte
del extranjero, la gloria o la muerte; algunos de estos discípulos del siglo
militar de Napoleón, han ofrecido sus servicios al despotismo, pero la
mayor parte, ha encontrado bajo las banderas de Bolívar, el término de
una carrera borrascosa.
Un número muy pequeño ha sobrevivido al clima, a las fatigas, a las
privaciones de toda especie, en estas regiones desiertas de América.
Filisola, nacido bajo el cielo ardiente de la Calabria, es quizá el único
italiano que goza del premio a sus largos esfuerzos. Muy joven entró al
servicio de España y después de haber hecho las campañas de la paz,
convertido en capitán, se distinguió al principio de la insurrección por su
valor y su firmeza. Más apreciando muy pronto la justicia de la causa
mexicana, cuando Iturbide estaba a punto de sucumbir bajo sus
numerosos enemigos, se declaró por la Independencia de México y
aseguró con la división que todavía mandaba, el triunfo definitivo.
Enviado más tarde a Guatemala, que quería separarse de la federación
mexicana, pacificó esta provincia con su moderación. Llamado por el
gobierno a la capital, fue posteriormente capitán general del Estado de
México, querido por los soldados y por los ciudadanos y padre y protector
de todos sus compatriotas que el azar arrojó a estas lejanas tierras. La
lámina representa su uniforme de general de caballería.
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OFICIAL DE DRAGONES
Los alumnos de la escuela de guerra que fundó Napoleón, no sabiendo
resignarse a su fracaso, se esparcieron por todas partes del Globo, donde
creyeron que la gloria y la libertad, indivisibles en su espíritu, iban de
nuevo a sonreírles. Los márgenes de la Plata, los desiertos de Colombia,
las colonias del Peloponeso, las montañas de Cataluña, han recibido la
huella de su carrera vagabunda, cuando no la de sus osamentas. Mas el
mismo espíritu de libertad conquistadora, el mismo sentimiento de
indignación, de esperanza rota, de ambición engañada, de descontento
político, ha reunido también, bajo algunas banderas, a hombres que se
habían batido en filas opuestas durante muchos años.
Así, en México, al lado de viejos guerrilleros españoles, se encuentra en el
mismo batallón a un bordalés republicano y a un mameluco de la vieja
guardia. Muchos de estos atrevidos aventureros perecieron en la
desventurada expedición del joven Mina, quien al comienzo de una
brillante carrera fue sorprendido y fusilado por los españoles. A pesar de
todo género de peligros, a pesar de los mil aspectos que la muerte ha
tomado para sorprenderlos, algunos de estos valientes compañeros de
armas del más grande capitán del siglo, existen todavía en el ejército
mexicano y al servicio de la República, a la que han dado sus
conocimientos militares. Es a ellos, en gran parte, a los que el ejército
debe su gusto por el uniforme que lo caracteriza. La lámina que sigue es
un croquis tomado del natural del conde Stavoli de Parma, mayor de
dragones en México. Este joven hombre después de haber hecho la
campaña de Rusia como oficial en el 26o. de cazadores, regresó a su país
encontrando sólo amargura y humillación, cruzó el mar y se afilió bajo las
banderas de los independientes. Iturbide observó su valor y su fuerza y lo
nombró capitán de su guardia.
Después de su caída, Stavoli sostuvo al partido democrático contra los
moderados, y se defendió durante tres días con 70 hombres que le habían
quedado, contra 2,000 con los que le sitiaba el poder ejecutivo. Obligado a
rendirse y condenado a muerte, en el momento de ser fusilado debió su
perdón a su joven e interesante esposa, quien se arrojó a los pies del
Congreso Nacional, decidida a salvarle la vida. Exiliado a la Luisiana,
volvió bajo los auspicios del actual gobierno, con la estimación de sus
nuevos conciudadanos y el aprecio de sus soldados.
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MENDIGO
Una de las calamidades que España regaló al Nuevo Mundo, es la
mendicidad. El patronazgo que la miseria y la indigencia encuentran en el
púlpito de las Iglesias, poniendo un justo precio a la caridad, mal orienta
el empleo y populariza el oficio de pedir limosna de una manera muy
particular, ya que el mendigo, al ofrecer al rico la oportunidad de hacer
una obra meritoria, cree ejercer una profesión útil: aquélla de no hacer
nada sobre la tierra y ayudar a los otros a subir al cielo.
México, como Nápoles y Madrid, hormiguea de pobres inoportunos; las
enfermedades más desagradables, las deformidades más repugnantes,
todas, los asedian y los persiguen en los lugares públicos, en los cafés, en
las iglesias, como un poderoso argumento para entregar el óbolo y aliviar
los sufrimientos humanos. Ya sea una mujer velada en la esquina de una
calle donde el recién nacido, muerto o vivo, verdadero o postizo, está
tendido a sus pies; ya sea un viejo que se arrastra en una carretilla para
demostrar su parálisis, o ya sea un ciego que cargan sobre las espaldas,
como se muestra en la lámina adjunta.
Mientras que este impuesto demasiado multiplicado no viene a arrancar
sino una débil ofrenda, no obstante su inoportunidad, los conventos, las
casas de los nobles, etc., proporcionan una renta a un número muy
considerable de ociosos y hacen popular esta miseria de la sociedad que
las naciones civilizadas, han casi logrado extirpar con establecimientos de
una sabia y útil beneficencia. México está también inundado de
voceadores públicos de billetes de lotería y de vendedores de panfletos
que nos aturden desde el alba hasta la noche con su tráfico inmoral.
Las loterías no son nacionales ni pertenecen al gobierno; la mayor parte
son instituidas para la manutención de varias cofradías religiosas de
alguna iglesia o capilla, de manera que se oyen gritar muy cómicamente,
"Hoy es el santo tal que juega, es el Santísimo Sacramento, es la Virgen
de Guadalupe", lo que produce un efecto bizarro en un europeo, pero
diferente en una devota mexicana, ya que al dar su dinero, cree favorecer
el culto del santo que ella quiere, y satisface al mismo tiempo con toda
conciencia su pasión por el juego, mientras su inocente familia tendrá que
pagar con un ayuno prolongado, la piadosa compra de un santo billete de
lotería.
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GUARDIA CIVIL DE ALVARADO
Cuando Veracruz estaba todavía en poder de los españoles, y todo el
comercio se había trasladado a Alvarado, muchos europeos, pensando que
llegaban al segundo puerto de una gran república, se hacían la idea que un
francés se hace de Marsella o un inglés de Liverpool. Pero quedaban
asombrados porque en lugar de los magníficos muelles, de los
majestuosos malecones, tiendas, almacenes, palacios con bellas
proporciones de arquitectura, no entreveían sino un conjunto de casuchas
cubiertas de paja y algunas docenas de cabañas de bambú.
No es un funcionario sanitario revestido de un brillante traje que se
impone por la limpieza de su uniforme y su austero porte, el primer ser
viviente que os aborda. Una piragua hecha del tronco de un árbol
gigantesco avanza hacia vosotros, un hombre de cara pálida de aspecto
achacoso cubierto con un sombrero de paja y vestido con una chaqueta de
tela sobre la que se perciben algunos signos militares, os interpela. Es el
capitán de puerto. Los náuticos de su frágil esquife son mulatos.
Todo su vestuario consiste en una camisa larga cuya blancura contrasta
con su tinte cobrizo; más al descender a tierra, qué pensar del encuentro
de cinco individuos de todos los colores de que es susceptible la piel
humana. Provistos de toda clase de armas, unos semidesnudos, otros
envueltos en viejas ropas y deshilachados cobertores, uno tocado con un
sombrero sin fondo, otro con las guarniciones puestas sobre la piel, y
todos ofreciendo una mezcla bizarra de despreocupación, de fiereza y de
miseria. Respetad a estos guerreros patriotas, es la guardia cívica de
Alvarado, ella os dirá que si sus vestidos no son de lo más completo, el
calor del clima los dispensa, que si sus armas no son las mejores, la fiebre
amarilla combate en su lugar y que si su disciplina no es de las más
severas, imita bien la de las guardias cívicas de otro país de este bajo
mundo.
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CARGADOR DE AGUA
Todos los países tienen algunas costumbres que no se sabe a que razón obedecen.
bien sea a causa de su incomodidad o de su extrañeza. El aguador de México. es
uno de los sujetos más impresionantes a los ojos extranjeros; apenas se puede
concebir cómo, para transportar 50 libras de agua, no se ha encontrado otro medio
que meterla en un recipiente de barro casi tan pesado corno el contenido, y cuya
forma esferoide concentra la carga en un solo punto. Ese cántaro no es suficiente
para las necesidades de toda una familia; y un peso tan incómodo, que no puede
aumentarse, hace necesaria una pequeña reserva adicional contenida en un
cántaro atado a dos correas cruzadas sobre la cabeza y suspendidas al frente, que
sirve de contrapeso a la primera carga. El balanceo de este segundo cántaro, lo
impide el delantal, que lo sujeta por medio de un gancho. El aguador, así
"amordazado" o encerrado en sus dobles correas, camina de frente y derecho, sin
poder permitirse el menor movimiento de la cabeza, lleva el líquido a su cliente;
un medio real, apenas seis centavos en Francia, es el precio de su entrega; sin
embargo, si trabaja la jornada completa, gana de cuatro a cinco francos al día. Las
correas que se cruzan sobre su cabeza le impiden llevar sombrero, y hacen del
aguador el único ser en México que lleva gorra.
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MONJE DE LA MERCED A CABALLO
Ninguna orden religiosa, en España como en América, se ha multiplicado
tanto, si se exceptúa a los Franciscanos, como los monjes de la Merced,
instituidos para liberar de la esclavitud a los cristianos que cayeron en
poder de los infieles. Ricamente dotados para su piadoso objeto, han
dejado de ocuparse de los esclavos, como los Benedictinos de cultivar la
tierra; sin embargo, no han dejado de disfrutar de sus rentas. Esta lámina
representa a un procurador de la Orden yendo a visitar una de las
numerosas propiedades de la comunidad. No es de sorprender si se le ve
un sable debajo del hábito religioso. No se emprende jamás un viaje fuera
de las puertas de la capital sin tomar la precaución de armarse. El estado
religioso no es excepción.
Los caminos están con frecuencia infestados de ladrones, que a pesar de
sus escapularios y sus rosarios, ponen una mano sacrílega sobre los
ministros del altar, convencidos de que un recaudador de rentas del
convento no lleva el bolsillo vacío. Si con todo, se tiene la buena suerte
de escapar a los siniestros encuentros con ladrones en el camino real, no
evitará la impertinencia de los mendigos que desde los alrededores de la
abadía lo reconocen por su hábito blanco y le salen al paso. Pero que no
se queje, la mendicidad es como una hierba parásita que cubre las
murallas de los conventos, de las cuales recibe el alimento. Los
mexicanos aún conservan los tipos de montura que se usaban en tiempos
de la Conquista. Una campana de cuero bordado y repujado, guarnecido
de una franja de cadenas de acero, cubre las ancas y la grupa del caballo,
de manera que los movimientos se ven limitados así. Los fuertes
aguaceros tropicales y los incómodos insectos explican, quizá, la
continuidad del uso de un aparejo tan pesado.
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JOVEN DAMA
Si una joven mujer, de cualquier clase que sea, se encuentra gravemente
enferma o terne por la vida de una persona querida, hace un voto.
Existen diferentes clases de votos: personales, temporales, a perpetuidad
y exteriores. La elegante joven representada en la lámina No. 15, se
encuentra en apariencia seriamente amenazada, y ha hecho el voto de
hacer vestir a su hijo el hábito de San Francisco. Por lo regular estas
clases de voto se hacen en el caso de embarazos delicados o partos
difíciles.
Es penoso para una madre que cifra su orgullo en la apariencia de su
hijo, verlo ridiculizado con burdo sayal, que contrasta por su aspereza con
las risueñas gracias de la primera edad. Esos votos arrancados por un
impulso de amor maternal, no impiden, sin embargo, que una vez pasado
el peligro, las inclinaciones del sexo bello, recobren su imperio; ni que un
porte elegante, una mantilla bien cruzada, un abanico cien mil veces
abierto y cerrado, traigan a una joven dama mexicana, recuerdos de los
amores livianos que por un momento la piedad religiosa había descartado.
Yo mismo creo percibir la punta de un papelito que asoma de su mano
rolliza; no juzguéis mal, en México como en París, se reciben recados
amorosos por inocente curiosidad. Tampoco costará mucho trabajo
comprender que el hábito del bienaventurado San Francisco le importa a
su hijo mucho menos que el polichinela que lleva en la mano, lo que
prueba otra vez que en México, como en París, trasciende lo natural
sobre las pantomimas de la sociedad.
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SOLDADO DE LINEA EN UNIFORME DE GALA
Ministro de guerra Gómez Pedraza, Fue hacia fines de 1826, cuando el
Ministro de Guerra pudo hacer maniobrar en la plaza de armas de
México, al primer batallón completamente armado y equipado según el
gusto moderno o el modelo francés. No se han cambiado sino las
charreteras que descienden y abrazan la unión de la espalda con el brazo.
El schakó lleva sobre la copa los colores nacionales y el pantalón es
siempre de manta, ya que el paño es inútil en un país que no tiene
invierno.
Como la población se compone de indígenas y de mestizos, estos últimos,
recordando que sus ancestros conquistaron el país con la ayuda de sus
caballos, que los indios espantados creyeron un monstruo inteligente,
hombre y cuadrúpedo a la vez, han conservado una gran predilección por
estos poderosos aliados, y el mestizo es así, buen soldado de caballería y
malo de infantería. Los indios, por el contrario, sea por repugnancia,
temor o torpeza, no se permiten cabalgar siquiera al humilde borrico,
pero son infatigables en las caminatas.
Su fuerza de continuidad en éstas, parece un prodigio, dicen que hay
algún indio que recorre cuarenta leguas en una jornada, algún otro que,
cargado con un fardo muy pesado, camina todo el día a trote ligero y
aquel guía que fatiga a los jinetes y a los caballos, aún cuando sean
relevados. Sea lo que pueda haber de exageración en esas proezas, los
indios, por la naturaleza de su suelo, por su sobriedad y su conformación,
son esencialmente buenos caminantes y un ministro de guerra como el
actual, dotado de genio y de perseverancia, encontrará en la nación
mexicana los dos elementos propios para hacer un excelente ejército:
caballería e infantería.
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EL SERENO
Los largos crepúsculos de nuestros otoños, los cortos días de nuestros
inviernos son desconocidos en México, situado mas allá del trópico. La
luz y las tinieblas dividen casi por igual los días, y cuando dan las seis de
la tarde las iglesias anuncian el momento de la oración, los piadosos
mexicanos descubren sus cabezas con devoción, y se encuentran
dispuestos a asesinar al que no se ajuste a su devota práctica. De todos
los barrios de la ciudad, los serenos se dirigen al Palacio Municipal donde
enfilados en batería, presentan un frente de por lo menos cien linternas
para pasar la inspección de sus jefes y recibir instrucciones. Su misión,
como aquella de los watchmen de Londres, es la de gritar la hora y
anunciar el buen o mal tiempo, dar la alarma en caso de incendio,
acompañar a su casa a los extranjeros extraviados o a aquellos a quienes
la embriaguez ha hecho perder la razón y, en fin, arrestar a los que
alteran la paz pública y llevarlos al cuerpo de guardia a fin de que éste
obtenga una mayor información.
No se puede negar que la institución es buena, y digna de ser adoptada en
el país donde falte. El sereno de México, para conservar, aun en su
ministerio, este tinte religioso con que los españoles han coloreado hasta
la menor de sus acciones, preludia con un lúgubre Alabados sean Dios y
Nuestra Señora de Guadalupe, al anunciar la hora y el tiempo. Su voz
monótona retintinea en el silencio de la noche y el filósofo puede calcular
qué diversos efectos produce este despertar, según penetra en la alcoba
del ambicioso listo para conspirar contra la patria; del ávido comerciante
cuyos tesoros llenan su corazón de remordimientos y de inquietudes, y de
la feliz pareja que duerme en la embriaguez de la voluptuosidad. Una
vieja alabarda mohosa es el arma ostensible de los serenos de México,
mas el poco caso que el pueblo hace de los magistrados civiles, les obliga
a tener otras de un efecto más seguro, como también un fiel perro
explorador de todo peligro nocturno.
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CABALLERIA LIGERA MEXICANA
Se había observado antes a un dragón montado a caballo*, con un
sombrero redondo de anchas alas rodeado por una banda de tela blanca.
Como se ha querido dar a las nuevas tropas una fisonomía
completamente europea, el sombrero redondo ha sido reemplazado por un
casco de forma griega o algo parecido. Hay cosas en las costumbres
locales, que no se cambian sin inconveniente, porque esas costumbres,
esos hábitos o esos trajes, son congruentes a las circunstancias del clima o
del suelo, según se puede apreciar.
El sol en el trópico es perpendicular y las anchas alas de un sombrero
redondo protegen un poco los hombros y el cuerpo de los rayos más
ardientes, y cuando comienza la temporada de lluvias periódicas, los
sombreros de anchas alas, sirven en cierta forma de paraguas; en cambio,
el casco con su forma elegante y guerrera, satisface más la vista, es
cierto, pero deja correr el agua a lo largo de las orejas que quedan
descubiertas, es más pesado y se calienta más con el calor del día. No
obstante, estas consideraciones no han hecho renunciar a los jefes del
cuerpo de caballería a la pequeña vanidad que les hace adoptar el casco y,
con mucho desagrado de los soldados, los nuevos regimientos han sido
sometidos al cambio de los grandes sombreros bajo los cuales ocultaban
sus rostros bronceados.
Los regimientos de caballería muestran en su uniforme la influencia
inglesa. Los uniformes han sido confeccionados en Inglaterra por arreglos
hechos por el General Michelena con la casa Barclay. Setenta mil fusiles y
un número proporcional de carabinas, de pistolas y todo lo concerniente
al equipo y al ornamento de las tropas, representan gran parte del capital
del primer empréstito negociado en Londres por dicho general. La fuerza
efectiva de cada regimiento de caballería es de 600 hombres, de los cuales
un tercio forma la base fija y el resto queda disponible o está en
expedición.
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VENDEDOR DE ODRES
Es difícil ver un cuadro más animado que el que ofrece un mercado en
México. La ciudad no es rica en tiendas; la mayor parte de las cosas
necesarias para la vida, alimentos, frutas, prendas de vestir, zapatos y
otros, son traídos diariamente por los indios de los alrededores, que se
instalan en el mercado o se pasean en los lugares públicos. Esos mercados
se parecen bastante a los bazares de oriente.
Las mujeres sentadas o en cuclillas junto a sus mercancías invitan a
comprar a los que pasan. Aquí se ve a la vendedora de zapatos al lado de
la que vende tijeras; allá, un vendedor de pañuelos cerca de una florista.
Loza, cristalería, telas, carnes, verduras, mantequilla, grasa, todo se
encuentra desordenado en un recinto muy cerrado. En medio de este
laberinto de gentes, de bancas y mercancías diferentes, circulan los vende-
dores de cigarros, yesca, rosarios, dulces, patos y de cabezas de carnero
asado, pero el que sobresale ante todo es el indio cargado de odres, llenos
de aire para almacenar pulque o vino.
A veces cuando su cabeza queda oculta en el enorme volumen que le
rodea, se diría que es un animal deforme que recorre las calles y se abre
camino entre la multitud. Los mexicanos todavía no conocen muy bien, el
curtido de los cueros y de las pieles para zapaterías y talabarterías, pero
en cambio saben dar gran suavidad a la gamuza, al venado y a otras
pieles con las que confeccionan pantalones, chalecos, etc. Las pieles de
chivo, como las que se ven en el dibujo, están bastante bien preparadas y
cosidas para no dejar salir los líquidos, más no lo suficiente para no
transferir, al vino sobre todo, ese olor desagradable que es tan común en
España.
