Presentación Computación en Nube Venezolana CONUVEN
Revista mente y cerebro nro. 58
1. n.o
58/2013
6,50 €
EL PODER
DEL BEBÉ
El nacimiento y cuidado
de un hijo transforma
la neuropsicología
de los padres
NUEVA SERIE
Técnicas de la
neurociencia
9 771695 088703
0 0 0 5 8
ENERO/ FEBRERO2013
58/2013
PSICOLOGÍA
El duelo crónico
COGNICIÓN
Decidir con acierto
TABAQUISMO
Neurobiología de la
adicción a la nicotina
NEUROLOGÍA
El estado vegetativo y su diagnóstico
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4. 2 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
SUMARIO
GENÉTICA
10 El mejor amigo
del genetista
La investigación del genoma de los
perros puede desentrañar claves
sobre las patologías neuropsiquiá
tricas de los humanos. Por David
Cyranoski
PERCEPCIÓN
16 Expertos en rostros
Poco después de nacer, los bebés
muestran una sensibilidad especial
para las caras. Distinguen los rostros
individuales de humanos; también
de monos. Sin embargo, pronto pier
den esa capacidad y se centran en la
fisonomía de sus congéneres.
Por Stefanie Höhl
NEUROLOGÍA
46 Una nueva era
en el diagnóstico
del estado vegetativo
Los avances en el campo de la neuro
imagen ofrecen alternativas nove
dosas para mejorar el diagnóstico de
pacientes en estados de consciencia
alterada tras una lesión cerebral.
Por Davinia Fernández Espejo
SERIE «TÉCNICAS
DE L A NEUROCIENCIA» (I)
54 Atlas genético del cerebro
Una cartografía del encéfalo huma
no, minuciosamente construida,
revela las raíces moleculares de la
enfermedad mental. Y de la conducta
cotidiana. Por A. R. Jones y C. C. Overly
ADICCIÓN
68 La rutina del pitillo
La dependencia de la nicotina no
solo se manifiesta en el centro
neuronal responsable de la adicción.
La tendencia a coger un cigarrillo
también deja huella en regiones
sensoriales y motoras del cerebro.
Por Y. Yalachkov, J. Kaiser
y M. J. Naumer
PSIQUIATRÍA
72 Alienados de sí mismos
Algunas personas se sienten obser
vadoras de sus propios procesos
mentales y de su cuerpo. También el
mundo se les antoja irreal y extraño.
Con todo, su trastorno pasa con fre
cuencia inadvertido. Por M. Canterino
y M. Michal
ARTÍCULOS
Estado vegetativo
Se estima que el cuarenta por ciento de los
afectados recibe un diagnóstico incorrecto.
Enero / Febrero de 2013 – N.o 58
Atlas Allen
La cartografía genética del cerebro humano
y del ratón inicia la nueva serie «Técnicas de
la neurociencia».
Adicción al tabaco
La dependencia de la nicotina afecta a áreas
cerebrales sensoriales y motoras.
46 54 68
COGNICIÓN
62 Recompensa sin sacrificios
¿Decidimos mejor cuanta más informa
ción tenemos? Al parecer, no. A menudo,
unas reglas empíricas aportan más que
análisis exhaustivos de la situación. Los
jugadores de póquer y corredores de
bolsa bien lo saben. Por Thorsten Pachur
5. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 3
22 Cerebro y maternidad
El embarazo y el parto remodelan
el cerebro y la mente de la mujer.
Por Craig H. Kinsley y Elizabeth Meyer
28 Cerebro y paternidad
El nacimiento de un hijo propicia
una renovación neuronal en
el encéfalo del padre.
Por Brian Mossop
SECCIONES
4 Encefaloscopio
Pensar antes de pestañear
Querer es poder
Depuración mental
Plácida creación
Alcohol y violencia
Múridos rescatadores
Aprender a escuchar
Emociones a paso marcial
34 Entrevista
Uta Frith: «La empatía no se
puede aprender»
Por Daniela Ovadia
38 Instantánea
Arsenal científico del ayer
40 Avances
El miedo en el cerebro
Por Carmen Agustín Pavón
Electrodos que despiertan
Por Christoph Koch
44 Sinopsis
Cómo se obtiene una neuroimagen
78 Syllabus
Duelo
Por Christiane Gelitz
84 Ilusiones
El entorno decide
Por Danko Nikoli´c y Kai Gansel
88 Retrospectiva
Un siglo de conductismo
Por Stephen F. Ledoux
94 Libros
Libre albedrío
Por Luis Alonso
www.investigacionyciencia.es
NEUROBIOLOGÍA
EL PODER DEL BEBÉ
6. 4 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
ENCEFALOSCOPIO
GETTYIMAGES/STEWARTCOHENYPAMOSTROW
AUTISMO
Pensar antes de pestañear
El parpadeo de los niños con autismo revela dónde fijan la atención
El rastreo de los movimientos oculares
permite a los científicos averiguar lo
que nos interesa de una escena. En cambio,
los escasos milisegundos de parpadeo sue-
len despreciarse, se consideran ruido, un
dato residual. No obstante, se ha apreciado
que el pestañeo podría contener informa-
ciónimportante:cuantomáspestañeamos
menos enfocada se halla nuestra atención.
En el autismo, las pautas del parpadeo pa-
recen indicar la forma de relacionarse del
sujeto con el entorno.
En experimentos con niños de corta
edad, Warren Jones, de la facultad de me-
dicina de la Universidad Emory, observó
que sus parpadeos no eran aleatorios,
sino estratégicos. Mientras miraban una
grabación, inhibían el pestañeo si esta les
resultaba interesante. «La cronología de los
momentos en que no pestañeamos parece
vinculada con el grado de implicación ha-
cia lo que miramos», afirma Jones.
El investigador ha aplicado este descu-
brimiento para el estudio de la atención
en el autismo. En un artículo
publicado en diciembre de 2011
en Proceedings of the National
Academy of Sciences USA, Jones
señalaba diferencias en las pau-
tas de pestañeo de niños con
autismo y otros con desarrollo
normal. Se mostró a ambos
grupos un vídeo que contenía
momentos emotivos y también
escenas de acción. Los proban-
dos sin el trastorno inhibían
el pestañeo justo antes de los momentos
más emotivos, como si estuvieran siguien-
do la narración y previendo un desenlace.
En cambio, los que padecían la patología
seguían pestañeando en esos mismos
momentos, lo que hacía pensar que no
estaban siguiendo el hilo emocional de la
historia. No obstante, sí mostraban una
respuesta cuando un objeto se movía de
forma súbita.
Los resultados confirman observaciones
anteriores relacionadas con la atención de
los niños con autismo, a saber, que estos
se interesan más por los fenómenos de
acción que por los emotivos. Además, en
opinión de Jones, las conclusiones previas
confieren legitimidad a los estudios sobre
el pestañeo. En otras palabras, el pestañeo
se dibuja como un instrumento válido de
investigación. Esta técnica podría resultar
en especial útil en la exploración de sujetos
con afasia, además de contribuir en la defi-
nición de subcategorías de autismo.
—Morgen E. Peck
ENVEJECIMIENTO
Querer es poder
Las personas mayores tardan más en tomar una decisión, pero no tienen por qué
Suele ocurrir que los individuos de edad
avanzada tarden más que los adultos jóve-
nes en decidirse, no obstante, ello no significa
que su mente funcione con lentitud. Según
expone una investigación de la Universidad
estatal de Ohio, la mayor tardanza se debe a
que la persona mayor valora más el acierto en
la decisión que la presteza en tomarla.
En el estudio, publicado en el Journal of
Experimental Psychology: General, un grupo
de jóvenes universitarios y otro de adultos
entre los 60 y 90 años se sometieron a prue-
bas cronometradas de reconocimiento y me-
morización de palabras. Todos los participan-
tes acertaron por un igual, pero los mayores
respondían con mayor lentitud. Sin embargo,
acicateados por los investigadores a responder
con más presteza, contestaron a la par que
los jóvenes, sin por ello cometer más errores.
«En numerosas tareas sencillas, los mayores
tardan más en decidirse porque consideran
que necesitan más datos para formular su
conclusión», señala Roger Ratcliff, uno de los
coautores. A menudo, cuando una mente de
edad avanzada se enfrenta a una tarea que
requiere rapidez, un esfuerzo consciente per-
mite que así sea.
—Winnie Yu
GETTYIMAGES/J.PARSONS
7. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 5
DREAMSTIME/DUNDANIM
PSICOTERAPIA
Depuración mental
La terapia de la imaginación guiada alivia los sentimientos de suciedad y asco que presentan las víctimas de abuso sexual
Las personas que han sufrido abusos
sexuales en la infancia a menudo
indican sentirse sucias o «contamina-
das». Tal sensación provoca con fre-
cuencia un deterioro en la autoestima
o la autoimagen corporal de la víctima,
además de problemas en sus relaciones
interpersonales e incluso una conduc-
ta obsesiva por lavarse. Un estudio pu-
blicado en Behavioral Modification en
enero del 2011 señala que una terapia a
base de imágenes mentales, en la que se
conjuga lógica y emoción, puede aliviar
estos sentimientos intrusivos.
Kerstin Jung y Regina Steil, de la Uni-
versidad Goethe, en Fráncfort del Meno,
han ensayado una psicoterapia breve
basada en una sesión inicial y otra pos-
terior de refuerzo. En un primer paso,
las participantes expusieron con detalle
sus pensamientos en un diálogo con las
terapeutas, explicando lo que sentían,
cuándo y dónde les sobrevenían esas
ideas y en qué grado afectaban a su vida
diaria. A continuación se les indicó que
se informasen, a través de Internet, de la
frecuencia con que se renuevan las célu-
las humanas. Además, debían calcular
cuántas veces se habían reemplazado los
tejidos celulares de las partes de su cuer-
po en las que habían sufrido el abuso
desde el contacto con su violador. (Las
células dérmicas se renuevan entre cada
cuatro y seis semanas; las membranas
mucosas, con mayor frecuencia.) A con-
tinuación, las pacientes analizaron con
los investigadores el significado de los
datos. «Ninguna de las células de la piel
que ahora recubre mi cuerpo ha estado
en contacto con mi violador», rezaba
alguna de las respuestas. Por último, se
solicitó a las participantes que desarro-
llaran un nuevo ejercicio, a saber, que
se imaginaran que se arrancaban la piel
contaminada.
Se observó que el tratamiento reducía
de forma relevante los sentimientos de
suciedad de las víctimas de abuso se-
xual; también, para sorpresa de los in-
vestigadores, los síntomas de trastorno
postraumático. Jung afirma que la siner-
gia de información objetiva e imágenes
mentales resulta fundamental, ya que
los meros datos no bastan para llevar
a la paciente a una convicción emotiva.
«Utilizamos la técnica de la imaginación
guiada a modo de vehículo para trans-
portar la información racional desde
la cabeza al corazón. Las imágenes re-
sultan más poderosas para modificar
emociones que la información verbal»,
concluye Jung.
—Tori Rodríguez
8. 6 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
ENCEFALOSCOPIO
COGNICIÓN
Plácida creación
Los instantes antes de caer en los brazos de Morfeo resultan óptimos para la creatividad
Mensaje para las personas madru-
gadoras: reserven su potencial
creativo para antes de dormir. Ese lapso
de tiempo, en apariencia tan poco pro-
ductivo, puede representar la oportu-
nidad perfecta para un momento eure-
ka, según señala un estudio publicado
en Thinking Reasoning.
Mareike Wieth, profesora de psicolo-
gía en el Colegio Albion, y sus colabo-
radoras dividieron a los probandos en
dos grupos: «alondras» y «búhos», de
acuerdo con el cuestionario diurnidad-
nocturnidad. Descartaron a los indivi-
duos que habían puntuado en la zona
media de la prueba inicial, más o menos
la mitad de los encuestados. A los parti-
cipantes se les encargó que resolviesen
tres problemas analíticos y otros tantos
creativos. En los primeros no se aprecia-
ron efectos circadianos; en cambio, las
respuestas que requerían cierta creati-
vidad fueron mejores en los momentos
menos óptimos del día.
Wieth conjetura que tal efecto se debe
a una disminución del control atencio-
nal inhibitorio, es decir, de la capacidad
de desechar información irrelevante
para la actividad que llevamos a cabo en
un determinado momento. «Este estado
cognitivo, menos enfocado, más disper-
so, nos hace más propensos a considerar
datos que, en apariencia, no guardan re-
lación, como, por ejemplo, experiencias
vividas en otras ocasiones o la lista de
recados que tenemos pendientes», co-
menta. «Toda esta información adicio-
nal que nos ronda por la mente en los
momentos “subóptimos” del día puede,
a fin de cuentas, contribuir al momento
feliz de eureka».
