1. Con vistas a
Tartessos
Los descubridores de la
necrópolis de Paraje
de Monte Bajo
Alcalá de los Gazules (Cádiz)
Manuela Lago López
Gil Birués de Segovia Diego
2. 9
Índice
1. ¿Cómo empezar? 11
2. Introducción 15
3. Los paseos por el muro del embalse del río Barbate 25
4. El sueño de Gil 29
5. El descubrimiento de la necrópolis funeraria de Paraje de Monte Bajo 31
Cómo comenzó todo 31
6. Comunicación del hallazgo 37
7. La entrega de los materiales 39
8. Una golondrina no hace verano 43
9. La ubicación de la necrópolis 49
10. El embalse del río Barbate y la arquitectura bajo el agua 53
11. Descripción y datación de la necrópolis 59
12. La tumba E-1: primera excavación (algunas fases) 61
13. Salvaguardando la necrópolis 87
14. La llegada de la ansiada noticia 99
15. La tumba E-2: comienzo de la segunda excavación (algunas fases) 101
16. La tumba E-3: continuación de la segunda excavación (algunas fases) 127
17. La tumba E-4: continuación de la segunda excavación (algunas fases) 137
18. El descubrimiento de la tumba E-5 153
19. El hallazgo del tesoro del Carambolo 155
20. Inauguración de la exposición de los ajuares de la necrópolis
en el Museo Provincial de Cádiz 157
21. Ellos escribieron primero: una mención especial a «mi piedra amada» 165
22. Y llegaron más golondrinas.
«La cueva del Celemín»: pinturas, signos y constelaciones 171
23. La construcción del mirador 181
24. Una tarde con los alumnos del ies Bahía de San Fernando 183
25. Inauguración del Centro de Interpretación «Cádiz Prehistórico» 185
26. Un nuevo descubrimiento sale a la luz frente a la necrópolis 189
27. Los pintores de cantos rodados 195
28. La gran estela ovalada 199
3. 10
Con vistas a Tartessos
29. Las aves seguían llegando de forma inesperada
y anuncian buenas nuevas.
El hallazgo de las estelas 201
30. La llegada de las aves parece no tener fin 217
Noticias relacionadas con la necrópolis 227
Agradecimientos 229
4. 11
1. ¿Cómo empezar?
Recordar es vivir y mantener vivos
a los muertos y los sueños que tuvieron.
José Saramago
Desde mi pequeño escritorio, contemplo el paisaje que me rodea: las sierras azu-
ladas; las distintas tonalidades del campo, sus colores ocres o verdes; las cortinas
de lluvias, según la época del año; la iluminación; los hermosos amaneceres; los
increíbles crepúsculos que hacen estremecer el alma…
Mientras escribo, a la vez que diviso esa panorámica, viene a mi memo-
ria a cada instante el recuerdo de mi abuelo Fernando Lago Gutiérrez y mi tía
Manuela Lago Estudillo, asesinados en los terribles sucesos de enero de 1933,
acaecidos durante la Segunda República en Casas Viejas, localidad en la que nos
encontramos y cuyo nombre en la actualidad es Benalup-Casas Viejas, pueblo
perteneciente a la provincia de Cádiz.
Mis familiares lucharon por la tierra y murieron por ello. Por esa razón, los
quiero tener presentes en esta hermosa historia; a fin de cuentas, a Gil y a mí
también nos ha tocado luchar por la tierra de alguna manera, ya que no han sido
pocos los obstáculos burocráticos que hemos tenido que superar, y los que aún
nos quedan, en este largo camino en el que llevamos inmersos desde el 30 de
septiembre de 2004.
A través de esta narración y las fotografías que la ilustran, el lector compro-
bará lo interesante y apasionante que resulta esta aportación de un trocito de
nuestra historia, surgida de forma totalmente espontánea, llena de misterio, sin
ningún tipo de adorno, ya que ella se adorna por sí sola, como una mujer sencilla
que no es consciente de su belleza natural.
He plasmado nuestra experiencia con la más absoluta humildad, sin cono-
cimientos académicos, con todas mis limitaciones, pero con la ilusión de com-
partir nuestras vivencias. La mayoría de las veces, en la sucesión de los acon-
tecimientos, ha sido la intuición la que se ha impuesto de forma abrumadora,
para mi propia sorpresa y asombro. Por tanto, de todo cuanto aquí digo o trato
5. 12
Con vistas a Tartessos
de explicar me hago la única responsable, al igual que de los errores que haya
podido cometer.
