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Con el mismo hechizo de San Secario
Una opción de análisis a propósito del denominado paro nacional
“…Allí
llega por la noche el mal sacerdote con su barragana y a la primera campanada de las once comienza a
farfullar la misa al revés, desde el final hasta el principio, y termina exactamente cuando los relojes están
tocando la medianoche. Su concubina hace de monaguillo. La hostia que bendice es negra y tiene tres puntas;
no consagra vino y en su lugar bebe el agua de un pozo en el que se haya ahogado un recién nacido sin
cristianar. Hace el signo de la cruz, pero sobre la tierra y con el pie izquierdo…” (De la Misa de San Secario.
James George La rama dorada, Fondo de cultura económica edición 1987, página 80
Como diría el infante bohemio. ¿…De que estará hecho el universo politico y social?
De mi parte tengo que decir que es posible entender todo proceso. Siempre y cuando se precisen
algunos hechos puntuales. A la manera de códigos insumisos. Algo así como recrear la vida en lo que
esta tiene de recorrido, en veces gobernado por nosotros. O, simplemente, como expresión
dubitativa que circula en el tiempo a la manera de tiovivo perenne.
Otro aspecto, en mi posición, tiene que ver con los roles de obreros, obreras y (en general)
los trabajadores y trabajadoras de las empresas de bienes y servicios; así como de los
trabajadores y trabajadoras en le entidades estatales. Además de los sectores diferenciados
del campesinado. Es algo así como centrar la atención al nexo entre los paros y los sectores
heterogéneos que componen lo que yo denomino “cuerpo de masas” que reciben afectaciones
por los mismos. Algo parecido a proponer el entendido de “movimientos urbanos” en la pluma
conceptual de Castell. Es decir, a manera de ejemplo, he propuesto una opción que permita
conjugar el verbo conciliar. Una vía que permita, a manera de ejemplo, acceder a exposiciones,
campañas y movilizaciones. Con el debido respeto a quienes, tendencial y/o realmente tienen
que realizar desplazamientos propios. Sin ninguna vinculación con las acciones, paros y
movilizaciones. En este sentido, recuerdo con mucha pasión nuestras acciones en barrios y
ciudades, cuando apoyábamos las huelgas obreras. Un entendido en el cual hacía primacía
la divulgación, la solidaridad y apoyo económico. Lo mismo en campañas de solidaridad con
la lucha sandinista en Nicaragua. Y de solidaridad con la lucha politica en El Salvador y
Guatemala. Siempre he propuesto que no debemos realizar acciones que provoquen repudio
por parte de los sectores heterogéneos que hacen parte de “cuerpo de masas”, susceptibles
de ser convencidos de la justeza de paros y/o movimientos reivindicativos. En este sentido,
no es lo mismo “forzar a los otros y las otras a que nos entiendan y apoyen.” En contrario,
debe ser una convocatoria sin vulneración de sus derechos fundamentales.
Ha convocado mi atención, eso de las ideologías del día a día, de los cuerpos de masas Son
visiones inmediatas del universo politico y social. Y, en preciso aquellos y aquellas que,
simplemente viven su instar inmediato. A quienes, en cuerpo de esas “ideologías” del estar
pasando. Y que no tienen por qué ser violentados y violentadas en su fuero de compromiso.
Es ese tipo de “ideologías”, las que azuzan los gobiernos nacional y regionales y los “medios”
para desprestigiar a quienes ejercen como colectivos y/o sujetos individuales, que luchan por
sus reivindicaciones. En eso de la didáctica de los bloqueos, tengo que advertir: la parálisis
ocasionada. La vulneración del quehacer cotidiano individual y colectivo, incluido el daño
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colateral a la producción y el impacto sobre los trabajadores y trabajadoras; no tienen por
qué ser considerados como instrumentos del movimiento popular.
