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VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN LA UNIVERSIDAD
--“VIOLENCIA DE GÉNERO”--
Hacerla visible para erradicarla. Un reto educativo.
Juan Manuel Feito Guerrero
Lucía Hernández Pérez
Mikel De Luis Zalabardo
Curso: Educación Social, 2º
Universidad: Escuela Universitaria de Magisterio de Bilbao, EHU-UPV
ÍNDICE PAGS.
1- Introducción. ¿Qué es violencia de género? ……………………………….……………Pág. 1
2- Estado de la cuestión. Investigaciones realizadas. ……………………………………Págs. 2-4
2.1. Medidas que se proponen.
3- ¿Por qué existe violencia de género? ………………………………………………… Págs.5-6
3.1.Conclusiones sobre violencia de género en adolescentes universitarios.
3.2.Nuestras conclusiones. Un reto educativo que requiere la implicación de todos y todas.
4- Bibliografía.……………………………………………………………………………………Págs. 7-8
1- INTRODUCCIÓN. ¿QUÉ ES VIOLENCIA DE GÉNERO?
Numerosas instituciones y organismos están tratando de definir y acotar los diferentes conceptos
que hacen referencia a la violencia que padecen las mujeres: violencia de género, violencia contra las
mujeres, violencia doméstica o familiar, etc. La violencia de género tal y como la define la Ley Orgánica
1/2004 de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género es aquella que
ejercen los hombres contra las mujeres con las que mantienen o han mantenido un vínculo afectivo de cierta
duración, sin que esto signifique convivencia. Y comprende todo acto de violencia física y psicológica.
Entiende que es una manifestación de la discriminación, de la situación de desigualdad y de las relaciones
de poder de los hombres sobre las mujeres.
Desde nuestro equipo consideramos que el enfoque que esta Ley da a esta cuestión es
adecuado ya que amplía la concepción de violencia contra las mujeres de la esfera íntima y familiar a una
esfera social, reconociendo que la violencia de género es el resultado de un proceso social: el símbolo más
brutal de una desigualdad estructural de nuestra sociedad --además de constituir una de las primeras
causas de muerte a nivel mundial. Sin embargo, a nuestro parecer la terminología correcta sería violencia
contra las mujeres, pues tal y como señala Naciones Unidas, es aquella que reciben por el simple hecho de
serlo, cuyo fin último es perpetuar la dominación masculina sobre la mujer. Incluye todos los tipos de
violencia que puede recibir: física, sexual, psicológica...tanto en el contexto privado como público. Es
consecuencia de los condicionantes socioculturales que actúan sobre el género masculino y femenino.
Definimos con este término un concepto menos limitado, pues describe un fenómeno que sucede no sólo
dentro de la familia o relación afectiva, sino que es una problemática existente en la comunidad. No sería
algo inevitable ni atribuible a una predisposición genética donde los hombres deban de ser considerados
violentos y las mujeres adquieran el papel de víctimas. Burgués et. al. (2006: 3-5), Universidad de Zaragoza
(2009: 1-4), Emakunde (2008 a), Fundación Isonomía (7-11-2009) http://isonomia.uji.es.
En base a esta definición la universidad no puede quedar, por tanto, excluida de padecer este
problema. Las conclusiones de una reciente investigación realizada en varias de nuestras universidades,
entre ellas la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), así lo confirman. Lo mismo han concluido estudios
anteriores realizados en universidades de prestigio internacional como Oxford o Harvard, los cuales, a su
vez, han derivado en la puesta en marcha de medidas en estos campus de Norteamérica y Europa.
Desde un punto de vista cuantitativo los datos obtenidos reflejan que un 65% de las y los
universitarios entrevistado en nuestros campus conoce o ha sufrido alguna situación de violencia de género
en el ámbito de la universidad. Desde un punto de vista cualitativo, la información obtenida revela que entre
la población universitaria existe confusión acerca de lo que sí y de lo que no se puede considerar violencia
de género, y que una parte considerable lo toleran en alguna de sus manifestaciones, aunque la gran
mayoría piensa que debería ponerse medidas en los campus para su erradicación y prevención.
2. ESTADO DE LA CUESTIÓN. INVESTIGACIONES REALIZADAS.
Una parte de las investigaciones cuando hablan de “violencia de género” en realidad se están
refiriendo a violencia contra la mujer; otras, en cambio, sí que están observando únicamente la violencia que
ocurre dentro del marco de las relaciones afectivas entre un hombre y una mujer.
Una vez aclarada esta cuestión podemos pasar a analizar los resultados de diversas
investigaciones internacionales y nacionales. Unas de las más significativas para nosotras es la realizada
por Burgués, Oliver, Redondo, Serrano Investigaciones mundiales sobre violencia de de género en la
universidad (2006) y la de Oliver, Valls Violencia de género. Investigaciones sobre quiénes, por qué y cómo
superarla. (2004), las cuales revelan que la violencia de género es un fenómeno que también se da en el
ámbito universitario y desmienten la creencia de que la universidad se libra de padecer dicho problema. Por
el contrario, se comprueba que es un hecho significativo, frecuente, repetitivo y que sucede en numerosos
países en porcentajes elevados. También concluyen que la violencia de género es una problemática social
que afecta a mujeres de diferentes edades, clases sociales, culturas o niveles académicos y que supera
estereotipos existentes respecto a quiénes la sufren, por qué y dónde se produce. Existen numerosas
iniciativas y experiencias en diversas universidades del mundo que han puesto en marcha medidas para
prevenir situaciones de violencia de género en el contexto universitario. En el estado español únicamente
existen dos investigaciones que traten específicamente de esta problemática: la primera de Flecha, Melgar,
Valls Violencia de gènere a les universitats catalanes: mesures per a la prevenciò i superaciò. (2008 a: 201-
216) que únicamente abarca las universidades catalanas, y la segunda de Flecha, Ríos, Soler, Valls
Violencia de género en las universidades españolas (2006-2008 b) y (2008 c) coordinada por Valls, R. que
se ha realizado en seis universidades del estado español –entre ellas la UPV-EHU. No obstante, el informe
encargado por el Ayuntamiento de Bilbao al Departamento de Sociología de la UPV-EHU, llevado a cabo
durante el curso académico 2007-2008, nos aporta una muy valiosa información sobre la forma de pensar y
de sentir de jóvenes adolescentes estudiantes de la universidad acerca del tema que da título a dicho
informe: Violencia de género en las relaciones de pareja adolescentes y jóvenes de Bilbao (Amurrio
M.,2008).
Gracias a la investigación de Burgués et. al., (2006) podemos conocer que según un reciente
estudio llevado a cabo en el contexto norteamericano un considerable porcentaje de las estudiantes
universitarias padecen algún tipo de abuso o situación no deseada, desde besos y caricias hasta relaciones
sexuales. También nos informan de los resultados de una investigación llevada a cabo en universidades de
30 países que representan diferentes realidades culturales y socio-económicas: una media del 29% de los
estudiantes había cometido agresiones en sus relaciones durante el año anterior a ser encuestados. Por
otro lado, Flecha et. al. (2006-2008 b) advierten de que los abusos entre profesorado y alumnado existen.
