1. El largo viaje de Pirincho Livingstone. de Graciela Vega
El sol parecía apoyado sobre la palmera más alta, como necesitando una
siesta. La tarde entrerriana había comenzado calurosa y húmeda. No andaba
por allí un ser vivo que no estuviese queriendo largar la chancleta y decir: –
¡basta, no trabajo más!
Pirincho Livingstone sacudió sus plumas y sintió que ya era hora de hacer lo
que hacía tiempo venía pensando. Así que miró hacia un lado y hacia otro, vio
la repetida rutina de sus parientes dormitando sobre el alambrado y se despidió
de ellos sin palabras.
Bajo su plumaje sintió un latido nuevo, mezcla de miedo y valentía.
Volar lejos.
Pirincho era un pájaro curioso desde pichón. Muchas veces había salido del
nido con intenciones de explorar más allá del árbol donde se reunía la familia.
En realidad ya no toleraba más el griterío y las peleas entre ellos, estaba
deseoso de conocer el silencio.
La primera vez que oyó hablar de eso fue cuando se acercó al poste donde una
Viudita Blanca hacía una pausa en su viaje.- Perdóneme, pajarita, siempre la
veo que anda sola por acá y después ya no la veo. ¿Quisiera decirme dónde
está su nido?, le preguntó Pirincho.
- Lejos, muy lejos, donde el silencio es más fuerte que la luz y la sombra, que el
día y la noche, que el dormir y el despertar.
La Viudita Blanca no se dio vuelta, como si sus alas negras fueran el escudo
para marcar distancia.
- ¿Silencio?, dijo Pirincho poniendo un ala en la cabeza como hacía cada vez
que no entendía.
Ella giró el cuello, lo miró, y con voz suave dijo: – con palabras aun no dichas,
sin gritos… Y voló perdiéndose entre las palmeras.
2. Pirincho Livingstone quedó mudo, pensando.
Después de varios días sintió un deseo profundo de conocer ese silencio del
que le había hablado la Viudita.
Y voló en su búsqueda. Usó la brújula del instinto. No subió tan alto, aleteó
despacio. Mirando, descubriendo cada cosa a su paso. Sin preguntas.
Encontrando...
Se sintió raro. No tenía el nido de siempre. Pero estaba seguro de que lo que
quería conocer era más fuertede lo que tenía que soportar. Aprendió a
cuidarse.
El calor ya no fue calor, sino abrigo. Pirincho respiró profundo. Estaba en pleno
vuelo.
La cigüeña María. Cuentos infantiles
Érase una vez una joven pero valiente cigüeña que pese a su juventud se
aventuró a emprender un largo viaje y cumplir con su primera tarea, llevar a
una preciosa niña a los brazos de su mamá.
Preparó todo para tan atrevida aventura, y una mañana empezó un largo
camino desde los cálidos vientos del sur hacia los fríos de las estepas rusas.
Vivió toda clase de aventuras, le sorprendieron tormentas, nieves e incluso un
feroz ataque de una águila que, confundida, no llegó a comprender la hermosa
labor que había comenzado la joven cigüeña.
Pese a todo, y ya malherida y tiritando de frío, vio las heladas aguas del río
Volga, y en vertiginoso descenso, puso a la niña en el dulce regazo de un
moisés que pese a su humildad, sería un cálido lugar donde mecerla y dejarla a
los cuidados de su mamá.
Tras un breve descanso, y sintiéndose en una tierra extraña, emprendió el
largo viaje de vuelta hacia su hogar, una antigua torre donde en un hermoso
nido le esperaba su familia, la que se sentiría orgullosa de a pesas de su tierna
3. juventud, haber terminado con éxito la bella labor para que las cigüeñas habían
sido creadas.
Así, repetidamente, cumpliría con otros viajes a alejadas partes del mundo
donde madres y padres esperaban la deseada llegada de sus bebés. Se sentía
orgullosa con la tarea que la naturaleza le había concedido, aunque con
tristeza escuchaba a veces las viejas historias que cigüeñas más
experimentadas contaban de bebés que no siempre eran felices en los lugares
donde con tanta ilusión los habían dejado.
