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~ 1 ~ 
IMELDA




    Escrito por:

    STAROSTA
(RAFAEL BEJARANO)



        ~ 2 ~ 
“El jardinero que amaneció temprano
        Cortó los tallos de las margaritas
              Y se fue mirando al sur
                Buscando el verano
        Nadie perdió tiempo en enterarse
              Si se fue para quedarse
          O si fue buscando emociones
                 Así son las cosas
          Es el cambio de estaciones…”




El tren que pasa, del álbum “Honestidad brutal” de

                Andrés Calamaro




                      ~ 3 ~ 
PRIMERA PARTE


  INVIERNO




    ~ 4 ~ 
***


Nada es más parecido a la necesidad, como cuando nada
cambia y tú quieres cambiar. Y esa ansiedad se convierte,
tal vez, en un agujero en el pensamiento mutado en
necedad. Si tan solo voltearas a ver el espejo te darías
cuenta, que efectivamente ya te estas volviendo mas viejo.
Y lo que queda en esos casos, es tan solo recordar,
relamerse los labios y llorar. La soga aprieta fuerte el cuello
de alguno, tal vez seas tú, y entonces disimulas mientras
devoras el desayuno. El abandono se manifiesta en el
silencio de los años ya vividos, promesas rotas sobre la
mesa de noche, amores comprimidos en el bulto del
pantalón, instantes de derroche y la cicatriz del corazón,
que sin duda, se hace cada día mas honda…


Perdemos el tiempo en callar esa protesta que se hizo
culpa por no ser manifestada, pensamos que ya no
podemos pensar, la vista se hace cansada y sobre el
muelle se deja ver un marinero borracho en horas de la
mañana que mira de reojo el culo de la chica que paso
desapercibida, porque llevaba en su bolso mucha lana, que
se usara para poder insertar un par de tetas con que
equilibrar su vida, las culpas y los manifiestos de amor

                            ~ 5 ~ 
encallados    en la mutilación de no tener cerebro, ni
sentimientos, ni culpas.


Abrí los ojos y me encontré recordando a Imelda. La resaca
no me quiso soltar, y el cuarto se hizo más sucio, pero un
poco más noble para llamarse celda. La luz de esa luna
encegueció mi parte sensible y como cachorro hambriento
salí a deambular       entre callejones, en busca de lo
imposible. Una puta recordó mi nombre y silbando bajo me
llevo a su antro. Entregado en el remolino de su encanto,
vacié tres botellas verdes de vino seco, mientras poseía la
ilusión de dormir con una piedra que tenia sus sueños lejos,
allá en el terruño pobre de pueblo, del cual huyo porque la
manoseaba su viejo, llego a la capital, y al no encontrar lo
que ella ansiaba, se acostó con todo el mundo, enamorose
de un vagabundo, que la introdujo al intercambio del cuerpo
por dinero, al dolor rotundo, y renunciando a lo que no se
pudo, quedose en la calle, haciéndose harakiris en su
vulva, e inyectándose placeres drogadictos bajo la lluvia…


Yo recuerdo el día que Imelda dijo adiós. La carretera se
hizo larga y ella se subió en cualquier automóvil,
dejándome solo con las rosas que estaba preparando para
el jarrón transparente de la mesa, que no se entero que en
la casa ya no había dos, que el abandono no fue sutil y que

                           ~ 6 ~ 
mi alma no pudo salir ilesa. Los tallos ya tenían espinas,
me lastimaron las manos, porque yo las apreté a ver si así
ella volvía, pero solo llegaron mis hermanos, preguntaron
como estaba, se volvieron a largar y el huerto durmió
entristecido, por lo acontecido, y tuve que amarme solo de
nuevo en mi cama.




Imelda me expulso de su vida, ella sabe bien por que se
fue. Yo sin aliento, contare lo acontecido, espero no quedar
comprimido, solo con mis huesos, el remordimiento, y esa
obsesión malsana de mis últimos años, de estar pidiendo
perdón. A continuación, relatare los sucesos y espero, no
vivir en el intento.




                           ~ 7 ~ 
***


Voy de un lado a otro sin rumbo fijo. Soy un pasajero
errante del destierro. Recuerdo cuando cultive astromelias
y no me gusto. Al lado de las rosas se veían vulgares para
algún entierro.   Me quede tieso acá, en medio de la
estación del tren esperando encontrar el vagón sagrado
que me lleve a ningún lado. Revise bien el techo y en
medio de un porro tamaño titanic, flote encantado por el
eclipse del mediodía, y no era nada, era que habia cerrado
los ojos. Me senté silencioso en el ultimo vagón y esparcí
las cartas que le escribí a Imelda y que nunca recibirá,
porque no se donde esta. Me quede dormido porque es
bueno dormir, para olvidar. La azafata del tren fantasma
vino y me dio de comer, pero no pudiendo devorarlo todo,
le devolví sus bragas. En el coche restaurante me senté a
ver a esa rubia de ojos claros que se quedo mirándome en
la taquilla y yo le ofrecí una copa, y en algún remolino del
camino me mostró tambien su magia, gimiendo golosa
mientras yo me entraba en su senda húmeda. Tome unas
pastillas de no se que mierda y desperté tres días después,
completamente cansado. El tren ya habia llegado y yo me
baje de noche en cualquier ciudad. Quise comer chorizos y
los acompañe con un buen vino barato. Un cartel de circo
me recordó que yo tambien estoy en uno. En el de mi vida,

                           ~ 8 ~ 
donde antes fui trapecista y ahora encaro la fiera, porque
soy domador. Es el día de san Valentín y yo compre unos
chocolates para Imelda, los cuales se derritieron bajo el
brazo, mientras yo cantaba nuestra canción parado en la
bahía. No me importa nada. Yo renuncie y me quede solo.
Si usted no lo ha vivido, le recomiendo que se trague una
daga filosa que destroce sus entrañas, entonces tal vez,
me de la razón.




                          ~ 9 ~ 
***


Imelda entro corriendo con rabia al baño y cerro la puerta
con candado. Llevaba en una mano unas pastillas y se
sentó en el retrete maldiciendo su suerte y repudiando los
besos mentirosos de aquel chico loco del cual se enamoro
y solo tenia quince años.


- Los hombres son una mierda. – Juro al silencio y
destapando el frasco veinte pastillas apuro.


Se quedo tirada en el piso de aquel lugar tan frio viendo el
reflejo de una tarde de primavera colarse entrometido hasta
la regadera. Sus padres la llamaban desde la sala, pero
Imelda ya no estaba. Sus ojos ahora se enredaron con las
lágrimas del alma que se le escurrían por su rostro
hermoso que habia conocido el engaño por primera vez.
Ella pensó que los besos de su enamorado eran la luz en la
tormenta, pero todo fue su invención, porque nada de eso
ocurrió. El chico estaba con otra chica y ella pudo ver la
traición en su propia casa un fin de año, en medio de la
fiesta, al abrir sin querer la puerta del estudio de su padre
que revelo unas piernas levantadas al cielo y su hombre
ejerciendo el oficio de penetrar sin saber por que.



                            ~ 10 ~ 
Las pastillas surtieron su fatal efecto y la mirada se hizo
borrosa, ella quiso ver otra cosa y en medio de su sueño,
pensó que por fin iba a abandonar el mundo. Se quedo
profunda, en lo más profundo, hasta que por fin pudieron
abrir la puerta del baño y llevarse a Imelda a un hospital, un
rápido baño estomacal y la promesa a su madre de nunca
volver a hacerlo.


Esa fue su primera experiencia, su primera desilusión y su
primer despertar. De esta actividad quedo una inseguridad
siempre presente, un deseo de autodestrucción y la
malsana manía de enamorarse de hombres erróneos.


Tenía un cuerpo de diosa. Dientes blancos y afilados, como
el marfil que le dijo “Jaque” al rey con un alfil, porque si, ella
no cambia nada. Su cabello color marrón encendido, casi
naranja, que atrapaba almas, y las guardaba para si,
porque era irresistible. De buen porte, senos redondos y
grandiosos, piernas firmes para la lucha cuerpo a cuerpo
con los hombres, que le enseñaron a perder, porque tenia
mala suerte en el amor, en el juego y en el olvido. Nunca
pudo con esas tres cosas. Era como un espíritu con las
ventanas rotas, por donde el viento frio se fue quedando
poco a poco.



                             ~ 11 ~ 
Cuando tenia diecisiete conoció el teatro y supo que esa
seria la jugada en la partida de su vida. Sus padres le
pelearon hasta el nomás para que estudiara otra cosa, que
mire mija que eso no da comida, pero ella siempre fue tan
testaruda, que se hizo la ruda y se fue de la casa paterna a
probar suerte en la sensibilidad de la vida, perdió sus alas,
cayo del cielo y como mujer libre, sonrió y fue feliz. Vivía en
un cuarto de paredes blancas, en el centro de esta ciudad.
Escuchaba blues hasta la madrugada, fumaba marihuana
de la buena, tenia su frazada mas amada, hecha por los
indios del páramo, que le enseñaron a tomar yagé, a
perderse entre los ritmos y a vomitar todo lo malo que le
habia pasado en su historia. De esta mezcla casi
milagrosa, ella se convirtió en una mujer que pensaba, ella
era una Ilusión. Ella era Imelda.


Participo por primera vez en una pequeña obra de barrio
llamada: “Charlotte, la otra” Y ella como protagonista
principal, se desnudo en vivo y en directo por primera vez
en las tablas. Ni más decir que fue un gran éxito, pues
todos los chicos iban a darle a sus ojos de comer, y ver si
le podían robar las tangas. Finalmente la concienzuda junta
comunal le dio fin al especta-culo espectacular de Imelda y
los chicos salieron felices, pues tenían una imagen con que
masturbarse en secreto, los muy aprendices…

                            ~ 12 ~ 
Ella conoció entonces el poder monumental de su cuerpo y
decidió convertirlo en un señuelo para atrapar. No le
importaba nada de la moral, no temía los reproches de su
mente, no se decía a si misma lo que ya sabia, y decidió
vivir libre, mientras podía…




                           ~ 13 ~ 
***


-¿Qué haces? – Me pregunto Imelda desde la puerta del
baño


- Nada - Le conteste mentirosamente fallando en el
engaño.


- Si vas a empezar con la botella me avisas y yo me voy
para la mierda. – Contesto secamente cepillándose su
hermoso cabello. Lo pude ver desde la puerta.


- ¡Pues vete a la mierda! – Le grite para darle cuerda.


Ella salio furiosa del baño e ingresando al cuarto se coloco
su falda mas corta y sus botas de siempre al acto. Se me
subió a la sien toda la sangre al verla tan sexy saliendo un
viernes en la noche. Yo tenía hambre de ella, pero me
negaba a comer. Tenía un lado lleno de odio que siempre
me decía: No. Era obvio, ella tenia otro, pero yo me llenaba
de alcohol para no imaginarla junto a el.


Para ese momento ya todo iba mal. Yo bebía de noche y
dormía de día, entre mi cuarto nublado y sin nadie al lado,
pues Imelda nunca estaba. A mi me gustaba quedarme

                           ~ 14 ~ 
dormido y soñar con ella. En ese momento solo era mía en
sueños, y presentía que saldría corriendo de mi vida en
cualquier momento. Y no erré.


Una noche me encontré con ella en la puerta y mi estado
de ebriedad no me impido detectar que ella habia estado
con otro. Entramos a nuestra casa en medio de la
interminable disputa. Yo le dije que ella era una puta y que
yo no la amaba. Ella se rio de mi y se fue a dormir. Yo entre
corriendo detrás de ella y le suplique que me amara. Que
sin ella, yo no era nada, pero ella se quedo mirando la
pared y en su silencio, se quedo dormida. Por ella yo volví
a beber. Tal vez nunca deje de hacerlo. Es muy duro tener
una mujer como Imelda. Yo trate de hacerlo todo, pero al
final se me desbalancearon los ejes, se me apagaron los
faros, me quede sin gasolina, y yo tan imbecil mande a
revisar el carro, en vez de revisarme a mi…


Eso paso hace algunos años. Eso paso así. Así vi mi
maldición nacer. Ya amaneció y yo estoy acá solo. No hay
nadie aquí. Me levante afanado y me duche cansado y me
fui volando otra vez al mismo lugar. Ya no pienso nada
bueno por mí. Ya me olvide de todos los demás.




                           ~ 15 ~ 
El bar esta oscuro, como siempre, por los vidrios ahumados
por el asombro de todos nosotros, fieles borrachos,
residuos de vasos rotos por la mano vulgar, que
alcoholizada, nunca se cansa de levantar la botella y
protestar, por la que se fue. Mi vieja nunca me lo dijo, pero
con el amor hay que tener cuidado. Yo lo aprendí del modo
inadecuado, sufriendo en la quimera de pensar que si
puede ser, pero desde la primera me entregue al dolor, el
cigarrillo y la desesperanza. La sangre no se cansa, y el
destino me entrego un puñado de flores en forma de mujer,
aprendí a perder, y sin orgullo, me convertí en un perdedor.
Ahora gasto mis días oscuros entre malandrines, bohemia
decadente y licor. Fumo por no poder hacer otra cosa.
Aborrezco los jardines, pues siempre me recuerdan a
Imelda. Me quedo dormido en la incomoda silla dándole de
comer al rencor, me abraza el frio de la pared
descascarada, donde deposite mi alma cansada. Mis fieles
amigos me dan aliento, se sientan, comentan, y beben en
nombre de mi pena, hasta que me pongo contento. La luz
del mediodía me recuerda que falta mucho para que sea
otro día, entonces llamo a la mesera y entre el humo del
tabaco, yo comento siempre la misma historia, hago
filosofía y me olvido por momentos de mí. Pido otra canción
en la vitrola, la misma de siempre, la que me recuerda que
no somos nada. Salgo al amanecer, tambaleante por la

                           ~ 16 ~ 
calle olvidada, donde vomito y no hay nada que hacer, y
me voy llorando hasta llegar a mi casa, donde espero el
final de la alborada para quedarme dormido.


Desperté esa mañana, sabiendo que tenía que olvidarla,
pero no sabía olvidar. Imelda y su corazón. Su mirada
cansada de buscarme sin encontrarme, hasta que algo le
dicto su razón y la maleta en la puerta me aviso que todo
habia terminado. Yo cerré los ojos, pues la habia perdido,
solo era un jardinero infeliz,   solo era un despojo, ella su
decepción habia curtido, y sin mas demora, se marcho de
aquí. Imelda me habia amado, y yo tambien. La alfombra
de la sala fue testigo de esa fuerza pero ella se entrego a la
decepción de ser yo un fracasado. Un símil comparativo
destructivo y de antaño, reboso entonces por su boca
cuando me dijo que yo era un cabron. Recopile casi diez
años de mi vida en esa palabra y para desquitarme
torpemente, la mande al carajo. Ni una lagrima asomo en
su rostro, y yo, desesperado, mande una paloma verbal
con
La palabra: “Espera” pero esta no fue mensajera y tras la
puerta desapareció. Ella tenia su encanto peculiar, desde la
primera vez que la vi lo supe, y cuando me fui a vivir con
ella, tambien me entere, que sin duda, me iba a quedar
solo. Tome su cuerpo cuando aun estaba joven, vigoroso y

                             ~ 17 ~ 
delicioso. Imelda ya sabía como era todo, pues con otro
hombre ya habia vivido. Tambien corriendo de el habia
partido, y ahora era mi turno. No supimos ganar la partida
con Imelda, y en la arena, el capote se me soltó y la grada
no asomo ni un pañuelo blanco. Yo la vi por primera vez,
sentada al lado mío, pero yo miraba sin comprender, noble
bruto al parecer, porque mi reino es el del revés. Pero ella
supo tejer la red, y yo, adherido y consiente, me di ánimos
en la pelea y con calzón morado intente noquear, no tire la
toalla y salí noqueado…




                           ~ 18 ~ 
***


- No mientas más. Tú no me amas…


- yo si te amo – Le dije parándome de la cama.


- No es cierto…No me amas a mi, amas lo que represento
yo para ti…


- Eres lo que amo…eso representas…Insistí.


- Tus palabras locas ya no me convencen, todo lo que
necesito es amor…y tú juegas a amarme, como un niño
carente de afecto.- Me dijo señalando con sevicia mi
defecto


- ¡Maldita sea! ¡Si te amo! – Y me puse a llorar


- No – Dijo y me dejo de mirar - Amas la imagen de una
mujer libre y por que no decirlo, bella. Amas lo que no
puedes ser y quieres serlo a través mío. De mis ideas.
Amas que los demás hombres nos volteen a ver cuando
caminamos juntos y eso te llena de ego. Tener algo que
otros quieren y no tienen. ¡Ten pantalones! ¡Reconócelo!



                           ~ 19 ~ 
¡Te lo ruego! ¡Por eso estas conmigo, maricon! ¡Tú no me
amas en realidad!... ¡Solo buscas en mi a tu mama muerta!


Yo seguí llorando junto a al puerta.


- Yo sabia que esto tarde o temprano iba a ocurrir –
Continuo sin dejarme discutir…Vives en un puto mundo
irracional…Yo deje todo por ti, y a cambio me diste esta
rutina infernal que ya no soporto mas…Yo soy una mujer
libre ¿Entiendes eso?...Y me agarro del cuello de mi
camisa y acerco mi rostro empapado por mis lagrimas al
suyo, hermoso, dislocado, inolvidable. Yo le di un
beso…ella me soltó lentamente y se arrodillo en el suelo
del cuarto con ese gesto de cansancio.


- ¿Por qué me haces esto? – Le pregunte susurrante.


- ¿Por qué me lo haces tu a mi? – Me respondió insultante
mirando su maldito y estupido gato jugar un rato con mi
camisa de algodón, que ella jamás plancho para mi. Por
maricon.


No se si pasaron horas, minutos, segundos, días, pero los
dos nos quedamos allí, en silencio, viendo los pedazos
rotos, en aquel cuarto, éramos dos locos escuchando el

                           ~ 20 ~ 
silencio que ahora estaba conmigo. Una pareja fuimos.
Estábamos partidos por lo más invisible que he tenido en
frente: El amor. Ella encendió su eterno cigarrillo y se
desnuda, solo para provocarme calor. Ella sabia bien que
yo no podía soportar el solo pensar que otros hombres
pudieran tenerla y por eso se acostó en la cama con su
desnudez, mientras levantaba sus piernas y jugaba con el
gato que siempre odie. Yo no tenía ni ese consuelo. Ya ni
mis pies los quería el cielo. Probé mi propia medicina y
alguna vez ya me lo habia dicho una vecina: Te vas a
quedar solo.


- Eres una perra… -Le dije con rabia.


- Si…Aprendí del mejor…de ti.


Yo no lo puede resistir más y salí corriendo de la casa sin
saber donde ir. Mi alma se la encomendé a San Cristoforo
y decidí que mi vida en ese momento era un estorbo. Entre
corriendo a la cantina y me bebí una botella de Un sorbo.
Mi conciencia finalmente se me quedo embarrada. Yo lo
tuve todo y después de Imelda me quede con nada. Me
embriague hasta los huesos y caí sin sentido en mitad de la
calle. Perdido, solo, derrotado, inanimado…



                          ~ 21 ~ 
***


Ella me dijo un día que quería salir conmigo y yo acepte
medio confundido, medio comprimido por la emoción que
casi me asfixia, se me detuvo el corazón, pero seguí
adelante. Ella me estaba esperando a la salida de mi
jornada laboral y yo por no quedar mal, le lleve un pequeño
presente. Ella estaba como ausente, mirando a todos
lados, pero luego se sintió mas tranquila, con mi broma
matutina y me tomo del brazo y nos echamos a andar.


Era un atardecer de otoño, y yo pensaba mientras la veía
caminar a paso lento pero decidido, que ella tal vez si seria
para mí. Y empezó a nacer en mi, ese sentimiento diluido,
que luego llame amor, por se cortes conmigo mismo.


- ¿Te queres tomar algo? – Pregunto sin mirar a ningún
lado.


- Si claro, lo que tú quieras. – Conteste cortésmente sin
escucharme lo que habia hablado.


Y así llegamos a un viejo bar del barrio aquel llamado La
Candelaria. Refugio de soñadores sin remedio, incapaces

                           ~ 22 ~ 
de ser cambiados, profesores bohemios de la vida nocturna
en busca de una alumna a quien amar por momentos.
Mujeres fáciles que se emborrachan y duermen con
cualquiera, sin opciones, como luces de candelabros
disyuntivos y de decisiones rápidas al encenderse y apagar
la luz del día, porque en aquel sitio eso a nadie le interesa.


Imelda se sentía en su almizcle. Ella, la misma actriz de
teatro que duraba horas bajo la regadera, esperando a que
alguien la quisiera, llevándose las manos a sus piernas
enfundadas en jabón de olor y tocándose como una oración
que jamás se declama en voz alta. A mi me gustaba ir a ver
sus obras en pequeños sitios con poca gente, en donde
ella daba lo mejor de si sobre las tablas, recibía algunos
aplausos y unos billetes doblados por el derroche lastimero
de su inevitable talento. Los rasgos de ser una mujer fatal
los llevaba desde las plantas de sus pies hasta el desdoble
figurado de su rostro aburrido de no encontrar un hombre
capaz de ser macho al mismo tiempo para llenar con el
todas sus grietas esculpidas por amar. Santa Maria se
tapaba los ojos cuando la veía pasar con sus minúsculas
faldas al doblar la esquina de la iglesia cada día. Ella y sus
movimientos de cadera al ritmo de la salsa era una
invitación a explorarla y yo balbuceaba cuando la tenia
enfrente, porque se me llenaba la boca de tierra.

                            ~ 23 ~ 
Nos sentamos en una vieja mesa de madera, frente a
frente y me pareció cada minuto más bella. Imelda me
contó sobre un libro que leyó de una historia peculiar. Era
la de un paramilitar que deserto y contó su vivencia. Yo
tenía mis ojos en los suyos y la vela se apago antes de
poder entenderla. Nos sacaron del lugar, eran las seis de la
tarde y la ley seca estaba por iniciar, porque el fin de
semana era electoral. Yo me reí por lo bajo del voto popular
y ella me dijo que tampoco iba a votar. Nos fuimos
caminando por la calle séptima y al ver un parque solitario,
compramos un trago barato, lo enfundamos en una botella
de plástico y nos sentamos a charlar allá. Me di cuenta de
que me gustaba mas de lo que cualquier mujer me hubiese
gustado jamás. Hable de mi vida y de mis cosas sin sentido
y ella me vio como afligido y me dio una sonrisa de
resurrección, que hasta hoy, llevo tatuada en mi cuerpo
interior. Me contuve hasta lo indecible, porque quería
besarla pero no podía arruinar la primera cita. Ella lo
sospecho, pero no dio pie a la situación y yo mas tarde la
lleve a casa encantado. Imelda dijo que quería repetir aquel
bocado y nos pusimos una cita futura, que seria la más
dura, pero tambien la mejor.




                           ~ 24 ~ 
Esa fue mi Imelda y nuestra primera cita. Yo en esa época
imprecisa bebía encandilado en el trapecio de mi
inconciencia de toda la vida de embriagarme para olvidar,
para ver si con la cirrosis se alteraba mi historia. Pero hay
cosas que no pueden cambiar. Ella se enamoro de todo lo
malo de mí, de todo lo que por dentro tengo negro, y eso
mismo fue lo que la saco corriendo de mi cama, de mi casa
y de mi vida. Por poco y me desintegro. Llego finalmente la
segunda cita y con ella la revelación de mi amor y de los
caprichos del destino, que no se a que juega. Éramos dos
en la ciudad y eran horas calurosas de la tarde. Ella ese día
se reía y me hablo de su padre. Ella lo amaba, ella lo
quería, pero el ya estaba muerto. Ella me contó de los
hombres que la habían dejado, me confeso que ella habia
sufrido infinitamente por uno al que ella tuvo que dejar,
pues se la habia llevado a otra ciudad y la mantuvo en una
celda, porque la quería solo para el, y ella no quería eso.
Ella quería ser Imelda. No soporto su estricta disciplina y su
férrea obsesión de mantener todo en casa organizado.
Peleaban, hacían el amor, se perdonaban y amanecían de
nuevo en otra guerra. Finalmente un día ella tomo la
carretera, con la ayuda de su suegra, quien sintió lastima
de ver su mirada imposible y le dijo: huye. Y ella Huyo.
Volvió a su pequeño terruño en donde su padre la recibió
como si hubiese vuelto de la otra vida. Admire yo su valor

                           ~ 25 ~ 
suicida y su intención de no morir          abandonada ni
engrasada en el sudor de un hombre que no la supo
valorar.


Ella y su padre, siempre fue para mí un relato singular.
Imelda me contaba que ellos salian a fumarse un cigarro al
parque contiguo a su casa, pero él murió un día y ella
nunca me dijo de que. Y yo nunca se lo pregunte y debí
habérselo preguntado. Ella callo más de lo que dejo ver, y
yo debí haberme esforzado en hacerle creer que yo era un
amor equivocado, pero que por nada debió haber
renunciado…Y no fue así. Ella renuncio. Y yo no soy el mío
Cid. Yo soy el que lo escribió. Yo soy el anónimo.