—Tori Rodriguez
FOTOLIA/KONSTANTINYOLSHIN
9. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 7
PERSONALIDAD
Alcohol y violencia
Por qué las bebidas alcohólicas tornan agresivas a algunas personas
El alcohol alegra y distiende a unos,
vuelve irascibles y peligrosos para sí
y para los demás a otros. ¿De qué depende?
La diferencia puede radicar en la capacidad
de los sujetos para medir las consecuen-
cias de sus actos, según un estudio recien-
te publicado en Journal of Experimental
Social Psychology.
Brad Bushman, de la Universidad esta-
tal de Ohio, y sus colaboradores pidieron
a casi 500 voluntarios que participaran en
un sencillo juego. Los probandos, hom-
bres y mujeres en igualdad de número,
creían que competían con un rival en el
intento de pulsar un botón con mayor
rapidez que el contrincante. En realidad,
el programa informático que se utilizaba
en la prueba decidía al azar quién gana-
ba o perdía. Cuando un sujeto resultaba
perdedor, recibía una descarga eléctrica.
Pero si ganaba, administraba la descarga
al supuesto contrincante; podía decidir a
voluntad propia la duración e intensidad
de la misma.
Antes de empezar a jugar, los partici-
pantes cumplimentaron un cuestionario
diseñado para medir su sentimiento de
responsabilidad por las consecuencias
futuras de sus actos. A la mitad de los
probandos se les ofreció un combinado
de alcohol con zumo de naranja en dosis
suficientes para estar ebrios; a los demás se
les dio una bebida baja en alcohol. Los par-
ticipantes que manifestaron desinterés e
irresponsabilidad por las consecuencias de
sus actos mostraban una mayor tendencia
a proporcionar descargas largas e intensas.
En el grupo sobrio, estos respondieron con
mayor agresividad que los sujetos respon-
sables. Pero estando ebrios, su beligerancia
se salía de la escala. «Fueron, con mucho,
el grupo más agresivo del estudio», afirma
Bushman.
Con todo, podemos dar una buena no-
ticia: dicho rasgo es maleable. Michael
McKloskey, de Universidad de Temple,
confirma que los individuos impulsivos a
menudo tienen la convicción de que si una
situación les resulta frustrante o desagra-
dable, es «precisamente para fastidiarles».
Si consiguen aprender a ver la situación
de forma más objetiva, pueden conservar
mejor la calma y reprimir su ira, añade Mc-
Kloskey: «Cuando las personas impulsivas
llegan a dominar esta técnica adquieren un
sentido de control y responsabilidad sobre
las consecuencias».
—Harvey Black
ciencia
blogreflexión
opinión
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educación
historia
filosofía
investigación
Ciencia en primera persona
www.investigacionyciencia.es/blogs
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Y FERNANDO MARCHESANO
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Neurobiología
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Mar y vida
Y MÁS...
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Ciencia de la vida cotidiana
IGNACIO UGARTE
A una unidad astronómica
JOSÉ MARÍA EIRÍN LÓPEZ
Evolución molecular
ISTOCKPHOTO/MANDYHB
10. 8 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
ENCEFALOSCOPIO
DESARROLLO
Aprender a escuchar
Para afinar el habla, los niños se apoyan en una realimentación distinta a la de los adultos
Al igual que el músico que
afina su guitarra, las
personas adultas escuchan de
forma subconsciente su pro-
pia voz para ajustar el tono,
el volumen y la pronuncia-
ción del habla. Los bebés que
aprenden a hablar no actúan
de este modo. ¿Cómo adquie-
ren el habla los niños y cómo
pueden ayudarles los padres
en esa tarea?
Estudios anteriores han
demostrado que los adultos
se valen de la realimentación
auditiva para retocar y ajus-
tar su pronunciación. Ewen
MacDonald, del Centro de In-
vestigación Auditiva Aplicada
de la Universidad Técnica de
Dinamarca, quiso saber si los
niños actuaban de la misma
manera. Para ello, solicitó a
probandos adultos y niños
que guiasen las acciones de
un robot en un videojuego.
Para ese fin, los participantes
debían repetir la palabra bed
(«cama» en inglés). Cada vez
que pronunciaban el vocablo,
oían su propia voz a través de
auriculares. Los investigado-
res desplazaron su espectro
sonoro para que oyeran bad
(«malo») en lugar de bed. Se
observó que los adultos y los
COMPORTAMIENTO ANIMAL
Múridos rescatadores
Los roedores sacrifican su propio beneficio para liberar a sus compañeros enjaulados
La expresión «rata» podría considerarse más un elogio que
un insulto. Según un estudio publicado en Science a finales
de 2011, los roedores pueden mostrarse sorprendentemente al-
truistas.
Peggy Mason, Inbal Ben-Ami Bartal y Jean Decety, de la Uni-
versidad de Chicago, colocaron pares de ratas en jaulas, en las
que uno de los animales permanecía preso en el centro dentro de
un recinto transparente y más pequeño en el que apenas podía
moverse, mientras que el otro múrido podía corretear libremente
por su exterior. Los investigadores observaron que 23 de 30 ra-
tas liberaron a sus compañeras bien empujando con la cabeza la
puerta de la jaula interior o bien apoyando el cuerpo en la puerta
hasta lograr abrirla.
Para comprobar el altruismo de los roedores, Mason introdujo
ratas en cajas que contenían dos recintos. En uno se encontraba
otra rata, en el otro, un montoncito de virutas de chocolate. Los
roedores que gozaban de libertad de movimiento podían apro-
vechar el momento para comerse con toda facilidad el atracti-
vo manjar. No obstante, optaron por otra acción: en su mayoría
abrieron ambas jaulas y compartieron las chocolatinas con su
compañera liberada. «En el mundo de las ratas eso es mucho»,
opina Mason. «Se trata del primer estudio que relaciona el al-
truismo con la conducta ratonil.»
No obstante, Jeffrey Mogil, de la Universidad McGill, y Mason,
señalan que cabe la posibilidad de que las ratas «libertadoras»
intentasen con esa acción acallar las llamadas de socorro de sus
compañeras. Aun así, Mason considera que las peticiones de au-
xilio no son lo bastante frecuentes para motivar las ratas; Mogil
no está tan seguro.
Con todo, este estudio entra a formar parte de una serie de
experimentos recientes que han cambiado la forma de considerar
la empatía y el altruismo: no se trata de rasgos exclusivamente
humanos, como se pensaba hasta ahora. Al parecer, el instinto de
ayuda mutua ha evolucionado en numerosos animales, incluso
con sacrificios para uno mismo, instintos que los humanos tam-
bién hemos heredado. «En definitiva», concluye Mason, «la ayuda
al infortunado es parte de nuestra biología».
—Ferris Jabr
GETTYIMAGES
11. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 9
PSICOLOGÍA SOCIAL
Emociones a paso marcial
El movimiento sincronizado alienta el compañerismo, pero también puede fomentar la agresividad
En el ámbito militar se sabe de antiguo
que la instrucción de orden cerrado
genera un fuerte compañerismo entre
los miembros de pequeñas unidades.
Scott Wiltermuth, de la Escuela de Nego-
cios Marshall de la Universidad del Sur de
California, proponía que esta cooperación
brota de una sincronización emotiva de los
individuos. Ahora señala que tal sincronía
puede estimular asimismo la agresividad,
según publicó en enero de 2012 en el Jour-
nal of Experimental Social Psychology.
Wiltermuth y sus colaboradores distri-
buyeron a los probandos en varios gru-
pos. Entregaron a cada grupo un juego
de tazas; les enseñaron a moverlas según
cierta coreografía, que más tarde habrían
de repetir al ritmo de una música. Con el
objetivo de crear un ambiente competiti-
vo, los investigadores les encargaron que
memorizasen una lista de ciudades, de la
que más tarde les examinarían. El grupo de
máxima puntuación ganaría 50 dólares. A
continuación, con los auriculares puestos,
los participantes llevaron a cabo el ejercicio
con las tazas al ritmo de la música que oían.
En algunos grupos, los probandos acabaron
moviendo las tazas en mutua sincronía;
en otros, cada participante oía músicas de
ritmos variables, de manera que no podía
sincronizar los movimientos con los de los
demás. Al terminar la actividad, se indicó a
cada uno de los grupos que podían seleccio-
nar la música que oiría otro grupo durante
el ejercicio. Una de las opciones consistía en
un potente y fastidioso ruido estático. Los
equipos que habían llevado a cabo su ejer-
cicio en sincronía manifestaban una mayor
tendencia a elegir el ruido fastidioso que los
no conjuntados. En conclusión, un equipo
compenetrado es un enemigo más fiero.
En otro estudio, publicado en Social In-
fluence, Wiltermuth señala que los miem-
bros de un grupo sincronizado también son
más destructivos. Se les entregó cochinillas
vivas, las cuales debían meter en unas cajas
a las que se denominó «exterminadoras»
(en realidad, las cochinillas no sufrían daño
alguno). Cuando se les pidió que llevaran a
cabo la tarea, los probandos que pertene-
cían a grupos sincronizados introdujeron
un 54 por ciento más de insectos en las su-
puestas cajas de exterminio que los sujetos
de control, no sincronizados.
Según Wiltermuth, tales observaciones
subrayan la importancia de analizar las
propias acciones y las de los dirigentes.
«Hacemos cosas que no querríamos por
vinculación emotiva con nuestro equipo»,
afirma.
—Daisy Yuhas
niños de cuatro años trataban
de corregir el error llevando
la pronunciación hacia bid
(«oferta»), en cambio, los de
dos años en ningún momento
se apartaron de la expresión
bed. Al parecer, no se valían de
la retroalimentación auditiva
para controlar el habla.
Aunque cabe la posibili-
dad de que esos niños hayan
suprimido el mecanismo de
realimentación, MacDonald
piensa que tal vez no comien-
cen a escucharse a sí mismos
hasta tener más edad. En tal
caso, resulta probable que
dependan de la realimenta-
ción que les proporcionan
las voces de los adultos para
calibrar su propia voz. De he-
cho, casi todos los familiares
y cuidadores repiten de forma
espontánea las palabras que
pronuncian los pequeños
con el objetivo de alabarles y
alentarles. «Me parece que el
mensaje que debemos retener
de todo ello es que la interac-
ción social es importante para
el desarrollo del habla», opina
MacDonald. Un consejo final:
la clave consiste en hablar e
interactuar con el niño de for-
ma normal.
—Morgen E. Peck
ISTOCKPHOTO/MICHAELTRAVERS
ISTOCKPHOTO/AHMADFAIZALYAHYA
12. 10 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
GENÉTICA
S
olo, un border collie de once años,
toma una dosis doble de Xanax (alpra-
zolam) para los nervios en la festivi-
dad nacional del 4 de julio en Estados
Unidos. Este fármaco se suma al anti-
depresivo, fluoxetina o amitriptilina, que el perro
recibe como tratamiento a lo largo de todo el año.
Los fuegos artificiales lo sacan de quicio, al igual
que los petardos, los disparos y prácticamente
cualquier sonido explosivo, los cuales le provocan
ataques de nervios. Jadeante y babeando, con los
ojos dilatados, busca desesperadamente un lu-
gar donde esconderse. Si otro perro ronda cerca,
puede atacarlo. «Esto se conoce como redirección
de la ansiedad», explica Melanie Chang, dueña
de Solo y bióloga evolutiva de la Universidad de
Oregón en Eugene.
Cuando era investigadora posdoctoral en la
Universidad de California en San Francisco, Chang
colaboró en la recopilación de cientos de muestras
de ADN de border collies, entre ellas la de Solo,
como parte de un proyecto para el estudio de la
fobia a los ruidos fuertes (ligirofobia). La bióloga
estima que al menos el 50 por ciento de los co-
llies padecen dicho trastorno, de los cuales un 10
por ciento se encuentran gravemente afectados.
Estos ejemplares suelen autolesionarse o herir a
otros animales en respuesta a los ruidos fuertes.
Steven Hamilton, psiquiatra de la Universidad de
California en San Francisco y director del susodi-
cho proyecto, considera que existen paralelismos
entre el pánico de los perros y la ansiedad de las
personas. Los mismos medicamentos funcionan
en aproximadamente el mismo porcentaje de ca-
sos humanos y caninos. Un número creciente de
proyectos como el suyo se encuentran en marcha,
tanto para ayudar a los perros con alteraciones
como para desterrar las raíces de enfermedades
neuropsiquiátricas humanas.
La «caza» de genes causantes de trastornos
mentales ha supuesto «un trabajo duro con re-
sultados magros», asegura Jonathan Flint, del
Centro de la Fundación Wellcome para la Gené-
tica Humana en Oxford. Ello se debe, en parte,
a que el genoma humano es complejo, lo cual
dificulta el diagnóstico de las patologías menta-
les. En cambio, 200 años de endogamia selectiva
han permitido que las razas de perro presenten
un conjunto de comportamientos específicos.
