1. El ser humano no nace enseñado, para aprender se necesitan predisposición por parte
del niño, y reglas o principios por parte de los padres
Todos nosotros que facilitan el aprendizaje. Al ejercer como padres
vivimos en un mundo deben considerarse tres principios importantes que
lleno de normas y deben inculcar a sus hijos:
límites, que nos
La disciplina
gustan y aceptamos
Las normas
más o menos, pero
que en definitiva nos Los límites
ayudan a convivir, a
ser respetados y a
respetar a los demás.
Las normas y los
límites nos
proporcionan una
forma de actuar e
integrarnos en
sociedad.
Disciplinar es guiar con decisión, hacer cumplir
.
estimulando y razonando, construir autoestima y a
la vez corregir el mal comportamiento. El objetivo
de la disciplina es enseñar a los niños a hacer las
cosas bien; el objetivo de los castigos es
enseñarles a no hacer las cosas de forma
incorrecta.
2. La educación requiere que los niños
experimenten las consecuencias de su mal
comportamiento, y eso incluye castigos
esporádicos, pero éstos sólo son elementos
para disciplinar, como también lo son el
razonamiento y la seriedad al decir las
cosas. Cuando se enseña disciplina
estableciendo límites, les dan
responsabilidades y les enseñan a resolver
problemas y a decidir correctamente.
A través de la disciplina los padres son profesores, educando a sus hijos para la vida.
Pero es fundamental que los padres tengan en cuenta la importancia de la unificación
de criterios educativos, en lo esencial, para ejercer su función. Las contradicciones,
discrepancias, los enfrentamientos u oposiciones entre los padres pueden impedir su
labor educativa y perjudicar el desarrollo de sus hijos.
Aprendemos a enseñar disciplina a través del estudio y de la
práctica.
No podemos perder de vista que ni hay padres perfectos ni existen los hijos
perfectos. La perfección es un ideal, no existe en la realidad.
Los padres pueden ser afectivos y de fácil acceso,. Pero no deben dejar de ser
padres para convertirse en colegas de sus hijos. Los hijos necesitan que sus
padres sean eso: padres.
Cuanto más pronto se empiece a enseñar la disciplina en los niños, más fácilmente
se consiguen logros, aunque no es imposible, con constancia y tenacidad, lograrla
con niños mayores y jóvenes, aunque resulta más difícil de lograr.
3. Algunos ejemplos de aspectos donde aplicar la disciplina
La organización. El orden es importante en la vida. Lograrlo puede ahorrar
muchas discusiones, ruegos y castigos. Enseñar que cada cosa tiene su sitio es
muy práctico y útil. No podemos olvidar que nadie nace enseñado. Enseñarles y
practicar a recoger y a ordenar las cosas les enseña a hacerlo solos en el futuro.
El tiempo. Las cosas se han de hacer en el momento adecuado. Los niños
necesitan unos horarios concretos para saber qué se espera de ellos en cada
momento. Los hábitos se establecen con la práctica. Fijar unos horarios para ir a
la cama, para comer, para hacer los horarios, evita muchas discusiones. Ahora
bien los hábitos no pueden ser tan rígidos que dominen nuestra vida. Hay que
saber flexibilizar las cosas según las circunstancias, pero cuando los hábitos se
alteren hay que explicar muy claramente al niño el porqué de esta relajación de
los hábitos establecidos. Para enseñar al niño a ubicarse en el tiempo debemos
tener presente: Suavizar las transiciones de una actividad a otra, por ejemplo
avisando unos minutos antes de que se va a cambiar de actividad; Dar tiempo
suficiente porque la medida del tiempo de los niños no es igual que la de los
adultos; Hacer listas con las tareas pendientes para que el niño se organice el
tiempo haga todo lo que debe hacer, pero a su ritmo.
Dar ejemplo. No hay mejor maestro que “fray ejemplo” y normalmente es cierto,
aunque puede ser un arma de doble filo, porque los niños acabarán copian los
buenos hábitos pero también las incorrecciones. Por ello hay que tener mucho
cuidado sobre todo no olvidar que cuando los niños vean contradicción entre lo
que se les dice y lo que ven que hacen sus padres, acabarán haciendo lo que
ven hacer. Cuatro áreas en las que dar ejemplo es útil: 1.- la limpieza y el aseo
personal; 2.- el reconocimienro de los errores, pidiendo perdón. Errar es humano;
3.- la sinceridad; 4.- el respeto.
Estimular. Muchos de los comportamientos que queremos que el niño aprenda
no son “naturales” por ello es importante estimular al niño, por ejemplo a través
4. del reconocimiento de su comportamiento, lo cual también beneficia su
autoestima al tiempo que motiva la continuidad de la realización del mismo.
Elogiar. Los elogios son también importantes, para estimular al niño y darle el
empujón necesario para que siga comportándose se una determinada manera.
Pero debe ser un elogio merecido y darse en una justa medida. Los excesos son
contraproducentes, ya que el niño se llegan a sentir poderosos y que pueden
hacer todo lo que quieran.
