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¿Es la Matemática un lenguaje?’

                                        DANIEL QUESADA
                       (Universidad Autónoma de Barcelona)




    Es sorprendente el número de personas dedicadas a la ciencia que dan
por presupuesta una respuesta afirmativa a la pregunta del título. Esta acti-
tud es, me parece, especialmente pronunciada entre los fisicos. Creo que es
fácil comprobar cómo ellos se sorprenden de que algo asi pueda preguntar-
se seriamente («esperemos que sí»; «¿qué otra cosa puede ser»).
    Sin embargo, diversas cosas pueden estarse preguntando al usar la ora-
ción interrogativa «¿es la Matemática un lenguaje?». Incluso, como vere-
mos. puede estarse apuntando a una cuestión profunda acerca de la natu-
raleza de la Matemática y de las capacidades cognitivas relacionadas con
ella que está totalmente abierta en la actualidad. Voy aquí a abordar todas
esas posibles cuestiones (al menos todas las que se me ocurren) sucesiva-
mente.


1.   Lenguaje y teoría

   Para empezar necesitamos una cierta noción de lenguaje. No una
noción muy técnica o precisa. Basta con reconocer que un lenguaje tiene:
     i)un conjunto de items básicos discretos, es decir, un vocabulario;
    u) una sintaxis, es decir, tales items tienen un determinado poder combi-
natorio, no vale cualquier secuencia de ellos (este rasgo diferencia, por
ejemplo, un lenguaje de un sistema de numeración; si admitimos cual-
quier secuencia de unos y ceros, pongamos por caso, no tenemos un len-
guaje);
    di) determinadas secuencias de esos items, entre las que están sintácti-
camente bien formadas tienen un «alcance semántico», es decir, se usan

    1. Este artículo es una versión revisada y ligeramente ampliada de una charla dada
en la Universidad Autónoma de Barcelona en la primavera de 1989. y parte de la «lige-
reza expositiva» de la versión hablada se podrá detectar en la versión escrita. Agradez-
co a Walter Meyerstein y a Josep Montserrat Torrens el tema, el impulso y la oportuni-
dad para abordar aquél.

AniMa de Filosofla. 3Y época, vol.   ív (lOO!).   nÚm. 5. pógs. 31-41 Editorial Complutense. Madrid
32                                  Daniel Quesada

para hablar sobre objetos, en general distintos a los propios items o
secuencias2
    A la noción de lenguaje pertenece esencialmente la de aserción correc-
ta o incorrecta, verdadera o falsa (posibles distinciones entre estos dos
pares de nociones no son aquí pertinentes). Es decir, a un lenguaje perte-
necen también los enunciadosfalsos. Sin embargo, cuando hablamos de la
Matemática nos referimos al conjunto de proposiciones que la constituyen,
los teoremas de las teorías matemáticas; y éstos, según creemos, son todos
ellos verdaderos.
    Lo que tenemos aquí es el contraste entre un lenguaje y una teoría. Un
lenguaje (por ejemplo, un lenguaje natural) consta, entre otras cosas, de un
conjunto de enunciados, oraciones que pueden ser verdaderas o falsas.
Una teoría, en especial una teoría matemática, consta de un conjunto de
enunciados o proposiciones expresados en un lenguaje que son verdaderos
(o eso es lo que esperamos). Lo decisivo en el contraste es que no «expulsa-
mos» de un lenguaje un enunciado por el hecho de que sea falso, y en cam-
bio silo «expulsamos» de una teoría en ese mismo caso.
    Por lo tanto, en el sentido más inmediato de los términos de la pregun-
ta, una teoría matemática no constituye un lenguaje, ni tampoco el conjun-
to de tales teorías; en este sentido, la Matemática no es un lenguaje, y ello
es, además, obvio.


2.   Lenguaje y vocabularios especiales

    La respuesta anterior, aun siendo verdadera y clarificadora frente a
cierto tipo de confusión elemental, difícilmente podrá satisfacer a los que
se hacen la pregunta o los que presuponen una respuesta verdadera. Lo
más probable es que sientan que la «verdadera cuestión» queda sin tocar
en el comentario anterior. Pues bien, quizá estemos ahora en condiciones
de llegar a una nueva y mejor formulación: «¿Es el lenguaje matemático
un lenguaje especial diferente del lenguaje natural?».
    La respuesta a esta pregunta debe ser, según creo: por un lado —el tri-
vial o menos interesante— sí, por el otro más bien parece que no.
    Comencemos por el lado del st Es obvio que en Matemáticas se utili-
zan una serie de términos especiales: raíz cuadrada, logaritmo, polinomio,
transformación lineaL función trigonométrica, vector, nómero real, integraL
ecuación diferenciaL espacio de Hilbert, curva de Gaus& serie de Fourrier. E

     2. Lo anterior es un ejemplo de «lenguaje externamente concebido» o «lenguaje-E»
en la terminologia de CHOMSKY: cf Knowledge of Language. pp. 17-20. y «Cambios de
perspectiva sobre el conocimiento ye1 aso del lenguaje>’, p. 18. Contrariamente a Chomsky
creo que ésta (cuando se la concible debidamente) es la noción correcta de lenguaje.
Para una defensa de esta opinión y una convencente crítica de la noción chornskyana
de lenguaje remito a GARCÍA-CARPINTERO: Mente y Lenguaje.
¿Es la Matemática un lenguaje?                    33

igualmente obvio es que una serie de ténninos que la Matemática compar-
te con el lenguaje natural tienen un significado que tiene muy poco o nada
que ver con sus homónimos en éste: radio, parabola, c¿ngruencia, función,
límite, grupo, campo, anillo, retículo, matriz.
    Pasemos ahora a ver las razones del no. A veces, sobre todo en los
libros malos de filosofía (o hasta en pasajes malos de libros aceptables o
buenos), se habla como si el lenguaje de las teorías matemáticas fuera un
lenguaje formal de la lógica. Esto querría decir que un lenguaje matemáti-
co es, por un lado, un lenguaje no interpretado (cuyos predicados son s¡m-
plemente letras de predicado a las que hay que proporcionar una interpre-
tación) y por otro un lenguaje con una sintaxis como la de un lenguaje de
la lógica, especialmente el lenguaje de primer orden.
     Esto es. naturalmente, falso. Basta abrir un libro de Matemáticas para
cerciorarse de ello. Esos libros están escritos en inglés, francés, alemán, etc.
En todo caso un lenguaje interpretado y con la sintaxis de un lenguaje natu-
ral, aunque abunden ciertos giros que en el habla común no son (tan) fre-
cuentes.
    Valorando pues las peculiaridades del vocabulario y teniendo en cuen-
ta lo que acabamos de reconocer, no parece que estemos llegando a una
conclusión especialmente excitante. Parece que el lenguaje matemático tie-
ne un status similar al lenguaje gastronómico. En efecto, también en este úl-
timo es abundante la «terminología técnica»: reogado, sofrito, estofado, pae-
lla. budín, pasta quebrada, mayonesa, bechamel, salsa holandesa, alioli, crema
pastelera. Además, también encontramos términos utilizados en un sentido
distinto a sus homónimos del lenguaje común: guarnición, timbal, chateau-
briancí Por último, puede añadirse que, análogamente al caso del vocabu-
lario gastronómico, en la Matemática tampoco es clara la frontera entre el
lenguaje especializado y el común, como lo ponen de manifiesto términos
como: nómero, suma, recta, curva, paralela, triángulo, pirámide, círculo, ángu-
lo, permutación. Y hasta: finito e infinito.
     Vista esta situación, parece que deberíamos ser remisos en dar una res-
puesta afirmativa a la pregunta («¿es el lenguaje matemático un lenguaje
especial diferente del lenguaje natural?»), pues ya hemos visto que la
noción de lenguaje abarca algo más que un vocabulario.