Además, su genoma facilita el seguimiento de
la pista de los genes responsables. «Son los úni-
cos modelos naturales de los trastornos psiquiá-
tricos. Son perfectos para cartografiar los genes
y clonarlos. Es sencillamente hermoso», afirma
Guoping Feng, genetista de ratones del Instituto
de Tecnología de Massachusetts en Cambridge,
quien colabora con científicos dedicados a la in-
vestigación con perros.
La raza border collie fue criada en un inicio con
el fin de que pastorease animales ungulados y
fuese capaz de oír la llamada de su dueño a gran
distancia. Según algunos autores, ello puede haber
influido en que el animal haya desarrollado un
oído tan sensible; los ruidos fuertes abruman a
algunos de su raza y les provocan una alteración
equiparable al trastorno de ansiedad que sufren
las personas. «En general, es probable que la enor-
me ansiedad se deba al extenso periodo de selec-
EN SÍNTESIS
Proyecto mascota
1Ciertas razas caninas
presentan patologías
semejantes a los trastornos
neuropsiquiátricos humanos.
2El genoma de los perros
puede ayudar a desen-
trañar las claves neurológi-
cas de enfermedades como
el trastorno obsesivo-com-
pulsivo o la narcolepsia.
3La investigación en
modelos perrunos va en
aumento. Entre los proyec-
tos en marcha se encuentra
la iniciativa europea LUPA.
El mejor amigo
del genetista
La investigación del genoma de los perros puede desentrañar claves
sobre las patologías neuropsiquiátricas de los humanos
DAVID CYRANOSKI
13. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 11
DREAMSTIME/ISSELEE
PERROS AL BORDE
DE UN ATAQUE DE NERVIOS
¿Pueden los collies ayudar
a descifrar la genética de la
ansiedad?
14. 12 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
GENÉTICA
ción de perros capaces de responder a las señales
sociales humanas», opina Chang. La procedencia
de otros rasgos temperamentales resulta más
turbia. Los dóbermans pinscher se desarrollaron
como fieles perros guardianes y de defensa. Sin
embargo, a veces presentan fijaciones y peculia-
ridades equivalentes al comportamiento de un
individuo obsesivo-compulsivo. Los dálmatas,
por su parte, fueron criados para la velocidad y
la resistencia, con el fin de que pudieran correr
al ritmo de los caballos. Estos canes tienden a la
agresividad.
Con todo, sigue especulándose si determinadas
condiciones caninas surgieron por casualidad o
si acontecieron debido a una selección no inten-
cionada para una cualidad específica. Sea como
fuere, los problemas de conducta en los canes
son frecuentes. Nicholas Dodman, especialista en
comportamiento animal de la Universidad Tufts
en North Grafton, estima que, como mínimo, el
40 por ciento de los 77,5 millones de canes que
poseen los habitantes de Estados Unidos manifies-
tan algún tipo de trastorno de comportamiento.
Los fármacos para perros, entre los que se en-
cuentran drogas psicotrópicas, representan un
mercado en auge. Aun así, lamentablemente se
sacrifica a muchas mascotas a consecuencia de
su temperamento.
Los investigadores cuentan con buenas razones
para creer que los perros revelarán los secretos
genéticos que albergan con mayor facilidad que
los humanos. Un estudio de 2010 demostró que
variantes en seis lugares del genoma canino po-
dían revelar el 80 por ciento de la variación en el
tamaño corporal del perro. En cambio, 294.831 va-
riantes humanas comunes, consideradas de forma
simultánea, explicaban solo el 45 por ciento de las
diferencias de altura entre las personas.
Llegados a este punto cabe preguntarse por
qué, si la genética de la altura resulta tan dispar
entre perros y humanos, la relacionada con la
ansiedad, la compulsión o la agresión ha de pre-
sentar similitudes. Patrick Sullivan, genetista de
la Universidad de Carolina del Norte en Chapel
Hill, apunta: «El comportamiento que, de forma
intrigante, parece asemejarse entre los humanos
y otras especies podría consistir en una arquitec-
tura genética completamente distinta». En otras
palabras, el mismo rasgo podría corresponder a
genes o regiones cerebrales diferentes. Sin embar-
go, los defensores de los estudios caninos sugieren
que los genes perrunos pueden contribuir en el
atisbo de las rutas implicadas en las patologías
humanas; ello ya sería suficiente.
Los perros que duermen no mienten
Al menos una investigación atestigua que los es-
tudios en perros pueden llevar a respuestas de
la neurobiología humana. Durante décadas, los
investigadores han examinado el ADN de sujetos
aquejados de narcolepsia con el objetivo de hallar
los genes responsables de este trastorno del sueño.
No obstante, la tarea resultó complicada: existían
múltiples genes implicados, los factores ambien-
tales eran inconsistentes y no aparecía ningún
mecanismo claro. «La gente discutía si se trataba
de una enfermedad autoinmunitaria, pero nadie
sabía qué hacer después. Era demasiado difícil»,
explica Emmanuel Mignot, investigador del sue-
ño de la facultad de medicina de la Universidad
Stanford.
Ya que los dóberman pinschers son propensos
a padecer narcolepsia, tenían la clave. En 1989,
Mignot empezó a emplear técnicas génicas clá-
sicas con el fin de criar ejemplares de dóberman
narcolépticos y, con ello, seguir la pista del patrón
hereditario del trastorno. Sin las ventajas de las
herramientas genéticas y genómicas actuales, tar-
dó diez años en llegar a la mutación que causaba
la enfermedad: aparecía en el gen receptor de la
hipocretina 2, el cual regula la entrada en el ce-
rebro del neurotransmisor hipocretina (también
orexina).
«Los perros
son los únicos
modelos
naturales de
trastornos
psiquiátricos»
Guoping Feng,
Instituto de Tecnología
de Massachusetts,
Cambridge
DÁLMATA
CRÍA:
Raza iniciada en los años noventa del
siglo xviii. Se empleaba sobre todo como
perro escolta de carruajes. Corría junto a los
carros tirados por caballos, o frente a ellos.
TRASTORNOS:
Predisposición a la sordera. Asimismo
pueden padecer hiperuricemia, alteración
que provoca la formación de piedras en el
tracto urinario. Pueden ser agresivos.
FOTOLIA/JAGODKA
15. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 13
Mignot no halló la misma mutación en el gen
humano correspondiente, empero sí que descu-
brió cambios en la ruta de la hipocretina. «Em-
pezamos a medir la hipocretina en el líquido
cerebroespinal. En los narcolépticos, había desa-
parecido. Era asombroso», recuerda. Los investi-
gadores se centran ahora en mutaciones génicas
humanas que conducen a la reducción de la hi-
pocretina y a sufrir el trastorno de narcolepsia.
También las compañías farmacéuticas se fijan
en dicha sustancia como una posible vía para el
tratamiento del insomnio.
Los mismos canes con nuevos trucos
Desde que Mignot publicara sus trabajos, el ge-
noma canino se ha secuenciado. Ello ha permi-
tido comparar de manera rápida y fácil la infor-
mación genética de cientos de perros mediante
la observación de polimorfismos nucleotídicos
simples (SNP, por sus siglas en inglés), es decir,
de cambios de una sola letra en el genoma que
actúan como marcadores de bloques de ADN
heredados.
Los estudios pangenómicos (GWAS, de genome
wide association studies) que se pueden realizar
mediante tales marcadores resultan más sencillos
en perros que en humanos. La mayoría de las ra-
zas caninas son muy homogéneas: los ejemplares
de un mismo linaje comparten bloques de ADN
mayores que en el caso de dos personas cuales-
quiera. Dicho de otro modo, en los perros se nece-
sita estudiar menos polimorfismos nucleotídicos
simples y menos individuos para encontrar un
bloque de ADN que se asocie con una enfermedad.
Según Kerstin Lindblad-Toh, del Instituto Broad
en Cambridge, los GWAS humanos podrían re-
querir 5000 personas con un rasgo de interés y
5000 controles sin él para demostrar que el ras-
go en cuestión se halla asociado con una región
genómica determinada. En cambio, los estudios
con perros pueden pasar con menos: con solo cien
animales experimentales y otros tantos de con-
trol. Asimismo, una investigación que precisase
en humanos cientos de miles de SNP podría efec-
tuarse en canes con escasos 15.000 polimorfismos
nucleotídicos simples.
Los estudios pangenómicos ya han demostrado
su eficacia a la hora de encontrar genes para varios
rasgos perrunos que resultan relevantes en las
enfermedades humanas. Entre ellas, la osteogé-
nesis imperfecta (enfermedad ósea congénita que
se ha atribuido al gen que causa patas regordetas
en los dachshunds, o perros salchicha) y el lupus
eritematoso sistémico, enfermedad del sistema
inmunitario. Un estudio publicado en 2010 de-
mostró que dicha patología está controlada por
cinco genes en los perros de la raza retriever de
Nueva Escocia.
Anne-Sophie Lequarré, veterinaria de la Uni-
versidad de Lieja, coordina el proyecto europeo
LUPA de genética canina. Dicha iniciativa toma su
nombre en referencia a la loba (lupa en italiano)
que alimentó, según la tradición, a los hermanos
gemelos y fundadores de Roma (Rómulo y Remo)
con el fin de denotar los beneficios que la genética
perruna puede aportar al conocimiento humano.
LUPA, entidad que empezó su andadura en 2008
con un presupuesto de 12 millones de euros, agru-
pa a un centenar de investigadores para estudiar
los trastornos de un solo gen y complejos (entre
ellos, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares
y los trastornos neurológicos) a partir del genoti-
pado de 10.000 perros. «Los primeros resultados
muestran que, una vez que se encuentra una
mutación [relacionada con una enfermedad] en
perros, en el noventa por ciento de los casos se
encuentra implicado el mismo gen en humanos»,
señala Lequarré.
Los trastornos compulsivos figuran entre los
primeros éxitos a la hora de desentrañar condi-
ciones del comportamiento humano a través de
las características genéticas de los perros. Más de
60 estudios, en ratones, de genes a los que se atri-
buía una función en el trastorno obsesivo-com-
«Durante 10.000
años, el perro
ha sido el mejor
amigo del
hombre. Ahora
está sirviendo de
nuevo al hombre
al ayudarnos
a identificar
genes»
Elaine Ostrander,
Instituto Nacional
de Investigación
del Genoma Humano,
Bethesda
DÓBERMAN PINSCHER
CRÍA:
Raza que desarrolló hacia 1890 el recau-
dador de impuestos Karl Friedrich Louis
Dobermann como perro guardián.
TRASTORNOS:
Puede padecer narcolepsia, trastorno com-
pulsivo canino, inestabilidad de las vérte-
bras cervicales y anomalías en la coagula-
ción (enfermedad de von Willebrand).
DREAMSTIME/ERIKLAM
16. 14 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
GENÉTICA
pulsivo (TOC) humano, no han conseguido, hasta
el momento, encontrar asociaciones reveladoras
y reproducibles. Por el contrario, muchos perros
presentan un comportamiento obsesivo. Un ele-
vado porcentaje de bull terriers persiguen su
propia cola sin cesar. Numerosos perros de razas
grandes (dóberman, pastor alemán, gran danés y
golden retriever, entre otros) se mordisquean los
costados o se lamen las patas hasta que pierden
el pelo y se lesionan; algunos incluso se quedan
inválidos. Ciertos investigadores comparan estos
hábitos con la obsesión de lavarse las manos de
forma constante u otros rituales que suelen ma-
nifiestar las personas con TOC.
En enero de 2010, Lindblad-Toh y Dodman des-
cribieron una relación entre el trastorno compul-
sivo canino y una región del cromosoma 7 de los
perros. Se basaron en un análisis de 14.700 poli-
morfismos nucleotídicos simples en los genomas
de más de 90 dóbermans que se mordisqueaban
de forma compulsiva y de unos 70 ejemplares de
control. A continuación relacionaron el compor-
tamiento con las variaciones en un segmento de
ADN de 400 kilobases de longitud. La conexión
resultante entre la variante que confiere el riesgo
y el comportamiento compulsivo no fue absoluta,
no obstante, resultó notable: el 60 por ciento de los
perros que se mordisqueaban los costados, mor-
dían mantas o cualquier otro objeto que pudieran
llevarse a los dientes poseían la variante, en com-
paración con el 43 por ciento de los que presenta-
ban una compulsión por morder más moderada y
el 22 por ciento de los que no manifestaban señales
de una conducta compulsiva.
Un gen de la región de ADN mencionada ha
desatado la imaginación de otros investigadores.