                           ~ 26 ~ 
***


Empezamos a salir los fines de semana y ella se convirtió
en una puerta abierta por donde dejarme ir. Era como ir en
bajada. Era como el juego del remolino que se lleva todo lo
que aparece en su camino. Yo, un jardinero de manos
callosas y rostro sin afeitar, salía con la diosa que se
evaporaba solo en mis sueños, porque si señores, yo era
un soñador. ¿Y por que? Porque deje mi alma en venta
muchos años, hasta que las rayas de coca me dejaron casi
al otro lado, pero yo cruce el túnel a nado y esa luz me dijo:
“Estas aguas son peligrosas” Y me mandaron de nuevo al
estrecho rio del vivir, y aprendí el oficio de podar y podar.
Por hay fue donde empecé a soñar. Imelda me confeso una
tarde soleada en la tercera cerveza que una vez estuvo
embarazada, ella estaba encantada, pero que perdió al
chico por ser un embarazo ectópico. Ella vivía con el que le
habia hecho daño hace algunos años y yo me imagine que
hubiese pasado si ella hubiese dado a luz. Pensamiento
ilógico, pero tal vez de haber sido así no estaría conmigo
en ese momento y en mi egoísmo interno, me sentí yo feliz,
me santigüe con una cruz y me empeñe en estar con ella.
Mas tarde, ese mismo día, nos estábamos besando y yo
me condene como un tonto sin remedio. Ella beso mis ojos
y me dijo que me enviaría a casa con los ojos más

                           ~ 27 ~ 
hermosos del universo. Desde ese día mi mirada esta
como iluminada y pocas veces he podido verme a través
del sucio espejo de mi baño, sin eclipsarme con mi reflejo.


Imelda a su vez, llevaba siempre una mirada calida y una
sonrisa tenuemente dibujada en su blanco rostro. Yo la
observaba de lejos desde el jardín, con mi overol de trabajo
puesto. Ella estaba adentro en las aulas de clase,
aprendiendo lo que una mujer no necesita aprender, pues
siempre serán excelentes actrices. A menudo yo veía en
aquella escuela de actuación, jóvenes con convicción de
querer interpretar personajes sin parar, pero Imelda
siempre se hacia notar en cualquier parte. Yo me dedicaba
a mi jardín con una excesiva dedicación que rayaba con la
obsesión y el delirio. Cultivaba yo las mejores rosas y lo
hacia porque cada vez que las regaba pensaba en ella.
Imelda una mañana se acerco y me dijo que las rosas
estaban muy lindas y yo de inmediato desperté de no haber
visto nunca nada en mi vida y ella, bajo el rayo de sol
alumbraba como una visión. Yo desenvaine mi navaja y
corte la más hermosa y se la regale. Ella me miro y sonrió
encantada mientras daba la vuelta y volvía a sus clases. Yo
a partir de allí, cultive cada tajo de mi jardín con precisión y
celeridad, poniendo especial cuidado en las rosas que



                            ~ 28 ~ 
daban al ventanal por donde yo espiaba a Imelda, para que
ella las viera y se acordara tal vez de mí.


Ella en esa época salía con un malandrín, que se decía a si
mismo profesor. Varias veces la vi, entrar al sucio baño del
instituto, donde se encerraba a llorar y a no querer salir y
todo por culpa de aquel infeliz, que para demás, era un
hombre ya casado, que le dijo que con su esposa ya no
vivía, pero era mentira, ella se entero, y de nuevo su amor
se hubo desencantado. Escribí un día yo, una tontería en
un papel, porque yo soy así. Yo no tengo cura. Le entregue
esa pequeña misiva frontal, a ver que tal, y ella me
respondió con una mirada fina y luego me pregunto en que
pensaba yo cuando escribía. Yo no supe contestar y el
resto ya es historia…


Ella. Siempre amada. Llevaba esas botas largas, que para
mi eran tan sensuales como un encaje ceñido de bragas.
Yo tome mas apuntes para no olvidar. Me dieron ganas de
llorar por lo que yo mismo hacia y el amor me inundo. El
destino nos junto y yo deseaba vivir tranquilo. Una noche
espectacular, pude ver por fin sus botas debajo de mi cama
y me tome todo el tiempo del mundo para hacerla sudar.
Sudar agua bendita, desde los pies hasta su pelo. Fue lo
mejor para mi, lo peor y no se olvidar ninguna de las dos

                            ~ 29 ~ 
cosas.   Tenía   esa       mirada     afilada   que    cortaba   mi
pensamiento y bebía alcohol en desenfreno, mejor que yo.
Ella lo hacia con elegancia. Yo con ansias. Me quite las
agallas por ella y ahora soy un cobarde. La herida abierta
todavía arde, y no me importa. Ella tambien me escribía
cosas    preciosas     y    yo     me      imaginaba   su   cuerpo
entreteniendo mi cuerpo. Después de la imaginación, iba a
la práctica. A nuestra privada partición. Depravación y
terminación del acto sagrado de dormir a su lado. Parece
ser que por ella yo perdí la inocencia de no saber que se
hace por la ignorancia, ahora todo será más complicado.
Ella, la Imelda extraña que siempre sabia como hacer las
cosas, me llevo una noche por el medio del altamar de la
luna y se quedo parada. Mirándome de frente, luego me
beso y caminamos así, desenfrenados por el cuero de la
vía Láctea, hasta la mañana. Yo ahora no puedo dormir,
sufro de insomnio, cuando todos están dormidos, y
recuerdo los planetas por los que anduve, prendido de la
falda de mi Imelda.


Ella siempre tenía la razón en todo lo que me decía. Yo me
reventaba de ira y después me mecía encantado de estar
con ella. Empecé a escribirle estas cartas que me llenaron
hace años la maleta y ahora van dejando un rastro de
sangre, de miedo y sangre por donde la ruta me aleja.

                                 ~ 30 ~ 
Estoy sentado en un bus enorme sin conocer a nadie, pero
todos me miran curiosos de mis gafas oscuras y mi cabello
enredado de recibir tanta luz. Metí la mano morboso y
saque una carta entre muchas y me encontré con una
marcada con una seña particular       y la leí despavorido
mientras me movía en la carretera a un pueblo extraño, a
ver si allí encontraría a Imelda. Y sin saber que me iba a
encontrar…




CARTA DE CUMPLEAÑOS


Para Imelda, en su cumpleaños:


Hola querida, hoy estas cumpliendo un año mas de vida, y
yo, un pobre suicida, te digo que sin ti yo no soy nada. Ya
vacié mi amor en esa copa por la herida, y el eclipse lunar
me hizo caer al suelo. Tengo puesto en el rostro un velo, y
en el bolsillo te llevo un caramelo, que se va a derretir de
tanto mentir en la promesa de que hoy te veré, pero no es
cierto. Yo se que soy el problema, pero tu, mi nena, no
estas conmigo y me agarro el desenfreno de querer
abrazarte y el remordimiento lascivo, de no hacerlo cuando
te tuve enfrente. La última vez que nos miramos fue tan
cruel, que creo que por eso me convertí en hiel, y los

                           ~ 31 ~ 
teléfonos se me perdieron en la agenda de prometer: “Ya
no nos veremos”


Recién acabas de cumplir un año más, y yo ya no puedo
más. No se puede parar el corazón cuando esta a un paso
de la explosión. ¿Tú me dejaste? O yo te deje ir… ¿Es una
insolación o solo el fin? Todo lo tuyo ahora me hace mal.
Me esta doliendo la cabeza y me enceguece la soledad.
Yo, de verdad, soy un prisionero de tu ausencia, y puedo
decir, que en esencia, no soy yo nada. Se que debo
volverme un poco mas duro, pero tu recuerdo me esta
ahorcando. Mis días se m van acabando, se están
amargando, y no puedo cambiar ¿Y que? A mis ojos se les
ve desde lejos que han llorado. ¿Cómo hacer para no
seguir arrodillado? Solo quiero decirte, Imelda de mi alma,
que en verdad a tu lado, fui feliz. Con tanta cama para mi
solo, yo no puedo. Con tanta casa vacía, yo no quiero. No
desee perderte. Pero estoy perdido yo. No tú. Soy yo. Solo
yo. Me queda una profecía en la piel, y es la misma de tu
tatuaje atrapasueños en la espalda, tú te vas volando y yo
ya no soy yo. No soy el. No soy tu. No soy ni mierda. Sin ti,
no soy ni mierda. Me parece ver en un cuaderno una
ecuación en la que todo apunta al menos. Es muy duro
perder. Es muy feo el no vernos. Esto será mi fin…



                           ~ 32 ~ 
¿Por qué diablos ya no estas aquí?




PD: Solamente queda, si no te molesta, devolverte hasta
mis pasos y acabar de una vez conmigo…




                         ~ 33 ~ 
SEGUNDA PARTE


   VERANO




    ~ 34 ~ 
***
Me baje del bus cansado de estar tan cansado y conté con
una sola cosa: El sol. El día era bonito, pero yo solo quería
llegar a un hotel, porque el peso de mis ojos me tenía ahíto.
Otra vez presencie las calles derrotadas por el paso de los
transeúntes y las llagas firmes del asfalto quebrado y no se
por que me recordó mi alma. Me dijeron que en este sitio
encontraría a Imelda, y en el medio de este lío en el que
me he metido, estoy en la indecisión de quedarme en el
fondo de mi guarida, que es la cobardía, o encararme sin
freno y buscar a mi dama. Damita, dice un amigo cuando
se despide de una chica.


Un hotel que se despedaza a cada segundo, fue mi morada
en este otro lugar y no se por que Imelda aquí vino a parar.
La quiero ver y por que no, que me quiera de nuevo. En la
calle cene unos huevos y los adorne con un pedazo de
tocino que corte con un cuchillo mientras la luz de esos
bombillos me alumbraron el camino hasta la dirección
donde alguien me dijo que encontraría a mi amor, pero me
dijo que no, que no dijera quien me lo habia dicho, que ese
anonimato era su petición y yo le agradecí de todo corazón.
Me contó tambien otras cosas salidas de su boca, que al
principio me parecieron locas pero que escuche atento,
pues me estaba informando mientras yo lo estaba mirando

                           ~ 35 ~ 
que habia sido de mi Imelda después que me dejo dormido
y me abandono.


El personaje contó que después de su partida, estuvo
viajando a otros lugares con un pagare de su madre, que
desenfundo el dinero para que ella tuviera vacaciones. Y no
es que fuera apartida. Es que le gusta volar en avión. No le
gusta el calefón. Pero eso esta bien. Me dijo que habia
conocido en otro país a un chef de mediana edad que
preparaba ceviches y cócteles de verdad y que el tipo tan
enganchado quedo, que se vino a vivir hasta por acá solo
por estar con ella. Yo se bien que no se que quiere ella. Lo
tengo claro. Ella no. Nunca sabe por que esta con un
hombre. Pobre del guevon, porque yo, vengo por la
segunda mitad, y cambie la delantera, a ver si así anoto al
menos un gol. El del empate. O con un bate, me saco un
home run y me gano un chocolate. El de ella. Pero mucho
me late, que la cosa se me viene a contramano. Y no traje
mi traje café. Traje mi traje humano.


Yo no quiero que esto dure toda la eternidad. Pero se me
esta viniendo encima la verdad, junto con la edad, y yo
debo confesar, que al llegar hasta el lugar, me quede
armado mirando la puerta de esa casa de luces apagadas.
Mi filosofía me indica que es mejor correr, ya se muy bien

                           ~ 36 ~ 
perder, pero yo no me puedo ver mas así, entonces avanzo
presuroso hasta la puerta carmesí y me quedo mirando la
cerradura con un gancho de cartón que indica: No
molestar. Sentí inmediato un malestar pues eso es lo que
se pone en los hoteles cuando la pareja se aleja para
entregarse y amar. Que frialdad tiene esta mujer. Que
ganas de volar la puerta y mirar. Se me salio una lagrima,
bien dura, por la pena. La vergüenza me fue ajena y con
toda vigorosidad toque la puerta. Una vez. Otra vez. Nada
paso. Nadie abrió y desde lejos me quede mirando las
cortinas inmóviles para convencerme que ella no estaba.
Me devolví por otra calzada y me fume hasta los dedos por
la tristeza. Imelda no estaba. Tenia que esperar. Mañana
otro día de verano, otra puesta de sol que no se por que ya
no lo veo tan lejos…Y mañana se acaba el año!!!


Imelda estaba encantada con la nueva adquisición.
Abandono el instituto de actuación y se paso a una
universidad formal, donde le darían más que estudiar y la
convertirían en una profesional. Ya no estudiaba actuación,
el diseño se convirtió en la nueva vocación. Ella me dijo
una vez que siempre seria igual, pero no, todo se puede
poner más formal, y a ella le paso. Yo soy el que no puede
cambiar. Ella tiene una nueva vida, y yo, mejor que mi boca
ni lo diga…

                          ~ 37 ~ 
No tenía sentido estar en aquel paraje, así que rabioso
tome de nuevo mi equipaje y busque un bus para irme de
vuelta a mi ciudad. Iba de nuevo vacio, fue una mala idea,
que ella haga lo que quiera, yo mismo me decía, mientras
veía de perfil el Terminal de transporte que no hay quien lo
soporte en esta festividad de un año que viene y otro que
se va. Estaba a punto de abordar la carretera, pero
descubrí que me olvide en aquel hotel la cartera, y me
devolví por ella. Cuando entre en la habitación, le di
propina al botón y me acosté a dormir…y me quede
dormido.




                           ~ 38 ~ 
***


Ya no tengo tiempo, pero si ella es mi templo, yo me voy a
trote lento, para encontrarla en esta fiesta que es la de final
del año. Las luces de este pueblo están encendidas y todo
esta oscuro en mi casa. Salí con mi chaqueta de cuero,
para ver si así se acuerda de la primera vez que me vio. Un
viento frio de pertenencia nocturna volvió y me hizo pensar
que ya no estoy joven para esto. Un acordeón se desliza
suavemente entre las notas callejeras y por eso quiero
estar acá. Me compre una botella de chicha, para beber
desaforado con lo más barato que encontré. Papa me dijo
que el no era así, y que no sabe yo a quien putas salí. Un
ataque a la yugular cuando la vi en medio de este
maremoto de gente. Me llego una angustia urgente, y no
supe bien que pensar. Las ruedas giratorias del zar de la
región daban vueltas dentro de mi, probablemente, por
enésima vez, estoy ebrio. Quiero seguir bebiendo para
sacar fuerzas de las flaquezas que me inundan para poder
ir y hablar con ella. El tipo este es el que me habían
comentado, el la esta abrazando y ¡Que curioso! Ella
parece feliz. Un sonido que ahora es de regué salió
presuroso de una bocina. Aquí no hay vecinas, entonces
bailo solo. Ella ya me vio, hizo un gesto raro y al tipo beso.
Será esa marca de Caín que llevo desde chico cuando me

                            ~ 39 ~ 
caí, lo que me vuelve así. Un chico loco esta a mi lado,
fumando la hierba del rey, yo me acerque y le grite: “Hey” y
el me dio un porro. Yo lo fume y ahora corro enloquecido
entre las casetas de golosinas, ocultando mi pena con
sonrisas, que vienen de no se donde. Me voy acercando
con libertad hacia Imelda, esta con la hermana mayor, y me
quieren evitar. El tipo grande y moreno acompañante, con
la cabeza al rape y un buen traje, que le costo un buen
dinero, se coloca en posición. No me importa nada. Es la
verdad. Solo voy guiado por mi necesidad. Quiero libertad.


- Hola Imelda


El silencio evidencio toda respuesta


- ¿Podemos hablar?
-No. No podemos.
- No aguanto más. Hablemos.
- Déjame tranquila. Estoy con alguien.


Ya me hierve la sangre. Protesto.


- No me dejes así. Es solo una palabra.


El tipo se acerca con los brazos en pose de palanca

                           ~ 40 ~ 
-Vete a la mierda borracho.


Ahora Imelda interviene entre mi despojos y el macho.


-Déjalo. Yo voy con el un momento. No me tardo.


Se voltea y me mira increpando:
-¿Por qué me jodes?
- Te estoy buscando desde hace rato.
- Olvídame para toda tu vida. Ya no hay tiempo para la
alegría. Esto ya se acabo.
- Por favor nombra mi nombre. Al menos déjame eso en
este momento.
- No quiero. Tu recuerdo me hace daño.
- Ya pasaron varios años. No se olvidar.
- Puedes dejarme en el rincón de tu vida toda la vida. No
me busques. No me sigas. Lo nuestro termino hace rato.
- Nadie me esta cuidando. Me estoy desmoronando. Vuelve
conmigo por favor.
- Aburrido e innecesario. Mi ropa ya no existe en tu armario.
Vete. El año esta empezando. Empieza tú también. Ahora
pareces un “Nunca” más con cuero encima. No te me
vengas encima. Esta haciendo un buen clima. Es verano.



                             ~ 41 ~ 
Ve y búscame un reemplazo. Y no me busques más. Vive
tu vida.
-Lo mejor de mi eres tu.
- Lo pero de mi fuiste tu. No hay rollo. No hay caso. Si
prefieres vivir atado a lo que tú terminaste, es tu problema.
Yo ahora solo tengo veranos y primaveras. Has lo que
quieras.


Y se volteo y volvió con su grupo mientras yo borracho y
drogado, me quede viendo la pólvora estallar en lo alto. No
los vi más después de un rato. Me quede sentado en una
banca de aquel parque de pueblo pobre. Bebiendo licor y
lágrimas. Al frente una cantina abierta en la madrugada. Un
tango solitario de bandoneón silbo y me abrió esa puerta.
Me entre desaforado por el maldito alcohol. Me senté en la
última mesa, que es una sombra. Seria este el último
encuentro con Imelda.


Tengo pena. Un rumor de esencia viajera me dijo: “Ella era
buena y tú no eres triunfador” Me hice de ese titulo
merecedor. Mis manos abandonadas en medio de un
charco de barro me despertaron y ya era mediodía. Mi alma
quebrada como el bolsillo de mi pantalón me dijo que todo
esto es muy extraño. Ya lo he perdido todo. Acaba en
efecto, de comenzar el año y yo me engaño, porque

                           ~ 42 ~ 
mentirme es como un compañero, que no existe, pero me
da animo. Todo me aqueja. Me quiero pintar con el
optimismo, mientras voy al segundo piso del hotelito a
bañarme la condena de amar y no ser amado. No puedo
vivir sin pasado, el aliento de mi boca, siempre oxidado, y
me hacen falta muchas cosas. Imelda soplo una vela y todo
se apago.




                          ~ 43 ~ 
***


Imelda estaba sentada contemplando el mar. Sabía que
ella no era una mujer de compromisos a largo plazo. Se
quería estabilizar, pero no le gustaban los lazos. Después
de su primera experiencia viviendo con un hombre y
después de su huida amarga, solo quería tener vida larga,
pelar el cobre sin vergüenza y decir: “Por siempre, jamás”
Acordes de guitarra sutiles se colaban entre el viento y
merodeaban su oreja y ella dejo de ser tan pendeja y se
lanzo al verde azul marino. No habia duda. Imelda era feliz.


“Quiero aprender a soñar” Decía mientras se sumergía
imprecisa en el agua salada. No pasaba nada. Estaba bien.
Estaba tranquila. Se tomo un tequila en el barcito de
mimbre y se dejo llevar. De repente empezó a sonar su
teléfono celular. Era su mama, que la quería saludar. Ella la
escucho sin escuchar. Ese momento era suyo y de nadie
mas. El barman preparo un cóctel de ceviche y ella en un
fetiche se adorno la muñeca con una manilla de pepas
amarillas que le quedaba hermosa. El tipo se acerco y algo
al oído le susurro. Imelda sonrió y los dos se quedaron
conversando en la arena hasta la madrugada. Ella no
estaba cansada y el tipo le hizo el amor. Mejor que nadie
en toda su vida. Mejor que el silencio. El amor.

                           ~ 44 ~ 
Ella volvió de esas vacaciones encandelillada con el tipo
aquel, barman y chef, que le preparaba guisos a su alma y
bebidas a su corazón. Ella sentía esa empatia, pero el
sentimiento iba a tracción, pero se dejaba amar. El hombre
estaba encantado,     era un    buen   tipo,    tenia dinero
empotrado en el bolsillo del pantalón. Mirada calmada, se
notaba que casi nunca decía nada, pero los actos lo
convertían en todo un campeón. El quería aprender a
ladrar, se quería hacer notar y de esa manera se traslado
poco a poco hasta este país, aquí se quedo a vivir y como
muchos otros, se postro a los pies de Imelda.


- Como me gustan los mariscos. – Decía ella mientras
almorzaban en su casa un mediodía de cualquier día de
Mayo.
- Tú me gustas más
- Mentiroso
- Es cierto
- ¿Cuanto?
- Me gustas más que mi propia vida. – Contesto el
trascendentalmente.


Ella sonrió como siempre: Abriendo sus grandes y
hermosos ojos negros mientras ponía esa cara de

                          ~ 45 ~ 
incredulidad que la convertían en la mujer mas sexy del
mundo cuando lo hacia. No es mentira. Es una realidad.
Ella empezó una relación formal. Asistía todas las mañanas
a sus clases de actuación, hacia extras ridículos para la
televisión y disfrutaba apostando duro en la ruleta rusa de
la vida. Ella y sus momentos suicidas nocturnos, cuando
iba dejando todas esas miradas varoniles desperdigadas
por donde pasaba mirando a ningún lado, pero con
afectación. Esa sensación de que ya todo se habia escrito,
los hacia sentir proscritos por Imelda y tenían toda la razón.


Pasaban los días y ella finalmente accedió con prisa al
varón, prefirió no seguir a los cerdos como yo, y le gusto su
camisa de algodón, de alta sociedad, que le quedaba bien
al tipo chef de verdad, que viajaba en un avión de aquí
para allá, una tarjeta de crédito que llenaría cualquier
agujero, y una madrugada, con una serenata mexicana, y
con Imelda en pijama, le propuso un compromiso formal, y
ella accedió, y mi dolor vino como un presentimiento lejano
a ladrarme al lado y como siempre, mi ideal fue ese
sentimiento de darle al cachorrito de mi pena de comer, con
mi mente adolorida y mi falta de atención, enganchado con
todo lo que me duele hasta la medula, empeñe hasta la
cedula, para poder comer y beber, pues trabajaba poco por
estar pensando en Imelda, el jardín se vino abajo y mi jefe

                            ~ 46 ~ 
me dijo que yo no era ya de fiar, yo le propuse confiar, pero
la suerte estaba echada. Una noche me fui de bruces en la
city, con todo el vodka que encontré en el supermercado,
me quede en la vía publica embriagado y no fui al otro día a
trabajar, y me iba a pesar, como todo lo que ya me pesa en
el lastre de mi maravillosa vida perturbada de tribulaciones
masturbantes de dolores que se encallan todos en el alma
y me llegan bien hasta el fondo transeúnte asesino de
ilusiones y lesionante del corazón, cada día, en cada
puesta del sol. La metralla de mis pensamientos dio en el
blanco y me rozo la mejilla de mi yo interno, enemigo
eterno, que se me borro a partir de ese momento. Y cada
vez más solo, se me va quedando más vacio el pecho. Lo
hecho esta hecho y el final se dio a conocer a partir de ese
momento en el horizonte de mi destino perdido. Dormido.
Partido. Caído. Molido. Sufrido. Hundido. Destruido.