El fondo de esta lámina representa una cabaña indígena rodeada de una
palizada vegetal de esa especie de nopal que los franceses llaman tubo de
órgano por su semejanza con los tubos de este instrumento. Esta planta
sin ramas y sin hojas es muy común en México, donde sirve para bardear
las viviendas. Su fruto es muy inferior a aquel del nopal, la tuna, (higo de
India).
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FRAILE CAMILO
La República Mexicana no ha osado todavía reformar esa multitud de
célibes blancos, negros, grises, pardos, en fin de todos los colores, que la
obstaculizan a semejanza de la Madre Patria. Si alguna comunidad
religiosa ha sido suprimida, se debe a la Constitución Española y a los
decretos de las Cortes que momentáneamente han tenido alguna
repercusión en América, pues de otra manera las autoridades nacionales
hubieran considerado una medida impopular turbar el reposo de los
felices cenobitas.
Mas al ver a un hombre envuelto en una gran capa negra, echada
despreocupadamente sobre la espalda, con la mirada oscurecida por la
sombra de un enorme sombrero oblongo, con la cruz roja resaltada sobre
el fondo oscuro de sus ropas, cree uno encontrar quizá, a uno de esos
terribles agentes de la inquisición española, y un recuerdo mezclado de
horror nos trae las sangrientas escenas de ese odioso tribunal. Pues bien,
nos equivocamos, ese monje es un filántropo, al menos por su institución.
Su misión es la de acompañar al criminal al lugar de su ejecución,
despertar los remordimientos en su alma endurecida y prodigarle los
consuelos de la religión abriendo su corazón a la esperanza del perdón.
Hay que reconocer que este penoso monasterio es con frecuencia
necesario en un país donde la ignorancia y la superstición, multiplican los
crímenes.
Las leyes españolas son muy poco sanguinarias, o al menos, si admiten en
muchos casos la pena de muerte, el proceso es tan largo, las pruebas
necesarias tan difíciles de conseguir, que muchos de los malhechores y
asesinos reconocidos, languidecen durante largos años en las prisiones,
antes de que su sentencia sea pronunciada. El gobierno actual queriendo
librarse de una espantosa cantidad de ladrones de camino real, de los
cuales la guerra de Independencia ha poblado las provincias, publicó un
decreto con el cual todo ladrón de camino real que sea detenido, será
juzgado por una comisión militar y ejecutado en el sitio mismo. Otra cosa
es que esos rigores alcancen siempre el objetivo que se proponen, éste, ha
tenido el inconveniente de ofrecer al pueblo, un tema de compasión para
el criminal que paga con su cabeza y sin demora, a veces un primer
atentado; en tanto que otros culpables de mil atrocidades anteriores al
decreto, están seguros de arrastrar su existencia, aún por largo tiempo, en
la prisión donde se les ha encerrado.
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NEGRO RECOSTADO EN SU HAMACA
No solamente en Europa, hay maridos que les pegan a sus mujeres, los
hay en todas partes, es un rasgo característico de cualquier nación, el
fuerte siempre está tentado de abusar de su superioridad sobre el débil.
La pasión decide un acto de violencia, lo cual no está bien. Sin embargo,
está dentro de la naturaleza. Lo que ofrece un carácter particular y local,
es la mujer rusa que llora cuando su marido no le pega, pues cree que ya
no la ama.
El negro liberado, balanceándose muellemente en su hamaca de hojas de
áloe, se procura un largo fuete para despertar la actividad de su
compañera, porque a ella reserva todas las penalidades del quehacer. Es
verdad que no todos los negros se comportan así, pero uno o dos que han
sido vistos, dan derecho al observador de sacar conclusiones importantes
y consignarlas en la descripción de una comarca. Nada honra más a la
época actual, que el triunfo casi completo que ha obtenido para los
derechos de la humanidad ultrajada con el infame tráfico de negros. Sin
embargo, si el blanco debe abolir el derecho de vender a sus semejantes,
como vil ganado y no condenarlos a la esclavitud y al látigo, será
necesario también que haga valer su superioridad para impedir que el
negro liberado abuse de un bien que ha recuperado y que abandone el
cultivo de sus campos creando desiertos sobre los pasos de la civilización,
ni que la desafortunada negra soporte de su marido los rigores de los que
él ha escapado.
Esto no es, sino la verdad. Sea en Jamaica, en Santo Domingo, o en la
costa de México, generalmente los negros no se muestran muy dignos de
la noble igualdad a la que se les ha elevado. Su pereza, sus tierras sin
cultivo, su miseria, han provisto a los antagonistas de su emancipación,
de puntos de comparación con el bienestar de los negros esclavos de
Jamaica, de la Habana y de la Luisiana. ¿Debemos buscar el motivo de
estas diferencias en las causas ficticias, accidentales, históricas, en las
leyes, en la religión; o bien, existen en la especie humana conformaciones
incapaces de elevarse a la cima de la civilización, destinadas a arrastrarse
en la esfera de la mediocridad y para quienes la tutela y la dependencia
sean necesarias? No es en esta página donde se pueden resolver tales
cuestiones, pero siempre es bueno enunciarlas.
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JOVEN MUJER A CABALLO CON SU CABALLERO
La carencia de caminos hace que el uso de caballos sea más común en
México que en Europa. Cuántas veces se ve a jóvenes y delicadas inglesas
emprender el viaje de Veracruz a México a caballo, y soportar con valor
las privaciones de un camino que está lejos de ofrecer los conforts que
están acostumbradas a encontrar en los caminos de Bristol y de
Liverpool.
En cuanto a las gentes del país, si son aquellos que no tienen manera de
alimentar más que a un solo caballo, se las arreglan montando juntos. Las
señoras, sobre todo, sea por timidez, sea por inexperiencia, prefieren
sentarse sobre la silla en tanto que el caballero en ancas, dirige los
movimientos del caballo. Las sillas, por lo común, tienen una pieza
añadida que sirve de asiento a quien monta en la grupa. Así se ve sobre
la misma montura a la madre y a sus hijos, a la mujer y su marido, a la
joven y su enamorado, pasando la mano alrededor del talle para evitar
una caída, y esto por muchas leguas sin causar escándalo, ya que es usual
y esta costumbre bien vale por cualquiera otra. Lo que causa pena a los
europeos es ver a estos pobres caballos que no son muy fuertes,
sobrecargados con un doble fardo o emprender largas jornadas es-
condidos bajo los enormes arneses.
La lámina representa los trajes de una rica pareja de campesinos. El
manto de la joven dama es el que se ha visto en la lámina cuarta, especie
de túnica hermafrodita que a veces hace tomar el quid pro quo ya que
cubre a cualquier marimacho de rasgos morenos y masculinos. La del
caballero se llama xorongo. Es una pieza de lana oblonga con un agujero
en el medio para pasar la cabeza; está tejida a cuadros y a flamas de
diferentes colores brillantes; se fabrica principalmente en Puebla de los
Ángeles.
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HIDALGO
La corta, pero brillante carrera de Hidalgo, de ese cura que
concibió y ejecutó él solo una revolución orientada a elevar a su
patria al rango de las naciones. casi no dio tiempo a sus
admiradores de conservar sus rasgos y transmitirlos a la
posteridad. El autor, habiendo merecido la confianza y la amistad
de uno de los compañeros del infortunado Cura de Dolores, obtuvo
permiso de tomar una copia de un retrato hecho en cera que aquél
poseía, y de perfeccionarlo de acuerdo con las indicaciones que
tuvo a bien darle este bosquejo, por lo tanto, marca con exactitud
los rasgos y la vestimenta del jefe de la insurrección mexicana,
cuando en nombre de la religión y la libertad llamó a los
descendientes de Moctezuma a salir del sueño de esclavitud en que
habían estado sumergidos durante tres siglos.
Hidalgo, cura de un pequeño poblado llamado Dolores, en la
provincia de Guanajuato, indignado por la tiranía de los españoles
que prohibía a los indios gozar de los frutos que esta fértil tierra
ofrece en abundancia, impidiéndoles cultivar las viñas, creyó poder
entregarse a sus inclinaciones filantrópicas introduciendo ese
cultivo y animado a sus parroquianos a emprenderlo. El gobierno,
enterado de esto, arrasó los planes que comenzaban a dar frutos.
Entonces Hidalgo se decidió a sacudir el yugo tiránico de la
metrópoli.
Estuvieron tan bien calculados sus pasos y sus medidas, que los
españoles no se dieron cuenta que el Cura de Dolores estaba a la
cabeza de los independientes hasta que la insurrección los envolvió
por todas partes. Sus comienzos fueron brillantes: en poco tiempo
se vio a la cabeza de ochenta mil patriotas y amenazando las
puertas de la capital. Sin la traición que lo entregó a los españoles,
sus talentos y su energía le hubieran hecho llevar a término una
empresa que sus lugartenientes y sucesores no continuaron con la
misma suerte.
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SIRVIENTA INDIGENA
El sistema que parecen haber adoptado los indios a pesar de su aparente
sumisión, de no convivir con los españoles, creo que debe atribuirse a un
fondo oculto de antipatía. Cerca de cada gran ciudad hay un barrio o
pueblo formado exclusivamente por indios. Parece estar ahí para las
necesidades el servicio de los citadinos. El pueblo proporciona a la ciudad
todo aquello que exige un trabajo penoso: comestibles, forrajes,
combustibles, todo esto llega sobre las espaldas de los indios.
En todas las buenas casas se procura tener una indita, una joven indígena
para los trabajos más esenciales como sacar agua, hacer la lejía, cuidar a
los niños, etc., ellas desempeñan sus tareas de una manera que anuncia
casi una inteligencia limitada, pero siempre con más lealtad que la que se
encuentra en las domésticas mestizas. Los indios tienen costumbres más
sencillas que los españoles. o se entregan al juego con tanto furor y no se
mezclan con el pueblo de las ciudades pensando en el robo que lo
caracteriza. Son dulces y tímidos; quizá, esta timidez viene de la
conciencia de su esclavitud y de la inferioridad política en la cual han
caído. Los recuerdos de su antiguo estado todavía no están del todo
perdidos en ellos y, a pesar de que se han convertido al cristianismo,
seguramente en el fondo de su corazón queda un apego oculto a sus
dioses a los que el les ha hecho renunciar mas la fuerza, que la
persuasión.
Cuando M. Bulloc obtuvo del actual gobierno el permiso de desenterrar la
antigua piedra de sacrificios del dios de la guerra en la que se vertía la
sangre de las víctimas, se veía llegar a la capital a muchos indios de los
alrededores y sobre todo mujeres quienes le arrojaban flores. La
prudencia aconsejó entonces al gobierno de no dejar más a la vista del
público, un objeto que despertaba tales reminiscencias; hoy está cerca de
México en el corazón de la Universidad, rodeado de una palizada. La
lámina representa una sirvienta indígena de Jambaya. La túnica que la
cubre llamada huipil, es de una tela gruesa de lana parecida a algunos de
nuestros tapices por el tejido y el dibujo.
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PLEITO DE DOS INDIAS
Si América nos ha hecho funestos obsequios, Europa con sus licores
fermentados, se ha vengado en demasía. La embriaguez, desconocida por
los antiguos habitantes del Anáhuac, multiplica ahora sus cuadros
desagradables sobre la base de la inocencia y la sencillez y hasta las indias
animadas por el ejemplo de los hombres, a menudo gastan el producto de
las mercancías que vendieron en el mercado para procurarse un pequeño
vaso de chinguirito (aguardiente sacado de la caña de azúcar) una
pequeña cantidad del cual es suficiente para hacerles perder la razón y
transformarlas en ásperas furias de lo dulces y tímidas que son por
naturaleza.
Las indias cargan a sus hijos envueltos en una manta de lana que lo
mismo les sirve para cubrirlas cuando van a la iglesia o para llevar frutas
o alguna otra cosa que deben transportar. Al calor de la discusión,
olvidan a veces que han dado la vida al bulto que llevan sobre sus
espaldas, se ve a estas pobres criaturas tambaleantes en todos los
sentidos, seguir los violentos movimientos de una lucha y mezclar llantos
y sollozos con gritos e imprecaciones de sus madres. El pueblo habituado
a esta clase de escenas, las contempla con indiferencia y a veces con
gusto, y los niños de los poblados, quizá herederos de los prejuicios de los
españoles, que consideran a los indios como una raza inferior a la especie
humana, al azuzarlas, creen excitar alguna cosa parecida a los perros o a
los gallos cuyas peleas también les gustan apasionadamente.
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PELEA DE GALLOS
El juego es la pasión característica de los mexicanos; todo aquello que es
azar les encanta, mas hay que decir, que con éste no se divierten como los
españoles, quienes ponen en peligro la vida de los hombres y
ensangrientan la arena donde la pasión tiene lugar. La corrida de toros no
es un espectáculo tan nacional como en España, en donde al menos está
reglamentada, de manera que no se compromete la existencia del torero.
A los mexicanos no les gusta ver a los caballos con el vientre abierto y a
los toros atravesados por la espada de un caballero. Se contentan con
verlos abatidos por medio de un nudo corredizo y fatigados por la
agilidad de sus perseguidores. No ocurre lo mismo con las peleas de
gallos. Esta diversión, que no es nada común en España, hace las delicias
del pueblo mexicano, ya que ofrece un vasto campo a las apuestas; quizá
no es el espectáculo lo que divierte sino la ocasión de arriesgar el dinero
que se tiene. Un gran anfiteatro se había construido en México para esta
clase de combates, que ahora sirve de teatro de comedias, por lo que los
gallos han escogido otros sitios. No se sabe de qué debe uno sorprenderse
más, si del encarnizamiento con el que se pelean estos pobres animales,
hasta que uno u otro pierde la vida para el bárbaro placer del hombre, o
de la mano de los jugadores que tiran su fortuna y tranquilidad al azar de
un golpe de espolón amarrado a la pata de un bípedo emplumado.
La lámina representa a la sociedad mexicana en la forma en que se reúne
y en que se presenta en la plaza de gallos. Hombres, mujeres, viejos,
niños, curas, militares de todos los rangos, se colocan alrededor del
círculo y se comprometen con las apuestas. Un hombre recorre las filas de
espectadores para recoger y casar las mismas. Mientras se cruzan las
apuestas, los galleros excitan a los animales para que se lancen con el
mayor furor a la pelea; en tanto que un gallo conserva un soplo de vida,
el combate no está decidido, pero si huye, se reconoce vencido y sus
apostadores han perdido.
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INDIO APACHE
Las provincias del norte de México, las dos Californias, la Nueva Vizcaya
y Nuevo México, sufren las invasiones de los salvajes apaches. Estos
terribles indígenas, empujados de valle en valle por la superioridad de las
armas europeas, han terminado por encontrar en los climas extremosos,
donde se han refugiado, la energía necesaria para vengarse de los
usurpadores de su patria. Dejando sus numerosos rebaños, que
reemplazan los inciertos recursos de la cacería, atacan a su vez a los
españoles establecidos dentro de sus territorios y recogiendo los caballos
de éstos, recorren las vastas sabanas del norte e irrumpen
sorpresivamente en los ranchos aislados en busca del botín.
La raza de los apaches es casi la misma que aquella que puebla las riberas
del Missouri que ha desaparecido de los límites de Delaware y de
Moawks. Se diferencian de los indios civilizados de México por sus rasgos
duros, su nariz aguileña y la conformación de su frente. Uno de los
caciques de mayor influencia de esas tribus, se presentó al emperador
Iturbide ofreciéndole ayuda de ochenta mil guerreros dispuestos a
reconquistar con él, la Independencia del Anáhuac. Iturbide rehusó
semejantes aliados que probablemente buscaban arreglar otras cuentas
con el héroe mestizo. El traje de los apaches, como aquel de los osages y
de los pawnies consiste en un cobertor de lana, pantalones de gamuza,
mocasines, una banda sobre la frente, adornos, collares y brazaletes. Sus
armas son el arco, la flecha y la lanza, que empiezan a reemplazar por
armas de fuego.
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MILICIANO DE GUAZACUALCO (COATZACOALCOS)
La poca seguridad que ofrecen los actuales puertos de la costa atlántica
de los Estados Unidos Mexicanos, ha decidido al gobierno a reconsiderar
el proyecto concebido por los españoles de escoger la saturación de
Guatzacualco como un punto militar y comercial. Guatzacualco no es un
pueblo ni una ciudad, sino un cuartel, un pequeño fuerte y algunas
casuchas para los aduaneros, pero el río que pasa muy cerca es uno de los
más importantes de México y navegable veinte leguas tierra adentro.
Su barra es la menos variable del golfo, tiene de dieciocho a veinte pies
de profundidad, lo que la hace apropiada para recibir los grandes barcos
mercantes. Sus ventajas están equilibradas por lo desagradable de su
clima. Guatzacualco está situado a cuarenta leguas al sur de la Veracruz;
aquí el calor es casi tan fuerte como en el Senegal; el suelo virgen y
cubierto de bosques donde el hombre no ha penetrado jamás, produce y
alimenta toda clase de insectos y su incómoda perseverancia es suficiente
para alejar al hombre más decidido a explotar la fertilidad de la tierra.
Ved a los caballos cuyas orejas caen disecadas; las garrapatas, especie de
araña tenaz y escamosa, se pegan a todo ser viviente y prefieren anidar
sobre las orejas de los caballos que no tienen manera de quitárselas. El
río está poblado de caimanes y sus riberas de tigres y jaguares.
El ingeniero en jefe encargado de los trabajos del nuevo puerto y de un
camino que debe cruzar el país de su parte más estrecha hasta
Tehuantepec sobre el Océano Pacífico, es don Francisco Uccelli, italiano y
antiguo jefe de ingenieros Beauharnais. Desterrado de Italia por su
opinión política, se refugió en México donde el gobierno, apreciando el
talento y las desgracias de un oficial distinguido, le ha encargado esta
honrosa misión.
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MUCHACHA DE PALENQUE
Las provincianas meridonales de México, están pobladas por una raza de
hombres que por sus rasgos, sus vestidos y sus monumentos parecen
descender de otra raza que no es la de los aztecas que poblaron antes que
éstos las mesetas del Anáhuac de donde debieron ser rechazados hacia el
Sur. En América, como en Europa, la huella de las migraciones es de
norte a sur. Las mujeres indígenas de Tehuantepec, de Yucatán, de
Guatemala y, sobre todo las de los alrededores de Palenque, ofrecen los
rasgos más regulares, un color más bien claro, y un traje que recuerda en
algo a los antiguos egipcios y fenicios.
Algunos sabios pretenden encontrar en los bajos relieves y los numerosos
monumentos indios que se desenterraron en Palenque, tradiciones de la
arquitectura fenicia, y gustan de reforzar los argumentos para probar que
la raza humana no ha tenido más que un solo y único origen y que los
hijos de Adán han poblado toda la tierra. Cualesquiera que sean esas
opiniones, que se basan en los restos de antigüedades muy poco conocidas
y muy poco estudiadas, es un hecho que los monumentos palencanos
pertenecen a una civilización mucho más avanzada que la de los aztecas y
de los pueblos del norte. La bella colección de dibujos reunidos por M. de
la Tour Allard, de la Luisiana, pueden dar fe. Las ruinas de Mitla y
aquellas de Palenque y de otros lugares de las provincias de Chiapas, de
Yucatán y de Oaxaca, atestiguan la existencia de un pueblo poderoso y
numeroso que ha casi desaparecido de la superficie de la tierra; alrededor
de las tumbas de una nación que ya no existe, la naturaleza despliega en
silencio su lujo solitario y el águila blanca y el casuario se posan sobre los
bosques impenetrables acechando desde lo alto de los aires, al reptil
venenoso que debe perecer en sus garras.