Se trata del CDH2, que codifica la proteína cadhe-
rina 2 (implicada en la formación de conexiones
entre neuronas). Deanna Benson, neurocientífica
de la Escuela de Medicina Monte Sinai, indica
que la posibilidad de que las cadherinas se en-
cuentren relacionadas con el trastorno obsesivo-
compulsivo en humanos ha inspirado a otros co-
legas. Feng, quien desarrolla modelos de ratones
para investigar el TOC, explora esta conexión. En
otoño de 2009, junto con Lindblad-Toh, inició la
investigación de circuitos cerebrales asociados
con la compulsión y que compartiesen ratones,
perros y humanos. Una de las investigaciones de
Feng consiste en eliminar la función de Cdh2 en
regiones específicas del cerebro de ratones para
comprobar si dicha carencia produce comporta-
mientos del tipo TOC.
Avance obstinado
Lindblad-Toh busca un encaje genético más ajus-
tado para los trastornos obsesivo-compulsivos
humanos. Los estudios genéticos de los perros se
basan en dos fases: en la primera, los científicos
se centran en un fragmento extenso de ADN de
una raza concreta; en la segunda, exploran si exis-
te una superposición entre esa región en el ADN
de perros de otras razas con la misma patología.
Mignot utilizó ejemplares de dachshund (perro
salchicha) narcolépticos para buscar la mutación
expresada por sus ejemplares de dóberman so-
ñolientos. Lindblad-Toh espera reducir la región
GOLDEN RETRIEVER
CRÍA:
Criado a mediados del siglo xix para cazar
y recuperar aves acuáticas abatidas desde
grandes distancias.
TRASTORNOS:
Aunque es popular por su temperamento
amigable, algunos individuos son propen-
sos a ser agresivos y dominantes, a los
accesos de ira y a una forma de trastorno
compulsivo.
COCKER SPANIEL INGLÉS
CRÍA:
Raza originada en el siglo xix para la caza,
para espantar a las presas de entre los
arbustos y recuperarlas una vez abatidas.
TRASTORNOS:
Propenso, más que otras razas, a sufrir
epilepsia. Puede presentar ataques repen-
tinos de agresión o síndrome de furia.
FOTOLIA/ERICISSELÉEFOTOLIA/BIGLAMA
17. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 15
implicada en el cromosoma 7 a unas 10 kilobases,
más manejables, mediante la comparación de los
loci de ADN en pastores alemanes que se lamen
el costado y bull terriers que se persiguen la cola.
De manera parecida, Hamilton intenta ampliar
a otras razas sus estudios sobre la fobia al ruido
que manifiestan los border collies; se centrará
ahora en los bearded collies (collies barbudos)
y los pastores australianos, los cuales presentan
ansiedades parecidas.
Sin embargo, algunas de las cuestiones que
han frustrado los esfuerzos por conocer las en-
fermedades humanas ponen también a prueba la
genética perruna. Los diagnósticos de las patolo-
gías neuropsiquiátricas resultan escurridizos. La
esquizofrenia, por ejemplo, podría representar
una amplia colección de trastornos, cada uno
con desencadenantes genéticos y ambientales
distintos. Si los sujetos agrupados por síntomas
presentan patologías subyacentes diferentes, los
estudios pangenómicos pueden ofrecer resul-
tados confusos. «Unos cuantos perros pueden
malograr una cohorte», señala Lequarré. En este
contexto, cita un estudio de epilepsia que no des-
cribía ninguna correlación destacable. Sin em-
bargo, sus autores encontraron, posteriormente,
que algunos ejemplares del grupo de animales
enfermos presentaban una forma de epilepsia
de ataque tardío dispar de la que se estudiaba.
«Fenotipar resulta crucial. Se necesita disponer
de perros que padezcan exactamente la misma
enfermedad», apunta.
Generaciones más sanas
El proyecto LUPA se esfuerza en clarificar los
diagnósticos. Con el objetivo de identificar de
manera consistente los trastornos neurológicos,
se seleccionaron veterinarios que seguían proce-
dimientos estandarizados en el análisis del tem-
peramento de los canes. En opinión de Hamilton,
la estandarización constituye el planteamiento
adecuado. En su trabajo con la raza collie, solicita
a los propietarios de la mascota que respondan un
cuestionario de 24 páginas, el cual proporciona
observaciones objetivas. «No les preguntamos “¿es
agresivo su perro?”, sino “cuando hay tormenta,
¿qué hace su perro?”.»
La división de trastornos neurológicos de LUPA
se centra, entre otros, en la agresión que presen-
tan el cocker spaniel inglés y el springer spaniel
inglés, ambas razas propensas a manifestar repen-
tinos accesos de cólera. Los investigadores esperan
identificar mutaciones genéticas relacionadas con
el trastorno bipolar, la esquizofrenia y otras pa-
tologías mentales que pueden implicar agresión
en los humanos.
Mientras, el interés por los modelos caninos se
ha extendido. En el laboratorio de etología veteri-
naria de la Universidad de Tokio, Yukari Takeuchi
ha recolectado muestras de ADN de 200 ejempla-
res de la raza japonesa shiba inu y de otros tantos
perros labrador retriever, con el fin de buscar los
genes responsables de la agresión, así como de
los lapsos de concentración, respectivamente. Ello
podría ayudar a resolver un problema práctico,
argumenta: los retriever distraídos no son buenos
perros lazarillo, por lo que conocer el gen variante
responsable podría permitir a los criadores limi-
tar el rasgo en dichas cohortes.
Estén o no los estudios de perros a la altura
de las expectativas para comprender y aliviar el
sufrimiento humano, es seguro que beneficiarán
a las mascotas. Los criadores están tomando nota
de algunas de las variantes génicas que causan
estragos en determinadas razas. Para bien y, en
términos de investigación científica, para mal, la
búsqueda de variantes genéticas y la cría selectiva
permitirán probablemente que la próxima gene-
ración de border collie presente menos cachorros
aquejados de ansiedad (como Solo) que puedan
estudiarse.
Elaine Ostrander, genetista de perros del Ins-
tituto Nacional de Investigación del Genoma
Humano, en Bethesda, está convencida de que
los perros tienen mucho que ofrecer a la salud
humana, más allá de un pelaje cálido y un hocico
frío y húmedo. «Durante 10.000 años, el perro ha
sido el mejor amigo del hombre. Cuando hicimos
la transición a cazadores-recolectores, cuando pa-
samos a ser agricultores, allí estaba. Ahora, en la
era de la genómica, está sirviendo de nuevo al
hombre, al ayudarnos a identificar genes», con-
cluye Ostrander.
Artículo original publicado en Nature,
Traducido con el permiso de Macmillan Publishers Ltd.
Para saber más
Genome sequence, compara-
tive analysis and haplotype
structure of the domestic
dog. K. Lindblad-Toh et al. en
Nature, vol. 438, págs. 803-819,
2005.
Leader of the pack: Gene
mapping in dogs and other
model organisms. E. K. Karls-
son y K. Lindblad-Toh et al. en
Nature Review Genetics, vol. 9,
págs. 713-725, 2008.
A missense mutation in the
SERPINH1 gene in Dachshunds
with osteogenesis imperfecta.
C. Drögemüller et al. en PLoS
Genetics, vol. 5, n.o 7, pág.
e1000579, 2009.
A simple genetic architecture
underlies morphological
variation in dogs. A. R. Boyko
et al. en PLoS Biology, vol. 8,
pág. e1000451, 2010.
A canine chromosome 7 locus
confers compulsive disorder
susceptibility. N. H. Dodman
et al. en Molecular Psychiatry,
vol. 15, págs. 8-10, 2010.
Genome-wide association
mapping identifies multiple
loci for a canine SLE-related
disease complex. M. Wilbe et
al. en Nature Genetics, vol. 42,
págs. 250-254, 2010.
Identification of genomic
regions associated with phe-
notypic variation between
dog breeds using selection
mapping. A. Vaysse, A. Rat-
nakumar, T. Derrien, E. Axels-
son, G. Rosengren Pielberg,
et al. en PLoS Genetics, vol. 7,
n.o 10, 2011.
David Cyranoski es corresponsal de
Nature en la región Asia-Pacífico.
18. 16 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
PERCEPCIÓNDREAMSTIME/EMINKULIYEV
Expertos en rostros
Poco después de nacer, los bebés muestran una sensibilidad especial para las caras.
Distinguen los rostros individuales de humanos; también de monos. Sin embargo,
pronto pierden esa capacidad y se centran en la fisonomía de sus congéneres
STEFANIE HÖHL
A TI TE CONOZCO
Los recién nacidos se intere-
san por las personas de su en-
torno, sobre todo si conocen
su voz desde que se encontra-
ban en el seno materno.
19. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 17
M
aría abre los ojos. Poco tiem-
po después del parto, ve por
primera vez el mundo que
la rodea. Su visión es todavía
muy borrosa y distingue
solo aquello que tiene cerca. De forma intuitiva,
su madre la mantiene a la distancia correcta para
que la pequeña pueda estudiar su rostro.
En ese momento, nada fascina más a María. De
hecho, la imagen pertenece a la voz a la que ya se
había acostumbrado cuando se hallaba en el útero
materno. Pronto la pequeña será capaz de distin-
guir la cara de su madre de la de otras mujeres.
Fatma Sohar, de la Universidad de los Emiratos
Árabes Unidos, comprobó que para que un bebé
pudiera reconocer a su madre en ese primer con-
tacto visual necesitaba oírla hablar o cantar. Sohar
investigó un grupo de recién nacidos que, pocas
horas después del parto, mantuvieron contacto
corporal con su progenitora, pero no oyeron su
voz. No por casualidad. Previamente la investiga-
dora y las participantes habían acordado que para
el estudio las mujeres debían permanecer en si-
lencio. Cuando el rostro materno se presentaba en
el campo visual del pequeño, este no mostraba
mayor interés que si veía el de una mujer extra-
ña. Otro grupo de bebés sí pudieron oír desde el
principio la voz de su madre. A diferencia de los
anteriores, fijaban la mirada en ella durante más
tiempo. ¿Conclusión? Los recién nacidos necesi-
tan asociar la cara con la voz para identificar a
su madre.
No solo es la propia mamá la que llama la aten-
ción de los bebés. En general, los recién nacidos se
fijan más en imágenes que simulan caras que en
otros estímulos visuales de similar complejidad.
Un esquema simple con tres puntos ordenados
de forma semejante a dos ojos y una boca son
capaces de despertar su atención.
En los años noventa del siglo xx, Mark Johnson
y sus colaboradores del Colegio Birkbeck de Lon-
dres llevaron a cabo un experimento harto reve-
lador. Mostraron diversas imágenes con figuras
de colores a un grupo de niños que habían nacido
hacía menos de una hora. Con una cámara de ví-
deo grabaron su reacción ante tales estímulos, es
decir, si mostraban interés por las imágenes y en
qué medida intentaban seguir sus movimientos.
Según descubrieron, las imágenes que recordaban
una cara despertaban la atención de los recién
nacidos; en cambio, si se trataba de cualquier otro
elemento que no tuviera ninguna relación con
un retrato humano, los pequeños se interesaban
mucho menos por él. Es probable que tal conducta
corresponda a una estrategia de supervivencia,
pues los bebés reciben de sus semejantes la de-
dicación y los cuidados que necesitan.
Con una mirada basta
Desde la más tierna infancia, las caras nos llaman
la atención. Gracias a ello, en la edad adulta te-
nemos gran facilidad para reconocer de forma
rápida y con certeza unas y diferenciarlas de otras.
Aunque no nos venga a la mente el nombre de la
persona, sabemos si ya la hemos visto antes. Las
bases de tal habilidad acontecen en los primeros
meses de vida, según demostró Olivier Pascalis
hace unos diez años.
Pascalis, quien entonces trabajaba con su equipo
en la Universidad de Sheffield, investigó hasta qué
punto los niños y los adultos podían diferenciar
rostros humanos y de monos. Para ello, utiliza-
ron una ingeniosa prueba. Es sabido que si se
presenta una misma información a un sujeto de
forma sucesiva repetidas veces, al cabo de cierto
tiempo su atención disminuye, ya que el individuo
se habitúa a ella. Ello sucede en recién nacidos y
en adultos. De esta manera, si una persona ve de
forma sucesiva diez veces la misma cara, dejará de
fijarse en ella; no le prestará más atención. Ahora
bien, si se le presenta el retrato junto con uno nue-
vo, estudiará este último durante más tiempo y de
manera más intensa, siempre y cuando reconozca
que se trata de una imagen diferente.
El pequeño vence al mayor
Pascalis y su equipo aprovecharon este método
para su experimento. Mostraron a probandos
adultos y a niños de nueve meses diversas foto-
grafías de caras de monos de Java y de personas.