3.   Replanteamiento de la cuestión
    Resumamos las conclusiones a que hemos llegado hasta aquí. La Maté-
mática no es un lenguaje, en el sentido de que la primera es un conjunto de
teorías y una teoría se contrapone, en un sentido claro, a un lenguaje. Una
teoría se formula en un lenguaje y no pertenece al concepto de teoría el que
los enunciados o proposiciones que la componen sean algunos verdaderos
y otros falsos, cuando sí es algo constitutivo de la noción de lenguaje el que
podamos hacer aserciones verdaderas y aserciones falsas.
34                              Daniel Quesada

    Tampoco parece ser el lenguaje de la Matemática un lenguaje especial
que poco tiene que ver con el lenguaje natural. Según parece, «el» lenguaje
de las teorías matemáticas no existe independientemente de las lenguas
naturales (es sintácticamente inglés, francés, alemán, español...). Por lo vis-
to hasta aquí, únicamente es claro que tiene un componente terminológico
especializado, aunque incluso en este respecto la frontera con el lenguaje
común es completamente nítida. En definitiva, si no decimos que la gas-
tronomía es un lenguaje por el mero hecho de que tenga una terminología
especializada y técnica, parece que tampoco debiéramos decir que la Mate’
mática es un lenguaje. Y esto a pesar de que tal componente terminológico
sea mucho mayor en la Matemática que en la gastronomía. No son cuestio-
nes de cantidad las que aquí se ventilan.
    Las conclusiones son hasta aquí, aunque correctas, más bien poco inte-
resantes, tanto desde un punto de vista científico como filosófico.
    ¿Es esto todo? Cuando estamos ante una cuestión que personas inteli-
gentes suscitan o conclusiones que personas inteligentes sostienen y nos
parece que la cuestión es poco interesante o que, en todo caso, su respuesta
es bastante obvia y además contraria a la que tales personas tienen por
correcta, lo metodológicamente adecuado es considerar cuidadosamente
ante cuál de las dos situaciones siguientes nos encontramos:
   i) la pregunta y/o su errónea respuesta usual se basan en malentendi-
dos;
   u) la pregunta, aunque seguramente no bien formulada, apunta a una
cuestión importante y profunda cuya solución es ciertamente complicada.

    Pues bien, en el presente caso hay, a mi parecer, parte de las dos cosas.
Creo que, entre los que se hacen las anteriores preguntas (y aún más entre
los que dan por supuesta una respuesta afirmativa) hay generalmente un
buen número de malentendidos y confusiones. Pero también creo que tras
éstos late una genuina cuestión de interés filosófico-científico. El próximo
paso es indagar cuál pueda ser ésta.
    Como he dicho, a la noción de lenguaje pertenecen (como mínimo) tres
componentes: vocabulario, sintaxis y semántica. Hemos visto que los dos
primeros no nos llevan a una respuesta afirmativa de la pregunta original
o de la reformulación realizada posteriormente. Es hora de prestar aten-
ción al componente semántico.
    El nuevo enfoque de la cuestión proviene de reflexionar sobre cierto
carácteT distintivo —en apariencia cuando menos— de las proposiciones
matemáticas. Este estriba en que las proposiciones matemáticas son nece-
sarias es decir, si verdaderas, necesariamente verdaderas. Al menos esto es lo
que la mayoría de los filósofos y matemáticos han pensado sobre ellas.
    Que son necesariamente verdaderas quiere decir que no podrían ser
falsas (lo último, claro está, es sólo una paráfrasis). Pero. ¿de dónde les vie-
ne a las proposiciones matemáticas su carácter necesario? ¿por qué no
¿Es la Matemática un lenguaje?                       35

podrían ser falsas? Pues bien, bien pudiera ser que la cuestión realmente
interesante que late tras formulaciones quizás ingenuas o inadecuadas
surja de un intento de contestar estas preguntas de una manera determina-
da: las proposiciones matemáticas «tratan de» signos, y por tanto son, por
su «materia» lingúísticas3.
               .
    Esta idea es muy sorprendente. ¿No es obvio que las proposiciones
matemáticas tratan de entidades abstractas, ideales si se quiere, extralin-
gúisticas? Entidades como números, figuras geométricas, «áreas en el lími-
te» o estructuras de diversos tipos. ¿En qué sentido, pues, cabría sostener
que tratan de signos’?
    Aquí quisiera reformular estos interrogantes dando una forma más
amplia a la pregunta. La interesante cuestión que nos ocupará en lo sucesi-
yo es:
    ¿1-lay algún sentido preciso en que estemos justificados en afirmar que
las proposiciones matemáticas son «verdades linguisticas» o, cuando menos,
verdades conceptuales?


4.   El   programa   finitista

    El intento histórico más serio de justificar una respuesta afirmativa a
esta pregunta es el programa finitista de Hilbert. Por tanto, deberé hablar
ahora de este programa. Me limitaré en adelante exclusivamente a la Arit-
mética, y ello por varias razones. En primer lugar, porque es allí donde el
programa experimentó un mayor desarrollo. Pero, en segundo lugar, tam-
bién porque el programa mismo implicaba que la resolución de la cues-
tión en la Aritmética era crucial para la resolución en otras áreas de la
Matemática. En el análisis se debería proceder basándose en las construc-
ciones aritméticas y en una parte de la teoría de conjuntos. y la extensión
del programa a la geometría debería proceder, supongo. por la vía de la
geometría analítica (ignoro cómo los proponentes del programa pensa-
ban aplicarlo al álgebra).
    El programa de Hilbert tiene una motivación epistemológica que nos es
muy familiar en la historia de la filosofía. Es un programa motivado por
dudas «cartesianas», es decir, dudas radicales, excesivas, por cuanto bus-
can certeza, garantía de verdad, absoluta seguridad epistémica. Las parado-
jas de la teoría de conjuntos, descubiertas en los últimos años del siglo XIX
y principios del XX eran para Hilbert indicio de lo que puede ocurrir
cuando métodos (sobre todo métodos de prueba) que son adecuados para

    3. Debo esta sugerencia a Manuel García-Carpintero. También he de agradecerle
un buen número de aclaraciones y sugerencias sobre lo que se trata en el resto del
artículo. En particular, me he apoyado en la exposición del programa finitista hilber-
tiano que él hace en escritos inéditos.
36                               Daniel Quesada

dominios finitos se utilizan también en dominios infinitos o transfinitos,
en casos, pues, para los que no fueron pensados.
    Esta situación es análoga a la que nos explica Kant con respecto a las
ideas de la razón, las cuales, extrapoladas a partir de los ámbitos en que
producen juicios razonables dan lugar a antinomias. (Esta no es, en abso-
luto, la única analogía que puede hacerse entre las ideas de Hilbert y las de
Kant).
    Pues bien, el programa de Hilbert se proponía demostrarla corrección
de los enunciados matemáticos (en primer lugar los aritméticos, mostran-
do que lo que puede probarse en matemáticas es verdadero, y ello apoyán-
dose en la diferenciación entre:
    a) Enunciados con contenido semántico (con valor veritativo), a saber,
enunciados finitistas demostrados mediante métodos considerados segu-
ros, los métodos finitistas;
    b) Enunciados ideales sin contenido semántico pero que cumplen una
útil función instrumental en la prueba de los enunciados con contenido en
la matemática tal como se la practica usualmente.
   De este modo, el programa de Hilbert tenía características de un pro-
grama instrumentalista, es decir, el tipo de programa de interpretación filo-
sófica de los enunciados de las teorías científicas según el cual éstos no
son realmente enunciados de los que quepa inquirir por su verdad o false-
dad, sino que son «herramientas de cálculo», esto es, sirven como útiles
para derivar verdaderos enunciados con contenido semántico (enunciados
observacionales, en el caso de las teorías físicas). Ahora bien, el programa
era moderado en ese sentido, porque se admite que hay verdaderos enun-
ciados —los del tipo a)— que forman parte de las teorías matemáticas.
    En el caso del programa de Hilbert, los enunciados ideales son precisa-
mente los enunciados que de algún modo contienen referencias a lo trans-
finito. Estos carecen pues de valor veritativo, no son ni verdaderos ni fal-
sos; nos servimos de ellos —por ejemplo, los enunciados de la Aritmética
de Peano (ADP en adelante)— esencialmente por comodidad.
    Para demostrar que estos enunciados son inocuos, que no pueden con-
ducimos a contradicciones, es preciso demostrar la corrección del modo
en que se derivan utilizando los métodos de prueba seguros, los métodos
finitistas.
    El programa de Hilbert era hasta cierto punto un programa abierto que
dejaba sin precisar cuáles eran exactamente los enunciados finitistas y los
métodos de prueba finitistas. Por un lado, es claro que los primeros inclu-
yen ecuaciones entre los valores de determinadas funciones:
                4 + 7   =   11                    8   x   52200

   Hilbert describió los enunciados finitistas de modo que se incluían los
que expresan proposiciones decidibles acerca de configuraciones finitas.
¿Es la Matemática un lenguaje?                             37