La lista de estos peligrosos habitantes de las soledades meridionales, es
muy larga y muy variada: la serpiente de cascabel, el alacrán del grueso
de una lagartija, la coralino de colores brillantes y de mordida mortal, el
metate, que se parece a un guijarro largo y muchos otros, cuyos nombres
indios es difícil retener, parecen estar amparados por este suelo húmedo y
umbroso, para impedir el acceso a las ávidas búsquedas de los hombres.
Maderas preciosas desconocidas todavía en Europa, se alzan en estas
regiones y es de desear que nuevos caminos las crucen pronto para
ofrecer al comercio los numerosos y variados tesoros que ocultan.
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ESCRIBANO
No es sólo al pie de los altares en donde las mujeres mexicanas depositan
sus pensamientos secretos y la confesión de sus flaquezas; pocas de ellas
sabrían confiar al papel las penas de su corazón y los tormentos de sus
celos, y así recurren al escribano público establecido en el centro de la
Plaza Mayor de México quien no cuenta, para protegerse de los rayos del
sol, más que con el endeble abrigo de una estera de tule (juncia) llamado
petate. A menudo se trata de un español al que la fortuna no ha sonreído
en el Nuevo Mundo, lo que casi equivale a un certificado de mala
conducta. Reducido al oficio de emborronar papeles, posee el secreto de
muchas relaciones, el hilo de muchos amoríos, el misterio de muchas
infidelidades, ¿cuántos humildes ruegos, cuántas peticiones, cuántos
asuntos no pasan por sus manos? Se diría que es el arrecife contra el que
vienen a quebrarse todos los chismes de la ciudad. A pesar de la humilde
apariencia de su establecimiento, es suficiente para procurarle una buena
posición. La venta de tinta, de plumas talladas, de barras de lacre, de
canciones y de endechas, los llamados corridos, aumentan sus ingresos; en
resumen, el oficio de escribano público en un país que figuraría en negro
en el documento del barón Dupin, no deja de tener sus atractivos. Su
indumento, mitad europeo, muestra su origen español.
La joven criolla sentada a su lado, vestida a la usanza del país, ha
renunciado a la mantilla; la reemplaza el rebozo de casimir o de crespón
de China y le cubre la cabeza y los hombros, ya que si la moda francesa
ha extendido su imperio sobre toda la vestimenta de personas de una
cierta posición holgada, no ha invadido el tocado, porque nadie osaría
entrar en el templo de Dios con la cabeza cubierta con un enorme
sombrero como ocurre en Europa.
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EL CARMELITA FRAY GREGORIO
Un fenómeno muy notable en la. Historia moderna de México es que el
movimiento de insurrección que decidió su Independencia, fue iniciado y
dirigido por miembros del clero; Hidalgo, Morelos, Matamoros, eran
curas, Rayón era canónigo, Fray Gregorio, monje. Los tres primeros
sorprendidos por los españoles, fueron ejecutados de acuerdo con las
severas instrucciones del virrey. Fray Gregorio, al momento en que iba a
ser fusilado, obtuvo, prometiendo alguna revelación, pasar muchos años
en una mazmorra de Cádiz de donde no salió sino después de la
proclamación de 1820. La dificultad de obtener la secularización de
Roma, le obligaba a llevar el hábito monacal, por el que tenía menos
vocación que por la faja de general.
El traje sacerdotal le procura, al menos, mayor veneración y respeto por
parte del pueblo y sobre todo de las mujeres, quienes le arrojarían todos
los laureles y las coronas que la patria agradecida otorga a sus defensores.
El hábito sacerdotal conserva aún, un poderoso influjo sobre las
mexicanas, quienes creen que tocando a esos hombres sagrados entran en
contacto con seres de otra naturaleza, con los guardianes de esos lugares
encantados, de ese paraíso hacia el cual se lanzan con su imaginación
meridional. Se les ve al salir de las iglesias, abrazar de rodillas con una
especie de éxtasis, el hábito de burdo sayal de los elegidos del Señor. Sus
rasgos, sus ojos nadando entonces en una voluptuosidad mística,
muestran que su alma se desprende por un momento de la tierra y de la
materia, y se eleva hacia esos fantasmas de los que las leyendas
maravillosas han poblado su cerebro. Pero, para regresar al personaje
principal de esta lámina, el espíritu que animó en 1810 a una parte del
clero mexicano, se explica por la injusticia con la que España misma,
agitaba aún a los eclesiásticos americanos.
Estos no alcanzaban las altas y lucrativas dignidades de la iglesia. los
españoles se apoderaban de los grandes beneficios y dejaban los curatos
módicos y fatigosos a los indígenas. El interés personal y el interés
nacional se encontraban de acuerdo y la independencia tuvo jefes
tonsurados. No se trataba siquiera de la libertad. La de la prensa, entre
otras, era también odiosa al clero mexicano como al de Francia y al de
todos los países.
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LEPERO - VAGABUNDO
Es el apelativo que se da en México al hombre de la última clase social, de raza
mestiza entre indio y español. El lépero es el bribón de Nápoles; empero, si hay
algo más innoble en sus rasgos es, sin embargo, que es más independiente, pues
tiene menos necesidades.
Vive en los barrios populosos casi en estado natural, sobre los escombros de una
civilización desvanecida. Sin camisa, sin zapatos, un trozo de cuero y una manta
de lana forman su indumentaria. Esta misma cobija se convierte en su cama
durante la noche y la entrada de un portal o las gradas de una iglesia le sirven de
habitación. Colocado durante el día en la esquina de una calle, un encargo que
cumplir, un paquete que entregar, son suficientes para procurarle el más frugal de
los sustentos: una media docena de tortillas salpicadas con chile son su alimento,
el agua de la fuente es su bebida.
Un cielo limpio, siempre templado, le evita la necesidad de otros atuendos.
Viviendo a1 día el día, sin ocuparse del mañana, al punto que ha ganado con qué
pasar las veinticuatro horas, tendido en el sitio que le sirve de morada, un ligero
sueño suspende sus facultades, hasta que una nueva aurora, renovando sus
necesidades, le obliga a buscar nuevos medios de satisfacerlas.
Feliz mortal, quizá, si el veneno de la corrupción y el fanatismo no excitaran su
corazón sencillo y su espíritu estrecho, si los licores fermentados no trajeran la
confusión a sus sentidos, si la pasión del juego no lo arrastraran con frecuencia al
crimen y si sus necesidades artificiales no lo hicieran, algunas veces el instrumento
dócil en las manos del despotismo y de la superstición.
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CRIOLLO A CABALLO TIRANDO EL LAZO
Amor sagrado de la patria, eres tú el que da luz a los prodigios de la
virtud y el valor. Noble entusiasmo, impulso generoso, tú elevas al
hombre al nivel de los dioses; de un pastor haces un héroe y del fierro
destinado a abrir el seno de la tierra, forjas la espada que lleva el terror
al corazón de los tiranos.
El ciego fanatismo puede poner al árabe del desierto frente a los
batallones erizados de hierro y fuego, sin embargo una ilusión más
poderosa que la verdad lo anima en el peligro, una inmensa recompensa
le sonríe: las huríes celestes le esperan sí perece en el combate; mas el
patriota que desafía la muerte para dar libertad a su país se consagra a
sus semejantes, ningún premio personal lo impulsa, si no es aquel que
encuentra en la conciencia misma de su sacrificio. Si cae, si muere, la
recompensa no lo acompaña. La deja sobre la tierra, grabada en alguna
piedra o en el recuerdo de sus conciudadanos. Ningún egoísmo mancha el
brillo de su acción. El sentimiento del yugo que le oprime es su aguijón y
el deseo de libertad le da alas. Este criollo mexicano, este sencillo
habitante del campo lleno de ideas naturales, ve a los soldados
extranjeros invadir el suelo de su país para avasallarlo, su corazón se
hincha y se inflama de una justa indignación, no cuenta el número de sus
enemigos, ni consulta la eficacia de sus armas; el mismo lazo que tira a
los toros salvajes para lazarlos, le servirá en su necesidad. Su
cabalgadura, de noble raza de garañones andaluces, comprende su alta
misión y devora el suelo en su rápida carrera. Ya se enfrenta a los
enemigos, laza de entre ellos a un jefe y lo arrastra con la rienda fatal
hasta los suyos. En vano una granizada de plomo mortal silba en sus
oídos, la muerte asombrada, no osa alcanzar al héroe, su valor temerario
recibe el premio de su hazaña, es todo lo que ambiciona. Satisfecho de
haber pagado su deuda a la patria se retira a su humilde rancho y anima a
los jóvenes, que escuchan sus relatos, a imitar su ejemplo.
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LITERA
Al llegar a Veracruz, el insoportable calor del clima, las despiadadas
bandadas de mosquitos, pero sobre todo el inminente peligro de sucumbir
al espantoso morbus ichterode que llaman fiebre amarilla, obliga a buscar
los medios más rápidos de sustraerse a la influencia de esos funestos
lugares llamados con justicia. la tumba de los europeos. Mas esos medios
no son ni los mas fáciles de encontrar ni los mas cómodos de emplear.
Rara vez se encuentran carruajes de regreso a la capital, ya que con
frecuencia sólo llegan a Xalapa.
Más aún, el camino de esta ciudad a la de Veracruz es muy difícil para
los carruajes de cuatro ruedas por las arenas profundas y movedizas que
hay que cruzar por los alrededores de Santa Fe. Por lo común, las mulas
son el recurso de los viajeros con prisa, pero se ven obligados a dejar sus
equipajes tras de sí, y durante las primeras jornadas es necesario
exponerse al sol brillante de la zona tórrida, en los áridos llanos
abrasados por su rayos. Una manera bastante cómoda, sobre todo para las
damas, de evitar esas molestias, es procurarse una litera, especie de caja
suspendida sobre las varas que sostienen dos mulas.
El dibujo hace inútil una más amplia descripción. Este medio de viajar es
lento y caro, pero en cambio es más suave y cómodo y el balanceo
producido por el paso mesurado de las mulas, educadas para este uso,
invita al sueño, lo que es una gran ventaja en un país en donde moscos de
gran tamaño os persiguen toda la noche con sus piquetes y zumbidos. El
precio de una litera de Veracruz a Xalapa, (treinta leguas) es por lo
general, de 50 pesos, cerca de unos 250 francos. El banco de arena
llamado Santa Fe, opone una dificultad casi invencible a la construcción
de un buen camino.
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CARNICERO MEXICANO
Si se quisiera personificar la pereza y la suciedad, no se podría escoger
mejor modelo que un muchacho carnicero de México que entrega la carne
a la clientela. Ya que las calles de la capital son anchas, derechas, planas
y bien pavimentadas, el uso de los caballos, carruajes y mulas se aplica a
las menores necesidades de la vida, tal vez más que en ninguna ciudad del
continente, lo que prueba que los mexicanos tienen una predilección
decidida por servirse de otras piernas que no sean las suyas.
Sería un verdadero suplicio para un europeo recorrer una gran ciudad,
toda la jornada, sentado sobre la grupa flaca y chipotuda de un viejo
mulo sin poder siquiera extender las piernas a causa del tamaño del
albardán o una burda silla. Sin embargo, el intrépido lépero se resigna, ya
que tiene demasiado horror al movimiento pedestre, y envuelto en una
manta sucia y a veces en un sudario todo manchado de sangre, se pasea
por las calles de México; el humo del cigarro que le sale por la boca,
podría provocar que cualquier imaginación exaltada lo tomara por un
vampiro que se sacia de cadáveres y cuyo aliento abrasador se esparce
por los aires.
Hay que reconocer que las bellas inglesas que se encuentran en México,
prototipo de pulcritud y elegancia, habituadas a ver los carros de los
carniceros de Londres, que no ofrecen nada de repulsivo o de sucio,
deben haberse escandalizado a la vista de este fantasma sangrante. Los
mulos llevan los cuartos de ternera y de carnero; en cuanto a las cabezas,
patas, etc., las llevan todas asadas y, por lo general, se dedican a la
alimentación de la gente común. Las pasturas pantanosas de los
alrededores de México, dan a la carne cierto gusto un poco soso y los
alimentos no son tan nutritivos y suculentos como en Europa.
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JUEGO DE VOLANTIN
La lámina que pone término a esta colección, representa una diversión
que figura de ordinario en las solemnidades y en las fiestas religiosas o
patrióticas. Nuestros palos de cucaña son poco usados en semejantes
ocasiones. Aquí se hace callar la codicia para darse el gusto de esta
sensación reservada a los habitantes del aire. Se planta un poste de 40 a
50 pies de altura, coronado por una especie de capitel de fierro, puesto en
equilibrio sobre una punta del mismo metal y colocado en lo más alto del
poste; en este capitel se amarran cuatro cuerdas bien fuertes, las que
están dobladas en su extremo, dejando un lazo suficientemente grande
para que pueda pasar el cuerpo de un hombre y que la cuerda le sirva de
asiento.
Los cuatro voladores así colocados, comienzan a correr alejándose del
poste, y pronto, la fuerza centrífuga se multiplica y levantándolos del
suelo, describen en el aire muchas circunferencias de varias centenas de
pies y se persiguen sin jamás alcanzarse; sobrepasan así en rapidez, el
vuelo del águila y del buitre. Una ligera patada en el suelo es suficiente
para dar un nuevo impulso a estos Icaros, quienes bien diferentes de su
patrón, no temen la pérdida de sus alas ni los abismos profundos del mar.
Este juego que no ofrece ningún peligro, es un ejercicio saludable y
económico que podría adoptarse con éxito en las casas de campo y en los
parques de diversión, como auxiliar o reemplazando a los peligrosos
columpios y a los balancines. Los gimnasios de París ofrecen una especie
de imitación en el juego llamado: enjambeé des géans "salto de gigantes".
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COCHERO MEXICANO
Los caballos mexicanos son excelentes para ser montados, más no de
suficiente talla para ser enganchados. Por eso se prefieren las mulas para
las tiras de los coches y equipajes, ya que éstos, construidos según los
antiguos modelos, no tienen la ligereza de nuestras brillantes berlinas ni
de nuestros landaus. El alto precio del fierro que viene de Europa, hace
que en México se usen todavía grandes brazos y ruedas, y esas
interminables tiras de madera que parecen postes pintados.
Las carrozas no tienen asiento para el cochero, ya que éste, para dirigir
mejor las mulas, animales un tanto reacios. monta a manera de postillón.
Una berlina de ciudad desemboca pues, penosamente de una calle, y lo
primero que se ve aparecer es el cochero con un sombrero de tres picos y
su única bota, ya que la pierna que queda al lado del pértigo, por no estar
a la vista, no tiene la necesidad de un calzado fino. Viene enseguida una
cabina delantera y luego una caja comba y bien barnizada donde se
bambolean sin cesar una media docena de viejas baronesas y al final,
llega la parte trasera con uno o dos polisones que llevan el nombre de
lacayos.
Los nuevos funcionarios diplomáticos de los Estados que han reconocido
la República, han intentado en vano introducir el gusto por los equipos
modernos; los nobles mexicanos creerían derogar las prerrogativas de su
rango, si reemplazaran las enfadosas y pacíficas mulas por los caballos de
rabo cortado y los cocheros con coletas, por cocheros rapados. También
hay que hacer notar que esas mulas jerárquicas llevan sus rabos
cuidadosamente envueltos en pequeños sacos de cuero, enjaezados con
aplicaciones de metal.
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COCHE DE COLLERAS
Las pocas obras públicas, emprendidas por los españoles, fueron
comenzadas con tanta magnificencia y grandeza, que por lo mismo, han
quedado inconclusas. Así fue el camino que debió conducir de Xalapa a
México. Pavimentado con el mayor cuidado, trazado a través de las
mayores dificultades de terreno, ligado por puentes magníficos, es de
lamentar que no haya sido terminado. Sucede, por lo tanto, que después
de haber recorrido algunas leguas cómodamente, se cae de improviso en
profundas rodadas y se experimentan las más crueles sacudidas al chocar
contra las piedras que las lluvias desprenden de las montañas, al
franquear las barrancas que serpentean a lo largo de la mencionada ruta.
Este camino tan imperfecto, hace necesaria la longitud interminable de
los carruajes mexicanos que pueden llamarse reversibles, ya que mientras
el tren delantero se encuentra suspendido sobre un precipicio, las ruedas
de atrás se encuentran todavía sobre terreno sólido. Por otra parte,
semejantes caminos y tales carruajes hacen también necesario un ejército
de mulas para arrastrarlos y, en último término, un bolsillo bien repleto
para llegar a la capital a través de miles de incomodidades, traqueteos,
magulladuras y pillajes.
Tres hombres son de rigor para los pesados equipajes, dos postillones y
una especie de conductor encargado de recibir el dinero y responsable de
las pertenencias de los viajeros. Dentro del enorme número de mulas que
van uncidas, siempre hay una parte que no tira de la carroza, pero sirven
para relevar a las que están fatigadas. Esta multitud de cuadrúpedos,
tiene necesidad de un lugar acondicionado para ellos, y así se sacrifica la
comodidad de los viajeros que no tienen otra, más que la de dormir sobre
sus camas, si es que las han llevado consigo. El precio de un viaje en
coche de México a Veracruz, es generalmente de 250 pesos, 1000 francos
más o menos.
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ENTIERRO DE UN POBRE
Se diría que la muerte ha renunciado en México, a sus sombríos colores
para revestirse de una brillante librea, o si se quiere, para mezclar algo de
cómico a un tema tan triste. Se puede decir que los enterradores
mexicanos, bajo la influencia de un sol ardiente, han pasado por la
metamorfosis de los cangrejos, que de negros que son, se vuelven rojos
con el calor. Digo mal al llamarlos enterradores. Los pobres en México se
organizan en cofradías para celebrar sus funerales y han escogido el color
rojo, ya que aparentemente, tal ha sido su gusto. La cuestión de ser
enterrados convenientemente, es casi la sola previsión que ejercen las
clases bajas; los sacerdotes son los únicos que han encontrado el medio de
imponerla a estos proletarios vagabundos. Aunque les falten durante toda
su vida las cosas más necesarias, por lo general tienen más dinero del que
se requiere para ser enterrados.
A una cierta edad, hombres y mujeres se inscriben en una cofradía y
pagan religiosamente una retribución mensual que equivale a 6 centavos
en Francia y a un medio chelín. La cofradía se encuentra así, en posesión
de fondos suficientes para pagar cirios, campanas, sacristanes, oraciones,
agua bendita, caja y entierro. En el fondo no está tan mal, por lo menos
para el cura de la parroquia que se encuentra tan bien pagado por los
pobres como por los ricos. Por lo demás, las menores acciones de los
mexicanos tienen una relación más o menos directa con la religión. Las
campanas de numerosas y vastas iglesias que ocupan la mitad de la
ciudad, hacen resonar los aires sin cesar con su ruidosa armonía, pues
cada parroquia festeja pomposamente a los santos que venera de
preferencia.
