2. La palabra que llegó más lejos
«Pero entre todas destaca la tercera parábola.
Ha sido contada a innumerables hombres desde la primera
vez y, a menos de tener un corazón de piedra, hijo mío,
¿quién será capaz de escucharla sin llorar?
Es la palabra de Dios que ha llegado más lejos, hijo mío.
Es célebre incluso entre los impíos y quizás la única que
permanece clavada en el corazón del impío como un clavo
de ternura.
Es la sola palabra de Dios que el pecador no ha ahogado
en su corazón.»
(Fragmentos de Charles Peguy)
4. Un hombre tenía dos hijos
Vivían con él, en su casa.
En la rutina de levantarse,
trabajar, comer, charlar y
acostarse.
En la casa había amor,
mucho amor.
Pero no todos sabemos ver
el amor que nos rodea. Y
menos en el estallido de la
edad juvenil.
5. El joven aventurero
El hermano pequeño
prefirió la aventura de sus
sueños a la aparente rutina
del amor de su padre.
Pidió parte de la herencia.
No le correspondía por ley,
pero el padre se la dio.
6. Respeto a la libertad
Al padre no le importaban las leyes. Respetaba demasiado
la libertad de su hijo y accedió. ¿Pudo resistirse o darle
consejos? ¿Le mostró su tristeza? Probablemente no.
El Dios del evangelio usa sólo la voz de la conciencia.
Su respeto a la libertad humana es casi escandaloso.
7. El espejismo
El muchacho se va en busca de los desconocido. Sentía la
ebriedad de recorrer el mundo. Con dinero, no le fue difícil
encontrar amigos… ¡Cuánto le respetaban todos, mientras
le duró el dinero!
8. La amarga realidad
Pero le duró poco, como a todo el que no ha sudado para
ganarlo. Se le fue como agua de las manos.
Pronto vio que a quien pide se le cierran tantas puertas
como se le abren a quien da.
Nada sabía hacer. Y tuvo que ponerse a trabajar.
9. Añoranza
Pastor de cerdos. Ahora
comprende lo que es
trabajar a las órdenes de un
amo, y un amo cruel. Era
tiempo de hambre y
comenzó a saber lo que
dolía dar a los animales lo
que hubiera querido para él.
Una noche, las lágrimas
subieron a sus ojos.
Comenzó a recordar. Y, con
los recuerdos, vino su
salvación.
10. Arrepentimiento
El hijo pródigo es un
pecador que desconocía el
cálculo. Pecaba como se
ama, en caliente, no como
se odia, en frío.
Sigue acordándose de su
casa, de su padre, que es
bueno y perdonador. Sigue
sintiéndose hijo. Tampoco
es muy grande su orgullo
cuando le quedan fuerzas
para volver.
11. Regreso
Es el hambre que lo mueve, y no el amor o el
reconocimiento del error. Pero, por el hambre, la luz entra
en su alma: la gracia de Dios es terca y si encuentra
cerrada la puerta de la calle, entra por la ventana.
Y prepara un discurso melodramático para que su padre lo
reciba como jornalero, ya que no como hijo.
Aún no sabe lo bueno que es su padre.
13. El padre espera
El verdadero protagonista de
esta parábola es el Padre.
El padre ha dejado marchar a
su hijo. Ha respetado su
libertad. Pero tiene el corazón
destrozado.
Necesita que regrese el
muchacho. Sabe que no es
malo. Sabe que volverá. Y
porque lo sabe, pasa las horas
en la ventana, fijos los ojos en
el camino por el que partió.
14. El abrazo
El hijo que partió vestido en sedas
llega envuelto en harapos. Nadie le
hubiera reconocido. Él, sí.
Y no supo esperar a que el hijo se
arrojara a sus pies.
¡Es tan agradable mostrarse
ofendido y perdonar luego! Pero
este padre no. Salió corriendo
aprisa y abrazó a su hijo antes de
que él pensara en abrazarle. Y le
cubrió de lágrimas y besos. El
arrepentimiento anda a paso lento,
pero la misericordia vuela… y
manda por delante la alegría.
15. El perdón
Con el perdón el hijo
recupera la comodidad, el
padre recupera el corazón.
Y se trata de un perdón
verdadero: desbordante, sin
explicaciones, sin
condiciones ni promesas,
restallante de alegría.
El padre ni siquiera pregunta
por qué ha vuelto el hijo.
