2. Cenizas Kafkiana – Silviaa Hede Benini
• Otro fin de semana que se impone y me obliga a transformar mis ganas
en insectos Kafkianos. A esconderlas debajo de la cama para que no me
ataquen en medio de una noche de viernes, una tarde de sábado o
peor aún, en un atardecer de domingo.
Sólo tengo tus palabras ya viejas, tus imágenes que no son de hoy y mis
fantasías siempre nuevas, y con eso debo armar mi refugio, mi
plataforma de salto, mi red de caída, todo al mismo tiempo y en
silencio, a “pasos de ciego”, de ciego que nunca aprendió nociones de
tiempo.
Y si se tuviese acá, en este viernes caluroso de apenas brisas y de agua
refrescante para nadarla sin sutilezas, si te aparecieras ahora en esta
cocina justo al lado de esta ventana y pegado a esta mesa, creo que te
pediría que te quedaras mirándome por un rato para realmente
entenderme. Rodeada de papeles, libros y listas de cosas para hacer y
aún no hechas. El mate casi frío, la bombilla apuntándome y yo sin
hacer otra cosa que escribirte y leer tus versiones ya viejas.
Sólo tengo tus viejas palabras, mi espacio de siempre y tu inacabable
ausencia.
Fantasías marchitas tiñendo de gris ceniza el tiempo
3. Puzzle – Gabriel García Márquez
• Un científico que vivía preocupado con los problemas del mundo estaba decidido a encontrar los medios
para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día su hijo
de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le
pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que
pudiese darle, con el objetivo de distraer su atención.
De repente se encontró con una revista en donde había un mapa mundi, justo lo que precisaba. Con unas
tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:
Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de
nadie. Entonces calculó que al pequeño le llevaría diez días componer el mapa, pero no fue así.
Pasadas algunas horas escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente: Papá! papá! Ya hice todo,
conseguí terminarlo. Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad
hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado el científico levantó la
vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa el mapa
estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. Cómo era posible?
Cómo el niño había sido capaz de hacerlo?
El padre preguntó con asombro a su hijo:
- Hijito, tú no sabías cómo era el mundo… cómo lo lograste?
- Papá, respondió el niño, yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para
recortarlo vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a
recomponer al hombre que sí sabía como era
4. La noche llegaba lentamente y las sombras de los árboles empezaban a alargarse interminables en la colina...
Era la hora del cambio de luz. La hora en que los fantasmas empiezan a salir de todos los rincones para
instalarse entre la piel y los pensamientos. Pero aquel que me perseguía no era un fantasma, era un espíritu
maligno y obcecado; pero yo ya conocía sus artimañas, es más podía leer sus pensamientos en el viento y en el
aire que respiraba, Si bien lo tenía pisándome los talones, en realidad iba un paso adelante, porque sabía lo
que él quería hacer. Sacudí la cabeza, no era momento para pensar debía ganar terreno y llegar a m i destino. Di
un tirón a las bridas e hincando las espuelas en los flancos del caballo me apresuré a llegar cuanto antes. A
través de la espesura de los árboles podía oír los ruidos habituales del bosque; el aleteo de las aves al
emprender el vuelo hacia sus nidos, el rozar del viento con las hojas, el suave caminar de algún animal furtivo.
Pero de pronto un ruido peculiar llamó mi atención, no venía de ninguna parte, ni parecía relacionado con la
naturaleza; era un golpe seco y frío, como el caer de algo pesado...Nerviosa, subí por la escarpada ladera de la
colina buscando alguna respuesta pero no encontré nada raro a mi paso y ya estaba por desechar tales
conjeturas, cuando algo brillante llamó mi atención. Era una pequeña esfera de cristal tirada entre la mullida
alfombra de hojas, a la sombra de un pequeño y retorcido arbolito. Un objeto peculiar que despedía luces de
mil colores. Bajé del caballo y con una mezcla de curiosidad y temor la tomé entre mis manos; entonces una
especie de calorcito recorrió mi cuerpo llenando mi espíritu de sensaciones nuevas e inesperadas. En ese
instante supe que era la señal que estaba esperando. Sin perder tiempo guardé aquella esfera en mis alforjas y
monté de nuevo a caballo apurando el paso. Al salir de aquel bosque enmarañado, me encontré trotando por la
ancha y empolvada carretera. La oscuridad ya cubría todo el campo, que imaginé lleno de lodo y abandono.
Debía buscar un refugio para pasar la noche. Llegué casi a tientas al abrigo de unos añejos árboles e improvisé
un refugio con ramas y hojas caídas y me dormí. Desperté en la madrugada bañada en sudor, presintiendo su
cercanía y la de sus secuaces. Volví a ponerme en camino y cabalgué casi todo el día sin parar. Una fina llovizna
caía y volvía más difícil mi andar. Con los músculos entumecidos y los dedos casi paralizados, por fin esa la tarde
llegué a la playa.. Avancé por la arena y sentí las olas del mar chocar con los cascos del caballo. Respiré hondo y
empecé a disfrutar el aire salado que entraba a borbotones en mis pulmones.. Mientras corría a todo galope
pensé en lo asombroso que me parecía todo ahora que estaba cerca del fin. Bajé del caballo y saqué la esfera
de cristal de mis alforjas y acercándome al mar, la puse con cuidado entre las olas que suavemente bañaban la
arena. La esfera se meció durante un rato en el agua, sin dar muestras de nada peculiar y cuando ya empezaba
a creer que me había equivocado, un estrépito me botó al piso y de las espumosas olas empezó a surgir un
poderoso barco que me llevó lejos de aquellas costas. Que me llevó lejos de él para siempre