Las procesiones parroquiales tienen lugar muy frecuentemente; para
éstas, adornan todas las calles, ricos tapices de China y de Europa cubren
los balcones, las guirnaldas se cruzan en todos los sentidos, nubes de
flores y grandes ramilletes de diferentes colores se tiran desde lo alto de
las casas al paso de la imagen que pasean, innumerables cohetes se lanzan
por los aires y una continua batería de petardos turban aún por largo
tiempo el silencio de la noche. Los mexicanos tienen un verdadero furor
por los juegos de artificio. Se dice que a un virrey del Nuevo Mundo,
habiendo vuelto a España, su secretario le preguntó: "¿Qué cree vuestra
excelencia que estén haciendo ahora en México?" A lo que respondió
gravemente: "Suenan las campanas y tiran petardos". Y no se equivocaba.
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GRUPO DE JUGADORES
El furor por el juego es uno de los caracteres distintivos de la nación
mexicana, o para hablar con más exactitud, el estado de embrutecimiento
y de nulidad política en que la Metrópoli tenía interés en dejar a sus
colonias, no permitía otro pasatiempo que el de un juego ruinoso y
continúo. Las inmensas y rápidas fortunas que se hicieron por medio de
las minas, se funden con la misma facilidad por los azares del juego. Los
españoles tienen un interés directo en fomentarlo, ya que así se
enriquecen sin trabajo con esos tesoros que hicieron correr el sudor de
millares de indios.
El actual gobierno, basado en otros principios, mirando el esplendor y la
prosperidad de la nación que le llama a consumar su regeneración,
comienza a perseguir y prohibir las reuniones de juego; el estado de
Veracruz ha dado ya, el loable ejemplo de prohibir absolutamente los
juegos de azar sean públicos o privados. La capital aún no se libera de
ellos y una ciudad populosa, compuesta de todo aquello que la sociedad
ofrece de bueno y de malo, todavía presenta el aflictivo espectáculo de la
avidez agrupándose en torno de unos dados o de un paquete de naipes. El
juego favorito de los mexicanos es el monte tan conocido en España, pero
en éste, no se descubren sino dos cartas. El juego es muy simple, se tiran
dos cartas y el punto juega indistintamente sobre una o sobre la otra. La
primera que sale en el juego es la que gana.
Entonces la banca recoge el dinero apostado a la carta de la que no ha
salido su pareja. Su ventaja consiste en que no paga más que la mitad de
la apuesta cuando voltea una de las dos cartas que están en el tapete. Va
tan lejos la desconfianza que con frecuencia se obliga a la banca a jugar
con guantes. Las sumas que se juegan en México anualmente pueden
calcularse en seis millones de francos. Esta lámina representa a un grupo
de jugadores a la vuelta de una esquina, al momento que un hombre
apostado, les advierte que la policía está en su busca.
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INDICE
Moctezuma Xocoyotzin ______________________________________________ 5
Hacendado Criollo Propietario_______________________________________ 7
Dragón______________________________________________________________ 9
Joven Obrera _______________________________________________________11
Seminarista _________________________________________________________13
Tortilleras___________________________________________________________15
Indio que Extrae el Pulque__________________________________________17
El Presidente de México ____________________________________________19
Regidor _____________________________________________________________21
Mujer de Ciudad Rodrigo____________________________________________23
Vendedor de dulces__________________________________________________25
Soldado de Linea __________________________________________________ 27
Vendedor de Pollos, vendedora de dulces, etc._______________________29
Morelos _____________________________________________________________31
Negro de Veracruz __________________________________________________33
Joven Mujer de Tehuantepec________________________________________35
Pastor Mexicano ____________________________________________________37
Filisola _____________________________________________________________ 39
Oficial de Dragones__________________________________________________41
Mendigo_____________________________________________________________ 43
Guardia Civil de Alvarado___________________________________________ 45
Cargador de Agua ___________________________________________________ 47
Monje de la Merced a Caballo _______________________________________ 49
Joven Dama __________________________________________________________ 51
Soldado de Linea en Uniforme de Gala ________________________________53
El Sereno______________________________________________________________ 55
Caballeria Ligera Mexicana ____________________________________________57
Vendedor de Odres ____________________________________________________59
Fraile Camilo _________________________________________________________ 61
Negro Recostado en su Hamaca _______________________________________63
Joven Mujer a Caballo con su Caballero ______________________________65
Hidalgo ________________________________________________________________67
Sirvienta Indígena _____________________________________________________69
Pleito de dos Indias ___________________________________________________71
Pelea de Gallos ________________________________________________________73
Indio Apache __________________________________________________________75
Miliciano de Guazacualco (Coatzacoalcos) ______________________________77
Muchacha de Palenque ________________________________________________79
Escribano ______________________________________________________________81
El Carmelita Fray Gregorio ____________________________________________83
Lepero - Vagabundo ___________________________________________________85
104
Criollo a Caballo Tirando el Lazo ______________________________________87
Litera __________________________________________________________________89
Carnicero Mexicano ____________________________________________________91
Juego de Volantin _____________________________________________________93
Cochero Meixcano _____________________________________________________95
Coche de Colleras ______________________________________________________97
Entierro de un Pobre __________________________________________________99
Grupo de Jugadores __________________________________________________101
INDICE_______________________________________________________________103
105

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Trajes civiles, militares y religiosos de México , Claudio Linati 1828

  • 1. 1
  • 2. 2
  • 3. 3 Trajes civiles, militares y religiosos de México “Costumes et moeurs de Mexique” Placas originales Tomadas de la Primera edición De Bruselas Y la edición de Londres. (Año de 1828) Por; Claudio Linati
  • 4. 4
  • 5. 5 MOCTEZUMA* Los destinos rápidos de la América nos han sido mostrados por el curso de tres siglos, el jefe de un imperio poderoso pero medio salvaje, ordenante de innumerables sacrificios humanos, entonces destronado por un puñado de españoles, expirando sobre las ruinas de un trono, el cual se derrumbó en el altar de sus feroces deidades. La Europa del siglo XV con su evangelio, su inquisición, sus leyes, su feudalismo, su civilización y su fanatismo, cambio la cara de un vasto continente, pero ella empezó a tambalearse estacionaria, por el equilibrio que para bien y para mal se introduce en su nueva conquista. Quince millones de indígenas fueron reducidos a seis, una nueva raza de conquistadores y conquistados se eleva y crece por sus vastos territorios, bajo una larga tutela pero de luces cegadoras. La vieja Europa agitada e incendiada la abraza con sus chispas hasta el otro lado del atlántico. Es la hora de la emancipación y América sin pasar por las pruebas largas, adopta ya las teorías de las personas que se han trasladado en la carrera de las revoluciones. Tiene la forma subdividida en una cantidad de nuevas normas, y una nueva existencia política. El espectáculo de un país que aún recuerda sus reyes nativos, sus hecatombes humanas, que aún arroja flores en circulares sacrificios sangrientos de piedra, que está llena de monjes y mendigos, que conserva el viejo castellano. Mantener estos juegos, estas maneras, estos trajes nos llevan hasta hace siglos a los lugares de Guzmán y Rodrigo. Pero que al mismo tiempo pide prestado de la Francia, Inglaterra, Estados Unidos, las constituciones, las modas, uniformes, etc. Ofreciendo contrastes extraños pero instructivos que requieren la ayuda del lápiz crítico para captar su interés histórico y paisajístico. Ese es el propósito de esta colección y sus noticias que la acompañan para formar una imagen de la población mexicana. El autor no pretende halagar con sus retratos. México es muy rico en esperanzas para querer brillar meramente de sus antecedentes coloniales, y la tierra que hicieron nacer Hidalgo y Guerrero, le permiten esbozar hasta un lépero perezoso. *Cabe señalar que Moctezuma Xocoyotzin no fue el último emperador mexica, sino Cuauhtémoc. Aún con la armas de fuego la conquista estaba a punto de perderse por parte de los españoles en los acontecimientos tan conocidos de “la Noche Triste”, pero las epidemias traídas del viejo mundo a América como la viruela, arrasaron al poco tiempo con la población Azteca, dando la ventaja definitiva a los conquistadores.
  • 6. 6
  • 7. 7 HACENDADO CRIOLLO PROPIETARIO En una colonia como ésta, rica en toda clase de producción y sobre todo en metales preciosos, en la que los fundadores han sometido a la esclavitud a los indios. al lado de miles de infelices, se encuentra un hombre opulento que explota esos brazos vigorosos para vivir en el lujo y la comodidad. He aquí a este opulento campesino, descendiente de algún conquistador de México, cuyos dominios serían en extensión los de una provincia en Europa. Dos mil indios, antiguos y legítimos propietarios de sus tierras, las bañan con el sudor de su frente para llenar sus graneros de maíz y sus tiendas, de azúcar y de frutas del trópico. Sin embargo, condenado él mismo, no hace mucho, a sufrir el yugo de una capital remota y celosa, sus riquezas no pudieron emplearse en bien de su país. La metrópoli impedía con esmero todo aquello que pudiera elevar las colonias a rango de naciones. El criollo no podía aspirar al prestigio de los altos empleos. Un sistema de embrutecimiento le prohibía los goces intelectuales; Roma y Madrid, era todo lo que entreveía al otro lado del océano. Un lujo incómodo y grosero, las solemnidades de la iglesia, los placeres de la mesa y del juego, absorbían sus tesoros y sus ocios. Su educación había hecho todo por convertirle en pusilánime y nervioso, pero el sol, el clima, las distancias lo volvieron ágil y valiente. El exceso de despotismo y una larga humillación han terminado por sublevarlo y esta arma, heredada posiblemente de algún audaz compañero de Hernán Cortés, ha acabado por espantar al malhechor, para brillar contra los opresores de su patria. El criollo mexicano ha vertido valientemente su sangre por la independencia de su país; ha proclamado la libertad, la igualdad y merece la admiración de su siglo. NOTA: Su capa, llamada manga es una pieza de paño azul o verde cortada en óvalo y forrada de percal pintado. En medio tiene una abertura por donde pasa la cabeza. Está bordeada con un círculo de terciopelo galoneado y adornado con Boquillas que cubren los hombros. El sombrero de vicuña ribeteado por dentro; la chaqueta de gamuza, se cierra a manera de blusa. Muestra una camisa de tela muy fina bien plisada al frente. Las botas son abiertas y dobladas a los lados.
  • 8. 8
  • 9. 9 DRAGÓN Las inmensas distancias que se recorren, las ricas pasturas y la abundancia de maíz, excelente alimento para los caballos, hacen de México una región muy apropiada para tener en pie una buena caballería. Los caballos mexicanos, descendientes de los garañones andaluces, conservan muchos de los rasgos y cualidades de sus padres. Vivaces y nerviosos, si la grupa fuese acorde con el pecho podrían considerarse caballos perfectos; sin embargo, ese defecto es compensado por una resistencia poco común y por la posibilidad de pasarse sin comer y sin cuidados una jornada entera de marcha. Donde los caballos son buenos y numerosos, no faltan buenos jinetes y en ese momento es posible atreverse a establecer la superioridad de la caballería mexicana sobre la española. ‘La guerra y la indigencia en que se encuentra la República, como consecuencia de los esfuerzos que ha realizado para establecer su independencia, no le habían dado la manera de equipar convenientemente a sus tropas; también, no fue sino hasta después del préstamo concertado con Inglaterra, cuando el gobierno pudo proporcionar, y sobre todo a la caballería, una fisonomía europea. Ahora los trece regimientos de caballería mexicana no dejan nada que desear, pues no tienen sino oficiales suficientemente instruidos que saben que la libertad civil, no debe destruir la subordinación militar. Se ha sustituido un sombrero redondo, que distinguía a los antiguos caballeros americanos, por un casco. Este cambio, aunque halague la vista en primer término, no resulta tan cómodo para el soldado. El sombrero redondo le protegía de los rayos de un sol, casi siempre perpendicular, y a su cuello, de las lluvias que caen por torrente desde mayo hasta septiembre.
  • 10. 10
  • 11. 11 JOVEN OBRERA Ser encantador, amable mitad del género humano bajo todos los climas de la tierra, por encima de la ignorancia y la barbarie. Sin importar bajo qué colores ni bajo que vestido, el dominio de tu gracia extiende su bondadosa influencia y hace felices a los hombres, imponiendo una tregua a las pasiones odiosas que los excitan. A pesar de su tinte pálido y aceitunado, la joven obrera mexicana no abandona el privilegio de agradar y sabe, con su vivacidad natural y sus movimientos rápidos y graciosos, hacer olvidar a veces, a la gentil griseta parisina. Ni tocado artificial ni aceites perfumados lleva sobre la cabeza. La naturaleza ha regalado el esplendor del azabache a su pelo y una sencilla cinta aprisiona las largas oleadas de ébano de su cabellera. Las rosas no contrastan en nada con las azucenas de sus mejillas, más los ojos vivos y centelleantes, negros como ala de cuervo, nadan en la voluptuosidad bajo dos arcos de terciopelo que se unen sobre la nariz aguileña. Corsé alguno violenta su talle, flexible como la serpiente de las praderas y sus formas se dibujan bajo el ligero velo que las cubre. Su coquetería se limita a asomar un pequeño pie encerrado en una zapatilla de satín, de manera que llame la atención, y el perenne arreglo de su mantilla permite que dos brazos torneados tomen las posturas más seductoras. Su espíritu natural le sugiere respuestas mordaces que no ha tomado de lecturas que no tiene; ligera, alegre, sin pretensiones, sin aliños; su piedad religiosa es su único amparo contra la seducción; mas si cede, se convence enseguida de que el placer es un crimen que no puede excitar la inexorable cólera del cielo. NOTA: La vestimenta es de tela de algodón estampada burdamente en el país, así como la orla. La mantilla o tápalo es de un tejido de algodón de trama muy cerrada que se llama manta antes de ser teñida. Se fabrica en Puebla de los Ángeles y también se envía en crudo a Inglaterra, donde después la estampan.
  • 12. 12
  • 13. 13 SEMINARISTA Aquél que conozca España, verá en los seminaristas mexicanos una copia fiel del seminarista español. En todo país que admite la supremacía de la iglesia sobre el trono, aplicada a los convenios humanos, el más importante de los estados es el eclesiástico. Es así que nada hay más allá; no hay padre de familia que soñando en dar una educación a sus hijos, no aspire a verlos un día, dentro de las altas dignidades de la iglesia. La educación es así, teológica, los otros conocimientos son sólo secundarios y los seminarios, bajo la inmediata supervisión de los obispos, no son más que semilleros de curas donde el traje mismo empieza por separar el neófito del resto de la sociedad. Pero como es propio de las instituciones que han envejecido, que no tienen objetivo, nada es menos apropiado para formar un buen párroco que un alumno de los seminarios mexicanos; en un país donde el desarrollo de la adolescencia es precoz, a la edad de doce o trece años, estos niños-hombres, con el pretexto de ir a visitar a sus padres, obtienen salida durante el día y toman de la sociedad los vicios que padece. Se les ve correr, jugar y fumar en las calles con una naturalidad que contrasta con la severidad religiosa de su vestimenta. Esta consiste en una sotana de castorina abierta por los costados y cuyo color varía según las clases. Así, las hay rojas, azules y pardas; la especie de banda que remata en estola que les baja del hombro hasta los talones, varía también de color con la sotana; la argolla de plomo que impide que las puntas vuelen y que se ve en la parte de atrás, se convierte con frecuencia en el arma que decide sus combates en las horas de recreación.
  • 14. 14
  • 15. 15 TORTILLERAS Los antiguos mexicanos no conocieron el trigo. Las regiones situadas en los trópicos no son favorables a su cultivo; la falta de heladas, los calores excesivos, las lluvias periódicas y otras causas, le obligan a crecer con demasiada rapidez y perjudican su desarrollo y la maduración de las espigas. El maíz constituía, y constituye, el alimento más común del pueblo. A falta de molinos, o porque la harina de maíz es difícil de amasar, las mujeres de cada familia son las encargadas de preparar este alimento cotidiano. La joven esposa aporta como dote al matrimonio un taburete y un rodillo de piedra llamado metate (palabra india) como para indicar que, en reconocimiento a la acogida que recibe dentro de su nueva familia, se ocupará de su subsistencia y proporcionará descanso a la madre de su esposo. Los panes de maíz llamados tortillas, requieren de un trabajo que es parecido a aquél con que se fabrica el chocolate. Se colocan los granos de maíz en agua, en una infusión y cuando están inflados, se muelen y se convierten en una pasta sobre el pequeño banco inclinado de piedra, que es el metate. El agua y la parte fibrosa caen poco a poco en una tina colocada por debajo y cuan-do la pasta está suficientemente bien amasada, se hacen pequeñas bolas que una sirvienta, a fuerza de darles vuelta, torteándolas entre las dos palmas, hace unas galletas muy delgadas y circulares que se tuestan durante unos instantes sobre una sartén de fierro para darles un poco de consistencia. Estas tortillas, bastante sosas, son indigestas para los europeos que no gustan de sazonarlas con chile, como lo hacen las gentes del país y provocan a veces trastornos intestinales y obstrucciones en las vísceras de la digestión. El uso del pan se generaliza cada día más.
  • 16. 16
  • 17. 17 INDIO QUE EXTRAE El PULQUE Los áloes que en diferentes comarcas no sirven sino de barrera impenetrable para dividir los campos, que en la habana misma no ocultan sino un jugo acre y venenoso, en México son la planta en la que la naturaleza ha reunido las mayores cualidades benéficas. De sus largas hojas sacan los indios un hilo muy delgado y muy sólido, con el que la industria europea, hará pronto tejidos que rivalizarán con los de cáñamo y de lino; las hamacas, esos lechos portátiles tan útiles en un país caliente, donde las comodidades de la vida no se han generalizado, se trenzan con pita, nombre que los españoles han dado al hilo y a la hilaza del áloe o alzabara, y que los indígenas llaman maguey. El papel sobre el que los antiguos mexicanos escribían o pintaban sus historias, era también de maguey; su nombre científico es agave americana, y ese nombre le corresponde quizá exclusivamente por su cualidad particular de guardar en la parte inferior del tronco, en un receptáculo que se encuentra al centro de las raíces, un licor blanquizco, espirituoso y agradable al gusto que suple al vino entre los indios, bebida que les es desconocida. Algunos europeos que residen en México, se habitúan a este licor y lo prefieren a la cerveza y a otras bebidas, pero tiene el defecto de no poder conservarse más de dos días después de que ha sido sacado de la planta, y de nunca estar libre de partículas fibrosas y vegetales que le restan limpidez. El mejor pulque se recoge en los llanos de Apan, a dos breves jornadas de la capital. Es por medio de un largo calabazo, especie que se cultiva expresamente y que hace el efecto de un sifón, como los campesinos absorben el pulque y con él llenan los odres; lo clarifican filtrándolo por un saquito y lo llevan diariamente a las pulquerías de la ciudad, de donde se distribuye a la población. Los indígenas lo quieren con pasión y les turba la razón, aunque no produce el mismo efecto en los europeos acostumbrados al vino. En general, éstos convienen en que el pulque es una bebida excelente para apreciar el mérito del vino de Burdeos.
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  • 19. 19 EL PRESIDENTE DE MEXICO Cuando una nación se sacude el yugo de una opresión extranjera reivindica sus derechos y cuando el patriotismo conduce sus ejércitos a los combates, aquellos quienes desafían la muerte y los peligros sobre los campos de batalla, reciben las muestras más brillantes del reconocimiento de la patria y, naturalmente, son llamados a consolidar la obra que han comenzado con peligro de su vida. Si Washington es digno merecedor de Estados Unidos, Victoria lo ha sido también en México y nadie más que él podía inspirar una mayor confianza en la Nación y ofrecer mayores garantías a la libertad. Los sacrificios que hizo por ella la entereza que mostró en las circunstancias más difíciles, los graves conflictos que sorteo con la austeridad de un verdadero patriota, las persecuciones que padeció por parte de Iturbide, quien temía su popularidad y principios, reemplazan en Victoria esas brillantes cualidades a menudo peligrosas para el jefe de una república naciente. Los recuerdos de la guerra son demasiado recientes para que el traje militar no sea un honor eminente; cuando una larga paz haya originado el desarrollo brillante de la industria y del comercio, el traje civil estará más en boga. El uniforme francés ha sido durante mucho tiempo, la divisa de la victoria y casi todas las nuevas naciones de América lo han adoptado como el que tiene derecho a imponerse al enemigo. En México también se han adoptado las charreteras para los altos grados, pero se ha conservado la faja bordada y el bastón, distintivos de los generales de España.