                           ~ 47 ~ 
***
Perdí finalmente mi trabajo de jardinero. No tengo dinero,
pero a cambio, me gane muchos problemas. Se me
llenaron los sobres de deudas y advertí, con total
vergüenza que no tengo amigos. Esa noche me encerré en
mi cuarto y encendí muchos cigarros mientras pensaba en
carros, vulvas y dolor. Merecido bacanal mental mortal de
un animal como yo que es como un vegetal que se
marchita sin sal, sin savia y sin hojas. La piedra de siempre
me dio en toda la jeta, que nadie se meta, mi rabia y
frustración vienen en almíbar, para embadurnar el pan, y ya
me olvide de todas las chicas del can. Ya todo escrito, no
quiero estar acá, me quiero volar para el carajo, cambiar el
rumbo de tajo, no estar con nadie, pensándolo bien, me
gusta entonces ese relajo. No tengo piernas para pararme
pero estoy corriendo en el cansancio de llegar a ningún
lugar. Estoy rodeado de paredes cochinas, ya deguste
muchas vaginas, pero nada como el pedazo de cuero de
Imelda. No tengo sombrero, estoy despeinado, no cruzare
ningún mar a nado y eso es lo de menos. Me estoy
arrastrando, se los estoy contando, nací para ser poca
cosa, ya mi alcatraz esta enchapado en lozas, mármol de
riqueza del no poder decidir por mí, porque yo lo digo a
gritos: No soy libre. Puta manía la mía de masoquearme
hasta caer…

                           ~ 48 ~ 
Puedo irme a vivir una vida eterna, pero no creo que me
reciban en el cielo. Camino con un halo de duelo, una
enfermedad en mi hígado pintado con aerosol de alcohol. Y
si. Estoy solo como el invierno frio en pleno verano.
Empeñe lo poco que tenia y solo me alimenta la esperanza
sutil de que exista algún lugar que me este esperando.
Pero eso no esta pasando. Estaba pensando en enrolarme
a un fusil y no me recibieron en el ejército, porque para eso
yo ya estoy viejo. Analice mi situación y sin solución, me fui
hasta las veredas a trabajar en lo que se pueda. Cogiendo
café de plantas bajas gane algo de sustento. No estoy
contento, pero por lo menos amanecí lejano de Imelda. Los
otros    trabajadores   luchadores    del   jornal,   comparten
cigarros y vino barato, mientras vamos de plantación en
plantación. Llegamos a las ciudades a los finales de mes y
gastamos lo poco que ganamos en el mismo lugar. En el
eterno lupanar triste, muy triste del sur, que me acoge en
su interior, como si ya fuera una errante alma. Carmelita, la
de siempre, la de trenzas desteñidas, me rebaja su tarifa y
se abre al alba entre la brisa de Enero…


Escribí esta otra carta, y como siempre a Imelda nunca le
llego:



                            ~ 49 ~ 
Querida Imelda:


Todo mi ser se escondió bajo el agua. No te preocupes,
pues ya me he convencido que te he perdido. Ya no tengo
que abrir la puerta de mi casa. No tengo casa. No tengo ya
más nada que perder. Veo el horizonte donde ayer te fui a
buscar, pero ya no quiero. Recuerdo solo esos besos que
son tuyos, que eran nuestros. Por lo menos serán míos, y
eso es una cosa que escribo y se lee raro. El paisaje desde
estas montañas se observa mas claro. No se que será mi
vida y poca importancia tiene mi estancia. Estarás
disfrutando como siempre de la libertad que se revelo
desde tu pubertad, y yo me quiero dormir todas las noches
con el recuerdo de tu ropa interior detrás del colchón, que
ya no existe, que ya no tiene color. Tengo una sensación
de rabia, y cuando limpio la hierba del terreno, le llego con
toda furia hasta la savia. Se me están escurriendo los
sesos. Todo somos seres presos de lo que hacemos. Pero
no lo pensemos. Ya nada de lo que fue vuelve. Cuando la
noche llega hay otra luz…


No aprendí nada para sobrevivir ¡Ay de mí! La realidad me
atraviesa los pies hasta la cabeza. No tengo otra opción
que escribirte cartas estos días, cuando el verano me
aburre en el incienso de la melancolía. Tú precio ya esta

                            ~ 50 ~ 
muy alto y no soy pagador. Tengo solo dos monedas duras
en el bolsillo y no les he podido sacar brillo. Los muertos
bajan por la orilla del rio y el mundo sigue podrido. Ya no se
si es lunes, o todavía es domingo. Vamos con nuevos
amigo por las carreteras y caminamos jornadas enteras y
eso me ayuda a olvidar mis problemas. Pero nunca me
olvido de ti, mi Imelda…




                           ~ 51 ~ 
***
Un día recibí una llamada mientras mi embriaguez estaba
colgada en el perchero detrás de la puerta por donde un
día se me salio Imelda. Era victoria, mi ex, que me invito a
pasar unos días con ella en la costa. Le dije: “No tengo
plata” Y ella me contesto: “Eso no importa” Me envío a una
dirección, yo fui con algo de dubitación, pero alguien salio y
me lleno el bolsillo de billetes y así tome un avión, para
verme con alguien que no me olvido. Pero que yo olvide.
“Que curioso” Pensaba yo mientras volaba “A ella le pasa
lo mismo que ha mi con mi Imelda” Y al parecer le había
ido bien en la vida, el único suicida era yo. Que mal honor.


Un recuerdo se me hizo mas caliente a medida que
avanzaba por la playita llena de gente por la cual casi me
pierdo, medio despierto, medio dormido. Era aquella vez, la
primera con una mujer de la cual yo ya no sabia nada.
Tenia yo solo dieciocho años y una risa descarada y no
podía perder, pues la inexperiencia siempre nos invita a
jugarlo todo en una sola mano, me dijo mi hermano: “No
seas pendejo, guarda siempre algo”


Alguna vez. Esa era mi consigna. Ahora estaba allí en
medio de la arena buscando a mi primer amor, lleno estaba
yo de esperanzas de olvidar a la otra, pero esas

                           ~ 52 ~ 
circunstancias son locas y de seguro me iba a estrellar
contra el arrecife de la propia verdad, y ¡Que falta de
humildad! ¡Que cara tan dura la que tengo! Pensaba que
aun era un galán, a pesar del sufrimiento. No había duda,
era yo un gil cabron. Lleno estaba yo de sustancias en mi
corazón, no encuentro otra explicación para el sin razón de
lo que estaba haciendo en ese momento. No se por que me
acorde de la primera vez que me llene la nariz como un pez
en la pecera de la cocaína, una insulina para la neurona
que se me estallo, porque yo, también alguna vez, estuve
en esas.


Ella me invito una vez a probarla y yo no le renuncie al
primer jaleo y le dije: “Dame otra raya” Queriendo yo ser un
hombre temerario, pero era un niño atontado por la droga
mientras ella, Victoria, me observaba con esos ojos de
puñal y terminando yo de llenar mi nariz con la blanca, me
bajo los pantalones, me hizo un sexo oral desenfrenado y
yo a partir de ahí quede completamente enviciado a ella y
por su puesto, a Victoria tambien. Era como un grial, era
como un vaivén de piernas, senos de pitones duros y
rosados, movimientos pélvicos firmes y calientes y ese olor
a sexo que nunca olvidare, pues con mis labios lo probé,
totalmente drogado más de una vez.



                           ~ 53 ~ 
El día esta caliente, pues hoy es el verano. Yo vine a
buscarla, pues me dijo que por vacaciones de mitad de año
estaba acá.


Alguien grito mi nombre a mi espalda y yo vi a Victoria con
su floreada falda de sol, llamándome encantada. Nos
abrazamos hasta el pensamiento y ella pregunto:


- ¿Si me has pensado?
- Cada momento. – Mentí encantado - Cada instante de mí
sangre te he pensado, que ya estoy medio cansado de
hacértelo en mi mente por atrás y por adelante.
- Pues vamos entonces…El hotel esta aquí al frente y
tenemos tu y yo algo pendiente desde la ultima vez que nos
vimos en Bogota… ¿Recuerdas? ¿O lo mismo te da?
- No digas eso…Sabes que quiero dormir abrazado
contigo. No tengo miedo. No voy a vivir atado al suelo,
quiero que me hagas volar…


Y si que lo hizo. Recordamos viejas épocas con su cartera,
la cual tenía algunos gramos de la nieve infeliz, que la tenia
poseída hasta los huesos. Se subió encima de mí y movió
su trasero como pocas, pero yo andaba en otras, yo
andaba recordando a Imelda. Ella debió percibir que no
estaba en mi mente allí, pues me dejo eyacular, me hizo

                           ~ 54 ~ 
vestir y cerro la puerta en mi frente, mientras me miraba
toda la gente, porque ella me gritaba desde el balcón, que
yo era un maricon y que podía comer mierda. Ni contarles
lo que fue volver, desde tan lejos, hasta mi casa de nuevo,
porque Victoria no me dio dinero, y no sabia como volver, la
odisea se las dejo para después, pero les aseguro que lo
que me paso esa vez, al igual que todas, me paso por ser
yo un grandísimo pendejo…




                           ~ 55 ~ 
***
-Llévame a la disco.
- No quiero
-¿Por?
-No quiero que te vean el culo.
- Marica


El se volteo y encontró la ruta esparcida en su piel hasta
sus labios existentes. Imelda quedo adormecida por el
caminar de su lengua y el crujir de su cuerpo entre sus
dientes. Una voz ahogada indico que estaba excitada y tan
desarmada quedo así, que dejo toda su alma sobre la
cama, para que el se la comiera. Y el se la comió. Yo vine
después. Yo ya no tenía nada que hacer. Ya esa canción
estaba repetida. Hacíamos el amor y éramos tres, junto al
tesoro del recuerdo del otro. Batalla perdida, seguro que si.
Por eso yo creo que ella nunca estuvo realmente
enamorada. Solo estaba sacudiendo clavos con clavos. Y
yo no le saque el clavo del otro. De su ex. Yo me quede en
la calzada, pero el siempre estuvo dentro. Ella me contó
todo sobre el. Yo la escuchaba siéndole infiel, pues yo
pensaba en las otras. Ella me dijo que se fue a vivir con el
de loca. Porque si. A nadie le toca decidir esas cosas, pero
ella quería. Y así vivía. El padre le dijo que estaba joven,
que lo pensara bien. Pero ella no pensaba. Ella nunca

                           ~ 56 ~ 
pensó. Con el tiempo el empezó a cambiar. Se puso
posesivo. La empezó a limitar. Ella no podía escapar.
Estaba en el círculo vicioso de un sexo infinito, que siempre
la mantuvo imantada a esa cama pequeña en el cuarto de
la casa de la madre de este, que le beso hasta los huesos
en la implacable orgía del sexo por posesión. Una celda del
corazón. Una deuda vieja a ese colchón, que la hizo
aguantar tanto. Ella dejo la actuación. Se quedaba en casa
sin ton ni son y finalmente salio corriendo. Tuvo un periodo
de disipación antes que yo llegara. Pero ese es otro cuento,
por ahora no lo comento, porque no estoy contento.


Ella, olvidándose de todo. Imelda estaba en su suntouch de
gloria de soltera, pero el chico finalmente se quedo con ella
y el destino, en su atino, la unió quirúrgicamente a un chico
de blancos parpados, un poco mayor para su edad. Ella le
vio esa camiseta, intento jugar con gambeta, pero no, ella
se la llevo al mundo mas duro en otra ciudad, cocaína,
delincuentes, encierro y amargura.


- Voy a ir a beber con los amigos. Quédate acá.
-Llévame contigo.
- No. Quédate con mi mama.




                           ~ 57 ~ 
Ella se dio cuenta que su hombre no era lo que ella
pensaba. Su padre se lo había advertido mientras fumaban
a escondidas en el parque junto al viejo hogar. Ella se sintió
enamorada y no lo quiso escuchar. Iba a sufrir. Comprendió
que era su momento de amar, hasta que le doliera. Y ella
estaba a punto de dolerse a ella misma.


- Imelda ¿Y este desorden?
- ¿Cual?
- No me digas que te quedaste haciendo ni mierda en la
casa…
- No soy la muchacha del servicio. Imbecil


Y una buena tunda le propinaba a la pobre Imelda por
responderle así. Imelda aprendió por fin, el valor de las
palabras de su padre, que ya se lo había advertido: “El tipo
es un perdido, y te va a echar a perder” Y ella perdió. Pero
el también. El perdió mucho más. El perdió a Imelda. Y yo
también. Éramos como vagones de un mismo tren, que se
va de culo hasta el estanco, al fondo de banda sonora un
inevitable tango, que se hizo suicida al final de la melodía y
me dio una monotonía aleccionante para mí día a día y
decía. “Y hoy que vivo enloquecido, porque no te olvide, ni
te acuerdas de mi” Y fue tan así, que para estas alturas tan



                           ~ 58 ~ 
duras y oscuras y rudas, yo ya ni me acuerdo de ella, ni me
acuerdo de mi, ni me acuerdo de ni mierda.




                          ~ 59 ~ 
***
El verano esta acabando por fin, y desde aquí, vi por
primera vez el horizonte que se extiende no se hasta
donde. El blues de mis tristezas sonó en la vieja camioneta
que nos esta llevando de nuevo hasta la ciudad. Uno de
ellos me dijo: “Te vengo a decir que si la vez, no te dejes
confundir”. Amigos de carretera de la temporada cafetera
que ya se termino. El tiempo avanza impresionante por los
calendarios de antes y no se que voy a hacer al volver a lo
que deje pendiente: Mi problema. Que dilema. Creo que
todavía estoy un poco dormido y por suerte en casi otro
año que ha pasado, no se donde has ido. No se si visitaste
la arena, el asfalto o mis penas. Un fajo sudado de billetes
en mi bolsillo, me indica que voy afilado como un cuchillo.
Otra vez me quede acá parado en algún anden, a la
entrada de la ciudad, no se donde voy, y eso es lo de
menos. Al menos, estoy entero este día, y voy en búsqueda
de una nueva guarida. Quiero otro amor, otra oportunidad y
así gane o pierda, no volveré a ver a Imelda. Compre una
cajetilla de cigarrillos, que fui fumando, caminando sin mirar
a los demás. La ciudad siempre tan mutante, se le ve venir,
que la gente otra vez va a sufrir, otro presidente al poder ya
va a subir, y la misma mierda de siempre de Colombia
siempre así, porque la democracia en mi país esta cochina,
es una vagina, que todos penetran en secreto, mientras le

                           ~ 60 ~ 
atan las manos, montan otro decreto, le pasan la lengua
por el pescuezo y dicen que se subió la gasolina, para
untarle el culo de lubricante a los de abajo, los ponen en
cuatro y ¡Oh gloria inmarcesible!. Y es verdad. Que maldad.
Se me fundió el otro fusible. Las multitudes de botellas
duras de ginebra, vino, aguardiente, como solvente a mi
cuerpo, me agarra la sintonía y sigo siendo, sin aliento, un
borrachín tierno, pero no son horas de tomar, mejor voy a
buscar algún lugar donde pasar la noche. No viajo por la
ciudad en coche, la recorro a pie, y la conozco bien. Pase
por la vieja ruta que me llevaba al hogar que tenia con
Imelda. Me fui inconsciente hasta llegar. El jardín esta
desecho, las malezas atraparon mis rosas y otras cosas, y
un violín sonó imaginario en el viento, era un pedazo de
orquídea que se entrego al vaivén, y en esta escena
comprendí, que el amor, es paciente, pero el mío alguna
vez fue urgente, no supo olvidar, no aprendió la lección a
tiempo, y presiento, que a pesar de lo hermoso que es, ya
esta muerto.


Apreté con la mano mi dinero y llore como un tonto por mi
jardín. La casa abandonada estaba con ganas de venirse
abajo. Pero entonces yo jure que con trabajo, la
recompondría de nuevo, Imelda, a ella yo ya le pedí
perdón, apreté toda la tensión, ella sintió mi presión, pero

                           ~ 61 ~ 
ella me dijo que no. Yo seguiré aquí, en mi casa, en mi
jardín, con mis horas solitarias, donde ya nada me alcanza
y te voy a demostrar, Imelda mía, que algo aprendí. De
todo esto, te juro, algo aprendí, pero al yo ser así, como
soy, tal vez en cualquier convoy de polvo y lagrimas
resecas, vuelva yo a mis andanzas viejas. No puedo
cambiar, es imposible. Todo esta en la genética y para mi
la vida bohemia y desteñida es muy magentita como un
imán, que se convierte en el hombre caimán y me invita a
beber con el, y yo no puedo ser descortés, por eso siempre
acepto. Así esta echada la suerte en este vals, no tengo
oído para el compás, por eso me quedo sentado con un
trago al lado y un cigarrillo en la otra mano, para que me de
concejos mientras trato de pensar lo que no puedo pensar
porque ya no tengo cabeza para esas cosas. Las gavetas
de mi armario están muy locas, porque me muestran
reflejos fantasmas de tu ropa, que ya no esta, pero que yo
aun puedo saborear. Imelda ¿Dónde estarás?




                           ~ 62 ~ 
TERCERA PARTE


 PRIMAVERA




    ~ 63 ~ 
***
Ya    van   corriendo   nuevos       días      iguales,   animales,
imparables.   Atravesamos      sin     mirar     en   realidad   las
cordilleras de cafetal en cafetal y trabajamos recolectando
granos sin parar ahora en primavera. Las hojas que caen al
suelo se ponen secas y no puedo disimular que nada de
esto me agrada. Pero mis compañeros campesinos tienen
razón. Y yo le doy la razón a los que tienen razón. Las
camisas están rotas y por los orificios se ven partes de mi
piel. La que tu dejaste de calentar con tu corazón. Todo se
me volvió urgente. Pero a nadie le interesa lo que otro
siente. Tú estarás en otro lugar, viviendo ampliamente y yo
me alegro. No se de que, pero me alegro. Ya no bebo
como antes. De vez en cuando algún pasante. Eso no tiene
importancia. A veces presiento que te veo a lo lejos, pero
después me doy cuenta que es solo el calor de la mañana.
Mis ojos tienen memoria de elefante y guardan tu imagen
siempre elegante. No se si fue el calor o la destilación del
licor, tan casero como todo lo que veo en medio de la
montaña, pero me quede pensando en una mañana. Era
una mañana con ella. Una mañana con Imelda. Ella
despertó y yo le pregunte:


- ¿Qué haces?
- Nada. Pienso

                             ~ 64 ~ 
- Y el suspenso…
- No hay rollo. Soy lo que ves
- No te detengas por mí.
- No lo hago
- Te amo Imelda
- Eres un vago
- Lo soy
- Me gustan tus ojos
- A mi no
- Los tienes rojos
- Déjalo así.
- ¿Me voy?
- Nunca.
-Nunca digas nunca
- Te amo


Imelda me tomo entonces de la mano y nos fuimos a
caminar. Buenos tiempos en verdad. Todo acaba de
empezar entre nosotros en plena primavera. Una diferente.
La maldita primavera. Ella dijo. Ella sabía. Ella podía
entretenerme en lo mundano. Ella fue mi rifa. Y perdí el
boleto ganador.


- Mira tus rosas – Me dijo señalando el rosal – Están mas
lindas que ayer. ¿Vamos a beber?

                           ~ 65 ~ 
- ¿Qué quieres?
- Cerveza
- Me duele la cabeza
-No importa. Me tienes
- Eso suena bien
- ¿Quien?
- ¿Quién que?
-Olvídalo. Tengo sed.


Imelda jugueteaba divertida con burbujas de jabón que
alguien soplaba en la plaza y correteaba alegrando así su
corazón. Ella se divertía demasiado como una niña que
sabe que dejara de serlo por última vez. Los nuevos años
le daban un nuevo respiro, era parte del aire, no tenia
problemas, le encantaba el mar, porque le invitaba a olvidar
las penas de su edad. Caminaba ajustada en su pantalón y
su escote era una depravación que ella adornaba con
pasión.     Imelda   y   la     actuación.   Tantos   papeles
representados en igual numero de rostros en la ciudad.
Amaba la soledad, quería comer sola, y por eso a veces se
masturbaba. Esos sonidos de mambo, al calor de un
aguardiente o un ron, le alivianaban el son, sentía en su
cadera esa locura y la empujaba a la pista de baile.
Despertar con resaca al día siguiente, pero no le importaba.
Era hija de putamente feliz. Noches, mambo, días,

                              ~ 66 ~ 
actuando y ella arrancado penas y tirándolas al piso. Y yo
ahí, junto a ella, de sumiso, esperando que me arrojara
algún mendrugo de su amor. Fueron los primeros
recuerdos de nuestra relación, los que yo mas amo, porque
son inolvidables como aquel son que se escapaban de una
rockola pobre de cualquier tienda de barrio que se me pego
en el inconsciente y yo como siempre un demente lo
relacione con Imelda y me perdí en el membrete. Aun me
parece increíble que yo haya estado con esa mujer, porque
yo era de lo peor, ella de lo mejor y terminamos enredados
en tamaña relación que me dejo sin ton ni son porque
cuando ella me dijo adiós, se desapareció para siempre y
así yo le haya rogado, haya viajado, la haya buscado y me
haya humillado, eso para ella la tiene sin cuidado, al
pasado, pasado y ella paso por mi lado y me dejo
sepultado en una tumba olvidada de su corazón que se
cambio de dirección y no me volvió a encontrar en ningún
costado. Yo continuo aun allí acostado en ese suelo muerto
de su pena, y mi querida nena no me dejara salir de allí
jamás hacia alguna resurrección porque eso ya paso de
moda hace mas de dos mil años. Solo resta levantar un
acta de los daños de todos estos días pasados por
calendarios y calendarios y de esa manera diseñar lo que
serán mis últimos días, al lado de la nada, que me
acompaña, por no dejarme solo en el destierro del encierro,

                          ~ 67 ~ 
como un perro atado con cadena de hierro a lo que yo me
aferro y no puede ser: Una mujer.




                          ~ 68 ~ 
***


Aquí sentado en esta banca en un parque cualquiera
puedo ver que las cosas nunca retornan a su lugar original.
Y eso me hace sentir mal, muy mal. Hoy no es ayer y
mañana, hoy será ayer. Y no se por que. Y no se que
hacer. Nadie me dio un consejo y la perdí. Nadie puede
evitar que piense en tu corazón. Nadie puede detener la
crueldad de la vida cuando uno ya ni siquiera quiere ser un
suicida. Ya no se por que ayer se me pareció a hoy y estoy
seguro que así mismo será mañana. Y ya se, ya aprendí
muy bien, que Imelda seguirá por siempre sin mi, y se le ve
feliz, y no se arrepiente de lo que hablo, no quiere ya decir
lo que se cayo, ya no desea saber de nada. Borrón y
cuenta nueva, con el borrador de la primavera. Todo en mi
esta perdido, incluyendo algún vestido y por eso ahora
siento como si andará desnudo. No traje tampoco mi
escudo. Y la lanza ya la tengo, pero clavada en un costado,
que era el lado de la cama por donde se subía Imelda. No
tengo ganas de comer, pero si sigo así, me voy a joder y ya
no me puedo inventar ganas de estar sano. Sigo siendo
mentiroso profesional, digo mentiras con sinceridad y eso
me esta sentado bien, como siempre. Ya se bien que nada
dura para siempre, porque tan solo uno puede ser
eternidad y ese se llama Dios. No yo. Solo dios. Yo la

                           ~ 69 ~ 
verdad, he de confesar que me parezco mas a una rata
citadina, que se esconde en la sentina y luego sale a
deambular por la calle en busca de otro bocado que alguien
deje caer al lado y por eso siempre seré infeliz. Por eso
nadie me soporta. Me dejo todo en la vena aorta y bombeo
mas tarde sangre en mi desastre, que no es otra cosa que
mi propio yo.


Imelda finalmente estallo. Una actriz profesional en el canal
de televisión. Yo la miro con ansiedad y no se por que
putas no puedo dejar de hacerlo. Buscare seguramente a
un cura que me haga un exorcismo, a ver si sigo viendo lo
mismo o no. Allí esta en tapas de revistas, por todo el
mundo vistas, hermosa y radiante, como antes. Como
siempre. Y no aprendí a verla sin sentir mareo porque lo
poco que veo, ahora esta impregnado de ella. La fama la
alcanzo y en la cama, yo no se quien estará ahora. Tal vez
sea el cocinero, o algún pendejo como pedigrí, con todo lo
que no tengo yo. El dinero al parecer le esta llegando a las
manos como un caudal. La chica del arrabal, ahora es una
estrella pop y a mime quitaron la cabeza y me desarmaron
como a un robocop si factura y con fecha de vencimiento
vencida., No puedo disimular o vulgar y perdedor que soy,
y se nota claro por donde voy. No se sobrevivir, me harte
de coger café y vivo absolutamente preso de mi asquerosa

                           ~ 70 ~ 
libertad. Necesito todo, pero no tengo nada. Y una mágica
hada me concedió un deseo una noche y yo le pedí de
bruto algo mejor y se quedo mirándome con desprecio y se
desapareció porque me dijo que mis tonterías no tienen
precio y que ella no iba a perder tiempo con un necio como
yo. Imelda ahora me enseño esa valiosa lección de que no
sirve la moral, no sirve tener para comer, o dinero para
invertir en el placer de intuir, que uno puede llegar a tenerlo
todo. Imelda es una estela roja que va rasgando las
tinieblas y cada vez más hermosa, mientras yo sigo
encerrado en la vieja choza, ya no me volví a          afeitar,
tampoco volví a cultivar y es probable que se me lleven el
abono que esta al borde de la carretera. Han pasado varios
años ya después del punto de partida de la mujer que me
dejo. Como yo poco se sumar, me parece que ya fueron
como diez. Es probable que después me de cuenta que no
fueron tantos. El que nació para se, es y será por siempre
lo que vino a hacer. Ese proverbio campesino, que para mi
tiene algo muy fino, me parece una realidad que ni el
verano, invierno o primavera pueden negar. Las balas
llenas de pólvora enclaustradas en el cartucho de mi
escopeta, no me sirven ya para cazar nada. Y todas las
cartas que te escribí, nunca nadie las leyó y dentro de mi
corazón esta aun tu lugar, que se esta volviendo loco de
soledad. La gente tampoco nunca se entero que casi me

                            ~ 71 ~ 
muero tanto contigo, como sin ti, Y si mentí, fue por el
extraño artilugio, de presentir el diluvio y el no saber amar.
Tampoco llego en tu alma el momento de perdonar y todo
se fue al carajo. La alfombra de la sala se perdió en el
sembradío en medio de algún tajo de rosas y claveles que
en el cementerio yo nunca mas fui a vender.


La vagina medicinal para la herida de mi alma, era ese
viejo lupanar donde yo con dinero alguna falda levantaba, y
después pagaba, para irme de nuevo a casa mas vacio
viejo y lento. La casa esta cayéndose a pedazos, no hay
muebles sino costales y retazos donde yo me recuesto en
un piso duro de madera, que no hay quien lo quiera, como
a mi. Se me han caído ya algunos dientes, por la falta de
cuidado. Tengo algunos pantalones, que muy poco lavo.
Todo el mundo me mira y se corre al costado, cuando me
dirijo a algún lado, Fumo y me emborracho los sábados en
el abasto porque ahora ya no tengo más nada donde
puedo sentir que a mi mismo se me pueda recibir.