También como resultado de sus investigaciones se superan los estereotipos respecto a quiénes la sufren,
por qué y dónde se produce, y ya no se puede afirmar que sólo la sufren mujeres adultas, amas de casa
dependientes económicamente y sin estudios. De hecho muchas investigaciones realizadas en la Unión
Europea revelan que a mayores ingresos, en general, más casos de malos tratos y de maltratadores se
conocen. Es el caso de un estudio realizado en Francia, el cual indica que la proporción de agresiones –
psicológicas, verbales o sexuales—aumenta cuanto más alto son los estudios de la mujer y la posición
laboral que ocupa, comprobándose así que las agresiones se producen considerablemente en entornos
normalmente considerados como liberales, donde se cree que hay un mayor respeto (Burgués et. al., 2006).
Por otro lado, Burgués también observa que dicha violencia no sólo se da dentro de las relaciones de pareja
sino que también sucede en citas dentro del espacio universitario y que es ejercida por compañeros que
pertenecen a este contexto.
Flecha et. al. (2008 a) y Flecha et. al. (2006-2008 b) demuestran también que en nuestro entorno
las mujeres jóvenes mejor preparadas académicamente son también uno de los colectivos que sufre
violencia de género, desmintiendo así la creencia de que las mujeres jóvenes ya no son víctimas de los
malos tratos y la idea de que los estudios son una salvaguarda de ser agredida queda desmentida. En el
contexto de Cataluña, un 58% de las 368 chicas universitarias que respondieron a una encuesta afirmaron
haber sufrido o conocer alguna de las situaciones de violencia de género en la universidad sobre las cuales
se les preguntaba. Según los datos de mujeres maltratadas o asesinadas en el Estado Español entre los
años 1999 y 2005 el grupo de edad de 18 a 30 años es el que lo sufre en mayor medida, lo cual supone un
dato relevante en cuanto que este es el grupo más propicio para estar realizando algún estudio universitario
(Instituto de la Mujer, 2000).
El proyecto I+D+I Violencia de género en las universidades españolas coordinado por Valls, R.
(2006-2008 b) ha supuesto un primer paso hacia la identificación y visibilización de esta problemática en el
contexto universitario español y para identificar medidas que pudieran contribuir a superarla. Tuvieron dos
ideas de partida que finalmente se han comprobado como ciertas: en las universidades españolas la
violencia de género se manifiesta en diferentes formas, de la misma manera que lo hace en otros ámbitos
sociales; se trata de una realidad que muchas personas conocemos, pero sobre la que apenas se ha roto el
silencio para sacarla a la luz pública, y como consecuencia no se están desarrollando acciones que
contribuyan a erradicarla. Han transferido a la sociedad el conocimiento científico elaborado a través de un
plan de difusión consistente en: la elaboración de una guía que se ha distribuido entre la comunidad
universitaria, su presentación pública en jornadas y congresos, y en la publicación de artículos.
Según el proyecto de investigación coordinado por Valls (2006-2008 b: 5-6) el estudiantado
universitario español tiene dificultades para identificar situaciones de violencia de género, y no siempre
reconoce una situación de este tipo cuando la ve o niega que exista. Sin embargo, cambia su respuesta
cuando le preguntan por situaciones concretas que internacionalmente son consideradas violencia de
género: agresiones físicas; violencia psicológica; agresiones sexuales; presiones para mantener una
relación afectivo-sexual; recibir besos y/o caricias sin consentimiento; sentir incomodidad o miedo por
comentarios, miradas, correos electrónicos, notas, llamadas telefónicas o por haber sido perseguida o
vigilada; rumores sobre la vida sexual; comentarios sexistas sobre la capacidad intelectual de las mujeres o
su papel en la sociedad o comentarios con connotaciones sexuales que las degradan o las humillan.
Burgués et. al. (2006), Castro y Vázquez (2008) detectan también cómo las universidades son un contexto
mucho más desfavorable para las mujeres que para los hombres, pues el contexto universitario devalúa y
margina a la mujer. Así, se considera que el acoso sexual y la misoginia –actitudes, comportamientos y
prácticas que rechazan a la mujer—pueden manifestarse con normalidad en los currículos académicos, en
las discusiones y debates en las aulas universitarias, siendo un mecanismo de subordinación y opresión
hacia las mujeres que se vive en el día a día universitario.
Los estudios de Bosh, Ferrer, Navarro, Ramis (2006), Emakunde (2008 b: 37-42) y Fundación
Mujeres (2004: 56) tratan acerca de las ideas falsas sobre la violencia contra las mujeres existentes en
nuestra sociedad. Por ejemplo, un elemento que contribuye a la no identificación de la violencia de género ni
al apoyo a las víctimas es la culpabilización de las mismas. Se analizó las creencias que culpabilizan a las
mujeres de la violación y que exculpan a los hombres, encontrando respuestas que apuntaban ideas como
que las “víctimas” son las que provocaron la situación y, por lo tanto, las responsables de que se produjera,
que las violaciones sólo son perpetradas por hombres con patologías mentales, o que son situaciones que
los hombres que las llevan a cabo no pueden evitar por sus necesidades sexuales. Castro y Vázquez (2008:
587-589) afirman que el rechazo, la insolidaridad y la desconfianza entre las propias chicas no son actitudes
aisladas, sino que deben analizarse en el contexto de una serie de creencias sociales producto de la
socialización que toleran y permiten la violencia y acoso sexuales, contribuyendo a crear un ambiente de
hostilidad hacia las mujeres. Supondrían la consecuencia de toda una serie de mecanismos que apuntalan
un largo y sostenido proceso de socialización hacia la subordinación que muchas mujeres viven ya desde su
infancia. De este modo puede entenderse la violencia que sufren las estudiantes universitarias como la
expresión de un proyecto social de domesticación iniciado en sus vidas mucho antes de que pasaran a
formar parte de la institución universitaria.
Luis Bonino (2004) acuña el término micromachismos para referirse a actitudes de dominación
“suave” o “de bajísima intensidad”, formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida
cotidiana, hábiles artes de dominio casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente (…)
obstáculos y también resistencias para la igualdad con la mujer también en lo cotidiano. Afirma que estos
micromachismos suponen en si mismos una forma de violencia de género, microviolencias, siendo la base
en la que se asientan las otras formas de violencia contra la mujer más tradicionales. Según este autor
ambas persiguen el mismo objetivo: poner a la mujer “al servicio del hombre”, anularla como sujeto, para de
este modo conseguir perpetuar la injusta distribución de derechos y oportunidades. En línea con esta idea,
otras autoras encuentran en la universidad muestras de estos microabusos: la posesión por parte del varón
del espacio y el tiempo; la suposición de que la opinión de los hombres es más seria y valiosa, mejor que la
de la mujer; el monopolio de los puestos de decisión por parte de los varones; la imposición de la intimidad
mediante una seducción en la que no se da la negociación. Bosh et. al. (2006: 359), Emakunde (2008 b:
37-40), Castro y Vázquez (2008: 588-90).