Como apunto a lo largo de estos escritos, ha sido la tierra la que ha tomado la
palabra para hablarnos y nosotros solo hemos sabido escucharla. Al menos, eso
es lo que creemos, pues a partir de nuestro primer descubrimiento de la necró-
polis funeraria de Paraje de Monte Bajo, han ido surgiendo otros hallazgos muy
interesantes a la vez que sorprendentes, como son las estelas que hallamos en el
propio yacimiento en 2014 al cabo de diez años de su excavación.
Amamos la tierra, quizás nuestro interés por ella proceda del amor incondi-
cional y de la enorme concienciación por protegerla, algo que afortunadamente
comparten nuestra familia y nuestros amigos. Viendo los grupos de senderistas
que proliferan en estos últimos años, parece ser que el hombre vuelve de nuevo
su rostro hacia la «Madre Naturaleza», para admirarla, cuidarla, protegerla; en
definitiva, amarla.
Cuando sobre 2006 inicié la tarea de recopilar información para escribir este
libro, no tenía ni idea de la aventura en la que me embarcaba. Durante ese largo
período de tiempo, traté sin éxito de plasmar en los primeros borradores nuestra
experiencia de la más manera más explícita posible. Así, desde el principio, recu-
rrí a mis diarios de anotaciones, que abarcan el descubrimiento de la necrópolis
e incluyen la finalización de la excavación y su limpieza posterior, además de
las prospecciones realizadas en compañía del equipo de la universidad y otros.
Enseguida comprendí que había situaciones y circunstancias que, unas veces
por pudor y otras por prudencia, no podía referir en el texto. De esta manera,
el desánimo y la soledad se apoderaron de mí de forma continuada, hasta tal
punto que este trabajo fue postergado una y otra vez; y no solo por mí, las cir-
cunstancias no narradas aquí también han tenido que ver con su retraso. Digo
«postergado», ya que nunca olvidado, pues, aunque no trabajase en el libro, solía
abrir el ordenador y quedarme paralizada delante de la pantalla, sin saber cómo
continuar este periplo.
La mayoría de las veces, las fotos que repasaba sin cesar eran las que de
alguna manera me animaban a retomar la escritura. A pesar de mis continuos
fracasos, tenía conciencia plena de la importancia de nuestro primer descubri-
miento, no solo por lo inédito de las fotografías, sino por todo lo que conllevaba
este hallazgo y por lo que comportará con el paso del tiempo. De esto último,
6. ¿Cómo empezar?
13
tanto Gil como yo somos plenamente conscientes y sabedores, pero la prudencia
se impone al deseo de mostrarlo todo.
Entonces, ¿cómo plasmar nuestra experiencia en los escritos?, ¿cómo de-
sarrollar debidamente lo comprendido, lo aprendido, sin dar lugar a mofa y a
burla?
Toda vez que entendí que si no concluía estos textos, jamás verían la luz (con
la pérdida de información que ello conllevaría), he decidido reunirlos en este
volumen para que sea el lector quien los juzgue.
Por supuesto, el trabajo más laborioso vendrá más adelante, cuando los ver-
sados en la materia, con verdaderas inquietudes, aquellos que saben que no todo
está escrito y que queda mucho que investigar,1
continúen esta labor tan apasio-
nante. Ellos, quienes estén dispuestos y las generaciones venideras, tendrán la
suerte de llevar a cabo esta empresa. Y ojalá estos trabajos se hagan en grupos
unidos, en los cuales todo el conocimiento se ponga en común, no existan luchas
de clase y se tengan en cuenta a los campesinos: los verdaderos conocedores de
la tierra y de la lógica que ella impone.
Los campesinos pueden aportar a los investigadores toda su sabiduría y ex-
periencia; claro está, si no son excluidos y son escuchados como es debido: con
atención y respeto.
1. Como dice Ana María Vázquez Hoys en su libro Las golondrinas de Tartessos, incluso
puede que haya que desaprender lo aprendido sobre el origen de la escritura.