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  • 21. 21 REGIDOR La Constitución Mexicana, tomando de los Estados Unidos del Norte de América el sistema republicano, ha conservado en su organización interna y reglamentaria todo aquello que creía poder adaptar de la Constitución Española. Como ésta, desafortunadamente ha mantenido el deplorable artículo que proclama a la religión católica como la única y verdadera, y ha excluido y prohibido el ejercicio de cualquier otro culto. Lo que quizá en España, por sus circunstancias particulares, es excusable, está fuera de lugar en un país que tiene la necesidad de poblar sus vastas provincias, derribar inmensos bosques y poner su población al nivel de su extensión. En cuanto al régimen municipal, que es lo mejor que ofrece la Constitución de las Cortes, podría ser un poco precoz en un país que, en cierto sentido, está menos avanzado en civilización y tiene menos educación política que España. La gran extensión de territorio permite las vejaciones que cometen ciertos alcaldes y regidores (oficiales municipales), difíciles de evitar. Los alcaldes de los pueblos tienen todavía a su disposición el cepo, pena aflictiva con la que se castiga la insubordinación, o ciertos delitos ligeros. Este cepo no es otra cosa que una gran viga con un agujero en la que meten la pierna del acusado, quien queda en una posición molesta hasta que ha expiado su culpa. Es fácil imaginar que se mezclan con frecuencia la pasión y lo arbitrario en esas correcciones. Sea como fuere, la municipalidad en México, de la cual la lámina adjunta muestra a uno de sus miembros llamado regidor, es un poder que representa al elemento democrático de la capital. Sea que las antiguas tradiciones del real gobierno participan en mucho de estas decisiones, sea que el gobierno de la ciudad ejerce una gran influencia sobre el nuevo ayuntamiento (municipalidad), ha creído un deber renunciar a la gran faja roja española y adoptar un vestido a la vez más elegante y moderno. Poco a poco las circunstancias del nuevo sistema no se detendrán en la apariencia exterior, sino que modificarán también las ideas. Es entonces cuando la lucha por el poder agitará a la sociedad y liará surgir los talentos, las energías, las ambiciones mismas que animan la vida de las repúblicas y hacen de sus historias, no las de un conquistador o las de una dinastía, sino las de las naciones y los hombres.
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  • 23. 23 MUJER DE CIUDAD RODRIGO No hay en parte alguna, mayor variedad de trajes que en las provincias de la República. Cada casta tiene el suyo, pero no contentos con la diversidad de sus colores, agregan los de sus vestimentas. Los negros, los mestizos, los indios, los criollos, los españoles, se distinguen fácilmente por sus rasgos y sus trajes. Mas el calor del clima no permite que sean muy complicados ni estorbosos; los de las mujeres consisten siempre en una falda y una manteleta de formas y colores variados, como se puede ver en láminas anteriores. Hemos escogido los trajes más elegantes y los más bizarros, como el de esta lámina que contrasta por su severidad con lo que pueden tener de seductor las ropas ligeras de las palencanas. Los indios modernos han conservado de sus antepasados, el uso de objetos trenzados para gran número de cosas, el cesto que lleva esta mujer es de hojas de caña tejidas con esmero. Se les llama tompeates. Las sirvientas los usan en México para ir al mercado. Para mejor caracterizar al país, esta joven india lleva una "anona", que los españoles llaman una piña por la semejanza que tiene con las manzanas del pino. Esta excelente fruta abunda en las tierras bajas de México, así como la chirimoya que tiene una pasta deliciosa de un sabor parecido al de un helado de vainilla; el mamey, cuyo fruto recuerda el gusto y el color del melón. Las diferentes familias de zapotes, el cocotero, el plátano, la guayaba, el aguacate, las tunas (higos de la India) y muchos árboles frutales de los cuales algunos llegan apenas a nuestros invernaderos, compensan por sus sabores suaves y variados, la ausencia de nuestras uvas, que a causa de las lluvias periódicas, no maduran sino de manera imperfecta en las regiones equinocciales.
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  • 25. 25 VENDEDOR DE DULCES Decía Girodet, que sólo en Roma era posible hacer un buen cuadro; hay algo demasiado circunscrito en esta aseveración; yo diré más aún: que no es sino en los países cálidos donde la verdadera pintura puede hacerse. Las altas temperaturas permiten a las clases trabajadoras liberarse de esas estrechas y pesadas ropas que se acostumbran en los países nórdicos. En Roma y Nápoles se ve a los cargadores y a los pescadores hacer alarde de sus formas atléticas tostadas por un sol ardiente, y ofrecer a cada instante poses y contrastes que el artista estudia y que lo familiarizan sin que él se de cuenta, con la belleza académica. La misma situación se observa en relación con los ropajes. Este vendedor de dulces, bajo el cielo templado de México, no se cubre con una lana burda e inmóvil. Una manta suelta y ligera le parece una vestimenta demasiado pesada y la maneja y la coloca de mil maneras para librarse del calor que lo importuna. Si Fidias y Praxíteles hubiesen visto el día bajo el riguroso cielo de la Tracia, no hubiesen buscado la belleza bajo los ligeros mantos y las húmedas túnicas que dejan entrever las formas de la juventud griega, ejercitada en los juegos del circo; mas hubieran buscado imitar el pelaje tupido de las ovejas que cubría a los pastores del monte Homus. En México hay, en efecto, entre las gentes del pueblo, una disposición natural hacia las bellas artes y casi todos los extranjeros adquieren, por curiosidad, las flores, los santos y las vírgenes de cera que trabajan los léperos de México con gusto y delicadeza, sorprendentes en gente que no ha tenido estudio alguno.
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  • 27. 27 SOLDADO DE LINEA Este joven indio, orgulloso de su nuevo uniforme militar, acaba de pagar su deuda a la patria regenerada; se apoya en esta arma, cuya explosión incomprensible y efecto mortal, han consumado la esclavitud de sus ancestros y borrado de los fastos de la historia, la dinastía de Moctezuma. Demasiado ignorante para comprender los alcances de los destinos de su país, sus ideas confusas no se detienen quizá todavía, en los derechos de los que le han despojado, ni sobre los que acaban de devolverle. Escucha resonar a su alrededor los nombres de la libertad, de la emancipación, de la independencia, pero estas voces salen de la boca de los descendientes de aquellos mismos hombres que derribaron el altar de sus dioses y el trono de sus reyes. En su aire indolente, se lee a la vez cierta ironía, sospecha o despreocupación de un beneficio mal apreciado. Instrumento dócil hasta ahora de la liberación de los descendientes de sus opresores, a la vez oprimidos, la luz aún no ilumina su inteligencia. Todavía no ha levantado del todo la cabeza inclinada bajo un yugo de tres siglos; ¡tal vez el día que sepa que ha combatido por un país que fue el suyo, grandes recuerdos le revelarán sus derechos y sus destinos! ¡Quizá los vínculos de la civilización y la desgracia le llevarán a fraternizar con sus conquistadores convertidos en conciudadanos! Entonces, olvidando su lengua madre y antiguas tradiciones, participará en la superación de un pueblo poderoso, compuesto por diversos elementos, es verdad, pero que no forman sino un solo cuerpo.
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  • 29. 29 VENDEDOR DE POLLOS, DE DULCES, ETC. La ciudad de México está construida sobre un terreno plano; sus calles son anchas, derechas y bien pavimentadas, muchos carruajes se cruzan en todos sentidos, pero son vehículos de lujo y no se ve ese movimiento de carros cargados pesadamente, que congestionan las calles de Londres y de París. Los pregoneros están en posibilidad de proporcionar lo necesario a la vida y al comercio, y la cantidad de brazos que esto exige, aumenta la proporción de la clase trabajadora sobre la clase acomodada. Las plazas y las calles ofrecen un movimiento continuo de gentes tostadas por el sol, semidesnudas, cargadas cada una con las mercancías que venden y que anuncian con gritos agudos y variados; los indios sobre todo, que no entienden nada las maniobras de nuestros carruajes, van por grupos cargados de leña, carbón, forrajes, yeso, barniz y, en una palabra, de diferentes productos de los alrededores. Es con la cabeza, más que con las espaldas, con la que llevan fardos muy pesados. Cada mercancía tiene un recipiente hecho especialmente para contenerla, así la lámina No. 39. representa a un campesino llevando pollos en una jaula que no sirve sino para este uso. La mujer que se ve cerca de él, es una Vendedora de dulces. El consumo de esta clase de golosinas es muy grande n México, así, hay cierto hombre que con cara y traje de un verdadero salvaje es excelente, lo mismo en el arte de ser dulcero que compotero. Algunos dulceros de provincia que han querido abrir sus tiendas recientemente en la capital, con frecuencia se han equivocado en sus cálculos y esperanzas, ya que han corrido la suerte de quienes llevaron ánforas a Samos y murciélagos a los atenienses.
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  • 31. 31 MORELOS Otro sacerdote patriota, otro mártir de la Independencia. El cura Morelos, después de haber dado los más grandes vuelos a la insurrección, de haber organizado ejércitos, de haberles imprimido un movimiento que le sobrevive, fue envuelto en la misma traición que entregó a Hidalgo, Matamoros y Allende, al rigor de los españoles. Ha sido necesario presentar muchos trajes religiosos, porque la nación mexicana ofrece una fisonomía muy eclesiástica. El culto y sus ministros están por todas partes. En Yucatán se dedican al comercio, en las altas tierras explotan las minas, en los congresos de provincia y en las cámaras representativas, son muy numerosos. Depositarios casi exclusivos de las ciencias, de las letras, no sorprende que hayan tenido un papel importante en favor y en contra de la Independencia y que el gobierno español haya sido particularmente más severo contra ellos que contra los otros, ya que, se supone, deberían ser los más fieles a la monarquía. Caídos casi todos bajo la gleba castellana, fue del ejército que ellos formaron de donde salieron, Guerrero, Bravo, Victoria y los otros jefes que mantuvieron el fuego de la Revolución. En el momento que éstos parecían próximos a sucumbir, apareció a su vez Iturbide y, burlando la opinión general, afirmó al fin la Independencia de México; mas, queriendo explotarlas por su cuenta, y ciego por la ambición de ceñir la banda real dio a Santa Anna la ocasión de ponerse a la cabeza del partido republicano que lo derribo del efímero trono al que había ascendido. Santa Anna tuvo que abdicar su importancia política acusado de ambición y dejó sin jefe al partido democrático. Ahora ha entrado de nuevo en la lid y el tiempo debe decidir su elevación suprema o su exilio.
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  • 33. 33 NEGRO DE VERACRUZ Algo que les parece muy singular a todos aquellos que pisan por primera vez el suelo de la costa mexicana, es la especie de semejanza o analogía que existe entre un negro de Veracruz en traje de domingo y el arlequín de una comedia. Esta negra figura, con sombrero blanco y un sable colocado a la manera del arlequín, todo esto agregado a los gestos graciosos y cómicos de los negros, forma un conjunto en el que sólo falta un traje abigarrado de diferentes colores para transportarnos a una escena de carnaval. Uno se pregunta, ¿cómo puede ser eso? ¿Es el negro anterior al arlequín o es el arlequín quien ha proporcionado el molde al negro? Es una pregunta que podría someterse a algunas eruditas academias para ejercitar sus lucubraciones. En cuanto a nosotros, haciendo una -transición de lo burlesco a lo positivo, diremos que la raza de los negros del golfo de México es superior a la de los indígenas, mestizos y criollos. Los negros son robustos, alegres y despiertos, mientras que aquí la raza europea es lánguida y débil y se propaga con dificultad. En general, las razas mejoran subiendo del sur al norte y se deterioran a la inversa. Los negros de Guinea se desarrollan con ventaja en el Brasil y Santo Domingo donde el calor no es tan fuerte como en el Senegal. Los ingleses se multiplican prodigiosamente y con ventaja en Estados Unidos, así como en el suelo congelado del Canadá, en tanto que languidecen en Honduras y Jamaica. Sin los negros, la costa mexicana se convertiría en mi verdadero desierto. Les corresponden los trabajos más penosos, aquéllos sin los cuales el hombre no podría prosperar. Su fuerza y formas atléticas son prodigiosas pero no se les escapa hacerse pagar bien.
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  • 35. 35 JOVEN MUJER DE TEHUANTEPEC Asia cita con orgullo la belleza de las circasianas, Europa la de las griegas; por lo que se refiere a México, su Circasia se localiza en la provincia de Tehuantepec. La raza india, que ofrece casi por todas partes rasgos que no tienen gran semejanza con lo que constituye para nosotros la belleza ideal, parece ennoblecerse en esta región favorecida por la naturaleza. Las tehuantepecanas pasan por ser las mujeres más hermosas de México. Su tinte se acerca con frecuencia a la blancura de las europeas; sin embargo, las rosas aquí no armonizan con el brillo de la azucena; la palidez característica de los pueblos indios borra esos contrastes de color que inspiran a los pinceles de los Ticianos y de los Rubens. El conjunto de sus formas, la elegancia de los contornos de su talle generalmente alargado, el brillo de sus ojos negros, las cejas arqueadas que se unen sobre la frente, les da un carácter de belleza que puede competir con aquella de otras comarcas, y disputar la manzana de París. Si se pudiera comprobar que la raza humana tiene un instinto, es aquel de la coquetería en las mujeres. Estas indias, habitantes de un país que Mula el mar por los dos costados, la poseen, en todo caso, en el más alto grado. La naturaleza les ha enseñado a hacer valer lo más seductor de sus encantos, y mientras que un velo diestramente colocado no deja percibir sino la expresión de sus ojos y con gracia, los contornos de su cara, una falda, extremadamente es-trecha que no les permite alargar el paso, ciñe sus caderas y deja ver un talle espigado y una pierna bien formada. Podría decirse, otra vez, que existe otro: el de la maledicencia ya que va aparejado a la reputación de estas bellas indias; pero si el instinto es ciego, ¿por qué no hemos de creer que se equivoca?
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  • 37. 37 PASTOR MEXICANO Las inmensas distancias por recorrer y la abundancia de pasturas en un suelo virgen, bien regado y calentado por los rayos de un sol perpendicular, crean la necesidad de multiplicar los caballos y proporcionan también los medios para alimentarlos fácilmente; así, es posible aventurar que América, proporcionalmente a su población, cuenta con más caballos que Europa. La carencia de caminos ha hecho inútil la educación de los caballos de tiro; son los caballos de silla los que han tenido el privilegio de cubrir el país y explotar esta naturaleza pródiga; y desde el rico propietario hasta el más humilde guardián de ganado, todos los campesinos mexicanos no se sirven para nada de sus piernas, sino que van, aun a sus menores asuntos, monta-dos en sus fieles corceles. Es curioso ver entrar diariamente a la capital numerosos rebaños de carneros guiados por dos o tres pastores a caballo, quienes con sus largos chicotes alcanzan a las ovejas que se apartan de las demás y las persiguen, describiendo miles de vueltas si se obstinan o rehúsan a seguir el camino o el sendero sobre el que se las puso. La gran costumbre entre las gentes del campo de atenerse constantemente al caballo, hace la caballería mexicana superior a la de los españoles, sobre todo en una guerra de partidos como la sostenida para lograr la Independencia.
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  • 39. 39 FILISOLA Si Francia puede enorgullecerse de los Lafayette e Inglaterra de los Byrons. que han ofrecido el tributo de sus brazos y de su vida a la causa de la libertad del Nuevo Mundo y de Grecia, Italia puede también reclamar su parte de gloria, en esos honrosos combates. Sus hijos esparcidos por diferentes regiones del globo, no osan enfrentarse a la suerte de su desgraciada patria; decepcionados para siempre y sin esperanza de recuperar el cetro nacional, han buscado bajo el estandarte del extranjero, la gloria o la muerte; algunos de estos discípulos del siglo militar de Napoleón, han ofrecido sus servicios al despotismo, pero la mayor parte, ha encontrado bajo las banderas de Bolívar, el término de una carrera borrascosa. Un número muy pequeño ha sobrevivido al clima, a las fatigas, a las privaciones de toda especie, en estas regiones desiertas de América. Filisola, nacido bajo el cielo ardiente de la Calabria, es quizá el único italiano que goza del premio a sus largos esfuerzos. Muy joven entró al servicio de España y después de haber hecho las campañas de la paz, convertido en capitán, se distinguió al principio de la insurrección por su valor y su firmeza. Más apreciando muy pronto la justicia de la causa mexicana, cuando Iturbide estaba a punto de sucumbir bajo sus numerosos enemigos, se declaró por la Independencia de México y aseguró con la división que todavía mandaba, el triunfo definitivo. Enviado más tarde a Guatemala, que quería separarse de la federación mexicana, pacificó esta provincia con su moderación. Llamado por el gobierno a la capital, fue posteriormente capitán general del Estado de México, querido por los soldados y por los ciudadanos y padre y protector de todos sus compatriotas que el azar arrojó a estas lejanas tierras. La lámina representa su uniforme de general de caballería.
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  • 41. 41 OFICIAL DE DRAGONES Los alumnos de la escuela de guerra que fundó Napoleón, no sabiendo resignarse a su fracaso, se esparcieron por todas partes del Globo, donde creyeron que la gloria y la libertad, indivisibles en su espíritu, iban de nuevo a sonreírles. Los márgenes de la Plata, los desiertos de Colombia, las colonias del Peloponeso, las montañas de Cataluña, han recibido la huella de su carrera vagabunda, cuando no la de sus osamentas. Mas el mismo espíritu de libertad conquistadora, el mismo sentimiento de indignación, de esperanza rota, de ambición engañada, de descontento político, ha reunido también, bajo algunas banderas, a hombres que se habían batido en filas opuestas durante muchos años. Así, en México, al lado de viejos guerrilleros españoles, se encuentra en el mismo batallón a un bordalés republicano y a un mameluco de la vieja guardia. Muchos de estos atrevidos aventureros perecieron en la desventurada expedición del joven Mina, quien al comienzo de una brillante carrera fue sorprendido y fusilado por los españoles. A pesar de todo género de peligros, a pesar de los mil aspectos que la muerte ha tomado para sorprenderlos, algunos de estos valientes compañeros de armas del más grande capitán del siglo, existen todavía en el ejército mexicano y al servicio de la República, a la que han dado sus conocimientos militares. Es a ellos, en gran parte, a los que el ejército debe su gusto por el uniforme que lo caracteriza. La lámina que sigue es un croquis tomado del natural del conde Stavoli de Parma, mayor de dragones en México. Este joven hombre después de haber hecho la campaña de Rusia como oficial en el 26o. de cazadores, regresó a su país encontrando sólo amargura y humillación, cruzó el mar y se afilió bajo las banderas de los independientes. Iturbide observó su valor y su fuerza y lo nombró capitán de su guardia. Después de su caída, Stavoli sostuvo al partido democrático contra los moderados, y se defendió durante tres días con 70 hombres que le habían quedado, contra 2,000 con los que le sitiaba el poder ejecutivo. Obligado a rendirse y condenado a muerte, en el momento de ser fusilado debió su perdón a su joven e interesante esposa, quien se arrojó a los pies del Congreso Nacional, decidida a salvarle la vida. Exiliado a la Luisiana, volvió bajo los auspicios del actual gobierno, con la estimación de sus nuevos conciudadanos y el aprecio de sus soldados.