Flecha et. al. (2006-2008 b: 4) y Fundación Mujeres (2004) analizan cómo este tipo de violencia
tiene efectos perjudiciales sobre las víctimas y, en consecuencia, afecta a la buena marcha de la comunidad
universitaria: efectos sobre la autoestima de las mujeres (sentimiento de vergüenza y culpa; reducción de la
estabilidad emocional; represalias de compañeros o supervisores hombres; perder la calidad del propio
trabajo en la universidad; miedo a ser considerada una persona problemática y a que su reputación se viera
afectada dentro de la organización; el coste potencial que supone renunciar a su carrera profesional);
percepción negativa que las mujeres víctimas tienen de la universidad y del personal universitario, lo que las
lleva a construirse estrategias para evitar coincidir nuevamente con los acosadores e incluso a eludir las
interacciones con el profesorado masculino (desconfianza y decepción respecto a la academia y a los
profesores hombres); repercusiones en las decisiones académicas y profesionales que ellas toman (dejar
de asistir a clase, abandonar asignaturas, abandonar la universidad, cambiar de persona tutora o
profesorado, abandonar el desarrollo de una carrera en áreas académicas dominadas por hombres). En
definitiva, para Burgués et. al. en la universidad la violencia de género no sólo se comete, sino que también
se acepta (2006: 6).
2.1. Medidas que se proponen
Flecha et. al., (2006-2008 b: 6-10) señalan la necesidad de implementar medidas de prevención
y atención a través de la existencia de medidas contra la violencia de género en las universidades de más
prestigio internacional. Sus estudios reflejan que el estudiantado así como otras personas de la comunidad
universitaria subraya la importancia de que las universidades se doten de servicios para la atención y
prevención de la violencia de género. Sin embargo, desconocen si existe un procedimiento específico
cuando esa situación se produce en la universidad.
Por otro lado, estas mismas autoras y Emakunde (2008 a) advierten también de que las
personas que denuncian estas situaciones y salen en apoyo de las víctimas a menudo se convierten ellas
mismas en víctimas debido a las represalias y ataques que sufren.
Las investigaciones de Burgués et. al. (2006: 11), Castro y Vázquez (2008: 612-613) y Duque
(2006: 60-61, 66-67) sostienen que la solución a esta problemática debe ser colectiva y no asentada en un
discurso reducido a un voluntarismo individual el cual no supone más que una falsa conciencia del
problema. Una solución basada en la solidaridad (una solidaridad femenina para establecer lazos profundos
y transformadores), en la interrelación por medio del diálogo que lleve a unas relaciones igualitarias donde
no es posible la violencia y cualquier tipo de maltrato, en el feminismo dialógico el cual incluye las voces de
todas las mujeres y de ese modo da respuestas a las necesidades de todas. Inciden también en que la
solución reside en el desarrollo de un modelo de relaciones afectivo-sexuales alternativo que redefina las
formas de socialización asociadas a la violencia y que, por el contrario, favorezca unas relaciones basadas
tanto en la pasión como en el respeto y la libertad.
En cuanto a los programas y medidas que se han aplicado en universidades internacionales se
los puede clasificar de la siguiente manera: políticas institucionales; formación y sensibilización; oficinas de
denuncia; personas asesoras; trípticos y documentos informativos, páginas Web; participación de la
comunidad universitaria. Ninguna de estas medidas existe en nuestras universidades salvo la publicación de
la Guía destinada a distribuirse en los centros universitarios.
En el estudio de Emakunde Los Hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades (2008 b: 31-
42, 39), así como en el llevado a cabo por Fernández-Llebrez (2005: 10) proponen implicar a los hombres
en la erradicación de la violencia masculina contra la mujer y en la denuncia del desequilibrio de poder
existente entre los géneros. Además afirman que se debe cambiar el modelo de masculinidad dominante
(nulo manejo del mundo emocional, autoritarismo, actitudes de control de la pareja, etc.) pues supone un
grave factor de riesgo para el ejercicio de la violencia.
Burgués et. al. (2006) y Bosh et. al. (2006) proponen además la creación de un currículum
universitario inclusivo, sensible a las diferencias de género, capaz de generar cambios en las prácticas
educativas y en la comunidad universitaria, y de transformar las relaciones desiguales entre hombres y
mujeres que favorecen la violencia de género en diferentes ámbitos de la sociedad, siendo una de estas
formas la que se desarrolla a través de los procesos educativos. Y en lo que respecta a las medidas político-
legales, ven en la Ley integral contra la Violencia de Género que ya se está implementando en España un
referente a nivel europeo ya que es la primera que de forma integral abarca aspectos preventivos,
educativos, sociales, asistenciales, sanitarios y penales con la finalidad de proteger a las mujeres víctimas
de la violencia.
3. ¿POR QUÉ EXISTE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES?
No se puede entender por qué surge este tipo de violencia sin antes aclarar cómo y por qué aparece
en la sociedad la división de género. El sistema de géneros es una construcción social y cultural que, en
función de la sexualidad biológica del sujeto, le atribuye determinadas características y/o cualidades
comportamentales, psíquicas, aptitudinales, actitudinales, culturales, sociales... empujando a mujeres y
hombres, a través de la educación formal (escuela) e informal (familia, religión, mass-media, grupos de
pares, etc.) hacia destinos diferentes sobre los que ni unas ni otros pueden decidir. (http://isonomia.uji.es ,
7-11-2009).
La violencia se aprende, es una conducta social aprendida desde la niñez, que en la
adolescencia y juventud se afianza. Tal como afirma Amurrio M. (2008: 5) en su informe relativo a la
violencia dentro de las relaciones afectivas en parejas adolescentes, es decir, sobre violencia de género, las
raíces de esta se encuentra en las desigualdades de poder que existen entre hombres y mujeres en la
sociedad, así como en determinadas formas de entender las relaciones amorosas y la sexualidad y de lo
que significa ser hombre y ser mujer. Estamos hablando, por lo tanto, de cómo siente, piensa y actúa la
mayoría de las personas que componen un grupo social, de sus significados compartidos y de las normas y
prácticas sociales que les guían y que han interiorizado en su proceso de socialización.
Aunque se están dando muchos pasos bien dirigidos hacia la eliminación de esta problemática
dramática todavía perviven mitos, ideologías, prácticas que en todos los ámbitos sociales legitiman o
justifican las relaciones desiguales entre hombre y mujeres, y reproducen estereotipos sexistas. Aquí se
encuentra la base que sostiene la violencia contra la mujer, pues provocan actitudes de tolerancia hacia
situaciones de riesgo de violencia psicológica, dejando al ciclo de la violencia seguir su curso hasta su
última expresión: la violencia física y sexual. (Amurrio M., 2008: 5). Se observa, por ejemplo, que
comportamientos que se deben definir como violencia psicológica son vistos como muestras de amor dentro
de la relación afectiva.
En este sentido, dentro de los modelos dominantes de relación y comportamiento de hombres y
mujeres la agresividad en el hombre todavía sigue considerándose un elemento de atracción, y de hecho es
un estereotipo que se mantiene en muchos varones jóvenes (uno de cada diez según Amurrio). Para
reafirmar su identidad masculina, es decir, para no ser chicas tienen que pelear, ser ganadores, tener poder,
ser violentos y ejercer la violencia... no es diferente del modelo que aprenden en las películas.
3. 1. Conclusiones sobre violencia de género en adolescentes universitarias/os.
Debido a la relevancia que tiene para nuestro análisis, y por ser una información clarificadora,
hemos querido destacar algunas de las conclusiones que la investigación realizada por Amurrio M. (2008:
14-16) con población universitaria adolescente bilbaína ha hecho públicas:
-Las conductas que conllevan un maltrato en el plano emocional-afectivo, y que suponen coacción y
limitación de la autonomía y libertad, son las que más se producen en las relaciones de pareja de los y las
jóvenes universitarios.