Pero no estaba claro qué funciones eran admisibles. Piénsese que los con-
ceptos de decidibilidad y de función recursiva sólo fueron precisados con
posterioridad a la formulación del programa, y ello precisamente como
resultado del trabajo motivado en gran parte por su realización. Es por ello
por lo que era un programa abierto en cierta medida.
    Aún más, ni siquiera era en principio claro lo que un finitista había de
entender por función. Todos los conceptos de la Aritmética y. por exten-
sion, de la Matemática, debían ser revisados.
    Las dificultades eran realmente extraordinarias pues entre los enuncia-
dos con contenido semántico (los que tienen valor veritativo) deben
incluirse, si es que ha de haber una parte de la Aritmética que tenga tal con-
tenido con un mínimo de interés, generalizaciones universales de enuncia-
dos decidibles como los anteriores. Consideremos un ejemplo:

                           (1)       Vx Vy (x+y=y+x)
    La dificultad que este enunciado planteaba a un finitista es que no
podía interpretarse como lo hacemos habitualmente, es decir, suponiendo
que hace referencia a la totalidad (infinita, claro está) de los números natu-
rales.
    Con la ventaja que nos da la mirada retrospectiva,, podemos indicar del
modo siguiente —siquiera sea vagamente— el camino (o, al menos, uno de
ellos) que se proponía recorrer el finitista para realizar ese dificil progra-
ma.
    El punto de partida era ontológicamente el siguiente: los enunciados
finitistas, en último término, «hablan de» signos y configuraciones finitas de
signos, tomados éstos como tipos, no como ejemplares. La materia de la
Aritmética, según esto, serían signos. Ciertas secuencias finitas de signos-
tipo~ podían ser tomados como la secuencia de los números naturales. Por
ejemplo, la secuencia:



    La seguridad epistemológica de los métodos finitistas provendría preci-
samente de que sus objetos son «representables a la intuición», dicho en
terminología kantiana, es decir, representaciones individuales.
    Unafunción en el sentido tinitísticamente aceptable de A en B, es decir
del tipo de objeto A en el tipo de objeto fi es un procedimiento para cons-
truir un objeto de tipo B a partir de un objeto cualquiera de tipo A. Funcio-
nes aceptables finitísticamente serían la identidad, las funciones constantes
y la composición (funciones compuestas).

   4. Hilbert habla a veces como si hubiera que considerar los signos como ejemplares
y no como tipos. pero esto es descabellado   (1   ¡no sería en ningún caso un número dis-
tinto de ¡ ¡ Y
38                                Daniel Quesada

   Para el caso del tipo de objetos N, el de los números o, lo que era lo
mismo, secuencias finitas de signos, la construcción central sería la llama-
da recursión primitiva5.
   Podría darse entonces sentido finitista (es decir, sin suponer la totali-
dad infinita de los números ni ninguna otra totalidad infinita) a afirmacio-
nes como (1)o, más en general, a enunciados que respondan al esquema:

                                 Vx(p(x)   -.




    En efecto, una proposición de ese tipo es verdadera si, dado un objeto a
del tipo N cualquiera para el que podamos probar 9(0), podemos construir
una prueba ‘Y(a) de por los métodos de construcción admitidos.
    No es éste el lugar para entrar en mayores detalles sobre el contenido
matemático del programa finitista. Debemos preocuparnos más bien de su
destino6.
    Con algunas matizaciones puede decirse que el programa de Hilbert, tal
como éste se concebía originalmente, fue refutado por el teorema (o los teo-
remas) de incompletud de GÉidel. Las matizaciones son importantes, pero,
en todo caso, lo cierto es que el interés en el programa de Hilbert decayó
espectacularmente después de 1930 (cuando Gódel probó sus teoremas).
    Sin embargo, como he dicho, el programa de Hilbert fue el intento más
serio de justificar una respuesta a la pregunta: ¿son lingúísticas o concep-
tuales las verdades matemáticas? Y aún quisiera aquí hacer una afirma-
ción más fuerte: tal programa ha sido el intento más serio de indicar el ca-
mino por el que la Matemática, supuesto reino de verdades eternas acer-
ca de entidades u objetos ideales —como los números—, podría reconocer-
se como fruto de la interacción de un sujeto con capacidades cognitivas
como las del ser humano en su entorno.
    Por ello, aunque el programa original de Hilbert esté refutado (vamos a
suponer que lo está) alguna versión del programa debe seguir en vigor si
hemos de comprender las Matemáticas desde un punto de vista naturalis-
ta. A este respecto es conveniente recordar las penetrantes palabras de Ber-
trand Russell: «La doctrina finitista, si es que ha de ser refutada, sólo pue-
de serlo por una doctrina del conocimiento completa>0.
    Voy aquí a hablar únicamente de dos de las cuestiones implicadas en la

     5. Para esta noción consúltese, por ejemplo, el capítulo 7 de Booi.os y JEFFREY:
~7omputability nd Lote.
             a
     6. Para una exposición elemental del programa puede consultarse el capítulo 4 dc
KÓRNER: Introducción a lafilosofla de la matemática. Una exposición crítica de los pro-
blemas fundamentales del programa muy iluminadora es la de TAIT, W. en «Finitism».
Sobre las realizaciones del programa y su estado actual cÉ SIEG. W.: «I-Iilbcn Program
Six¡y Years Laten> y SIMPsoN, 5.: «Partial Realizations of Rilberís Program». Una impor-
tante y reciente defensa del programa es la de DETLEF5EN en Hilberis Program.
   7. Introducción a la segunda edición (1937) de Principles of Mathemaíics, p. VII.
¿Es la Matemática un lenguaje?             39

posibilidad de reformular de manera fructífera el programa finitista. En
esta sección trataré brevemente del problema de «rodear» el escollo de
Gódel y en la siguiente abordaré la cuestión de si los números son objetos
o de si son representaciones individuales.
    Respecto a la primera cuestión, supongamos que concretamos así el
programa finitista:

      —Sea ADP (la Aritmética de Peano en primer orden) el sistema ideal
mínimo para la formalización de las pruebas de la Aritmética.
      —Sea ARP (la Aritmética recursivo-primitiva) la teoría que formaliza
el razonamiento finitista. ARP actúa como metateoría con respecto a
AD P.

     ¿Refuta entonces el teorema de Gódel el programa finitista? El segundo
teorema de Gódel establece, aplicado al presente caso, que un cierto enun-
ciado que afirma la consistencia de ADP no es demostrable en ADP. Con
ciertos supuestos adicionales establece que ningún enunciado que afirme
la consistencia de ADP es demostrable en ADP.
     En esta segunda versión más fuerte el teorema refuta el programa fmi-
tista. En efecto, el programa finitista —en la versión enunciada— pretende
demostrar la consistencia de ADP en ARP. Como cualquier teorema de
ARP (metateoría) es expresable (y demostrable) mediante un teorema de
ADP (teoría), si hubiera un teorema de ARP que expresara la consistencia
de ADP habría uno en ADP que demostraría esa consistencia, contra el
teorema de Gódel (en la versión fuerte).
     Una posible escapatoria consiste en tratar de razonar por qué no se
aplicarían al presente caso las condiciones que hacen pasar de la versión
más débil a la más fuerte del teorema8. Otra salida posible sería encontrar
razones para pensar que el sistema ideal mínimo es «menos potente» que
ADP, una Aritmética reducida por consideraciones de complejidad com-
putacional; el problema seria entonces determinar qué limitaciones de este
tipo podrían estar aquí justificadas.


5.    Reformulación de programas: la complejidad de una respuesta
    Pasemos ahora a la segunda cuestión. Como hemos dicho, Hilbert con-
cibió los números como representaciones individuales, concretamente, sig-
nos-tipo. Según esto, no cualquier secuencia específica de signos puede
representar la secuencia de los números; concretamente, las secuencias de
letras del alfabeto no valdrían, pues, por ejemplo, «abc» y «cab» son sig-
nos distintos (también considerados como tipos, que es lo pertinente) pero