En la pequeña aldea de la estepa, y en su camita de madera se encontraba
nuestra hermosa Tania. Ya había mucho tiempo que nuestra amiga la cigüeña
María la trajo, pero sus ojos estaban tristes y, junto al frío, empezó a darse
cuenta que no tenía una buena mamá. Pasaron varios años y su vida no
cambiaba. Estaba abandonada la mayoría de los días y apenas su vieja vecina
Ivana, por lástima, le daba algún cariño y mimo, así como la poca comida que
alimentaba su frágil cuerpecito.
Un día, creyendo que en un vaso había leche, se lo tomó, pero el vaso
contenía pintura, y el pequeño cuerpo de Tania se enfermó. Por suerte se curó.
Y para que no estuviera más solita, la llevaron a un orfanato donde la cuidarían
junto a otros niños y niñas que no tenían a sus papás y mamás. Allí tuvo a sus
primeros amigos, y empezó a veces a reír, pero ella lo que quería era tener un
papá y una mamá.
Cuando cumplió cuatro años, una familia que deseaba tener una hija vino a
verla. Después de jugar con ellos los besó y, por primera vez, sus pequeños y
sonrosados labios dijeron las bellas palabras papi y mami. Un día salió radiante
del orfanato y después de un largo viaje, igual como el que en su día hizo la
cigüeña María, fue feliz en una hermosa casa, llena de muñecos, juguetes, y
del amor de su papá y mamá.
La sonrisa de su carita y la alegría de sus ojitos expresaban a todos su
felicidad. Ya no sintió más frío, y el sol del sur la acariciaba, las flores reían de
felicidad a su paso, y todos los animalitos del parque cantaban canciones de
amor y felicidad. Tania ya no lloraría más de soledad. Un día ocurrió algo
4. maravilloso. Paseaba Tania con sus padres por el bosque y encontró a la ya
vieja cigüeña María.
La llamó y le dijo que la llevara otra vez en sus alas y, como ya conoce a sus
papás, a ver si podría ponerla dentro del vientre de su madre, que lo acariciara
su papá, y así ella sería de nuevo un bebé, tendría la dulce leche del pecho de
su padre, crecería, y viviría en el mundo de felicidad que a todos los niños les
corresponden. La cigüeña María, sorprendida, la escuchó atentamente.
Y después de pensar un momento le dijo: "mira Tania, Dios escribió tu destino,
lo que será tu vida, y para eso se valió de una apasionada y joven cigüeña, de
un largo y alocado viaje, de una mamá y papá que desde la distancia te
buscaban, y así en su infinito amor.
Levantó con mimbres de caricias y perfumes de rosa tu hogar, para siempre, y
Dios se siente feliz solamente conque por las noches les dé las gracias por la
vida y un minuto del día te acuerdes de su eterno amor".
FIN
El bebé elefante
Soy el oso hormiguero, y os voy a contar una historia única. Si les digo que en
el zoológico había una excitación y un revuelo poco común, no les miento... a
pesar de mi larga nariz. Nacía el primer día de otoño, mientras las hojas
decoraban las calles, transformándolas en mullidos ríos dorados.
El sol asomaba, todavía con un poco de sueño. Mientras se desperezaba,
cumplía con su diaria tarea de iluminar la vida. Y hablando de vida y de
iluminar... todos los animales estábamos esperando al nuevo integrante de la
familia de los paquidermos. Justamente HOY era el día de llegada del nuevo
pequeñín. La gente hacía cola para ver al bebé recién nacido.
5. En la entrada del zoológico había largas filas de chicos para votar el nombre
que le pondríamos. Mi jaula, que estaba justo frente al terreno de los elefantes,
me permitía observar todo lo que allí ocurría, casi sin perder detalle.
