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  1. Discurso del general Mola (15 de agosto de 1936) “Alguien ha dicho que el Movimiento militar ha sido preparado por unos generales ambiciosos y alentados por ciertos partidos políticos dolidos de una derrota electoral. Esto no es cierto. Nosotros hemos ido al Movimiento, seguidos ardorosamente del pueblo trabajador y honrado, para librar a nuestra Patria del caos, de la anarquía, caos que desde que escaló el Poder el llamado Frente Popular iba preparándose con todo detalle al amparo cínico y hasta con la complacencia morbosa de ciertos gobernantes. De no haber salido nosotros al paso con tiempo y en fecha oportuna, la Historia de la humanidad hubiera conocido en pleno siglo XX la más sangrienta de las revoluciones, que nos hubiese llevado forzosamente a desaparecer del mapa de Europa como nación libre y civilizada. Lo ocurrido en todos los lugares del territorio nacional en que los “rojos” han dominado es pequeño botón de muestra de lo que habría sido lo otro: lo que se proyectaba para el 29 de julio, bajo los puños cerrados de las hordas marxistas y a los acordes tristes de La Internacional. Sólo un monstruo, de la compleja constitución psicológica de Azaña, pudo alentar tal catástrofe; monstruo que parece más bien producto de las absurdas experiencias de un nuevo y fantástico doctor Frankenstein que fruto de los amores de una mujer. Yo, cuando al hablarse de este hombre oigo pedir su cabeza, me parece injusto: Azaña debe ser recluido, simplemente recluido, para que escogidos frenópatas estudien en él “un caso”, quizá el más interesante, de degeneración mental, ocurrido desde el hombre primitivo a nuestros días. Pero todos los horrores que el pueblo español ha padecido, y en algunos puntos sigue aún padeciendo, con ser muchos, no son lo más grave, lo que merece mayor castigo; el mayor castigo lo merece la parte que de tradición a España existe en ciertos manejos de los caudillos del Frente Popular: instigaciones a la desmembración de España; ofrecimientos de territorios isleños a cambio de materiales o morales apoyos, creyendo podrían vencernos; agitación en nuestra zona del Protectorado, para levantarla en armas, labor que ha venido realizando el experto capitán Araña señor Prieto [...] con tan mala intención como falta de éxito; y, por último, el saqueo del oro que se guarda en los sótanos del Banco de España, saqueo del tesoro nacional, caso sin precedentes en la historia de la civilización occidental. Pero, ¡ah!, todo esto se ha de pagar, y se pagará muy caro. La vida de los reos será poco. Les aviso con tiempo y con nobleza: no quiero que se llamen a engaño. Hace unos días ha dicho una de más significantes figuras del Frente Popular -me refiero al señor Martínez Barrio- que no nos rendíamos, porque no sabíamos cómo hacerlo. No, señor Martínez Barrio, no. Nosotros no hemos pensado jamás en rendirnos, y mucho menos ahora, que tenemos la victoria en nuestras manos [...] le invito a venir a estas tierras en que nosotros dominamos, para que vea cuál es el orden que aquí impera, cuál es la moral y cuál es el sentir de estas gentes nobles; será bien recibido, se lo juro, y así podrá comparar la España que ustedes viven con la nuestra, con la que nosotros disfrutamos, y se dará perfecta cuenta [...] de quiénes son los vencedores en esta contienda cruel, pero necesaria. ¿Se nos pregunta del otro lado que adónde vamos? Es fácil y los hemos repetido muchas veces: a imponer el orden, a dar pan y trabajo a todos los españoles, y a hacer justicia por igual [...]. Y luego, sobre las ruinas que el Frente Popular deje -sangre, fango y lágrimas-, edificar un Estado grande, fuerte, poderoso, que ha de tener por gallardo remate, allá en altura, una Cruz de amplios brazos [...] sacada de los escombros de la España que fue, pues es la Cruz, símbolo de nuestra religión y de nuestra fe, lo único que ha quedado y quedará intacto en esta vorágine de locura [...] En resumen: ni rendición, ni abrazos de Vergara, ni pactos del Zanjón, ni nada que no sea victoria aplastante y definitiva.” Discurso del general Mola el 15 de agosto de 1936. En: Emilio Mola: Obras completas. Valladolid, Santarem, 1940, pp. 1178-1179.
  2. Los Trece Puntos de Negrín, 30 de abril de 1938 1. La independencia de España 2. Liberarla de militares extranjeros invasores 3. República democrática con un gobierno de plena autoridad 4. Plebiscito para determinar la estructuración jurídica y social de la República Española 5. Libertades regionales sin menoscabo de la unidad española 6. Conciencia ciudadana garantizada por el Estado 7. Garantía de la propiedad legítima y protección al elemento productor 8. Democracia campesina y liquidación de la propiedad semifeudal 9. Legislación social que garantice los derechos del trabajador 10. Mejoramiento cultural, físico y moral de la raza 11. Ejército al servicio de la Nación, estando libre de tendencias y partidos 12. Renuncia a la guerra como instrumento de política nacional 13. Amplia amnistía para los españoles que quieran reconstruir y engrandecer España Discurso de Azaña. Barcelona, 18 de julio de 1938 (...) Por mucho que se maten los españoles unos contra otros, todavía quedarían bastantes que tendrían necesidad de resignarse si este es el vocablo- a seguir viviendo juntos, si ha de continuar viviendo la nación. (...) Todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo. Ahí está la base de la nacionalidad y la raíz del sentimiento patriótico, no en un dogma que excluya de la nacionalidad a todos los que no lo profesan, sea un dogma religioso, político o económico. ¡Eso es un concepto islámico de la nación y del Estado! Nosotros vemos en la patria una libertad, fundiendo en ella, no solo los elementos materiales de territorio, de energía física o de riqueza, si no todo el patrimonio moral acumulado por los españoles en veinte siglos y que constituye el titulo grandioso de nuestra civilización en el mundo. (...) Es un profundo misterio, en este país de las sorpresas y de las reacciones inesperadas, lo que podrá resultar el día de mañana en que los españoles, en paz, se pongan a considerar lo que han hecho durante la guerra.