-Podría parecer que quienes mantienen relaciones más informales es el colectivo más afectado por el
problema.
-Hay una tendencia a situar el problema de la violencia de género y sus causas en el plano individual,
ignorando la dimensión estructural de este fenómeno. Esto genera una generalizada disposición a favor de
las medidas represivas y paliativas, en vez de confiar en el trabajo educativo orientado a la prevención.
-Los y las jóvenes universitarias bilbaínas orientan sus relaciones afectivas y sexuales-de pareja hacia los
modelos propios de las estructuras masculinas de dominación. Esto se debe a que en el contexto cultural en
el que se han desarrollado han mamado las ideas y los valores sobre el amor y sobre los modelos
femeninos y masculinos de atractivo.
-Las y los jóvenes de entre 18 y 20 años tienen grandes dificultades para diferenciar qué situaciones vividas
dentro de sus relaciones son violencia de género, y, consecuentemente, no saben cómo reaccionar ante
ella.
-Estos jóvenes relacionan la violencia de género con las relaciones de pareja adultas, con algo que no le
sucede a su grupo de iguales y que tiene que ver con la paternidad y el compromiso de una relación de
convivencia.
3. 2. Nuestras conclusiones. Un reto educativo que nos implica a todos y todas.
Para erradicar la violencia contra las mujeres primeramente necesitamos entender contra qué
estamos luchando y contra qué no. El enemigo no son los hombres, ni tampoco el espacio privado o
familiar, ni las instituciones, ni es un problema de ciertos individuos peligrosos o problemáticos, ni tampoco
de actitudes de sumisión de algunas mujeres. Es un problema estructural de la sociedad que tiene sus
raíces profundamente introducidas en el pensamiento y en la cultura tanto del colectivo de mujeres como de
hombres.
En consecuencia, se hace necesario un plan de intervención educativa que abarque todos los
espacios de la sociedad, incluyendo tanto los espacios educativos formales como los no formales. El trabajo
educativo de cambio de valores entre la población infantil y adolescente es imprescindible, pero no
solamente en las escuelas sino con especial importancia dentro de las propias familias. Sin este paso
difícilmente podemos lograr el cambio deseado.
Esta una tarea de todas las personas, y en particular de quienes trabajan en el ámbito educativo
bien en su rol de padre-madre bien en su rol de profesional educativo o bien sea en su rol de educador de
masas desde los mass-media. Todas debemos implicarnos en esta tarea. Se trata de un cambio social, de
educar la sociedad. Se trata de cambiar nuestros comportamientos, nuestras actitudes, nuestros
comentarios, nuestra forma de pensar.
Las medidas represivas son necesarias, pero no bastan. Y no sólo no bastan sino que puede que
nos desenfoquen ya que ponen el énfasis en soluciones particulares, en la intervención sobre individuos
concretos, en la atención de patologías. La solución, como hemos dicho, pasa por dejar de entenderlo como
un problema individual y convertirlo en colectivo, de toda la comunidad. Un reto educativo: hacernos
conscientes de la manera desigual que funcionamos tanto a nivel social como individual, y emprender un
cambio personal para hacer un cambio social, y viceversa.
Un reto en favor del cual los hombres tienen mucho que decir y hacer. Es su responsabilidad
actuar, dando una respuesta firme colectivo a esta masacre que destruye el bienestar de toda la sociedad.
Detener esta violencia supone denunciarla, no tolerarla, no consentirla en otros... bien se trate de una
agresión física, de un comentario, de un gesto, de un reparto desigual de responsabilidades en el hogar o
en el trabajo o en una institución. Habrá resistencias porque deben renunciar a los privilegios que el orden
social dominante patriarcal ha otorgado a los hombres desde hace cientos de años, pero merece la pena,
pues también ellos ganarán mucho. No se trata de “apoyar” la causa de las mujeres, este objetivo beneficia
tanto a las mujeres como a los hombres: mientras estos buscan medidas adecuadas para acabar con la
violencia contra las mujeres reflexionan acerca de las causas que la generan, y esta auto-reflexión les
permite entender cómo los modelos dominantes de masculinidad les destruyen como personas y no les
permiten desarrollarse como seres humanos. Tanto hombres como mujeres debemos llevar a cabo un
proceso de deconstrucción de los modelos dominantes de feminidad y de masculinidad que nos clasifican,
limitan y separan ambos colectivos.
El espacio universitario es un referente para toda la sociedad, es por ello que cualquier actuación
que realicemos fácilmente tendrá una repercusión importante en el resto. También es un “laboratorio”
constante de nuevo pensamiento y de investigación. Proponemos hacer visible todo el amplio abanico de
formas sutiles, menos sutiles y evidentes en que se muestra la violencia contra las mujeres dentro del
espacio universitario, porque es el primer paso para acabar con ella. Aceptar que también sucede en
nuestros pasillos, aulas, departamentos, oficinas, conserjerías, en nuestras relaciones virtuales en la red, en
nuestras comunicaciones telefónicas, en los carteles y publicidad, en los currículum sobre los que
trabajamos, en los textos y audio-visuales, etc. Sacar a la luz esta realidad ocultada o al menos ignorada.
Proteger a quienes lo visibilizan, y generar entre nosotros y nosotras relaciones solidarias que neutralicen
cualquier tipo de violencia. Emprender un diálogo igualitario desde las diferencias que nos fortalezca
mientras peleamos con este monstruo gigante, el cual cada una y cada uno de nosotros hemos interiorizado
y portamos dentro de nuestro vivir y pensar diario, y del que habitualmente no somos conscientes.
BIBLIOGRAFÍA
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jóvenes de Bilbao. UPV-EHU, Departamento de Sociología.
