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MONTE DE LA AGONÍA
SALVADOR SARMIENTO
Artista plástico
Universidad Nacional de Colombia


Mi trabajo de grado partió de estudiar algunos escritos sobre Diógenes el cínico. Una de
las anécdotas de este filósofo cuenta que aprendió como debía vivir viendo a un ratón
“que ni buscaba un lugar de cobijo, ni evita la oscuridad, ni mostraba ninguna apetencia
hacia los denominados bocados exquisitos”(Larecio) Jesús también menciona algo
similar con “la parábola sobre los pájaros del cielo, que ni siembran ni recogen y, sin
embargo, viven como las criaturas más libres bajo el cielo divino” (Sloterdijk) Diógenes
y Jesús están de acuerdo en la ironía frente al trabajo social.

Pasados un par de meses recordé y encontré una imagen que deja ver todo lo que pienso
del trabajo El monte de la agonía es una ilustración de “Geografía pintoresca de
Colombia” de Edourd André.

Me apropio de esta imagen titulándola Trabajo, Sufrimiento, Sacrificio, Opresión, etc.
Siguiéndole el rastro a esta imagen he encontrado algunas versiones de ésta y
comentarios de las mismas por los viajeros europeos que documentaron el Paso del
Quindío en el Siglo XIX.


                               Carguero de la montaña de Sonson (fragmento)
                               tomada de Ramón Torres Méndez: Costumbres
                               nacionales. Jeroglífico S.A. y Desarrollo S.A. Bogotá,
                               1978.
Choco: camino para Nóvita en la montaña de Tamaná.
(fragmento) imagen perteneciente a la Comisión
Corográfica de Agustín Codazzi, de autor desconocido,
tomada de Jaime Ardila y Camilo Lleras, Batalla contra el
olvido. Ardila y Lleras Ltda. 1985. pág 181.

“A lomo de indio. En aquel punto debimos subir sobre
nuestros respectivos cargueros que allí nos aguardaban, el
largo bordón en la mano, unos calzones cortos de la cintura
al muslo por único vestido y sin más apero que la silla de
guadua sobre los lomos desnudos. La escena apenas podía
ser menos interesante. Sin embargo por el lado filosófico
tenía más grande significado: Allí estaba la dignidad
humana parodiando el servilismo bestial.” Pág. 182.




Tomada de Trans historias catálogo de la exposición Trans
Historias: Historia y mito en la obra de José Alejandro
Restrepo. Banco de la República. 2001. Pág. 21.




Carguero o sillero del Quindío
Tomada de América Pintoresca: descripción de viajes al
nuevo continente. Tomo III. Carvajal S.A. 1982. pág 677.

“Los antiguos portadores del Quindío -díjome uno de ellos-
se llaman indistintamente cargueros o silleros, tomando el
nombre de la silleta o silla de mano. Antiguamente la silla
era distinta de la que se usa en la actualidad, que es una
especie de baste o albarda hecha a propósito para llevar
mercancías. Componíase entonces de un marco o bastidor
hecho con cuatro cañas de bambú y con un asiento que
podía bajarse o levantarse según mejor conveniera y un
travesaño, también movible, para poner los pies, de modo
que venía a formar una verdadera silla en la cual se sentaba
el pasajero, apoyando la espalda contra la del portador.”
Edourd André.
Vista del camino hacia el Quindío. Tomada de Viajes
                                 por el interior de las provincias de Colombia, Jhon
                                 Potter Hamilton. Biblioteca V Centenario, Colcultura.
                                 1993. Pág. 339.