Premiar. Los premios son considerados una forma positiva de motivar a los
niños a hacer lo que queramos. La razón de premiar como refuerzo educativo es
que cuando una acción está seguida de un premio o recompensa es más
probable que la acción se repita. Pero debe elegirse bien los premios, con
moderación y precaución. No todos los comportamientos deben ser premiados,
ya que unos comportamientos forman parte del proceso de la vida y esos deben
considerarse “normales”, ya que deben hacerse sin que supongan un esfuerzo
especial. El tipo de premio debe depender de las circunstancias particulares, la
edad del niño, lo que para él tenga valor, el interés de los padres y por qué se le
da.
¿Por qué son necesarios los límites y
las normas en los niños?
Para crecer y desarrollarse de un modo equilibrado,
seguro y estable nuestros hijos necesitan un sistema de
normas y límites que les ayude a comprender e
integrarse en el mundo en el que viven. Los límites y las
normas:
■Aportan estabilidad y seguridad a los niños. Les ofrecen la seguridad de saber a qué
atenerse en cada situación. Un niño sin puntos de referencia, sin límites ni normas es
5. un niño que se siente perdido, inestable y confuso. Los niños más inseguros e indecisos
son aquellos que han sido educados sin ninguna norma ni disciplina o en entornos
donde los principios educativos cambian constantemente.
■Protegen a los niños más pequeños de posibles daños de los que todavía no son
conscientes.
■Un sistema de normas estable ayuda a nuestros hijos a saber predecir las
consecuencias (positivas o negativas) de su propia conducta.
■Ayudan a los niños a integrarse en la sociedad, ya que ofrecen un repertorio
conductual socialmente admitido, a la vez que les muestra las conductas que no se
aceptan.
■Permiten a nuestros hijos a comprender y predecir su entorno social.
■Facilitan la convivencia con los demás. No se debe empujar, gritar, tirar de las
coletas.Hablamos en un tono de voz tranquilo y respetamos los turnos, por ejemplo.
■No son, como algunos pretenden ver, un modo, una forma o un medio para controlar
a los niños o hacer niños autómatas que solo obedezcan a los padres. Niños sumisos,
niños sin control de su voluntad. Todo lo contrario, mediante la aplicación de límites y
normas preparamos a nuestros hijos para que sean niños y adultos responsables.
■Favorece la autoestima. Un niño con límites claros e incentivos que le animen le
resulta más fácil portarse bien y su autoestima se ve reforzada. Por el contrario, un niño
que se porta mal, se siente malo y su autoestima se ve afectada negativamente.
■Sin confundir autoridad con autoritarismo, aquellos padres que ponen límites claros
son padres mucho más eficaces y aportan más seguridad a sus hijos que aquellos que
no paran de cambiar sus principios educativos.
6. ¿Cómo han de ser las normas y los límites?
■Para ser realmente eficaces han de ser claras y concretas. Explicadas en un lenguaje
adaptado para que el niño las pueda comprender. Nuestros hijos deben saber qué
tienen que hacer, cómo tienen que hacerlo y qué consecuencias tendrá su
cumplimiento o no. No es lo mismo decirle a nuestro hijo "siéntate en el sofá sin saltar
en él" que "pórtate bien". En el primer caso la norma está bien definida, mientras que en
el segundo caso el niño no entiende qué se espera de él concretamente.
■Consensuadas y aplicadas por ambos progenitores. Debemos tomarnos un tiempo
con nuestra pareja para pensar, decidir, planear, concretar y consensuar qué es lo que
podemos permitir y lo que no. No está bien para ningún miembro de la familia que uno
juegue a ser el poli bueno o el papá que no pone normas, que no castiga, que todo lo
deja pasar... mientras que el otro progenitor es quien siempre está detrás del niño
mandando al orden.
■Adaptadas al nivel de edad. Revisables y evaluables. Las normas irán cambiando a lo
largo del desarrollo de nuestro hijo, no es lo mismo un niño de 3 años que un otro de
ocho, por ejemplo cuando ponemos normas a la hora de acostarse.
■Con finalidad educativa que fomenten valores de convivencia como no empujar, no
pegar, no insultar, respetar los turnos... O que cubran necesidades fisiológicas que les
protejan como lavarse las manos antes para no enfermar.
■Con consecuencias claras y concretas por su cumplimiento o no.
■Aplicadas sistemáticamente, independientemente de cuál sea nuestro estado de
ánimo, cansancio u humor, aunque puede haber excepciones puntuales. Si la norma es
"después de jugar guardamos y ordenamos los juguetes" en caso que la cumpla la
consecuencia positiva puede ser un elogio. En caso contrario, el incumplimiento, puede
ser guardar el juguete en el trastero durante unos días.
7. ■Coherentes. Los padres somos los referentes, el modelo a seguir, el espejo donde se
miran nuestros pequeños. Debemos actuar con coherencia y pensar que no podemos
pedir a nuestros hijos que no griten, insulten o peguen si nosotros no somos capaces
de controlar este tipo de comportamiento.