                           ~ 72 ~ 
***


Imelda en primavera siempre tuvo energía buena. En
medio de sus estudios y su nueva vida, conoció un gerente
de no se que mierdas que le propuso modelar. Ella el
dinero siempre le vino bien y al juzgar por su divina suerte,
le fue demasiado bien. Empezó a convertirse en un
personaje popular y era imposible dejar de mirar sus curvas
en fotos de revistas y periódicos de demanda nacional. Ella
y su estrella fugaz que siempre la acompañaba a todas
partes, no le esperaban desilusiones como antes, ahora
todo seria espectacular. Y no es por especular, pero yo me
imagino que hombres tras de ella muchos habrían por ahí.


Imelda se convirtió en una sensación. Por todas partes
salía en la televisión, en las páginas de algún pasquín, y de
la primera hoja hasta el fin, era muy elogiada. Su sonrisa
inolvidable adentro mío disparo un gatillo que se convirtió
en un polvorín que destruyo mi lado mas ruin. Resolvió así
sus sueños de viajar a parís, conoció Europa, playas, arena
y desenlaces extramaritales seguramente, pues se había
casado con el cocinero fiel, pero de seguro no le dará hijos
ni fidelidad, Yo digo la verdad, pues es mi obligación, yo
conozco su corazón. Yo estuve alguna vez con Imelda. El
dinero ya no es un problema en mi vida, pues ya se me

                           ~ 73 ~ 
acabo hace tiempo. Vivo como un animal en la casa que
antes fuera mi hogar, rumiando lo poco que siembro en el
piso aquel sin fertilizar, pues en realidad, eso ya no me
interesa. Bebo ahora licores de destilación casera que me
están destruyendo la cabeza, el hígado, y lo mas extraño,
no le hacen nada a mi corazón. Yo me digo: “Tienes suerte
porque pudo ser peor” Empiezo de nuevo y acabo
rápidamente, pues tengo una amnesia impresionante y no
se como pararme de nuevo. No me acuerdo y a veces
bendito sea dios ni recuerdo. Pague mi condena y no tengo
oportunidad. Yo trato de vivir sin pasado, pero eso es como
un clavo oxidado que siempre me recuerda que eso no es
posible y entonces saco mi lado esperanzador con el cual
me voy a beber para emborracharlo con mi dolor. El de
todos. El dolor del que ama y pierde y no sabe volver.
Durante unos meses me fui a trabajar a los puertos a ver si
viendo los barcos zarpar se me iba el lado triste de mi
alma. Metía mis pies en el agua salada, pero no pasaba
nada. No podía dejarlo todo atrás. No podía recordar ya
como había empezado mi odisea etílico-amorosa no ya me
acordaba de como había terminado. Solo recordaba lo
importante y es que estaba muy mal y en esa entereza me
invadió la pereza y me devolví a otra ciudad. Cada vez
divague sin rumbo entre cosas tan separadas como el
destierro y las ganas de descansar. Pero los años

                          ~ 74 ~ 
advirtieron arrugas en el espejo y finalmente volví a mi
derruida casa. No podía además ver los puertos pues cada
vez que alguien se despedía desde lejos, parecía que se
estaba despidiendo también de mí, y eso me rompía por
dentro. Yo pensé que tal vez podía vivir debajo del mar,
pero no se puede respirar y entonces los marinos me
daban a beber licor de contrabando, bueno y barato y con
suerte no me quedaría ciego. Ya no tenia ego, entonces me
caía bien. Me llevaron a algunas travesías por penínsulas
vecinas y decidí que tal vez algún día me convertiría en
pescador, pero eso no funciono, pues me mareaba
constantemente, y además, en la mente tenia yo otras
cosas   y   para   ser   marino      hay   que   tener   buena
concentración. Después de la última travesía yo me baje
del barco, con unos pocos billetes sudados que merecí,
volví de nuevo a la ciudad. Ya poco o nada me importaba
todo……o nada.




                           ~ 75 ~ 
****
Soy como un corazón que se rompe la cabeza debajo de
la escalera. Imelda tenía tanta fama, pero no sabia yo que
haría ahora y si habría alguien que la quisiera. Ella tan
mediática, daba la talla para interpretar cualquier papel.
Fue también una invitada sutil en el cine y no podía yo
creer que esa había sido la chica de años atrás a la cual yo
amaba y con la cual saciaba algo más que mi alma
entretenido entre sus sudorosas piernas que tanto bien me
hicieron alguna vez. ¿Ella se acordaría de mí? Soy como
una espina dentro del zapato, y eso podría ser suficiente
para mí. La primavera ya no me gusta porque todo esta
florecido en la distancia y desde mi estancia se me vuelve
insoportable el baile pata-pata del perdonar sin perdonarse
a uno mismo y el camino que conduce a mi cárcel es la
misma entrada de mi casa lustrada de mugre olvido y
supervivencia inimaginable, pues la realidad no se
presiente en medio de mi frente, y necesito que llegue
rápido una estación diferente, pues quiero ver el bosque, la
montaña y mi jardín de un color diferente. Imelda cada vez
mas famosa estuvo involucrada en algunos escándalos
propios de los treinta años, pues es una década del ser
humano para vivir pleno, pues se puede hacer lo que
quiera y la experiencia ya no es traicionera. La ruina de su
decisión al dejarme fue su salvación y mi hundimiento. Soy

                           ~ 76 ~ 
como el último pedazo de queso rancio en la nevera, que
se arroja a la calle y el ratón del valle lo recoge y se lo
come el gato especulador, como yo, no es tan calculador y
el banquete le hará daño. Como a mí. ¡Todo lo malo me
pasa a mi! Eso dicen los tontos sin remedio y yo me
incluyo, mientras rebullo mi poco aliento sin sentimiento.


Bote el periódico lejos, después de leer a esos pendejos
que escribían chismes amarillistas de Imelda. Saque la
antigua maleta debajo de mi cama y saque otra casa al
azar, sin saber por que, pero ese es mi ponque, mi cereza
y mi festejo. Leer lo que le dije ni nunca le diré. Merezco
que me cojan a rejo.


Querida Imelda:


Ya han pasado tantos años de muerte lenta, y lo que para
mi tu despedida representa, es ahora toda mi vida
resumida en un solo día el de tu partida que me partió a mi
y a mi corazón en mil pedazos rotos por la mitad, yo digo la
verdad y no puedo mentir mas porque ya no estas
entonces no me importa nada. Mi vista cansada de
husmear la entrada de la que antes era tu casa y ahora es
solo mía, viendo si de pronto la brisa te trae de regreso,
pero yo se que no puedo esperar eso, ya es imposible, yo

                           ~ 77 ~ 
para ti me volví invisible y en la soledad invencible de cada
mañana me estoy quedando viejo, arrugado, malogrado y
fatigado de llorar todas las noches sobre la almohada que
esta también cansada de cargar mi cabeza. Ya ningún
santo me reza y yo no creo en nadie. Solo puedo entender
al aire, que existe, peo no se ve, como mi alma, que ahora
se me está encarnando por fuera, y eso no importa, porque
nadie la va a ver. Imelda, ¿Qué pensaras de mi en la
distancia que nos separa? Tal vez ni recuerdas ya mi cara
y si te conozco bien, es casi seguro. Esto esta muy duro y
ya no lo puedo morder. Esta casa vacía y derruida será mi
tumba en vida y lo decidí, porque vi, que no tengo otra
salida….Imelda ¿Por qué no me amaste?




                           ~ 78 ~ 
***


Imelda y yo nos fuimos a vivir juntos con pocas cosas en
realidad, en una casa chica a las afuera de la ciudad y esto
parecía un cuento feliz. Yo cultivaba en el jardín, frente a la
puerta y ella caminaba hasta la carretera principal, cinco
minutos, para ir a estudiar. Por las noches ella no cocinaba,
pero si se entregaba poseída por un apetito voraz, y yo
vivía   encantado   comiéndome        con   ella. Le   gustaba
montarse encima de mí y como buena colombiana, movía
su cadera como usted quiera. Se mordía su labio inferior,
presa de la inexplicable excitación, justo antes de que yo le
eyaculara encima. Esos días fueron los mejores, y era tanta
la avidez, que yo prácticamente vivía sin pantalón, y ella sin
sostén. Nos reíamos los fines de semana tirados en la
cama sin pretensión de hacer nada. Ella me hablaba de sus
sueños y me decía que quería ser famosa. Yo la
escuchaba sin prestarle mucha atención pues el verla sin
ropa, me distraía de sus ilusiones y solo quería otra cosa.
No era difícil vivir con ella. Yo seguía tomando pero al
principio ella no me decía nada. Ahora lo recuerdo y como
siempre el dolor acude a la memoria, como esas cosas que
nunca se borraran. Ella fascinaba los domingos de
levantarse temprano y organizar la casa rápido, para que
saliéramos a dar vueltas por ahí. Y esas son las cosas que

                            ~ 79 ~ 
nunca se podrán olvidar. Por lo menos de mi parte. Le
encantaba beber cerveza bajo el sol y fotografiar. Tenía
buen ojo para la lente y sacaba buenas instantáneas. Le
encantaba observar el cerro de Monserrate y dispararle
flashes a esas lomas. Nos tomábamos las manos por las
calles del centro y si nos veían felices, es porque era cierto.
Imelda y el olor de su cabello, que me lleno de felicidad
imposible de recuperar. Imelda intentando olvidar otra pena
en aquella época. Le tenía miedo al primero que le había
hecho daño. Me decía que la asediaba y yo le decía que no
pasaba nada, que se cuidara. Que yo la iba a cuidar. El tipo
como se estaba obsesionando mas de la cuenta con ella y
yo me preguntaba que clase de suerte me esperaría a mi
por estar con ella. Éramos pareja y yo me la había llevado
conmigo. Ella a veces se veía distraída y me decía que era
difícil olvidar a ese tipo porque eran muy cachondos. Pero
entre colchones rotos de moteles baratos, y después en el
propio yo le hice el exorcismo, y me posesione en ese sitio,
donde antes estaba el otro. Yo era un hombre feliz. Yo
sentía que eso seri apara toda la vida. La interminable
alegría de estar con Imelda. Yo no podía pedirle al cielo
algo mejor, era el triunfador, dios también a su vez, me
estaba cuidando pensaba yo, pues me había traído a la
mejor, para que estuviera a mi lado. Por ahí el alcohol era
lo único que yo tenía que mejorar, pero siempre me repetía

                            ~ 80 ~ 
que lo podía manejar, entonces todo estaba bien. Por lo
menos eso era lo que yo creía. Los días sabios me
demostrarían que eso no era tan así, y cuando yo lo
presentí, todo estaba colgado en un divino carajo, como un
árbol de donde nunca lo pude bajar.


- ¿Por qué no dejas de tomar? – Me reprochaba Imelda
cuando llegaba borracho
- Yo aquí soy el macho – Respondía yo medio gacho – No
me jodas


Ella se quedaba en silencio y se acostaba a dormir. Con el
paso de los meses se empezó a revelar y yo no lo quería
soportar y nos empezamos a maltratar. Yo pensaba que
eso seria siempre así, pero entonces como un mandril que
sabe que lo van a cazar y se hace el muerto con ara de
Imbecil, así quede yo cuando ella se desapareció. La
denominación axial dejo una incógnita sin despejar, no
olviden que en el binomio de la vida, todo pierde su valor y
las respuestas están al final del libro. Yo me salte la pagina
y no se que me paso. Aun sigo buscando despejar la
incógnita. Pero voy muy retardado. Es como lanzar un dado
que cae de lado y acaramelado no muestra ningún número,
entonces se pierde la apuesta. Si señores. Mi vida apesta.
El hueso humero, el omoplato y el fémur estan en

                           ~ 81 ~ 
constante pelea, pues quiero permanecer acostado. Ellos
se quieren poner de pie, pero, mi cantinero fiel, que es mi
despensa, me golpea una y otra ve en mi conciencia. Estoy
enfermo por alcohol. Me voy a morir y no me voy a podrir,
porque ya por dentro estoy muy embalsamado. La muerte
ha venido a mí, me ha probado y se ha embelesado. Mi
tiempo esta contado.




                          ~ 82 ~ 
CUARTA PARTE


   OTOÑO




    ~ 83 ~ 
***


Pasaron ya varios días. Estoy cansado de caminar. Ya no
se cual día es hoy, pues todo los días son iguales. Y no veo
las señales, ni animales, solo veo sombra, y entonces,
como voy solo, siento miedo y nadie me puede dar la
mano. Quiero sentarme a jugar con ellas pues con las
sombras ya no necesitas disimular. Hay que darle la razón
a la gente que la tiene. Y yo hoy se las voy a dar, pues
ellos me dijeron que todo iría mal. Y así fue. Recuerdo
ahora cuando trabajaba de jardinero, recolector de café y
marinero. No me quedo ni un soplo de dinero. No se que
voy a hacer. Un medico rural me dijo que del hígado
andaba yo ya muy mal. Es una realidad. Vomito cosas
raras en el baño desolado de mi casa en ruinas. Ni hablar
de la cocina. Tengo un comedor sin comida y una sal de
estar donde no puedo estar, pues tiene una gotera que
inunda toda mi vida inmunda cuando llueve. El otoño
asomo por fin y desde allí pude vislumbrar el fin. A Imelda
tampoco le esta yendo muy bien, los medios de
comunicación, en su inacción, se inventaron muchas
historias de ella en la gloria de su carrera y se cuenta que
ahora esta consumiendo drogas hasta morir. Se dice que
de este país se quiere ir y no la culpo. Yo también lo haría.



                            ~ 84 ~ 
Llegue a la pequeña tienda de beberecua de siempre con
la cabeza baja, pensando en que Imelda se iría lejos y a
pesar de que hace años no nos vemos, me sentí deprimido,
afligido como descocido al comprender que ahora si no
había esperanza. Yo la alimente como un tonto iluso
enamorado inmaculado de eso mismo muchos años, iluso y
fetichista de una mujer que odia a los machistas opero que
yo banalmente pensé podría volver a mi. Me senté en la
misma banca de madera dura como mi obstinación
obsesivo compulsiva lasciva por una mujer que ya ni se
acuerda de cómo me llamo. La primera botella me la tome
solo, junto a unos doce cigarrillos que me llenaron los
carrillos, la garganta y el alma de humo gris. Un compañero
trabajador incurable como yo en el oficio de levantar el
codo se esta tomando la segunda botella conmigo. Esta
noche es para olvidar, como tantas más. Ya ni siento pena
que ella no me quiera, ya ni me arrepiento de los errores.
Estoy acá cantando a pulmón junto a extraños, canciones
que mencionan horrores por los parlantes. Ya no recuerdo
quien fui antes. Solo veo la chica que atiende el lugar, con
su falda corta y su tarifa que puedo pagar. Me la llevo a un
cuartito de cama sencilla, mesita de noche, una papelera y
los calzones de la chica, tirados en el suelo, mientras yo
devoro mi necesidad carnal, entrecerrando los ojos y
deseando que sea Imelda. La chica es cariñosa y me

                           ~ 85 ~ 
acaricia la espalda mientras gime quedamente, como
deseando un clímax urgente. Lo que ella no sabe es que
Imelda me educo bien en la cama y yo le hago de todo,
mientras ella apretar fuerte la almohada y se dedica a
mojarse placentera y yo pienso que ella es igual a las
demás, solo una perra cualquiera. Termino mi faena y ella
tan complacida, no me cobro su tarifa y me obsequio otra
botella, mientras me decía que quería que nos tomáramos
sabe dios que clase de trago el que seria ese. Así empieza
entonces la tercera botella que me derrumba en medio de
la tenducha completamente apagado, como un rayo que ya
rasgo el cielo y se desapareció de la escena para darle
paso a la tormenta. El principio del final se adelanto hasta
el final y ¡Que mal! En mi reloj de arena se esta acabando
la arena. Les dedico a todos esta nueva pena, por suerte
para mí la ultima de mi vida. Seguro que si.




                           ~ 86 ~ 
***


Imelda:


La blanqueza de este humo que sale de mi cocina donde
encendí la leña, es como una huella en el viento que
siempre me recuerda la angustia que no te acompaño, que
se quedo conmigo como único testigo del fondo oscuro de
mi soledad. Te vas Imelda del país del sagrado corazón y
del luchar y no se que palabras lindas fuiste a buscar. Yo te
estoy llamando, pero no me estas escuchando. Eres como
una gaviota sobrevolando el mar, que nunca retorna a la
misma playa. Yo estoy acá estancado en la pericia de
presumir que estoy haciendo con sabiduría lo que estoy
haciendo, pero no se nada. Solo quisiera saber nada para
irme a ese mar a buscarte a grandes brazadas. Pero hay
algo mas, es probable que haya conozcas a alguien en el
fondo de ese mismo océano trasatlántico y yo entonces
disimulare que también me he ido. Pero estoy mas perdido
que la sal de la espuma de esas orillas y hasta allá yo no
puedo llegar pues no se donde queda esa playa y una
sirena que puedes ser tú con un pequeño canto puede
envolver más aun mi corazón, y ya perdí la razón. Imelda,
mi vida entonces ya no puedo perder nada. La temporada
me esta matando y falta mucho para que termine el otoño

                           ~ 87 ~ 
mas largo que he tenido que beber a sorbo largo. Imelda, te
vas, te vas, y ya cante las canciones de odio que me sabia,
y me quede solo en el podio de los fracasados, donde me
saque la de oro. Veinticinco rosas te regale, pero se me
rayo el disco y ya no se que sigue. Además ya no se vivir
de otra forma que no sea atrás de ti buscándote. Me
engrase los ejes de mis piernas, para caminar mas, pero
ahora están sonando oxidados y la gente me señala y me
gritan que soy un loco abandonado. Pero no importa. La
carretera continúa y aun están sonando, y su sonido es la
compañía del día, en este camino. Ya mi hígado esta
destruido. El horizonte capoto y Dios me esta llamando y
me esta reclamando que no hice nada con mi vida por tu
culpa. Y no lo culpo, y no te culpo, toda la culpa es del que
tiene la culpa y la culpa la tengo yo. Estoy más flaco que un
hueso delgado y con tendencia a enflaquecer más. No
quiero irme a un hospital donde un fulano de tal, me dirá:
“usted esta muy mal” porque eso ya lo se de memoria. No
pu3ede ya llegar mi recuerdo a tus manos, porque estarás
en otros lados haciendo lo que yo no pude hacer por ti:
Vivir. Y eso es algo que pesa mas que esta enfermedad
que llevo arrastrándola de los cabellos porque la verdad me
importa una mierda lo que me pase y entre mas dolor
siento, mas cigarrillos enciendo, los mezclo con alcohol y
acallo entonces todo efecto en mi. Ayer corte una rosa

                           ~ 88 ~ 
hermosísima del jardín y la deshoje al viento pronunciando
cada una de las letras que arman tu nombre. Yo ya no soy
un hombre. Soy un señuelo que no vas a morder, ni tu ni
nadie. Ya no tengo hambre. Ya no tengo sed. Ya no tengo
empeño. Ya ni siquiera soy mi dueño y todo lo que sueño
es en que todo esto termine. Hoy estuve mirando el
calendario y es increíble como han pasado tantos años y yo
sin ti. No se si alguna vez te tuve en realidad, yo espero
que si, porque de no ser así, entonces nada en mi vida tuvo
valor real. Solo los días que estuve a tu lado no me saben
mal. De resto, todo es calamidad. Temeridad. Soledad…
Eterna soledad.




                          ~ 89 ~ 
***


Y así, como las rosas que están secas y se las lleva el
viento, así estoy yo como un cigarro apagado con fuerza en
el cenicero, así quedo mi alma, ayer, cuando te fuiste al
extranjero. Así quedo la noche sin el día, el sol sin la luna,
el bien sin el mal. Yo te deje ir, pero se bien, que me va a
costar tanto, tanto, que hoy, todavía no he acabado de
llorar. Le saco punta a l lápiz que ya se me va a acabar de
escribirte cosas que no te quise contar al oído, pero que
son verdad. Lo que tu querías oír y no te dije. Lo que sale
de mí para ti. Mi amor. Mi incredulidad de pensar que para
siempre seria, sin importar como. ¿Por que te fuiste?
Aquellos besos tuyos eran como los bombillos que
alumbraban mi vida. La cual ahora es rara, porque estoy
sin ti. Y la vida misma se me esta apagando. La cirrosis
esta cobrando y la tarifa esta muy alta de pagar. Algo se
presento en la tormenta, y no era que estuviera fría o
violenta, era que no tenía quien me acompañaría más. El
sabor dulce de tu boca, el sabor de tu ropa interior, cosas
que me dejaron loco y secuestrado de amor en el medio de
las cenizas de mi pena, de donde como un animal
mitológico salido de un zoológico, esta naciendo una nueva
otra y otra vez. Nunca volveré a encontrar a alguien como

                           ~ 90 ~ 
Imelda. La cual fue mi fantasía y mi realidad, pero
volviendo a casa todo esta muy mal, pues no me recibirán
ya más por ahí tus besos, solo algunos aderezos que me
hacen la vida mas aburrida que nunca. Ahora tengo que
tomarme estos medicamentos, pero los estoy dejando
quietos, porque me quiero morir ya. El único motivo para
ahora poder seguir, seria que tú vinieras por mí, pero son
cosas que solo ocurren en las novelas de verdad. Esta es
una de mentiras, entonces todo bien, porque por acá no se
asomara ni tus peores deseos. Ya no se volvió a saber
nada de ti. Ya no registra la pantalla tus videos. Dicen que
te retiraste a una villa a descansar. No te volviste a casar.
Dicen que ahora eres alcohólica, como yo y me rio con
ganas y dolor, porque si es verdad y sigues así, también te
vas a morir. Pero primero si no te importa mi querida
Imelda, me voy a morir yo. Seria lo único que me faltaría
para redondear mi aureola de pendejo. Llorar tu muerte.
Pero no quiero eso. Pendejo. En eso me convertí, o no se
si fue que así nací. Tengo cuatro décadas y ya el motor se
me apago, y no hay quien pueda pagar esa reparación. El
taller de la humanidad para mi ya cerro, entonces no hay
enredo. Soy un pendejo. Quisiera cojerme la espalada a
rejo por ser así. Ya me desleí y me estoy volviendo una
madeja enredada en la madera vieja de esta casa que no
se por que desde que te fuiste, la estoy viendo cada día

                           ~ 91 ~ 
mas y mas fea. Siento la muerte que me rodea, me
atormenta me avecina, me hace guiños y jugamos los dos
como niños a perseguirme y a que no me alcanza. Ya se
desnivelo esa balanza y san pedro esta molesto con la
llave del cielo en la mano, y no se explica porque aun por
allá no he asomado. El también debe estar cansado, al
igual de Dios de verme en esta tierra perdiendo de esta
manera el tiempo. Yo ni se por que me estoy resistiendo si
soy el mas interesado en desaparecer de la faz del mundo,
que para mi se volvió tan inmundo, desde que tu te me
fuiste de junto. ¿Cuándo dejare de lamentarme por ti?




                          ~ 92 ~ 
***


Imelda va caminando lentamente por la salida del
cementerio. Volvió a este país solo a visitar la tumba de su
padre y ella va llorando. Su madre y sus hermanos van
detrás, pero todos sabían que era ella a quien mas el
quería. Eso lo vi en las noticias, y de nuevo sentí esa
picada honda en mi corazón. Como un muñeco budu, al
que siempre están chuzando. Así es Imelda en mí. Yo a su
padre   nunca lo conocí, pero no lo olvidare nunca mas,
pues ella me lo contó todo así con emoción, en nuestra
juventud, mientras tomábamos licor encantados de querer
enamorarnos y jugábamos a entendernos la cabeza ella y
yo. Imelda en ese momento tuvo resignación y decidió vivir
la vida a todo motor, porque su padre así lo quería. Pero
esos fueron tiempos pasados. Todo tiempo pasado, para
mí, fue lo mejor de lo mejor. Yo le dije aquella vez, hace
años, que me hubiese encantado estar allí en esa ocasión
de profundo dolor, cuando su padre desapareció de esta
tierra, para darle consuelo. Yo ya estaba cubriéndola de
besos, levantándola del suelo, al igual que el sol, aquella
hermosa tarde. Me parece increíble recordarlo ahora,
cuando yo también me estoy alistando para un viaje sin
regreso. Será por eso, solo por eso, que lo recuerdo.



                           ~ 93 ~ 
Imelda caminaba con pasos firmes y certeros en la TV. Y a
pesar de ser ya una mujer madura, que bien que se le ve.
Por ahí me entere que había estado viviendo con alguien,
pero ese alguien ya también se fue. Esa era su ruta infinita
y sin revés. Comenzar una y otra vez. El tipo aquel
cocinero también la había traicionado, pero era ya era
famosa, entonces el revuelo no se disipo. Ella era
perseguida por las cámaras que la filmaban, la humillaban
y no la dejaban olvidar la pena. Yo me sentí emocionado en
la equivocación egoísta de mi vida, en esa oportunidad, al
ver que estaba de nuevo sola en el túnel del amor. Pero
ella ya para esos tiempos amaba a hombres distintos y yo
solo me dedico a mis vicios, entonces no hay razón. Yo
creo que por eso escapo de esta nación. Los rumores del
corazón, son los que mas venden, Y ella no tenia precio
para esas cosas, por eso seria que no lo soporto.


