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La Crónica de un Viaje Anunciado

Erase una vez…

La mañana del 25 de marzo de 2010, día donde la temperatura llegaba a 34°
grados Celcius anunciando que la Semana Santa estaba cerca, jueves víspera del
desplazamiento a Elías Piña, yo (Aura) luego de hacer un breve análisis sobre
todo lo transcurrido desde el primer día de clases (miércoles 3 de febrero de ese
año) hasta la fecha, me di cuenta que como organizadora del viaje había tenido
que lidiar con muchas dificultades para la realización de este proyecto de viajar a
la provincia más remota de la región del sur de nuestro país, a la vez, sentía una
gran satisfacción porque todo estaba listo, aún no imaginaba vivir dos últimos
inconvenientes. Pero no podía perder tiempo, debía realizar ciertas tareas, ese día
prometía ser largo.

Cumpliendo con mi papel de encargada, gestionaba que todos los clavos del viaje
estuvieran en su lugar. Comienzo poniéndome en contacto con una de las
integrantes de esta aventura, Ángela, ella me había comunicado el martes de esa
semana un inconveniente familiar, su madre posiblemente sería intervenida
quirúrgicamente. Después de varios intentos de comunicarme con ella para saber
el estado de su madre y su disponibilidad para el viaje, se me fue imposible
contactarla durante ese día. Aquí comienza mi angustia.

El día avanzaba, debía salir para el centro comercial Multicentro Churchill, donde
me encontraría con mi madre, quien realizaba la compra del mes de la casa; y con
mi amiga, hermana y compañera de esta aventura, Gisselle, quien amanecería en
mi casa. Eran las 9:00 PM cuando el trío de damas nos disponíamos a salir para
mi residencia. Una vez llegamos a la casa, nos comenzamos a arreglar todo lo que
nos íbamos a llevar para el viaje.
Hasta ese momento, Ángela no daba señales de vida, por lo que concluí: ‘‘Ella no
iría al viaje con nosotras’’. Inconveniente que se lo comunico a todas las demás
integrantes del grupo. Situación que generó una carga económica, porque
habíamos contratado un transporte para pagarlo entre todas. No obstante, se
presentaba otra dificultad. Paola, también miembro del equipo, comunicándome
por mensaje de texto, vía celular, que prefería ir a Elías Piña por su propia cuenta.
En ese momento me sentía acorralada, tenia una realidad que no se podía
suspender, el viaje debía llevarse a cabo. Había una responsabilidad que cumplir,
la cual asumí con entereza y valentía.

Eran alrededor de la 1:00 AM del 26 de marzo, día de la travesía, tanto Gisselle
como yo no podíamos dormir. La angustia nos mataba. Decidimos no informar
de la segunda situación a las demás, porque ellas tenían el derecho a dormir, de
cualquier forma se enterarían horas después. Al final logramos dormir un poco
más de una hora.

Suena la alarma, son las 4:00 AM, ¡es hora de levantarse! ‘‘Sentimientos encontrados
estábamos viviendo: preocupación, ansiedad, esperanza, serenidad’’. Inmediatamente
Gisselle y yo nos dispusimos a enviar mini mensajes de texto a las compañeras
que sí íbamos, con el fin de que se pusieran en acción, ya iniciaba el último
capítulo de la historia. Subsecuentemente, comenzamos a prepararnos: nos
bañamos, desayunamos (Sándwich de queso, jugo de limón para Gisselle y una
taza de leche para mí); pedimos el taxi. A todo esto, mi mamá estaba al pendiente
de nosotras, nos preparo la comida (Puré de papa acompañado de chuleta frita
sin hueso) que iríamos a comer al mediodía. Antes de que llegara el taxista, nos
despedimos de mis padres y escuchamos con mucha atención las
recomendaciones de mi mamá, fueron muchas, ya ni me acuerdo.
Una vez montadas en el taxi, nos dirigimos a nuestro punto de encuentro que
sería la intercesión formada por las avenidas 27 de febrero y Wiston Churchill,
específicamente el la acera del Banco BHD. En el trayecto, observando que las
calles estaban vacías, a penas se veían personas adictas a caminar temprano;
previo a llegar al lugar de partida, mis padres me hicieron 2 llamadas, ambas con
la misma finalidad: si había dejado los formularios de entrevistar a los internos,
estos los tenía otras de las compañeras del viaje, Ana, a la cual llame para
informarle que estábamos de camino. Pero las llamadas de mis padres no fueron
las únicas que recibí. Amanuelys (Mía, secretaria de la sección), a las 5:01 AM, ya
había arribado al punto de partida y nos comentaba que nuestro ‘‘Jet Privado’’
nos aguardaba en el lugar junto al Sr. Lucrecio, quien sería nuestro piloto durante
la ‘‘peregrinación’’ a Elías Piña. Mía fue junto al Sr. Lucrecio la primera en llegar.