EN SÍNTESIS
Mira, mira
1Desde la lactancia, el
sistema neuronal se
especializa en la percepción
facial. Al principio, los niños
pueden diferenciar animales
y personas; más tarde solo
consiguen distinguir a indivi-
duos humanos.
2Durante las primeras
fases del desarrollo se
pierden conexiones nervio-
sas que rara vez se utilizan.
3La mayor sensibilidad
para las caras influye
también en la atención y,
con ello, en el proceso de
aprendizaje de los niños.
20. 18 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
PERCEPCIÓN
Como era de esperar, ambos grupos diferencia-
ban a la perfección y sin dificultad entre las caras
humanas, mas fracasaban a la hora de distinguir
las faces de los monos. La sorpresa llegó cuando
se desarrolló la prueba con un tercer grupo de
probandos formado por bebés de seis meses: estos
podían diferenciar las caras de las personas unas
de otras, también entre las de los monos.
El sistema neuronal responsable de procesar
las caras que percibimos es extraordinariamente
flexible al principio del desarrollo; incluso funcio-
na cuando se trata de caras de especies animales.
Entre los seis y los nueve meses empezamos a es-
pecializarnos en rostros humanos. Ello tiene un
sentido: por lo general, crecemos entre nuestros
semejantes, por lo que resulta ventajoso identifi-
carlos de forma rápida y, sobre todo, reconocer de
entre ellos a aquellas personas de las que recibi-
mos alimento, protección y entrega.
Por el contrario, y en general, no convivimos
con monos; en consecuencia, no utilizamos nues-
tras facultades para distinguir unos de otros, de
manera que tal capacidad se pierde con el tiempo.
Visto el asunto desde el otro lado, un niño que
creciera entre monos, pasado un tiempo, mani-
festaría dificultades para reconocer caras huma-
nas, en cambio diferenciaría con facilidad unos
primates de otros.
Existen, sin embargo, determinadas circuns-
tancias en las que las personas son capaces de
distinguir la individualidad de los monos. A sa-
ber: cuando los animales adquieren identidad. En
2009, Lisa Scott, de la Universidad de Massachus-
sets, propuso a padres de bebés de seis meses que
mostraran a sus vástagos, en casa y con regula-
ridad, libros con fotografías de monos. Un grupo
de progenitores llamaban a los animales siempre
por el apelativo de «mono»; otros participantes no
utilizaban ninguna expresión para denominarlos,
y un tercer grupo adjudicaba a cada primate un
nombre de pila (Carlos, Flora o Luis).
Tres meses después, se examinó la capacidad de
los pequeños de diferenciar los monos fotografia-
dos. Según los resultados de Pascalis, era de espe-
rar que los bebés, ahora de nueve meses, hubieran
perdido tal habilidad. Así fue en el caso de los ni-
ños cuyos padres habían pronunciado siempre
la palabra «mono» o bien no decían nada ante el
retrato del animal. En cambio, aquellos bebés a los
que se había mostrado las caras de primates atri-
buyéndole un nombre propio a cada uno sabían
diferenciar unos de otros. «Sospechamos que la
adjudicación de nombres personales hace que los
niños se concentren en las diferencias entre unas
caras y otras», explica Scott. «Por el contrario, la
denominación genérica de “mono” hace que los
niños presten mayor atención a las características
comunes en todas las imágenes de monos».
Así pues, no resultan decisivos la frecuencia y
el tiempo durante el cual los niños observan caras
concretas, sino el reconocimiento de que se trata
de individuos. Por lo general, los niños experi-
mentan esta circunstancia con humanos a los que
suelen reconocer por su nombre (Lucas o Ana) o
por otro alias (yaya, tía Lisa o padrino). De esa
forma, desarrollan una unificación perceptual;
en otras palabras, se especializan en miembros
de su propia especie.
Idéntico mecanismo explica por qué, por regla
general, resulta más fácil captar diferencias en-
tre rostros de la propia etnia. La mayoría de los
europeos occidentales no presentan ningún pro-
blema en reconocer las caras de otros ciudadanos
de países de la Europa occidental, sin embargo les
resulta difícil distinguir entre individuos asiáticos
o africanos. Tal especialización parece producirse
también en los primeros meses de vida. Un grupo
de investigadores dirigido por David Kelly, de la
Universidad de Sheffield, observó que bebés ingle-
ses de tres meses podían diferenciar bien diversas
caras de europeos, africanos, árabes o chinos. No
obstante, a los seis meses, esa capacidad había
desaparecido: los niños podían distinguir única-
mente caras europeas y chinas. A la edad de nueve
meses, solo estaban especializados en diferenciar
rostros de su propia etnia.
Si mantenemos
escaso contacto
con personas
de otras
etnias, nuestra
capacidad de
distinguir sus
caras disminuye
DISTINGUIR UNO DE OTRO
Como puede apreciarse, las
dos caras superiores perte-
necen a personas diferentes.
Pero ¿qué pasa con las de la
parte inferior? Mediante este
tipo de pruebas se estudia
hasta qué punto se pueden
diferenciar caras de personas
y de animales.
WIKIMEDIACOMMONS/WIKILAURENT/CCBY-SA3.0(macacos)
21. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 19
Cuestión evolutiva
Aunque, a primera vista, el fenómeno descrito
parece una pérdida, probablemente supone una
ganancia en eficacia. Durante el período de lac-
tancia, el cerebro forma un exceso de conexiones
sinápticas, muchas de las cuales se pierden a lo lar-
go de los primeros años de vida. Según el principio
«úsalo o piérdelo», solo se mantendrán aquellas
conexiones nerviosas que puedan resultar útiles
a la larga. Si tomamos contacto con determinados
estímulos (caras de personas de otras etnias) en
contadas ocasiones, nuestra facultad de procesar-
las va atrofiándose.
¿Supone una ventaja esa especialización? En
opinión de Pascalis, en la actualidad en la Univer-
sidad Mendès-France de Grenoble, desde el punto
de vista evolutivo, para los humanos resulta muy
importante reconocer de forma segura y rápida a
otros individuos, sobre todo a aquellos miembros
del reducido grupo en el que hayamos nacido. Un
reconocimiento menos especializado de las caras
supondría perder información esencial. Si diri-
giéramos la atención por igual a los monos o a
otros grupos de personas, se correría el peligro
de distanciarnos de nuestro grupo.
Un fenómeno parecido se conoce en relación al
procesamiento de los estímulos acústicos. En los
primeros meses tras nacer, los bebés reconocen
sonidos de diversos idiomas; sin embargo pierden
dicha facultad entre los nueve y los doce meses.
A finales del primer año, solo distinguen los so-
nidos propios de la lengua materna. Ahora bien,
si alguna persona se dirige con regularidad al pe-
queño en una lengua extranjera, este retiene su
capacidad para distinguirla. Del mismo modo que
sucede con las caras, existe una especialización en
favor de la eficiencia.
Patricia Kuhl, de la Universidad de Washing-
ton, afirma: «En la actualidad, el hecho de que el
cerebro de los lactantes sea tan moldeable y el de
los adultos tan rígido constituye una de las cues-
tiones más emocionantes en neurociencia». ¿Qué
ocurre cuando se dejan atrás las fases sensibles de
la primera infancia? ¿Puede neutralizarse la espe-
cialización en edades posteriores? ¿Recuperan los
humanos aquello que posiblemente han perdido
durante este tiempo? El reconocimiento de caras
suscita entre los investigadores un vivo debate.
Nancy Kanwisher, del Instituto de Tecnología
de Massachusetts en Cambridge, está convenci-
da de que los retratos humanos nos producen un
estímulo muy especial ya desde la lactancia. Una
determinada área del lóbulo temporal del cerebro
se encuentra especializada en el procesamiento
de caras: el área facial fusiforme. Si se produce
una lesión en esta zona, aparece un particular
trastorno neurológico: la prosopagnosia (también
ceguera para las caras) [véase «Prosopagnosia»,
por T. Grüter; Mente y cerebro n.o 6, 2004]. Los
afectados son incapaces de diferenciar las caras de
distintos individuos, por lo que en la vida diaria
deben concentrarse en otras características para
reconocer una persona (la voz o la conducta cor-
poral, por ejemplo). En cambio, no les supone pro-
blema alguno diferenciar unos objetos de otros.
Percepción total
Isabel Gauthier, de la Universidad Vanderbilt en
Nashville, ha revelado que, en algunas circuns-
tancias, el área facial fusiforme puede activarse
al contemplar pájaros o coches, al menos en el
cerebro de ornitólogos y de forofos de los auto-
móviles, respectivamente. Ello lleva a imaginar
otra posibilidad: dicha región cerebral constituye
un «área específica para expertos». ¿Resultan las
caras para los humanos tan fundamentalmente
distintas a otros estímulos visuales porque en el
AUTOEVALUACIÓN
¿Dónde se halla el mono?
Las imágenes representan chimpancés del zoo
de Heidelberg. ¿Aparece el mono que figura en
la fotografía grande también en alguna de las
imágenes pequeñas de la derecha?
Vea la solución en la página siguiente.
CORTESÍADELZOODEHEIDELBERG/HEIDRUNKNIGGE(izquierda)YANTJEHOYER(columnaderecha)
22. 20 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
PERCEPCIÓN
transcurso de su vida se han convertido en ex-
pertos reconocedores de rostros?
Todavía no se ha dicho la última palabra en este
debate. Sin embargo, parece seguro que incluso
para los expertos en pájaros y en automóviles, el
área facial fusiforme presenta una actividad su-
perior cuando observan caras que cuando dirigen
su mirada a aves o coches. Además, si bien una
persona puede hacerse experta zoóloga o técni-
ca incluso en edad senil, parece que la ventana
decisiva para la percepción facial se reduce a los
primeros meses de vida.
Hace unos ocho años, Richard le Grand y sus
colaboradores de la Universidad McMaster, en On-
tario, investigaron jóvenes adultos que se habían
quedado ciegos pocos meses después de nacer.
Entre los tres y seis meses fueron operados, con
lo que recuperaron una capacidad de visión casi
normal. No obstante, parecía que su capacidad de
percepción facial estaba alterada.
Por lo general, percibimos las caras como un
todo. Si nos presentan de forma consecutiva retra-
tos en los que la mitad superior de la faz es siempre
la misma mientras que la inferior va cambiando,
mostramos dificultad en reconocer que la frente y
la zona de los ojos pertenecen siempre a la misma
persona. Sin embargo, si vemos cada una de las
mitades de la cara por separado, no tenemos difi-
cultad en reconocer a quién pertenecen.
El estudio de Le Grand demuestra que para las
personas que han sufrido ceguera durante los pri-
meros meses de vida resulta indiferente ver una
composición fotográfica de rostros o las mitades
de las caras por separado. Reconocen siempre si
las mitades de cara son idénticas y si pertenecen
o no a la misma persona. En breve, no perciben la
cara como un todo. Al parecer, estos sujetos per-
dieron en su temprana infancia un importante
espacio temporal para aprender la percepción
normal de la cara (como un todo).
Nuestro equipo del instituto de psicología de
la Universidad de Heidelberg investigó el modo
en que los lactantes pueden valorar la expresión
facial de otros individuos para percatarse mejor
del ambiente que los rodea. En la cara de una per-
sona puede reconocerse su identidad, pero tam-
bién su estado emocional y el lugar al que dirige
su atención. La expresión facial y la dirección de
la mirada desempeñan aquí una función decisiva.
A principios de 2012 publicamos una investiga-
ción sobre la manera en que reaccionaban algunos
bebés ante la dirección de la mirada de diversas
personas. Para ello, presentamos a lactantes de
cuatro meses diversas fotografías, entre ellas las
del padre o la madre, o bien las de una persona
extraña del mismo sexo. En las imágenes aparecía
también algún objeto (un juguete, por ejemplo).
Ante algunas fotografías, la persona dirigía su
mirada al objeto; en otras miraba en otra direc-
ción. A continuación, presentamos a los pequeños
otras imágenes en las que aparecía solo el objeto;
analizamos su reacción mediante un electroence-
falograma (EEG).
Los niños estaban más familiarizados con la
visión del juguete si antes la madre o el padre
habían dirigido su mirada a este, conclusión que
comprobamos a través de patrones característi-
cos de la actividad eléctrica cerebral reflejada en
el EEG. En concreto, confirmamos si el pequeño
necesitaba procesar la imagen del objeto de nue-
vas, o bien si echaba mano de información que
ya tenía almacenada.
Siguiendo el ejemplo de los padres
En resumen, el lactante, cuando explora el ambien-
te que le rodea, sigue la mirada de las caras de su
confianza. Además, le interesa aquello que llama
la atención a su madre. Con todo, se requieren más
estudios para saber si importa más el estrecho lazo
personal o si los niños establecen la rutina de acom-
pañar los ojos de las personas conocidas.