¿Qué fue entonces lo que paso? Ayer estabas aquí
conmigo y hoy yo vas no se si realmente te quisiera volver
a encontrar. Tal vez si entraras por esa puerta en este
momento yo te diría: Me tengo que ir y el porque es tan
sencillo como sacar el truco mas tonto del bolsillo sin saber
ser un mago. Y es que llevo tanto tiempo amando un
recuerdo que si ya no me acuerdo de nada mas es porque
es todo lo que tengo y la realidad supera la ficción y la

                           ~ 94 ~ 
fricción del dolor de raspar el alma contra el suelo de lo que
pudo haber sido y estar vencido es una adicción mayor
que todas las otras por eso si tu volvieras a mi yo no sabría
como vivir al lado tuyo. Por eso mi querido capullo espero
que encuentres algo bueno en la vida porque yo en
realidad ya tengo suficiente con tu partida y tu recuerdo
asesino que me volvió suicida de mi mismo y ya no
necesito más. Sigue tu rumbo y ya se que lo hiciste yo
mientras tanto acá abandonado hago cuentas y caigo en
cuenta que he estado mas tiempo recordándote que
contigo y ese castigo me lo merezco porque solo fui un
borracho que te encontró y te perdió en la misma mañana.
La del dolor. La del hijo de puta sufrimiento que me dejo en
una elección obligatoria de compartir lágrimas con gritos de
sentimiento partido en el día más infeliz del mundo: Mí día
a día.




                           ~ 95 ~ 
Imelda - Rafael Bejarano
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Imelda - Rafael Bejarano

