3. 3
INTROITO
Hasta el más tonto hace un reloj, y eso en poesía es una verdad
absoluta. Mal se tiene que dar la cosa para que cualquier persona no
escriba a lo largo de su vida un buen poema. Toda vida, por anodina
que sea, da para un gran poema. Lo que ya es más difícil, casi rozando
la excepción, es que cualquiera cuaje un buen, gran, poemario, algo al
alcance de unos cuantos privilegiados, genios. Razón por la que irrita,
por no decir indigna, que uno de los mejores poemarios escrito por
una mujer, a mayores sobre la muerte, haya tenido que esperar a que
un indocumentado lo traduzca al español por primera vez casi 100
años después de su gestación. Como el poemario se vende solo, ya con
el título habría que ser un verdadero psicópata para no correr a leerlo,
pues me voy a limitar a hacer una sucinta (me encanta esta palabra y
tenía que meterla) introducción centrándome en la autora, tirando a
desconocida por estos lares.
4. 4
La susodicha autora, Anna de Noailles, a la sazón (no sé si está bien
empleada la expresión pero cualquier ocasión es buena para
resucitarla) condesa, nació en París en 1876 y murió en París en 1933.
Pero que el lugar de nacimiento y muerte no os lleve a engaño, el alma
de Anna es tan francesa como la tortilla de patatas. Su padre, el
príncipe Grégoire Bibesco-Bassaraba era polaco, y su madre Ralouka
Musuru, griega. Además es descendiente directa del clérigo búlgaro
Sofroniy de Vratsa, figura esencial de la cultura búlgara, y sobrina de
la pianista rumana Elena Bibescu. Con semejantes antecedentes se
puede comprender que lo del “honor de sufrir” no es una pose, lo
llevaba en la sangre, lo mismo que el arte. Como formaba parte de la
alta sociedad parisina, se casó con un hijo del duque de Noailles, fue
mecenas y amiga de todos los intelectuales de la época, Gide,
Rostand, Claudel, Cocteau, Valéry, Proust, etc., además de co-
fundadora del premio “Vida Feliz”, germen del prestigioso “Fémina”,
primera mujer Comandante de la Legión de Honor, y era muy bella, la
retrataron pintores de la talla de Zuloaga, Tamara de Lempicka,
Antonio de la Gándara o Philip de László, también la esculpió Rodin,
pues su obra como creadora ha quedado completamente opacada. Sus
primeras lecciones de literatura las recibe con 15 años, aunque ya
había empezado a escribir con 8, del cuadriculado Proudhomme, no le
dejan demasiado poso, su espíritu apasionado casa más con Musset,
Anatole France, Nietzsche o el exótico Loti. Ya con su primer libro de
poemas “El corazón innombrable” (1901), criticado por su falta de
academicismo, logra la admiración de Mauriac (“esta joven ilustre
presta su voz a toda una juventud atormentada”) y un premio de la
Academia Francesa. Le sigue un año después “La sombra de los días”,
una exaltación de la alegría de vivir, que cosecha el mismo éxito. Esta
serenidad, optimismo, por suerte para su poesía, se va escorando hacia
el sufrimiento, hacia la muerte, con sus siguientes libros, culminando
con su obra maestra “El honor de sufrir”. También escribió tres
novelas, a medio camino entre la prosa y la poesía, la denostada prosa
lírica, que tan mal ha envejecido, salvo la segunda “Rostro
maravillado”, y cientos de artículos para revistas y periódicos. Vamos
la típica musa contemplativa. Para finalizar el artículo que mejor ha
comprendido el libro:
Julio Pollino Tamayo
5. 5
LA CONDESA DE NOAILLES
O DE CUPIDO A PSIQUIS
UN LIBRO SENSACIONAL
SABIDO es que la condesa de Noailles, popularizada en España por
el estupendo retrato de Zuloaga, significa el mayor exponente del
talento femenino francés. Su estirpe, su belleza, su refinamiento
intelectual y social, le asignaron, en plena juventud, una categoría
«dieciochesca». Lejos de la ortodoxia, por su curiosidad insaciable,
que le daba cierto perfil jansenista, resucitaba en sus salones la gesta
enciclopédica de madame Duffand, pero con más finura y menos
maledicencia.
De otra parte, su pasión por la poesía y la pintura, revestida de
suntuosidad principesca, recordaba a aquellas damas próceres del
Renacimiento italiano que, como Victoria Colonna, eran el cruce de
las Musas con las Gracias.
Así, bien pronto la condesa de Noailles—cuya voluptuosa delgadez
se enrosca en el lienzo de Zuloaga, como una «sirena de la mar»—
decoró el Sensualismo de París con un penacho de pasión. Y
sucesivamente, en años de elegancia y oro, sus libros Le Coeur
innombrable, Les Eblouissements y Les vivants et les morts
convirtieron el bulevar Saint Germain en un bosque panida.
En toda la poesía moderna no hay ejemplo de tan exuberante vigor
erótico. Ni siquiera L'apré midi d'un Faune, de Mallarmé; ni los
centauros, de Moreas; ni «las amigas», de Swimburne. Ni aquella
confesión de Verlaine, que es como el Credo sensualista:
6. 6
La chair est sainte. Il faut qu'on le venere.
Est notre mère, enfants. Est notre fille.
Malheur á ce que non la adore pas!
[La carne es santa. Hay que venerarla.
Es nuestra madre, niños. Es nuestra hija.
¡Desgracia a quien no la adore!]
EL ALMA ES LA CARNE
Para hallar algo semejante a su fervor carnal, habría que remontarse
a Safo o a Catulo. Sólo la ardiente lésbica o el refinado veronés
igualarían esta estrofa:
L'esprit n'est que la chair. L'ame n'est que les os.
[El espíritu no es más que la carne. El alma no es más que los huesos.]
En esta obsesa de Cupido, las imágenes tiemblan de deseo y el deseo
es una furia panteísta. Mourir pour être encoré plus proche de la terre.
[Morir para estar todavía más próxima de la tierra.] ¿Qué hay de
Psiquis en tan desenfrenado Evohé?...
Durante años y años, la condesa de Noailles dicta sus leyes a la
poesía amorosa universal. El Amor es tan consubstancial con sus
libros como el hechizo con sus ojos. Los cuatro vientos del Espíritu
son barridos por este joven huracán, que los trueca en brisas y céfiros.
Como en los iniciados de Eleusis, al estertor sensual sucede una
languidez divina, una entrega total, definitiva y perdurable:
Mon âme proche de mon corps!
Et puis, regarder fuir, sans regret ni tourmente,
les rives infideles,
ayant donné ton coeur et ton consentement
à la nuit eternelle…
[¡Mi alma próxima de mi cuerpo!
Y después, mirar huir, sin lamento ni tormento,
las orillas infieles,
habiendo dado tu corazón y tu consentimiento
a la noche eterna...]
7. 7
LA CARNE ES EL ALMA
Y he aquí que en la sazón otoñal, cuando la plenitud madura el
cuerpo y el espíritu, madama de Noailles viste el sayal, se enceniza la
frente y, tomando el bordón, va a Canosa.
Su libro L'honneur de souffrir es una austera y lastimera abjuración.
De aquel lozano jardín sáfico—todo rosas y adelfas—no resta sino un
pardo erial—todo retamas—. No se trata de esa evolución—natural,
aunque sensible—que conduce la juventud ilusionada ante la Madurez
escéptica y que hace exclamar a Goethe, en su conversación con
Eckerman: «¿Que si quiero volver a ser joven? Pregunta al fruto si
quiere volver a ser raíz.» Menos se trata de una conversión religiosa,
al viejo estilo de Huysman y de Peladan, o al nuevo de Papini y de
Paul Valery. Es algo menos y algo más. Algo menos, porque no atañe a
la conciencia. Algo más, porque toca a la Poesía. Como ha dicho
Martin du Gard, se trata de un nuevo «Heutontimorúmenos». La
condesa de Noailles es la atormentadora de sí misma. Se enjuicia, se
persigue, se ensaña contra toda su obra anterior. La vida, que antes era
un frenesí carnal, es ahora una atrición ascética. El idilio se hace
tragedia. Cloe se convierte en Casandra.
La sensación que ha producido L'honneur de souffrir en el París
intelectual y elegante se refleja en esta fina ironía de Martin du Gard:
«La condesa de Noailles y el sentimiento trágico de la vida». Me
imagino, en el año 2000, la discusión en la Sorbona. Bella tesis,
impresa a expensas de la Quinta República y dedicada a los manes de
Unamuno. En las notas, abajo de las páginas, se destacan nombres
famosos: Antígona, Oberman, Don Quijote, Nietzsche, Barrés,
Caillaux; deseo de divinidad, sed de inmortalidad, orgullo,
contradicción patética, paralelas y comentadas, en quinientas páginas.
Un discípulo de Maritain, bastante mimado, pregunta por qué Ana
de Noailles no ha decidido ser otra Santa Teresa al fin de su vida. Se le
contesta que no era posible, porque casi todos los días veía a Paillevé,
a Emilio Borel, a Langevin, que no quieren santas más que laicas.
Otro examinador—que, sin duda, desdeña la belleza física—arguye la
resignación y aun el ingenio de madama Ackerman, que es, no
obstante, tan atea como madama de Noailles:
et nous aussi nous avons vu la mort,
assise auprés d'une couche bien chere,
[y nosotros también hemos visto la muerte,
sentada cerca de una capa bien cara,]
8. 8
Cuadro de Philip de László
en las estrofas de El honor de sufrir, que, según él, dan demasiada
importancia a la dignidad humana—, La pitonisa no es mi fuerte, gime
un racionalista que ama el retruécano tanto como Paul Valery.—Pero
el pleito está sentenciado hace cien años, y todo acaba en la alegría de
una mención honorífica».
El honor de sufrir es algo más que una renunciación, algo más que
una abdicación de Cupido; es la entronización de Psiquis. De hoy más,
los versos de Ana de Noailles, despojados de sangre y nervios, como
una momia de Ransés, tienen un genio funeral.
Y así como en los libros anteriores, gallardos capitanes del
sensualismo, el alma se subordinaba a la carne, porque toda el alma
era carne, en este de hoy, taciturno y eremita, la carne se subordina al
alma, porque toda la carne es alma.
