3. La educación es posible porque el hombre es una persona imperfecta y perfectible . El educando es una persona imperfecta que puede mejorar. Esta capacidad de ser educado es lo que se llama la "educabilidad ", característica típicamente humana. La educabilidad es una exigencia óntica que nace de nuestro ser. Es un impulso hacia el desarrollo de las capacidades de conocer y actuar, de aprovechar cuanto nos rodea, de relacionarnos con los demás. Pero además es una exigencia moral , responde a la insatisfacción de nuestro ser, al impulso de ser más, porque el hombre es un proyecto permanente de autodesarrollo que le impulsa siempre hacia adelante. De esta exigencia óntica y moral de la educabilidad, la EDUCACIÓN es un deber que surge frente a las otras personas, el derecho a que se permita desarrollar sus potencialidades. Mara Zudaire (Ismael Quiles Sánchez; Pedralba, Valencia, 1906 - Buenos Aires, 1993).
5. El hombre es un ser imperfecto pero perfectible, que tiene la capacidad y el impulso interno de educarse para conseguir la perfección. Ésta característica propia del hombre se llama educabilidad. El hombre puede, quiere y necesita ser educado, es conciente de su imperfección y elige libremente la educación. La educabilidad aparece al hombre tanto como una exigencia óptica, un impulso innato previo a la educación que surge cuando este se hace conciente de su capacidad de perfección, como una exigencia moral, que surge desde el exterior, desde la sociedad. Se nos presenta como una “norma” que debemos cumplir, que nos trasciende y no depende de nosotros. El hombre es una “proyecto” a desarrollar. Cada uno esta lanzado desde su interior para alcanzar a ser su propio “proyecto ideal” Carolina Mc Lean La educación es un derecho y un deber .
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7. Educabilidad es la capacidad de ser educado, es desarrollar las potencialidades del hombre, intencionadamente, para alcanzar lo más posible su ideal de perfección. Esta “capacidad” del hombre existe por ser persona imperfecta pero perfectible. En una palabra sólo el hombre tiene la cualidad de la “educabilidad” como individuo y en una sociedad. La base o fundamento óntico o real de la educabilidad es SER PERSONA IMPERFECTA. Esta se manifiesta ante todo como una exigencia de nuestro ser mismo. Sentimos desde el fondo del ser, un impulso hacia el desarrollo de las propias posibilidades, nos inclina con fuerza a desarrollar más ser, más capacidades de conocer y de actuar, más capacidades de hacer y de valer. Es un impulso innato, un impulso óntico , previo a toda educación. Por otro lado la educabilidad es una exigencia moral , ya que se nos presenta como una norma que debemos cumplir, pues yo experimento un mandato interior, que yo solo no puedo ni evitar ni callar impunemente, que no dependa de mí y parece trascenderme a mí mismo. El hombre es proyecto, porque algo desde adentro lo impulsa siempre hacia delante. La educabilidad es a la vez en el hombre, por ser una persona imperfecta pero perfectible, una exigencia óntica y una exigencia moral. Un derecho y un deber. Alemán Celia
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9. Los sujetos de la Educación Personalista ¿Es correcto distinguir a la filosofía, a la educación y a la persona, definiéndolos y relacionándolos? La respuesta es sí. Los presupuestos filosóficos son necesarios y fundamentales para todo sistema de educación, porque estos están basados en una imagen previa del hombre. Toda educación presupone una filosofía sobre el hombre y, a su vez, una acertada concepción del mismo será la causa de los resultados en un sistema educativo. Se podrá entonces hacer un análisis del hombre, como sujeto de la educación , en un doble aspecto: quien recibe la educación (educando) y quien brinda la educación (educador) . Uno puede preguntarse ¿Qué es la educación? Es el proceso o desarrollo del hombre intencionalmente dirigido a perfeccionarse en la propia línea de sus actos. Y ahora bien, ¿por qué el hombre solamente es capaz de ser educado? Por el hecho de ser persona. Esta misma, con una intención, posee un movimiento propio desde su ser-en-si