1. LA LUNA POR UN DESCUIDO
Manuel González Riquelme
La luna por un descuido
su velo plateado, descosido
perdió; en la mano desnuda
del poeta, ática, canela, jazmín,
de versos de rosa carmín,
la seda se posó.
La noche y el día,
labios del tiempo,
a Eurídice y a la música de Orfeo,
al templo de Apolo en Delfos,
a la copa de vino de Catulo,
a los círculos de Hipatia,
al amor de Ibn Arabí.
A las ecuaciones de Jayyam,
al Versalles de París,
a la luz de Voltaire,
a la oscuridad de Sade,
a la Atenas de Byron,
a la métrica de Keats.
Su pulso detenido
de sintaxis inflamado,
quieto un instante,
traza una melodía
de atauriques y de sílabas
de la Alhambra nazarí.
A los hilos que teje y desteje
la fortuna.
A la lluvia de abril,
a las acequias de Murcia en Mayo,
a la flor del limonero,
a su perfume.
Al Bósforo azul,
a Santa Sofía de Estambul.
A las nanas del desierto del GilfKebir.
A los verdes aceites de Jerusalem,
a las playas de Gaza.
La Luna por un descuido
su velo plateado descosido,
perdió; la mano desnuda del poeta,
ática, canela, jazmín
firma los versos de rosa carmín,
con letra diminuta, atenta, clavel,
Soren Peñalver.