Luego de una corta espera, a las 5:03 AM, Gisselle y yo fuimos las segundas en
hacer presencia. Inmediatamente saludamos a todos los que se encontraban allí:
el Sr. Lucrecio, Mía y su papá ,y otro señor que realmente no se quien era, pero si
sé que andaba con el padre de Mía; seguido del saludo, Gisselle procede a
informarle, con lujos y detalles, a la Secretaria de la sección lo ocurrido con
Ángela y Paola, mientras tanto yo estoy coordinando con nuestro ‘‘piloto’’ el
programa del viaje que sería: Visitar el Centro Penitenciario y al mercado de Elías
Piña, y algunas que otras paradas ‘‘estratégicas’’ en el trayecto.

A las 5:15 AM, Ana y Auilda fueron las terceras en llegar en un taxi. Sin perder
tiempo, nos acomodamos en el Jet Privado. Denil y Brigida (Brigitte) nos estaban
esperando más adelante, ambas amanecieron en el apartamento de la hermana de
Brigitte, localizado en la Av. 27 de febrero casi esquina Caonabo. Cuando
llegamos a donde se encontraban, nos detuvimos alrededor de 10 minutos. Con
la ayuda del Sr. Lucrecio subimos a la nave tres cajas de medicamentos, los cuales
íbamos a donar en el Cárcel, y los paquetes de comida para uso personal del viaje.
Una vez las chicas toman posesión de sus puestos en el Jet y pasan lista, se dan
cuenta de que faltan dos personas. Una vez más, Gisselle y yo tuvimos que dar
explicaciones de lo ocurrido y la angustia pasada.

Alrededor de la 5:30 AM, el peaje nos indicaba que estábamos en la apertura de
nuestra excursión hacia el sur profundo.

Durante el trayecto de ida a Elías Piña, íbamos es perfil tranquilo. Nos limitamos
a: beber chocolate caliente, hecho por la hermana de Brigitte; a tomar notas de
todo lo ocurrido, que por razones de discreción voy a omitir; a capturar imágenes
del paisaje, monumentos, instituciones públicas y, cuantas cosas nos llamara la
atención de cada pueblo que cruzábamos; a curiosear, reír, hablar, intercambiar
experiencias, algunas a dormir, comer, etc. Hicimos de la salida, un medio para
fortalecer lazos de cariño y hermandad.

Viajar al Sur profundo fue todo un evento nuevo para mí, pero en plan de
copiloto era una hazaña no antes vista. Razón por la cual, cuando llegamos a San
Juan tuvimos que pararnos dos veces a preguntar cuál era la ruta para llegar a
Elías Piña. Casi nos perdimos, era yo la guía.