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http://www.unizar.es/centros/eueeh/master/PRIMERINFORME.pdf
Ponencia Para Congreso  Violencia Mujer Universidad[1] 2

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Ponencia Para Congreso Violencia Mujer Universidad[1] 2

  • 1. VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN LA UNIVERSIDAD --“VIOLENCIA DE GÉNERO”-- Hacerla visible para erradicarla. Un reto educativo. Juan Manuel Feito Guerrero Lucía Hernández Pérez Mikel De Luis Zalabardo Curso: Educación Social, 2º Universidad: Escuela Universitaria de Magisterio de Bilbao, EHU-UPV
  • 2. ÍNDICE PAGS. 1- Introducción. ¿Qué es violencia de género? ……………………………….……………Pág. 1 2- Estado de la cuestión. Investigaciones realizadas. ……………………………………Págs. 2-4 2.1. Medidas que se proponen. 3- ¿Por qué existe violencia de género? ………………………………………………… Págs.5-6 3.1.Conclusiones sobre violencia de género en adolescentes universitarios. 3.2.Nuestras conclusiones. Un reto educativo que requiere la implicación de todos y todas. 4- Bibliografía.……………………………………………………………………………………Págs. 7-8
  • 3. 1- INTRODUCCIÓN. ¿QUÉ ES VIOLENCIA DE GÉNERO? Numerosas instituciones y organismos están tratando de definir y acotar los diferentes conceptos que hacen referencia a la violencia que padecen las mujeres: violencia de género, violencia contra las mujeres, violencia doméstica o familiar, etc. La violencia de género tal y como la define la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género es aquella que ejercen los hombres contra las mujeres con las que mantienen o han mantenido un vínculo afectivo de cierta duración, sin que esto signifique convivencia. Y comprende todo acto de violencia física y psicológica. Entiende que es una manifestación de la discriminación, de la situación de desigualdad y de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. Desde nuestro equipo consideramos que el enfoque que esta Ley da a esta cuestión es adecuado ya que amplía la concepción de violencia contra las mujeres de la esfera íntima y familiar a una esfera social, reconociendo que la violencia de género es el resultado de un proceso social: el símbolo más brutal de una desigualdad estructural de nuestra sociedad --además de constituir una de las primeras causas de muerte a nivel mundial. Sin embargo, a nuestro parecer la terminología correcta sería violencia contra las mujeres, pues tal y como señala Naciones Unidas, es aquella que reciben por el simple hecho de serlo, cuyo fin último es perpetuar la dominación masculina sobre la mujer. Incluye todos los tipos de violencia que puede recibir: física, sexual, psicológica...tanto en el contexto privado como público. Es consecuencia de los condicionantes socioculturales que actúan sobre el género masculino y femenino. Definimos con este término un concepto menos limitado, pues describe un fenómeno que sucede no sólo dentro de la familia o relación afectiva, sino que es una problemática existente en la comunidad. No sería algo inevitable ni atribuible a una predisposición genética donde los hombres deban de ser considerados violentos y las mujeres adquieran el papel de víctimas. Burgués et. al. (2006: 3-5), Universidad de Zaragoza (2009: 1-4), Emakunde (2008 a), Fundación Isonomía (7-11-2009) http://isonomia.uji.es. En base a esta definición la universidad no puede quedar, por tanto, excluida de padecer este problema. Las conclusiones de una reciente investigación realizada en varias de nuestras universidades, entre ellas la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), así lo confirman. Lo mismo han concluido estudios anteriores realizados en universidades de prestigio internacional como Oxford o Harvard, los cuales, a su vez, han derivado en la puesta en marcha de medidas en estos campus de Norteamérica y Europa. Desde un punto de vista cuantitativo los datos obtenidos reflejan que un 65% de las y los universitarios entrevistado en nuestros campus conoce o ha sufrido alguna situación de violencia de género en el ámbito de la universidad. Desde un punto de vista cualitativo, la información obtenida revela que entre la población universitaria existe confusión acerca de lo que sí y de lo que no se puede considerar violencia de género, y que una parte considerable lo toleran en alguna de sus manifestaciones, aunque la gran mayoría piensa que debería ponerse medidas en los campus para su erradicación y prevención. 2. ESTADO DE LA CUESTIÓN. INVESTIGACIONES REALIZADAS. Una parte de las investigaciones cuando hablan de “violencia de género” en realidad se están refiriendo a violencia contra la mujer; otras, en cambio, sí que están observando únicamente la violencia que ocurre dentro del marco de las relaciones afectivas entre un hombre y una mujer. Una vez aclarada esta cuestión podemos pasar a analizar los resultados de diversas investigaciones internacionales y nacionales. Unas de las más significativas para nosotras es la realizada por Burgués, Oliver, Redondo, Serrano Investigaciones mundiales sobre violencia de de género en la universidad (2006) y la de Oliver, Valls Violencia de género. Investigaciones sobre quiénes, por qué y cómo superarla. (2004), las cuales revelan que la violencia de género es un fenómeno que también se da en el ámbito universitario y desmienten la creencia de que la universidad se libra de padecer dicho problema. Por el contrario, se comprueba que es un hecho significativo, frecuente, repetitivo y que sucede en numerosos
  • 4. países en porcentajes elevados. También concluyen que la violencia de género es una problemática social que afecta a mujeres de diferentes edades, clases sociales, culturas o niveles académicos y que supera estereotipos existentes respecto a quiénes la sufren, por qué y dónde se produce. Existen numerosas iniciativas y experiencias en diversas universidades del mundo que han puesto en marcha medidas para prevenir situaciones de violencia de género en el contexto universitario. En el estado español únicamente existen dos investigaciones que traten específicamente de esta problemática: la primera de Flecha, Melgar, Valls Violencia de gènere a les universitats catalanes: mesures per a la prevenciò i superaciò. (2008 a: 201- 216) que únicamente abarca las universidades catalanas, y la segunda de Flecha, Ríos, Soler, Valls Violencia de género en las universidades españolas (2006-2008 b) y (2008 c) coordinada por Valls, R. que se ha realizado en seis universidades del estado español –entre ellas la UPV-EHU. No obstante, el informe encargado por el Ayuntamiento de Bilbao al Departamento de Sociología de la UPV-EHU, llevado a cabo durante el curso académico 2007-2008, nos aporta una muy valiosa información sobre la forma de pensar y de sentir de jóvenes adolescentes estudiantes de la universidad acerca del tema que da título a dicho informe: Violencia de género en las relaciones de pareja adolescentes y jóvenes de Bilbao (Amurrio M.,2008). Gracias a la investigación de Burgués et. al., (2006) podemos conocer que según un reciente estudio llevado a cabo en el contexto norteamericano un considerable porcentaje de las estudiantes universitarias padecen algún tipo de abuso o situación no deseada, desde besos y caricias hasta relaciones sexuales. También nos informan de los resultados de una investigación llevada a cabo en universidades de 30 países que representan diferentes realidades culturales y socio-económicas: una media del 29% de los estudiantes había cometido agresiones en sus relaciones durante el año anterior a ser encuestados. Por otro lado, Flecha et. al. (2006-2008 b) advierten de que los abusos entre profesorado y alumnado existen. También como resultado de sus investigaciones se superan los estereotipos respecto a quiénes la sufren, por qué y dónde se produce, y ya no se puede afirmar que sólo la sufren mujeres adultas, amas de casa dependientes económicamente y sin estudios. De hecho muchas investigaciones realizadas en la Unión Europea revelan que a mayores ingresos, en general, más casos de malos tratos y de maltratadores se conocen. Es el caso de un estudio realizado en Francia, el cual indica que la proporción de agresiones – psicológicas, verbales o sexuales—aumenta cuanto más alto son los estudios de la mujer y la posición laboral que ocupa, comprobándose así que las agresiones se producen considerablemente en entornos normalmente considerados como liberales, donde se cree que hay un mayor respeto (Burgués et. al., 2006). Por otro lado, Burgués también observa que dicha violencia no sólo se da dentro de las relaciones de pareja sino que también sucede en citas dentro del espacio universitario y que es ejercida por compañeros que pertenecen a este contexto. Flecha et. al. (2008 a) y Flecha et. al. (2006-2008 b) demuestran también que en nuestro entorno las mujeres jóvenes mejor preparadas académicamente son también uno de los colectivos que sufre violencia de género, desmintiendo así la creencia de que las mujeres jóvenes ya no son víctimas de los malos tratos y la idea de que los estudios son una salvaguarda de ser agredida queda desmentida. En el contexto de Cataluña, un 58% de las 368 chicas universitarias que respondieron a una encuesta afirmaron haber sufrido o conocer alguna de las situaciones de violencia de género en la universidad sobre las cuales se les preguntaba. Según los datos de mujeres maltratadas o asesinadas en el Estado Español entre los años 1999 y 2005 el grupo de edad de 18 a 30 años es el que lo sufre en mayor medida, lo cual supone un dato relevante en cuanto que este es el grupo más propicio para estar realizando algún estudio universitario (Instituto de la Mujer, 2000). El proyecto I+D+I Violencia de género en las universidades españolas coordinado por Valls, R. (2006-2008 b) ha supuesto un primer paso hacia la identificación y visibilización de esta problemática en el contexto universitario español y para identificar medidas que pudieran contribuir a superarla. Tuvieron dos ideas de partida que finalmente se han comprobado como ciertas: en las universidades españolas la violencia de género se manifiesta en diferentes formas, de la misma manera que lo hace en otros ámbitos sociales; se trata de una realidad que muchas personas conocemos, pero sobre la que apenas se ha roto el silencio para sacarla a la luz pública, y como consecuencia no se están desarrollando acciones que contribuyan a erradicarla. Han transferido a la sociedad el conocimiento científico elaborado a través de un plan de difusión consistente en: la elaboración de una guía que se ha distribuido entre la comunidad universitaria, su presentación pública en jornadas y congresos, y en la publicación de artículos.