Siguiendo la huella de lo que ha pasado uno como que se empecina en revivir aquellos escenarios
cálidamente ruidosos de otro tiempo. Como cuando el camino se iba haciendo tortuoso. Cuando, por
ejemplo, estaba yo en la idea de cogerle el pulso a la revolución, metiéndole toda la fuerza. Tratando
de hilvanar las palabras para decir “todo lo que se hace, debe hacerse en plenitud de conciencia”.
Era como proponer que, a cada paso, era absolutamente necesario incendiar el discurso como
enhebrado en la acción propia.
Y era el tiempo aquel de las cosas ciertas. Al menos en lo que corresponde a tramar, cada día, lo que
era posible. Sin dejar al garete la perspectiva. Siendo, eso sí, indispensable que la teoría estuviera
de lado “…lo que ha de ser que sea”. Y, entonces, las movilizaciones tenían su propio fuero. Es decir
estaban adheridas al significado que adquirían los valores en sí. Sin dar tregua en cuanto a los
principios que regían cada una de las intervenciones. Si el paro se promovía y se concretaba era, por
lo mismo, un objetivo adquirido. Y se entendía como expresión inherente a todo el proceso en sí. Es
decir “el todo o nada” era expresión imperdible. Obviamente no podía faltar la coraza que, a manera
de virtuosismo ideológico tenía que derivar en posición bizarra liderada por la exégesis programática.
Nada de “esperar a ver si algo resultaba”.
En este tiempo de vocinglería inane. Cuando los integrantes del comité de paro pretenden exhibir un
manejo del levantamiento popular. Particularmente de los y las jóvenes. Queda absolutamente claro
que no son lo que dicen ser. Emerge, en consecuencia, la contundencia de los actos fallidos. Cuando
la irresponsabilidad politica se da la mano con la ignorancia casi supina. Agarrotados sujetos que se
pasean por las calles tratando de convertir la vocinglería empalagosa en hechos que pudieran
expresarse de una manera diferente. Es decir, tratando de construir, a la manera de ilusionistas, una
flor en mariposa que vuela sin rumbo alguno. Y es que la historia como que revolotea tratando de
precisar la posibilidad de la acción en contra del quietismo teórico. Cuando el divertimento propio de
la pasión revolucionaria, se mezcla con la desesperanza.
Y se ha perdido la línea de intervención manifiesta. En otro tiempo sería algo así como entrever que
el don de mando se iría diluyendo. O, por lo menos, y forzando la memoria, ese sentimiento de
frustración ante lo que se creyera la acción insurrecta. Una mirada que retuerce la ideología y que
sonsaca la pléyade de expresiones creativas, convirtiéndolas en aquelarre burlesco y brujo.
Historia, digo yo. Momentos en que la aventura repleta de imaginación, digo yo. Fuera
expandiéndose. Pero que, en plenitud, estaría del lado de la pulcritud politica. O, al menos, del
entendido manifiesto en términos de lo que ha de ser que sea. Pero, ahora, lo que pulula es la
endeblez. Por ahí yéndose, a cada paso, la fluidez propia de la politica. Y, en verdad, se ha perdido
el rumbo. Pero, más grave aún, se ha convertido la refriega, en punta de lanza para el fortalecimiento
del fascismo como doctrina que soporta el chiquero gubernamental.
Por algo uno dice que no todo movimiento de masas, es postura revolucionaría. Hasta en eso han
tratado, de manipular definiciones y significado. Revolución, en firme, nos es otra cosa que convertir
las acciones de masas en perspectiva elocuente que desestabilicen el Estado. Con un mando no
oscilante. Es lo mismo que decir “la confrontación ha de ser acicate para la transformación y la
esperanza”. Pero dicho así, es tanto como ordenar las ideas. Convirtiéndolas en potencia.