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  • 43. 43 MENDIGO Una de las calamidades que España regaló al Nuevo Mundo, es la mendicidad. El patronazgo que la miseria y la indigencia encuentran en el púlpito de las Iglesias, poniendo un justo precio a la caridad, mal orienta el empleo y populariza el oficio de pedir limosna de una manera muy particular, ya que el mendigo, al ofrecer al rico la oportunidad de hacer una obra meritoria, cree ejercer una profesión útil: aquélla de no hacer nada sobre la tierra y ayudar a los otros a subir al cielo. México, como Nápoles y Madrid, hormiguea de pobres inoportunos; las enfermedades más desagradables, las deformidades más repugnantes, todas, los asedian y los persiguen en los lugares públicos, en los cafés, en las iglesias, como un poderoso argumento para entregar el óbolo y aliviar los sufrimientos humanos. Ya sea una mujer velada en la esquina de una calle donde el recién nacido, muerto o vivo, verdadero o postizo, está tendido a sus pies; ya sea un viejo que se arrastra en una carretilla para demostrar su parálisis, o ya sea un ciego que cargan sobre las espaldas, como se muestra en la lámina adjunta. Mientras que este impuesto demasiado multiplicado no viene a arrancar sino una débil ofrenda, no obstante su inoportunidad, los conventos, las casas de los nobles, etc., proporcionan una renta a un número muy considerable de ociosos y hacen popular esta miseria de la sociedad que las naciones civilizadas, han casi logrado extirpar con establecimientos de una sabia y útil beneficencia. México está también inundado de voceadores públicos de billetes de lotería y de vendedores de panfletos que nos aturden desde el alba hasta la noche con su tráfico inmoral. Las loterías no son nacionales ni pertenecen al gobierno; la mayor parte son instituidas para la manutención de varias cofradías religiosas de alguna iglesia o capilla, de manera que se oyen gritar muy cómicamente, "Hoy es el santo tal que juega, es el Santísimo Sacramento, es la Virgen de Guadalupe", lo que produce un efecto bizarro en un europeo, pero diferente en una devota mexicana, ya que al dar su dinero, cree favorecer el culto del santo que ella quiere, y satisface al mismo tiempo con toda conciencia su pasión por el juego, mientras su inocente familia tendrá que pagar con un ayuno prolongado, la piadosa compra de un santo billete de lotería.
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  • 45. 45 GUARDIA CIVIL DE ALVARADO Cuando Veracruz estaba todavía en poder de los españoles, y todo el comercio se había trasladado a Alvarado, muchos europeos, pensando que llegaban al segundo puerto de una gran república, se hacían la idea que un francés se hace de Marsella o un inglés de Liverpool. Pero quedaban asombrados porque en lugar de los magníficos muelles, de los majestuosos malecones, tiendas, almacenes, palacios con bellas proporciones de arquitectura, no entreveían sino un conjunto de casuchas cubiertas de paja y algunas docenas de cabañas de bambú. No es un funcionario sanitario revestido de un brillante traje que se impone por la limpieza de su uniforme y su austero porte, el primer ser viviente que os aborda. Una piragua hecha del tronco de un árbol gigantesco avanza hacia vosotros, un hombre de cara pálida de aspecto achacoso cubierto con un sombrero de paja y vestido con una chaqueta de tela sobre la que se perciben algunos signos militares, os interpela. Es el capitán de puerto. Los náuticos de su frágil esquife son mulatos. Todo su vestuario consiste en una camisa larga cuya blancura contrasta con su tinte cobrizo; más al descender a tierra, qué pensar del encuentro de cinco individuos de todos los colores de que es susceptible la piel humana. Provistos de toda clase de armas, unos semidesnudos, otros envueltos en viejas ropas y deshilachados cobertores, uno tocado con un sombrero sin fondo, otro con las guarniciones puestas sobre la piel, y todos ofreciendo una mezcla bizarra de despreocupación, de fiereza y de miseria. Respetad a estos guerreros patriotas, es la guardia cívica de Alvarado, ella os dirá que si sus vestidos no son de lo más completo, el calor del clima los dispensa, que si sus armas no son las mejores, la fiebre amarilla combate en su lugar y que si su disciplina no es de las más severas, imita bien la de las guardias cívicas de otro país de este bajo mundo.
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  • 47. 47 CARGADOR DE AGUA Todos los países tienen algunas costumbres que no se sabe a que razón obedecen. bien sea a causa de su incomodidad o de su extrañeza. El aguador de México. es uno de los sujetos más impresionantes a los ojos extranjeros; apenas se puede concebir cómo, para transportar 50 libras de agua, no se ha encontrado otro medio que meterla en un recipiente de barro casi tan pesado corno el contenido, y cuya forma esferoide concentra la carga en un solo punto. Ese cántaro no es suficiente para las necesidades de toda una familia; y un peso tan incómodo, que no puede aumentarse, hace necesaria una pequeña reserva adicional contenida en un cántaro atado a dos correas cruzadas sobre la cabeza y suspendidas al frente, que sirve de contrapeso a la primera carga. El balanceo de este segundo cántaro, lo impide el delantal, que lo sujeta por medio de un gancho. El aguador, así "amordazado" o encerrado en sus dobles correas, camina de frente y derecho, sin poder permitirse el menor movimiento de la cabeza, lleva el líquido a su cliente; un medio real, apenas seis centavos en Francia, es el precio de su entrega; sin embargo, si trabaja la jornada completa, gana de cuatro a cinco francos al día. Las correas que se cruzan sobre su cabeza le impiden llevar sombrero, y hacen del aguador el único ser en México que lleva gorra.
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  • 49. 49 MONJE DE LA MERCED A CABALLO Ninguna orden religiosa, en España como en América, se ha multiplicado tanto, si se exceptúa a los Franciscanos, como los monjes de la Merced, instituidos para liberar de la esclavitud a los cristianos que cayeron en poder de los infieles. Ricamente dotados para su piadoso objeto, han dejado de ocuparse de los esclavos, como los Benedictinos de cultivar la tierra; sin embargo, no han dejado de disfrutar de sus rentas. Esta lámina representa a un procurador de la Orden yendo a visitar una de las numerosas propiedades de la comunidad. No es de sorprender si se le ve un sable debajo del hábito religioso. No se emprende jamás un viaje fuera de las puertas de la capital sin tomar la precaución de armarse. El estado religioso no es excepción. Los caminos están con frecuencia infestados de ladrones, que a pesar de sus escapularios y sus rosarios, ponen una mano sacrílega sobre los ministros del altar, convencidos de que un recaudador de rentas del convento no lleva el bolsillo vacío. Si con todo, se tiene la buena suerte de escapar a los siniestros encuentros con ladrones en el camino real, no evitará la impertinencia de los mendigos que desde los alrededores de la abadía lo reconocen por su hábito blanco y le salen al paso. Pero que no se queje, la mendicidad es como una hierba parásita que cubre las murallas de los conventos, de las cuales recibe el alimento. Los mexicanos aún conservan los tipos de montura que se usaban en tiempos de la Conquista. Una campana de cuero bordado y repujado, guarnecido de una franja de cadenas de acero, cubre las ancas y la grupa del caballo, de manera que los movimientos se ven limitados así. Los fuertes aguaceros tropicales y los incómodos insectos explican, quizá, la continuidad del uso de un aparejo tan pesado.
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  • 51. 51 JOVEN DAMA Si una joven mujer, de cualquier clase que sea, se encuentra gravemente enferma o terne por la vida de una persona querida, hace un voto. Existen diferentes clases de votos: personales, temporales, a perpetuidad y exteriores. La elegante joven representada en la lámina No. 15, se encuentra en apariencia seriamente amenazada, y ha hecho el voto de hacer vestir a su hijo el hábito de San Francisco. Por lo regular estas clases de voto se hacen en el caso de embarazos delicados o partos difíciles. Es penoso para una madre que cifra su orgullo en la apariencia de su hijo, verlo ridiculizado con burdo sayal, que contrasta por su aspereza con las risueñas gracias de la primera edad. Esos votos arrancados por un impulso de amor maternal, no impiden, sin embargo, que una vez pasado el peligro, las inclinaciones del sexo bello, recobren su imperio; ni que un porte elegante, una mantilla bien cruzada, un abanico cien mil veces abierto y cerrado, traigan a una joven dama mexicana, recuerdos de los amores livianos que por un momento la piedad religiosa había descartado. Yo mismo creo percibir la punta de un papelito que asoma de su mano rolliza; no juzguéis mal, en México como en París, se reciben recados amorosos por inocente curiosidad. Tampoco costará mucho trabajo comprender que el hábito del bienaventurado San Francisco le importa a su hijo mucho menos que el polichinela que lleva en la mano, lo que prueba otra vez que en México, como en París, trasciende lo natural sobre las pantomimas de la sociedad.
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  • 53. 53 SOLDADO DE LINEA EN UNIFORME DE GALA Ministro de guerra Gómez Pedraza, Fue hacia fines de 1826, cuando el Ministro de Guerra pudo hacer maniobrar en la plaza de armas de México, al primer batallón completamente armado y equipado según el gusto moderno o el modelo francés. No se han cambiado sino las charreteras que descienden y abrazan la unión de la espalda con el brazo. El schakó lleva sobre la copa los colores nacionales y el pantalón es siempre de manta, ya que el paño es inútil en un país que no tiene invierno. Como la población se compone de indígenas y de mestizos, estos últimos, recordando que sus ancestros conquistaron el país con la ayuda de sus caballos, que los indios espantados creyeron un monstruo inteligente, hombre y cuadrúpedo a la vez, han conservado una gran predilección por estos poderosos aliados, y el mestizo es así, buen soldado de caballería y malo de infantería. Los indios, por el contrario, sea por repugnancia, temor o torpeza, no se permiten cabalgar siquiera al humilde borrico, pero son infatigables en las caminatas. Su fuerza de continuidad en éstas, parece un prodigio, dicen que hay algún indio que recorre cuarenta leguas en una jornada, algún otro que, cargado con un fardo muy pesado, camina todo el día a trote ligero y aquel guía que fatiga a los jinetes y a los caballos, aún cuando sean relevados. Sea lo que pueda haber de exageración en esas proezas, los indios, por la naturaleza de su suelo, por su sobriedad y su conformación, son esencialmente buenos caminantes y un ministro de guerra como el actual, dotado de genio y de perseverancia, encontrará en la nación mexicana los dos elementos propios para hacer un excelente ejército: caballería e infantería.
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  • 55. 55 EL SERENO Los largos crepúsculos de nuestros otoños, los cortos días de nuestros inviernos son desconocidos en México, situado mas allá del trópico. La luz y las tinieblas dividen casi por igual los días, y cuando dan las seis de la tarde las iglesias anuncian el momento de la oración, los piadosos mexicanos descubren sus cabezas con devoción, y se encuentran dispuestos a asesinar al que no se ajuste a su devota práctica. De todos los barrios de la ciudad, los serenos se dirigen al Palacio Municipal donde enfilados en batería, presentan un frente de por lo menos cien linternas para pasar la inspección de sus jefes y recibir instrucciones. Su misión, como aquella de los watchmen de Londres, es la de gritar la hora y anunciar el buen o mal tiempo, dar la alarma en caso de incendio, acompañar a su casa a los extranjeros extraviados o a aquellos a quienes la embriaguez ha hecho perder la razón y, en fin, arrestar a los que alteran la paz pública y llevarlos al cuerpo de guardia a fin de que éste obtenga una mayor información. No se puede negar que la institución es buena, y digna de ser adoptada en el país donde falte. El sereno de México, para conservar, aun en su ministerio, este tinte religioso con que los españoles han coloreado hasta la menor de sus acciones, preludia con un lúgubre Alabados sean Dios y Nuestra Señora de Guadalupe, al anunciar la hora y el tiempo. Su voz monótona retintinea en el silencio de la noche y el filósofo puede calcular qué diversos efectos produce este despertar, según penetra en la alcoba del ambicioso listo para conspirar contra la patria; del ávido comerciante cuyos tesoros llenan su corazón de remordimientos y de inquietudes, y de la feliz pareja que duerme en la embriaguez de la voluptuosidad. Una vieja alabarda mohosa es el arma ostensible de los serenos de México, mas el poco caso que el pueblo hace de los magistrados civiles, les obliga a tener otras de un efecto más seguro, como también un fiel perro explorador de todo peligro nocturno.
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  • 57. 57 CABALLERIA LIGERA MEXICANA Se había observado antes a un dragón montado a caballo*, con un sombrero redondo de anchas alas rodeado por una banda de tela blanca. Como se ha querido dar a las nuevas tropas una fisonomía completamente europea, el sombrero redondo ha sido reemplazado por un casco de forma griega o algo parecido. Hay cosas en las costumbres locales, que no se cambian sin inconveniente, porque esas costumbres, esos hábitos o esos trajes, son congruentes a las circunstancias del clima o del suelo, según se puede apreciar. El sol en el trópico es perpendicular y las anchas alas de un sombrero redondo protegen un poco los hombros y el cuerpo de los rayos más ardientes, y cuando comienza la temporada de lluvias periódicas, los sombreros de anchas alas, sirven en cierta forma de paraguas; en cambio, el casco con su forma elegante y guerrera, satisface más la vista, es cierto, pero deja correr el agua a lo largo de las orejas que quedan descubiertas, es más pesado y se calienta más con el calor del día. No obstante, estas consideraciones no han hecho renunciar a los jefes del cuerpo de caballería a la pequeña vanidad que les hace adoptar el casco y, con mucho desagrado de los soldados, los nuevos regimientos han sido sometidos al cambio de los grandes sombreros bajo los cuales ocultaban sus rostros bronceados. Los regimientos de caballería muestran en su uniforme la influencia inglesa. Los uniformes han sido confeccionados en Inglaterra por arreglos hechos por el General Michelena con la casa Barclay. Setenta mil fusiles y un número proporcional de carabinas, de pistolas y todo lo concerniente al equipo y al ornamento de las tropas, representan gran parte del capital del primer empréstito negociado en Londres por dicho general. La fuerza efectiva de cada regimiento de caballería es de 600 hombres, de los cuales un tercio forma la base fija y el resto queda disponible o está en expedición.
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  • 59. 59 VENDEDOR DE ODRES Es difícil ver un cuadro más animado que el que ofrece un mercado en México. La ciudad no es rica en tiendas; la mayor parte de las cosas necesarias para la vida, alimentos, frutas, prendas de vestir, zapatos y otros, son traídos diariamente por los indios de los alrededores, que se instalan en el mercado o se pasean en los lugares públicos. Esos mercados se parecen bastante a los bazares de oriente. Las mujeres sentadas o en cuclillas junto a sus mercancías invitan a comprar a los que pasan. Aquí se ve a la vendedora de zapatos al lado de la que vende tijeras; allá, un vendedor de pañuelos cerca de una florista. Loza, cristalería, telas, carnes, verduras, mantequilla, grasa, todo se encuentra desordenado en un recinto muy cerrado. En medio de este laberinto de gentes, de bancas y mercancías diferentes, circulan los vende- dores de cigarros, yesca, rosarios, dulces, patos y de cabezas de carnero asado, pero el que sobresale ante todo es el indio cargado de odres, llenos de aire para almacenar pulque o vino. A veces cuando su cabeza queda oculta en el enorme volumen que le rodea, se diría que es un animal deforme que recorre las calles y se abre camino entre la multitud. Los mexicanos todavía no conocen muy bien, el curtido de los cueros y de las pieles para zapaterías y talabarterías, pero en cambio saben dar gran suavidad a la gamuza, al venado y a otras pieles con las que confeccionan pantalones, chalecos, etc. Las pieles de chivo, como las que se ven en el dibujo, están bastante bien preparadas y cosidas para no dejar salir los líquidos, más no lo suficiente para no transferir, al vino sobre todo, ese olor desagradable que es tan común en España. El fondo de esta lámina representa una cabaña indígena rodeada de una palizada vegetal de esa especie de nopal que los franceses llaman tubo de órgano por su semejanza con los tubos de este instrumento. Esta planta sin ramas y sin hojas es muy común en México, donde sirve para bardear las viviendas. Su fruto es muy inferior a aquel del nopal, la tuna, (higo de India).
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  • 61. 61 FRAILE CAMILO La República Mexicana no ha osado todavía reformar esa multitud de célibes blancos, negros, grises, pardos, en fin de todos los colores, que la obstaculizan a semejanza de la Madre Patria. Si alguna comunidad religiosa ha sido suprimida, se debe a la Constitución Española y a los decretos de las Cortes que momentáneamente han tenido alguna repercusión en América, pues de otra manera las autoridades nacionales hubieran considerado una medida impopular turbar el reposo de los felices cenobitas. Mas al ver a un hombre envuelto en una gran capa negra, echada despreocupadamente sobre la espalda, con la mirada oscurecida por la sombra de un enorme sombrero oblongo, con la cruz roja resaltada sobre el fondo oscuro de sus ropas, cree uno encontrar quizá, a uno de esos terribles agentes de la inquisición española, y un recuerdo mezclado de horror nos trae las sangrientas escenas de ese odioso tribunal. Pues bien, nos equivocamos, ese monje es un filántropo, al menos por su institución. Su misión es la de acompañar al criminal al lugar de su ejecución, despertar los remordimientos en su alma endurecida y prodigarle los consuelos de la religión abriendo su corazón a la esperanza del perdón. Hay que reconocer que este penoso monasterio es con frecuencia necesario en un país donde la ignorancia y la superstición, multiplican los crímenes. Las leyes españolas son muy poco sanguinarias, o al menos, si admiten en muchos casos la pena de muerte, el proceso es tan largo, las pruebas necesarias tan difíciles de conseguir, que muchos de los malhechores y asesinos reconocidos, languidecen durante largos años en las prisiones, antes de que su sentencia sea pronunciada. El gobierno actual queriendo librarse de una espantosa cantidad de ladrones de camino real, de los cuales la guerra de Independencia ha poblado las provincias, publicó un decreto con el cual todo ladrón de camino real que sea detenido, será juzgado por una comisión militar y ejecutado en el sitio mismo. Otra cosa es que esos rigores alcancen siempre el objetivo que se proponen, éste, ha tenido el inconveniente de ofrecer al pueblo, un tema de compasión para el criminal que paga con su cabeza y sin demora, a veces un primer atentado; en tanto que otros culpables de mil atrocidades anteriores al decreto, están seguros de arrastrar su existencia, aún por largo tiempo, en la prisión donde se les ha encerrado.
