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Todo lo que es recuerdo, anticipación, razonamiento, ondula al
ritmo de las olas del mar interior. Mis ignorancias, mis pasiones,
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nuevas. En nuestro pensamiento, el vasto mundo es como un
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a cada instante tenemos que elegir una dirección en él.
El deseo de pensar con claridad nos impondría una larga espera,
una búsqueda sin fin, pero la necesidad de actuar nos apresura.
El tiempo falta para explorar el mundo exterior. La única imagen
que podemos consultar rápidamente es aquella, minúscula y con-
fusa, que nos presenta nuestro espíritu.
Llamamos pensamiento al esfuerzo que hace una persona para
adivinar o prever, combinando símbolos o imágenes, los efectos
que producirán sus actos entre las cosas reales. Todo pensa-
miento es un esquicio de acción. Según este boceto será pintado,
no sin correcciones, el cuadro de nuestra vida.
Para bien actuar tenemos que trabajar en pensar bien. ¿Qué sig-
nifica pensar bien?. Hacer de nuestro modelo interior del mundo
una imagen, tan exacta como seamos capaces, del mundo real.
Si las leyes de nuestro microcosmos coinciden aproximadamente
con las del macrocosmos, si nuestro mapa representa con relati-
va precisión el país al cual nos dirigirnos, entonces tendremos
alguna posibilidad de desear actos bien adaptados a nuestras
necesidades, a nuestros deseos o a nuestros temores.
Parece que los pensamientos mejor adaptados al universo de las
cosas son aquellos que están inscritos en los cuerpos vivientes
bajo la forma de instintos o hábitos. Ni la elección ni el cálculo
son conscientes a la hora en que se delibera una acción instinti-
va. Un esgrimista, por ejemplo, nunca tiene tiempo de decirse ni
de describir, paso a paso, las fases y movimientos técnicos con
los que ataca y se defiende de su oponente.
Existe un pensamiento corporal que guía algunas de nuestras
acciones con una maravillosa seguridad. Sólo que su radio de
eficacia no es amplio. El individuo que piensa con las manos ejer-
ce sobre el universo una acción limitada. Sólo puede actuar so-
bre lo que toca. La persona que piensa con palabras no mueve
más que sonidos o signos, pero puede poner en movimiento pue-
blos y ejércitos.
Cuando se piensa en los efectos posibles de una sola palabra, se
comprende que el lenguaje haya sido considerado por los pue-
blos primitivos como un poder mágico. En toda sociedad hay pa-
labras que abren las puertas y palabras que evocan a los espíri-
tus del mal. Todo orador paga su alimento con algún “Sésamo”;
todo motín es desencadenado por una “palabra-maestra”.
Para quien piensa con palabras, las acciones son demasiado
fáciles, el plazo entre el error y el castigo demasiado largo para
que mida sus responsabilidades. Jugando con ligeros símbolos
olvida el peso terrible que cada uno de ellos arrastra tras de sí.
Un economista, sentado ante su mesa, escribe: “Aumentar los
salarios es aumentar el poder de adquisición y, por lo tanto, po-
ner término a la crisis”. Estas palabras se acomodan entre ellas
tan bien como otras. Tienen el aire de un pensamiento verdadero
y el economista las pronuncia con la mejor fe del mundo. Sin em-
bargo, los movimientos que estas palabras han provocado no
han puesto término al desorden económico. ¿Por qué? Porque el
microcosmos no ha podido arrastrar al macrocosmos, porque
entre las palabras y las cosas había una separación, porque la
simplicidad de la frase no representaba con suficiente exactitud la
complejidad de las cosas.
La concordancia entre el mundo interior y el mundo exterior está
considerada como la garantía de un pensamiento verdadero.
En cierta manera, el pintor tiene su potencia en el ojo, el músico
en el oído y el poeta en la imaginación, en la sensibilidad y en el
habla; o, más bien, son ya numerosos órganos conjuntos que el
artista posee y mediante los cuales conjuga sus acciones en el
órgano del lenguaje o lo lleva en su mano (en el filósofo, es el
órgano absoluto).
A través de los sentidos actúa voluntariamente y expresa por me-
dio de ellos un mundo espiritual. El genio no es otra cosa que el
espíritu dentro de esta utilización eficaz de los órganos.
Hasta ahora no hemos entendido el genio más que por excep-
ción, aisladamente, pero el espíritu debe llegar a ser el genio en
su totalidad.
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Temporadas del Alma.
Crepitan los recuerdos en
la hoguera del olvido.
Acaso el corazón intenta
mantener vivo el amor,
que se pierde irremediable
ante tu ausencia.
De la herida mana sangre que
se mezcla con lágrimas de nostalgia.
Un tremor convierte en volcán
al sufrimiento, que erupciona en
la inmutable noche soberana.
Silencio.
Luvia salina ahoga al eco
de pasos felices de antaño.
La tormenta de pesar se
abate sobre el horizonte
inalcanzable en el que aún
te busca una mirada.
