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La gran crisis del futuro: ausencia de identidad y de
                  sentido. (Víctor Frankl
        El educador de la fe, por otro lado, sabe que su acción se une a la misteriosa
presencia operante del Espíritu, y “no confunde la acción salvífica de Dios, que es pura
gracia, con la acción pedagógica del hombre”. Sin embargo, en tanto descubre modos
de proponer más efectivamente el Evangelio en el corazón de sus destinatarios, el
educador de la fe mira con discernimiento los resultados y las investigaciones de la
pedagogía. Si consideramos nuestro siglo, veremos que la catequesis se ha visto
renovada y enriquecida con los aportes de variadas corrientes pedagógicas que,
finalmente, han sido asumidas en lo mejor de sí para ser incluidas en el acervo cultural
de la Iglesia. Por tanto existe una deuda con tantos catequistas y profesores de religión,
que de modo arduo y silencioso promovieron nuevas y fecundas síntesis pedagógicas al
servicio de la educación de la fe. Tal vez no podía ser de otro modo cuando, como
cristianos, hemos sido invitados por Pablo a probarlo todo y quedarnos con lo bueno (1
Tes 5, 21). Por ello podemos concebir de modo dinámico a una metodología
catequística sana, como un área abierta críticamente a los aportes que aparecen en el
bullante mundo de la pedagogía, gracias a lo cual la catequesis puede enriquecerse de
gran manera.

       Si queremos ser fieles a este proceso continuo de examen crítico, sugerido por
Pablo, debemos situar apropiadamente la metodología catequística antes de asumir los
Proyectos de Aula en nuestra práctica escolar.

OBJETIVO GENERAL

       Brindar a los profesores de religión nuevos aportes en el ámbito de la motivación
y desarrollo de técnicas metodológicas mas relacionadas al actual interés de aprendizaje,
procurando una mayor participación de los alumnos a través de diversas actividades.
Propiciar un mayor desarrollo y adquisición de estrategias de aprendizaje junto a la
Necesitar de la intervención de un docente creativo con materiales y recursos variados.

LA CONTRIBUCIÓN DE LA CLASE DE RELIGIÓN

Importancia de la Religión en la Educación

        El rápido esbozo que hemos expuesto sobre la educación religiosa nos permite
visualizar dos tendencias que se han dado en nuestro país. La primera asume que la
religión es parte importante de las vivencias y experiencias humanas y, por eso, debe ser
incorporada a la educación. La otra subraya que la dimensión religiosa puede ser
importante para algunos, pero que eso se debiera vivir y expresar en el ámbito privado y
de lo estrictamente personal, de manera que no es necesario y tal vez inconveniente que
exista la asignatura de religión en la escuela pública.

        Para la Iglesia, la enseñanza de religión, tanto en las escuelas confesionales
como en las así llamadas públicas, al menos como ofrecimiento, es sumamente
importante, no tanto porque sea una especie de autojustificación o reafirmación de su
naturaleza y misión como entidad evangelizadora, sino porque la dimensión religiosa
constituye un elemento importante y fundamental de la persona humana y de su
proyección en el mundo y en la historia.
En efecto, siempre en los más diversos pueblos y sociedades que se han
organizado en la historia de la humanidad, la dimensión religiosa ha estado presente de
manera fundamental. La referencia a Dios como Ser supremo es permanente e incluso
ha habido diversos intentos de organizar algunas sociedades de manera teocrática. El
fenómeno del ateísmo y del agnosticismo, tan de moda actualmente en nuestro país, son
representaciones muy recientes en la historia de la humanidad. Es cierto que cuando
hablamos de religión en las culturas es muy probable que hagamos referencias a
símbolos, representaciones, vivencias y conceptualizaciones muy distintas, pero todas
ellas tienen en común que se trata de un intento de ofrecer una determinada cosmovisión
y una determinada respuesta al encuentro a veces dramático entre la inmanencia del ser
humano y su aspiración y deseo de trascender a una mayor plenitud que se conecta
necesariamente con el encuentro con su Creador. Esto es lo que llamamos experiencia
religiosa, lo cual se traduce en una determinada religiosidad.

        Desde esta perspectiva, una verdadera educación que aspira efectivamente a
entrar en profundidad en lo que significa formar a la persona humana en su totalidad no
puede sino que incorporar la dimensión religiosa en todos sus procesos. Si no es así se
arriesga una educación truncada, sesgada, insuficiente y, por eso mismo, absolutamente
inadecuada a las necesidades de los estudiantes.

       La dimensión espiritual del ser humano no es un invento de una mente
enfermiza; es la expresión del anhelo de infinito, de trascendencia, de conexión vital
con el Creador. Pero como expresión de una realidad humana, como tantas otras, es
susceptible de desarrollo y crecimiento; por consiguiente, es una dimensión educable.

        La enseñanza de religión necesariamente tiene que intentar una formulación
coherente de lo que significa esa determinada religión. Sería una experiencia inútil si
tratáramos de evadir la responsabilidad de dar una visión racional de lo que es la
experiencia religiosa y de cómo ésta se organiza para ofrecer la vinculación vital del ser
humano con su Creador. En palabras de San Pedro, tenemos que dar razón de nuestra
esperanza (1Ped 3,15) para que lo auténticamente religioso salga de la esfera de lo
esotérico, de lo mágico, de lo metahistórico para que aterrice y se asiente en lo
verdaderamente humano.

        La tradición judeo-cristiana tiene una larga experiencia acerca del encuentro
maravilloso del hombre con Dios en la historia. El pueblo elegido fue evolucionando en
su concepción de Dios desde el Dios que conducía una tribu de pastores, el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, hasta el Dios que se revelaba como Yahveh, como “Yo
Soy el que Soy”, el que se muestra en la historia de su pueblo como aquel que está
constituyendo y salvando a su pueblo permanentemente. Es, en definitiva, el Dios que
hace alianza con su pueblo.

       El cristianismo continúa con esta lectura de Dios y agrega el hecho inesperado
que Dios se hace creatura y entra irrumpiendo en la historia humana para hacer allí una
alianza definitiva en la que la tensión entre lo trascendente y lo inmanente, entre lo
divino y lo humano, se resuelve para siempre en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre.

        Vistas así la cosas, como Dios toca y acaricia lo auténticamente humano en su
Hijo Jesucristo, es evidente que una realidad tan intrínsecamente humana como su
actuar, sus operaciones y su conducta, tenga que estar necesariamente asumida en ese
diálogo permanente entre Dios y los hombres que la religión está llamada a articular y a
organizar. Aquí es donde vemos que lo religioso se conecta de manera irrenunciable con
lo ético, con la moral y con las conductas humanas. Esto es tan fuerte y dramáticamente
presente en la experiencia religiosa que Dios, al revelarse a Moisés en el Monte Sinaí,
estableció una alianza en la que su pueblo escogido se comprometía a cumplir el
Decálogo, como único medio para verificar la fidelidad de ese pueblo a la alianza
contraída con Dios.

       La estrecha conexión entre religión y conducta moral es expresión de la cercanía
y preocupación de Dios por sus criaturas. A Él no le es indiferente cuánto haga y realice
el hombre, porque en sus obras la persona humana se actualiza, se desarrolla, crece o se
destruye, o se aplasta, o se aniquila en una dinámica autodestructiva que lo aleja de su
vocación a la plenitud que se da en la comunión con su Creador.

       Por este motivo, una educación religiosa tiene que abordar la dimensión ética y
moral que busca responder a la pregunta ¿qué debo hacer? ¿cómo debo actuar en la
vida? ¿a partir de qué criterios, de qué valores debo actuar? ¿tiene sentido buscar el
bien?