                                  “El artefacto de que se vale para cargar el equipaje es
                                  una especie de armazón de guadua, de tres pies de largo
                                  aproximadamente, con un travesaño en la parte inferior
                                  donde se afianza el bulto. Luego se le asegura con
                                  correas hechas de la corteza de ciertos árboles, cuyos
                                  extremos se anudan a guisa de arnés sobre los hombros
                                  y a través cruzando el pecho del peón; además sostienen
                                  con la frente otra correa que va adherida a los extremos
                                  superiores del armazón de guaduas que llevan a la
                                  espalda. Tienen buen cuidado, desde luego, de poner
                                  sendas almohadillas sobre la frente y la espalda para
precaverse de las magulladuras. Por lo demás, andan desnudos, con sólo un pañuelo
ceñido a la cintura. Las sillas para cargar personas sólo difieren de las descritas arriba en
que llevan sostenes para el apoyo de los brazos y los pies del pasajero. […] Causaba
pasmo ver a los cargueros avanzando por los peligrosísimos senderos con tan pesados
fardos a la espalda; sólo una larga práctica había podido avezar sus cuerpos a trabajo tan
rudo y azaroso. Nos dijeron que desde pequeños se les entrena haciéndoles cargar
livianos bultos cuyo peso se aumenta gradualmente a medida que avanzan en edad. En
algunos trechos habían caído grandes árboles a la orilla del camino, sobre cuyos troncos
se deslizaban los peones con tanta seguridad y aplomo como si estuvieran actuando en
un prado de juegos.” Ibíd., pág 340.

                                 Paso del Quindío, esbozo de Humboldt, dibujo de
                                 Koch, grabado de Duttenhoffer, 1810. (detalle), tomada
                                 de Trans historias catálogo de la exposición Trans
                                 Historias: Historia y mito en la obra de José Alejandro
                                 Restrepo. Banco de la República. 2001. Pág. 36.

                                  “Siendo pocas las personas acomodadas que tienen
                                  hábito de andar a pie en estos climas y por los caminos
                                  tan difíciles durante diecinueve o veinte días seguidos,
                                  se hacen llevar en sillas que se colocan los hombres a la
                                  espalda, pues el paso del Quindío no permite caminar
                                  montados en mulos. Se oye decir en este país “andar en
                                  carguero”, como quien dice ir a caballo, sin que por
                                  esto se crea humillante el oficio de carguero; debiendo
                                  notarse que los que a él se dedican no son indios sino
                                  mestizos, y a veces blancos. Más aún sorprende oír
cómo estos hombres, desnudos y ocupados en cosa tan degradante a nuestros ojos,
disputan en medio del bosque porque el uno rehúsa dar al otro, que pretende tener más
blanca la piel, el título de Don o Su Merced. Los cargueros conducen seis o siete arrobas
y algunos muy robustos hasta nueve. Apenas se concibe cómo escogen voluntariamente
este oficio los jóvenes más fuertes de estas montañas sin que sean parte a detenerlos la
enorme fatiga que les ocasiona una marcha por este país montuoso, de ocho horas
diarias, ni los destrozos que hace en sus espaldas la ruda faena cual si fueran bestias, ni
la crueldad con que algunos viajeros los abandonan en la selva si por desgracia
enferman, ni la modesta ganancia que obtienen de este trabajo, que llega a 240 o 280
reales. Sólo el gusto de una vida errante, en que se goza de cierta independencia explica
la preferencia de esta ocupación respecto a la sedentaria y monótona de las ciudades.
No es el paso del Quindío el único punto donde de este modo se viaja; en la provincia
entera de Antioquia rodeada de terribles montañas, no hay otro medio de escoger sino el
de andar a pie, cuando la robustez lo permite, o encomendarse a los cargueros. Tal es el
camino que va de Santa Fe de Antioquia a la Boca de Nare, o al rio Samaná […] En
Choco, Ibagué y Medellín es tan grande el numero de los jóvenes que llenan este oficio
de bestias de carga, que a veces se cuentan filas de cincuenta a sesenta en el camino.
Cuando los españoles intentaron hacer practicables a los mulos estos senderos de Nare a
Antioquia, los cargueros protestaron de la mejora, y el gobierno tuvo la debilidad de
ceder a la reclamación. Conviene recordar aquí, que hay en las minas de México una
clase de hombres que no tiene más ocupación que llevar a cuestas otros hombres. La
pereza de los blancos, enorme en estos climas, hace que los directores de los
establecimientos mineros tomen a sueldo a los indios de este género, a quienes llaman
caballitos porque se hacen ensillar todas las mañanas, y apoyados en un bastoncillo, con
el cuerpo inclinado hacia delante, conducen al amo de un punto a otro de la mina. Los
caballitos y cargueros de paso más seguro, igual y dulce, son preferidos. ¡Cuán tiste es
pensar que hay hombres recomendables por cualidades propias de bestias!”