Alrededor de las 8:45 AM, cuando ya se comenzaba a sentir el calor característico
de la Región, realizamos una parada estratégica en la gasolinera Esso de las Matas
de Farfán. Allí alimentamos al carruaje privado de combustible, hicimos un
cambio de aceite personal y nos comunicamos con Maricela (otra compañera del
grupo, quien nos esperaba en Elías Piña desde el día anterior en el hogar de su
prima) para informarle donde nos encontrábamos y, que esperará por nosotros
en el Centro Correccional.
¡Al fin! Luego de cuatro horas de camino, llegamos a Elías Piña. Inmediatamente
localizamos el Centro Correccional y de Rehabilitación de la provincia, lugar
donde ya nos aguardaba Maricela. Vestidas todas como si fuéramos a ir para un
funeral, formularios y Cédula en manos, hicimos entrada en la Cárcel. Nos
recibió el Encargado de Seguridad del Recinto, ya que el Director del Centro no
se encontraba en esos momentos allí por razones de una asignación especial,
según la conversación que sostuve con él por teléfono.

Dentro del Centro se presentaron situaciones incomodas con la compañera Paola
que, por el grado de conciencia y civilización de todas sólo quedo en intercambio
de palabras. Al final, cada una de nosotras puedo desarrollar el objetivo del viaje
impuesto por nuestro maestro, amigo ya, Mag. Pedro Sánchez, el cual era
entrevistar internos, analizar todos los aspecto (Psicológicos, sociales,
económicos, familiares, educacional, etc.) que inciden en la personalidad de cada
uno de ellos, observar la infraestructura del Centro, entrevistar a las autoridades
de la Cárcel, etc. Cada una de nosotras tuvo la oportunidad de conversar y saber
un poco más de la vida de tres internos.

Las autoridades de aquel lugar, en todo momento, se mostraron afables, abiertos
y siempre dispuesto a colaborar con nosotras, al punto de que nos habilitaron el
comedor, a fin de poder entrevistar los internos con mayor comodidad. Nosotras
devolvimos ese gesto de amabilidad de las autoridades y, en especial de los
presidiarios, con la entrega de medicamentos a la encargada de enfermería del
Centro.

El final del desarrollo de las conversaciones con los internos, tuvimos la
oportunidad de conocer el recinto: sus áreas de educación, enfermería, cocina,
almacén, taller de costura, biblioteca, oficinas administrativas, comedor, patio,
etc. Así como capturar imágenes de aquellos lugares, incluso pudimos comer
‘‘pan’’ que los propios internos elaboran. Cabe resaltar, yo fui la primera en
degustar.

Una vez terminado la primera fase de nuestra visita en Elías Piña, eran
aproximadamente las 1:30 PM, decidimos almorzar. Maricela nos ofreció la casa
de su prima para que descansáramos un poco y nos cambiáramos de ropa. Una
vez allí, compartimos la comida que habíamos llevado, el Sr. Lucrecio no se
puede quejar, lo teníamos atestado de comida.

Luego de una breve pausa, teníamos que ejecutar la segunda parte del viaje.
Fuimos al mercado del pueblo. Mientras Gisselle y yo veíamos que podíamos
comprar, las demás descansaban en el parque. No compramos gran cosa, nuestro
presupuesto estaba corto. Hubo un sobre giro en el pago del transporte, por
razones obvias.

Elías Piña, es como me lo imaginaba. Siendo ésta una provincia del sur profundo,
ubicada en la frontera, era de esperarse que fuera caliente, con poca vegetación,
llena de polvo y haitianos, hospitalaria (característica propia de los pueblos del
interior del país) y distante de toda civilización.

El día iba avanzando, el reloj marcaba las 2:38 PM, indicando que era hora de
marcharse.

En el trayecto de regreso a la urbe, nos encontramos con sucesos esperados pero,
no de forma tan seguida. Al salir de la provincia fronteriza hasta llegar a San Juan
y, quizás un poco más allá, autoridades de la uniformada nos detuvieron 13 veces
para chequear que no fuéramos agentes de contrabando. Estos tipos de
chequeos, según nos informaron, son característicos por la frecuente piratería de
la zona. Hay que decir que a partir del chequeo número 11, según argumentó
Denil, ya yo tenía el control con relación a las paradas militares. Sabía que decir y
como actuar para persuadir a los agentes a fin de que nos dejaran pasar sin
realizar ninguna exploración en nuestro Jet Privado.