Lo primero es abrazar.
Lo demás, ya se sabrá
luego… o nunca.
16. El perdón
El muchacho ha preparado un
discurso: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti, no
merezco ser llamado hijo…
El padre no puede creer lo que
oye, y se pone a gritar a los
criados que preparen un
banquete y traigan los mejores
vestidos, porque este es mi
hijo, que había muerto y ha
vuelto a la vida; se había
perdido y ha sido hallado.
18. El hermano mayor estaba en el
La silla vacía
campo. Tan lejos de su padre
como su hermano. Al regresar
oye la música y llama a un
criado: ¿Qué es todo esto?
Extraño hijo este, que sabe del
dolor de su padre desde que
marchó el otro hermano y no se
le ocurre cuál puede ser la
causa de esta alegría…
Estando en casa, sabe menos
de su padre que el hermano
pequeño en el lejano criadero
de cerdos.
19. La “santa” indignación
Se encoleriza al enterarse.
¡No es justo! La santa justicia
sube a sus labios para
disimular la sucia envidia.
A él también le hubiera gustado
paladear las alegrías de las
que ha gozado el pequeño…
Si todo iba a terminar así,
¡también él hubiera elegido las
francachelas!
Así es como el “justo” envidia
al pecador.
20. La rabia de los “justos”
No quería entrar. Es la rabieta de los
“justos”. ¿Cómo iba a mezclarse con
semejante tipo?
También a este sale a buscarlo el padre.
Porque él acoge no solo al que viene de
lejos, sino al que se niega a entrar.
Pero el hermano mayor tiene sus razones:
Tantos años que te sirvo sin jamás haber
traspasado tus mandatos y nunca me diste
un cabrito para hacer una fiesta… y al
venir este hijo tuyo, que ha consumido su
fortuna con meretrices, le matas un
becerro cebado.
21. Alma mezquina
El discurso del hermano mayor es bien triste: pasa factura
a su padre como si estando a su lado le hiciera un favor.
Su gran mérito no es haber amado, sino “no haber
traspasado” los mandatos, no haber hecho el mal.
No reconoce a su hermano ―tu hijo, recalca― como a tal.
Ignora el dolor del hermano, su hambre.
No se preocupó por ir a buscarle. Habla lleno de envidia y
prejuicios.
Ni siquiera para pecar tiene coraje.
22. La fe farisea
Difícilmente podía retratar
Jesús con mayor viveza la
religiosidad de los fariseos.
Son los justos que pasan a
Dios la factura por sus
bondades junto con la
acusación de la maldad de
los otros.
Pero el padre no se pone
nervioso…
24. El tercer hijo
En esta parábola echamos de menos un tercer hijo: el que
estaba contándola.
Cristo, un tercer hermano que salió al camino para buscar
por el mundo a los hermanos perdidos y que luego se
sintió feliz con ellos al entrar en el banquete de su padre.
¡Nada entendemos del corazón de Dios si pensamos en un
corazón de hombre un poco más grande!
¡Únicamente asomándonos a las entrañas de Cristo
podremos entender algo de este pobre padre que ama y a
quien nadie parece amar!
25. La lección del padre
Hijo, tú estás siempre conmigo.
¿Te parece poco don mi compañía?
No sólo un cabrito, sino todo lo mío es tuyo…
Mas era preciso hacer fiesta porque este tu
hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.
26. El único que ama
¿Entró el hijo mayor después de estas palabras? Quizás
sí, porque el evangelista dice que celebraron la fiesta…
El padre es el único que ama, en esta parábola.
El hermano menor regresa movido por el hambre. El mayor
entra al banquete después de ruegos y garantías.
¿Es que ningún hombre puede amar desinteresadamente?
27. Hay una palabra de Dios que el pecador no
arrojará en las zarzas y sobre la que el hombre
ha llorado tantas veces.
Y es que no necesitáis ocuparos de ella y de
llevarla a cuestas, porque es ella la que se ocupa
de vosotros…
En verdad esta palabra no tiene miedo ni
vergüenza, y tan lejos como vaya el hombre,
siempre habrá una claridad, una llama,
un puntito cocido por el dolor:
Había un hombre que tenía dos hijos.
Jesús del atardecer
Charles Peguy
Textos de J. L. Martín Descalzo,
Vida y misterio de Jesús de Nazaret.