     8. Esta es la via que se propone en DETLEF5EN (1986).
40                                 Daniel Quesada

el número correspondiente habría de ser el mismo9. De modo que debe-
mos restringirnos a secuencias construidas con un único elemento, por
ejemplo «¡ ». Pero ¿cómo justificar esta restricción? O, más explícitamente,
¿cómo entender nuestra comprensión del concepto de número, o de los
números particulares, en relación con ella?
    W. Tait ha ofrecido —en el importante articulo mencionado anterior-
mente— una alternativa que puede llevar a consideraciones sobre los
números a mi parecer mucho más iluminadoras. Según su diagnóstico, las
dificultades provendrían precisamente de la concepción de los números
como representaciones individuales en el programa finitista original. Este
diagnóstico se comprenderá mejor con la exposición del análisis alternati-
vo que propone Tait.
    Según Tait. la noción básica de la Aritmética es la de secuenciafinita o. lo
que viene a serlo mismo, la de iteración de la operación de añadir un obje-
to a una serie de objetos a partir de «cero objetos» (una situación en que
no hay ningún objeto). Haciendo jugar a esta noción el papel fundamental
adecuado, la reconstrucción del proceso cognitivo que lleva a la formación
del concepto de número sería a grandes rasgos la siguiente. A partir de la
presentación de objetos físicos en el entorno, el sujeto empieza a «ver»
unos determinados objetos como una secuencia, es decir, comienza a discer-
nir secuencias (nótese que los elementos de las secuencias son objetos físi-
cos cualesquiera, dentro de los que pueden ser objeto de experiencia «coti-
diana»). Hacer esto es captar laforma de esas secuencias o, dicho de otro
modo, adquirir la noción de secuencia (finita), es decir, de iteración finita
de una operación de añadir siempre «lo mismo» (en un sentido diferente
al de identidad, es decir, una unidad)10. Me atreveré a sugerir, por mi parte,
que en la «aprehensión» de esa forma, o en la adquisición de esa noción,
tienen mucho que ver las palabras de número o sistema estructurado de
denominaciones (de los números).
    En todo caso, lo que resulta de todo esto es que cada número indivi-
dual, al igual que la noción general de número, no es una representación
individual”, sino un concepto de conceptos: el (concepto de) 3, por ejemplo,


    9. La relación entre números y signos, cuando disponemos del concepto de núme-
ro, resulta ulteriormente iluminada por el método de aritmetización de la sintaxis pro-
puesto por primera vez por Gódel que reduce la teoría de los signos a la de los números
y además lo hace de un modo finitistamente aceptable, a saber, por razonamiento pri-
mitivo recursivo.
    10. Tait llama a esta noción lafor,na Número, utilizando terminología platónica. En
realidad, su alternativa, tal como él la concibe, está impregnada de platonismo. Creo
que ese platonismo no es inevitable. Uno podría adoptar una postura más «aristotéli-
ca,,, viendo la captación de la noción de secuencia como la «aprehensión» de un tipo
de entidad, algo uniforme presente en la realidad con la que el sujeto interacciona cau-
salmente. El aire «cognitivista» de mi exposición se aparta también de las ideas de Tait.
     II. Dicho en la terminologia kantiana (pero corrigiendo también a Kant al respec-
¿Es la Matemática un lenguaje?                           41

es «lo que ocupa el lugar de a (aquí un objeto concreto o quizás un signo)
en una estructura que es como la estructura E (aquí una estructura, quizás
de signos)».
    Ahora bien, si los números, en lugar de ser objetos individuales son
conceptos de «segundo orden» (conceptos de conceptos). las afirmaciones
sobre los números serán afirmaciones sobre tales conceptos; en cierto sen-
tido, pues, afirmaciones de «tercer orden». Esto podría abrir la inesperada
posibilidad de establecer un puente entre el programa finitista de filosofía
de la Matemática y el programa logicista, tradicionalmente presentados
como programas rivales e incompatibles. En efecto, investigaciones actua-
les que pretenden revivir el programa logicista, renunciando a la idea fre-
geana de que los números son objetos’2, analizan la «forma lógica» de los
enunciados sobre números en términos de un lenguaje lógico de tercer
orden’>. Así, según H. Hodes, un enunciado como (2) tendría la forma lógi-
ca (3):
                              (2) 4 es un número par
                                (3) (Par X)Q4x)Xx)

   Podríamos leer así (3): «Tienen la propiedad (de orden 3) de ser par las
propiedades (de orden 1) que tienen la propiedad (de orden 2) de que exac-
tamente cuatro objetos las tienen (es decir, exactamente cuatro objetos tie-

to): un número no es un objdo de la intuición; el contraste entre la posición de Hilbert
y la propuesta de Tait es que no se capta primero una intuición, sino un concepto del
entendimiento: la noción de secuencia o de iteración de una operación de añadir.
Dadas las conexiones entre el programa hilbertiano y las ideas kantianas no es desca-
bellado describir la situación en la terminología kantiana y puede servir para compren-
der eí contraste de posiciones a los que la conocen y la encuentran útil.
     12. En un artículo ya clásico, «WhatNumbers C7oulcl Not Be». Benacerrafargumentó
convincentemente contra la idea de que los números son objetos. Frege se vio llevado
(tal vez a su pesar, según indicios) a sostener esta idea en parte por dificultades en el
desarrollo de su programa logicista de fundamentación de la Aritmética: cf las seccio-
nes cruciales al respecto de Fundamentos de/a aritmética. (62-68). En un articulo de gran
interés. «Logicism and fhe Ontological Co,nmittnents of Aridzmehc’>. H. ¡-todes examina
críticamente los vericuetos de la trayectoria intelectual de Erege en esos decisivos
momentos y explora las posibilidades de un logicismo renovado que evitara las tram-
pas en que cayó Erege. Es a las ideas presentadas en este articulo a las que sobre todo
me refiero en el texto. Como ahí insinúo, creo que bien pudiera suceder que el futuro de
la filosofía de la Matemática esté en una conciliación del tipo de logicismo renovado
propuesto por Hodes con un finitismo modificado en el sentido apuntado anterior-
nientc.
     13. En este sentido, pues. habría que matizar (aunque no cambiar) las conclusiones
de la sección 2. El lenguaje sobre números es el lenguaje natural, pero la «forma lógi-
ca» de esa parte del lenguaje natural —por contraste con otras panes mas simples— la
daría un lenguaje de tercer orden.
42                                Daniel Quesada

nen esas propiedades de orden 1». (Se obtiene una lectura más «concep-
tualista». substituyendo «propiedad» por «concepto»).
    No es éste el lugar de entrar en el significado o en la justificación de
estas afirmaciones, ni de concretar en la posible ( e intelectualmente exci-
tante) conexión entre el programa finitista y el programa logicista. Más
directamente pertinente es mencionar también que la nueva tesis logicista
propuesta por Hodes es que los enunciados matemáticos verdaderos son
verdades lógicas de un lenguaje de orden superior. Si esto pudiera defender-
se, sería entonces posible dar la siguiente respuesta afirmativa a la pregun-
ta que se planteó al final de la sección 3: «Si. las verdades matemáticas son
yerdades en virtud del significado (verdades conceptuales en un cierto sen-
tido), puesto que son verdades lógicas»’4.
    De la perspectiva actual resulta por tanto que el intento de dar una res-
puesta fundamentada a la mencionada pregunta —la interesante pregunta
con la que finalmente sustituimos la pregunta original que da nombre a
este artículo— implica una complejísima tarea en la que se combinan
investigaciones matemáticas, conceptuales y empíricas.
    El turno de la investigación empírica llega cuando se ha llegado a una
base más o menos firme como resultado de la investigación conceptual. Si
ésta establece que en la base del concepto de número está el de secuencia
finita, es la psicología cognitiva la que ha de investigar en primer lugar el
modo en que se forma la noción de secuencia finita a partir de la experien-
cia de secuencias finitas de objetos físicos (¿utilizando quizás modelos
conexionistas?) completando así empíricamente lo que con Hodes podría-
mos llamar la «microestructura dc nuestro acceso a los números».
    En definitiva, la resolución del importante problema de comprender
cómo serescon nuestras capacidades cognitivas en el entorno en que están
situados llegan a «levantar el edificio de la Matemática» implica la si-
guiente «división del trabajo». La tarea filosófico-matemática (de «funda-
mentación» de la Matemática) es indicar las nociones que sirven para re-
construir finitisticamente la Matemática y probar los resultados mate-
máticos pertinentes, suministrando así la «materia» (a saber, dichas nocio-
nes) para la investigación cognitiva. El trabajo filosófico más general es,
como hemos visto, asistir al proceso con clarificaciones conceptuales y
enlazar la reconstrucción finitista con un programa semántico y epistemo-
lógico más general.
    Claro que, si se ha entendido el espíritu naturalista dentro del que pro-
pongo esa tarea, se habrá inferido que la semántica y la epistemología que
propugno está también en clave naturalista y que se apartan, también res-
pecto de la Matemática, de la empresa de buscar la certeza cartesiana. Pero
así es, y así es como debe ser.