No participamos nosotros de la desilusión sensualista que juzga El
honor de sufrir como un libro de decadencia. Creemos, por el
contrario, que se trata de una ascensión. Porque, como en la fábula
milesia, en Ana de Noailles, Cupido se ha trocado en Psiquis y el
vermes reptante en alada mariposa.
Cristóbal de Castro – Nuevo Mundo – 18 de noviembre de 1927
9. 9
«A mi querida amiga Señorita Weimann
cuya inteligencia y corazón me son igualmente queridos
y que sabe de toda mi afectuosa gratitud. Anna de Noailles»
15. 15
I
—En la áspera soledad donde vives ahora
¿Es necesario que jamás penetre ningún deseo?
—Estoy solo, en efecto, y soy digno de estarlo
Habito la tiniebla donde están aquellos que amé
—¿Qué pasa con los vivos?
—En lugar de descender
A elecciones menos perfectas, prefiero las cenizas
—¿Ya no quieres degustar exultantes estaciones?
—El instinto da una felicidad que no da la razón
Para el espíritu informado, colmado, triste y lúcido
Todo es dolor. La muerte tiene jugos menos ácidos
—¿Para soportar el día, o no odiarlo
No hay placer que quieras disfrutar?
—La voluptuosidad contiene cosas infinitas
La música, el cielo, la gloria, la agonía
Pero, no buscando efímeros ensayos
Quiero gemir otra vez por placeres que conozco
—¿Nada flaqueará pues tu lastimera exigencia
Oh cuerpo pleno de saber, espíritu pleno de rechazo?
¡No te queda nada del tesoro que fuiste
Y que expandías, incluso por negligencia!
¿Nada te queda?
—No, nada. La inteligencia
16. 16
II
La vida así amplia y sabia
El exultante esplendor del cielo
Nuestras miradas que juegan entre ellas
Nuestra lealtad, mi constante
Ternura, mi corazón ansioso
De ti, del que era dependiente
Me dejas viva
Mientras tus ojos están cerrados
¡Luego esto no era serio!
17. 17
III
Cada día escucho como en silencio
Se separa insensiblemente
De mi ser algún elemento
Que componía mi potencia
¡Cada hora roba a mi destino
Un poco del radiante misterio
Que mi orgullo no ha sabido callar
Y que constituyó mis numerosos apogeos!
Siento, en todos los minutos
Precipitarse desde mi corazón secreto
Al ágil flautista
Cuyo movimiento te emborrachó
¡Y, mientras que en la humilde orilla
Parezco retenida todavía
Corro, frustrando a los corazones que viven
Hacia la alegría de la muerte!
18. 18
IV
¡Ya que mis ojos han visto los lugares donde reposas
Ya que jamás el día, la estrella ni la rosa
Visitan una negra cripta
Ya que jamás el nuevo verano
Hace nacer de tu sueño frescos tallos
Ya que la inmensidad sin alma te descuida
Que ningún intercambio aéreo
Viene a aflojar tus ataduras
Ya que, a pesar de las ebrias canciones de Lucrecio
El azur no se llena de fúnebres perezas
Mi corazón con el tuyo en el abismo perdido
No remonto de donde te lo han descendido!
19. 19
V
Muertos que me fuisteis queridos, no seáis celosos
Vuestra cenicienta voz me seduce y me llama
Estoy todavía con los ángeles en la escalera
No he podido venir tan rápido ante vosotros
Aunque vacilo
Como la luna juega con las olas de los mares
Y lleva al océano de una orilla a la otra
Mi aliento está retenido entre las cosas vivas
Todavía no he podido sustraerme al aire
No obstante ya voy...
20. 20
VI
Han inventado el alma con el fin de que se rebaje
Al cuerpo, único lugar de sueño y de razón
Aislado del deseo, de la imagen y de los sonidos
Y para que todo esté muerto desde el momento en que cesa
Nos imponen el alma, con el fin de que cobardemente
Se distraigan los ojos del sol, y se olvide
tras el injurioso enterramiento
Que bajo el vino viviente todo es fúnebre poso
No cometeré hacia vuestra bondad
Hacia vuestra grandeza, secreta pero carnal
Oh cuerpos desagregados, oh confusas miradas
La traición de creer en vuestra eternidad
Rechazo la esperanza, la altitud, las alas
Pero extranjera al mundo y deseando el frío
De tu terrible tumba, demasiado baja y demasiado estrecha
Afirmo, buscando tus noches vastas y vanas
¡Qué nada sobrevive al calor de las venas!
21. 21
VII
Deslumbrado, puro, minucioso
La mirada fija en mi vida
Has desplegado el cielo
En el camino que he seguido
El espíritu sagaz, pronto, activo
Cuando desfallecía de mí misma
Tu voz volvía a mi corazón vivo
¡Me enseñaste hasta dónde se ama!
Por tu amor todo era franco
Y menos pesado mi destino...
Una tarde de otoño, muriendo
Me has asesinado
22. 22
VIII
Cada mañana me agobio y el color del aire
Me hace descubrir mejor el indiferente desierto
Donde, desde que su corazón ya no respira jamás
No tengo nada que saber y no tengo nada que decir
Pienso en el día perfecto en que, el soplo detenido
Arrastrando conmigo mi inefable verano
Estaré entre vosotros en este país de piedra
Que mi ojo ofensivo contiene bajo su párpado
El alba se levantará sobre este suelo indecente
Donde están los cuerpos privados de calor y de sangre
Ya no conoceré la tristeza culpable
De no compartir vuestros lechos inhabitables
Mi vida a saltos poderosos, que sorprendentemente tuve
Al fin os olvidará desde este humilde momento
Y comenzaré mi muda jornada
Como en el tiempo infinito en que no había nacido...
23. 23
IX
La noche, cuando duermo y un cielo inútil
Redondea sobre el mundo una belleza vana
Donde las altas casas oscuras de la ciudad
Tienen la paz de las tumbas donde el soplo se retiró
¡No hay más, muertos disueltos, de inicua diferencia
Entre mi frente sin alma y tu cuerpo abolido
Y la misma suprema y monótona tolerancia
Aparenta la nada el silencio de los lechos!
24. 24
X
Ningún lecho, ninguna habitación, ningún techo
Debilitarán mi espanto de
Que estés muerto y yo viva
En el suelo negro, estrecho y frío
¡Tengo una cita contigo!
25. 25
XI
He sabido la verdad, he visto todo lo que pasa
El día en que tu cuerpo muerto ya no tiene contenido
Mis ojos con disgusto han medido el espacio
Nada tenía forma, no he reconocido nada
He despreciado la sangre, el honor, el amor, la gloria
Las brillantes pasiones del diamante de las palabras
Mi espíritu se ha arrastrado por tu morada negra
Más que un leproso su cuerpo, he contemplado mis males
Alejándome de todo, he elegido por sentencia
Por confrontación, por ley, por fijeza
El escaso suelo cubriendo tu fría inexistencia
En el innombrable lugar donde todo está parado
Para no estar mezclada con tu fúnebre siesta
Para siempre mi razón se desdeña y se odia
He quitado, para seguirte en tu muda estancia
Las ataduras por las que el hombre es hermano del hombre
Vivo, pero mi desprecio de estar viva es tal
Que por todas partes no veo más que amarga mascarada
Ninguna pobreza, ningún desecho de altar
Puede compararse con el sentido de lo efímero
Que reemplaza en mi corazón el gusto de lo eterno…
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XII
Habitante etéreo y fijo de tumbas
Cuya alma ha levantado las puertas funerarias
Esparzo, en mi justa y pensativa miseria
El incienso de la negra estancia sobre las claridades de arriba
Un lívido universo me envuelve y me asombra
En un esfuerzo arduo, débil y monótono
Mi tambaleante espíritu se esfuerza y se disloca
¡Siento que estás muerto, y no lo sé jamás!
27. 27
XIII
Has muerto una tarde en la hora en que el día cesa
Fue repentino. La dulce y terrible pereza
Invadiéndote nos ha vencido
Nada predijo el torpor y la tumba
Tú tuviste el sueño. Yo, peno y caigo
La muerte más muerta es haber sobrevivido...
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XIV
Vivir, ¡permanente sorpresa!
El amor a ti mismo, ¡se diga lo que se diga!
El esfuerzo de estar, siempre más alto
El primero entre iguales
Vanidad por el rostro
Por la mano, el seno, la rodilla
¡Todo el tierno paisaje humano!
El orgullo que tenemos de nosotros
Secretamente. El honor físico
Esta música interior
Por la que nos guiamos, y luego
El suelo hueco, las cuerdas, el pozo
Donde pesadamente desaparecerá
El cuerpo ebrio de eternidad
Y la injuria de cesar de ser
¡Peor que no haber sido!
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XV
Temblando mi mirada desciende
Hasta mi corazón donde vive tu sangre
Solo quiero pensar en la pena
Tanto me hiero en mi tormento
¡Por desgracia! ¿te hice penar
A ti que fuiste tan simplemente
Mi ley y mi contento?
Parecías más duradero que yo
Un vivo no es venerable
La ternura tiene sus días de tedio
A veces otro ojo nos seduce
Estábamos mezclados, inestables
Humanamente, sin que nada socavara
Pero en tu incesante noche
Mi vida ha plegado sus alas
Es tu muerte quien me vuelve fiel
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XVI
El tedio, la espantosa pena admitida, y la que se calla
El esfuerzo en todo instante, y la nula recompensa
No recordar lo que se es, sino lo que se era
Evitar lo que se siente, temer lo que se piensa
¡Saber! Ante todo dolor poder decir: «Sé»
Contemplar a los humanos y su honesta necesidad
Despreciando su áspero o fructuoso ensayo
Que se juzga vano. Odiar el terrestre planeta
Que, bajo la muerta luna, ejemplar decorado
Persigue su curso distraído, cruel y miserable
Que sostiene, trastorna y reabsorbe los cuerpos
No teniendo ya deseos, ser siempre inestable
Con ningún humano buscar acuerdo
¡Oh tú al que no he seguido a la pendiente oscura
Esto es lo que tu muerte acuerda con tu viva!
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XVII
Cada sufridor cree que tiene el privilegio
De un mal más singular, más sombrío y más punzante
Conoce los combates misteriosos de la sangre
Contra el espíritu armado de su amargo coraje
Pero, habiendo vivido más, me muero más intensamente...
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XVIII
Nada me toca ya, me siento muerta también
Mi árida tristeza ignora los problemas
Tú me amabas, todo ha acabado contigo
Mi placer fue tu fin. ¡Qué te importan mis lágrimas!