Durante el retorno, nuestro estado anímico comenzó alto. Las risas no faltaron
en ningún momento, los comentarios picaros y jocosos hicieron presencia de
forma inesperada, pero acertadas; y ni hablar de los cantos hechos a capela por
todas, parecíamos amargadas de la bachata. Debo decir que estas jóvenes, en
principio, eran sólo simples compañeras de aula, gracias a esta experiencia
pasaron a ser algo más.

Nuestro deseo de algún día ir a la playa todas juntas no sólo se quedo en una
propuesta, a las 5:30 PM de manera súbita encontramos una, ubicada en un
punto de la carretera Azua – Baní. Nos detuvimos, tomamos fotos y, yo de
manera especial no podía dejar de mojarme los pies de la rodilla hacia abajo,
realmente mi intención era bañarme, pero no estaba preparada para eso, o mejor
dicho, ninguna lo estábamos.

La sorpresa del viaje fue Auilda, persona que creíamos tímida, porque era de
poco hablar. Hasta ese día eso fue así. En un momento del regreso, desde mi
posición de copiloto escucho la siguiente frase: ‘‘¡Se siente, a nivel!’’, ohh
sobresalto causó aquello, la señorita Auilda se había soltado, tomo confianza con
nosotras a tal punto que Ana quedo estupefacta, admitió que nunca la había visto
así de atrevida. A partir de aquel viaje, cada vez que la vemos la saludamos con la
anterior frase celebre.

Poco a poco nuestro perfil fue disminuyendo, ya se comenzaba a sentir el
cansancio del viaje y el trasnoche. Algunas de las compañeras se desplomaron
durmiendo.
Una vez entramos a Baní procuramos Las Marias (parador & dulcería). Esta
pausa era de carácter cultural, porque todo el que viaja al interior del país debe
regresar a la casa con una pasta de dulce para sus familiares, y eso fue lo que
hicimos.

Son las 7:08 PM, San Cristóbal nos decía que esta parte de la historia llegaba a su
fin. A partir de aquel momento comenzamos a coordinar cual sería la ruta para
que cada una llegáramos a nuestras casas. Por razones obvias, Mía fue la primera
en quedarse, ella vive en hatillo. La dejamos a un paso de su casa. Ya luego, a
sugerencia de Brigitte, nos quedamos Denil, Gisselle y yo en el apartamento de su
hermana, ubicado en la Av. 27 de febrero. Auilda y Ana siguieron con nuestro
magnífico y excelente piloto, el Sr. Lucrecio, hasta la intersección formada por las
avenidas 27 de febrero y Máximo Gómez. Auilda tomó el metro de Santo
Domingo con dirección a Villa Mella, lugar donde vive; Ana en cambio tomó un
vehículo público con ruta hacia la zona oriental.

Ya más tarde, 8:30 PM, Brigitte, en un gesto de amabilidad, nos condujo a
Gisselle y a mí hasta mi casa.

Para la tranquilidad reciproca de todas, cada una de nosotras cuando llegábamos
a nuestros hogares lo informaba vía mini mensajes de textos y con una nota de
agradecimiento.