  3. (...) Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que le hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón. Poco después de la media noche del 5 al 6 de marzo de 1939, el Consejo Nacional de Defensa dirige al país el siguiente manifiesto leído por el republicano Miguel San Andrés en los micrófonos de Unión Radio: Trabajadores españoles. ¡Pueblo antifascista! Ha llegado el momento en que s necesario proclamar a los cuatro vientos la verdad escueta de la situación en la que nos encontramos. Como revolucionarios, como proletarios, como españoles y como antifascistas, no podemos continuar por más tiempo aceptando pasivamente la imprevisión, la carencia de orientaciones, la falta de organización y la absurda inactividad de que da muestras el Gobierno del doctor Negrín. Cataluña se ha liquidado con una deserción general, el Gobierno ha faltado a sus promesas, a sus deberes y a sus compromisos. Mientras el pueblo sacrificaba a sus “mejores hijos”, los que apostaban por la resistencia abandonaban sus puestos de manera vergonzosa, aun a costa de perder la dignidad. Y esto no puede repetirse en el resto de la España antifascista (…) Constitucionalmente, el Gobierno del doctor Negrín carece d toda base jurídica en la cual apoyar su mandato (…) El socialista, 7 de marzo d 1939 Declaración de Julián Besteiro ante el tribunal franquista que le juzgó. “Abrid al pueblo los ojos de la verdad, pero con precaución, no sea que le, irrite demasiado la luz, después de un período tan largo de tinieblas. La verdad real: Estamos derrotados por nuestras culpas (claro que hacer mías estas culpas es pura retórica). Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido, quizá, los siglos. La política internacional rusa, en manos de Stalin, y tal vez como reacción contra su estado de fracaso interior, se ha convertido en un crimen monstruoso que supera en mucho a las macabras concepciones de Dostoievski y de Tolstoi (Los hermanos Karamazov y El poder de las tinieblas). La reacción a este error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representaban genuinamente, sean cuales sean sus defectos, los nacionalistas, que se han batido en la gran cruzada antiKomintern. Pero la grande o pequeña cantidad de personas qué hemos sufrido las consecuencias del contagio bolchevique de la República, no solamente tenemos un derecho, que no es cosa de reclamar, sino que poseemos un caudal de experiencia triste y trágica, si se quiere, pero que por eso es muy valiosa. Y esta experiencia no se puede desperdiciar, sin grave daño para la construcción de la España del porvenir. Esta experiencia, la reacción de liberación, es lo que representa el 5 de marzo de 1939. El Consejo Nacional de Defensa representa la única legalidad subsistente en el derrumbamiento de la España republicana. (La dimisión del presidente ha hecho manifiesto e indudable ese derrumbamiento, que ya existía antes.) Además, ese Consejo Nacional de Defensa, vino a tiempo. Antes hubiera chocado con ese Himalaya de falsedades (que la Prensa bolchevizada ha depositado en las almas ingenuas) y se hubiese estrellado. Pero no ha sido contra una montaña ingente y dura, sino contra un montón de arena, acumulado por un huracán del desierto. El percance, en estas condiciones, no ha tenido proporciones graves y ha podido ser superado. Si el acto del 5 de marzo no se hubiese realizado, el dominio completo de la España republicana por la política del Komintern hubiera sido un hecho y los habitantes de esta zona hubieran tenido que sufrir probablemente durante algunos meses más no sólo la criminal
  4. prolongación de la guerra, sino el más espantoso terrorismo bolchevique, único medio de mantener tan enorme ficción, contraria evidentemente al deseo de los ciudadanos. El drama del ciudadano de la República es éste: no quiere el fascismo y no lo quiere no por lo que tiene de reacción contra el bolchevismo, sino por el ambiente pasional y sectario que acompaña a esa justificada reacción (teorías raciales, mito del héroe, exaltación de un patriotismo morboso y de un espíritu de conquista, resurrección de las formas históricas, que carecen de sentido en el orden social, antiliberalismo y anti-intelectualismo, etc.). No es, pues, fascista el ciudadano de la República con su rica experiencia trágica. Pero tampoco es en modo alguno bolchevique. Quizás es más antibolchevique que antifascista, porque el bolchevismo lo ha sufrido en sus entrañas y el fascismo no. ¿Con este interesante estado de ánimo y esta rica experiencia, puede contribuir a la edificación de la España de mañana? He aquí el gran problema. Porque pensar en que media España pueda destruir a la otra media sería una nueva locura, ya que acabaría con toda posibilidad de afirmación de nuestra personalidad nacional, peligro que hemos corrido y del cual hemos escapado. Para construir la personalidad española de mañana, la España nacional vencedora habrá de contar con la experiencia de los que han sufrido los errores de la República bolchevique o se expone a perderse por caminos extraviados que no conducen más que al fracaso. La masa republicana útil no puede pedir sin indignificarse una participación en el botín. Pero sí puede y debe pedir un puesto en el frente de trabajo constructivo”.
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