¡No conocerás mi inclinación a la agonía!
Sabiendo que todo es vano, y sobre todo el dolor
Ni siquiera he puesto una flor sobre tu tumba...
33. 33
XIX
Vivir no es un bien. Los claros instantes son raros
A un día duro le sigue un día más duro todavía
A veces el azur, la esperanza y el deseo extravían
En un breve paraíso al pobre ser atónito
Pero siempre amenazado y siempre turbado, el hombre
Busca, incluso feliz, el abrigo prudente de la siesta
Al despertar le hace resucitar de nuevo
El orgullo del espíritu, el coraje del cuerpo
Cada día su lúcida y sabia mirada
Se apega a cualquier ley que no es eterna
Su labor está cernida por la angustia y el tedio
Se adormece menos valiente, y envejece cada noche
No puede confesar su lenta decadencia
Por miedo a despertar con menos ardor y confianza
Por su perfección se siente aislado
El instinto le enorgullece, pero jamás es dueño
Del deseo que siente, del deseo que hace nacer
El gusto por el infinito sufre en su sueño alado
¡Y es el amargo amor quien le debe consolar!
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XX
¡Esto fue, y después desapareció
Nada se reemplaza jamás
Tanto lo sé, que estoy cansada
De ser un universo de lamento!
¡Busco en vano el olvido, la esperanza, la inconsciencia
Para estar liberada al fin de tu ausencia!
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XXI
Canto. Un canto responde. Pero no es el eco
Jamás un grito tan fuerte vuelve hacia mí misma
Yo suscitaba otros. Todo me ama cuando amo
Todo es también angustia cuando de mí nada se extiende
Mi corazón tiene espejos, pero no tiene igual
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XXII
Sabios de todos los tiempos, de todas las patrias
Frentes tranquilas y cuerpos resignados
Espíritus que no podéis, lejos de todo lo que reza
Más que concebir y negar
Honor de la razón, inteligencias justas
Que de la tierra a los cielos conocidos
No levantáis gritos de esperanza ni de exigencia
Oh burladores de ingenios
Cuando el horizonte no es más que una alta muralla
Sin ninguna rosa y ninguna paloma torcaz
Cuando por vanos placeres parece que se burla
La gravedad que amáis
¡Cuándo los muertos son nuestros muertos, porque toda diferencia
Es entre los míos y los tuyos!
Cuando hay que soportar solo un completo sufrimiento
¿Qué ilusión te sostiene?
Ciertamente enorgullece oponer coraje
A lo que se ve desflorar
Y abordar en paz las derrotas de la edad
Pero es más puro morir
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XXIII
Cuando partiste, sin palabras
Tú en quien, el espíritu triunfaba
Yo reposaba como una niña
Indolente de lo que es
He dejado a los vivos. Mis pasos
Te acompañan bajo el suelo
Deseosa de no ser
He replegado mi vuelo sobre ti
Te he velado, meditado
Te he nutrido con mi corazón
Sin ti ¿qué soy yo? ¡Los vencedores
Viven solo de caridad!
Nunca he sabido cuando llegaba el día
Cuando la noche se desliza fuera
Y nadie jamás ha estado en este punto
En compañía de muertos...
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XXIV
Las palabras no son nada, sino las pruebas
Los testimonios fanáticos
Las piras de Oriente, las viudas
Los sirvientes apasionados
¡El desierto donde vive relegada
Aquélla cuyos pies languidecen!
Yo muero de ti
Si estuviera alegre
¡Oh muertos, no lo sabríais!
39. 39
XXV
Ahora la vida está para mí
En el suelo fúnebre extendido
Sin comprender los días, los meses
Vago entre leyes perdidas
¡La primavera no estaba fuera
Para mis ojos plenos de deseo humano!
Para mí, vivir, era lo primero
Que cada uno de vosotros estuviera vivo
Es por vosotros, espíritus petulantes
Que la tierra fue mi compañera
Las camelias de España
El patio de un palacio de Milán
El gusto audaz de aventuras
El amor, el peligro seductor
El divino espectáculo extranjero
Noches saturadas de estrellas
¡Todo lo que sorprende y conduce
Al corazón hacia las zonas sublimes
Lo contemplaba desde el abismo
De una mirada que sueña o deduce!
Oh comprensión humana
Astros tumbados en el fondo de los corazones
Coraje activo que se agota
Como una nave con cien remeros
Bellas frentes que veía en la sombra
Luchar contra los días hirientes
Razón que combinaba los números
Ternura que animaba la sangre
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Espíritus saturados de música
Paredes donde estaba incrustada
A pesar de la tristeza física
Un sentido secreto de eternidad
Cuerpos graves, pero que guardan la gloria
De un orgullo neto y precioso
Ecos silbantes de memorias
Soles disueltos en el oro de los ojos
Puesto que los grandes conocimientos
Que tuviste de lo que es
Para ti han perdido su esencia
Para ti el sonido se calla
¡Oh muerto, soy la losa blanca
Que sobre ti sueña cada día
Y he desatado mi sandalia
Como signo de mi inmóvil amor!
41. 41
XXVI
Si pensamos en todo lo que hicimos
Con impulso, preocupación, coraje
En este perpetuo desafío
Tendido hacia las humanas tormentas
En las penas mezquinas también
Cuya delicadeza desconcierta
Y hacen al destino impreciso
Si pensamos en este corazón de asceta
Que tuvimos, en este corazón fornido
Para atravesar la eternidad
Y de esto nada queda
Ningún signo, ninguna sombra, ningún gesto
Y el cuerpo cesa de amar
¡Oh nobleza de ojos firmes
En el fondo de tumbas agrestes!
42. 42
XXVII
Corazones fueron felices el día en que naciste
Y sin embargo ahora, lastimero o afortunado
Es un flujo breve, roto por el tiempo que se escurre
Una multitud animada es una multitud muerta
Para la mirada precisa orientada hacia el futuro
¡Lo vivo y lo actual son poderosas mentiras
Pues todo lo que germina, eclosiona y se prolonga
En el cruel infinito ya terminado!
43. 43
XXVIII
Estaba muerta contigo, retenme en tu tumba
No dejes que el aliento infle de nuevo mi corazón
Temo este estremecimiento embriagado de paloma
Que sorprendería mi cansado y secreto vigor
Quédate ante mis ojos como una exacta ceniza
Exige que tu frío venga a apoderarse para siempre
De este corazón poderoso, ¡por desgracia! y que podría descender
Al abismo oscilante y tentador del placer
Mientras se vive, la vida amorosa es posible
La música, la voz, la esperanza sinuosa
Todavía pueden forzar el corazón de un ser sensible
Bajo la cortina celeste y pérfida de la tarde
Lentamente, en un sueño animal y suave
Si alguna ardiente mirada viene a fijarse en nosotros
Sentimos relajarse la rigurosa traba
Que mantenía reunidas las púdicas rodillas
¡Amor! por quien el cuerpo más junto se separa
Como para acoger la anunciación
¡Ten piedad de la desgracia que permanece estrecha, avara
Que no tiene respiro, ni tentación
Ni otorga a los que la angustia adorna
Esta humilde curación que viene de las pasiones!
44. 44
XXIX
Ya no eres; desprecio, viéndolo sobrevivir
A este cuerpo que fue perseguido por tu ansioso deseo
¡Qué vanos me parecen los brazos de los que estabas ebrio!
¿Qué hago con mis ojos por mis ojos detestados?
¿Honraré todavía a estos miembros y a esta alma
Que constituían la comida de tus deseos de tirano?
Mi susceptible orgullo ha plegado su llama
¡Puesto que ya no me amas, no me amaré!
Ya no podré pecar jamás contra tu sueño
Ningún deseo humano me resulta grave o sagrado
Solo puedo maldecir a una mano que se levanta
Para enlazar el seno que tú has amparado
Ahora que la muerte ha rodado bajo la piedra
Tu temible amor del que he tenido el honor
¡Ya no tengo desdén, ni pudor, ni párpado
Para velar mi cuerpo y velar mi corazón!
45. 45
XXX
La primavera nace súbitamente
El tibio éter es más amoroso
Parece que un feliz misterio
Emergiendo del huevo de la tierra
Colma el espacio aéreo
Tienta a la naturaleza y al hombre
Apartando estos nuevos lazos
Pienso en este suspiro en Roma
«¡Lo era todo, y todo es nada!»
46. 46
XXXI
Vanidad, temor, amor propio
Furia contra lo que decepciona
¡Tormentos viles, y de tantas clases!
Es necesario sin embargo que se salga
De este abismo, inmenso, estrecho
Es tu muerte, tu muda voz
Quien me ha mostrado la noble puerta...
47. 47
XXXII
El pensamiento lánguido y los miembros a gusto
El sueño fluye hacia el espíritu como una serpiente
La habitación oscura emite un frescor de arcilla
Nada en nosotros lucha ni de nosotros depende
¡Dormir! ¡No saber nada! Voluntaria Antígona
Descender al estrecho y profundo subterráneo
Del reposo, donde ya nada es vivo ni monótono
Donde el cuerpo respirando es como un cuerpo de bronce
Por este camino tan sordo como la tierra
Por esta breve paz, sin la sed, sin el hambre
Puedo encontrar tu misterio fúnebre
¡Que la tumba me aproxime, y esté al fin allí!
48. 48
XXXIII
Cuando veo a los espíritus sin altura, sin cólera
Sin pasión, sin nada que los obligue a complacer
Cuando entre los humanos distraídos o ansiosos
Nadie viene a situarse bajo el signo de fuego
Cuando observo las frentes entumecidas, el alma desnuda
La promesa de amor tan débilmente mantenida
La ausencia del universo en la voz y los ojos
Tú a quien he dado el mundo hasta las nubes
¡Ciertamente, es una suerte que me hayas conocido!
49. 49
XXXIV
Conviene que se le llame alma
A este exceso de fuego, de colores
Que la juventud se reclama
Pero cuando el árbol pierda sus flores
Tendrás que remar un día
En la galera de la desgracia
¡Es el cuerpo quién vierte las lágrimas!