  • 2. IMELDA Escrito por: STAROSTA (RAFAEL BEJARANO) ~ 2 ~ 
  • 3. “El jardinero que amaneció temprano Cortó los tallos de las margaritas Y se fue mirando al sur Buscando el verano Nadie perdió tiempo en enterarse Si se fue para quedarse O si fue buscando emociones Así son las cosas Es el cambio de estaciones…” El tren que pasa, del álbum “Honestidad brutal” de Andrés Calamaro ~ 3 ~ 
  • 4. PRIMERA PARTE INVIERNO ~ 4 ~ 
  • 5. *** Nada es más parecido a la necesidad, como cuando nada cambia y tú quieres cambiar. Y esa ansiedad se convierte, tal vez, en un agujero en el pensamiento mutado en necedad. Si tan solo voltearas a ver el espejo te darías cuenta, que efectivamente ya te estas volviendo mas viejo. Y lo que queda en esos casos, es tan solo recordar, relamerse los labios y llorar. La soga aprieta fuerte el cuello de alguno, tal vez seas tú, y entonces disimulas mientras devoras el desayuno. El abandono se manifiesta en el silencio de los años ya vividos, promesas rotas sobre la mesa de noche, amores comprimidos en el bulto del pantalón, instantes de derroche y la cicatriz del corazón, que sin duda, se hace cada día mas honda… Perdemos el tiempo en callar esa protesta que se hizo culpa por no ser manifestada, pensamos que ya no podemos pensar, la vista se hace cansada y sobre el muelle se deja ver un marinero borracho en horas de la mañana que mira de reojo el culo de la chica que paso desapercibida, porque llevaba en su bolso mucha lana, que se usara para poder insertar un par de tetas con que equilibrar su vida, las culpas y los manifiestos de amor ~ 5 ~ 
  • 6. encallados en la mutilación de no tener cerebro, ni sentimientos, ni culpas. Abrí los ojos y me encontré recordando a Imelda. La resaca no me quiso soltar, y el cuarto se hizo más sucio, pero un poco más noble para llamarse celda. La luz de esa luna encegueció mi parte sensible y como cachorro hambriento salí a deambular entre callejones, en busca de lo imposible. Una puta recordó mi nombre y silbando bajo me llevo a su antro. Entregado en el remolino de su encanto, vacié tres botellas verdes de vino seco, mientras poseía la ilusión de dormir con una piedra que tenia sus sueños lejos, allá en el terruño pobre de pueblo, del cual huyo porque la manoseaba su viejo, llego a la capital, y al no encontrar lo que ella ansiaba, se acostó con todo el mundo, enamorose de un vagabundo, que la introdujo al intercambio del cuerpo por dinero, al dolor rotundo, y renunciando a lo que no se pudo, quedose en la calle, haciéndose harakiris en su vulva, e inyectándose placeres drogadictos bajo la lluvia… Yo recuerdo el día que Imelda dijo adiós. La carretera se hizo larga y ella se subió en cualquier automóvil, dejándome solo con las rosas que estaba preparando para el jarrón transparente de la mesa, que no se entero que en la casa ya no había dos, que el abandono no fue sutil y que ~ 6 ~ 
  • 7. mi alma no pudo salir ilesa. Los tallos ya tenían espinas, me lastimaron las manos, porque yo las apreté a ver si así ella volvía, pero solo llegaron mis hermanos, preguntaron como estaba, se volvieron a largar y el huerto durmió entristecido, por lo acontecido, y tuve que amarme solo de nuevo en mi cama. Imelda me expulso de su vida, ella sabe bien por que se fue. Yo sin aliento, contare lo acontecido, espero no quedar comprimido, solo con mis huesos, el remordimiento, y esa obsesión malsana de mis últimos años, de estar pidiendo perdón. A continuación, relatare los sucesos y espero, no vivir en el intento. ~ 7 ~ 
  • 8. *** Voy de un lado a otro sin rumbo fijo. Soy un pasajero errante del destierro. Recuerdo cuando cultive astromelias y no me gusto. Al lado de las rosas se veían vulgares para algún entierro. Me quede tieso acá, en medio de la estación del tren esperando encontrar el vagón sagrado que me lleve a ningún lado. Revise bien el techo y en medio de un porro tamaño titanic, flote encantado por el eclipse del mediodía, y no era nada, era que habia cerrado los ojos. Me senté silencioso en el ultimo vagón y esparcí las cartas que le escribí a Imelda y que nunca recibirá, porque no se donde esta. Me quede dormido porque es bueno dormir, para olvidar. La azafata del tren fantasma vino y me dio de comer, pero no pudiendo devorarlo todo, le devolví sus bragas. En el coche restaurante me senté a ver a esa rubia de ojos claros que se quedo mirándome en la taquilla y yo le ofrecí una copa, y en algún remolino del camino me mostró tambien su magia, gimiendo golosa mientras yo me entraba en su senda húmeda. Tome unas pastillas de no se que mierda y desperté tres días después, completamente cansado. El tren ya habia llegado y yo me baje de noche en cualquier ciudad. Quise comer chorizos y los acompañe con un buen vino barato. Un cartel de circo me recordó que yo tambien estoy en uno. En el de mi vida, ~ 8 ~ 
  • 9. donde antes fui trapecista y ahora encaro la fiera, porque soy domador. Es el día de san Valentín y yo compre unos chocolates para Imelda, los cuales se derritieron bajo el brazo, mientras yo cantaba nuestra canción parado en la bahía. No me importa nada. Yo renuncie y me quede solo. Si usted no lo ha vivido, le recomiendo que se trague una daga filosa que destroce sus entrañas, entonces tal vez, me de la razón. ~ 9 ~ 
  • 10. *** Imelda entro corriendo con rabia al baño y cerro la puerta con candado. Llevaba en una mano unas pastillas y se sentó en el retrete maldiciendo su suerte y repudiando los besos mentirosos de aquel chico loco del cual se enamoro y solo tenia quince años. - Los hombres son una mierda. – Juro al silencio y destapando el frasco veinte pastillas apuro. Se quedo tirada en el piso de aquel lugar tan frio viendo el reflejo de una tarde de primavera colarse entrometido hasta la regadera. Sus padres la llamaban desde la sala, pero Imelda ya no estaba. Sus ojos ahora se enredaron con las lágrimas del alma que se le escurrían por su rostro hermoso que habia conocido el engaño por primera vez. Ella pensó que los besos de su enamorado eran la luz en la tormenta, pero todo fue su invención, porque nada de eso ocurrió. El chico estaba con otra chica y ella pudo ver la traición en su propia casa un fin de año, en medio de la fiesta, al abrir sin querer la puerta del estudio de su padre que revelo unas piernas levantadas al cielo y su hombre ejerciendo el oficio de penetrar sin saber por que. ~ 10 ~ 
  • 11. Las pastillas surtieron su fatal efecto y la mirada se hizo borrosa, ella quiso ver otra cosa y en medio de su sueño, pensó que por fin iba a abandonar el mundo. Se quedo profunda, en lo más profundo, hasta que por fin pudieron abrir la puerta del baño y llevarse a Imelda a un hospital, un rápido baño estomacal y la promesa a su madre de nunca volver a hacerlo. Esa fue su primera experiencia, su primera desilusión y su primer despertar. De esta actividad quedo una inseguridad siempre presente, un deseo de autodestrucción y la malsana manía de enamorarse de hombres erróneos. Tenía un cuerpo de diosa. Dientes blancos y afilados, como el marfil que le dijo “Jaque” al rey con un alfil, porque si, ella no cambia nada. Su cabello color marrón encendido, casi naranja, que atrapaba almas, y las guardaba para si, porque era irresistible. De buen porte, senos redondos y grandiosos, piernas firmes para la lucha cuerpo a cuerpo con los hombres, que le enseñaron a perder, porque tenia mala suerte en el amor, en el juego y en el olvido. Nunca pudo con esas tres cosas. Era como un espíritu con las ventanas rotas, por donde el viento frio se fue quedando poco a poco. ~ 11 ~ 
  • 12. Cuando tenia diecisiete conoció el teatro y supo que esa seria la jugada en la partida de su vida. Sus padres le pelearon hasta el nomás para que estudiara otra cosa, que mire mija que eso no da comida, pero ella siempre fue tan testaruda, que se hizo la ruda y se fue de la casa paterna a probar suerte en la sensibilidad de la vida, perdió sus alas, cayo del cielo y como mujer libre, sonrió y fue feliz. Vivía en un cuarto de paredes blancas, en el centro de esta ciudad. Escuchaba blues hasta la madrugada, fumaba marihuana de la buena, tenia su frazada mas amada, hecha por los indios del páramo, que le enseñaron a tomar yagé, a perderse entre los ritmos y a vomitar todo lo malo que le habia pasado en su historia. De esta mezcla casi milagrosa, ella se convirtió en una mujer que pensaba, ella era una Ilusión. Ella era Imelda. Participo por primera vez en una pequeña obra de barrio llamada: “Charlotte, la otra” Y ella como protagonista principal, se desnudo en vivo y en directo por primera vez en las tablas. Ni más decir que fue un gran éxito, pues todos los chicos iban a darle a sus ojos de comer, y ver si le podían robar las tangas. Finalmente la concienzuda junta comunal le dio fin al especta-culo espectacular de Imelda y los chicos salieron felices, pues tenían una imagen con que masturbarse en secreto, los muy aprendices… ~ 12 ~ 
  • 13. Ella conoció entonces el poder monumental de su cuerpo y decidió convertirlo en un señuelo para atrapar. No le importaba nada de la moral, no temía los reproches de su mente, no se decía a si misma lo que ya sabia, y decidió vivir libre, mientras podía… ~ 13 ~ 
  • 14. *** -¿Qué haces? – Me pregunto Imelda desde la puerta del baño - Nada - Le conteste mentirosamente fallando en el engaño. - Si vas a empezar con la botella me avisas y yo me voy para la mierda. – Contesto secamente cepillándose su hermoso cabello. Lo pude ver desde la puerta. - ¡Pues vete a la mierda! – Le grite para darle cuerda. Ella salio furiosa del baño e ingresando al cuarto se coloco su falda mas corta y sus botas de siempre al acto. Se me subió a la sien toda la sangre al verla tan sexy saliendo un viernes en la noche. Yo tenía hambre de ella, pero me negaba a comer. Tenía un lado lleno de odio que siempre me decía: No. Era obvio, ella tenia otro, pero yo me llenaba de alcohol para no imaginarla junto a el. Para ese momento ya todo iba mal. Yo bebía de noche y dormía de día, entre mi cuarto nublado y sin nadie al lado, pues Imelda nunca estaba. A mi me gustaba quedarme ~ 14 ~ 
  • 15. dormido y soñar con ella. En ese momento solo era mía en sueños, y presentía que saldría corriendo de mi vida en cualquier momento. Y no erré. Una noche me encontré con ella en la puerta y mi estado de ebriedad no me impido detectar que ella habia estado con otro. Entramos a nuestra casa en medio de la interminable disputa. Yo le dije que ella era una puta y que yo no la amaba. Ella se rio de mi y se fue a dormir. Yo entre corriendo detrás de ella y le suplique que me amara. Que sin ella, yo no era nada, pero ella se quedo mirando la pared y en su silencio, se quedo dormida. Por ella yo volví a beber. Tal vez nunca deje de hacerlo. Es muy duro tener una mujer como Imelda. Yo trate de hacerlo todo, pero al final se me desbalancearon los ejes, se me apagaron los faros, me quede sin gasolina, y yo tan imbecil mande a revisar el carro, en vez de revisarme a mi… Eso paso hace algunos años. Eso paso así. Así vi mi maldición nacer. Ya amaneció y yo estoy acá solo. No hay nadie aquí. Me levante afanado y me duche cansado y me fui volando otra vez al mismo lugar. Ya no pienso nada bueno por mí. Ya me olvide de todos los demás. ~ 15 ~ 
  • 16. El bar esta oscuro, como siempre, por los vidrios ahumados por el asombro de todos nosotros, fieles borrachos, residuos de vasos rotos por la mano vulgar, que alcoholizada, nunca se cansa de levantar la botella y protestar, por la que se fue. Mi vieja nunca me lo dijo, pero con el amor hay que tener cuidado. Yo lo aprendí del modo inadecuado, sufriendo en la quimera de pensar que si puede ser, pero desde la primera me entregue al dolor, el cigarrillo y la desesperanza. La sangre no se cansa, y el destino me entrego un puñado de flores en forma de mujer, aprendí a perder, y sin orgullo, me convertí en un perdedor. Ahora gasto mis días oscuros entre malandrines, bohemia decadente y licor. Fumo por no poder hacer otra cosa. Aborrezco los jardines, pues siempre me recuerdan a Imelda. Me quedo dormido en la incomoda silla dándole de comer al rencor, me abraza el frio de la pared descascarada, donde deposite mi alma cansada. Mis fieles amigos me dan aliento, se sientan, comentan, y beben en nombre de mi pena, hasta que me pongo contento. La luz del mediodía me recuerda que falta mucho para que sea otro día, entonces llamo a la mesera y entre el humo del tabaco, yo comento siempre la misma historia, hago filosofía y me olvido por momentos de mí. Pido otra canción en la vitrola, la misma de siempre, la que me recuerda que no somos nada. Salgo al amanecer, tambaleante por la ~ 16 ~ 
  • 17. calle olvidada, donde vomito y no hay nada que hacer, y me voy llorando hasta llegar a mi casa, donde espero el final de la alborada para quedarme dormido. Desperté esa mañana, sabiendo que tenía que olvidarla, pero no sabía olvidar. Imelda y su corazón. Su mirada cansada de buscarme sin encontrarme, hasta que algo le dicto su razón y la maleta en la puerta me aviso que todo habia terminado. Yo cerré los ojos, pues la habia perdido, solo era un jardinero infeliz, solo era un despojo, ella su decepción habia curtido, y sin mas demora, se marcho de aquí. Imelda me habia amado, y yo tambien. La alfombra de la sala fue testigo de esa fuerza pero ella se entrego a la decepción de ser yo un fracasado. Un símil comparativo destructivo y de antaño, reboso entonces por su boca cuando me dijo que yo era un cabron. Recopile casi diez años de mi vida en esa palabra y para desquitarme torpemente, la mande al carajo. Ni una lagrima asomo en su rostro, y yo, desesperado, mande una paloma verbal con La palabra: “Espera” pero esta no fue mensajera y tras la puerta desapareció. Ella tenia su encanto peculiar, desde la primera vez que la vi lo supe, y cuando me fui a vivir con ella, tambien me entere, que sin duda, me iba a quedar solo. Tome su cuerpo cuando aun estaba joven, vigoroso y ~ 17 ~ 
  • 18. delicioso. Imelda ya sabía como era todo, pues con otro hombre ya habia vivido. Tambien corriendo de el habia partido, y ahora era mi turno. No supimos ganar la partida con Imelda, y en la arena, el capote se me soltó y la grada no asomo ni un pañuelo blanco. Yo la vi por primera vez, sentada al lado mío, pero yo miraba sin comprender, noble bruto al parecer, porque mi reino es el del revés. Pero ella supo tejer la red, y yo, adherido y consiente, me di ánimos en la pelea y con calzón morado intente noquear, no tire la toalla y salí noqueado… ~ 18 ~ 
  • 19. *** - No mientas más. Tú no me amas… - yo si te amo – Le dije parándome de la cama. - No es cierto…No me amas a mi, amas lo que represento yo para ti… - Eres lo que amo…eso representas…Insistí. - Tus palabras locas ya no me convencen, todo lo que necesito es amor…y tú juegas a amarme, como un niño carente de afecto.- Me dijo señalando con sevicia mi defecto - ¡Maldita sea! ¡Si te amo! – Y me puse a llorar - No – Dijo y me dejo de mirar - Amas la imagen de una mujer libre y por que no decirlo, bella. Amas lo que no puedes ser y quieres serlo a través mío. De mis ideas. Amas que los demás hombres nos volteen a ver cuando caminamos juntos y eso te llena de ego. Tener algo que otros quieren y no tienen. ¡Ten pantalones! ¡Reconócelo! ~ 19 ~ 
  • 20. ¡Te lo ruego! ¡Por eso estas conmigo, maricon! ¡Tú no me amas en realidad!... ¡Solo buscas en mi a tu mama muerta! Yo seguí llorando junto a al puerta. - Yo sabia que esto tarde o temprano iba a ocurrir – Continuo sin dejarme discutir…Vives en un puto mundo irracional…Yo deje todo por ti, y a cambio me diste esta rutina infernal que ya no soporto mas…Yo soy una mujer libre ¿Entiendes eso?...Y me agarro del cuello de mi camisa y acerco mi rostro empapado por mis lagrimas al suyo, hermoso, dislocado, inolvidable. Yo le di un beso…ella me soltó lentamente y se arrodillo en el suelo del cuarto con ese gesto de cansancio. - ¿Por qué me haces esto? – Le pregunte susurrante. - ¿Por qué me lo haces tu a mi? – Me respondió insultante mirando su maldito y estupido gato jugar un rato con mi camisa de algodón, que ella jamás plancho para mi. Por maricon. No se si pasaron horas, minutos, segundos, días, pero los dos nos quedamos allí, en silencio, viendo los pedazos rotos, en aquel cuarto, éramos dos locos escuchando el ~ 20 ~ 
  • 21. silencio que ahora estaba conmigo. Una pareja fuimos. Estábamos partidos por lo más invisible que he tenido en frente: El amor. Ella encendió su eterno cigarrillo y se desnuda, solo para provocarme calor. Ella sabia bien que yo no podía soportar el solo pensar que otros hombres pudieran tenerla y por eso se acostó en la cama con su desnudez, mientras levantaba sus piernas y jugaba con el gato que siempre odie. Yo no tenía ni ese consuelo. Ya ni mis pies los quería el cielo. Probé mi propia medicina y alguna vez ya me lo habia dicho una vecina: Te vas a quedar solo. - Eres una perra… -Le dije con rabia. - Si…Aprendí del mejor…de ti. Yo no lo puede resistir más y salí corriendo de la casa sin saber donde ir. Mi alma se la encomendé a San Cristoforo y decidí que mi vida en ese momento era un estorbo. Entre corriendo a la cantina y me bebí una botella de Un sorbo. Mi conciencia finalmente se me quedo embarrada. Yo lo tuve todo y después de Imelda me quede con nada. Me embriague hasta los huesos y caí sin sentido en mitad de la calle. Perdido, solo, derrotado, inanimado… ~ 21 ~ 
  • 22. *** Ella me dijo un día que quería salir conmigo y yo acepte medio confundido, medio comprimido por la emoción que casi me asfixia, se me detuvo el corazón, pero seguí adelante. Ella me estaba esperando a la salida de mi jornada laboral y yo por no quedar mal, le lleve un pequeño presente. Ella estaba como ausente, mirando a todos lados, pero luego se sintió mas tranquila, con mi broma matutina y me tomo del brazo y nos echamos a andar. Era un atardecer de otoño, y yo pensaba mientras la veía caminar a paso lento pero decidido, que ella tal vez si seria para mí. Y empezó a nacer en mi, ese sentimiento diluido, que luego llame amor, por se cortes conmigo mismo. - ¿Te queres tomar algo? – Pregunto sin mirar a ningún lado. - Si claro, lo que tú quieras. – Conteste cortésmente sin escucharme lo que habia hablado. Y así llegamos a un viejo bar del barrio aquel llamado La Candelaria. Refugio de soñadores sin remedio, incapaces ~ 22 ~ 
  • 23. de ser cambiados, profesores bohemios de la vida nocturna en busca de una alumna a quien amar por momentos. Mujeres fáciles que se emborrachan y duermen con cualquiera, sin opciones, como luces de candelabros disyuntivos y de decisiones rápidas al encenderse y apagar la luz del día, porque en aquel sitio eso a nadie le interesa. Imelda se sentía en su almizcle. Ella, la misma actriz de teatro que duraba horas bajo la regadera, esperando a que alguien la quisiera, llevándose las manos a sus piernas enfundadas en jabón de olor y tocándose como una oración que jamás se declama en voz alta. A mi me gustaba ir a ver sus obras en pequeños sitios con poca gente, en donde ella daba lo mejor de si sobre las tablas, recibía algunos aplausos y unos billetes doblados por el derroche lastimero de su inevitable talento. Los rasgos de ser una mujer fatal los llevaba desde las plantas de sus pies hasta el desdoble figurado de su rostro aburrido de no encontrar un hombre capaz de ser macho al mismo tiempo para llenar con el todas sus grietas esculpidas por amar. Santa Maria se tapaba los ojos cuando la veía pasar con sus minúsculas faldas al doblar la esquina de la iglesia cada día. Ella y sus movimientos de cadera al ritmo de la salsa era una invitación a explorarla y yo balbuceaba cuando la tenia enfrente, porque se me llenaba la boca de tierra. ~ 23 ~ 
  • 24. Nos sentamos en una vieja mesa de madera, frente a frente y me pareció cada minuto más bella. Imelda me contó sobre un libro que leyó de una historia peculiar. Era la de un paramilitar que deserto y contó su vivencia. Yo tenía mis ojos en los suyos y la vela se apago antes de poder entenderla. Nos sacaron del lugar, eran las seis de la tarde y la ley seca estaba por iniciar, porque el fin de semana era electoral. Yo me reí por lo bajo del voto popular y ella me dijo que tampoco iba a votar. Nos fuimos caminando por la calle séptima y al ver un parque solitario, compramos un trago barato, lo enfundamos en una botella de plástico y nos sentamos a charlar allá. Me di cuenta de que me gustaba mas de lo que cualquier mujer me hubiese gustado jamás. Hable de mi vida y de mis cosas sin sentido y ella me vio como afligido y me dio una sonrisa de resurrección, que hasta hoy, llevo tatuada en mi cuerpo interior. Me contuve hasta lo indecible, porque quería besarla pero no podía arruinar la primera cita. Ella lo sospecho, pero no dio pie a la situación y yo mas tarde la lleve a casa encantado. Imelda dijo que quería repetir aquel bocado y nos pusimos una cita futura, que seria la más dura, pero tambien la mejor. ~ 24 ~ 
  • 25. Esa fue mi Imelda y nuestra primera cita. Yo en esa época imprecisa bebía encandilado en el trapecio de mi inconciencia de toda la vida de embriagarme para olvidar, para ver si con la cirrosis se alteraba mi historia. Pero hay cosas que no pueden cambiar. Ella se enamoro de todo lo malo de mí, de todo lo que por dentro tengo negro, y eso mismo fue lo que la saco corriendo de mi cama, de mi casa y de mi vida. Por poco y me desintegro. Llego finalmente la segunda cita y con ella la revelación de mi amor y de los caprichos del destino, que no se a que juega. Éramos dos en la ciudad y eran horas calurosas de la tarde. Ella ese día se reía y me hablo de su padre. Ella lo amaba, ella lo quería, pero el ya estaba muerto. Ella me contó de los hombres que la habían dejado, me confeso que ella habia sufrido infinitamente por uno al que ella tuvo que dejar, pues se la habia llevado a otra ciudad y la mantuvo en una celda, porque la quería solo para el, y ella no quería eso. Ella quería ser Imelda. No soporto su estricta disciplina y su férrea obsesión de mantener todo en casa organizado. Peleaban, hacían el amor, se perdonaban y amanecían de nuevo en otra guerra. Finalmente un día ella tomo la carretera, con la ayuda de su suegra, quien sintió lastima de ver su mirada imposible y le dijo: huye. Y ella Huyo. Volvió a su pequeño terruño en donde su padre la recibió como si hubiese vuelto de la otra vida. Admire yo su valor ~ 25 ~ 
  • 26. suicida y su intención de no morir abandonada ni engrasada en el sudor de un hombre que no la supo valorar. Ella y su padre, siempre fue para mí un relato singular. Imelda me contaba que ellos salian a fumarse un cigarro al parque contiguo a su casa, pero él murió un día y ella nunca me dijo de que. Y yo nunca se lo pregunte y debí habérselo preguntado. Ella callo más de lo que dejo ver, y yo debí haberme esforzado en hacerle creer que yo era un amor equivocado, pero que por nada debió haber renunciado…Y no fue así. Ella renuncio. Y yo no soy el mío Cid. Yo soy el que lo escribió. Yo soy el anónimo. ~ 26 ~ 
  • 27. *** Empezamos a salir los fines de semana y ella se convirtió en una puerta abierta por donde dejarme ir. Era como ir en bajada. Era como el juego del remolino que se lleva todo lo que aparece en su camino. Yo, un jardinero de manos callosas y rostro sin afeitar, salía con la diosa que se evaporaba solo en mis sueños, porque si señores, yo era un soñador. ¿Y por que? Porque deje mi alma en venta muchos años, hasta que las rayas de coca me dejaron casi al otro lado, pero yo cruce el túnel a nado y esa luz me dijo: “Estas aguas son peligrosas” Y me mandaron de nuevo al estrecho rio del vivir, y aprendí el oficio de podar y podar. Por hay fue donde empecé a soñar. Imelda me confeso una tarde soleada en la tercera cerveza que una vez estuvo embarazada, ella estaba encantada, pero que perdió al chico por ser un embarazo ectópico. Ella vivía con el que le habia hecho daño hace algunos años y yo me imagine que hubiese pasado si ella hubiese dado a luz. Pensamiento ilógico, pero tal vez de haber sido así no estaría conmigo en ese momento y en mi egoísmo interno, me sentí yo feliz, me santigüe con una cruz y me empeñe en estar con ella. Mas tarde, ese mismo día, nos estábamos besando y yo me condene como un tonto sin remedio. Ella beso mis ojos y me dijo que me enviaría a casa con los ojos más ~ 27 ~ 
  • 28. hermosos del universo. Desde ese día mi mirada esta como iluminada y pocas veces he podido verme a través del sucio espejo de mi baño, sin eclipsarme con mi reflejo. Imelda a su vez, llevaba siempre una mirada calida y una sonrisa tenuemente dibujada en su blanco rostro. Yo la observaba de lejos desde el jardín, con mi overol de trabajo puesto. Ella estaba adentro en las aulas de clase, aprendiendo lo que una mujer no necesita aprender, pues siempre serán excelentes actrices. A menudo yo veía en aquella escuela de actuación, jóvenes con convicción de querer interpretar personajes sin parar, pero Imelda siempre se hacia notar en cualquier parte. Yo me dedicaba a mi jardín con una excesiva dedicación que rayaba con la obsesión y el delirio. Cultivaba yo las mejores rosas y lo hacia porque cada vez que las regaba pensaba en ella. Imelda una mañana se acerco y me dijo que las rosas estaban muy lindas y yo de inmediato desperté de no haber visto nunca nada en mi vida y ella, bajo el rayo de sol alumbraba como una visión. Yo desenvaine mi navaja y corte la más hermosa y se la regale. Ella me miro y sonrió encantada mientras daba la vuelta y volvía a sus clases. Yo a partir de allí, cultive cada tajo de mi jardín con precisión y celeridad, poniendo especial cuidado en las rosas que ~ 28 ~ 
  • 29. daban al ventanal por donde yo espiaba a Imelda, para que ella las viera y se acordara tal vez de mí. Ella en esa época salía con un malandrín, que se decía a si mismo profesor. Varias veces la vi, entrar al sucio baño del instituto, donde se encerraba a llorar y a no querer salir y todo por culpa de aquel infeliz, que para demás, era un hombre ya casado, que le dijo que con su esposa ya no vivía, pero era mentira, ella se entero, y de nuevo su amor se hubo desencantado. Escribí un día yo, una tontería en un papel, porque yo soy así. Yo no tengo cura. Le entregue esa pequeña misiva frontal, a ver que tal, y ella me respondió con una mirada fina y luego me pregunto en que pensaba yo cuando escribía. Yo no supe contestar y el resto ya es historia… Ella. Siempre amada. Llevaba esas botas largas, que para mi eran tan sensuales como un encaje ceñido de bragas. Yo tome mas apuntes para no olvidar. Me dieron ganas de llorar por lo que yo mismo hacia y el amor me inundo. El destino nos junto y yo deseaba vivir tranquilo. Una noche espectacular, pude ver por fin sus botas debajo de mi cama y me tome todo el tiempo del mundo para hacerla sudar. Sudar agua bendita, desde los pies hasta su pelo. Fue lo mejor para mi, lo peor y no se olvidar ninguna de las dos ~ 29 ~ 
  • 30. cosas. Tenía esa mirada afilada que cortaba mi pensamiento y bebía alcohol en desenfreno, mejor que yo. Ella lo hacia con elegancia. Yo con ansias. Me quite las agallas por ella y ahora soy un cobarde. La herida abierta todavía arde, y no me importa. Ella tambien me escribía cosas preciosas y yo me imaginaba su cuerpo entreteniendo mi cuerpo. Después de la imaginación, iba a la práctica. A nuestra privada partición. Depravación y terminación del acto sagrado de dormir a su lado. Parece ser que por ella yo perdí la inocencia de no saber que se hace por la ignorancia, ahora todo será más complicado. Ella, la Imelda extraña que siempre sabia como hacer las cosas, me llevo una noche por el medio del altamar de la luna y se quedo parada. Mirándome de frente, luego me beso y caminamos así, desenfrenados por el cuero de la vía Láctea, hasta la mañana. Yo ahora no puedo dormir, sufro de insomnio, cuando todos están dormidos, y recuerdo los planetas por los que anduve, prendido de la falda de mi Imelda. Ella siempre tenía la razón en todo lo que me decía. Yo me reventaba de ira y después me mecía encantado de estar con ella. Empecé a escribirle estas cartas que me llenaron hace años la maleta y ahora van dejando un rastro de sangre, de miedo y sangre por donde la ruta me aleja. ~ 30 ~ 
  • 31. Estoy sentado en un bus enorme sin conocer a nadie, pero todos me miran curiosos de mis gafas oscuras y mi cabello enredado de recibir tanta luz. Metí la mano morboso y saque una carta entre muchas y me encontré con una marcada con una seña particular y la leí despavorido mientras me movía en la carretera a un pueblo extraño, a ver si allí encontraría a Imelda. Y sin saber que me iba a encontrar… CARTA DE CUMPLEAÑOS Para Imelda, en su cumpleaños: Hola querida, hoy estas cumpliendo un año mas de vida, y yo, un pobre suicida, te digo que sin ti yo no soy nada. Ya vacié mi amor en esa copa por la herida, y el eclipse lunar me hizo caer al suelo. Tengo puesto en el rostro un velo, y en el bolsillo te llevo un caramelo, que se va a derretir de tanto mentir en la promesa de que hoy te veré, pero no es cierto. Yo se que soy el problema, pero tu, mi nena, no estas conmigo y me agarro el desenfreno de querer abrazarte y el remordimiento lascivo, de no hacerlo cuando te tuve enfrente. La última vez que nos miramos fue tan cruel, que creo que por eso me convertí en hiel, y los ~ 31 ~ 
  • 32. teléfonos se me perdieron en la agenda de prometer: “Ya no nos veremos” Recién acabas de cumplir un año más, y yo ya no puedo más. No se puede parar el corazón cuando esta a un paso de la explosión. ¿Tú me dejaste? O yo te deje ir… ¿Es una insolación o solo el fin? Todo lo tuyo ahora me hace mal. Me esta doliendo la cabeza y me enceguece la soledad. Yo, de verdad, soy un prisionero de tu ausencia, y puedo decir, que en esencia, no soy yo nada. Se que debo volverme un poco mas duro, pero tu recuerdo me esta ahorcando. Mis días se m van acabando, se están amargando, y no puedo cambiar ¿Y que? A mis ojos se les ve desde lejos que han llorado. ¿Cómo hacer para no seguir arrodillado? Solo quiero decirte, Imelda de mi alma, que en verdad a tu lado, fui feliz. Con tanta cama para mi solo, yo no puedo. Con tanta casa vacía, yo no quiero. No desee perderte. Pero estoy perdido yo. No tú. Soy yo. Solo yo. Me queda una profecía en la piel, y es la misma de tu tatuaje atrapasueños en la espalda, tú te vas volando y yo ya no soy yo. No soy el. No soy tu. No soy ni mierda. Sin ti, no soy ni mierda. Me parece ver en un cuaderno una ecuación en la que todo apunta al menos. Es muy duro perder. Es muy feo el no vernos. Esto será mi fin… ~ 32 ~ 
  • 33. ¿Por qué diablos ya no estas aquí? PD: Solamente queda, si no te molesta, devolverte hasta mis pasos y acabar de una vez conmigo… ~ 33 ~ 
  • 34. SEGUNDA PARTE VERANO ~ 34 ~ 