        A la hora de formular algunas pistas para abordar el tema de cómo la educación
religiosa ayuda a la formación ética en valores, me parece que necesariamente se deben
asumir las siguientes cuatro dimensiones que están claramente presentes en la ERE:

• La persona humana en relación con su Creador: Es evidente que la religión intenta
adecuar la relación del hombre con Dios, pero en el orden ético esta relación también
tiene implicancias, ya que es la que permite articular el resto de las relaciones. A partir
de las enseñanzas de Jesús, la categoría que mejor define este tipo de correspondencia
es la filiación , es decir, el que la persona humana se comprenda como hijo que recurre a
su Creador como Padre . De esta forma, las conductas y modos de obrar del hombre en
relación con Dios debieran estar determinadas por esta filiación.
• La persona humana en relación con los demás: No hay acción humana que se haga
prescindiendo de las otras personas; el hombre no está solo en el universo; está con
otros e interactúa con ellos. De aquí, entonces, emerge la pregunta acerca de qué
categoría es la que puede regular la relación entre los seres humanos. Nuevamente la fe
en Jesucristo propone una vía de solución: si somos hijos de un mismo Padre, entre
nosotros necesariamente tenemos que ser hermanos . La fraternidad es la categoría que
puede y debe regular las relaciones entre los hombres. Esto no es solamente importante
para las relaciones entre dos personas, sino también en cómo la persona puede y debe
intervenir en la sociedad en la que se encuentra inmerso; la búsqueda del bien común
será un objetivo realizable en la medida que se entienda como la búsqueda del bien para
los hermanos.
• La persona humana en relación consigo mismo: Una de las crisis más agudas de la
sociedad contemporánea es la pérdida del sentido de sí mismo. La pregunta de cómo me
relaciono conmigo mismo no es inútil, ya que condiciona el cómo me relaciono con los
demás. No por casualidad Jesús, siguiendo al Levítico, nos invita a amar al prójimo
como uno se ama a sí mismo (Mt 22,39), dando así una concretización admirable a lo
que significa ser hermano de los demás.
• La persona humana en relación con el cosmos: La tradición judeo-cristiana ha
comprendido siempre que la creación entera ha sido puesta en las manos de los hombres
por Dios mismo, no para que la destruya sino para que allí pueda desplegarse, crecer y
multiplicarse. Allí el hombre puede ejercer su señorío , pero respetando sus anteriores
relaciones de hijo y hermano; así se podrá perseverar y cuidar lo que Dios le ha
encargado de cuidar para su propio bien. Esto permitirá situar en su justa medida las
intervenciones que el hombre pueda realizar en el medio ambiente, sin destruirlo o
modificarlo de manera sustantiva.

Algunas urgencias en la formación de valores

Siguiendo los principios antes enunciados, me aventuro en la osadía de proponer
algunos puntos que me parecen urgentes en la formación de valores.
• No debemos olvidar la formación de las virtudes humanas. Las generaciones nuevas
corren el riesgo de diluirse en una búsqueda desesperada de lo efímero, de lo sensible,
de la imagen fugaz, sin ninguna referencia a aquello que realmente hace crecer,
ennoblecer y enriquecer al género humano. Las tradicionales virtudes del esfuerzo, la
honestidad, la fortaleza y tantas otras ofrecen un sendero a veces arduo, pero eficaz para
que la persona humana florezca y se despliegue de acuerdo a la verdad de sí misma.
• La búsqueda del bien común debe animar el verdadero sentido cívico: A diario vemos
como distintos agentes sociales nos desilusionan por actitudes que no se condicen con la
de un servidor público. El sentido cívico no es tarea de algunos; es un llamado para que
todos actúen en la sociedad promoviendo y buscando lo que realmente beneficia a la
comunidad.
• Hay que superar la dicotomía entre moral religiosa y moral laica, entre moral de una
confesión y moral autogenerada. La moral no puede privatizarse, ni tampoco es objeto
de una revelación oculta y desconocida. La moral y la ética tienen sentido porque
responden a la condición humana y es posible, por medio de la razón, articular un
discurso ético en el que todos se vean retratados. No existe la moral de grupos que sea
ajena o distinta a la que viven otros seres humanos. La búsqueda del bien no es tarea de
algunos; es de todos y todos lo pueden reconocer.
• La resolución de conflictos en la sociedad es posible en la medida que haya un
sustento ético. Lamentablemente a diario vemos como explotan diversos conflictos
violentos fuera y dentro de nuestro país. La tensión, diferencias de opinión y
divergencias es normal en una sociedad, pero lo que no puede aceptarse es que se
intente resolverlos por acciones violentas, autoritarias o impositivas de un grupo contra
otros.

Conclusión

El desafío de la educación religiosa no es solamente presentar adecuadamente un
conjunto de verdades que permita a los destinatarios estar más convencidos que su
religión es la mejor o la correcta. Se trata de algo más profundo y tal vez difícil. Debe
intentar descubrir que la religión tiene que ver con Dios y con los hombres, con la vida
futura y también con la vida presente, de manera que el actuar cotidiano se vea
iluminado por la relación con Dios. De esta forma, la educación religiosa ayudará a
conocer más y mejor a Dios, a reflexionar acerca de cómo actuar en la vida; en
definitiva, a generar los adecuados y verdaderos valores que deben animar la
construcción de la paz en todo tiempo y lugar.
Caminos de discernimiento conducentes a una identidad.

La misión del profesor de Religión


1.     La misión del profesor de Religión está enmarcada en un sistema educativo hoy
       en reforma y se realiza en la escuela, en esa escuela que hoy también se
       replantea.

2.     La asignatura en el curriculum escolar es «Enseñanza de la Religión Católica».
       Hay una clara distinción entre la Enseñanza de la Religión y la Catequesis que es
       la transmisión del mensaje evangélico, una etapa de la evangelización.

       La distinción estriba en que la Catequesis, a diferencia de la Enseñanza
       Religiosa Escolar, presupone, ante todo, la aceptación vital del mensaje cristiano
       como realidad salvífica y en que, su lugar específico, es una comunidad que vive
       la fe en un espacio más vasto y por un período más largo que el escolar. Es
       decir, toda la vida.

       La Clase de Religión, en cambio, trata de hacer conocer lo que constituye la
       identidad del cristianismo y lo que los cristianos, coherentemente, se esfuerzan
       por realizar en su vida, contribuyendo a reforzar la fe y a subrayar el aspecto de
       racionalidad que distingue y motiva la elección cristiana del creyente y la
       experiencia religiosa del hombre en cuanto tal.

       De esta manera, la clase de Religión, al igual que la Catequesis, se inserta en la
       función evangelizadora de la Iglesia, favoreciendo y promoviendo una
       educación en la fe.

       El Magisterio reciente ha insistido en este aspecto esencial: «el principio de
       fondo que debe orientar el trabajo en este delicado sector de la pastoral, es el de
       la distinción y el de la complementariedad entre la enseñanza de la Religión en
       el sistema escolar y la catequesis».

3.     Nos preocupa e interesa, el que vosotros, en su afán evangelizador y, en la
       medida que sea oportuno en la sala de clases, tomen en cuenta y consideren con
       respeto la religiosidad popular, procurando no quedarse en lo externo o
       folklórico, sino que tratando de aprender, para poder así profundizar y orientar,
       responsablemente, en este tipo tan importante de religiosidad. Así el proceso de
       evangelización será más pleno e inculturado.

4.     «La enseñanza de la religión debe, por lo tanto, distinguirse en relación a los
       objetivos y criterios propios de una estructura escolar moderna. Esta enseñanza
       debe ocupar un puesto digno entre las demás asignaturas; se desarrolla según un
       programa propio; busca útiles relaciones interdisciplinarias con las demás
       materias, de tal manera que se realice una, coordinación entre el saber humano y
       el conocimiento religioso; junto con las otras enseñanzas tiende a la promoción
       cultural de los alumnos y emplea los mejores medios didácticos en uso en la
escuela de hoy».

5.   Apoyados en estas palabras que la Congregación para la Educación Católica nos
     dice a través del Documento Magisterial «Dimensión religiosa de la Escuela
     Católica...,» nos parece de absoluta necesidad recordar, estimados Profesores de
     Religión, las cualidades humanas y profesionales que debe trabajar por poseer
     todo profesor de Religión:

     Preparado, responsable, cumplidor, actualizado en las ciencias humanas y
     pedagógicas, en continua formación y retroalimentación, a fin de ir poniendo al
     servicio denlos niños las últimas técnicas y los más eficientes estilos de
     aprendizaje. Una revisión continua de sus métodos, del lenguaje y de los medios
     de trasmitir el Mensaje es, elementalmente, una obligación profesional y ética.
     La repetición rutinaria y la improvisación irreflexiva van en desmedro del
     quehacer profesional y reflejan una falta de ética profesional y un pecado social,
     al privar a los alumnos de recibir la Buena Nueva con la novedad que ella
     merece.

6.   Esta acabada profesionalidad se demuestra en la preparación competente y
     actualizada, en una propuesta de la asignatura en términos abiertos, de diálogo
     interdisciplinario, en la participación en todos los quehaceres escolares que
     redunden en beneficio de los alumnos, en la generosa disponibilidad frente a
     requerimientos de ayuda por parte de colegas y alumnos, trabajando en equipo,
     en la clara postura crítica ante comportamientos y actitudes reñidas con la ética y
     valores evangélicos.

7.   En una educación integral, la Enseñanza de la Religión colabora, positivamente,
     en el proceso educativo, proponiendo la verdad cristiana. La labor los profesores
     de religión, por lo tanto, debe sumarse a la acción de los Profesores de otras
     asignaturas, trabajando en equipo con todos ellos, especialmente con el Profesor
     Jefe, el Orientador, el equipo Directivo.

     Es por eso que junto a su vida de fe y a sus cualidades morales, deben mostrar su
     calificación técnica y profesional. Se les respetará también por eso.