50. 50
XXXV
El día, himno silencioso
En su pura y límpida esencia
Entreabierto a todo conocimiento
Al vacío consolador del cielo
Ninguna vela, en este fuego azul de verano
Puede engañar a la criatura
Ni ocultar la simplicidad
De la inconsciente naturaleza
Pero no hago ninguna acogida
A la voluptuosidad del cielo tranquilo
No veo rosas ni palmas
La belleza del mundo está en el ojo
51. 51
XXXVI
¡No eres siempre tú quien me aporta socorro
En los combates mortales en que el destino me sitúa
Arcángeles envueltos en sublimes atavíos
Poetas, menos parecidos a los hombres que a las estatuas!
La desgracia está inclinada, tus ambiciosos cantos
Abandonan el dolor pensativo y solitario
Desprecias el suelo, afirmas los cielos
Montaigne exacto y áspero, compasivo Voltaire
Alegría corriendo siempre bajo el saber amargo
Torrentes de la razón, lugares del conocimiento
Corazones obstruidos de errores, docta y suave facilidad
¡Es tu verdad quién place a mi desierto!
Ya no quiero gozar la mentira musical
De esos grandes encantadores que su demonio distraía
La desgracia se disuelve cuando el canto lo alarga
Pero tú, claro caminante en el bosque de la verdad
Me hablas por la noche, en esta hora sincera
En que el espíritu puede encontrar una paz sin felicidad
Y nuestra triste y segura amistad se estrecha
Hasta que mi frente se posa sobre tu corazón...
52. 52
XXXVII
Hablan; todos tienen el rostro inquieto
Alaban lo que fue, y temen lo que es
Vagan, ignorantes, entre arduos problemas
Sin cesar descontentos, no se sabe si aman
Su espíritu es confuso y su corazón lleno de olvido
Respiran el azur sin ennoblecerse
Persiguen en paz la función de vivir
¡Pesan el destino!
Pero cuando se está ebrio
De compartir, de amor, de reciprocidad
Cuando el cielo exultante del frenético verano
Para la sed de nuestros ojos no parecía demasiado vasto
Cuando se vivía siempre de esperanza, ¡ese fasto!
Cuando el deseo rodaba, con su sordo fracaso
Súbitamente, en el alma y el cuerpo delicado
Cuando, amando la razón, se sabía que es justo
Buscar el ardor, más seguro y más augusto
Cuando, discerniendo en todos los aprestos de la muerte
Se dejaba al delirio excluir el remordimiento
Cuando un dulce fuego ardía en la monotonía
Los días resplandecían
Estas cosas han finalizado
53. 53
XXXVIII
Ingenuamente, inocentemente
No por orgullo sino por debilidad
Reverenciando tu asentimiento
He conocido el orgullo de las diosas
Después de repente, tus ojos, tu voz
Por la muerte me han abandonado
He dejado mi destino
Sucumbo a mi alrededor
Pureza, opulencia, emblema
¡Tanto sueño compone un lirio!
Jamás hubiera creído, antaño
Que éramos tan poco...
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XXXIX
¡Sabes si estoy sola, oh tú que me has amado!
¡Si lo fui siempre! Lo sabrías, Dios mío
¡Si en el vano éter del azur o del humo
No eres más que un nombre oscuro y radiante!
Por soledad tuve amor por las cosas
La lógica sin miedo, el tedio de las vanidades
El esfuerzo contra el tiempo y lo que descompone
El placer de la nada, única eternidad
Y este corazón excesivo que hace soñar al espacio
Este sinuoso deseo que se desliza hacia los humanos
Este espíritu desbordante, y sin embargo rapaz
Y mi sueño distraído cuando tenía tus manos...
55. 55
XL
¡Oh tú que no has nacido, vosotros que estáis todos muertos
Vago y puro ensamblaje, oh beneficiario!
Escape sutil por debajo, por fuera
¡Nada, ni los cálidos placeres, ni la noble luz
Vale la inanidad que te defiende del destino!
56. 56
XLI
He conocido la angustia febril y mordaz
El estupor; la lejanía de los colores y de los ruidos
Que ya no envuelven a un cuerpo pleno de pereza
Ahora, enterrada en una extraña noche
Opongo pesadamente al destino que me oscurece
El puro desierto de un corazón donde la revuelta cesa
Y la serenidad, ¡más laxa que el tedio!...
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XLII
Expirando arrastraré
Al universo a mi tumba abierta
Este cuerpo donde el infinito sufrirá
Donde florecerá la tierra verde
Tendrá el peso del mundo inerte
Y los astros verán desde lo alto
Por estrecho que sea en los hombres
El lugar donde soñarán mis huesos
En el suelo de la fúnebre siesta
¡La inmensidad de mi tumba!
58. 58
XLIII
Si el espíritu sobreviviera a la carne, sabría
Qué infinito amor desaparece conmigo
Si mi alma flotante rodeara mi tumba
Sabría qué garganta de pensante paloma
Está muda bajo la tierra y los cielos que cantó
Sabría venerar en su siniestro estado
Este cuerpo donde la razón fue igual al delirio
Escucharía el suelo donde se calla esta lira
Y vería venir todos los perfumes de la noche
Sobre el corazón más dulce que se pudiera concebir...
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XLIV
¡Voluptuosidad: lágrimas, sollozos, abismos, buena muerte!
Después el digno retorno a la tranquila superficie
De un universo sin meta, donde toda noche nos cansa
¡Salvo del extraño placer de donde la humanidad sale!
Todavía no tienes, ebriedad suntuosa
Un encanto tan formal, tan seguro y tan constante
Como para que el espíritu prefiera tus juegos jadeantes
A la tumba, más fiel, y su noche untuosa...
60. 60
XLV
Podría no haber conocido jamás
La dura necesidad de no estar ya
Pero puesto que para siempre callas
Puesto que se han caído tus ojos
Pienso con el corazón radiante
En la nada que me espantaba
Porque mi miedo a morir, era
La angustia de decirte adiós...
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XLVI
El tiempo es breve, los días son lentos
La morosa monotonía
Restablece su calma doliente
Sobre los deseos que la han desterrado
Los vivos nos dan a veces
Grandes momentos dignos de fe
Que fuerzan la puerta infinita
Pero nada humano es excelente
El corazón se obstina y se las ingenia
Siempre más cansado, menos petulante...
Y solo los muertos son consoladores
62. 62
XLVII
No fui irrazonable…
Por los caminos arduos, estrechos
Mi paso fue siempre vivo, derecho
Desafiando las rocas y las arenas
¿Por qué, cuando te conocí
Cesé de comprender
El destino sordo, distraído y desnudo
Que no es ni complaciente ni tierno?
¡Por qué, prefiriendo la verdad
A mi vida, a mi única vida
En mi ceguera y ardiente deseo
Creí en tu eternidad!
63. 63
XLVIII
Mi historia de numerosas caras
Está en estos tranquilos nombres inscritos
En el paisaje plano y blanco
Que forman las tumbas secas
Será suficiente con leer
Estas letras de contornos pedregosos
Para que mi imagen se estanque
¡Entre la juventud y el amor!
64. 64
XLIX
Cuándo la muerte, sucediendo al tedio
Me concederá su caritativa noche
Dulce al deseo que tuve de cesar de ser
Quiero que en paz se abra la ventana
Sobre este pedazo de cielo donde mi mirada
Tanto ha rezado al injurioso azar
Que me ahorre la alegría o las penas
En las que he conocido el sofocante aliento
Que en mis costados reposen mis manos
Tan tranquilas como las sabias estrellas
Y que sobre mi frente descienda un velo
En honor a los rostros humanos...
65. 65
L
Un universo inicuo anula nuestra justicia
Lo que solo se puede saber, cuando piensas en los muertos
De dónde sopló el huracán, de dónde vino este desacuerdo
Que de repente arrancó el alma fiel al cuerpo
¡Quizá podríamos, en el momento en que actúan
Detener los destinos por un esfuerzo supremo!
Toda infinita desgracia está obsesionada con un remordimiento
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LI
Los muertos que me han amado han vencido a tu belleza
Transeúnte, súbito amigo revelado, hermano extraño
Bella mirada ruda y pura, tristeza de ángel
¡Azur humano pesando sobre mi corazón atormentado!
Como cuando la criatura se marchita cada día
Cuando el cuerpo, incluso neto, brillante y vigoroso
No es, en el juego velado de tejidos tenebrosos
Más que un secreto, encerrado, una vaga carnicería
Me apareciste de repente suave y encantador
Compuesto de miel, astro, nardo
Más que el jugo de las flores he venerado tu sangre
Tu gracia me agobiaba y me volvía miedosa
¡Y a veces todavía, por cansada que esté
Entregada al poder de las fúnebres tempestades
Tu soñadora claridad me hace bajar la cabeza
Y mi deseo me embriaga tanto como me decepciona!
67. 67
LII
El mundo disperso se agrega, y con un dulce movimiento
Pone su fuerza y su alegría en beneficio de los amantes
Su ebriedad, de repente, siente desviar de ella
La persecución de la muerte eterna
Un misterio ingenuo, que parece fiel
Protege poderosamente la orilla de las camas
Pero si se piensa en la red de magnífico olvido
Que sobre la voluptuosidad lentamente se establece
Si se piensa en la paz doliente que recubre
Este abismo de azur que el deseo entreabre
¿Es verdaderamente supremo, augusto y suficiente
El miserable amor con el que se embriaga la sangre?
68. 68
LIII
Sin amarte aún, amo todavía tu voz
Sin desgarrarme, tu mirada me toca
Mi corazón está más vivo en cuanto te veo
Sueño con los defectos de tu bella boca
Todo de ti me place, pero por separado
Ya no eres para mí el placer supremo
¡Por qué solo mi deseo pleno de testarudez
Hacía de ti un ser divino!
69. 69
LIV
¡Silencio, movimiento, arpegio
Toda dulzura está en tus huesos!
Bajo mi mirada que te protege
De su poética red
¡Te posas como la nieve
Y te elevas como el pájaro!
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LV
Todo en ti me confunde: ¡danzas
Cuándo caminas! Tu cuerpo de miel
No tiene ninguna semejanza humana
Pareces inmaterial
A mi vista. Y tu presencia
se envuelve en este silencio
Que sueña, altanero y sensual
En la solemnidad del cielo...
71. 71
LVI
Creo ver, escuchar, pero nada
Terrestre, aéreo
Me toca, me interesa
Despierta mi monótona pereza
Que muestra a mi triste espíritu
Una campana que suena
Un paseante, un olor, un grito
El arabesco de tu persona...