Sucumbe tu hechizo.
El Tiempo mismo libera al corazón.
Una avalancha de dolor sepulta
la ruta de tu partida,
al momento que el alma cambia
del invierno a la primavera.
2006
Mientras que el
tiempo
se acerca, espe-
rando
“Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera sa-
berse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera
saberse.”
Francois de la Rochefoucauld
Fernando de Alarcón / Banco de Historia Visual ©
Maquinista. Jamestown, CA - 2001

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  • 1. La Narrativa del Conocimiento © Boletín de difusión del Pensamiento Publicación virtual quincenal Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón Nueva época - Vol. IV No. 94 Octubre de 2014 Pensar Todo lo que es recuerdo, anticipación, razonamiento, ondula al ritmo de las olas del mar interior. Mis ignorancias, mis pasiones, mis errores y mis olvidos deforman las cosas a pesar de que las cosas por sí mismas toman a cada instante formas extrañas y nuevas. En nuestro pensamiento, el vasto mundo es como un mapa de contornos borrosos y líneas movedizas y, sin embargo, a cada instante tenemos que elegir una dirección en él. El deseo de pensar con claridad nos impondría una larga espera, una búsqueda sin fin, pero la necesidad de actuar nos apresura. El tiempo falta para explorar el mundo exterior. La única imagen que podemos consultar rápidamente es aquella, minúscula y con- fusa, que nos presenta nuestro espíritu. Llamamos pensamiento al esfuerzo que hace una persona para adivinar o prever, combinando símbolos o imágenes, los efectos que producirán sus actos entre las cosas reales. Todo pensa- miento es un esquicio de acción. Según este boceto será pintado, no sin correcciones, el cuadro de nuestra vida. Para bien actuar tenemos que trabajar en pensar bien. ¿Qué sig- nifica pensar bien?. Hacer de nuestro modelo interior del mundo una imagen, tan exacta como seamos capaces, del mundo real. Si las leyes de nuestro microcosmos coinciden aproximadamente con las del macrocosmos, si nuestro mapa representa con relati- va precisión el país al cual nos dirigirnos, entonces tendremos alguna posibilidad de desear actos bien adaptados a nuestras necesidades, a nuestros deseos o a nuestros temores. Parece que los pensamientos mejor adaptados al universo de las cosas son aquellos que están inscritos en los cuerpos vivientes bajo la forma de instintos o hábitos. Ni la elección ni el cálculo son conscientes a la hora en que se delibera una acción instinti- va. Un esgrimista, por ejemplo, nunca tiene tiempo de decirse ni de describir, paso a paso, las fases y movimientos técnicos con los que ataca y se defiende de su oponente. Existe un pensamiento corporal que guía algunas de nuestras acciones con una maravillosa seguridad. Sólo que su radio de eficacia no es amplio. El individuo que piensa con las manos ejer- ce sobre el universo una acción limitada. Sólo puede actuar so- bre lo que toca. La persona que piensa con palabras no mueve más que sonidos o signos, pero puede poner en movimiento pue- blos y ejércitos. Cuando se piensa en los efectos posibles de una sola palabra, se comprende que el lenguaje haya sido considerado por los pue- blos primitivos como un poder mágico. En toda sociedad hay pa- labras que abren las puertas y palabras que evocan a los espíri- tus del mal. 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Porque el microcosmos no ha podido arrastrar al macrocosmos, porque entre las palabras y las cosas había una separación, porque la simplicidad de la frase no representaba con suficiente exactitud la complejidad de las cosas. La concordancia entre el mundo interior y el mundo exterior está considerada como la garantía de un pensamiento verdadero. En cierta manera, el pintor tiene su potencia en el ojo, el músico en el oído y el poeta en la imaginación, en la sensibilidad y en el habla; o, más bien, son ya numerosos órganos conjuntos que el artista posee y mediante los cuales conjuga sus acciones en el órgano del lenguaje o lo lleva en su mano (en el filósofo, es el órgano absoluto). A través de los sentidos actúa voluntariamente y expresa por me- dio de ellos un mundo espiritual. El genio no es otra cosa que el espíritu dentro de esta utilización eficaz de los órganos. Hasta ahora no hemos entendido el genio más que por excep- ción, aisladamente, pero el espíritu debe llegar a ser el genio en su totalidad. http://lanarrativadelconocimiento.blogspot.com Derechos reservados, 2014 © Banco de Historia VisualBanco de Historia Visual Temporadas del Alma. Crepitan los recuerdos en la hoguera del olvido. Acaso el corazón intenta mantener vivo el amor, que se pierde irremediable ante tu ausencia. De la herida mana sangre que se mezcla con lágrimas de nostalgia. Un tremor convierte en volcán al sufrimiento, que erupciona en la inmutable noche soberana. Silencio. Luvia salina ahoga al eco de pasos felices de antaño. La tormenta de pesar se abate sobre el horizonte inalcanzable en el que aún te busca una mirada. Sucumbe tu hechizo. El Tiempo mismo libera al corazón. 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