Y, como quien dice, el daño ya está hecho. Las movilizaciones se han desgastado. La capacidad para
proponer y sostener la línea de mando no está del lado de los integrantes del comité de paro. Siendo
sencillo entender esa dinámica. Un tanto parecida a las movilizaciones de 2019. Es estrepitosa la
caída. Subsumidos por el ejercicio montonero. En medio de tanta bronca rutinaria, ha ido surgiendo
una figura parecida a la misa de San Secario. Asociada a la glotonería religiosa que separa la misa
clásica solemne de aquella dirigida por los demonios. Siendo así, entonces, ha surgido lo herético. En
contravía, construyendo caminos antes impensados. Tanto como tratar de entender que la rutina de
las acciones, ha ido dilapidando lo que antes era una explosión cohesionada. Y, siendo así, han
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surgido cantidad de expresiones. Unas bastardas, asociadas, por ejemplo, a la figura otrora icónica,
del lumpen proletariado. Otras propias del anarquismo no ilustrado; pero de todas maneras
susceptible de ser incorporada al diccionario politico. Para revestirlas de lucidez. Proponiendo como
objetivos diversidad de reivindicaciones propias. Inclusive la denominación “primera línea” evoca lo
que aplicábamos en el pasado para proteger las movilizaciones, tratando de impedir que la soldadesca
triturara a quienes acudían a la convocatoria.
Aterrizando el vuelo, diría que la partitura no es única. Y que no es solo una orquesta. El movimiento
ha sido volatilizado. O, más coloquialmente, ha sido hecho trizas. Y la cantidad de líneas e hilos
delgados son tales que ya es imposible cohesionarlo. El maldito problema es que la dictadura civil sí.
lo ha hecho Y. la tendencia del simbolismo patriotero ha calado entre franjas de población
importantes. Y, en esto, tendríamos que entender, en perspectiva, que la lógica de los discursos no
es ajena a las proposiciones de la teoría conjugada. Como cuando uno entiende que lo que se dice
con las palabras recrea los símbolos. Y los convierte en bitácoras necesarias, como “un bien público”
que es necesario cuidar. Casi como amuleto, o como estandarte preclaro,
Lo cierto es que lo pasado y lo presente ejercen como expresiones de mucha dificultad al momento
de cualquier análisis. Un cruce de caminos entre la simbología de todo proceso y la realidad habitual
no circunstancial. Es tanto como decir que “la vida sigue su curso” Pero un curso que ha sido
desestabilizado. O lo que es lo mismo: Ya nada será como antes era. Como dirían los y las jóvenes:
Esto traduciría que es necesario ampliar el espectro. Sin pretender comisiones gigantescas que harían
inmanejable el proceso de negociación y concertación. Al menos podría decirse que, una vez
instaladas las mesas de negociación y concertación; nuestros y nuestras representantes,
necesariamente tienen que incluir jóvenes que conocen de nuestras propuestas. Además que hayan
estado en todo el proceso de movilización. De todas maneras son fundamentales: compromiso
gubernamental que incluya el respeto y acatamiento de los derechos humanos fundamentales, de
conformidad con la Constitución Politica, con la declaración de principios de la ONU y la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Que sea politica de Estado la plena inclusión de la juventud
en los procesos de empleabilidad en condiciones dignas. De la educación general y, particularmente
de la educación universitaria pública a gratuidad con calidad y pertinencia. Que sea politica de Estado
la promoción de nuestra participación politica independiente de los barones electorales y de los
grupos y partidos políticos tradicionales y de aquellos surgidos a la sombra de las prebendas. Que
sea politica de Estado el otorgamiento transitorio de subsidios económicos y que su duración, en el
tiempo, guarde relación con el crecimiento real de las oportunidades de empleo digno. No queremos
dádivas. Queremos ser partícipes del crecimiento de la productividad en el país y que esta sea
vinculante con la educación técnica y superior de calidad. En el entendido, además, que siempre
reivindicaremos la soberanía nacional. Lo que supone una politica exterior ajena a la manipulación
de aquellos gobiernos y países que han conculcado nuestra libertad a partir de sus intereses
hegemónicos y para lo cual siempre han contado con gobiernos internos cómplices.