1. Rebeldes
Ya no hay izquierdas ni derechas, sino gente joven y gente vieja
Ya no hay izquierdas ni derechas, solo
gente abierta o cerrada, lista o torpe,
educada o zafia, noble o canalla, honrada
o deshonesta, generosa o egoísta,
profesional o aficionada, de buena o de
mala sangre. Y por ahí todo seguido.
Esta no es una clasificación colectiva, sino de las personas una en
una, como debe ser.
Más allá de cualquier ideología, hay una clase de gente que
conserva siempre el germen de la rebeldía natural ante la injusticia
dondequiera que esté; en cambio otra gente con el tiempo acaba
perdiendo la curiosidad, se agarra a los valores de un mundo
periclitado y los convierte en un baluarte inamovible.
Ya no hay izquierdas ni derechas, sino gente joven y gente vieja,
sin que en esta división tenga nada que ver la edad ni el futuro que
cada uno tenga por delante. En este caso el futuro común son las
veinticuatro horas de todos los días. Aquellos jóvenes dorados de
antaño, que durante la dictadura lucharon por recuperar la
democracia y la libertad, son hoy una gente muy mayor. Unos han
envejecido bien porque, llenos de coraje, no han bajado los brazos;
otros han envejecido mal porque el miedo les ha ido creando más
conchas que a un galápago.
Lo mismo sucede con los jóvenes de hogaño, airados e
inconformistas. Unos se alimentan todavía del caldo agrio,
revenido y recalentado del marxismo leninismo y pese a todos
sus piercing, trenzas rastafaris y tatuajes góticos se debaten en el
cainismo izquierdista de siempre; en cambio otros saben que la
nueva estética política se inscribe hoy en esa clase de actos nobles
que se derivan de la mente dispuesta, del espíritu rebelde, que te
2. hacen revolucionario cada día. No hay alternativa: eres joven por
estar abierto a las nuevas ideas del mundo o eres viejo por pensar
que ese mundo nuevo que llega no merece la pena vivirlo porque
crees que ya lo has vivido.