   14. Naturalmente, esta respuesta lleva también implícita una determinada posición
sobre la naturaleza de las yerdades lógicas.
¿Es la Matemática un lenguaje?                                43

BIBLIOGRAFIA

EFNACIIRRAI. P.: «What Numbers Could Not Be». Philosophical Review, 74, pp. 47-73.
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Mate y lenguaje

  • 1. ¿Es la Matemática un lenguaje?’ DANIEL QUESADA (Universidad Autónoma de Barcelona) Es sorprendente el número de personas dedicadas a la ciencia que dan por presupuesta una respuesta afirmativa a la pregunta del título. Esta acti- tud es, me parece, especialmente pronunciada entre los fisicos. Creo que es fácil comprobar cómo ellos se sorprenden de que algo asi pueda preguntar- se seriamente («esperemos que sí»; «¿qué otra cosa puede ser»). Sin embargo, diversas cosas pueden estarse preguntando al usar la ora- ción interrogativa «¿es la Matemática un lenguaje?». Incluso, como vere- mos. puede estarse apuntando a una cuestión profunda acerca de la natu- raleza de la Matemática y de las capacidades cognitivas relacionadas con ella que está totalmente abierta en la actualidad. Voy aquí a abordar todas esas posibles cuestiones (al menos todas las que se me ocurren) sucesiva- mente. 1. Lenguaje y teoría Para empezar necesitamos una cierta noción de lenguaje. No una noción muy técnica o precisa. Basta con reconocer que un lenguaje tiene: i)un conjunto de items básicos discretos, es decir, un vocabulario; u) una sintaxis, es decir, tales items tienen un determinado poder combi- natorio, no vale cualquier secuencia de ellos (este rasgo diferencia, por ejemplo, un lenguaje de un sistema de numeración; si admitimos cual- quier secuencia de unos y ceros, pongamos por caso, no tenemos un len- guaje); di) determinadas secuencias de esos items, entre las que están sintácti- camente bien formadas tienen un «alcance semántico», es decir, se usan 1. Este artículo es una versión revisada y ligeramente ampliada de una charla dada en la Universidad Autónoma de Barcelona en la primavera de 1989. y parte de la «lige- reza expositiva» de la versión hablada se podrá detectar en la versión escrita. Agradez- co a Walter Meyerstein y a Josep Montserrat Torrens el tema, el impulso y la oportuni- dad para abordar aquél. AniMa de Filosofla. 3Y época, vol. ív (lOO!). nÚm. 5. pógs. 31-41 Editorial Complutense. Madrid
  • 2. 32 Daniel Quesada para hablar sobre objetos, en general distintos a los propios items o secuencias2 A la noción de lenguaje pertenece esencialmente la de aserción correc- ta o incorrecta, verdadera o falsa (posibles distinciones entre estos dos pares de nociones no son aquí pertinentes). Es decir, a un lenguaje perte- necen también los enunciadosfalsos. Sin embargo, cuando hablamos de la Matemática nos referimos al conjunto de proposiciones que la constituyen, los teoremas de las teorías matemáticas; y éstos, según creemos, son todos ellos verdaderos. Lo que tenemos aquí es el contraste entre un lenguaje y una teoría. Un lenguaje (por ejemplo, un lenguaje natural) consta, entre otras cosas, de un conjunto de enunciados, oraciones que pueden ser verdaderas o falsas. Una teoría, en especial una teoría matemática, consta de un conjunto de enunciados o proposiciones expresados en un lenguaje que son verdaderos (o eso es lo que esperamos). Lo decisivo en el contraste es que no «expulsa- mos» de un lenguaje un enunciado por el hecho de que sea falso, y en cam- bio silo «expulsamos» de una teoría en ese mismo caso. Por lo tanto, en el sentido más inmediato de los términos de la pregun- ta, una teoría matemática no constituye un lenguaje, ni tampoco el conjun- to de tales teorías; en este sentido, la Matemática no es un lenguaje, y ello es, además, obvio. 2. Lenguaje y vocabularios especiales La respuesta anterior, aun siendo verdadera y clarificadora frente a cierto tipo de confusión elemental, difícilmente podrá satisfacer a los que se hacen la pregunta o los que presuponen una respuesta verdadera. Lo más probable es que sientan que la «verdadera cuestión» queda sin tocar en el comentario anterior. Pues bien, quizá estemos ahora en condiciones de llegar a una nueva y mejor formulación: «¿Es el lenguaje matemático un lenguaje especial diferente del lenguaje natural?». La respuesta a esta pregunta debe ser, según creo: por un lado —el tri- vial o menos interesante— sí, por el otro más bien parece que no. Comencemos por el lado del st Es obvio que en Matemáticas se utili- zan una serie de términos especiales: raíz cuadrada, logaritmo, polinomio, transformación lineaL función trigonométrica, vector, nómero real, integraL ecuación diferenciaL espacio de Hilbert, curva de Gaus& serie de Fourrier. E 2. Lo anterior es un ejemplo de «lenguaje externamente concebido» o «lenguaje-E» en la terminologia de CHOMSKY: cf Knowledge of Language. pp. 17-20. y «Cambios de perspectiva sobre el conocimiento ye1 aso del lenguaje>’, p. 18. Contrariamente a Chomsky creo que ésta (cuando se la concible debidamente) es la noción correcta de lenguaje. Para una defensa de esta opinión y una convencente crítica de la noción chornskyana de lenguaje remito a GARCÍA-CARPINTERO: Mente y Lenguaje.
  • 3. ¿Es la Matemática un lenguaje? 33 igualmente obvio es que una serie de ténninos que la Matemática compar- te con el lenguaje natural tienen un significado que tiene muy poco o nada que ver con sus homónimos en éste: radio, parabola, c¿ngruencia, función, límite, grupo, campo, anillo, retículo, matriz. Pasemos ahora a ver las razones del no. A veces, sobre todo en los libros malos de filosofía (o hasta en pasajes malos de libros aceptables o buenos), se habla como si el lenguaje de las teorías matemáticas fuera un lenguaje formal de la lógica. Esto querría decir que un lenguaje matemáti- co es, por un lado, un lenguaje no interpretado (cuyos predicados son s¡m- plemente letras de predicado a las que hay que proporcionar una interpre- tación) y por otro un lenguaje con una sintaxis como la de un lenguaje de la lógica, especialmente el lenguaje de primer orden. Esto es. naturalmente, falso. Basta abrir un libro de Matemáticas para cerciorarse de ello. Esos libros están escritos en inglés, francés, alemán, etc. En todo caso un lenguaje interpretado y con la sintaxis de un lenguaje natu- ral, aunque abunden ciertos giros que en el habla común no son (tan) fre- cuentes. Valorando pues las peculiaridades del vocabulario y teniendo en cuen- ta lo que acabamos de reconocer, no parece que estemos llegando a una conclusión especialmente excitante. Parece que el lenguaje matemático tie- ne un status similar al lenguaje gastronómico. En efecto, también en este úl- timo es abundante la «terminología técnica»: reogado, sofrito, estofado, pae- lla. budín, pasta quebrada, mayonesa, bechamel, salsa holandesa, alioli, crema pastelera. Además, también encontramos términos utilizados en un sentido distinto a sus homónimos del lenguaje común: guarnición, timbal, chateau- briancí Por último, puede añadirse que, análogamente al caso del vocabu- lario gastronómico, en la Matemática tampoco es clara la frontera entre el lenguaje especializado y el común, como lo ponen de manifiesto términos como: nómero, suma, recta, curva, paralela, triángulo, pirámide, círculo, ángu- lo, permutación. Y hasta: finito e infinito. Vista esta situación, parece que deberíamos ser remisos en dar una res- puesta afirmativa a la pregunta («¿es el lenguaje matemático un lenguaje especial diferente del lenguaje natural?»), pues ya hemos visto que la noción de lenguaje abarca algo más que un vocabulario. 3. Replanteamiento de la cuestión Resumamos las conclusiones a que hemos llegado hasta aquí. La Maté- mática no es un lenguaje, en el sentido de que la primera es un conjunto de teorías y una teoría se contrapone, en un sentido claro, a un lenguaje. Una teoría se formula en un lenguaje y no pertenece al concepto de teoría el que los enunciados o proposiciones que la componen sean algunos verdaderos y otros falsos, cuando sí es algo constitutivo de la noción de lenguaje el que podamos hacer aserciones verdaderas y aserciones falsas.