Pasó el tiempo, y Junior, así lo habíamos llamado al bebé que hoy ya tiene 5
años, veía que era un tanto diferente de sus padres. La trompa no le crecía, su
boca era enorme y llena de dientes, arrastraba la panza al caminar y tenía una
larga y robusta cola.
- Mamá -, decía el pequeño, - me da la sensación que no me parezco
demasiado a ustedes... que soy muy diferente.
Dos días transcurrieron con la inquietante pregunta de Junior, hasta que una
tarde, cuando la gente ya se había marchado, los orgullosos papás elefantes
se sentaron a charlar con su pequeño hijo. Entonces le explicaron que como
mamá no podía tener elefantitos en su panza, habían decidido adoptar un
bebé... y tuvieron la suerte de tenerlo a él.
Que es un tanto diferente, es cierto... después de todo había salido de la panza
de una "cocodrila". Pero a quién podía importarle si tenía orejas grandes o casi
invisibles? Después de todo y con todo, un hijo es un hijo tal como es, y se lo
conoce por el corazón y no por el color o la forma.
"El amor es el único capaz de decidir quién es hijo de quién." El elefantito con
aspecto de cocodrilo, se quedó pensando un buen rato. Luego, miró a sus
padres y les dijo:
- Mami, papi,... ahora sí que los quiero mucho más que antes.
6. - Desde mi jaula, pude entonces ver un nuevo milagro. Mientras Junior dormía,
comenzó a crecerle una pequeña y hermosa trompita. Y que a nadie le quepa
duda, que esta transformación era debido al fuerte sentimiento de amor que
unía a esta gran familia. Ustedes se preguntarán cómo es que yo sé tanto de
esto... Bueno, les diré que la familia de este oso hormiguero que les habla, está
formada por un papá oso gris y una mamá panda.
El sol comenzó a esconderse dejando que la luna se refleje en el lago de los
flamencos rosados... el silencio absorbió el bullicio de la multitud, y el otoño
siguió su camino hacia el no tan frío invierno del Jardín zoológico.
FIN
Un pollito llamado Llito
Hace muchos, muchos años, vivía con su familia un pollito llamado Llito. Todos
los días Mamá Gallina salía con sus pollitos a pasear. Mamá Gallina iba al
frente y los pollitos marchaban detrás.
Llito era siempre el último en la fila. De pronto vio algo que se movía en una
hoja. Se quedó asombrado ante lo que vio. Era un gusanito. Mama Gallina y
sus hermanos ya estaban muy lejos. Llito al ver que no tenía su familia cerca
se puso a llorar.
¡Pío, pío, pío, pío! - ¿Qué te pasa?, preguntó el gusanito.
- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido.
- No te preocupes amiguito. Vamos a buscarlos, le dijo el gusanito.
- ¡Vamos, vamos!, dijeron los dos.
En el camino se encontraron al gato, quien les preguntó:
- Miau, ¿dónde van?
7. - Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido, dijo muy triste Llito.
- Yo iré con ustedes a buscarlos, dijo el gato. - ¡Vamos, vamos!, dijeron a coro.
Al rato se encontraron con un perro.
- Jau, ¿hacia dónde se dirigen?, preguntó.
- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido, dijo llorando Llito.
- Jau, iré con ustedes a buscarlos.
- ¡Vamos, vamos! - dijeron a coro.
Y así el perro, el gato, el gusanito y Llito caminaron y caminaron buscando a
Mamá Gallina.
- ¡Llito, Llito! ¿Dónde estás?, gritaba a lo lejos Mama Gallina.
- ¡Es mi mamá!, exclamó Llito. El perro ladró "Jau, jau". El gato maulló "Miau,
miau y el gusanito se arrastró. Todos brincaron alegremente. Al fin habían
encontrado a Mamá Gallina.
El perro, el gato, el gusanito, Llito y su familia se abrazaron y rieron de
felicidad.
- Gracias por cuidar a mi hijo. Los invito a mi casa a comer bizcocho de maíz -
dijo Mamá Gallina.