72. 72
LVII
En este infinito, en esta plenitud
Que componen los cuerpos valerosos y malditos
A pesar de los males mortales, a pesar de la servidumbre
Se siente siempre un latente paraíso secreto...
73. 73
LVIII
De paso, te agradezco la tortura extrema
Que por ti me infringía la sutil naturaleza
Que deseaba en vano que otro ser hubiera nacido
Del sueño de su noble y orgullosa criatura
Ahora que mis ojos permanecen asombrados
De haber conocido por ti la herida más aguda
No te reclamo lo que te he dado
Ni el tambaleo del alma más segura
Ni estas poderosas confesiones, ni este deseo que fue
Digno por su ardor de tu humilde rechazo
La muerte y la nada no pueden ser odiosas
Para quien se debatió entre el instinto confuso
Guarda, oh tú donde erré, sin fuentes, en las arenas
La parte que te pertenece de un corazón incognoscible...
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LIX
¡Oh primavera, joven pasión
Frescura de los vientos, de la luz
Subterránea exaltación
Escucho tu pagana plegaria!
Los pájaros, cuyo canto renace
Y traspasa el claro espacio
Arrojan gritos breves y vivaces
Como cuartetos japoneses
Se siente como se debate bajo tierra
En numeroso hormigueo
La emulación primaveral
La suave inundación
¡Esta presteza frenética
Plena de cuidados minuciosos
Hace bajo la arcilla letárgica
Un ruido de estrellas en el cielo!
¡Pero, en mi fúnebre malestar
Pienso en ese alfarero persa
Que percibía entre el barro
Los suspiros de los huesos y de la sangre!
75. 75
LX
Cada uno de vosotros, un día, cerró la puerta
De mi habitación, y sin gravedad o audacia
Ignorantes, fuisteis hacia el destino refrigerado
¡Yo no os habría abandonado así!
Habría gritado, gemido para no dejaros
Para veros otra vez habría sido fuerte y cobarde
Habría hecho recular a la muerte, sus puños, su hacha
Habría recuperado mi aliento, enseguida, a vuestro lado
¿Me amabais tan poco? ¿No teníais la imagen
(Tan ruda que supiera intimidar al destino)
De mi espíritu aturdido, de la incesante carnicería
Que en mi corazón unido causaría vuestra muerte?
Durante meses, años, os hice el reproche
De haber rodado sobre mí la despiadada roca
Ahora, no teniendo ya nada que ver, que asir
Os debo el placer que tendría de morir
76. 76
LXI
Mi juventud no está en mis intrépidos cantos
Que se van hacia los extraños
Está en el segundo insensato y rápido
Del día en que tu corazón se congeló
No es en los ojos de un vivo donde reposa
Mi orgulloso rostro intransigente
Guarda su orgullo y su redondez de rosa
Bajo tu frente, que ya no es cambiante
Mi sueño deslumbrante, incrédulo y dócil
Que no creía en el tránsito
Sabe que solo es cierta y fácil
Tu muerte, ¡que no conocías!
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LXII
Puesto que ya no escucho jamás
Este universo inconsciente
Puesto que ningún paso sobre ninguna ruta
Intriga mi corazón paciente
Puesto que, bajo una máscara tranquila
Que me viene de haber sufrido demasiado
Espero salir de la ciudad
Para entrar en el suelo abierto
Este cuerpo que verdaderamente tuvo alas
Y fue más brillante que el verano
Bendigo la inutilidad
De la tumba, ¡única eterna!
78. 78
LXIII
La mujer, duración infinita
Soñadora de eternas mañanas
En la potencia del instinto
Quiere crear. Aunque esta agonía
Más tarde, un día, de su hijo
Este miedo, estos sudores, estos trances
Este moribundo a quien nadie defiende
¿Mantiene la ignorancia?
Toda madre, sin remordimientos
Triunfante y sin embargo fúnebre
Consagra un alma a largas tinieblas
Pone en el mundo a un hombre muerto...
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LXIV
En el dolor nada consuela
Ni la razón, ni las palabras
Ya nada vivo es convincente
La muerte a la que odiamos
Hizo languidecer el corazón que la espera
Que necesitaría la sombra inmediata
¡Incluso la esperanza es fatigosa!
Sabemos bien que morimos, ¿pero cuándo?
80. 80
LXV
¡Poseer todo, para mi espíritu
Era desear más!
Vivía en un claro estrago
en el que se emborrachaba mi ojo sorprendido
Y después, por un brusco corte
Aprendí de golpe lo que sé
Solo tu muerte tenía la talla
De un corazón que nada saciaba
81. 81
LXVI
¡No hubiera sido yo misma
Sin cada uno de vosotros! ¡Espíritus claros
A quienes he ofrecido todo, tomado todo
Inmortalmente os amo!
Los días, largamente ensamblados
Me conducen hacia vuestros espacios
¡Sueño tiernamente que eso pase
Y que voy a parecerme a vosotros!
Ya solo un sombrío amor púdico
Me une a estas almas sin cuerpo
Era una viviente única
¡Soy ahora tantos muertos!
82. 82
LXVII
No te resignes al dolor. Aparta
El coraje mortal que ejerce contra sí mismo
Mi inflexible corazón que se formó en Esparta
Y al que todo, salvo el gusto puro de la tumba, decepciona
Renace, regocíjate, no has sufrido desde la infancia
El yugo secreto infligido por los dioses
Puedes continuar, sin sentir ninguna ofensa
Tu camino donde nada fue vasto y victorioso
¡Vive, intruso efímero, en quien la paz abunda!
Los grandes proscritos son aquellos a quienes el destino colmaba
Quienes, de pie en la proa tormentosa del mundo
Encontraban su parentela cuando el éter se estrellaba
Aquellos pueden dejar el universo o su ser
Por su fuerza sumada a la creación
Su polvo, parecido al poderoso viento, penetra
Lo que se mueve, del suelo a las constelaciones
Aquellos que poseían, en su sutil sabia
Ley de la exactitud y del desvanecimiento
El alma, que es solo instintos que sueñan
Y que no puede engañar a la divina razón
¡Qué mueran, estas bellas frentes donde todo puso su huella
Estos ojos donde todo suntuoso país fue plantado
Estos corazones que deslumbraron a Sófocles en Corinto
Este soplo donde trascurría el universal verano!
¡Qué duerma, perfumado, siempre digno de agradar
A este cuerpo, que ya no se atrevía a creer en el fin del mal
Que su renombre sea puro, frenético y estelar
Oh cuerpo misterioso, santo animal!
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LXVIII
Universo, te he mirado
Con un ojo que alaba y que desafía
He perdido, porque tus tiradas de dados
Han golpeado y vencido mi vida
Pero lo que fue sigue existiendo
He hecho luchar con corazón constante
Mi fuerza con las aguas y sus velas
Mis deseos con tus primaveras
¡Y mis ojos con tus estrellas!
84. 84
LXIX
¡Si tu voz me hubiera dicho: Permanece
Entre las cosas de aquí abajo
Quizá no creería
Que hay que morir!
Pero tú te fuiste a paso de lobo
Y mudo, bajo la monótona tierra
¿Quizá eres, en este misterio
Celoso todavía?
Sin embargo, desaprendes la envidia
En la nada sin ningún deseo
Pero tu muerte habita mi vida
Y es mi angustia y mi paz
Creer que en tu corazón de cera
Me deseas...
85. 85
LXX
He escuchado, esta tarde, las llamadas del oboe
Es un canto orgulloso, agudo, amargo y provocador
Surge del Destino, asegura, triste y derecho
No dice por qué, no dice para cuándo
Pero sus órdenes lastimeras y siempre obedecidas
Inscritas en el bosque, en las nubes y en los mares
Van a tocar a través del espacio y los países
El corazón, que fue círculo de inocencia y de hierro
¡Voz de la tragedia, acento del drama, amor
Te pareces al guerrero y te pareces a la muerte
Pues eran tus decretos firmes a cualquier recurso
Quienes guiaban mis deseos sumisos y sin remordimientos!
86. 86
LXXI
¡Estoy donde tú estás, en ninguna parte
Ni tú ni yo somos ya!
Vivo vagamente, al azar
Sabiendo que todo ha pasado
Y lo que observo y siento
No hace más que fijar en mis ojos
La lívida parada de tu sangre
¡Bajo la indiferencia del cielo!
87. 87
LXXII
Un árbol está bajo mis ojos, espeso, brutal, espléndido
Su poderosa columna tiene como terminación
El follaje de un verde acumulado, líquido
Sobre el que blancas flores se elevan lentamente
Y veo resplandecer esta insensible fuerza
La Naturaleza ha retomado en su distraído amor
La raíz adormecida y la rugosa corteza
Mientras tus ojos donde palpitaba el día
Son para siempre derrotados en la siesta terrestre
¡Y no tienen más que mi vano y palpitante socorro!
La Naturaleza se libera, y solo ofende al hombre...
88. 88
LXXIII
A veces sueño, trabajo, sin verte
La esperanza me había encerrado en el azur
Pero sintiendo ahora cual fue tú poder
Sobre mi ser, sin ti sombrío y ahumado
¡Fuiste advertido, corazón celoso, de haberme
Amado tanto!
89. 89
LXXIV
La inmovilidad bajo mi frente
Hace que jamás nada me tiente
Ningún deseo, ninguna espera
Nada me ofrece este brillante limón
Que sugiere la viva esencia
De su jugo hecho de ácido y de oro
Irritante por constancia
No me canso de los muertos...
90. 90
LXXV
De repente me parece que amas la vida
Sus juegos, sus felices mañanas, sus siestas, su labor
Cada día provocaba en ti el feliz deseo
¡Esta áspera visión hace explotar mi corazón!
Yo jamás tuve por dura la existencia
(Tan fuerte fue mi amor por el azur)
Este gusto continuo, esta simple apetencia
Estos sucesivos deseos del instinto tranquilo y seguro
He sufrido demasiado desde la infancia, inmensa, amarga
Por haber comprendido el mal del cuerpo, vaso de lágrimas
Y esta alma que hay que nombrar alma efímera
¡Y qué se siente mortal sabiendo su valor!
91. 91
LXXVI
Miré con mirada contenta
Y confiada, y siempre sabia
Antaño, los movedizos paisajes
Que hace, con sus vacilantes juegos
El vuelo enredado de las nubes
Y pienso que resistiendo
A la desgracia cuyo peso me oprime
Tendré todavía la tranquila ebriedad
Que me niega un mal constante
¡Poder recular en el tiempo!