Una cosa segura es que, para los bebés, las caras
no son solo importantes por sí mismas; también
influyen en la forma de percibir y conocer el mun-
do que los rodea. Los de más edad, incluso, siguen
más la mirada de personas extrañas que la de la
propia madre. Como se ha comprobado, los lactan-
tes de muy corta edad se interesan por las perso-
nas con quienes mantienen un contacto íntimo,
pero más tarde lo hacen por sujetos desconocidos
que les ofrecen novedades. La pequeña María, que
acaba de nacer, se fija en la cara de su madre. Pero
cuando pasen unos meses, las personas extrañas
le resultarán cada vez más interesantes, ya que le
ofrecerán oportunidades de intercambio social y
aprendizaje.
Para saber más
Is face processing species-
specific during the first year
of life? O. Pascalis et al. en
Science, vol. 296, págs. 1321-
1323, 2002.
The origin of biases in face
perception. L. S. Scott y A.
Monesson en Psychological
Science, vol. 20, págs. 676-680,
2009.
Effects of eye gaze cues pro-
vided by the caregiver com-
pared to a stranger of infants’
object processing. S. Höhl et
al. en Developmental Cogniti-
ve Neuroscience, vol. 2, págs.
81-89, 2012.
Stefanie Höhl es catedrática de psicolo-
gía del desarrollo y psicología biológica
de la Universidad de Heidelberg.
Solución de la página
anterior
La imagen superior representa
el chimpancé macho Henry;
en las fotografías inferiores
aparecen las chimpancés
hembra Heidi, Conny y Susi
(de izquierda a derecha). Es
decir, Henry no aparece en
ninguna otra imagen.
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24. 22 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
NEUROBIOLOGÍA
L
os lazos que se tejen entre madre e hijo
no dependen de los genes que com-
parten (las madres adoptivas ofrecen
prueba de ello). Tampoco el embarazo
aclara por completo las claves de la re-
lación entre ambos. Al parecer, son los retos de
cuidar a un niño los responsables de que el cere-
bro de la madre, y también del padre, se reprogra-
me. Ambos progenitores influyen en el cerebro
del bebé, pero esa influencia resulta recíproca.
Elizabeth Meyer, familiarmente Liz, vive la
«tiranía» de su segundo embarazo. El feto va en
aumento día tras día y dormir tranquila se ha con-
vertido en un recuerdo lejano: ahora debe bregar
por las noches con los kilos de más de su creciente
vientre. También la alimentación ha cambiado
para ella: la comida le produce eructación y ardor
de estómago como si subsistiera a base de una
dieta de pequeños volcanes.
Liz comparte su condición de madre a punto
de dar a luz con el trabajo de neurocientífica. Es-
tudia los cambios que se producen en el cerebro
maternal, además de ser coautora del presente
artículo. Si bien es verdad que este campo de in-
vestigación no le alivia la indigestión que le causa
el embarazo, sí que le proporciona cierto consuelo,
pues los conocimientos científicos le revelan las
alteraciones, por lo general positivas, que se pro-
ducen en su cerebro, es decir, en el encéfalo de
una mujer preñada.
El cerebro maternal emerge de forma gra-
dual, por lo que durante su desarrollo pueden
surgir ciertos problemas. Algunas embarazadas
se quejan de mareos; incluso existen indicios
de que el encéfalo experimenta una pequeña
reducción durante la gestación. Pero esos fenó-
menos se compensan con creces: la maternidad
incrementa ciertas formas de cognición, mejora
la resistencia al estrés y agudiza algunos tipos de
memoria. De esta manera, el sistema nervioso
consigue transformar un organismo egocéntrico
en otro centrado en el cuidado de un nuevo ser.
Con ese objetivo se originan neuronas y crecen
estructuras cerebrales. Asimismo, potentes hor-
monas intervienen en la fisiología de la mujer
embarazada. El resultado de todo ello es un ce-
rebro diferente, mejor en ciertos aspectos o, al
menos, capaz de lidiar con los desafíos de la vida
diaria y de focalizar su actividad en torno al bebé
[véase «El cerebro maternal», por Craig H. Kinsley
y Kelly G. Lambert; Investigación y Ciencia,
marzo de 2006].
Un detonador sensorial
Un recién nacido hace todo lo posible por atraer
y mantener la atención de la madre. Su llanto, su
olor único y el modo de agarrar con sus dedos el
de ella constituyen tan solo un puñado de sensa-
ciones que se precipitan en el altamente sensible
sistema nervioso materno. El bebé crea un en-
torno rico en estímulos que pone el cerebro de
la madre a toda máquina.
Del conjunto de sentidos sensitivos, el olfato
desempeña la función más importante en el
proceso de reproducción: desde el momento de
seleccionar a la pareja —las hembras confían en
su olfato para escoger a su compañero—, hasta el
destete de las crías, período en el que los olores
sirven a la madre como una forma de comuni-
carse con su hijo. Un ejemplo extremo del poder
EN SÍNTESIS
Cambios cerebrales
1Aunque las madres
tienden a quejarse de
pérdida de agudeza mental,
estudios en animales sugie-
ren que el cerebro mejora
con la maternidad en mu-
chos aspectos.
2Los cambios en el encé-
falo materno preparan
a la mujer para enfrentar
las amenazas; también
aumenta la audacia en la
búsqueda de alimentos y
ante situaciones de peligro.
3Entre los cambios en la
estructura cerebral rela-
cionados con la maternidad
se encuentra el aumento de
materia gris en áreas asocia-
das al cuidado infantil.
Cerebro y maternidad
Tener un hijo cambia la manera de pensar. También la de actuar.
El embarazo y el parto remodelan el cerebro y la mente de la mujer
CRAIG HOWARD KINSLEY Y ELIZABETH MEYER
25. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 23
UNA OLA DE SENSACIONES
Al llegar al mundo, un bebé se
encuentra con una oleada de
sensaciones nuevas. La madre
también: la criatura origina
un entorno rico que estimula
el sistema nervioso materno,
altamente sensible.
DREAMSTIME/OKSIX
del olfato es el efecto Bruce, fenómeno en el que
ciertos efluvios logran interrumpir la gestación
de las ratas recién fecundadas. ¿Cómo? Si el ma-
cho desaparece después de la concepción y un
intruso empieza a rondar cerca de la hembra, el
olor del nuevo individuo inhibe en ella la pro-
ducción de ciertas hormonas clave, de manera
que le provoca un aborto. Por otra parte, existen
múltiples posibilidades de que el intruso macho
acabe dando muerte y engulléndose a las crías,
con lo que mata dos pájaros de un tiro: obtiene
un almuerzo alto en proteínas y se deshace de
los genes del rival. El efecto Bruce sería la versión
de la película La decisión de Sophie en roedores,
pues la hembra calcula con frialdad: mejor perder
embriones que crías.
Ante la limitada posibilidad de escudriñar di-
rectamente en el cerebro humano, los científicos
se sirven de los múridos para aproximarse a los
cambios que se producen en las mujeres como
Liz. Según se ha visto, el encéfalo de los mamí-
feros posee una extraordinaria capacidad para
transformase cuando la vida lo exige. Sabemos
que el sistema olfativo de una rata durante la
gestación comienza a producir neuronas nuevas
a gran velocidad. La teoría indica que esas células
nerviosas adicionales aumentan la capacidad de
la progenitora para procesar las señales que es-
conden los olores de las crías. De hecho, el modo
de reaccionar ante los efluvios distingue a unas
hembras de otras. Si bien a las ratas hembra vír-
genes les molesta el olor de las crías, cuando estas
se quedan preñadas ese aroma las atrae. Las hu-
manas muestran los mismos efectos. Alison Fle-
ming, de la Universidad de Toronto Mississauga,
y sus colaboradores descubrieron que las madres
son más propensas a considerar que los olores de
sus hijos resultan agradables que las mujeres sin
descendencia.
El sistema olfativo femenino transforma la
percepción del olor a través de la amígdala me-
dia. Michael Numan, del Colegio Universitario de
26. 24 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
NEUROBIOLOGÍA
Boston, y sus colaboradores sugieren que dicha
área cerebral actúa como eje del sistema olfativo,
lugar al que llega la información olorosa para el
procesamiento de su contenido emocional. Los
ajustes del olfato ayudan a afianzar los lazos entre
madre e hijo, ya que convierten en atrayentes los
olores del bebé.
Antes de tener a su primer hijo, Liz evitaba los
olores de los niños, incluso de los de sus parientes.
Sin embargo, el nacimiento de su primogénito
le enseñó que no le importaba nada sumergir la
nariz en el pañal de la criatura para comprobar
si necesitaba cambiárselo.
Cautela y coraje
Ahora bien, si Liz dirigiese su atención tan solo al
bebé, tanto el crío como ella misma perecerían.
También una rata hembra que permanece en el
nido con sus crías condena a su prole a morir de
hambre y sed. En ambas especies, las progenitoras
deben repartirse el tiempo para atender a todas
sus responsabilidades. Las mujeres no son, pues,
las únicas criaturas del reino animal que deben
lidiar con las diversas tareas.
Para que una rata pueda combinar el cuidado
de su prole con la búsqueda de comida, la sus-
tancia gris periacueductal (SGPA), situada en el
área del mesencéfalo, actúa como cortacircuitos.
En 2010, investigadores de la Universidad de San
Pablo propusieron que la SGPA determina entre
salir a buscar comida y actuar de forma mater-
nal según la información que recibe del sistema
límbico cerebral, un conjunto de estructuras que
gobierna las conductas de supervivencia. Aunque
todavía no se ha identificado en los humanos el
equivalente exacto de la función que la SGPA de-
sempeña en las ratas para compaginar las activi-
dades, existen múltiples indicios de la capacidad
sobrehumana de una madre para la multitarea,
posible reflejo de una adaptación similar.
Cuando una madre se aventura al entorno,
pone en riesgo a su vulnerable bebé. No obstante,
probablemente se halla más preparada que antes
frente a amenazas potenciales, incluso exagerán-
dolas. Investigadores de la Universidad Federal de
Ciencias de la Salud de Porto Alegre han demos-
trado alteraciones en la arquitectura dendrítica
del núcleo medio de la amígdala, área que ade-
más de desempeñar una importante función en
el sistema olfativo, controla los mecanismos de
defensa y la conducta de evitación. Cuando Liz
va a comprar, recorre la tienda con la atención
puesta en evitar posibles peligros para su bebé
(como el individuo repulsivo junto a la sección de
las revistas o los adolescentes inmaduros que se
divierten con la máquina expendedora). Es proba-
ble que Liz también muestre más audacia frente
a algún problema.
DREAMSTIME/ARNE9001
SUPERMADRES
La aparente capacidad so-
brehumana de una madre
para la multitarea podría
estar controlada por la sus-
tancia gris periacueductal,
región cerebral que ayuda a
las ratas con crías a combi-
nar la tarea de aventurarse
en busca de comida con la
de quedarse en el nido y
desarrollar una conducta
maternal.
El embarazo
convierte a
un organismo
egocéntrico en
uno dedicado
al cuidado
de otro ser
27. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 25
En nuestro laboratorio de la Universidad de
Richmond, Jennifer Wartella colocó ratas con
crías y otras vírgenes en un laberinto estresante
en campo abierto. Descubrió que las primeras se
mostraban menos proclives a quedarse parali-
zadas, exploraban el terreno con mayor rapidez
y parecían tener menos miedo que las vírgenes.
También presentaban menor cantidad de neuro-
nas activadas en la amígdala. Una rata hembra
que controla el miedo busca alimento con más
eficiencia y regresa con mayor rapidez al nido que
una temerosa.
La capacidad de descifrar las claves del entorno
facilita que una madre se mueva por los lugares.
Kelly Rafferty y sus compañeros investigaron re-
cientemente en nuestro laboratorio la capacidad
de planificar con antelación. Para ello introduje-
ron ratas hembra con crías y otras vírgenes en un
laberinto desconocido para ellas y que contenía
agua. A continuación devolvieron las ratas a sus
respectivas jaulas; en algunas de ellas habían co-
locado un bebedero con agua; en otras, no. Poste-
riormente, colocaron de nuevo a los roedores en
el laberinto provisto de agua. Las hembras con
progenie asignadas a una jaula sin agua pasaron
más tiempo cerca de los recipientes del laberinto;
también bebieron más en comparación con las
ratas con crías que sí habían tenido acceso a la
bebida. Incluso se abastecieron de más líquido que
las hembras vírgenes, dispusieran o no de agua
en sus respectivas jaulas. Tras considerar las po-
tenciales diferencias en la sensación de sed de los
animales, los neurocientíficos concluyeron que
las hembras con crías anticipaban una situación
futura y actuaban conforme a esta.