  • 35. *** Me baje del bus cansado de estar tan cansado y conté con una sola cosa: El sol. El día era bonito, pero yo solo quería llegar a un hotel, porque el peso de mis ojos me tenía ahíto. Otra vez presencie las calles derrotadas por el paso de los transeúntes y las llagas firmes del asfalto quebrado y no se por que me recordó mi alma. Me dijeron que en este sitio encontraría a Imelda, y en el medio de este lío en el que me he metido, estoy en la indecisión de quedarme en el fondo de mi guarida, que es la cobardía, o encararme sin freno y buscar a mi dama. Damita, dice un amigo cuando se despide de una chica. Un hotel que se despedaza a cada segundo, fue mi morada en este otro lugar y no se por que Imelda aquí vino a parar. La quiero ver y por que no, que me quiera de nuevo. En la calle cene unos huevos y los adorne con un pedazo de tocino que corte con un cuchillo mientras la luz de esos bombillos me alumbraron el camino hasta la dirección donde alguien me dijo que encontraría a mi amor, pero me dijo que no, que no dijera quien me lo habia dicho, que ese anonimato era su petición y yo le agradecí de todo corazón. Me contó tambien otras cosas salidas de su boca, que al principio me parecieron locas pero que escuche atento, pues me estaba informando mientras yo lo estaba mirando ~ 35 ~ 
  • 36. que habia sido de mi Imelda después que me dejo dormido y me abandono. El personaje contó que después de su partida, estuvo viajando a otros lugares con un pagare de su madre, que desenfundo el dinero para que ella tuviera vacaciones. Y no es que fuera apartida. Es que le gusta volar en avión. No le gusta el calefón. Pero eso esta bien. Me dijo que habia conocido en otro país a un chef de mediana edad que preparaba ceviches y cócteles de verdad y que el tipo tan enganchado quedo, que se vino a vivir hasta por acá solo por estar con ella. Yo se bien que no se que quiere ella. Lo tengo claro. Ella no. Nunca sabe por que esta con un hombre. Pobre del guevon, porque yo, vengo por la segunda mitad, y cambie la delantera, a ver si así anoto al menos un gol. El del empate. O con un bate, me saco un home run y me gano un chocolate. El de ella. Pero mucho me late, que la cosa se me viene a contramano. Y no traje mi traje café. Traje mi traje humano. Yo no quiero que esto dure toda la eternidad. Pero se me esta viniendo encima la verdad, junto con la edad, y yo debo confesar, que al llegar hasta el lugar, me quede armado mirando la puerta de esa casa de luces apagadas. Mi filosofía me indica que es mejor correr, ya se muy bien ~ 36 ~ 
  • 37. perder, pero yo no me puedo ver mas así, entonces avanzo presuroso hasta la puerta carmesí y me quedo mirando la cerradura con un gancho de cartón que indica: No molestar. Sentí inmediato un malestar pues eso es lo que se pone en los hoteles cuando la pareja se aleja para entregarse y amar. Que frialdad tiene esta mujer. Que ganas de volar la puerta y mirar. Se me salio una lagrima, bien dura, por la pena. La vergüenza me fue ajena y con toda vigorosidad toque la puerta. Una vez. Otra vez. Nada paso. Nadie abrió y desde lejos me quede mirando las cortinas inmóviles para convencerme que ella no estaba. Me devolví por otra calzada y me fume hasta los dedos por la tristeza. Imelda no estaba. Tenia que esperar. Mañana otro día de verano, otra puesta de sol que no se por que ya no lo veo tan lejos…Y mañana se acaba el año!!! Imelda estaba encantada con la nueva adquisición. Abandono el instituto de actuación y se paso a una universidad formal, donde le darían más que estudiar y la convertirían en una profesional. Ya no estudiaba actuación, el diseño se convirtió en la nueva vocación. Ella me dijo una vez que siempre seria igual, pero no, todo se puede poner más formal, y a ella le paso. Yo soy el que no puede cambiar. Ella tiene una nueva vida, y yo, mejor que mi boca ni lo diga… ~ 37 ~ 
  • 38. No tenía sentido estar en aquel paraje, así que rabioso tome de nuevo mi equipaje y busque un bus para irme de vuelta a mi ciudad. Iba de nuevo vacio, fue una mala idea, que ella haga lo que quiera, yo mismo me decía, mientras veía de perfil el Terminal de transporte que no hay quien lo soporte en esta festividad de un año que viene y otro que se va. Estaba a punto de abordar la carretera, pero descubrí que me olvide en aquel hotel la cartera, y me devolví por ella. Cuando entre en la habitación, le di propina al botón y me acosté a dormir…y me quede dormido. ~ 38 ~ 
  • 39. *** Ya no tengo tiempo, pero si ella es mi templo, yo me voy a trote lento, para encontrarla en esta fiesta que es la de final del año. Las luces de este pueblo están encendidas y todo esta oscuro en mi casa. Salí con mi chaqueta de cuero, para ver si así se acuerda de la primera vez que me vio. Un viento frio de pertenencia nocturna volvió y me hizo pensar que ya no estoy joven para esto. Un acordeón se desliza suavemente entre las notas callejeras y por eso quiero estar acá. Me compre una botella de chicha, para beber desaforado con lo más barato que encontré. Papa me dijo que el no era así, y que no sabe yo a quien putas salí. Un ataque a la yugular cuando la vi en medio de este maremoto de gente. Me llego una angustia urgente, y no supe bien que pensar. Las ruedas giratorias del zar de la región daban vueltas dentro de mi, probablemente, por enésima vez, estoy ebrio. Quiero seguir bebiendo para sacar fuerzas de las flaquezas que me inundan para poder ir y hablar con ella. El tipo este es el que me habían comentado, el la esta abrazando y ¡Que curioso! Ella parece feliz. Un sonido que ahora es de regué salió presuroso de una bocina. Aquí no hay vecinas, entonces bailo solo. Ella ya me vio, hizo un gesto raro y al tipo beso. Será esa marca de Caín que llevo desde chico cuando me ~ 39 ~ 
  • 40. caí, lo que me vuelve así. Un chico loco esta a mi lado, fumando la hierba del rey, yo me acerque y le grite: “Hey” y el me dio un porro. Yo lo fume y ahora corro enloquecido entre las casetas de golosinas, ocultando mi pena con sonrisas, que vienen de no se donde. Me voy acercando con libertad hacia Imelda, esta con la hermana mayor, y me quieren evitar. El tipo grande y moreno acompañante, con la cabeza al rape y un buen traje, que le costo un buen dinero, se coloca en posición. No me importa nada. Es la verdad. Solo voy guiado por mi necesidad. Quiero libertad. - Hola Imelda El silencio evidencio toda respuesta - ¿Podemos hablar? -No. No podemos. - No aguanto más. Hablemos. - Déjame tranquila. Estoy con alguien. Ya me hierve la sangre. Protesto. - No me dejes así. Es solo una palabra. El tipo se acerca con los brazos en pose de palanca ~ 40 ~ 
  • 41. -Vete a la mierda borracho. Ahora Imelda interviene entre mi despojos y el macho. -Déjalo. Yo voy con el un momento. No me tardo. Se voltea y me mira increpando: -¿Por qué me jodes? - Te estoy buscando desde hace rato. - Olvídame para toda tu vida. Ya no hay tiempo para la alegría. Esto ya se acabo. - Por favor nombra mi nombre. Al menos déjame eso en este momento. - No quiero. Tu recuerdo me hace daño. - Ya pasaron varios años. No se olvidar. - Puedes dejarme en el rincón de tu vida toda la vida. No me busques. No me sigas. Lo nuestro termino hace rato. - Nadie me esta cuidando. Me estoy desmoronando. Vuelve conmigo por favor. - Aburrido e innecesario. Mi ropa ya no existe en tu armario. Vete. El año esta empezando. Empieza tú también. Ahora pareces un “Nunca” más con cuero encima. No te me vengas encima. Esta haciendo un buen clima. Es verano. ~ 41 ~ 
  • 42. Ve y búscame un reemplazo. Y no me busques más. Vive tu vida. -Lo mejor de mi eres tu. - Lo pero de mi fuiste tu. No hay rollo. No hay caso. Si prefieres vivir atado a lo que tú terminaste, es tu problema. Yo ahora solo tengo veranos y primaveras. Has lo que quieras. Y se volteo y volvió con su grupo mientras yo borracho y drogado, me quede viendo la pólvora estallar en lo alto. No los vi más después de un rato. Me quede sentado en una banca de aquel parque de pueblo pobre. Bebiendo licor y lágrimas. Al frente una cantina abierta en la madrugada. Un tango solitario de bandoneón silbo y me abrió esa puerta. Me entre desaforado por el maldito alcohol. Me senté en la última mesa, que es una sombra. Seria este el último encuentro con Imelda. Tengo pena. Un rumor de esencia viajera me dijo: “Ella era buena y tú no eres triunfador” Me hice de ese titulo merecedor. Mis manos abandonadas en medio de un charco de barro me despertaron y ya era mediodía. Mi alma quebrada como el bolsillo de mi pantalón me dijo que todo esto es muy extraño. Ya lo he perdido todo. Acaba en efecto, de comenzar el año y yo me engaño, porque ~ 42 ~ 
  • 43. mentirme es como un compañero, que no existe, pero me da animo. Todo me aqueja. Me quiero pintar con el optimismo, mientras voy al segundo piso del hotelito a bañarme la condena de amar y no ser amado. No puedo vivir sin pasado, el aliento de mi boca, siempre oxidado, y me hacen falta muchas cosas. Imelda soplo una vela y todo se apago. ~ 43 ~ 
  • 44. *** Imelda estaba sentada contemplando el mar. Sabía que ella no era una mujer de compromisos a largo plazo. Se quería estabilizar, pero no le gustaban los lazos. Después de su primera experiencia viviendo con un hombre y después de su huida amarga, solo quería tener vida larga, pelar el cobre sin vergüenza y decir: “Por siempre, jamás” Acordes de guitarra sutiles se colaban entre el viento y merodeaban su oreja y ella dejo de ser tan pendeja y se lanzo al verde azul marino. No habia duda. Imelda era feliz. “Quiero aprender a soñar” Decía mientras se sumergía imprecisa en el agua salada. No pasaba nada. Estaba bien. Estaba tranquila. Se tomo un tequila en el barcito de mimbre y se dejo llevar. De repente empezó a sonar su teléfono celular. Era su mama, que la quería saludar. Ella la escucho sin escuchar. Ese momento era suyo y de nadie mas. El barman preparo un cóctel de ceviche y ella en un fetiche se adorno la muñeca con una manilla de pepas amarillas que le quedaba hermosa. El tipo se acerco y algo al oído le susurro. Imelda sonrió y los dos se quedaron conversando en la arena hasta la madrugada. Ella no estaba cansada y el tipo le hizo el amor. Mejor que nadie en toda su vida. Mejor que el silencio. El amor. ~ 44 ~ 
  • 45. Ella volvió de esas vacaciones encandelillada con el tipo aquel, barman y chef, que le preparaba guisos a su alma y bebidas a su corazón. Ella sentía esa empatia, pero el sentimiento iba a tracción, pero se dejaba amar. El hombre estaba encantado, era un buen tipo, tenia dinero empotrado en el bolsillo del pantalón. Mirada calmada, se notaba que casi nunca decía nada, pero los actos lo convertían en todo un campeón. El quería aprender a ladrar, se quería hacer notar y de esa manera se traslado poco a poco hasta este país, aquí se quedo a vivir y como muchos otros, se postro a los pies de Imelda. - Como me gustan los mariscos. – Decía ella mientras almorzaban en su casa un mediodía de cualquier día de Mayo. - Tú me gustas más - Mentiroso - Es cierto - ¿Cuanto? - Me gustas más que mi propia vida. – Contesto el trascendentalmente. Ella sonrió como siempre: Abriendo sus grandes y hermosos ojos negros mientras ponía esa cara de ~ 45 ~ 
  • 46. incredulidad que la convertían en la mujer mas sexy del mundo cuando lo hacia. No es mentira. Es una realidad. Ella empezó una relación formal. Asistía todas las mañanas a sus clases de actuación, hacia extras ridículos para la televisión y disfrutaba apostando duro en la ruleta rusa de la vida. Ella y sus momentos suicidas nocturnos, cuando iba dejando todas esas miradas varoniles desperdigadas por donde pasaba mirando a ningún lado, pero con afectación. Esa sensación de que ya todo se habia escrito, los hacia sentir proscritos por Imelda y tenían toda la razón. Pasaban los días y ella finalmente accedió con prisa al varón, prefirió no seguir a los cerdos como yo, y le gusto su camisa de algodón, de alta sociedad, que le quedaba bien al tipo chef de verdad, que viajaba en un avión de aquí para allá, una tarjeta de crédito que llenaría cualquier agujero, y una madrugada, con una serenata mexicana, y con Imelda en pijama, le propuso un compromiso formal, y ella accedió, y mi dolor vino como un presentimiento lejano a ladrarme al lado y como siempre, mi ideal fue ese sentimiento de darle al cachorrito de mi pena de comer, con mi mente adolorida y mi falta de atención, enganchado con todo lo que me duele hasta la medula, empeñe hasta la cedula, para poder comer y beber, pues trabajaba poco por estar pensando en Imelda, el jardín se vino abajo y mi jefe ~ 46 ~ 
  • 47. me dijo que yo no era ya de fiar, yo le propuse confiar, pero la suerte estaba echada. Una noche me fui de bruces en la city, con todo el vodka que encontré en el supermercado, me quede en la vía publica embriagado y no fui al otro día a trabajar, y me iba a pesar, como todo lo que ya me pesa en el lastre de mi maravillosa vida perturbada de tribulaciones masturbantes de dolores que se encallan todos en el alma y me llegan bien hasta el fondo transeúnte asesino de ilusiones y lesionante del corazón, cada día, en cada puesta del sol. La metralla de mis pensamientos dio en el blanco y me rozo la mejilla de mi yo interno, enemigo eterno, que se me borro a partir de ese momento. Y cada vez más solo, se me va quedando más vacio el pecho. Lo hecho esta hecho y el final se dio a conocer a partir de ese momento en el horizonte de mi destino perdido. Dormido. Partido. Caído. Molido. Sufrido. Hundido. Destruido. ~ 47 ~ 
  • 48. *** Perdí finalmente mi trabajo de jardinero. No tengo dinero, pero a cambio, me gane muchos problemas. Se me llenaron los sobres de deudas y advertí, con total vergüenza que no tengo amigos. Esa noche me encerré en mi cuarto y encendí muchos cigarros mientras pensaba en carros, vulvas y dolor. Merecido bacanal mental mortal de un animal como yo que es como un vegetal que se marchita sin sal, sin savia y sin hojas. La piedra de siempre me dio en toda la jeta, que nadie se meta, mi rabia y frustración vienen en almíbar, para embadurnar el pan, y ya me olvide de todas las chicas del can. Ya todo escrito, no quiero estar acá, me quiero volar para el carajo, cambiar el rumbo de tajo, no estar con nadie, pensándolo bien, me gusta entonces ese relajo. No tengo piernas para pararme pero estoy corriendo en el cansancio de llegar a ningún lugar. Estoy rodeado de paredes cochinas, ya deguste muchas vaginas, pero nada como el pedazo de cuero de Imelda. No tengo sombrero, estoy despeinado, no cruzare ningún mar a nado y eso es lo de menos. Me estoy arrastrando, se los estoy contando, nací para ser poca cosa, ya mi alcatraz esta enchapado en lozas, mármol de riqueza del no poder decidir por mí, porque yo lo digo a gritos: No soy libre. Puta manía la mía de masoquearme hasta caer… ~ 48 ~ 
  • 49. Puedo irme a vivir una vida eterna, pero no creo que me reciban en el cielo. Camino con un halo de duelo, una enfermedad en mi hígado pintado con aerosol de alcohol. Y si. Estoy solo como el invierno frio en pleno verano. Empeñe lo poco que tenia y solo me alimenta la esperanza sutil de que exista algún lugar que me este esperando. Pero eso no esta pasando. Estaba pensando en enrolarme a un fusil y no me recibieron en el ejército, porque para eso yo ya estoy viejo. Analice mi situación y sin solución, me fui hasta las veredas a trabajar en lo que se pueda. Cogiendo café de plantas bajas gane algo de sustento. No estoy contento, pero por lo menos amanecí lejano de Imelda. Los otros trabajadores luchadores del jornal, comparten cigarros y vino barato, mientras vamos de plantación en plantación. Llegamos a las ciudades a los finales de mes y gastamos lo poco que ganamos en el mismo lugar. En el eterno lupanar triste, muy triste del sur, que me acoge en su interior, como si ya fuera una errante alma. Carmelita, la de siempre, la de trenzas desteñidas, me rebaja su tarifa y se abre al alba entre la brisa de Enero… Escribí esta otra carta, y como siempre a Imelda nunca le llego: ~ 49 ~ 
  • 50. Querida Imelda: Todo mi ser se escondió bajo el agua. No te preocupes, pues ya me he convencido que te he perdido. Ya no tengo que abrir la puerta de mi casa. No tengo casa. No tengo ya más nada que perder. Veo el horizonte donde ayer te fui a buscar, pero ya no quiero. Recuerdo solo esos besos que son tuyos, que eran nuestros. Por lo menos serán míos, y eso es una cosa que escribo y se lee raro. El paisaje desde estas montañas se observa mas claro. No se que será mi vida y poca importancia tiene mi estancia. Estarás disfrutando como siempre de la libertad que se revelo desde tu pubertad, y yo me quiero dormir todas las noches con el recuerdo de tu ropa interior detrás del colchón, que ya no existe, que ya no tiene color. Tengo una sensación de rabia, y cuando limpio la hierba del terreno, le llego con toda furia hasta la savia. Se me están escurriendo los sesos. Todo somos seres presos de lo que hacemos. Pero no lo pensemos. Ya nada de lo que fue vuelve. Cuando la noche llega hay otra luz… No aprendí nada para sobrevivir ¡Ay de mí! La realidad me atraviesa los pies hasta la cabeza. No tengo otra opción que escribirte cartas estos días, cuando el verano me aburre en el incienso de la melancolía. Tú precio ya esta ~ 50 ~ 
  • 51. muy alto y no soy pagador. Tengo solo dos monedas duras en el bolsillo y no les he podido sacar brillo. Los muertos bajan por la orilla del rio y el mundo sigue podrido. Ya no se si es lunes, o todavía es domingo. Vamos con nuevos amigo por las carreteras y caminamos jornadas enteras y eso me ayuda a olvidar mis problemas. Pero nunca me olvido de ti, mi Imelda… ~ 51 ~ 
  • 52. *** Un día recibí una llamada mientras mi embriaguez estaba colgada en el perchero detrás de la puerta por donde un día se me salio Imelda. Era victoria, mi ex, que me invito a pasar unos días con ella en la costa. Le dije: “No tengo plata” Y ella me contesto: “Eso no importa” Me envío a una dirección, yo fui con algo de dubitación, pero alguien salio y me lleno el bolsillo de billetes y así tome un avión, para verme con alguien que no me olvido. Pero que yo olvide. “Que curioso” Pensaba yo mientras volaba “A ella le pasa lo mismo que ha mi con mi Imelda” Y al parecer le había ido bien en la vida, el único suicida era yo. Que mal honor. Un recuerdo se me hizo mas caliente a medida que avanzaba por la playita llena de gente por la cual casi me pierdo, medio despierto, medio dormido. Era aquella vez, la primera con una mujer de la cual yo ya no sabia nada. Tenia yo solo dieciocho años y una risa descarada y no podía perder, pues la inexperiencia siempre nos invita a jugarlo todo en una sola mano, me dijo mi hermano: “No seas pendejo, guarda siempre algo” Alguna vez. Esa era mi consigna. Ahora estaba allí en medio de la arena buscando a mi primer amor, lleno estaba yo de esperanzas de olvidar a la otra, pero esas ~ 52 ~ 
  • 53. circunstancias son locas y de seguro me iba a estrellar contra el arrecife de la propia verdad, y ¡Que falta de humildad! ¡Que cara tan dura la que tengo! Pensaba que aun era un galán, a pesar del sufrimiento. No había duda, era yo un gil cabron. Lleno estaba yo de sustancias en mi corazón, no encuentro otra explicación para el sin razón de lo que estaba haciendo en ese momento. No se por que me acorde de la primera vez que me llene la nariz como un pez en la pecera de la cocaína, una insulina para la neurona que se me estallo, porque yo, también alguna vez, estuve en esas. Ella me invito una vez a probarla y yo no le renuncie al primer jaleo y le dije: “Dame otra raya” Queriendo yo ser un hombre temerario, pero era un niño atontado por la droga mientras ella, Victoria, me observaba con esos ojos de puñal y terminando yo de llenar mi nariz con la blanca, me bajo los pantalones, me hizo un sexo oral desenfrenado y yo a partir de ahí quede completamente enviciado a ella y por su puesto, a Victoria tambien. Era como un grial, era como un vaivén de piernas, senos de pitones duros y rosados, movimientos pélvicos firmes y calientes y ese olor a sexo que nunca olvidare, pues con mis labios lo probé, totalmente drogado más de una vez. ~ 53 ~ 
  • 54. El día esta caliente, pues hoy es el verano. Yo vine a buscarla, pues me dijo que por vacaciones de mitad de año estaba acá. Alguien grito mi nombre a mi espalda y yo vi a Victoria con su floreada falda de sol, llamándome encantada. Nos abrazamos hasta el pensamiento y ella pregunto: - ¿Si me has pensado? - Cada momento. – Mentí encantado - Cada instante de mí sangre te he pensado, que ya estoy medio cansado de hacértelo en mi mente por atrás y por adelante. - Pues vamos entonces…El hotel esta aquí al frente y tenemos tu y yo algo pendiente desde la ultima vez que nos vimos en Bogota… ¿Recuerdas? ¿O lo mismo te da? - No digas eso…Sabes que quiero dormir abrazado contigo. No tengo miedo. No voy a vivir atado al suelo, quiero que me hagas volar… Y si que lo hizo. Recordamos viejas épocas con su cartera, la cual tenía algunos gramos de la nieve infeliz, que la tenia poseída hasta los huesos. Se subió encima de mí y movió su trasero como pocas, pero yo andaba en otras, yo andaba recordando a Imelda. Ella debió percibir que no estaba en mi mente allí, pues me dejo eyacular, me hizo ~ 54 ~ 
  • 55. vestir y cerro la puerta en mi frente, mientras me miraba toda la gente, porque ella me gritaba desde el balcón, que yo era un maricon y que podía comer mierda. Ni contarles lo que fue volver, desde tan lejos, hasta mi casa de nuevo, porque Victoria no me dio dinero, y no sabia como volver, la odisea se las dejo para después, pero les aseguro que lo que me paso esa vez, al igual que todas, me paso por ser yo un grandísimo pendejo… ~ 55 ~ 
  • 56. *** -Llévame a la disco. - No quiero -¿Por? -No quiero que te vean el culo. - Marica El se volteo y encontró la ruta esparcida en su piel hasta sus labios existentes. Imelda quedo adormecida por el caminar de su lengua y el crujir de su cuerpo entre sus dientes. Una voz ahogada indico que estaba excitada y tan desarmada quedo así, que dejo toda su alma sobre la cama, para que el se la comiera. Y el se la comió. Yo vine después. Yo ya no tenía nada que hacer. Ya esa canción estaba repetida. Hacíamos el amor y éramos tres, junto al tesoro del recuerdo del otro. Batalla perdida, seguro que si. Por eso yo creo que ella nunca estuvo realmente enamorada. Solo estaba sacudiendo clavos con clavos. Y yo no le saque el clavo del otro. De su ex. Yo me quede en la calzada, pero el siempre estuvo dentro. Ella me contó todo sobre el. Yo la escuchaba siéndole infiel, pues yo pensaba en las otras. Ella me dijo que se fue a vivir con el de loca. Porque si. A nadie le toca decidir esas cosas, pero ella quería. Y así vivía. El padre le dijo que estaba joven, que lo pensara bien. Pero ella no pensaba. Ella nunca ~ 56 ~ 
  • 57. pensó. Con el tiempo el empezó a cambiar. Se puso posesivo. La empezó a limitar. Ella no podía escapar. Estaba en el círculo vicioso de un sexo infinito, que siempre la mantuvo imantada a esa cama pequeña en el cuarto de la casa de la madre de este, que le beso hasta los huesos en la implacable orgía del sexo por posesión. Una celda del corazón. Una deuda vieja a ese colchón, que la hizo aguantar tanto. Ella dejo la actuación. Se quedaba en casa sin ton ni son y finalmente salio corriendo. Tuvo un periodo de disipación antes que yo llegara. Pero ese es otro cuento, por ahora no lo comento, porque no estoy contento. Ella, olvidándose de todo. Imelda estaba en su suntouch de gloria de soltera, pero el chico finalmente se quedo con ella y el destino, en su atino, la unió quirúrgicamente a un chico de blancos parpados, un poco mayor para su edad. Ella le vio esa camiseta, intento jugar con gambeta, pero no, ella se la llevo al mundo mas duro en otra ciudad, cocaína, delincuentes, encierro y amargura. - Voy a ir a beber con los amigos. Quédate acá. -Llévame contigo. - No. Quédate con mi mama. ~ 57 ~ 
  • 58. Ella se dio cuenta que su hombre no era lo que ella pensaba. Su padre se lo había advertido mientras fumaban a escondidas en el parque junto al viejo hogar. Ella se sintió enamorada y no lo quiso escuchar. Iba a sufrir. Comprendió que era su momento de amar, hasta que le doliera. Y ella estaba a punto de dolerse a ella misma. - Imelda ¿Y este desorden? - ¿Cual? - No me digas que te quedaste haciendo ni mierda en la casa… - No soy la muchacha del servicio. Imbecil Y una buena tunda le propinaba a la pobre Imelda por responderle así. Imelda aprendió por fin, el valor de las palabras de su padre, que ya se lo había advertido: “El tipo es un perdido, y te va a echar a perder” Y ella perdió. Pero el también. El perdió mucho más. El perdió a Imelda. Y yo también. Éramos como vagones de un mismo tren, que se va de culo hasta el estanco, al fondo de banda sonora un inevitable tango, que se hizo suicida al final de la melodía y me dio una monotonía aleccionante para mí día a día y decía. “Y hoy que vivo enloquecido, porque no te olvide, ni te acuerdas de mi” Y fue tan así, que para estas alturas tan ~ 58 ~ 
  • 59. duras y oscuras y rudas, yo ya ni me acuerdo de ella, ni me acuerdo de mi, ni me acuerdo de ni mierda. ~ 59 ~ 
  • 60. *** El verano esta acabando por fin, y desde aquí, vi por primera vez el horizonte que se extiende no se hasta donde. El blues de mis tristezas sonó en la vieja camioneta que nos esta llevando de nuevo hasta la ciudad. Uno de ellos me dijo: “Te vengo a decir que si la vez, no te dejes confundir”. Amigos de carretera de la temporada cafetera que ya se termino. El tiempo avanza impresionante por los calendarios de antes y no se que voy a hacer al volver a lo que deje pendiente: Mi problema. Que dilema. Creo que todavía estoy un poco dormido y por suerte en casi otro año que ha pasado, no se donde has ido. No se si visitaste la arena, el asfalto o mis penas. Un fajo sudado de billetes en mi bolsillo, me indica que voy afilado como un cuchillo. Otra vez me quede acá parado en algún anden, a la entrada de la ciudad, no se donde voy, y eso es lo de menos. Al menos, estoy entero este día, y voy en búsqueda de una nueva guarida. Quiero otro amor, otra oportunidad y así gane o pierda, no volveré a ver a Imelda. Compre una cajetilla de cigarrillos, que fui fumando, caminando sin mirar a los demás. La ciudad siempre tan mutante, se le ve venir, que la gente otra vez va a sufrir, otro presidente al poder ya va a subir, y la misma mierda de siempre de Colombia siempre así, porque la democracia en mi país esta cochina, es una vagina, que todos penetran en secreto, mientras le ~ 60 ~ 
  • 61. atan las manos, montan otro decreto, le pasan la lengua por el pescuezo y dicen que se subió la gasolina, para untarle el culo de lubricante a los de abajo, los ponen en cuatro y ¡Oh gloria inmarcesible!. Y es verdad. Que maldad. Se me fundió el otro fusible. Las multitudes de botellas duras de ginebra, vino, aguardiente, como solvente a mi cuerpo, me agarra la sintonía y sigo siendo, sin aliento, un borrachín tierno, pero no son horas de tomar, mejor voy a buscar algún lugar donde pasar la noche. No viajo por la ciudad en coche, la recorro a pie, y la conozco bien. Pase por la vieja ruta que me llevaba al hogar que tenia con Imelda. Me fui inconsciente hasta llegar. El jardín esta desecho, las malezas atraparon mis rosas y otras cosas, y un violín sonó imaginario en el viento, era un pedazo de orquídea que se entrego al vaivén, y en esta escena comprendí, que el amor, es paciente, pero el mío alguna vez fue urgente, no supo olvidar, no aprendió la lección a tiempo, y presiento, que a pesar de lo hermoso que es, ya esta muerto. Apreté con la mano mi dinero y llore como un tonto por mi jardín. La casa abandonada estaba con ganas de venirse abajo. Pero entonces yo jure que con trabajo, la recompondría de nuevo, Imelda, a ella yo ya le pedí perdón, apreté toda la tensión, ella sintió mi presión, pero ~ 61 ~ 
  • 62. ella me dijo que no. Yo seguiré aquí, en mi casa, en mi jardín, con mis horas solitarias, donde ya nada me alcanza y te voy a demostrar, Imelda mía, que algo aprendí. De todo esto, te juro, algo aprendí, pero al yo ser así, como soy, tal vez en cualquier convoy de polvo y lagrimas resecas, vuelva yo a mis andanzas viejas. No puedo cambiar, es imposible. Todo esta en la genética y para mi la vida bohemia y desteñida es muy magentita como un imán, que se convierte en el hombre caimán y me invita a beber con el, y yo no puedo ser descortés, por eso siempre acepto. Así esta echada la suerte en este vals, no tengo oído para el compás, por eso me quedo sentado con un trago al lado y un cigarrillo en la otra mano, para que me de concejos mientras trato de pensar lo que no puedo pensar porque ya no tengo cabeza para esas cosas. Las gavetas de mi armario están muy locas, porque me muestran reflejos fantasmas de tu ropa, que ya no esta, pero que yo aun puedo saborear. Imelda ¿Dónde estarás? ~ 62 ~ 
  • 64. *** Ya van corriendo nuevos días iguales, animales, imparables. Atravesamos sin mirar en realidad las cordilleras de cafetal en cafetal y trabajamos recolectando granos sin parar ahora en primavera. Las hojas que caen al suelo se ponen secas y no puedo disimular que nada de esto me agrada. Pero mis compañeros campesinos tienen razón. Y yo le doy la razón a los que tienen razón. Las camisas están rotas y por los orificios se ven partes de mi piel. La que tu dejaste de calentar con tu corazón. Todo se me volvió urgente. Pero a nadie le interesa lo que otro siente. Tú estarás en otro lugar, viviendo ampliamente y yo me alegro. No se de que, pero me alegro. Ya no bebo como antes. De vez en cuando algún pasante. Eso no tiene importancia. A veces presiento que te veo a lo lejos, pero después me doy cuenta que es solo el calor de la mañana. Mis ojos tienen memoria de elefante y guardan tu imagen siempre elegante. No se si fue el calor o la destilación del licor, tan casero como todo lo que veo en medio de la montaña, pero me quede pensando en una mañana. Era una mañana con ella. Una mañana con Imelda. Ella despertó y yo le pregunte: - ¿Qué haces? - Nada. Pienso ~ 64 ~ 
  • 65. - Y el suspenso… - No hay rollo. Soy lo que ves - No te detengas por mí. - No lo hago - Te amo Imelda - Eres un vago - Lo soy - Me gustan tus ojos - A mi no - Los tienes rojos - Déjalo así. - ¿Me voy? - Nunca. -Nunca digas nunca - Te amo Imelda me tomo entonces de la mano y nos fuimos a caminar. Buenos tiempos en verdad. Todo acaba de empezar entre nosotros en plena primavera. Una diferente. La maldita primavera. Ella dijo. Ella sabía. Ella podía entretenerme en lo mundano. Ella fue mi rifa. Y perdí el boleto ganador. - Mira tus rosas – Me dijo señalando el rosal – Están mas lindas que ayer. ¿Vamos a beber? ~ 65 ~ 
  • 66. - ¿Qué quieres? - Cerveza - Me duele la cabeza -No importa. Me tienes - Eso suena bien - ¿Quien? - ¿Quién que? -Olvídalo. Tengo sed. Imelda jugueteaba divertida con burbujas de jabón que alguien soplaba en la plaza y correteaba alegrando así su corazón. Ella se divertía demasiado como una niña que sabe que dejara de serlo por última vez. Los nuevos años le daban un nuevo respiro, era parte del aire, no tenia problemas, le encantaba el mar, porque le invitaba a olvidar las penas de su edad. Caminaba ajustada en su pantalón y su escote era una depravación que ella adornaba con pasión. Imelda y la actuación. Tantos papeles representados en igual numero de rostros en la ciudad. Amaba la soledad, quería comer sola, y por eso a veces se masturbaba. Esos sonidos de mambo, al calor de un aguardiente o un ron, le alivianaban el son, sentía en su cadera esa locura y la empujaba a la pista de baile. Despertar con resaca al día siguiente, pero no le importaba. Era hija de putamente feliz. Noches, mambo, días, ~ 66 ~ 