92. 92
LXXVII
Ayer, atravesé, como hago a menudo
El camino erizado del dolor físico
Y mientras que en mi frente, revoloteaba el viento
Se elevaba el estupor de que el universo inicuo
Haya podido crear el cuerpo del hombre para este efecto
Pensé que mi mal era sabio y perfecto
Pues, por esta ruta y su mortal puerta
Dejando caer al fin la insoportable carga
Sentiré flaquear el corazón que te porta
93. 93
LXXVIII
He sufrido tanto, sufro tanto
Que ya nada me parece importante
A mis ojos, que fijan el vacío
Donde se deshacen los lívidos muertos
Sé que todavía existe
Este animal placer del cuerpo
Que el deseo toma y desdeña
¡Pero que nunca más un noble acuerdo
Llene, penetre, impregne
Esta alma donde reina la desesperación!
Porque, teniendo el neto estupor
De un mundo donde todo es inútil
Experimento, en el centro de la desgracia
Que es igualmente fútil
Sentir que se vive o que se muere…
94. 94
LXXIX
Las tumbas. Todo el olvido del mundo esparcido. Tejos
Cipreses. La piedra es enfática o modesta
Bajo el suelo despreciado que no contiene ningún gesto
Estos lugares han hecho al corazón sombrío y vengativo
¿Quién puebla, pues, estos duros alojamientos, apretados y pálidos?
¡Es el ser entero, vencido por el reposo!
Nada de ellos, allí, subsiste, y sin embargo todo ellos mismos
El espíritu no es más que la carne, el alma no es más que los huesos
Y veo este desastre, y acepto esta siesta
No muero de horror en este campo fijo y loco
Yo, cuyo espíritu siempre ansioso por estos hombres
Cuando el de ellos se adormecía, exclamaba: ¡Qué tienes!
95. 95
LXXX
Antaño me amaba
Sabes qué orgullo
A veces animaba
Mi voz y mi mirada
El espíritu sombrío y frío
Me odio sin ti
96. 96
LXXXI
El hombre se aferra a la esperanza
Cuando el destino le fue demasiado cruel
Entre las tumbas y el cielo
Debe ondear su sufrimiento
Oh muertos, no busco
El rastro pálido de vuestros pasos
Muero, pero sin vanas tempestades
Que otros tengan sordos debates
Y levanten hacia el cielo sus cabezas
Yo, lo sé: ¡voy dónde estéis!
97. 97
LXXXII
Querida sombra a quien hablo bajo
Rostro para siempre impreciso
Por quien ya no soy de aquí
Sabes los excesivos combates
Que mi juventud violenta
Libraba a la muerte insolente
Que fue mi obsesiva preocupación
Que temí a cada paso
Entonces no sabía
Que también podías morir...
98. 98
LXXXIII
Están muertos, y mi corazón, secreto de mi razón
Soportaba la jornada juzgándola demasiada dura
Acusaba de súbita y gran traición
A los que había abatido la indolente naturaleza
Y he dicho: Ahora el tiempo ha pasado
He sufrido lo que había que sufrir, y más
Espero. No debo irritar mi coraje
¿Cuándo van a volver? ¿A dónde se han ido?
En esta catástrofe inaceptable, entra
No sé qué espantosa mofa del destino
Espero. La estúpida esperanza está en el corazón, está en el vientre
¡Ignoro que sea para siempre que estén muertos!
99. 99
LXXXIV
La infancia es una ruta ardua
Ningún ser es lo suficientemente sabio
Para captar el espíritu del niño
A pesar de la profunda extensión
Que ante su sueño se extiende
No hay seguro esperanza
¡Pues su tímido corazón es prudente!
He encontrado, perdiéndote
La miseria de mi infancia
100. 100
LXXXV
Todo es, y sin embargo, todo es nada
Lo conocido, lo desconocido, los astros
El gran misterio aéreo
Palidecen ante el desastre humano
El amplio universo es solo una decoración
Vana y ligera como en el teatro
¡Pues mi corazón terco
No pudo despertar tu cuerpo!
101. 101
LXXXVI
Cuando te has apoderado por amor, por poder
Del espacio impregnado de colores y esencias
Cuando has comprendido y adivinado todo, por lo
Que, salvo un nuevo mal, ya no aprenderás nada
Cuando el sueño exigente y la mirada sin velo
Parece haber presionado hasta el jugo de las estrellas
Cuando fuimos ese humano sorprendente, cuyo destino
Forzaba la suerte avara y repelía a la muerte
Es bueno que el espíritu que perfumó el mundo
Y que alaba los días a los saltarines resortes
Se indigne del destino desleal y retorcido
Y arroje al infinito piedras con su honda…
102. 102
LXXXVII
Puesto que quieres dejar sobrevivir
A su extravagante placer
A este pecho que tu calor embriaga
Pienso con horror en los ocios
Que sustituyen al tedio
En los instantes plenos de eternidad
¡Hace falta que ningún destino mate
El cuerpo por el otro cuerpo abandonado!
¿Qué me importa que penetres
Este corazón inflamado de gemir
Y de atribuirse tu ser
Si no puedo morir?
103. 103
LXXXVIII
Pienso largamente en tu mano
Tu querida mano de músico
Que me entrega al firmamento
Músicas mágicas
Y rueda mi corazón triste y pesado
En su vertiginoso terciopelo
Pero cuanto más me apego aún a
Tu instintiva y tierna mano
Es cuando su gracia en mi corazón arranca
Un inefable arpegio humano...
104. 104
LXXXIX
¿Qué hace que el espíritu del hombre tenga orgullo? Nadie lo sabe
Los muertos no pueden darnos confianza
Todo está cerrado y sin fin, nada libra el acceso
Del deslumbrante sitio donde cesará la ausencia
A veces un amor débil, que el dolor cansa
Encuentra en los dioses una ciencia tranquila
Sin abordar jamás la vana experiencia
Te consagro un corazón ennoblecido por el exceso...
105. 105
XC
Jamás tuve nada que decir
Salvo a ti. A los otros les hablaba
Como cuando te mueves o respiras
Pero jamás mi corazón mezclaba
Su tesoro a su existencia
Solo nosotros no teníamos distancia
Seguros de un familiar infinito
Fuimos presionados, reunidos
En la estrechez o en el espacio
Solo estaba en mi lugar en ti
¿Qué quieres que sea la gloria
Sino la imagen de ti
En el alma que has escogido?
La ofrenda de la poesía
La hacía para tu mirada
Solo en tu mirada
Era justa y natural
A partir de ahora sin deseos, sin estima
Soy esa golondrina errante
Que desgarra con negros aleteos
El aturdido azur...
106. 106
XCI
He servido al dios sagrado de la palabra
Mi voz ha reunido la razón y el canto
Como se ve mezclado el aroma en la corola
Otros gritos son más bellos, ¡pero no más conmovedores!
Y sin embargo eres tú, Música, alma excesiva
Cuyo poder se afirma por encima, por debajo
De lo que el hombre exhala en sílabas pensativas
Sólo tu misterio imperioso absuelve
Al odioso universo y su culpa nativa...
107. 107
XCII
Tu muerte no ha sido pronta
En mi corazón que ha traspasado
Desordenada, oscurecida, amasada
La desgracia se cuenta se recuenta
Después de tantos meses pasados
Pienso en mi justo espanto
Cuando afirmaba, a ti a quien persigo
¡Que morirás cada vez más!...
108. 108
XCIII
Arenas de flores brillando ante las puertas
Los potentes colores dedicados al tránsito
El silencio bañando estos ramos que se aportan
Lánguidamente a quienes no lo sabrán
Renovando en mí las tristezas sufridas
Manteniendo la mirada baja, escalé paso a paso
La roca dorada subiendo hacia la cálida Arabia
Donde, bajo el júbilo infinito del cielo
Las palmeras y los pinos filtran el sedoso viento
En la gracilidad de los árboles funerarios
El águila abatido de los muertos ha suspendido su nido
En estos lugares donde el sueño es sorprendido por la paz
Todo es lastimero, ladeado, insistente y contrito
¡Suelo perseguido! Bajo la blanca y baja desnudez
De los tranquilos monumentos, se siente disminuida
La forma sin contorno que contenía el espíritu
Sea cual sea nuestro esfuerzo, los muertos son los proscritos
¡Lo siento en mi corazón que conoce tanto desgaste!
Mi sueño, a mi pesar, mide lúcidamente
El lugar opresivo donde cometiste este error
Inexpiable, y que nada repara jamás
De depositar la gracia exigente del cuerpo
En el lecho desdeñoso que el frío acapara
¿Qué humano puede sentirse aquí sin remordimientos?
El pueblo retirado y reducido es feroz
Inanidad de ojos, de gestos, de la boca...
La muda conversación es sombría y decepcionante
Pero tan fuerte es en mí el recuerdo vivo
Incluso ante la piedra ofensiva donde yaces
¡Qué algo todavía de tu perfume me toca!
109. 109
XCIV
Cuando haya negado todo, el azur todavía me emocionará
En el amplio cuadrado de la ventana abierta
Alada, dominando el árbol ornado de plumas verdes
Posando sobre la ciudad su centelleo azul
Prodigando el calor donde la brisa está encerrada
Donde el indolente infinito se reposa largamente…
Ningún aspecto preciso de la tierra vale lo que el
Éter tranquilo, constante, donde sin embargo deliro
¡Un diamante movedizo, cantando como una lira
Que hace brincar de amor al corazón noble y devoto!
¡Azur! que nada mancha y que nada limita
Sombrío durante las noches, y riendo todo el día
Me devuelves lo puro, el ancestral Oriente
Mi corazón que se te parece, y que no te imita
Cuando te oscureces, como cuando brillas
Estás, entre sus deseos y entre los desastres
¡Penetrado de sol o grabado por los astros!
110. 110
XCV
Un súbito desconcierto corre a través de mi sangre
He cesado de pensar, mi desgracia me abandona
El secreto de mi vida está ausente de mí
Una extraña en mí me decepciona y me sorprende
Miro con una mirada menos feroz el verano
¡El azur no me odia! ¡Ausentes! Solo vosotros a los que amo
Vuestra muerte prolongada tiene el aspecto de una blasfemia
Todo vivo discernimiento es retirado de mi corazón
Jamás comprenderé vuestra suprema partida
Y muero de eso, que ya no es ni siquiera eso...