  • 4. 34 Daniel Quesada Tampoco parece ser el lenguaje de la Matemática un lenguaje especial que poco tiene que ver con el lenguaje natural. Según parece, «el» lenguaje de las teorías matemáticas no existe independientemente de las lenguas naturales (es sintácticamente inglés, francés, alemán, español...). Por lo vis- to hasta aquí, únicamente es claro que tiene un componente terminológico especializado, aunque incluso en este respecto la frontera con el lenguaje común es completamente nítida. En definitiva, si no decimos que la gas- tronomía es un lenguaje por el mero hecho de que tenga una terminología especializada y técnica, parece que tampoco debiéramos decir que la Mate’ mática es un lenguaje. Y esto a pesar de que tal componente terminológico sea mucho mayor en la Matemática que en la gastronomía. No son cuestio- nes de cantidad las que aquí se ventilan. Las conclusiones son hasta aquí, aunque correctas, más bien poco inte- resantes, tanto desde un punto de vista científico como filosófico. ¿Es esto todo? Cuando estamos ante una cuestión que personas inteli- gentes suscitan o conclusiones que personas inteligentes sostienen y nos parece que la cuestión es poco interesante o que, en todo caso, su respuesta es bastante obvia y además contraria a la que tales personas tienen por correcta, lo metodológicamente adecuado es considerar cuidadosamente ante cuál de las dos situaciones siguientes nos encontramos: i) la pregunta y/o su errónea respuesta usual se basan en malentendi- dos; u) la pregunta, aunque seguramente no bien formulada, apunta a una cuestión importante y profunda cuya solución es ciertamente complicada. Pues bien, en el presente caso hay, a mi parecer, parte de las dos cosas. Creo que, entre los que se hacen las anteriores preguntas (y aún más entre los que dan por supuesta una respuesta afirmativa) hay generalmente un buen número de malentendidos y confusiones. Pero también creo que tras éstos late una genuina cuestión de interés filosófico-científico. El próximo paso es indagar cuál pueda ser ésta. Como he dicho, a la noción de lenguaje pertenecen (como mínimo) tres componentes: vocabulario, sintaxis y semántica. Hemos visto que los dos primeros no nos llevan a una respuesta afirmativa de la pregunta original o de la reformulación realizada posteriormente. Es hora de prestar aten- ción al componente semántico. El nuevo enfoque de la cuestión proviene de reflexionar sobre cierto carácteT distintivo —en apariencia cuando menos— de las proposiciones matemáticas. Este estriba en que las proposiciones matemáticas son nece- sarias es decir, si verdaderas, necesariamente verdaderas. Al menos esto es lo que la mayoría de los filósofos y matemáticos han pensado sobre ellas. Que son necesariamente verdaderas quiere decir que no podrían ser falsas (lo último, claro está, es sólo una paráfrasis). Pero. ¿de dónde les vie- ne a las proposiciones matemáticas su carácter necesario? ¿por qué no
  • 5. ¿Es la Matemática un lenguaje? 35 podrían ser falsas? Pues bien, bien pudiera ser que la cuestión realmente interesante que late tras formulaciones quizás ingenuas o inadecuadas surja de un intento de contestar estas preguntas de una manera determina- da: las proposiciones matemáticas «tratan de» signos, y por tanto son, por su «materia» lingúísticas3. . Esta idea es muy sorprendente. ¿No es obvio que las proposiciones matemáticas tratan de entidades abstractas, ideales si se quiere, extralin- gúisticas? Entidades como números, figuras geométricas, «áreas en el lími- te» o estructuras de diversos tipos. ¿En qué sentido, pues, cabría sostener que tratan de signos’? Aquí quisiera reformular estos interrogantes dando una forma más amplia a la pregunta. La interesante cuestión que nos ocupará en lo sucesi- yo es: ¿1-lay algún sentido preciso en que estemos justificados en afirmar que las proposiciones matemáticas son «verdades linguisticas» o, cuando menos, verdades conceptuales? 4. El programa finitista El intento histórico más serio de justificar una respuesta afirmativa a esta pregunta es el programa finitista de Hilbert. Por tanto, deberé hablar ahora de este programa. Me limitaré en adelante exclusivamente a la Arit- mética, y ello por varias razones. En primer lugar, porque es allí donde el programa experimentó un mayor desarrollo. Pero, en segundo lugar, tam- bién porque el programa mismo implicaba que la resolución de la cues- tión en la Aritmética era crucial para la resolución en otras áreas de la Matemática. En el análisis se debería proceder basándose en las construc- ciones aritméticas y en una parte de la teoría de conjuntos. y la extensión del programa a la geometría debería proceder, supongo. por la vía de la geometría analítica (ignoro cómo los proponentes del programa pensa- ban aplicarlo al álgebra). El programa de Hilbert tiene una motivación epistemológica que nos es muy familiar en la historia de la filosofía. Es un programa motivado por dudas «cartesianas», es decir, dudas radicales, excesivas, por cuanto bus- can certeza, garantía de verdad, absoluta seguridad epistémica. Las parado- jas de la teoría de conjuntos, descubiertas en los últimos años del siglo XIX y principios del XX eran para Hilbert indicio de lo que puede ocurrir cuando métodos (sobre todo métodos de prueba) que son adecuados para 3. Debo esta sugerencia a Manuel García-Carpintero. También he de agradecerle un buen número de aclaraciones y sugerencias sobre lo que se trata en el resto del artículo. En particular, me he apoyado en la exposición del programa finitista hilber- tiano que él hace en escritos inéditos.
  • 6. 36 Daniel Quesada dominios finitos se utilizan también en dominios infinitos o transfinitos, en casos, pues, para los que no fueron pensados. Esta situación es análoga a la que nos explica Kant con respecto a las ideas de la razón, las cuales, extrapoladas a partir de los ámbitos en que producen juicios razonables dan lugar a antinomias. (Esta no es, en abso- luto, la única analogía que puede hacerse entre las ideas de Hilbert y las de Kant). Pues bien, el programa de Hilbert se proponía demostrarla corrección de los enunciados matemáticos (en primer lugar los aritméticos, mostran- do que lo que puede probarse en matemáticas es verdadero, y ello apoyán- dose en la diferenciación entre: a) Enunciados con contenido semántico (con valor veritativo), a saber, enunciados finitistas demostrados mediante métodos considerados segu- ros, los métodos finitistas; b) Enunciados ideales sin contenido semántico pero que cumplen una útil función instrumental en la prueba de los enunciados con contenido en la matemática tal como se la practica usualmente. De este modo, el programa de Hilbert tenía características de un pro- grama instrumentalista, es decir, el tipo de programa de interpretación filo- sófica de los enunciados de las teorías científicas según el cual éstos no son realmente enunciados de los que quepa inquirir por su verdad o false- dad, sino que son «herramientas de cálculo», esto es, sirven como útiles para derivar verdaderos enunciados con contenido semántico (enunciados observacionales, en el caso de las teorías físicas). Ahora bien, el programa era moderado en ese sentido, porque se admite que hay verdaderos enun- ciados —los del tipo a)— que forman parte de las teorías matemáticas. En el caso del programa de Hilbert, los enunciados ideales son precisa- mente los enunciados que de algún modo contienen referencias a lo trans- finito. Estos carecen pues de valor veritativo, no son ni verdaderos ni fal- sos; nos servimos de ellos —por ejemplo, los enunciados de la Aritmética de Peano (ADP en adelante)— esencialmente por comodidad. Para demostrar que estos enunciados son inocuos, que no pueden con- ducimos a contradicciones, es preciso demostrar la corrección del modo en que se derivan utilizando los métodos de prueba seguros, los métodos finitistas. El programa de Hilbert era hasta cierto punto un programa abierto que dejaba sin precisar cuáles eran exactamente los enunciados finitistas y los métodos de prueba finitistas. Por un lado, es claro que los primeros inclu- yen ecuaciones entre los valores de determinadas funciones: 4 + 7 = 11 8 x 52200 Hilbert describió los enunciados finitistas de modo que se incluían los que expresan proposiciones decidibles acerca de configuraciones finitas.