8.   El Profesor de Religión, como profesor, debe entender que su profesionalidad,
     pasa también por la vida asociativa y gremial. La pertenencia y la participación
     en asociaciones deben convertirse en ocasiones propicias para aportar y
     enriquecer, desde la doctrina social de la Iglesia, el esfuerzo cristiano a la
     solución de los muchos problemas que aquejan al gremio de profesores al que
     pertenecen. En este campo, deben ser capaces de elevar el discurso y, junto con
     velar por los derechos de sus pares, cuidar por el cumplimiento de los deberes
     propios de la profesión, teniendo como margen los derechos de la comunidad
     educativa y, dentro de ella, el derecho de los niños a recibir una educación de
     calidad en un ambiente educativo armónico.

9.   Es también su profesionalismo quien les exige enmarcarse dentro de las
     normativas legales propias del gremio. Deben conocer sus derechos y hacerlos
valer, pero también deben conocer y cumplir con rigurosidad sus deberes.

10.   Todos estos requisitos profesionales son comunes a todos los profesores. Pero, la
      especificidad como profesores se da a la asignatura que realizan: Religión. Esta
      le da a la profesionalidad una connotación que exige un carisma ya diseñado por
      el mismo Jesús al mostrarnos el aprecio a la misión a la que destinó a sus
      apóstoles y de donde podemos deducir también, el perfil que deberán tener todos
      los que enseñan en su Nombre:

      Al enviarlos a las ciudades y aldeas a hacer experiencias de evangelización,
      esbozó su figura»

      «Como el Padre me envió a Mí, Yo también los envío».

      «No son vosotros los que me eligieron, sino Yo el que los elegí»

      «Y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea abundante».

      «Serán mis testigos... hasta los confines de la tierra».

11.   Es por eso que la Iglesia espera que los profesores de religión, queridos
      educadores dé la fe, trabajen por plasmar en su corazón y en su vida,
      preferentemente, las siguientes cualidades y virtudes»

      a) Rica Personalidad Humana:
      Deben abocarse al empeño permanente por lograr una personalidad rica y
      equilibrada, abundante en cualidades como la comprensión, el respeto, la
      acogida, el sentido de la Justicia, la amistad, la cordialidad, el interés por los
      demás, el espíritu de servicio. Esforzarse por integrarlas, al menos
      como potencialidades fruto de una vida interior rica y de una constante ascesis
      en ese Sentido.

      b) Deben enriquecer estos rasgos y dotes humanos con las virtudes y valores
      evangélicos: la caridad, la esperanza, la mansedumbre, la búsqueda de la
      paz, la limpieza del corazón, entre otras.
      El camino al que están llamados es el camino de la santidad. Ese debe ser el
      límite: la Santidad. Para ello cuentan con la gracia de Dios.

      c) Deben tener su propio Proyecto Personal de Vida:
      Para quien ha hecho de su vida un apostolado, desplegando una actividad
      educativa con la enseñanza de la Religión, un Proyecto Personal de Vida es
      requisito indispensable para una coherencia entre el ser y el quehacer.

      Tal proyecto debe concretizarse teniendo en cuenta:
      - La centralidad en Cristo, que se manifiesta a través de una vida cristiana
          coherente con el Evangelio.
-   La vida Sacramental y oración frecuentes.
-   La búsqueda de una espiritualidad que les permita la necesaria armonía entre
    el trabajo apostólico y la vida interior.

d) Es absolutamente necesario que sean TESTIGOS.
La riqueza que se desprende de una rica y equilibrada personalidad humana y de
un proyecto de vida personal centrado en Cristo, hará posible y creíble el
testimonio de vida del Profesor de Religión. El ser un testigo de Jesús entre sus
alumnos y en la escuela toda, será el medio más eficaz para que sean acogidos y
respetados entre sus colegas, para que la Religión como asignatura influya en el
contexto curricular y pedagógico y especialmente para lograr el cambio de
actitud y de conducta de sus alumnos y la conversión de sus vidas al Señor.

e) Deben ser Personas de Iglesia
Lo que significa en gran medida fidelidad y adhesión irrestricta a sus Pastores.
Plena comunión con ellos.
El rol que el Profesor de Religión desempeña en su escuela, es
fundamentalmente, eclesial.

La Iglesia, en la persona del Pastor, atendiendo a su idoneidad profesional y
cristiana, les da un mandato y los envía al amplio y fecundo campo de la
escuela. Ahí despliegan su vocación cristiana ejerciendo su Ministerio y
testimoniando su pertenencia y fidelidad a la Iglesia de Jesucristo.

Es por esa eclesialidad también que su acción pedagógica y su obra pastoral
deberán estar en concordancia con la pastoral educativa de la diócesis.

Es también esta eclesialidad la que lo motiva a vincular lo educativo con la vida
que se gesta al interior de la Iglesia, como también con el compromiso que ella
despliega para la construcción del Reino bajo el impulso del Espíritu. Es decir,
sólo siendo fieles a la Iglesia podrán insertar su acción evangelizadora en la
pastoral de conjunto de la diócesis.

f) Deben ser evangelizadores de nuestra cultura.
Para evangelizar nuestra cultura, deberán insertar la fe en esa cultura nuestra.

La inculturación del Evangelio deben orientarla al encuentro real del Evangelio
con el hombre de hoy, con nuestros jóvenes y niños de nuestras escuelas y IES.
Ellos son el instrumento y el producto de la interacción fe y cultura.

Pero, para que puedan hacerles llegar el Mensaje a esos alumnos, tienen que
conocer la cultura real de ellos, es decir, llegar a sus costumbres, a sus criterios
de vida, a las angustias y necesidades que los rodean, a sus esperanzas, a sus
expresiones. Es decir, deben conocerlos no sólo a ellos, sino también a sus
familias y el ambiente en que viven. Sólo así podrán ser capaces de «poner a
Jesucristo en el corazón de la cultura y, en el centro de la fe, las realizaciones
culturales, para dar así nacimiento a nuevas síntesis de vida y fe» (G.S. 5c.).
g) Deben ser fíeles
Esto implica, queridos profesores de religión, trasmitir, explícitamente, el
contenido de la fe, siendo portavoces fieles de una Verdad que no les pertenece,
sino que es gracia para todos.

Se es fiel, cuando se entrega a Cristo mismo, cuando se trasmite su doctrina, su
misterio, lo que El hizo y enseñó. El es el único Maestro. Los acontecimientos
de su vida son la «actuación de su Palabra y el cumplimiento de la Revelación».

Los alumnos de la clase de Religión tienen derecho a que su profesor les
proponga completa y totalmente la verdad que Dios quiere decir al mundo a
través de Cristo y su Iglesia.

h) Deben ser hombre de oración:
Comunicarse con el Señor frecuentemente les permitirá también enseñarles a
orar bien enseñarles a orar a sus alumnos y demostrarles que están siempre
unidos a El.

Rezar siempre y hacer también del trabajo una oración, nos llena de Dios. Es por
lo tanto necesario hacerlo, pues nadie da lo que no tiene.

Ser piadosos les permitirá acrecentar su vida interior y su intimidad con Dios.

Les recomendamos, encarecidamente, no descuidar la lectura diaria de la Biblia,
por corta que ella sea, y, su posterior reflexión y meditación. Esa será la fuente
viva que los alimente e ilumine.

La asiduidad y frecuencia de los sacramentos será el único medio que les
Permita ser fieles testimonios vivos de lo que enseñan.

i) Deben ser Hombres con capacidad de Gozo y Amor:
Ya hemos comentado la realidad muchas veces dura y triste en que nos toca
vivir. Todos sabemos la soledad que aqueja a muchos de nuestros niños y la
inmensa necesidad que sienten de ser amados.

Esperamos sinceramente que sean los que suplan, en parte, sus faltas de afecto,
su inseguridad, su desorientación, su tristeza y soledad.

La fe en la Resurrección debe ser una constante fuente de alegría en todo
cristiano. Acostumbrémonos a experimentar este gozo, a exteriorizarlo y a
participarlo.

Celebremos junto a nuestros alumnos y demás miembros de la comunidad, la
alegría de conocer la Verdad, de poseerla y amarla.
j) La centralidad en Cristo
      La evangelización en la escuela exige un celo ardiente y creativo, una claridad
      de evangelio y, sobre todo, una opción fundamental por Cristo. Sólo a partir de
      Cristo se explica nuestra misión, nuestra actividad incansable y el estilo con que
      la realizamos.

      Cristo, queridos profesores de religión, debe ser el centro total de nuestra vida.
      Nuestro Camino, Verdad y Vida.

      La opción por Cristo debe ser tan radical y fundamental que nada debe
      anteponerse a Cristo o ser independiente de El. Y de esta opción es que nace
      nuestro servicio evangelizador y el único sentido de nuestra existencia. Todo es
      expresión o consecuencia de esta opción.

