1. El precipicio fiscal español.
La economía española discurre por un escarpado desfiladero a cuyos lados se
abren dos barrancos igualmente comprometidos. Aunque cupiera alguna
evaluación acerca de la profundidad de uno en relación al otro, se trataría, en la
travesía obligatoria, de un análisis banal. No cabe protegerse solamente de uno
de los bordes ya que el opuesto reviste el mismo peligro extremo. Despeñarse
desde una altura de 500 metros provoca el mismo efecto fatal que hacerlo desde
el doble de altura.
Los dos barrancos aludidos se refieren respectivamente a los ámbitos financiero
y real de nuestra economía. Ambos han presentado vulnerabilidades esenciales
desde el despunte de la recesión y en ambos casos la solución dista un largo
trecho de ser alcanzada. No obstante la fotografía puntual del momento arroja
distinta luz y diverso diagnóstico sobre cada uno de los referidos flancos.
El primero conjuga una serie de aspectos financieros como la evolución del
déficit presupuestario y la progresión de la deuda soberana, interrelaci0nados
con alguno estructural, en particular el referido al rescate y reflotamiento del
sector bancario. Ambos contenían un mensaje común frente a terceros ya que
los inversores institucionales achacaban en gran medida la posibilidad de
impago exterior por parte del Reino de España a la fragilidad manifiesta de una
buena parte del sistema financiero resumido a lo que se denominó el ‘bucle
infernal’. El tesoro necesitaba fondos ingentes para proceder a la
recapitalización de la banca, pero las sucesivas emisiones de deuda que aquel
producía eran adquiridos casi en exclusiva por un sistema financiero,
destinatario, a su vez, de los fondos levantados en el mercado. Como era
predecible una incongruencia de estas características conducía inevitablemente
al fracaso del modelo, y así fue como a mediados del año 2012 el acceso a los
mercados por parte de la deuda soberana española sufrió un colapso situando al
país al borde del impago, esto es, de la quiebra. La concesión por el ‘Mecanismo
de estabilidad europeo’ de una línea de crédito de 100.000 millones de euros
actuó de torniquete para frenar la sangría del enfermo. Las declaraciones de
Draghi en doble instancia, asegurando liquidez a los mercados de bonos con la
promesa de actuar ‘hasta donde fuese necesario’ para preservar el euro hicieron
todo lo demás. Aun cuando las actuales recomendaciones del Banco de España
en relación a dotaciones adicionales del sistema bancario, -Linde 1- afectarán
duramente a las cuentas de resultados del sector en 2013, podemos pensar que
el sistema está razonablemente estabilizado. La oleada de liquidez conjunta
provista por el BCE, el Banco central de Japón y la FED norteamericana han
supuesto un espaldarazo adicional para las primas de riesgo periféricas, incluida
la española. Ante rentabilidades globales cercanas a cero, los inversores
arriesgan en activos de mayor riesgo y rendimiento, lo que lleva a la caída de los
tipos de interés de la deuda. Podemos concluir, siempre con la necesaria
cautela, que uno de los flancos del desfiladero ha quedado protegido del abismo
representado por el potencial cierre de España a la financiación exterior. Los
conductos internacionales están despejados y tanto el sector público como el
sector privado vuelven a financiarse a tipos de 2010.
Lamentablemente, y esta es la segunda cara del barranco, el sector real de la
economía española vive una situación calamitosa sin síntomas verosímiles de
2. reactivación. La EPA cifra en un 27% el número de desempleados, el PIB no
acaba de alcanzar guarismos positivos y a pesar del terreno ganado en materia
de competitividad, costes laborales unitarios, balanza por cuenta corriente e
incluso balanza comercial, la sombra del pesimismo sigue envolviendo a la
economía española.
Así las cosas, la moratoria alcanzada con Bruselas para ralentizar el ritmo de
ajuste del déficit estructural –un 6,3 para 2013-, si bien no puede esconder las
raíces últimas de la insostenibilidad de nuestro gasto público, ya que
simplemente difiere nuestra falta de competitividad endógena con mayor
volumen de deuda, nos confronta nuevamente a la eficacia de la políticas que
siguen Madrid y Autonomías.
Si el mercado es cosa de oferentes y demandantes, la esperanza para nuestra
maltrecha economía en cuanto al segundo componente solo descansa en el tirón
de las exportaciones que no está en nuestra mano. Denuncia Rajoy y denuncia
con acierto, que los países centrales de Europa sin problemas de déficit fiscal
muestran su rostro más insolidario al no estimular internamente su demanda
para apoyar con ello a sus socios periféricos. Fuera de este capítulo no hay
opción con la demanda interna, si la cota del 6,3 de déficit se acepta como
infranqueable. Cabría activar programas de gasto de un determinado importe
financiados por una cifra equivalente de impuestos. Aunque la medida
estimularía el crecimiento y el empleo, no es seguro, a los niveles actuales, que
incrementos de tipos impositivos se traduzcan en aumentos de recaudación,
según establece la llamada ‘curva de Laffer’ y además las administraciones
competentes se guardarán de acometer una acción de estas características dada
la crispación existente entre la clase asalariada sobre la que recae
invariablemente el peso de los nuevos sacrificios fiscales. Rebajar en la hora
actual los impuestos como propugnan determinados sectores de opinión,
implicaría reducir el gasto público en cuantía equivalente, lo que acarrea, a
pesar de preservar el nivel del déficit presupuestario un recorte adicional del
PIB y más paro. En la actual coyuntura el presunto estímulo del consumo
derivado de la rebaja de impuestos sería muy escaso y se desviaría hacia el
ahorro en previsión de un futuro incierto y problemático.
Repasado el flanco de la demanda no nos queda sino volver a incidir en las
ineludibles acciones sobre la oferta, las llamadas reformas estructurales. El
ajuste de la oferta de hoy es el lanzamiento de la producción del mañana. No
hay lugar para una cita detallada de las incompletas reformas en curso y de las
muchas pendientes. Las primeras se incluyen en el ‘Programa nacional de
reformas’ del ejecutivo central actualizado el 26 de abril pasado. Un documento
recomendable con 25 ambiciosas propuestas fue presentado no hace mucho por
Fedea (http://reformasestructurales.es ). Pero el común denominador de todas
ellas es el ajuste de la flexibilidad y competitividad española a los estándares de
nuestros competidores europeos y globales. A partir de ese filtro procede
observar absolutamente todo: el marco laboral, el mercado del alquiler, los
sistemas de pensiones, la estructura de la administración, la educación, la
sanidad y la unidad de mercado, la energía, las regulaciones profesionales, los
mercados de bienes y un largo etcétera adicional.
Y sacar conclusiones para la acción.