Gisselle, amanecería en mi casa nuevamente, ambas estábamos cansadas y, sólo
queríamos darnos un buen baño y dormir. Pero como era de esperarse, mi madre
nos aguardaba para que les contáramos, con detalles y sin omisiones, todo lo que
habíamos vivido en el viaje, nosotras no podíamos negarnos a aquello. Mi mamá
desconocía del último inconveniente, al enterarse nos lleno de consejos para una
próxima.
El reloj marcaba las 10:17 PM, Denil nos comunica que había llegado a su casa
sana y salva. Ya en cama, Gisselle y yo nos quedamos dormidas mientras
reflexionábamos sobre el viaje, sus percances, jocosidades, ocurrencias,
anécdotas, el supuesto novio, y un tal suegro…

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  • 1. La Crónica de un Viaje Anunciado Erase una vez… La mañana del 25 de marzo de 2010, día donde la temperatura llegaba a 34° grados Celcius anunciando que la Semana Santa estaba cerca, jueves víspera del desplazamiento a Elías Piña, yo (Aura) luego de hacer un breve análisis sobre todo lo transcurrido desde el primer día de clases (miércoles 3 de febrero de ese año) hasta la fecha, me di cuenta que como organizadora del viaje había tenido que lidiar con muchas dificultades para la realización de este proyecto de viajar a la provincia más remota de la región del sur de nuestro país, a la vez, sentía una gran satisfacción porque todo estaba listo, aún no imaginaba vivir dos últimos inconvenientes. Pero no podía perder tiempo, debía realizar ciertas tareas, ese día prometía ser largo. Cumpliendo con mi papel de encargada, gestionaba que todos los clavos del viaje estuvieran en su lugar. Comienzo poniéndome en contacto con una de las integrantes de esta aventura, Ángela, ella me había comunicado el martes de esa semana un inconveniente familiar, su madre posiblemente sería intervenida quirúrgicamente. Después de varios intentos de comunicarme con ella para saber el estado de su madre y su disponibilidad para el viaje, se me fue imposible contactarla durante ese día. Aquí comienza mi angustia. El día avanzaba, debía salir para el centro comercial Multicentro Churchill, donde me encontraría con mi madre, quien realizaba la compra del mes de la casa; y con mi amiga, hermana y compañera de esta aventura, Gisselle, quien amanecería en mi casa. Eran las 9:00 PM cuando el trío de damas nos disponíamos a salir para mi residencia. Una vez llegamos a la casa, nos comenzamos a arreglar todo lo que nos íbamos a llevar para el viaje.
  • 2. Hasta ese momento, Ángela no daba señales de vida, por lo que concluí: ‘‘Ella no iría al viaje con nosotras’’. Inconveniente que se lo comunico a todas las demás integrantes del grupo. Situación que generó una carga económica, porque habíamos contratado un transporte para pagarlo entre todas. No obstante, se presentaba otra dificultad. Paola, también miembro del equipo, comunicándome por mensaje de texto, vía celular, que prefería ir a Elías Piña por su propia cuenta. En ese momento me sentía acorralada, tenia una realidad que no se podía suspender, el viaje debía llevarse a cabo. Había una responsabilidad que cumplir, la cual asumí con entereza y valentía. Eran alrededor de la 1:00 AM del 26 de marzo, día de la travesía, tanto Gisselle como yo no podíamos dormir. La angustia nos mataba. Decidimos no informar de la segunda situación a las demás, porque ellas tenían el derecho a dormir, de cualquier forma se enterarían horas después. Al final logramos dormir un poco más de una hora. Suena la alarma, son las 4:00 AM, ¡es hora de levantarse! ‘‘Sentimientos encontrados estábamos viviendo: preocupación, ansiedad, esperanza, serenidad’’. Inmediatamente Gisselle y yo nos dispusimos a enviar mini mensajes de texto a las compañeras que sí íbamos, con el fin de que se pusieran en acción, ya iniciaba el último capítulo de la historia. Subsecuentemente, comenzamos a prepararnos: nos bañamos, desayunamos (Sándwich de queso, jugo de limón para Gisselle y una taza de leche para mí); pedimos el taxi. A todo esto, mi mamá estaba al pendiente de nosotras, nos preparo la comida (Puré de papa acompañado de chuleta frita sin hueso) que iríamos a comer al mediodía. Antes de que llegara el taxista, nos despedimos de mis padres y escuchamos con mucha atención las recomendaciones de mi mamá, fueron muchas, ya ni me acuerdo.