  • 5. Según el proyecto de investigación coordinado por Valls (2006-2008 b: 5-6) el estudiantado universitario español tiene dificultades para identificar situaciones de violencia de género, y no siempre reconoce una situación de este tipo cuando la ve o niega que exista. Sin embargo, cambia su respuesta cuando le preguntan por situaciones concretas que internacionalmente son consideradas violencia de género: agresiones físicas; violencia psicológica; agresiones sexuales; presiones para mantener una relación afectivo-sexual; recibir besos y/o caricias sin consentimiento; sentir incomodidad o miedo por comentarios, miradas, correos electrónicos, notas, llamadas telefónicas o por haber sido perseguida o vigilada; rumores sobre la vida sexual; comentarios sexistas sobre la capacidad intelectual de las mujeres o su papel en la sociedad o comentarios con connotaciones sexuales que las degradan o las humillan. Burgués et. al. (2006), Castro y Vázquez (2008) detectan también cómo las universidades son un contexto mucho más desfavorable para las mujeres que para los hombres, pues el contexto universitario devalúa y margina a la mujer. Así, se considera que el acoso sexual y la misoginia –actitudes, comportamientos y prácticas que rechazan a la mujer—pueden manifestarse con normalidad en los currículos académicos, en las discusiones y debates en las aulas universitarias, siendo un mecanismo de subordinación y opresión hacia las mujeres que se vive en el día a día universitario. Los estudios de Bosh, Ferrer, Navarro, Ramis (2006), Emakunde (2008 b: 37-42) y Fundación Mujeres (2004: 56) tratan acerca de las ideas falsas sobre la violencia contra las mujeres existentes en nuestra sociedad. Por ejemplo, un elemento que contribuye a la no identificación de la violencia de género ni al apoyo a las víctimas es la culpabilización de las mismas. Se analizó las creencias que culpabilizan a las mujeres de la violación y que exculpan a los hombres, encontrando respuestas que apuntaban ideas como que las “víctimas” son las que provocaron la situación y, por lo tanto, las responsables de que se produjera, que las violaciones sólo son perpetradas por hombres con patologías mentales, o que son situaciones que los hombres que las llevan a cabo no pueden evitar por sus necesidades sexuales. Castro y Vázquez (2008: 587-589) afirman que el rechazo, la insolidaridad y la desconfianza entre las propias chicas no son actitudes aisladas, sino que deben analizarse en el contexto de una serie de creencias sociales producto de la socialización que toleran y permiten la violencia y acoso sexuales, contribuyendo a crear un ambiente de hostilidad hacia las mujeres. Supondrían la consecuencia de toda una serie de mecanismos que apuntalan un largo y sostenido proceso de socialización hacia la subordinación que muchas mujeres viven ya desde su infancia. De este modo puede entenderse la violencia que sufren las estudiantes universitarias como la expresión de un proyecto social de domesticación iniciado en sus vidas mucho antes de que pasaran a formar parte de la institución universitaria. Luis Bonino (2004) acuña el término micromachismos para referirse a actitudes de dominación “suave” o “de bajísima intensidad”, formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana, hábiles artes de dominio casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente (…) obstáculos y también resistencias para la igualdad con la mujer también en lo cotidiano. Afirma que estos micromachismos suponen en si mismos una forma de violencia de género, microviolencias, siendo la base en la que se asientan las otras formas de violencia contra la mujer más tradicionales. Según este autor ambas persiguen el mismo objetivo: poner a la mujer “al servicio del hombre”, anularla como sujeto, para de este modo conseguir perpetuar la injusta distribución de derechos y oportunidades. En línea con esta idea, otras autoras encuentran en la universidad muestras de estos microabusos: la posesión por parte del varón del espacio y el tiempo; la suposición de que la opinión de los hombres es más seria y valiosa, mejor que la de la mujer; el monopolio de los puestos de decisión por parte de los varones; la imposición de la intimidad mediante una seducción en la que no se da la negociación. Bosh et. al. (2006: 359), Emakunde (2008 b: 37-40), Castro y Vázquez (2008: 588-90). Flecha et. al. (2006-2008 b: 4) y Fundación Mujeres (2004) analizan cómo este tipo de violencia tiene efectos perjudiciales sobre las víctimas y, en consecuencia, afecta a la buena marcha de la comunidad universitaria: efectos sobre la autoestima de las mujeres (sentimiento de vergüenza y culpa; reducción de la estabilidad emocional; represalias de compañeros o supervisores hombres; perder la calidad del propio trabajo en la universidad; miedo a ser considerada una persona problemática y a que su reputación se viera afectada dentro de la organización; el coste potencial que supone renunciar a su carrera profesional); percepción negativa que las mujeres víctimas tienen de la universidad y del personal universitario, lo que las lleva a construirse estrategias para evitar coincidir nuevamente con los acosadores e incluso a eludir las interacciones con el profesorado masculino (desconfianza y decepción respecto a la academia y a los profesores hombres); repercusiones en las decisiones académicas y profesionales que ellas toman (dejar de asistir a clase, abandonar asignaturas, abandonar la universidad, cambiar de persona tutora o