      Los Profesores que responden a Cristo y lo siguen, los profesores santos, hablan
      con el corazón de Cristo, son su testimonio vivo, se nutren de su Palabra,
      celebran en el Sacrificio Eucarístico y son el signo de la Caridad Cristiana ante
      los que los rodean.

      Los alumnos necesitan ver estos educadores de la fe.
      - Necesitan la presencia de adultos coherentes capaces de convencerlos que lo
         único que importa es que Cristo sea el centro de sus vidas.

      -     Necesitan poder mirar a Cristo en sus maestros, para ver y experimentar la
            presencia viva de Cristo en ellos. Sólo así la clase de Religión dará mucho
            fruto.
Encuentro

12.   ...«Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas,
      anunciando la Buena Noticia del Reino y curando todas la enfermedades y
      dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigadas y
      abatidas, como ovejas que no tienen pastor.

      ...Entonces dijo a los discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores
      son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la
      cosecha». (Mt. 9,35-38).

13.   Jesús nos envía a evangelizar a todos los pueblos. Las exigencias de esta
      evangelización son inmensas; las personas disponibles, pocas; las metas
      propuestas, altísimas; la cultura que permear, secularizada. Pero en el empeño se
      cuenta con la garantía de la gracia del Señor, que estará con nosotros hasta el fin
      de los días. (Mt. 28,18-20).

14.   La Iglesia es la depositaria de la tarea dejada por Jesús, de extender la Buena
      Nueva hasta los confines de la tierra.
Para poder hacer frente a las múltiples necesidades de la evangelización, la
      Iglesia necesita numerosos «operarios», apóstoles, obreros calificados.

15.   En los IES, colegios y escuelas son muchos los niños y jóvenes que aguardan la
      Buena Noticia de Jesús.

      Es por eso que la Iglesia envía a sus evangelizadores, a vosotros, Profesores de
      Religión, a la realidad educativa. «Ella pone en sus bocas la Palabra que salva,
      les explica el Mensaje del que ella misma es depositaría, les da el Mandato que
      Ella misma ha recibido y les envía a Predicar».

      «A predicar no a sí mismos, a sus ideas personales, sino un Evangelio del que ni
      ellos ni ellas son dueños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto,
      sino ministros para trasmitirlo con suma fidelidad».

      Los envía a transformar, en la escuela, en los niños, en cada uno de los
      miembros de la comunidad educativa donde trabajan, con la fuerza del
      Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de
      interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida
      que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación.

16.   Por eso les pedimos no sentir miedo, ni fatiga, pues van en nombre del Señor y
      de su Iglesia, apoyados en el poder de Dios:
      «Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el testimonio de
      Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario,
      no quise saber nada, fuera de Jesucristo y Jesucristo crucificado. Por eso me
      presenté ante vostros, débil, temeroso, vacilante. Mi palabra y mi predicación no
      tenían nada de la argumentación del poder del Espíritu, para que vosotros no
      basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1 Cor.'
      2,2-5).

17.   Preparados, a:
      - a hacer de su clase y de su labor en la escuela, un espacio de evangelización,
         animados por el amor.
      - a ser dignos de esta vocación evangelizadora
      - a ejercerla sin dudas ni temores
      - a no descuidar las condiciones en que harán esta evangelización.
      - a que su celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida.
      - a que ayuden a sus alumnos a descubrir la Verdad, a comprenderla y amarla.
      - a que evangelicen con esperanzas, usando nuevos métodos y nuevo ardor, al
         igual que el fervor de los Santos.
      - a conservar la confortadora alegría, incluso cuando hay que sembrar entre
         lágrimas.
Sugerencias de preguntas:
3.1.  Los Obispos hablan de la escuela como una «comunidad educativa» ¿cómo
      se vive esa comunidad en tu lugar de trabajo?
3.2.  ¿Tienen proyecto educativo? ¿Crees tú que puedes empezar a crear la
      inquietud al respecto? ¿Te sientes capacitado para hacer esta motivación?
      ¿Sabes a quién recurrir para que te ayuden en este tema?
3.3.  ¿Qué signos positivos hacen presente a Cristo, modelo de Maestro, en tu
      comunidad?
3.4.  ¿Qué signos negativos hacen más difícil tu labor evangelizadora dentro de
      tu comunidad educativa?
3.5.  ¿Crees que puedes desarrollarla con los profesores y con los padres de tus
      alumnos?
3.6.  ¿qué características del Profesor de Religión te parecen más
      imprescindibles?
3.7.  ¿Estamos convencidos que nuestra tarea como Profesores de Religión es la
      transformación hacia el Señor del corazón de nuestros niños y la extensión
      del Reino de Cristo en la comunidad educativa?
      ¿Qué relación tiene esto con tu vocación, con tu estilo de vida, con tu
      pedagogía, con tu inserción en la escuela?
3.8.  ¿Están encaminadas nuestras acciones hacia esos grandes objetivos?
3.9.  Señale algunas experiencias personales y/o comunitarias al respectó.
3.10. La realidad del profesor de religión. Volviendo a esa realidad: en tu
      contacto y conversaciones con los jóvenes ¿qué pro-lemas has detectado que
      inciden en su desarrollo como personas?
      ¿Qué respuestas pueden ofrecerles los profesores de religión?
3.11. ¿Qué pasos puedes ir dando en tu escuela para ir logrando en ella un
      ambiente de comunión y participación?
3.12. ¿Qué influencia estamos ejerciendo los profesores cristianos y en especial
      los de religión en nuestra realidad educacional y social?
3.13. ¿Cómo podemos compartir nuestra misión con los colegas que no
      comparten nuestra fe?
3.14. ¿Cuáles son las características de una cultura cristiana, solidaria, que tiene
      como centro a la persona humana?
3.15. ¿Qué elementos encontramos en la escuela que favorecen el desarrollo de
      esta cultura?
3.16. Los Obispos nos señalan aspectos de la actual realidad profesional y laboral
      del Profesor de Religión. ¿Cuáles de estos aspectos los consideramos más
      relevantes y qué otros podrían complementar este análisis?
3.17. ¿Qué aspectos debería privilegiar el perfeccionamiento de los profesores dé
      Religión? ¿Cómo conciliar, el desarrollo técnico, con el desarrollo personal
      y el crecimiento en la fe?
3.18. ¿Hemos logrado integrar nuestra vocación apostólica en nuestra acción
      pedagógica? ¿qué ayuda podríamos recibir de nuestro Pastor, en este
      aspecto?
3.19. ¿Conozco las Orientaciones Pastorales de mi diócesis? ¿Cuál es el aporte
      que hace mi pastoral educativa a la pastoral de conjunto de la diócesis?
3.20. ¿Cómo concretizo mi relación con mi parroquia?
3.21. Para acrecentar mi vida de fe, ¿cómo puedo hacerlo, pese a mi escasez de
      tiempo y a la necesidad de compartir con la familia? ¿Me ha sido fácil
      encontrar un director espiritual? ¿Tengo fácil acceso a la práctica de los
      sacramentos, especialmente al de la confesión?
Puntos de reflexión

1. Hacer una evaluación con los alumnos para ver si las verdades esenciales del
    cristianismo son conocidas (Trinidad, Iglesia, vida nueva en Cristo, actitudes y
    virtudes evangélicas, comunidad, misión).
2. Discutir la metodología con que se transmite la clase de Religión.
3. Hacer un estudio crítico de nuestros textos de Religión.
4. Proponer metas concretas destinadas a incorporar medios de comunicación
    social a la enseñanza de la Religión.
5. ¿Qué medios externos al colegio fortalecen nuestra acción catequística?
6. Enumerar problemáticas del mundo contemporáneo y ver qué respuestas a ella
    entregamos desde el evangelio.
7. Realizar un diálogo acerca de lo que significa tener fe.
8. Constatar qué saben nuestros alumnos acerca
9. ¿qué oraciones pueden rezar?
   ¿pueden repetir algún pasaje evangélico?
   ¿pueden decir los mandamientos?
10. ¿Cómo conectamos evangelio con vida?
11. ¿En qué aspectos creemos que el mensaje de Jesús debe transformar nuestra
    cultura?
12. Hacer un listado de los principales intereses juveniles y ver cómo unirlos con la
    catequesis en nuestra clase de Religión.
13. ¿De qué medios podemos valemos para poner a los alumnos en comunión con
    Cristo?
14. ¿Qué Cualidades debe tener un Profesor de Religión?
15. Seleccionar tres pasajes del evangelio en relación a la vida de Jesús y confrontar
    nuestra acción con ellos.
16. Dialogar acerca de la responsabilidad comunitaria sobre la clase de Religión.
17. Analizar las dificultades que encuentra la clase de Religión en nuestro
    ambiente.
18. Hacer un estudio crítico sobre los medios que actualmente utilizamos para
    impartir la clase de Religión.
19. Seleccionar argumentos que demuestren que impartir la clase de religión es un
    derecho de la Iglesia.
20. ¿Cómo relacionamos catequesis y evangelización en nuestra clase de Religión?
21. ¿De qué manera conciliamos doctrina y vida en la clase de Religión?
22. ¿Cómo resolvemos algunas antinomias como: repetición o improvisación,
    ortodoxia y ortopraxis, estudio doctrinal y experiencia vital, persona y
    comunidad?
23. Señalar peligros que se dan como consecuencia de la acentuación parcial de
    estos aspectos.
24. Destacar la importancia que tienen para la clase de Religión
   - la vida litúrgica
   - la vida sacramental
   - la comunidad cristiana.
25. Revisar si en el colegio se da un clima favorecedor del proceso catequístico.
25. Hacer un estudio diagnóstico y prospectivo de la catequesis:
   - a nivel familiar
   - a nivel escolar
26. ¿Cuál es nuestro aporte concreto a la clase de Religión?