  • 3. Una vez montadas en el taxi, nos dirigimos a nuestro punto de encuentro que sería la intercesión formada por las avenidas 27 de febrero y Wiston Churchill, específicamente el la acera del Banco BHD. En el trayecto, observando que las calles estaban vacías, a penas se veían personas adictas a caminar temprano; previo a llegar al lugar de partida, mis padres me hicieron 2 llamadas, ambas con la misma finalidad: si había dejado los formularios de entrevistar a los internos, estos los tenía otras de las compañeras del viaje, Ana, a la cual llame para informarle que estábamos de camino. Pero las llamadas de mis padres no fueron las únicas que recibí. Amanuelys (Mía, secretaria de la sección), a las 5:01 AM, ya había arribado al punto de partida y nos comentaba que nuestro ‘‘Jet Privado’’ nos aguardaba en el lugar junto al Sr. Lucrecio, quien sería nuestro piloto durante la ‘‘peregrinación’’ a Elías Piña. Mía fue junto al Sr. Lucrecio la primera en llegar. Luego de una corta espera, a las 5:03 AM, Gisselle y yo fuimos las segundas en hacer presencia. Inmediatamente saludamos a todos los que se encontraban allí: el Sr. Lucrecio, Mía y su papá ,y otro señor que realmente no se quien era, pero si sé que andaba con el padre de Mía; seguido del saludo, Gisselle procede a informarle, con lujos y detalles, a la Secretaria de la sección lo ocurrido con Ángela y Paola, mientras tanto yo estoy coordinando con nuestro ‘‘piloto’’ el programa del viaje que sería: Visitar el Centro Penitenciario y al mercado de Elías Piña, y algunas que otras paradas ‘‘estratégicas’’ en el trayecto. A las 5:15 AM, Ana y Auilda fueron las terceras en llegar en un taxi. Sin perder tiempo, nos acomodamos en el Jet Privado. Denil y Brigida (Brigitte) nos estaban esperando más adelante, ambas amanecieron en el apartamento de la hermana de Brigitte, localizado en la Av. 27 de febrero casi esquina Caonabo. Cuando llegamos a donde se encontraban, nos detuvimos alrededor de 10 minutos. Con la ayuda del Sr. Lucrecio subimos a la nave tres cajas de medicamentos, los cuales
  • 4. íbamos a donar en el Cárcel, y los paquetes de comida para uso personal del viaje. Una vez las chicas toman posesión de sus puestos en el Jet y pasan lista, se dan cuenta de que faltan dos personas. Una vez más, Gisselle y yo tuvimos que dar explicaciones de lo ocurrido y la angustia pasada. Alrededor de la 5:30 AM, el peaje nos indicaba que estábamos en la apertura de nuestra excursión hacia el sur profundo. Durante el trayecto de ida a Elías Piña, íbamos es perfil tranquilo. Nos limitamos a: beber chocolate caliente, hecho por la hermana de Brigitte; a tomar notas de todo lo ocurrido, que por razones de discreción voy a omitir; a capturar imágenes del paisaje, monumentos, instituciones públicas y, cuantas cosas nos llamara la atención de cada pueblo que cruzábamos; a curiosear, reír, hablar, intercambiar experiencias, algunas a dormir, comer, etc. Hicimos de la salida, un medio para fortalecer lazos de cariño y hermandad. Viajar al Sur profundo fue todo un evento nuevo para mí, pero en plan de copiloto era una hazaña no antes vista. Razón por la cual, cuando llegamos a San Juan tuvimos que pararnos dos veces a preguntar cuál era la ruta para llegar a Elías Piña. Casi nos perdimos, era yo la guía. Alrededor de las 8:45 AM, cuando ya se comenzaba a sentir el calor característico de la Región, realizamos una parada estratégica en la gasolinera Esso de las Matas de Farfán. Allí alimentamos al carruaje privado de combustible, hicimos un cambio de aceite personal y nos comunicamos con Maricela (otra compañera del grupo, quien nos esperaba en Elías Piña desde el día anterior en el hogar de su prima) para informarle donde nos encontrábamos y, que esperará por nosotros en el Centro Correccional.