  • 7. ¿Es la Matemática un lenguaje? 37 Pero no estaba claro qué funciones eran admisibles. Piénsese que los con- ceptos de decidibilidad y de función recursiva sólo fueron precisados con posterioridad a la formulación del programa, y ello precisamente como resultado del trabajo motivado en gran parte por su realización. Es por ello por lo que era un programa abierto en cierta medida. Aún más, ni siquiera era en principio claro lo que un finitista había de entender por función. Todos los conceptos de la Aritmética y. por exten- sion, de la Matemática, debían ser revisados. Las dificultades eran realmente extraordinarias pues entre los enuncia- dos con contenido semántico (los que tienen valor veritativo) deben incluirse, si es que ha de haber una parte de la Aritmética que tenga tal con- tenido con un mínimo de interés, generalizaciones universales de enuncia- dos decidibles como los anteriores. Consideremos un ejemplo: (1) Vx Vy (x+y=y+x) La dificultad que este enunciado planteaba a un finitista es que no podía interpretarse como lo hacemos habitualmente, es decir, suponiendo que hace referencia a la totalidad (infinita, claro está) de los números natu- rales. Con la ventaja que nos da la mirada retrospectiva,, podemos indicar del modo siguiente —siquiera sea vagamente— el camino (o, al menos, uno de ellos) que se proponía recorrer el finitista para realizar ese dificil progra- ma. El punto de partida era ontológicamente el siguiente: los enunciados finitistas, en último término, «hablan de» signos y configuraciones finitas de signos, tomados éstos como tipos, no como ejemplares. La materia de la Aritmética, según esto, serían signos. Ciertas secuencias finitas de signos- tipo~ podían ser tomados como la secuencia de los números naturales. Por ejemplo, la secuencia: La seguridad epistemológica de los métodos finitistas provendría preci- samente de que sus objetos son «representables a la intuición», dicho en terminología kantiana, es decir, representaciones individuales. Unafunción en el sentido tinitísticamente aceptable de A en B, es decir del tipo de objeto A en el tipo de objeto fi es un procedimiento para cons- truir un objeto de tipo B a partir de un objeto cualquiera de tipo A. Funcio- nes aceptables finitísticamente serían la identidad, las funciones constantes y la composición (funciones compuestas). 4. Hilbert habla a veces como si hubiera que considerar los signos como ejemplares y no como tipos. pero esto es descabellado (1 ¡no sería en ningún caso un número dis- tinto de ¡ ¡ Y
  • 8. 38 Daniel Quesada Para el caso del tipo de objetos N, el de los números o, lo que era lo mismo, secuencias finitas de signos, la construcción central sería la llama- da recursión primitiva5. Podría darse entonces sentido finitista (es decir, sin suponer la totali- dad infinita de los números ni ninguna otra totalidad infinita) a afirmacio- nes como (1)o, más en general, a enunciados que respondan al esquema: Vx(p(x) -. En efecto, una proposición de ese tipo es verdadera si, dado un objeto a del tipo N cualquiera para el que podamos probar 9(0), podemos construir una prueba ‘Y(a) de por los métodos de construcción admitidos. No es éste el lugar para entrar en mayores detalles sobre el contenido matemático del programa finitista. Debemos preocuparnos más bien de su destino6. Con algunas matizaciones puede decirse que el programa de Hilbert, tal como éste se concebía originalmente, fue refutado por el teorema (o los teo- remas) de incompletud de GÉidel. Las matizaciones son importantes, pero, en todo caso, lo cierto es que el interés en el programa de Hilbert decayó espectacularmente después de 1930 (cuando Gódel probó sus teoremas). Sin embargo, como he dicho, el programa de Hilbert fue el intento más serio de justificar una respuesta a la pregunta: ¿son lingúísticas o concep- tuales las verdades matemáticas? Y aún quisiera aquí hacer una afirma- ción más fuerte: tal programa ha sido el intento más serio de indicar el ca- mino por el que la Matemática, supuesto reino de verdades eternas acer- ca de entidades u objetos ideales —como los números—, podría reconocer- se como fruto de la interacción de un sujeto con capacidades cognitivas como las del ser humano en su entorno. Por ello, aunque el programa original de Hilbert esté refutado (vamos a suponer que lo está) alguna versión del programa debe seguir en vigor si hemos de comprender las Matemáticas desde un punto de vista naturalis- ta. A este respecto es conveniente recordar las penetrantes palabras de Ber- trand Russell: «La doctrina finitista, si es que ha de ser refutada, sólo pue- de serlo por una doctrina del conocimiento completa>0. Voy aquí a hablar únicamente de dos de las cuestiones implicadas en la 5. Para esta noción consúltese, por ejemplo, el capítulo 7 de Booi.os y JEFFREY: ~7omputability nd Lote. a 6. Para una exposición elemental del programa puede consultarse el capítulo 4 dc KÓRNER: Introducción a lafilosofla de la matemática. Una exposición crítica de los pro- blemas fundamentales del programa muy iluminadora es la de TAIT, W. en «Finitism». Sobre las realizaciones del programa y su estado actual cÉ SIEG. W.: «I-Iilbcn Program Six¡y Years Laten> y SIMPsoN, 5.: «Partial Realizations of Rilberís Program». Una impor- tante y reciente defensa del programa es la de DETLEF5EN en Hilberis Program. 7. Introducción a la segunda edición (1937) de Principles of Mathemaíics, p. VII.
  • 9. ¿Es la Matemática un lenguaje? 39 posibilidad de reformular de manera fructífera el programa finitista. En esta sección trataré brevemente del problema de «rodear» el escollo de Gódel y en la siguiente abordaré la cuestión de si los números son objetos o de si son representaciones individuales. Respecto a la primera cuestión, supongamos que concretamos así el programa finitista: —Sea ADP (la Aritmética de Peano en primer orden) el sistema ideal mínimo para la formalización de las pruebas de la Aritmética. —Sea ARP (la Aritmética recursivo-primitiva) la teoría que formaliza el razonamiento finitista. ARP actúa como metateoría con respecto a AD P. ¿Refuta entonces el teorema de Gódel el programa finitista? El segundo teorema de Gódel establece, aplicado al presente caso, que un cierto enun- ciado que afirma la consistencia de ADP no es demostrable en ADP. Con ciertos supuestos adicionales establece que ningún enunciado que afirme la consistencia de ADP es demostrable en ADP. En esta segunda versión más fuerte el teorema refuta el programa fmi- tista. En efecto, el programa finitista —en la versión enunciada— pretende demostrar la consistencia de ADP en ARP. Como cualquier teorema de ARP (metateoría) es expresable (y demostrable) mediante un teorema de ADP (teoría), si hubiera un teorema de ARP que expresara la consistencia de ADP habría uno en ADP que demostraría esa consistencia, contra el teorema de Gódel (en la versión fuerte). Una posible escapatoria consiste en tratar de razonar por qué no se aplicarían al presente caso las condiciones que hacen pasar de la versión más débil a la más fuerte del teorema8. Otra salida posible sería encontrar razones para pensar que el sistema ideal mínimo es «menos potente» que ADP, una Aritmética reducida por consideraciones de complejidad com- putacional; el problema seria entonces determinar qué limitaciones de este tipo podrían estar aquí justificadas. 5. Reformulación de programas: la complejidad de una respuesta Pasemos ahora a la segunda cuestión. Como hemos dicho, Hilbert con- cibió los números como representaciones individuales, concretamente, sig- nos-tipo. Según esto, no cualquier secuencia específica de signos puede representar la secuencia de los números; concretamente, las secuencias de letras del alfabeto no valdrían, pues, por ejemplo, «abc» y «cab» son sig- nos distintos (también considerados como tipos, que es lo pertinente) pero 8. Esta es la via que se propone en DETLEF5EN (1986).
  • 10. 40 Daniel Quesada el número correspondiente habría de ser el mismo9. De modo que debe- mos restringirnos a secuencias construidas con un único elemento, por ejemplo «¡ ». Pero ¿cómo justificar esta restricción? O, más explícitamente, ¿cómo entender nuestra comprensión del concepto de número, o de los números particulares, en relación con ella? W. Tait ha ofrecido —en el importante articulo mencionado anterior- mente— una alternativa que puede llevar a consideraciones sobre los números a mi parecer mucho más iluminadoras. Según su diagnóstico, las dificultades provendrían precisamente de la concepción de los números como representaciones individuales en el programa finitista original. Este diagnóstico se comprenderá mejor con la exposición del análisis alternati- vo que propone Tait. Según Tait. la noción básica de la Aritmética es la de secuenciafinita o. lo que viene a serlo mismo, la de iteración de la operación de añadir un obje- to a una serie de objetos a partir de «cero objetos» (una situación en que no hay ningún objeto). Haciendo jugar a esta noción el papel fundamental adecuado, la reconstrucción del proceso cognitivo que lleva a la formación del concepto de número sería a grandes rasgos la siguiente. A partir de la presentación de objetos físicos en el entorno, el sujeto empieza a «ver» unos determinados objetos como una secuencia, es decir, comienza a discer- nir secuencias (nótese que los elementos de las secuencias son objetos físi- cos cualesquiera, dentro de los que pueden ser objeto de experiencia «coti- diana»). Hacer esto es captar laforma de esas secuencias o, dicho de otro modo, adquirir la noción de secuencia (finita), es decir, de iteración finita de una operación de añadir siempre «lo mismo» (en un sentido diferente al de identidad, es decir, una unidad)10. Me atreveré a sugerir, por mi parte, que en la «aprehensión» de esa forma, o en la adquisición de esa noción, tienen mucho que ver las palabras de número o sistema estructurado de denominaciones (de los números). En todo caso, lo que resulta de todo esto es que cada número indivi- dual, al igual que la noción general de número, no es una representación individual”, sino un concepto de conceptos: el (concepto de) 3, por ejemplo, 9. La relación entre números y signos, cuando disponemos del concepto de núme- ro, resulta ulteriormente iluminada por el método de aritmetización de la sintaxis pro- puesto por primera vez por Gódel que reduce la teoría de los signos a la de los números y además lo hace de un modo finitistamente aceptable, a saber, por razonamiento pri- mitivo recursivo. 