-¡Vamos, vamos! - dijeron todos. Al llegar a la casa Mama Gallina les sirvió el
rico bizcocho. Nuestros amigos se lo comieron todo, todo, todo. Y como diría
Don Mabo, este cuento se acabó.
FIN
Los Tres Cerditos.
Junto a sus papás, tres cerditos habían crecido alegremente en una cabaña del
bosque. Y cómo ya eran mayores, sus papás decidieron que era hora de que
hicieran, cada uno, su propia casa.
8. Los tres cerditos se despidieron de sus papás, y fueron a ver cómo era el
mundo. El primer cerdito, el perezoso de la familia, decidió hacer una casa de
paja. En un minuto la choza estaba hecha. Y entonces se echó a dormir.
El segundo cerdito, un glotón, prefirió hacer una cabaña de madera. No tardó
mucho en construirla. Y luego se echó a comer manzanas.
El tercer cerdito, muy trabajador, optó por construirse una casa de ladrillos y
cemento. Tardaría mas en construirla pero se sentiría mas protegido.
Después de un día de mucho trabajo, la casa quedó preciosa. Pero ya se
empezaba a oír los aullidos del lobo en el bosque. No tardó mucho para que el
lobo se acercara a las casas de los tres cerditos.
Hambriento, el lobo se dirigió a la primera casa y dijo:
- ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplaré y tu casa tiraré!.
Cómo el cerdito no la abrió, el lobo sopló con fuerza, y derrumbó la casa de
paja. El cerdito, temblando de miedo, salió corriendo y entró en la casa de
madera de su hermano. El lobo le siguió. Y delante de la segunda casa, llamó a
la puerta, y dijo:
- ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplaré y tu casa tiraré!
Pero el segundo cerdito no la abrió y el lobo sopló y sopló, y la cabaña se fue
por los aires. Asustados, los dos cerditos corrieron y entraron en la casa de
9. ladrillos de su hermano. Pero, como el lobo estaba decidido a comérselos,
llamó a la puerta y gritó:
- ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplaré y tu casa tiraré!
Y el cerdito trabajador le dijo:
- ¡Sopla lo que quieras, pero no la abriré! Entonces el lobo sopló y sopló. Sopló
con todas sus fuerzas, pero la casa no se movió.
La casa era muy fuerte y resistente. El lobo se quedó casi sin aire. Pero
aunque el lobo estaba muy cansado, no desistía. Trajo una escalera, subió al
tejado de la casa y se deslizó por el pasaje de la chimenea.
Estaba empeñado en entrar en la casa y comer a los tres cerditos como fuera.
Pero lo que él no sabía es que los cerditos pusieron al final de la chimenea, un
caldero con agua hirviendo.
Y el lobo, al caerse por la chimenea acabó quemándose con el agua caliente.
Dio un enorme grito y salió corriendo para nunca más volver.
Y así, los cerditos pudieron vivir tranquilamente. Y tanto el perezoso como el
glotón aprendieron que solo con el trabajo se consigue las cosas.
FIN
Patito feo
En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la
mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo
poquito a poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan
contentos que casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de
todos, aún permanecía intacto.
10. Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el
huevo, a ver cuándo se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo
empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del
sonriente pato. Era el más grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de
los demás. Y como era diferente, todos empezaron a llamarle el Patito Feo.
La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el
ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse
cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún mas
feo, y tenía que soportar las burlas de todos. Entonces, en la mañana siguiente,
muy temprano, el patito decidió irse de la granja.
Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja.
Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que
había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se
dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo
en un segundo plato. El patito salió corriendo como pudo de allí.
El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los
cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada
de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el
patito empezó a animarse otra vez. Un día, al pasar por un estanque, vio las
aves más hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se
movían como verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado
por la figura y la torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si
podía bañarse también en el estanque.
Y uno de los cisnes le contestó:
- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.
Y le dijo el patito:
- ¿Cómo que soy uno de los vuestros?
Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros.
Y ellos le dijeron:
11. - Entonces, mira tú reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te
engañamos.