  • 5. ¡Al fin! Luego de cuatro horas de camino, llegamos a Elías Piña. Inmediatamente localizamos el Centro Correccional y de Rehabilitación de la provincia, lugar donde ya nos aguardaba Maricela. Vestidas todas como si fuéramos a ir para un funeral, formularios y Cédula en manos, hicimos entrada en la Cárcel. Nos recibió el Encargado de Seguridad del Recinto, ya que el Director del Centro no se encontraba en esos momentos allí por razones de una asignación especial, según la conversación que sostuve con él por teléfono. Dentro del Centro se presentaron situaciones incomodas con la compañera Paola que, por el grado de conciencia y civilización de todas sólo quedo en intercambio de palabras. Al final, cada una de nosotras puedo desarrollar el objetivo del viaje impuesto por nuestro maestro, amigo ya, Mag. Pedro Sánchez, el cual era entrevistar internos, analizar todos los aspecto (Psicológicos, sociales, económicos, familiares, educacional, etc.) que inciden en la personalidad de cada uno de ellos, observar la infraestructura del Centro, entrevistar a las autoridades de la Cárcel, etc. Cada una de nosotras tuvo la oportunidad de conversar y saber un poco más de la vida de tres internos. Las autoridades de aquel lugar, en todo momento, se mostraron afables, abiertos y siempre dispuesto a colaborar con nosotras, al punto de que nos habilitaron el comedor, a fin de poder entrevistar los internos con mayor comodidad. Nosotras devolvimos ese gesto de amabilidad de las autoridades y, en especial de los presidiarios, con la entrega de medicamentos a la encargada de enfermería del Centro. El final del desarrollo de las conversaciones con los internos, tuvimos la oportunidad de conocer el recinto: sus áreas de educación, enfermería, cocina, almacén, taller de costura, biblioteca, oficinas administrativas, comedor, patio, etc. Así como capturar imágenes de aquellos lugares, incluso pudimos comer
  • 6. ‘‘pan’’ que los propios internos elaboran. Cabe resaltar, yo fui la primera en degustar. Una vez terminado la primera fase de nuestra visita en Elías Piña, eran aproximadamente las 1:30 PM, decidimos almorzar. Maricela nos ofreció la casa de su prima para que descansáramos un poco y nos cambiáramos de ropa. Una vez allí, compartimos la comida que habíamos llevado, el Sr. Lucrecio no se puede quejar, lo teníamos atestado de comida. Luego de una breve pausa, teníamos que ejecutar la segunda parte del viaje. Fuimos al mercado del pueblo. Mientras Gisselle y yo veíamos que podíamos comprar, las demás descansaban en el parque. No compramos gran cosa, nuestro presupuesto estaba corto. Hubo un sobre giro en el pago del transporte, por razones obvias. Elías Piña, es como me lo imaginaba. Siendo ésta una provincia del sur profundo, ubicada en la frontera, era de esperarse que fuera caliente, con poca vegetación, llena de polvo y haitianos, hospitalaria (característica propia de los pueblos del interior del país) y distante de toda civilización. El día iba avanzando, el reloj marcaba las 2:38 PM, indicando que era hora de marcharse. En el trayecto de regreso a la urbe, nos encontramos con sucesos esperados pero, no de forma tan seguida. Al salir de la provincia fronteriza hasta llegar a San Juan y, quizás un poco más allá, autoridades de la uniformada nos detuvieron 13 veces para chequear que no fuéramos agentes de contrabando. Estos tipos de chequeos, según nos informaron, son característicos por la frecuente piratería de la zona. Hay que decir que a partir del chequeo número 11, según argumentó