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  • 63. 63 NEGRO RECOSTADO EN SU HAMACA No solamente en Europa, hay maridos que les pegan a sus mujeres, los hay en todas partes, es un rasgo característico de cualquier nación, el fuerte siempre está tentado de abusar de su superioridad sobre el débil. La pasión decide un acto de violencia, lo cual no está bien. Sin embargo, está dentro de la naturaleza. Lo que ofrece un carácter particular y local, es la mujer rusa que llora cuando su marido no le pega, pues cree que ya no la ama. El negro liberado, balanceándose muellemente en su hamaca de hojas de áloe, se procura un largo fuete para despertar la actividad de su compañera, porque a ella reserva todas las penalidades del quehacer. Es verdad que no todos los negros se comportan así, pero uno o dos que han sido vistos, dan derecho al observador de sacar conclusiones importantes y consignarlas en la descripción de una comarca. Nada honra más a la época actual, que el triunfo casi completo que ha obtenido para los derechos de la humanidad ultrajada con el infame tráfico de negros. Sin embargo, si el blanco debe abolir el derecho de vender a sus semejantes, como vil ganado y no condenarlos a la esclavitud y al látigo, será necesario también que haga valer su superioridad para impedir que el negro liberado abuse de un bien que ha recuperado y que abandone el cultivo de sus campos creando desiertos sobre los pasos de la civilización, ni que la desafortunada negra soporte de su marido los rigores de los que él ha escapado. Esto no es, sino la verdad. Sea en Jamaica, en Santo Domingo, o en la costa de México, generalmente los negros no se muestran muy dignos de la noble igualdad a la que se les ha elevado. Su pereza, sus tierras sin cultivo, su miseria, han provisto a los antagonistas de su emancipación, de puntos de comparación con el bienestar de los negros esclavos de Jamaica, de la Habana y de la Luisiana. ¿Debemos buscar el motivo de estas diferencias en las causas ficticias, accidentales, históricas, en las leyes, en la religión; o bien, existen en la especie humana conformaciones incapaces de elevarse a la cima de la civilización, destinadas a arrastrarse en la esfera de la mediocridad y para quienes la tutela y la dependencia sean necesarias? No es en esta página donde se pueden resolver tales cuestiones, pero siempre es bueno enunciarlas.
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  • 65. 65 JOVEN MUJER A CABALLO CON SU CABALLERO La carencia de caminos hace que el uso de caballos sea más común en México que en Europa. Cuántas veces se ve a jóvenes y delicadas inglesas emprender el viaje de Veracruz a México a caballo, y soportar con valor las privaciones de un camino que está lejos de ofrecer los conforts que están acostumbradas a encontrar en los caminos de Bristol y de Liverpool. En cuanto a las gentes del país, si son aquellos que no tienen manera de alimentar más que a un solo caballo, se las arreglan montando juntos. Las señoras, sobre todo, sea por timidez, sea por inexperiencia, prefieren sentarse sobre la silla en tanto que el caballero en ancas, dirige los movimientos del caballo. Las sillas, por lo común, tienen una pieza añadida que sirve de asiento a quien monta en la grupa. Así se ve sobre la misma montura a la madre y a sus hijos, a la mujer y su marido, a la joven y su enamorado, pasando la mano alrededor del talle para evitar una caída, y esto por muchas leguas sin causar escándalo, ya que es usual y esta costumbre bien vale por cualquiera otra. Lo que causa pena a los europeos es ver a estos pobres caballos que no son muy fuertes, sobrecargados con un doble fardo o emprender largas jornadas es- condidos bajo los enormes arneses. La lámina representa los trajes de una rica pareja de campesinos. El manto de la joven dama es el que se ha visto en la lámina cuarta, especie de túnica hermafrodita que a veces hace tomar el quid pro quo ya que cubre a cualquier marimacho de rasgos morenos y masculinos. La del caballero se llama xorongo. Es una pieza de lana oblonga con un agujero en el medio para pasar la cabeza; está tejida a cuadros y a flamas de diferentes colores brillantes; se fabrica principalmente en Puebla de los Ángeles.
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  • 67. 67 HIDALGO La corta, pero brillante carrera de Hidalgo, de ese cura que concibió y ejecutó él solo una revolución orientada a elevar a su patria al rango de las naciones. casi no dio tiempo a sus admiradores de conservar sus rasgos y transmitirlos a la posteridad. El autor, habiendo merecido la confianza y la amistad de uno de los compañeros del infortunado Cura de Dolores, obtuvo permiso de tomar una copia de un retrato hecho en cera que aquél poseía, y de perfeccionarlo de acuerdo con las indicaciones que tuvo a bien darle este bosquejo, por lo tanto, marca con exactitud los rasgos y la vestimenta del jefe de la insurrección mexicana, cuando en nombre de la religión y la libertad llamó a los descendientes de Moctezuma a salir del sueño de esclavitud en que habían estado sumergidos durante tres siglos. Hidalgo, cura de un pequeño poblado llamado Dolores, en la provincia de Guanajuato, indignado por la tiranía de los españoles que prohibía a los indios gozar de los frutos que esta fértil tierra ofrece en abundancia, impidiéndoles cultivar las viñas, creyó poder entregarse a sus inclinaciones filantrópicas introduciendo ese cultivo y animado a sus parroquianos a emprenderlo. El gobierno, enterado de esto, arrasó los planes que comenzaban a dar frutos. Entonces Hidalgo se decidió a sacudir el yugo tiránico de la metrópoli. Estuvieron tan bien calculados sus pasos y sus medidas, que los españoles no se dieron cuenta que el Cura de Dolores estaba a la cabeza de los independientes hasta que la insurrección los envolvió por todas partes. Sus comienzos fueron brillantes: en poco tiempo se vio a la cabeza de ochenta mil patriotas y amenazando las puertas de la capital. Sin la traición que lo entregó a los españoles, sus talentos y su energía le hubieran hecho llevar a término una empresa que sus lugartenientes y sucesores no continuaron con la misma suerte.
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  • 69. 69 SIRVIENTA INDIGENA El sistema que parecen haber adoptado los indios a pesar de su aparente sumisión, de no convivir con los españoles, creo que debe atribuirse a un fondo oculto de antipatía. Cerca de cada gran ciudad hay un barrio o pueblo formado exclusivamente por indios. Parece estar ahí para las necesidades el servicio de los citadinos. El pueblo proporciona a la ciudad todo aquello que exige un trabajo penoso: comestibles, forrajes, combustibles, todo esto llega sobre las espaldas de los indios. En todas las buenas casas se procura tener una indita, una joven indígena para los trabajos más esenciales como sacar agua, hacer la lejía, cuidar a los niños, etc., ellas desempeñan sus tareas de una manera que anuncia casi una inteligencia limitada, pero siempre con más lealtad que la que se encuentra en las domésticas mestizas. Los indios tienen costumbres más sencillas que los españoles. o se entregan al juego con tanto furor y no se mezclan con el pueblo de las ciudades pensando en el robo que lo caracteriza. Son dulces y tímidos; quizá, esta timidez viene de la conciencia de su esclavitud y de la inferioridad política en la cual han caído. Los recuerdos de su antiguo estado todavía no están del todo perdidos en ellos y, a pesar de que se han convertido al cristianismo, seguramente en el fondo de su corazón queda un apego oculto a sus dioses a los que el les ha hecho renunciar mas la fuerza, que la persuasión. Cuando M. Bulloc obtuvo del actual gobierno el permiso de desenterrar la antigua piedra de sacrificios del dios de la guerra en la que se vertía la sangre de las víctimas, se veía llegar a la capital a muchos indios de los alrededores y sobre todo mujeres quienes le arrojaban flores. La prudencia aconsejó entonces al gobierno de no dejar más a la vista del público, un objeto que despertaba tales reminiscencias; hoy está cerca de México en el corazón de la Universidad, rodeado de una palizada. La lámina representa una sirvienta indígena de Jambaya. La túnica que la cubre llamada huipil, es de una tela gruesa de lana parecida a algunos de nuestros tapices por el tejido y el dibujo.
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  • 71. 71 PLEITO DE DOS INDIAS Si América nos ha hecho funestos obsequios, Europa con sus licores fermentados, se ha vengado en demasía. La embriaguez, desconocida por los antiguos habitantes del Anáhuac, multiplica ahora sus cuadros desagradables sobre la base de la inocencia y la sencillez y hasta las indias animadas por el ejemplo de los hombres, a menudo gastan el producto de las mercancías que vendieron en el mercado para procurarse un pequeño vaso de chinguirito (aguardiente sacado de la caña de azúcar) una pequeña cantidad del cual es suficiente para hacerles perder la razón y transformarlas en ásperas furias de lo dulces y tímidas que son por naturaleza. Las indias cargan a sus hijos envueltos en una manta de lana que lo mismo les sirve para cubrirlas cuando van a la iglesia o para llevar frutas o alguna otra cosa que deben transportar. Al calor de la discusión, olvidan a veces que han dado la vida al bulto que llevan sobre sus espaldas, se ve a estas pobres criaturas tambaleantes en todos los sentidos, seguir los violentos movimientos de una lucha y mezclar llantos y sollozos con gritos e imprecaciones de sus madres. El pueblo habituado a esta clase de escenas, las contempla con indiferencia y a veces con gusto, y los niños de los poblados, quizá herederos de los prejuicios de los españoles, que consideran a los indios como una raza inferior a la especie humana, al azuzarlas, creen excitar alguna cosa parecida a los perros o a los gallos cuyas peleas también les gustan apasionadamente.
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  • 73. 73 PELEA DE GALLOS El juego es la pasión característica de los mexicanos; todo aquello que es azar les encanta, mas hay que decir, que con éste no se divierten como los españoles, quienes ponen en peligro la vida de los hombres y ensangrientan la arena donde la pasión tiene lugar. La corrida de toros no es un espectáculo tan nacional como en España, en donde al menos está reglamentada, de manera que no se compromete la existencia del torero. A los mexicanos no les gusta ver a los caballos con el vientre abierto y a los toros atravesados por la espada de un caballero. Se contentan con verlos abatidos por medio de un nudo corredizo y fatigados por la agilidad de sus perseguidores. No ocurre lo mismo con las peleas de gallos. Esta diversión, que no es nada común en España, hace las delicias del pueblo mexicano, ya que ofrece un vasto campo a las apuestas; quizá no es el espectáculo lo que divierte sino la ocasión de arriesgar el dinero que se tiene. Un gran anfiteatro se había construido en México para esta clase de combates, que ahora sirve de teatro de comedias, por lo que los gallos han escogido otros sitios. No se sabe de qué debe uno sorprenderse más, si del encarnizamiento con el que se pelean estos pobres animales, hasta que uno u otro pierde la vida para el bárbaro placer del hombre, o de la mano de los jugadores que tiran su fortuna y tranquilidad al azar de un golpe de espolón amarrado a la pata de un bípedo emplumado. La lámina representa a la sociedad mexicana en la forma en que se reúne y en que se presenta en la plaza de gallos. Hombres, mujeres, viejos, niños, curas, militares de todos los rangos, se colocan alrededor del círculo y se comprometen con las apuestas. Un hombre recorre las filas de espectadores para recoger y casar las mismas. Mientras se cruzan las apuestas, los galleros excitan a los animales para que se lancen con el mayor furor a la pelea; en tanto que un gallo conserva un soplo de vida, el combate no está decidido, pero si huye, se reconoce vencido y sus apostadores han perdido.
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  • 75. 75 INDIO APACHE Las provincias del norte de México, las dos Californias, la Nueva Vizcaya y Nuevo México, sufren las invasiones de los salvajes apaches. Estos terribles indígenas, empujados de valle en valle por la superioridad de las armas europeas, han terminado por encontrar en los climas extremosos, donde se han refugiado, la energía necesaria para vengarse de los usurpadores de su patria. Dejando sus numerosos rebaños, que reemplazan los inciertos recursos de la cacería, atacan a su vez a los españoles establecidos dentro de sus territorios y recogiendo los caballos de éstos, recorren las vastas sabanas del norte e irrumpen sorpresivamente en los ranchos aislados en busca del botín. La raza de los apaches es casi la misma que aquella que puebla las riberas del Missouri que ha desaparecido de los límites de Delaware y de Moawks. Se diferencian de los indios civilizados de México por sus rasgos duros, su nariz aguileña y la conformación de su frente. Uno de los caciques de mayor influencia de esas tribus, se presentó al emperador Iturbide ofreciéndole ayuda de ochenta mil guerreros dispuestos a reconquistar con él, la Independencia del Anáhuac. Iturbide rehusó semejantes aliados que probablemente buscaban arreglar otras cuentas con el héroe mestizo. El traje de los apaches, como aquel de los osages y de los pawnies consiste en un cobertor de lana, pantalones de gamuza, mocasines, una banda sobre la frente, adornos, collares y brazaletes. Sus armas son el arco, la flecha y la lanza, que empiezan a reemplazar por armas de fuego.
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  • 77. 77 MILICIANO DE GUAZACUALCO (COATZACOALCOS) La poca seguridad que ofrecen los actuales puertos de la costa atlántica de los Estados Unidos Mexicanos, ha decidido al gobierno a reconsiderar el proyecto concebido por los españoles de escoger la saturación de Guatzacualco como un punto militar y comercial. Guatzacualco no es un pueblo ni una ciudad, sino un cuartel, un pequeño fuerte y algunas casuchas para los aduaneros, pero el río que pasa muy cerca es uno de los más importantes de México y navegable veinte leguas tierra adentro. Su barra es la menos variable del golfo, tiene de dieciocho a veinte pies de profundidad, lo que la hace apropiada para recibir los grandes barcos mercantes. Sus ventajas están equilibradas por lo desagradable de su clima. Guatzacualco está situado a cuarenta leguas al sur de la Veracruz; aquí el calor es casi tan fuerte como en el Senegal; el suelo virgen y cubierto de bosques donde el hombre no ha penetrado jamás, produce y alimenta toda clase de insectos y su incómoda perseverancia es suficiente para alejar al hombre más decidido a explotar la fertilidad de la tierra. Ved a los caballos cuyas orejas caen disecadas; las garrapatas, especie de araña tenaz y escamosa, se pegan a todo ser viviente y prefieren anidar sobre las orejas de los caballos que no tienen manera de quitárselas. El río está poblado de caimanes y sus riberas de tigres y jaguares. El ingeniero en jefe encargado de los trabajos del nuevo puerto y de un camino que debe cruzar el país de su parte más estrecha hasta Tehuantepec sobre el Océano Pacífico, es don Francisco Uccelli, italiano y antiguo jefe de ingenieros Beauharnais. Desterrado de Italia por su opinión política, se refugió en México donde el gobierno, apreciando el talento y las desgracias de un oficial distinguido, le ha encargado esta honrosa misión.
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  • 79. 79 MUCHACHA DE PALENQUE Las provincianas meridonales de México, están pobladas por una raza de hombres que por sus rasgos, sus vestidos y sus monumentos parecen descender de otra raza que no es la de los aztecas que poblaron antes que éstos las mesetas del Anáhuac de donde debieron ser rechazados hacia el Sur. En América, como en Europa, la huella de las migraciones es de norte a sur. Las mujeres indígenas de Tehuantepec, de Yucatán, de Guatemala y, sobre todo las de los alrededores de Palenque, ofrecen los rasgos más regulares, un color más bien claro, y un traje que recuerda en algo a los antiguos egipcios y fenicios. Algunos sabios pretenden encontrar en los bajos relieves y los numerosos monumentos indios que se desenterraron en Palenque, tradiciones de la arquitectura fenicia, y gustan de reforzar los argumentos para probar que la raza humana no ha tenido más que un solo y único origen y que los hijos de Adán han poblado toda la tierra. Cualesquiera que sean esas opiniones, que se basan en los restos de antigüedades muy poco conocidas y muy poco estudiadas, es un hecho que los monumentos palencanos pertenecen a una civilización mucho más avanzada que la de los aztecas y de los pueblos del norte. La bella colección de dibujos reunidos por M. de la Tour Allard, de la Luisiana, pueden dar fe. Las ruinas de Mitla y aquellas de Palenque y de otros lugares de las provincias de Chiapas, de Yucatán y de Oaxaca, atestiguan la existencia de un pueblo poderoso y numeroso que ha casi desaparecido de la superficie de la tierra; alrededor de las tumbas de una nación que ya no existe, la naturaleza despliega en silencio su lujo solitario y el águila blanca y el casuario se posan sobre los bosques impenetrables acechando desde lo alto de los aires, al reptil venenoso que debe perecer en sus garras. La lista de estos peligrosos habitantes de las soledades meridionales, es muy larga y muy variada: la serpiente de cascabel, el alacrán del grueso de una lagartija, la coralino de colores brillantes y de mordida mortal, el metate, que se parece a un guijarro largo y muchos otros, cuyos nombres indios es difícil retener, parecen estar amparados por este suelo húmedo y umbroso, para impedir el acceso a las ávidas búsquedas de los hombres. Maderas preciosas desconocidas todavía en Europa, se alzan en estas regiones y es de desear que nuevos caminos las crucen pronto para ofrecer al comercio los numerosos y variados tesoros que ocultan.
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  • 81. 81 ESCRIBANO No es sólo al pie de los altares en donde las mujeres mexicanas depositan sus pensamientos secretos y la confesión de sus flaquezas; pocas de ellas sabrían confiar al papel las penas de su corazón y los tormentos de sus celos, y así recurren al escribano público establecido en el centro de la Plaza Mayor de México quien no cuenta, para protegerse de los rayos del sol, más que con el endeble abrigo de una estera de tule (juncia) llamado petate. A menudo se trata de un español al que la fortuna no ha sonreído en el Nuevo Mundo, lo que casi equivale a un certificado de mala conducta. Reducido al oficio de emborronar papeles, posee el secreto de muchas relaciones, el hilo de muchos amoríos, el misterio de muchas infidelidades, ¿cuántos humildes ruegos, cuántas peticiones, cuántos asuntos no pasan por sus manos? Se diría que es el arrecife contra el que vienen a quebrarse todos los chismes de la ciudad. A pesar de la humilde apariencia de su establecimiento, es suficiente para procurarle una buena posición. La venta de tinta, de plumas talladas, de barras de lacre, de canciones y de endechas, los llamados corridos, aumentan sus ingresos; en resumen, el oficio de escribano público en un país que figuraría en negro en el documento del barón Dupin, no deja de tener sus atractivos. Su indumento, mitad europeo, muestra su origen español. La joven criolla sentada a su lado, vestida a la usanza del país, ha renunciado a la mantilla; la reemplaza el rebozo de casimir o de crespón de China y le cubre la cabeza y los hombros, ya que si la moda francesa ha extendido su imperio sobre toda la vestimenta de personas de una cierta posición holgada, no ha invadido el tocado, porque nadie osaría entrar en el templo de Dios con la cabeza cubierta con un enorme sombrero como ocurre en Europa.
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  • 83. 83 EL CARMELITA FRAY GREGORIO Un fenómeno muy notable en la. Historia moderna de México es que el movimiento de insurrección que decidió su Independencia, fue iniciado y dirigido por miembros del clero; Hidalgo, Morelos, Matamoros, eran curas, Rayón era canónigo, Fray Gregorio, monje. Los tres primeros sorprendidos por los españoles, fueron ejecutados de acuerdo con las severas instrucciones del virrey. Fray Gregorio, al momento en que iba a ser fusilado, obtuvo, prometiendo alguna revelación, pasar muchos años en una mazmorra de Cádiz de donde no salió sino después de la proclamación de 1820. La dificultad de obtener la secularización de Roma, le obligaba a llevar el hábito monacal, por el que tenía menos vocación que por la faja de general. El traje sacerdotal le procura, al menos, mayor veneración y respeto por parte del pueblo y sobre todo de las mujeres, quienes le arrojarían todos los laureles y las coronas que la patria agradecida otorga a sus defensores. El hábito sacerdotal conserva aún, un poderoso influjo sobre las mexicanas, quienes creen que tocando a esos hombres sagrados entran en contacto con seres de otra naturaleza, con los guardianes de esos lugares encantados, de ese paraíso hacia el cual se lanzan con su imaginación meridional. Se les ve al salir de las iglesias, abrazar de rodillas con una especie de éxtasis, el hábito de burdo sayal de los elegidos del Señor. Sus rasgos, sus ojos nadando entonces en una voluptuosidad mística, muestran que su alma se desprende por un momento de la tierra y de la materia, y se eleva hacia esos fantasmas de los que las leyendas maravillosas han poblado su cerebro. Pero, para regresar al personaje principal de esta lámina, el espíritu que animó en 1810 a una parte del clero mexicano, se explica por la injusticia con la que España misma, agitaba aún a los eclesiásticos americanos. Estos no alcanzaban las altas y lucrativas dignidades de la iglesia. los españoles se apoderaban de los grandes beneficios y dejaban los curatos módicos y fatigosos a los indígenas. El interés personal y el interés nacional se encontraban de acuerdo y la independencia tuvo jefes tonsurados. No se trataba siquiera de la libertad. La de la prensa, entre otras, era también odiosa al clero mexicano como al de Francia y al de todos los países.