También encontré “El paso del Quindío II” de José Alejandro Restrepo


                                                          TRANSHISTORIAS
                                                          1998
                                                          Grabado y video instalación
                                                          Dimensiones           variables
                                                          Colección del artista
                                                          Trans historias catálogo de la
                                                          exposición Trans Historias:
                                                          Historia y mito en la obra de
                                                          José Alejandro Restrepo. Banco
                                                          de la República. 2001.




“Armado con una cámara de video, Restrepo rehace el camino del paso del Quindío (la
salida al Pacifico desde la cordillera Central), constatando en el proceso, como en
muchas obras suyas, el carácter transhistórico de ciertas imágenes o practicas […] A
Restrepo le interesa señalar lo transhitórico, rescatar imágenes de la historia y constatar
su supervivencia en la sociedad contemporánea. […] las ideologías asociadas a estas
imágenes intemporales, por el contrario, pueden haber mutado radicalmente en el
proceso. En las instalaciones El paso del Quindío II y Transhistorias, Restrepo retoma
la imagen del carguero, que aparece de manera reiterada en el imaginario de los viajeros
durante más de dos siglos. La figura del carguero, que podría considerarse como la
imagen paradigmática de la relación amo-esclavo (un hombre cargando a otro hombre,
como si fuese una bestia) es puesta en cuestión desde un análisis histórico: las
relaciones de poder son más complejas de lo que aparentan.” Pág. 6.

Analicemos la relación entre el carguero de Humboldt y el de Restrepo.

A los ojos de Humboldt ser carguero era una ocupación degradante y apenas concebible
que fuese escogida voluntariamente como oficio por los jóvenes de las montañas del
Quindío con el único aliciente del gusto por una vida errante en que se gozaba de cierta
independencia así fuese mal paga y causase grabes destrozos al cuerpo. A manera de
reflexión finaliza el comentario así: “¡Cuan triste es pensar que hay hombres
recomendables por cualidades propias de las bestias!”.

A nuestros ojos la imagen de Restrepo, Avelino Inestrosa el ultimo de los cargueros,
nos deja ver a un líder de su comunidad que hacia este trabajo como una labor social ya
que cargaba a personas que no podían realizar el trayecto por su condición física o
debido a su edad.