  • 6. profesorado, abandonar el desarrollo de una carrera en áreas académicas dominadas por hombres). En definitiva, para Burgués et. al. en la universidad la violencia de género no sólo se comete, sino que también se acepta (2006: 6). 2.1. Medidas que se proponen Flecha et. al., (2006-2008 b: 6-10) señalan la necesidad de implementar medidas de prevención y atención a través de la existencia de medidas contra la violencia de género en las universidades de más prestigio internacional. Sus estudios reflejan que el estudiantado así como otras personas de la comunidad universitaria subraya la importancia de que las universidades se doten de servicios para la atención y prevención de la violencia de género. Sin embargo, desconocen si existe un procedimiento específico cuando esa situación se produce en la universidad. Por otro lado, estas mismas autoras y Emakunde (2008 a) advierten también de que las personas que denuncian estas situaciones y salen en apoyo de las víctimas a menudo se convierten ellas mismas en víctimas debido a las represalias y ataques que sufren. Las investigaciones de Burgués et. al. (2006: 11), Castro y Vázquez (2008: 612-613) y Duque (2006: 60-61, 66-67) sostienen que la solución a esta problemática debe ser colectiva y no asentada en un discurso reducido a un voluntarismo individual el cual no supone más que una falsa conciencia del problema. Una solución basada en la solidaridad (una solidaridad femenina para establecer lazos profundos y transformadores), en la interrelación por medio del diálogo que lleve a unas relaciones igualitarias donde no es posible la violencia y cualquier tipo de maltrato, en el feminismo dialógico el cual incluye las voces de todas las mujeres y de ese modo da respuestas a las necesidades de todas. Inciden también en que la solución reside en el desarrollo de un modelo de relaciones afectivo-sexuales alternativo que redefina las formas de socialización asociadas a la violencia y que, por el contrario, favorezca unas relaciones basadas tanto en la pasión como en el respeto y la libertad. En cuanto a los programas y medidas que se han aplicado en universidades internacionales se los puede clasificar de la siguiente manera: políticas institucionales; formación y sensibilización; oficinas de denuncia; personas asesoras; trípticos y documentos informativos, páginas Web; participación de la comunidad universitaria. Ninguna de estas medidas existe en nuestras universidades salvo la publicación de la Guía destinada a distribuirse en los centros universitarios. En el estudio de Emakunde Los Hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades (2008 b: 31- 42, 39), así como en el llevado a cabo por Fernández-Llebrez (2005: 10) proponen implicar a los hombres en la erradicación de la violencia masculina contra la mujer y en la denuncia del desequilibrio de poder existente entre los géneros. Además afirman que se debe cambiar el modelo de masculinidad dominante (nulo manejo del mundo emocional, autoritarismo, actitudes de control de la pareja, etc.) pues supone un grave factor de riesgo para el ejercicio de la violencia. Burgués et. al. (2006) y Bosh et. al. (2006) proponen además la creación de un currículum universitario inclusivo, sensible a las diferencias de género, capaz de generar cambios en las prácticas educativas y en la comunidad universitaria, y de transformar las relaciones desiguales entre hombres y mujeres que favorecen la violencia de género en diferentes ámbitos de la sociedad, siendo una de estas formas la que se desarrolla a través de los procesos educativos. Y en lo que respecta a las medidas político- legales, ven en la Ley integral contra la Violencia de Género que ya se está implementando en España un referente a nivel europeo ya que es la primera que de forma integral abarca aspectos preventivos, educativos, sociales, asistenciales, sanitarios y penales con la finalidad de proteger a las mujeres víctimas de la violencia.
  • 7. 3. ¿POR QUÉ EXISTE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES? No se puede entender por qué surge este tipo de violencia sin antes aclarar cómo y por qué aparece en la sociedad la división de género. El sistema de géneros es una construcción social y cultural que, en función de la sexualidad biológica del sujeto, le atribuye determinadas características y/o cualidades comportamentales, psíquicas, aptitudinales, actitudinales, culturales, sociales... empujando a mujeres y hombres, a través de la educación formal (escuela) e informal (familia, religión, mass-media, grupos de pares, etc.) hacia destinos diferentes sobre los que ni unas ni otros pueden decidir. (http://isonomia.uji.es , 7-11-2009). La violencia se aprende, es una conducta social aprendida desde la niñez, que en la adolescencia y juventud se afianza. Tal como afirma Amurrio M. (2008: 5) en su informe relativo a la violencia dentro de las relaciones afectivas en parejas adolescentes, es decir, sobre violencia de género, las raíces de esta se encuentra en las desigualdades de poder que existen entre hombres y mujeres en la sociedad, así como en determinadas formas de entender las relaciones amorosas y la sexualidad y de lo que significa ser hombre y ser mujer. Estamos hablando, por lo tanto, de cómo siente, piensa y actúa la mayoría de las personas que componen un grupo social, de sus significados compartidos y de las normas y prácticas sociales que les guían y que han interiorizado en su proceso de socialización. Aunque se están dando muchos pasos bien dirigidos hacia la eliminación de esta problemática dramática todavía perviven mitos, ideologías, prácticas que en todos los ámbitos sociales legitiman o justifican las relaciones desiguales entre hombre y mujeres, y reproducen estereotipos sexistas. Aquí se encuentra la base que sostiene la violencia contra la mujer, pues provocan actitudes de tolerancia hacia situaciones de riesgo de violencia psicológica, dejando al ciclo de la violencia seguir su curso hasta su última expresión: la violencia física y sexual. (Amurrio M., 2008: 5). Se observa, por ejemplo, que comportamientos que se deben definir como violencia psicológica son vistos como muestras de amor dentro de la relación afectiva. En este sentido, dentro de los modelos dominantes de relación y comportamiento de hombres y mujeres la agresividad en el hombre todavía sigue considerándose un elemento de atracción, y de hecho es un estereotipo que se mantiene en muchos varones jóvenes (uno de cada diez según Amurrio). Para reafirmar su identidad masculina, es decir, para no ser chicas tienen que pelear, ser ganadores, tener poder, ser violentos y ejercer la violencia... no es diferente del modelo que aprenden en las películas. 3. 1. Conclusiones sobre violencia de género en adolescentes universitarias/os. Debido a la relevancia que tiene para nuestro análisis, y por ser una información clarificadora, hemos querido destacar algunas de las conclusiones que la investigación realizada por Amurrio M. (2008: 14-16) con población universitaria adolescente bilbaína ha hecho públicas: -Las conductas que conllevan un maltrato en el plano emocional-afectivo, y que suponen coacción y limitación de la autonomía y libertad, son las que más se producen en las relaciones de pareja de los y las jóvenes universitarios. -Podría parecer que quienes mantienen relaciones más informales es el colectivo más afectado por el problema.