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  • 85. 85 LEPERO - VAGABUNDO Es el apelativo que se da en México al hombre de la última clase social, de raza mestiza entre indio y español. El lépero es el bribón de Nápoles; empero, si hay algo más innoble en sus rasgos es, sin embargo, que es más independiente, pues tiene menos necesidades. Vive en los barrios populosos casi en estado natural, sobre los escombros de una civilización desvanecida. Sin camisa, sin zapatos, un trozo de cuero y una manta de lana forman su indumentaria. Esta misma cobija se convierte en su cama durante la noche y la entrada de un portal o las gradas de una iglesia le sirven de habitación. Colocado durante el día en la esquina de una calle, un encargo que cumplir, un paquete que entregar, son suficientes para procurarle el más frugal de los sustentos: una media docena de tortillas salpicadas con chile son su alimento, el agua de la fuente es su bebida. Un cielo limpio, siempre templado, le evita la necesidad de otros atuendos. Viviendo a1 día el día, sin ocuparse del mañana, al punto que ha ganado con qué pasar las veinticuatro horas, tendido en el sitio que le sirve de morada, un ligero sueño suspende sus facultades, hasta que una nueva aurora, renovando sus necesidades, le obliga a buscar nuevos medios de satisfacerlas. Feliz mortal, quizá, si el veneno de la corrupción y el fanatismo no excitaran su corazón sencillo y su espíritu estrecho, si los licores fermentados no trajeran la confusión a sus sentidos, si la pasión del juego no lo arrastraran con frecuencia al crimen y si sus necesidades artificiales no lo hicieran, algunas veces el instrumento dócil en las manos del despotismo y de la superstición.
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  • 87. 87 CRIOLLO A CABALLO TIRANDO EL LAZO Amor sagrado de la patria, eres tú el que da luz a los prodigios de la virtud y el valor. Noble entusiasmo, impulso generoso, tú elevas al hombre al nivel de los dioses; de un pastor haces un héroe y del fierro destinado a abrir el seno de la tierra, forjas la espada que lleva el terror al corazón de los tiranos. El ciego fanatismo puede poner al árabe del desierto frente a los batallones erizados de hierro y fuego, sin embargo una ilusión más poderosa que la verdad lo anima en el peligro, una inmensa recompensa le sonríe: las huríes celestes le esperan sí perece en el combate; mas el patriota que desafía la muerte para dar libertad a su país se consagra a sus semejantes, ningún premio personal lo impulsa, si no es aquel que encuentra en la conciencia misma de su sacrificio. Si cae, si muere, la recompensa no lo acompaña. La deja sobre la tierra, grabada en alguna piedra o en el recuerdo de sus conciudadanos. Ningún egoísmo mancha el brillo de su acción. El sentimiento del yugo que le oprime es su aguijón y el deseo de libertad le da alas. Este criollo mexicano, este sencillo habitante del campo lleno de ideas naturales, ve a los soldados extranjeros invadir el suelo de su país para avasallarlo, su corazón se hincha y se inflama de una justa indignación, no cuenta el número de sus enemigos, ni consulta la eficacia de sus armas; el mismo lazo que tira a los toros salvajes para lazarlos, le servirá en su necesidad. Su cabalgadura, de noble raza de garañones andaluces, comprende su alta misión y devora el suelo en su rápida carrera. Ya se enfrenta a los enemigos, laza de entre ellos a un jefe y lo arrastra con la rienda fatal hasta los suyos. En vano una granizada de plomo mortal silba en sus oídos, la muerte asombrada, no osa alcanzar al héroe, su valor temerario recibe el premio de su hazaña, es todo lo que ambiciona. Satisfecho de haber pagado su deuda a la patria se retira a su humilde rancho y anima a los jóvenes, que escuchan sus relatos, a imitar su ejemplo.
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  • 89. 89 LITERA Al llegar a Veracruz, el insoportable calor del clima, las despiadadas bandadas de mosquitos, pero sobre todo el inminente peligro de sucumbir al espantoso morbus ichterode que llaman fiebre amarilla, obliga a buscar los medios más rápidos de sustraerse a la influencia de esos funestos lugares llamados con justicia. la tumba de los europeos. Mas esos medios no son ni los mas fáciles de encontrar ni los mas cómodos de emplear. Rara vez se encuentran carruajes de regreso a la capital, ya que con frecuencia sólo llegan a Xalapa. Más aún, el camino de esta ciudad a la de Veracruz es muy difícil para los carruajes de cuatro ruedas por las arenas profundas y movedizas que hay que cruzar por los alrededores de Santa Fe. Por lo común, las mulas son el recurso de los viajeros con prisa, pero se ven obligados a dejar sus equipajes tras de sí, y durante las primeras jornadas es necesario exponerse al sol brillante de la zona tórrida, en los áridos llanos abrasados por su rayos. Una manera bastante cómoda, sobre todo para las damas, de evitar esas molestias, es procurarse una litera, especie de caja suspendida sobre las varas que sostienen dos mulas. El dibujo hace inútil una más amplia descripción. Este medio de viajar es lento y caro, pero en cambio es más suave y cómodo y el balanceo producido por el paso mesurado de las mulas, educadas para este uso, invita al sueño, lo que es una gran ventaja en un país en donde moscos de gran tamaño os persiguen toda la noche con sus piquetes y zumbidos. El precio de una litera de Veracruz a Xalapa, (treinta leguas) es por lo general, de 50 pesos, cerca de unos 250 francos. El banco de arena llamado Santa Fe, opone una dificultad casi invencible a la construcción de un buen camino.
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  • 91. 91 CARNICERO MEXICANO Si se quisiera personificar la pereza y la suciedad, no se podría escoger mejor modelo que un muchacho carnicero de México que entrega la carne a la clientela. Ya que las calles de la capital son anchas, derechas, planas y bien pavimentadas, el uso de los caballos, carruajes y mulas se aplica a las menores necesidades de la vida, tal vez más que en ninguna ciudad del continente, lo que prueba que los mexicanos tienen una predilección decidida por servirse de otras piernas que no sean las suyas. Sería un verdadero suplicio para un europeo recorrer una gran ciudad, toda la jornada, sentado sobre la grupa flaca y chipotuda de un viejo mulo sin poder siquiera extender las piernas a causa del tamaño del albardán o una burda silla. Sin embargo, el intrépido lépero se resigna, ya que tiene demasiado horror al movimiento pedestre, y envuelto en una manta sucia y a veces en un sudario todo manchado de sangre, se pasea por las calles de México; el humo del cigarro que le sale por la boca, podría provocar que cualquier imaginación exaltada lo tomara por un vampiro que se sacia de cadáveres y cuyo aliento abrasador se esparce por los aires. Hay que reconocer que las bellas inglesas que se encuentran en México, prototipo de pulcritud y elegancia, habituadas a ver los carros de los carniceros de Londres, que no ofrecen nada de repulsivo o de sucio, deben haberse escandalizado a la vista de este fantasma sangrante. Los mulos llevan los cuartos de ternera y de carnero; en cuanto a las cabezas, patas, etc., las llevan todas asadas y, por lo general, se dedican a la alimentación de la gente común. Las pasturas pantanosas de los alrededores de México, dan a la carne cierto gusto un poco soso y los alimentos no son tan nutritivos y suculentos como en Europa.
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  • 93. 93 JUEGO DE VOLANTIN La lámina que pone término a esta colección, representa una diversión que figura de ordinario en las solemnidades y en las fiestas religiosas o patrióticas. Nuestros palos de cucaña son poco usados en semejantes ocasiones. Aquí se hace callar la codicia para darse el gusto de esta sensación reservada a los habitantes del aire. Se planta un poste de 40 a 50 pies de altura, coronado por una especie de capitel de fierro, puesto en equilibrio sobre una punta del mismo metal y colocado en lo más alto del poste; en este capitel se amarran cuatro cuerdas bien fuertes, las que están dobladas en su extremo, dejando un lazo suficientemente grande para que pueda pasar el cuerpo de un hombre y que la cuerda le sirva de asiento. Los cuatro voladores así colocados, comienzan a correr alejándose del poste, y pronto, la fuerza centrífuga se multiplica y levantándolos del suelo, describen en el aire muchas circunferencias de varias centenas de pies y se persiguen sin jamás alcanzarse; sobrepasan así en rapidez, el vuelo del águila y del buitre. Una ligera patada en el suelo es suficiente para dar un nuevo impulso a estos Icaros, quienes bien diferentes de su patrón, no temen la pérdida de sus alas ni los abismos profundos del mar. Este juego que no ofrece ningún peligro, es un ejercicio saludable y económico que podría adoptarse con éxito en las casas de campo y en los parques de diversión, como auxiliar o reemplazando a los peligrosos columpios y a los balancines. Los gimnasios de París ofrecen una especie de imitación en el juego llamado: enjambeé des géans "salto de gigantes".
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  • 95. 95 COCHERO MEXICANO Los caballos mexicanos son excelentes para ser montados, más no de suficiente talla para ser enganchados. Por eso se prefieren las mulas para las tiras de los coches y equipajes, ya que éstos, construidos según los antiguos modelos, no tienen la ligereza de nuestras brillantes berlinas ni de nuestros landaus. El alto precio del fierro que viene de Europa, hace que en México se usen todavía grandes brazos y ruedas, y esas interminables tiras de madera que parecen postes pintados. Las carrozas no tienen asiento para el cochero, ya que éste, para dirigir mejor las mulas, animales un tanto reacios. monta a manera de postillón. Una berlina de ciudad desemboca pues, penosamente de una calle, y lo primero que se ve aparecer es el cochero con un sombrero de tres picos y su única bota, ya que la pierna que queda al lado del pértigo, por no estar a la vista, no tiene la necesidad de un calzado fino. Viene enseguida una cabina delantera y luego una caja comba y bien barnizada donde se bambolean sin cesar una media docena de viejas baronesas y al final, llega la parte trasera con uno o dos polisones que llevan el nombre de lacayos. Los nuevos funcionarios diplomáticos de los Estados que han reconocido la República, han intentado en vano introducir el gusto por los equipos modernos; los nobles mexicanos creerían derogar las prerrogativas de su rango, si reemplazaran las enfadosas y pacíficas mulas por los caballos de rabo cortado y los cocheros con coletas, por cocheros rapados. También hay que hacer notar que esas mulas jerárquicas llevan sus rabos cuidadosamente envueltos en pequeños sacos de cuero, enjaezados con aplicaciones de metal.
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  • 97. 97 COCHE DE COLLERAS Las pocas obras públicas, emprendidas por los españoles, fueron comenzadas con tanta magnificencia y grandeza, que por lo mismo, han quedado inconclusas. Así fue el camino que debió conducir de Xalapa a México. Pavimentado con el mayor cuidado, trazado a través de las mayores dificultades de terreno, ligado por puentes magníficos, es de lamentar que no haya sido terminado. Sucede, por lo tanto, que después de haber recorrido algunas leguas cómodamente, se cae de improviso en profundas rodadas y se experimentan las más crueles sacudidas al chocar contra las piedras que las lluvias desprenden de las montañas, al franquear las barrancas que serpentean a lo largo de la mencionada ruta. Este camino tan imperfecto, hace necesaria la longitud interminable de los carruajes mexicanos que pueden llamarse reversibles, ya que mientras el tren delantero se encuentra suspendido sobre un precipicio, las ruedas de atrás se encuentran todavía sobre terreno sólido. Por otra parte, semejantes caminos y tales carruajes hacen también necesario un ejército de mulas para arrastrarlos y, en último término, un bolsillo bien repleto para llegar a la capital a través de miles de incomodidades, traqueteos, magulladuras y pillajes. Tres hombres son de rigor para los pesados equipajes, dos postillones y una especie de conductor encargado de recibir el dinero y responsable de las pertenencias de los viajeros. Dentro del enorme número de mulas que van uncidas, siempre hay una parte que no tira de la carroza, pero sirven para relevar a las que están fatigadas. Esta multitud de cuadrúpedos, tiene necesidad de un lugar acondicionado para ellos, y así se sacrifica la comodidad de los viajeros que no tienen otra, más que la de dormir sobre sus camas, si es que las han llevado consigo. El precio de un viaje en coche de México a Veracruz, es generalmente de 250 pesos, 1000 francos más o menos.
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  • 99. 99 ENTIERRO DE UN POBRE Se diría que la muerte ha renunciado en México, a sus sombríos colores para revestirse de una brillante librea, o si se quiere, para mezclar algo de cómico a un tema tan triste. Se puede decir que los enterradores mexicanos, bajo la influencia de un sol ardiente, han pasado por la metamorfosis de los cangrejos, que de negros que son, se vuelven rojos con el calor. Digo mal al llamarlos enterradores. Los pobres en México se organizan en cofradías para celebrar sus funerales y han escogido el color rojo, ya que aparentemente, tal ha sido su gusto. La cuestión de ser enterrados convenientemente, es casi la sola previsión que ejercen las clases bajas; los sacerdotes son los únicos que han encontrado el medio de imponerla a estos proletarios vagabundos. Aunque les falten durante toda su vida las cosas más necesarias, por lo general tienen más dinero del que se requiere para ser enterrados. A una cierta edad, hombres y mujeres se inscriben en una cofradía y pagan religiosamente una retribución mensual que equivale a 6 centavos en Francia y a un medio chelín. La cofradía se encuentra así, en posesión de fondos suficientes para pagar cirios, campanas, sacristanes, oraciones, agua bendita, caja y entierro. En el fondo no está tan mal, por lo menos para el cura de la parroquia que se encuentra tan bien pagado por los pobres como por los ricos. Por lo demás, las menores acciones de los mexicanos tienen una relación más o menos directa con la religión. Las campanas de numerosas y vastas iglesias que ocupan la mitad de la ciudad, hacen resonar los aires sin cesar con su ruidosa armonía, pues cada parroquia festeja pomposamente a los santos que venera de preferencia. Las procesiones parroquiales tienen lugar muy frecuentemente; para éstas, adornan todas las calles, ricos tapices de China y de Europa cubren los balcones, las guirnaldas se cruzan en todos los sentidos, nubes de flores y grandes ramilletes de diferentes colores se tiran desde lo alto de las casas al paso de la imagen que pasean, innumerables cohetes se lanzan por los aires y una continua batería de petardos turban aún por largo tiempo el silencio de la noche. Los mexicanos tienen un verdadero furor por los juegos de artificio. Se dice que a un virrey del Nuevo Mundo, habiendo vuelto a España, su secretario le preguntó: "¿Qué cree vuestra excelencia que estén haciendo ahora en México?" A lo que respondió gravemente: "Suenan las campanas y tiran petardos". Y no se equivocaba.
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  • 101. 101 GRUPO DE JUGADORES El furor por el juego es uno de los caracteres distintivos de la nación mexicana, o para hablar con más exactitud, el estado de embrutecimiento y de nulidad política en que la Metrópoli tenía interés en dejar a sus colonias, no permitía otro pasatiempo que el de un juego ruinoso y continúo. Las inmensas y rápidas fortunas que se hicieron por medio de las minas, se funden con la misma facilidad por los azares del juego. Los españoles tienen un interés directo en fomentarlo, ya que así se enriquecen sin trabajo con esos tesoros que hicieron correr el sudor de millares de indios. El actual gobierno, basado en otros principios, mirando el esplendor y la prosperidad de la nación que le llama a consumar su regeneración, comienza a perseguir y prohibir las reuniones de juego; el estado de Veracruz ha dado ya, el loable ejemplo de prohibir absolutamente los juegos de azar sean públicos o privados. La capital aún no se libera de ellos y una ciudad populosa, compuesta de todo aquello que la sociedad ofrece de bueno y de malo, todavía presenta el aflictivo espectáculo de la avidez agrupándose en torno de unos dados o de un paquete de naipes. El juego favorito de los mexicanos es el monte tan conocido en España, pero en éste, no se descubren sino dos cartas. El juego es muy simple, se tiran dos cartas y el punto juega indistintamente sobre una o sobre la otra. La primera que sale en el juego es la que gana. Entonces la banca recoge el dinero apostado a la carta de la que no ha salido su pareja. Su ventaja consiste en que no paga más que la mitad de la apuesta cuando voltea una de las dos cartas que están en el tapete. Va tan lejos la desconfianza que con frecuencia se obliga a la banca a jugar con guantes. Las sumas que se juegan en México anualmente pueden calcularse en seis millones de francos. Esta lámina representa a un grupo de jugadores a la vuelta de una esquina, al momento que un hombre apostado, les advierte que la policía está en su busca.
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  • 103. 103 INDICE Moctezuma Xocoyotzin ______________________________________________ 5 Hacendado Criollo Propietario_______________________________________ 7 Dragón______________________________________________________________ 9 Joven Obrera _______________________________________________________11 Seminarista _________________________________________________________13 Tortilleras___________________________________________________________15 Indio que Extrae el Pulque__________________________________________17 El Presidente de México ____________________________________________19 Regidor _____________________________________________________________21 Mujer de Ciudad Rodrigo____________________________________________23 Vendedor de dulces__________________________________________________25 Soldado de Linea __________________________________________________ 27 Vendedor de Pollos, vendedora de dulces, etc._______________________29 Morelos _____________________________________________________________31 Negro de Veracruz __________________________________________________33 Joven Mujer de Tehuantepec________________________________________35 Pastor Mexicano ____________________________________________________37 Filisola _____________________________________________________________ 39 Oficial de Dragones__________________________________________________41 Mendigo_____________________________________________________________ 43 Guardia Civil de Alvarado___________________________________________ 45 Cargador de Agua ___________________________________________________ 47 Monje de la Merced a Caballo _______________________________________ 49 Joven Dama __________________________________________________________ 51 Soldado de Linea en Uniforme de Gala ________________________________53 El Sereno______________________________________________________________ 55 Caballeria Ligera Mexicana ____________________________________________57 Vendedor de Odres ____________________________________________________59 Fraile Camilo _________________________________________________________ 61 Negro Recostado en su Hamaca _______________________________________63 Joven Mujer a Caballo con su Caballero ______________________________65 Hidalgo ________________________________________________________________67 Sirvienta Indígena _____________________________________________________69 Pleito de dos Indias ___________________________________________________71 Pelea de Gallos ________________________________________________________73 Indio Apache __________________________________________________________75 Miliciano de Guazacualco (Coatzacoalcos) ______________________________77 Muchacha de Palenque ________________________________________________79 Escribano ______________________________________________________________81 El Carmelita Fray Gregorio ____________________________________________83 Lepero - Vagabundo ___________________________________________________85
  • 104. 104 Criollo a Caballo Tirando el Lazo ______________________________________87 Litera __________________________________________________________________89 Carnicero Mexicano ____________________________________________________91 Juego de Volantin _____________________________________________________93 Cochero Meixcano _____________________________________________________95 Coche de Colleras ______________________________________________________97 Entierro de un Pobre __________________________________________________99 Grupo de Jugadores __________________________________________________101 INDICE_______________________________________________________________103
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