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  • 1. La gran crisis del futuro: ausencia de identidad y de sentido. (Víctor Frankl El educador de la fe, por otro lado, sabe que su acción se une a la misteriosa presencia operante del Espíritu, y “no confunde la acción salvífica de Dios, que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre”. Sin embargo, en tanto descubre modos de proponer más efectivamente el Evangelio en el corazón de sus destinatarios, el educador de la fe mira con discernimiento los resultados y las investigaciones de la pedagogía. Si consideramos nuestro siglo, veremos que la catequesis se ha visto renovada y enriquecida con los aportes de variadas corrientes pedagógicas que, finalmente, han sido asumidas en lo mejor de sí para ser incluidas en el acervo cultural de la Iglesia. Por tanto existe una deuda con tantos catequistas y profesores de religión, que de modo arduo y silencioso promovieron nuevas y fecundas síntesis pedagógicas al servicio de la educación de la fe. Tal vez no podía ser de otro modo cuando, como cristianos, hemos sido invitados por Pablo a probarlo todo y quedarnos con lo bueno (1 Tes 5, 21). Por ello podemos concebir de modo dinámico a una metodología catequística sana, como un área abierta críticamente a los aportes que aparecen en el bullante mundo de la pedagogía, gracias a lo cual la catequesis puede enriquecerse de gran manera. Si queremos ser fieles a este proceso continuo de examen crítico, sugerido por Pablo, debemos situar apropiadamente la metodología catequística antes de asumir los Proyectos de Aula en nuestra práctica escolar. OBJETIVO GENERAL Brindar a los profesores de religión nuevos aportes en el ámbito de la motivación y desarrollo de técnicas metodológicas mas relacionadas al actual interés de aprendizaje, procurando una mayor participación de los alumnos a través de diversas actividades. Propiciar un mayor desarrollo y adquisición de estrategias de aprendizaje junto a la Necesitar de la intervención de un docente creativo con materiales y recursos variados. LA CONTRIBUCIÓN DE LA CLASE DE RELIGIÓN Importancia de la Religión en la Educación El rápido esbozo que hemos expuesto sobre la educación religiosa nos permite visualizar dos tendencias que se han dado en nuestro país. La primera asume que la religión es parte importante de las vivencias y experiencias humanas y, por eso, debe ser incorporada a la educación. La otra subraya que la dimensión religiosa puede ser importante para algunos, pero que eso se debiera vivir y expresar en el ámbito privado y de lo estrictamente personal, de manera que no es necesario y tal vez inconveniente que exista la asignatura de religión en la escuela pública. Para la Iglesia, la enseñanza de religión, tanto en las escuelas confesionales como en las así llamadas públicas, al menos como ofrecimiento, es sumamente importante, no tanto porque sea una especie de autojustificación o reafirmación de su naturaleza y misión como entidad evangelizadora, sino porque la dimensión religiosa constituye un elemento importante y fundamental de la persona humana y de su proyección en el mundo y en la historia.
  • 2. En efecto, siempre en los más diversos pueblos y sociedades que se han organizado en la historia de la humanidad, la dimensión religiosa ha estado presente de manera fundamental. La referencia a Dios como Ser supremo es permanente e incluso ha habido diversos intentos de organizar algunas sociedades de manera teocrática. El fenómeno del ateísmo y del agnosticismo, tan de moda actualmente en nuestro país, son representaciones muy recientes en la historia de la humanidad. Es cierto que cuando hablamos de religión en las culturas es muy probable que hagamos referencias a símbolos, representaciones, vivencias y conceptualizaciones muy distintas, pero todas ellas tienen en común que se trata de un intento de ofrecer una determinada cosmovisión y una determinada respuesta al encuentro a veces dramático entre la inmanencia del ser humano y su aspiración y deseo de trascender a una mayor plenitud que se conecta necesariamente con el encuentro con su Creador. Esto es lo que llamamos experiencia religiosa, lo cual se traduce en una determinada religiosidad. Desde esta perspectiva, una verdadera educación que aspira efectivamente a entrar en profundidad en lo que significa formar a la persona humana en su totalidad no puede sino que incorporar la dimensión religiosa en todos sus procesos. Si no es así se arriesga una educación truncada, sesgada, insuficiente y, por eso mismo, absolutamente inadecuada a las necesidades de los estudiantes. La dimensión espiritual del ser humano no es un invento de una mente enfermiza; es la expresión del anhelo de infinito, de trascendencia, de conexión vital con el Creador. Pero como expresión de una realidad humana, como tantas otras, es susceptible de desarrollo y crecimiento; por consiguiente, es una dimensión educable. La enseñanza de religión necesariamente tiene que intentar una formulación coherente de lo que significa esa determinada religión. Sería una experiencia inútil si tratáramos de evadir la responsabilidad de dar una visión racional de lo que es la experiencia religiosa y de cómo ésta se organiza para ofrecer la vinculación vital del ser humano con su Creador. En palabras de San Pedro, tenemos que dar razón de nuestra esperanza (1Ped 3,15) para que lo auténticamente religioso salga de la esfera de lo esotérico, de lo mágico, de lo metahistórico para que aterrice y se asiente en lo verdaderamente humano. La tradición judeo-cristiana tiene una larga experiencia acerca del encuentro maravilloso del hombre con Dios en la historia. El pueblo elegido fue evolucionando en su concepción de Dios desde el Dios que conducía una tribu de pastores, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, hasta el Dios que se revelaba como Yahveh, como “Yo Soy el que Soy”, el que se muestra en la historia de su pueblo como aquel que está constituyendo y salvando a su pueblo permanentemente. Es, en definitiva, el Dios que hace alianza con su pueblo. El cristianismo continúa con esta lectura de Dios y agrega el hecho inesperado que Dios se hace creatura y entra irrumpiendo en la historia humana para hacer allí una alianza definitiva en la que la tensión entre lo trascendente y lo inmanente, entre lo divino y lo humano, se resuelve para siempre en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Vistas así la cosas, como Dios toca y acaricia lo auténticamente humano en su Hijo Jesucristo, es evidente que una realidad tan intrínsecamente humana como su actuar, sus operaciones y su conducta, tenga que estar necesariamente asumida en ese
  • 3. diálogo permanente entre Dios y los hombres que la religión está llamada a articular y a organizar. Aquí es donde vemos que lo religioso se conecta de manera irrenunciable con lo ético, con la moral y con las conductas humanas. Esto es tan fuerte y dramáticamente presente en la experiencia religiosa que Dios, al revelarse a Moisés en el Monte Sinaí, estableció una alianza en la que su pueblo escogido se comprometía a cumplir el Decálogo, como único medio para verificar la fidelidad de ese pueblo a la alianza contraída con Dios. La estrecha conexión entre religión y conducta moral es expresión de la cercanía y preocupación de Dios por sus criaturas. A Él no le es indiferente cuánto haga y realice el hombre, porque en sus obras la persona humana se actualiza, se desarrolla, crece o se destruye, o se aplasta, o se aniquila en una dinámica autodestructiva que lo aleja de su vocación a la plenitud que se da en la comunión con su Creador. Por este motivo, una educación religiosa tiene que abordar la dimensión ética y moral que busca responder a la pregunta ¿qué debo hacer? ¿cómo debo actuar en la vida? ¿a partir de qué criterios, de qué valores debo actuar? ¿tiene sentido buscar el bien? A la hora de formular algunas pistas para abordar el tema de cómo la educación religiosa ayuda a la formación ética en valores, me parece que necesariamente se deben asumir las siguientes cuatro dimensiones que están claramente presentes en la ERE: • La persona humana en relación con su Creador: Es evidente que la religión intenta adecuar la relación del hombre con Dios, pero en el orden ético esta relación también tiene implicancias, ya que es la que permite articular el resto de las relaciones. A partir de las enseñanzas de Jesús, la categoría que mejor define este tipo de correspondencia es la filiación , es decir, el que la persona humana se comprenda como hijo que recurre a su Creador como Padre . De esta forma, las conductas y modos de obrar del hombre en relación con Dios debieran estar determinadas por esta filiación. • La persona humana en relación con los demás: No hay acción humana que se haga prescindiendo de las otras personas; el hombre no está solo en el universo; está con otros e interactúa con