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  • 1. MONTE DE LA AGONÍA SALVADOR SARMIENTO Artista plástico Universidad Nacional de Colombia Mi trabajo de grado partió de estudiar algunos escritos sobre Diógenes el cínico. Una de las anécdotas de este filósofo cuenta que aprendió como debía vivir viendo a un ratón “que ni buscaba un lugar de cobijo, ni evita la oscuridad, ni mostraba ninguna apetencia hacia los denominados bocados exquisitos”(Larecio) Jesús también menciona algo similar con “la parábola sobre los pájaros del cielo, que ni siembran ni recogen y, sin embargo, viven como las criaturas más libres bajo el cielo divino” (Sloterdijk) Diógenes y Jesús están de acuerdo en la ironía frente al trabajo social. Pasados un par de meses recordé y encontré una imagen que deja ver todo lo que pienso del trabajo El monte de la agonía es una ilustración de “Geografía pintoresca de Colombia” de Edourd André. Me apropio de esta imagen titulándola Trabajo, Sufrimiento, Sacrificio, Opresión, etc. Siguiéndole el rastro a esta imagen he encontrado algunas versiones de ésta y comentarios de las mismas por los viajeros europeos que documentaron el Paso del Quindío en el Siglo XIX. Carguero de la montaña de Sonson (fragmento) tomada de Ramón Torres Méndez: Costumbres nacionales. Jeroglífico S.A. y Desarrollo S.A. Bogotá, 1978.
  • 2. Choco: camino para Nóvita en la montaña de Tamaná. (fragmento) imagen perteneciente a la Comisión Corográfica de Agustín Codazzi, de autor desconocido, tomada de Jaime Ardila y Camilo Lleras, Batalla contra el olvido. Ardila y Lleras Ltda. 1985. pág 181. “A lomo de indio. En aquel punto debimos subir sobre nuestros respectivos cargueros que allí nos aguardaban, el largo bordón en la mano, unos calzones cortos de la cintura al muslo por único vestido y sin más apero que la silla de guadua sobre los lomos desnudos. La escena apenas podía ser menos interesante. Sin embargo por el lado filosófico tenía más grande significado: Allí estaba la dignidad humana parodiando el servilismo bestial.” Pág. 182. Tomada de Trans historias catálogo de la exposición Trans Historias: Historia y mito en la obra de José Alejandro Restrepo. Banco de la República. 2001. Pág. 21. Carguero o sillero del Quindío Tomada de América Pintoresca: descripción de viajes al nuevo continente. Tomo III. Carvajal S.A. 1982. pág 677. “Los antiguos portadores del Quindío -díjome uno de ellos- se llaman indistintamente cargueros o silleros, tomando el nombre de la silleta o silla de mano. Antiguamente la silla era distinta de la que se usa en la actualidad, que es una especie de baste o albarda hecha a propósito para llevar mercancías. Componíase entonces de un marco o bastidor hecho con cuatro cañas de bambú y con un asiento que podía bajarse o levantarse según mejor conveniera y un travesaño, también movible, para poner los pies, de modo que venía a formar una verdadera silla en la cual se sentaba el pasajero, apoyando la espalda contra la del portador.” Edourd André.
  • 3. Vista del camino hacia el Quindío. Tomada de Viajes por el interior de las provincias de Colombia, Jhon Potter Hamilton. Biblioteca V Centenario, Colcultura. 1993. Pág. 339. “El artefacto de que se vale para cargar el equipaje es una especie de armazón de guadua, de tres pies de largo aproximadamente, con un travesaño en la parte inferior donde se afianza el bulto. Luego se le asegura con correas hechas de la corteza de ciertos árboles, cuyos extremos se anudan a guisa de arnés sobre los hombros y a través cruzando el pecho del peón; además sostienen con la frente otra correa que va adherida a los extremos superiores del armazón de guaduas que llevan a la espalda. Tienen buen cuidado, desde luego, de poner sendas almohadillas sobre la frente y la espalda para precaverse de las magulladuras. Por lo demás, andan desnudos, con sólo un pañuelo ceñido a la cintura. Las sillas para cargar personas sólo difieren de las descritas arriba en que llevan sostenes para el apoyo de los brazos y los pies del pasajero. […] Causaba pasmo ver a los cargueros avanzando por los peligrosísimos senderos con tan pesados fardos a la espalda; sólo una larga práctica había podido avezar sus cuerpos a trabajo tan rudo y azaroso. Nos dijeron que desde pequeños se les entrena haciéndoles cargar livianos bultos cuyo peso se aumenta gradualmente a medida que avanzan en edad. En algunos trechos habían caído grandes árboles a la orilla del camino, sobre cuyos troncos se deslizaban los peones con tanta seguridad y aplomo como si estuvieran actuando en un prado de juegos.” Ibíd., pág 340. Paso del Quindío, esbozo de Humboldt, dibujo de Koch, grabado de Duttenhoffer, 1810. (detalle), tomada de Trans historias catálogo de la exposición Trans Historias: Historia y mito en la obra de José Alejandro Restrepo. Banco de la República. 