  • 67. actuando y ella arrancado penas y tirándolas al piso. Y yo ahí, junto a ella, de sumiso, esperando que me arrojara algún mendrugo de su amor. Fueron los primeros recuerdos de nuestra relación, los que yo mas amo, porque son inolvidables como aquel son que se escapaban de una rockola pobre de cualquier tienda de barrio que se me pego en el inconsciente y yo como siempre un demente lo relacione con Imelda y me perdí en el membrete. Aun me parece increíble que yo haya estado con esa mujer, porque yo era de lo peor, ella de lo mejor y terminamos enredados en tamaña relación que me dejo sin ton ni son porque cuando ella me dijo adiós, se desapareció para siempre y así yo le haya rogado, haya viajado, la haya buscado y me haya humillado, eso para ella la tiene sin cuidado, al pasado, pasado y ella paso por mi lado y me dejo sepultado en una tumba olvidada de su corazón que se cambio de dirección y no me volvió a encontrar en ningún costado. Yo continuo aun allí acostado en ese suelo muerto de su pena, y mi querida nena no me dejara salir de allí jamás hacia alguna resurrección porque eso ya paso de moda hace mas de dos mil años. Solo resta levantar un acta de los daños de todos estos días pasados por calendarios y calendarios y de esa manera diseñar lo que serán mis últimos días, al lado de la nada, que me acompaña, por no dejarme solo en el destierro del encierro, ~ 67 ~ 
  • 68. como un perro atado con cadena de hierro a lo que yo me aferro y no puede ser: Una mujer. ~ 68 ~ 
  • 69. *** Aquí sentado en esta banca en un parque cualquiera puedo ver que las cosas nunca retornan a su lugar original. Y eso me hace sentir mal, muy mal. Hoy no es ayer y mañana, hoy será ayer. Y no se por que. Y no se que hacer. Nadie me dio un consejo y la perdí. Nadie puede evitar que piense en tu corazón. Nadie puede detener la crueldad de la vida cuando uno ya ni siquiera quiere ser un suicida. Ya no se por que ayer se me pareció a hoy y estoy seguro que así mismo será mañana. Y ya se, ya aprendí muy bien, que Imelda seguirá por siempre sin mi, y se le ve feliz, y no se arrepiente de lo que hablo, no quiere ya decir lo que se cayo, ya no desea saber de nada. Borrón y cuenta nueva, con el borrador de la primavera. Todo en mi esta perdido, incluyendo algún vestido y por eso ahora siento como si andará desnudo. No traje tampoco mi escudo. Y la lanza ya la tengo, pero clavada en un costado, que era el lado de la cama por donde se subía Imelda. No tengo ganas de comer, pero si sigo así, me voy a joder y ya no me puedo inventar ganas de estar sano. Sigo siendo mentiroso profesional, digo mentiras con sinceridad y eso me esta sentado bien, como siempre. Ya se bien que nada dura para siempre, porque tan solo uno puede ser eternidad y ese se llama Dios. No yo. Solo dios. Yo la ~ 69 ~ 
  • 70. verdad, he de confesar que me parezco mas a una rata citadina, que se esconde en la sentina y luego sale a deambular por la calle en busca de otro bocado que alguien deje caer al lado y por eso siempre seré infeliz. Por eso nadie me soporta. Me dejo todo en la vena aorta y bombeo mas tarde sangre en mi desastre, que no es otra cosa que mi propio yo. Imelda finalmente estallo. Una actriz profesional en el canal de televisión. Yo la miro con ansiedad y no se por que putas no puedo dejar de hacerlo. Buscare seguramente a un cura que me haga un exorcismo, a ver si sigo viendo lo mismo o no. Allí esta en tapas de revistas, por todo el mundo vistas, hermosa y radiante, como antes. Como siempre. Y no aprendí a verla sin sentir mareo porque lo poco que veo, ahora esta impregnado de ella. La fama la alcanzo y en la cama, yo no se quien estará ahora. Tal vez sea el cocinero, o algún pendejo como pedigrí, con todo lo que no tengo yo. El dinero al parecer le esta llegando a las manos como un caudal. La chica del arrabal, ahora es una estrella pop y a mime quitaron la cabeza y me desarmaron como a un robocop si factura y con fecha de vencimiento vencida., No puedo disimular o vulgar y perdedor que soy, y se nota claro por donde voy. No se sobrevivir, me harte de coger café y vivo absolutamente preso de mi asquerosa ~ 70 ~ 
  • 71. libertad. Necesito todo, pero no tengo nada. Y una mágica hada me concedió un deseo una noche y yo le pedí de bruto algo mejor y se quedo mirándome con desprecio y se desapareció porque me dijo que mis tonterías no tienen precio y que ella no iba a perder tiempo con un necio como yo. Imelda ahora me enseño esa valiosa lección de que no sirve la moral, no sirve tener para comer, o dinero para invertir en el placer de intuir, que uno puede llegar a tenerlo todo. Imelda es una estela roja que va rasgando las tinieblas y cada vez más hermosa, mientras yo sigo encerrado en la vieja choza, ya no me volví a afeitar, tampoco volví a cultivar y es probable que se me lleven el abono que esta al borde de la carretera. Han pasado varios años ya después del punto de partida de la mujer que me dejo. Como yo poco se sumar, me parece que ya fueron como diez. Es probable que después me de cuenta que no fueron tantos. El que nació para se, es y será por siempre lo que vino a hacer. Ese proverbio campesino, que para mi tiene algo muy fino, me parece una realidad que ni el verano, invierno o primavera pueden negar. Las balas llenas de pólvora enclaustradas en el cartucho de mi escopeta, no me sirven ya para cazar nada. Y todas las cartas que te escribí, nunca nadie las leyó y dentro de mi corazón esta aun tu lugar, que se esta volviendo loco de soledad. La gente tampoco nunca se entero que casi me ~ 71 ~ 
  • 72. muero tanto contigo, como sin ti, Y si mentí, fue por el extraño artilugio, de presentir el diluvio y el no saber amar. Tampoco llego en tu alma el momento de perdonar y todo se fue al carajo. La alfombra de la sala se perdió en el sembradío en medio de algún tajo de rosas y claveles que en el cementerio yo nunca mas fui a vender. La vagina medicinal para la herida de mi alma, era ese viejo lupanar donde yo con dinero alguna falda levantaba, y después pagaba, para irme de nuevo a casa mas vacio viejo y lento. La casa esta cayéndose a pedazos, no hay muebles sino costales y retazos donde yo me recuesto en un piso duro de madera, que no hay quien lo quiera, como a mi. Se me han caído ya algunos dientes, por la falta de cuidado. Tengo algunos pantalones, que muy poco lavo. Todo el mundo me mira y se corre al costado, cuando me dirijo a algún lado, Fumo y me emborracho los sábados en el abasto porque ahora ya no tengo más nada donde puedo sentir que a mi mismo se me pueda recibir. ~ 72 ~ 
  • 73. *** Imelda en primavera siempre tuvo energía buena. En medio de sus estudios y su nueva vida, conoció un gerente de no se que mierdas que le propuso modelar. Ella el dinero siempre le vino bien y al juzgar por su divina suerte, le fue demasiado bien. Empezó a convertirse en un personaje popular y era imposible dejar de mirar sus curvas en fotos de revistas y periódicos de demanda nacional. Ella y su estrella fugaz que siempre la acompañaba a todas partes, no le esperaban desilusiones como antes, ahora todo seria espectacular. Y no es por especular, pero yo me imagino que hombres tras de ella muchos habrían por ahí. Imelda se convirtió en una sensación. Por todas partes salía en la televisión, en las páginas de algún pasquín, y de la primera hoja hasta el fin, era muy elogiada. Su sonrisa inolvidable adentro mío disparo un gatillo que se convirtió en un polvorín que destruyo mi lado mas ruin. Resolvió así sus sueños de viajar a parís, conoció Europa, playas, arena y desenlaces extramaritales seguramente, pues se había casado con el cocinero fiel, pero de seguro no le dará hijos ni fidelidad, Yo digo la verdad, pues es mi obligación, yo conozco su corazón. Yo estuve alguna vez con Imelda. El dinero ya no es un problema en mi vida, pues ya se me ~ 73 ~ 
  • 74. acabo hace tiempo. Vivo como un animal en la casa que antes fuera mi hogar, rumiando lo poco que siembro en el piso aquel sin fertilizar, pues en realidad, eso ya no me interesa. Bebo ahora licores de destilación casera que me están destruyendo la cabeza, el hígado, y lo mas extraño, no le hacen nada a mi corazón. Yo me digo: “Tienes suerte porque pudo ser peor” Empiezo de nuevo y acabo rápidamente, pues tengo una amnesia impresionante y no se como pararme de nuevo. No me acuerdo y a veces bendito sea dios ni recuerdo. Pague mi condena y no tengo oportunidad. Yo trato de vivir sin pasado, pero eso es como un clavo oxidado que siempre me recuerda que eso no es posible y entonces saco mi lado esperanzador con el cual me voy a beber para emborracharlo con mi dolor. El de todos. El dolor del que ama y pierde y no sabe volver. Durante unos meses me fui a trabajar a los puertos a ver si viendo los barcos zarpar se me iba el lado triste de mi alma. Metía mis pies en el agua salada, pero no pasaba nada. No podía dejarlo todo atrás. No podía recordar ya como había empezado mi odisea etílico-amorosa no ya me acordaba de como había terminado. Solo recordaba lo importante y es que estaba muy mal y en esa entereza me invadió la pereza y me devolví a otra ciudad. Cada vez divague sin rumbo entre cosas tan separadas como el destierro y las ganas de descansar. Pero los años ~ 74 ~ 
  • 75. advirtieron arrugas en el espejo y finalmente volví a mi derruida casa. No podía además ver los puertos pues cada vez que alguien se despedía desde lejos, parecía que se estaba despidiendo también de mí, y eso me rompía por dentro. Yo pensé que tal vez podía vivir debajo del mar, pero no se puede respirar y entonces los marinos me daban a beber licor de contrabando, bueno y barato y con suerte no me quedaría ciego. Ya no tenia ego, entonces me caía bien. Me llevaron a algunas travesías por penínsulas vecinas y decidí que tal vez algún día me convertiría en pescador, pero eso no funciono, pues me mareaba constantemente, y además, en la mente tenia yo otras cosas y para ser marino hay que tener buena concentración. Después de la última travesía yo me baje del barco, con unos pocos billetes sudados que merecí, volví de nuevo a la ciudad. Ya poco o nada me importaba todo……o nada. ~ 75 ~ 
  • 76. **** Soy como un corazón que se rompe la cabeza debajo de la escalera. Imelda tenía tanta fama, pero no sabia yo que haría ahora y si habría alguien que la quisiera. Ella tan mediática, daba la talla para interpretar cualquier papel. Fue también una invitada sutil en el cine y no podía yo creer que esa había sido la chica de años atrás a la cual yo amaba y con la cual saciaba algo más que mi alma entretenido entre sus sudorosas piernas que tanto bien me hicieron alguna vez. ¿Ella se acordaría de mí? Soy como una espina dentro del zapato, y eso podría ser suficiente para mí. La primavera ya no me gusta porque todo esta florecido en la distancia y desde mi estancia se me vuelve insoportable el baile pata-pata del perdonar sin perdonarse a uno mismo y el camino que conduce a mi cárcel es la misma entrada de mi casa lustrada de mugre olvido y supervivencia inimaginable, pues la realidad no se presiente en medio de mi frente, y necesito que llegue rápido una estación diferente, pues quiero ver el bosque, la montaña y mi jardín de un color diferente. Imelda cada vez mas famosa estuvo involucrada en algunos escándalos propios de los treinta años, pues es una década del ser humano para vivir pleno, pues se puede hacer lo que quiera y la experiencia ya no es traicionera. La ruina de su decisión al dejarme fue su salvación y mi hundimiento. Soy ~ 76 ~ 
  • 77. como el último pedazo de queso rancio en la nevera, que se arroja a la calle y el ratón del valle lo recoge y se lo come el gato especulador, como yo, no es tan calculador y el banquete le hará daño. Como a mí. ¡Todo lo malo me pasa a mi! Eso dicen los tontos sin remedio y yo me incluyo, mientras rebullo mi poco aliento sin sentimiento. Bote el periódico lejos, después de leer a esos pendejos que escribían chismes amarillistas de Imelda. Saque la antigua maleta debajo de mi cama y saque otra casa al azar, sin saber por que, pero ese es mi ponque, mi cereza y mi festejo. Leer lo que le dije ni nunca le diré. Merezco que me cojan a rejo. Querida Imelda: Ya han pasado tantos años de muerte lenta, y lo que para mi tu despedida representa, es ahora toda mi vida resumida en un solo día el de tu partida que me partió a mi y a mi corazón en mil pedazos rotos por la mitad, yo digo la verdad y no puedo mentir mas porque ya no estas entonces no me importa nada. Mi vista cansada de husmear la entrada de la que antes era tu casa y ahora es solo mía, viendo si de pronto la brisa te trae de regreso, pero yo se que no puedo esperar eso, ya es imposible, yo ~ 77 ~ 
  • 78. para ti me volví invisible y en la soledad invencible de cada mañana me estoy quedando viejo, arrugado, malogrado y fatigado de llorar todas las noches sobre la almohada que esta también cansada de cargar mi cabeza. Ya ningún santo me reza y yo no creo en nadie. Solo puedo entender al aire, que existe, peo no se ve, como mi alma, que ahora se me está encarnando por fuera, y eso no importa, porque nadie la va a ver. Imelda, ¿Qué pensaras de mi en la distancia que nos separa? Tal vez ni recuerdas ya mi cara y si te conozco bien, es casi seguro. Esto esta muy duro y ya no lo puedo morder. Esta casa vacía y derruida será mi tumba en vida y lo decidí, porque vi, que no tengo otra salida….Imelda ¿Por qué no me amaste? ~ 78 ~ 
  • 79. *** Imelda y yo nos fuimos a vivir juntos con pocas cosas en realidad, en una casa chica a las afuera de la ciudad y esto parecía un cuento feliz. Yo cultivaba en el jardín, frente a la puerta y ella caminaba hasta la carretera principal, cinco minutos, para ir a estudiar. Por las noches ella no cocinaba, pero si se entregaba poseída por un apetito voraz, y yo vivía encantado comiéndome con ella. Le gustaba montarse encima de mí y como buena colombiana, movía su cadera como usted quiera. Se mordía su labio inferior, presa de la inexplicable excitación, justo antes de que yo le eyaculara encima. Esos días fueron los mejores, y era tanta la avidez, que yo prácticamente vivía sin pantalón, y ella sin sostén. Nos reíamos los fines de semana tirados en la cama sin pretensión de hacer nada. Ella me hablaba de sus sueños y me decía que quería ser famosa. Yo la escuchaba sin prestarle mucha atención pues el verla sin ropa, me distraía de sus ilusiones y solo quería otra cosa. No era difícil vivir con ella. Yo seguía tomando pero al principio ella no me decía nada. Ahora lo recuerdo y como siempre el dolor acude a la memoria, como esas cosas que nunca se borraran. Ella fascinaba los domingos de levantarse temprano y organizar la casa rápido, para que saliéramos a dar vueltas por ahí. Y esas son las cosas que ~ 79 ~ 
  • 80. nunca se podrán olvidar. Por lo menos de mi parte. Le encantaba beber cerveza bajo el sol y fotografiar. Tenía buen ojo para la lente y sacaba buenas instantáneas. Le encantaba observar el cerro de Monserrate y dispararle flashes a esas lomas. Nos tomábamos las manos por las calles del centro y si nos veían felices, es porque era cierto. Imelda y el olor de su cabello, que me lleno de felicidad imposible de recuperar. Imelda intentando olvidar otra pena en aquella época. Le tenía miedo al primero que le había hecho daño. Me decía que la asediaba y yo le decía que no pasaba nada, que se cuidara. Que yo la iba a cuidar. El tipo como se estaba obsesionando mas de la cuenta con ella y yo me preguntaba que clase de suerte me esperaría a mi por estar con ella. Éramos pareja y yo me la había llevado conmigo. Ella a veces se veía distraída y me decía que era difícil olvidar a ese tipo porque eran muy cachondos. Pero entre colchones rotos de moteles baratos, y después en el propio yo le hice el exorcismo, y me posesione en ese sitio, donde antes estaba el otro. Yo era un hombre feliz. Yo sentía que eso seri apara toda la vida. La interminable alegría de estar con Imelda. Yo no podía pedirle al cielo algo mejor, era el triunfador, dios también a su vez, me estaba cuidando pensaba yo, pues me había traído a la mejor, para que estuviera a mi lado. Por ahí el alcohol era lo único que yo tenía que mejorar, pero siempre me repetía ~ 80 ~ 
  • 81. que lo podía manejar, entonces todo estaba bien. Por lo menos eso era lo que yo creía. Los días sabios me demostrarían que eso no era tan así, y cuando yo lo presentí, todo estaba colgado en un divino carajo, como un árbol de donde nunca lo pude bajar. - ¿Por qué no dejas de tomar? – Me reprochaba Imelda cuando llegaba borracho - Yo aquí soy el macho – Respondía yo medio gacho – No me jodas Ella se quedaba en silencio y se acostaba a dormir. Con el paso de los meses se empezó a revelar y yo no lo quería soportar y nos empezamos a maltratar. Yo pensaba que eso seria siempre así, pero entonces como un mandril que sabe que lo van a cazar y se hace el muerto con ara de Imbecil, así quede yo cuando ella se desapareció. La denominación axial dejo una incógnita sin despejar, no olviden que en el binomio de la vida, todo pierde su valor y las respuestas están al final del libro. Yo me salte la pagina y no se que me paso. Aun sigo buscando despejar la incógnita. Pero voy muy retardado. Es como lanzar un dado que cae de lado y acaramelado no muestra ningún número, entonces se pierde la apuesta. Si señores. Mi vida apesta. El hueso humero, el omoplato y el fémur estan en ~ 81 ~ 
  • 82. constante pelea, pues quiero permanecer acostado. Ellos se quieren poner de pie, pero, mi cantinero fiel, que es mi despensa, me golpea una y otra ve en mi conciencia. Estoy enfermo por alcohol. Me voy a morir y no me voy a podrir, porque ya por dentro estoy muy embalsamado. La muerte ha venido a mí, me ha probado y se ha embelesado. Mi tiempo esta contado. ~ 82 ~ 
  • 83. CUARTA PARTE OTOÑO ~ 83 ~ 
  • 84. *** Pasaron ya varios días. Estoy cansado de caminar. Ya no se cual día es hoy, pues todo los días son iguales. Y no veo las señales, ni animales, solo veo sombra, y entonces, como voy solo, siento miedo y nadie me puede dar la mano. Quiero sentarme a jugar con ellas pues con las sombras ya no necesitas disimular. Hay que darle la razón a la gente que la tiene. Y yo hoy se las voy a dar, pues ellos me dijeron que todo iría mal. Y así fue. Recuerdo ahora cuando trabajaba de jardinero, recolector de café y marinero. No me quedo ni un soplo de dinero. No se que voy a hacer. Un medico rural me dijo que del hígado andaba yo ya muy mal. Es una realidad. Vomito cosas raras en el baño desolado de mi casa en ruinas. Ni hablar de la cocina. Tengo un comedor sin comida y una sal de estar donde no puedo estar, pues tiene una gotera que inunda toda mi vida inmunda cuando llueve. El otoño asomo por fin y desde allí pude vislumbrar el fin. A Imelda tampoco le esta yendo muy bien, los medios de comunicación, en su inacción, se inventaron muchas historias de ella en la gloria de su carrera y se cuenta que ahora esta consumiendo drogas hasta morir. Se dice que de este país se quiere ir y no la culpo. Yo también lo haría. ~ 84 ~ 
  • 85. Llegue a la pequeña tienda de beberecua de siempre con la cabeza baja, pensando en que Imelda se iría lejos y a pesar de que hace años no nos vemos, me sentí deprimido, afligido como descocido al comprender que ahora si no había esperanza. Yo la alimente como un tonto iluso enamorado inmaculado de eso mismo muchos años, iluso y fetichista de una mujer que odia a los machistas opero que yo banalmente pensé podría volver a mi. Me senté en la misma banca de madera dura como mi obstinación obsesivo compulsiva lasciva por una mujer que ya ni se acuerda de cómo me llamo. La primera botella me la tome solo, junto a unos doce cigarrillos que me llenaron los carrillos, la garganta y el alma de humo gris. Un compañero trabajador incurable como yo en el oficio de levantar el codo se esta tomando la segunda botella conmigo. Esta noche es para olvidar, como tantas más. Ya ni siento pena que ella no me quiera, ya ni me arrepiento de los errores. Estoy acá cantando a pulmón junto a extraños, canciones que mencionan horrores por los parlantes. Ya no recuerdo quien fui antes. Solo veo la chica que atiende el lugar, con su falda corta y su tarifa que puedo pagar. Me la llevo a un cuartito de cama sencilla, mesita de noche, una papelera y los calzones de la chica, tirados en el suelo, mientras yo devoro mi necesidad carnal, entrecerrando los ojos y deseando que sea Imelda. La chica es cariñosa y me ~ 85 ~ 
  • 86. acaricia la espalda mientras gime quedamente, como deseando un clímax urgente. Lo que ella no sabe es que Imelda me educo bien en la cama y yo le hago de todo, mientras ella apretar fuerte la almohada y se dedica a mojarse placentera y yo pienso que ella es igual a las demás, solo una perra cualquiera. Termino mi faena y ella tan complacida, no me cobro su tarifa y me obsequio otra botella, mientras me decía que quería que nos tomáramos sabe dios que clase de trago el que seria ese. Así empieza entonces la tercera botella que me derrumba en medio de la tenducha completamente apagado, como un rayo que ya rasgo el cielo y se desapareció de la escena para darle paso a la tormenta. El principio del final se adelanto hasta el final y ¡Que mal! En mi reloj de arena se esta acabando la arena. Les dedico a todos esta nueva pena, por suerte para mí la ultima de mi vida. Seguro que si. ~ 86 ~ 
  • 87. *** Imelda: La blanqueza de este humo que sale de mi cocina donde encendí la leña, es como una huella en el viento que siempre me recuerda la angustia que no te acompaño, que se quedo conmigo como único testigo del fondo oscuro de mi soledad. Te vas Imelda del país del sagrado corazón y del luchar y no se que palabras lindas fuiste a buscar. Yo te estoy llamando, pero no me estas escuchando. Eres como una gaviota sobrevolando el mar, que nunca retorna a la misma playa. Yo estoy acá estancado en la pericia de presumir que estoy haciendo con sabiduría lo que estoy haciendo, pero no se nada. Solo quisiera saber nada para irme a ese mar a buscarte a grandes brazadas. Pero hay algo mas, es probable que haya conozcas a alguien en el fondo de ese mismo océano trasatlántico y yo entonces disimulare que también me he ido. Pero estoy mas perdido que la sal de la espuma de esas orillas y hasta allá yo no puedo llegar pues no se donde queda esa playa y una sirena que puedes ser tú con un pequeño canto puede envolver más aun mi corazón, y ya perdí la razón. Imelda, mi vida entonces ya no puedo perder nada. La temporada me esta matando y falta mucho para que termine el otoño ~ 87 ~ 
  • 88. mas largo que he tenido que beber a sorbo largo. Imelda, te vas, te vas, y ya cante las canciones de odio que me sabia, y me quede solo en el podio de los fracasados, donde me saque la de oro. Veinticinco rosas te regale, pero se me rayo el disco y ya no se que sigue. Además ya no se vivir de otra forma que no sea atrás de ti buscándote. Me engrase los ejes de mis piernas, para caminar mas, pero ahora están sonando oxidados y la gente me señala y me gritan que soy un loco abandonado. Pero no importa. La carretera continúa y aun están sonando, y su sonido es la compañía del día, en este camino. Ya mi hígado esta destruido. El horizonte capoto y Dios me esta llamando y me esta reclamando que no hice nada con mi vida por tu culpa. Y no lo culpo, y no te culpo, toda la culpa es del que tiene la culpa y la culpa la tengo yo. Estoy más flaco que un hueso delgado y con tendencia a enflaquecer más. No quiero irme a un hospital donde un fulano de tal, me dirá: “usted esta muy mal” porque eso ya lo se de memoria. No pu3ede ya llegar mi recuerdo a tus manos, porque estarás en otros lados haciendo lo que yo no pude hacer por ti: Vivir. Y eso es algo que pesa mas que esta enfermedad que llevo arrastrándola de los cabellos porque la verdad me importa una mierda lo que me pase y entre mas dolor siento, mas cigarrillos enciendo, los mezclo con alcohol y acallo entonces todo efecto en mi. Ayer corte una rosa ~ 88 ~ 
  • 89. hermosísima del jardín y la deshoje al viento pronunciando cada una de las letras que arman tu nombre. Yo ya no soy un hombre. Soy un señuelo que no vas a morder, ni tu ni nadie. Ya no tengo hambre. Ya no tengo sed. Ya no tengo empeño. Ya ni siquiera soy mi dueño y todo lo que sueño es en que todo esto termine. Hoy estuve mirando el calendario y es increíble como han pasado tantos años y yo sin ti. No se si alguna vez te tuve en realidad, yo espero que si, porque de no ser así, entonces nada en mi vida tuvo valor real. Solo los días que estuve a tu lado no me saben mal. De resto, todo es calamidad. Temeridad. Soledad… Eterna soledad. ~ 89 ~ 
  • 90. *** Y así, como las rosas que están secas y se las lleva el viento, así estoy yo como un cigarro apagado con fuerza en el cenicero, así quedo mi alma, ayer, cuando te fuiste al extranjero. Así quedo la noche sin el día, el sol sin la luna, el bien sin el mal. Yo te deje ir, pero se bien, que me va a costar tanto, tanto, que hoy, todavía no he acabado de llorar. Le saco punta a l lápiz que ya se me va a acabar de escribirte cosas que no te quise contar al oído, pero que son verdad. Lo que tu querías oír y no te dije. Lo que sale de mí para ti. Mi amor. Mi incredulidad de pensar que para siempre seria, sin importar como. ¿Por que te fuiste? Aquellos besos tuyos eran como los bombillos que alumbraban mi vida. La cual ahora es rara, porque estoy sin ti. Y la vida misma se me esta apagando. La cirrosis esta cobrando y la tarifa esta muy alta de pagar. Algo se presento en la tormenta, y no era que estuviera fría o violenta, era que no tenía quien me acompañaría más. El sabor dulce de tu boca, el sabor de tu ropa interior, cosas que me dejaron loco y secuestrado de amor en el medio de las cenizas de mi pena, de donde como un animal mitológico salido de un zoológico, esta naciendo una nueva otra y otra vez. Nunca volveré a encontrar a alguien como ~ 90 ~ 
  • 91. Imelda. La cual fue mi fantasía y mi realidad, pero volviendo a casa todo esta muy mal, pues no me recibirán ya más por ahí tus besos, solo algunos aderezos que me hacen la vida mas aburrida que nunca. Ahora tengo que tomarme estos medicamentos, pero los estoy dejando quietos, porque me quiero morir ya. El único motivo para ahora poder seguir, seria que tú vinieras por mí, pero son cosas que solo ocurren en las novelas de verdad. Esta es una de mentiras, entonces todo bien, porque por acá no se asomara ni tus peores deseos. Ya no se volvió a saber nada de ti. Ya no registra la pantalla tus videos. Dicen que te retiraste a una villa a descansar. No te volviste a casar. Dicen que ahora eres alcohólica, como yo y me rio con ganas y dolor, porque si es verdad y sigues así, también te vas a morir. Pero primero si no te importa mi querida Imelda, me voy a morir yo. Seria lo único que me faltaría para redondear mi aureola de pendejo. Llorar tu muerte. Pero no quiero eso. Pendejo. En eso me convertí, o no se si fue que así nací. Tengo cuatro décadas y ya el motor se me apago, y no hay quien pueda pagar esa reparación. El taller de la humanidad para mi ya cerro, entonces no hay enredo. Soy un pendejo. Quisiera cojerme la espalada a rejo por ser así. Ya me desleí y me estoy volviendo una madeja enredada en la madera vieja de esta casa que no se por que desde que te fuiste, la estoy viendo cada día ~ 91 ~ 
  • 92. mas y mas fea. Siento la muerte que me rodea, me atormenta me avecina, me hace guiños y jugamos los dos como niños a perseguirme y a que no me alcanza. Ya se desnivelo esa balanza y san pedro esta molesto con la llave del cielo en la mano, y no se explica porque aun por allá no he asomado. El también debe estar cansado, al igual de Dios de verme en esta tierra perdiendo de esta manera el tiempo. Yo ni se por que me estoy resistiendo si soy el mas interesado en desaparecer de la faz del mundo, que para mi se volvió tan inmundo, desde que tu te me fuiste de junto. ¿Cuándo dejare de lamentarme por ti? ~ 92 ~ 
  • 93. *** Imelda va caminando lentamente por la salida del cementerio. Volvió a este país solo a visitar la tumba de su padre y ella va llorando. Su madre y sus hermanos van detrás, pero todos sabían que era ella a quien mas el quería. Eso lo vi en las noticias, y de nuevo sentí esa picada honda en mi corazón. Como un muñeco budu, al que siempre están chuzando. Así es Imelda en mí. Yo a su padre nunca lo conocí, pero no lo olvidare nunca mas, pues ella me lo contó todo así con emoción, en nuestra juventud, mientras tomábamos licor encantados de querer enamorarnos y jugábamos a entendernos la cabeza ella y yo. Imelda en ese momento tuvo resignación y decidió vivir la vida a todo motor, porque su padre así lo quería. Pero esos fueron tiempos pasados. Todo tiempo pasado, para mí, fue lo mejor de lo mejor. Yo le dije aquella vez, hace años, que me hubiese encantado estar allí en esa ocasión de profundo dolor, cuando su padre desapareció de esta tierra, para darle consuelo. Yo ya estaba cubriéndola de besos, levantándola del suelo, al igual que el sol, aquella hermosa tarde. Me parece increíble recordarlo ahora, cuando yo también me estoy alistando para un viaje sin regreso. Será por eso, solo por eso, que lo recuerdo. ~ 93 ~ 
  • 94. Imelda caminaba con pasos firmes y certeros en la TV. Y a pesar de ser ya una mujer madura, que bien que se le ve. Por ahí me entere que había estado viviendo con alguien, pero ese alguien ya también se fue. Esa era su ruta infinita y sin revés. Comenzar una y otra vez. El tipo aquel cocinero también la había traicionado, pero era ya era famosa, entonces el revuelo no se disipo. Ella era perseguida por las cámaras que la filmaban, la humillaban y no la dejaban olvidar la pena. Yo me sentí emocionado en la equivocación egoísta de mi vida, en esa oportunidad, al ver que estaba de nuevo sola en el túnel del amor. Pero ella ya para esos tiempos amaba a hombres distintos y yo solo me dedico a mis vicios, entonces no hay razón. Yo creo que por eso escapo de esta nación. Los rumores del corazón, son los que mas venden, Y ella no tenia precio para esas cosas, por eso seria que no lo soporto. ¿Qué fue entonces lo que paso? Ayer estabas aquí conmigo y hoy yo vas no se si realmente te quisiera volver a encontrar. Tal vez si entraras por esa puerta en este momento yo te diría: Me tengo que ir y el porque es tan sencillo como sacar el truco mas tonto del bolsillo sin saber ser un mago. Y es que llevo tanto tiempo amando un recuerdo que si ya no me acuerdo de nada mas es porque es todo lo que tengo y la realidad supera la ficción y la ~ 94 ~ 
  • 95. fricción del dolor de raspar el alma contra el suelo de lo que pudo haber sido y estar vencido es una adicción mayor que todas las otras por eso si tu volvieras a mi yo no sabría como vivir al lado tuyo. Por eso mi querido capullo espero que encuentres algo bueno en la vida porque yo en realidad ya tengo suficiente con tu partida y tu recuerdo asesino que me volvió suicida de mi mismo y ya no necesito más. Sigue tu rumbo y ya se que lo hiciste yo mientras tanto acá abandonado hago cuentas y caigo en cuenta que he estado mas tiempo recordándote que contigo y ese castigo me lo merezco porque solo fui un borracho que te encontró y te perdió en la misma mañana. La del dolor. La del hijo de puta sufrimiento que me dejo en una elección obligatoria de compartir lágrimas con gritos de sentimiento partido en el día más infeliz del mundo: Mí día a día. ~ 95 ~