ellos. De aquí, entonces, emerge la pregunta acerca de qué categoría es la que puede regular la relación entre los seres humanos. Nuevamente la fe en Jesucristo propone una vía de solución: si somos hijos de un mismo Padre, entre nosotros necesariamente tenemos que ser hermanos . La fraternidad es la categoría que puede y debe regular las relaciones entre los hombres. Esto no es solamente importante para las relaciones entre dos personas, sino también en cómo la persona puede y debe intervenir en la sociedad en la que se encuentra inmerso; la búsqueda del bien común será un objetivo realizable en la medida que se entienda como la búsqueda del bien para los hermanos. • La persona humana en relación consigo mismo: Una de las crisis más agudas de la sociedad contemporánea es la pérdida del sentido de sí mismo. La pregunta de cómo me relaciono conmigo mismo no es inútil, ya que condiciona el cómo me relaciono con los demás. No por casualidad Jesús, siguiendo al Levítico, nos invita a amar al prójimo como uno se ama a sí mismo (Mt 22,39), dando así una concretización admirable a lo que significa ser hermano de los demás. • La persona humana en relación con el cosmos: La tradición judeo-cristiana ha comprendido siempre que la creación entera ha sido puesta en las manos de los hombres por Dios mismo, no para que la destruya sino para que allí pueda desplegarse, crecer y multiplicarse. Allí el hombre puede ejercer su señorío , pero respetando sus anteriores
  • 4. relaciones de hijo y hermano; así se podrá perseverar y cuidar lo que Dios le ha encargado de cuidar para su propio bien. Esto permitirá situar en su justa medida las intervenciones que el hombre pueda realizar en el medio ambiente, sin destruirlo o modificarlo de manera sustantiva. Algunas urgencias en la formación de valores Siguiendo los principios antes enunciados, me aventuro en la osadía de proponer algunos puntos que me parecen urgentes en la formación de valores. • No debemos olvidar la formación de las virtudes humanas. Las generaciones nuevas corren el riesgo de diluirse en una búsqueda desesperada de lo efímero, de lo sensible, de la imagen fugaz, sin ninguna referencia a aquello que realmente hace crecer, ennoblecer y enriquecer al género humano. Las tradicionales virtudes del esfuerzo, la honestidad, la fortaleza y tantas otras ofrecen un sendero a veces arduo, pero eficaz para que la persona humana florezca y se despliegue de acuerdo a la verdad de sí misma. • La búsqueda del bien común debe animar el verdadero sentido cívico: A diario vemos como distintos agentes sociales nos desilusionan por actitudes que no se condicen con la de un servidor público. El sentido cívico no es tarea de algunos; es un llamado para que todos actúen en la sociedad promoviendo y buscando lo que realmente beneficia a la comunidad. • Hay que superar la dicotomía entre moral religiosa y moral laica, entre moral de una confesión y moral autogenerada. La moral no puede privatizarse, ni tampoco es objeto de una revelación oculta y desconocida. La moral y la ética tienen sentido porque responden a la condición humana y es posible, por medio de la razón, articular un discurso ético en el que todos se vean retratados. No existe la moral de grupos que sea ajena o distinta a la que viven otros seres humanos. La búsqueda del bien no es tarea de algunos; es de todos y todos lo pueden reconocer. • La resolución de conflictos en la sociedad es posible en la medida que haya un sustento ético. Lamentablemente a diario vemos como explotan diversos conflictos violentos fuera y dentro de nuestro país. La tensión, diferencias de opinión y divergencias es normal en una sociedad, pero lo que no puede aceptarse es que se intente resolverlos por acciones violentas, autoritarias o impositivas de un grupo contra otros. Conclusión El desafío de la educación religiosa no es solamente presentar adecuadamente un conjunto de verdades que permita a los destinatarios estar más convencidos que su religión es la mejor o la correcta. Se trata de algo más profundo y tal vez difícil. Debe intentar descubrir que la religión tiene que ver con Dios y con los hombres, con la vida futura y también con la vida presente, de manera que el actuar cotidiano se vea iluminado por la relación con Dios. De esta forma, la educación religiosa ayudará a conocer más y mejor a Dios, a reflexionar acerca de cómo actuar en la vida; en definitiva, a generar los adecuados y verdaderos valores que deben animar la construcción de la paz en todo tiempo y lugar.
  • 5. Caminos de discernimiento conducentes a una identidad. La misión del profesor de Religión 1. La misión del profesor de Religión está enmarcada en un sistema educativo hoy en reforma y se realiza en la escuela, en esa escuela que hoy también se replantea. 2. La asignatura en el curriculum escolar es «Enseñanza de la Religión Católica». Hay una clara distinción entre la Enseñanza de la Religión y la Catequesis que es la transmisión del mensaje evangélico, una etapa de la evangelización. La distinción estriba en que la Catequesis, a diferencia de la Enseñanza Religiosa Escolar, presupone, ante todo, la aceptación vital del mensaje cristiano como realidad salvífica y en que, su lugar específico, es una comunidad que vive la fe en un espacio más vasto y por un período más largo que el escolar. Es decir, toda la vida. La Clase de Religión, en cambio, trata de hacer conocer lo que constituye la identidad del cristianismo y lo que los cristianos, coherentemente, se esfuerzan por realizar en su vida, contribuyendo a reforzar la fe y a subrayar el aspecto de racionalidad que distingue y motiva la elección cristiana del creyente y la experiencia religiosa del hombre en cuanto tal. De esta manera, la clase de Religión, al igual que la Catequesis, se inserta en la función evangelizadora de la Iglesia, favoreciendo y promoviendo una educación en la fe. El Magisterio reciente ha insistido en este aspecto esencial: «el principio de fondo que debe orientar el trabajo en este delicado sector de la pastoral, es el de la distinción y el de la complementariedad entre la enseñanza de la Religión en el sistema escolar y la catequesis». 3. Nos preocupa e interesa, el que vosotros, en su afán evangelizador y, en la medida que sea oportuno en la sala de clases, tomen en cuenta y consideren con respeto la religiosidad popular, procurando no quedarse en lo externo o folklórico, sino que tratando de aprender, para poder así profundizar y orientar, responsablemente, en este tipo tan importante de religiosidad. Así el proceso de evangelización será más pleno e inculturado. 4. «La enseñanza de la religión debe, por lo tanto, distinguirse en relación a los objetivos y criterios propios de una estructura escolar moderna. Esta enseñanza debe ocupar un puesto digno entre las demás asignaturas; se desarrolla según un programa propio; busca útiles relaciones interdisciplinarias con las demás materias, de tal manera que se realice una, coordinación entre el saber humano y el conocimiento religioso; junto con las otras enseñanzas tiende a la promoción cultural de los alumnos y emplea los mejores medios didácticos en uso en la
  • 6. escuela de hoy». 5. Apoyados en estas palabras que la Congregación para la Educación Católica nos dice a través del Documento Magisterial «Dimensión religiosa de la Escuela Católica...,» nos parece de absoluta necesidad recordar, estimados Profesores de Religión, las cualidades humanas y profesionales que debe trabajar por poseer todo profesor de Religión: Preparado, responsable, cumplidor, actualizado en las ciencias humanas y pedagógicas, en continua formación y retroalimentación, a fin de ir poniendo al servicio denlos niños las últimas técnicas y los más eficientes estilos de aprendizaje. Una revisión continua de sus métodos, del lenguaje y de los medios de trasmitir el Mensaje es, elementalmente, una obligación profesional y ética. La repetición rutinaria y la improvisación irreflexiva van en desmedro del quehacer profesional y reflejan una falta de ética profesional y un pecado social, al privar a los alumnos de recibir la Buena Nueva con la novedad que ella merece. 6. Esta acabada profesionalidad se demuestra en la preparación competente y actualizada, en una propuesta de la asignatura en términos abiertos, de diálogo interdisciplinario, en la participación en todos los quehaceres escolares que redunden en beneficio de los alumnos, en la generosa disponibilidad frente a requerimientos de ayuda por parte de colegas y alumnos, trabajando en equipo, en la clara postura crítica ante comportamientos y actitudes reñidas con la ética y valores evangélicos. 7. En una educación integral, la Enseñanza de la Religión colabora, positivamente, en el proceso educativo, proponiendo la verdad cristiana. La labor los profesores de religión, por lo tanto, debe sumarse a la acción de los Profesores de otras asignaturas, trabajando en equipo con todos ellos, especialmente con el Profesor Jefe, el Orientador, el equipo Directivo. Es por eso que junto a su vida de fe y a sus cualidades morales, deben mostrar su calificación técnica y profesional. Se les respetará también por eso. 8. El Profesor de Religión, como profesor, debe entender que su profesionalidad, pasa también por la vida asociativa y gremial. La pertenencia y la participación en asociaciones deben convertirse en ocasiones propicias para aportar y enriquecer, desde la doctrina social de la Iglesia, el esfuerzo cristiano a la solución de los muchos problemas que aquejan al gremio de profesores al que pertenecen. En este campo, deben ser capaces de elevar el discurso y, junto con velar por los derechos de sus pares, cuidar por el cumplimiento de los deberes propios de la profesión, teniendo como margen los derechos de la comunidad educativa y, dentro de ella, el derecho de los niños a recibir una educación de calidad en un ambiente educativo armónico. 9. Es también su profesionalismo quien les exige enmarcarse dentro de las normativas legales propias del gremio. Deben conocer sus derechos y hacerlos