2001. Pág. 36. “Siendo pocas las personas acomodadas que tienen hábito de andar a pie en estos climas y por los caminos tan difíciles durante diecinueve o veinte días seguidos, se hacen llevar en sillas que se colocan los hombres a la espalda, pues el paso del Quindío no permite caminar montados en mulos. Se oye decir en este país “andar en carguero”, como quien dice ir a caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero; debiendo notarse que los que a él se dedican no son indios sino mestizos, y a veces blancos. Más aún sorprende oír cómo estos hombres, desnudos y ocupados en cosa tan degradante a nuestros ojos, disputan en medio del bosque porque el uno rehúsa dar al otro, que pretende tener más blanca la piel, el título de Don o Su Merced. Los cargueros conducen seis o siete arrobas y algunos muy robustos hasta nueve. Apenas se concibe cómo escogen voluntariamente este oficio los jóvenes más fuertes de estas montañas sin que sean parte a detenerlos la enorme fatiga que les ocasiona una marcha por este país montuoso, de ocho horas
  • 4. diarias, ni los destrozos que hace en sus espaldas la ruda faena cual si fueran bestias, ni la crueldad con que algunos viajeros los abandonan en la selva si por desgracia enferman, ni la modesta ganancia que obtienen de este trabajo, que llega a 240 o 280 reales. Sólo el gusto de una vida errante, en que se goza de cierta independencia explica la preferencia de esta ocupación respecto a la sedentaria y monótona de las ciudades. No es el paso del Quindío el único punto donde de este modo se viaja; en la provincia entera de Antioquia rodeada de terribles montañas, no hay otro medio de escoger sino el de andar a pie, cuando la robustez lo permite, o encomendarse a los cargueros. Tal es el camino que va de Santa Fe de Antioquia a la Boca de Nare, o al rio Samaná […] En Choco, Ibagué y Medellín es tan grande el numero de los jóvenes que llenan este oficio de bestias de carga, que a veces se cuentan filas de cincuenta a sesenta en el camino. Cuando los españoles intentaron hacer practicables a los mulos estos senderos de Nare a Antioquia, los cargueros protestaron de la mejora, y el gobierno tuvo la debilidad de ceder a la reclamación. Conviene recordar aquí, que hay en las minas de México una clase de hombres que no tiene más ocupación que llevar a cuestas otros hombres. La pereza de los blancos, enorme en estos climas, hace que los directores de los establecimientos mineros tomen a sueldo a los indios de este género, a quienes llaman caballitos porque se hacen ensillar todas las mañanas, y apoyados en un bastoncillo, con el cuerpo inclinado hacia delante, conducen al amo de un punto a otro de la mina. Los caballitos y cargueros de paso más seguro, igual y dulce, son preferidos. ¡Cuán tiste es pensar que hay hombres recomendables por cualidades propias de bestias!” También encontré “El paso del Quindío II” de José Alejandro Restrepo TRANSHISTORIAS 1998 Grabado y video instalación Dimensiones variables Colección del artista Trans historias catálogo de la exposición Trans Historias: Historia y mito en la obra de José Alejandro Restrepo. Banco de la República. 2001. “Armado con una cámara de video, Restrepo rehace el camino del paso del Quindío (la salida al Pacifico desde la cordillera Central), constatando en el proceso, como en muchas obras suyas, el carácter transhistórico de ciertas imágenes o practicas […] A Restrepo le interesa señalar lo transhitórico, rescatar imágenes de la historia y constatar su supervivencia en la sociedad contemporánea. […] las ideologías asociadas a estas imágenes intemporales, por el contrario, pueden haber mutado radicalmente en el proceso. En las instalaciones El paso del Quindío II y Transhistorias, Restrepo retoma
  • 5. la imagen del carguero, que aparece de manera reiterada en el imaginario de los viajeros durante más de dos siglos. La figura del carguero, que podría considerarse como la imagen paradigmática de la relación amo-esclavo (un hombre cargando a otro hombre, como si fuese una bestia) es puesta en cuestión desde un análisis histórico: las relaciones de poder son más complejas de lo que aparentan.” Pág. 6. Analicemos la relación entre el carguero de Humboldt y el de Restrepo. A los ojos de Humboldt ser carguero era una ocupación degradante y apenas concebible que fuese escogida voluntariamente como oficio por los jóvenes de las montañas del Quindío con el único aliciente del gusto por una vida errante en que se gozaba de cierta independencia así fuese mal paga y causase grabes destrozos al cuerpo. A manera de reflexión finaliza el comentario así: “¡Cuan triste es pensar que hay hombres recomendables por cualidades propias de las bestias!”. A nuestros ojos la imagen de Restrepo, Avelino Inestrosa el ultimo de los cargueros, nos deja ver a un líder de su comunidad que hacia este trabajo como una labor social ya que cargaba a personas que no podían realizar el trayecto por su condición física o debido a su edad.