1. 1 La Iglesia hace los sacramentos
2 Los sacramentos hacen la Iglesia
3 Los sacramentos irrepetibles
como
constituyentes de la Iglesia
en la dinámica
encarnatoria propia
a la revelación,
Dios se comunica
por señales
sensibles. En
1er lugar, a través
del Verbo hecho
carne y,
en continuidad con
él, a través de la
Iglesia,
cuerpo de Cristo y
de los gestos y ritos
que en
ella se realizan
como vehículo de
la gracia
LA ECLESIALIDAD
DE LOS
SACRAMENTOS
La relación entre la Iglesia y los sacramentos es mutua: la Iglesia hace los sacramentos y, a su vez,
éstos la crean y la constituyen como cuerpo de Cristo con diferentes funciones entre sus miembros.
2. 1 La Iglesia
hace los
sacramentos
Toda
celebración
supone una
comunidad
que se reúne
para celebrar,
porque com-
prende el
sentido de la
cele-
bración y
comulga con
su
contenido.
En el caso de los sacramentos,
en cuyo núcleo está la actuali-
zación del misterio de Cristo,
la celebración supone la comu-
nidad de fe, que es la Iglesia.
Solamente en ella, en la comu-
nión con los que nos prece-
dieron en la fe (dimensión
diacrónica) y con aquellos que
junto con nosotros aceptan
la fe (dimensión sincrónica),
es posible hacer “memoria de
la pasión y de la resurrección
del Señor”, porque la Iglesia no
es una realidad extrínseca al
misterio pascual de Cristo, aña-
dida posteriormente a él, casi de
forma accidental.
El ministro que preside como individuo, no actúa por su
virtud, como tampoco la Iglesia
actúa por su propia fuerza, sino por la presencia perenne
de Cristo que por el Espíritu Santo la crea y recrea
constantemente y así la instituye y con ella da origen a los
sacramentos
la Iglesia, Cuerpo del Resucitado, es vivificada y animada
por el Espíritu. Aun más: es sacramento del Espíritu Santo,
visibilización del mismo. En ella se manifiesta lo propio de la
misión del Espíritu: unir la pluralidad.
El sujeto de los sacramentos, quien los realiza es, pues, la
Iglesia, la comunidad entera en su unidad y pluralidad, en
que cada uno actúa según la función que el Espíritu Santo
les ha dado (cf. SC 28). Sin embargo, en la Iglesia y a través
de ella, es el mismo Cristo el que por su Espíritu nos acerca
al Padre.
3. 1 La Iglesia hace los sacramentos
La Iglesia,
comunidad de
los que
adhirieron
visiblemente a
Cristo y viven
así su fe, hace
los
sacramentos.
Se excluyen de ellos, por tanto, los que no quieren asumir el seguimiento de
Jesús. Pero la exclusión de los sacramentos no significa la exclusión de la
salvación.
proceso de
la
salvación
y
la mediació
n de la
Salvación
Donde quiera que alguien realice el bien, la justicia, el amor, la
fraternidad, en definitiva, los bienes del Reino, Dios está
actuando en él con su Espíritu. Toda persona que de esta forma
acepte la salvación que Dios le ofrece, a través de su conciencia, de
sus semejantes, de su cultura, de su religión, está dentro del
proceso de la salvación, se ha apropiado de la salvación
ofrecida por Dios, tanto si esta persona conoce a Cristo,
como si ni siquiera haya oído hablar de él. De esta forma, todo
el bien que cualquier persona practica, crea o no en Dios y en Cristo,
es fruto de la gracia, presencia de la salvación. Es salvación como
proceso y en proceso.
No por eso la Iglesia o los sacramentos se vuelven superfluos. Ellos son necesarios, tan necesarios como lo es la Iglesia. Para
quien considera a la Iglesia con los ojos de la fe, no como una mera organización religiosa de iniciativa humana, sino como Cuerpo
del Resucitado, dimensión intrínseca de la misma resurrección de Jesús, negar la necesidad de la Iglesia para la salvación
es negar la necesidad de Cristo y de la revelación de Dios.
4. 2 Los
sacramen
tos hacen
la Iglesia
La expresión “sacramento-raíz” en referencia a la Iglesia también designa este segundo aspecto de la Iglesia-
sacramento
La raíz oculta bajo tierra, sin tronco y sin ramas, pierde su sentido y acaba pudriéndose.
Si las ramas viven de la raíz, también es verdad que la raíz vive de las ramas.
Sacramento-raíz, la Iglesia necesita de los sacramentos que la vuelvan partícipe del misterio pascual de Cristo.
El bautismo y la confirmación: incorporan a la Iglesia.
La penitencia: Reconcilia al pecador con la Iglesia
La unción de los Enfermos: une al cristiano enfermo a la
Iglesia a través de la intersección de la comunidad
El matrimonio: constituye a la pareja en “eclesiola”
doméstica, creando una familia en el seno de la comunidad.
El orden: designa una persona para el servicio de la unidad
de la comunidad eclesial.
La eucaristía: vuelve visible lo que es ser Iglesia: comunión
fraterna en torno a Cristo presente y a partir de él.
Los sacramentos,
por lo tanto,
hacen a la Iglesia.
Por los sacramentos, la Iglesia es
constantemente edificada por Cristo que actúa
en ellos en la fuerza del Espíritu Santo.
Los sacramentos construyen la Iglesia
precisamente por ser acciones de Cristo,
acciones cuya meta es siempre la relación con
el Padre en el Espíritu Santo por medio de
Cristo.
La relación con la Iglesia es de mediación
el acto terminal es la relación con
Cristo y, por eso, los sacramentos
hacen a la Iglesia, no son sólo
hechos por ella.
5. 3 Los
sacramentos
irrepetibles
como
constituyentes
de la Iglesia
de los sacramentos hay tres que marcan la organicidad de la comunión eclesial y la constituyen como
Cuerpo de Cristo uno y diferenciado.
Los tres sacramentos que estructuran la comunidad eclesial son, por su constitución, irrepetibles.
Acostumbran ser llamados sacramentos caracterizantes, por imprimir carácter. La doctrina del carácter
es un teologúmenon para explicar por qué no se repiten estos tres sacramentos.
El sentido de hablar de “carácter” es explicar por qué determinados sacramentos son irrepetibles
El carácter sacramental es una relación visible y permanente con la Iglesia. O sea, ella es en lo más íntimo
de su ser, sacramento de la gracia. Por eso el carácter no exige sólo una función exterior, sino la
asimilación personal de esta función frente a Dios. De hecho, una iglesia cuyos miembros no viviesen en
el seguimiento de Cristo, acabarían erosionándose.
Por eso, a la promesa divina de la indefectibilidad pertenece la garantía de que siempre habrá bautizados
y confirmados que vivan efectivamente en el seguimiento de Cristo. Esto significa que la exigencia propia
al carácter sacramental no es sólo externa, sino que afecta a la persona Internamente