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado
en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él
no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió
feliz para siempre.
FIN.
El caracolillo Gustavillo
Gustavillo era un caracolillo que vivía feliz en el fondo del mar; se mecía al
ritmo de las corrientes marinas, reposaba en la arena, buscando algún rayo de
sol y de vez en cuando daba sus paseos.
Un día un cangrejo le vio y le dijo:
- ¿Puedo vivir contigo?
Gustavillo se lo pensó dos veces y al final decidió ser, como un antepasado
suyo un cangrejo ermitaño.
Empezaron a vivir juntos el cangrejo dentro del caracol y al poco comenzaron
los problemas: el cangrejo se metía las pinzas en la nariz, hacía ruidos cuando
comía, no ayudaba en la limpieza...
Una mañana Gustavillo le dijo al cangrejo todo lo que no se debía hacer, con
paciencia, explicándole que:
- Hurgarse en la nariz, es de mala educación y además puede hacer daño
- Se mastica siempre con la boca cerrada
- Hay siempre que colaborar en la limpieza y orden de dónde se vive
El cangrejo se quedó callado, salió de la casa y se perdió durante varios días.
Cuando volvió habló con Gustavillo y entre los dos juntitos hicieron una lista de
las cosas que, para estar juntos, debían hacer para que todo funcionara bien.
12. A partir de ese momento se acoplaron a convivir juntos y fueron muy, muy
felices, el cangrejo, daba a Gustavillo largos paseos y el caracolillo arropaba al
cangrejo cuando había marea.
FIN
De sonrisa en sonrisa
Una mañana, Patricia se despertó asustada por un sueño que había tenido.
Soñó que a todas las personas que conocía se les había borrado la sonrisa.
Estaba rodeada de gente muy triste, con caras alargadas, con el ceño fruncido,
con rostros llenos de amargura, cosa que no le agradó nada.
Hasta su mamá, que era muy alegre y siempre tenía un chiste para compartir,
sólo gritaba y mostraba mal humor.
De igual manera su padre y hermano; por no hablar de la maestra, que tenía un
rostro de estatua, y sus compañeros de clase, quienes ni con una broma reían.
Esto angustió mucho a Patricia, ya que siempre pensaba que la sonrisa era la
forma natural de comunicarse para entender al amigo, al hermano y a los
padres.
Esto lo pensaba debido a que sus mejores ratos los había vivido cuando todos
los miembros de la familia se reían, y sabía lo importante que era ese pequeño
gesto para mantenerse unidos y comunicarse.
Patricia cada vez se sentía más sola e incomprendida, nadie reía a su
alrededor e incluso ella llegó a dejar de sonreír y comenzó a llorar, temiendo
que nunca volvería a ver feliz a nadie.
13. Pero llegó al punto de que el susto invadió todo su cuerpo y de repente se
despertó. Se dio cuenta de que estaba en su cama, a salvo, y dijo: "Menos mal
que sólo fue un sueño".
En ese momento su mamá llegó a la cama con el desayuno y una tremenda
sonrisa, dándole un beso y diciéndole que el día hay que empezarlo feliz.
FIN
La paloma y la hormiga
Obligada por la sed, una hormiga bajó a un arroyo; arrastrada por la corriente,
se encontró a punto de morir ahogada.
Una paloma que se encontraba en una rama cercana observó la emergencia;
desprendiendo del árbol una ramita, la arrojó a la corriente, montó encima a la
hormiga y la salvó.
La hormiga, muy agradecida, aseguró a su nueva amiga que si tenía ocasión le
devolvería el favor, aunque siendo tan pequeña no sabía cómo podría serle útil
a la paloma.
Al poco tiempo, un cazador de pájaros se alistó para cazar a la paloma. La
hormiga, que se encontraba cerca, al ver la emergencia lo picó en el talón
haciéndole soltar su arma.
El instante fue aprovechado por la paloma para levantar el vuelo, y así la
hormiga pudo devolver el favor a su amiga.