Experimentos anteriores demuestran que las
ratas con crías son más diestras en las tareas que
requieren mayor atención. Kelly Lambert, del
Colegio Universitario Randolph-Macon, y sus co-
laboradores recopilaron otras pruebas de su pers-
picacia. En 2009 revelaron que cuando se trata de
identificar una señal que, entre varias, indica el
acceso a la comida, las hembras que tienen crías
responden mejor. Por otro lado, Amy Au y Tommy
Bilinski identificaron en nuestro laboratorio una
capacidad reforzada en los múridos para deducir
el significado de los símbolos. Para ello, diseñaron
experimentos en los que ratas hembra, colocadas
en un entorno concreto, aprendían a asociar un
triángulo o un conjunto de líneas onduladas con
una recompensa de comida. Al trasladarlas a un
nuevo escenario, las hembras lactantes transfirie-
ron sus conocimientos del antiguo lugar al nue-
vo entorno mejor que las vírgenes, respuesta que
sugiere que habían prestado una mayor atención
a los detalles.
El cerebro de una madre humana también sufre
una metamorfosis estructural. En 2012, Pilyoung
Kim, del Instituto Nacional de Salud Mental de
Estados Unidos, descubrió, junto con sus cola-
boradores y mediante imágenes por resonancia
magnética, que la materia gris del cerebro de las
madres aumentaba durante las semanas y meses
después de parir. La materia gris consiste en una
capa de tejido repleto de neuronas (de hecho, su
nombre se debe al color de los somas celulares).
El crecimiento observado se daba sobre todo en
CORTESÍADELOSAUTORES
PÚAS DE TRANSMISIÓN
Las espinas dendríticas son
pequeñas protuberancias
nudosas de las neuronas que
crecen con mayor densidad
en el cerebro de una mujer
embarazada. Dichas prolonga-
ciones aceleran la transmisión
de señales entre las células
cerebrales. Los pacientes con
ciertos trastornos psiquiátri-
cos presentan un crecimiento
anormal de espinas.
28. 26 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
NEUROBIOLOGÍA
el mesencéfalo, en los lóbulos parietales y la cor-
teza prefrontal. Dichas áreas cerebrales se hallan
implicadas en el cuidado infantil. Las madres con
mayor incremento del volumen de materia gris
también manifestaron una percepción más posi-
tiva de sus bebés.
La morfina maternal
A medida que se acerca el momento del parto, se
ponen en marcha hormonas poderosas. Aunque
las más patentes son la oxitocina (estimula las
contracciones uterinas y la subida de la leche) y
la prolactina (instiga la producción de leche), exis-
ten otras hormonas que provocan cambios en el
cerebro. En este sentido, neuroanatomistas de la
Universidad Victor Segalen Burdeos 2 han obser-
vado una remodelación estructural drástica del
hipotálamo, regulador de las hormonas asociadas
a conductas emocionales básicas (el sexo y la lu-
cha, entre otros). Las neuronas del área preóptica
media (APM), una parte del hipotálamo, crecen en
tamaño y aumentan su actividad. De hecho, las
lesiones en el APM pueden eliminar el compor-
tamiento maternal.
El hipotálamo aumenta la sensación de placer
de una madre. Robert S. Bridges, de la facultad de
medicina veterinaria Cummings de la Universi-
dad de Tufts, y sus colaboradores descubrieron
que las concentraciones de receptores opiáceos
en ratas hembra variaban en función de si estas
eran vírgenes, estaban preñadas o en período de
lactancia. Ahora bien, el fenómeno se debilita con
la experiencia. Según se ha comprobado, las mu-
jeres que pasan por varios embarazos muestran
un descenso de la sensibilidad hacia sus propios
opiáceos, de forma semejante a las personas con
drogadicción, quienes requieren dosis más eleva-
das para estimularse.
La analogía de la droga, por cierto, no es fa-
laz. Los animales pueden mostrar un compor-
tamiento maternal solo porque se sienten bien.
Muchas madres humanas declaran que experi-
mentan placer cuando amamantan a su bebé. De
la misma manera, cuando la cría chupa el pezón
de la rata, el cerebro de esta última recibe una
«dosis» de opiáceos estimulantes. No obstante, el
cuerpo del roedor pone un límite natural: mien-
tras las crías maman, la temperatura corporal
Cerebro en obras
Las mujeres experimentan los cambios cerebrales más espec-
taculares durante el embarazo y tras el parto. Los hombres tam-
bién sufren una transformación cognitiva importante. Debajo
se muestran algunas de las regiones que participan cuando los
progenitores empiezan a criar a un niño. Aunque numerosos
descubrimientos son preliminares y se basan en estudios en
roedores, los indicios sugieren que el cerebro de madres y pa-
dres adquiere flexibilidad para lidiar con los retos de la crianza
[véase «Cerebro y paternidad», por Brian Mossop, en este mismo
número].
Corteza prefrontal
Aumenta la materia gris.
Hipotálamo
En el área preóptica media,
las neuronas aumentan
de tamaño y son más
activas. El número de
receptores de opiáceos
se incrementa.
Amígdala medial
Controla la respuesta
de una madre a la agresión
y a la amenaza. Se piensa
que es el centro donde
se procesan las señales
del olor, convirtiéndola
en vital para los progenitores.
Sistema olfativo
Padres y madres generan
nuevas neuronas.
Lóbulo parietal
Aumenta la materia gris.
Sustancia gris periacueductal
La actividad de esta área
hace que las madres rata
alternen entre alimentar
a sus crías y aventurarse
en el mundo.
Mesencéfalo
Aumenta la materia gris.
Hipocampo
Las espinas dendríticas
se vuelven más densas.
En el padre se generan
neuronas.
SCIENTIFICAMERICANMIND/MELISSATHOMAS
29. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 27
interna de la hembra aumenta, de manera que
comienza a sentirse incómoda y, finalmente, se
aparta. Más tarde, deseosa de otra dosis de opiá-
ceos, la rata vuelve al nido, las crías a sus ubres,
y el ciclo comienza de nuevo.
Un beneficio añadido de las hormonas mater-
nas es que pueden aumentar la resistencia del
cerebro. En 2010, Teresa Morales Guzmán, de la
Universidad Nacional Autónoma de México, de-
mostró que el encéfalo de una hembra lactante es
más resistente a los efectos de una neurotoxina:
las hormonas de la preñez construyen una especie
de escudo neuronal que protege a las hembras
rata de daños que podrían comprometer su ca-
pacidad para cuidar de las crías.
Mejores conexiones
El continuo flujo y reflujo de hormonas esteroides
provoca la aparición de protuberancias diminutas
en las células cerebrales. Se trata de las espinas den-
dríticas, unas pequeñas prolongaciones similares,
en apariencia, a las espinas del tallo de una rosa.
Las extensiones dendríticas incrementan la su-
perficie de una neurona y permiten más contacto
sináptico, por lo que mejoran el procesamiento de
la información. Pueden crecer en una neurona des-
pués de una estimulación hormonal o de repetidos
episodios de estimulación originada por las células
nerviosas con las que se halla en conexión.
Nuestro laboratorio ha incorporado descubri-
mientos previos de la Universidad Rockefeller que
mostraban que la densidad de espinas dendríti-
cas en el hipocampo aumentaba de acuerdo con
los cambios hormonales del ciclo estral de la rata
hembra (similar al ciclo menstrual en la especie
humana). Aunque es más conocido por su función
en la memoria, el hipocampo también se encuen-
tra implicado en el comportamiento maternal.
Tras unas pocas horas con los estrógenos elevados,
aumentaron de manera importante las espinas
dendríticas en las hembras rata.
No obstante, la sola presencia de estrógenos no
origina las prolongaciones dendríticas, según pu-
dimos observar. Analizamos tres grupos de ratas:
hembras al final de la gestación, hembras tratadas
con un medicamento que remeda las hormonas
del tramo final de la gestación, y hembras que han
empezado a amamantar. Los tres grupos mostra-
ban un incremento notable de las concentracio-
nes de espinas dendríticas, pero a diferencia de los
otros dos grupos, las lactantes manifestaban nive-
les de estrógenos muy bajos. Al parecer, aunque las
hormonas de una rata progenitora inician el creci-
miento de las espinas, el proceso se mantiene por
la gran cantidad de estímulos que genera la cría.
Ante tal proceso de remodelación, no sorprende
que numerosas mujeres se quejen del «cerebro de
embarazo». El daño colateral de estos cambios sería
un fallo de memoria ocasional, según descubrió
J. Galen Buckwalter, de la Universidad del Sur de
California, junto con sus colaboradores. Observaron
que las mujeres embarazadas y las madres recientes
obtenían peores resultados en las pruebas de recor-
dación de palabras y números en comparación con
las participantes no gestantes pero de edad similar.
Las tareas que no estaban relacionadas con el cui-
dado de un niño parecían resentirse.
El resultado final, en su mayor parte, compen-
sa con creces los contratiempos que una madre
pueda experimentar mientras se reestructura su
cerebro. Tener hijos implica comprometer la pro-
pia salud, seguridad y supervivencia. El sistema de
comportamiento de una madre se pone en fun-
cionamiento para proteger y defender esa inver-
sión. Con el panorama de un cerebro zarandeado
por las hormonas del embarazo y las presiones de
la maternidad, la madre emerge más eficiente y
preparada para sobrevivir.
Para Liz, la compensación ante los inconve-
nientes de la maternidad no proviene solo de la
ciencia, sino también del corazón. Cuando termi-
nábamos de escribir este artículo había dado a luz
a una niña sana. Toda la neurobiología del mundo
resultaba insignificante comparada con ese mara-
villoso e indescriptible vínculo que existe entre
una madre y su bebé. La ciencia puede explicar
el cerebro materno, pero el verdadero milagro
—especialmente cuando colocas la manta alre-
dedor de la barbilla de la niña mientras duerme
entre tus brazos— podría ser simplemente la
belleza de la existencia de una nueva criatura.
Para saber más
The mommy brain. Katherine
Ellison. Basic Books, 2006.
Motherhood induces and
maintains behavioral and
neural plasticity across the
lifespan in the rat. Craig H.
Kinsley et al. en Archives of
Sexual Behavior, vol. 37, n.o 1,
págs. 43-56; febrero, 2008.
The construction of the
maternal brain: Theoretical
comment on Kim et al. Craig
H. Kinsley y Elizabeth A. Meyer
en Behavioral Neuroscience,
vol. 124, n.o 5, págs. 710-714;
octubre, 2010.
The plasticity of human
maternal brain: longitudinal
changes in brain anatomy
during the early postpartum
period. Pilyoung Kim et al. en
Behavioral Neuroscience, vol.
124, n.o 5, págs. 695-700; octu-
bre, 2010.
The lab rat chronicles: A neu-
roscientist reveals life lessons
from the planet’s most suc-
cessful mammals. Kelly Lam-
bert. Penguin Press, 2011.
Reproductive experience may
positively adjust the trajec-
tory of senescence. Craig H.
Kinsley et al. en Current Topics
in Behavioral Neurosciences,
dirigido por M. C. Pardon y
M. Bondi. Springer, vol. 10,
págs. 317-345, 2012.
Craig Howard Kinsley ocupa la cátedra MacEldin Trawick
de psicología de la Universidad de Richmond. Elizabeth
Meyer es investigadora posdoctoral en el departamento
de psicología y el Centro de Neurociencia de la misma
universidad.
Las hormonas
forman
un escudo
neuronal que
protege a la
futura madre
de las amenazas
que podrían
comprometer su
capacidad para
cuidar del niño
30. 28 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
NEUROBIOLOGÍA
E
n 2010 conocí a Landon, mi sobrino
de cuatro meses. Fue en un fin de se-
mana, en San Diego. Empujado por
mi curiosidad científica, me descubrí
probando los reflejos del pie del niño.
Sin que nadie me lo pidiera, explicaba al resto de
adultos de la familia por qué el pequeño arqueaba
los dedos de esa u otra forma. Pero las expresio-
nes de desaprobación de mi mujer y las miradas
en blanco de los padres recién estrenados me hi-
cieron desistir de la incursión exploradora para
centrar mi conversación en torno al bebé y a su
desarrollo.
Las experiencias iniciales resultan cruciales
para la salud del bebé o de cualquier cría ani-
mal. Los primeros días tras el nacimiento, el en-
céfalo se asemeja a una esponja que se empapa
de su entorno sensorial. Los estímulos visuales
y olfativos, baladí para un adulto, desempeñan
un impacto muy diferente en los impresionables
recién nacidos, cuyo cerebro se forma mientras
intentan darle sentido al desconocido mundo que
les rodea. Con todo, en esta visita a la familia, me
impresionó más la remodelación de mi cuñado,
por entonces de 26 años, que la conducta de mi
nuevo sobrino.
