El Imperio Romano se dividió en 395 d.C., surgiendo el Imperio Romano de Occidente y el Imperio Bizantino de Oriente. El emperador Justiniano (482-565 d.C.) buscó revitalizar el Imperio Bizantino mediante reformas administrativas y construyendo la iglesia de Santa Sofía. El arte bizantino se caracterizó por cúpulas grandes, mosaicos y pinturas con figuras rígidas que representaban temas religiosos de forma simbólica.