  • 8. -Hay una tendencia a situar el problema de la violencia de género y sus causas en el plano individual, ignorando la dimensión estructural de este fenómeno. Esto genera una generalizada disposición a favor de las medidas represivas y paliativas, en vez de confiar en el trabajo educativo orientado a la prevención. -Los y las jóvenes universitarias bilbaínas orientan sus relaciones afectivas y sexuales-de pareja hacia los modelos propios de las estructuras masculinas de dominación. Esto se debe a que en el contexto cultural en el que se han desarrollado han mamado las ideas y los valores sobre el amor y sobre los modelos femeninos y masculinos de atractivo. -Las y los jóvenes de entre 18 y 20 años tienen grandes dificultades para diferenciar qué situaciones vividas dentro de sus relaciones son violencia de género, y, consecuentemente, no saben cómo reaccionar ante ella. -Estos jóvenes relacionan la violencia de género con las relaciones de pareja adultas, con algo que no le sucede a su grupo de iguales y que tiene que ver con la paternidad y el compromiso de una relación de convivencia. 3. 2. Nuestras conclusiones. Un reto educativo que nos implica a todos y todas. Para erradicar la violencia contra las mujeres primeramente necesitamos entender contra qué estamos luchando y contra qué no. El enemigo no son los hombres, ni tampoco el espacio privado o familiar, ni las instituciones, ni es un problema de ciertos individuos peligrosos o problemáticos, ni tampoco de actitudes de sumisión de algunas mujeres. Es un problema estructural de la sociedad que tiene sus raíces profundamente introducidas en el pensamiento y en la cultura tanto del colectivo de mujeres como de hombres. En consecuencia, se hace necesario un plan de intervención educativa que abarque todos los espacios de la sociedad, incluyendo tanto los espacios educativos formales como los no formales. El trabajo educativo de cambio de valores entre la población infantil y adolescente es imprescindible, pero no solamente en las escuelas sino con especial importancia dentro de las propias familias. Sin este paso difícilmente podemos lograr el cambio deseado. Esta una tarea de todas las personas, y en particular de quienes trabajan en el ámbito educativo bien en su rol de padre-madre bien en su rol de profesional educativo o bien sea en su rol de educador de masas desde los mass-media. Todas debemos implicarnos en esta tarea. Se trata de un cambio social, de educar la sociedad. Se trata de cambiar nuestros comportamientos, nuestras actitudes, nuestros comentarios, nuestra forma de pensar. Las medidas represivas son necesarias, pero no bastan. Y no sólo no bastan sino que puede que nos desenfoquen ya que ponen el énfasis en soluciones particulares, en la intervención sobre individuos concretos, en la atención de patologías. La solución, como hemos dicho, pasa por dejar de entenderlo como un problema individual y convertirlo en colectivo, de toda la comunidad. Un reto educativo: hacernos conscientes de la manera desigual que funcionamos tanto a nivel social como individual, y emprender un cambio personal para hacer un cambio social, y viceversa. Un reto en favor del cual los hombres tienen mucho que decir y hacer. Es su responsabilidad actuar, dando una respuesta firme colectivo a esta masacre que destruye el bienestar de toda la sociedad. Detener esta violencia supone denunciarla, no tolerarla, no consentirla en otros... bien se trate de una agresión física, de un comentario, de un gesto, de un reparto desigual de responsabilidades en el hogar o en el trabajo o en una institución. Habrá resistencias porque deben renunciar a los privilegios que el orden social dominante patriarcal ha otorgado a los hombres desde hace cientos de años, pero merece la pena,
  • 9. pues también ellos ganarán mucho. No se trata de “apoyar” la causa de las mujeres, este objetivo beneficia tanto a las mujeres como a los hombres: mientras estos buscan medidas adecuadas para acabar con la violencia contra las mujeres reflexionan acerca de las causas que la generan, y esta auto-reflexión les permite entender cómo los modelos dominantes de masculinidad les destruyen como personas y no les permiten desarrollarse como seres humanos. Tanto hombres como mujeres debemos llevar a cabo un proceso de deconstrucción de los modelos dominantes de feminidad y de masculinidad que nos clasifican, limitan y separan ambos colectivos. El espacio universitario es un referente para toda la sociedad, es por ello que cualquier actuación que realicemos fácilmente tendrá una repercusión importante en el resto. También es un “laboratorio” constante de nuevo pensamiento y de investigación. Proponemos hacer visible todo el amplio abanico de formas sutiles, menos sutiles y evidentes en que se muestra la violencia contra las mujeres dentro del espacio universitario, porque es el primer paso para acabar con ella. Aceptar que también sucede en nuestros pasillos, aulas, departamentos, oficinas, conserjerías, en nuestras relaciones virtuales en la red, en nuestras comunicaciones telefónicas, en los carteles y publicidad, en los currículum sobre los que trabajamos, en los textos y audio-visuales, etc. Sacar a la luz esta realidad ocultada o al menos ignorada. Proteger a quienes lo visibilizan, y generar entre nosotros y nosotras relaciones solidarias que neutralicen cualquier tipo de violencia. Emprender un diálogo igualitario desde las diferencias que nos fortalezca mientras peleamos con este monstruo gigante, el cual cada una y cada uno de nosotros hemos interiorizado y portamos dentro de nuestro vivir y pensar diario, y del que habitualmente no somos conscientes. BIBLIOGRAFÍA -Amurrio M. et at. (2008). Informe violencia de género en las relaciones de pareja de adolescentes y jóvenes de Bilbao. UPV-EHU, Departamento de Sociología. -Bosch, E.; Ferrer, V.; Navarro, G.; Ramis, C.; Torres E. (2006). La violencia contra las mujeres en la pareja: creencias y actitudes en estudiantes universitarios/as. Reproducido en: Psicothema, 2006. Vol. 18, nº 3, pp. 359-366. -Burgués, A.; Oliver, E.; Redondo, G.; Serrano, M. (2006). Investigaciones mundiales sobre violencia de género en la universidad. XI Conferencia de Sociología de la Educación: Santander, 22, 23, y 24 de septiembre de 2006. -Castro, R. y Vázquez, V. (2008). La Universidad como espacio de reproducción de la violencia de género. Un estudio de caso en la Universidad Autónoma Chapingo, México. [Fecha enlace: abril 2009]. http://www.revistas.colmex.mx/ -Duque, E. (2006). Aprendiendo para el amor o para la violencia. Las relaciones en las discotecas. Barcelona, El Roure. -Emakunde. Instituto Vasco de la Mujer (2008 a). La violencia contra las mujeres. Berdingune, Centro de Documentación de Emakunde. -Emakunde. Instituto Vasco de la Mujer (2008 b). Los Hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades. Berdingune, Centro de Documentación de Emakunde. -Fernández-Llebrez, F. (2005). Masculinidades y violencia de género. ¿Por qué algunos hombres maltratan a sus parejas (mujeres)? Berdingune, Centro de Documentación de Emakunde.
  • 10. -Flecha A.; Melgar P.; Valls R. (2008 a). Violencia de gènere a les universitats catalanes: mesures per a la prevenciò i superaciò. Temps d’educació, 35: 201-216. -Flecha, A.; Pulido, C.; Ríos, O.; Soler, M.; Valls, R. (2006-2008 b). Proyecto de investigación: Violencia de género en las universidades españolas. CREA y Universidad de Barcelona. -Flecha, A; Pulido, C.; Serrano, M.; Soler, M.;Ríos O. (2008 c). Violencia de género en las universidades españolas. La escuela del siglo XXI: la educación en un tiempo de cambio social acelerado. XII conferencia de sociología de la educación: Logroño, 14-15 septiembre, 2006. -Fundación Isonomía [Fecha enlace: 7-11-2009] http://isonomia.uji.es/violenciacontramujeres7 -Fundación Mujeres (2004). Proyecto Detecta: Investigación sobre sexismo interiorizado en jóvenes. [Fecha enlace: abril 2009] http://www.fundacionmujeres.es/documents/view/proyecto detecta.html -Jefatura del Estado (BOE número 313 de 29/12/2004). LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. -Luis Bonino (2004). Los Micromachismos. [Fecha enlace: abril 2009] http://www.luisbonino.com/pdf/Los Micromachismos 2004.pdf -Muñoz, V. y De Pedro, F. (2005). Educar para la resilencia. Un cambio de mirada en la prevención de situaciones de riesgo social. Revista Complutense de Educación, Vol. 16 Num. 1 (107-124). -Oliver, E. y Valls, R. (2004). Violencia de género. Investigaciones sobre quiénes, por qué y cómo superarla. Barcelona, El Roure. -Universidad de Zaragoza (2009). Primer informe: Estado de la cuestión: Contribuciones teóricas a la lucha contra la violencia de género entre la población adolescente. [Fecha de enlace: abril 2009]. http://www.unizar.es/centros/eueeh/master/PRIMERINFORME.pdf