Siempre he considerado a Jack el hermano pe-
queño de mi esposa. Lo conocí cuando él contaba
19 años; era un chaval inmaduro, alto y desgar-
bado. Se alistó en la Armada nada más terminar
el bachillerato. Como veterano de la guerra de
Irak, conflicto en el que participó en dos ocasio-
nes, probablemente vio más mundo en seis años
que la mayoría de nosotros en toda la vida. A
menudo nos narraba su repertorio de historias
de marineros en las reuniones familiares. Ahora,
en solo unos meses, Jack ha anclado su vida en
tierra para convertirse en un entregado padre
primerizo.
Pese a sus vivencias bélicas, sin duda la crianza
de Landon supondrá para Jack el mayor desafío
vital hasta ahora. Le guste o no, su vida cambiará
de manera drástica: no solo será legal y económi-
camente responsable de Landon durante los dos
próximos decenios, sino que creará y mantendrá
un lazo emocional inquebrantable con su hijo.
Durante los primeros días del bebé se produ-
cen cambios en el cerebro de este, pero también
en el del padre: permanecer cerca del retoño le
proporciona ventajas cognitivas por el hecho de
ocuparse de él. En cambio, la ausencia del proge-
nitor deja huellas en el encéfalo del hijo. Aunque
los resultados son todavía preliminares, se puede
esbozar un retrato neuronal sobre el vínculo entre
padre e hijo.
Poco antes de dar por finalizada mi visita re-
lámpago, confirmé que Jack había empezado a
aceptar una nueva identidad. Llevaba semanas in-
tentando sujetar la sillita del cochecito de Landon
al asiento de atrás de su Mazda RX-8 trucado. Ante
la imposibilidad de conseguir su objetivo, desistió
y optó por una solución más factible: cambiar el
automóvil deportivo por un monovolumen que
le permitiese transportar con mayor facilidad al
pequeño. La transformación de las redes celulares
del cerebro de Jack se había puesto en marcha.
Descifrar la paternidad
Para desterrar las raíces del sentimiento paternal
hay que saber primero dónde buscar. La paterni-
EN SÍNTESIS
Simbiosis cerebral
1La influencia mutua en-
tre padre e hijos resulta
beneficiosa para el cerebro
de ambos.
2El cerebro de un proge-
nitor crea neuronas su-
plementarias y experimenta
cambios tras el nacimiento
de un niño.
3La presencia de la figura
paterna desde que se
nace puede influir en el de-
sarrollo de comportamien-
tos sanos posteriores.
Cerebro y paternidad
Cuando un hombre se convierte en padre, su encéfalo experimenta
una renovación neuronal en beneficio del hijo
BRIAN MOSSOP
31. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 29
dad no parece asemejarse en nada a la maternidad
[véase «Cerebro y maternidad», por C. H. Kinsley
y E. Meyer, en este mismo número]. Durante los
nueve meses de embarazo, la oxitocina, además de
otras hormonas, corre por el cuerpo de la mujer,
de manera que forja un lazo bioquímico con el
bebé. Incluso los corazones de ambos se sincroni-
zan mientras el niño se encuentra en el útero. Tras
el parto, la lactancia materna sirve de alimento
natural para el recién nacido.
Las ventajas que el padre ofrece al bebé resul-
tan menos obvias. Si bien los varones colaboran
en la concepción del futuro retoño, no resultan
cruciales para la supervivencia del niño una vez
ha nacido. Sin embargo, las investigaciones mues-
tran que el vínculo entre padre e hijo supone una
contribución importante. Si un padre deja que sus
hijos se críen solos con la madre, aumenta la posi-
bilidad de que, más adelante, los hijos presenten
problemas emocionales, de agresividad, además
de adicciones.
En 2008, uno de cada cuatro niños estadouni-
denses vivía con su madre frente a un escaso 4 por
ciento que residía solo con el padre. En 2011, un
tercio de los cerca de doce millones de familias
monoparentales en Estados Unidos se encontraba
por debajo del umbral de la pobreza. Quizá debido
a las dificultades para llegar a fin de mes, los hijos
de padres o madres sin pareja presentan un rendi-
miento académico y una autoestima bajos, además
de dificultades para establecer relaciones sociales.
Pero si hasta hace poco las grandes encuestas po-
blacionales constituían la herramienta más efecti-
va para investigar la contribución de un padre en
la educación de su vástago, el interior del cerebro
descubre nuevas pistas. La neurociencia encaja una
parte fundamental del rompecabezas: los mecanis-
mos biológicos del vínculo paternofilial.
Tomemos el llanto de un niño. En 2003, Erich
Seifritz, de la Universidad de Basilea, junto con
su equipo observaron mediante imágenes por re-
sonancia magnética funcional que a los padres,
EL UNO PARA EL OTRO
El cerebro de un bebé parece
preparado para el contacto
con un padre. De forma recí-
proca, relacionarse con su hijo
confiere ventajas cognitivas al
progenitor.
FOTOLIA/OKSIX
32. 30 MENTE Y CEREBRO 58 - 2013
NEUROBIOLOGÍA
igual que sucede a las madres, se les activaban
ciertas áreas cerebrales con un patrón caracte-
rístico al oír el lloro del crío. Los probandos sin
hijos no mostraron tal reacción cerebral. Aunque
no se logró establecer con exactitud las transfor-
maciones en el cerebro de los padres, este parecía
distinguir los sonidos fundamentales para la su-
pervivencia y el bienestar del bebé.
El cerebro, después de todo, no es estático. Las
neuronas se reconectan de forma constante en
respuesta a nuevas experiencias y cambios del
entorno. Asimismo, pueden originarse células
nerviosas nuevas. Aunque no se conocen por
completo los mecanismos de esta neurogénesis,
sí se relaciona el crecimiento de células cerebra-
les adicionales con el aprendizaje de contenidos
nuevos [véase «Estimulación de la regeneración
cerebral», por B. Berninger y M. Götz; Mente y
cerebro, n.o 41, 2010].
Estimular la capacidad intelectual
A partir de estas observaciones, Gloria K. Mak y
Samuel Weiss, de la Universidad de Calgary en Al-
berta, diseñaron una serie de experimentos para
entender el modo en que el hijo remodela el cere-
bro del padre. En 2010 revelaron que el encéfalo de
un ratón macho con crías se reconectaba y produ-
cía neuronas adicionales. Estas células nerviosas
formaban nuevas vías de conexión o circuitos los
días siguientes al nacimiento de la camada. En el
bulbo olfativo del macho se originaban neuronas
que respondían de forma específica a los olores de
las crías; en el área cerebral del hipocampo (centro
crucial de la memoria) crecía otro conjunto de
células nerviosas, las cuales, al parecer, ayudaban
a consolidar el olor de las crías en la memoria a
largo plazo del ratón adulto. Este solo generaba
las neuronas extra si permanecía en la ratonera.
Por el contrario, si se sacaba al macho de la jaula
el día del nacimiento de las crías, su cerebro no
presentaba cambio alguno. Según Weiss, la expe-
riencia de la paternidad «no solo cambia aquello
que ya existe [en el cerebro], sino que desarrolla
algo nuevo al servicio de la relación».
Las neuronas ubicadas en la nariz de los ma-
míferos emplean receptores especiales del olor
para detectar aromas y transportar la informa-
ción al bulbo olfativo, centro de integración de
nuestro sentido del olfato. En el caso de los roe-
dores experimentales, las neuronas no aparecían
de la noche a la mañana con solo olfatear a las
crías. Mak y Weiss colocaron una malla de un
lado a otro de la jaula para separar al padre de
la prole. No observaron que se crearan células
cerebrales adicionales. Dicho experimento y
otros similares señalan que ni el nacimiento de
las crías ni los olores respectivos alteran por sí
solos el encéfalo de un progenitor macho, más
bien el ejercicio de la paternidad provoca la dosis
extra de neuronas, afirma Weiss. De esta manera,
el contacto físico con las crías, acompañado de la
experiencia de sus olores, origina la formación
de neuronas.
Ahora bien ¿es la relación con un hijo diferente
de la que se tiene con un amigo? Pocas semanas
de separación suelen bastar para que un ratón
adulto se olvide por completo de sus compañe-
ros de jaula. Mak y Weiss demostraron que el
vínculo entre padre e hijo resulta más fuerte que
con un amigo. En su investigación, las neuronas
que surgieron de la relación paternofilial crearon
sus propios circuitos cerebrales, de manera que
favorecieron la producción de recuerdos a largo
plazo y, por tanto, vínculos duraderos. Con la
creación de esas nuevas vías para la memoria, los
progenitores macho reconocieron con facilidad
a sus crías por el olor, incluso después de per-
manecer separados durante tres semanas. Weiss
indica: «Nos está costando entender por qué na-
cen nuevas neuronas en el cerebro de todos los
mamíferos, incluido el de los humanos. Parece
que una de las funciones principales consiste en
adaptarse al cambio, formar nuevos circuitos y,
en este caso, crear una “memoria social” entre el
padre y sus hijos».
CAMBIOS DE CONDUCTA
Los circuitos cerebrales de un
varón que renuncia a su auto-
móvil deportivo a cambio de
un monovolumen han debido
de sufrir, sin duda, alguna
modificación. La alteración
neuronal empuja al hombre
a comportarse de forma pa-
ternal.
En apariencia,
el vínculo
intangible de
la paternidad
no se parece en
nada a los lazos
existentes entre
madre e hijo
ISTOCKPHOTO/MARKBOWDEN
33. MENTE Y CEREBRO 58 - 2013 31
De tal madre, tal padre
Para cristalizar los recuerdos sociales, el cerebro
depende de hormonas que controlan la conexión
de las neuronas nuevas. Mak y Weiss descubrieron
que la capacidad de un padre para formar células
cerebrales se encuentra a merced de la hormona
prolactina, la misma responsable de la produc-
ción de leche en la madre. Si suprimían la capa-
cidad encefálica para producir prolactina, el mú-
rido no producía neuronas relacionadas con la
paternidad.
En los humanos, de forma análoga al vínculo
maternofilial, el padre con niveles altos de oxito-
cina («hormona del amor») manifiesta instintos y
motivaciones paternales más fuertes en los pri-
meros meses de la vida de su hijo. En diciembre
de 2012, Atsuko Saito, de la Universidad de Tokio,
ahondó un poco más en el asunto a partir de su
estudio de los hábitos de compartir comida que
presentan los progenitores del mono tití. Estos
alimentan a sus crías durante los primeros cuatro
meses. Después de medio año empiezan a ignorar
a su ya adolescente descendencia, de manera que
conservan la comida para ellos mismos. Con el fin
de analizar el cambio de conducta descrito, los in-
vestigadores inyectaron oxitocina en el cerebro de
los progenitores macho. Con independencia de la
dosis que se les había administrado, los animales
tendían a satisfacer los requerimientos alimenti-
cios de la camada; por otro lado, no presentaban
cambios de apetito.
La prolactina y la oxitocina se encuentran ligadas
fuertemente a la interacción social, por lo que su
implicación en el vínculo paternofilial no resulta
extraña. Según señalaron Elizabeth Gould, de la
Universidad de Princeton, y sus colaboradores en
un artículo de revisión publicado en octubre de
2010, también las hormonas relacionadas con el
sexo y el estrés influyen en la conducta paterna.
Gould detalla la conexión entre el cortisol, hor-
mona del estrés en los humanos (equivalente a la
corticosterona en los roedores), y las variaciones
estructurales en el cerebro. Aunque el estrés suele
propiciar una connotación negativa, Gould y sus
colaboradores han mostrado en roedores que el
estrés puede tener consecuencias buenas o malas
para el cerebro, dependiendo, en gran medida, del
contexto. Las situaciones estresantes negativas,
como cuando se sumerge a los animales por un
corto período de tiempo en agua fría o se les ex-
pone a la presencia de un depredador natural,
producen efectos negativos en el encéfalo, ya que
reducen su capacidad de formar neuronas y de
reprogramarse. En cambio, según publicaron en
julio de 2010, factores estresantes como el ejer-
cicio o el sexo, que también disparan los niveles
de corticosterona en los múridos, estimulan el
crecimiento de nuevas células cerebrales. Al pa-
recer, los desafíos de la paternidad encajan a la
perfección en la categoría del estrés bueno.
Según lo expuesto hasta ahora, las hormonas
sexuales masculinas parecen ligadas al nacimiento
La capacidad de
un padre para
crear nuevas
neuronas se
encuentra a
merced de la
prolactina,
hormona que
controla la
producción de
leche en las
madres
EL PADRE IMPORTA
Los niños que crecen sin padre
tienen mayor riesgo de de-
sarrollar problemas emociona-
les, de agresividad y adicción.
FOTOLIA/STEFANOLUNARDI