Ya no hablamos del territorio solo como una superficie geográfica o entidad administrativa y política, ahora se referencia como un escenario dinámico o como un nodo de relaciones, en el cual se valoran bienes compartidos y se organizan relaciones de gobernanza basada en la participación y la concertación activa de las fuerzas sociales. Los territorios locales son claves para potencializar las oportunidades ofrecidas por la globalización, es decir, se han revalorado. “La globalización se asienta en un sistema red cuyos puntos nodales son las ciudades”, según Joan Prats Catalá (2004, pág. 15). Allí se registran oportunidades y amenazas del desarrollo social y económico que contribuye a superar las brechas sociales. En este artículo, distinguimos tres roles centrales del territorio local: primero, el nivel donde se redefine la relación local-global; segundo, en él, se revitaliza la democracia y es epicentro de nuevas esferas públicas y nueva ciudadanía; y tercero, en su interior se gestionan diversos recursos.