para ir hacia su propio Ideal, Dios y hacia su perfección. A su vez, el ser humano actúa desde su centro interior, con conciencia y libertad, dándose cuenta y asumiendo el desarrollo que va adquiriendo. Podrá advertirse y observarse que el humano no es un ser perfecto, pero si perfectible . Es imperfecto porque no está totalmente hecho o acabado, “le queda mucho por hacer”. La persona tiene conciencia de sus propias limitaciones . Somos perfectibles porque somos capaces de evolución, desarrollo o perfección en todos los aspectos de nuestro ser. Este problema se soluciona con la “ educabilidad” . Esta es la capacidad de ser educado, de desarrollar las potencialidades del hombre, intencionalmente, para alcanzar lo más posible su ideal de perfección. El fundamento de esta educabilidad es justamente, la imperfección. El ser imperfecto supone dos exigencias: la óntica y la moral . La primera es un derecho, la segunda un deber. La exigencia óntica del ser es un impulso interior de la persona a querer recibir. La exigencia moral es un mandato que se nos hace consciente al comparar nuestro ser actual con el proyecto Ideal, al cual sentimos obligación de acercarnos. Hasta ahora hemos analizado la perspectiva del alumnado. Pero… ¿Quién es el que educa? La respuesta es: todos. Todos somos educadores . ¿Qué es ser educador? Ser educador es quien coopera en el desarrollo de las cualidades de otra persona con la intención de que se perfeccione en la línea de persona humana. El ser educador también posee las mismas exigencias, óntica y moral. La exigencia del ser es el impulso a comunicar a los demás nuestros conocimientos y nuestra experiencia. La otra exigencia moral es el deber que se siente, la responsabilidad de educador, enseñar, participar, orientar y fortalecer. Todo hombre es por su naturaleza humana educador y educando, con una exigencia moral como hemos expuesto, que le ha de pedir que ejerza lo que cada uno de estos posee como verdadero regalo de Dios: el poder enseñar y el poder aprender . Sepamos valorar estos dones y obsequios que provienen del Padre. No nos olvidemos que la educación nos plenifica, nos hace personas, nos perfecciona continua y permanentemente. La autora Florencia Bevilacqua nació el 30 de Julio de 1992 en Buenos Aires, Argentina. Hizo sus estudios primarios y secundarios en FASTA San Vicente de Paúl, Capital Federal. Desde pequeña siempre ha manifestado gran interés en colaborar y mejorar la condición educativa de su país. Estudió en la Pontificia Universidad Católica Argentina, la carrera de Ciencias de la Educación. Encontró su verdadera vocación. Comenzó entonces a escribir diferentes libros sobre el tema que acucia a la sociedad argentina: la educación. El presente ejemplar se desarrolla como una guía fundamental a tener en cuenta en la planificación de la Educación en cualquier lugar. Brinda una perspectiva olvidada sobre los sujetos de la misma.
10. Para hablar de educación, Quiles resalta la importancia de definir al hombre como persona, refiriéndose a un “ ser en sí ”, con intencionalidad e interioridad . Una vez asumido este concepto, pasa a nombrar a la educación como proceso permanente , en que intervienen dos sujetos: educando y educador . Al primero, por ser “imperfecto pero perfectible” o incompleto pero con posibilidad de mejora, le atribuye la educabilidad o capacidad de superarse y perfeccionarse; capacidad que se fundamenta en el impulso natural o necesidad hacia la mejora ( fundamento óntico ), y en el mandato interior, que nos remite a una exigencia superior ( fundamento moral ). De ambos fundamentos se derivan el derecho y deber que tiene la persona a la educación, y que el educador intentará respetar y hacer cumplir. Ahora bien, el educador no sólo presta un servicio al ayudar al desarrollo de otro, sino que responde al impulso de comunicar sus conocimientos y experiencia por participar de una comunidad. Entonces, se suma a la exigencia o deber moral de ayudar al prójimo, la exigencia óntica del desahogo comunicativo. Así, en el proceso educativo, se da un crecimiento o perfeccionamiento tanto en el educando como en el educador. Juana Arevalo