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(307)long mana caido del cielo
1. Fuente: Financial Times
COMO MANÁ CAIDO DEL CIELO.
Manfred Nolte
La coincidencia de la Semana Santa y de un día como el de hoy, Lunes de
Resurrección, confiere actualidad a las Sagradas Escrituras. En un pasaje de
ellas se refiere la milagrosa manera con la que la suprema Autoridad celestial
tuvo a bien solventar las hambrunas del pueblo hebreo, en su transitar desde
Egipto a la tierra prometida. La economía ambulante judía tenía escasa o nula
capacidad productiva, por lo que según el libro del Éxodo, del mismísimo cielo
caía en frecuencias y cantidades idóneas un alimento llamado ‘maná’ que servía
para paliar las necesidades calóricas de aquella comunidad itinerante. A
miserias atípicas, remedios excepcionales.
Algo recuerda lo anterior a las sociedades occidentales en nuestros días: que a
pesar de atizar con todos los combustibles conocidos el fuego de la caldera,
tradicionales y no tradicionales, la máquina tira poco. La economía de los países
centrales padece un letargo estructural o sistémico, algo que Lawrence
Summers primero, y ahora un montón de académicos más, definen como
‘estancamiento secular’. La economía, las economías, están paralizadas. El PIB,
el manómetro indicador del pulso de la producción, de la renta y tal vez del
bienestar de las personas está en mínimos, muy cerca de la zona roja bajo el
cero, de la gélida y temida deflación. Aquí, sin más, a nuestro lado, el Viejo
Continente, un decisivo comprador de nuestras exportaciones de bienes y
servicios proyecta flojas previsiones de crecimiento (1,4% para 2016, frente a
1,7% en las previsiones de diciembre) y de inflación (0,1% frente a 1%).
Como consecuencia de la gran crisis surgida en Wall Street y el consiguiente
colapso mundial de todos los mercados, los Gobiernos nacionales asistidos por
las Instituciones Internacionales procedieron a adoptar las medidas de
emergencia necesarias, simplemente para apagar el incendio.
Fundamentalmente dos tipos de acciones: en primer lugar, gasto público a
discreción para compensar el hundimiento de la demanda privada. La terapia se
reveló bastante efectiva pero rápidamente los efectos secundarios de la
medicina se revelaron lo suficientemente graves como para retirar los fármacos
administrados. El gasto público se traducía en déficits fiscales que ahogaban los
presupuestos futuros y la deuda soberana alcanzaba cotas inadmisibles. Por ello
2. la política fiscal fue acompañada, si no sustituida, por una drástica política
monetaria. El plazo transcurrido desde 2007, casi 10 años, nos permite tener
perspectiva para distinguir entre las medidas monetarias convencionales y las
que, por ser novedosas, han sido bautizadas con el nombre de ‘políticas no
convencionales’. Las convencionales han consistido en rebajar los tipos de
interés a corto hasta los umbrales del cero por ciento e inundar con liquidez el
sistema financiero. De esta manera se pretendía que consumidores e inversores
encontrasen estimulo suficiente para endeudarse y tirar de la economía. En
Europa, el Banco Central Europeo (BCE) ha sido absolutamente congruente con
este tipo de decisiones, que sin embargo se han revelado insuficientes. De ahí
que el nuevo capítulo de medidas ha dado paso recientemente a las ‘no
convencionales’(Relajación cuantitativa): compra de títulos públicos y privados
(774.000 millones de euros desde diciembre de 2014), préstamos al sector
bancario a medio plazo a tipos negativos, penalización de las reservas bancarias
privadas en el BCE al 0,4%. Los tipos de interés a largo plazo en hemisferios
negativos. La cuadratura del círculo. La zorra cuidando a las gallinas. La
autoridad monetaria pagando intereses por el dinero que le piden los Bancos a
préstamo. Los ahorradores pagando primas por adquirir bonos de los países
más fiables y solventes. El mundo al revés.
Pero tras el éxtasis puntual que ha seguido a estas decisiones inverosímiles
sigue latente la gran pregunta: ¿es todo ello suficiente para activar la demanda
de crédito?¿Lograrán las medidas adoptadas estimular la demanda privada y
conseguir registros de crecimiento económico suficientes para reconstruir la
nave naufragada y devolver el empleo a los millones de ciudadanos que lo han
perdido en la deriva de la crisis?
El diagnóstico vuelve a dividirse. Los más ortodoxos y convencionales ponen el
énfasis en las reformas estructurales. Abordar, por ejemplo, la flexibilización del
mercado laboral como ha amagado el ejecutivo francés, o adelgazar con pausa y
serenidad la cintura mastodóntica de las administraciones públicas. Aunque
duela al principio –sostienen- acaban curando. La tibia decisión es palpable en
3. los Gobiernos y las reformas estructurales brillan por su ausencia. También hay
campo en el ámbito fiscal, donde algunos países como Alemania tienen amplios
márgenes que pueden utilizar, pero se niegan a hacerlo.
Para otros queda una vuelta de tuerca adicional en las políticas monetarias no
convencionales: contratar una flota de helicópteros para que sobrevuelen
nuestras ciudades, pueblos y aldeas y lancen millones de euros en billetes de
curso legal. Lo han leído bien: ‘Helicopter money’, dinero lanzado desde los
helicópteros. Un maná pagano previsiblemente prescrito por el Sr. Draghi y su
Consejo de administración para alimentar al enfermo anémico de la economía
europea. Un paso más en la estrategia monetaria ‘no convencional’.
No lo tomen en su estricta literalidad, aunque no se aleja mucho de ella. Hasta
ahora el BCE inyecta liquidez a los gobiernos contra títulos públicos que se
contabilizan como deuda publica. Bajo el programa de ‘dinero helicóptero’ la
autoridad monetaria entrega liquidez a los gobiernos(cabría hacerlo
directamente a los particulares) que no se computa como deuda y que cuenta
con dos únicas limitaciones. La primera el repunte de la inflación, al
incrementarse la oferta monetaria, suceso altamente imprevisible. La segunda la
capacidad crediticia y de solvencia del Banco Central que en principio es
ilimitada. Asignadas las cantidades bajo criterios a decidir los gobiernos
emprenderán luego las acciones de política fiscal -de consumo o inversión
pública o las transferencias al sector privado- que se estimen óptimas.
Peter Praet, el economista jefe del BCE lo ha dicho recientemente: “Todos los
Bancos centrales pueden hacerlo. La cuestión es si deben, y cuando deben
hacerlo”.
Ténganlo en cuenta por si en algún momento escuchan un rugir de rotores y ven
caer euros del cielo: es el maná que llega a una sociedad languideciente. Y
piensen simultáneamente que si una cosa parece demasiado buena para ser
verdad, normalmente lo es.