  • 7. valer, pero también deben conocer y cumplir con rigurosidad sus deberes. 10. Todos estos requisitos profesionales son comunes a todos los profesores. Pero, la especificidad como profesores se da a la asignatura que realizan: Religión. Esta le da a la profesionalidad una connotación que exige un carisma ya diseñado por el mismo Jesús al mostrarnos el aprecio a la misión a la que destinó a sus apóstoles y de donde podemos deducir también, el perfil que deberán tener todos los que enseñan en su Nombre: Al enviarlos a las ciudades y aldeas a hacer experiencias de evangelización, esbozó su figura» «Como el Padre me envió a Mí, Yo también los envío». «No son vosotros los que me eligieron, sino Yo el que los elegí» «Y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea abundante». «Serán mis testigos... hasta los confines de la tierra». 11. Es por eso que la Iglesia espera que los profesores de religión, queridos educadores dé la fe, trabajen por plasmar en su corazón y en su vida, preferentemente, las siguientes cualidades y virtudes» a) Rica Personalidad Humana: Deben abocarse al empeño permanente por lograr una personalidad rica y equilibrada, abundante en cualidades como la comprensión, el respeto, la acogida, el sentido de la Justicia, la amistad, la cordialidad, el interés por los demás, el espíritu de servicio. Esforzarse por integrarlas, al menos como potencialidades fruto de una vida interior rica y de una constante ascesis en ese Sentido. b) Deben enriquecer estos rasgos y dotes humanos con las virtudes y valores evangélicos: la caridad, la esperanza, la mansedumbre, la búsqueda de la paz, la limpieza del corazón, entre otras. El camino al que están llamados es el camino de la santidad. Ese debe ser el límite: la Santidad. Para ello cuentan con la gracia de Dios. c) Deben tener su propio Proyecto Personal de Vida: Para quien ha hecho de su vida un apostolado, desplegando una actividad educativa con la enseñanza de la Religión, un Proyecto Personal de Vida es requisito indispensable para una coherencia entre el ser y el quehacer. Tal proyecto debe concretizarse teniendo en cuenta: - La centralidad en Cristo, que se manifiesta a través de una vida cristiana coherente con el Evangelio.
  • 8. - La vida Sacramental y oración frecuentes. - La búsqueda de una espiritualidad que les permita la necesaria armonía entre el trabajo apostólico y la vida interior. d) Es absolutamente necesario que sean TESTIGOS. La riqueza que se desprende de una rica y equilibrada personalidad humana y de un proyecto de vida personal centrado en Cristo, hará posible y creíble el testimonio de vida del Profesor de Religión. El ser un testigo de Jesús entre sus alumnos y en la escuela toda, será el medio más eficaz para que sean acogidos y respetados entre sus colegas, para que la Religión como asignatura influya en el contexto curricular y pedagógico y especialmente para lograr el cambio de actitud y de conducta de sus alumnos y la conversión de sus vidas al Señor. e) Deben ser Personas de Iglesia Lo que significa en gran medida fidelidad y adhesión irrestricta a sus Pastores. Plena comunión con ellos. El rol que el Profesor de Religión desempeña en su escuela, es fundamentalmente, eclesial. La Iglesia, en la persona del Pastor, atendiendo a su idoneidad profesional y cristiana, les da un mandato y los envía al amplio y fecundo campo de la escuela. Ahí despliegan su vocación cristiana ejerciendo su Ministerio y testimoniando su pertenencia y fidelidad a la Iglesia de Jesucristo. Es por esa eclesialidad también que su acción pedagógica y su obra pastoral deberán estar en concordancia con la pastoral educativa de la diócesis. Es también esta eclesialidad la que lo motiva a vincular lo educativo con la vida que se gesta al interior de la Iglesia, como también con el compromiso que ella despliega para la construcción del Reino bajo el impulso del Espíritu. Es decir, sólo siendo fieles a la Iglesia podrán insertar su acción evangelizadora en la pastoral de conjunto de la diócesis. f) Deben ser evangelizadores de nuestra cultura. Para evangelizar nuestra cultura, deberán insertar la fe en esa cultura nuestra. La inculturación del Evangelio deben orientarla al encuentro real del Evangelio con el hombre de hoy, con nuestros jóvenes y niños de nuestras escuelas y IES. Ellos son el instrumento y el producto de la interacción fe y cultura. Pero, para que puedan hacerles llegar el Mensaje a esos alumnos, tienen que conocer la cultura real de ellos, es decir, llegar a sus costumbres, a sus criterios de vida, a las angustias y necesidades que los rodean, a sus esperanzas, a sus expresiones. Es decir, deben conocerlos no sólo a ellos, sino también a sus familias y el ambiente en que viven. Sólo así podrán ser capaces de «poner a Jesucristo en el corazón de la cultura y, en el centro de la fe, las realizaciones culturales, para dar así nacimiento a nuevas síntesis de vida y fe» (G.S. 5c.).
  • 9. g) Deben ser fíeles Esto implica, queridos profesores de religión, trasmitir, explícitamente, el contenido de la fe, siendo portavoces fieles de una Verdad que no les pertenece, sino que es gracia para todos. Se es fiel, cuando se entrega a Cristo mismo, cuando se trasmite su doctrina, su misterio, lo que El hizo y enseñó. El es el único Maestro. Los acontecimientos de su vida son la «actuación de su Palabra y el cumplimiento de la Revelación». Los alumnos de la clase de Religión tienen derecho a que su profesor les proponga completa y totalmente la verdad que Dios quiere decir al mundo a través de Cristo y su Iglesia. h) Deben ser hombre de oración: Comunicarse con el Señor frecuentemente les permitirá también enseñarles a orar bien enseñarles a orar a sus alumnos y demostrarles que están siempre unidos a El. Rezar siempre y hacer también del trabajo una oración, nos llena de Dios. Es por lo tanto necesario hacerlo, pues nadie da lo que no tiene. Ser piadosos les permitirá acrecentar su vida interior y su intimidad con Dios. Les recomendamos, encarecidamente, no descuidar la lectura diaria de la Biblia, por corta que ella sea, y, su posterior reflexión y meditación. Esa será la fuente viva que los alimente e ilumine. La asiduidad y frecuencia de los sacramentos será el único medio que les Permita ser fieles testimonios vivos de lo que enseñan. i) Deben ser Hombres con capacidad de Gozo y Amor: Ya hemos comentado la realidad muchas veces dura y triste en que nos toca vivir. Todos sabemos la soledad que aqueja a muchos de nuestros niños y la inmensa necesidad que sienten de ser amados. Esperamos sinceramente que sean los que suplan, en parte, sus faltas de afecto, su inseguridad, su desorientación, su tristeza y soledad. La fe en la Resurrección debe ser una constante fuente de alegría en todo cristiano. Acostumbrémonos a experimentar este gozo, a exteriorizarlo y a participarlo. Celebremos junto a nuestros alumnos y demás miembros de la comunidad, la alegría de conocer la Verdad, de poseerla y amarla.