■Compartidas y no impuestas. Es más fácil cumplir normas que entre todos hemos
establecido que aquellas que nos vienen impuestas, cuando nuestros hijos crezcan
será mejor que compartamos y consensuemos algunas de ellas, como por ejemplo la
hora de llegar a casa.
No tengamos miedo a establecer normas y límites, nuestros hijos no nos van a querer
menos, todo lo contrario. Como decía al principio del artículo un niño sin normas ni
límites es un niño perdido, confuso e inseguro de sí mismo. Los límites y las normas
son necesarias para que nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado, estable y
seguro, confiando en nosotros, porqué el no también educa y les ayuda a crecer.
Qué hace que a algunos padres les cueste poner límites a sus hijos?
Puede tratarse de:
padres que, entre sí, tienen
opiniones distintas sobre una misma
situación, e infravaloran o
desacreditan el juicio del otro
progenitor. No hay respeto entre
ellos.
Padres que sienten que no tienen energías suficientes para enfrentarse a
sus hijos.
8. padres que intentan, de esta forma, compensar el poco tiempo de
dedicación que les pueden dar.
padres inseguros y con poca autoestima, que desean ser aceptados por
sus hijos, y que no confían en sus propias decisiones ni en su capacidad
para defenderlas.
También tenemos serias dificultades para decir “No” ante determinadas
demandas que nos hace el hijo. Pensamos que si decimos “no”, nos va a querer
menos, máxime si entonces nos dice frases como: “Eres una mala madre” o “Tú
no me quieres”.
¿Qué es lo realmente perjudicial para el desarrollo del niño?
Todas las situaciones
extremas perjudican el
crecimiento y desarrollo
del niño:
Tanto el establecer unos límites o
normas demasiado estrictas o
excesivas en cuanto a cantidad,
pues ello no dejaría crecer al niño.
Cómo el no poner ningún tipo de
límites a su comportamiento. Las
consecuencias de esta actitud darán
lugar a un niño que no tiene nunca suficiente, cuyas exigencias son cada vez más
elevadas y donde las negativas serán cada vez vividas de forma peor. Estaremos pues
9. ante un niño, con gran dificultad en postergar la satisfacción de sus deseos, con lo que
ello supone. Su autoestima quedará ligada a la posesión material de cosas,
regalos,...es decir, una alta dependencia de las cosas materiales.
¿Qué condiciones son fundamentales
para poder establecer con éxito los
límites a nuestros hijos?
Si los padres y las madres observamos cómo nos
comunicamos con los hijos e hijas, veremos que
utilizamos mucho el imperativo. Cada día reciben una
enorme cantidad de órdenes: levántate, lávate,
desayuna, date prisa, coge el bocadillo, haz los deberes,
deja de ver la tele, recoge tus cosas, deja tranquila a tu hermana, vete a dormir...; esto,
unido a que usamos las críticas, los sermones y los consejos, casi como únicos
recursos educativos, lleva a que los hijos entren en confrontación, no escuchen o no
nos hagan caso.
Infundirles miedo tampoco parece un planteamiento
educativo adecuado.
Precisamos cambiar el lenguaje en el sentido de mandarles menos y de no utilizar los
tiempos de obligación: tienes que..., has de..., y sustituirlos por expresiones indicativas
de que contamos con ellos y los consideramos importantes. Veo útil pedirles que nos
escuchen, hablarles de la necesidad de su colaboración e informarles, dejando a un
lado las críticas y los sermones.
Para que el niño se muestre dispuesto a aceptar las normas o los límites marcados por
los padres, es necesario que se cumplan otras condiciones:
10. Que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño.
Los padres deben estar convencidos de aquello que exigen y, por tanto, han de
luchar para su cumplimiento.
Las normas marcadas por los padres han de ser claras y realmente necesarias, y,
por tanto, no han de ser excesivas, pues ello acabaría por convertirlas a todas en
ineficaces.
Los padres deben comportarse de forma coherente a lo exigido, pues con el
ejemplo también se enseña; por tanto, han de ser consecuentes con el modo
habitual de hacer en casa.
Es normal y habitual que el niño quiera probar, con su actitud y con su conducta,
hasta dónde puede llegar y cuál es la reacción de los padres si se sobrepasa el
límite marcado.
Es, en ese momento, cuando hay que mostrarse firmes, pues si se cede, después
costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas.
Todo ello, no excluye (si bien al contrario) la necesidad de que los padres
adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la
situación, al momento y edad concreta del niño.
Expresarles que uno vive dificultades cuando ellos no hacen caso, aceptar que a
veces uno no sabe resolver las cosas y escuchar sus opiniones, puede ayudarles
a colaborar en la solución, pues ellos se sienten valiosos cuando los padres les
tienen en cuenta. Llegar a acuerdos por medio de pactos, también tiende a dar
buen resultado.
11. Procedan poco a poco, escojan la parte del día que más les preocupa. Escuchen a
sus hijos, busquen sus opiniones y su cooperación, hágalos participes de las
decisiones acerca la rutina diaria y los límites y tendrán su cooperación y
compromiso.