10. Tait llama a esta noción lafor,na Número, utilizando terminología platónica. En realidad, su alternativa, tal como él la concibe, está impregnada de platonismo. Creo que ese platonismo no es inevitable. Uno podría adoptar una postura más «aristotéli- ca,,, viendo la captación de la noción de secuencia como la «aprehensión» de un tipo de entidad, algo uniforme presente en la realidad con la que el sujeto interacciona cau- salmente. El aire «cognitivista» de mi exposición se aparta también de las ideas de Tait. II. Dicho en la terminologia kantiana (pero corrigiendo también a Kant al respec-
  • 11. ¿Es la Matemática un lenguaje? 41 es «lo que ocupa el lugar de a (aquí un objeto concreto o quizás un signo) en una estructura que es como la estructura E (aquí una estructura, quizás de signos)». Ahora bien, si los números, en lugar de ser objetos individuales son conceptos de «segundo orden» (conceptos de conceptos). las afirmaciones sobre los números serán afirmaciones sobre tales conceptos; en cierto sen- tido, pues, afirmaciones de «tercer orden». Esto podría abrir la inesperada posibilidad de establecer un puente entre el programa finitista de filosofía de la Matemática y el programa logicista, tradicionalmente presentados como programas rivales e incompatibles. En efecto, investigaciones actua- les que pretenden revivir el programa logicista, renunciando a la idea fre- geana de que los números son objetos’2, analizan la «forma lógica» de los enunciados sobre números en términos de un lenguaje lógico de tercer orden’>. Así, según H. Hodes, un enunciado como (2) tendría la forma lógi- ca (3): (2) 4 es un número par (3) (Par X)Q4x)Xx) Podríamos leer así (3): «Tienen la propiedad (de orden 3) de ser par las propiedades (de orden 1) que tienen la propiedad (de orden 2) de que exac- tamente cuatro objetos las tienen (es decir, exactamente cuatro objetos tie- to): un número no es un objdo de la intuición; el contraste entre la posición de Hilbert y la propuesta de Tait es que no se capta primero una intuición, sino un concepto del entendimiento: la noción de secuencia o de iteración de una operación de añadir. Dadas las conexiones entre el programa hilbertiano y las ideas kantianas no es desca- bellado describir la situación en la terminología kantiana y puede servir para compren- der eí contraste de posiciones a los que la conocen y la encuentran útil. 12. En un artículo ya clásico, «WhatNumbers C7oulcl Not Be». Benacerrafargumentó convincentemente contra la idea de que los números son objetos. Frege se vio llevado (tal vez a su pesar, según indicios) a sostener esta idea en parte por dificultades en el desarrollo de su programa logicista de fundamentación de la Aritmética: cf las seccio- nes cruciales al respecto de Fundamentos de/a aritmética. (62-68). En un articulo de gran interés. «Logicism and fhe Ontological Co,nmittnents of Aridzmehc’>. H. ¡-todes examina críticamente los vericuetos de la trayectoria intelectual de Erege en esos decisivos momentos y explora las posibilidades de un logicismo renovado que evitara las tram- pas en que cayó Erege. Es a las ideas presentadas en este articulo a las que sobre todo me refiero en el texto. Como ahí insinúo, creo que bien pudiera suceder que el futuro de la filosofía de la Matemática esté en una conciliación del tipo de logicismo renovado propuesto por Hodes con un finitismo modificado en el sentido apuntado anterior- nientc. 13. En este sentido, pues. habría que matizar (aunque no cambiar) las conclusiones de la sección 2. El lenguaje sobre números es el lenguaje natural, pero la «forma lógi- ca» de esa parte del lenguaje natural —por contraste con otras panes mas simples— la daría un lenguaje de tercer orden.
  • 12. 42 Daniel Quesada nen esas propiedades de orden 1». (Se obtiene una lectura más «concep- tualista». substituyendo «propiedad» por «concepto»). No es éste el lugar de entrar en el significado o en la justificación de estas afirmaciones, ni de concretar en la posible ( e intelectualmente exci- tante) conexión entre el programa finitista y el programa logicista. Más directamente pertinente es mencionar también que la nueva tesis logicista propuesta por Hodes es que los enunciados matemáticos verdaderos son verdades lógicas de un lenguaje de orden superior. Si esto pudiera defender- se, sería entonces posible dar la siguiente respuesta afirmativa a la pregun- ta que se planteó al final de la sección 3: «Si. las verdades matemáticas son yerdades en virtud del significado (verdades conceptuales en un cierto sen- tido), puesto que son verdades lógicas»’4. De la perspectiva actual resulta por tanto que el intento de dar una res- puesta fundamentada a la mencionada pregunta —la interesante pregunta con la que finalmente sustituimos la pregunta original que da nombre a este artículo— implica una complejísima tarea en la que se combinan investigaciones matemáticas, conceptuales y empíricas. El turno de la investigación empírica llega cuando se ha llegado a una base más o menos firme como resultado de la investigación conceptual. Si ésta establece que en la base del concepto de número está el de secuencia finita, es la psicología cognitiva la que ha de investigar en primer lugar el modo en que se forma la noción de secuencia finita a partir de la experien- cia de secuencias finitas de objetos físicos (¿utilizando quizás modelos conexionistas?) completando así empíricamente lo que con Hodes podría- mos llamar la «microestructura dc nuestro acceso a los números». En definitiva, la resolución del importante problema de comprender cómo serescon nuestras capacidades cognitivas en el entorno en que están situados llegan a «levantar el edificio de la Matemática» implica la si- guiente «división del trabajo». La tarea filosófico-matemática (de «funda- mentación» de la Matemática) es indicar las nociones que sirven para re- construir finitisticamente la Matemática y probar los resultados mate- máticos pertinentes, suministrando así la «materia» (a saber, dichas nocio- nes) para la investigación cognitiva. El trabajo filosófico más general es, como hemos visto, asistir al proceso con clarificaciones conceptuales y enlazar la reconstrucción finitista con un programa semántico y epistemo- lógico más general. Claro que, si se ha entendido el espíritu naturalista dentro del que pro- pongo esa tarea, se habrá inferido que la semántica y la epistemología que propugno está también en clave naturalista y que se apartan, también res- pecto de la Matemática, de la empresa de buscar la certeza cartesiana. Pero así es, y así es como debe ser. 14. Naturalmente, esta respuesta lleva también implícita una determinada posición sobre la naturaleza de las yerdades lógicas.
  • 13. ¿Es la Matemática un lenguaje? 43 BIBLIOGRAFIA EFNACIIRRAI. P.: «What Numbers Could Not Be». Philosophical Review, 74, pp. 47-73. BooLoS. G., y JEFFREY. R.: Computabili¡y and Logic. Cambridge: Cambridge University Press, 1980. 2Y ed. CHOMSKY. N,: «Cambios de perspectiva sobre el conocimiento y el uso del lenguaje». Teorema, 15. 1985, pp. 11-71. CHOMSKY. N.: Knowledge of Languagct Nueva York: Praeger, 1986. DETLEF5EN. M.: Hilberts Program. Dordrecht: Reidel. 1986. FREGE, G.: Fundamentas de la aritmética. Barcelona: Laia, 1972. GARCÍA-CARPINTERO, Nl.: Mente y lenguaje. Una crítica a lo concepción de la teoría de/len- guaje de Chomslcv. En preparación. HODEs, 1-1.: «Logicism and the Ontological Commitments of Arithmetic». Journal of Philosophy, Sl. 1984, Pp. 123-149. KÓRNER. 5.: introducción a ¡afilosofia de la matemática, México: Siglo XXI, 196J. RLJSSEt.L. B.: TAu’ Principies of Mathematics, Londres: Míen and Unwin. 1964. SIBO, W «H~lbert Program Sixty Years Later». Journal of Symbolic Logic, 53. 1988. pp. 33 8-348. SIMPSoN. 5.: «PartialRealizations of Hilbert’s Program». Journal ofSymbolic Logic 53. 1988. TArE. W. W.: «Finitism», Jaurnal of Philosophy 78. 1981, Pp. 524-546.