  • 10. j) La centralidad en Cristo La evangelización en la escuela exige un celo ardiente y creativo, una claridad de evangelio y, sobre todo, una opción fundamental por Cristo. Sólo a partir de Cristo se explica nuestra misión, nuestra actividad incansable y el estilo con que la realizamos. Cristo, queridos profesores de religión, debe ser el centro total de nuestra vida. Nuestro Camino, Verdad y Vida. La opción por Cristo debe ser tan radical y fundamental que nada debe anteponerse a Cristo o ser independiente de El. Y de esta opción es que nace nuestro servicio evangelizador y el único sentido de nuestra existencia. Todo es expresión o consecuencia de esta opción. Los Profesores que responden a Cristo y lo siguen, los profesores santos, hablan con el corazón de Cristo, son su testimonio vivo, se nutren de su Palabra, celebran en el Sacrificio Eucarístico y son el signo de la Caridad Cristiana ante los que los rodean. Los alumnos necesitan ver estos educadores de la fe. - Necesitan la presencia de adultos coherentes capaces de convencerlos que lo único que importa es que Cristo sea el centro de sus vidas. - Necesitan poder mirar a Cristo en sus maestros, para ver y experimentar la presencia viva de Cristo en ellos. Sólo así la clase de Religión dará mucho fruto. Encuentro 12. ...«Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, anunciando la Buena Noticia del Reino y curando todas la enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor. ...Entonces dijo a los discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha». (Mt. 9,35-38). 13. Jesús nos envía a evangelizar a todos los pueblos. Las exigencias de esta evangelización son inmensas; las personas disponibles, pocas; las metas propuestas, altísimas; la cultura que permear, secularizada. Pero en el empeño se cuenta con la garantía de la gracia del Señor, que estará con nosotros hasta el fin de los días. (Mt. 28,18-20). 14. La Iglesia es la depositaria de la tarea dejada por Jesús, de extender la Buena Nueva hasta los confines de la tierra.
  • 11. Para poder hacer frente a las múltiples necesidades de la evangelización, la Iglesia necesita numerosos «operarios», apóstoles, obreros calificados. 15. En los IES, colegios y escuelas son muchos los niños y jóvenes que aguardan la Buena Noticia de Jesús. Es por eso que la Iglesia envía a sus evangelizadores, a vosotros, Profesores de Religión, a la realidad educativa. «Ella pone en sus bocas la Palabra que salva, les explica el Mensaje del que ella misma es depositaría, les da el Mandato que Ella misma ha recibido y les envía a Predicar». «A predicar no a sí mismos, a sus ideas personales, sino un Evangelio del que ni ellos ni ellas son dueños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto, sino ministros para trasmitirlo con suma fidelidad». Los envía a transformar, en la escuela, en los niños, en cada uno de los miembros de la comunidad educativa donde trabajan, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación. 16. Por eso les pedimos no sentir miedo, ni fatiga, pues van en nombre del Señor y de su Iglesia, apoyados en el poder de Dios: «Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el testimonio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo y Jesucristo crucificado. Por eso me presenté ante vostros, débil, temeroso, vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación del poder del Espíritu, para que vosotros no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1 Cor.' 2,2-5). 17. Preparados, a: - a hacer de su clase y de su labor en la escuela, un espacio de evangelización, animados por el amor. - a ser dignos de esta vocación evangelizadora - a ejercerla sin dudas ni temores - a no descuidar las condiciones en que harán esta evangelización. - a que su celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida. - a que ayuden a sus alumnos a descubrir la Verdad, a comprenderla y amarla. - a que evangelicen con esperanzas, usando nuevos métodos y nuevo ardor, al igual que el fervor de los Santos. - a conservar la confortadora alegría, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas.
  • 12. Sugerencias de preguntas: 3.1. Los Obispos hablan de la escuela como una «comunidad educativa» ¿cómo se vive esa comunidad en tu lugar de trabajo? 3.2. ¿Tienen proyecto educativo? ¿Crees tú que puedes empezar a crear la inquietud al respecto? ¿Te sientes capacitado para hacer esta motivación? ¿Sabes a quién recurrir para que te ayuden en este tema? 3.3. ¿Qué signos positivos hacen presente a Cristo, modelo de Maestro, en tu comunidad? 3.4. ¿Qué signos negativos hacen más difícil tu labor evangelizadora dentro de tu comunidad educativa? 3.5. ¿Crees que puedes desarrollarla con los profesores y con los padres de tus alumnos? 3.6. ¿qué características del Profesor de Religión te parecen más imprescindibles? 3.7. ¿Estamos convencidos que nuestra tarea como Profesores de Religión es la transformación hacia el Señor del corazón de nuestros niños y la extensión del Reino de Cristo en la comunidad educativa? ¿Qué relación tiene esto con tu vocación, con tu estilo de vida, con tu pedagogía, con tu inserción en la escuela? 3.8. ¿Están encaminadas nuestras acciones hacia esos grandes objetivos? 3.9. Señale algunas experiencias personales y/o comunitarias al respectó. 3.10. La realidad del profesor de religión. Volviendo a esa realidad: en tu contacto y conversaciones con los jóvenes ¿qué pro-lemas has detectado que inciden en su desarrollo como personas? ¿Qué respuestas pueden ofrecerles los profesores de religión? 3.11. ¿Qué pasos puedes ir dando en tu escuela para ir logrando en ella un ambiente de comunión y participación? 3.12. ¿Qué influencia estamos ejerciendo los profesores cristianos y en especial los de religión en nuestra realidad educacional y social? 3.13. ¿Cómo podemos compartir nuestra misión con los colegas que no comparten nuestra fe? 3.14. ¿Cuáles son las características de una cultura cristiana, solidaria, que tiene como centro a la persona humana? 3.15. ¿Qué elementos encontramos en la escuela que favorecen el desarrollo de esta cultura? 3.16. Los Obispos nos señalan aspectos de la actual realidad profesional y laboral del Profesor de Religión. ¿Cuáles de estos aspectos los consideramos más relevantes y qué otros podrían complementar este análisis? 3.17. ¿Qué aspectos debería privilegiar el perfeccionamiento de los profesores dé Religión? ¿Cómo conciliar, el desarrollo técnico, con el desarrollo personal y el crecimiento en la fe? 3.18. ¿Hemos logrado integrar nuestra vocación apostólica en nuestra acción pedagógica? ¿qué ayuda podríamos recibir de nuestro Pastor, en este aspecto? 3.19. ¿Conozco las Orientaciones Pastorales de mi diócesis? ¿Cuál es el aporte que hace mi pastoral educativa a la pastoral de conjunto de la diócesis? 3.20. ¿Cómo concretizo mi relación con mi parroquia? 3.21. Para acrecentar mi vida de fe, ¿cómo puedo hacerlo, pese a mi escasez de tiempo y a la necesidad de compartir con la familia? ¿Me ha sido fácil encontrar un director espiritual? ¿Tengo fácil acceso a la práctica de los sacramentos, especialmente al de la confesión?
  • 13. Puntos de reflexión 1. Hacer una evaluación con los alumnos para ver si las verdades esenciales del cristianismo son conocidas (Trinidad, Iglesia, vida nueva en Cristo, actitudes y virtudes evangélicas, comunidad, misión). 2. Discutir la metodología con que se transmite la clase de Religión. 3. Hacer un estudio crítico de nuestros textos de Religión. 4. Proponer metas concretas destinadas a incorporar medios de comunicación social a la enseñanza de la Religión. 5. ¿Qué medios externos al colegio fortalecen nuestra acción catequística? 6. Enumerar problemáticas del mundo contemporáneo y ver qué respuestas a ella entregamos desde el evangelio. 7. Realizar un diálogo acerca de lo que significa tener fe. 8. Constatar qué saben nuestros alumnos acerca 9. ¿qué oraciones pueden rezar? ¿pueden repetir algún pasaje evangélico? ¿pueden decir los mandamientos? 10. ¿Cómo conectamos evangelio con vida? 11. ¿En qué aspectos creemos que el mensaje de Jesús debe transformar nuestra cultura? 12. Hacer un listado de los principales intereses juveniles y ver cómo unirlos con la catequesis en nuestra clase de Religión. 13. ¿De qué medios podemos valemos para poner a los alumnos en comunión con Cristo? 14. ¿Qué Cualidades debe tener un Profesor de Religión? 15. Seleccionar tres pasajes del evangelio en relación a la vida de Jesús y confrontar nuestra acción con ellos. 16. Dialogar acerca de la responsabilidad comunitaria sobre la clase de Religión. 17. Analizar las dificultades que encuentra la clase de Religión en nuestro ambiente. 18. Hacer un estudio crítico sobre los medios que actualmente utilizamos para impartir la clase de Religión. 19. Seleccionar argumentos que demuestren que impartir la clase de religión es un derecho de la Iglesia. 20. ¿Cómo relacionamos catequesis y evangelización en nuestra clase de Religión? 21. ¿De qué manera conciliamos doctrina y vida en la clase de Religión? 22. ¿Cómo resolvemos algunas antinomias como: repetición o improvisación, ortodoxia y ortopraxis, estudio doctrinal y experiencia vital, persona y comunidad? 23. Señalar peligros que se dan como consecuencia de la acentuación parcial de estos aspectos. 24. Destacar la importancia que tienen para la clase de Religión - la vida litúrgica - la vida sacramental - la comunidad cristiana.
  • 14. 25. Revisar si en el colegio se da un clima favorecedor del proceso catequístico. 25. Hacer un estudio diagnóstico y prospectivo de la catequesis: - a nivel familiar - a nivel escolar 26. ¿Cuál es nuestro aporte concreto a la clase de Religión?