111. 111
XCVI
La memoria leal y triste
Es la afrenta que no acepta
Al universo celoso de un combate
Donde el ser contra él persiste
Mancha para seducir, para tentar
Al alma que se rechaza y sufre
Ciertamente vas a disgustar
A tantos espíritus inquietos de abismo
Que la austeridad aflige
Portadora de llama y de azufre
¡Conserva tu corazón irritado!...
112. 112
XCVII
Es el día tibio y suave en que nacen las lilas
El grito alegre de un pájaro está en el terco éter
A pesar de los cielos hinchados de un pálido y seguro resplandor
El espacio es todavía de un grisáceo empaquetado
El cielo está vacilante. Las nubes tormentosas
Languideciendo. ¡Cuántas veces te he visto renacer
Primavera doliente, tendida, donde se emborrachaba mi ser!
Pero hoy, ante tus indecisos esfuerzos
Pienso que vendrá, imprevisto pero preciso
El término de los instantes de los que nadie sabe la suma
Cuando los siglos estén helados y pasados
El día en que sobre el suelo desertado por los hombres
Tu verde tibieza ya no se levantará...
113. 113
XCVIII
Es necesario que duerma o que vaya
(Porque el vivir me está prohibido)
Por la terrosa y negra brecha
A reunir nuestros corazones ensordecidos
¿Pero jamás voy a reunirme contigo?
En mi espíritu lúcido y loco
Siento despuntar la certeza de
Que la muerte, es la muerte sin ti...
114. 114
XCIX
La habitación, persianas cerradas, ojos cerrados, ¡queridas tinieblas!
El día, que en mi corazón pesaba tanto como un monte
Está vencido. Sin el aire lento llenando los pulmones
Conocería ya la fúnebre eternidad
Ya nada del triste esfuerzo, del eterno desembolso
Por el cual el cuerpo pensativo, el espíritu sin alegría
Todavía forma a los humanos un don frustrado de amor
Que cuesta a la complaciente y pasiva pereza
¡Oh bondad del sueño previsto, zumbido
Confianza, abandono, candor de la fatiga!
Sentir la ola nocturna invadir nuestros tormentos
Como un agua generosa aboliendo los diques
¡Y es sobre este momento de la cesación
Sobre este lecho subterráneo donde todo se hunde y cesa
Cuando ignorantes, corríamos en la santa juventud
El tiempo en que el infinito es nuestra obsesión
En que el espacio es estrecho, donde incluso el azur oprime!...
115. 115
C
El renombre, los consejos buenos y sabios, el amor
De algunos todavía, nada alivia mis días
Amo este negro frasco donde duerme un jugo de plantas
Que confiere a mi corazón una acción más lenta
Un sueño plano, difuso, bien estirado como una sábana
Donde se tumba, la tarde, la fatiga de los brazos
Hierbas, raíces, flores, diosas indolentes
Compañeras del héroe y del mago
Por quienes la desgracia es de repente más antigua
Y hace creer al corazón herido que se habitúa
Al dolor familiar pero demasiado vivo que lo mata
Brebaje diligente, comercio humilde y decente
Bondad que te deslizas en el río de la sangre
Y colmas de sueño la tristeza abierta
¡Cómo amo tu sagrado nombre: los Consolantes!
116. 116
CI
Estar pálido, mudo, inmóvil, ausente, muerto...
El azul de la noche tiene su estrella feliz
El silencio murmurante anima la sombra hueca
El amante sueña y gime sobre el labio que muerde
La mañana, aturdida, pero dispuesta y grácil
Llena la inmensidad de secretos carillones
Los jardines están acostados bajo sus fáciles rosas
El mediodía guiña los ojos con el oro de sus rayos
El azar, los deseos construyen la aventuras
Un juego placentero o duro enreda a los humanos
En el soplo despreocupado de la fuerte Naturaleza
El navío activo del tiempo navega hacia el mañana
¡Pero lejos de esta ágil y fina encajera
Que es la escandalosa vida de arremolinados husos
Conozco el lugar extraño, y sin embargo familiar
Donde mi mirada terca acaba de contemplar tus huesos!
117. 117
CII
¿Quién se queja del sueño? Quién gemiría: «¡Duermo
Interrumpe mi paz límpida y sin memoria!
¡Qué se vuelvan éter agitado desde afuera
Los amores amenazados, la insuficiente gloria!»
Y sin embargo es así como habla el insensato
Cuando, no teniendo jamás noble lasitud
No puede concebir que su ser haya cesado
Curado de toda esperanza y de todo hábito
¡Cómo! ¿El alma sin tregua, el cuerpo resucitado?
¿Volver a ver el cielo cambiante, reencontrar la ciudad?
¿Jugar con lo risible en el trágico teatro
Del destino, luchador tan astuto como tenaz?
¿Sentir mezclarse, por lascivos debates
El orgullo del deseo y los espíritus de abajo?
¡No olvidar jamás la cima inaccesible!
Para que así teman la bondad de la muerte
La llegada adormecida, la fijeza del puerto
El don deseable de ser al fin insensible
Dolor, ¿solo yo te voy a servir de blanco?
118. 118
CIII
A veces, nadie lanza lo suficiente un grito debilitado
Es posible que en el mundo haya cesado un instante
El énfasis de una voz que hizo honor al hombre
El verbo a veces toma una efímera siesta
Y el dolor, frustrado, queda entonces sin medios
Para elevar su queja en medio de los lugares
Y propagar su canto, que alivia y reposa
Poeta, que conociste la inanidad de las cosas
Afirmador sagrado de mal universal
Retomo en tus manos, retomo en tu alma
Estas palabras tan poderosas como el pan y la sal
Y tanto la muerte como el placer reclaman
¿Qué es todo lo que no es eterno?
119. 119
CIV
He visto, de repente extraña, ingrata y sin memoria
Tu habitación, donde reposaba tu tenebroso ser
Los objetos familiares, que parecían temerosos
Parecían apartarse de tu historia final
¡Cómo! ¿ya jamás la voz, el movimiento, los ojos
En el cuarto de muros netos que fue tu paisaje?
¿Jamás en el clima pensativo de tu rostro
El paso del alba o de la noche estudiosa?
¿Cuáles son las personas sombrías, esclavizadas y sin alma
Que impúdicamente te han sacado de tu cama?
¡Salida de la casa, suprema ofensa, olvido
Que comienza en la cabecera y para siempre se trama!
Sé que la tumba no es nada. Lo sé
Y sin embargo muero, durante las noches de nieve
De este frío subterráneo y rampante que te asedia
Y que destruye sin fin el corazón que yo abrasaba...
120. 120
CV
He dormido, durante algunos instantes he reunido
La inmensidad vacía donde no se encuentran
Ni tu destino, parado, ni el mío, continuo
He reposado bajo el arco interminable y desnudo
Donde todo ser se ignora antes, después de la vida
Quitando esta nada, porto en el corazón las ganas
De retornar sin fin hacia ese suave sitio
en el cual desperté al tacto y el gusto
¡Las tinieblas! ¡el olvido! ¡Ya nada, ni yo, ni tú!
¡Lugar de antes del nacimiento, único éxito!
121. 121
CVI
Vivir, ¿es sufrir un día, y después otro?
¿Quién puede contentarse con el tedio, del reposo?
¿Quién quiere tener los ojos empañados de los viejos apóstoles
Privados del joven dios que caminaba sobre las aguas?
¡Nada vale más que la esperanza y los sueños que mienten
Que la ágil ternura que precipita al corazón
Que el orgullo rebosante, o la voluptuosidad
Parecida a la música de las promesas dementes!
122. 122
CVII
Nieve, caída igual
En la noche se sucede y funde
En estas tinieblas glaciales
¡Pienso en tu congelación más profunda!
¡Pienso, en mi calor perdido!
En tu frío demacrado, disuelto
¡Todo sueño, en mi arduo camino
Ya solo viene de abajo!
Y parezco alerta y ligera
A los humanos entre los que vivo
Yo que, no habiéndote seguido
¡Soy para siempre una extraña!
123. 123
CVIII
Compongo en el sufrimiento
En la pasión fúnebre
Poemas sin esperanza
Son mi consuelo
La amarga verdad consuela
El exceso de dolor permite
Que el espíritu, lejos de cualquier ídolo
Se apegue a esta nada: ¡jamás!
Jamás, cotidianos rostros
Este reír profundo de la mirada
Que centellea tras el viaje
De la noche, ¡puntual partida!
Ya jamás el encanto tácito
De imaginar parecido
Sin propósito y sin éxito
¡Jamás ninguna admiración!
¡Jamás, oh murallas fúnebres!
Este tibio y transpirable confort
¡Qué la demencia espere todavía
En vano más allá de las tinieblas!
124. 124
CIX
El espíritu neto y el corazón azorado
Un áspero y aturdido secreto
Los caminos no van a ninguna parte
Desprecio del sueño y del estudio
Se deleita íntimamente
Del desgaste fino y suave
Que derrota en cada momento
El cuerpo demasiado tenaz y bravo
¡Felicidad de ver abrirse
La tumba del tiempo sobre la aurora!
¡Por qué solo te sientes morir
Cuando todavía soportas vivir!...
125. 125
CX
Cuando su vida ya es afligida y vana
Cuando nuestro espíritu solo puede por bondad
Alegrarse de la sangre que se desliza por sus venas
¡Quieren la insolente y neta eternidad!
Y lucho con ellos, y mantengo mi derecho
De ser un cuerpo olvidadizo que presiona un suelo estrecho
Que se hunde, disuelto, en la paz eterna
¡Ah! no debería yo, desdeñando su querella
Escuchar sin tedio su decente esperanza
De resurgir, vivientes, fuera de las lenguas fúnebres
¡Pues no pueden tomar mis tinieblas
Pues no pueden robar mi nada!
126. 126
CXI
¿Para qué te tengo, en este día, frustrado, corazón adormecido?
¿Para vivir, sufrir, lamentar, esperar?
¿Para el sordo discernimiento de estar cercado a medias
En la bruma insoluble y creciente de la tarde?
Alardeaba, antaño, del honor de estar vivo
Mi espíritu desbordaba un azur combativo
Pero creo en el suspiro del que no estabas seguro
¡Todo no es más que vanidad y pasto del viento!