  • 7. Denil, ya yo tenía el control con relación a las paradas militares. Sabía que decir y como actuar para persuadir a los agentes a fin de que nos dejaran pasar sin realizar ninguna exploración en nuestro Jet Privado. Durante el retorno, nuestro estado anímico comenzó alto. Las risas no faltaron en ningún momento, los comentarios picaros y jocosos hicieron presencia de forma inesperada, pero acertadas; y ni hablar de los cantos hechos a capela por todas, parecíamos amargadas de la bachata. Debo decir que estas jóvenes, en principio, eran sólo simples compañeras de aula, gracias a esta experiencia pasaron a ser algo más. Nuestro deseo de algún día ir a la playa todas juntas no sólo se quedo en una propuesta, a las 5:30 PM de manera súbita encontramos una, ubicada en un punto de la carretera Azua – Baní. Nos detuvimos, tomamos fotos y, yo de manera especial no podía dejar de mojarme los pies de la rodilla hacia abajo, realmente mi intención era bañarme, pero no estaba preparada para eso, o mejor dicho, ninguna lo estábamos. La sorpresa del viaje fue Auilda, persona que creíamos tímida, porque era de poco hablar. Hasta ese día eso fue así. En un momento del regreso, desde mi posición de copiloto escucho la siguiente frase: ‘‘¡Se siente, a nivel!’’, ohh sobresalto causó aquello, la señorita Auilda se había soltado, tomo confianza con nosotras a tal punto que Ana quedo estupefacta, admitió que nunca la había visto así de atrevida. A partir de aquel viaje, cada vez que la vemos la saludamos con la anterior frase celebre. Poco a poco nuestro perfil fue disminuyendo, ya se comenzaba a sentir el cansancio del viaje y el trasnoche. Algunas de las compañeras se desplomaron durmiendo.
  • 8. Una vez entramos a Baní procuramos Las Marias (parador & dulcería). Esta pausa era de carácter cultural, porque todo el que viaja al interior del país debe regresar a la casa con una pasta de dulce para sus familiares, y eso fue lo que hicimos. Son las 7:08 PM, San Cristóbal nos decía que esta parte de la historia llegaba a su fin. A partir de aquel momento comenzamos a coordinar cual sería la ruta para que cada una llegáramos a nuestras casas. Por razones obvias, Mía fue la primera en quedarse, ella vive en hatillo. La dejamos a un paso de su casa. Ya luego, a sugerencia de Brigitte, nos quedamos Denil, Gisselle y yo en el apartamento de su hermana, ubicado en la Av. 27 de febrero. Auilda y Ana siguieron con nuestro magnífico y excelente piloto, el Sr. Lucrecio, hasta la intersección formada por las avenidas 27 de febrero y Máximo Gómez. Auilda tomó el metro de Santo Domingo con dirección a Villa Mella, lugar donde vive; Ana en cambio tomó un vehículo público con ruta hacia la zona oriental. Ya más tarde, 8:30 PM, Brigitte, en un gesto de amabilidad, nos condujo a Gisselle y a mí hasta mi casa. Para la tranquilidad reciproca de todas, cada una de nosotras cuando llegábamos a nuestros hogares lo informaba vía mini mensajes de textos y con una nota de agradecimiento. Gisselle, amanecería en mi casa nuevamente, ambas estábamos cansadas y, sólo queríamos darnos un buen baño y dormir. Pero como era de esperarse, mi madre nos aguardaba para que les contáramos, con detalles y sin omisiones, todo lo que habíamos vivido en el viaje, nosotras no podíamos negarnos a aquello. Mi mamá desconocía del último inconveniente, al enterarse nos lleno de consejos para una próxima.
  • 9. El reloj marcaba las 10:17 PM, Denil nos comunica que había llegado a su casa sana y salva. Ya en cama, Gisselle y yo nos quedamos dormidas mientras reflexionábamos sobre el viaje, sus percances, jocosidades, ocurrencias, anécdotas, el supuesto novio, y un tal suegro…