¡En el mal que me infringe una estancia compartida
Donde el suelo te recubre mientras yo yerro todavía
La inaceptable pena es para el triste cuerpo
A quién pesa sin fin todo momento pasajero!
¡Feliz quien pueda, deteniéndose de repente
Caer en la paz sin sueño y sin tedio
No tener que contar las horas de la noche
Cerca de una copa vacía y de antorchas apagadas!
127. 127
CXII
La calle esta mañana tiene los tintes delicados
De la humilde primavera y del cuello de las palomas
Un placer primaveral se dilata en el azur
¡Pero bajo todos los caminos yace la eterna tumba!
La reluciente calle está abultada, y se parece
Con los reflejos azules que la nube le proyecta
A esos extraños lugares fúnebres en que dormita
La humanidad reducida, olvidadiza y muda
Veo el inmenso espacio y mi deseo solo se abisma
En la exigua estancia en que duerme tu frente tímida
¡En tanto mi pensativo espíritu, pirámide inversa
Va del amplio universo a tu ínfimo retiro!
128. 128
CXIII
¡De quién podría decir: ellos son yo, yo soy ellos!
¿Cuál es la dulce entrada, en mi habitación, hoy,
Que no me supondría ningún esfuerzo, ningún aburrimiento
Y que percibiría, sin tan siquiera abrir los ojos?
¡Os pertenecía, sombras enterradas!
Teníamos nuestros secretos, nuestras costumbres, nuestro lenguaje
La divina franqueza emanando del rostro
La vehemente paz entre nosotros establecida
Éramos escrupulosos y no obstante sin remordimientos
Mi vida, en cualquier instante, de tus ojos renacía
Eras mi candor, mi poder, mis ensayos
Ya nadie me conoce pues estás muerto...
131. 131
ÍNDICE
INTROITO (Julio Pollino Tamayo)......................................................3
LA CONDESA DE NOAILLES O DE CUPIDO A PSIQUIS
(Cristóbal de Castro).............................................................................5
I
En la áspera soledad donde vives ahora.................………….............15
II
La vida así amplia y sabia..............................................………........ 16
III
Cada día escucho como en silencio.....................………………....... 17
IV
Ya que mis ojos han visto los lugares donde reposas........……......... 18
V
Muertos que me fuisteis queridos, no seáis celosos...........…............ 19
VI
Han inventado el alma con el fin de que se rebaje............................. 20
VII
Deslumbrado, puro, minucioso.......................................................... 21
VIII
Cada mañana me agobio y el color del aire...........……………........ 22
IX
La noche, cuando duermo y un cielo inútil................…………........ 23
X
Ningún lecho, ninguna habitación, ningún techo............................... 24
XI
He sabido la verdad, he visto todo lo que pasa.............……............. 25
XII
Habitante etéreo y fijo de tumbas....................………….….............. 26
XIII
Has muerto una tarde en la hora en que el día cesa......……….......... 27
XIV
Vivir, ¡permanente sorpresa!.........................................……............. 28
XV
Temblando mi mirada desciende...................................…………..... 29
XVI
El tedio, la espantosa pena admitida, y la que se calla.....………...... 30
132. 132
XVII
Cada sufridor cree que tiene el privilegio......…………………........ 31
XVIII
Nada me toca ya, me siento muerta también......………………........ 32
XIX
Vivir no es un bien. Los claros instantes son raros……………….... 33
XX
Esto fue, y después desapareció.......................................………...... 34
XXI
Canto. Un canto responde. Pero no es el eco………………………. 35
XXII
Sabios de todos los tiempos, de todas las patrias.....……………….. 36
XXIII
Cuando partiste, sin palabras.............................………………….... 37
XXIV
Las palabras no son nada, sino las pruebas........……….…….......... 38
XXV
Ahora la vida está para mí....................................…………............. 39
XXVI
Si pensamos en todo lo que hicimos..........................…..….............. 41
XXVII
Corazones fueron felices el día en que naciste.............…………...... 42
XXVIII
Estaba muerta contigo, retenme en tu tumba.....………………….... 43
XXIX
Ya no eres; desprecio, viéndolo sobrevivir........………………........ 44
XXX
La primavera nace súbitamente..............................…….................... 45
XXXI
Vanidad, temor, amor propio......................................………............ 46
XXXII
El pensamiento lánguido y los miembros a gusto...........……........... 47
XXXIII
Cuando veo a los espíritus sin altura, sin cólera...………………...... 48
XXXIV
Conviene que se le llame alma............................……………........... 49
133. 133
XXXV
El día, himno silencioso............................................………............. 50
XXXVI
No eres siempre tú quien me aporta socorro......………………….... 51
XXXVII
Hablan; todos tienen el rostro inquieto...............……………............ 52
XXXVIII
Ingenuamente, inocentemente.................................…....................... 53
XXXIX
¡Sabes si estoy sola, oh tú que me has amado!...........…………........ 54
XL
Oh tú que no has nacido, vosotros que estáis todos muertos.…........ 55
XLI
He conocido la angustia febril y mordaz.........…………………...... 56
XLII
Expirando arrastraré...........................................……….................... 57
XLIII
Si el espíritu sobreviviera a la carne, sabría.......……………............ 58
XLIV
¡Voluptuosidad: lágrimas, sollozos, abismos, buena muerte!.…....... 59
XLV
Podría no haber conocido jamás................................………............. 60
XLVI
El tiempo es breve, los días son lentos.......................…………........ 61
XLVII
No fui irrazonable...............................................…………….…....... 62
XLVIII
Mi historia de numerosas caras..........................……………............ 63
XLIX
Cuándo la muerte, sucediendo al tedio..................………......…....... 64
L
Un universo inicuo anula nuestra justicia..................…….......…..... 65
LI
Los muertos que me han amado han vencido a tu belleza.....…....... 66
134. 134
LII
El mundo disperso se agrega, y con un dulce movimiento……….... 67
LIII
Sin amarte aún, amo todavía tu voz......................………………..... 68
LIV
Silencio, movimiento, arpegio....................................………............ 69
LV
Todo en ti me confunde: danzas..................................…………....... 70
LV!
Creo ver, escuchar, pero nada......................................………........... 71
LVII
En este infinito, en esta plenitud....................….………………....... 72
LVIII
De paso, te agradezco la tortura extrema........……………............... 73
LIX
Oh primavera, joven pasión..............................………...................... 74
LX
Cada uno de vosotros, un día, cerró la puerta.............…………....... 75
LXI
Mi juventud no está en mis intrépidos cantos.......………………..... 76
LXII
Puesto que ya no escucho jamás....................................…….…........ 77
LXIII
La mujer, duración infinita................................................…............. 78
LXIV
En el dolor nada consuela......................................………….…........ 79
LXV
Poseer todo, para mi espíritu..................................…………............ 80
LXVI
No hubiera sido yo misma........................................………….......... 81
LXVII
No te resignes al dolor.........................................………………....... 82
LXVIII
Universo, te he mirado...............................................……................ 83
LXIX
Si tu voz me hubiera dicho: Permanece.............................…............ 84
135. 135
LXX
He escuchado, esta tarde, las llamadas del oboe.................……....... 85
LXXI
Estoy donde tú estás, en ninguna parte..................................…......... 86
LXXII
Un árbol está bajo mis ojos, espeso, brutal, espléndido…………..... 87
LXXIII
A veces sueño, trabajo, sin verte.........…………………………....... 88
LXXIV
La inmovilidad bajo mi frente..................……….............................. 89
LXXV
De repente me parece que amas la vida....…….….…………........... 90
LXXVI
Miré con mirada contenta................................…………................... 91
LXXVI I
Ayer, atravesé, como hago a menudo...................………………...... 92
LXXVIII
He sufrido tanto, sufro tanto................................……………........... 93
LXXIX
Las tumbas. Todo el olvido del mundo esparcido....……….............. 94
LXXX
Antaño me amaba...............................................................…............ 95
LXXXI
El hombre se aferra a la esperanza........................................……..... 96
LXXXII
Querida sombra a quien hablo bajo..........................................…...... 97
LXXXIII
Están muertos, y mi corazón, secreto de mi razón.........………….... 98
LXXXIV
La infancia es una ruta ardua.......................................…………....... 99
LXXXV
Todo es, y sin embargo, todo es nada...........................……….........100
LXXXVI
Cuando te has apoderado por amor, por poder....……………..........101
LXXXVI I
Puesto que quieres dejar sobrevivir.........................……................. 102
136. 136
LXXXVIII
Pienso largamente en tu mano...................................………........... 103
LXXXIX
¿Qué hace que el espíritu del hombre tenga orgullo?………...…….104
XC
Jamás tuve nada que decir.......................................…………..........105
XCI
He servido al dios sagrado de la palabra...................………........... 106
XCII
Tu muerte no ha sido pronta.....................................…………........ 107
XCIII
Arenas de flores brillando ante las puertas...........……………….... 108
XCIV
Cuando haya negado todo, el azur todavía me emocionará…......... 109
XCV
Un súbito desconcierto corre a través de mi sangre......................... 110
XCVI
La memoria leal y triste...............................................………........ 111
XCVII
Es el día tibio y suave en que nacen las lilas..............…………..... 112
XCVIII
Es necesario que duerma o que vaya...........................……............. 113
XCIX
La habitación, persianas cerradas, ojos cerrados......…………….... 114
C
El renombre, los consejos buenos y sabios, el amor.......…............. 115
CI
Estar pálido, mudo, inmóvil, ausente, muerto....................…......... 116
CII
¿Quién se queja del sueño?....................................................…….. 117
CIII
A veces, nadie lanza lo suficiente un grito debilitado..........…........ 118
CIV
He visto, de repente extraña, ingrata y sin memoria......………...... 119
CV
He dormido, durante algunos instantes he reunido......………….... 120
137. 137
CVI
Vivir, ¿es sufrir un día, y después otro?..............…………...…….. 121
CVII
Nieve, caída igual.............................................………………........ 122
CVIII
Compongo en el sufrimiento...................................…………......... 123
CIX
El espíritu neto y el corazón azorado...........................…................ 124
CX
Cuando su vida ya es afligida y vana..................………………..... 125
CXI
¿Para qué te tengo, en este día, frustrado, corazón adormecido?…. 126
CX1I
La calle esta mañana tiene los tintes delicados..................….......... 127
XCIII
De quién podría decir.....................................................………...... 128